Y creó Dios al hombre y a la mujer: Análisis de políticas de salud pública sobre transexualidad y cáncer de mamas en Brasil y Chile desde una perspectiva de género

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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES INSTITUTO DE SOCIOLOGÍA

Y creó Dios al hombre y a la mujer: Análisis de políticas de salud pública sobre transexualidad y cáncer de mamas en Brasil y Chile desde una perspectiva de género

Mariel Mateo

Este trabajo busca exponer cómo los Estados de Brasil y Chile a través de políticas de salud pública concretas buscan definir la identidad de género. Puntualmente, se estudian dos políticas de manera comparativa: el programa de ‘readecuación corporal’ dirigido hacia transexuales y el tratamiento al cáncer de mamas. Se sostiene que en conjunto con las políticas institucionales, la tecnología médica ha permitido transformar el cuerpo de acuerdo a la normatividad femenino/masculino, reactualizando la matriz heterosexual hegemónica. Así, se ponen de relieve los mecanismos de sanción con que opera la comprensión/compulsión heteronormativa, pero también, se muestran sus limitaciones, ya que tanto transexuales como mujeres con cáncer son capaces de poner en crisis las distinciones y de negociar y reconstruir sus identidades.

I. Introducción Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó. Génesis 1: 27

Quizá el rol que juega la institucionalidad en la producción y restricción de las categorías de ‘mujer’ y ‘hombre’, de sexo ‘femenino’ y ‘ masculino’, nunca se aprecia tan claramente como cuando nos detenemos en medidas concretas y específicas que des-cubren este poder. Debemos considerar de todas formas, que las instituciones son la cristalización de normatividades de género ampliamente incrustadas en la sociedad, y que las personas tienen espacios para negociar y re-construir su identidad de género. Por esto, a continuación se busca discutir sobre el discurso hegemónico binario que construye a “hombres” y “mujeres”, enfatizando en cómo el Estado a través de algunas de sus políticas de salud públicas en conjunto con el avance de la tecnología médica, son capaces de tomar un rol activo en esta definición. Específicamente se rescatan dos políticas: el tratamiento a la transexualidad y al cáncer de mamas en Brasil y Chile, debido a que son normativas que en ambos países han sufrido modificaciones recientes y se enmarcan en reformas de salud que buscan contribuir a la universalidad y equidad(SUS-Brasil y GES-Chile). Además, cabe mencionar que se tratan las problemáticas en torno a la transexualidad y cáncer de mamas, porque hacen particularmente evidente cómo las nociones de género y sexo pueden entrar en crisis. En las próximas páginas se intentará entonces mostrar el desarrollo de ambas políticas de interés, vislumbrando los principales mecanismos en que se define la dualidad hombre/mujer en ellas. Luego, tomando como referencia diversos estudios de género, se busca comprender las limitaciones de las políticas estudiadas. Finalmente, se esbozan algunas consideraciones finales.

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II. Lo personal es político El hilo conductor de la revisión de las dos políticas públicas expuestas a continuación, es poner de relieve que la identidad de género, la sexualidad y el cuerpo lejos de estar amparados en el ámbito personal, son materia de poder político, como ha mostrado el esfuerzo feminista de hace largos años(Wilkinson,2008). Lo político se entenderá de manera amplia, como las relaciones de poder estructurales y los arreglos a través de los que ciertos individuos ejercen poder sobre otros (Millet, 2000). Dentro de estos arreglos, juegan un rol fundamental las normas de género que consistirían en “(…) el ideal dimorfismo, la complementariedad heterosexual de los cuerpos,[y los] ideales y reglas acerca de lo propio e impropio de la masculinidad y feminidad(…)”(Butler,1990:xxiii, traducción propia). De manera que se intentará ir desenredando cómo el cáncer de mamas y la transexualidad son capaces de problematizar este orden político. 1. Lo femenino es político A nivel mundial, el cáncer de mamas aparece como una de las principales causas de muerte en la mujer, por lo que se ha vuelto un problema de salud pública alrededor del mundo, y particularmente, es un tema que se ha posicionado en la agenda política latinoamericana en las últimas décadas (González-Robledo et al. 2013). Por su puesto que esta es una problemática con múltiples aristas, pero lo que nos ocupa indagar aquí es la forma en que el tratamiento médico al cáncer de mamas es capaz de desestabilizar lo femenino, por lo que nos detendremos en las implicancias que particularmente tiene la mastectomía como parte del tratamiento médico al cáncer mediante el cual se transforma cuerpo e identidad femenina. La mastectomía se realiza en la mayoría de los casos en que se diagnóstica cáncer de mamas, y dependiendo de la gravedad de la enfermedad, esta cirugía consiste en la extracción de uno o ambos senos, y se suele distinguir entre mastectomía ‘conservadora’, ‘total’ o ‘radical’ para indicar el gradiente que va desde lo menos invasivo(extirpar parte del seno) hasta lo más invasivo, que compromete todo el tejido mamario, los músculos de la pared del pecho y todos los ganglios linfáticos de abajo del brazo. Este tratamiento se puede complementar, si es que la paciente 3

está de acuerdo, con el procedimiento de reconstrucción mamaria en la misma cirugía de mastectomía o con posterioridad a ésta. Tal reconstrucción puede consistir en la inserción de un implante artificial, o bien de parte de la musculatura de otra parte del cuerpo (generalmente abdominal) (Navarro, 2006). Respecto a los casos de estudio, lo primero que debemos decir es que si bien la mastectomía lleva varias décadas cubierta por los sistemas públicos de salud, han sido modificaciones recientes a las regulaciones sanitarias las que han permitido que la reconstrucción mamaria sea un procedimiento garantizado públicamente, debido a que la evidencia ha mostrado que la experiencia de mastectectomía, más que cualquier otra mutilación, ha generado en los pacientes profundas depresiones, angustias y riesgo de recidiva de cáncer. Pero antes de problematizar este último punto, debemos esbozar brevemente las políticas sobre el tratamiento del cáncer de mamas en los dos países de interés. En el caso de Brasil, el sistema público de salud ha sufrido una serie de reformas que llevaron a desarrollar un plan integral de salud dirigido a la mujer, denominado “Política Nacional de Atención en Salud de la Mujer”. Dentro de los hitos más importantes dentro de este trayecto es que en 1999 se estableció la obligatoriedad de la reconstrucción mamaria en la red de unidades que integran el Sitema Único de Salud, a través de la Ley N° 9.797. Pero como recuerda Souza y Andrade (2008), esta regulación estaba siendo en la práctica ‘letra muerta’ ya que según su estudio, los profesionales de la salud por un lado, señalaban que contaban con pocos recursos para realizar este procedimiento y por otra parte, las pacientes debían someterse a una incierta lista de espera para poder acceder a este beneficio. Junto con esta complicación, varios estudios mencionan que la escasez de presupuesto también explicaría que no se cubriera públicamente en este país un examen fundamental, la biopsia de ganglio centinela (ganglio que es el primer afectado cuando se disemina el cáncer), por lo que era frecuente como medida preventiva que se extirparan gran cantidad de ganglios, dejando a las mujeres en condición de vulnerabilidad inmunológica y generando en ellas una importante disminución de la movilidad en el o los brazos afectados con la consecuencia de dañar profundamente su autonomía1(De Araújo,2009; Scorsolini-Comin et al.,2009; Souza&Andrade, 2008; Souza&Andrade,2008). Por lo anterior, fue necesario que en abril de este año se modificara tal regulación mediante la Ley N° 12.802, que determina la realización de la mastectomía y reconstrucción mamaria en el mismo procedimiento quirúrgico, siempre que estén 1

Pues dificulta las actividades ya sean domésticas y/o laborales

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las condiciones técnicas; y de no ser éste el caso, la ley establece la garantía de la cirugía reconstructiva con posterioridad (Diário Oficial da União. Brasilia, 25 abril 2013). Esta reciente reforma parece hacer eco del malestar señalado por la ciudadanía, ya que en Brasil a diferencia de Chile “por norma, las organizaciones de la sociedad civil participan en las decisiones de los consejos municipales, estatales y nacionales, lo que les permite contribuir al diseño, formulación e implementación de las políticas.”(González-Robledo et al., 2013:186). Aunque a partir de la revisión de investigaciones cualitativas, es posible afirmar que el trabajo de la ciudadanía es sobre todo estar atenta a fiscalizar la implementación de la medidas, de manera que aún falta tiempo para evaluar la efectividad de la última legislación, y si es que se avanzará en este país en la cobertura de los exámenes necesarios para un mejor tratamiento. En el caso de Chile, podemos decir que la evolución del tratamiento del cáncer de mamas tuvo el hito más importante de las últimas décadas en 2005, cuando nace el Régimen de Garantías Explícitas en Salud (GES) y lo incorpora dentro de los 25 problemas de salud prioritarios para el país. Esta medida tuvo como principal objetivo mejorar la salud de la población y reducir las desigualdades en salud, ya que las GES “se definen como aquellos derechos en materia de salud relativos a acceso, calidad, oportunidad y protección financiera, con que deben ser otorgadas las prestaciones” (Bastías&Valdivia, 2007:53). A diferencia del caso brasileño, nuestro país incorporó tanto la reconstrucción mamaria como la biopsia de ganglio centinela dentro del sistema público en la misma regulación (MINSAL, 2011a), aunque a la fecha existen pocos estudios desde las ciencias sociales en esta materia que busquen triangular la información entre profesionales de la salud, pacientes y normativas vigentes, para evaluar la efectividad de estas medidas2. Una vez que hemos aclarado a grandes rasgos el panorama jurídico normativo de los países estudiados, queda despejada la pregunta: ¿por qué los Estados de Brasil y Chile han reconsiderado en los últimos años cubrir la cirugía de reconstrucción mamaria? Así como ¿por qué es importante volver a restablecer la normalidad de lo femenino en el cuerpo de la mujer? Para resolver estas preguntas, se debe como primer paso, reconocer la construcción simbólica en torno a las mamas que las vinculan a representaciones sobre la femineidad y maternidad. Resulta particularmente esclarecedor el trabajo de De Araújo (2009) en el que se intenta dilucidar el símbolo de los pechos en la sociedad occidental: desde nuestra primera infancia nos relacionamos con ellos desde su función alimentaria y de apego 2

Estudio que es bastante más frecuente en Brasil, según la revisión realizada.

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maternal, luego, se educa a las niñas- (y no a los niños)- a cubrirlos. Además, contribuyen importantemente a la construcción de este símbolo los medios y la publicidad pues es bastante sabido que en estas instancias se exhiben sólo los cuerpos femeninos ideales, que por supuesto, constan de senos perfectos. Lo central para la autora es que a través de todas estas instancias las mamas son vistas como parte funcional a la alimentación o bien a la seducción, y es finalmente con esa parte (mama) que se representa a la persona (mujer), de manera que se desencadena una fragmentación del cuerpo de la mujer en el que la parte vale por el todo. Así, se puede entender la crisis de identidad que se genera en el momento en que es diagnosticado el cáncer de mamas: “El hecho de que te falte un seno, es no sentirse mujer. […] Creo que eso es lo peor, que te puede pasar, el sentirse mutilada.”( en Méndez et al., 2012). Pero al parecer, la reconstrucción mamaria no es siempre una solución infalible ya que “en muchos casos acaba siendo percibida más como otra mutilación (cuando es realizada con músculos del abdomen)” ( De Araújo,2009:63). Méndez et al. (2012) también ponen de relieve cómo desde la socialización temprana se va construyendo la categoría de mujer a través de una serie de rituales que van edificando el cuerpo y lo femenino en él. Este proceso ha sido entendido por Bartky (1988) como el resultado de un proyecto disciplinario, recogiendo la propuesta de Foucault a la vez que criticándola, ya que la autora muestra cómo las diversas prácticas disciplinarias, no simplemente hacen un cuerpo dócil (desde la mirada foucaultiana) sino que hace más dóciles a los cuerpos de las mujeres que los de los hombres, de manera que feminidad sería más que un atributo natural, un logro, una forma de actuar, re-actualizar e internalizar las normas de género en la identidad(95). De esta manera, el régimen heterosexual institucionalizado hace que las mujeres se construyan en función de los hombres: “En la cultura patriarcal contemporánea, un experto panóptico masculino reside dentro de la conciencia de la mayoría de las mujeres: ellas permanecen perpetuamente detrás de las miradas y bajo el juicio de ellos. Las mujeres viven sus cuerpos como vistos por otros, por un Otro patriarcal anónimo.”(Bartky, 1988:101, traducción propia). Y es en función de esta mirada omniabarcante que se puede entender la crisis que causa la transformación del cuerpo y “el tabú que durante mucho tiempo ha rodeado la representación de cuerpo tras la mastectomía”(Wilkinson,2008:34), consiguiendo invisibilizar la experiencia de mujeres con cáncer de mama: “En el baño trato que mis hijas no me vean, ellas saben el problema de la mamá, pero... a mí no me gusta verme, entonces, menos que me vean mis niñas...me da mucha lata...tocar,mirar, es como un fenómeno” (en Navarro, 2006:35).

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2. Lo transexual es político Bastante vigentes son las propuestas en políticas de salud pública que han abordado a transexuales en Brasil y Chile. En Brasil, desde la primera regulación en 1997 del Consejo Federal de Medicina que autorizó la práctica médica (hormonal y quirúrgica) para el cambio de sexo con fines investigativos -anulándose así la sanción legal y ética a esta práctica-, se abrió paso a una serie de iniciativas que culminaron en 2008 cuando el proceso transexualizador fue cubierto por el Sistema Único de Salud (SUS), que brinda atención pública, integral y humanizada a los transexuales en ese país (Arán&Murta, 2009). En el caso de Chile, la trayectoria de este proceso legal es más breve, puesto que el año 2011 estuvo marcado por tres avances históricos: se aprobó la “Vía Clínica para la adecuación corporal en personas con incoherencia entre sexo físico e identidad de género”(MINSAL,2011b), protocolo que regula por primera vez estos procedimientos a nivel nacional; el MINSAL emitió la circular N°34, que obliga a todas las instituciones de salud a tratar a las personas con el nombre acorde a su identidad de género; y por último, se aprueba que los costos médicos del tratamiento integral a transexuales sean asumidos por el Estado(MOVILH,2012). Estos logros son destacados por los movimientos LGBT como un trabajo compartido, ya que en ambos países estudiados, se subraya que hubo un extenso trabajo de estas organizaciones detrás de las propuestas gubernamentales3. Pero aunque se valoran, gran parte de los movimientos brasileños y chilenos continúan disconformes, pues advierten en estas nuevos programas prevalece un enfoque patologizador de la transexualidad(Arán&Murta,2009; MOVILH, 2012). De hecho, las minorías sexuales de todo el mundo se han movilizado4 desde hace varios años para que la Organización Mundial de la Salud(OMS) y la Asociación Americana de Psiquiatría(APA) dejen de considerar a la transexualidad como un trastorno (MOVILH,2012). Y en efecto, la lucha ha rendido frutos ya que a fines del 2012, la APA dejó de considerar la transexualidad como una enfermedad en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Enfermedades Mentales elaborado para el año en curso, no obstante que, se evalúa como un avance ‘parcial’, ya que lo sigue considerando como ‘disforia de género’ definida como la angustia que provoca la discordancia entre la anatomía(sexo) y el género de las personas, por lo que aún las distintas En Chile, destaca el trabajo del MOVILH en el desarrollo de un plan piloto y en la elaboración de un propuesta de atención a la población transexual,anterior a las normativas. Ver MOVILH(2007). 4 En este esfuerzo destaca La Campaña Internacional Stop Trans Pathologization-Network 3

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organizaciones esperan que se logre dar un giro definitivo tanto por la APA como por la OMS. Volveremos a profundizar en esta discusión, pero antes es necesario caracterizar en qué consiste el tratamiento médico cubierto por estas políticas. Tanto en Brasil como en Chile, el programa médico a transexuales consiste básicamente en la asistencia psicológica y psiquiátrica, una terapia hormonal con la que se espera conseguir la transformación de varios de los caracteres sexuales secundarios, y como culminación de este proceso –en un plazo aproximado de dos años desde el inicio ambos procesos y si es que el paciente aún lo desea- se realizan las cirugías de caracteres sexuales secundarios si se requiere (como mamoplastía o mastectomía bilateral) y finalmente, la cirugía más compleja e irreversible de transgenitalización. Cabe destacar que para el contexto brasileño el protocolo parece ser más completo (y mayores los recursos) ya que se garantiza además la cirugía de cuerdas vocales, cirugía feminizante de cara y del contorno corporal y la realización de depilación definitiva, lo que en Chile al menos no se ha hecho explícito, posiblemente porque las normativas recién están vigentes en 2013 y abiertas a especificaciones. La experiencia de Brasil tal vez sirva para iluminar algunos aspectos problemáticos. Ya que de acuerdo al estudio de Arán y Murta(2008), se mira con preocupación cómo la atención psicológica y psiquiátrica busca durante un periodo de dos años determinar si es que los pacientes son ‘verdaderamente’ transexuales, y que sólo cuando los profesionales diagnostican el ‘Trastorno de Identidad de Género’ se puede acceder a los beneficios y a las siguientes etapas. Según el MOVILH (2012) los protocolos vigentes en Chile en ningún caso tratan las identidades de género diversas como una enfermedad, aunque pareciera que éste organismo mantendrá la usual disposición a la fiscalización para que sean respetados en la práctica los acuerdos. Pero nuevamente surge la pregunta ¿por qué los estados de Chile y Brasil a través de sus políticas sanitarias reconsideraron en las últimas décadas cubrir la atención médica integral para transexuales? La respuesta desde el ministerio de salud coincide en los dos países estudiados en gran medida, mencionándose: i) los principios de universalidad y equidad que prevalecen ambos sistemas de salud pública; ii) reconocen que la orientación sexual y la identidad de género son parte fundamental de la salud, y que por lo tanto, el malestar por la inadecuación del sexo con el género debe ser acogido iii) se recoge la evidencia de que muchos transexuales son marginados de la asistencia médica pública, debido a la discriminación social (también de profesionales de la salud) que experimentan; iv) cuando asisten (o son 8

llevados) a los servicios médicos, es generalmente luego de poner en riesgo su vida por automedicación, siendo frecuentes la del tipo hormonal o quirúrgica(uso de silicona industrial). Pero como hemos dicho, en Brasil el acceso al programa médico para la población transexual pone como requisito el diagnóstico de ‘transexualidad’ como un problema siquiátrico que debe ser reparado. Pareciera entonces que aún se puede indagar más en las razones que sustentan estas políticas, haciéndose imprescindible considerar parte de la genealogía del trastorno de identidad de género, ya que su historia es relativamente reciente: en 1952 se tiene registro de una de las primeras cirugías de transgenitalización realizada por Christian Hamburger en Dinamarca, la que abrió el debate científico sobre la forma de comprender sexo y género, e incentivó la investigación en el área desde diversas disciplinas. Para Foucault (1978), a partir de esta época muchos casos comienzan a divulgarse en la ciencia, a describirse y problematizarse generando nuevos dispositivos de saber/poder, técnicas que consistirían en la educación sexual, la normalización, y la corrección de las desviaciones. Es por esto que el autor comprende que en la emergencia de una sociedad disciplinaria, es fundamental la noción de ortopedia que ilumina la relación entre cuerpo y poder, de manera que con su desarrollo se va logrando la internalización de los dispositivos de vigilancia, pero no tan sólo de manera metafórica- aludiendo a la miradas del otro internalizada (Bartky,1988)- sino que de manera concreta a través de la tecnología médica que logra re-formar los cuerpos para hacerlos normales y coherentes. De esta manera, podemos ver cómo emerge lo transexual a mediados del siglo XX en estrecha relación con el desarrollo de la tecnología, y a través de la mirada médica(Hausman, 1995). Así, es interesante destacar que en la misma década que la homosexualidad consigue salir de los manuales psiquiátricos como una patología, la transexualidad entra a ellos, pues en 1977 la APA incorpora la categoría disforia de género para agrupar a una serie de enfermedades ligadas a la condición que pueden ser , y más tarde, en 1980 la misma institución incorpora el transexualismo al manual de diagnóstico psiquiátrico, para substituirlo en 1994 por Trastorno de Identidad de género (Arán&Murta,2009), el que recientemente(2013) fue nuevamente etiquetado como disforia de género, pero al parecer re-significando el término no como enfermedad, sino como un sentimiento de constricción. No obstante, la construcción de las categorías anteriores no han sido unilaterales, ya que el trabajo de Hausman(1995) muestra cómo los y las transexuales han sido activos participantes en demandar la transformación de sexo y negociar la definición 9

de su condición, más que meras víctimas de un sistema normativo de patologización de género. Sin embargo, este argumento debe ser cuidoso según Arán y Murta (2009) , ya que se debería cuestionar que las cirugías de transformación de género sean usualmente planteadas como la única solución, ya que en este argumento se invisibiliza la falta social que se practica al insistir en excluir las múltiples posibilidades de cuerpo, sexualidad e identidades, de manera que en su estudio concluyen: “constatamos que algunos hombres y mujeres transexuales pueden desear una cirugía de trangenitalización por la exclusiva necesidad de un reconocimiento social más amplio, lo que da para pensar que la cirugía no necesariamente sería indicada si viviéramos en un mundo donde la diversidad de género fuera posible” (21, traducción propia).

III. Cuerpos a-normales: el mastectomizado y el transexual La revisión que hemos hecho hasta ahora acerca de las políticas en torno a la transexualidad y el cáncer de mamas, nos ha permitido mostrar que los cuerpos mastectomizados y transexuales hacen entrar en crisis la matriz heterosexual, por lo que el aparato estatal en conjunto con la tecnología médica, despliegan una estrategia para normalizar sus diferencias. Nos queda entonces profundizar, a través de una perspectiva de género, en las convergencias y divergencias de ambas experiencias estudiadas además de mostrar cómo las categorías de mujer y hombre que están a la base de las políticas de salud revisadas pueden ser perjudiciales. La convergencia más importante es que tanto la ausencia de las mamas a causa del cáncer como la experiencia transexual, parecen mostrar una incongruencia entre el cuerpo sexuado, que se concibe usualmente como un ‘atributo natural’, y el género, entendido como la ‘interpretación cultural’ del sexo. No obstante, si consideramos la problematización que hace Butler(1990), pareciera que la distinción sexo/géneroque está a la base del discurso biomédico que hemos revisado- supone una radical separación entre ambas nociones, como si pudiera existir más allá de la binaridad de los genitales, una multiplicidad de géneros que interpreten esa diferencia, pero lo cierto es que se espera una pulcra coherencia entre sexo femenino y ser mujer, y entre sexo masculino y ser hombre, de manera que la identidad de género bajo la mirada heterosexual imperante es también binaria y extremadamente fija. De ahí que “La presunción de un sistema de género binario implícitamente sostiene la creencia de una relación mimética entre sexo y género en la que el género refleja al sexo o es restringido por éste” (Butler, 1990:10). La rigidez con que opera este sistema, revela que no sólo se enfatice la distinción entre genitales femeninos y masculinos, sino también en las múltiples facciones del 10

cuerpo, ya que como expusimos, los senos son partes que valen por el todo (De Araújo, 2009) y su ausencia, es capaz de desestructurar el cuerpo, la identidad femenina y quebrantar la normativa de lo permitido, lo posible y lo imaginable (Méndez et al.,2012). La fuerza del argumento binario, consistiría entonces en hacer una construcción del ‘sexo’ como si fuera no-construido: “Como resultado el género no es a la cultura como el sexo es a la naturaleza; el género es el recurso por el cual la «naturaleza sexual» o el «sexo natural» es producido y establecido como prediscursivo, previo a la cultura, una superficie políticamente neutral en la cual la cultura actúa” (Butler, 1990:11, traducción propia).

Pero no se puede destacar sólo la sanción que provoca la incoherencia de los cuerpos mastectomizados y transexuales, pues también hay espacios de contestación, ya que diversas aproximaciones cualitativas han mostrado que las mujeres con cáncer de mama y los y las transexuales son capaces de elaborar estrategias que pueden ir desde cubrir u ocultar las diferencias, hasta incluso oponerse a restablecer la normalidad en sus cuerpos: éste es el caso de mujeres mastectomizadas que deciden no someterse a la cirugía de reconstrucción y también de transexuales que no desean realizarse todas las cirugías de normalización(Aline&Andrade,2008; Arán&Murta,2009; Scorsolini-Comin,et al., 2009). Estas estrategias son de particular interés, pues muestran que también los actos de subversión construyen género y se abren espacio entre la estrechez con que son concebidos ‘hombres’ y ‘mujeres’. En este sentido, es necesario rescatar la noción de performatividad, que permite dejar atrás la ilusión de una esencia femenina o masculina anterior al poder que la construye, para comprender que es a través de constantes actos que se da realidad a estas categorías (Butler, 1990). No obstante, esta realidad no siempre es coherente, ya que las normas heterosexuales más que estar internalizadas (Bartky, 1988) en un self estable y ‘verdadero’, están incorporadas en las rutinas de manera diversa y por ello es fundamental la apertura a las múltiples posibilidades de género(Butler,1990). De esta manera, se hace primordial subrayar los efectos nocivos de una concepción rígida de las categorías sobre la experiencia de mujeres y transexuales. Así, cuando la categoría de ‘mujer’ se entiende como un término unitario (con un cuerpo perfecto) se anulan las intersecciones que le otorgan dinamismo- como las de clase, raza y enfermedad-; y ocurre lo mismo con los transexuales, ya que los protocolos médicos mientras buscan diagnosticar al ‘verdadero transexual’ suponen en ellos un comportamiento propio(fijo) (Arán&Murta,2009), teniendo la expectativa de que éstos se adecúen a las normas de género, mas “el deseo de transformar el sexo del cuerpo no corresponde necesariamente a algún comportamiento erótico o deseo sexual”(Meyerowitz,2002:10) de manera que los transexuales podrían identificarse 11

con distintas orientaciones sexuales(bisexuales, homosexuales) pese a que se supone la heterosexualidad como natural. De manera que es importante no juzgar a los transexuales como ‘enfermos’, pero tampoco como inherentemente ‘transgresores’ de las normas, ya que como cualquier persona éstos articulan las posibilidades de construcción de sí mismos de acuerdo a su contexto histórico y cultural disponible (Arán&Murta,2009). Así también, la perspectiva de género que hemos delineado muestra la urgencia de que las categorías de género, sexo y orientación sexual que rígidamente están a la base de las políticas de salud, sean problematizadas, para que el objetivo de universalidad y equidad que está a la base del sistema de salud público brasileño y chileno, se logre sin que la inclusión de mujeres y transexuales en ellos signifique la anulación de sus particularidades. Por último, se debe destacar que lo problemático de esta expectativa de normalidad, es que no todos sus responsables son visibles, está desplegada en todo el cuerpo social, y no se trata sólo de instituciones disciplinantes (Foucault, 1978), sino que también son las mujeres mastectomizadas y transexuales quienes enjuician constantemente sus cuerpos, y en quienes vive la mirada del Otro patriarcal (Bartky, 1988). Pero en la medida que evidenciamos la construcción de género y de sexo, podemos permitir que nuevas y diversas miradas, cuerpos, orientaciones y géneros rompan con su estatus ilegítimo, imposible e irreal.

IV. Consideraciones finales Es evidente que las políticas en torno al cáncer de mamas y transexualidad tienen muchísimas más aristas de las que se discuten a lo largo de este trabajo. De hecho, podría ser un gran aporte estudiar de manera más amplia las políticas de prevención sobre el cáncer de mamas, las campañas publicitarias asociadas, y otros aspectos del tratamiento, como el uso del tamoxifeno que han sido objeto de una larga crítica feminista(Ver Wilkinson,2008). Luego, en el caso particular del nuevo programa sobre transexualidad en Chile, se hace tremendamente necesario complementar este análisis desde un acercamiento cualitativo que considere la experiencia de los y las usuarias. Como conclusión, en conjunto con los avances en políticas públicas es fundamental enriquecer el debate sobre el respeto a la diversidad de los cuerpos, identidades y orientaciones sexuales, pues en la medida que se valora transversalmente esta diferencia, se hace relativo que las diversas cirugías de normalización sean la única solución posible para la inclusión social de mujeres y transexuales. Finalmente, el ejercicio de comparación de nuestro país con otras realidades puede permitir 12

anticipar las dificultades de la implementación de políticas tan complejas como las estudiadas.

Bibliografía

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