Marcelo Campagno y Walburga Wiesheu. \"Consideraciones comparativas sobre formaciones estatales tempranas en Egipto y en China\", XIV Congreso Internacional de ALADAA, 2013.

June 15, 2017 | Autor: W. Wiesheu | Categoría: Egyptology, Urbanism, Chinese archaeology, Early State Formation
Share Embed


Descripción

Título: Consideraciones comparativas sobre formaciones estatales tempranas
en Egipto y en China
Autores: Marcelo Campagno (CONICET-Universidad de Buenos Aires) / Walburga
Wiesheu (ENAH, México)

Correo de contacto: [email protected]



Introducción

Uno de los procesos de cambio más significativos que tiene lugar en
diversas sociedades antiguas de África y de Asia es indudablemente el que
corresponde al surgimiento de dinámicas estatales. Se trata de un tipo de
transformaciones cualitativas que determinan formas de organización social
muy diferentes respecto de las conocidas con anterioridad. El valle del río
Nilo en torno de la región del Alto Egipto (en el transcurso del IV milenio
a.C.: fases Nagada I-III) y la Llanura Central (Zhongyuan) del valle del
río Amarillo (en el paso del III al II milenio a.C., períodos Longshan y
Erlitou) son dos de los escenarios en los que tal proceso acontece de
manera autónoma, es decir, sin influencias decisivas procedentes del
exterior. En ambos contextos puede apreciarse que, partiendo de unas formas
de organización aldeanas económicamente centradas en la agricultura y la
ganadería y con cierta diferenciación social compatible con la condición
dominante de las relaciones de parentesco , suceden varios cambios que
guardan una serie de notorias homologías. En efecto, desde el punto de
vista de la evidencia disponible, puede notarse que tanto en Egipto como en
China suceden transformaciones decisivas que se aprecian principalmente en
la constitución de núcleos urbanos –lo que implica tanto concentración
poblacional como formas de especialización del trabajo–, en la realización
de prácticas funerarias que señalan la existencia de élites fuertemente
diferenciadas del resto de la sociedad, y en el recrudecimiento de las
dinámicas bélicas, que sugieren que el proceso general de cambios se genera
en un contexto caracterizado por el conflicto.

En este marco, el presente trabajo constituye una aproximación comparativa
preliminar a los procesos en los que adviene lo estatal en Egipto y en
China. Se pretende considerar qué tipo de transformaciones acontece en
ambos escenarios en materia de urbanismo, prácticas funerarias y conflictos
bélicos, con el objeto de poder establecer similitudes y diferencias que, a
su vez, nos permitan avanzar en una comprensión más profunda de cada uno de
tales procesos así como de la dimensión teórica referida al problema
general de la aparición de formaciones estatales.



Evidencias I: el valle del Nilo

Urbanización

Los procesos de urbanización en el valle del Nilo –entendiendo por tales,
básicamente, la tendencia a cierta concentración poblacional en núcleos en
los que tiene lugar una serie de cambios referidos a especializaciones y
diferenciación social se aprecian en el Alto Egipto en el transcurso del
IV milenio a.C. Ciertamente, la información disponible resulta bastante
sesgada, en función de las dificultades de preservación de estructuras de
asentamiento en las condiciones ecológicas y sociodemográficas del valle
del Nilo. Por ello, nada se conoce, por ejemplo, del hipotético núcleo
urbano de Tinis, del que el Cementerio U de Abidos pudo constituir su
necrópolis de élite. En el mismo sentido, es poco lo que se conoce del
núcleo de Nagada, un sitio también conocido principalmente a partir de la
evidencia funeraria procedente de sus cementerios. En este caso, sin
embargo, las prospecciones realizadas a fines del siglo XIX permitieron
conocer un fragmento de una posible muralla (véase infra) y ciertos restos
residenciales (la "South Town" de Petrie) (Petrie y Quibell, 1896). Ahora
bien, la situación es excepcionalmente buena en materia de documentación
para el sitio de Hieracómpolis. A comienzos del IV milenio (fase Nagada I),
el asentamiento registra un sensible aumento en el número de habitantes. De
hecho, se ha estimado que podrían haber vivido allí entre 5000 y 10.000
habitantes en la fase Nagada I y comienzos de Nagada II (Hoffman, 1982: 143-
144; Adams, 1995: 31), lo que parece sugerir una concentración que no se
deduce únicamente del crecimiento demográfico de la población preexistente
sino también del arribo de nuevos grupos (de hecho, Hoffman et al. [1986:
181] refieren al proceso en términos de "explosión demográfica")[1]. Se
advierte a partir de tal época la utilización de dos grandes áreas así como
otros núcleos periféricos menores. En ese marco, diferentes indicios
apuntan a una notoria especialización laboral. Por un lado, se registran
ciertos espacios destinados específicamente a la producción de cerveza
(HK11C, HK24A, HK24B), de cerámica (HK11C, HK29, HK59) y de instrumentos
líticos (HK29A) (Hoffman, 1982: 126; Geller, 1992; Takamiya, 2004, 1028-
1032; Friedman, 2005: 64-65). De hecho, en cuanto a la producción de
cerveza, la división del trabajo se destaca no sólo por la especialización
de los procesos sino también por los volúmenes producidos: se calcula que
la producción de cerveza en el sitio HK24A podía alcanzar casi 400 litros
diarios, equivalentes a suministros para 200 a 400 personas. Por otro lado,
esa división del trabajo también se aprecia en una serie de objetos
incluidos en los enterramientos de élite (tallas en sílex, estatuaria en
piedra caliza) que hacen presumir la existencia de un artesanado altamente
especializado.

Hieracómpolis presenta también evidencia de edificaciones que trascienden
ampliamente el tipo de arquitectura asociado al ámbito residencial aldeano.
En particular, se destaca el recinto HK29A, un gran complejo de casi 40 m
de largo, que muy probablemente haya constituido un centro ceremonial
(Adams, 1995: 36-41; Friedman, 2009), a partir de comienzos de la fase
Nagada II. Promediando esa misma fase, la tendencia demográfica parece
haber involucrado una concentración poblacional aún mayor en torno del área
cultivada. En efecto, el área ocupada en el desierto se restringe a unos
300 m más allá de la zona cultivada, en particular en torno de un área en
la que se documenta una edificación en piedra, muy deteriorada, que pudo
haber constituido un complejo administrativo/ceremonial (Hoffman, 1982:
130; Adams, 1995: 36-37). El uso continuado del mencionado complejo
ceremonial HK29A y la presencia de otras edificaciones de gran porte
(HK29B, HK25) (Hikade et al., 2008) refuerzan la idea de una concentración
de las principales dinámicas sociales en torno de tal área a partir de la
segunda mitad de la fase Nagada II.

Prácticas funerarias

Si los testimonios de urbanización en el valle del Nilo predinástico
resultan escasos en función de las referidas condiciones adversas para la
preservación de la evidencia, podría decirse que lo contrario sucede
respecto de los testimonios de prácticas funerarias. A lo largo del IV
milenio a.C., esa evidencia permite documentar un proceso de cambio, que
implica la aparición de un conjunto minoritario de tumbas fuertemente
destacadas respecto de los modos de enterramiento conocidos con
anterioridad y asociables al mundo aldeano. Si bien la existencia de tumbas
diferenciadas se advierte en localidades a lo largo del Alto Egipto
claramente desde la fase Nagada I (por ejemplo, en Abadiya, en Armant, en
Mahasna), los testimonios más decisivos corresponden a la fase Nagada II y
provienen de los tres grandes núcleos que ya han sido mencionados:
Hieracómpolis, Nagada, Abidos.

En relación con Hieracómpolis, el cementerio HK6 –que registra dos fases de
uso, una a comienzos y otra hacia finales del milenio concentra una serie
de enterramientos de gran tamaño y con bienes funerarios de considerable
importancia (Figueiredo, 2004: 1-23; Friedman, 2008, 11-20): para la fase
temprana, se destaca especialmente la Tumba 23 (Nagada IIa-b), la cual,
dotada de una cámara funeraria de 5,5 m de largo, 3,1 m de ancho y 1,2 m de
profundidad, y rodeada por una superestructura de madera y una capilla
funeraria en una superficie de 16 m de largo y 9 m de ancho, representa el
enterramiento de mayores dimensiones de todo el valle del Nilo para su
época, muy probablemente asociable a alguna forma de liderazgo local.
Durante Nagada II, la utilización simultánea de diferentes cementerios para
la élite (HK31, en el que se halla la Tumba 100 (Quibell y Green, 1902: 20-
22; Case y Payne, 1962: 5-18), con decoración mural que incluye escenas de
combates y rituales asimilables a los de la posterior realeza egipcia, y
para la población general (HK43) (Friedman at al. 1999: 1-35), indica la
creciente distancia social entre dominantes y dominados en el núcleo
urbano.

En cuanto a la evidencia funeraria procedente del núcleo de Nagada, para la
fase Nagada II se verifica un sensible contraste entre las tumbas de la
población general y las de una minoría que accede a enterramientos con
ajuares funerarios más complejos (Bard, 1989: 241-245; 1994: 97-109). En
particular, la aparición, en esa fase, de una nueva necrópolis (Cementerio
T) con tumbas de mayores dimensiones y con ajuares funerarios más
elaborados parece confirmar la existencia de una élite con acceso exclusivo
a ese recinto mortuorio (Petrie y Quibell, 1896; Kemp, 1973; Bard, 1994).
El indicio más firme para suponer la existencia de una élite estatal en
Nagada hacia fines de la fase Nagada II es el aspecto y dimensiones de
algunas de las tumbas del referido Cementerio T. En efecto, las tumbas T23,
T25 y T20 (y posiblemente también la T15), cuya datación se extiende entre
Nagada IIc-d y Nagada IIIa, presentan un aspecto rectangular con muros
perimetrales y paredes interiores de adobe y con unas dimensiones
superiores a los 5m de largo x 2m de ancho, que guardan un estrecho
paralelismo con el formato de la Tumba 100 de Hieracómpolis y mantienen
similitudes con algunas tumbas en el Cementerio U de Abidos.

Precisamente, la región de Abidos constituye otra de las áreas donde parece
dispararse los procesos de diferenciación que dejan huella en el ámbito
mortuorio. Para finales de la fase Nagada II, se percibe una notable
diferenciación mortuoria en el Cementerio U de Abidos, el cual era
utilizado desde comienzos de Nagada I y parece haber constituido una
necrópolis de élite al menos desde finales de esa fase (Dreyer et al.,
1998). En efecto, en forma casi simultánea respecto de la Tumba 100 de
Hieracómpolis y de las tumbas T5 y T23 de Nagada, aparecen en el Cementerio
U un conjunto de sepulturas rectangulares de considerables dimensiones (de
hasta 5m de largo x 2,50m de ancho y 2,50m de profundidad), con indicios de
revestimientos de madera y de sarcófagos, y que –si bien han sido
saqueadas– parecen haber estado ricamente equipadas con objetos de marfil y
vasos de cerámica y piedra. Si bien las tumbas no presentan decoración en
sus paredes, las representaciones de algunos objetos de marfil en la tumba
U-127 (Nagada IId) testimonian una suerte de procesión de "portadores de
dones" así como el conocido motivo del "desfile de animales", escenas ambas
que remiten a los cánones de la producción iconográfica propiamente estatal
(Dreyer et al., 1993). Por lo demás, ya ingresando en la fase Nagada III,
el Cementerio U presenta las sepulturas más grandes y complejas de la época
para todo el valle del Nilo. Se trata de tumbas de una o múltiples cámaras
revestidas de adobe, con restos de sarcófagos de madera y de gran cantidad
de vasos locales e importados de Canaán. Entre todas ellas, sobresale
notablemente la tumba U-j (Nagada IIIa2) (Dreyer 1998). Por una parte, sus
grandes dimensiones (9,10m de largo, 7,30m de ancho y 1,55 de profundidad)
la convierten en el sepulcro conocido más grande de su tiempo. Por otra
parte, se destaca la presencia de un bastón de madera de las mismas
características que el cetro heqa de los faraones. Pero además, aparece en
la tumba un notorio conjunto de inscripciones realizadas sobre algunos
vasos y tablillas de marfil que parecen aludir a la procedencia de los
productos contenidos en esos vasos y que constituyen los primeros
testimonios fehacientes de un sistema de escritura.

Conflictos

La existencia de guerras durante la fase Nagada II se halla relativamente
bien documentada en la región del Alto Egipto. Por una parte, pueden
interpretarse en este sentido los frecuentes testimonios de armas tales
como mazas, flechas, lanzas, hachas, cuchillos (Gilbert, 2004: 33-72). Por
otra parte, existe cierta evidencia acerca de la construcción de murallas
con una finalidad presumiblemente defensiva. En Abadiya, se ha hallado un
modelo de arcilla que, al parecer, representa una muralla con dos
individuos apostados detrás de ella (Payne, 1993: 17; Gilbert, 2004: 103).
Y en Nagada, se ha referido la existencia de un muro de dos metros de
espesor que podría constituir "una indicación de conflicto o de la amenaza
de conflicto" (Bard, 1987: 92; véase también Trigger, 1985 [1983]: 56). A
partir de Nagada IIc (c. 3550 a.C.), esto es, de la época en que emergen
los primeros indicios estatales, esos testimonios se refuerzan con aquellos
que provienen del ámbito de la iconografía. Las escenas representadas en la
Tumba 100 de Hieracómpolis y en diversos objetos decorados tales como el
mango de cuchillo de Dyebel el-Arak, las paletas de los Buitres, de los
Toros, de las Ciudades (entre otros, Finkenstaedt, 1984: 107-110; Monnet-
Saleh, 1986: 227-238; Spencer, 1993: 53-58), así como en grabados rupestres
como los representados en Dyebel Chauti (Darnell, 2002: 13-19; Hendrickx y
Friedman, 2003) y en el desierto oriental (cf. Redford y Reford, 1989: 22),
destacan la violencia a partir de la descripción de combates cuerpo a
cuerpo (entre humanos o entre humanos y animales), de la captura de
prisioneros, de la existencia de poblados amurallados, o de la
representación de motivos asociados al triunfo en la guerra, tales como el
de la masacre ritual del enemigo. Así pues, la evidencia permite inferir
que los procesos de cambio asociados con el surgimiento de dinámicas
estatales acontecen en el valle del Nilo en un clima de recurrentes
conflictos bélicos[2].



Evidencias II: la llanura central del valle del río Amarillo

Urbanización

En un ambiente de una intensa interacción interregional y de movimientos de
personas hacia zonas ya de por sí densamente pobladas, en Longshan tardío
(2600/2500-2000 a.C.) sitios amurallados como Wangchenggang, Guchengzhai y
Taosi se convirtieron en importantes centros regionales en competencia
(Liu, 2004). Wangchenggang consiste en un doble recinto amurallado interior
con restos de edificios de considerable tamaño, levantados sobre
plataformas de tierra apisonada (hangtu)[3], además de que en años
recientes se han descubierto las murallas y un foso exteriores. Por su
parte, dentro del núcleo amurallado de Guchengzhai se identificaron restos
de una construcción palaciega sobre una plataforma hangtu, con un patio
interior y galerías laterales, lo cual se interpreta como un edificio
precursor de los palacios posteriores[4]. También en el sitio de Taosi, que
con su tamaño de casi 300 ha constituyó el sitio amurallado más grande y
complejo de Longshan tardío, se encontraron vestigios de un edificio
palaciego, lo que podría verse como otro caso de la aparición de una clara
segregación residencial entre un sector dominante de élite y la población
común (Liu, ibid.). En estos centros que ya podrían haber presentado
dinámicas estatales, se evidencian a su vez importantes actividades de
producción de lítica, cerámica de lujo y jades, pero estos asentamientos
declinan a finales de Neolítico.

Con la transición a la Cultura Erlitou (1900-1550/1500 a.C.) de la Edad del
Bronce, se genera una rápida nucleación de la población en la fértil cuenca
de los ríos Yi y Luo en la parte oeste de la provincia de Henan; acompañado
de un evidente proceso de urbanización, el centro primario de Erlitou
creció de un tamaño de 50 ha a 300 ha (Liu y Chen, 2003) y su población
pudo haber alcanzado entre 18.000 y 30.000 personas (Liu, 2004; 2006; Liu y
Xu, 2007). En una ubicación central se construyó un complejo con una docena
de edificaciones palaciegas de diferentes tamaños y diseños, lo cual podría
indicar funciones diferenciadas (Liu, 2004; 2006). Varios de los palacios
quedaron alineados sobre un eje norte-sur, para así configurar una traza
simétrica de todo el conjunto arquitectónico que en sus cuatro lados quedó
rodeado por calles (Equipo de Erlitou, 2004; Administración Estatal del
Patrimonio Cultural, 2005; Liu y Xu, 2007; Xu et al., 2005; Xu, 2009).
Alrededor de este complejo palaciego, hace pocos años se detectaron los
restos de murallas de tierra apisonada que acotan una auténtica ciudad-
palacio de un tamaño de 10.8 ha y, que según Xu Hong (2009) puede
considerarse la primera "ciudad prohibida" de China. En zonas adyacentes al
complejo palaciego central se encontraban edificios de tamaño mediano,
también sobre plataformas hangtu, en que al parecer vivieron miembros de la
élite menor, mientras que en otras partes de la ciudad se localizaban las
unidades habitacionales de la población común, con edificios construidos
sobre el nivel del terreno o semi-subterráneas, asociados a su vez a
entierros sencillos, lo cual testimonia un alto grado de diferenciación
social. Al norte y noreste del complejo palaciego amurallado se ubicaban
áreas ceremoniales con estructuras de forma redonda sobre plataformas
cuadradas (Xu et al., 2005).

La mayor uniformidad en estilos cerámicos en la cultura Erlitou sugiere un
incremento en la especialización y estandarización de la producción
artesanal. Además de objetos de jade y vasijas de cerámica blanca finamente
elaboradas que representaban un alto estatus social a finales del
Neolítico, se desarrolla ahora la metalurgia, principalmente de
instrumentos, armas y vasijas (Liu y Chen, 2003). Un taller de bronce
estaba a unos 200 m al sur de la zona palaciega, dentro de un área
probablemente amurallada que pudo haber conformado un segmento o barrio
urbano dedicado a la producción artesanal especializada en bienes de lujo
en que destacaron vasijas para beber y cocinar, utilizando para ello moldes
de cerámica en secciones que requiere de un alto grado de especialización
artesanal; tales vasijas rituales constituyeron bienes críticos del
prestigio social y la riqueza económica; el que las mismas sólo se hayan
producido en Erlitou sugiere un control central sobre su producción (Liu,
2004). En otra zona cercana se ubicaba un taller de objetos de turquesa,
que al igual que los bronces, solo se han hallado en entierros de élite
(Liu y Xu, 2007). En tanto que esta actividad productiva de seguro también
estaba bajo control estatal, otras como de cerámica y hueso se encontraban
dispersas alrededor del asentamiento (Xu et al., 2005). Ello testimonia un
alto grado de heterogeneidad socioeconómica de una población urbana
diversificada y con una compleja división del trabajo.

Prácticas funerarias

Aunque la mayoría de los contextos funerarios en sitios Longshan revelan
aún poca diferenciación social, los entierros en cementerios como el de
Taosi atestiguan ya una marcada jerarquía social evidente en tres
categorías diferentes de acuerdo con el tamaño y la riqueza de los ajuares
funerarios; en entierros de élite, todos de varones, la presencia de
cerámica de lujo y objetos exóticos como jades y tambores de caimán,
claramente indican una posición social destacada[5]. En Erlitou, sin
embargo, no se han encontrado cementerios o zonas específicas para
entierros, los cuales se encuentran dispersos en el sitio en forma de
tumbas aisladas o pequeños agrupamientos de sepulturas acomodadas en
hileras. Se han detectado entierros en patios de los palacios, en y
alrededor de conjuntos residenciales y unidades domésticas ordinarias, así
como en o debajo de calles (Xu, et al., 2005; Liu y Xu, 2007), patrón que
puede deberse al origen diverso de los residentes urbanos que quizás no
estaban unidos por vínculos de parentesco comunes, sino a través del
entorno urbano (Liu y Xu, ibid.). Tampoco se han identificado lo que
pudiera considerarse una necrópolis o tumbas "grandes" conteniendo
entierros reales. Si bien en algunos palacios se encontraron tumbas de
grandes dimensiones, éstas estaban saqueadas[6]. En el Palacio 3 se halló
un grupo de entierros medianos, de los cuales se excavaron cinco que
contenían restos de ataúdes de madera, cinabrio, bronces, jades, objetos de
laca, cerámica blanca de lujo y lítica así como objetos de concha; en el
entierro de un adulto masculino se identificó además de una campana de
bronce, un gran ornamento en forma de dragón hecho de más de dos mil piezas
de turquesa, que había sido colocado sobre el esqueleto del difunto. Este
tipo de entierros son considerados los primeros entierros suntuosos de
élite descubiertos en Erlitou (Equipo de Erlitou, 2005). Entre los más de
400 entierros detectados en el sitio, muchos eran de dimensiones pequeñas y
de poca calidad en cuanto al ajuar funerario, pero también existen aquellos
clasificados como "entierros anormales" con seres humanos sacrificados o
esqueletos mutilados[7] que no estaban provistos de objetos funerarios, lo
cual, junto con la evidencia en cuanto a diferentes tamaños y calidades de
las viviendas en el sitio, indica la existencia de una agregación urbana y
estatal socialmente estratificada, si bien todavía se carece de una
información certera acerca de las prácticas funerarias de la élite
gobernante en la cúspide de esta sociedad estatal temprana[8].

Conflictos

En Longshan tardío se atestigua una mayor cantidad y variedad de armas,
además de que en sitios como Taosi se han detectado cráneos y esqueletos
mutilados (Equipo de Arqueología, 2005), que señalan la violencia que se
generó a finales del Neolítico en que se intensificaron los conflictos
intergrupales. Algunos núcleos importantes duraron poco tiempo y fueron
sustituidos por otros centros de poder (Liu, 2004). Causados por los
desastres naturales de alrededor del 2000 a.C. cuando cambió el curso del
río Amarillo generando fuertes inundaciones, y debido al ambiente bélico,
el movimiento de personas hacia zonas de la Llanura Central debe de haber
provocado situaciones de presión demográfica en algunos núcleos
poblacionales[9]. El que algunos de éstos estaban amurallados indica su
naturaleza defensiva; sitios fortificados como Wangchenggang contaban con
murallas interiores y exteriores, así como fosos[10].

En el caso de Erlitou, su ubicación en un ambiente natural protegido por
ríos y montañas tenía amplias ventajas para la defensa militar, lo cual
podría explicar la ausencia de una muralla citadina exterior. Pero debido a
que contaba con pocos recursos no agrícolas en sus alrededores y aun cuando
en su mayoría éstos estaban disponibles dentro de 20 a 200 km de distancia,
la formación del Estado Erlitou involucró una rápida expansión territorial
colonizando regiones circundantes, como estrategia relacionada con
asegurarse un acceso a objetos de prestigio, sal y metales (Liu y Chen,
2003; Liu, 2004). Tal dinámica expansiva es indicada por la aparición de
muchos sitios asociados con elementos de la cultura material Erlitou[11],
algunos de los cuales eran centros secundarios y otros lugares de avanzada
en la periferia. No existen representaciones iconográficas, pero en el
sitio de Erlitou se registra un marcado incremento de puntas de proyectil
para el momento de su auge en las fases II y III que coinciden con la
expansión territorial que pudo haber tenido un carácter coercitivo y
militar (Liu, 2006).



Observaciones comparativas

Sin duda, las evidencias de concentración de población en medios urbanos,
las variaciones en las prácticas funerarias y las indicaciones acerca de la
existencia de diversos tipos de conflictos se hallan entre los principales
testimonios para documentar el proceso de cambio que se asocia al
surgimiento del Estado tanto en Egipto como en China. Se trata de datos de
registro que, ciertamente, autorizan una comparación entre esos procesos
acontecidos tanto en el Cercano como en el Lejano Oriente. Ahora bien,
cuando se los considera con mayor detenimiento, los parecidos genéricos
dejan paso a similitudes más específicas pero también a interesantes
divergencias entre ambas situaciones históricas en las que se generan las
dinámicas estatales.

Veamos la cuestión de la urbanización. Si bien las excavaciones que se
vienen realizando ininterrumpidamente en las últimas décadas en
Hieracómpolis han permitido abandonar definitivamente la antigua idea de
que Egipto era una "civilización sin ciudades", el fenómeno del urbanismo
temprano resulta modesto en comparación con lo que se conoce acerca de la
aparición de núcleos urbanos en la Llanura Central del río Amarillo. Es
cierto que esto podría deberse, hasta cierto punto, a los impedimentos
ecológicos y de usos posteriores, que limitan drásticamente las
posibilidades de determinar las características de lo urbano en el valle
del Nilo. Pero, con la información disponible, un sitio como Erlitou
duplica o triplica los cálculos demográficos propuestos para Hieracómpolis.
Dos tipos de construcciones se destacan fuertemente en la situación china:
las murallas y los edificios palaciegos. Por un lado, las murallas
representan una característica distintiva de importantes núcleos del
período Longshan tardío, incluyendo en ocasiones un doble perímetro y un
foso exterior, lo cual se asocia muy probablemente a dispositivos de tipo
defensivo. Por otro, algunos edificios palaciegos ya se han identificado
también desde Longshan, aunque cobran un mayor impulso durante el periodo
siguiente de la cultura Erlitou, tanto en dimensiones como en complejidad,
todo lo cual es indicativo de la centralización política. Las murallas
constituyen un rasgo mucho menos conocido en el valle del Nilo
predinástico, aunque el sitio de Nagada revela un fragmento de un muro, y
la maqueta hallada en Abadiya también podría aludir a ellas. En cuanto a
las grandes edificaciones, es muy poco de lo que se conoce de las élites en
el plano residencial (se ha sugerido que un recinto en Hieracómpolis, el
HK34B, podría haber sido utilizado con fines administrativos, pero el
estado de deterioro de la construcción impide una consideración fidedigna).
En cambio, la existencia del complejo HK29A, interpretado como un templo,
indica cierta orientación temprana del esfuerzo constructivo dedicado a los
recintos ceremoniales (las estructuras ceremoniales no se hallan ausentes
en sitios como Taosi y Erlitou, pero parecen tener menos relevancia). En
donde se aprecia una notable coincidencia entre Hieracómpolis y Erlitou es
en la existencia de ámbitos específicos para la realización de trabajos
especializados: en este sentido, la presencia de espacios destinados a la
elaboración de cerveza, de pan, de cerámica y de instrumentos líticos que
se advierte en Egipto puede compararse a las áreas de talleres de objetos
de bronce y turquesa, que se destacan en el complejo urbano de la Llanura
Central.

Si se considera la evidencia funeraria, en cierto modo el balance se
invierte. Nuevamente, quizás se trata del simple efecto del notable estado
de preservación de los testimonios mortuorios en el valle del Nilo, pero,
con la información disponible, se aprecia allí un mayor énfasis en los
enterramientos, que implica, como en las épocas posteriores, un
considerable esfuerzo social destinado a las prácticas funerarias. En
efecto, a partir de la fase Nagada II, en los cementerios de los
principales centros del Alto Egipto (Hieracómpolis, Nagada, Abidos) no sólo
se advierten tumbas con ajuares funerarios más elaborados –lo que de hecho,
permite inferir la existencia de élites desde tiempos anteriores sino
también el inicio de construcciones funerarias de mayor porte, incluyendo
la decoración mural y el inicio de la subdivisión en cámaras, que alcanza
su nivel más alto (en el marco de las épocas aquí consideradas), con la
tumba U-j del cementerio de Abidos (Nagada IIIa). Por otra parte, todo
indica que, en esos núcleos, los cementerios operan como escenarios de
segregación social, dado que se aprecian cementerios de élite (Cementerios
HK6 de Hieracómpolis, T de Nagada, U de Abidos), que coexisten con otros,
utilizados por la población general (HK43 de Hieracómpolis, B y N de
Nagada). Si se compara con el caso chino, una primera coincidencia apunta
al hecho de que la diferenciación social que se aprecia en materia
funeraria proviene de una época anterior a la del epicentro de los cambios
generados en la transición a la etapa dinástica de la Edad del Bronce (como
se advierte en el cementerio de Taosi del período Longshan). Para Erlitou
no se han hallado necrópolis específicas de la élite (como es el caso del
periodo siguiente de la dinastía Shang). Es difícil de saber si esto se
debe a que aún no se han hallado las áreas de enterramiento, o a un
criterio funerario diferencial, en los que las tumbas se asocian a los
ámbitos residenciales específicos. El saqueo de tumbas de mayores
dimensiones –asociadas a palacios impide conocer el status puntual de los
individuos allí enterrados, pero el mero contraste entre estas grandes
tumbas y las de dimensiones medianas y pequeñas dispersas en el
asentamiento también afirma una correlación entre diferenciación social y
expresión funeraria. En todo caso, aunque no sea posible establecer de modo
taxativo si la mayor visibilidad de las prácticas mortuorias de élite en el
valle del Nilo y de las edificaciones palatinas en el río Amarillo es un
producto de la preservación de la evidencia o de las dinámicas efectivas,
lo que permanece claro es el hecho de que, en ambos contextos, los procesos
de cambio que conducen a las dinámicas estatales vienen acompañados de un
énfasis en la segregación social que dispone de modos concretos para su
exhibición material.

En cuanto a las evidencias de conflictos, en ambas situaciones se aprecia
la existencia de armamento, especialmente en materia de proyectiles. Como
ya se ha indicado, la evidencia egipcia en materia de dispositivos
defensivos existe aunque escasamente, mientras que, para la situación
china, las murallas son un componente fundamental de varios núcleos
urbanos, al punto que se los suele reconocer como "sitios-fortaleza" y que
junto con la evidencia de esqueletos mutilados apuntan hacia un incremento
de conflictos para finales del Neolítico. Pero para el valle del Nilo,
existe un tipo de información que se halla ausente en el ámbito chino, que
es la que proporciona la iconografía: en efecto, se aprecia que, desde
temprano, los egipcios encontraron en la violencia organizada un predicado
de la época que requería de simbolización pictórica. Las escenas
representadas desde la fase Nagada II en adelante enfatizan los combates
cuerpo a cuerpo, la representación de individuos armados o prisioneros, así
como también de animales poderosos (leones, toros) que se enzarzan en lucha
contra seres humanos o embisten posibles fortalezas y que se supone
asociables a las figuras de liderazgo, adelantan en buena medida la
asociación iconográfica recurrente a lo largo de la historia antigua
egipcia entre Estado y ejercicio de la violencia guerrera. Del mismo modo,
la representación de rituales asociados al sacrificio de prisioneros
(visible desde la fase Nagada I) sugiere otra asociación, que deviene
permanente, entre el ejercicio del liderazgo y la ejecución de ceremonias
centradas en la violencia ritual. Resulta de interés el hecho de que, si
bien en la temprana China la violencia no adquirió un grado significativo
de plasmación iconográfica, las referencias textuales tardías abundan en
referencias a la guerra respecto de los primeros monarcas que refieren las
crónicas: desde los Cinco Emperadores míticos hasta el colapso militar de
la Dinastía Xia a manos de la emergente Dinastía Shang, puede decirse que,
al menos, en el imaginario chino posterior, la guerra fue tenida como un
atributo palpable de las primeras épocas estatales. De algún modo, la
iconografía predinástica del valle del Nilo, así como las crónicas chinas
más tardías, trazan una asociación directa entre el liderazgo emergente y
la violencia, que necesariamente ha de ponerse en correlación con los
emprendimientos en materia de grandes construcciones en los ámbitos urbanos
y funerarios.



A modo de conclusión: correlaciones, razones y efectos

Más allá de las especificidades propias de cada situación, la aproximación
preliminar que aquí hemos propuesto para un estudio comparativo del
surgimiento del Estado en los valles de los ríos Nilo y Amarillo permite
advertir en ambas cierta articulación entre las dinámicas de concentración
poblacional, de diferenciación social y de conflicto. Aun cuando no es
fácil determinar las características puntuales de tales articulaciones, es
posible pensar que esas dinámicas se potencian en su interacción mutua.
Así, por ejemplo, la concentración poblacional puede estimular los procesos
de especialización productiva y la emergencia de liderazgos en los ámbitos
urbanos, en tanto que la aparición de élites y el dinamismo urbano puede
concitar nuevos procesos de migración hacia las ciudades. Del mismo modo,
así como los conflictos bélicos pueden impulsar a las poblaciones rurales a
concentrarse en medios urbanos en busca de protección, esas ciudades pueden
estar en condiciones de efectuar guerras en mayor escala en la medida en
que disponen de mayor número de potenciales guerreros, organizados en
ejércitos conducidos por liderazgos ya afirmados.

A partir de estas constataciones acerca de ciertas correlaciones entre los
procesos estudiados, surgen dos líneas de interrogantes, acerca de las
razones que están detrás del desencadenamiento de estas dinámicas
articuladas, así como de los efectos que generan en regiones más amplias,
una vez que los procesos se hallan en marcha. En efecto, ¿por qué se
inician esas dinámicas de concentración poblacional en escenarios antes
caracterizados por comunidades pequeñas dispersas? ¿Qué papel juega la
violencia en estas dinámicas, y cuál las decisiones asociadas a ciertos
consensos? Y por otro lado, ¿qué sucede a posteriori? ¿Cómo impacta el
surgimiento de lo estatal más allá del o de los núcleos en los que emerge
inicialmente? Lo que interesa determinar aquí es si la convergencia en
materia de concentración poblacional, diferenciación social y conflictos
que se advierte tanto en Egipto como en China remite a estímulos
relativamente similares, o si se trata de efectos comparables que
corresponden a impulsos diferentes. Del mismo modo, interesa pensar si el
impacto que el Estado tiene en sus periferias en ambas regiones se produce
de formas relativamente similares, o si, a pesar de que las dinámicas
iniciales se asemejan, la expansión de lo estatal opera según modalidades
divergentes.

Respecto de las razones que dan inicio a esas dinámicas que convergen en la
aparición de formaciones estatales, el escenario recién apuntado de
comunidades de tipo neolítico, que se aprecia tanto en Egipto como en
China, debe confrontarse, entre otras cosas, con la cuestión ecológica
asociada a los cambios climáticos. Por cierto, no se trata de sugerir
ningún determinismo medioambiental. Pero no puede pasarse por alto cierta
relación entre el proceso de tendencial aridización del noreste de África a
partir del VI milenio a.C. y el de concentración poblacional en el valle
del Nilo. Del mismo modo, en la Llanura Central china, hacia comienzos del
II milenio a.C. se produce una serie de desastres naturales asociados al
cambio de curso del río Amarillo –que dejaría huella en relatos posteriores
sobre el aún semi-legendario fundador de la primera dinastía de China, Yu
el Grande, rey que domeña el diluvio–, lo cual debió repercutir en el
abandono de ciertas regiones y en una mayor presión demográfica sobre
otras.

Por cierto, otras determinaciones seguramente han entrado en juego en esos
procesos de concentración poblacional. Ya se ha indicado el papel que los
conflictos pudieron tener, al impeler a la población a la búsqueda de
sitios más seguros. Los emplazamientos a la vera de ríos y en las cercanías
de diversos recursos también apuntan a dinámicas económicas en la elección
de ciertos lugares como ámbitos para el emplazamiento urbano. Y también ha
de tenerse en cuenta la dimensión simbólica asociada a lo urbano –en tanto
asiento de dinámicas religiosas, políticas, funerarias– que pudo
retroalimentar el proceso de convergencia poblacional. En todo caso, la
concentración de la población en determinados centros debió poner en
contacto a grupos procedentes de diversas regiones, lo que, en términos
sociales, tuvo que implicar la convivencia entre individuos o grupos no
relacionados previamente por lazos de parentesco. Es interesante poner en
correlación esta cuestión con la emergencia de procesos de especialización
productiva y de diferenciación social, pues es posible asociar tales
cambios a la aparición de una nueva "lógica" social, de tipo estatal,
distinta respecto de la que imponen las normas parentales.

Y respecto de la expansión estatal, ha de considerarse el impacto de tal
proceso sobre las periferias. En el valle del Nilo, incluso antes de la
expansión política de los núcleos del Alto Egipto, es posible advertir
transformaciones compatibles con las allí acontecidas en núcleos tanto
hacia el sur (Qustul en Nubia) como hacia el norte (sitios como Buto o Tell
Farkha, en el Bajo Egipto). Es posible que los procesos que tienen lugar
primeramente en el Alto Egipto repercutieran en procesos de emulación de
élite en esas otras regiones. Sin embargo, mientras que los sitios nubios
entran en crisis con la expansión estatal egipcia, los del delta se
articulan en el espacio político que construye el Estado en los umbrales de
la Dinastía I. En cuanto a la Llanura Central, la aparición de elementos de
la cultura material Erlitou en una extensa escala regional implica que la
posibilidad de procesos de emulación de élite no puede descartarse tampoco
para China. Pero también podría tratarse de un proceso determinado por la
expansión política y militar del Estado de Erlitou, como dinámica acaso
motivada por el intento de asegurarse el acceso a materiales y recursos no
disponibles en la cercanía de su ciudad-capital, desde la que se pudo haber
buscado imponer un control en particular sobre la producción de bienes
críticos destinados a un consumo conspicuo por parte de la elite, como es
el caso de los objetos de bronce utilizados para fines rituales y del
prestigio social, pero también como armas para la guerra.

En todo caso, estas reflexiones sobre razones y efectos no pretenden entrar
de lleno en el tratamiento de tales problemas sino proponer unas
direcciones para la profundización futura de este análisis comparativo. En
efecto, las dinámicas de cambio que se detectan en el valle del Nilo
durante el IV milenio a.C. y en la Llanura Central del río Amarillo en
torno del II milenio a.C. son de un tipo tal que invitan a la comparación.
Pero, caídas hace mucho las "leyes generales de la historia", la
comparación no está al servicio de confirmar un esquema pre-establecido
sino en función de comprender la especificidad de cada proceso y de generar
nuevos recursos para el pensamiento teórico. Si el camino asoma largo, los
ejes de análisis que hemos propuesto en esta aproximación preliminar
proporcionan una serie de elementos comparativos que auguran un promisorio
recorrido.



Bibliografía

Adams, B. (1995). Ancient Nekhen. Garstang in the city of Hierakonpolis.
Egyptian Studies Association 3. New Malden: SIA Publishing House.
Administración estatal del patrimonio cultural de china (2005). El área
central del sitio de Erlitou en Yanshi, provincia de Henan. Major
Archaeological Discoveries in China in 2004 (pp. 40-43). Beijing: Wenwu.
(en chino con resumen en inglés).
Bard, K. (1987). The Geography of Excavated Predynastic Sites and the Rise
of Complex
Society. Journal of the American Research Center in Egypt, 24, 81-93.
Bard, K. (1989). The Evolution of Social Complexity in Predynastic Egypt:
An Analysis of the Naqada Cemeteries. Journal of Mediterranean
Archaeology, 2, 223-248.
Bard, K. (1994). From Farmers to Pharaohs. Mortuary Evidence for the Rise
of Complex Society in Egypt. Sheffield: Sheffield Academic Press.
Bard, K. y Carneiro, R. (1989). Patterns of Predynastic Settlement
Location, Social Evolution, and the Circumscription Theory. Cahiers de
Recherches de l'Institut de Papyrologie et d'Egyptologie de Lille, 11, 15-
23.
Campagno, M. (2004). In the beginning was the war. Conflict and the
emergence of the Egyptian state. En Hendrickx, S., Friedman, R.F.,
Ciałowicz, K.M. y Chłodnicki, M. (eds.), Egypt at its origins. Studies in
memory of Barbara Adams. Proceedings of the international conference
'Origin of the Sstate. Predynastic and Early Dynastic Egypt', Krakow,
28th August – 1st September 2002. Orientalia Lovaniensia Analecta 138
(pp. 689-703). Leuven: Peeters.
Campagno, M. (2011). Kinship, Concentration of Population and the Emergence
of the State in the Nile Valley. En Friedman, R.F., y Fiske, P.N. (eds.),
Egypt at its Origins 3. Proceedings of the Third International Conference
"Origin of the State. Predynastic and Early Dynastic Egypt", London, 27th
July – 1st August 2008. Orientalia Lovaniensia Analecta 205 (pp. 1229-
1242). Leuven: Peeters.
Case, H. y Payne, J. C. (1962). Tomb 100: The Decorated Tomb at
Hierakonpolis. Journal of Egyptian Archaeology, 48, 5-18.
Darnell, J.C., ass. Darnell, D., contr. Darnell, D.; Friedman, R.F. &
Hendrickx, S. (2002). Theban Desert Road Survey in the Egyptian Western
Desert. Volume 1. Gebel Tjauti Rock Inscriptions 1-45 and Wadi el-Hôl
Rock Inscriptions 1-45. Oriental Institute Publications 119. Chicago: The
University of Chicago Press.
Dreyer, G. (1998). Umm el-Qaab I. Das prädynastische Königsgrab U-j und
seine frühen Schriftzeugnisse. Mainz: Verlag Philipp von Zabern.
Dreyer, G. et al. (1993). Umm el-Qaab. Nachuntersuchungen im frühzeitlichen
Königsfriedhof. 5./6. Vorbericht. Mitteilungen des Deutschen
Archäologischen Instituts Kairo, 49, 23-62.
Dreyer, G. et. al. (1998). Umm el-Qaab. Nachuntersuchungen im
frühzeitlichen Königsfriedhof. 9./10. Vorbericht. Mitteilungen des
Deutschen Archäologischen Instituts Kairo, 54, 77-167.
Equipo de Arqueología del Instituto de Arqueología de la Academia de
Ciencias Sociales de China e Instituto de Arqueología de la Provincia de
Shanxi (2005). Informe de las excavaciones del año 2002 en el sitio
urbano de Taosi en Xiangfan, Shanxi. Kaogu Xuebao, 3, 307-346 (en chino).
Equipo de Erlitou del Instituto de Arqueología, Academia de Ciencias
Sociales (2004). Sondeo y excavaciones de la red de calzadas afuera de la
ciudad-palacio y el área palaciega del sitio de Erlitou en Yanshi, Henan.
Kaogu, 11, 3-13 (en chino).
Equipo de Erlitou del Instituto de Arqueología, Academia de Ciencias
Sociales (2005). A Large Turquoise Artifact Discovered at the Erlitou
Site. Chinese Archaeology, 5, 10-12.
Figueiredo, A. 2004. Locality HK6 at Hierakonpoilis: Results of the 2000
Field Season. En Hendrickx, S., Friedman, R.F., Ciałowicz, K.M. &
Chłodnicki, M. (eds.), Egypt at its Origins. Studies in Memory of Barbara
Adams (Proceedings of the International Conference "Origin of the State.
Predynastic and Early Dynastic Egypt", Krakow, 28th August – 1st
September 2002). Orientalia Lovaniensia Analecta 138 (pp. 1-23). Leuven:
Peeters.
Finkenstaedt, E. (1984). Violence and Kingship: The Evidence of the
Palettes. Zeitschrift für Ägyptische Sprache und Altertumskunde, 111, 107-
110.
Friedman, R.F. (2005). Hiérakonpolis. Berceau de la royauté. Dossiers
d'Archéologie, 307, 62-73.
Friedman, R.F. (2008). The cemeteries of Hierakonpolis. Archéo-Nil, 18, 8-
29.
Friedman, R.F. (2009). Hierakonpolis Locality HK29A: The Predynastic
ceremonial center revisited. Journal of the American Research Center in
Egypt, 45, 79-103.
Friedman, R.F. et al. (1999). Preliminary Report on Field Work at
Hierakonpolis: 1996-1998. Journal of the American Research Center in
Egypt, 36, 1-35.
Geller, J. (1992). From prehistory to history: Beer in Egypt. En Friedman,
R. y Adams, B. (eds.), The Followers of Horus. Studies dedicated to
Michael Allen Hoffman. Oxbow Monograph 20 (pp. 19-26). Oxford: Oxbow
Books.
Gilbert, G.P. (2004). Weapons, warriors and warfare in Early Egypt. British
Archaeological Reports International Series 1208. Oxford: Archaeopress.
Hendrickx, S. y Friedman, R.F. (2003). Gebel Tjauti rock inscription 1 and
the relationship between Abydos and Hierakonpolis during the early Naqada
III period. Göttinger Miszellen, 196, 95-109.
Hikade, T., Pyke, G. y O'Neill, D. (2008). Excavations at Hierakonpolis
HK29B and HK25: the campaigns of 2005/2006. Mitteilungen des Deutschen
Archäologischen Instituts Kairo, 64, 153-188.
Hoffman, M.A. (1982). The Predynastic of Hierakonpolis: An interim report.
Egyptian Studies Association 1. Giza: Macomb.
Hoffman, M.A., Hamroush, H.A. y Allen, R.O. (1986). A model of urban
development for the Hierakonpolis region from Predynastic through Old
Kingdom times. Journal of the American Research Center in Egypt, 23, 175-
187.
Instituto de Arqueología, Academia China de Ciencias Sociales (1999).
Yanshi Erlitou. Beijing: Zhongguo Dabaikequanshu.
Instituto de Arqueología, Academia China de Ciencias Sociales (2010),
Zhongguo Kaoguxue, Xinshiqishidaiquan (Tomo del Neolítico) Monografía de
Arqueología China 31. Beijing, Wenwu.
Instituto de Arqueología, Academia China de Ciencias Sociales (2003),
Zhongguo Kaoguxue. Xia, Shangquan (Tomo sobre Arqueología de Xia y
Shang). Monografía de Arqueología China 29. Beijing, Kexue.
Kemp, B.(1973). Photographs of the Decorated Tomb at Hierakonpolis. Journal
of Egyptian Archaeology, 59, 36-43.
Liu, L. (2004). The Chinese Neolithic: Trajectories to Early States.
Cambridge: Cambridge University Press.
Liu, L. (2006). Urbanization in China: Erlitou and its hinterland. En G.
Storey (ed.), Urbanism in the Preindustrial World: Cross-Cultural
Approaches (pp. 161-189). Tuscaloosa: University of Alabama Press.
Liu, L. (2009). State Emergence in Early China. Annual Review of
Anthropology, 38, 217-232.
Liu, L. y Chen, X. (2003). State Formation in Early China. London:
Duckworth.
Liu, L. y Xu, H. (2007). Rethinking Erlitou: legend, history and Chinese
archaeology. Antiquity, 81, 886-901.
Monnet-Saleh, J. (1986). Interpretation globale des documents concernant
l'unification de l'Egypte. Partie I. Bulletin de l'Institut Français
d'Archeologie Orientale, 86, 227-238.
Payne, J. C. (1993). Catalogue of the Predynastic Egyptian Collection in
the Ashmolean Museum. Oxford: Oxford University Press.
Petrie, W. F. y Quibell, J. (1896). Naqada and Ballas. London: Bernard
Quaritch.
Quibell, J. y Green, F. (1902). Hierakonpolis II. London: Bernard Quaritch.
Redford, D.B. y Redford, S. (1989). Graffiti and Petroglyphs Old and New
from the Eastern Desert. Journal of the American Research Center in
Egypt, 26, 3-50.
Spencer, A.J. (1993). Early Egypt. London: British Museum Press.
Takamiya, I.H. (2004). Development of specialisation in the Nile Valley
during the 4th millennium BC. En Hendrickx, S., Friedman, R.F.,
Ciałowicz, K.M. & Chłodnicki, M. (eds.), Egypt at its origins. Studies in
memory of Barbara Adams Proceedings of the international conference
'Origin of the State. Predynastic and Early Dynastic Egypt', Krakow, 28th
August – 1st September 2002. Orientalia Lovaniensia Analecta 138 (pp.
1027-1039). Leuven: Peeters.
Trigger, B.G. (1985 [1983]). Los comienzos de la civilización egipcia. En
Trigger, B.G., Kemp, B.J., O'Connor, D. y Lloyd, A.B., Historia del
Antiguo Egipto (pp. 15-97). Barcelona: Crítica.
Wengrow, D. (2006). The archaeology of Early Egypt. Social transformations
in North-East Africa, 10,000 to 2650 BC. Cambridge: Cambridge University
Press.
Wiesheu, W. (2008). Asentamientos amurallados y ciudades-palacio en el
proceso de la transformación urbana y estatal en China. En López, F.,
Wiesheu, W. y Fournier, P. (coords.), Perspectivas de la Investigación
Arqueológica III (pp. 9-32). México: Promep-ENAH/INAH.
Wiesheu, W. (2011). Cambios climáticos globales y trayectorias culturales
en la transición del Neolítico a la Edad del Bronce en China. En Wiesheu,
W. y Fournier, P. (coords.), Perspectivas de la Investigación
Arqueológica IV (pp. 79-105). México: CONACyT-ENAH/INAH.
Xu, H. (2009). Zaoqi de Zhongguo. Earliest China. Beijing: Kexue.
Xu, H., Chen, G. y Zhao, H. (2005). A Preliminary Investigation of the
Settlement Pattern of the Erlitou Site. Chinese Archaeology, 5, 13-18.


-----------------------
[1] Hoffman et al. (1986: 178) han sugerido la posibilidad de colonización
inicial de la región por parte de grupos procedentes del norte, que habrían
valorado el área por la concentración de diversos hábitats, la abundancia
de buen suelo y materias primas, lluvias veraniegas regulares y la
existencia de un canal cercano al borde del desierto (actualmente
desaparecido). Respecto de la continuidad del proceso de concentración
poblacional, Hoffman (1982: 132) ha propuesto varias razones, incluyendo el
deterioro de las condiciones ambientales (como consecuencia del cambio
climático y la sobreexplotación del medio circundante), un creciente
énfasis en actividades económicas ligadas al río (agricultura, transporte
acuático), la búsqueda de seguridad en un contexto regional tendencialmente
más hostil, y la existencia de algún centro ceremonial que podría haber
atraído población regional hacia sus cercanías. Complementariamente,
Wengrow (2006: 82-83) ha apuntado a la emergencia de nuevas formas de
rituales funerarios, que podrían haber ocasionado una "urbanización de los
muertos". Acerca de la relación entre el proceso de concentración de
población y la emergencia de lazos sociales no parentales, cf. Campagno,
2011.

[2] Diversos especialistas han interpretado los testimonios de conflictos
en el valle del Nilo de finales del período Predinástico en el sentido de
guerras de conquista. En este marco, se han propuesto tres tipos de
explicaciones, ligadas a los conflictos entre nómades y sedentarios (Monnet-
Saleh, 1986: 237), a la cuestión de la circunscripción (Bard y Carneiro,
1989: 15-23) y al control de los intercambios (Trigger, 1985 [1983], 61,
72). Considerando otras líneas de evidencia, las dos primeras resultan muy
endebles (al respecto, cf. Campagno, 2004: 691-697).

[3] Tanto las murallas como las plataformas de edificios importantes fueron
construidas con capas de tierra apisonada (hangtu), en tanto técnica
constructiva que se introduce en Longshan. También cabe destacar que en
chino la palabra cheng significa al mismo tiempo muralla y ciudad, por lo
que la existencia de murallas califica a un sitio como ciudad, aunque la
naturaleza urbana de los más de 70 sitios amurallados del Neolítico sigue
siendo tema de un gran debate (al respecto, cf. Wiesheu, 2008).

[4] Es de señalar que en la arquitectura china tradicional en sí no
"?]_`hÂÖùú " egqáêòû%
H
¾
ò
?
¿
-Pۉ[5] existen diferencias entre construcciones de palacios y templos, de
manera que en ocasiones algunos autores se refieren a éstas como
"palacios/templos".
[6] En el cementerio de Taosi había miles de sepulturas (Instituto de
Arqueología, 2010). Entre los cerca de mil excavados, entierros como el
M3015, ataviado con más de 200 objetos, debieron pertenecer a un noble o,
incluso un rey de un Estado temprano. Cabe destacar que en cuanto al grupo
de entierros más lujosos, éstos no eran contemporáneos, lo cual además de
posiciones adscritas podría significar que se trata acaso de varones con
cargos centrales en diferentes lapsos de tiempo (Liu, 2004).

[7] También se ha sospechado que el cementerio de Erlitou o un cementerio
real pudo haberse localizado en la parte norte del sitio y que tal área de
entierros podría haber sido destruida por el río Luo, que en tiempos
antiguos tenía su cauce al sur del sitio (Liu y Chen, 2003).

[8] Es de señalar que para centros amurallados Longshan como Wangchenggang
o Taosi también se han reportado seres humanos sacrificados, posiblemente
como parte de ofrendas de construcción en edificios importantes.

[9] No está claro si en Erlitou, aparte de una segregación residencial de
diferentes sectores de la sociedad, existió una segregación mortuoria, tal
como plantea Liu Li (2004), lo que ella compara con Taosi, donde en un solo
cementerio grande se enterraban miembros de diferentes rangos sociales.

[10] Para los cambios climáticos y las catástrofes naturales generadas así
como su impacto en las diversas trayectorias culturales ocurridas en la
transición del Neolítico a la Edad del Bronce, véase Wiesheu (2011).

[11] Para la Llanura Central se han reportado siete sitios amurallados.
Autoras como Liu (2004) piensan que además de sus funciones defensivas, las
murallas también fueron erigidas para proteger a la población de
inundaciones. Pensamos que las murallas interiores deben de haber servido
más que nada para proteger las sedes gubernamentales de las formaciones
estatales tempranas, mientras que las murallas exteriores pudieron haber
tenido varios propósitos (cf. Wiesheu, 2008). En la literatura china se
conocen tales centros amurallados tempranos también como "sitios-fortaleza"
(chenbao yizhi).

[12] Resultado acaso de migraciones forzadas, la extensión de la cultura
material quizás no coincidía con la del sistema político que Liu y Chen
(2003) califican de un Estado territorial centralizado con una extensión
mucho más grande que las entidades de finales del Neolítico.
Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.