Yo participo, Tú participas… Vivienda Social, Regeneración Urbana y Participación Ciudadana

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YO PARTICIPO, TÚ PARTICIPAS… VIVIENDA SOCIAL, REGENERACIÓN URBANA Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA SERGIO MARTÍN BLAS Grupo de investigación NuTAC-UPM

Los procesos participativos constituyen un tema de gran actualidad, relacionado con una demanda creciente de democratización que afecta a todos los ámbitos de la vida pública. La demanda de una verdadera participación ciudadana incluye, como no podría ser de otro modo, los procesos de construcción y transformación de barrios de vivienda, «vivienda social» o «vivienda obrera». Que un tema sea de actualidad no quiere decir que sea nuevo, y este es el primer punto que vamos a considerar. «Participación» es una de esas palabras que a fuerza de ser repetida en los últimos años parece haberse desgastado, corriendo el peligro de convertirse en un «fetiche», en una palabra vacía, como ha ocurrido con otras tantas («abierto», «inclusivo», «flexible», «libre», etc.), cuyo uso parece producir un valor inmediato. Todo el mundo está a favor de la «participación», lo que hace de ella un gran generador de consenso convenientemente explotado por estrategas políticos y publicistas. En realidad, como veremos brevemente, la participación del ciudadano o usuario en la construcción de lo que llamamos «vivienda social» tiene una larga historia, con distintas modalidades y condiciones; y por supuesto la participación, al menos en este campo, no es panacea, no es la solución a todos los males ni es en sí misma una garantía de nada. Antes de comenzar con la reseña histórica conviene advertir que emplearemos ejemplos que provienen de dos lugares concretos, objeto de estudios del grupo de investigación NuTAC en los últimos años:1 la ciudad de Madrid y, como contrapunto, el llamado Randstad holandés, la región urbana occidental de los Países Bajos. El texto se referirá brevemente a la relación entre modelo de gestión, más o menos participativa, y el correspondiente modelo urbano, centrando la atención en cuestiones morfológicas, físicas, materiales, y no tanto en cuestiones puramente sociales o económicas, que pueden ser analizadas mejor desde otros puntos de vista. También se debe advertir que aunque el título de estas jornadas aluda a la «vivienda obrera», hablaremos más en general sobre «vivienda social». Incluso se referirán casos que no son estrictamente

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vivienda social, pero que se aproximan a la democratización de los procesos de construcción y regeneración de barrios y edificios de vivienda. COOPERATIVAS Una brevísima historia de la participación ciudadana en la construcción moderna de vivienda debe comenzar mencionando a las cooperativas, cuya historia en España tiene un hito fundamental en las cooperativas de casas baratas (obreras o no, esa es una de las cuestiones). Es sabido que estas cooperativas cobraron un impulso significativo a partir de la ley homónima de 1911, en particular durante la dictadura de Primo de Rivera, y que entraron en un cierto declive ya durante la Segunda República.2 Las cooperativas constituyeron la alternativa fundamental al paternalismo de la vivienda obrera construida por industriales, filántropos o instituciones desde el siglo XIX. Entre ellas la Pablo Iglesias es la que se considera más emblemática del movimiento obrero en la España de preguerra, la única que tuvo una ambición nacional y un claro carácter de clase, apoyado en el funcionamiento de las casas del pueblo socialistas. Las cooperativas de vivienda, en este caso de casas baratas, representan el ideal de participación total, en el sentido de que el usuario, el cooperativista, tiene en teoría todo el poder de decisión en todas las fases, desde la localización, hasta el modelo y construcción de la vivienda. La mayor parte de las cooperativas han combinado en la práctica el funcionamiento asambleario con el representativo, es decir, la participación directa con la delegada. En el caso de la Pablo Iglesias, la cooperativa estaba controlada por un sistema de gestión central en el que el cooperativista accedía a la propiedad del suelo como final de un proceso de ahorro que incluía un curioso sistema de sorteos como incentivo. Una vez obtenida la propiedad el socio participaba también en la definición del programa de la vivienda, y en su construcción, eligiendo el modo de gestión, o incluso directamente con la autoconstrucción.

¿Cuál era el modelo urbano asumido por estas cooperativas? Pues en realidad no es el de la vivienda colectiva, el del colectivismo socialista, sino el de las casas aisladas con jardín, en definitiva, el modelo de la ciudad jardín inglesa, en el que se combinan ideas del higienismo y algunas ideas anarquistas. El modelo fue formulado por Ebenezer Howard a finales del XIX, momento en el que confluyen las primeras aproximaciones a la vivienda obrera y los inicios del planeamiento urbanístico moderno. Sobre su inspiración anarquista escribe con gran elocuencia Peter Hall en Cities of Tomorrow.3 Como explica Hall, Howard rechazaba tanto el capitalismo victoriano como la centralización burocrática del socialismo, en la que veía una peligrosa subordinación del individuo al grupo. Como respuesta abogaba por el autogobierno y autogestión de sus ciudades jardín, unidas entre sí para formar lo que llamaba la «ciudad social», regida por la libertad y la cooperación: los ciudadanos construirían sus casas, aunque la propiedad del suelo sería comunal. Este último punto marca una diferencia fundamental con el modelo de las cooperativas de casas baratas, basadas en la propiedad privada del suelo.

el Gran San Blas, promovido por la OSH desde finales de los cincuenta. Allí todo se decidió «desde arriba», de forma centralizada: el proyecto de urbanización, el proyecto de arquitectura y la construcción se elaboraron en los tableros de dibujo de la OSH, las decisiones fundamentales se tomaron en las mesas de los políticos y burócratas del régimen, todo ello en un solo impulso. El usuario-ciudadano no hacía nada más que sufrir, de momento de forma pasiva, las consecuencias de una construcción y planeamiento deficientes.

Por brevedad no es posible profundizar aquí en el funcionamiento de las cooperativas, pero es necesario recordar que precisamente los mecanismos de gestión y la transparencia de esa gestión (en realidad la ocasional falta de transparencia) han sido tradicionalmente sus puntos débiles. Además hay que tener en cuenta que las cooperativas históricas partían de un alto grado de cohesión de sus socios (por pertenencia a una clase social, incluso a un gremio u oficio), que hoy es difícil de reproducir. VIVIENDA PROTEGIDA «DESDE ARRIBA» Dando un salto pasamos al extremo contrario a las cooperativas obreras: de la participación total del obrero en la gestión, propiedad, y construcción de su vivienda, a la no participación. La imagen que representa mejor esta situación y el paternalismo totalitario del estado franquista es la de una mano gigante que proporciona desde arriba una casa terminada, totalmente hecha, arquetípica (de ciudad jardín, por cierto), a una familia diminuta y abrumada, en uno de los carteles publicitarios más conocidos de la Obra Sindical del Hogar (OSH). En realidad el modelo más empleado en aquellos años no correspondería con esa vivienda arquetípica sino más bien, precisamente, con una versión empobrecida de la vivienda colectiva en bloque abierto del pensamiento urbanístico de entreguerras. El urbanismo que se ha llamado «moderno» de los polígonos de vivienda tuvo su emblema más significativo en Madrid en

Cartel publicitario años cincuenta. Obra Sindical del Hogar (OSH)

La lógica era la misma en los procesos de transformación de la ciudad: los planes asumían sin problemas la decisión de desplazar el contenido social de las zonas a renovar o remodelar, por lo general trabajadores cuyas viviendas autoconstruidas se borraban sin contemplaciones del mapa, asumiendo que no habría resistencia. POBLADOS DIRIGIDOS En los mismos años de la dictadura aparece una forma de participación, en principio menor o anecdó-

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tica, que es la de los «poblados dirigidos», llamados así porque en ellos se dirigía mediante proyectos técnicos el trabajo con el que los ususarios-obreros participaban en la construcción de sus casas. La participación se reducía únicamente a aportar mano de obra, y a veces solo en una segunda fase, en la primera fase se producía de manera centralizada el soporte estructural, y el usuario participaba después en la construcción de cerramientos, instalaciones, acabados, etc.

Para que esto se produzca es fundamental el soporte estructural: parcelas en propiedad, con espacio libre privado sobre el que pueden crecer las casas, y un soporte geométrico absolutamente neutral (una cuadrícula en el caso de Entrevías), que permite una gran libertad. Por otro lado, en Entrevías es fácil sospechar que se ha producido también una pérdida de valores patrimoniales asociados a la imagen del conjunto hacia el espacio público, y preguntarse si habría sido posible coordinar el proceso participativo de transformación para salvar una cierta unidad del barrio, un necesario compromiso con lo público que era evidente en el estado del barrio en los años sesenta. SOPORTES En los mismos años sesenta en Holanda se plantea una alternativa que intenta conciliar la neutralidad del soporte, la libertad y participación directa del usuario, con una cierta unidad del resultado: la teoría de los soportes de Habraken.5 En su modelo teórico, publicado por primera vez en 1961, el soporte estructural se construye de forma cooperativa, unitaria, para posteriormente asignar sobre él «parcelas» a cada familia o usuario. El usuario dispone de total libertad para «rellenar» ese espacio con su casa (infill), pero debe emplear un sistema de elementos prefabricados coordinado tanto desde el punto de vista dimensional como material-constructivo, lo que garantiza la unidad del resultado final. Evidentemente la propuesta confiaba en un grado de tecnificación e industrialización de la construcción que en España no existía, y que ni siquiera en Holanda se llegó a desarrollar plenamente, reduciéndose a experiencias aisladas. No obstante la aportación de Habraken ha sido importante y ha dado lugar a numerosas investigaciones, incluso recientes, sobre los modos de participación del usuario en la construcción de viviendas.

Cartel sobre los poblados dirigidos

Sin embargo esta participación es más importante de lo que parece, sobre todo a largo plazo. Un ejemplo significativo es el del Poblado Dirigido de Entrevías, en el sur de Madrid. Allí la participación directa en la construcción original ha supuesto un extraordinario sentimiento de apropiación de la casa por parte del usuario, que se manifiesta en la continuidad del proceso de adaptación. Lo que vemos hoy en Entrevías es el resultado de un proceso participativo totalmente libre (y descoordinado), de regeneración del barrio por sus propios habitantes, que ha dado lugar a una transformación total; algo que quizá se podría aproximar al sueño anarquista de Howard.4

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VIVIENDA SOCIAL DE INICIATIVA PRIVADA Volviendo a España, la situación en los años sesenta se agravó cuando el régimen «entregó» la construcción de la vivienda social a la iniciativa privada. Con ello regresamos al modelo de la mano gigante, en realidad cuatro o cinco manos gigantes, es decir, un oligopolio inmobiliario. Una de las «manos» más conocidas fue la de Banús, que construyó en Madrid el barrio del Pilar, verdadero resumen de las ambiciones de aprovechamiento del periodo. Por lo demás, la renovación urbana siguió basándose en grandes planes de limpieza de la vivienda precaria a favor del lucro privado, con desplazamiento de la población más débil económicamente. No hace falta decir que seguía sin contemplarse ningún proceso de participación.

MOVIMIENTOS VECINALES Esta historia apresurada debe detenerse en los años setenta. Hacia la mitad de aquella década se produce una reacción extraordinaria, a través de los llamados movimientos vecinales, contra los modos de construir ciudad y vivienda que habían dominado hasta entonces. Los centros más activos fueron las grandes capitales, Madrid y Barcelona, y no se tardó en contemplar esta reacción como germen de un urbanismo democrático, en el que la participación activa del ciudadano ocupaba un lugar fundamental, como señalaría entre otros Manuel Castells.6

formación, dando forma a la política municipal a través del programa de Barrios en Remodelación.

En realidad los movimientos vecinales constituyeron un impulso fundamental del proceso democrático: asociaciones de todo tipo (vecinos, padres de alumnos, amas de casa, jubilados, etc.) reclamaban su poder de decisión sobre el entorno físico, sobre la ciudad. En un principio se trataba simplemente de oponerse a los planes del gobierno y la oligarquía inmobiliaria, pero pronto los movimientos ciudadanos fueron capaces de articular propuestas propias y concretas. Repasemos muy brevemente algunas de sus características: – Las asociaciones funcionaban por lo general con una combinación de asambleas (participación directa) y una dirección elegida democráticamente (participación delegada). – Eran asociaciones diversas entre sí, y también en su composición interna. Aunque dominaba la cohesión por pertenencia a un barrio o clase social también incorporaban una cierta diversidad ideológica y política. – En su funcionamiento fue fundamental la relación y sintonía con los técnicos (abogados, arquitectos, sociólogos, etc.) que ayudaron a dar forma a las propuestas. – También fue fundamental la concreción inicial de objetivos. Las asociaciones reclamaban no solo de manera genérica vivienda, servicios y comunicaciones, sino que fueron capaces de concretar sus demandas sobre tipos de vivienda, programas, localización, etc. Su demanda más básica e irrenunciable fue que la población permaneciera en el barrio, evitar su desplazamiento en las operaciones de transformación. – Los planes alternativos impulsados por las asociaciones acabaron en muchos casos sirviendo de guía a los procesos reales de trans-

Movimientos vecinales en Madrid en los años setenta y ochenta

La experiencia fue en muchos sentidos exitosa a través de casos como el Pozo del Tío Raimundo, Orcasitas, la UVA de Hortaleza, o el de Tetuán-Ventilla. Este último proceso, quizá menos conocido, es ejemplar en el manejo de la escala reducida para el relleno de tramas existentes, en la incorporación de tipos con espacios de trabajo demandados por los vecinos, servicios, comunicaciones, y la aparición en las últimas fases de un modelo de ensanche con manzanas que se recuperó con fuerza en los años ochenta.7 ENSANCHES Precisamente ese modelo de ensanche histórico había sido presentado por Manuel de Solà-Morales, en un trabajo fundamental de los años setenta, como forma de crecimiento urbano opuesta a los polígonos de vivienda social franquistas.8 Frente a la concentración de decisiones y operaciones en el tiempo que caracteriza al polígono, realizado con un proyecto unitario,

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en el ensanche los procesos fundamentales (urbanización, parcelación y edificación) se separan y dilatan en el tiempo, dando cabida a la participación de una pluralidad de agentes. El ensanche se relacionaba así implícitamente con la posibilidad de democratizar los procesos de construcción y remodelación de la ciudad, mediante un modelo en el que la variedad de tamaños de parcela es un elemento clave: parcelas de distintos tamaños darán teóricamente cabida a distintos costes y tamaños de promoción, desde la vivienda individual hasta la gran promoción pública o privada.

social, donde no hay ningún tipo de participación. A ello se añaden otros factores: el deterioro de las cooperativas, convertidas a menudo en puro mecanismo de gestión donde los problemas de transparencia se reproducen, sin que los cooperativistas tengan control real en muchos casos, o la reducción drástica en la producción de vivienda social, que ha llegado a convertirse en ocasiones en una especie de distracción espectacular para arquitectos.

PAU

Hoy las demandas de participación se multiplican como reacción frente a las prácticas habituales de los últimos años, también en lo que se refiere al uso y construcción del espacio urbano, como ocurrió con los movimientos vecinales de los años setenta y ochenta. La reacción fue representada de manera significativa por el 15-M con una acción directa de ocupación del espacio público. Otras experiencias relacionadas con el espacio público y procesos de regeneración de barrios han cobrado un protagonismo creciente en Madrid, aprovechando la situación de bloqueo de los grandes proyectos, como Campo de Cebada, Esta es una Plaza, Tabacalera, etc. Los arquitectos hemos identificado rápidamente en estos movimientos una oportunidad de acercamiento a la ciudadanía, de recuperación del compromiso social de nuestra disciplina y también, admitámoslo, de trabajo en tiempos de crisis. Más allá de las formas tradicionales de ejercicio de la profesión aspiramos a asumir labores de mediación, de acompañamiento de las demandas, de interlocución con los agentes sociales, etc. Será interesante comprobar hasta qué punto se trata de posiciones comprometidas a largo plazo, o si estos procesos se acabarán convirtiendo en experimento de una élite cultural, creativa, como ha ocurrido en otras ciudades y países.9

En los años noventa y dos mil, como es sabido, el modelo del ensanche histórico de manzanas sobre un trazado reticular se impone; es el modelo que triunfa durante la burbuja inmobiliaria, y que coincide con el impulso supuestamente liberalizador de la Ley del Suelo del 98. ¿Qué ocurre en la aplicación extensiva del modelo en Madrid?

Madrid, PAU de Vallecas

Como se ha dicho la clave en el análisis de Solá-Morales sobre el ensanche está en el proceso de parcelación. La urbanización es una operación unitaria, necesariamente realizada por una gran administración (pública o privada), pero la parcelación, y concretamente su tamaño, es fundamental para fomentar una mayor o menor diversidad de agentes edificatorios. Pues bien, lo que ocurre en los PAU madrileños es que las parcelas corresponden con las manzanas (Sanchinarro, Carabanchel), o con cuartos de manzanas, como en Vallecas, el más «amable» de los PAU, con lo que supone desvirtuar profundamente el modelo. La parcelación de los PAU hace que solo los grandes operadores de suelo, grandes promotores y administraciones, puedan participar en la construcción de la ciudad, confirmando de paso la contradicción fundamental de la ley del 98: una supuesta liberalización, que debería conducir al pluralismo, a aumentar las posibilidades de participación, en realidad sirve para consolidar el poder de un oligopolio, el de los grandes operadores del suelo. Volvemos así en los últimos años a la gran mano que nos da la vivienda (o nos la quita), incluso la vivienda

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ACTUALIDAD

Hoy debemos ser conscientes de las posibles contradicciones de los procesos de participación, que ya en los años sesenta apuntaba el artículo seminal de Sherry Arnstein «A ladder of citizen participation».10 El texto señalaba la diferencia entre una participación vacía, apaciguadora, legitimadora o que sirve para la «distracción» (tokenism), y un verdadero control ciudadano. La idea quedaba expresada con inigualable gracia poética en un cartel del mayo del 68 francés en el que se podía leer: Yo participo / Tú participas / Él participa / Nosotros participamos / Vosotros participáis / Ellos se aprovechan. Volviendo al terreno de la vivienda, en los últimos años encontramos iniciativas defensivas, legales, como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, de gran importancia social, pero ¿qué hay de la participación

ciudadana en la planificación, construcción y regeneración de los barrios? Parece que no hemos avanzado mucho en ese sentido: la participación se mueve entre los procedimientos burocráticos «apaciguadores» en la tramitación oficial de planes y proyectos, y la acción directa de ocupación ilegal de estructuras abandonadas, autoconstrucción en áreas informales, etc. Como ejemplos basta recordar los edificios ocupados hasta hace poco en plena Plaza de España o la más conocida Cañada Real, ambos en Madrid. WALLISBLOK Tras este repaso al panorama madrileño, necesariamente esquemático, acudamos brevemente a Holanda, donde algunas experiencias recientes apuntan caminos concretos a explorar en cuanto a la participación ciudadana en los procesos de construcción o regeneración de viviendas. Allí el movimiento okupa está altamente organizado, como es sabido, y ha conseguido impulsar «desde abajo» procesos que han influido en la política de las administraciones, caracterizadas por el proverbial pragmatismo holandés. Un interesante ejemplo de inspiración lejana en el movimiento, aun con importantes contradicciones, es la rehabilitación del edificio Wallisblok, en Spangen, Róterdam, finalizada en 2007.11 El edificio se encontraba a finales de los años noventa en estado de abandono casi total, al borde de la ruina. El barrio tampoco ofrecía esperanzas: Spangen era en ese momento incapaz de atraer inversiones, homogéneo desde el punto de vista social y físico, con un parque de viviendas de alquiler social en un creciente estado de deterioro. A ello se sumaba un valor patrimonial indudable, identificado con la arquitectura de vivienda obrera de principios del siglo XX vinculada al desarrollo del puerto. A pesar de ese valor patrimonial se decidió derribar el Wallisblok, momento en el que aparece un plan alternativo, en este caso a iniciativa de un conjunto de técnicos que proponen al propietario (una corporación de vivienda) y al Ayuntamiento un nuevo modo de gestión. Las condiciones propuestas fueron: – Ya que el valor del edificio era prácticamente nulo, y por tanto no había compradores, se ofrecerían viviendas «gratis» para atraer ocupantes (versión domesticada de los okupas) que pudieran participar en el diseño de las nuevas viviendas y en el proceso de rehabilitación del edificio. Para ello se establecieron dos condiciones básicas: – Invertir un mínimo de 1100 euros al metro cuadrado en la rehabilitación. Parte de esta

inversión se podría aportar con el propio trabajo del usuario final. – Permanecer en el barrio un mínimo de dos años para evitar movimientos especulativos y contribuir a la regeneración de la zona. JÓVENES PROFESIONALES Los administradores del Wallisblok seleccionaron hábilmente a un grupo relativamente homogéneo de usuarios: jóvenes profesionales, con los que se quería impulsar la actividad del barrio y su diversidad social. Hoy sabemos que la capacidad dinamizadora del joven profesional es un tópico a menudo contradictorio, pero en este caso se encuadraba en una estrategia para producir diversidad social que incluía la construcción de nuevos edificios de vivienda libre en propiedad para equilibrar la enorme proporción de alquiler social en origen. Con los participantes seleccionados se formó una cooperativa asamblearia con estatutos propios, que gestionó la rehabilitación en dos fases: primero se rehabilitaron el soporte estructural y los cerramientos, de forma unitaria, con una empresa constructora, y en una segunda fase de acabados e interiores se fomentó la participación directa de los usuarios con su trabajo, ahorrando así una parte de su inversión. El resultado de la participación en el proyecto fue una diversidad real «desde abajo» de las viviendas, de sus programas y tipos. El soporte inicialmente repetitivo se transformó mediante la agregación de unidades en planta y sección para producir 41 viviendas de entre 55 y 300 m2 (originalmente eran 96 viviendas iguales). Esta diversidad podría recordar a Entrevías, o más bien a los soportes de Habraken, aunque en realidad es una especie de institucionalización del movimiento okupa, domesticado y empleado como instrumento de regeneración urbana. KLUS HUIZEN Lo más interesante es que el mecanismo ensayado en el Wallisblok se convirtió en política municipal en los años siguientes, pasando de ser un experimento puntual a convertirse en instrumento de regeneración en tiempos de crisis, cuando la participación del usuario se relaciona con la viabilidad económica. Así aparecen las convocatorias Klus Huizen (casas-trabajo), viviendas que son ofrecidas por la Administración o privados a precios bajos, en zonas donde interesa dinamizar procesos de regeneración. De los precios se descuenta una inversión en mejora que en muchos casos aporta con su trabajo el usuario, y también se establece un compromiso de permanencia, como en

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el Wallisblok. Los inmuebles se ofrecen tanto a particulares como a pequeñas cooperativas, pero siempre apuntando a agentes de escala reducida que puedan introducir una cierta diversidad en los procesos de regeneración. Estos agentes mantienen su actividad en tiempos de crisis, cuando los grandes operadores tienen dificultades para asumir inversiones de riesgo. Se trata de una forma de intervención pública en la vivienda relativamente nueva, con incentivos, que promueve el «háztelo tú mismo» en lugar de dar un producto acabado, y que se basa en un cierto pragmatismo de fondo.

crisis. Tal es el caso de Buiklsloterham, una zona industrial en proceso de desmantelamiento en la orilla norte del río Ij, de enormes dimensiones, donde se prevé una implantación residencial y de terciario que sea compatible con la permanencia de parte del tejido industrial. Allí las zonas reservadas a Zelfbouw han sido las primeras en transformarse y albergar nuevas edificaciones. En definitiva, ante la parálisis o la quiebra de los grandes operadores en los últimos años, los holandeses han confiado de forma pragmática en estas parcelas pequeñas como oportunidad para la participación y diversificación de agentes que pueden contribuir a un proceso de regeneración, incluso a gran escala como en Buiksloterham. La tendencia a la fragmentación de las iniciativas encuentra allí formulaciones radicales como el llamado «Het Wilde Wohnen», donde la estrategia de parcela pequeña y autonomía en la autopromoción parece devolvernos a la utopía anarquista de Howard. «SOCIEDAD PARTICIPATIVA»

Cartel sobre las Kluz Huizen (casas-trabajo) en Rotterdam

ZELFBOUW La cuestión de la escala y la participación de agentes menores, incluso de ciudadanos, es también fundamental en el programa municipal de Ámsterdam que se denomina Zelfbouw (autoedificio o autoconstrucción). Esta experiencia confirma la importancia de la parcelación como clave para democratizar los procesos de construcción de vivienda y regeneración urbana. El Ayuntamiento de Ámsterdam, propietario de la mayor parte del suelo municipal, produce a través del programa, y en ocasiones protege, una serie de paquetes de parcelas de tamaño pequeño y mediano en lugares clave, hacia los que quiere atraer a pequeñas constructoras, inversores, y a gente que se quiere hacer su casa, como dinamizadores de procesos de cambio y regeneración a menudo estancados por la

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En realidad a través de estas y otras prácticas en Holanda se vislumbra un cambio de paradigma (admitamos el tópico). Se trataría de abandonar el antiguo concepto de la vivienda social como provisión de alojamiento por parte de un estado o administración protectora, en el marco de las políticas clásicas del Estado del Bienestar, en el que el ciudadano «reclama» sus derechos, para pasar a lo que el rey de Holanda llamó en su famoso discurso de 2013 una «sociedad participativa» o «de la acción», en la que el ciudadano se activa y participa buscando sus propias soluciones, superando la supuesta pasividad del que simplemente «reclama». No es extraño que estas alusiones se hayan interpretado como una proclamación del fin del Estado del bienestar.12 La duda es si en realidad la participación y el «háztelo tú mismo» no están sirviendo de cortina de humo políticamente correcta para el desmantelamiento acelerado de lo público, si el objetivo no es otro que pasar del derecho a la vivienda al «buscarse la vida» cada uno por su cuenta. Lo que nos conduce, a modo de conclusión, a una serie de preguntas. ¿PARTICIPACIÓN? – ¿Qué condiciones debe cumplir un proceso de participación ciudadana para que no pueda ser empleado como maniobra de distracción frente a un posible debilitamiento de las instituciones y políticas públicas? – ¿Un proceso participativo de construcción o transformación urbana puede conciliar las

demandas individuales o locales a corto plazo con un interés general, público, en el largo plazo? – ¿Es posible confiar en las condiciones históricas de participación ciudadana en un horizonte de progresiva fragmentación social e individualismo? – ¿La acción directa de los ciudadanos es suficiente para producir legitimidad democrática? – ¿Es la autoconstrucción una solución generalizable al «problema de la vivienda» en la actualidad? – ¿Deben los movimientos «desde abajo» sumar a las administraciones públicas, a costa de una posible pérdida de autonomía? ¿Qué papel debemos jugar los técnicos? – ¿Pueden las administraciones apoyar o sumarse a movimientos «desde abajo» sin poner en peligro su legitimidad y la igualdad de oportunidades, o eludir su responsabilidad?

vivienda social y regeneración urbana, op. cit., 2014, pp. 91107. 8. SOLÁ-MORALES, Manuel: Las formas del crecimiento urbano, UPC, Barcelona, 1997 (contenido elaborado originalmente en 1971-72). 9. MARTÍN BLAS, Sergio: «Una emergente “clase creativa” ocupa los espacios urbanos sin uso» en El País (edición digital), 13 de octubre de 2013. 10. ARNSTEIN, SHERRY, R.: «A ladder of citizen participation» en JAIP, vol. 35, n.º 4, julio 1969, pp.216-224. 11. HULSHOF, Ineke: «Renewal of the Wallisblok: creating new communities from failed and empty estates» en Holanda en Madrid: vivienda social y regeneración urbana, op. cit., 2014, pp. 61-75. 12. Véase: «Dutch King Willem-Alexander declares the end of the welfare state» en el periódico The Independent, 17 de septiembre de 2013. El discurso íntegro puede leerse online en una traducción al inglés: https://www.koninklijkhuis.nl/globale-paginas/taalrubrieken/english/speeches/speeches-from-the-throne/speechfrom-the-throne-2013/

Notas 1. MARTÍN BLAS, Sergio, Maite GARCÍA SANCHIS, Lucila URDA PEÑA (eds.): Holanda en Madrid: social housing and urban regeneration, Mairea libros, Madrid, 2014. 2. ARIAS GONZÁLEZ, Luis: «Las “Casas Baratas” (1911-1937), primer ensayo de vivienda social en España» en SAMBRICIO, C. y R. SÁNCHEZ LAMPREAVE (eds.): 100 años de historia de la intervención pública en la vivienda y la ciudad, AVS, Madrid, 2008. 3. Véase: HALL, Peter: Cities of Tomorrow, Blackwell, Oxford, 1988, pp. 87 y siguientes. 4. MARTÍN BLAS, Sergio e Isabel RODRÍGUEZ MARTÍN: «Róterdam-Madrid: experiencias de rehabilitación y transformación de colonias de vivienda social moderna» en Criterios de Intervención en el Patrimonio Arquitectónico del Siglo XX: Conferencia Internacional CAH20thC. Documento de Madrid 2011, Ministerio de Cultura, 2011, pp. 381-394. 5. HABRAKEN, N. J.: El diseño de soportes, Gustavo Gili, Barcelona, 2000 (1.ª ed. 1961). 6. CASTELLS, Manuel: Ciudad, Democracia y Socialismo, ed. Siglo XXI, Madrid, 1977. 7. FERRÁN, Carlos: «¿Qué hacer en Tetuán? Entre la remodelación y la rehabilitación integral» en Holanda en Madrid:

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