Difusión de la agricultura en la Península Ibérica

May 21, 2017 | Autor: Lydia Zapata | Categoría: Archaeobotany, Neolithic Europe, Iberian Peninsula, Origins and Spread of Agriculture
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Descripción

Difusión de la agricultura en la Península Ibérica Lydia Zapata Peña A Leonor Peña-Chocarro B Guillem Pérez Jordá C Hans-Peter Stika D

Resumen La difusión de la agricultura en la Península Ibérica se registra desde al menos c. 5500-5200 cal BC aunque la información carpológica es inexistente o incompleta para amplias zonas. Los datos arqueobotánicos reflejan un sistema agrario importado que se muestra complejo desde un primer momento. Sin embargo, el panorama agrícola con anterioridad al 4000 cal BC no es homogéneo y puede reflejar una gran diversidad regional y local. Abstract The spread of agriculture in the Iberian Peninsula is documented from at least c 5500-5200 cal BC although botanical data are absent or incomplete for large areas. Archaeobotanical data show an imported agrarian system which is complex from the beginning. However, the farming situations in Iberia prior to 4000 cal BC are not homogeneous and may reflect a great regional and local diversity.

Ibérica con anterioridad a c. 4000 cal BC. Como los datos arqueobotánicos no van a hablar por sí mismos esperamos que la interacción con otras disciplinas y la discusión con otros especialistas nos permita en futuros trabajos abordar otras cuestiones más complejas. Ofrecer una visión general sobre este tema no es una tarea fácil porque la información carpológica no es homogénea. Amplias zonas como, por ejemplo, la Meseta sur o Portugal, carecen de datos arqueobotánicos. Por otro lado, las muestras proceden de periodos diferentes; realmente, sólo en el País Valenciano empezamos a contar con una visión diacrónica de la agricultura neolítica (Pérez Jordà este volumen). Además, la recuperación de los restos y las estrategias de muestreo se han desarrollado de manera muy diferente: varían desde la recogida puntual de los materiales que se ven a simple vista hasta programas de flotación integral. Así mismo, hay que tener en cuenta el tipo de contextos que estamos comparando, desde cuevas que han podido utilizarse como redil hasta auténticos poblados. Es evidente que la gama de actividades desarrolladas ha sido muy diferente, condicionando el tipo de restos arqueobotánicos y dificultando la comparación entre yacimientos. Otra limitación importante a la hora de valorar la cronología del proceso de introducción de los diferentes cultivos en la Península Ibérica es la heterogeneidad del material sobre el que se han realizado las dataciones de 14C. Obviamente, para abordar el tema que aquí nos ocupa es aconsejable datar los elementos

INTRODUCCIÓN A pesar de la importancia de las prácticas agrícolas en la propia definición del Neolítico, los análisis de macrorrestos vegetales arqueológicos en yacimientos de la Península Ibérica son todavía muy escasos, en parte como consecuencia de la falta de especialistas y del escaso desarrollo de la arqueobotánica en las universidades españolas y portuguesas. En consecuencia, en aspectos teóricos también, la arqueobotánica va a remolque de otras disciplinas arqueológicas cuando se trata de aproximarnos a aspectos sociales y de cambio entre las sociedades prehistóricas. Mientras en el mundo anglosajón en la actualidad se discute la importancia ritual, simbólica, ideológica y social –más que económica o nutritiva– de los alimentos domésticos, particularmente de los cereales (Hastorf 1998, Hayden 2003, Thomas 2003, Whittle 2000) y se critica el tradicional enfoque funcionalista y empírico de la arqueobotánica (Fairbairn 2000), en la Europa meridional la contribución de los estudios de macrorrestos vegetales se limita en la mayoría de los casos a constatar la presencia o ausencia de especies domésticas, sin aprovechar en todo su potencial las aportaciones de esta disciplina. Sin embargo, como no podemos producir teoría en la ausencia de datos, nuestro objetivo aquí es ofrecer una síntesis de la información disponible acerca de los cultivos y prácticas agrarias desarrolladas en la Península A

Universidad del País Vasco Musei Civici Como. Italia C Universitat de València D Universität Hohenheim. Stuttgart B

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Figura 1. Principales yacimientos con restos carpológicos anteriores a 4000 cal BC. Los números se corresponden con los de las tablas. (Modificado a partir de la versión de la revista Trabajos de Prehistoria).

domésticos, el objeto que estamos tratando, algo que de paso nos ayuda a analizar los, aparentemente frecuentes, problemas de niveles afectados por procesos postdeposicionales e intrusiones (Bernabeu et al. 1999, Harris 1987, Rowley-Conwy 1995, Zapata 2001, Zilhao 2001). Además, el cereal es un material muy adecuado para ser fechado por 14C porque se trata de un elemento de vida corta, a diferencia de otros como la madera. Por todas estas cuestiones somos conscientes de que la visión que ofrezcamos en este trabajo es limitada y seguro mejorará en el futuro próximo a la luz de nuevos datos.

África y el Mediterráneo (Roudil 1990). Tomando como criterio la importancia relativa de algunas especies, M. Hopf (1966, 1987 y 1991) propuso que las primeras plantas fueron introducidas directamente desde el este del Mediterráneo por poblaciones relacionadas con grupos de la cerámica cardial. P. Marinval (1992) sugirió el norte de África como un foco posible de difusión de los conjuntos de cereales que se observan en el primer Neolítico de España y Francia. Los principales problemas para el estudio de la primera agricultura en todas estas zonas son el reducido número de yacimientos neolíticos con análisis arqueobotánicos así como los escasos ejemplos de muestreo sistemático. En Italia, los datos más antiguos de agricultura proceden de la zona meridional donde ya desde el c. 6900 BP (dataciones sobre cereal), en yacimientos como Coppa Nevigata o Rippa Tetta (ambos en provincia de Foggia) (Costantini & Stancanelli 1994), se documenta el cultivo de varios cereales: T. monococcum, T. dicoccum, T. aestivum/durum (en menor proporción) y H. vulgare asociados a leguminosas. Existen, sin embargo, en la misma zona varios yacimientos con dataciones anteriores realizadas sobre carbón, que demuestran igual-

REGIONES CIRCUNDANTES Y FOCOS DE ORIGEN Dado que los principales cultivos utilizados durante la Prehistoria son especies alóctonas, necesariamente llegadas desde el exterior a la Península Ibérica, conviene repasar las diferentes vías de penetración que se han propuesto para las primeras plantas cultivadas. La Península Ibérica pudo recibir los primeros animales y plantas domésticos durante el Neolítico a través de los Pirineos y/o por vía marítima desde el norte de

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vum/durum parece ser el principal cereal o el único que se ha encontrado en yacimientos neolíticos (Bakels 1991, Dietsch 2000, Gebhardt y Marguerie 1993). Esto sería una consecuencia de las influencias mediterráneas que también se constatan en la mitad oeste del país en otros materiales como la cerámica cardial y las armaduras de sílex (Joussaume et al. 1986, Marchand 1999, Marinval 1993). Resumiendo, en todo el Mediterráneo centro-occidental se observa una presencia generalizada de un amplio espectro de cultivos de cereales y leguminosas. La particularidad francesa se podría explicar por lo reducido de los muestreos arqueobotánicos, como empieza a observarse en Italia. El norte de África es el gran desconocido desde el punto de vista carpológico. Si bien los trabajos realizados en el pasado reflejan la existencia de un Neolítico de características próximas a las del resto del Mediterráneo occidental, tendrán que ser los yacimientos que se están excavando en la actualidad los que ofrezcan los primeros datos arqueobotánicos.

mente la presencia de las especies mencionadas. A lo largo de la primera mitad del VII milenio BP, el número de yacimientos aumenta así como el número de especies: trigos desnudos con mayor frecuencia y nuevas leguminosas como Vicia faba y V. ervilia. La difusión de la agricultura hacia el norte parece haber sido un fenómeno relativamente rápido (Castelletti y Rottoli 1998). Los recientes estudios en yacimientos como Sammardenchia (Udine) (Rottoli 1999) o Lugo de Romagna (RA) (Rottoli, com. pers.) donde se identifican, ya con certeza desde el 6500 BP, cebada, trigos vestidos y desnudos, han modificado radicalmente la hipótesis tradicional de una introducción progresiva de los cereales (Castelletti et al. 2000). Francia, debido a su localización geográfica, recoge diferentes influencias (Dietsch 1996, Marinval 1991 y 1993). En la zona interior del norte la primera agricultura se vincula, como en el conjunto de la civilización danubiana, al cultivo de Triticum dicoccum. También se ha identificado T. monococcum, Hordeum vulgare nudum, Pisum sativum y Lens culinaris. Progresivamente aumenta el número de especies y se observa cierto equilibrio entre los cereales. En el sur de Francia T. aestivum/durum y Hordeum vulgare vulgare son los principales cultivos del primer Neolítico. A partir del epicardial se identifica además de forma muy discreta T. dicoccum y T. monococcum. En la fachada atlántica Triticum aesti-

LOS DATOS ARQUEOBOTÁNICOS1 Pirineos, Valle del Ebro y Cataluña (tabla 1) Recientes investigaciones desarrolladas tanto en Andorra como en la vertiente meridional de los Pirineos parecen indicar una muy temprana instalación de las

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1. La calibración de las dataciones de 14C se ha realizado con el programa CALIB rev. 4.3 que debe usarse con Stuiver y Reimer (1993).

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prácticas agrícola-ganaderas. En Balma Margineda (Andorra) se han recuperado granos de cereal en un contexto Neolítico antiguo fechado en 6850±160 BP y 6670±120 BP (Marinval 1995). Los hallazgos más abundantes son de cebada y trigo desnudos y se ha identificado guisante. Además, en muestras correspondientes al Mesolítico final, se han identificado unos escasos granos de trigo y cebada así como un resto de escanda menor, algo que se interpreta como una intrusión. Por la importancia y antigüedad de estos datos, este yacimiento sería un claro ejemplo de la necesidad de datar directamente el material carpológico para poder valorar su cronología. Además, existe otra serie de sitios prepirenaicos para los que no contamos con análisis carpológicos, pero sí con otras evidencias tempranas de neolitización y prácticas agrícola-ganaderas. En Forcas II la cerámica cardial se registra en los niveles V y VI desde c. 7000 BP mientras que la domesticación animal y las piezas de hoz están presentes en el Nivel VIII fechado en 6680±190 BP. La cueva de Olvena cuenta con un nivel con elementos domésticos y piezas de hoz datado en 6550±130 BP (Utrilla 2002). En el yacimiento oscense

de Chaves los estudios arqueozoológicos y palinológicos han detectado comunidades que practican la ganadería y probablemente la agricultura, durante el sexto milenio a C. cal, con dataciones comprendidas entre el 6770±70 y 6330±70 BP en el nivel Ib y 6330±90 y 6120±70 BP en el nivel Ia, presencia de posibles silos, molinos de mano y hojas de hoz (Castaños 1995, López 1988, Martí 1998, Rodanés y Ramón 1995, Utrilla 2002). I. Barandiarán y A. Cava (2000: 312), siguiendo a P. Utrilla, defienden el origen transpirenaico provenzal de los estímulos neolitizadores del Alto Aragón. En Cataluña destaca por su antigüedad la datación 6405±55 BP, realizada a partir de granos de cereal procedentes de un contexto cardial de Cova Can Sadurní (Blasco et al. en este volumen). Por la calidad de los materiales y la información acerca del utillaje agrícola es de particular interés la información que continúa aportando el poblado lacustre de La Draga (diversos autores en Bosch et al. 2000 y comunicaciones en este congreso). En los yacimientos catalanes se observa una gran diversidad de cereales y también se ha documentado guisante, haba y lenteja. Los conjuntos analizados en La Draga resultan de gran interés al ser el primer pobla-

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Neolítico Medio, (bien es cierto que contamos por el momento con pocos datos), y no será hasta el tercer milenio el momento en el cual se consoliden como cultivos la cebada desnuda y vestida y los trigos desnudos.

do antiguo que aporta concentraciones de cereal y nos está mostrando, a diferencia de lo observado en diferentes cuevas, el desarrollo de cultivos monoespecíficos ya en esta fase. En el alto valle del Ebro, destaca el trabajo en curso en el yacimiento de Los Cascajos. Por el momento se ha recuperado cereal así como elementos de almacenamiento y procesado de productos agrícolas (García Gazólaz y Sesma 1999) encuadrados en una cronología que al menos arranca en 6185 ± 75 BP.

Andalucía (tabla 3) En Andalucía los datos se concentran en el centro de la región, principalmente en las provincias de Córdoba y Málaga, con una agricultura documentada a partir de c. 6500 BP en la Cueva de Los Murciélagos de Zuheros (Córdoba), Cueva del Toro y Cueva de Nerja (Málaga). El conjunto de restos es relativamente abundante; en Los Murciélagos (Gavilán et al. 1996) está representado por una gran concentración de cereales procedentes de la Cueva Chica, excavada en la década de los 70, compuesto por T. dicoccum, Hordeum vulgare nudum y, en mucha menor proporción, T. aestivum/durum (Hopf y Muñoz 1974). Un conjunto mucho más reducido, recientemente estudiado, procedente de otra zona de la cueva, ha proporcionado trigos desnudos y vestidos (T. dicoccum), así como cebadas y, en la fase sucesiva (a partir del 5800 BP), algunos restos de trilla. En La Cueva del Toro los restos son también abundantes, con predominio de trigos desnudos y de cebada vestida y desnuda. Un dato muy interesante de este yacimiento es la presencia consistente de varias especies de leguminosas cultivadas (habas, lentejas, almortas, y guisantes y vezas en menor proporción) a partir de c. 5600 BP (Buxó 1997). En Nerja (Jordà Pardo et al. 1990) se documentan de nuevo los cereales desnudos (trigo y cebada) junto a algunas leguminosas. Los datos andaluces, por lo tanto, ofrecen, a partir de c. 6500 BP (c. 5400 cal BC) un amplio espectro de especies: con la excepción de la escaña (T. monococ-

País Valenciano (tabla 2) Es la Cova de l’Or (Hopf 1966) el primer lugar en el que se identifican cereales asociados a los inicios de la neolitización peninsular. Posteriormente se presentan los materiales de la Cova de la Sarsa (López 1980) y ya más recientemente la secuencia de la Cova de les Cendres (Buxó 1997). Los trabajos desarrollados en los últimos años han ampliado los datos existentes tanto para los momentos iniciales de la neolitización como para las fases posteriores, con los materiales del poblado del Mas d’Is, el abrigo de La Falguera, la Cova de Sta. Maira, los poblados de L’Arenal de la Costa y Les Jovades (Buxó 1993a), La Colata y El Prat de Cabanes (Pérez Jordà en este volumen). Desde los estudios de M. Hopf ya se comprobó la presencia de las diferentes variedades vestidas y desnudas de trigos y cebadas. Los posteriores trabajos han confirmado esta diversidad para las fases iniciales, constatándose a partir de los datos de la Cova de les Cendres (Buxó 1991) la presencia de diferentes leguminosas (Lathyrus cicera/sativus, Lens culinaris, Pisum sativum, Vicia ervilia, Vicia faba var. minor) desde los niveles más antiguos. Esta diversidad se mantiene durante el

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Tabla 4

Tabla 5

cum), los demás cereales aparecen bien representados, mientras que las leguminosas están atestiguadas con cinco especies diferentes en la Cueva del Toro y en Nerja. De gran importancia son los restos de adormidera (Papaver somniferum/setigerum) recuperados en la Cueva de Los Murciélagos desde el 6400 BP (PeñaChocarro 1999).

Ambrona se viene desarrollando un programa de investigación (v. Kunst y Rojo 1999) para información detallada sobre las dataciones) que incluye el muestreo arqueobotánico sistemático de los yacimientos excavados (Stika 1999). La Lámpara y La Revilla del Campo han proporcionado datos de alto interés por la composición y antigüedad de las muestras. En ellas dominan los trigos vestidos, particularmente T. monococcum. Además, se han recuperado unos pocos restos de cebada. La cascarilla de los trigos vestidos se ha utilizado como desgrasante cerámico y en la fabricación de adobes. Además de los cereales, destaca la identificación de lino y adormidera, cultivos mal representados en las muestras neolíticas peninsulares.

Interior peninsular (tabla 4) El Neolítico del interior peninsular ha sido uno de los grandes desconocidos y lo mismo se puede decir de su primera agricultura. Sin embargo, este panorama ha comenzado a cambiar y contamos con recientes datos arqueobotánicos de alto interés por la calidad y abundancia de los restos identificados. Destacan dos zonas que han ofrecido dataciones anteriores al 6000 BP y resultados arqueobotánicos muy diferentes: la cueva de La Vaquera en Segovia y los yacimientos del valle de Ambrona en Soria. En el caso de La Vaquera nos encontramos con un espectro amplio de cultivos que incluye trigos y cebadas desnudos y vestidos, aunque los trigos desnudos son los más abundantes (López et al. 2003). En el valle de

Costa vasca y cántabra (tabla 5) Los datos disponibles son muy escasos y se circunscriben a yacimientos de la costa vasca como Herriko Barra, Pico Ramos, Kobaederra y Lumentxa y a El Mirón en Cantabria. En el caso de Herriko Barra, la presencia de polen de cereal indica la existencia de cultivos en el entorno c. 6000-5900 BP (Iriarte et al. en prensa). En los otros yacimientos se han identificado cebadas y escanda

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menor (Zapata 2002) así como trigos desnudos y vestidos en El Mirón. La posible mayor presencia de trigos vestidos y cebadas podría apuntar a una selección de cultivos en esta región, predominando especies rústicas que quizá en un primer momento se adaptaron mejor a un ambiente atlántico, diferente al mediterráneo en el que estas plantas fueron domesticadas.

arqueobotánica, se han sugerido algunos métodos de cosecha. Así, la escasez de elementos de hoz con lustre de cereal, unido al predominio aparente de especies de cereales vestidos, ha llevado a proponer la posibilidad de la utilización de sistemas alternativos a la hoz, como pudieron ser las mesorias o la recogida de las espigas con la mano (Ibáñez et al. 2001). Por lo que respecta a actividades como la escarda, es difícil ser concluyente, ya que la evidente escasez de malas hierbas en el registro arqueobotánico puede deberse a una multitud de factores que incluyen la tafonomía, conservación, recuperación (utilización de mallas inadecuadas), identificación, etc. Con relación a otras actividades como la trilla las muestras arqueobotánicas tampoco permiten extraer conclusiones definitivas.

PRÁCTICAS AGRARIAS La implantación de la agricultura en cualquier territorio va unida al desarrollo de prácticas agrarias que pueden ser muy variadas. Desde la preparación de los campos para la siembra hasta el almacenamiento de las cosechas, existe una gama de complejas operaciones (abonado, escarda, trilla, aventado, criba, etc.) que son necesarias para la obtención de resultados positivos en la producción agrícola. Muchas de estas operaciones son reconocibles arqueológicamente cuando la muestra arqueobotánica es la adecuada (Hillman 1981, Jones 1984, 1987). En el caso de la Península Ibérica este tipo de información es escasísima. Son muy pocos los yacimientos neolíticos en los que se han recuperado malas hierbas y elementos de la paja (raquis, glumas, etc.), precisamente aquellos que proporcionan mayor información sobre las prácticas agrarias. Así por ejemplo, las grandes concentraciones de cereales documentadas en yacimientos clásicos como la Cova de l’Or o la Cueva de Los Murciélagos no han proporcionado hallazgos de este tipo. En otros yacimientos, incluso cuando se ha procedido a un muestreo sistemático, este tipo de restos es casi inexistente o muy limitado. Los instrumentos agrarios documentados entre las primeras comunidades neolíticas de la Península Ibérica se reducen básicamente a las azadas de piedra pulida, las hoces y cuchillos de sílex y los esferoides que se relacionan con los palos de cavador. Destaca el yacimiento de La Draga donde, gracias a la conservación en un medio anaeróbico, se ha podido registrar este instrumental en madera (Bosch et al. 2000). Con esta tecnología hemos de pensar en el desarrollo de un sistema agrario como el propuesto por P. Halstead (2002) para el caso griego, en el que se explotarían pequeñas parcelas de forma intensiva y con una diversidad considerable de especies. Aunque carecemos de datos directos sobre la presencia del arado, los datos arqueofaunísticos no parecen constatar el uso de los bovinos como animales de tiro hasta la fase más reciente, coincidiendo en algunas zonas con una ocupación del territorio más extensa y con una especialización en determinadas especies de cereales. Estos cambios podrían ser el reflejo del tránsito a una agricultura extensiva, con la conquista del secano y la implantación de un sistema agrario que pasa, en una proporción importante, a depender de la lluvia para que sus cosechas prosperen. Para algunas zonas como la cantábrica, más basándonos en otros datos que en la propia información

VALORACIÓN Y DISCUSIÓN: LA DIFUSIÓN DE LA AGRICULTURA La rapidez del proceso de difusión de la agricultura en el Mediterráneo occidental (Italia, Francia meridional, España) queda bien documentada con las dataciones disponibles hasta el momento. A escala peninsular también comienza a verse la rapidez del fenómeno desde al menos c. 5500-5200 BC en fechas calibradas. Las antiguas dataciones de Pirineos y del interior peninsular realizadas a partir de agregados de carbones o huesos necesitan ser contrastadas con dataciones de cereal de esos mismos contextos. Si estas fechas antiguas se confirman, más que por un movimiento unidireccional y lineal, el proceso de difusión de las especies cultivadas en la Península Ibérica respondería a patrones más complejos en los que los pasos pirenaicos y el interior peninsular habrían jugado un papel relevante. Es posible, además, que no existieran importantes desfases entre amplias zonas y que la resolución cronológica de que disponemos en la actualidad no sea lo suficientemente precisa como para concretar rutas y etapas todo lo que nos gustaría. Sólo el futuro desarrollo de la disciplina arqueobotánica y una mayor selección de los materiales elegidos para la datación permitirá concretar estas hipótesis. Los datos arqueobotánicos del primer Neolítico peninsular reflejan, en general, una agricultura evolucionada con un sistema agrario importado que se muestra complejo desde un primer momento. No hay más que pensar en la diversidad agraria y de sistemas de procesado, por no hablar de los diferentes usos, inherentes a la amplia gama de cultivos documentados en cuevas de diferentes zonas (v. Cendres, Balma Margineda, Toro o La Vaquera). Sin embargo, el panorama agrícola de la Península Ibérica con anterioridad al 4000 cal BC no es homogéneo y puede reflejar una gran diversidad de situaciones. Por una parte, los yacimientos de la costa mediterránea muestran una enorme variedad de cultivos: trigos vestidos (T. monococcum y, fundamentalmente, T. dicoccum) y desnudos (T. aestivum/durum), cebadas (H. vulgare y H. vulgare nudum) y leguminosas como las

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adaptados a climas extremos y a zonas de montaña. Es probable, por lo tanto, que en determinadas zonas del Cantábrico o del interior (como la zona de Ambrona) donde las condiciones climáticas pudieron ser particularmente duras, dichas especies fueran más abundantes. Sin embargo, hay que recordar que, como ocurre en la actualidad, en un área de pocos kilómetros, donde las variaciones geográficas son muy altas, se pueden estar cultivando especies muy diferentes. Las preferencias culturales y creencias de las diferentes comunidades han podido jugar un papel importante en la selección de determinadas especies. En este sentido hay recordar el caso de Centroeuropa donde la cultura LBK presenta una agricultura exclusivamente basada en el cultivo de T. dicoccum, sin que existan razones de carácter ecológico que lo expliquen ya que la mayor parte de los asentamientos se encuentran situados en tierras loessicas de gran fertilidad. Los usos de una determinada especie pueden igualmente contribuir a su selección por parte de una determinada comunidad. Así por ejemplo, la pervivencia de especies como T. monococcum en zonas de Europa y norte de África hasta la actualidad está fundamentalmente relacionada con el aprovechamiento de la paja, considerada un elemento muy importante en la economía rural, o del grano en la alimentación animal. En conclusión, podemos decir que a pesar de los posibles condicionamientos ecológicos, que, sin duda, en algunos casos determinaron el abanico de especies cultivadas, no hay que olvidar la complejidad de los comportamientos humanos y las relaciones establecidas entre la comunidad y el mundo vegetal, que en muchos casos son muy difíciles de detectar arqueológicamente. Es muy probable que la multitud de posibilidades englobadas en cada una de las categorías señaladas (ecológica, cultural y funcional), haya influido en la elección de las especies cultivadas, creando una diversidad de situaciones que refleja la complejidad de las comunidades neolíticas. Sólo futuros proyectos de investigación multidisciplinar podrán abrir nuevas vías para el conocimiento de un fenómeno trascendental en la historia de la Península Ibérica.

habas (Vicia faba), lentejas (Lens culinaris), guisantes (Pisum sativum), vezas (V. sativa) y guijas (Lathyrus sativus/cicera). Los trigos desnudos son los más representados, aunque en yacimientos como Cendres y Cova de l’Or entre otros, el T. dicoccum ocupa un lugar importante. En Andalucía nos encontramos con una situación muy similar: una gran variedad de especies, con la excepción del T. monococcum, y la presencia importante de adormidera (Papaver somniferum). La situación en la costa cantábrica es diferente. Los contextos con evidencias de agricultura no arrancan hasta c 5000-4200 cal BC., aunque debemos destacar la inexistencia de muestreos carpológicos en yacimientos de cronología inmediatamente anterior. Los escasos restos botánicos demuestran la presencia de trigos vestidos y desnudos así como de cebada, estando ausentes, por el momento, las leguminosas. En Pirineos, Balma Margineda ofrece un amplio espectro de plantas cultivadas que incluye los cereales vestidos y desnudos y una sola leguminosa, el guisante. Por último, cabe señalar el caso del interior peninsular donde los dos únicos yacimientos estudiados presentan una gran divergencia. Por una parte, el registro de la cueva de La Vaquera indica una gran diversidad de cereales y la presencia de lentejas y lino, mientras que los yacimientos del conjunto de Ambrona ofrecen, por el contrario, un reducido número de especies cultivadas caracterizado por el predominio absoluto de los trigos vestidos (T. monococcum y T. dicoccum) y una presencia testimonial de la cebada. Las leguminosas están por el momento ausentes y se ha identificado lino y adormidera. El panorama peninsular aparece por lo tanto muy diversificado, con zonas o yacimientos donde los trigos desnudos predominan (zona mediterránea), o donde los trigos vestidos son los únicos representados (Ambrona), o con áreas o yacimientos donde las leguminosas no están presentes en el registro arqueobotánico (el Cantábrico), o donde éstas aparecen con una enorme variedad (Andalucía o el País Valenciano). Aunque hay que tener en cuenta los problemas derivados de la conservación, tafonomía, etc., es muy probable que estos ejemplos respondan a situaciones reales en las que un determinado grupo decide cultivar una especie o conjunto determinado de especies. Esta decisión puede estar motivada por multitud de factores que de manera general pueden clasificarse en tres grandes grupos: ecológicos, culturales o funcionales. Entre los factores ecológicos habría que señalar el diferente grado de adaptación de ciertas especies a determinados ambientes. Aunque es cierto que desconocemos todo lo que se refiere a las características ecológicas de las variedades prehistóricas, se puede aventurar que, como sucede con las variedades actuales, los trigos vestidos, debido a su rusticidad, pudieron estar mejor

AGRADECIMIENTOS Lydia Zapata cuenta con una beca postdoctoral del Gobierno Vasco (Ref. BFI01.12) y su trabajo se enmarca en la investigación del Grupo Consolidado de la UPV/EHU 9/UPV00155.130-14570/2002. Agradecemos la información facilitada por A. Arnanz, E. Cerrillo, M. Edo, J. García Gazólaz, M. González Morales, M. Rottoli, J. Sesma, L.G. Straus y J.C. Vera. Los datos de los yacimientos de Ambrona (Soria) proceden de las excavaciones dirigidas por M. Kunst del DAI-Madrid y por M. Rojo Guerra de la Universidad de Valladolid.

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