\"Deliciosa Marta\": La cocina como refugio y aislamiento

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Descripción

M&N MESA Y NEGOCIOS • OCTUBRE 2009

LA BUENA MESA EN EL CINE

DELICIOSA MARTA

Por Alfonso Méndiz · Profesor de Cine y Publicidad · Universidad de Málaga

La cocina como refugio y aislamiento EN ESTE FILME, EL MUNDO DE LOS ALIMENTOS ES UN MURO PARA OCULTARSE. MARTHA, LA IMPECABLE CHEF DEL RESTAURANTE MÁS CHIC DE HAMBURGO, PREPARA LAS COMIDAS DE FORMA METÓDICA, FRÍA Y PERFECTA; PERO NO HAY ALMA NI EMOCIÓN EN SU COCINA. Y ASÍ, LA COMIDA QUE PREPARA NUNCA PUEDE TENER ENCANTO NI SER ARTE, AUNQUE TENGA PERFECCIÓN.

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Marta le sucede lo que a otro gourmet perfeccionista, el Maestro Chu de Comer, beber, amar , del que hablamos hace unos meses (ver Mesa y Negocios nº 15). Pero a diferencia de aquel viejo cocinero, que utilizaba la comida para comunicarse con sus hijas, Martha la utiliza como escudo ante los demás, como un refugio para encontrar el sentido a su vida. Las escapadas al frigorífico, donde inusualmente rompe su externo caparazón y muestra sus sentimientos (en el lugar más frío y desolado le vemos cálida y humana), será el único lugar donde le veamos reír o llorar, venirse abajo por entero o descubrir súbitamente que quiere ser mujer. Son momentos que, paradójicamente, refuerzan de forma visual la idea de la soledad y el aislamiento, la frialdad contenida que empapa todo su personaje. Así es la vida de Martha. Se emociona y llora en privado, pero en el exterior se mantiene fría y estoica, dura como un témpano. Para ella, la cocina debe mantenerse alejada tanto de los sentimientos como de las probatinas caprichosas: la cocina es perfección y exactitud, no alegría y creatividad. Debido a sus arranques de carácter, la dueña del restaurante le obliga a acudir a un psicólogo. Pero en esas sesiones de terapia es incapaz de hablar de sus problemas: solo habla –y sin parar- de cómo preparar los alimentos: de los ingredientes necesarios para un determinado plato y de cómo

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hay que prepararlo para que esté a punto. Es incapaz de adentrarse en su mundo interior, seguramente porque allí se siente muy insegura. Todo su discurso se ciñe a pesos y medidas: cantidad de ingredientes, tamaño de la masa, minutos de cocción… “No soy pesada, soy precisa –afirma en un determinado pasaje-. La precisión lo es todo en la cocina. La precisión y el tiempo. ¿Se imagina lo complicado que es coordinar cuarenta y siete platos? La logística es parte del trabajo. Aunque tengas talento, si no dominas la logística, ¡adiós gastronomía!”. Si alguna vez mirara en su corazón, Martha sólo vería recetas. Por eso las sesiones de psicoanálisis terminan en clases de cocina y en platos novedosos que debe probar siempre el ficha técnica Título original: Bella Martha. Director: Sandra Nettelbeck. Reparto: Martina Gedeck, Sergio Castellito, Maxime Foerste, Sibille Canonica, Katja Studt. País y año: Alemania, 2001. Distribuye en video: Manga Films.

sufrido terapeuta. Sin embargo, las cosas cambian cuando su hermana, madre soltera, fallece en un accidente, y ella se ve obligada a acoger a su hija Lina, de ocho años. La ordenada vida de Martha se tambalea con la irrupción de la testaruda Lina, que no quiere probar ninguna de sus fantásticas comidas. Si en esos pasajes le vemos perder pie, en la escena siguiente todo el mundo de la cocinera se derrumba cuando la dueña, para ayudarla, contrata a un chef italiano llamado Mario, todo vitalidad y desorden: el polo opuesto de Martha. Sobre esta historia culinaria –mitad comedia, mitad drama- el director americano Scott Hicks realizó un exacto remake titulado Sin reservas, que interpretaron Catherine Zeta-Jones y Aaron Eckhart (ver Mesa y Negocios, nº4). Allí el conflicto se centraba más en la comida: en la rivalidad entre la fría exactitud de la cocina francesa y la cálida espontaneidad de los platos italianos. Deliciosa Marta, por el contrario, nos ofrece una parábola sobre la vida moderna, sobre el trabajo y la familia, sobre la apertura a los sentimientos, sobre amar y ser amado. Todo ello servido con sencillez y elegancia en un plato exquisitamente servido. Como en el remake de 2007, también aquí el momento más logrado es la secuencia en la que Martha permite a Mario y a su sobrina que preparen una cena de reencuentro. Echada literalmente de su propia cocina, Mario tiene el campo abierto para elaborar una comida muy sencilla: rebanadas crujientes de pan, pasta con salsa pesto, jamón, espárragos, un plato de berenjenas a la parrilla con pimientos y calabacín. En esa comida sin “glamour” (sin vajilla ni cubiertos; aún más: sentados en el suelo), Martha descubre la sonrisa, la felicidad y el amor. Sobre todo, descubre que el mejor menú de su vida se compone de tres platos: amar a su marido, formar una familia, y sentirse querida por los hijos.

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