Daniel Link. La clausura de febrero y otros poemas malos

June 24, 2017 | Autor: Daniel Link | Categoría: Autobiography, Literatura Latinoamericana, Poesía argentina, Biografías
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Descripción

Obras completas (edición de bolsillo)

La clausura de febrero y otros poemas malos

Daniel Link

Buenos Aires, Belleza y Felicidad, 2000

Aclaración Los poemas aquí reproducidos fueron escritos entre 1974 y 1983 e integran las Obras completas (edición de bolsillo) cuya publicación comenzaré este año. Cuando releo ahora estos viejos poemas me sorprende no tanto lo malos que son (siempre lo supe), sino que todo estuviera, desde el comienzo, articulado como una obra: luego de una Carpeta negra que reúne mi producción quinceañera, planifiqué unos Cuadernos del tiempo con los poemas de la “mayoría de edad” (18 años). Casi todos ellos (me doy cuenta ahora) son una forma de hablar de la masturbación. Mi obra magna, sumamente nerudiana, estaba todavía por ser escrita. La clausura de febrero vino a llenar ese vacío. He seleccionado algunos poemas de aquí y de allí. Son poemas de juventud dominados por la inautenticidad, obsesionados por la belleza, grandilocuentes y declamativos. Hoy sé que lo único que importa en la poesía (en el arte) es la verdad, y si rescato estos poemas del merecido olvido en el que habían caído es porque creo que encierran una verdad histórica. Daniel Link mayo 2000

Carpeta negra1

De la primera etapa de mi obra poética no quedan demasiados rastros. Yo, al menos, no conservo papeles de 1965 a 1975. Y sin embargo, paradójicamente, yo era en esa época un poeta convencido y feliz de mi condición, además de reconocidísimo en mi medio. En esa época dichosa la poesía era para mí natural como el aire. Aprendí a escribir a los seis años (leía desde poco antes), al mismo tiempo, prosas escolares (¡A la mesa, Sonia!) y poemas. Mi sensibilidad para con la poesía venía del hecho de que escribir, para mí, era lo mismo que escribir poesía. Toda una relación existencial con la literatura. A los siete años, cursaba primer grado superior en el colegio al que yo iba en Córdoba. Uno de mis mejores amigos de aquellos años se llamaba Bernardo. Los dos teníamos una idéntica pasión por los animales de plástico, que ambos coleccionábamos. Otro de mis mejores amigos se llamaba Bergman y todos le decían “el loco Bergman”. Nunca terminé de entender si era por él en sí o porque su padre regenteaba una clínica psiquiátrica (en la que, por esas casualidades del destino, mi padre fue internado en uno de sus desaforados episodios de alcoholismo). Con el loco Bergman nos dedicábamos a inventar planos de tesoros enterrados –tesoros que nosotros mismos habíamos enterrado previamente--, dibujados (ensuciados y envejecidos para darle más verosimilitud a la búsqueda) en una instancia previa del juego que decidíamos olvidar más adelante. Otras veces fabricábamos mortíferas armas marcianas con frutos típicas de la región y piezas sueltas de cañería (nos encantaba el bronce). Estos dos amigos iban conmigo al colegio, a mi mismo grado. La maestra que teníamos era una apasionada de la sinestesia. Una o dos veces a la semana nos obligaba a escribir (con total libertad temática), sometidos a diversos estímulos sensoriales: una determinada música, un olor, ciertas láminas distribuidas estratégicamente por toda el aula. Alguna vez, supongo, utilizó todo esos estímulos al mismo tiempo. Yo, que por algo tenía los amigos que tenía y que ya entonces demostraba una pasión malsana por los paraísos artificiales, pronto me destaqué en el ejercicio. Del mejor del grado pronto pasé a ser el mejor del colegio: se me encargaban poemas alusivos a las diferentes festividades escolares, se exponían mis versos en las carteleras, se me otorgaban prerrogativas de las que carecían otros alumnos: tenía media beca en el colegio, podía tener el pelo como cinco centímetros más largo que mis compañeros. Mi talento llegó al punto de que el director del colegio (el Dr. o Prof. o Sr. Muñoz) me regaló una biografía del más grande poeta cordobés, Arturo Capdevilla, cuyo título me conmocionó: El niño poeta, se llamaba. Ése, me decian, estaba yo destinado a ser. Si abundo en estos pormenores es para estimular en futuros tesistas norteamericanos la busca de esos papeles que tal vez sean decisivos en la valoración de mi obra poética. Los años pasaron y sucedieron muchas cosas en mi vida que no tiene sentido contar ahora. A los quince años, en 1975, yo estudiaba ya en Buenos Aires. El año anterior, cursaba tercer año y la profesora de castellano de entonces no valoraba en nada la sinestesia. Tenía otros métodos menos alucinatorios para estimular nuestra imaginación. Nos leía un texto (digamos: un capítulo de 1

Ahora hace más frío hay muchas estrellas flotamos a la deriva. Les ruego (si alguien abre este escrito) formen en su boca las palabras que fueron nuestros nombres. Les diré lo que hemos aprendido. Les diré todo. Ernesto Sábato

Rayuela o alguna otra página de Cortázar) y nos forzaba a la parodia o la copia o la transposición. En la primera reunión de padres que hubo ese año transmitió a los míos su preocupación por las “redacciones” que yo le entregaba. Por esa época, yo escribía estos poemas.

Estuviste, estuvimos, estuve Estuviste un día a punto de ser mi gran amigo estuviste parado como siempre mal vestido mirando salir el sol teñir de sangre el cielo tuyo cubrir de rojo la noche inmensa interminable. estuvimos, siempre alejados si darnos cuenta de que nos parecíamos mucho más de lo que nos parecía… estuve deseando no fingir y que no finjas porque quizá por eso nunca me dijiste daniel y nunca te dije hola C. 18.2.75

Not very musical As we had had a long walk poder mirar por la ventana y no ver el mundo gris que me rodea tan poco es lo que yo quiero déjenme en paz tan solo un rato through one of the marquets of Old Delhi para poder pensar un poco en mí en todo lo que está adentro y hace fuerza, y al fin explota en lágrimas saladas que un dedo veloz disimula. we stopped at a square to have a rest Quiero un descanso a veces ahora que ya no estoy solo ahora que sé lo que quiero que puedo hablar sin vergüenza mirame a los ojos, quiero decirte After a time we noticed a snake-charmer aquí estoy mirame… mirar por la ventana un mundo limpio y sonriente aunque me mienta que se ría total yo juego a no darme cuenta. with two large baskets at the other side of the square y dijo Link y no sé nada I couldn’t study the lesson y por qué me mira así yo que le hice nada más pensaba un poco para adentro I’m sorry. One. 28.4.75

De tu nariz Si pudiera clavar mi lapicera en mi corazón, desparramarlo por todo el escritorio, ¿eso te daría satisfacción? (eso hice)

Aquí estoy yo, parado sobre el mundo (caminar sobre la luna… parece difícil; aunque no) sentado frente a vos mirándote a los ojos (todo es posible lo digo yo) pensando en todo lo que sos desde hace un tiempo; desde que supe que detrás de tu nariz estabas vos, ¿estabas vos o yo te hice, cómo fue? (si me das la mano la luna ya no existe sólo vos y yo, y el mundo por supuesto, pero es otro mundo es algo redondo colgado de un gancho, cerca de aquella pared que da vueltas si vos o yo lo tocamos) Yo sé que estás ahí detrás de todo eso detrás y adentro, más bien en el fondo de esto que soy yo, a veces. Entonces esta es la luna y caminamos sobre ella y si vos estás dentro de mí yo estoy en tus ojos ¿Cómo fue que supimos dónde estamos, si es que estamos? 28.4.75

Cuaderno del tiempo2

2

En 1977, cuando terminé el colegio secundario empecé a estudiar Ciencias Económicas.

Aclaración Este es el primero de lo que intentaré llamar Cuadernos del Tiempo. Aquí están mis convicciones, mis dudas, mis amigos, mi país, la gente que quiero, la música que escucho. No hay nada nuevo para nadie, soy yo como siempre. Está lo que tengo pero fundamentalmente lo que me falta, lo que alegra pero mucho más marcado lo que me duele. Aquí empieza una nueva etapa para mí. Quizá una nueva manera de escribir. Mayor cuidado en la elección y combinación de las palabras. Mayor empeño en la búsqueda de la musicalidad. Entre la primera Carpeta negra y este Cuaderno del Tiempo pasaron bastantes cosas y escribí otras tantas. No sé si es acertada mi decisión de desechar todo lo anterior a esta segunda etapa. No sé si lo de entonces no es mejor que lo de ahora. Pero no quiero complicarme con ordenamientos cronológicos y nuevas correcciones. Rescataré lo más importante y nada más. Quien espere encontrar en este cuaderno variedad de temas, argumentos maravillosamente nuevos, amplitud de criterios… se va a desilusionar. Los temas son los míos y los de siempre (los sueños, el tiempo, la soledad, el amor, el país, la amistad, la vida y la muerte). Los argumentos son flojos y los criterios son cerradísimos e inflexibles. Hay reflexiones sobre mí mismo que no valen nada y pueden obviarse. Hay dos otros cuentos que escaparon a mis predicciónes. Finalmente, un pedido al lector: la tolerancia. Es decir, dejen de lado toda tolerancia; despedácenme; vean mis fallas y mis vacíos y tapen con ácido mis patinadas en la dulzura.

Historia No soy ni tanto ni tan poco; no soy tampoco lo que creo. No soy sino un reflejo perpetuado en la memoria de unos pocos héroes anónimos. Tras la loma, tras el mar se encuentra el infinito cielo y en el cielo la terrible visión del universo interminable y de la eternidad, mi miedo. No he tratado de entender a nadie porque estuve demasiado ocupado en la labor de conocerme. No me obligué a querer a nadie porque quise espontáneamente. 16.9.76

¿Si abriéramos la jaula del león, la triste bestia saldría o miraría con indiferencia el bostezo de las rejas similar al bostezo externo de su encierro? 28.9.76

Encontré tu nombre en un pedazo de papel Te busqué hace tiempo entre carteles, entre latas, te busqué en las mil caras que pasaban. Y porque no supe o no quise, no te encontré. Encontré de pronto un mundo, un color, una risa viva y, arañándome, tu piel. A vos, muñequita de papel, te aprendí a querer así, vos ahí mirándome decirte tantas cosas y yo muerto de risa y haciéndote cosquillas, rodando los dos en la felicidad de tenernos, y feliz, feliz, en mi rincón de humo, amigos y canciones; porque te sabía ahí, siempre conmigo, en mi bolsillo o en mis ojos, pegada en mi mirada. Desde aquel día en que de tanto pensarte te me apareciste; “Hola que tal, soy yo, ¿no me crees?”. Y claro, si de tanto escribirte tropecé con vos. Y bueno, yo te quiero, aunque me cueste disimular que no sos más que una invención. 23.2.77

Vamos a pensar que este país tiene remedio. Vamos a creer de una vez por todas que esto no se acaba. Vamos a conquistar la raza milenaria de indios y juglares metafísicos. Vamos a erizarnos al decir patria en el horizonte infinito. Vamos a construir castillos que el viento se ha calmado. 10.3.77

Nunca decir que lo confesado fue mentira. Nunca aclarar que lo sentido está escondido y condenado a morir asfixiado. Nunca morir gritando y causar disgusto o fastidio a quien escucha. Nunca permitir la invocación de falsas palabras que designen algo noble y puro. Nunca contaminar la propia alma. ¿Y para qué si al fin de cuentas todo es uno solo? La basura es la misma adentro y en lo que me rodea. La indiferencia hacia mí es recíproca y estipulada. ¿La ignorancia es saber que no se sabe o ignorar lo que en verdad no conocemos? ¿El amor es eso o es aquello? Será lo que las madres dicen, lo que los libros enseñaron a tres mil generaciones? ¿Será verdad que estoy equivocado? 12.3.77

Amor deshecho, condenado a una suerte de morir y renacer para ser por el buitre devorado. Dolor de no compartir el tacto, la caricia que llora al no encontrar su piel destinataria. Imaginar la cara, la perfecta imagen que contenga el espíritu justo, la deidad que quiero y que me corresponde. Imaginar el llanto de felicidad y risa y despertar con ardientes surcos de ácido caliente sobre la cara. Solo, convoco y espero la fatal coincidencia de tu búsqueda y la mía, el verse por la calle y reconocer la mirada que soñábamos. Estallar de incredulidad y miedo después de haber visto que me viste. ¿Por qué será que no te encuentro en las noches pálidas de otoño, cuando solamente faltás vos en ese paisaje lunar, interminable? ¿Por qué no pude corporizarte cuando te leí? ¿Por qué se me hace tan difícil que sepas que te quiero? 20.3.77

Tremendamente deseoso de escribir mi suerte pasada, mi futuro, mi fin horrible y doloroso, por mí inventado, por mí buscado. ¿Volver atrás será posible? Olvidar que las palabras me muerden las manos y que juegan en mi piel, para acabar brillantes, en un interminable abrazo de amor, cansancio y saciedad. Olvidar que comencé a subir por miedo y no por valentía. Olvidar que soy un testigo de mi ruina. Olvidar que alguna vez odié la vida. Volver a empezar en otro, tener de nuevo aquellos doce años de los descubrimientos y empezar por el otro lado del camino. Abandonar el juego, está mal barajado. Quemarme los brazos y no sufrir. Callar el grito de terror. ¿Duende, mago o hacedor? ¿Escuchaste mi súplica, el deseo de abandonar la lucha mal paga, incomprendida? ¿Escuchaste mi aullido continente de rencores? Mejor así, mejor no escuches, mejor no cambies mi camino, mi elección, mi merecido. 20.3.77

El paisaje es otro: no es verdad el sol, ni el otoño reinante en los colores. No es verdad el olor a naranjas que se esparce. No son verdad las ovejas ni el viento cálido, ni el pullover azul, ni tu risa. No es verdad el brillo de tu pelo, perfectamente calibrado con el mítico color de tu mirada. No es cierta nuestra despótica indiferencia, nuestra unión intangible y absoluta. No es cierto que la eternidad nos fue otorgada. No es posible que acepten el amor que siento y que llevamos los grises cobardes uniformados. No, no es cierto. El paisaje es otro: vulgar y conocido. Por fortuna, yo lo esquivo. 20.3.77

Descripción de una lucha Hielo, miedo, vacío, cielos rotos, ídolos muertos, caos en el barro, pétreos cadáveres podridos, potro enceguecido, a la deriva el carro de la muerte, de la vida. Hay otros míticos ocupantes que desgarro y que hundo en el légamo. Hay otros fantasmas que destrozo sin desmayo. Gabriel, Uriel, Miguel y sus espadas mentidos son de sus victorias dueños. De cada cosa desmitificada, de cada puerta abierta o entornada el dueño soy. El dueño de los sueños, de toda suerte y fábula inventada. 8.6.77

Decirlo solamente Decir que sos un ciego sol deshecho, que en tus ojos me ahogo como en mares, que me siento desnudo sin tu abrazo, que tu voz me rebalsa de deseos y te extraño y te celo y te atormento, que te veo y estallan tubulares y diáfanas campanas en mi pecho. Decir que te quiero, marioneta, y necesito tu voz metalizada. Decir que me muero de azul si no te tengo, decir que se quiebra en llanto mi lamento y que el tiempo agoniza en tu presencia y que me cuezo en tu olor, en tu perfume. Decir que me basta tu mirada para sentirme eterno, despiadado, para cambiar en canto mi tormento y ser sol, mar, río, firmamento, estrella fugaz, querida mía, y ser todo aquello que vos mires desde el pozo lejano de tu indiferencia. (Decirlo nada más, que no te importe, decirlo nada más, que no lo sepas.) Decir que me muero lejos tuyo, ¿será decir que estoy enamorado? 5.8.77

¿Y si supiera el exacto destino que me aguarda, acaso no sería menos vano este accionar grotesco, casi torpe, este modelar el barro esencial que me otorgaron? ¿Si no existiera la responsabilidad de actuar improvisando, acaso no sería la lucha menos ardua? En cambio así, en esta realidad que en realidad ignoro, en este abismo en que todo se convierte a veces en esta incertidumbre de no saber si soy o no el centro de todo y el carozo, ¿a qué misterios íncitos en mi comportamiento, a qué vergüenzas y a qué mitos heredados cargar las culpas del Fracaso? ¿Por qué, por quién, con qué sentido pretender lo inalcanzable, luchar, saciar mi amor, vaciarme por las manos, sentirme de papel y a veces vivo, sentirme de verdad y a veces solo? Y sin embargo sigo, inútilmente sigo buscando nuevos continentes, tal vez de cáscaras podridas, pero vacíos de huellas anteriores. Y sin embargo sigo buceando dentro mío y tal vez encuentre la Piedra Filosofal, el Fin, la Muerte, Todo. 31.10.77

La clausura de febrero

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Para paliar el hastío que me producía Ciencias Económicas empecé a ir a un taller literario. Entre otras cosas, iba a conocer en ese taller a Delfina Muschietti quien, entre otras cosas, me convenció de que abandonara esa carrera insípida. Ya leía mucha (demasiada) poesía.

La clausura de febrero: Buenos Aires esculpida en cemento y el alquitrán tragándose los cuerpos como huecos deshechos, como brasas. Un día más en la podredumbre inconclusa de los muertos, en el fatuo movimiento de las fuentes; y a veces, el fuego desmorona las miradas: un libro muere. El oro se transforma en plomo, irreversible error del alquimista. ¿Adónde está mi Buenos Aires Rivadavia al sur, los viejos parques donde los fantasmas se intersectan? La siesta lo prohibe todo. ¿Desgajarse el pecho, separarse los momentos del alma, apretujar la quintaesencia viajando por el alto? ¿Acaso mi ciudad es nada más que postigos cerrados y racimos de musgo y clorofila desaforada, veloz, precipitándose entre las innominadas sombras funcionales? ¿Acaso yo un ministro más en esta angustia? 2.78

Villaguay a D.M. He caminado solo por el campo. He sentido, también, un imperioso caballo creciéndome en el cuerpo. En el calor se presentía el cauce de los sueños: una mosca pesada andaba por el tiempo con la persistencia del desconocimiento. De pronto la sangre se llevó los restos de la tarde y el mudo agonizar de un pájaro comiéndose a sus hijos vino a decirme los secretos del muro viejo, las ratas de la panadería y el quejumbroso estarse quieto de un carro cargado de botellas rotas. Pensaba. Pero alrededor vi casas pintadas por el viento, la noche, la agonía del agua, los insomnios. Un rumor de sauces hambrientos me acribilló los ojos y la espalda. Eran mis propios pies en una tierra que no me precisaba. Era un pueblo con los fantasmas desnudos de otra gente bailando obscenamente en las esquinas. Ni siquiera el agua, contaminada de otras aguas, de otros tiempos, más míos, menos callados, inventó un reflejo cualquiera que me devolviera mi boca o mi tristeza. Tampoco el tono ocre de los espinillos me arrancó un otoño perdido en el callado vientre de las horas. No supe entender el significado de una casa herida por la muerte de sus habitantes. No pude recorrer el contorno de mi propia sombra con un dedo calladamente sucio de barro: eran otro sol, otra tierra, otra sombra. Desbocado en el pozo de mi adolescencia no encontré –—sin embargo— la grieta que dejara escapar olores conocidos, el calor de una siesta, el ruido de un ventilador vagando para siempre en el silencio. Anduve solo por el campo. Por un pueblo infinitamente igual al mío. Por una calle desesperadamente inhábil para entender mis fantasmas y representarlos. Atrás la noche. Con un gemido de bruja que se come los ojos. Con un sueño pequeño, dulce, pasajero.

febrero 1978

Recupero plumas cenicientas, incendiadas por mis huesos afiebrados. Y recupero la agonía de los campos muertos en el amoroso vuelo de las moscas. Una invasión de cuervos me sorprende desnudo. El choque de los soles me despierta. Hay nubes de sal reivindicando mi torpe anatomía. Hay líquenes y alquimias y aserrines. La luz abre aljibes en mis manos. El eco sordo de un latido de bronce se acelera. El abismo huele a pinos y resinas calcificadas. La blanca pupila de la noche se dilata de asombro; vuelan pájaros de esperma. El silencio se quiebra: estoy vivo.

Pero tu rostro se adelanta He tratado de soñar garzas ligeras, cuartos sin tu olor de vientre evaporado, una luz de cocina tomada por asalto, cierta textura en los dinteles. Me he inclinado ante el copón del rito con avidez sonámbula. He querido que el fuego me trajera el sonido de un muerto hecho pedazos de luna, de plata, de viento. He bebido la inconsistente plegaria de los pájaros. He desordenado los pozos azules de la soledad y el miedo. Pero tu rostro se adelanta.

Un ovillo hecho de metales ardientes, un coágulo a punto de estallar, una maraña ausente, un bocado veloz, anonadado. Y en la sombra, una silueta refugiándose del miedo, un acertijo. Apenas la sonrisa del viento, cualquier pretexto para asirse en la pared ensombrecida y no caer arrodillado ante la tumba salvaje de los días. Más tarde, cuando la partitura de semen sea corregida, tal vez un ruido se reviente: en ese silencio nacen pájaros desnudos, tristes plantas aleteando en el vacío. ¿Después qué? El mismo uniforme roto, los mismos secretos desvelados, una ausencia, una desesperanza, y una mano gritando que se muere.

Últimos poemas4

En 1983, gracias a Enrique Pezzoni, yo ya escribía sobre libros en varias publicaciones. Beatriz Sarlo me recomendó a Daniel Divinsky, quien buscaba un empleado “de mis características” para Ediciones de la Flor. Empezaba una época. El mismo Divinsky llevaba a radio Belgrano a Jorge Dorio y Martín Caparrós, que hicieron “Sueños de una noche de Belgrano”, mucho tiempo antes de Babel. Uno de los primeros libros que vi llegar de la imprenta a Ediciones de la Flor fue Arturo y yo de Arturo Carrera. Leí ese libro y me pareció que ya no tenía sentido seguir escribiendo. Arturito después me regaló todos sus libros anteriores y la plaquette que había hecho la revista Xul con “Un día en la esperanza”, uno de los poemas más hermosos que yo recuerde haber leído. Dejé de escribir porque ese poema ya había sido escrito. Éstos son los textos que escribía por esa época. 4

Diariamente regar una planta, observar con detenimiento los retoños, aventurar el ritmo de su crecimiento. Mientras afuera alguien muere, se atreve a morir inadvertidamente. La orfandad, un ala reiterada en el espacio, una mueca de hastío y el silencio abandonándome de nuevo en este cuarto (el mío, el tuyo). Es otra nube, otra, la que pasa por el cielo. Y mi planta, indudablemente, crece; le agrega transparencias a mi nube y a mi sueño, ronronea trópicos, bebidas ácidas, aquel silencio recuperándose en mis huesos. Mientras afuera… Ritos: la necesidad de correr o gritar el loco en la colina: un armario terroso donde guardar, prolijamente, el miedo: la audacia de remontar un silbido furioso por el pecho de los pájaros --miento: la audacia de dejarse caer en los morfemas de distribución complementaria--. ¿Será la luz, una mañana sutil con agua en la cintura? ¿Será, por fin, la forma sin sombra que me acosa? ¿Estos perfiles, acaso, retroceden para siempre?

“no exactamente qué, sino cómo”: la necesidad del relato, la fábula sin referente. El empeño del chisme. Metástasis del sueño y textos que te suenan en las rodillas, los ojos, los bolsillos. - Armar el escándalo - Y que otro lo use… Y desenlace: 14 horas y olores y pequeñas ganas de quedarse, parado en una esquina, bajo el sol (pero en la sombra), como a la espera, tal vez, de un colectivo verde y blanco. Buenos Aires, 1.82

- Hay algo acá: redondo, duro, canceroso. - ¿Rueda? - A veces camina, sube, asoma desde el miedo, retrocede. - ¿Metatextual? - Exactamente. Buenos Aires, 2.82

Azul de nuevo azul - El bar, claro: “los tres años de Allende/ mi madre se volvió a casar/ me convertía en un criminal/ yo luché siete años” Azul, decía. Una conversación azul y otros murmullos: ¿alrededor? - No nene. El ruido la voz el pájaro de nuevo: vos mismo (“tuve una alucinación/ fue con mi padre”) cómo decirte vos vos vos mismo el pájaro de nuevo. Pero es mentira. Cricket sí pero no tengo cigarrillos. Mirame azul: mi mano azul. El humo azul. Un hueco azul. - Te ví entre las luces: vos/z de nuevo el ruido (click clack) y la conversación. Buah. “Vamos a caminar”. Vamos al cine. 10.6.83

“los narradores moralistas que aparecen al comienzo de cada canto” pero cuál cuál canto - ponelo de canto la boca el canto la voz qué hacer de canto así en una posición tan incómoda “las pautas literarias” no me gustan - cortala flaco perdido estoy y quiero carecer de origen de sentido shhhh! Mamá descansa. Por ejemplo. Y no esta oscura y maloliente sensación - ojo con el feísmo flaco Estoy de canto te juro y no me banco más la voz de canto que habla habla habla. Ablación me acuerdo. Pero de qué de cómo. Pienso en Mauricio Shocklender pero no tiene nada que ver y me da envidia - oh! él es más viejo flaco más experimentado Bueno poema lo que se dice un poema esto no es aunque “constituye una tesis” ¿agarrame la tesis? “La épica medieval” De canto. Así. Por ejemplo. Ponelo de canto. Y quiero dormir o carecer de origen y sentido. - Hermoso, flaco Pero la última palabra es mía. 29.6.83

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