El hombre magnánimo de la Ética a Nicómaco

July 31, 2017 | Autor: Itzel Manzo Girón | Categoría: Aristotle's Ethics, Iliada, Magnanimity, Odisea
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Descripción

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Vs. Jaeger, Werner, Paideia: los ideales de la cultura griega, trad. Joaquín Xirau, Fondo de Cultura Económica, México, 2011, pp. 27 y 40.
Aristóteles, Ética a Nicómaco, trad. Marías-Araujo, Instituto de Estudios Políticos de Madrid, España, 1970, 1124 a (p.60). En adelante usaré la abreviatura EN.
Jaeger, op. cit., p. 27.
Aristóteles, Tratados de lógica, trad. Miguel Candel Sanmartín, Gredos, España, 2008, Analíticos Segundos 97b 15 (p. 427). En la edición de Gredos, como puede observarse, se traducen como Segundos en lugar de Posteriores.
EN 1166 a 11 (p. 144).
Los versos que cite de ambas obras serán presentadas en forma de prosa.
García Gual, Carlos, Mitos, viajes, héroes, Fondo de Cultura Económica, España, 2011, p. 24.
Vs. Moses I. Finley, El mundo de Odiseo, trad. Mateo Hernández Barroso, Fondo de Cultura Económica, España, 1995, [edición digital], p. 14.
Jaeger, op. cit., p. 27. Ya fue escrita esta referencia más arriba pero, dada su importancia para mi trabajo, la escribo de nuevo.
Aristóteles, Tratados de lógica, trad. Miguel Candel Sanmartín, Gredos, España, 2008, Analíticos Segundos 97b 15 (p. 427). En la edición de Gredos, como puede observarse, se traducen como Segundos en lugar de Posteriores. Las negritas son mías.
AP, 97b 15.
Tomado de los archivos de TLG, Aristóteles, Analíticos posteriores, edición de Bekker 97b, line 4. En adelante utilizaré la abreviatura An. Post. (Thesaurus Linguae Graecae (TLG), the Packard Humanities Institute, The Perseus Project and others. Diogenes (version 3.1.6) is © 1999-2007 P.J. Heslin.)
José M. Pabón S. de Urbina, Diccionario bilingüe. Manual Griego clásico-Español, VOX, España, 2009, p. 380.
Tomado el 17/05/2014 de la página de Perseus Project: http://www.perseus.tufts.edu/hopper/morph?l=megaloyuxi%2Fa&la=greek
Tomado de Thesaurus Linguae Graecae, the Packard Humanities Institute, The Perseus Project and others. Diogenes (version 3.1.6) is © 1999-2007 P.J. Heslin.
AP, 97b 17.
EN 1124a 19.
Moses I. Finley, El mundo de Odiseo, trad. Mateo Hernández Barroso, Fondo de Cultura Económica, España, 1977, p. 9.
Carlos García Gual, Introducción a la mitología griega, Alianza, España, 2010, pp.38 y 40. Es uno de los autores que hablan sobre el tema.
Ingemar Düring, Aristóteles. Exposición e interpretación de su pensamiento, trad. Bernabé Navarro, Universidad Nacional Autónoma de México (Instituto de Investigaciones Filosóficas), México, 2010, pp. 205, 206, 383 y ss.
Homero, Ilíada, trad. Rubén Bonifaz Nuño, Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana, UNAM, México, 2012, XXIII 615.
EN 1124 a.
Platón, Leyes, trad. Francisco Lisi, Gredos, 2008, España, 711 e (p. 366).
Moses I. Finley, op. cit., p. 13.
Vs., por ejemplo, el prólogo de Rubén Bonífaz Nuño a su traducción de la Ilíada, editada por la Universidad Nacional Autónoma de México.
Toda esta sección está extraída de la EN, en casos expresamente textuales añadiré la cita correspondiente.
Siguiendo con lo expuesto en la Metafísica:«[sobre los fines de la ciencia] (…) y el de la ciencia práctica, la obra», en 993b 22 y ss.. Posteriormente y sobre la experiencia: «Pues bien, para la vida práctica, la experiencia no parece ser en nada inferior al arte, sino que incluso tienen más éxito los expertos que los que, sin experiencia, poseen el conocimiento teórico.», en 981a 14.
En la obra la actividad parece estar subordinada a la producción de algo: alguien dibuja para obtener un cuadro, no dibuja para dibujar, digamos. Pensemos en alguien que actúa honestamente por la honestidad misma, no porque vaya a obtener un premio, por ejemplo. Puede notarse en el desarrollo de la EN que alguien puede actuar bondadosa o malvadamente, sin embargo, ni se es bondadoso ni malvado pues esta atribución incluye los motivos por los que alguien actúa de cierta manera.
EN 1095b 20.
EN 1095b 25.
EN 1100a.
Greek Word study tool, en http://www.perseus.tufts.edu/hopper/morph?l=epieikeia&la=greek
EN 1139b.
Diccionario VOX, p. 380.
Ibid., p. 652.
De Alcibíades no hablaré debido al prácticamente nulo conocimiento que tengo sobre él. Y porque no es un personaje ni de la Ilíada ni de la Odisea.
EN 1123b 25 y ss.
EN 1124a 5.
Son las que expuse al inicio de la Introducción.
Diccionario de la RAE, en http://lema.rae.es/drae/?val=magnanimidad
Diccionario de la RAE, en http://lema.rae.es/drae/?val=ufan%C3%ADa
Cambridge Online Dictionary, en http://dictionary.cambridge.org/dictionary/british/high-minded?q=high-minded
Oxford Online Dictionary, en http://www.oxforddictionaries.com/es/definicion/ingles/high-minded?q=highmindedness#high-minded__8
EN 1105a 30.
En http://lema.rae.es/drae/?val=orgulloso
La idea de la privación de lo honores se repite en EN 1124a.
Aunque la tragedia de Áyax fue más ampliamente desarrollada por Sófocles.
EN 1140a 25.
EN 1101a 8. Sobre los términos en griego, encontramos eudaímoõn y makáriós.
EN 1100b 30.
Me refiero a lo planteado en la Justificación. Jaeger lo menciona junto con el Ayante Telamonio, o Áyax, pero ya lo traté antes en compañía de Aquiles.
En la traducción de Emilio Crespo.
Según la traducción de Pedro Tapia. El
Diccionario VOXP. 490.
Greek word study tool: En http://www.perseus.tufts.edu/hopper/morph?l=polu%2Fmhtis&la=greek
Cf. EN 1140a 23 (p. 92), como uno de varios ejemplos.
Diccionario Vox, p. 296.
Este caso se ve mejor tratado en el Filoctetes, de Sófocles, en el que parece que Odiseo utiliza a Neoptólemo como medio para lograr engañar a Filoctetes y ganar la guerra contra Troya. Esta obra está fuera de mi estudio, pero es una muestra de por qué Odiseo no es un buen paradigma de magnanimidad: no sólo miente, sino que busca que otros lo hagan. Un hombre magnánimo no realizaría tales actos.
Ilíada, (ed. Bibliotheca Graecorum et Romanorum Mexicana, pp. XX ss.)
Ibid., XI, 636.
En la edición de Ilíada que realiza Gredos, hay un Glosario de Nombres, el de Néstor se encuentra en la página 572.
Ibid., II 601.
Ibid., IV 293.
Ibid., VIII 100 ss.
Ibid., X, 164.
Ibid., VIII, 80.
Cf. Ibid., II 58.
Cf. EN 1123b 7.
Cf. Finley, El mundo de Odiseo, p. 35, 52 y ss.
Odisea, III 436 ss.
Ibid., XVII 109 ss.
Ilíada, I 260.
Ibid., XVII 653.
Ibid., X 555, según la traducción de Emilio Crespo.
Idem., en la traducción de Bonifaz Nuño.
Diccionario VOX, p. 359.
La lectura en conjunto de El mundo de Odiseo, de Finley; y la Paideia, de Jaeger, ofrecen un panorama general para entender el lugar del honor, la importancia de los regalos, las dimensiones de las ofensas, etc. Tema que no trato porque no es el interés principal de mi investigación, aunque se trata de un elemento de suma importancia para la misma. Decidí dar esos elementos por sentados y remitir, simplemente, a las obras ya recomendadas.
Ibid., XXIII 647.
Vide infra.
Ibid., I 273.
Ibid., IV 293.
Ilíada, I 246.
Cf. Odisea, 213 ss, especialmente su discurso y en 245 el que Odiseo le dirige.
Me baso en el estudio que hace Finley en El mundo de Odiseo.
EN 1125a 9.
EN 1178a 8.
Ibid., 1178a 9.
Cf. EN 1140a 25 ss.
Platón, Leyes, trad. Francisco Lisi, Gredos, España, 2008, 711d ss (p. 366).
Cf. EN 1140a 2. En este segmento de la tesina me concentro en las partes subsecuentes a las que remite esta nota.
Desde el verso 110 y ss, específicamente.
De la Ilíada, versos 510 y ss.
Ibid., XXIII 570.
EN 1123b 30.
Odisea, IV 207.
EN 1124a 15.
EN 1100a 20.
EN 1141b 10.
EN, 1113a 30.
Revisar la redacción.

La definición de honor

Buscar también la etimología de magathymós y establecer una comparación, etc.

Buscar la comparación con spoudaíos

Establecer que Néstor no es magnánimo en el posible sentido de Analíticos Posteriores.

Buscar la etimología de eudaimonía y relacionarlo.
Eutixía: como saber llevar la buena fortuna, saber ser amado por los dioses.


UNIVERSIDAD LA SALLE MÉXICO
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES


UNA PROPUESTA PARA EL HOMBRE MAGNÁNIMO DE LA ÉTICA A NICÓMACO


ÉTICA II


PROFESOR: JOSÉ LUIS CÓRDOVA SOTO


ITZEL ARACELI MANZO GIRÓN


MÉXICO, D.F. 2014

ÍNDICE.

Agradecimientos ………………………….…………………………………………… 3
1. La tesina ……………………………………………………………………………... 5
2. Objetivos ……………………………………………………………………………. 6
3. Justificación …………………………………………………………………………. 7
4. Metodología …………………………………………………………………………. 9
5. Introducción …………………………………………………………………………. 10
Analíticos posteriores: Alcibíades, Áyax y Aquiles como
ejemplos de megalopsychía ……………………………………………………. 10
Aclaraciones con respecto a los poemas homéricos …………….…………….... 13
Lectura de la Ética a Nicómaco …………………………………..…………..… 16
6. El hombre magnánimo en la Ética a Nicómaco ………………...………………….… 23
Aproximaciones desde la definición …………………………...……………….. 26
Héroes tradicionales ……………………………………..………………..…….. 28
7. Néstor como hombre magnánimo …………………………..……………………..…. 33
El personaje homérico frente a la Ética a Nicómaco ………..………………….. 34
Néstor y la felicidad…………………………………………………..………...… 40
Néstor como paradigma: implicaciones…………………………………………... 44
8. Conclusiones …………………………………………………………………………. 48
9. Bibliografía ……………………………...…………………………………………… 50


AGRADECIMIENTOS


No porque la empresa fuere pequeña debe dejar de agradecerse…


A Dios.
A mis padres y hermana. A mi familia.
A mis amigos y profesores.
A Luciano, a Elisa y a Ricardo.












Por eso es difícil ser de verdad magnánimo,
porque no es posible sin cabal nobleza.
Aristóteles, EN 1124a
















UNA PROPUESTA PARA EL HOMBRE MAGNÁNIMO DE LA ÉTICA A NICÓMACO

LA TESINA.
Esta investigación presenta a Néstor, el anciano rey de Pilos en la Ilíada y en la Odisea, como un modelo de hombre magnánimo (μεγαλόψυχος), el mejor ejemplo que podría tomarse de tales obras, según se expone el modo de ser de dicho varón en la Ética a Nicómaco, comprendido dentro del contexto de la ética de la areté que se presenta en dicha obra de Aristóteles. Mi propuesta se enfrenta a los que tradicionalmente se han pensado como héroes y modelos de conducta en los poemas homéricos: Aquiles, Odiseo, Ayante Telamonio, etc.
Se ofrecen en este trabajo, primero, un breve repaso de la Ética a Nicómaco, mismo que me permite presentar a Néstor como magnánimo. Inmediatamente después se encuentra un breve estudio sobre los héroes homéricos que han sido vistos como modelos morales, incluso ejemplos de magnanimidad y las razones por las que, de acuerdo con mi lectura, no son el mejor ejemplo de dicha virtud. «Por consiguiente, el verdaderamente magnánimo tiene que ser bueno. Incluso podría parecer que es propia del magnánimo la grandeza en todas las virtudes… Parece por tanto que la magnanimidad es un como ornato de las virtudes: pues las realza y no se da sin ellas.»
Finalmente, se expone por qué Néstor funge mejor como paradigma de magnanimidad, en qué sentido lo hace, las dificultades que se presentan al atribuirle dicha característica y las implicaciones de proponerlo como hombre magnánimo. Los elementos de la vida de Néstor que se utilizan para ello están tomados de la Ilíada y la Odisea únicamente. A excepción de un pequeño pasaje en las Leyes, de Platón, en la que hace referencia a este personaje.
OBJETIVOS.
Con este trabajo de investigación intento:
1.- Extraer y presentar el concepto de magnánimo (μεγαλόψυχος) en la Ética a Nicómaco, relacionado con un pasaje de los Analíticos Posteriores en el que habla de la magnanimidad.
2.- Exponer a los héroes homéricos que tradicionalmente se piensan como ejemplos de hombres virtuosos, especialmente aquellos que se han juzgado como magnánimos y dar a conocer las condiciones por las que, desde mi investigación, no encajan completamente con la descripción del hombre magnánimo. Esto último no implica que no puedan ser ejemplos de alguna otra virtud.
3.- Explicar las razones por las que Néstor es el paradigma de hombre magnánimo de acuerdo a lo propuesto en la Ética a Nicómaco, en qué sentido lo es, las dificultades a las que se enfrentaría tal clasificación de este personaje.
4.- Mostrar las consecuencias de tomar a Néstor como paradigma de hombre magnánimo.










JUSTIFICACIÓN.
La inquietud que dio origen a este trabajo corresponde a dos puntos con los que no estoy de acuerdo:
En el tratamiento que Werner Jaeger, en su obra Paideia: los ideales de la cultura griega, hace sobre los héroes homéricos, se cita a algunos otros héroes como modelos de acción, de pensamiento, un equilibrio de ambos, etc., entre ellos a Odiseo, Áyax, Fénix, Aquiles. Sin embargo, me parece que a pesar de las virtudes que se les podrían atribuir, no encajan del todo con las exigencias del hombre magnánimo.
También en esa obra de Jaeger se encuentra el siguiente fragmento que remite a los Analíticos Posteriores, de Aristóteles: «[sobre la magnanimidad] En otra ocasión dice, incluso, que Aquiles y Áyax son el modelo de esta cualidad.». En este fragmento Aristóteles presenta explícitamente a dos ejemplos de hombre magnánimo, respecto de los cuales difiero. Sin embargo, pienso importante el establecer en qué sentido los propone y, con ello, saber si bajo otra lectura de la magnanimidad podría encontrarse a Néstor como paradigma o si Aquiles y Áyax han de ser los únicos ejemplos posibles.
Como ya dije, con respecto a este último punto debe aclararse en qué sentido refiere Aristóteles al hombre magnánimo. Miguel Candel, el traductor de los Analíticos posteriores también sugiere en una nota a pie de página (la número 276) que: «Obviamente, los dos sentidos del término griego megalopsychía (lit.; 'grandeza de alma', que aquí vertemos por 'orgullo'), no encajan exactamente con las diversas acepciones de esta palabra castellana.» Una de las tareas de esta investigación es, al menos intentar, aclarar en qué sentido Aquiles y Áyax son magnánimos. Siguiendo a Candel, hay otro sentido para la magnanimidad al que, quizá respondería Néstor.
Ahora bien, si Aristóteles mismo toma ejemplos de las obras homéricas, me permito tomar a su vez a otro personaje de dichos poemas, al rey de la arenosa Pilos, cuya participación lo refleja como un hombre sumamente prudente, aconsejado por la experiencia de sus años y, es interesante remarcar, por la buena naturaleza que posee y la buena fortuna que ha tenido, ha sido, digamos, amado por los dioses. No por ello ha sido arrebatado del peligro y el dolor humanos, Afrodita no lo ha retirado de la lucha para colocarlo en el tálamo. Y, aunque Atenea no tiene con él la misma relación que establece con Odiseo, es capaz de identificar las intervenciones divinas y es protegido por Zeus.
Finalmente, ¿por qué buscar un paradigma del hombre magnánimo? En su propuesta ética, Aristóteles no pretende ofrecer una lista con las soluciones para cada problema al que tenga que enfrentarse un ser humano, sino que ofrece un estudio de la acción humana dentro del que sitúa la responsabilidad que el hombre tiene al elegir y, con ello, formar su carácter: el hombre se hace.
Ahora bien, lo que dice el Estagirita es que «la virtud y el hombre de bien son la medida de todas estas cosas». Mi propuesta es que si la magnanimidad supone el ejercicio del resto de las virtudes, ofrecer un paradigma de esta talla sirve como medida para juzgar los actos humanos, los medios que el hombre elige, la circunstancia en la que se da el momento de la elección, las intenciones con las que tiende al bien, etc. Se obtendría un modelo respecto del cual puede tomarse ejemplo, no es una solución para el momento electivo, sino la representación de la más acción humana a la que se aspira.
También se tendría un punto desde el cual poder tomar decisiones, digamos, se tiene un hombre de conducta ejemplar que nos permite confrontar nuestro momento electivo y un ideal de conducta. Podría decirse que se trata de una forma de conducir nuestra creatividad ética y moral cuando haya que enfrentarnos a nuestras propias Caribdis y Escilas. En este caso, una de las ventajas que Néstor tiene a su favor es la edad a la que ha llegado acompañado de la virtud, encontramos ejemplos en diferentes momentos de la vida humana.


METODOLOGÍA
Para poder realizar esta investigación utilizo el método exegético-hermenéutico para evitar, en lo posible, descontextualizar el desarrollo ético que de los personajes de la Ilíada y la Odisea, para «… no olvidar que los mitos griegos también tendían una referencia socia y formaban parte de una cultura viva y compleja, y que precisamente las variaciones en su transmisión se deben a que reflejan las tensiones del contexto social que las impulsa.» A su vez, evito descartar sin buenas razones a los héroes estudiados.
El sentido y las implicaciones de ambos textos homéricos y de la Ética a Nicómaco se buscarán dentro del entorno en el que surgieron y hasta la época en la que vivió Aristóteles. Mi intención aquí no es discutir si el texto que hoy se conserva es el que conoció Aristóteles, sino que confrontaré los poemas que nos han llegado y la obra citada del Estagirita en su contexto.
Utilizando dicho método, primero extraeré de la Ética a Nicómaco las características del hombre magnánimo y su relación con la propuesta en conjunto de esta obra, su relación con la eudaimonía, con el resto de las virtudes, etc.
Mostraré las razones por las que el pasaje de Analíticos Posteriores (97b 15) al que alude Jaeger y el estudio que él hace sobre Odiseo, Áyax, Fénix y Aquiles (en su libro Paideia) como héroes no corresponde totalmente con las exigencias del hombre magnánimo encontradas en la Ética a Nicómaco.
Finalmente, el mismo ejercicio de extracción y confrontación se hará en la Ilíada y en la Odisea para obtener los pasajes en los que se alude a Néstor y aquellos en los que él mismo toma parte en los poemas. Buscaré el sentido que tienen las alusiones y las virtudes que evocan, lo mismo con las intervenciones del rey de Pilos y cómo pueden juzgarse, muestra de qué areté son.



INTRODUCCIÓN
El cuerpo de esta investigación está dividido en tres partes principales: Introducción, El hombre magnánimo en la Ética a Nicómaco y Néstor como hombre magnánimo. Este apartado se concentra en aclarar el sentido de megalopsychía que se encuentra en el fragmento 97b 15 de los Analíticos Posteriores, en afinar algunos detalles sobre la Ilíada y la Odisea y, finalmente, presenta la lectura que uso de la Ética a Nicómaco.
La segunda parte muestra, primero, las características del hombre magnánimo en la Ética a Nicómaco y su relación con algunas de las virtudes. Este espacio se utiliza en segundo lugar, para explicar muy brevemente por qué otros héroes, especialmente Áyax y Aquiles que Aristóteles mismo llama magnánimos, no funcionarían como el paradigma de magnanimidad. Esto entendido bajo el sentido en el que puede entenderse el fragmento de Analíticos Posteriores en el que hace dicha declaración y de cara a las características que de dicha virtud presenta el Estagirita en la Ética a Nicómaco.
El último segmento está destinado a establecer la relación entre Néstor y la magnanimidad, valiéndome para ello de lo establecido en la sección anterior y de lo que se presenta sobre Néstor tanto en la Ilíada como en la Odisea, desde los epítetos propios de este personaje hasta referencias a sus obras pasadas y las presentes, su relación con otros héroes, etc. Incluyo también una pequeña referencia que sobre él hace Platón en las Leyes.
ANALÍTICOS POSTERIORES: ALCIBÍADES, ÁYAX Y AQUILES COMO EJEMPLOS DE MEGALOPSYCHÍA.
Esta es la primera dificultad que me interesa resolver: ¿en qué sentido atribuye Aristóteles la megalopsychía a Alcibíades, Áyax y Aquiles? Esta pregunta surge por una referencia que Jaeger hace a los Analíticos posteriores, en el fragmento 97b 15: «[sobre la magnanimidad] En otra ocasión dice, incluso, que Aquiles y Áyax son el modelo de esta cualidad.».
Miguel Candel, el traductor de los Analíticos posteriores sugiere en una nota a pie de página (la número 276) que: «Obviamente, los dos sentidos del término griego megalopsychía (lit.; 'grandeza de alma', que aquí vertemos por 'orgullo'), no encajan exactamente con las diversas acepciones de esta palabra castellana.» Una de las tareas de esta investigación es, al menos intentar, aclarar en qué sentido Aquiles y Áyax son magnánimos. Siguiendo a Candel, hay otro sentido para la magnanimidad al que, quizá respondería Néstor.
En el fragmento dice: «Digo, por ejemplo, que, si investigamos qué es e orgullo, habrá que observar, en algunos orgullosos que conocemos, qué tienen en común todos ellos en cuanto tales. V.g.: si es orgulloso Alcibíades, o Aquiles y Áyax…». En griego, como se lee debajo, encontramos tanto «μεγαλόψυχία» como los vocablos relativos a ella, con lo que puede descartarse algún cambio en la traducción ya sea en el alemán o en el español. El texto en cuestión es el siguiente:

«οἷον λέγω, εἰ τί ἐστι μεγαλοψυχία ζητοῖμεν, σκεπτέον ἐπί τινων μεγαλοψύχων, οὓς ἴσμεν, τί ἔχουσιν ἓν πάντες ᾗ τοιοῦτοι. οἷον εἰ 97b.18 Ἀλκιβιάδης μεγαλόψυχος ἢ ὁ Ἀχιλλεὺς καὶ ὁ Αἴας, τί ἓν ἅπαντες; τὸ μὴ ἀνέχεσθαι ὑβριζόμενοι· ὁ μὲν γὰρ ἐπο- 97b.20 λέμησεν, ὁ δ' ἐμήνισεν, ὁ δ'ἀπέκτεινεν ἑαυτόν.»

Aristóteles, pues, sí le atribuye la magnanimidad de ambos héroes pero, ¿cómo debe entenderse esta característica? Para buscarlo, ofrezco primero tres definiciones que se dan de este término:
Del Diccionario Vox. μεγαλοψυχία: grandeza de alma, magnanimidad; arrogancia, ufanía.
Perseus Project. Greek Word study tool. μεγαλοψυχία: greatness of soul, highmindedness, lordliness.
TLG-Diógenes. μεγᾰλοψῡχία: μεγᾰλο-ψῡχία, Ion. -ιη, ἡ, greatness of soul, highmindedness, lordlines (…); generosity(…) in bad sense, arrogance.
Tanto el diccionario de VOX como los archivos del Thesaurus Linguae Graecae incluyen una segunda significación para megalopsychía: la arrogancia. El primero agrega la ufanía y el segundo hace hincapié en que se trata del mismo término pero en mal sentido. Con respecto a la generosidad a la que también hace referencia la definición del TLG, veremos que debe estar incluida entre las virtudes del hombre magnánimo, por lo que ahora no trabajaré más con ella.
Teniendo, pues, los dos significados a los que posiblemente refiere Miguel Candel, continúo con la cita de AP: «… ¿qué tienen todos en común? El no soportar ser injuriados: en efecto, el primero hizo la guerra, el segundo se encolerizó y el tercero se mató.» ¿Se trata del término medio (magnanimidad) y de su exceso (arrogancia, ufanía, orgullo)?, ¿en qué sentido comparten la característica de la magnanimidad? Parece que podría tratarse de la arrogancia, pero no como una atribución desmedida por algo que no es merecido, sino como el reclamo del valor y el honor justos.
Pensemos que sí, que es verdad que aquellos héroes en el mundo aristocrático, en el que tanta importancia tenía el honor, esperaban ser reconocidos como hombres honorables, dignos y que sufrieron la desdicha de verse ultrajados, de verse privados del honor que merecían. Sin embargo, la elección que hicieron a partir de esta deshonra. Digamos que tenían derecho a reclamar el honor que les correspondía, pero ¿estuvo dentro de los límites de la magnanimidad o, mejor dicho, se inclinaron hacia el exceso de esta?
Otra posible solución puede proponerse si se tiene en cuenta que «aquel para quien el honor es algo pequeño estima también pequeñas las demás cosas. Por esto parecen ser altaneros.» Parece que estos tres varones son de tal índole que ven todo como algo inferior, pero estando los otros hombres debajo, sienten este juicio como algo grosero, digamos, no alcanzan a comprender por qué el hombre magnánimo tiene esta actitud.
De manera provisional propongo que se entienda la megalopsychía, en el fragmento que ahora estudiamos, como grandeza, pero grandeza que ya se toca con la arrogancia, sin terminar de ser una muestra total de esta última. Para tratar con mayor delicadeza este asunto, me detendré aquí y retomaré el análisis en otros dos momentos, en las aclaraciones a la Ilíada y a la Odisea y en las características que obtenga del hombre magnánimo.
De este fragmento tomaré, en otra parte, el significado de megalopsychós que se encuentra en los Oxford Online Dictionary y el Cambridge Online Dictionary, por parecerme bastante acertadas y cercanas al término en griego, un poco más sutiles que la ofrecida por el diccionario de la Real Academia Española.
ACLARACIONES CON RESPECTO A LOS POEMAS HOMÉRICOS.
Detallo, primero, que el interés sobre estos poemas no es, en esta investigación, saber si los poemas son o no de la autoría de Homero, ni cuál fue creada primero, etc. Exclusivamente me limito a explicar por qué los utilizo, su relación con Aristóteles y los detalles en los que ha de ponerse especial atención, concretamente, en el papel del honor.
La razón por la que elegí la Ilíada y la Odisea como los textos de los cuales extraeré los modelos que pueden funcionar como ejemplos de hombres virtuosos, en el caso de mi trabajo es el del hombre magnánimo es, primero, porque Aristóteles mismo cita estas obras. Tómense por evidencia los fragmentos en 1109a 30 en el que cita a Calipso, haciendo referencia a un pasaje de la Odisea; 1109b 10 en el que aparece Helena, en el contexto de la Ilíada; el capítulo 8 del segundo libro (116a 15 ss.) que refiere a diversos cantos, también de la Ilíada, entre otras alusiones.
Se dirá que, en todo caso, cita también obras de otros autores: a Eurípides, en varias ocasiones, entre ellas en 1136a 10; a Sófocles y su Filoctetes en 1151b 17; a Anaxandrides, un contemporáneo suyo en 1152a 25; hace alusión a un pasaje de Hesíodo en 1153b 29; y a Teognis en 1170a 12, entre otros. Sin embargo, me incliné por los poemas homéricos porque parecen textos más ampliamente conocidos y conservados por los griegos. Escribe Finley en su obra El mundo de Odiseo, que en la biblioteca de Egipto, por ejemplo, el mayor número de copias correspondían a la Ilíada y a la Odisea, cosa que también ocurría en otras bibliotecas y frente a números inferiores de Eurípides o Hesíodo.
Sin contar el valor que ambas obras de Homero tenían en la paideía, a través de la labor de aedos, rapsodas y finalmente de los poetas; también a través de los temas que los trágicos desarrollaron en la «función colectiva del teatro trágico, que fue, no se olvide, un teatro cívico y popular.» No es absurdo decir, pues, que los poemas de Homero fueron la fuente de la que se obtuvo el material para educar a Grecia, para desarrollar la creatividad de poetas, trágicos, rapsodas, etc.
Regresando a la relación entre Aristóteles y Homero, remito a las investigaciones de Ingemar Düring en su Aristóteles, obra en la que encontramos, entre otros datos, que Aristóteles mandó hacer una copia de la Ilíada para el joven Alejandro, o refiere a los Ἀπορήματα Ὁμηρικά, o hace énfasis en que era tal la admiración del Estagirita por Homero que llegó a llamarlo «uno de los poetas inspirados por los dioses.»
Habida cuenta de la presencia de Homero en la obra de Aristóteles, y utilizando este último como ejemplos a Aquiles o a Áyax, recuerdo mi postura: es Néstor el paradigma de hombre magnánimo, no porque los demás no den muestras de virtud, sino porque se trata de un anciano cuyas hazañas pasadas se recuerdan (muestra de carácter y conquista constante), está entre el concejo de ancianos y se escucha atentamente lo que dice (la experiencia lo ha vuelto sabio), ha gobernado un pueblo (ejercicio político), es consciente de las limitaciones de su edad (una muestra de prudencia) y aún en el tiempo del enfrentamiento con Troya se le rinden los honores que merece: de la mano de Aquiles (como guerrero en óptimas condiciones superior a él) recibe un premio durante los Juegos en honor a Patroclo.
La de Néstor es, pues, un ejemplo de vida virtuosa, de esfuerzo y formación de carácter que ha culminado, como el mismo Aristóteles lo dice, teniendo a la magnanimidad como un ornato del resto de las virtudes: un hombre cuyo honor es reconocido y premiado, ya sea con premios, con estima social, como voz que hay que escuchar entre los reyes, etc. Inclusive Platón hace una mención de Néstor en las Leyes, aludiendo a su prudencia, rarísima entre los hombres. No en vano es llamado «gran gloria de aqueos» especialmente en la Odisea.
¿Por qué la recurrencia del término honor? Porque de ello trata la magnanimidad, de las cosas grandes, de la dignidad del hombre para merecerlas, es la muestra, digamos, humana, del reconocimiento de algo grandioso, admirable. Recordando el problema con Alcibíades, Áyax y Aquiles tratado hace un momento, es esta postura frente al honor la que nos permitirá juzgar si se excedieron en lo que pensaban merecer o si, efectivamente, les correspondía exigirlo.
Debe decirse que, especialmente en la Ilíada, lo que se nos presenta es una sociedad en la que la medida era el honor de los hombres: mantener intacto y acrecentar el renombre de su linaje, mostrarle a los demás que eran dignos de admiración por sus obras, digamos, por ser hombres cabales. Se trataba, sobre todo, de guerreros, ora soldados, ora gobernantes. «En cierto sentido, los héroes buscan siempre honor y gloria (…) todo giraba alrededor de un simple elemento de honor y virtud: fuerza, bravura, valor físico, proezas.»
Siendo, pues, una época guerrera, nos encontraremos, entre los virtuosos, a hombres valientes, en pie de lucha, arriesgando la vida para cumplir su promesa de auxilio a Menelao. Es difícil dar con alguno que se dedique a la filosofía, que pase el tiempo contemplando los cielos, al menos bajo el azote de la lid. Los varones, troyanos o aqueos, se encuentran ocupados mostrando su valía, por ejemplo en las aretai.
Existe una relación entre la hazaña del héroe y el reconocimiento social: el primero sabe que lo merece, no tiene reparo en exigir que se le reconozca, y el resto de hombres debe dar cuenta de ello, alabarle, por ejemplo, los aedos en sus relatos, y no sólo entre los habitantes de su pólis, sino que, incluso, llegaba su fama hasta otros poblados: su fama se movía con los viajeros, con los poetas, etc. El honor se preservaba en su fama, a través de las generaciones que ya fuera en los banquetes, ya fuera en el teatro, conocían y apreciaban ciertas cualidades, en este caso guerreras, que todos los bandos tenían por valiosos: un hombre valiente, un hombre cabal que merece el respeto de cualquiera.
Tenemos aquí un primer detalle para tomar en cuenta en la relación entre las obras de Homero y la Ética a Nicómaco: si la Ética a Nicómaco llegase a exigir del hombre magnánimo una vida teorética, estos hombres no podrían cumplir este requisito, no al menos en la Ilíada. El caso de la Odisea podría ser diferente pues encontramos a algunos de los sobrevivientes en sus palacios, lejos de los afanes de la guerra, aunque no necesariamente entregados a la contemplación.
LECTURA DE LA ÉTICA A NICÓMACO.
Dejo de lado los problemas sobre su origen, autoría, edición, etc. No toco tampoco el recorrido por las virtudes, ni por su exceso y defecto, que hace Aristóteles En este apartado seguiré el desarrollo presentado en la Ética a Nicómaco, haré un recuento general de la obra, haciendo énfasis en los problemas que se tratarán posteriormente, por ejemplo, en el tipo de vida que correspondería al hombre magnánimo, si le corresponde la felicidad y cómo participaría de ella, si es preferible la sabiduría o la prudencia.
Recordemos que los personajes de la Ilíada y la Odisea son guerreros y gobernantes, parece, como habíamos dicho antes, que no tenían tiempo de ocio para filosofar. No trataré aquí si existe o no una ética propuesta en la obra de Homero. Me limito a pensar dichas obras como parte de la cultura compartida entre los griegos de aquella época y como una herramienta dentro del mundo griego para poder encontrar ejemplos de algunas virtudes y vicios.
Paso ahora a hacer una revisión y exposición de algunos puntos importantes de la Ética a Nicómaco, exceptuando aquellos que vayan a tratarse en otra parte o que no utilizo durante esta investigación.
Comienza la Ética a Nicómaco proponiendo que todo tiende a fin. Ahora bien, la acción del hombre también responde a un fin, sin embargo. Dentro de dichas acciones algunas son obras y otras actividades, lo que debe buscar el hombre es el fin bajo el cual todas sus obras, actividades, elecciones, etc., están subordinadas, aquello por lo cual hacemos, dejamos de hacer, elegimos una u otra cosa, etc.
El objeto de la ética como ciencia práctica es la actividad del hombre, especialmente en su relación con la que busquemos por sí misma, la que ya no se encuentra subordinada a otros fines. Este fin nos debe llevar a conseguir la perfección que nos corresponde como seres humanos: lo bueno y lo mejor según nuestra naturaleza.
Ahora bien, para encontrar esa perfección debe ajustarse la búsqueda que debe emprenderse: parece que puede exigirse el rigor de otras ciencias, como de las matemáticas, por ejemplo, sino que, tratándose de actos humanos, será el saber guiar nuestra naturaleza, mediante nuestras acciones, hacia aquello que nos acerque al fin propuesto.
Existen entre esas opciones tres tipos de vida una se concentra en los deleites voluptuosos, aquella que es predominantemente política y, finalmente, la teorética. Aquí debe tenerse cuidado con la vida política pues «los hombres refinados y activos ponen el bien en los honores, pues tal viene a ser el fin de la vida política.» Como a la vida voluptuosa, se le puede arrebatar aquello que la hace agradable: puede sufrirse hambruna, se nos pueden negar lo honores que creemos merecer.
Hay una aparente problema: Néstor, y el resto de los héroes (a excepción de Paris, si es que se le puede contar entre los héroes), no parecen buscar una vida de deleites, digamos, mundanos, sino que guían sus acciones hacia el honor. Además, como ya había dicho, también parecen estar alejados de la vida teorética. ¿Qué tipo de vida les correspondería?
Debe aclararse la cita, que continúa de esta manera: «Por otra parte, parecen perseguir los honores para persuadirse a sí mismos de que tienen mérito, pues buscan la estimación de los hombres sensato y de los que los conocen, y fundada en la virtud…» Parece que se trata de hombres que buscan ser reconocidos, pero como si estuvieran en un rango inferior porque hay alguien que se los otorga, como una especie de premio.
No obstante, los personajes de los poemas homéricos han vivido la virtud, digamos, no esperan nada que no merezcan: no es que hagan algo para recibir el reconocimiento social, sino que debido a la grandeza de sus acciones son alabados. La cuestión es si buscan ser honorables porque es bello serlo o por ser reconocidos, habrá que indagar, pues, sobre su intención. Acerca de la vida teorética hablaré más adelante.
Tenemos, pues, que, hasta ahora, los personajes de la Ilíada y la Odisea no se satisfacen con la vida voluptuosa sino que buscan, siguiendo lo hasta ahora dicho sobre la Ética a Nicómaco, la vida política: sí, parece que buscan honores. Pero no se presentan como aquellos que de alguien inmensamente superior los reciben, sino que o ellos los otorgan a los inferiores o entre iguales se los ofrecen.
Su participación en la política es, como su puesto se los exige, la de un rey: deliberan y disponen, distribuyen. Entre ellos existe una sutil pero importantísima jerarquía, Aquiles se sintió ofendido cuando Agamenón le arrebató lo que le correspondía, a él, al hijo de la diosa Tetis había ofendido. Este problema lo pasaré al estudio de los héroes homéricos en relación con la magnanimidad: ¿todos se ofenden como deben hacerlo?, ¿hay alguien que sepa aceptar el reconocimiento de inferiores y superiores sin ver con ello dañado su valor, digamos, su persona?
Buscamos un bien que ni otro hombre ni el azar mismo puedan arrebatarnos o atribuirnos¸ ni que esté subordinado a otros bienes, sino que nos lleve a buscarlo por él mismo, que no sea como el honor que se otorga o el vino que se bebe. Se trata, además, de un bien realizable por la naturaleza humana, uno que esté inscrito en nuestros actos: lo que debe hacerse ahora, lo que en este momento debo elegir porque es lo bueno en esta concreta situación.
Pensando en las acciones del hombre y en los fines que este parece perseguir, encontramos que todo se subordina a la felicidad, que esos otros fines son, en realidad, medios para alcanzarla. Esto no excluye otros bienes, como los externos con los que nos ayudamos a vivir: el alimento que necesitamos, el reposo que debemos hacer, el dinero suficiente para llevar a cabo ciertas obras, etc. Nuestro héroes, recordemos, son reyes, por supuesto que viven con holgura, pareciera que con más de lo que se esperaría. Pero esto se tratará más adelante.
Pero, ¿en qué consiste la felicidad del hombre? En una actividad propia de los seres racionales. Si la racionalidad es lo que nos distingue, y si la perfección depende de la naturaleza del ser que se estudia, la razón es la cualidad en la que reside nuestra perfección: parece que el resto de nuestras facultades y nuestra parte irracional deben servirle a la razón, deben contribuir a la consecución del fin al que nos dirigimos.
Habría entonces que dejarse guiar por esta que es la mejor parte del hombre. Sin embargo, la sola razón no basta, guía pero ¿hacia dónde puede guiarnos? Si buscamos el bien inscrito en nuestras acciones, veamos la vida del hombre bueno, que engloba este uso de la razón pero tendiente a la bondad: porque también puede inclinarse al mal, nada nos garantiza que actuemos conforme a alguno de estos en cada momento.
Primero, hay que recordar que en lo racional tiene que ver una parte de lo irracional: lo apetitivo y lo desiderativo, se integran como elementos que pueden ser moldeados por la razón: son, digamos, una herramienta, que no basta poseer, que incluso puede ser peligrosa si no sabe manejarse: hay que saber utilizarla, hacer que contribuya a la perfección. Si sirve a la razón, debe ser mejor esta última.
Será la razón la que nos ayude a relacionar el placer y el dolor con el bien y el mal, a través de la costumbre, debe guiar aquello que regula nuestras acciones. Hay que saber sufrir un poco, o mucho, por un bien mayor y declinar algunos deleites pasajeros por un placer más elevado y superior: la educación del carácter. Debe lograrse afianzar la preferencia natural por lo hermoso, lo conveniente y lo agradable, y el sentir aversión por sus contrarios.
La peculiaridad de nuestra perfección es que, en gran medida, depende de nosotros mismos alcanzarla, no puede atribuírsele a dichos factores, la clave es la agencia y lo que la rodea. No somos como peces y águilas que cumplen su ciclo de vida siempre a expensas de lo que se les presente, respondiendo a la necesidad. Parece que nosotros tenemos la posibilidad de presentarnos opciones de conducta, tenemos diversas intenciones detrás de una elección, sí, nuestra naturaleza influye pero tenemos la posibilidad de sobreponernos a ella, de esas pequeñas batallas se trata la virtud: saber guiar nuestros deseos, colocar lo más noble antes que la necesidad.
Puede poseerse alguna inclinación natural hacia el bien, mas el hombre habrá que ejercitarse constantemente en aquel tipo de actos para formar su carácter, para crearse el hábito de tender al bien, para ser virtuoso: «Pues la felicidad requiere, como dijimos, una virtud perfecta y una vida entera». No puede llamársele feliz, es decir, no ha alcanzado el mayor de los bienes, el fin de la vida humana, con la sola ejecución de un acto bueno porque, precisamente, una sola acción buena es eso, una acción, en cambio, el ser bueno requiere tiempo y esfuerzo, y entonces, tratándose de un modo de ser, podríamos decir que alguien es feliz si así vive. Este punto se discutirá un poco más en la sección correspondiente al estudio de la relación entre Néstor y la magnanimidad.
Aristóteles plantea otra dificultad, que de inmediato no es el tema central de esta investigación, pero que me parece importante señalar: si feliz será un hombre mientras viva o ello se le predicará después de haber muerte, o si incluso muerto, con las perturbaciones que pudieran ocasionarle sus parientes vivos podría trastocarse su felicidad. Feliz es el que actúa virtuosamente: si decimos de alguien que es feliz porque la fortuna le favorece, en cualquier momento dejará de serlo y, como ya se dijo, esto no responde a la perfección que le corresponde al hombre: la que respecta a su racionalidad.
En la muerte parece haber inactividad, y si decimos, en todo caso, que de ser felices los muertos, se ven entristecidos por las acciones de sus parientes vivos y por lo que con respecto a ellos se hace, o se les atribuye, tampoco dependería de ellos el ser felices. La felicidad, la vida virtuosa debe depender del hombre, de cómo se enfrenta a la vida, no debe juzgarse feliz por lo que padece, por lo que le ocurre sin que pueda hacer algo: no decimos, en realidad, de un mosco que es feliz por no haber sido muerto por la mano del hombre, puede parecernos afortunado, pero no feliz, pudo ser hábil, pero no virtuoso, no al menos como el hombre puede serlo, pudiendo elegir cómo enfrentarse a los peligros, por ejemplo.
Parece que una vida longeva ofrece más elementos para juzgar la actividad de un individuo, para poder decir si fue o no virtuoso habiendo estado expuesto a muchas más ocasiones en las que tuviera que elegir cómo actuar, si inclinarse al bien o al mal, si responder a la inmediata necesidad o si valía la pena arriesgar la vida por algo noble.
Tendríamos, además, la oportunidad de ver el proceso de formación de carácter durante toda una vida: desde la potencia albergada en la infancia, hasta los primeros actos virtuosos y el hábito de tender al bien, de dirigirse alguien hacia la perfección escuchando a la razón. Si la magnanimidad tiene una estrecha relación con la vida feliz, se esperaría que un modelo de esta cualidad nos permitiera hacer este tipo de análisis a lo largo del tiempo, pero sobre ello ahondaré en el siguiente capítulo.
Hablamos de seguir a la razón y al bien, pero, específicamente debe seguirse a la recta razón, siendo esta a una especie de principio que nos guía, una garante de que nuestro obrar no se inclina al mal. Así puede saberse qué sería lo oportuno para cada situación sin tener que reducir esto a meras particularidades que responden al capricho humano, sino que hay verdaderos procesos deliberativos y actos electivos en los que el hombre, en vista de la felicidad, o de otro fin, debe actuar, elige pensando, en el mejor de los casos, en el bien, o en cómo su acción lo encarna, por ejemplo.
No hay recetas o protocolos en los que se establezca cómo debe actuar cada hombre en cada específico momento de su vida. De hecho, pienso es, precisamente, la posibilidad de crear nuestras respuestas, de hacer lo general una experiencia individual, una vivencia del bien, por ejemplo. Por eso el hombre tiene agencia en sus actos: no es como un salmón que tiene que viajar, desovar y morir, cuyo instinto lo guía para cumplir este fin.
El hombre se enfrenta a situaciones que piensa de forma diferente; sus hábitos, su educación, le hacen concebirlas de forma diferente, lo tienen inmerso en una situación mucho más compleja, sabe que está pensando, eligiendo, actuando. Cada hombre vivirá de forma diferente cada situación a la que se enfrente: no es lo mismo que un niño que ha convivido con otros niños se encuentre con uno y le ayude, por ejemplo, a que un pequeño que ha convivido con adultos solamente se enfrente por primera vez a un niño. Sus vidas les han influido para que se piensen a sí mismos y a los demás de cierta manera y de esa concepción depende cómo establecen sus vínculos con otros seres.
Podemos decirles a los niños «El otro es como tú y debes tratarlo bien». Sin embargo, y siguiendo con el ejemplo anterior, por supuesto que el otro niño no es como ellos de la misma manera, ¿qué bien le van a hacer?, ¿cómo lo lograrán?, ¿cuál será el verdadero motivo por el que les ayuden? Aunque ambos puedan hacer el bien y el mal, cada uno elegirá qué hace y cómo, cada uno elige sus medios.
La generalidad de enunciados como el anterior tienen que ser pensados y actuados por el hombre en su situación particular, es el ejercicio, dígase, de la ἐπιεικείᾳ de la que habla Aristóteles en el Libro V de la EN. Dice el diccionario de Perseus Project que se trata de reasonableness, y el diccionario del TLG-Diogenes, que es fairness, goodness, virtuousness. Es, siguiendo al Estagirita, la forma en la que adaptamos de la mejor manera algo universal a una situación particular, es una especie de habilidad para saber cómo aplicar un precepto, por ejemplo, una máxima, etc.
Retomando lo relativo a la agencia del hombre en sus actos, menciono que, por una parte, son voluntarios por poder llevarlos a cabo o no teniendo en sí el principio de ello, su objeto es el fin; por otra parte se encuentra la elección, que se refiere a la elección de medios, mismos que deben estar dentro de lo posible y de lo que depende de nosotros y podemos realizar: elegimos o algo bueno o algo malo, debe involucrar la reflexión: «Por eso la elección es o inteligencia deseosa o deseo inteligente, y esta clase de principio es el hombre.»
Para la introducción baste lo señalado.





EL HOMBRE MAGNÁNIMO EN LA ÉTICA A NICÓMACO.
En este capítulo me concentro en presentar las características de la magnanimidad dentro de la Ética a Nicómaco, específicamente en el Libro IV; también expongo una breve relación de ésta cualidad con el resto de las virtudes que presenta Aristóteles en esta obra; trato con más detalle lo referente a las definiciones de magnanimidad y estudio con mayor detenimiento el problema de Alcibíades, Áyax y Aquiles presentados como magnánimos en los Analíticos Posteriores.
El pasaje especialmente dedicado para la magnanimidad se encuentra en el libro IV. Indica Aristóteles que ya el nombre descubre algo de lo trata. La palabra en griego es μεγαλοψυχία; comprendido por μέγας, «grande, elevado, importante, sobresaliente, presuntuoso, orgulloso, arrogante, poderoso». Y ψυχή, «alma, aliento vital, fuerza vital.» Se trata de alguien cuya alma, cuya fuerza vital es grande, parece, algo fuera del común de los seres humanos, una característica poco frecuente pero, sin duda, laudable.
Las siguientes características, pues, están todas extraídas de la Ética a Nicómaco y brevemente comentadas o aclaradas. Comienzo la exposición de las características correspondientes a esta virtud, la megalopsychía, traducida como magananimidad:
A un alma de este tipo parecen corresponderle cosas igualmente grandes, en correspondencia con la grandeza de quien pretende alcanzarlas, el digno de ellas. Atribuirse más o menos sin merecerlo corresponden al exceso y al defecto, al vanidoso (aunque parece también llamarlo insensato, en 1123b) y al pusilánime. Advierte Aristóteles que, con respecto a la grandeza es un extremo, que es término medio de acuerdo con la relación entre lo que merece un hombre realmente y lo que cree que debe atribuirse.
Eso a lo que aspira es el honor que, siguiendo la explicación del Estagirita, tiene relación con aquello que se le asigna a los dioses y que pueden perseguir y pretender los hombres dignos que son capaces de las hazañas más gloriosas, pero no debe pasarse por alto que se trata de un bien externo.
Una parte del tema de esta investigación giraba en torno a la magnanimidad y a los héroes a quienes se les ha atribuido esta cualidad. Se trata ésta de los honores, pero también de la privación de los mismos. Y en este sentido hablaba Aristóteles sobre Áyax y Aquiles, a quienes les fue negado cierto honor: a uno le arrebataron a la mujer que tenía por botín y al otro no le entregaron las armas de Aquiles. Más adelante lo detallo.
Pero, además, tienen razón en creerse dignos de ciertos honores, lo valen. Y entre mejor sea este hombre, mayores honores merece. Si el honor se otorga a lo bueno, y si busca el honor, debe, al menos en el fondo, buscar lo bueno. Debe, por tanto, si busca lo bueno, tender hacia lo mejor. Debe, de hecho, no sólo tender sino ser bueno. Dice Aristóteles que la magnanimidad parece una especie de ornato para quien posee el resto de las virtudes: no puede llegar a ser magnánimo si no es antes virtuoso, sino se ha hecho merecedor de grandes honores.
Existe una dificultad: «no puede haber honor digno de la virtud perfecta», pero no aceptar el reconocimiento puede parecer arrogancia y sentirse como desprecio a quien se lo atribuye. Aclara el Estagirita que, si viene de hombres ordinarios y por motivos insignificantes, o si se trata de deshonor, deben despreciarse, están por debajo de lo que merece. Sobre este tema ahondaré en la sección dedicada a Néstor.
De quién venga el reconocimiento del honor y de por qué se haga dicho reconocimiento, depende cómo debe el magnánimo actuar frente a él: o despreciándolo por tratarse de un vulgo que, si recordamos, no es la medida de los juicios verdaderos, o si lo aceptamos por ser muestra de respeto que otros hombres valiosos ofrecen.
Otra característica importante del magnánimo, una virtud que debe poseer, es la moderación: en relación con el poder, la riqueza y la fortuna: no se volverá laxo en la buena fortuna, ni se entristecerá con la mala. Incluso no debe actuar como si el honor fuera lo único importante para él, aunque no excesivamente o podría pasar por altanero. Debe saber controlar su deseo y su arrojo, sus pasiones: mostrar serenidad ante cualquier situación.
Aunque la buena fortuna y la riqueza ayudarían a realizar hazañas generosas, buenas, etc., sin embargo, hace falta la virtud para poder manejarlos con vistas a las buenas acciones, pues fácilmente vuelven al hombre insolente. Sabe cómo enfrentarse al destino, aunque, es verdad, la eutuxía es de bastante ayuda. En el siguiente capítulo ahondaré en la relación que Néstor tiene con la buena fortuna.
La siguiente característica es el tipo de juicios que hace este hombre: tiene opinión verdadera, y opone Aristóteles a esta característica, la forma en la que juzga el pueblo, caprichosamente. Puede suponerse que el magnánimo conociendo el valor de sí mismo, de los honres y tributos, sabe también del valor de otros hombres y de otros honores, cosas, etc. Esta característica se retoma en el siguiente capítulo para relacionarlo con el hombre prudente como medida.
Siendo conocedor del valor de las cosas, aprecia la vida, la suya especialmente, en su justa medida, y no arriesgará su existencia por una bagatela, sino sólo por afrontar grande peligros y para evitar vivir de maneras poco honrosas podrá perderla: hay que saber cuándo es digno ofrecer la vida, ¿por qué perderla por algo que no es honroso?
Con respecto a los beneficios, los hace, sin embargo, recibirlos lo pone en cierta situación de inferioridad: el superior le ofrece bienes u honores al subordinado. A su vez, este recibimiento genera una deuda del hombre magnánimo frente a quien le beneficia, y lo ataría en una relación de inferioridad. Cuando haya de regresar algún beneficio, lo hará con creces porque quiere ser superior. Verse en apuros que no fuera capaz de resolver o en necesidad de bienes también coloca al magnánimo en una relación de inferioridad: está presto a ayudar. Recuerda los favores que hace, pero no los que recibe. Menos guarda las cosas malas en la memoria.
Regresando al valor que conoce en cada cosa y persona, sabe cómo tratar a cada tipo de hombre, ya sea altivamente, ya sea moderadamente. Sus hechos son, además, pocos pero contundentes, dignos de gran renombre: dan muestra de su carácter cabal. Como también lo hace su sinceridad: hace patente su simpatía y su antipatía, también su hablar y su actuar. Aunque, no habla ni de sí ni de otros, ni de sus enemigos.
Su vida no depende de la de otro, a excepción, quizá, de la relación que pueda establecerse con un amigo (y que por ser parte de otro libro no trato aquí): vivir pensando todo el tiempo en otro como la medida de su vida, lo volvería esclavo. Si conoce su valor, no debe él mismo debe ser la medida de su acción y deliberación.
No admira cualquier cosa, ¿quién o qué sería mucho más grande que él? Vivir buscando la perfección y el honor constantemente le permiten admirar sólo lo verdaderamente bello, bueno, grande. No se detiene, ni se inmuta, no se conmueve por bagatelas, eso demostraría, mejor dicho, que no conoce el valor de las cosas y que a todo presta atención aunque se tratase de naderías.
Es, también, de movimientos reposados, su voz es grave y su modo de hablar es reposado, recordemos que es un hombre moderado, no se arroja de buenas a primeras ni por cualquier razón. Sabe controlar el impulso y la fuerza de sus pasiones, no cede a su inmediatez, sino que razona, se muestra equilibrado, templado, dueño de sí.
No se acongoja por la pérdida de cosas insignificantes, ni por lo útil, sabe que es superior lo que, aunque aparentemente inútil, es más noble y hermoso (es decir, elige lo que es bueno en sí mismo, lo que debe ser elegido por sí mismo).
Esto es, básicamente, la sección sobre la magnanimidad, con sus características y la breve exposición de su relación con el resto de las virtudes que, si bien a veces no es abiertamente expresado, puede inferirse. Paso ahora a un breve examen sobre las definiciones de magnanimidad que quizá arrojen un poco más de luz y ayuden a delimitar esta característica.
APROXIMACIONES DESDE LA DEFINCIÓN.
Comenzaré retomando las definiciones de magnanimidad que tenía, agrupándolas ahora por idioma para saber qué abarca cada conjunto y qué definición nos permite acercarnos más a lo que el Estagirita se refería con megalopsychía.
De la definición en español: grandeza de alma, magnanimidad; arrogancia, ufanía.
En el mismo diccionario encontramos: para magnanimidad «grandeza y elevación de ánimo». Para ufanía, calidad de ufano, encontramos a este último como «Arrogante, presuntuoso, engreído. Arrogante, presuntuoso, engreído. Que procede con resolución y desembarazo en la ejecución de algo.»
De las definiciones en inglés: «greatness of soul, highmindedness, lordliness… in bad sense, arrogance», tenemos para el segundo término: «having very high moral standards of behaviour», «Having strong moral principles:».
Teniendo en cuenta estas definiciones, sobre todo las que están en inglés, encontramos un sentido bastante cercano a lo que es el hombre magnánimo, se trata de una característica por la que la conducta moral de un hombre responde a altos estándares, sin duda, un hombre poco común, alguien que pone la medida con su actuar. La segunda definición complementa a la primera: fuertes principios morales, bien arraigados. De hecho Aristóteles mismo dice sobre las acciones de acuerdo con la virtud que deben elegirse, por ellas mismas, y realizándolas con «una actitud firme e inconmovible»
Si recordamos la traducción de Miguel Candel en este pasaje es «orgulloso» lo que elige para megalopsychós, ¿se referirá a quien sabe lo que vale y es capaz de exigir lo que le corresponde? ¿O se trata de otras definiciones, las colindantes con la arrogancia? ¿Quiere decir que la búsqueda del reconocimiento y a preservación que estos héroes hacen de su honor parece inclinarse ya al exceso?
Parece que en español el término orgulloso implica cierta arrogancia, una actitud injustificada, sin embargo, como ya aclaramos anteriormente, podría referirse, con orgulloso, al caso específico en el que un hombre valioso, magnánimo, se ve privado del honor que le corresponde, no necesariamente a la arrogancia. Aunque no debe descartarse dicha lectura si acaso Aquiles y Áyax fuesen muestra de un arrebato, de una exageración.
De hecho, el diccionario de la RAE parece respaldar la concepción corriente de orgulloso, quien, según esta Academia, es aquel que tiene orgullo. Y por orgullo debe entenderse «Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas.» Parece que la traducción se inclina por la arrogancia y la ufanía, probablemente porque que ese elemento es el que debe ser juzgado en el fragmento.
Una gran alma tenderá, parece, a grandes cosas. Sin embargo, el límite está en la propia naturaleza del hombre: qué podrá lograr hacer excelentemente, el exceso y el defecto pertenecen a una falsa atribución, a un error en el reconocimiento sincero de lo que se merece, sólo por pensar algunas posibles causas. Por supuesto que Áyax y Aquiles merecían tener el reconocimiento de su grandeza, pero parece que una privación del mismo les trajo muchos y mayores males. ¿Habrá hecho falta la intervención de alguna otra virtud para reaccionar ante la vejación?
Me limito a pensar que en Analíticos Posteriores, Aristóteles cita a Alcibíades, a Áyax y a Aquiles como ejemplos, sí, de hombres con tal dignidad que son capaces de realizar grandes hazañas, y ser reconocidos con los honores que merecen. Me pare que lo que lo que le interesa al Estagirita es mostrar que son capaces de reaccionar ante la privación de los honores que merecen, que hay una cualidad referida a saber de qué son dignos y tener el derecho de reclamar lo suyo, que en eso coinciden estos hombres magnánimos y así podemos conocer qué es lo propio del megalopsychós.
Quizá la palabra sea tan amplia que pueda albergar ambos significados, sin embargo, en el contexto de la Ética a Nicómaco, como virtud se circunscribe únicamente a aquel que hace referencia a las altas exigencias morales a las que responde un hombre cuya alma es de tal índole que, por las acciones que es capaz de realizar, merece los mayores honores, posee la mayor dignidad.
HÉROES TRADICIONALES.
Siguiendo con la dificultad en los Analíticos Posteriores, debo aclarar que independientemente de si los dioses de la mitología griega tenían un plan que los hombres cumplían, lo que interesa es cómo se desenvolvieron estos héroes frente a un problema: sabían las dignidades que merecían, sin embargo, se vieron ultrajados, sufrieron una injusticia al privárseles de lo suyo. ¿Justifica eso la colérica reacción de Aquiles o los arrebatos de Áyax? ¿Actuaron quizá como correspondía a sus dignidades pero quizá la forma en la que lo hicieron resultó devastadora? ¿O es que estoy comparando dos épocas diferente y lo que buscaban los griegos de la Ilíada y la Odisea, después de algunos siglos entre las obras de estos autores.
Alcibíades, Áyax y Aquiles, a quienes expresamente Aristóteles llama megalopsychós, ¿podrían ser paradigmas de magnanimidad? Siguiendo con lo que concluí hace un momento, yo no los contemplaría como paradigma de magnanimidad por las siguientes razones:
1.- Áyax y Aquiles son conscientes de su valía, saben que están en su derecho de exigir lo que les corresponde y esperan que se les dé, pero no queda claro que sus reacciones frente a la privación de sus honores sean completamente racionales, que tiendan al bien. Parecen, de pronto, arranques pasionales. Soy consciente de que estos personajes se desenvuelven en otra época, buscan otros valores, sin embargo, si quiere tomarse un modelo para la Ética a Nicómaco, no parece completamente conveniente presentar casos como estos.
2.- Este par de héroes sabían que hay modos de vivir que ya no son dignos de ellos, parece que es comprensible que hayan perdido la vida defendiendo su honor. ¿En verdad fue la mejor manera de reaccionar como lo hicieron?, ¿por qué la fuerza de sus sentimientos y pasiones fue tal por no recibir el honor de quienes consideran inferiores? En este caso, parece que falló en ellos el no tomarse en serio los supuestos honores que vienen de hombres comunes y por cualquier motivo, así como los correspondientes deshonores. Por supuesto que para ellos en el honor se les iba la vida, en su fama, por ello, de nuevo, es difícil tratar de adaptarlos a los lineamientos de la Ética a Nicómaco.
3.- Son valientes, están peleando por el valor que tuvo el haber empeñado su palabra, están prestos a auxiliar a Menelao. Sí, sin duda se trata de hombres valerosos y que valen lo que su palabra empeñada, pero la valentía no basta para ser magnánimo: no queda claro que sean completamente prudentes. De nuevo la pregunta: bajo este desarrollo, ¿fue prudente la resolución a la que llegaron?
Cumplir con las promesas es importante, pero ello no implica una renuncia a la buena deliberación, es decir, la palabra empeñada no se respalda de cualquier manera. La falla que podría encontrarse en esta escena es que el apasionamiento, parece, dominó a estos héroes, sobre todo a Aquiles, y no fue su carácter el que imperó. Recordemos, por ejemplo, el pasaje en el que el furor de uno de los héroes le lleva a herir a la diosa Afrodita, ¿cómo un mortal, en el calor de la batalla, se atreve a lastimar a un ser divino sabiendo las consecuencias? No parece sensato enfrentarse de esa manera a los dioses.
Parece que en el ardor de la batalla pierden la noción de los límites, o que en su afán de ver restituido su honor son capaces casi de cualquier cosa, incluso sabiendo que se causarán terribles daños a sí mismos con las elecciones que hacen. Si el prudente busca lo bueno que le permita vivir bien en general, parece que esta característica no está firmemente arraigada en estos personajes.
4.- Siendo grandes guerreros, no es extraño leer sobre sus hazañas en la batalla. Hay, no obstante, una pequeña dificultad pues en el marco de la Ética a Nicómaco, los hombres felices son los hombres virtuosos. Para llegar a serlo hace falta práctica para generar hábitos buenos, hace falta, pues, tiempo. Sus existencias, digamos, no tan longevas, viviendo en medio de la guerra, además, no les dejaban tiempo para recreaciones intelectuales, o para el ejercicio político, como en el caso de Menelao que regresa a Esparta a reinar en la tranquilidad de su palacio.
Siendo hombres, digamos, uno joven y el otro en edad ya madura, parece que no acaban de responder a la vida política, por ejemplo. Por supuesto que participan en los Concejos entre los aqueos, sin embargo, no es lo mismo estar en una guerra diez años y tener que convenir qué debe hacerse para sobrevivir, a poder ir al ágora a dialogar y resolver problemas concernientes a una vida buena y agradable, pensando, por supuesto, que dicha pólis tuviese cubiertas sus necesidades básicas.
No digo que no se requiera o que no se fortalezca el carácter durante una guerra, sino que parece difícil que estando un hombre bajo tales menesteres no parece muy afortunado. Príamo, por ejemplo, no peleaba, pero vivía en la zozobra, esperando que sus hijos no fueran muertos por los aqueos. De él dice Aristóteles que, cualquiera que comparta su suerte, no podría llamarse venturoso.
Sí, se requieren ciertas virtudes para la guerra, se puede ser afortunado o desafortunado, pero no creo que realmente pueda atribuírseles la felicidad. Dice Aristóteles: «ningún hombre venturoso podrá llegar a ser desgraciado, ya que jamás hará lo que es vil y aborrecible» Pero, si recordamos, por ejemplo, el Áyax, de Sófocles, al inicio se nos presenta la furia de un héroe transformada en una mente nublada cometiendo actos totalmente violentos y sangrientos, de los que, por supuesto, se arrepiente posteriormente. En cuanto a Aquiles, no parece encontrarse un acto de las dimensiones del de Áyax, sin embargo, ¿cuánto sufrimiento le causó saber muerto a su querido Patroclo?
Podríamos equiparar los infortunios de Príamo con los de Áyax y Aquiles, los tres sufren en tales formas que parece que no pueden ser llamados ni venturosos siquiera. Si la magnanimidad supone el pleno ejercicio del resto de las virtudes, y si la felicidad consiste en una vida virtuosa, podríamos concluir que el magnánimo ha de ser feliz. Y bajo tantos pesares y privados de la tranquilidad que requeriría, por ejemplo, la vida teorética (que implica la virtud y lleva a la felicidad), ¿cómo podrían ser o felices o magnánimos estos héroes?
5.- Odiseo, otro gran héroe. También ejecuta laudables hazañas, pero se encuentra en la misma situación que Aquiles y Áyax: estando en la guerra, no parecen vivir cabalmente ni en lo político ni en lo teorético. Por supuesto que por el honor que han mostrado merecer puede llamárseles magnánimos, tenemos incluso muestra de la valía de Odiseo en su viaje de regreso a Ítaca.
Entre los epítetos que acompañan a Odiseo, están el de deiforme, divino, intachable, fecundo en ardides, el ingenioso. Sin embargo hay tres de ellos en los que hay que poner especial atención:
Ingenioso (πολύμητις): Odisea II173. Que significa: muy prudente; muy hábil, sagaz, astuto. Y también: of many counsels.
Prudente (πολύμητις): Ilíada IV349.
Arrogante: (μεγαλήτορι): Ilíada V 674.
En las traducciones se lee prudente, sin embargo, el término que Aristóteles usa para esta palabra es φρονήσεως. Parece que por ingenioso y prudente, se hace, mejor dicho, referencia a cierta astucia, a cierta agudeza mental. Si se habla de ingenio y de ardides, relacionados con los planes que idea Odiseo durante las obras homéricas, parece que, en efecto, se trata de astucia, de agilidad en las reacciones que, además, resultan estar bien planeadas y proyectadas según requiera el caso.
El problema es que generalmente se presenta a Odiseo como astuto frente a lo que él hace bueno para sí y Néstor, además de ello, busca lo bueno para los aqueos. Y si es más grande y noble lo bueno para la pólis que para un solo hombre, parece que a Néstor le corresponde el título de magnánimo. No digo, aclaro, que Odiseo sea un egoísta, sino que es la misma presentación que se hace de este personaje en las obras homéricas las que así lo muestran.
Tenemos, por ejemplo los casos en los que quiere salvar a sus hombres, idea planes para hacerlo, sin embargo, la voluntad de cada uno de ellos y lo que parece ser su débil carácter los hace perderse y morir. Lo que debe tomarse en cuenta es que en el fondo está el enorme anhelo de Odiseo por retornar a Ítaca: todo lo que hace, todos los medios que elige son para alcanzar su patria y su familia.
Se encuentran Néstor y Odiseo en situaciones diferentes, así que el juicio debe hacerse desde donde está cada uno: Néstor tiene el deber de guiar a su pueblo en la guerra, tarea que comparte con Odiseo en la Ilíada, sin embargo, en la Odisea uno ya está en casa y el otro recién pudo comenzar su camino. Inicialmente guiando a sus hombres pero, posteriormente, viendo por sí mismo estando el resto muertos. Tratándose de qué honor busca cada uno, desde su situación, parece que, al menos en lo que nos presentan la Ilíada y la Odisea, el bien con el que busca Néstor abarcar a los hombres es mucho más amplio que el que se obtiene de lo que puede hacer Odiseo.
En cuanto a lo que se ha traducido por prudencia (πολύμητις, astucia, ingenio, proyecto, pero también prudencia, discreción y designio), parece tratarse, sobre todo, de la portentosa habilidad mental que tiene Odiseo para enfrentarse victoriosamente a las dificultades que se le presentan. El detalle que debe cuidarse es que esa habilidad incluye ocultar la verdad algunas veces, mentir.

NÉSTOR COMO HOMBRE MAGNÁNIMO.
En este apartado, el último, presento las razones por las que pienso que Néstor podría ser el paradigma del hombre magnánimo de la Ética a Nicómaco, confrontando para ello lo expuesto en el segmento anterior y las alusiones y apariciones de este personaje en la Ilíada y en la Odisea. Adicionalmente, me valgo también de un fragmento de las Leyes, de Platón, en el que alude a Néstor. Hago, primero, una breve presentación de Néstor.
Bonifaz Nuño, en su introducción a la traducción que realizó de la Ilíada, habla sobre las aristía o pasajes en los que un héroe se vuelve protagonista durante un momento de la batalla. Ahí se dejan ver cualidades por las que algún héroe destaca incluso entre sus iguales, ya sea por su valor, su arrojo, la fuerza con la que lucha, su astucia, etc. Se perciben como hombres a los que hay que respetar y temer: su fama está respaldada por sus acciones.
Frente a estas aristía en los que el vigor y la juventud parecen brillar, nos encontramos con la pesada vejez que ha caído sobre Néstor, que aparece, sobre todo en escenas en las que ofrece su consejo, en las que se apela a la sabiduría que ha sabido construir con la experiencia. Aunque aún se hace gala de su fuerza, aunque no tan sorprendente como la de un joven, sí digna de un hombre de su talla. Por ejemplo, en el canto XI: «Otro, apenas de la mesa podría moverla, estando plena; mas el viejo Néstor la alzaba sin pena.»
Néstor no sólo es un anciano, sino que es el último personaje vivo de su generación, sobreviviente de innumerables batallas, incluso salió vivo de aquella vez en la que Hércules tomó Pilos. Si bien en Troya no es el jefe militarmente reconocido del bando aqueo, ahora bajo las instrucciones, sobre todo, de Aquiles y de Agamenón, representa la prudencia, la templanza y la paciencia. Es él quien da consejos oportunos, el mediador y la muestra de una vida honorable que se ha ganado el respeto de toda la hueste: se le escucha atentamente, su discurso no sólo es bello, sino también verdadero. Este, pues, es Néstor.
EL PERSONAJE HOMÉRICO FRENTE A LA ÉTICA A NICÓMACO.
En esta sección me dedico, específicamente a tomar las cualidades del hombre magnánimo expuestas con anterioridad para poder compararlas con las acciones de Néstor en la Ilíada y la Odisea para encontrar las coincidencias, los problemas y las consecuencias de proponerlo como paradigma de la magnanimidad.
Al final, me remito a dos pasajes que resumen cómo los griegos veían a Néstor, uno de la Odisea y otro tomado de las Leyes, de Platón. Son, además, una síntesis de la vida de un hombre virtuoso que, afortunadamente, ha sido amado y favorecido por los dioses, lo que no se traduce en que haya tenido una vida sin complicaciones.
Primero, con respecto a las pretensiones que se tienen y el ser o no digno de ellas. Néstor, el anciano rey de Pilos lleva a su hueste a la guerra con Troya, no sólo los incita a pelear con valor, sino que él mismo está en la batalla. Tómese por ejemplo el pasaje en el que el Tidida le ofrece un carro con caballos jóvenes para que pueda seguir luchando sin el peso de la vejez –tanto la suya como- de sus propios animales.
Teniendo, pues, Néstor, pastor de pueblos, la oportunidad de ser honorable en la guerra, no desperdicia oportunidad para mostrar su valor. A pesar de su edad y la disminución en su agilidad que ya le acarrea, sabe que sería más vergonzoso quedarse en su nave sin enfrentar al enemigo. Los aqueos vuelven a la lucha después de escuchar sus discursos y él mismo pelea a su lado, sabe que vale la pena perder la vida dando muestra del cumplimiento de su juramento, sosteniendo la palabra que empuñó.
No sin razón le dice el Tidida «Eres cruel, anciano; de la tarea tú nunca cesas.», al despertarlo durante su descanso del combate. Pero no es un ciego fervor o la desdicha del destino inexorable lo que hace que Néstor actúe, sino es la convicción de su virtud, es su propio carácter el que le hace actuar de esta manera. No es que sea una tarea asfixiante el estar en la batalla, sino que él mismo eligió cumplir con su promesa, está en su ser la firmeza y la cabalidad que muestra en todos sus actos.
Sabe que ya no le acompaña la fuerza de un hombre joven pero, que con la experiencia y la inteligencia que ha trabajado durante tantos años, le corresponden otro tipo de hazañas: llenas de prudencia y capaces de una planeación mucho más compleja, abarcando la anticipación de muchos más peligros y el uso de técnicas mucho más efectivas. Presta su servicio, como lo ha hecho siempre que hombres honorables lo han requerido, y sus historias, por ello, no son meros cuentos, sino la narración de su vida, de su bravura e inteligencia.
No arriesga su vida –cuán valiosa ha de ser tratándose de la existencia de un hombre magnánimo- por naderías, está en juego el honor de todos los aqueos, no sólo el suyo y el de su pueblo. Debe remitirse al pasaje en el que le dejan haciendo guardia y se siente molesto por no estar en la batalla, sin embargo, ahí mismo tiene que enfrentar los embates de Héctor que azuza a los caballos y los hiere. Diomedes le salvó la vida: arengó a Odisea –que se alejaba de la batalla- a que le ayudara a salvarlo de la juventud y la fuerza del homicida Héctor.
Sabe cuándo y cómo es conveniente actuar, digamos, kairós guía se elección y su acción. Por esto es consciente de que ya no es vigoroso como los jóvenes que ahora guían la batalla y la paciencia no le frustra pues ha aprendido a esperar y a observar para tomar mejores decisiones: se toma el tiempo necesario para llegar a la mejor resolución. Este ejercicio, constante e su vida, le ha hecho prudente. Y es por esta cualidad por la que será reconocido.
En el verso 57 del canto II de la Ilíada, Homero utiliza el epíteto de Divino para Néstor. Se trata, pues, de un hombre que rivaliza en dignidad con los dioses, no de un hombre ordinario. Pero esa dignidad, como se verá después, no sólo se refiere al buen consejo, a las virtudes, a la inteligencia, sino también a la apariencia de este héroe, que debió ser robusto, grande, hermoso, coincidiendo con lo que dice Aristóteles, que la hermosura se da exclusivamente en los cuerpos grandes.
Sobre su bondad (βελτίων), como ejemplo de atención a los hombres y especialmente a sus huéspedes, que en la Ilíada y la Odisea es muestra de piedad junto con las libaciones que ofrece a los dioses en tiempo y forma, tenemos un ejemplo en la referencia que hace Telémaco de él, cuyo recibimiento fue como el de un padre que acoge a su hijo, ausente por mucho tiempo, que le cuido como a otro de sus hijos.
Se trata de un varón respetuoso de las normas humanas y divinas, que respeta los pactos que hace con otros hombres, es amable con ellos, sabe lo que debe hacer y cómo debe proceder sin inclinarse al mal, sino siempre, buscando el bien. No se muestra vil ni tramposo en sus intenciones ni en su trato. Pero no lo es como cualquiera lo sería, sino que lo es conforme a su dignidad, a la de un anciano rey: él reúne, protege, es el sustento.
Y así, trata a cada hombre según se merece: no es altanero con Aquiles, el hijo de una diosa, pero con los aqueos que intentan dejar el combate, usa arengas y exhortaciones fuertes, que los hagan avergonzarse y regresar a la lucha. Recuerda a sus amigos y está presto a ayudarlos. Con los jóvenes y nobles, como Telémaco, es como un padre, entiende su inexperiencia y los educa dando muestra de un comportamiento ejemplar.
Con respecto a los honores que se le ofrecen, acepta aquellos de quienes son mejores que él según su consideración. En la guerra contra Troya, los protagonistas son de una generación distinta a la de Néstor, de hecho, es el único que queda vivo de entre aquellos, quienes nunca le despreciaron. Esa valentía y presteza es conocida por todos los aqueos quienes, además, saben que es justo lo que él reclama como honor merecido.
Incluso después de tanto tiempo, se reconoce el valor que aún posee y la grandeza con la que se conduce. Tómese por ejemplo un fragmento de los Juegos en honor a Patroclo, en los que, sin haber participado en alguno de los concursos, Aquiles le ofrece uno de los premios en reconocimiento a la excelencia que representa.
Luego de mi revisión de la Ilíada y la Odisea, y si he puesto correctamente atención en los epítetos, no sólo Homero le llama magnánimo, sino que a él exclusivamente le corresponde ser interpelado como «¡Néstor Nelida, excelsa gloria de los aqueos!» u «Oh Néstor Nelida, gran gloria de los aqueos».
Se lee en el texto griego: «'ὦ Νέστορ Νηληϊάδη μέγα κῦδος Ἀχαιῶν». Y por κῦδος podemos entender gloria, fama, renombre, pero también fuerza extraordinaria, orgullo, felicidad, bendición.
Teniendo en cuenta que los griegos representados en los poemas homéricos eran tan celosos de los honores, que con justicia le atribuían a cada quien los que merecía, y reuniendo esta actitud con todo lo que implica el término κῦδος, puede pensarse todo lo que Néstor representaba para los aqueos: la encarnación de lo que una vida virtuosa puede lograr, más que eso, alguien que, frente a cualquier otro hombre será reconocido como un hombre excepcional, sumamente valioso o casi inexistente.
Néstor es el culmen de la formación de carácter, de una vida que ha valido la pena ser vivida, que aún vale la pena defender porque es a lo que no sólo los aqueos deberían aspirar, es esa bendición que ha logrado Pilos para los aqueos. Su fama es la que perdurará en el tiempo como la más alta de las aspiraciones que pudo realizarse. No son los jóvenes y valientes guerreros la gloria aquea, es un anciano rey, un hombre prudente y cabal.
Siguiendo con la revisión de las características, por supuesto que Néstor no se siente ofendido por cualquier cosa: sí, Aquiles le da un premio, reconoce su honor y su inteligencia, sin embargo, Néstor sabe que aquel joven es hijo de una diosa y que ahora le corresponden, por su juventud, las hazañas de las que ya que no puede participar el anciano. No se toma, pues, a mal, que un joven le ofrezca el quinto premio, una copa de dos asas, por el contrario, sabe que se trata del mejor de entre los aqueos que entonces luchaba en Troya, el hijo de una diosa y de un rey que reconocía su honor.
Néstor mismo le dice: «Esto yo recibo de grado, y el corazón se me alegra porque me recuerdas siempre benigno, y no se te escapa la honra con que conviene, entre los aqueos, honrarme.» No sólo él, sino que todos los aqueos saben qué dignidades le corresponden y deben respetar. Hay que recordar los problemas que acarrea el transgredir e injuriar la honra de estos héroes, justo con este tema comienza el primer canto de la Ilíada y los trágicos eventos de la guerra.
Existe, parece, un acuerdo entre héroes en el que debe respetarse la jerarquía y las posibilidades de cada uno. Cuán ridículo sería Néstor intentando las hazañas de Héctor, de Aquiles o de los Ayantes en la batalla, sabiendo que su cuerpo ya es mucho más débil. Y estos, por su parte, no pueden intentar ser tan sabios y prudentes como Néstor siendo mucho más jóvenes que él y menos experimentados: cada uno tiene su tiempo y debe respetar el de los otros, rendirles los honores debidos y hacer respetar los propios.
Habla y actúa con franqueza, con gravedad, es de movimientos pausados y modo de habla reposado, se trata de un buen orador, como dirá Platón, el del dulce habla, aquel cuyos discursos escuchan los hombres en silencio, un claro arengador. Homero mismo lo llama «de dulce habla, claro arengador de los pilios, y de su lengua, más dulce que la miel fluía el discurso». Está entre el concejo de ancianos que se hace escuchar primero y que, sin embargo, le permite a los reyes protagonistas de esta batalla, tomar sus decisiones libremente.
No es, como Tersites, un necio, alguien que parece estar en lo correcto y hacer justas reclamaciones pero que no sabe expresarse, no sabe tomar su turno, habla frente a quienes no debe y con un tono que no es el adecuado. Parece que este personaje es contraparte de Néstor en cuanto que no conoce su lugar en la jerarquía de aquellos aqueos, parece exigir más de lo que le corresponde: si no es un rey, ¿cómo se atreve a hacerles reclamaciones durante la discusión?
No juzgo esta escena en cuanto a la verdad del discurso, a la sensatez, sino que me remito a la estructura social dentro de la que se encuentra el pasaje: por eso a Tersites, siendo inferior aunque bastante sensato, no le corresponde hablar frente a los reyes y termina siendo expulsado de la tienda. Parece que tampoco conoce el valor de los otros y no los respeta, no al menos socialmente.
Esto hace pensar en la justicia: qué le corresponde a cada uno, también en los honores y en lo correspondiente a su lugar en la escala social. Todas estas muestras que Néstor ha dado sabiendo el valor de las cosas y de los hombres, de los dioses y de su estirpe, de aquello por lo que vale la pena arriesgar la vida, son muestra de una actitud justa.
Ahora bien, hay que aclarar que todo hombre magnánimo debe ser justo, pero no todo hombre justo es, necesariamente, magnánimo. Recuérdese que la magnanimidad implica el ejercicio del resto de las virtudes, por lo tanto, debe ser justo el hombre magnánimo. Sin embargo, la magnanimidad no se necesita para ser justo: un comerciante o un agricultor pueden serlo, la diferencia es que, quizá, ellos no buscan los honores que busca un magnánimo, sin dejar de ser justos.
Existe otro problema, una característica que Aristóteles señala y que no parece ser cumplida por Néstor: «no hablará ni de sí mismo ni de otro; pues le tiene sin cuidado que lo alaben o que critiquen los demás; por otra parte no es propenso a tributar alabanzas (…)» No debemos olvidar que Néstor se encuentra en otro momento histórico y está respondiendo a otras exigencias sociales, militares, políticas, etc.
Hay diversos pasajes, ya citados arriba o inmediatamente después de este párrafo, en los que puede leerse que Néstor mismo recuerda hazañas de otras épocas, o en las que agradece que se reconozca el honor que ha sabido ganarse. En la sociedad en la que se desenvuelve Néstor es difícil hacer de lado el reconocimiento de las dignidades, véase el caso de Aquiles o de Áyax.
Este es un problema al enfrentar lo propuesto por la Ética a Nicómaco y Homero. No pretendo hacer que coincidan a costa de lo que en verdad dicen los textos, así que sólo señalo este problema que responde a la transformación de la sociedad griega y su sistema de virtudes, a la forma en la concebían a quienes eran modelos morales, héroes, etc.
NÉSTOR Y LA FELICIDAD
Antes de pasar a la última parte de este estudio, quiero establecer la relación entre la felicidad propuesta en la EN y la vida de Néstor. Sobre esto, dije ya que había un problema: si en la EN se establecía que el fin del hombre consistía en una vida contemplativa, Néstor no entraría en esta clasificación pues la vida se le va entre el gobierno de Pilos y las batallas a las que asiste, sin por ello renunciar a una vida virtuosa.
En el libro X de la EN dice Aristóteles que «la vida conforme a la mente (…) Esta vida será también, por consiguiente, la más feliz.» Sin embargo, «Después de ella, lo será la vida conforme a las demás virtudes» Si estrictamente se exigiera una vida filosófica, dedicada a la Proté sophía, Néstor queda fuera de esta propuesta de felicidad.
Pero, si esa actividad de la mente, puede hacer referencia a la facultad de la prudencia, sin duda, Néstor entra dentro de dicha clasificación. Sin embargo, me parece que por dicha actividad Aristóteles se refiere, en realidad, a una actividad propia de la sabiduría, más que de la prudencia, a la búsqueda de la verdad, no para encontrar lo mejor en vista de el vivir bien con respecto a la naturaleza humana. Además, me parece que estaría forzando la Ética a Nicómaco y a Néstor, haciéndolos mostrarse como no son en realidad.
No se ha dedicado a la dialéctica, a la investigación científica, a la generación de una propuesta que permita entender el mundo, no escribe tratados sobre el alma o la constitución del mundo, etc. La virtud que predominantemente muestra es la prudencia en lo política (no encuentro indicios de que haya sido un mal gobernante, de hecho, funge como mediador y moderador en momentos de tensión), en lo militar, en la vida familiar, etc.
Pienso que a Néstor le corresponde la felicidad que hace referencia a una vida virtuosa, digamos, a la segunda forma de eudaimonía. Podemos observar a lo largo de su vida (reconstruyéndola, por supuesto, con lo que la Ilíada y la Odisea nos dejan saber) que ha ido forjando su carácter y ha vivido conforme a la prudencia, la justicia, la templanza, la liberalidad, la magnanimidad, etc.
Para terminar con este breve apartado, traigo dos testimonios de la fama de Néstor, que son también síntesis de lo que representa. Cito el fragmento completo que, aunque largo, es muestra del valor que ve Platón en Néstor y puede tenerse por muestra de su grandeza:
Ateniense: A cuando un amor divino de las prácticas prudentes y justas surge en algunas grandes dinastías, ya sea cuando tienen el poder según el sistema monárquico o se distinguen por la superioridad de sus riquezas o de su estirpe, o si alguno vuelve a producir acaso alguna vez la naturaleza de Néstor, del que se dice que tenía una capacidad oratoria superior a todos los hombres pero que se distinguía aún más por su prudencia. Esto pasó, así dicen, en la época de Troya, pero en la nuestra, en absoluto. Mas si ya nació realmente, o, es más, llega a nacer un hombre semejante o lo es ahora alguno de nosotros, él vive feliz y felices son los que obedecen las palabras que salen de boca del prudente.
Sobre este fragmento quiero hacer notar que no basta, al menos así parece en este fragmento, ni para Platón ni para Aristóteles, la ventaja que representa una buena naturaleza, sino que la virtud es consecuencia del ejercicio constante que tiende al bien y el forjamiento del carácter. Néstor, sí, fue afortunado, sin embargo, el honor que se le debe es resultado del trabajo de toda una vida, de situarse en la habitud del bien, por eso elogia Platón su prudencia: no se nace prudente, es el ejercicio de la deliberación el que lo hace laudable, lo que le hace virtuoso.
He dejado estos extractos al final porque hacen clara referencia a la característica que más frecuentemente se señala de este personaje: la prudencia. Ahora bien, dice Aristóteles que para comprender la prudencia hay que poner atención en los hombres a los que llamamos prudentes.
Para encontrarlos hace falta buscar a alguien cuya deliberación sobre lo bueno es benéfica para él mismo, pero en la escala de la vida buena. Es una reflexión práctica sobre lo bueno y lo malo, que ubicado en una situación específica, varía, es decir, el hombre prudente sabe encontrar lo más conveniente para sí mismo en cada momento y de acuerdo a los recursos y dificultades que se le presenten.
¿Por qué llamar prudente a Néstor? Tomemos el diálogo entre Néstor y Agamenón en el Canto IV de la Ilíada. En él, ambos personajes comparan las hazañas del anciano: en su juventud tenía el valor y el vigor para matar hombres, sin embargo, ahora saben que el peso de la vejez, el proceso natural de la vida del hombre, le tiene impedidas ese tipo de obras. En cambio, su vida le ha permitido acumular experiencia y ser un buen consejero para sus compañeros más jóvenes, consejos que sólo él, por su edad, podría ofrecer.
Un hombre imprudente, al calor de la batalla, y con la sed de honores que se puede ver entre aquellos griegos, hubiese ido, sin temor a la lucha, sin ver siquiera si sus miembros serían capaces de responderle y si su presencia en el campo no pondría en mucho más riesgo al resto de los guerreros. Un imprudente, probablemente, no hubiera sido tan confiable en el momento de los consejos: verían, en su vida, lo que no debe hacerse.
Dice Néstor que los jóvenes pueden confiar en su fuerza, él, por otro lado, debe depositar su confianza en su propia inteligencia, el sustituto que dieron los dioses a la debilidad humana. El rey de Pilos sabe que lo más conveniente, no sólo para él, sino también para sus compañeros, es pelear en terreno seguro, lejos de guerreros por mucho más vigorosos y con caballos menos viejos. A su pesar, a veces, tiene que quedarse como guardián cerca de las naves, pero obediente de la buena deliberación.
Cuando, por ejemplo, en el Canto XI se le ordena a Néstor partir del con Macaón, el médico, a donde se le necesita, el anciano obedece con presteza a Idomeneo. Sabe que hay que atender a los heridos y que lo que aquel le indica no es una tontería: examina rápidamente y obedece a quien tiene razón. No es tiempo para huir de la batalla, o para enfurecerse por ser ordenado por alguien más joven que él.
En otro Canto, es interesante ver cómo es comparado el prudente Néstor con su hijo, a quien Menelao le reclama: «¡Antíloco, antes tan discreto! ¡Qué has hecho! Has cubierto de vergüenza mi valía y humillado mis caballos al lanzar por delante los tuyos, que eran mucho peores.» Recordando el pasaje, en la carrera, durante los juegos en honor a Patroclo, el joven Antíloco parece caer en la astucia, arriesga su vida y la de los otros más allá de los límites de la prudencia.
Parece que su juventud aún le arrastra a la intrepidez y le impide pensar correctamente, deliberar bien: no siendo veloces sus caballos, supo ingeniárselas para ganar la carrera. Néstor ya no se deja llevar por este tipo de, digamos, apasionamientos. No en vano ha sabido ser paciente y él mismo respeta sus años, su vida y la de los otros. Para él no sería sensato arriesgar la vida en un juego como este, no valdría la pena morir conduciendo un carro fuera del campo de batalla y buscando cumplir una gran tarea, una acción noble.
De nuevo, no basta una buena naturaleza, o haber nacido de dioses o padres virtuosos, tampoco en la juventud se nos puede llamar prudentes, templados, etc. Parece que sólo llegada la vejez, el carácter tiene tal fuerza, es tal el arrojo hacia el bien que se es casi incorruptible. Dice Aristóteles que «sin virtud no es fácil lleva con decoro la buena fortuna.» Entre más noble sea lo que se nos encarga, con mucha mayor responsabilidad y cuidado debemos responder.
Hace falta, al parecer, ser favorecido para poder llevar la carga de una buena vida sin echarla a perder, es decir, la debilidad y pequeñez del hombre requiere de cierta ayuda, de ciertos favores divinos para poder cumplir dignamente con lo exigido por esta vida.
Finalmente, para cerrar con la prudencia, un fragmento de la Odisea:
Fácilmente se nota la prole del hombre al cual el Cronión
le decreta ventura al nacer y al haberse casado,
así ahora, le ha dado a Néstor, sin cesar, todos los días,
que él envejeciera apaciblemente allí en su palacio
y fueran sus hijos sensatos y eximios con lanzas.

Muy afortunado es Néstor frente a Príamo, a Peleo o Laertes, cuyo sufrimientos parecen ser insoportables. También Néstor perdió a Antíloco, pero lo perdió en la batalla. Retorna a su palacio y vive feliz, según sabemos por la Odisea, pero «no sentirá alegría excesiva en la prosperidad ni excesivo pesar en el infortunio.» Ni se revuelca en el estiércol y se arranca los cabellos en medio de su sufrimiento, ni es ufano y soberbio en la tranquilidad.
A pesar del pequeño desliz que sufrió Antíloco durante los juegos en honor a Patroclo, se le tenía por valiente, sensato, como el resto de los hijos e hijas de Néstor, que viven pacíficamente en Pilos al regresar de Troya. Según deja ver la Odisea, se trata de hombres buenos, cabales, piadosos, que han recibido una buena educación, especialmente de parte del ejemplo que pudo haber significado su propio padre.
Sobre aquella pregunta que plantea Aristóteles sobre si la suerte de los hijos y parientes afecta a quienes pretendemos llamar felices, la respuesta que encontramos con Néstor es que la fuerza y el arraigo de su virtud le permiten vivir sus últimos días con aplomo y firmeza. No se le ve llorando como a Príamo por el valiente Héctor, o un tanto fuera de sí esperando el regreso de un hijo, sino que sabe sobreponerse a su pérdida y vivir virtuosamente el tiempo que el queda.
NÉSTOR COMO PARADIGMA: IMPLICACIONES.
Siguiendo con la hipótesis antes planteada: si la magnanimidad implica el ejercicio del resto de las virtudes, encontrar a un hombre magnánimo nos permitiría postular al hombre prudente que hay que observar para conocer la prudencia. Y, tomándolo, pues, como referente, puede establecerse un ejemplo también para el resto de las virtudes.
En el caso de Néstor, la virtud por la que destaca es la prudencia. Dice Aristóteles que «El que delibera bien absolutamente hablando es el que se propone como blanco de sus cálculos la consecución del mayor bien práctico para el hombre.» Es decir, es un ejemplo de cómo elegir los mejores medios para llegar a la eudaimonía, o al menos, a la virtud.
Ahora bien, como ya se dijo, el que Néstor haya sido tan longevo hace posible estudiar sus momentos electivos y la formación de su carácter frente a distintas circunstancias y desde diversas situaciones. Especialmente nos permite establecer comparaciones entre los procesos deliberativos de un joven y un anciano, pero desde toda la humanidad de este personaje, es decir, incluyendo su contexto, las exigencias sociales, su estado biológico, etc.
Esto tiene sentido si apelamos a su epíteto de gloria aquea. No es una casualidad que pueda proponerse como paradigma de magnanimidad, y con ello, del resto de las virtudes, sino que es un modelo que da muestra de ello, con las ventajas de la fuerza de su virtud ya en la vejez. A él no se le puede pensar arrojando el cetro en un ataque de cólera frente al resto del Concejo, tampoco, como Antíloco, se le ve arriesgando la vida en una simple carrera, ni olvida dar a cada hombre y a los dioses lo suyo. Sabe recordar a los amigos y está presto a obedecer a quien tenga a razón y busque el bien, sin ofenderse, acepta el reconocimiento que se hace de su honor.
Tener un modelo de esta talla pone muy en alto las aspiraciones del pueblo griego. No puedo aventurarme a decir más, y con el riesgo de que se me acuse de apelar a la autoridad, me remito a Platón y a lo que dice de Néstor en el fragmento que antes cité. Incluso este anciano rey, guerrero, es admirado por un filósofo, a pesar de no haber tenido una vida dedicada a la búsqueda de la verdad, como lo harán griegos posteriores.
Se trata de un personaje que se siente cercano por su humanidad, aunque lejano por la encarnación de sus convicciones, parece apabullante una vida verdaderamente virtuosa. Independientemente de los modelos morales que pudiera o no ofrecer la obra homérica, cosa que no discuto en este trabajo, puede pensarse a Néstor como paradigma de virtud: esa areté de la que hablan Jaeger, Aristóteles y Platón se encuentra en este personaje que con hechos y no sólo con palabras se nos muestra como hombre cabal a lo largo de estas obras.
Parece que no hay excusas al proponer a Néstor: la clave está en su buena deliberación. No le bastó una buena naturaleza, el favor de la fortuna o el amor de los dioses, fue la disciplina de toda una vida lo que le valió ser prudente, buen consejero y, hasta donde puede verse, buen gobernante y general.
No hay espacio para los arranques de la juventud, no hay excusas para huir o dejarse llevar por una vez, es tal la firmeza de Néstor que no queda más camino que el rigor y la buena deliberación: hay que aprender a ubicarse en cada situación, hay que conocer el valor propio del hombre y las dignidades a las que se hace acreedor con sus acciones.
Si, por ejemplo, se hubiera propuesto a Aquiles, podrían encontrarse justificaciones en los daños al honor que se le hace alguien para explicar algunas acciones que parecen no ser ni sensatas ni prudentes. ¿Vale la pena perder a tantos hombres, entre ellos al más querido, por los caprichos de otro hombre? Eso puede llevarnos a pensar que lo externo influye tanto en el hombre que le impide tener control de sí mismo, y de eso no trata la virtud, sino de ser capaz de dominar nuestros propios actos.
A Néstor podemos atribuirle lo que dice Aristóteles sobre el hombre bueno: «El bueno, efectivamente, juzga bien todas las cosas y en todas ellas se le muestra la verdad (…) siendo, por decirlo así, el canon y la medida de ellas.» Y aún más, pues no sólo posee esta virtud sino que, siendo magnánimo, lleva a cabo el ejercicio pleno del resto de las virtudes.
Pensando que el resto de los héroes pudieran ser paradigmas de la prudencia, Néstor está aventajado aún, pues no sólo es claramente prudente en todas sus acciones, sino que tiene toda una vida para comprobarlo, incluso se encuentra cerca de concluir las posibilidades de elección que nosotros podemos conocer. Néstor puede presentarse como modelo de la prudencia, del hombre que conoce el valor de todas las cosas, pero con mayor justicia, como modelo máximo de areté, como el ideal griego por excelencia, dechado de virtud, como excelsa gloria aquea.
Para cerrar con los problemas planteados en la justificación, que Aristóteles mencione a Aquiles, a Áyax y a Alcibíades como ejemplos de magnanimidad, no quiere decir que sea imposible ubicar a Néstor dentro de este criterio, o que proponer a Néstor como paradigma excluya a cualquier otro personaje. Lo único que señala Aristóteles en dicho fragmento es, posiblemente, una característica común a aquellos hombres, que tiene que ver, probablemente, con el orgullo y la capacidad de ciertos individuos de reclamar lo que con justicia les pertenece.













CONCLUSIONES.
Para presentar los resultados de mi investigación, dividiré la conclusión en dos secciones: la primera dedicada a la resolución de los problemas planteados en la justificación, es decir, aquellos que ya esperaba resolver. En la segunda parte, presentaré aquellos resultados que no estaban contemplados desde el inicio en esta tesina, o sea, las implicaciones que están más allá de lo que esperaba encontrar.
Primero, que el término megalopsychía implica la grandeza de alma, un ánimo elevado, el tener altas aspiraciones morales y fuertes principios morales. Aunque también incluye lo que parece ser un exceso: la arrogancia, el orgullo, la ufanía. Y es en este último sentido en el que me parece que Aristóteles se refiere a Aquiles, Áyax y Alcibíades en los Analíticos Posteriores. La característica que quiere resaltar es el orgullo.
Ahora bien, esto no quiere decir que el concepto de magnanimidad esté circunscrito exclusivamente a esta definición, sino que esta definición funciona dentro del ámbito de la Ética a Nicómaco y en la Ilíada y la Odisea, que es a lo que me limité en esta investigación.
Se encontró también que Néstor cumple con las características que la Ética Nicómaco pide para la magnanimidad, nos encontramos con un hombre especialmente prudente que, además, ha sido favorecido por la fortuna y por los dioses, posee una naturaleza de por sí inclinada al bien, que ha sabido guiar con disciplina.
En cuanto a los problemas que enfrentan otros héroes para entrar en esta clasificación, sin olvidar que se trata de otro momento histórico y que responden a otras exigencias, encontramos su juventud y los arranques pasionales que parecen propios de la misma; el apelar, mejor dicho a cuestiones de astucia y no propiamente de prudencia; el presentar actitudes difíciles de calificar, como la mentira.
Dichos héroes pueden ser modelos de otras virtudes, sin embargo, para el propósito de esta investigación, no figuran del todo dentro de la definición encontrada, sino que parecen inclinarse hacia ciertos excesos, en este caso, hacia el orgullo.
En cuanto a Néstor, la principal objeción para proponerlo como paradigma es el hablar de sí y estimar el honor que otros le atribuyen. Aunque, como dije, se trata de una forma de respuesta natural en su tiempo, era parte de la vida entre quienes vivían altos honores.
No quiero extenderme, así que brevemente, sobre los resultados que no estaban contemplados originalmente, encontramos que Néstor es modelo de prudencia y, además, por ser modelo de magnanimidad, es ejemplo digno de otras virtudes, es de hecho, el modelo de areté griega y tiene tras de sí toda una vida para comprobarlo, misma que permite estudiar el desarrollo de su carácter.
Siendo llamado Néstor excelsa gloria aquea, no es absurdo proponerlo como modelo de magnanimidad, pues los griegos dentro de las obras homéricas e incluso después, como en el caso de Platón, ya reconocían no sólo su prudencia, sino todo el conjunto de virtudes que había sabido llevar durante su vida, e incluso, que esa grandeza permeaba en sus hijos.













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