Y al final respirar tranquilo

June 22, 2017 | Autor: Oswaldo Camarillo | Categoría: Literature, Science Fiction, Filosofía
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Descripción

Y al final respirar tranquilo Tras trece horas de lucha contra la insistente presión, finalmente fue arrojado al mundo. Su primera reacción como protesta consistió en resistirse a respirar, por lo que recibió una sonora nalgada de parte del obstetra que lo sometía por los tobillos… aún así se negó a estrenar los pulmones y el partero se resistió a desistir: para persuadirlo usó otra nalgada que provocó que se escapara de sus manos rumbo al piso; poco antes de tocar el suelo aspiró la primera bocanada que lo sostuvo en el aire, justo a tiempo para que el médico lo alcanzara presumiendo sus buenos reflejos en medio del primer llanto. La hazaña corrió por todo el hospital provocando apretones de manos e incluso abrazos al hábil doctor que, de cualquier forma, había provocado el accidente inicialmente. Los primeros años de su vida transcurrieron normalmente, el incidente de la caída se contó con decreciente emoción durante algunos cumpleaños hasta que se guardó en el olvido. Su familia carecía de extremada calidez y aprendió que sacando buenas calificaciones no lo molestaban en absoluto. Todo transcurría sin muchos sobresaltos hasta que un día cualquiera, jugando a la cuerda floja en la azotea, cayó del segundo piso de su casa. Cuando estaba a punto de tocar el suelo aspiró apresuradamente y jadeando comenzó a flotar, su pulso estaba acelerado y su respiración igual, la sorpresa lo mantuvo un buen rato en el aire y a no ser por que alcanzó a agarrar el lazo del tendedero, habría alcanzado la estratósfera. Cuando se tranquilizó su gravedad volvió suavemente. A partir de ese momento cada vez que la agitación aumentaba empezaba a levitar poco a poco, con solo recordar la caída y el vuelo sus pies se separaban de la tierra y le costaba trabajo recuperar el control. Esa peculiaridad no lo hacía muy popular, aunque siempre tuvo cuidado de calmar sus exaltaciones en público y, cuando la emoción se salía de control, procuraba disimular huyendo a brincos del lugar. Pronto su comportamiento lo alejó de los demás niños convirtiéndolo en un pequeño solitario. Aunque pasaba el tiempo sin compañía, disfrutaba de una extraña fascinación al flotar, sin embargo era primordial aprender a mantenerse tranquilo, experimentaba provocándose sobresaltos y midiendo el tiempo que tardaba en volver a la normalidad, mientras tanto para ayudarse a no flotar usaba botas de trabajador con casquillo de metal, eso provocó que sus piernas se desarrollaran fuertemente; para mantener la proporción también ejercitó el resto del cuerpo. De ésta forma mientras su cuerpo crecía también aumentaba el control de sus emociones. Eso no evitó uno que otro sobresalto, especialmente mientras dormía, pues casi cualquier sueño lo mandaba a estrellarse contra el techo, algunas noches dormía bajo pesadas cobijas y en tiempo de calor se amarraba a la cama, pues lo más difícil no era el vuelo, sino el aterrizaje. Pese a que la atracción por el sexo complementario se dio de forma natural, nunca llegó a extremos incontrolables, quizá porque nunca se acercó demasiado, quizá porque simplemente no pasó. Los lugares peligrosos eran los más añorados: le encantaban el teatro y el cine, pero siempre tuvo que apreciarlos a escondidas, oculto entre los telones o en algún palco privado disfrutaba sus volátiles placeres, bajo el riesgo de ser descubierto. En definitiva optó por verlos en video. La música y la pintura eran gustos prohibidos en público; aún así asistía constantemente a exposiciones de arte contemporáneo que lo mantenían al ras del piso. Todo el tiempo buscaba un reto para probar su control, lo intentó con los deportes pero al anotar un gol desapareció de pronto y rogó a todos los santos que nadie volteara hacia lo alto del poste de la lámpara del campo.

Evitó leer en público pues se ensimismaba tanto en la historia y tenía tan buena imaginación que, sin darse cuenta, había cambiado de lugar con todo y silla. Aprendió a bailar viendo películas, soñó con tener una sombrilla para se aceptado y bailar acompañado. Intentó el ajedrez, pero la simple contemplación llenaba su torrente de adrenalina y su cuerpo de ligereza. Cuando paseaba por edificios antiguos pensaba que los techos tan altos se había construido para personas voladoras que andaban por los grandes salones revoloteando sin empacho. La decisión de estudiar una carrera no fue fácil. Su inclinación natural lo llevaba a querer ser piloto de avión, su sentido común decía bibliotecólogo. Cuando ingresó a estudiar actuaría, que le parecía una de las carreras más tranquilas y alejada de las emociones, era un tipo alto y fornido, usaba pesadas botas y chamarra de cuero con estoperoles, se ponía grandes cadenas y collares y había dejado crecer su cabello, siempre andaba solitario y parecía indiferente al mundo que lo rodeaba: la viva imagen de un joven rebelde inadaptado. Trataba de no relacionarse con sus compañeros y se mantenía al margen de toda discusión, era buen estudiante y respetuoso de los demás. Antes de ir a la escuela leía los titulares de varios periódicos y escuchaba las noticias, como una especie de calentamiento para soportar cualquier sorpresa. El control que había logrado sobre sus emociones le permitía tomarse ciertas libertades: algunos días dejaba a un lado las botas y se calzaba un par de tenis y ropa ligera, enfilaba hacia los bosques cercanos para dar largas caminatas. Allí lo invadía la tranquilidad y podía llegar a excederse leyendo un libro hasta llenarse con tanta belleza, sin temor a flotar más allá de algunas ramas atado al tronco de algún árbol, podía dormir y soñar sin ataduras (metafóricas). Se desenvolvía casi normalmente entre personas que vagamente le ponían atención hasta que, ineludiblemente, conoció una chica que lo puso a flotar. Alguna vez había llamado su atención una cadenciosa mujer que detenía el tiempo a su paso cuando andaba por la facultad, sí, ella era de su facultad, pero nunca se habían cruzado en clase alguna; cuando esto pasó el tiempo se detuvo y el corazón se aceleró, apenas tuvo tiempo de alcanzar a saltos el baño. No pudo salir en un par de horas hasta que la calma fue parcial. Durante una semana no asistió a clases. Siete días después el plazo se cumplió y debía regresar al mismo salón, pero ésta vez iba preparado con un par de pesas de diez kilos en su mochila y la indumentaria, cadenas y zapatos más pesados de su guardarropa. Todo estaba planeado: llegar temprano y ocupar un asiento hasta atrás, esperar su llegada y tomar control de la situación, vencer éste reto. Cuando la chica entró a la clase le lanzó una mirada de reojo que logró compensar por su mochila sobre las piernas y las polainas atadas a los tobillos, de cualquier forma sentía que en un descuido podría salir volando por la ventana; logró soportar toda la clase aunque tuvo que esperar tiempo después que todos abandonaron el aula para poder salir tranquilo. La siguiente semana lo intentaría otra vez. A lo largo del semestre consiguió ganar terreno sobre su debilidad, no obstante la chica parecía querer provocarlo, se sentaba más cerca de su silla y buscaba su mirada, incluso alguna vez lo saludó con un guiño o ¿sería su imaginación? El día que llegó y vio a la chica sentada en su lugar estuvo a punto de alcanzar la luna -o por lo menos eso sintió-, recuperó el aplomo (aunque necesitaba más del plomo que de la a) y ocupó el lugar junto a ella; así comenzó la amistad. Trataba de llegar primero y afianzarse lo mejor posible, intentaba ser natural y soportar la dicha, dosificarla. La plenitud de sentimientos llenaba su pecho de helio como globo aerostático insistiendo en despegar o tornándole la voz y provocando una sonrisa irreprimible.

Ella parecía disfrutar su compañía y él iba ganando naturalidad junto a ella. Para las últimas sesiones del curso había logrado dominarla, podía saludarla, hablar con ella, sonreírle, y observarla indefinidamente; hasta caminaron juntos por los pasillos de la facultad. Compartían comida y los rebasaba el tiempo cada vez más rápido, los días juntos eran cortos y deliciosos. El detalle que a ella intrigaba era la implacable calma de su compañero, su tranquilidad. Podía ver en sus ojos el gozo pero él rechazaba el contacto, se ponía nervioso y se quería marchar, a veces desaparecía por ratos y volvía indiferente, casi inexpresivo. Ella consideró que a él sólo le interesaba como amiga y se rindió ante esa certeza, abandonó la idea de conquistar al chico tímido y solitario que tanto le atraía y aceptó el cortejo de un insistente antiguo pretendiente. Cuando dueño de sí, decidido a invitarla a salir, la encontró besándose en el pasillo con un tipo que no era él, su cuerpo se llenó de peso, apenas pudo caminar de regreso a casa, en el camino abandonó las pesas dentro de la mochila, las pulseras y las cadenas, la chamarra, las botas... no llegó a la cama, quedó tirado a un lado, sin poder levantar un dedo, ni siquiera la mirada. Las vacaciones habían comenzado y tuvo tiempo para juntar su fuerza, poco a poco se levantó y buscó consuelo, en los libros, en el teatro, en el cine, en la gente. Ya no temía salir volando, cambió su forma de vestir pues ya no era preciso, al contrario, le costaba trabajo levantar el ánimo. Volvió a andar y terminó la escuela, consiguió trabajo, se casó y fue padre… olvidó que alguna vez tuvo miedo de salir volando.

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