Voces hispanoamericanas y el exilio español de 1939 a través de las revistas culturales De Mar a Mar (1942-1943), Correo Literario (19431945) y Cabalgata (1946-1948)

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Descripción

Voces hispanoamericanas y el exilio español de 1939 a través de las revistas culturales De Mar a Mar (1942-1943), Correo Literario (19431945) y Cabalgata (1946-1948) Ana Martínez García Universidad de Cádiz El asentamiento de los exiliados españoles de 1939 supuso el aporte de novedades científicas, técnicas… en todos los ámbitos para los países de acogida. Entre ellos sobresalía también el espacio dedicado a la cultura, donde se hizo notable la proliferación de revistas, uno de los vehículos transmisores de todos los acontecimientos, que se proponía de un modo accesible económicamente a muchos sectores sociales. Esta circunstancia se debía a que un gran número de los españoles que se exiliaron dirigían las publicaciones creadas en el prolífico primer tercio del siglo XX en España, con títulos tan míticos como el de la granadina Gallo y su suplemento Lola, de Federico García Lorca, o la malagueña Litoral, de Emilio Prados y Manuel Altolaguirre. Los principales destinos de los españoles fueron Francia y México, y en menor medida otros países hispanoamericanos como Argentina, donde unos amigos de origen gallego se establecieron liderando la prensa cultural durante la década de 1940. Entre ellos recordaremos al artista Luis Seoane y al poeta Lorenzo Varela principalmente, a través de sus proyectos, reflejando su evolución, capacidad de adaptarse al medio en el que vivían y, en especial, las relaciones que establecieron con una serie de voces hispanoamericanas. Estas, como veremos, eran un nutrido conjunto de figuras insignes de la cultura hispanoamericana que comenzaron sumándose a diversos proyectos 1721

editoriales de los exiliados y acabaron liderando su última empresa cuando las circunstancias políticas y profesionales de los españoles les invitaron a dejar el país. El primer proyecto tras su llegada: De Mar a Mar Era una revista que presentaba en todos sus aspectos una total impronta española, con un título que recogía unos versos de Antonio Machado y sumaba un grupo de colaboradores, en su mayoría españoles, entre los que sobresalían Rafael Alberti, Francisco Ayala o Arturo Serrano Plaja (Lorenzo Varela, p. 5). Poco a poco, los directores de la revista y sus colaboradores más afines hicieron amistades en las tierras argentinas, que dieron lugar a incorporaciones que durarían toda una década. No se trataba de una revista política, de hecho indicaban que no deseaban ser bandera de una idea u otra. A pesar de ello, afirmaban que sus textos, testigos de una época crucial, mostrarían su orientación respecto a la guerra que estaba en curso. Por ello, deseaban la victoria de lo que ellos llamaban “pueblos libres” y la caída del fascismo, nazismo y falangismo (sin firma, “De mar a mar”, De mar a mar, nº 1, pp. 5-6). Sus fundadores eran un grupo de amigos de diferentes nacionalidades dispersos por el mundo a causa de los dos últimos conflictos bélicos, los cuales deseaban poder expresarse y apoyar el triunfo de la libertad. Junto a ellos, la nómina de colaboradores se consignaba tras las páginas de publicidad que abrían cada número gracias a un listado de intelectuales con los que contaban como apoyo, de nacionalidades dispares, especialmente españoles y argentinos. En ella aparecían como secretarios Arturo Serrano Plaja y Lorenzo Varela, quienes realmente eran los directores de De Mar a Mar. Gracias a la participación de Seoane, siempre ostentó una portada muy cuidada, con un dibujo con temática marina, enmarcado por unas finas líneas y bordeado por unas pinceladas que caminaban entre el verde y el gris que daba color a la ilustración. Sus dibujantes eran 1722

en su mayoría componentes de la redacción de la revista, tales como los gallegos Luis Seoane y Manuel Colmeiro, el italiano Atilio Rossi, el argentino Horacio Butler, etc. Además poseía cuatro secciones fijas, todas relacionadas con las bellas artes, que se combinaban con otras de carácter crítico (Silvia Dolinko, s.p.). Las colaboraciones, distribuidas de forma equilibrada con una cantidad similar de textos españoles y de otras literaturas, pertenecían esencialmente al género lírico, narrativo, ensayístico y crítico. Estos últimos formaban las subsecciones “Libros”, “Teatro”, “Cine” y “Exposiciones”, repletas de noticias de intelectuales, artistas y editoriales españoles e hispanoamericanos, especialmente afines al exilio. Entre sus secciones sobresalía “Hojas caídas”, donde se materializaba uno de los objetivos de la revista: expresarse libremente sin mostrar orientación política, aunque sí una postura moral hacia aspectos históricos coetáneos. Estos, contra pronóstico, no hacían referencia directa a la Guerra Civil, pero apuntaban contra el régimen posterior. Este tipo de apartados persistió en todos sus proyectos y se trasformaron como ellos, adaptándose, para que la denuncia no desapareciera (Martínez, pp. 155-157). Su último número vería la luz sin ofrecer noticias sobre su cese. Las razones por las que desapareció probablemente estuvieron ligadas a los numerosos problemas económicos que acuciaban a este tipo de empresas. A pesar de ello, las intenciones de la revista y la voz de sus artífices no se desvanecieron con las páginas aparecidas en De mar a mar, sino que continuaron su trayectoria a través de otra revista coetánea. De la participación hispanoamericana destacaremos a Juvenal Ortiz Saralegui, uruguayo de nacimiento y ascendencia vascuence, estudioso del grupo poético del 27 y seguidor de la causa republicana con su adhesión en diferentes manifiestos durante la Guerra Civil Española. Es decir, un personaje afín a los desterrados, con los que forjó pronto amistades y colaboraciones editoriales. Con este grupo exiliado debió contactar a través de su participación en otras revistas del exilio, tales como La Verónica, de Manuel Altolaguirre, y de las 1723

diversas actividades que llevó a cabo con Rafael Alberti y María Teresa León en torno a unas conferencias y concursos (Ortiz Zerpa, s. p.). Otra de las grandes figuras ligadas a las empresas españolas fue Octavio Paz, poeta mexicano que estuvo en España durante la Guerra Civil y colaboró en diferentes revistas dirigidas o codirigidas por españoles, desde Hora de España a Taller, circunstancias que lo llevaron a colaborar en esta empresa. Ricardo E. Molinari, poeta argentino, componente del grupo “Martín Fierro”, como otras personalidades ligadas a los proyectos que aquí reseñamos, traspasaron las páginas de esta revista y también participaron en el siguiente proyecto de los exiliados. Tal fue el caso de José Luis Romero, historiador argentino y reconocido profesor universitario, que destacó entre la nómina de colaboradores por su gran implicación en este y otros proyectos unidos a exiliados, en los que siempre participó. Nos referimos no solo a las revistas aquí estudiadas, sino también a la que él mismo codirigió con Francisco Ayala y Lorenzo Luzuriaga, importantes figuras del exilio español, bajo el título Realidad. En los números de De Mar a Mar destaca su participación al introducir un tema alejado de las colaboraciones literarias: incluyó un ensayo centrado en el concepto de americanidad, aportando el ingrediente clave que necesitaba la revista para sobrevivir con un público hispanoamericano. Nuevos tiempos, nuevos cambios: Correo Literario y la forja de nuevas amistades De Mar a Mar era heredera de las publicaciones anteriores a la guerra, con una nómina mayoritariamente peninsular… Es decir, un producto editorial con mucho sabor español que en Argentina no tendría suficiente público, lo que quizás produjo que pronto entrara en declive, cesara y sus creadores se adhirieran a un nuevo proyecto. Este fue Correo Literario, nacido con el deseo de difundir la cultura hispanoamericana invitando a participar a todos los intelectuales, siguiendo la estela americanista desarrollada en aquellos años, sin dejar 1724

de hacer un hueco a la voz de los desterrados y a su producción forjada en la distancia. Se declaraba un periódico no político, pero sus páginas implicaban una clara postura antifranquista. Así se dejaba ver en sus artículos y en la condición de sus firmantes, generalmente posicionados contra el fascismo y, en el caso de los argentinos, ligados al socialismo. El consejo de redacción estaba formado por los gallegos Arturo Cuadrado, Luis Seoane y Lorenzo Varela, además del secretario, el gijonés Javier Farías. A ellos se unieron los argentinos Alberto Girri y Pedro Larralde. Como indicaba su título, era una publicación esencialmente literaria y artística, ilustrada por múltiples fotograbados, aunque incluía textos relacionados con otras temáticas. El bloque literario estaba formado por notas de crítica literaria, firmadas tanto por españoles: A. Serrano Plaja, A. Sánchez Barbudo, etc.; como por personalidades hispanoamericanas: Nicolás Guillén, Ernesto Sábato, etc. Reseñaban, como en el caso anterior, obras en las que predominaban las firmas y editoriales del exilio. Junto a estas, en ocasiones se insertaban cartas y textos inéditos de figuras muy dispares, entre las que sobresalieron Miguel de Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Bernard Shaw, Louis Aragon, etc.; cuentos de conocidos narradores como María Teresa León, Julio Cortázar y Jorge Icaza, etc.; y composiciones líricas de poetas exiliados, entre los que destacaron Rafael Alberti, Juan Gil Albert, León Felipe, etc., junto a hispanoamericanos como Esther de Cáceres, Octavio Paz, José González Carbalho, etc. El ámbito artístico estaba compuesto por escritos del polifacético Varela y de Luis Seoane, diagramador de Correo Literario y uno de sus principales ilustradores. En ellos se dio noticia de las exposiciones más destacadas, entre las que prevalecieron las relativas a artistas argentinos como Raquel Forner o Juan Carlos Castagnino, y de españoles como Pablo Picasso, Arturo Souto, A. Rodríguez Luna y Manuel Ángeles Ortiz. Los críticos que más colaboraron fueron los argentinos Romualdo Brughetti, Norberto A. Frontini y Jorge Romero Brest, entre otros (Dolinko, 2008, s.p.). 1725

Entre las otras temáticas que incluyó la revista, junto a la literaria y artística, destacaban los textos científicos, coordinados por el gallego José Otero Espasandín, gran amigo de Varela y Seoane, ligado a todos sus proyectos, en los que trabajó como traductor, escritor, periodista, etc (Otero Varela, pp. 947-968). “Retablo” fue la sección que abordó las novedades del mundo teatral y cinematográfico. El cine argentino, norteamericano y francés ocupó la mayor parte de su atención, sin olvidar las producciones con participación de exiliados como La dama duende, con guion de Mª Teresa León y Rafael Alberti. Sus principales artífices fueron Francisco Ayala, L. Varela, Arturo Cuadrado, J. Farías, Enrique Amorim... El final de la revista llegó sin anunciarse, mientras el desenlace de la Segunda Guerra Mundial transcurría y la suma de victorias del pueblo francés les hacía creer en un próximo retorno. Tras comprobar que su estancia se alargaba, quizá no pudieron retomar su edición y crearon una nueva revista: Cabalgata. Las aportaciones hispanoamericanas de Correo Literario se multiplicaron, como el número de sus firmas, por todas las secciones. Entre ellas sobresalieron otras muchas, que brillarían aún más en su siguiente proyecto, como fue el caso del bloque musical con el musicólogo argentino Daniel Devoto. Como en el proyecto anterior, la aportación más politizada venía de la mano de Varela esencialmente, quien escribió “Rehilete en el viento”, donde encontramos anécdotas jocosas protagonizadas por personajes designados por iniciales más que evidentes, que escondían a figuras del exilio y de la España franquista; y “Premáticas y desahogos”, formada por aforismos satíricos que atacaban a los intelectuales que abanderaban la nueva cultura en la península (Salgado, pp. 4961). Además, este tono burlesco y politizado dejó huella en otras secciones como “Carta abierta”, el editorial de la revista; así como en el apartado titulado “Nuevas”, donde a propósito de las novedades sobre diferentes personalidades o sucesos destacados, encontramos noticias impregnadas de gran agudeza (Martínez, pp. 158-165). 1726

Cuando las voces hispanoamericanas toman las riendas: la revista Cabalgata Con el final de la Segunda Guerra Mundial, Correo Literario cesó. La caída del nazismo y el fascismo provocaron que sus directores creyeran en un inminente regreso que no se produjo hasta varias décadas después. Entonces, al percatarse de que el final del franquismo tardaría en llegar, quizá pensaron que no era viable retomar la edición de la revista porque habían dejado huella de su tendencia política en ella. Este hecho provocaría que su nuevo proyecto, Cabalgata, apareciera bajo la gerencia de un nombre nuevo, del catalán marchante de arte Joan Merlí, junto al que trabajaban Varela y Seoane sin que sus nombres figuraran en su consejo de dirección. Firmaban como colaboradores mientras se multiplicaban las apariciones de sus compañeros hispanoamericanos anteriores junto a otros nuevos: Daniel Devoto, Estela Canto, Jorge D’ Urbano, etc. Merlí Pahissa, director de la editorial Poseidón, ligada a Cabalgata por compartir sede y ser uno de sus anunciantes más importantes, se mantuvo siempre al frente de la revista, especialmente a partir del número 11, momento en el que abandonaron sus funciones los otros principales promotores de la revista. Luis Seoane aquí también era el encargado de la diagramación y el diseño, quien tras dejar Cabalgata se centró en los otros proyectos editoriales que llevaba a cabo mientras su carrera pictórica despegaba. Gracias a él, sus hojas estaban repletas de ilustraciones, tanto de fotografías de obras de arte de los colaboradores y de escenas de películas, como de dibujos y reproducciones de cuadros. Este interés artístico predominó en la primera etapa gracias a sus esfuerzos, durante la que se ofreció como suplemento una lámina a gran formato de una obra de reconocida valía de pintores de todos los tiempos. A pesar de haber dejado la revista, la apariencia con la que la configuró no cambió tras su salida. Este hecho puede mostrarnos, por un lado, el respeto que le tenían como diagramador y artista; y por otro el interés en continuar con la edición sin realizar cambios demasiado patentes, para seguir acaparando al mismo público. 1727

Respecto a la génesis de la publicación, debemos tener en cuenta que nació como trasunto de Correo Literario, lo que conllevaba una similitud estructural, concomitancias en las secciones, colaboraciones, etc. Su objetivo, siguiendo la estela de la publicación anterior, era hacer en Argentina una revista para todo el continente, órgano de expresión para todas las actividades de la cultura americana y universal. A partir de la segunda época, afectada por el peronismo y la crisis librera, su declaración de intenciones varió. Renacía con un propósito distinto: encumbrar la creación literaria y artística argentina del momento. Este cambio de rumbo se percibe en la temática de las colaboraciones y en las personalidades que las rubrican, donde se añoran las firmas exiliadas, reduciéndose hasta desaparecer. A pesar de ello, en una nota del nº 14 se recordó a los lectores que en sus páginas tendrían cabida los textos relativos a la cultura de países vecinos, tanto de habla hispana como portuguesa, inglesa… Esta breve aclaración nos descubre que persistía en ellos el deseo de hacer una publicación americanista. Entre tanto, como en el caso anterior, no se indicaba en sus objetivos orientación política alguna. A pesar de ello, hay muchos detalles que muestran su alineación de izquierdas —especialmente en la primera etapa—, como el hecho de que los principales componentes del consejo redactor y numerosos colaboradores fueran exiliados, afines a la Segunda República Española, comunismo… según el caso; que la revista de la que era trasunto se posicionara contra el fascismo, nazismo, etc. Como en De Mar a Mar y en Correo Literario, los textos más polémicos fueron siempre firmados con el pseudónimo bajo el que se escondía Lorenzo Varela, que fue capaz de sortear número a número la censura con sus ingeniosas artimañas. En esta ocasión solo tiñó un artículo fijo con sus jocosas críticas. Se trataba de “El Burladero”, donde contaba anécdotas llenas de dobles sentidos sobre la Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial, o protagonizadas por conocidos intelectuales como Bernard Shaw, Albert Einstein, Antonio Machado o Jacinto Benavente (Martínez, pp. 166 y ss.). 1728

Por lo tanto, con el paso del tiempo las firmas hispanoamericanas tomaron las riendas del proyecto editorial, circunstancia que no impidió que la situación política y la censura imperante abocaran a la revista al cierre y, con ello, al fin de toda una década de proyectos. Durante la primacía hispanoamericana, su tono se volvió más literario y artístico, difuminándose las noticias de cine, música, moda, etc. El bloque literario, tras la ausencia de Varela, su principal impulsor, perdió a la mayoría de la nómina desterrada. Mientras él se trasladaba a Uruguay por problemas políticos, dada su condición de exiliado español y su afiliación al partido comunista; continuaron colaborando algunos españoles, entre los que sobresalieron los más ligados al país, participación que también se extinguió. Así mismo, fue notable la ausencia de las personalidades argentinas más afines a ellos, tales como Estela Canto o Ernesto Sábato, desaparición que dio paso a nuevas figuras, como los escritores Juan J. Bajarlía y P. Rojas Paz, o el músico, crítico y ensayista Juan Carlos Paz. Dentro de las secciones, destacaremos las lideradas por figuras hispanoamericanas, que dieron relevancia a la disciplina abordada desde una perspectiva americanista. No obstante, recordaremos que continuó la presencia de colaboraciones en todos los apartados de hispanoamericanos y europeos. Una de las personalidades que más trabajó en el mundo del arte dramático fue el crítico argentino León Mirlas, que comenzó con colaboraciones intermitentes hasta conseguir dirigir la sección, que se desvinculó de la cinematográfica a partir del número séptimo bajo el título “Teatro” y posteriormente sufrió diversos cambios absorbiendo otros apartados. Las aportaciones musicales estaban a cargo de dos musicólogos argentinos: “Discos”, firmada por Jorge D’ Urbano y “Música”, escrita esencialmente por Daniel Devoto. Este último era el más afín al grupo de exiliados, ya que era amigo de Cortázar y asiduo a la tertulia del bonaerense Café Tortoni, donde se reunió durante décadas uno de los más nutridos grupos de intelectuales hispanoamericanos y exiliados. Junto a ellos participaron otros expertos, como los compositores españoles Adolfo Salazar y Jaime Pahissa. 1729

Las reseñas de libros, por su parte, fueron coordinadas por el argentino de raíces gallegas José González Carbalho, que desempeñó una labor similar en Correo Literario. Esta sección estaba formada por varios artículos de título fijo y diferente extensión. Sus principales artífices fueron los españoles José Mora Guarnido, Otero Espasandín, Mª Teresa León, etc. También participaron figuras de otras nacionalidades como Alberto Girri, Pedro Larralde, Newton Freitas, Jorge Romero Brest, etc. Entre las obras reseñadas, se multiplicaban las firmadas por exiliados y publicadas por editoriales afines, como Poseidón, Atlántida, etc. En la segunda etapa, la sección crítica se transformó en “El tiempo y sus libros”, con menor atención a los libros publicados por españoles, sin las firmas exiliadas más puntuales y sin la supervisión y empeño de González Carbalho. Sus encargados fueron los españoles José Mora Guarnido y Luis Farré, además de Julio Cortázar. Respecto a las aportaciones literarias, la inclusión de textos narrativos continuó, sin el membrete “Cuento policial”, con aportaciones de Enrique Wernicke, Alberto Girri y Cortázar, entre otros. El género lírico cobró mayor atención gracias al nuevo apartado “Galeras de poesía”, que incluyó composiciones de los argentinos Enrique Molina y Olga Orozco, del chileno A. de Undurraga, etc. “Mundo editorial” era otra de las secciones novedosas y de gran interés, dado que ofrecía noticias sobre las editoriales más relevantes de Hispanoamérica, entrevistas a sus directores, etc., destacando la presencia de los exiliados Joan Merlí, Gonzalo Losada y Antonio López Llausás. En esta sección se encontraban importantes figuras del mundo hispanoamericano, entre las que brilló Estela Canto, argentina conocida por su labor como traductora, sus reseñas críticas y periodísticas, la relación que mantuvo con Jorge Luis Borges y posteriormente con Varela. Participó con varias entrevistas a personalidades, tanto del mundo hispanoamericano como del desterrado, todas ellas motivadas por la promoción de novedades y el diálogo sobre la crisis librera. Otro importante colaborador, una de esas nuevas voces hispanoamericanas, era Julio Cortázar, escritor por antonomasia del boom en la narrativa hispanoamericana. En Cabalgata publicó diversos cuentos como “Lejana”, recogido posteriormente en su Bestiario, y 1730

traducciones sin firmar junto a interesantes reseñas en “Los libros y los días”. Entró en la revista gracias a la invitación de Seoane y por su amistad con Cuadrado, compañero de trabajo en Nova (Fernández Naval p. 68). En sus últimas páginas aparecieron durante la primera etapa de la revista diversos chistes gráficos bajo el título “Humor”. Pertenecían a un grupo de artistas poco conocidos y anónimos, entre los que destacaba el argentino Óscar Conti, conocido como Oski. Sus dibujos llamaban la atención por contener un mismo hilo temático: el arte, con sátiras que arremetían contra su forma de producción. Sus viñetas eran, según titulaba, traducciones o recreaciones de grandes obras de la pintura europea, donde los personajes cobraban un papel distinto: se actualizaban los temas, se caricaturizaban, exageraban… con un gran sentido del humor. En el apartado artístico, como en el caso anterior, con el nuevo viraje de la publicación también desaparecieron los colaboradores más afines a Seoane y Varela, destacando la ausencia de Norberto A. Frontini. A partir de entonces otros críticos cogieron su relevo, tales como el pintor español J. Batlle Planas, o los argentinos J. Rinaldini y Julio E. Payró. Su cese, como anunciaba el contundente artículo “Cabalgata deja de publicarse”, aparecido en el nº 21, se creyó temporal. A pesar de ello, intuyendo su posible carácter definitivo, sus creadores —por aquel entonces mayoritariamente hispanoamericanos— realizaron un balance para contrastar los objetivos propuestos y los conseguidos, mientras mostraban su tristeza por desaparecer. Mientras tanto, condenaban la censura sufrida y manifestaban su defensa por la libertad de expresión. Conclusiones El exilio español de 1939 ofreció a los países de asilo un sinfín de revistas literarias. En ellas destacaban, como temas propios, los homenajes a figuras insignes del destierro como Antonio Machado 1731

o Federico García Lorca, ataques contra el franquismo, textos que recuperaban la obra de los desaparecidos, fragmentos de las nuevas obras de los exiliados con el deseo de hallar un público lector y establecerse… Pero, sobre todo, primaba una impronta española y el sentimiento de desarraigo, de estar y no estar, de reflejar el deseo de un cercano retorno, con una nómina de firmas españolas. Este fue el caso de multitud de revistas lideradas por exiliados, pero no el de las que aquí estudiamos. De Mar a Mar nació con esta gran influencia, atacó a los vencedores, procuró reunir textos que contasen la historia de los vencidos, pero incluía firmas de figuras hispanoamericanas gracias a diversos ensayos, composiciones, etc., que no formaban parte de su línea esencial. Y, sin llegar a cumplir un año, llegó a su fin, porque las revistas no siempre se vendían bien y la crisis del papel nunca dejó de estar presente, por lo que Varela y Serrano Plaja decidieron abandonar el proyecto y sumarse a Correo Literario, donde ya trabajaba Varela junto a Seoane y a Cuadrado. Este nuevo periódico poseía miras más amplias, mayor variedad de firmas y una buena aceptación. Así, forjaron nuevas y grandes amistades con intelectuales y artistas hispanoamericanos, les ofrecieron mayor participación en sus páginas sin olvidar la obra del desterrado, a la cual facilitaban su difusión y la posibilidad de encontrar editores. De este modo evolucionó una revista que no dejó de tener tintes españoles, con sátiras y burlas políticas hacia el franquismo, que publicitó eventos, libros y obras hispanoamericanas, durante más de dos años. Pero en 1945 la situación en Europa cambió: la Segunda Guerra Mundial llegaba a su fin y el fascismo caía en Alemania e Italia, lo que invitaba a los españoles a creer que también en España lo haría. Desde sus páginas se manifestó el contento que experimentaba su redacción con cada avance, lo que llevó a sus colaboradores a mostrar la postura política que profesaban, la cual ya se vislumbraba, en especial de las figuras hispanoamericanas, puesto que en los exiliados casi se suponía. De este modo, la revista llegó a su fin pero no el régimen, por lo que el retorno no se materializaba y debían continuar refugiados. Deseaban seguir en el sector editorial, quizá resucitar Correo Literario, 1732

pero puede que no fuera la mejor salida debido a la huella política que habían dejado número a número. Entonces crearon Cabalgata, donde las firmas más relevantes de Correo Literario no dieran señas de identidad desde el consejo de dirección. Firmaban sus páginas pero eludían hacer comentarios políticos sin pseudónimo. Además, continuaban con sus deseos de realizar un proyecto americanista, mejor adaptado al lugar de asilo, dado que el cercano retorno ya era imposible. Así, las voces hispanoamericanas que tomaron parte en sus empresas se pronunciaron aquí con mayor relieve. Pero la política cambió y sus vidas también: Varela tuvo que refugiarse en Uruguay porque sus actividades políticas paralelas a las literarias le causaron conflictos a nivel político; Otero Espasandín, director de la página científica, se trasladó a EEUU tras obtener un empleo con un futuro más prometedor; Seoane experimentó una mejora en su trayectoria pictórica y por ello realizaba viajes que le llevaban a permanecer fuera meses… Estas circunstancias, y otras tantas, hicieron que los dos españoles encargados de la revista renunciasen a su puesto, que las firmas exiliadas más asiduas desaparecieran sin que el lector lo percibiera de forma clara en el formato, para que las voces hispanoamericanas que formaban parte de ella, que comenzaron como ecos en los inicios de la década junto a ellos, hablasen en primera persona desde unas páginas que ya eran suyas.

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