IRIARTE, M. J.; ARRIZABALAGA, A. (1995): \"Aportación de la Palinología al conocimiento de la primera economía de producción en Euskal Herria\"

August 22, 2017 | Autor: Alvaro Arrizabalaga | Categoría: Archaeobotany, Neolithic Archaeology, Palinology
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APORTACION DE LA PALINOLOGIA AL CONOCIMIENTO DE LA PRIMERA ECONOMIA DE PRODUCCION EN EUSKAL HERRIA Iriarte, M.J. Arrizabalaga, A.

Cuadernos de Sección. Prehistoria-Arqueología 6. (1995) p. 141-153 ISBN: 84-89516-04-9 Donostia: Eusko Ikaskuntza

El concepto de Neolítico y Neolitización comporta, de modo creciente, un sentido de orden económico. Para detectar las primeras formas de la economía de producción, debe recurrirse al apoyo de analiticas como la Arqueozoologia y la Arqueobotánica. En esta nota se expone someramente la posible aportación de la Palinología al conocimiento de /as primeras comunidades de pastores y/o agricultores, así como al fenómeno de antropización del Paisaje vegetal que comporta la adopción de los nuevos hábitos económicos.

Gero eta gehiago, Neolito eta Neolitizatze kontzeptuen oinarrian ezaugarri ekonomikoak daude. Ekoizpen ekonomiaren sorrera bereizteko. Arkeozoologia edo Arkebotanikaren gisako analitiketako laguntza behar da. Ohar labur honetan, lehen nekazari eta abeltzain-taldeen ezagueran Palinoiogiak izan dezakeen ekarpena deskribatzen da. Honekin batera ematen den landare-paisaiaren antropizatze fenomenoa aztergai izango da ere.

Le concep de Néolithique et de Néolithisation comporte, de plus en plus, un sens d’ordre économique. Pour détecter les premiéres formes de i’économie de production, on doit recuorir ä l’appui des analytiques comme I’Archéozoologie et I’Archéobotanique. Dans cette note on expose sommairement la possible contribution de la Palynologie á la connaissance des premiéres communautés de bergers et/ou agriculteurs, ainsi qu’au phénoméne d’anthropization du Paysage végétal qui comporte Iádoption de nouvelles habitudes d’économie.

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En las últimas décadas, la Arqueología está conociendo un proceso general de adecuación de las sistemáticas de ámbito global a las particularidades regionales, tanto en el ámbito cultural, como cronológico. La primera aproximación al cambio transcendente que supuso el Neolítico se produjo en el norte de Europa, y tenía por objeto un cambio técnico de interés relativamente secundario: el tránsito de los instrumentos de piedra confeccionados exclusivamente mediante talla, al primer empleo del pulimento. Este cambio motiva a su vez la adopción de un nuevo término, el de “Neo-lítico”. La perduración de tipos pulimentados a lo largo de toda la Prehistoria con cerámica desviará rápidamente el interés de la Arqueología hacia otra adquisición técnica coetánea a la del pulimento, la cerámica. La evolución morfológica, técnica y ornamental de las sucesivas formas cerámicas permitía establecer una seriación cronológica y cultural de los diversos pueblos que las adoptaron. Estas dos primeras fases del desarrollo historiográfico de este concepto adolecen de las tendencias eurocentristas que afectaban de modo general a la Prehistoria decimonónica. En las primeras décadas del siglo XX, de mano fundamentalmente de la Arqueología británica, el centro de interés de la investigación de estas épocas se desplazará a Oriente Próximo. La renovación conceptual impulsada por la adopción de modelos marxistas en la interpretación de los acontecimientos históricos propicia un nuevo cambio en el concepto del Neolítico. La “Revolución Neolítica” pasa a constituir un fenómeno de índole económica, que trasciende hacia el ámbito de lo social, lo técnico, lo cultural, etc. Simultáneamente a la aparición de las primeras evidencias fósiles de vegetales cultivados y animales domesticados se documenta un fenómeno de asentamiento de la población en los primeros núcleos sedentarios (protourbanos), en torno a los cuales se articularán las primeras jerarquías sociales y económicas. Este desarrollo de acontecimientos podía ser claramente seguido en lo que, en adelante, se llamará Creciente Fértil (Siria, Mesopotamia, Palestina y Egipto); sin embargo, perdía su vigencia a medida que se iban adoptando las innovaciones neolíticas en puntos más y más distantes del foco originario. Dejando a un lado la necesaria crítica al difusionismo exacerbado de Gordon Childe y otros investigadores, en esta constatación radica el origen del concepto de “Neolitización”. Lejos del principal foco del Neolítico para el Viejo Mundo, las tendencias que de él emanan de modo casi simultáneo (agricultura, ganadería, sedentarización, urbanismo, jerarquización social, innovaciones técnicas como la cerámica o el pulimento, etc.) llegan desfasadas entre sí y con irregularidades y matices regionales. En ocasiones, es la cerámica el primer indicio arqueológico de neolitización, en tanto que, en otros casos, son los primeros útiles pulimentados o la presencia de especies alóctonas y domésticas los que permiten detectar el inicio del proceso. 145

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A la hora de abordar cualquier tema que guarde relación con el Neolítico, debemos plantearnos previamente sobre qué modelo estamos discutiendo. Tácitamente van estableciéndose y admitiéndose los elementos distintivos de la Neolitización en cada ámbito regional, así como la cronología absoluta que va aparejada a este fenómeno. Sin embargo, con creciente insistencia viene planteándose la necesidad de reconvertir las definiciones sustentadas sobre bases materiales (aparición de cerámica, de pulimento, de determinadas variedades de retoque lítico, etc.), en definiciones de orden económico, de mayor alcance en el medio social y cultural. Según este último modelo, un grupo humano habría traspasado el umbral de la Neolitización exclusivamente cuando hubiera accedido a alguna de las formas de economía de producción que lo acompañan. Este cambio de actividad conlleva una actitud comportamental (transición del aprovechamiento de los recursos disponibles en el medio, al fomento de su producción a costa del equilibrio ecológico preexistente) de la que derivan todos los restantes acontecimientos. Este cambio conceptual (de los primeros pueblos con cerámica a los primeros pasos de la economía de producción) obliga a un replanteamiento de las bases sobre las que sustentamos nuestras observaciones. La Arqueología de estos períodos deberá recurrir sistemáticamente a la elaboración de determinados estudios (arqueozoológicos y arqueobotánicos) que permitirán diagnosticar el estadio económico en que cabe situar a los grupos humanos estudiados. Este es el contexto en que debe situarse esta breve reflexión sobre la aportación de la Palinología a la reconstrucción arqueológica del Neolítico y el Calcolítico.

1.- ALGUNOS CONCEPTOS PRELIMINARES Evidentemente, los testimonios directos de la domesticación de especies animales deben ser verificados por el arqueozoólogo, aunque, como veremos más adelante, también la Arqueobotánica puede desarrollar algunas precisiones al respecto. La Arqueobotánica (Paleobotánica en un sentido más universal) abarca un conjunto de diferentes disciplinas, que proporcionan información sobre diferentes aspectos del medio vegetal arqueológico en terrenos diversos. En función a la naturaleza de los restos estudiados, acostumbran a diferenciarse los análisis antracológicos (sustentados en la identificación de los restos carbonosos localizados en sedimentos), palinológicos (sobre los restos de polen fosilizado), carpológicos y de macrorrestos (evidencias como frutos, semillas, restos de tallos u hojas, etc.). Cada una de estas disciplinas tiene un campo de estudio especialmente privilegiado, así como innegables limitaciones. El modelo ideal de desarrollo metodológico para la investigación de un depósito arqueológico correspondiente al Neolítico o Calcolítico incluye el muestreo específico para la elaboración de todas estas analíticas. Los resultados de las mismas son plenamente complementarios y permiten una caracterización global del medio vegetal en que se desenvolvía el grupo prehistórico. En concreto, la Palinología aporta informaciones de índole ambiental, botánicay económica.

2.- LA APORTACION DE LA PALINOLOGIA El análisis polínico proporciona diferentes informaciones en función al período de la Prehistoria que se esté analizando. El aspecto ambiental prima en los análisis palinológicos de depósitos del Pleistoceno, donde las grandes convulsiones climáticas que afectan a nuestro medio quedan bien documentadas en el registro polínico. Dentro del Holoceno se observa un prolongado período de estabilización climática a lo largo del cual, el medio ambiente va aproximándose progresivamente a la situación que conocemos históricamente.

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Las primeras fases del Holoceno se caracterizan por una instauración del estrato arbóreo, desde los abiertos paisajes del Dryas reciente, hasta las amplias masas boscosas del Optimo climático. Este proceso resulta paralelo a la dulcificación de las condiciones climáticas (atemperamiento y aumento de la humedad) propia del inicio del Holoceno. La interpretación palinológica y paleobotánica en general se sustenta en el principio del Actualismo, o comportamiento hoy día vigente de las diversas especies vegetales y sus asociaciones. Este principio resulta aún más fácil de asumir para las cronologías aquí tratadas, en contextos relativamente próximos a los actuales, con similares matices y zonaciones fitogeográficas. La introducción de la economía de producción plantea el primer cambio drástico en el equilibrio natural preexistente, circunstancia que no puede desatenderse a la hora de la interpretación de la composición del paisaje vegetal. A partir del Neolítico, cuando las condiciones ambientales se han estabilizado, la información preferente proporcionada por la Palinología de yacimientos arqueológicos pasa a ser de índole económica. La economía de producción implica una importante actividad previa de roza de la masa vegetal, con el fin de despejar áreas para el cultivo y el pasto. También la práctica de la agrícultura y la ganadería, así como el asentamiento permanente de grupos humanos en una zona determinada, originan una serie de alteraciones en la cubierta vegetal que pueden ser detectadas mediante el análisis polínico. La detección de algunos elementos es directa (determinación de gramíneas cultivadas o de otras plantas asociadas a los cultivos y a la presencia humana), aunque resulta más frecuente el recurso a informaciones indirectas. Entre estas últimas, debe anotarse la importancia de interpretar correctamente las conjunciones de diversos factores y asociaciones e insertarlas en la dinámica progresiva o regresiva de la vegetación.

3.- LA RESOLUCION DEL ANALISIS POLINICO Para el tema que aquí estamos tratando (el origen de la economía de producción) la aportación de la Palinología se refiere a diferentes aspectos. En primer lugar, cabe señalar que existe una sobrevaloración de la identificación de granos de cereal. Aunque la detección segura de la presencia de cereal certifica el contacto de los pobladores de ese establecimiento con la economía de producción, conviene manifestar algunas prevenciones sobre la determinación e interpretación de este taxón. La discriminación entre gramíneas silvestres y cultivadas se efectúa atendiendo aspectos morfométricos. El diámetro ecuatorial del grano en su eje mayor, y el de los poros que presentan las gramíneas (correspondiendo ambas medidas a ordenadas y abscisas de una dispersión), generan una nube de puntos en cuyos extremos se disponen ambas variedades de la familia. Sin embargo, existe cierto terreno intermedio, en el que se solapan las medidas de grandes granos de gramíneas silvestres y pequeños, de cereales cultivados. Las determinaciones que, debido a la mala conservación de la textura del polen, se sustenten exclusivamente en criterios métricos, deben tener en consideración esta circunstancia, descartando como gramíneas silvestres todos aquellos ejemplares ubicados en este área de solapamiento. Otra dificultad del análisis polínico, que afecta no sólo a los cereales, radica en la escasa resolución de las determinaciones: habitualmente se accede a la determinación de diferentes familias, ocasionalmente de géneros y, raramente, de especies. Esto se traduce en que, sobre el registro fósil localizado en un yacimiento arqueológico o depósito no antrópico (turbera, lago, estuario,etc.), se puede determinar la existencia de pólenes de cereal, sin poder diferenciarse casi nunca entre la presencia de trigo, cebada, mijo, etc.(con la excepción de maíz, bien determinable), y nunca llegar hasta las especies concretas. Para acceder a es147

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tos datos, es preciso recurrir al apoyo de la Carpología, en un caso claro de complementareidad de disciplinas. Una particularidad destacable de los pólenes de cereal consiste en su reducida capacidad de dispersión. Los cambios morfológicos inducidos por la actuación antrópica sobre la especie cultivada incluyen modificaciones de su grano de polen, sobre todo un importante incremento de volumen y peso. Esta modificación no puede alcanzar sin embargo al mecanismo de transporte y difusión del polen natural entre las gramíneas, por vía aérea. La consecuencia de esta serie de hechos es que el polen de cereal apenas se dispersará con respecto a la fuente de emisión del mismo y cuando encontremos polen de cereal en un registro sedimentario podremos convenir que el campo en que se originó estaba probablemente cerca (a menos de dos kilómetros del punto de muestreo, por lo general). El contacto humano con los campos de cultivo reúne unas características diferentes de las del resto del entorno vegetal, por lo que el propio Ser Humano constituye un vector potencial de transporte polínico, en su calzado, sus utensilios, vestido, etc. Debido, entre otras, a estas circunstancias, la valoración cualitativa de la presencia de evidencias polínicas del cultivo de cereal no admite lecturas lineales, en términos porcentuales. En primer lugar, a causa de la escasa difusión del polen de cereal, por la mencionada posibilidad de transporte humano del polen y debido a que cabe suponer la existencia de cierto lapso de tiempo desde que se traba contacto con esta especie hasta que se practica su cultivo. Así, la detección de un grano aislado de cereal no implica directamente la práctica, por parte del correspondiente grupo humano, de la agricultura. Tampoco la aparición masiva de estos pólenes tienen su correlato en una práctica intensiva de la agricultura, así como la inexistencia de este taxón no significa que se desconociera la economía de producción. Se pueden fijar los términos en que se desarrolla una actividad agrícola teniendo presente el posible distanciamiento de los campos de cultivo respecto al depósito, el grado de representación del taxón, la significación de otros indicadores de presión antrópica sobre el medio y de determinadas plantas vinculadas a la actividad agrícola. Aunque el elemento emblemático para determinar el origen de la agricultura ha sido, tradicionalmente, la localización de evidencias de cereal, algunos otros géneros, como las leguminosas, parecen haber sido cultivados desde épocas muy antiguas. La determinación-de la presencia de leguminosas domésticas en niveles prehistóricos es uno de los temas recurrentes en la investigación carpológica y palinológica de estas cronologías, sin haber llegado a precisarse con seguridad las circunstancias en que se adopta esta práctica agrícola. Tampoco existe un acuerdo general sobre cuáles son los rasgos distintivos que permiten verificar la actividad ganadera, a partir del registro polínico. La presencia de plantas nitrófilas y ruderales en contextos en los que antes no existían o eran muy raras, acostumbra interpretarse como testimonio del empleo de ganado. También deben de ser consideradas determinadas asociaciones arbustivas y herbáceas locales que hoy día se asocian a prados para el ganado, a costa del que sería natural desarrollo del estrato herbáceo en una seriación de acontecimientos en la que no mediara la actividad antrópica. Esta interpretación queda siempre condicionada al conocimiento detallado del entorno cultural y económico actual del depósito puesto que, por poner un ejemplo de nuestro ámbito geográfico, no puede valorarse del mismo modo una sobrerrepresentación de Chenopodiaceae en las Bardenas Reales, o en el estuario de Txingudi. Este conocimiento de campo de las condiciones geográficas (geomorfológicas, orográficas, hidrológicas, fitológicas y agropecuarias) del entorno del depósito muestreado constituye una condición previa e imprescindible para una correcta interpretación de la secuencia política. 148

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En su conjunto, una tendencia que resulta fácilmente detectable en los análisis arqueobotánicos es la antropización del medio vegetal próximo a los depósitos arqueológicos. El asentamiento de grupos humanos sedentarizados en comunidades de cierta relevancia poblacional desencadena diversos fenómenos convergentes en el deterioro de la cubierta arbórea. La práctica de rozas (por tala o fuego) para despejar el terreno a campos y prados, la necesidad de materia prima para la construcción de estructuras de madera y de diverso instrumental o el consumo de leña para los usos cotidianos de aquellas poblaciones inciden siempre en la progresión del estrato herbáceo, en detrimento del arbóreo y, en menor grado, del arbustivo. Esta reducción de la masa arbórea se transmite (aunque no siempre en forma proporcional) al registro polínico. Sin embargo, no es ésta la única evidencia de antropización del paisaje: los paisajes vegetales deben valorarse como entes dinámicos y vivos, cuya composición denuncia un estado puntual (foto fija) y una situación concreta o estadio evolutivo, que nos expresa la integración del mismo dentro de ciclos progresivos o regresivos del paisaje, en función a las asociaciones en él representadas. La Antropización del Paisaje vegetal siempre representa un ciclo regresivo de la vegetación potencial, aunque las características con las que se documenta esta circunstancia sobre el registro polínico sean distintas. En ocasiones, apenas acometida una roza extensiva, el reflejo de la antropización se concreta en la reducción del polen arbóreo en el análisis. Transcurrida esta primera fase de brusco retroceso arbóreo, suele registrarse cierta recuperación de los árboles y, sobre todo, de su cortejo arbustivo, cuyas características difieren según el medio geográfico y fitológico en que se contextualice el análisis. Como última consideración sobre la resolución del análisis polínico para estas cronologías, debe valorarse también la naturaleza del sedimento y el depósito que estamos analizando. Una primera opción es la constituida por los depósitos de origen no antrópico, continentales o marinos (turberas, lagos, depósitos de fondo marino, etc.). Las circunstancias de la investigación motivan que sean más frecuentes los análisis de depósitos antrópicos (yacimientos arqueológicos), que presentan un aspecto muy variado: abrigos, cuevas, poblados al aire libre y diversos tipos de estructuras de uso funerario (megalíticas o no). La información obtenída de cada uno de estos depósitos debe ser enjuiciada considerando sus peculiaridades y el tipo de datos que pueden aportar. Por poner un ejemplo ilustrativo, las estructuras funerarias no son un medio fácil de interpretar como representativo de la vegetación de su entorno, ya que existen múltiples factores asociados a la actividad en estos depósitos que pueden alterar la disposición polínica original. En estos casos, debe extremarse la precaución en la valoración de las especificidades del depósito.

4.- BREVE RESUMEN DE LOS DATOS DISPONIBLES El primer dato de relevancia que conviene destacar en este tema de trabajo es que, desde épocas muy antiguas, acostumbra a detectarse en los yacimientos arqueológicos un proceso avanzado de antropización del medio vegetal. Es posible que este fenómeno se círcunscríba a un radio limitado en torno a los núcleos de habitación, pero la generalización del mismo desde el Calcolítico/ Bronce inicial permite ir estableciendo una malla de muestreos que puede terminar por certificar la continuidad geográfica de estas áreas antropizadas, enlazadas entre sí. Es cierto que existen también algunos depósitos, en Euskal Herria o cerca de aquí, en los que no se detecta este fenómeno, por diversas circunstancias: La Peña o Abauntz (Navarra), Herriko Barra (Guipúzcoa) y Covacha Arenillas (Cantabria). La seriación ambiental de este período del Holoceno se abre con el Atlántico u Optimo Climático. En nuestro ámbito, corresponde al final del Epipaleolítíco y el inicio del Neolítico y 149

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se caracteriza por un dominio de una asociación vegetal conocida por el nombre de “robledal mixto”, tanto en la vertiente atlántica, como en la vertiente mediterránea del país (como testimonia el análisis de San Juan ante Portarn Latinam, entre otros). A partir del Subboreal, la actualmente vigente comarcalización fitológica de Euskal Herria comienza a imponerse. En primer lugar, en el área cantábrica perdura aún la vigencia del robledal mixto, en tanto que la vertiente mediterránea del país conoce una progresión del encinar, característico de un ambiente más seco y cálido. Al menos a partir del Bronce Medio, el principal componente arbóreo del paisaje mediterráneo pasará a ser la encina, con sus correspondientes cortejos arbustivos y herbáceos. Aunque el proceso de deforestación parece adelantarse en algunos siglos, los primeros indicios de cereal en los registros polínicos remontan, en el País Vasco, al 4.500 B.P. aproximadamente. En este contexto se sitúan las evidencias del nivel Calcolítico del yacimiento vizcaino de Pico Ramos (2.150 a 2.840 a.C.) y otras muestras de datación más reciente en los yacimientos de La Peña (Navarra) y Zorroztarri (Gipuzkoa). La datación de los restos de cereal de Berniollo (4.160 B.P.) se nos revela como incierta, debido a las posibles percolaciones de sedimento mencionadas por la autora del análisis polínico. En cuanto a otro de los contenciosos propios del seguimiento botánico de esta época (la difusión del haya durante el Holoceno), la mención más antigua de su presencia parece corresponder al Bronce Medio de Monte Aguilar, en Navarra (circa 4.500 B.P.). También sobrepasa la línea del 4.000 B.P. el hallazgo de Fagus en la turbera de Saldropo (4.150 B.P.). Aunque no se dispone de referencias de cronología absoluta, los materiales recuperados en Ilso Betaio apuntan también en una datación similar para los pólenes de haya allí localizados. En el caso concreto del Neolítico y el Calcolítico, las áreas arboladas se despejan para los usos económicos y cotidianos ya mencionados, pero también (parece ser) para la edificación de las características estructuras megalíticas. En todo el entorno circumatlántico se documentan rozas (en ocasiones, por fuego) previas a la construcción de túmulos y dólmenes.

5.- LINEAS ABIERTAS PARA LA INVESTIGACION POLINICA DEL NEOLITICO Y EL CALCOLITICO EN EL PAIS VASCO Euskal Herria es un territorio situado en una encrucijada geográfica entre diversos medios y paisajes. Como entornos genéricos, las vertientes atlántica y mediterránea del país se ven complementadas por una tercera gran área, pirenaica. Las gradaciones y matices entre estos tres medios generan una realidad multivariante, con una amplia gama fitológica (que es el aspecto geográfico que más nos importa en este supuesto). Una primera aproximación al estudio palinológico de estas cronologías consiste en la identificación y descripción de la regionalización fitológica de Euskal Herria, paralela al inicio del Holoceno. Un seguimiento diacrónico de la evolución del medio vegetal en cada una de estas regiones proporcionará información de gran interés para detallar los factores críticos en las fases de progresión o regresión de la vegetación, sean cuales sean los motivos de las mismas. En esta misma perspectiva de análisis de los componentes bióticos del Paisaje, la extensión de los análisis polínicos en depósitos holocénicos permite terciar en la discusión sobre la expansión de determinados taxones, fundamentalmente arbóreos, tras las crisis cíclicas del Pleistoceno. La dispersión geográfica a lo largo del Holoceno de tipos de árbol como Fagus, Juglans o Castanea y la cronología de este fenómeno, constituye uno de los apartados más debatidos de las actuales corrientes historiográficas de la palinología europea (Peñalba, C., 1993). 150

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En un planteamiento mucho más evidente, la creación de una malla de depósitos muestreados, suficientemente tupida, permitirá comprobar el alcance y extensión de los fenómenos de antropización del manto vegetal en las diferentes comarcas de Euskal Herria. Aún hoy día, los datos disponibles sobre esta materia continúan siendo poco relevantes, cronológica y geográficamente. Se precisa una actividad mucho más intensa y diversificada de realización de análisis arqueobotánicos de todo tipo, en distintas variedades de depósito. La presión antrópica sobre el medio denuncia una información de gran interés para la reconstrucción económica, cultural y demográfica de las primeras comunidades productoras instaladas en nuestro entorno. También resulta de gran interés el poder establecer con cierta precisión la particular dedicación económica de cada grupo estudiado, así como el ritmo al que se difunden los nuevos hábitos agrícolas y ganaderos. La presión antrópica sobre el medio suele converger en una regresión de la masa forestal, sustituida por pastos y campos de cultivo, generalmente. Las rozas, sean por fuego o por tala, solían afectar a superficies mayores de las posteriormente empleadas. Por otro lado, sea por agotamiento de las potencialidades de fertilidad de una porción de las áreas despejadas o por abandono del poblamiento en la zona, existe una tendencia natural del bosque a recuperar aquellas superficies despejadas por la acción antrópica, de un modo gradual: cada agrupación forestal incluye un cortejo arbustivo y herbáceo asociado al mismo, con una gradación en la instauración de tales estratos; son las llamadas etapas sustitutorias del bosque. Esta sustitución resulta un factor extremadamente dinámico y de control difícil, puesto que deben atenderse múltiples variables en el proceso. Tras romperse el equilibrio del bosque del período Atlántico con la intervención humana, los ciclos de recuperación del bosque van truncándose con sucesivas rozas, previas a la completa recuperación forestal. Por este motivo, la diversidad y riqueza del bosque original se degrada con el paso del tiempo, regenerándose en formas menos exigentes o de mayor oportunismo ecológico. La Palinología, en la medida que detecta la presencia de los diferentes componentes vegetales del Paisaje, aporta una serie de datos de gran interés para documentar estos procesos.

6.- LOS ANALISIS DE DEPOSITOS ARQUEOLOGICOS DISPONIBLES EN NUESTRO AMBITO Una somera revisión de los datos disponibles hasta la fecha para nuestro ámbito espacial denuncia la existencia de amplias áreas en la que la ausencia de datos para esta cronología es absoluta. Progresivamente van rellenándose estas lagunas, aunque harán falta décadas para alcanzar un conocimiento preciso del desarrollo de la antropización del Paisaje vegetal en Euskal Herria. Aún hoy día, las características de las secuencias estratigráficas analizadas y los problemas de conservación polínica condicionan seriamente nuestra imagen de esta época, de la que sólo conocemos situaciones más o menos puntuales. De entre los análisis que no presentan problemas interpretativos, sólo contamos con uno propiamente correspondiente al Neolítico en Euskal Herria (Herriko Barra). El paisaje de este depósito neolítico estaría compuesto de un bosque mixto caducifolio (con un AP entre el 50 y el 70 %), con algunas zonas abiertas intermedias, atestiguadas por Compositae liguliflora, Poaceae y Artemisia. Destaca la progresiva relevancia de Alnus en esta secuencia. En un entorno próximo, disponemos de una muestra suficientemente representativa del Neolítico de Covacha Arenillas, en Cantabria (5.580 ± 80 B.P.), en la misma línea de costa. Esta muestra presenta un alto componente arbóreo (70 %), integrado por taxones como Corylus, Tilia o Quercus robur: Los restantes análisis disponibles, sin conflictos interpretativos, corresponden 151

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al Calcolítico o, en todo caso, al Neolítico final. Se trata de diversos niveles de las cuevas o abrigos de Amalda, Urtiaga, Arenaza I, Pico Ramos y San Juan ante Portam Latinam. En el yacimiento de Amalda (Zestoa, Gipuzkoa), dos de las muestras analizadas (Dupré, M., 1990) pertenecen al nivel III, adscrito al Calcolítico. La caracterización de este nivel incluye una mención al robledal mixto, así como importantes evidencias de antropización del paisaje (presencia de numerosas filicales y, dentro del reducido AP, de Corylus). Por el contrario, las cuatro muestras del nivel B de Urtiaga (Deba, Gipuzkoa) no presentan evidencias claras de acción humana sobre el medio (Sánchez,M.F., 1993). En un contexto de cubierta arbórea de densidad media (25 a 40 %), se detectan restos de robledal mediterráneo, aunque el entorno dominante es de robledal mixto, Por su parte, el nivel Eneolítico de Arenaza I (Galdames, Bizkaia) cuenta con una muestra analizada polínicamente (Isturiz, M.J.; Sánchez, M.F., 1990). Dentro del 30 % de AP se documenta una notable variedad de componentes (Corylus, Betula, Alnus). En parecidas circunstancias se localiza el análisis de Pico Ramos (Muskiz, Bizkaia), en cuyo nivel Calcolítico se ha detectado la presencia de cereal y una intensa presión humana sobre el medio (Iriarte,M.J., 1994a). Finalmente, en el depósito funerario bajo roca de San Juan ante Portam Latinam (Laguardia, Alava), datado en el Neolítico Final o Calcolítico inicial, se han analizado diferentes muestras, que muestran una última regresión del robledal mixto en la región fitológica mediterránea. También se testimonia una importante actividad depredadora del Ser humano sobre la masa forestal local (Iriarte,M.J., 1994b). Otros dos análisis referidos a depósitos de esta época presentan algunos problemas interpretativos: Berniollo (Subijana-Morillas, Alava) y La Peña (Marañón, Navarra). En el primero de los casos, el análisis afecta a un nivel descrito como Neolítico, aunque con una datación bastante baja (4.160 B.P.), que ha sido invalidada. La cubierta arbórea parece bastante afectada por la acción antrópica (AP en torno al 20 %). En estas muestras están presentes ambos tipos de robledal, así como el cereal (aunque en la breve nota disponible sobre este yacimiento se menciona la posibilidad de una percolación). En cuanto al análisis de La Peña (López, P., 1991) abarca una secuencia muy amplia e interesante para el período que estudiamos. Sin embargo, los resultados del análisis polínico de La Peña son divergentes respecto a los de la cronología absoluta y la propia estratigrafía del yacimiento, y de hecho, si se aceptaran estos resultados, el conocimiento de los cereales remontaría al período Boreal. En un futuro próximo, existe una importante perspectiva de ampliación de los datos disponibles para estas cronologías, sobre todo en contextos megalíticos. Se han muestreado estas estructuras en el conjunto de Karrantza (Cotobasero 2, La Cabaña 2, La Cabaña 4 y La Boheriza 2), el de Artxanda (Hirumugarrieta 1 y 2) o el de Ataun-Burunda (Aitxu, Unanabi, Zorroztarri, Praalata o Napalatza), algunos de los cuales ya están entregando sus primeros resultados. En contextos de habitación, abrigos como los de Peña Larga, Aizpea o Kanpanoste Goikoa deben aportar grandes novedades a la percepción que tenemos de estos períodos, en tres grandes Iíneas: grado de presión antrópica sobre el medio vegetal, evolución de las variables ambientales más importantes y alcance y caracterización de la economía productiva.

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