Violencia simbólica y reality-show: representaciones y estereotipos de género en ¿Quién quiere casarse con mi hijo?

June 8, 2017 | Autor: N. Martínez Pérez | Categoría: Gender Studies, Feminist Theory, Television Studies, Reality Shows
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Actas – V Congreso Internacional Latina de Comunicación Social – V CILCS – Universidad de La Laguna, diciembre 2013

Violencia simbólica y reality-show: representaciones y estereotipos de género en ¿Quién quiere casarse con mi hijo? Paula Illera Miguel - Universidad Carlos III de Madrid – [email protected] Natalia Martínez Pérez - Universidad Carlos III de Madrid – [email protected]

Resumen: Los medios de comunicación (mass media) crean imaginarios sociales: nos enseñan a pensar sobre qué es el mundo, la sociedad o qué son las relaciones humanas. En los últimos años, la televisión se convierte cada vez más en espejo del sujeto social, creando un circuito cerrado entre medio y espectadores en el que apenas queda una apertura para otras realidades. Obviar los modelos alternativos existentes y reales en la actual sociedad española conlleva la perpetuación de pautas y mitos sexistas de la cultura tradicional, en la que se inscribiría la violencia simbólica. En este sentido, la objetualización de las representaciones femeninas contribuye al mantenimiento de unas estructuras sociales que favorecen la violencia contra las mujeres. De los diferentes formatos televisivos, el talk-show y el reality-show son los que más protagonismo dan a las mujeres, puesto que ambos formatos las colocan en el centro del discurso, tanto desde el punto de vista temático como narrativo y enunciativo. No obstante, esto no significa la ausencia de violencia simbólica, es más, es necesaria la complicidad del agente social sobre el que se ejerce la violencia. A partir del análisis del reality-show ¿Quién quiere casarse con mi hijo? (Cuatro: 2012 - ), veremos de qué forma las representaciones femeninas y masculinas articulan un discurso misógino y de enaltecimiento de los valores patriarcales. De esta forma, el texto lo centraremos en la estereotipación de conductas femeninas, de las representaciones del cuerpo, así como la recuperación de la figura de la “suegra”.

ISBN-13: 978-84-15698-29-6 / D.L.: TF-715-2013

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Actas – V Congreso Internacional Latina de Comunicación Social – V CILCS – Universidad de La Laguna, diciembre 2013 Palabras

clave:

violencia

simbólica,

reality-show;

patriarcado

de

consentimiento; estereotipos; ¿Quién quiere casarse con mi hijo?. 1. Introducción Desde que en el año 2000, Telecinco lanzara Gran Hermano, en España hemos asistido a una progresiva proliferación en las parrillas de programas definidos bajo la amplia etiqueta denominada “reality show”. Muchos programas de telerrealidad que se emiten en nuestro país son líderes de audiencia, alcanzando altos porcentajes de share, o cuota de pantalla. Lo que motiva la proliferación de reality-shows como indica Elisabeth López: “es la relación entre bajo coste productivo y el alto nivel de audiencia” (2010: 23). Paralelamente se ha producido un fenómeno de hibridación que ha dado lugar a tantos subgéneros como nuevos programas. Así, el reality-show puede tener diferentes modalidades según Gordillo y Ramírez (2009: 27), entre las que destacan: docu-show, coaching-show, casting-show, docu-quiz, y docugame. Sin embargo, las que nos van a interesar en esta comunicación son el docu-show y dating-show, puesto que conforman el género de nuestro objeto de estudio: el reality show ¿Quién quiere casarse con mi hijo?. Hemos elegido este programa por dos motivos. En primer lugar, se trata de un género televisivo que da protagonismo a las mujeres, pues tanto el reality como el talk show son formatos que las colocan en el centro del discurso. Según Gerard Imbert, temáticamente, estos formatos “se alimentan de aspectos relacionados con las mujeres: sus vidas cotidianas, sus quehaceres domésticos, sus relaciones familiares y sus vivencias íntimas (…) las definen bajo roles tradicionales” (2003: 123-124). La segunda razón es que permite analizar cómo las imágenes femeninas y masculinas de este tipo de espacios televisivos articulan discursos misóginos y de enaltecimiento de los valores patriarcales. Dichos discursos entroncarían con el concepto de violencia simbólica. Siguiendo a Pierre Bourdieu (2000), se trata de un tipo de control social ejercido mediante el monopolio de las representaciones y de los intercambios simbólicos que conducen a un código hegemónico caracterizado por ser sexista, patriarcal y racista. ISBN-13: 978-84-15698-29-6 / D.L.: TF-715-2013

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Actas – V Congreso Internacional Latina de Comunicación Social – V CILCS – Universidad de La Laguna, diciembre 2013 2. El reality ¿Quién quiere casarse con mi hijo? ¿Quién quiere casarse con mi hijo? es un reality-show producido por Eyeworks Cuatro Cabezas y emitido en España por la cadena privada Cuatro. La primera temporada se estrenó en horario de prime-time en enero de 2012 y obtuvo un share de 9,4%. El reality cerró con una media de más de 1,83 millones de espectadores. Por ello, se pactó la emisión de una segunda temporada que comenzó en septiembre de ese mismo año con un share de 11,7%. En la actualidad, acaba de emitirse la tercera temporada, que ha contado con una audiencia media del 10,3%1. La gran acogida entre el público ha motivado que eligiéramos este programa como objeto de estudio. No sólo los elevados datos de audiencia nos revelan el éxito del formato, también lo hace la repercusión que éste tiene dentro de las redes sociales. Por ejemplo, en Twitter varios hashtags relacionados con el concurso obtuvieron el puesto de Trending Topic mundial. El reality está presentado por Lujan Argüelles y consiste en que a cinco varones solteros (cuatro de ellos heterosexuales y uno homosexual) se le asigna a cada uno de ellos diez pretendientes, las cuales, tras un proceso de convivencia en común, van siendo eliminadas por el soltero. En la última gala, el candidato debe escoger entre la pretendiente seleccionada o su madre, quien le ha estado aconsejando a lo largo de todo el programa. Debemos señalar que en esta investigación no se ha tenido en cuenta al candidato homosexual puesto que el objetivo es analizar la violencia simbólica que se ejerce sobre las mujeres, esto es, las pretendientes/candidatas. Por último, cabe indicar que existen formatos similares en la misma cadena Cuatro: Granjero busca esposa (2008-2011), o Un príncipe para… (2013-). Además, el éxito de audiencia de ¿Quién quiere casarse con mi hijo? ha generado una especie de secuela, en emisión en la actualidad, llamada ¿Quién quiere casarse con mi madre? A continuación explicaremos el uso de

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Datos obtenidos en: http://www.geca.es/geca/index.asp

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Actas – V Congreso Internacional Latina de Comunicación Social – V CILCS – Universidad de La Laguna, diciembre 2013 estereotipos en el programa y su relación con el concepto de violencia simbólica.

3. Estereotipos de género En los últimos años se han llevado a cabo innumerables estudios sobre la representación de las mujeres en los medios de comunicación. De ellos se infiere un escaso protagonismo en la información y siempre bajo formas estereotipadas. Si bien durante las últimas décadas las mujeres se han ido incorporado de forma progresiva a la esfera pública, los medios no han sabido gestionar imágenes que muestren de una forma real su presencia en la sociedad. De este modo, la representación femenina en los medios bascula entre la ausencia y el estereotipo. Según Elvira Altés (2004: 41): “el estereotipo se constituye sobre una imagen que no se ajusta a la realidad, se trata de un cliché simplificado que trata de explicar fenómenos y comportamientos. Varían según cada cultura y cada momento histórico pero siempre señalan la diferencia entre los sexos y forman parte del inconsciente colectivo (…) Los medios utilizan un repertorio de estereotipos que contemplan los modelos tradicionales de las mujeres, como esposa, madre, ama de casa, cuerpo, objeto de deseo…”. En este sentido, los medios de comunicación generan, emplean y modifican los estereotipos, con la finalidad de hacerlos reconocibles para el mayor número de personas.

4. La estereotipia en ¿Quién quiere casarse con mi hijo? En el reality ¿Quién quiere casarse con mi hijo? encontraríamos dos grupos de estereotipos. Por un lado, los estereotipos que genera el propio programa a la hora de diseñar la mecánica, y por otro lado los que han asimilado las mujeres dentro del llamado patriarcado del consentimiento y que reproducen en sus comportamientos. En el primer caso, la mecánica del reality se ha pensado desde un imaginario de violencia simbólica, en tanto que la idea original del programa, el guión, los escenarios y papeles asignados a cada sexo, se han construido a partir de determinados estereotipos. ISBN-13: 978-84-15698-29-6 / D.L.: TF-715-2013

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Actas – V Congreso Internacional Latina de Comunicación Social – V CILCS – Universidad de La Laguna, diciembre 2013 4.1. Estereotipos femeninos Existe un alto nivel de estereotipia materna. En primer lugar, el programa reconstruye la imagen de espacio privado o “doméstico” como espacio normativo de las mujeres. La figura paterna está ausente en tanto que ningún padre aparece en el reality. De este modo, las mujeres protagonizan el cuidado exclusivo -y no compartido- de sus hijos mientras que los hombres son eximidos de la obligación como cuidadores o educadores. Esta ausencia paterna del relato supone entender a las madres como las mejores asesoras en temas pasionales y consejeras emocionales, lo cual fomenta la idea de que las mujeres no forman parte de lo racional, sino que su esencia se circunscribe al ámbito menos valioso de los sentimientos. Por otro lado, el reality se fundamenta en la denominada “mística de la maternidad”, estudiada entre otras autoras por Elisabeth Badinter (1984). Como indica Cristina Molina “la mística de la maternidad ha hecho de ser madre la principal identidad para la mujer” (2003: 150). En este caso concreto, se fusiona identidad femenina e identidad materna. Las madres de los candidatos por encima de ser mujer, de ser individua, de ser ciudadana, es madre: con sus tareas para con su hijo y con un esperable “síndrome del nido vacío”, un concepto, por otro lado, inscrito dentro de la ideología patriarcal, que enlaza con esa imagen de las madres sobreprotectoras. Independientemente de que estos hayan alcanzado una madurez, sus madres los miman y, así mismo, supervisan sus decisiones. Esto entronca con la figurada denominada “ángel del hogar”, la madre entregada al cuidado incondicional de su familia. Sin embargo, en este caso, encontramos dentro de las madres del programa, una dicotomía, en tanto que esa deseada figura de ángel del hogar se contrapone a otra imagen: la de la “suegra malvada”. En su investigación sobre el refranero español, Anna María Fernández Poncela señala que las suegras son presentadas como malas “especialmente en su poder sobre las nueras y los hijos, y su influencia sobre las hijas y los yernos” (2002: 99).

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Actas – V Congreso Internacional Latina de Comunicación Social – V CILCS – Universidad de La Laguna, diciembre 2013 Siguiendo esta línea, en su análisis sobre lo que implica la terminología del concepto “suegra”, Victoria Sau explica las preferencias de la suegra para con sus nueras: “prefiere las nueras jóvenes porque son más domables; (…) sin aspiraciones para que sean más fieles; buenas amas de casa (fregonas y cocineras) para que su hijo vaya limpio y bien alimentado; que sean asexuadas para que no lo desgasten, pero también poco frígidas porque entonces él no gozaría; deben tener cualidades de buena madre para que acepten tener hijos y criarlos” (2000: 263). Características que se corresponden con los requisitos de las madres del programa. Estas “madres modelo” pasan a convertirse en mujeres competitivas y temerosas de ser desplazadas por una nuera. El programa genera una relación de rivalidad entre pretendiente y suegra, y un imaginario que apoya la idea de que las mujeres son retorcidas y celosas. Asimismo, los escenarios y las circunstancias propuestos por el programa también son nocivos para las otras mujeres-no madres, es decir, las pretendientas. En primer lugar, el reality las somete a situaciones por las que no han de pasar los candidatos. Por ejemplo, se organizan “citas multitudinarias” en las que se muestran nerviosas puesto que sienten impotencia al no poder llamar la atención sobre el candidato. Además, en ocasiones éste aprovecha esas citas para besarse con las pretendientes, lo que genera tensión entre ellas. Ellas, al no tener poder de decisión, ni control durante el transcurso del programa, recurren a estrategias en las que mantienen conflictos continuos entre sí. Por su parte, los varones permanecen ajenos a las peleas ya que parten como ganadores pues se llevarán como trofeo a la chica elegida. Es por esto, que son mayoría las situaciones en las que las mujeres aparecen peor paradas -como puede ser cuando se insultan- de forma que la imagen que desprenden es la del hombre como ser racional y sensato. Mientras que ellas generan esas imágenes estereotipadas de las harpías, insolidarias, histéricas e irracionales. Dicho de otro modo, parte de la dinámica del programa se fundamenta en el mecanismo patriarcal de la rivalidad entre mujeres, rompiendo así el llamado “pacto de género” o solidaridad femenina.

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Actas – V Congreso Internacional Latina de Comunicación Social – V CILCS – Universidad de La Laguna, diciembre 2013 4.2. Agencia y representaciones: Hombres como sujeto-activo y mujeres como objeto-pasivo Otra muestra más de violencia simbólica articulada en el programa son las representaciones que se hacen de uno y otro sexo, es decir, los papeles y roles jugados por hombres y mujeres. Mientras que los varones son quienes toman las decisiones, esto es: qué candidata echo y cuál quiero que siga, con quién tengo las citas y a quién escojo, finalmente, como ganadora; las mujeres se convierten en meras oyentes de su propia vida, a la espera de que sea el varón quien decida su destino. Bajo estos parámetros, queda anulado todo poder decisorio, toda agencia, por parte de las mujeres, lo cual las relega a posiciones de segunda. Seríamos testigos, por tanto, de la articulación de un discurso patriarcal que establece unos roles en función del género, los cuales son entendidos como naturales y/o biológicos. De este modo, es el hombre quien acumula el poder, tanto de la esfera privada como de la pública. Vemos, entonces, que el programa muestra el reflejo de una feminidad normativa donde las mujeres son objetos pasivos y los hombres sujetos activos. Cabe destacar que no sólo los productores han interiorizado los roles tradicionales de hombre/mujer. Las concursantes también han aceptado situarse en un plano pasivo y acatar las decisiones del sujeto activo, del varón. Este fenómeno es propio del patriarcado del consentimiento al que aludíamos antes. Tal y como nos indica Alicia Puleo (2005), en el patriarcado del consentimiento las mujeres como colectivo interiorizan los valores imperantes en su sociedad hasta el punto de adoptarlos como propios. La dominada asimila las categorías de pensamiento del dominador. Esta dinámica está claramente manifiesta en el programa, puesto que sólo una pretendiente abandona el concurso, mientras que el resto, aun descubriendo actitudes de su candidato que no les gustan, continúan luchando por ser las elegidas. Se entiende entonces, que la mecánica de ¿Quién quiere casarse con mi hijo? obvia completamente el hecho de que las pretendientes puedan tener voz y ha presupuesto la felicidad de las mismas en ser elegidas por un hombre. ISBN-13: 978-84-15698-29-6 / D.L.: TF-715-2013

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Actas – V Congreso Internacional Latina de Comunicación Social – V CILCS – Universidad de La Laguna, diciembre 2013 4.3. Violencia simbólica y cuerpos: tiranía estética y exigencia de juventud en las mujeres Siguiendo de nuevo a Bourdieu (2000), en tanto que el paradigma de la violencia simbólica es la dominación masculina, ésta se inscribe en el género y la sexualidad, y por tanto, en el control del cuerpo: un control ejercido desde una mirada masculina. Es por esto, que los cuerpos femeninos son representados como objeto de deseo. Dicha mirada conduce a una sexualización de las mujeres, destacando los valores de belleza y la exaltación de la sexualidad centrada en diferentes partes del cuerpo. No es casualidad que la mayoría de las pretendientes (como ocurre con las actrices protagonistas en el cine) estén cortadas por un mismo patrón en cuanto a edad (no más de treinta años) y la presencia física (cuerpo delgado). Como ejemplo valga la secuencia del segundo episodio de la primera temporada en la que la madre lleva a sus aspirantes a un cirujano plástico, de forma que ella misma –y bajo la opinión objetiva de un profesional- pueda juzgar los cuerpos de las jóvenes. En el programa la belleza es un requisito esencial para ser deseable por el hombre y, también, para la construcción de una feminidad normativa. El cuerpo e imagen de las pretendientes están sometidos a cánones normativos, esto es, a la tiranía estética. Un ejemplo de ello, sería la obligatoria juventud, la cual solo es un requisito a cumplir entre las mujeres. Es el caso de una de ellas quien, por superar la treintena, se convierte en blanco de polémicas y pasa a ser rechazada por la madre del candidato, ya que la encuentra muy mayor y -dicho textualmente- con “la cara llena de arrugas”. Además, le preocupa que ella, al tener 34 años, ya no quiera tener más hijos. Cabe destacar que la diferencia de edad entre el candidato y la pretendiente es de siete años. Sin embargo, en el caso de los varones la edad no supone un problema. Esto lo vemos ejemplificado con uno de los candidatos que tiene 45 años y en cuya lista de pretendientes se encuentran mujeres hasta 20 años más jóvenes que él. Al contrario de lo que ocurría antes, la diferencia de edad no parece llamar ISBN-13: 978-84-15698-29-6 / D.L.: TF-715-2013

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Actas – V Congreso Internacional Latina de Comunicación Social – V CILCS – Universidad de La Laguna, diciembre 2013 la atención a nadie: ni a las propias pretendientes, ni a la madre, ni al candidato. Dicho fenómeno es reflejo de una sociedad creada bajo la mirada heterosexual masculina, cuyos varones albergan, entre otras ideas, la creencia de que la juventud de su acompañante femenina denotará en ellos una condición implícita de triunfadores. No obstante, esta misma circunstancia para las mujeres, es decir, la madurez y el envejecimiento, supone todo lo contrario, ya que, como hemos podido comprobar, cuanto menos dificulta las relaciones amorosas y sexuales.

5. Conclusiones Esta investigación supone una reflexión sobre los mecanismos de violencia simbólica que operan en los discursos televisivos. Si como indicaba más arriba Elvira Altés, los medios de comunicación, en tanto instrumentos socializadores, influyen a través de sus mensajes en los procesos individuales y colectivos de formación de las identidades, este tipo de programas televisivos -que poseen altas audiencias, es decir, una muy buena aceptación por parte del públicointegran verdaderos discursos de realidad. Esto es, transmiten modelos de conducta, prejuicios, valores y toda una serie de comportamientos sociales a partir de imágenes en las que las mujeres aparecen fraccionadas, estereotipadas, ridículas o ignoradas; algo que también se manifiesta en los espacios en los que están presentes o en los que están ausentes. De ahí que sólo desde una actitud vigilante, que practique la lectura crítica de los medios, podamos descodificar el mensaje oculto y, por tanto, desactivar la potencia de las representaciones de género negativas. Si como decíamos, estos programas construyen un discurso androcéntrico y practican una mirada masculina, deberíamos reflexionar sobre dichas prácticas mediáticas para evitar que contribuyan a alimentar la violencia simbólica.

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Actas – V Congreso Internacional Latina de Comunicación Social – V CILCS – Universidad de La Laguna, diciembre 2013 6. Referencias bibliográficas Altés, Elvira. (2004): “El estereotipo”, en López López, P. (ed.) (2004): Manual de información en género. Madrid: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales e Instituto Oficial de Radio y Televisión, 39-52. Badinter, E. (1984): ¿Existe el instinto maternal?: Historia del amor maternal, siglo XVII al XX. Barcelona: Paidós. Bourdieu, P. (2000): La dominación masculina. Barcelona: Anagrama. Fernández Poncela, A. M. (2002): Estereotipos y roles de género en el refranero popular. Barcelona: Anthropos. Gordillo, I. y Ramírez Alvarado, M. M. (2009): “Fórmulas y formatos de la telerrealidad. Taxonomía del hipergénero docudramático”, en León Angujano, B. (ed.) (2009): Telerrealidad: el mundo tras el cristal. Sevilla: Comunicación Social S.C, 24-35. Imbert, G. (2003): El zoo visual. De la televisión espectacular a la televisión especular. Barcelona: Gedisa. López, E. (2010): Gran hermano y ahora… ¿qué?. Madrid: Protocolo. Molina, C. (2003): “Género y poder desde sus metáforas. Apuntes para una topografía del patriarcado”, en Tubert, S. (ed.) (2003): Del sexo al género. Los equívocos de un concepto. Madrid: Cátedra, 123-160. Puleo, A. El patriarcado (2005): “¿Una organización social superada?”, en Temas para el debate, núm. 133, 39-42. Sau, V. (2000): Diccionario ideológico feminista, vol. I. Barcelona: Icaria.

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