VIOLENCIA,  PROTESTA  Y  CONTRAPODERES  EN  EL  FENÓMENO  DE  LAS  PANDILLAS  EN  AMÉRICA

June 22, 2017 | Autor: H. Moreno Hernández | Categoría: Violencia, Protesta Social Violenta, Contrapoder, Pandillas transnacionales
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Descripción

MAX WEBER Y LAS CIENCIAS SOCIALES Diálogo con Francisco Gil Villegas

JACQUES DERRIDA: A DIEZ AÑOS DE SU MUERTE Mario Perniola

PORTAFOLIO Abel Chacón

SOBRE LOS ÚLTIMOS CURSOS DE MICHEL FOUCAULT Óscar Martiarena

PANDILLAS EN AMÉRICA LATINA: PODER Y CONTRAPODER Hugo César Moreno Hernández

$50.00

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METAPOLÍTICA

ISSN: 1405-4558

Año 18, núm. 87, octubre-diciembre, 2014, www.metapolitica.com.mx

METAPOLÍTICA AÑO 18, NÚM. 87, OCTUBRE - DICIEMBRE 2014

www.metapolitica.com.mx

PORTAFOLIO Rector Mtro. J. Alfonso Esparza Ortiz

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ABEL CHACÓN: RELATIVIDAD DIALÉCTICA por Ernesto Zavala

Secretario General Dr. René Valdiviezo Sandoval

SOCIEDAD  ABIERTA

Director de Comunicación Institucional Mtro. Alfredo Avendaño Arenaza Director editorial Dr. Israel Covarrubias [email protected]

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POSTALES DE JACQUES DERRIDA por Mario Perniola

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DE LAS DISCIPLINAS AL GOBIERNO. TÉCNICAS DE PODER EN LOS ÚLTIMOS CURSOS DE FOCAULT EN EL COLLÈGE DE FRANCE por Óscar Martiarena

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VIOLENCIA, PROTESTA Y CONTRAPODERES EN EL FENÓMENO DE LAS PANDILLAS EN AMÉRICA LATINA por Hugo César Moreno Hernández

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SOBRE DEMOCRACIAS HÍBRIDAS Y CIUDADANÍA. APROXIMACIÓN A UN DEBATE CONTEMPORÁNEO por Ángel Sermeño Quezada

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CONSULTA PREVIA Y REFORMAS DEL ESTADO. TEMA PENDIENTE PARA EL MOVIMIENTO INDÍGENA EN AMÉRICA LATINA por Franco Gamboa Rocabado

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EL ESTADO DE LA FORMACIÓN DE PORTAVOCES EN ESPAÑA. UN ELEMENTO DE CREACIÓN DE CAPITAL SOCIAL EN LAS ORGANIZACIONES por Alfredo Arceo Vacas y José Luis Arceo Vacas

Consejo editorial José Antonio Aguilar Rivera, Roderic Ai Camp, Alejandro Anaya, Antonio Annino, Álvaro Aragón Rivera, Israel Arroyo, María Luisa Barcalett Pérez, Miguel Carbonell, Jorge David Cortés Moreno, José Antonio Crespo, Jaime del Arenal Fenochio, Rafael Estrada Michel, Néstor García Canclini, Pablo Gaytán Santiago, Francisco Gil Villegas, Armando González Torres, Paola Martínez Hernández, María de los Ángeles Mascott Sánchez, Alfio Mastropaolo, Jean Meyer, Edgar Morales Flores, Leonardo Morlino, José Luis Orozco, Juan Pablo Pampillo Baliño, Mario Perniola, Ugo Pipitone, Juan Manuel Ramírez Saíz, Víctor Reynoso, Xavier Rodríguez Ledesma, Roberto Sánchez, Antolín Sánchez Cuervo, Ángel Sermeño, Federico Vázquez Calero, Silvestre Villegas Revueltas, Danilo Zolo.

Diseño, composición y diagramación Artegraf

METAPOLÍTICA, año 18, No. 87, Octubre a Diciembre de 2014, es una publicación trimestral editada por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, con domicilio en 4 Sur 104, Col. Centro, C.P. 72000, Puebla, Pue., y distribuida a través de la Dirección de Comunicación Institucional, con domicilio en 4 sur 303, Centro Histórico, Puebla, Puebla, México, C.P. 72000, Tel. (52) (222) 2295500 ext. 5271 y 5281, www.metapolitica.com.mx, Editor Responsable Dra. Claudia Rivera Hernández, [email protected]. Reserva de Derechos al uso exclusivo 04-2013-013011513700-102. ISSN: 1405-4558, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Con Número de Certificado de Licitud de Título y Contenido: 15617, otorgado por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Impresa por MAGDALENA GARCÍA REYES, Circuito San Bartolo Oriente A, Edificio C 709 Int. 8, Infonavit San Bartolo, Puebla, Puebla, C.P. 72490, Tel. (222) 1411337, DISTRIBUCIÓN. PERNAS Y CÍA., EDITORES Y DISTRIBUIDORES S.A. DE C.V. Poniente 134 No. 650 Col. Industrial Vallejo C.P. 023000, México D.F., Tel. 55874455, éste número se termino de imprimir en noviembre de 2014 con un tiraje de 3000 ejemplares. Costo del ejemplar $50.00 en México. Administración y suscripciones Ricardo Cartas Figueroa, Tel. (01) (222) 2295534, ext. 5127, correo: [email protected]. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Todos los artículos son dictaminados. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. METAPOLÍTICA aparece en los siguientes índices: CLASE, CITAS LATINOAMERICANAS EN CIENCIAS SOCIALES (Centro de Información Científica y Humanística, UNAM); INIST (Institute de L’Information Scientifique et Tecnique); Sociological Abstract, Inc.; PAIS (Public Affairs Information Service); IBSS (Internacional Political Science Abstract); URLICH’S (Internacional Periodicals Directory) y EBSCO Information Services. METAPOLÍTICA no se hace responsable por materiales no solicitados. Títulos y subtítulos de la redacción.

DEBATES 60

MAX WEBER Y LAS CIENCIAS SOCIALES. DIÁLOGO CON FRANCISCO GIL VILLEGAS por Israel Covarrubias

IMPRENTA  PÚBLICA 83

ESTADO, GOBIERNO Y ADMINISTRACIÓN PÚBLICA EN MÉXICO por Juan Carlos Martínez Andrade

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Sobre PENSAMIENTO POLÍTICO CONTEMPORÁNEO de Gerardo Ávalos Tenorio (comp.), por María Concepción Delgado Parra

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Sobre MODERNIDAD COMO CONCIENCIA DEL MUNDO: IDEAS EN TORNO A UNA TEORÍA SOCIAL HUMANISTA PARA LA MODERNIDAD GLOBAL de Oliver Kozlarek, por Edgar Morales Flores

SUMARIO 97

Sobre EN DEFENSA DE LA REPÚBLICA. LECCIONES DE TEORÍA POLÍTICA REPUBLICANA de Sergio Ortiz Leroux, por Álvaro Aragón Rivera

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Sobre RENACIMIENTO. MAQUIAVELO Y GIORDANO BRUNO. LOS INICIOS DE UNA MODERNIDAD de Francisco Piñón Gaytán, por Israel Covarrubias

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Sobre EL IRRESISTIBLE DESPLAZAMIENTO DEL PODER GLOBAL HACIA EL ORIENTE de Kishore Mahbubani, por Cristhian Gallegos Cruz

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Sobre DE LA PRIVATIZACIÓN DE LAS ECONOMÍAS A LA PRIVATIZACIÓN DE LOS ESTADOS. ANÁLISIS DE LA FORMACIÓN CONTINUA DEL ESTADO de Béatrice Hibou, por Yiria Santiago Santiago

Diseño de Portada: Paola Martínez Hernández. Imagen: Eduardo Olivares, Detalle, 2014.

VIOLENCIA, PROTESTA Y CONTRAPODERES EN EL FENÓMENO DE LAS PANDILLAS EN AMÉRICA LATINA Hugo César Moreno Hernández*

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l fenómeno de las pandillas transnacionales, específicamente en sus manifestaciones más violentas, como en Centroamérica, es parte de los procesos contemporáneos del sistema de reproducción de la sociedad capitalista. En América Latina este fenómeno tiene su centro de emergencia en los procesos de desterritorialización y se manifiesta según la geografía de Estados Unidos y sus centros de atracción migratoria a lo largo del siglo XX, intensificados en la segunda mitad del siglo pasado con relación al vínculo migratorio entre México y Estados Unidos, y con relación a Centroamérica durante las últimas dos décadas del siglo XX y la primera del siglo XXI. Existen dos grandes culturas pandillera en Estados Unidos, la de la Costa Oeste, que tiene su centro en Los Ángeles, California, y la de la Costa Oeste, cuyo centro puede ser ubicado en Chicago y, posteriormente, Nueva York. Tomo esta geografía con relación a la transnacionalización de las pandillas: desde Los Ángeles hacia Centroamérica, con pandillas como Barrio o Pandilla 18 y la Mara Salvatrucha 13; y desde Chicago y Nueva York hacia Sudamérica y Europa con pandillas como Latin Kings y Ñetas.1 Ahora bien, existen elementos para observar ejercicios de resistencia y contrapoder en el fenómeno de las pandillas transnacionales a partir de la manera en que se conforman. Primero, es menester explicar la diferencia entre resistencia y contrapoder; para esto podemos recurrir a la distinción que hace Michel de Certeau (2000) sobre la diferencia entre táctica y estrategia, montada en la ase-

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Investigador posdoctoral en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.

veración foucaultiana con relación a las relaciones de poder, es decir, todo ejercicio de poder produce una resistencia: “Que no existen relaciones de poder sin resistencias; que éstas son más reales y más eficaces cuando se forman allí mismo donde se ejercen las relaciones de poder; la resistencia al poder no tiene que venir de fuera para ser real, pero tampoco está allí donde el poder está: es pues como él, múltiple e integrable en estrategias globales” (Foucault, 1992: 181). La resistencia es táctica en cuanto no acumula poder, es decir, no se convierte en una estrategia. Por su parte, la estrategia es la acumulación global de poder que permite la aparición de instituciones. Así, las resistencias de los jóvenes pandilleros se acumulan en una estrategia que no es una institución, sino un contrapoder. Las opciones para el ejercicio de un contrapoder, es decir, la factibilidad de la realización de un contrapoder, están en la posibilidad de configurar una plataforma volante o volátil, una plataforma navegante, que no esté atrapada por el continente teórico-científico-técnico de la modernidad (el saber), ni por las formas de lucha política legítimas de ésta (el poder en el sentido de la ciencia política). Esta emergencia se registra fuera de la posibilidad de ejercer el poder, lejos del establecimiento de unos criterios que definirán cómo se llega y se dice la verdad. Se registra, pues, ahí donde los efectos del poder-saber son más brutales. Donde la amplitud ética del juicio contra la pobreza criminaliza y permite la humanidad en el rostro policíaco de los Estados, dejándoles una función útil para el sistema. Segregar y castigar. La forma positiva del poder, descrita por Fou-

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cault (2012), aquella capacidad de motivar, movilizar, seducir e invitar a la acción o inacción, a la voluntad, no está claramente inscrita en sentido de bipolaridad, no describe el polo negativo de la relación: la resistencia. El trabajo productivo del poder es disminuir la actividad creadora de la resistencia o, en su caso, asimilarla. Trabajo pedagógico (Bourdieu y Passeron; 1996) o constitución del complejo de Edipo (Deleuze y Guattari; 1998), pero al fin, es una interiorización que desactiva la explosividad de las resistencias: las enferma o criminaliza, las hace inmorales o anormales, las convierte en objetivos del saber-poder, desactivando así la capacidad de una integrar las resistencias en estrategias globales o contrapoderes. Las pandillas están en el medio de dispositivos criminalizadores. Las pandillas transnacionales son un bloque móvil, sin territorio, pero capaces de asentarse y plantar barrio, levantar la clica, extender el poderío de una denominación que ya no se refiere a un lugar geográfico específico, sino a un lugar social. En su artículo “Pandillas transnacionales. El impacto de las pandillas de la tercera generación en América Central”, John P. Sullivan (2008) argumenta que en 2005, tras 12 años de deportaciones masivas, iniciada en 1992, se efectuaron “más de 50.000 deportaciones de inmigrantes con antecedentes criminales a América Central”. Esto, si no es el detonante primordial de la formación de pandillas, pues el fenómeno está vertebrado por las relaciones económicas entre Estados Unidos y Latinoamérica mediante la creación de flujos migratorios coaccionados por la economía, sí es parte fundamental de lo que el especialista en operaciones de inteligencia, contraterrorismo y contrainsurgencia urbanas, llama pandillas transnacionales. Las deportaciones movilizaron pandilleros estadounidenses, principalmente a Centroamérica. Irremediablemente, los jóvenes migrados a los polos de atracción económica llegan a ocupar el espacio social inferior. Escapan de la miseria para caer en burbujas de aislamiento donde la mejor posibilidad de sobrevivir, en un ambiente violento, es la reunión, la agrupación en pandillas. La metáfora de Thrasher (1963), miembro de la Escuela de Chicago, espacios intersticiales, asumiendo la existencia de espacios sociales formados entre las grietas, recovecos, agujeros y demás rincones de los espacios sociales urbanos, donde se congregan desperdicios y porquerías, funcionan como lugares de encuentro para quienes quedaron fuera de los circuitos de “normalidad”.

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Retomemos los argumentos de Sullivan (2008) sobre la formación de las pandillas transnacionales: La atracción de la vida pandillera es un aspecto de los barrios más pobres y la falta de oportunidades en la economía globalizada. Es además exagerada por el poder global de los medios de comunicaciones e informáticos. “Pandillas callejeras crean sistemas de redes sociales. Tales redes dependen del crimen para financiar lo que es esencialmente una forma de vida que permite a los jóvenes sobrevivir en un mundo donde existen oportunidades limitadas, una carencia de presencia paternal y maternal y poca esperanza de una vida mejor”. Se puede encontrar esta necesidad a través de las regiones donde las maras y sus “colegas” florecen. Un resultado de esta unificación social criminal en redes en la expansión de normas criminales y, en forma creciente, de la impunidad y la barbarización del conflicto criminal (Sullivan, 2008).

La observación es clara. Para recuperar la metáfora, los intersticios de los lugares sociales, cada vez menos lugares y más espacios, se ensanchan y se movilizan con los desarrapados. El problema no visto, o no abordado, es qué produce esos no-lugares, esas burbujas de aislamiento siempre en expansión y siempre en explosión, pues por más que se aíslen del resto de la “sociedad” son engranes de la máquina social. Tienen usos políticos, usos económicos y se convierten en puntales de estrategias de poder. La característica transnacional de las pandillas es producto de las relaciones de poder imperantes y su uso, como hacía referencia Foucault (2001) respecto al uso de la delincuencia, tiene una función de criminalización y control. La violencia extrema que se ha vivido en Centroamérica, en específico en El Salvador no sólo responde a la rivalidad entre la 18 y la MS, como explica un pandillero: “Yo siento que en la deportación masiva se deporta también la situación de pugna, vea. Nomás que con las fechas se va como olvidando el objetivo de por qué la guerra, se queda nada más la cuestión arbitraria entre los dos”. Las pandillas transnacionales son chirridos ominosos de la máquina social capitalista funcionando. Subproducto de dicho funcionamiento. En ellas se observa desnuda la vocación desterritorializante del capitalismo: jóvenes y familias desterritorializadas, en el caso de El Salvador es la guerra civil, pero no únicamente es coacción bélica. Muchos jóvenes fueron enviados a Los Ángeles impelidos por el temor a la conscripción forzada, pero la Pandilla 18 ya estaba ahí, formada por jóvenes expulsados o

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hijos de expulsados por la economía. Desterritorializados para buscar reterritorializaciones propias. Lo consiguen con las pandillas que a su vez son reterritorializadas por los aparatos policiales y deportados, desterritorializados nuevamente. En ese exceso, la pandilla rasga la membrana en explosión demográfica y geográfica. El barrio se expande más allá de los guetos y se mantiene constituido como unión a través de codificaciones realizadas por los propios jóvenes, es decir, integran sus resistencias individuales en estrategias globales, contrapoderes: “Pues el objetivo era que: que era la Dieciocho uno y tenía sus propias formas de regirse y su territorio. Y la otra también lo mismo, verdad, con su propia cultura, con su propia onda, pero ésta más nueva que las otras, así que… así, nada más. Y esta pugna, pues se deporta ¿no? Y esa pugna sigue y sigue la cuestión de la territorialidad y sigue también la situación de no aceptar algunas situaciones que la otra pandilla no hace. O sea, la Dieciocho trae una cultura desde los veinte, para decirte algo, bien larga donde hay códigos de familia. Si tú eres un MS y vas con tu familia, trato la manera de respetar y bueno te toco, te chingo, te barro en el momento que ya estés solo. Los otros a veces no, no respetaban esa situación, estuvieras con quien estuvieras, te jodían. Entonces, esa parte, era como un código que no se estaba llevando a cabo ¿ves? No lo respetaban, mientras las otras pandillas sureñas también había como esa situación”. Es claro que la violencia desatada por las pandillas transnacionales no se vértebra por el delito, lo cual no significa que no lo cometan. La violencia pandillera se articula ferozmente por la guerra entre ellas, la Mara Salvatrucha 13 y la Pandilla 18 son enemigos mortales. En una especie de arcano se ha perdido el origen del odio, pero éste sigue fresco como sangre de herida recién abierta. Perea Restrepo (2006: 49) observa sobre esta violencia: “Huelga decir que la deportación no fue su único origen, en su conformación contribuyeron tanto los recién deportados como la experiencia pandillera propia existente de años atrás; más la importación de los modos aprendidos en el norte, incubados en la tragedia que enfrenta el inmigrante que llega al mundo desarrollado en condiciones más que precarias, sembró y proyectó la proverbial guerra entre la mara Salvatrucha y el barrio 18”. En la desterritorialización, los jóvenes pandilleros crean reterritorializaciones y recodificaciones que los aíslan, pero ya no en burbujas, sino en explosiones corrosivas, de ahí la

acepción de su contrapoder como contrapoder ácido, es decir, no político en el sentido de la búsqueda del cambio social o de régimen, carecen de ideología política o de liberación. En ese sentido, la violencia pandillera tiene un uso político: espanta. Es utilizada para reforzar las burbujas de aislamiento y si las tácticas de los sometidos se hacen más filosas, dichos filos serán usados para disociar. La pandilla no se considera parte de la sociedad. Los pandilleros afirman que el uso de la palabra “código” por parte de las autoridades policiales tiene uso político para crear el imaginario de ente militarizado, sin embargo, los pandilleros definen al “resto de la sociedad” como “civil”, colocándose fuera de la civilidad y la reacción partisana, es decir, un contrapoder sin orientación política, una forma de protesta social donde el cuerpo de los pandilleros se pone al frente y pareciera que no descubren a su enemigo más allá del otro que les espejea, es decir, el pandillero del barrio contrario. En su explosividad, los filamentos no consiguen conectar con otros y los otros temen y reaccionan, organizando violencia de control. En la primera década del siglo XXI y lo que va de la segunda la estrategia gubernamental ha sido la criminalización, provocando un aumento de la violencia entre pandillas y de las pandillas contra el resto de la sociedad, permitiendo cierto grado de verticalidad en ambas pandillas, lo que ha repercutido en formas de organización y discursos que empiezan a percibir claramente al “sistema” como enemigo mutuo, lo que no ha eliminado la rivalidad entre pandillas. Ahora hablan de luchar contra el “sistema” haciendo referencia al gobierno y sus aparatos policiacos y militares, empiezan a producir estrategias de ataque, como ubicar en los sectores territorializados por las pandillas dónde viven miembros de la policía y las fuerzas militares. La criminalización a acidificado profundamente el contrapoder de las pandillas, pues la respuesta criminalizante, más allá de haber desactivado estas estrategias globales, las ha estructurado, permitiendo mayor grado de claridad con relación al enemigo que está en la sociedad. La violencia se levanta en espiral. Los contrapoderes que coagulan ahí se enfrentan buscando sobrevivir y el encontronazo es revirado por la máquina social, reterritorializado con mayor violencia, con mayor espanto. Una resistencia que genere contrapoder no tenderá a la lucha por obtener el Poder sino al enfrentamiento contra el poder, a la lucha por la supervivencia, a la creación de tácticas y estrategias

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(instituciones propias, nuevas) contrarias a la ley, la norma, la regla, la moral, los estatutos sociales, los valores más caros de una tradición, etcétera, para conformar valoraciones determinadas desde el propio espacio, desde la manera en que unas subjetividades se ligan y se relacionan con el todo social. El contrapoder es una infrapolítica, estrategia de acción por la acción, no por el diseño institucional. El contrapoder no sólo se ejerce al margen del Estado, no sólo es su “contra”. La infrapolítica del contrapoder es insidiosa, terrible, espantosamente infecciosa y temible pues utiliza cualquier espacio posible, desde el terreno de la lucha por objetivos claros (salarios, trabajo, comida) hasta terrenos infrapolíticos que posiblemente no significarían más que desviaciones (para observaciones institucionales-inmunitarias), sin reparar en que el contrapoder es “contra” en cuanto se desvía como envilecimiento de la normalidad, del buen ciudadano; así, la infrapolítica del contrapoder, de esa resistencia trascendida de la cotidianidad, se desarrolla en los terrenos de la perdición, del vicio, la muerte, el crimen y la organización económica delictiva. El contrapoder es la conjunción de tácticas y estrategias originadas en reterritorializaciones sobre los márgenes, una resistencia al sistema de sociedad pero sin escapar de él, es decir, el contrapoder está en el sistema, aparece como avería y el sistema reacciona inmunitariamente sobreincluyéndolo con sus aparatos biopolíticos, un saber-poder como el término infraclase operador de interiorizaciones superindividualizantes, eludiendo la responsabilidad del sistema de sociedad en lo que se refiere a la formación de desechos sociales, contingentes pauperizados por la economía de libre mercado y el capitalismo de consumo, en consonancia con la “libertad de elegir”. El contrapoder es la aparición o la constante presencia de colectivos desligados, desviados de la línea-dispositivo que decide el camino y lo indica, que surgen como explosión y no como eclosión. Crecen desmedidos y mueren por su desmesura. Colectivos rizomáticos (Deleuze y Guattari, 2001). Rizomas ininteligibles por la normalidad. Ilegibles por la mirada molar, endurecida, arbórea establecida por las relaciones de fuerza imperantes. Colectivos rizomáticos que son puntos dinamitados de la máquina social. Horizontalidad de la enfermedad, de la bajeza. Rizoma deleuziano que es expresión de lo múltiple, característica, sí, de la multitud al estilo Negri y Hardt (2004), pero que también es característica de lo desviado, lo asesino, aquello que destruye sin

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objetivo político claro, aquello que es más rizomático al ser más explosivo, pues es más vivencial que experencial en el sentido de lo cotidiano, en la ausencia de un proyecto político, lo que le vincula más con la idea de una infrapolítica pérfida, destructiva pero a la vez productiva de relaciones de fuerza de un cuño inasible, por tanto positiva en cuanto niega lo social. La acción negativa aquí es una acción afirmativa de comunidad, constitución de comunidad contraria a la sociedad. No subsociedades o pequeñas sociedades, sino comunidades, el contrapoder es comunitario en cuanto se realiza a través de la conjunción, comunicación y acción común de subjetividades que estallan su esfericidad. La sociedad, el saber-poder y sus estrategias biopolíticas (la definición del mal como situación exclusivamente individual) inmunizan de comunidad al “cuerpo de la sociedad. Al respecto, Esposito (2005: 199) señala que “El cuadro inmunitario dentro del que se ubica este proceso general de superposición entre práctica y ordenamiento político es hasta demasiado obvio: para devenir objeto de ‘cuidado’ político, la vida debe ser separada y encerrada en espacios de progresiva desocialización que la inmunicen de toda deriva comunitaria”. La comunidad es contrapoder porque es aquello por lo que surgió la sociedad, en cuanto forma “ordenada” y “controlada” de relaciones de poder. Así, el “verdadero” contrapoder es camino “falaz”, según lo normal. La multitud de Hardt y Negri (2004) se enfrenta al Imperio, la multiplicidad explosiva de los colectivos rizomáticos desviados, anormales, delincuenciales, se enfrentan al poder, son fuerza desmedida y, a veces o la mayoría de las veces, irreflexiva. Pero hoy las pandillas, por lo menos en El Salvador, están en procesos de reflexión. Quizá no al nivel logrado por los Latin Kings en Barcelona y Ecuador, donde las relaciones con gobierno y sociedad permitieron a los jóvenes salir del claustro de la pandilla para mirar hacia afuera y buscar su integración como colectivo. En El Salvador los procesos son más complejos debido a la política criminalizante y la violencia que ha provocado. Sin embargo, bajo la condición de lugar social/comunitario o forma comunitaria enfrentada a la organización social imperante, las pandillas en El Salvador están desarrollándose en dos sentidos: uno el de la búsqueda de la integración, pidiendo se acepte a la pandilla como colectivo legítimo, como forma legítima de agregación comunitaria con capacidad para ofrecer al resto de la sociedad mucho más que sólo violencia; otro, azuzado

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por la incapacidad del “sistema” para observar con miradas diferentes a la criminalización el fenómeno, endurecen su contrapoder más allá de la pura acidificación, como cualidad explosiva, sino mediante la concentración y ubicación del “sistema” como enemigo común. Es claro cuáles podrían ser las consecuencias sociales de ambas posibilidades. REFERENCIAS Bourdieu, P., y J.-C. Passeron (1996), La reproducción. Elementos para una teoría del sistema de enseñanza, Barcelona, Fontamara. Certeau, M. de (2000), La invención de lo cotidiano. 1 Artes de hacer, México, Universidad Iberoamericana-ITESO. Deleuze, G., y F. Guattari (2001), Rizoma, México, Ediciones Coyoacán. Deleuze, G., y F. Guattari (1998), El Anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia, Barcelona, Paidós.

Esposito, R. (2005), Immunitas. Protección y negación de la vida, Buenos Aires, Amorrortu. Foucault, M. (1992), La microfísica del poder, Madrid, La Piqueta. Foucault, M. (2001), Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, México, Siglo XXI Editores. Foucault, M. (2012), El poder. Una bestia magnífica. Sobre el poder, la prisión y la vida, Buenos Aires, Siglo XXI Editores. Hardt, M., y A. Negri (2004), Multitud. Guerra y democracia en la era del Imperio, Buenos Aires, Debate. Sullivan, J. P. (2008), “Pandillas transnacionales. El impacto de las pandillas de la tercera generación en América Central”, Air & Space Power Journal–Español, segundo trimestre, disponible en: http://www.airpower. maxwell.af.mil/apjinternational/apj-s/2008/2tri08/ sullivan.htm. Trasher, F. (1973), The Gang: a Study of Chicago of 1313 Gangs in Chicago, USA, The University of Chicago Press.

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