Zooarqueología de la cueva de Quilmo, Chillán

July 12, 2017 | Autor: Daniel Quiroz | Categoría: Zooarchaeology
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Descripción

  XVII Congreso Nacional

    ueología Ar   Chilena  Valdivia 2006

de

Actas / 2 S o c i e d a d C h il e n a d e A r q u e o l o g í a

Proyecto financiado por el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura, del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Convocatoria 2008.

GOBIERNO DE CHILE

CONSEJO NACIONAL DE LA CULTURA Y LAS ARTES

Consejo Nacional del Libro y la Lectura

Dirección Museológica

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ZOOARQUEOLOGÍA DE LA CUEVA DE QUILMO, CHILLÁN  •  Daniel Quiroz e Ismael Martínez

ZOOARQUEOLOGÍA DE LA CUEVA DE QUILMO, CHILLÁN Daniel Quiroz* e Ismael Martínez**

• RESUMEN En este trabajo nos interesa describir y evaluar la presencia de los diversos restos de animales en la Cueva de Quilmo, discutir las causas que la explican y comparar preliminarmente la información zooarqueológica relevada con la proveniente de excavaciones en otros abrigos rocosos de la zona, tales como Los Catalanes, Quino y Quillen. La presencia de estos restos en la cueva puede ser interpretada como el resultado tanto de actividades humanas como de actividades realizadas por otros animales o incluso, debido al comportamiento del mismo animal cuyos restos se están relevando (incluyendo en esta categoría también al hombre). Palabras claves: zooarqueología, Centro Sur de Chile, cuevas. ABSTRACT We are interested in describing and evaluating the presence of the diverse remains of animals in the Quilmo Cave, in discussing the causes that explain it and comparing the released zooarchaeological information with the originating one of excavations in other rocky shelters of the zone, such as Los Catalanes, Quino and Quillen. The presence of these remains can as much be interpreted like the result of human activities as of activities made by other animals or even, due to the behavior of the animals whose remains are being released (man included). Key words: zooarchaeology, Central South Chile, caves.

Introducción

L

a cueva de Quilmo, morada de brujos y espacio de aquelarres según cuentan las historias locales (Plath 1994: 120), se encuentra ubicada a unos 12 km al sureste de Chillán. Durante el mes de diciembre del año 2002 se denunció el hallazgo en esa cueva de osamentas humanas junto a vainillas de balas percutidas y un par de monedas chilenas de 1971 y 1965, que hizo suponer a muchos que podría tratarse de detenidos desaparecidos. Peritos de la Brigada de Homicidios de Chillán y Concepción junto a especialistas del Servicio Médico Legal excavaron en el lugar por una orden emanada del Segundo Juzgado del Crimen de Chillán (Vicaría de la Solidaridad 2002). La excavación entregó nuevos restos humanos y también restos de animales y fragmentos cerámicos, los que fueron depositados, al reconocerles una antigüedad bastante mayor que la supuesta, en el Museo de Historia Natural de Concepción (Sánchez 2003).

*  Centro de Documentación de Bienes Patrimoniales, Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos. Recoleta 683, Recoleta, Santiago. E-mail: [email protected] **  Departamento de Antropología, Universidad de Chile. I. Carrera Pinto 1045, Santiago. E-mail: ismart68@gmail. com

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Entre los años 2004 y 2005 se realizaron sondeos de caracterización arqueológica en la cueva. El primero, de 1 x 1 m, se detuvo al aparecer un esqueleto humano a 68 cm de profundidad. Para rescatar completamente el esqueleto, el pozo fue ampliado a uno de 2 x 2 m, nivelando en los 80 cm de profundidad. Luego se siguió excavando, reduciendo el pozo a uno de 2 x 1 m hasta alcanzar 1,4 m y luego a uno de 1 x 1 m hasta llegar a los 2,1 m. El sondeo realizado muestra ocupaciones alfareras hasta los 60 cm y luego ocupaciones sin cerámica en los 150 cm siguientes. En toda la columna excavada aparecen abundantes restos de animales, distinguiéndose la presencia tanto de invertebrados (moluscos, Diplodon chilensis y Chilina sp. y crustáceos, Samastacus spinifrons y Aegla sp.) como de vertebrados (mamíferos, aves y anfibios). Entre los restos de mamíferos hay roedores, marsupiales, carnívoros y artiodáctilos. Los restos más numerosos corresponden a roedores, particularmente en los niveles inferiores de la cueva. El estudio de los procesos tafonómicos en los sitios arqueológicos es una labor que ha sido tradicionalmente abordada en sitios abiertos. Sin embargo desde hace algunos años se ha estado reflexionando sobre las diferencias que pueden presentarse en los depósitos en reparos rocosos donde las condiciones físicas, biológicas y ambientales, que inciden en la acumulación y preservación de los huesos, difieren considerablemente de aquellas en espacios abiertos (Wang y Martin 1993). La presencia de restos de animales en los reparos rocosos puede ser interpretada como el resultado tanto de actividades humanas como de actividades realizadas por otros animales (Andrews 1990), o incluso, debido al comportamiento del mismo animal cuyos restos se están relevando (incluyendo en esta categoría también al hombre). En este trabajo nos interesa determinar las posibles causas que explican la presencia de los diversos restos de animales en la cueva y también comparar la información zooarqueológica relevada en Quilmo con la proveniente de excavaciones en otros abrigos rocosos de la zona, tales como Los Catalanes (Berdichewski et al. 1968), Quino (Sánchez e Inostroza 1985, Quiroz et al. 1997) y Quillen (Valdés et al. 1985). Localización y estratigrafía de la cueva La Cueva de Quilmo se encuentra ubicada a unos 12 km al sureste de la ciudad de Chillán sobre la ribera norte de un estero que lleva el mismo nombre, a la izquierda del viejo camino que une Chillán con San Ignacio (Figura 1c). La cueva tiene actualmente una boca de 22 m y desde la línea de goteo una profundidad máxima de 8 m y una altura de 6 m (Figuras 1a y 1b). Producto de las excavaciones realizadas se han distinguido y caracterizado culturalmente cinco componentes u ocupaciones en la cueva, que hemos denominado capas (Figura 1d): Capa V (0 - 40 cm), se distinguen 3 subcapas, a, b y c; son ocupaciones con

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A. Planta

C. Plano ubicación

D. Estratigrafía

Simbología

B. Perfil

Figura 1. Localización, planta, perfil y estratigrafía de Cueva de Quilmo.

cerámica más bien tardía; presencia de restos óseos de vacunos, caprinos y porcinos junto con guanacos, tanto adultos como juveniles; Capa IV (40 - 60 cm): ocupaciones con cerámica El Vergel (un fragmento con pintura roja sobre engobe blanco, Aldunate 1989), presencia de una pequeña punta triangular escotada en basalto, presencia de guanacos adultos y juveniles, sin restos óseos

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de especies domesticadas; Capa III (60 - 90 cm): ocupaciones dominadas por la presencia de un esqueleto humano hiperflectado; sin cerámica, con escasos restos líticos, entre los que se destaca una punta triangular de gran tamaño y muy pocos restos óseos. Esta Capa se proyecta como rasgo en las capas II y I hasta aproximadamente los 160 cm; Capa II (90 - 140 cm), se distinguen tres subcapas, a, b y c; son ocupaciones sin cerámica, aumentando progresivamente los restos líticos y los huesos de animales; Capa I (140 - 210 cm), ocupaciones sin cerámica, con una gran cantidad de restos líticos y óseos. Aparecen verdaderos estratos con huesos de pequeños vertebrados (roedores, marsupiales, aves y anfibios) probablemente producto de antiguas egagrópilas de lechuza (O’Connor 2000). Métodos Los restos óseos se analizaron considerando la información biológica, tafonómica y cultural contenida en ellos (Becker 2004, Velásquez 2004). Fueron estudiados, primero individualmente, es decir, registrando la información proveniente de cada fragmento o espécimen presente, originando una base de datos que permitiera tener un control riguroso sobre el conjunto óseo. Luego los restos fueron estudiados en su conjunto para lograr sistematizar la información zooarqueológica, representarlo adecuadamente y hacerlo comparable a conjuntos provenientes de otros contextos (Reitz y Wing 1999). Para cada hueso se relevó información biológica, tafonómica y cultural. Para la determinación anatómica y taxonómica de los restos se trabajó tanto con muestras de referencia depositadas en el Museo Nacional de Historia Natural, el Museo de Historia Natural de Concepción, el Museo de Historia Natural de Valparaíso, con muestras de referencia de los autores y con algunas guías osteológicas de apoyo, principalmente para la determinación de mamíferos (Gilbert 1980, Benavente et al. 1993) y aves (Gilbert et al. 1996, Cohen y Serjeantson 1986). Se considera espécimen zooarqueológico cualquier fragmento de hueso o diente (Reitz y Wing 1999). Los zooarqueólogos utilizan tanto unidades observacionales o empíricas y unidades derivadas para representar los conjuntos óseos estudiados (Marean et al. 2001). Entre las unidades empíricas está el peso de los fragmentos óseos (BW) y el número de especimenes (NSP) presentes en la muestra. Entre las unidades derivadas se encuentran, entre otras, el MNE (número mínimo de elementos), el MNI (número mínimo de individuos) y el MAU (número mínimo de unidades anatómicas). Algunos autores consideran al NISP (número de especímenes óseos identificados) como unidad empírica (Lyman 2004) aunque para otros no es tan así pues el analista es el que decide que especimenes son identificables (Marean et al. 2001). El NSP (o NF, número de fragmentos) es el número de especímenes presentes en el conjunto óseo considerado (Grayson 1984). El NISP corresponde, para nosotros y en este caso, al número de fragmentos de hueso o diente que

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pueden ser asignados a una unidad taxonómica más específica que Clase y a una unidad anatómica. De la misma manera, se considera elemento el hueso completo o un fragmento de ese hueso, por lo que MNE indica el número mínimo de elementos óseos presentes en la muestra (Reitz y Wing 1999). El MNI indica el número más pequeño de ejemplares de una misma especie. En el estudio sobre la fauna del sitio hemos empleado tanto el NISP (número de especímenes óseos identificados por taxón), como el MNE (número mínimo de elementos) y el MNI (número mínimo de individuos), pero en este trabajo utilizaremos como medida comparativa entre los niveles de excavación un índice que denominamos %NISPc (porcentaje del NISP total corregido). La importancia de este índice es que corrige las diferencias debidas a la cantidad de superficie excavada en cada uno de los niveles, estimando el número de especímenes en aquellos sectores de la cuadrícula de 2 x 2 que no fueron excavados. Este trabajo constituye un primer informe con el avance de los estudios que estamos realizando con el conjunto faunístico de Quilmo 1 y sus resultados deben entenderse básicamente como preliminares. No abordamos en este trabajo el análisis cuantitativo de los restos depositados en la cueva. Resultados El conjunto óseo rescatado se compone de cerca de 52.000 especímenes, de los cuáles unos 40.000 (77%) han sido identificados tanto anatómica como taxonómicamente. El resto (23%) no pudo ser identificado anatómicamente y/o clasificado a un nivel más específico que Clase, aunque probablemente un porcentaje importante de este conjunto corresponde a huesos de micromamíferos (roedores y marsupiales). En este trabajo hablaremos en términos generales de estos 40.000 especímenes, sin dejar de reconocer que es posible aumentar la fracción identificada, realizando análisis más detallados de la fracción no-identificada. Entre los restos identificados (NISP= 40.097), tenemos que un 95% (38.098) corresponde a roedores, un 2,6% (1.064) a marsupiales, un 1,2% (475) a aves, un 0,6% (227) a anfibios y un 0,6% (233) a macromamíferos, básicamente Artyodactila y Carnivora. Es decir, los micromamíferos (roedores y marsupiales) componen el 97,6% (39.162) de la muestra del conjunto óseo del Quilmo 1. En la Tabla 1 aparece una distribución general de la presencia de las especies identificadas por capa estratigráfica. Entre los mamíferos de tamaño grande y mediano, especies como Bos taurus, Capra hircus y Sus scrofa, animales domésticos introducidos por los europeos (vacunos, caprinos y porcinos respectivamente), sólo se encuentran presentes en la Capa V. En cambio guanaco, Lama guanicoe, tanto ejemplares adultos como juveniles, está en toda la columna estratigráfica, desde la Capa I a la Capa V. Ocurre lo mismo con el zorro, Pseudalopex sp. Algunos de los restos de cánidos presentes en la capa V

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podrían corresponder a perro doméstico (Canis familiares), pero no podemos asegurarlo por ahora. Los roedores y marsupiales se encuentran presentes en toda la secuencia estratigráfica. Entre los roedores pudimos identificar un Octodontidae, Aconaemys fuscus y un Sigmodontinae, Phyllotis darwinii. Probablemente entre los restos de roedores exista otro caviomorfo, pero hasta el momento no lo hemos identificado plenamente. El único marsupial presente en la muestra es un Didelphidae, la llaca, Thylamys elegans. Tabla 1: Listado de especies y su presencia en las capas culturales de Quilmo 1. Clase

Orden

Passeriformes Ave Tinamiformes Strigiformes Columbiformes Falconiformes Amphibia

Anura Primate Artiodactyla

Mammalia

Carnivora Rodentia

Marsupialia ■ ■  Superorden  ■ ■  Subfamilia

Familia Muscicapidae

Especie Turdus falklandii Phrygillus sp. Fringillidae Zonotrichia capensis Xolmis pyrope Tyrannidae Passeriforme 1 Passeriforme 2 Tinamidae Nothoprocta perdicaria Tytonidae Tyto alba Columbidae Zenaida auriculata Accipitridae G. melanoleucus Caudiverbera caudiverbera Leptodactylidae Anuro pequeño Hominidae Homo sapiens Camelidae Lama guanicoe Bos taurus Bovidae Capra hircus Suidae Sus scrofa Canidae Pseudalopex sp. Octodontidae Aconaemys fuscus Phyllotis darwinii Sigmodontinae ■■ Caviomorfo 1 Didelphidae Thylamys elegans

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III x

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Algunas aves paseriformes, como el zorzal, Turdus falklandii y el chincol, Zonotrichia capensis están también presentes en toda la secuencia. Otras aves, Zenaida auriculata, Phrygillus sp. y Xolmis sp., se encuentran sólo en las capas más profundas y la perdiz, Nothoprocta perdicaría, sólo en las más superficiales. La lechuza, Tyto alba, tanto ejemplares adultos como juveniles, aparece también en toda la secuencia. Seguramente es uno de los agentes que ha introducido, a través de sus egagrópilas, los restos de roedores, marsupiales y de algunas aves y anfibios en la cueva. Los anfibios también están presentes en toda la secuencia. Sin embargo el tamaño de los huesos presentes en las capas más recientes (III, IV y V) es mucho mayor que los de las capas más antiguas (I y II). Desafortunadamente,

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la falta de esqueletos de referencia sólo nos ha permitido identificar Caudiverbera caudiverbera (rana grande chilena) y un anfibio más pequeño, que hemos denominado anuro pequeño. Si consideramos el porcentaje de huesos por taxa por cada nivel excavado, tenemos que se distribuyen en la secuencia de manera bastante homogénea, con algunas diferencias de relevancia. Roedores y marsupiales se comportan básicamente en forma idéntica en toda la secuencia, curva que comparte con aves y anfibios tan sólo en las capas III, II y I. En cambio el comportamiento de los macromamíferos es completamente diferente. Este aspecto, junto con otros factores obviamente, nos permite pensar en agentes depositacionales diferenciados para estos tipos de restos de fauna: el hombre y un rapaz, que creemos es Tyto alba. Discusión y conclusiones En la cueva de Quilmo podemos distinguir, al menos, dos agentes responsables del registro óseo, presentes prácticamente en toda la secuencia: el hombre y un rapaz. No hemos descartado la posibilidad de que una parte de los restos corresponda a muertes naturales de animales o a restos dejados por otros depredadores, por ejemplo carnívoros como Pseudalopex sp., cuyos huesos se encuentran también en la muestra, pero creemos que de existir, su incidencia es bastante marginal. El registro óseo se encuentra también afectado por la acción de cánidos y roedores, con la presencia de huellas muy características de ambos comensales en los huesos. La acción directa de cánidos, probablemente un perro doméstico, fue constatada en el extremo proximal de un fémur de cabra. También se observó festoneado y hoyuelos en un trocanter de fémur humano, tal vez producidos por la acción de un zorro (Figura 2, f5). La acción de roedores se constata en huellas en un carpometacarpo de una rapaz diurna. Un grupo importante de la fauna presente en el sitio se debe, indudablemente, a la acción humana. La muestra se encuentra afectada por fracturas, termoalteraciones, huellas de corte y marcas de desgaste, claramente producto de actividades desarrolladas por el hombre También es importante la presencia de instrumentos de hueso en la muestra. Hemos podido identificar huellas de cercenamiento por corte con un instrumento metálico en una pelvis de cabra (Figura 2, f1) y huellas de corte en un axis, con seguridad del mismo animal. Los restos de guanaco, tanto adultos como juveniles, presentan una alta fragmentabilidad, aparentemente ocasionada por fracturas intencionales (Figura 2, f9), sin descartar completamente en este nivel preliminar de análisis, la existencia de fracturas por pisoteo. Un porcentaje importante de los restos de guanaco presenta marcas de exposición al fuego y una parte menor, huellas de corte o de desgaste (Figura 2, f6). La elaboración de instrumentos está representada en el trabajo óseo

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en epífisis y diáfisis. De los primeros destaca la presencia de dos fragmentos de metapodio distal con corte perimetral (Figura 2, f8); de los segundos, un conjunto de instrumentos aguzados posiblemente utilizados en el trabajo de pieles (Figura 2, f2, f4 y f6). También aparecen algunos adornos, representados por una cuenta de collar en hueso de ave y un pendiente presumiblemente elaborado en hueso de guanaco (Figura 2, f7). En el caso de los restos de Canidae no es muy clara la acción humana directa en los huesos. El hombre también consumió, seguramente, algunas aves tales como la perdiz Nothoprocta perdicaria y la rana chilena, Caudiverbera caudiverbera (aunque sus restos pudieron también ingresar en las egagrópilas de Tyto alba). La gran cantidad de ejemplares de micromamíferos, sobre todo, en las capas inferiores nos condujo a considerar la presencia de un ave rapaz, dado que los depredadores aéreos cumplen un rol de relevancia como acumuladores de huesos de animales (Brain 1981). Las egagrópilas de rapaces son una fuente potencial de ingreso de huesos pequeños que son rápidamente incorporados al sedimento en formación, reuniéndose con los desechos de la ocupación humana de las cuevas y aleros (Brain 1981, O’Connor 2000). En el proceso de excavación aparecen ambos tipos de desechos juntos y muchas veces no se distingue su distinta procedencia. Muchos de los trabajos publicados que plantean el consumo humano de ciertos animales tales como roedores (Simonetti y Cornejo 1991) deben ser contrastados con la evidencia que indica que probablemente en muchos casos este tipo de restos son incorporados al registro por la acción de algunas aves rapaces o carroñeros. Las marcas de alteración térmica que presentan los ejemplares de micromamíferos, sobre todo en reparos rocosos, no necesariamente indican un consumo humano pues la remoción de suelo mezclado con egagrópilas en descomposición los hace parte de un proceso de combustión iniciado por el hombre. Es esencial, entonces, poner atención a la tafonomía del ensamblaje y al comportamiento comensal de algunas especies para definir con propiedad el agente que causa el depósito de los huesos estudiados. Por el contrario, la sola ausencia de huellas de corte tampoco indica que el hombre no fuera el agente responsable de su depósito pues muchas veces el consumo humano no deja huellas en los huesos. Las marcas de ácidos digestivos en los especímenes, el grado de fractura de los huesos y la presencia de todo el esqueleto permiten reconocer el agente responsable, dado que la acción de los depredadores aéreos puede ser revelada en patrones específicos. Las marcas dejadas por la lechuza son particularmente distintivas: índice de fracturas muy bajo, buena representación de las partes esqueletales y bajo grado de corrosión por ácidos digestivos (Andrews 1990). Además, la presencia de huesos de Tyto alba entre los restos nos indica que probablemente es el agente responsable de la existencia de gran parte de los microvertebrados en la muestra (Saavedra y Simonetti 1998). La información faunística proveniente de los sitios Los Catalanes (Berdichewsky 1968), Quillen 1 (Valdés et al. 1984) y Quino 1 (Sánchez e Inostroza

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1985) es, en general, bastante escueta. Para Los Catalanes, se indica la presencia de «moluscos fluviales, caracoles, aves, roedores y otros mamíferos pequeños, y algunos mamíferos grandes, entre ellos al parecer auquénidos» (Berdichewsky 1968: 78). Para Quillén 1 sólo se indica la presencia de restos de Diplodon sp. y Aconaemys fuscus, asociados a fogones y restos de cenizas y otras especies tales como «caracoles lacustres o fluviales, huesos de animales y pájaros» (Valdés

Figura 2: Restos de fauna provenientes de Quilmo.

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et al. 1984: 431). Para Quino 1 se indica una gran abundancia de restos de fauna, representados principalmente por valvas de Diplodon sp., conchas de caracol terrestre y roedores tales como Aconaemys fuscus, Octodon bridgesi, Phyllotis darwinii, Akodon longipilis, Euneomys chinchilloides y también «restos de aves, ranas, probablemente pudú o un camélido indeterminado» (Sánchez e Inostroza 1985: 60). Aunque la conservación de los restos en Los Catalanes y Quillén 1 no era muy buena, las características del conjunto faunístico de Quilmo 1 se parecen mucho a las de estos aleros. Desafortunadamente los datos publicados son muy preliminares y no permiten, por el momento establecer comparaciones muy significativas, pero sí se puede señalar que comparten un número apreciable de especies, lo que hace muy necesaria un estudio más profundo de estos conjuntos y de otros que se encuentren en el área, con el fin de dilucidar los problemas asociados con las ocupaciones en cuevas en la región Centro Sur de Chile. REFERENCIAS CITADAS Andrews, P.  §  1990. Owls, caves and fossils. University of Chicago Press. Chicago, EEUU. Brain, C.K.  §  1981. The hunters or the Hunted?. University of Chicago Press. Chicago, EEUU. Becker, C.  §  2004. Animales que cuentan historias. Chungara, nº especial, Actas del XV Congreso Nacional de Arqueología Chilena, tomo 1: 359-364. Arica, Chile. Behrensmeyer, A.K.  §  1978. Taphonomic and ecologic information from bone weathering. Paleobiology 4(2): 150-162. Benavente, A., L. Adaro, P. Gecele y C. Cunazza  §  1993. Contribución a la determinación de especies animales en arqueología: familia Camelidae y taruca del norte. Universidad de Chile, Santiago. Berdichewsky, B.  §  1968. Excavaciones en la Cueva de los Catalanes. Boletín de Prehistoria de Chile 1: 33-83. Binford, L.  §  1981. Bones: Ancient Men and Modern Myths. Academic Press. New York, EEUU. Cohen, A. y D. Serjeantson  §  1986. A Manual for identification of bird bones from archaeological sites. Jubilee Printers. Londres, Inglaterra. Gifford-González, D.  §  1989. Ethnographic analogues for interpreting modified bones: some cases fron East Africa. Bone modification. Editado por R. Bonnichsen y M.H. Sorg, pp. 179-246. Center for the study pf first Americans. Orono, EEUU. Gilbert, M.  §  1980. Mammalian Osteology. Missouri Archaeological Society. Columbia, EEUU. Gilbert, M., L. Martin y H. Savage  §  1996. Avian Osteology. Missouri Archaeological Society. Columbia, EEUU. Grayson, D. K.  §  1984. Quantitative zooarchaeology: topics in the analysis of archaeological faunas. Academic Press. Orlando, Florida, EEUU. Lyman, R. L.  §  1994. Vertebrate Taphonomy. Cambridge University Press. New York, EEUU.

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