\"Cuando el destino nos alcance\": La comida basura en el futuro

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Descripción

M&N MESA Y NEGOCIOS • Febrero 2011

La Buena Mesa en el Cine Por Alfonso Méndiz · Profesor de Cine y Publicidad · Universidad de Málaga

CUANDO EL DESTINO NOS ALCANCE

La comida basura en el futuro NUEVA YORK, AÑO 2022. EL MUNDO SUFRE LAS CONSECUENCIAS DE UN BRUSCO CAMBIO CLIMÁTICO Y LOS ALIMENTOS HAN DESAPARECIDO CASI POR COMPLETO. SÓLO LOS RICOS PUEDEN COMER CARNE NATURAL, FRESAS SALVAJES Y OTRAS EXQUISITECES QUE SE PAGAN A PRECIO DE ORO. LOS DEMÁS ESTÁN ABOCADOS A INGERIR COMIDA BASURA. En ese ambiente opresivo, un detective (Charlton Heston) investiga la muerte de uno de los ejecutivos de la corporación Soylent, que se ocupa de abastecer de alimentos a la población. Después de producir “Soylent Red” y “Soylent Yellow”, el producto más popular es ahora “Soylent Green”, fabricada según la publicidad de plancton de alta energía recogido en los océanos. Tras la típica intriga policíaca, llegamos al esperado (y temible) desenlace: Heston, ayudado por su amigo Sol Roth (interpretado por un magnífico Edward G. Robinson), descubre el terrible secreto que no ha de ser desvelado: “Soylent green” está hecho con restos de seres humanos. Aunque el secreto comienza a ser obvio hacia la mitad de la cinta (sobre todo para una generación educada en películas de ciencia-ficción), no por ello deja de ser una fuerte sacudida para el espectador. Como consecuencia, Sol Roth decide suicidarse, abrumado ante la monstruosidad de ese descubrimiento que no puede comprender ni tan siquiera comunicar: cuando trata de decírselo al personaje de Charlton Heston, ya en la sala de suicidio, una distorsión del interfono impide que le escuchemos. La barbarie no puede siquiera ser nombrada, es indecible. Y aquí se unen las dos grandes denuncias de este filme respecto al futuro de la socie-

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dad: la lacra del suicidio (que conlleva la pérdida del sentido de la vida) y la adulteración de la comida (que conlleva la pérdida de una vida saludable). El suicidio no sólo es admitido por esta sociedad, sino que se considera un servicio dada la superpoblación, por lo que cuentan con toda una serie de instalaciones de suicidio asistido e higiénico. Y la comida basura es una imposición, pues el maltrato de la naturaleza ha hecho que toda alimentación natural sea casi imposible. En una secuencia, un gran magnate comenta a un banquero que no llega a su altura económica: “Mire, buey auténtico, algo que ficha técnica Título original: Soylent Green. Director: Richard Fleischer. Reparto: Charlton Heston, Edward G. Robinson, Leigh Taylor-Young, Joseph Cotten. País y año: Estados Unidos, 1973. Distribuye en DVD: Warner.

no ha visto nunca ni verá jamás”. Y es que sólo los ricos pueden comer bien, mientras que los pobres se mueren literalmente por millares en calles e iglesias convertidas en hospicios. En otro momento, Charlton Heston y Edward G. Robinson comparten comida auténtica robada. Este último, ya anciano, le dice al detective: “Es un asco, no tiene sabor. Pero, claro, tú no conoces nada mejor”. Y, como si fuera un sueño, añade: “Cuando yo era niño la comida era comida. ¡Podías comprar carne en cualquier parte! ¡Huevos, mantequilla, lechugas frescas en las verdulerías! Pero ahora… nada puede sobrevivir con este calor”. Soylent Green (título original del filme) es uno de los clásicos de ciencia-ficción de los setenta. Fue dirigida por Richard Fleischer, que antes había realizado 20.000 Leguas de Viaje Submarino (1954) y Viaje Fantástico (1966). Está basada en la novela de 1968 Make Room, Make Room (publicada en España como Hagan Sitio! Hagan Sitio!), de Harry Harrison, donde describe una Nueva York de 1999 habitado por 35 millones de personas. Hoy queda como una de las grandes películas de la ciencia-ficción apocalíptica, con el planeta Tierra convertida en un desierto inhóspito y los seres humanos… deshumanizados por completo. Curiosamente, no vemos aquí nuevos adelantos tecnológicos ni tampoco coches volando o cosas por el estilo. Este futuro tiene un aire más bien cutre, que lo hace particularmente opresivo y, a la vez, sumamente cercano y creíble; y, quizás por ello, más temible. De hecho, se parece más al pasado que a lo que esperaríamos de una sociedad que está por venir. Y apela a nuestra conciencia: de nosotros depende que la sociedad no sea precisamente así.

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