Maranga: Una perspectiva arqueobotánica en losperiodos tardíos

August 21, 2017 | Autor: Enrique Bellido | Categoría: Archaeobotany, ARQUEOBOTANICA PERUANA, Arqueobotánica, arqueología costa central del Perú
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Descripción

MARANGA: UNA PERSPECTIVA ARQUEOBOTÁNICA EN LOS PERIODOS TARDÍOS Enrique Bellido

E

l presente texto ofrece un acercamiento desde la Arqueobotánica al curacazgo de Maranga. La Arqueobotánica es una especialidad de la Arqueología que emplea métodos de la Botánica para estudiar los restos vegetales recuperados en contextos arqueológicos. En este caso, los materiales analizados proceden de rellenos arquitectónicos tardíos de las huacas 34, 43 (Manrique 2011, 2012), 37 C o San Miguel C y 37 E o San Miguel E (Carrión 2004, 2008, 2010) del complejo arqueológico Maranga (figura 1). Los resultados de los análisis revelan una sociedad de economía agrícola sostenida en una amplia variedad de cultivos. Asimismo, se ha podido observar que la mayor parte de los insumos para la fabricación de artefactos de madera o caña de uso diario son locales. Finalmente, se comentarán los cambios ocurridos en los hábitos alimenticios desde la época prehispánica hasta la actualidad.

EL MEDIO AMBIENTE Todo el suelo de la espaciosa vega en un migajón de tierra arenisca, delga á manera de corteza, parece le echó el Criador para hacerla habitable, porque en cualquiera parte que coben, á menos de un estado de

profundidad, se acaba la tierra provechosa y se descubre un cascajo de guijas y piedras lizas como de rio y arena, tan profundo que no se halla cabo, el cual por unas partes está mas somero que por otras; y partes hay donde no tiene descanso la tierra buena dos palmos. Esta poca tierra superficial que tiene todo este valle, es tan fértil que lleva todo género de semillas, frutas y legumbres, y acuden también las sementeras, que he visto en tierras que no se habían roto desde el tiempo de los Reyes Incas, cogerse mil anegas de trigo de solas seis de sembradura… (Cobo 1882[1639]:59).

En esta sección, se abordará la relación que tuvo la sociedad del curacazgo de Maranga con su medioambiente, particularmente con la flora, y se buscará conocer, en lo posible, qué especies cultivaban, cuáles eran los cultivos más populares y, también, si se aprovechaban especies de otras zonas ecológicas, a partir del análisis de los restos botánicos recuperados en los contextos arqueológicos. Durante las investigaciones que realizó la División de Arqueología del Parque de las Leyendas en los sitios que se encuentran dentro del perímetro del complejo Maranga, que formaban parte del territorio del curacazgo de Maranga, los restos botánicos fueron evidencias recurrentes. Se recuperó un número

Figura 1. Planta de jíquima (Pachyrrizus sp.) de la huaca San Miguel.

Nombre científico

Huaca 34 Huaca 43

Huaca 37 o San Miguel

Total general 91

cf. Caesalpinia sp.

Tara

-

-

91

Annona sp.

Guanabana-chirimoya

7

-

-

7

Arachis hypogaea

Maní

4

5

5713

5722

Bunchosia armeniaca

Ciruelo del fraile

-

-

9

9

CACTACEAE

Cactus

-

-

1

1

Campomanesia lineatifolia

Palillo

-

-

3

3

Canavalia sp.

Pallar de los gentiles

-

-

6

6

Canna indica

Achira

4

-

956

960

Capsicum sp.

Ají

1

-

1034

1035

Cenchrus echinatus

Pega-pega

-

-

80

80

Chondracanthus chamisoi

Alga

-

-

6

6

Cyperus sp.

Junco

1

-

381

382

Erythrina sp.

Pajuro

1

9

49

59

Erythroxylum sp.

Coca

-

-

5

5

Inga sp.

Pacae

3

1

1387

1391

Lagenaria siceraria

Mate

96

-

367

463

Cf. Pachyrryzus sp.

Jíquima

-

-

1

1

Cf. Physalis peruviana

Capulí (aguaymanto)

-

-

2

2

Cortadeira sp.

Grama

-

-

2

2

Cf. Chenopodium quinoa

Quinua

-

-

1

1

Cucurbita ficifolia

Calabaza blanca

2

-

58

60

Cucurbita maxima

Zapallo

1

-

41

42

Cucurbita moschata

Lacayote

-

-

1

1

Cucurbita sp.

Calabaza

-

1

106

107

Cyclanthera pedata

Caigua

-

-

1

1

Equisetum intectum

Cola de caballo

-

-

3

3

Gossypium barbadense

Algodón

-

1

1727

1728

Gynerium sagittatum

Caña brava

-

-

123

123

Ipomoea batatas

Camote

-

-

1

1

Manihot esculenta

Yuca

-

-

4

4

Paspalidium conjugatum

Grama

-

-

3

3

Phaseolus lunatus

Pallar

22

-

18

40

Phaseolus sp.

Frejol

2

-

20

22

Phaseolus vulgaris

Frejol

4

-

9

13

Phragmites australis

Carrizo

1

-

1291

1292

Pouteria lucuma

Lúcuma

2

1

235

238

Prosopis juliflora

Algarrobo

-

-

5

5

Psidium guajava

Guayaba

-

-

2

2

Salix cf. humboldtiana

Sauce

-

-

5

5

Sapindus saponaria

Choloque

2

-

3

5

Cf. Tessaria integrifoli

Pájaro bobo

-

-

1

1

Cf. Solanum tuberosum

¿Papa?

-

-

4

4

Triticuma estivum

Trigo

-

-

3

3

Typha sp.

Totora

-

-

1

1

Vitis vinifera

Uva

-

-

1

1

Zea mays

Maíz

26

18

6040

6084

179

36

19795

20017

Total general 250

Nombre común

Tabla 1. Especies arqueobotánicas identificadas en Maranga.

aproximado de veintidós mil especímenes, correspondientes a especímenes fragmentados y completos, de tallos, hojas, raíces, frutos y semillas, los cuales fueron sometidos a análisis arqueobotánicos a fin de poder identificarlos y determinar su importancia y sus implicancias para la comprensión de la sociedad Maranga. En dichas investigaciones, se tuvo que superar algunas dificultades, como el hecho de que buena parte de los contextos provenían de rellenos arquitectónicos tardíos, por lo que pudo haber cierta mezcla con materiales de periodos más tempranos, y que alrededor del 10% de la muestra no pudo ser identificado. Pese a esto, la muestra fue suficientemente grande como para alcanzar conclusiones importantes. Así, uno de los primeros resultados conseguidos fue una larga lista de especies existentes en el complejo Maranga, que se presenta en la Tabla 1, que es la base para la comprensión del medioambiente y de la economía prehispánica de Maranga. Lo que de este valle cae apartado de la mar, que es lo mas alto de él, es de suelo y terreno muy seco, y que sin riego no produce cosa verde; porque las yerbas no son aquí tan copiosas y gruesas como en la Sierra y cerros del contorno, adonde con aquel roció que les cae del invierno se visten de yerbas y flores, y se ponen tan verdes y hermosas que es una de las deleitosas salidas que tiene Lima por aquel tiempo. Pero como digo, al pié de esas mismas Sierra es lo mas seco del valle, mas hacia la costa de la mar respecto de ser tierra baja y participar de la humedad del agua de la mar, principalmente de los remanentes de las acequias, que terminándose por debajo de tierra van á parar allí, conservan todo el año mucha humedad, y gramadales en que se apasienta gran cantidad de ganado, y el agua de los pozos está muy somera por aquella parte, en la cual cae el brido (?) que tiene esta ciudad hasta el puerto del Callao, y en partes es con tanta abundancia esta humedad que se hacen ciénagas y lagunas, que son bien provechosas asi para los ganados como porque crian grandes juncales y carrizales, de que se hacen las esteras con que se cubren las casas humildes, y los indios pescadores hacen sus balzas y embarcaciones; lo restante del valle ocupan chacras, heredadas y huertas de españoles é indios que se riegan con el agua de los rios que le entran,

tres leguas el uno del otro, y aunque son caudolosos no traen la suficiente para todas las tierras del valle, haciéndose las sementeras como se hacen de invierno, pero si se sembrase de verano como lo acostumbran los indios, cuando estos rios vienen crecidos sobraría el agua (Cobo 1882[1639]:59).

El padre Bernabé Cobo describía así el valle del Rímac señalando la presencia de lomas, chacras y lagunas. Dicha descripción se condice con los resultados que la Oficina Nacional de Evaluación de Recursos Naturales (ONERN) obtuvo acerca de este valle en la década de 1970, luego de un extenso estudio. Llama la atención el poco cambio en algunos elementos que aún ahora resultan familiares y cotidianos: la garúa, la alta humedad y una temperatura media de 18ºC (ONERN 1975), mientras que otros, sencillamente, han desaparecido, como sucede con las lagunas y humedales, debido al avance urbano. El abastecimiento de agua, por otro lado, estaba garantizado por una red de canales, estanques y reservorios (Narváez 2013:90-193), pero, además, se sabe que hubo una serie de lagunas ubicadas en la desembocadura del río Rímac, donde se pescaba y recogía totora (Rostworowski 2005:33), a propósito de lo cual se recoge la siguiente cita: “Todos los indios que viven por los lugares referidos de Pachacama al Callao son pescadores y pescan por toda esta costa mucho pescado, y entran a pescar en unas basillas de totora, y todas las veces que va entrando navio al Callao sale un indio en una destas balsas a reconocer y preguntar que navio es y de donde viene y se vuelve a tierra dar aviso” (Rostworowski 2005:248). Los datos arqueobotánicos corroboran mucha de esta información. Así, es posible señalar la presencia de algas o yuyo (Chondracanthus chamissoi) en la muestra y, aunque no se ha registrado prueba definitiva de su consumo, lo más probable es que estos hayan sido extraídos para alimentación, al menos durante la pesca. Además, existen otras especies de zonas húmedas que han podido ser reconocidas, como la totora (Typha sp.), que crece, princi-

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palmente, en humedales o lagunas, y el junco (Cyperus sp.) y la cola de caballo (Equisetum bogotense), que pueden encontrarse, también, en zonas muy húmedas, como son las acequias. Entre las especies de zonas húmedas, resultan un caso aparte la caña brava (Gynerium sagittatum) y el carrizo (Phragmites australis) (figura 2), que forman comunidades denominadas carrizales, sea en suelos inundados, canales, lagunas o ríos. Finalmente, se encuentra el pájaro bobo (Tessaria integrifolia), que es una especie que crece en las riberas de los ríos. Ahora bien, todas estas especies están ampliamente difundas en la costa peruana (Ferreyra 1983:254-255, Tovar 1993:226). Un grupo de especies que se pueden considerar menores, por carecer de mayor importancia económica, son el cactus (Cactaceae), el pega-pega (Cenchrus ecchinatus) y la grama (Cortadeira sp. y Paspalidium conjugatum), las que forman parte del paisaje en riberas de ríos, chacras abandonadas, entre otros espacios (Tovar 1993:415).

Figura 2. Raíz de carrizo (Phragmites australis).

Figura 3. Legumbre de pacae (Inga sp.) de la huaca San Miguel.

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Gracias a las crónicas, se sabe que tanto con el junco como con la totora se hacían esteras y sogas, pero, además, se construían balsas. En este caso, a partir de los resultados del análisis, se observa una marcada preferencia por el uso del junco. Se puede sugerir que, si bien se debió usar la totora para sogas o esteras, su empleo estuvo reservado, en la medida de lo posible, para la construcción de, por ejemplo, embarcaciones.

Se ha propuesto que en la costa se podían distinguir hasta tres tipos de bosques: los de algarrobo y guarango, los frutales y los bosques del monte ribereño (Rostworowski 2005:57-69). En ese sentido, la presencia de tara (Caesalpinia sp.); algarrobo (Prosopis juliflora); pacae (Inga sp.) (figura 3); ciruelo del fraile (Bunchosia armeniaca); guayaba (Psidium guajava); palillo (Campomanesia lineatifolia); sauce (Salix sp.); choloque (Sapindus saponaria); Annona sp., sin que se llegara a determinar si se trataba de chirimoya (Annona cherimola) o guanábana (Annona muricata); y lúcuma (Pouteria lucuma) (figura 4) parecerían corresponder, en alguna medida, a estos hábitats. No obstante, tampoco se ignora que, también, son especies que pudieron y debieron ser cultivadas en las inmediaciones de las acequias, de los caminos o en áreas cercanas de las casas, lo que se puede apreciar en algunas zonas rurales de la costa en la actualidad; además, se debe señalar que estas son muy difundidas en el área andina (Mostacero et al. 2002). Entre los árboles frutales que se han mencionado, el pacae o guaba y la lúcuma destacan como las frutas más consumidas, aunque con diferencias muy marcadas en su aprovechamiento. Mientras que los restos de lúcuma comprenden, básicamente, los frutos y las semillas respectivas, el pacae es no solo usado con mayor intensidad, sino que, además de sus frutos, se aprovechan sus hojas, a modo de relleno en hoyos donde luego se depositan vasijas, y su madera. Para comprender este uso,

se puede señalar que, además de lo delicioso de sus frutos, el pacae es útil porque tiene un crecimiento rápido, se adapta a suelos empobrecidos, resiste la poda, sirve como árbol de sombra para algunos cultivos, entre otras ventajas (Reynel y Pennington 1997:2-4). Un caso que amerita un comentario aparte es el palillo (Campomanesia lineatifolia). Se trata de un árbol cuyo fruto aromático se asemeja a la guayaba, pero posee semillas más grandes. Crece en zonas tropicales, es decir, de clima cálido con lluvias (Villachica 1996, Balaguera 2011:8). Parece lógico pensar que su presencia en Maranga fue producto de algún tipo de intercambio; sin embargo, no se trata de una fruta desconocida, ya que se han recuperado restos de su fruto en otros sitios arqueológicos de la costa, incluso, desde periodos tempranos en sitios como Caral (Shady 2000:64), pero su consumo rara vez ha sido en grandes cantidades (Towle 1961:72, Piacenza 2005:12, Cohen 1978:35-36).

AGRICULTURA “Después de declarado como dicho es se le pregunto que se cría y coge en las tierras que suyas tiene dixeron que se da trigo maiz camotes frisoles y yucas y agi y mani y que coca se solía dar pero que agora no la cogen por no tener yndios” (Rostworowski 1978:219).

Tal como se menciona líneas arriba, el abastecimiento de agua en el curacazgo de Maranga se producía a través de redes de canales o acequias, lo que permitía, además de contar con agua para el consumo humano, el desarrollo de la agricultura; esto es importante, además, porque sin un manejo adecuado del agua es imposible el desarrollo sostenible de la agricultura. Se conocen algunas de las herramientas usadas para la siembra, como las azadas de madera, con las que se abrían surcos en la tierra para luego dejar la semilla. Entre los materiales analizados, se ha encontrado que la mayor parte de las plantas recuperadas corresponde a especies comesti-

bles. Se trata de un gran número, lo que indica que se contaba con la suficiente variedad de alimentos como para tener una dieta balanceada (tabla 2).

Figura 4. Fruto inmaduro de lucuma (Pouteria lucuma).

Los estudios realizados sobre la dieta de los pobladores de la costa revelan que esta estaba compuesta por peces de río y mar, fauna terrestre (cuyes, camélidos e, incluso, perros), fauna marina (aves, invertebrados y otros animales) y, por supuesto, por plantas (Williams y Murphy 2013:169). En el caso de Maranga, según este estudio, las plantas más consumidas fueron el maíz (Zea mays) (figuras 5-7), el maní (Arachis hypogaea) (figura 7), el ají (Capsicum sp.), la achira (Canna indica) y la calabaza blanca (Cucurbita ficifolia), en ese orden (tabla 1). Es bien conocida la popularidad del maíz en la dieta andina y, actualmente, en la dieta mundial. Es la planta que mayor presencia tiene en todo lo que se ha podido reconocer en el análisis; evidencia de su consumo es la presencia de corontas, ya sin granos, en varios de los contextos. Se debe recordar que las variedades o razas de maíz reconocidas para los periodos tardíos de la costa central son protopardo, protochaparreño y protochancayano (Grobman et al. 1961:Table 7, 107, figs. 21, 22, 23, 24). Se considera que las corontas descubiertas en Maranga son más bien parecidas a la variedad denominada protochancayano, que es una variedad de maíz harinoso, es decir, que

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FRUTAS

RAÍCES, RIZOMAS Y TUBÉRCULOS

Nombre científico Annona sp.

Nombre común Guanábana / Chirimoya Pacae

Inga sp.

Lúcuma

Pouteria lucuma

Ciruelo del fraile

Bunchosia armeniaca Campomanesia lineatifolia

Palillo

Nombre científico Canna indica

Achira

Ipomoea batatas

Camote

Manihot esculenta Pachyrryzus sp. cf. Solanum tuberosum

Guayaba

Psidium guajava

GRANOS

Cucurbita cf. maxima

Nombre científico

Nombre común

Zea mays cf. Chenopodium quinoa

Papa

Cucurbita ficifolia

Nombre común Zapallo Calabaza blanca

Maíz

Cucurbita moschata

Calabaza o lacayote

Quinua

Cyclanthera pedata

Caigua

SEMILLAS

FRUTOS SECOS

Nombre científico

Nombre común

Erythrina sp.

Pajuro

Phaseolus lunatus

Pallar

Phaseolus vulgaris

Frejol Pallar de los gentiles

Nombre científico Arachis hypogaea

Nombre común Maní

OTROS Nombre científico Chondracanthus chamisoi

Nombre común Yuyo

CONDIMENTOS Nombre científico

Figura 6. Panca (o bracteas) de maíz (Zea mays).

Jíquima

VERDURAS Nombre científico

Canavalia sp.

Yuca

Aguaymanto

cf. Physalis peruviana

Figura 5. Tusas o corontas de maíz (Zea mays) de la huaca San Miguel.

Nombre común

Capsicum sp.

Nombre común Ají

Tabla 2. Especies consumidas en el complejo Maranga (Adaptado de Roque y Cano 1999).

se puede tostar y consumir como “cancha” y que sirve para preparar harina. Sin embargo, se deben realizar estudios que afinen estos resultados y que se basen en plantas completas para verificar plenamente esta posibilidad. Por otra parte, resulta llamativo que se haya recuperado corontas, granos, flores e, incluso, tallos de maíz, pero no raíces, ya que Guamán Poma (1993[1615]:920), al ilustrar la cosecha del maíz, muestra que este proceso consistía en cortar la raíz y amontonar los tallos con sus corontas para su traslado a los depósitos. En el caso del maní, su cultivo en la costa central puede rastrearse con facilidad, ya que su consumo estuvo muy extendido. Resalta el agradable sabor de sus semillas tostadas, que son sumamente nutritivas, poseen un alto contenido proteico y son ricas en grasas vegetales, además de una larga lista de otras propiedades (León 2013:180-188). Asimismo, a diferencia de lo que ocurre con el maíz, solo se han reportado restos de las cascaras o legumbres de maní (figura 8). El ají, por su parte, fue una de las plantas principales del mundo prehispánico andino (León 2013:230-238), como ocurre aún hoy en día. Además, debió ser un acompañante obligado de las comidas de aquel entonces, tal como lo relata Garcilaso de la Vega:

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conforme al gusto de los indios, pudiéramos poner el condimento que echan en todo lo que

comen- sea guisado, sea cocido o asado, no lo han de comer sin él, que llaman uchu y los españoles “pimiento de las Indias”, aunque allá le llaman ají, que es nombre del lenguaje de las islas de Barlovento; los de mi tierra son tan amigos del uchu que no comerán sin él, aunque no sean sino unas yerbas crudas. Por el gusto que con él reciben en lo que comen, prohibían el comercio en su ayuno riguroso, porque lo fuese más riguroso (1993:173).

Entre los alimentos más consumidos en Maranga, la achira destaca, en primer lugar, por ser una planta que se consumió desde periodos muy tempranos en la costa (León 2013:77-83). La parte comestible de esta planta son sus rizomas, de sabor dulce, las que guardan cierto parecido con tubérculos como el camote. Se han registrado restos de estos rizomas y hojas de la achira en estas investigaciones. León, por su parte, recoge una cita de “… un viajero alemán del siglo XIX en el Perú, quien describió que se la cocinaba en un pequeño horno llamado “huatia”, donde era asada sobre cenizas calientes, obteniendo un alimento nutritivo y agradable” (2013:79).Se debe agregar que los usos de la achira van más allá de los comestibles, ya que sus semillas, que pueden describirse como “canicas negras”, “en secándose, tienen dentro la semilla, que son unos granos o bolillos muy redondos, negros, duros y lisos, del tamaño de garbanzos, de los cuales se suelen hacer rosarios” (Cobo, citado en Yacovleff y Herrera 1934:69).

Figura 7. Inflorescencia de maíz (Zea mays).

Figura 8. Legumbre de maní (Arachis hypogaea)

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Aunque se sabe que sus hojas y raíces hervidas son medicinales, quizá resulten más conocidas porque, actualmente, son sembradas con fines ornamentales (Mostacero et al. 2002:1070). Entonces, al ser una planta tan consumida en periodos prehispánicos y con tantos usos, queda preguntarse por qué se interrumpió su consumo, al punto de volverse un producto extraño en la mesa de hoy. Entre las plantas más consumidas, se incluye a las calabazas, de modo genérico, con el fin de incluir a la calabaza blanca, el lacayote y el zapallo. La importancia de las calabazas en la dieta andina fue, también, vital, particularmente en la costa, donde su presencia en los diferentes sitios arqueológicos es constante (León 2013:240-251). Se han podido reconocer restos de semillas y pedúnculos, que son los tallos que sujetan a la calabaza con el resto de la planta, es decir, los desechos de plantas ya consumidas; sin embargo, no se ha podido reconocer algún tipo de preparación en particular, pese a que las formas de preparación de las calabazas son extensas: hervidas, horneadas, encurtidas, secadas, etc. (León 2013:240-251). Un añadido a este grupo es la presencia de la caigua (Cyclanthera pedata), que pertenece a la misma familia, pero cuyo consumo en los materiales analizados es mínimo.

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En la visita que realizaron Antonio de Ribera y Jerónimo de Silva a Maranga, en 1549, mencionaron, entre las plantas consumidas, a los frejoles (Rostworowski 1978:219). En realidad, este término agrupa a una variedad mayor que los frejoles que se conocen actualmente. El grupo al que podrían haberse referido y que, además, fue identificado en los análisis está conformado por el pallar (Phaseolus lunatus), el frejol (Phaseolus vulgaris) (Figura 9), el pallar de los gentiles (Canavalia sp.) (Figura 10) y el pajuro (Erythrina sp.). Entre todas estas especies, quizá las que resulten menos familiares son las dos últimas. Tanto el pallar de los gentiles, cuyas semillas guardan cierta similitud con la forma de una semilla de pallar, pero de mayores dimensiones, como el pajuro, cuya semilla se parece más a un frejol, pero presenta una forma redonda, son especies que, actualmente, no se consumen y que, si bien se registran en

algunos sitios de la costa, tampoco se conoce mucho sobre ellas (León 2013:215). Finalmente, las especies alimenticias que se han podido identificar dentro de este análisis, pero con una presencia mínima, son el camote (Ipomoea batatas), la yuca (Manihot esculenta) y la jíquima (Pachyrryzus sp.) (Figura 11). Las especies que han sido parcialmente identificadas son la papa (cf. Solanum tuberosum), el aguaymanto (cf. Physalis peruviana) y la quinua (cf. Chenopodium quinoa). La abreviatura cf. (confere, en latín) expresa, en este caso, que la muestra debe compararse con la especie, género y familia señalados, de modo que se requiere un mayor análisis para tener plena certeza de su presencia. En esta muestra, se han recuperado algunas semillas de coca (Erythroxylum sp.); esta especie adquiere gran importancia por estar asociada a rituales y a la jerarquía. Si bien era de uso extendido, su cultivo fue, en cierta medida, restringido. Los reportes sobre presencia de coca en Maranga son bastante claros, como lo señala la información de la visita de Antonio de Ribera y Jerónimo de Silva antes mencionada. Cuando preguntan si se sembraba coca, les responden “que coca solían dar que agora no la cogen por no tener yndios” (Rostworowski 1978:219). Las dos variedades de coca cultivadas en el Perú prehispánico fueron la costeña (Erythroxylum coca) y la variedad de la selva. Se puede suponer, por la ubicación geográfica, que se trata de la coca costeña (Erythroxylum novogranatense var. truxillense); sin embargo, es algo pendiente de precisar. Por lo pronto, se sabe que su cultivo estuvo asociado al pacae y a la guayaba, que fueron usados como árboles de sombra (Rostworowski 2005:68), especies que, por cierto, se han identificado en este análisis. La presencia de algodón (Gossypium barbadense) (Figura 12) y mate (Lagenaria siceraria) no ha pasado desapercibida en esta muestra, ya que se han podido recuperar restos no solo de fibra de algodón con sus semillas, sino, también, de las flores con sus brácteas. Asimismo, se han recuperado varios fragmentos del fruto del mate, que fueron usados como vajilla. En el caso del algodón, las informaciones re-

Figura 9. Legumbre y semillas de frejol (Phaseolus vulgaris).

Figura 10. Fruto y semillas de pallar de los gentiles (Canavalia sp.).

Figura 11. Legumbre de jiquima (Pachyrryzus sp.).

Figura 12. Fruto inmaduro de algodón (Gossypium barbadense).

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velan que se tributaba al Inca ropa de algodón (Rostworowski 1978:219-220). Se han observado, además, dentro de esta muestra, algunas especies que corresponden al momento posterior a la presencia hispánica, las que requieren algunos comentarios. Estas especies son el trigo (Triticuma estivum) y la uva (Vitis vinifera). En la visita de Antonio Rivera y Jerónimo de Silva, se reporta que ya para mediados del siglo XVI se cultivaba el trigo en la zona, sin dar mayores referencias de su consumo por parte de la población indígena (Rostworwski 1978: 219).

COMENTARIOS FINALES Expuestos los resultados de los análisis, se debe reflexionar sobre algunos aspectos que aún no se han abordado.

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Cuando se analizan las características de la dieta de la sociedad Maranga, se debe recordar que uno come lo que come por necesidad (el cuerpo necesita determinados nutrientes), educación (se sabe que plantas son comestibles), disponibilidad (están al alcance) y cultura (no se debe olvidar que algunas religiones prohíben el consumo de ciertos alimentos). En ese sentido, se ha podido apreciar que existió en Maranga una amplia gama de alimentos, que debieron servir de acompañamiento a una dieta basada en animales terrestres y marinos. Es posible imaginar grandes banquetes para los señores locales o para la población, con platos o cuencos de mate, llenos de peces y mariscos, acompañados de yuyo y maíz tostado. También, se puede imaginar otro grupo de fuentes llenas de frejoles y pallares preparados, acompañados de carne de camélidos o de cuy; jarras llenas de bebidas hechas sobre la base de maíz y frutas; frutas frescas de la estación; y algunos productos exóticos, como el palillo. En definitiva, banquetes de tales características debieron ser memorables y eficientes en demostrar el homenaje a alguna autoridad o, sencillamente, para realizar algún festejo local. Quizá, también, la dieta cotidiana estuvo compuesta por esta clase de platos, pero servidos de forma más discreta. Por lo pronto, los datos revelan el consumo del maní y del maíz, probablemente tostados,

servidos, posiblemente, a modo de aperitivo durante alguna reunión o disfrutados por los pobladores durante la realización de sus tareas. Queda pendiente investigar las razones por las cuales algunos alimentos, tales como el palillo, el pajuro, el pallar de los gentiles y la achira, fueron dejados de lado en la dieta, al punto de ser prácticamente desconocidos en la actualidad, únicamente conocidos en textos académicos. Al respecto, se puede proponer una explicación: debió haber alguna restricción cultural, algún tipo de desmerecimiento a estas plantas, signadas, quizás, como “comidas de indios”, que debió provenir de la influencia hispana, porque, si se observa hacia el pasado, solo se apreciará una continuidad, la cual fue interrumpida con la Conquista. No obstante, queda aún la posibilidad de su recuperación e incorporación a la dieta moderna como parte del patrimonio que le pertenece a los ciudadanos limeños. Pareciera ser, entonces, que la población de Maranga aprovechó plenamente su entorno inmediato, el mar, la vegetación que crecía cerca de las fuentes de agua (sean canales o lagunas) y los bosques para complementar los alimentos cultivados; incluso, agregaron a su dieta algunos productos de zonas distantes, lo que, por cierto, parece corresponder más a gustos que a necesidades. Una ventaja que tuvieron los habitantes de la costa, tal como lo fueron los habitantes del curacazgo de Maranga, fue esta gran disponibilidad de alimentos, con respecto, por ejemplo, a los de sierra, donde la variedad de frutas resulta ser considerablemente menor. Sin embargo, esta variedad disponible no hizo que haya algún equilibrio en el consumo; por el contrario, se aprecia preferencias muy marcadas por ciertos alimentos.

BIBLIOGRAFÍA Balaguera, Helber Enrique 2011 Estudio del crecimiento y desarrollo del fruto de Champa (Campomanesia lineatifolia R & P) y determinación del punto óptimo de cosecha. Tesis de posgrado presentada a la Facultad de Agronomía, Escuela de Posgrado. Bogotá D.C.: Universidad Nacional de Colombia.

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