Violencia política en las asambleas durante la crisis de la República Romana (133-44 a.C.)

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Descripción

LA

VIOLENCIA

POLITICA

EN

LAS

ASAMBLEAS

DURANTE LA CRISIS DE LA REPUBLICA ROMANA (13344 a.C).

UNAI GONZALEZ PINEDO

Director: Antonio Duplá Ansuategui

Trabajo de Fin de Máster Máster en mundo Clásico Curso académico 2014/2015

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INDICE I. Introducción……………………………………………………………………..5 II. La crisis de la República y la violencia política……………………………......11 II.1. La generalización de la violencia política………………………………..12 II.1.1. Optimates y populares………………………………………………..13 II.1.2. Tipología general de la violencia política en Roma………………….17 II.1.3. El control del orden público…………………………………………..18 II.2. Las contiones civiles en Roma…………………………………………….21 II.2.1. Funcionamiento de las contiones……………………………………..22 II.2.2. Relevancia política y social…………………………………………..25 II.2.3. ¿Quién asistía habitualmente a las contiones?......................................27 II.3. La plebe romana y la violencia política…………………………………...29 II.3.1. Condiciones políticas y materiales de la plebe urbana……………….29 II.3.2. Tipología de los participantes en los actos violentos…………………32 II.3.3. La organización de la plebe, Clodio y los collegia…………………...34 III. Episodios de violencia en las asambleas………………………………………38 III.1. Los Graco………………………………………………………………...38 III.1.1. Tiberio Sempronio Graco…………………………………………...38 III.1.1.1. Primeros intentos de reforma………………………………….39 III.1.1.2. Tiberio, ¿un peligro para el o para los optimates?..........41 III.1.2. Cayo Sempronio Graco……………………………………………..43 III.1.2.1. La reacción popularis………………………………………….44 III.1.2.2. Victoria optimate, SCU y muerte de Cayo…………………….45 III.2. Cayo Mario y el tribuno Lucio Apuleyo Saturnino………………………47 III.2.1. Los dos primeros tribunados de Saturnino…………………………48

3 III.2.2. El tribunado del año 100 y el enfrentamiento final………………...50 III.2.3. La alianza entre un cónsul y un tribuno popularis…………………52 III.3. La cuestión itálica………………………………………………………...54 III.3.1. Marco Livio Duso y la integración de los aliados…………………..55 III.3.1.1. ¿Druso popularis?......................................................................56 III.3.2. Quinto Vario y los equites…………………………………………..57 III.3.3. El tribunado de Publio Sulpicio Rufo……………………………….58 III.3.3.1. Nueva colaboración entre Mario y un tribuno…………………58 III.3.3.2. Sulpicio, ¿un optimate moderado convertido en popularis?.....60 III.3.4. Primer consulado de Lucio Cornelio Cinna………………………...63 III.3.4.1. El enfrentamiento entre los cónsules…………………………..63 III.3.4.2. Cinna, ¿cónsul popularis?..........................................................64 III.4. Los años sesenta y el auge de Cneo Pompeyo Magno…………………...66 III.4.1. Violencia en las asambleas tras el primer consulado de Pompeyo…67 III.4.1.1. Aulo Gabinio y el mando especial contra la piratería………...68 III.4.1.2. Los intereses particulares de Pompeyo y la política en Roma..69 III.4.1.3. Ley de Cayo Cornelio contra el soborno……………………...71 III.4.2. Pompeyo regresa de Asia…………………………………………...73 III.4.2.1. Q. Cecilio Metelo Nepote y el regreso de Pompeyo………….74 III.4.2.2. Pompeyo y los mandos extraordinarios……………………….75 III.4.2.3. El reparto de tierra a los veteranos de Pompeyo……………...76 III.4.2.4. Dificultades políticas de Pompeyo y creación del triunvirato..77 III.5. El consulado de Cayo Julio César………………………………………..79 III.5.1. La lex Iulia agraria…………………………………………………80 III.5.2. César, cónsul popularis……………………………………………..83

4 III.5.2. El mando proconsular en la Galia…………………………………..85 III.5.3. Publio Clodio Pulcro, un aliado necesario………………………….86 III.6. La violencia de las bandas de Clodio y Tito Anio Milón………………...88 III.6.1. El escandalo de la Bona Dea………………………………………..89 III.6.2. Lex Clodia de exsilio Ciceronis……………………………………..91 III.6.3. Pompeyo, Milón y el regreso de Marco Tulio Cicerón……………..94 III.6.4. Fragmentación del triunvirato y acuerdos de Luca…………………96 III.6.5. Asesinato de Clodio………………………………………………..100 III.7. Tipología de la violencia en las contiones………………………………103 IV. Mecanismos de legitimación y deslegitimación de la violencia política………107 IV.1. Los optimates y la institucionalización de una justicia “partidista”……107 IV.2. El populus y la Libertas, argumentos para una justicia alternativa popularis…………………………………………………………..110 V. Conclusiones……………………………………………………………………113 VI. Bibliografía…………………………………………………………………….119 VII. Índice de fuentes……………………………………………………………...124

             

5 I. INTRODUCCIÓN. Este Trabajo de Fin de Máster se centra en el estudio de la violencia política durante la crisis de República Romana (133-44- a.C.)1, en concreto en la recopilación y análisis de los diferentes actos violentos que tuvieron lugar en las asambleas deliberativas (contiones). La generalización de la violencia política en Roma durante el último siglo del periodo republicano, que ha sido interpretada como uno de los factores claves de la crisis de esta etapa, tuvo una importante presencia en estos órganos deliberativos del sistema político romano. Tanto es así que, en múltiples ocasiones, se produjeron altercados y enfrentamientos violentos que se saldaron con la muerte de ciudadanos. Estas asambleas públicas estaban destinadas a trasladar el debate político ante el pueblo, que se reunía para escuchar a los magistrados y oradores. A lo largo de los años, la historiografía ha propuesto diferentes interpretaciones sobre la identidad de ese pueblo, es decir, quiénes eran las personas que habitualmente asistían a estas contiones y, llegada la ocasión, participaban en los enfrentamientos violentos que surgían. Tratar de saber quiénes eran estas personas y los motivos que tenían para asistir a las asambleas y participar en los altercados que en ellas se produjeron, también es un aspecto de relevancia en este trabajo. Es un hecho innegable que la violencia esta inserta de forma general en todas las sociedades a lo largo de la historia de la humanidad, siendo empleada para dirimir cualquier tipo de conflicto, pues es parte natural de toda formación social, aunque con manifestaciones diferentes según los contextos2. Por ello, para llevar a cabo un estudio sobre la violencia en épocas pasadas, creemos que es necesaria una definición básica del concepto de violencia, concepto que podemos definir cómo “conducta intencional

                                                                                                                1 2

Debo mostrar mi más sincero agradecimiento al doctor A. Duplá Ansuategui por la constante entrega  Aróstegui 2010, 20  

6 caracterizada por el uso de la fuerza que puede producir daño a terceros”3. Concretando más en la línea de este trabajo, aportamos una definición del fenómeno de la violencia en su dimensión política, que seria la imposición, o el intento de hacerlo, por la fuerza o con la amenaza de su empleo de la visión política de una parte de la comunidad sobre la otra o de un individuo sobre otro4. Un factor importante al estudiar la violencia política en cualquier sociedad es aceptar que se genera siempre en relación a un conflicto (en caso contrario adquiere un carácter patológico), y por tanto puede servir como instrumento de agresión y de defensa. La existencia de un conflicto es una condición necesaria, pero no suficiente. Los conflictos pueden ser resueltos sin llegar al empleo de la violencia, pero esta no se da sin la existencia de un conflicto que la genere, sea del tipo que sea. Además, debido a la época en la que este trabajo focaliza su estudio de la violencia política, no podemos dejar de señalar las diferencias existentes, en cuanto a la concepción de la violencia, entre las sociedades pre-industriales y las sociedades industriales, en las que el triunfo del modelo democrático fue erradicando, al menos en teoría, la concepción de la violencia como algo común y socialmente aceptable en ciertos contextos5. En la Roma republicana existía una concepción de la violencia sobre la que es necesario realizar ciertas observaciones, con el fin de evitar anacronismos y extrapolaciones de concepciones de las sociedades occidentales actuales. La total ausencia de una noción equiparable a los derechos y la igualdad humanas, la concepción romana de la licitud del uso de la violencia en los ámbitos publico y privado y la ausencia de mecanismos instituciones o personal responsable del control del orden público, son tres aspectos básicos que hay que tener siempre presentes a la hora de estudiar la violencia en la                                                                                                                 3

Vaquero 2009, “La violencia premeditada: entre el horror, la banalidad y la purificación”, Pagina Abierta 201, 57. Citado en DUPLÁ, A., 2011b. 352. 4 Aróstegui 2010, 23. 5  Aróstegui  2010, 24-25 y 30-31..  

7 antigua Roma. El segundo es el aspecto que más contrasta con las concepción de la violencia en las sociedades occidentales actuales, pues, en la actualidad, el recurso a la violencia esta monopolizado por los Estados y sancionado moralmente como algo negativo cuando se ejerce de forma privada en todos los casos posibles. Por el contrario, la sociedad romana no veía como algo negativo, desde el punto de vista ético, el recurso a la violencia en diferentes ocasiones, como por ejemplo, en el caso de un robo, cuando un ciudadano podía recurrir a la violencia de forma legítima desde el punto de vista moral y legal contra el ladrón. Existía, además, aceptado y prescrito por la ley el concepto de autodefensa, que no solo se podía invocar de forma individual, sino también colectiva, apelando a la ayuda de otros ciudadanos ante una situación que implicase el recurso a la violencia6. Respecto a la violencia política y su relación con el proceso de desintegración de la República Romana, además del problema sobre la composición social de los participantes en los diferentes actos violentos, son dos temas que vienen tratándose desde los inicios de las investigaciones científicas sobre el colapso de la República. Es obligado iniciar este repaso historiográfico con la obra de Andrew Lintott “Violence in Republican Rome”, publicada en 1968 y recientemente revisada. Se trata de un estudio pionero y del todo imprescindible para el estudio de la violencia en Roma, en el que relaciona la intensificación de la violencia durante la crisis con la ausencia de mecanismos de control del orden público, haciendo de la violencia política un problema cerrado en Roma que no obedece a reclamaciones de índole socioeconómica7. En los años 70 y 80, se da un paso adelante en el análisis de la violencia política en Roma con la aparición de los trabajos de Wilfred Nippel y François Hinard, para quiénes la violencia ya no es producto únicamente de una multitud irracional, o de las                                                                                                                 6 7

Duplá 2011b, 353-354; Lintott 1999,  52-66 y 22-34. Lintott 1999.  

8 pretensiones de un individuo, sino producto de unas relaciones sociales y políticas determinadas, y también de unas iniciativas conscientes y pensadas8. Análisis como el de Perelli, quién compara la violencia política en Roma con las tácticas terroristas de la actualidad, critica aspectos de estudios modernos como el de Lintott9. La aparición de los estudios de historiadores como George Rudé y Charles Tilly sobre los conflictos sociales y las revueltas populares en la Europa precapitalista10, en los que se hacia especial hincapié en la composición social de estas revueltas, relanzaron los estudios de carácter social sobre este mismo aspecto en la República Romana. Aplicando esta forma de entender los conflictos sociales a la República Romana aparecen los análisis realizados por Brunt, los cuales aportaron una nueva dimensión a los estudios sobre el estrato social de los individuos participantes en los diferentes altercados violentos11. En los últimos años del siglo pasado y en los inicios del actual, han aparecido diferentes estudios que tratan de analizar el fenómeno de la violencia política en Roma y la extracción social de los participantes en la actividad política, no pertenecientes a las elites. Estudios como los de Mouritsen, Morstein-Marx, MetaxakiMitrou, Millar, Jehne, Brunt, De Martino, Pina Polo y Duplá tratan de arrojar luz sobre esta compleja cuestión 12 . También se ha puesto de manifiesto las reclamaciones existentes entre los sectores mas desfavorecidos de la población, sin la existencia de las cuales escasa capacidad de movilización podrían haber tenido, aun contando con un liderazgo surgido de la elite. Respecto a los escritos producidos por los autores clásicos, los cuales son básicos pues proporcionan toda la información sobre nuestro objeto de estudio. Varios de ellos, como                                                                                                                 8 Nippel 1995; Hinard 1985. 9  Perelli 1981a; 1981b.   10

Tilly 2003; Rudé 1981; 2000. Brunt 1973; 1981   12 Mouritsen 2001; Morstein-Marx 2004; Millar 2001; Jehne 2006; De Martino 1990; Pina Polo 1997; 1994. Duplá 2008a. 11

9 es el caso de Salustio y Cicerón, vivieron y protagonizaron algunos de los acontecimientos que nos han transmitido. Esto obliga a interpretar sus escritos, herramienta fundamental en el estudio del periodo tardorrepublicano, partiendo de la base de que la información y los juicios de valor que proporcionan tienen un marcado carácter ideológico y “partidista”. Otros, como Plutarco o Apiano adolecen de un distanciamiento tanto espacial como temporal con los hechos que relatan, por tanto en sus textos aparecen datos equivocados o se dan diferentes versiones de un mismo acontecimiento. A pesar de ese importante volumen de información que mencionamos, seguimos a Lintott cuando afirma que uno de los principales problemas de las fuentes antiguas13, es que los episodios de violencia a pequeña escala en las asambleas serían más comunes de lo que las fuentes nos transmiten, y que muchos de ellos no han quedado registrados ya sea por falta de relevancia política, por desconocimiento, o porque en esos momentos se estaban desarrollando acontecimientos de

mayor

transcendencia histórica que implicaban altas dosis de violencia, como son las diferentes guerras civiles, las tomas de Roma por parte de los imperatores o las luchas de bandas dentro de la ciudad. Tanto los historiadores clásicos como los modernos, estos últimos en los primeros tiempos de las investigaciones sobre la crisis de la República, se han centrado más en los “grandes acontecimientos” (las guerras, las conquistas, las luchas por el poder etc.,) dando menos importancia a los pequeños altercados producidos en las asambleas en las que, en numerosas ocasiones, la violencia (su empleo o la amenaza de hacerlo) fue un factor determinante en su desarrollo. En los últimos años del siglo XX, como hemos visto, asistimos a la publicación de investigaciones que se centran más en el fenómeno de la violencia, sus diferentes

                                                                                                                13

Linttot 1999,  67.  

10 manifestaciones y el extracto social de los participantes en los altercados durante los años de la crisis. Cabe señalar que el tema de la violencia durante la crisis de la República está siendo estudiado desde perspectivas renovadoras en las últimas décadas, este trabajo pretende inscribirse en esa nueva visión sobre la violencia política, en concreto cómo ese fenómeno afectaba a las contiones durante la crisis. El objetivo de este trabajo es, mediante un estudio de las fuentes clásicas y la historiografía contemporánea, en primer lugar realizar una relación de las condiciones políticas y sociales que llevaron, en la crisis de la republica romana, a dirimir los enfrentamientos políticos mediante el empleo de la violencia, para poder así analizar de forma mas completa el segundo punto de importancia en este trabajo, la composición social de los individuos que acudían habitualmente a las contiones. El apartado principal de este trabajo es una recopilación y análisis detallado de todos los episodios violentos ocurridos en contiones durante la crisis de la Republica. Para ello ha sido esencial el análisis de las fuentes clásicas y su contrastación con los estudios históricos contemporáneos. Por último, tratamos de hacer una breve descripción de cuales eran los diferentes mecanismos y argumentos que fueron empleados en Roma para justificar los actos de violencia política14.

                                                                                                                          14

Para el estudio de las contiones es imprescindible el trabajo del profesor Pina Polo, a partir de su pionera monografía sobre el tema de 1989, Las contiones civiles y militares en Roma. Zaragoza, Universidad de Zaragoza.

11 II. LA CRISIS DE LA REPUBLICA Y LA VIOLENCIA POLITICA La crisis de la República es uno de los aspectos más estudiados de la historia de la antigua Roma 15 , pues se trata del proceso de desintegración del sistema político republicano, en un periodo que abarca desde finales del siglo II hasta la instauración del principado de la mano de Octavio Augusto. Esta crisis del sistema político romano se manifestó en varios cambios relacionados entre sí que afectaron a todos los campos de la sociedad romana. Entre otros, se han señalado los siguientes como los más significativos16: el desarrollo de las grandes explotaciones agrícolas basadas en la mano de obra esclava que destinaban su producción al mercado regional, el significativo empeoramiento de la situación del pequeño campesinado, el aumento de la proletarización de una parte de la ciudadanía, o la creciente dependencia establecida entre los veteranos de las legiones y sus generales, a quienes reclamaban la concesión de tierras tras ser licenciados. Estrechamente relacionado con la proletarización de las legiones, observamos la importancia creciente de los grandes imperatores, cuyo poder se basaba, en gran parte, en ejércitos personales y en prolongados y extraordinarios mandos militares en el ámbito provincial. Estos dos últimos factores marcarán el camino a un sistema que de esta forma se deslizaba hacia el poder unipersonal. Se produce también en esta época una emigración desde el medio rural italiano a los centros urbanos y sobre todo a Roma, con el consiguiente incremento de la plebe urbana, la cual veía empeorar sus condiciones de vida. En contraste con esto último tenemos el progresivo enriquecimiento, gracias a la conquista imperial en el                                                                                                                 15

Todas las fechas, salvo expresa mención, son antes de Cristo. A lo largo del trabajo, se utilizan términos como “constitución”, “asamblea popular”, etc. Somos conscientes de que no tenían ningún valor técnico en época republicana y su uso responde a una convención aceptada. El criterio seguido para la mención de los nombres propios antiguos latinos a sido la castellanización de todos ellos. A lo largo del trabajo nos referimos al Senatus consultum ultimum con el termino SCU, adoptado por la bibliografía especializada. Para las citas a los dos volúmenes del Magistrates of the Roman Republic de T.R.S. Broghton utilizamos la abreviatura MRR. 16 Pina Polo 1999, 17.

12 Mediterráneo, de la oligarquía senatorial y los miembros del orden ecuestre. Estos dos puntos arrojan un resultado que se traduce en un aumento de la desigualdad generadora de diversas contradicciones sociales17. Por último, y lo más relevante para nuestro trabajo, es preciso destacar la generalización de la violencia como método político, que tuvo como máximo reflejo las diversas contiendas civiles, pero que afectó a todo el sistema político republicano, en especial a sus órganos deliberativos y decisorios. La violencia política ha sido analizada tradicionalmente como una causa fundamental de la desintegración del sistema político republicano, pero en los últimos años también ha sido vista no tanto como un causante, cuanto como una consecuencia más de esa desintegración de las instituciones y el sistema político republicanos18.

II.1. La generalización de la violencia política El recurso a la violencia como arma política en la República Roma se generalizó a partir de los tribunados de los hermanos Graco a finales del siglo II19, y experimentó un aumento progresivo durante el último siglo republicano de tal manera que constituye un fenómeno constante en todas las décadas de la crisis republicana, llegando a su clímax en la década de los 50, cuando la situación en Roma se hizo difícilmente gobernable con los mecanismos tradicionales Uno de los motivos fundamentales que, en nuestra opinión, subyace en el empleo de la violencia con fines políticos es la difícil situación social vivida en Roma. El aumento de la riqueza de los sectores económicamente poderosos, seguido de un aumento de la ostentación de esta riqueza junto con la creciente desigualdad imperante en la sociedad                                                                                                                 17

López Barja de Quiroga 2007, 45-49. Perelli 1981a, 7. 19 Tiberio y Cayo Sempronio Graco fueron tribunos de a plebe en 133 y 122 respectivamente, ambos fueron asesinados por los optimates. MRR I, 493 y 517.   18

13 romana, harán que los sectores más empobrecidos traten de conseguir un reparto más equitativo de las ganancias obtenidas mediante la conquista mediterránea20. Ante la ciega (y en muchas ocasiones violenta) reacción contraria de la mayoría de la oligarquía, que mediante el obstruccionismo y la violencia impedía hacer concesiones para frenar la creciente desigualdad, la plebe llegará en diversas ocasiones a llevar algunas reclamaciones por el camino de la violencia. En relación con este último aspecto podemos señalar otro de vital importancia, como es la progresiva inadaptación del sistema político republicano a las nuevas condiciones sociales y políticas que trajo consigo el imperialismo, llevando a las instituciones tradicionales a una situación de ineficacia, que facilitará el empleo de la violencia ante la imposibilidad de desarrollar una actividad política acorde a las normas establecidas21. Junto con esto hemos de resaltar un tercer factor, evidentemente relacionado con los anteriores, como es la existencia en Roma de dos sectores que plantean soluciones diferentes a los problemas existentes, pues sus intereses encontrados les llevan a colocarse en posiciones antagónicas, y, finalmente, a dirimir los conflictos mediante la violencia en numerosas ocasiones. Además, en el seno de la propia clase dirigente se dio una creciente competencia en la lucha por acceder a las magistraturas superiores, sobre todo después de que Sila aumentase el numero de magistraturas inferiores22, llevando a los miembros de la oligarquía senatorial a usar la fuerza, en caso de que no pudiesen conseguir sus objetivos personales (en particular el consulado) mediante los mecanismos políticos tradicionales23.

II.1.1. Optimates y populares                                                                                                                 20

Duplá 2011a, 49-55. Duplá 1990, 234. 22 Futuro dictador, había luchado con Mario en la guerra contra Yugurta y fue quien capturó al rey númida, también destacó contra los germanos y en la guerra de los aliados. MRR II, 39. 23 Beard y Crawford 1985, 69-70; Duplá 1990, 237-239. 21

14 Estos dos sectores que plantean soluciones distintas a los problemas del sistema republicano romano son los conocidos como optimates o boni y populares. Se trata de las corrientes ideológicas dominantes en Roma durante la crisis republicana, que en todo caso y a pesar de la existencia evidente de debates y enfrentamientos políticos, no son ni pueden ser considerados como partidos políticos en el sentido moderno del término, pues estos no aparecen hasta el siglo XVIII24. Tampoco puede interpretarse esta confrontación política entre optimates y populares como una lucha de clases. Aunque los optimates sí que puedan ser identificados con la oligarquía senatorial, por ser esta no solo la principal acumuladora de riquezas sino también la principal responsable del gobierno de la República, los dirigentes populares también eran miembros de esa clase senatorial, varios de ellos de ilustres familias. Además la base social que apoyaba a esos dirigentes populares, aunque generalmente se asocia con la plebe urbana y agraria, era cambiante y podía estar formada por miembros de diferentes estratos sociales, como lo demuestra el hecho de que muchos senadores apoyaron a los líderes populares, o que los equites se alineasen en ocasiones con las posturas populares25. Los optimates o boni (palabras latinas que significan “los mejores, los buenos”) eran quienes, en cuestiones políticas, eran partidarios de la centralidad de la autoridad del Senado por encima de las asambleas, esto es, que siempre debía acatarse la opinión del Senado (que legalmente no era vinculante) y recurrir en la menor medida posible a las asambleas, en las que el populus mostraba su parecer. Identificaron los intereses de la República con sus propios intereses de clase y, por tanto, eran absolutamente contrarios

                                                                                                                24 25

Lopez Barja de Quiroga 2007, 96; Brunt 1990, 35; Mouritsen 2001, 134-135; Pina Polo 1999, 79-89. Perelli 1981a, 11-12.

15 a cualquier intento de reforma que entendían como una amenaza para el orden establecido26. Con el termino populares, también empleado para las medidas asociadas a este grupo, conocemos una serie de líderes políticos, a partir de los Graco, que defendían la implantación de reformas de índole socioeconómica y política (distribuciones de tierra, repartos de grano, mayor autonomía de asambleas y tribunos frente al Senado, etc.), para solucionar los aspectos más injustos de la sociedad y la política romanas. No se trata en ningún caso de revolucionarios que trataban de cambiar totalmente el orden establecido, pues tan solo pretendían introducir cambios para su mejora y perpetuación27. Creemos que la actitud de la oligarquía senatorial, totalmente contraria a los planteamientos populares, fue otro de los factores de mayor peso en la aparición de la violencia política a partir de finales siglo II, y de su aumento progresivo tanto en virulencia como en su frecuencia. El uso por parte de los optimates de mecanismos obstruccionistas como la obnuntiatio, como veremos en el siguiente capítulo, llevarán en multitud de ocasiones a populares y optimates a enfrentarse entre sí ante la respuesta violenta de los populares, quienes ven que la única forma de aprobar muchas de sus reformas es superar la férrea e interesada obstrucción optimate mediante la fuerza28. La violencia ha sido vista como uno de los rasgos principales del método de actuación política popularis, hecho que contrasta fuertemente con los datos de que disponemos sobre las numerosas acciones violentas llevadas a cabo por parte de los optimates. El empleo de la fuerza como arma política por éstos últimos es uno de los aspectos básicos a la hora de estudiar la violencia durante la crisis de la República, pues, como los                                                                                                                 26 Brunt 1990, 35; Dupla 1990, 254; López barja de Quiroga 2007, 88; Pina Polo 1999, 79-80. 27 Brunt 1990, 32; Duplá 1990, 253; López Barja de Quiroga 2007, 89; Pina Polo 1999, 81. 28

Lintott 1999, 69; Duplá 1990, 238.

16 diversos mecanismos represivos empleados por los optimates no tendrán la efectividad esperada contra las reclamaciones y la violencia popularis, tendrán que recurrir también a la fuerza para hacer prevalecer sus tesis políticas. Podemos ver cómo en el desarrollo del enfrentamiento político en Roma en esta época, hasta la década de los cincuenta, los populares llevan desde el principio sus reivindicaciones y propuestas siempre por cauces legales dentro del marco institucional. Solamente cuando, ante el férreo obstruccionismo interpuesto por los optimates, la opción legal pierde su utilidad, ambos grupos recurrirán a acciones violentas para apoyar o impedir las medidas que causan el enfrentamiento29. A pesar de que los optimates lograron imponer sus tesis en la mayor parte de las ocasiones mediante el recurso a la violencia, en Roma se dio un proceso por el cual la oligarquía gobernante se vio progresivamente desplazada de la toma de decisiones, a favor de la influencia del elemento popular que creció fortísimamente durante el último siglo republicano; podríamos hablar de una mayor “democratización” dentro de un régimen mixto con gran predominio oligárquico. Aun así las momentáneas y coyunturales victorias optimates (contra los hermanos Graco, Saturnino, etc.) impidieron la introducción de reformas reclamadas por amplios sectores de la población romana, pues los esfuerzos conservadores de la parte más retrógrada de la oligarquía senatorial bloquearon las propuestas de cambio político y justicia económica y social, siendo este uno de los factores fundamentales en la desintegración de la República. Por otro lado, respecto a la generalización de la violencia política, el hecho de que desde el propio Senado republicano se justificará el uso de la fuerza represiva mediante diferentes mecanismos que comentaremos más adelante, ayudó a aceptar la progresiva imposición de la violencia sobre el debate político como principal herramienta en la                                                                                                                 29

Perelli 1981a, 15; Duplá 1990, 235.

17 lucha política. Otro de los factores clave a la hora de explicar la desintegración del régimen republicano romano30.

II.1.2. Tipología general de la violencia política en la República romana Dada la importancia de la violencia en la lucha política de la crisis republicana, vamos a realizar una breve tipología de las acciones violentas que se dieron durante estos años. Uno de los tipos más comunes, y central en nuestro estudio, es el de los enfrentamientos en el Foro y las diversas asambleas entre los distintos líderes y sus partidarios. Allí, ya sea de forma espontánea o premeditada, se observa la intervención de veteranos de las legiones, de la plebe urbana y agraria, y en diferentes ocasiones de itálicos venidos a Roma para apoyar medidas que les eran favorables. Otra de las situaciones violentas más comunes es la ocupación de lugares públicos, acción con larga tradición entre la plebe romana, ya que recurrieron a estas ocupaciones de espacios públicos durante las luchas patricio-plebeyas. También observamos la práctica del acoso, agresión, e incluso, asesinato de otros magistrados, en general por competencia electoral. Un aspecto novedoso y que marcará fuertemente las décadas de los años 60 y 50, son los enfrentamientos en la ciudad de Roma de bandas armadas relacionadas con un líder político. Por último tenemos los diferentes intentos insurreccionales y los enfrentamientos militares de las guerras civiles. Además hemos de resaltar la importancia de determinados mecanismos represivos empleados por la oligarquía senatorial más conservadora, como son el SCU y las declaraciones de hostes publicus. Estas medidas muestran el fracaso evidente de las instituciones y de los medios pacíficos de acción política, y, además de su dudosa legalidad, suponen altas dosis de violencia. Junto a estas medidas, tras la dictadura de Sila verán la luz varias leyes contra                                                                                                                 30

López Barja de Quiroga 2007, 74; Pina Polo 1999, 83.

18 la violencia, siendo la primera la lex Plautia de vi del año 78. Estas leyes establecían un tribunal permanente especial (quaestio de vi) para juzgar los delitos relacionados con acciones violentas en la política, pero dada la ausencia de un concepto de violencia consensuado y delimitado, su capacidad de combatir la violencia fue nula, como muestra el hecho de que la violencia siguió empleándose en la arena política, y que cada cierto tiempo se promulgaran nuevas leyes contra la violencia31. Para nuestro objeto de estudio hemos escogido focalizarnos en los episodios de violencia que tuvieron lugar en las diferentes contiones, pues muchos de los acontecimientos violentos relacionados con la política dentro de la ciudad, tuvieron lugar en estos órganos deliberativos (en estrecha conexión con los órganos legislativos, comitia) del sistema político republicano.

II.1.3. El control del orden público La cuestión del orden público en la antigua Roma siempre ha de estudiarse atendiendo a una premisa previa: es totalmente incorrecto y anacrónico suponer que en la ciudad existía una fuerza policial, o un órgano específico encargado del orden público, pues este tipo de fuerzas de seguridad especializadas son características de las sociedades modernas. Por tanto en Roma las “funciones policiales” no eran realizadas por una fuerza gubernamental especializada32. En el ordenamiento político de la República romana, los magistrados superiores cum imperio (cónsules y pretores) tenían la capacidad de aplicar la fuerza para mantener el orden público, aunque sus poderes en este ámbito tenían dos importantes limitaciones. La primera es una limitación espacial, pues al igual que un imperator no podía cruzar el pomerium y entrar en la ciudad investido de su autoridad militar, las “funciones                                                                                                                 31 32

Lintott 1999, 107-125; Duplá 2011b, 355-356. Nippel 1984, 20; 1995, 2.

19 policiales” de los magistrados solo se ejercían dentro de la ciudad. La segunda es la limitación impuesta por la propia ley, pues los magistrados, cuando trataban con ciudadanos romanos estaban sujetos a las leyes de provocatione y al auxilio tribunicio. Por tanto, solo podían ejercer sus poderes coercitivos dentro de lo establecido por unos limites legales, por ejemplo, en el caso de grandes multas y de castigos físicos y, sobre todo, en el extremo de aplicar la pena máxima a un ciudadano romano pues, en teoría, primero debía ser declarado culpable en un juicio ante el pueblo33. Tampoco existía la figura de un magistrado especializado o de un único responsable del mantenimiento del orden público, más bien existía una división de las funciones. Para el mantenimiento del orden público, los magistrados superiores relegaban parte de sus competencias en diversos magistrados inferiores. Se trata, en gran medida, de una división de las tareas no de una clara división legal de las competencias, pues los magistrados superiores tenían la responsabilidad última en las cuestiones de orden público. La coercitio era el derecho que todo magistrado poseía para ejercer la fuerza contra un ciudadano romano, evidentemente dentro de lo permitido por la ley, sin iniciar ningún tipo de procedimiento legal. Las diferentes acciones que un magistrado podía emprender contra cualquier ciudadano eran las siguientes: la capacidad de perseguir a ciudadanos o esclavos fugitivos, arrestar y encarcelar, ejecutar (con la limitación ya mencionada) y multar hasta un límite máximo34. Los magistrados en Roma que tomaban parte en las diversas funciones de mantenimiento del orden público, tenían a su disposición de forma permanente a una serie de empleados públicos relativamente bien pagados (apparitores) organizados en grupos de escribas, lictores y pregoneros, integrados tanto por ciudadanos nacidos libres como por libertos. De estos empleados al servicio de los magistrados y en relación con                                                                                                                 33 34

Nippel 1995, 4; Lintott 1999, 91-92. Nippel 1984, 21; 1995, 5.

20 las diversas tareas de mantenimiento del orden publico, únicamente los lictores podían haber sido utilizados para funciones que supusiesen el empleo de la fuerza, siempre y cuando el o los magistrados estuvieran presentes, pues no podían usar la fuerza sin las ordenes del magistrado al que estuviesen asignados35. En general, el mantenimiento del orden público en el día a día de Roma estaba encargado a los aediles y los tresviri capitales, a quienes varias de sus competencias les venían derivadas de las de los magistrados superiores, mientras que otras las poseían estos magistrados en particular. Funciones como pueden ser el control de los mercados en el caso de los aediles, y la persecución de esclavos fugados o la realización de rondas nocturnas para prevenir fugas de esclavos en el caso de los tresviri capitales36. Existe una gran diferencia entre estas “actividades policiales” cotidianas y los momentos de gran tensión política, en los que el Senado se enfrenta a lo que entendía como rebeliones que atacaban la seguridad del Estado (seditio) . En estos contextos de supuesta emergencia para la República, los magistrados y el Senado no pueden ejercer simplemente la represión, mediante los mecanismos habituales. En esos momentos el Senado necesitaba contar con el apoyo de un importante número de seguidores. Esto es debido a que el número de participantes en los diferentes tumultos, normalmente era mucho mayor que el número de magistrados y sus subordinados con capacidad para emplear la fuerza. El llamamiento del Senado a los distintos magistrados y a los ciudadanos, para combatir una rebelión interna, es conocido como senatus consultum ultimum (SCU). Se trata de una medida de excepción represiva, creada e instrumentalizada por el Senado, para acabar con situaciones que entendían como una rebelión contra su autoridad, pero nos centraremos en este fenómeno más adelante37.

                                                                                                                35

Nippel 1984, 22; 1995, 12-14. Nippel 1995, 16; Lintott 1999, 92-107. 37 Nippel 1984, 25-26. 36

21 Otro de los aspectos de vital importancia en el mantenimiento del orden público en Roma, es el concepto romano de la autodefensa y la posibilidad de enfrentar violencia con violencia (vim vi repellere licet), que seguía vigente en la República tardía. Todo ciudadano romano tenía, sancionado por ley, la capacidad para defender (y estar preparado para ello) su vida y propiedades. Es por esto entendible que en momentos de intensa confrontación política, alguna de las facciones contendientes emplearan la violencia apelando a esa defensa personal (que se convertía en colectiva en estos casos) frente a los ataques o ilegalidades de los adversarios38. El mantenimiento del orden público en Roma, al menos en el día a día, y a pesar de las divisiones de competencias entre los magistrados encargados de ello, funcionaba dentro del marco establecido en circunstancias normales. El problema aparecía en momentos de grandes enfrentamientos, generalmente ocasionados por tensiones políticas entre las dos facciones dominantes en Roma, pues en diversas ocasiones los optimates recurrieron a medidas represivas que conllevaban altas dosis de violencia. Realmente de esta forma solo conseguían victorias coyunturales, pues los sentimientos contrarios al Senado existentes entre la mayoría de la plebe no desaparecían y volvían a manifestarse de forma repetida, volviendo a dirimirse los conflictos políticos por medio de la violencia. Ninguno de los mecanismo existentes en el sistema político de la República logró poner fin al problema de la violencia política, tampoco los nuevos procedimientos creados durante la crisis de la República, como los ya mencionados SCU y leges de vi, pues el primero solo contribuyó a aumentar el clima de violencia, y las segundas demostraron una escasa eficacia.

II.2. Las contiones civiles en Roma                                                                                                                 38

Nippel 1995, 35; Duplá 1990, 242.

22 En general la historiografía ha presentado las contiones como un órgano de escasa importancia, cuya existencia dependía de la celebración de votaciones, pues su función era desarrollar un debate previo; por tanto, las contiones eran descritas como asambleas no oficiales. Este hecho ayuda a explicar que, a pesar de su verdadera importancia, apenas hayan recibido la atención que merecen hasta hace relativamente pocos años39. Durante el último siglo republicano, las contiones tenían lugar habitualmente en el comitium situado en las esquina noroeste del Foro, donde estaba la tribuna de los Rostra desde donde los oradores se dirigían al pueblo. También se realizaron contiones en el Campo de Marte, el Circo Flaminio, el Capitolio y los templos de Castor y de Belona. Los Rostra se situaban frente a la Curia Hostilia, principal sede del Senado, y se cree que el espacio circular del comitium entre la plataforma y la sede del Senado tenía una capacidad máxima de 3800-4800 personas40. Se ha señalado que este número solo suponía un 0.4 por ciento del total de ciudadanos romanos que, según el censo realizado en los años 70-69, era de 910.000. Pero atendiendo a que muchos de los ciudadanos tenían su residencia fuera de Roma, los diferentes cálculos arrojan una población ciudadana en Roma de 200.000 habitantes, por tanto en el comitum únicamente podía reunirse un 1.9 por ciento del total de los ciudadanos habitantes en Roma41.

II.2.1. Funcionamiento de las contiones La contio civil es una asamblea convocada por un magistrado (mediante un pregonero, praeco, que recorre la ciudad convocando a los ciudadanos), con el fin de hablar ante el pueblo, pero en ellas no se realiza ninguna votación42. Vemos así una primera diferencia con los comitia y los concilia plebis: en la contio no se decide nada, pues en ella no se                                                                                                                 39

Pina Polo 1989, 1; Morstein-Marx 2004, 35. Pina Polo 1997, 33; Morstein-Marx 2004, 57; Mouritsen 2001, 18. 41 Jehne 2006, 223-225. 42 Mouritsen 2001, 34; Morstein-Marx 2004, 34.   40

23 realiza votación alguna. Por otro lado, en los comitia y concilia plebis nunca se pronunciaban discursos, siendo este es el rasgo característico de las contiones. Ciertas contiones se realizaban como debates de preparación para tratar de influir en los votantes antes de que tuviesen lugar los comitia, por esto es necesario diferenciar entre las contiones previas y preparatorias de comitia, y otras que son totalmente independientes, aunque los dos tipos están sujetos a las mismas reglas43. La potestas contionandi es el derecho a convocar al pueblo a una contio y no solo supone el derecho de hablar a los asistentes, sino también la presidencia de la asamblea. Esta capacidad la poseen en exclusiva los magistrados ordinarios y extraordinarios, siendo totalmente ilegal una contio convocada por cualquiera que no cumpla estas condiciones. Realmente supone el ejercicio de una capacidad exclusiva de los magistrados, no se trata en ningún caso de un derecho de reunión propio de los ciudadanos. En época republicana todos los magistrados ordinarios, tanto superiores como inferiores, tenían la capacidad de convocar contiones, pero realmente el mayor número de las convocadas lo fueron por cónsules, pretores y tribunos de la plebe, siendo escasas las convocadas por ediles, cuestores y censores. Los tribunos de la plebe constituyen un caso singular con respecto a las contiones a lo largo de toda la República, pero sobre todo durante la crisis tardorrepublicana. De hecho las contiones suelen ser asociadas a los tribunos de la plebe y a la agitación popular, pues se conocen casi el mismo número de contiones convocadas por tribunos de la plebe como la suma de todas las convocadas por el resto de magistrados con capacidad para hacerlo.44 Respecto a la capacidad de convocar al pueblo a asamblea, todos los magistrados con potestas pueden hacer uso de ese derecho, pero es ejercido jerárquicamente de arriba hacia abajo, es decir, un cónsul puede apoderarse (avocare, ius avocandi) de la contio                                                                                                                 43 44

Pina Polo 1989, 42; Mouritsen 2001, 52; Metaxaki-Mitrou 1985, 180. Pina Polo 1989, 42-51.  

24 que pretende celebrar cualquier otro magistrado inferior, y de esta forma pasar a ser el presidente; algo similar puede realizar el pretor respecto a los magistrados inferiores a él, pero nunca contra un cónsul. De esta forma, la potestas de un magistrado superior siempre se imponía a la de un magistrado inferior para celebrar una contio. No obstante hemos de señalar que el tribunado de la plebe no se veía afectado por este ius avocandi, pues no podía ser esgrimido contra ellos. Por su parte, los tribunos de la plebe no tenían el derecho de emplear la avocatio contra una asamblea convocada por cualquier otro magistrado, pero tenían en la intercessio otra arma para impedir la convocatoria y desarrollo de cualquier contio45. Una contio era una asamblea a la que, por ley, únicamente podían asistir los ciudadanos romanos, sin hacer ninguna distinción entre patricios y plebeyos o de índole censitaria. Únicamente correspondía al magistrado que convocaba y presidia la contio decidir quiénes hablarían en ella (magistrados o particulares, incluso mujeres y extranjeros), el orden de intervención y el tiempo adjudicado a cada uno de los oradores. En esta cuestión el poder del magistrado presidente es absoluto, pues al igual que la convocatoria, el poder dirigirse al pueblo reunido en asamblea no es un derecho sino una concesión del magistrado. Las únicas restricciones a esta concesión de la palabra (contionem dare), son las que el presidente imponga46. Las contiones podían llevarse a cabo instantes después de su convocatoria, sin que existiese la necesidad de cumplir con ningún plazo establecido. Respecto al horario, tenían las mismas limitaciones que los comitia: solo podían realizarse en las horas diurnas, siendo el caso más habitual que cuando caía la noche tuvieran que ser disueltas, y la asamblea se retomaba a la mañana siguiente desde el punto exacto en que se había interrumpido. Respecto a los días en que podían celebrarse las contiones, es necesario                                                                                                                 45 46

Pina Polo 1989, 65-67. Pina Polo 1989, 70-75; Mouritsen 2001, 46.  

25 realizar una distinción entre las autónomas y las que eran previas a comitia. Estas últimas eran las que se celebraban inmediatamente antes de que en unos comicios se votara una propuesta de ley (rogatio), y debían cumplir los mismos requisitos que los comicios, pudiendo realizarse únicamente en los días habilitados para ello, marcados en el calendario como dies comitiales47. Por último, la decisión de disolver la contio dependía, en principio, únicamente de la voluntad del magistrado presidente, pero en ocasiones se veía obligado a la disolución por causas ajenas a su voluntad. El magistrado presidente ordenaba la disolución de la contio cuando terminaba de pronunciar su discurso, creía que el debate había finalizado, o porque terminaba la luz del día48.

II.2.2. Relevancia política y social de las contiones Las contiones tienen gran importancia en el sistema político romano pues eran el escenario principal donde el orador, usando el arte de la retórica, trataba de influenciar a la multitud para recabar apoyos a sus políticas o para atacar a sus adversarios. En ese sentido suponían una oportunidad única para un magistrado de confirmar el apoyo popular que tuviesen sus políticas, pero también se convocaban para informar al pueblo de diversas cuestiones. Para un político se trata de un mecanismo imprescindible para obtener publicidad y ganar popularidad ante el pueblo, por lo que generalmente son asociadas a los líderes de la facción popular, quienes hicieron de las contiones el principal órgano de su actuación política por ser en ellas donde se daba una conexión directa entre el político y el populus49. Mediante el empleo de la oratoria, las contiones no solo servían como un medio de información para el conjunto del pueblo, sino que permitían el contacto entre la clase                                                                                                                 47

Pina Polo 1989, 81. Pina Polo 1989, 81. 49 Pina Polo 1997, 11-12; Mouritsen 2001, 49; Metaxaki-Mitrou 1985, 187; Morstein-Marx 2004, 12. 48

26 dirigente y el pueblo a través de los magistrados. De esta forma se renovaba constantemente el enlace entre ambas partes, insertando al ciudadano común que acudía a las asambleas dentro de la esfera decisoria de la República, y haciendo de él un sujeto comprometido e informado que participaba en la vida pública romana. Los ciudadanos asistentes a las contiones, a pesar de que su papel fuese el de audiencia pasiva, tenían diversas formas de demostrar su apoyo o rechazo a lo expuesto por los oradores como son los silbidos y los gritos.50 Pero, por otro lado, ese lugar de enlace entre el pueblo y sus dirigentes también podía servir para la manipulación de los primeros por los segundos mediante la oratoria, pues la elite hegemónica, en general, imponía su visión creando así un discurso altamente paternalista, reforzando de este modo el respeto a esa elite en lugar de desafiándola, citando textualmente a Morstein-Marx, “if the shouts in the contio and subsequent votes in the comitia gave people their voice, members of the elite as orators, gave them the words” 51 . Es por este motivo que la contio también ha sido vista en términos instrumentales más que deliberativos, por estar el funcionamiento y convocatoria en manos de los oradores pertenecientes a la élite52. Se ha señalado que, en época tardorrepublicana, las contiones parecen estar más próximas a una manifestación política partidista que a un debate público. Esta última hipótesis viene dada por los importantes cambios sufridos por las contiones durante el fin de la República, pues con la aparición de las propuestas y los líderes populares, sectores de la población que tradicionalmente no participaban en política se vieron directamente involucrados en ella gracias a los políticos que pusieron sus demandas en

                                                                                                                50

Pina Polo 1997, 21; Mouritsen 2001, 47; Morstein-Marx 2004, 280. Morstein-Marx 2004, 280-281. 52 Metaxaki-Mitrou 1985, 186. 51

27 el centro del debate político. Como consecuencia, junto a la politización de las contiones, observamos un considerable aumento en la frecuencia de su convocatoria.53 Este incremento del carácter partidista de las contiones, se traduce en una mayor tensión política, algo que genera multitud de enfrentamientos. Por este motivo, el mayor número de actos violentos en los diferentes tipos de asambleas se da en las contiones legislativas y electorales inmediatamente precedentes a una votación, por ser en ellas donde, al estar presentes ambas facciones enfrentadas, la tensión se elevaba al máximo. En las contiones legislativas la violencia se usaba con fines distintos, como para evitar la aprobación de una ley o para forzar su aprobación contra la interposición del veto tribunicio o el anuncio de presagios desfavorables54.

II.2.3. ¿Quienes asistían habitualmente a las contiones? Definir con seguridad quiénes eran los asistentes habituales a las asambleas durante la crisis de la República, resulta una labor difícil que ha suscitado un intenso debate en el que se han propuesto diferentes teorías. La conocida tesis de Ch. Meier, quien empleó el termino de plebs contionalis, afirma que este grupo, perteneciente a la plebe urbana, estaba formado por los artesanos y comerciantes modestos (opifices y tabernarii) que tenían sus lugares de trabajo próximos al Foro, entre quienes habría muchos libertos que podían gestionar su horario de trabajo libremente55. Sin embargo, esta hipótesis ha sido matizada con diversos argumentos. En primer lugar, Metaxaki-Mitrou señaló que tanto agricultores itálicos venidos a Roma, esclavos producto de la conquista mediterránea y libertos que también formaban parte de la plebe urbana, debido a una importante carencia de trabajo asalariado, vivían                                                                                                                 53

Mouritsen 2001, 62; Morstein-Marx 2004, 52 y 62. Lintott 1999, 69; Mouritsen 2001, 52-53. 55 1966. Res publica amissa. Citado en Mouritsen 2001, 39; Pina Polo 1997, 21. Millar 2001, 22-37; Jehne 2006, 228. 54

28 en condiciones miserables. Su residencia regular en Roma y su carencia de ocupación les permitía participar en todas las asambleas, y también dominarlas frente a la plebe agraria, la cual tenía mayores dificultades para asistir a las asambleas por no residir en Roma56. Tanto esta idea como la de Meier han sido recientemente puestas en duda por el profesor Henrik Mouritsen, quien ha señalado que los asistentes a las contiones en Roma representarían mayoritariamente las clases propietarias antes que a la población trabajadora, por ser las primeras la principal participante en la actividad política57. Realmente, cómo afirma el profesor Millar es imposible conocer a ciencia cierta quién acudía normalmente a las asambleas romanas58. Aun así estamos de acuerdo en que las contiones pudieron estar dominadas por la plebe urbana, pues dada la inmediatez de la convocatoria de la mayoría de contiones quienes vivían fuera de Roma difícilmente podían asistir a ellas59. Además, la participación de la plebe urbana en las contiones se incrementa sobre todo a partir de finales del siglo II con la aparición de las propuestas populares, en especial por aquel sector que pudiese administrar su horario de trabajo y realizase sus actividades en las proximidades del Foro60. Pero creemos que, en el caso de los asistentes a las contiones, todas las propuestas son validas y no son excluyentes entre sí. En consecuencia, a las contiones asistirían diferentes sectores de la sociedad romana (y de la plebs urbana), desde los miembros de las elites (senadores y caballeros), hasta los estratos más bajos de la plebe formados por ciudadanos sin ocupación61. Junto a las diferencias sociales de los asistentes, la composición de las audiencias de las asambleas pudo ser altamente variable en función de los temas a tratar y del magistrado convocante u orador principal, pues sería lógico pensar que quienes                                                                                                                 56

Metaxaki-Mitrou 1985, 181-182. Mouritsen 2001, 43. 58 Millar 2001, 35. 59 Jehne 2006, 222 y 225. 60 Q. Cic. Comm. Pet. 54. 61 Cic. Pro. Flacc. 57; Q. Cic. Comm. pet. 29.   57

29 acudían a uno contio fuesen personas que eran partidarias del magistrado o de sus medidas, que pretendían mostrar su apoyo mediante su presencia62. Por otra parte es de suponer que, al igual que acudían simpatizantes de cierto magistrado o de ciertas medidas, también acudirían a las contiones los detractores más activos de dichas medidas y sus seguidores63.

II.3. La plebe romana y la violencia política Una vez admitido que es la plebe urbana la que general y mayoritariamente asiste a las contiones, es nuestra intención hacer un breve repaso de las condiciones en las que vivía, cómo estas facilitaron su apoyo a políticos populares que trataron de mejorar su situación, y cuáles fueron las diferentes formas de organización de la plebe para afrontar los enfrentamientos. Debemos señalar que la denominación “plebe urbana” aplicada a todos los ciudadanos libres de Roma no pertenecientes a las clases superiores es, en realidad, muy genérica, pues como ya hemos comentado esta plebe urbana era muy heterogénea y existían notables diferencias entre sus miembros64. Como veremos en el siguiente capitulo, varios son los motivos que llevaron a la plebe urbana a apoyar las diferentes reformas que les afectaban directamente, motivos que eran de un evidente peso pues llegado el caso se empleó la violencia para su consecución, o para su defensa ante los mecanismos obstruccionistas y los ataques violentos de los optimates.

II.3.1. Condiciones políticas y materiales de la plebe urbana En primer lugar hemos de señalar que, a pesar de la evidente participación en política de la plebe y su capacidad de votar magistrados y leyes, en la constitución romana existían demasiados mecanismos de control que, en la práctica, funcionaban en interés de la                                                                                                                 62

Morstein-Marx 2004, 131. Cic. Leg. Man. 69. 64 Pina Polo 1999, 187. Duplá 2008a, 101.   63

30 oligarquía, favoreciendo su control sobre las instituciones del Estado. El órgano de gobierno más importante por su autoridad era el Senado, cámara formada por un grupo de 300 miembros (600 tras Sila) de los que la mayoría eran miembros de las grandes familias de la oligarquía romana. En las distintas asambleas era donde residía el verdadero poder del populus y donde este expresaba su parecer, pero incluso en este ámbito existían mecanismos para imponer, en la mayoría de las ocasiones, los deseos del Senado. Tanto en los comitia centuriata por su organización censitaria, como en los comitia tributa por la desigual distribución de los ciudadanos entre las tribus, los miembros más ricos de la sociedad romana tenían mayor peso, aunque en los comicios por tribus el elemento popular fue ganando poder en el transcurso de la crisis65. Un segundo factor que incide notablemente en la difícil situación de la plebe urbana y en sus reivindicaciones es, la propia ciudad de Roma, que alcanzó entonces unos niveles de población que no se volvieron a ver hasta la época industrial. No existen testimonios directos y concretos de las cifras de habitantes, pero se han tratado de extraer atendiendo a diferentes datos que si conocemos, como son el número de personas que recibían grano66, y el número de manumisiones. Analizando y combinando estos datos se ha propuesto una cifra de entre 500.000 y 750.000 habitantes en los últimos años de la República. El tercer y principal factor que incide en el descontento de la población urbana es, básicamente, la desigualdad. La pobreza imperaba también entre muchos de aquellos que tenían un oficio asalariado (eventuales sobre todo), pues únicamente les alcanzaba para pagar el alquiler, y en ocasiones ni para eso. Por este motivo, entre otros, los repartos de trigo llegaron a alcanzar a 320.000 individuos, que dependían del Estado para completar su alimentación. La mayoría de habitantes de la ciudad se hacinaban en                                                                                                                 65 66

Brunt 1973, 89-93; Pina Polo 1999, 188; Beard y Crawford 1985, 50.51. 320.000, solo varones, hasta el año 46 cuando César lo redujo a más de la mitad.

31 las áreas más sucias y descuidadas, en pisos alquilados en altos edificios de viviendas (insulae), inseguros e insalubres, separados entre sí por calles estrechas y tortuosas. Además, eran frecuentes las inundaciones en las zonas más bajas y cercanas al Tiber, y sobre todo los incendios que causaban grandes estragos al ser la madera el principal material de construcción de estos edificios y siendo encargados de apagar los fuegos un reducido grupo de esclavos públicos, poco podían hacer contra un incendio de grandes proporciones. Junto a los problemas para cubrir las necesidades alimenticias básicas, que obligaban a muchos habitantes a depender de los repartos estatales, también existían dificultades para acceder al agua potable, pues aunque Roma estuviese ampliamente abastecida gracias a los acueductos, grandes sectores de la población tenían un difícil acceso a ella, por lo que Augusto, una vez en el poder, reparó acueductos y construyó nuevos67. Estos tres factores, que muestran la difícil situación de la plebe romana, fueron el caldo de cultivo de muchas de las tensiones políticas ocurridas durante la crisis. El hecho de que, a partir de finales del siglo II, ciertos políticos pertenecientes a la elite defendieran las reivindicaciones de mejora social, mayor igualdad económica y participación política, generó una profunda hostilidad entre los miembros más conservadores de la élite senatorial. Estos últimos, además de prestar poca atención a los problemas de los sectores más empobrecidos y de enfrentarse abiertamente a cualquier político que tratase de aliviar la situación de una gran parte de los habitantes de Roma, entendían que se trataba de una táctica que solo buscaba ganar apoyo popular, mediante la cual los políticos populares pretendían hacerse con el poder por encima de sus iguales, y que bajo esa táctica no había unas reivindicaciones y una actuación legitima de la parte más desfavorecida de la población68.                                                                                                                 67 68

Brunt 1973, 98-105. Duplá 2008a, 106.  

32

II.3.2. Tipología de los participantes en los actos violentos Al igual que a las contiones asistían miembros de diferentes estratos sociales, la violencia en ellas también fue empleada por diferentes grupos, con notables diferencias en su organización, extracción social, procedencia, ocupación e intereses políticos. Hasta la década de los 60, no tenemos información de la presencia de profesionales asalariados o bandas organizadas, que empleasen la fuerza en las diferentes asambleas. Se trata, más bien, de individuos que participaban en ella si sus intereses estaban en juego, o para apoyar a un político al que seguían por ser sus clientes o por estar de acuerdo con sus propuestas políticas. Era común que políticos importantes o envueltos en situaciones de tensión política, cuando asistían a actos públicos o se desplazaban por la ciudad, se rodeasen de guardias personales formadas por clientes, partidarios y siervos, no solo como signo de su influencia, sino para asegurar su protección física69. Esta práctica fue habitualmente usada por los optimates, como es el caso de Cicerón en las elecciones consulares del año 63, cuando se rodeó de una escolta de ciudadanos armados para contrarrestar la fuerza de la guardia personal de L. Sergio Catilina70. Por su parte, los diferentes grupos que, en diversas ocasiones, secundaron el uso de la violencia por parte de los populares, eran muy variables pues no tenían todavía una organización permanente y estable71. En cada diferente contexto, quienes apoyaban a un político reformista eran quienes estaban interesados en sus propuestas, por creer que eran justas o por verse directamente afectados por ellas. En los diferentes episodios que analizaremos en el próximo capítulo, podemos ver cómo los hermanos Graco contaron con el apoyo de la plebe agraria y la urbana, pues la primera estaba interesada en la ley agraria, y la segunda en los repartos de trigo y en la legislación para proteger al simple                                                                                                                 69

Lintott 1999, 74; Nippel 1995, 49; Brunt 1973, 109. Cic. Pro. Mur. 24.49; 26.52. 71 Perelli 1981a, 16; Brunt 1973, 110.   70

33 ciudadano frente a los poderes coercitivos de los magistrados. Además tanto Tiberio como Cayo Graco contaron con la colaboración de varios influyentes senadores. Saturnino por su parte, aprendió de los anteriores, y también se atrajo a la plebe urbana mediante nuevos repartos de trigo. Pero su principal fuerza residía en los veteranos de las legiones de Cayo Mario, quienes, gracias a una alianza entre ambos políticos, sirvieron de fuerza de choque en contiones y votaciones, para forzar los resultados deseados por Lucio Apuleyo Saturnino. El tribuno no solo contaba con el apoyo brindado por Mario, sino que además estableció una estrecha colaboración con Cayo Servilio Glaucia, pretor en el año 10072. Marco Livio Druso, quien en el año 91 trato de extender la ciudadanía romana a todos los itálicos, como es evidente, contó con el apoyo de estos, y con la colaboración de influyentes senadores. Publio Sulpicio Rufo, quien fue tribuno de la plebe en el año 88, contaba con un grupo de 3000 hombres armados y otro de jóvenes equites a los que llamaba el “anti-senado”73. No conocemos más datos de estos dos grupos partidarios de Sulpicio, y por tanto, nada sabemos sobre la procedencia, intereses y organización de los 3000 hombres que componían este grupo armado 74 . No obstante, siendo las principales propuestas de Sulpicio la distribución de los itálicos en todas las tribus romanas y la concesión del mando de la guerra en Asia a Cayo Mario, es probable que ese grupo armado estuviera compuesto por itálicos o por veteranos de las legiones de Mario. Tampoco contamos con información para conocer los motivos que llevaron un grupo de jóvenes equites a apoyar a un tribuno de la plebe, que, entre otras cosas, pretendía distribuir a los nuevos ciudadanos itálicos entre todas las tribus, en lugar de                                                                                                                 72

Cayo Mario vencedor contra el rey Numida Yugurta y contra los germanos, fue elegido cónsul siete veces (107, 104-100 y 86). Lucio Apuleyo Saturnino fue un político popularis que ocupó tres veces el tribunado a finales del siglo II y colaboró con Mario. Cayo Servilio Glaucia, colaborador de Saturnino tribuno de la plebe en 101 y pretor en 100. MRR I, 550; 558; 562; 563; 570; 571; 574; 575; II, 1. 73 Plut. Sulla. 8.2. 74 Marco Livio Druso fue tribuno de la plebe en el año 91 y Publio Supicio Rufo ocupó el mismo cargo en el año 88. MRR II, 21 y 41.

34 relegarlos a las cuatro urbanas, para de esta forma, darles verdadero poder en los órganos decisorios romanos. El ejemplo de Sulpicio muestra ya en el año 88, un mínimo de organización en los grupos que intervienen en la violencia, pues contaba con el respaldo de un número fijo de partidarios armados. Es en las décadas de los 60 y 50 cuando asistimos a la aparición de las bandas organizadas dirigidas por miembros del Senado, con la clara intención de influir en la política mediante la fuerza, hecho que supondrá durante esos años un considerable aumento de la violencia, no solo en las contiones sino en toda la ciudad. En ambas décadas, además de seguir empleándose las escoltas ya mencionadas por parte de políticos, optimates sobre todo, se emplearon soldados y gladiadores asalariados, que a modo de bandas de mercenarios organizados realizaban las acciones violentas que sus empleadores requiriesen. La verdadera novedad la puso en práctica Publio Clodio Pulcro a partir del año 58, pues consiguió organizar de forma estable a la plebe urbana al modo de bandas armadas que, mediante el empleo de la intimidación y la violencia le servían de instrumento de poder y apoyo a sus políticas75.

II.3.3. La organización de la plebe, Clodio y los collegia Una idea muy extendida sobre la capacidad organizativa de la plebe presenta a esta en una más que evidente desventaja frente a la nobilitas, pues nada podían hacer sin el liderazgo que les venía impuesto por la propia clase dominante. En los últimos años se ha puesto de manifiesto que esta afirmación no es totalmente correcta, y se ha matizado empleando la información que nos transmiten las fuentes. Realmente existieron diferentes estructuras organizativas de la plebe, la cual desarrollaba su sociabilidad dentro del marco de varias organizaciones que, frente a una inmensa, populosa y                                                                                                                 75

Perelli 1981a, 17; Lintott 1999, 75-76.

35 anónima ciudad, ofrecían en primer lugar una forma de inserción y organización social y, en segundo lugar, protección al ciudadano común76. Un primer elemento central en la vida social de la plebe en todas las ciudades de la península itálica, eran las tabernae. Se trata de tiendas de todo tipo de mercancías, pequeños talleres, lugares en los que beber vino o tomar comida cocinada en la misma taberna. Realizaban importantes funciones económicas y sociales en las que intervenía una gran proporción de la población, funciones de redistribución de productos, sobre todo agrícolas, y diferentes tipos de actividades comerciales. Pero ante todo, la importancia de las tabernae viene dada por ser los centros básicos de la sociabilidad plebeya. Los miembros de la plebe que frecuentaban las tabernae y los dueños o encargados de estas, en las últimas décadas de la República, fueron comúnmente asociados a los conflictos acontecidos durante aquellos años, pues en numerosas ocasiones de tensión política, las tabernae se cerraban para que, tanto trabajadores como clientes, pudiesen acudir a las diferentes asambleas y votaciones para ejercer presión77. Junto a esta actividad socioeconómica de las tabernae, conocemos cómo la ley romana permitía la libre asociación de hombres libres, siempre que tales asociaciones no fuesen dañinas para la propia República. Una de estas asociaciones plebeyas son los collegia, que podían ser de tres tipos, asociaciones de trabajadores de diferentes gremios (los más antiguos), hermandades que cumplían con diferentes ritos religiosos y asociaciones locales (calles, barrios). Una de sus principales funciones era costear los funerales de los miembros con escasos recursos, pues los collegia contaban con medios económicos propios. Se trata de instituciones de ayuda mutua entre la plebe existentes ya en época monárquica, que sufrieron diversos cambios con la evolución de la ciudad, sobre todo                                                                                                                 76 77

Brunt 1973, 111; Duplá 2008a, 103. Purcell 1992, 659-663; Duplá 2008a, 102.

36 durante el siglo I. Entre estos cambios destaca su participación en política como instrumento de agitación y presión, motivos que llevaron al Senado en el año 64 a prohibir la mayoría de los collegia por considerarlos perjudiciales para la república78. Es a partir del año 58, tras legalizar Publio Clodio Pulcro los collegia mediante la asamblea de la plebe y organizarlos bajo sus órdenes, cuando estos se convirtieron en una poderosa arma política a su servicio79. Según Cicerón los viejos colegios de barrio y los nuevos creados por Clodio, fueron organizados de forma paramilitar y jerárquica en decurias, armados, inscritos sobre bases territoriales y puestos bajo la guía de diversos cabecillas80. Apoyado en una alianza establecida con el triunviro Cayo Julio César, Clodio, mediante la actividad de sus bandas (operae), se erigió en una especie de patrón de la plebe, un poder independiente incluso en los años en que no ocupaba ninguna magistratura. Aun así, no debemos olvidar la intensa actividad legislativa que realizó Clodio a favor de la plebe y que las bandas armadas no tenían la tarea de promover acciones revolucionarias, más bien de controlar en favor de su líder las sedes de la actividad política en Roma, apoyar sus proyectos de ley y atacar a sus adversarios políticos81. La principal y más directa fuente de información que poseemos sobre Clodio y sus bandas es, paradójicamente, su principal enemigo Marco Tulio Cicerón82. Por este motivo siempre se han de interpretar sus escritos, herramienta fundamental en el estudio del periodo tardorrepublicano, partiendo de la base de que la información y los juicios de valor que proporcionan tienen un marcado carácter ideológico y “partidista”. Cuando el Arpinate habla de las bandas de Clodio, las describe formadas por esclavos,                                                                                                                 78

Purcell 1992, 659-663; Lintott 1999, 80; Pina Polo 1999, 161; Nippel 1995, 72. Cayo Julio César fue cónsul en el año 59 y posteriormente, tras la guerra civil, fue declarado dictador vitalicio. MRR II, 187. Publio Clodio Pulcro fue tribuno de la plebe en el año 58. MRR II, 195. 80 Cic. De Domo. 5.13; Pro Sest. 15.34. 81 Brunt 1973, 111-112; Perelli 1981a, 17; Lintott 1999, 80. 82 Marco Tulio Cicerón fue cónsul en el año 63 durante la conjura de Catilina. MRR II, 165. 79

37 salteadores y bandidos83, no sin cierta razón en lo primero, pues se sabe que en la República tardía los collegia llegaron a admitir esclavos y extranjeros, además de a muchos libertos. Aun así, Cicerón no es capaz de ocultar que, entre los seguidores y los miembros de las bandas de Clodio, había un gran número de ciudadanos libres. Son varias las referencias al cierre de las tabernae por parte de artesanos y tenderos, que acudían en apoyo de su líder84. En el caso de estos últimos, es difícil creer que lo hicieran sobornados, pues permaneciendo en sus negocios seguirían ganado dinero y no pondrían en riesgo sus vidas. Realmente, si estos miembros de la plebe no hubiesen tenido importantes motivos de queja por los que movilizarse, Clodio poco poder habría conseguido sobre ellos85. Frente a la violencia de los clodianos los optimates se organizaron a su vez. Siendo insuficientes las escoltas personales armadas compuestas de clientes y esclavos, que cada político eminente solía llevar en su sequito, se organizaron grupos de mercenarios, gladiadores y camorristas. La tarea de hacer frente permanentemente a las actividades de los clodianos fue confiada a los grupos de mercenarios y clientes organizados por Tito Anio Milón86, que contaba con el apoyo de gran parte de los optimates y, en particular, de Cicerón87. Los enfrentamientos entre estos dos políticos y sus bandas armadas, durante la década de los 50, incrementaron el nivel de violencia hasta un punto que no se había conocido antes en Roma, poniendo de manifiesto las evidentes deficiencias del Estado romano para garantizar el orden público y acabar con la violencia política.

                                                                                                                83

Cic. De Domo. 21.54. Cic. De Domo. 33.89. 85 Brunt 1973, 112-114. 86 Tito Anio Milón fue tribuno de la plebe en el año 57 y pretor en el 55. MRR II, 201 y 215. 87 Perelli 1981a, 17-18. 84

38 III. EPISODIOS DE VIOLENCIA EN LAS ASAMBLEAS En este capítulo, el más importante y que da nombre a este trabajo, vamos a realizar un análisis de los diferentes episodios violentos en las asambleas que nos han transmitido las fuentes. La cantidad de información que nos transmiten las fuentes condiciona en gran medida este apartado, pues sobre ciertos hechos son numerosos los historiadores y escritores clásicos que hicieron una relación detallada, mientras que otros episodios que mencionaremos a continuación son mencionados por las fuentes de forma breve y poco detallada. Aun así haremos un breve resumen de los acontecimientos, trataremos de ver las causas y los objetivos de esa violencia, quién era el responsable de su uso, en qué tipo de asamblea y, por último, si se consiguieron los objetivos pretendidos o no y si hubo una reacción contraria, fuese violenta o no, legal o ilegal, por parte del Estado, la facción contraria, la plebe o cualquier otro agente implicado.

III.1. Los Graco Los años de actividad política de los hermanos Graco estuvieron marcados por una gran tensión, debido a que las leyes que trataron de aprobar (varias en efecto fueron aprobadas) fueron vistas por la oligarquía romana como un atentado contra sus intereses y su posición dominante dentro del Estado. No faltaron en estos años acciones violentas, varias de las cuales tuvieron lugar en diferentes asambleas. Por este motivo y porque esta época ha sido considerada, incluso por los propios autores antiguos88, como el inicio de la crisis de la Republica, iniciamos nuestro estudio en el año 133 a.C.

III.1.1. Tiberio Sempronio Graco

                                                                                                                88

Ap. B.C. 1.17; Cic. De rep. 1.19.31; Plut. T. Gr. 20; Vel. Pat. 2. 3.3.  

39 Tiberio Sempronio Graco, miembro de una ilustre familia romana, nieto de Escipión el Africano y primo segundo de Escipión Emiliano, fue elegido tribuno de la plebe en el año 133. Utilizó esta magistratura para realizar importantes reformas en el sistema romano, entre las que destaca una ley agraria que buscaba paliar el empobrecimiento de las capas más bajas del campesinado, pues este fenómeno estaba generando una importante disminución en la capacidad de reclutamiento de las legiones romanas, al reducirse el número de ciudadanos con la posesiones mínimas para poder formar parte del ejercito. El hecho de que varias cláusulas de esta ley hacían referencia a la limitación del tamaño de las grandes propiedades agrarias y a repartos de tierra a ciudadanos que no la tuvieran, generó una dura oposición por parte de un amplio sector de la oligarquía senatorial a la ley del tribuno, aunque sabemos que varios importantes senadores, como Publio Licinio Craso, Apio Claudio o Publio Mucio Escevola apoyaron a Tiberio y colaboraron con él89.

III.1.1.1. Primeros intentos de reforma La votación de la ley agraria estuvo salpicada por varios incidentes, que contribuyeron a aumentar la tensión y a endurecer la oposición de una buena parte del Senado. Plutarco transmite que al llamar Tiberio al pueblo para votar su ley agraria, los ricos (πλουσίίων. Plut. T. Gr. 11.4) arrancaron las urnas. Ante la confusión generada y los ruegos de varios senadores para que no incitase a la violencia a sus seguidores, superiores en número, el tribuno se dirigió al senado donde no obtuvo apoyos, por ser los posesores de grandes propiedades de tierra mayoría en él90. Según Apiano lo que le llevó a consultar al senado fue la oposición de otro de los tribunos de la plebe, Marco                                                                                                                 89

Ungern-Sternberg 2004, 89-90; Konrad 2006, 167-168; Pina Polo 1999, 25 y ss; Stockton 1979, 27 y ss. 90 Plut. T. Gr. 11.4.

40 Octavio, quien mediante su veto impidió la votación de la ley91. Sea por una causa u otra, tras el fracaso en el senado y resuelto a aprobar su ley, Tiberio decidió destituir de su cargo al tribuno Octavio mediante una votación sin precedentes en la tradición romana, la cual le fue favorable y le permitió aprobar su ley agraria. Al confirmarse la destitución de Octavio, este último, según Apiano, abandonó la asamblea sin ser visto92, pero Plutarco transmite que Tiberio ordenó a uno de sus libertos sacarlo de la asamblea por la fuerza y que la multitud se lanzó sobre él (ὁ  δὲ  δῆµμος  ἐφώώρµμησεν  αὐτῷ. Plut. T. Gr. 12.5), dejando ciego a un esclavo que le estaba protegiendo, aunque Octavio consiguió escapar indemne93.   Ante el temor de que los tribunos del año siguiente invalidaran sus reformas, Tiberio se presenta a las elecciones al tribunado de la plebe. Graco se enfrentó a una fuerte oposición ante este intento de reelección, no solo porque era algo contrario a la tradición romana (mos maiorum), sino porque los antecedentes de su primer tribunado habían generado una oposición mayor y más dura por parte de la oligarquía romana. La primera convocatoria para las elecciones tuvo que ser pospuesta, pues al dimitir el presidente de la asamblea, el tribuno Rubrio, el resto de tribunos no llegaron a un acuerdo sobre quién presidiría las elecciones en su lugar y, ante una nueva propuesta de votación sobre quién seria el presidente, Tiberio pidió aplazar las elecciones a una próxima asamblea94. En esta segunda ocasión Graco advirtió a sus seguidores de que estuviesen alerta a su señal por si era necesario emplear la violencia, los reunió por la noche y ocuparon el lugar donde se iba a desarrollar la votación, el Capitolio. Según nos transmite Apiano, ante la obstrucción interpuesta por los ricos y el resto de los tribunos, Tiberio dio la señal y al instante empezaron los enfrentamientos entre sus seguidores y sus detractores,                                                                                                                 91

Ap. B.C. 1.12. Ap. B.C. 1.12. 93 Plut. T. Gr. 12.5; 12.6. 94 Ap, B.C. 1.14. 92

41 llegando los primeros a arrebatar a los viatores sus bastones para agredir con ellos a sus adversarios y expulsarlos de la asamblea (καὶ τὰ τῶν ὑπηρετῶν δόρατα συγκλῶντες οἷς ἀνείργουσι τὸν ὄχλον. Plut. T. Gr. 19.1)95. Para Plutarco la violencia estalló cuando a Tiberio se le comunicó que en el Senado estaban planeando acabar con su vida96. A pesar de lograr expulsar a los contrarios a su reelección, Tiberio no la consiguió, pues los miembros del Senado, que estaban reunidos mientras se desarrollaban esos acontecimientos, acudieron encabezados por el cónsul del año 138 P. Cornelio Escipión Nasica97, y disolvieron a los partidarios de Graco matando a muchos (300 según Plutarco), incluido el propio Tiberio98.

III.1.1.2. Tiberio, ¿Un peligro para el Estado o para los optimates? En la reacción violenta del Senado algunos autores vieron la primera formulación del SCU, si bien la opinión mayoritaria es la contraria. Aunque realmente no se pusiese en practica esta medida extraordinaria, sí se dieron ciertos elementos que conformarían el SCU en el futuro, medida a la que el Senado recurriría habitualmente en situaciones similares durante los últimos años de la República99. Además de este cuasi SCU, en el año siguiente, el 132, se estableció una quaestio extraordinaria con el fin de realizar una represión legal contra los principales partidarios de Graco que habían sobrevivido100. La significación política de ambas acciones violentas, la encabezada por Graco y la encabezada por Nasica, es de gran calado, pues en ambos casos se justifica el empleo de la violencia como herramienta legítima para defender unos determinados intereses políticos. Por un lado los de la plebe urbana y rural, el sector más desfavorecido de la                                                                                                                 95

Ap, B.C. 1.15; Plut. T. Gr. 19. Plut. T. Gr. 18.3. 97 MRR I, 483. 98 Ap, B.C. 1.16. Plut. T.Gr. 19.9; 19.10; Vel. Pat. 2.3.3; Flor. 2.2.7; Rhet ad Hernn. 4.55.65; Oros. 5.9.23. 99 Duplá 1990, 76 y ss. 100 Plut. T. Gr. 22.4; Sal. B. Iug. 31.7. 96

42 sociedad romana que reivindicaba mejoras a su situación y, por otro, los intereses de la oligarquía senatorial, principal posesora de tierras y elite económica, que rechazaba cualquier cambio del sistema si suponía una merma de su poder político y económico. Esta élite entendía que el interés del Estado iba de la mano de sus intereses de clase, y, cualquier ataque a estos era un ataque contra el Estado y el sistema establecido101. El principal objetivo de Tiberio, la recuperación del campesinado rural y, por consiguiente el aumento de la capacidad de reclutamiento de las legiones romanas, no fue realmente resuelto, pues como sabemos los requisitos para el reclutamiento fueron disminuyendo hasta la reforma de Mario102, cuando por primera vez se reclutaron a soldados que no tenían propiedades y eran potencialmente dependientes del Estado y de su general, aspecto este que se ha visto como uno de los factores determinantes en la crisis republicana. Tiberio Graco sí logró convertir la asamblea de la plebe en un arma política capaz de rivalizar con el Senado como fuente de autoridad política103, y el principal ejemplo de ello es su intento de utilizar el testamento del rey Atalo III de Pérgamo como soporte económico de su ley agraria. Esta propuesta, además de su legislación, la deposición de Octavio, su intento de obtener la reelección al tribunado y el empleo de la fuerza para lograrlo, generaron una profunda oposición entre la oligarquía senatorial104 que llevó al violento desenlace de los acontecimientos y al fin de Tiberio Graco. Respecto a las motivaciones de Tiberio Graco para realizar sus reformas e incluso recurrir a la violencia, estamos de acuerdo con Lintott, en que únicamente el mero altruismo no movería al político a realizar su plan de reformas, sino que, además, mediante el apoyo a las reivindicaciones de la mayoría social desfavorecida, pretendía                                                                                                                 101

Ungern-Sternberg 2004, 92; Konrad 2006, 170; Pina Polo 1999, 79. Beard y Crawford 1985, 7. 103 Beard y Crawford 1985, 5. 104 Ungern-Sternberg 2004, 91; Pina Polo 1999, 31 y ss; Lintott 1999, 182; Duplá 1990, 71. 102

43 conseguir una amplia clientela que facilitaría hacer aprobar sus proyectos, los cuales repercutirían de forma positiva en esa mayoría desfavorecida. Esta posición de patróncliente motivaría que Graco recurriese a la violencia cuando entendió que los derechos de sus clientes y los suyos propios, y por tanto su dignitas, estaban siendo violados105. Pero esto no ha de ensombrecer el innegable trasfondo social de las medidas propuestas por Tiberio Graco, las cuales buscaban mejorar las difíciles condiciones de vida de la mayor parte de la sociedad romana, y reformar las estructuras del Estado para adaptarse de forma adecuada a la expansión mediterránea de Roma. Un programa por el que estaba dispuesto a morir, defendiendo lo que creía que era lo más justo para la población y lo más adecuado para la República.

III.1.2. Cayo Sempronio Graco La reacción popularis contra las medidas adoptadas por varios miembros del Senado contra Tiberio Graco estuvo encabezada por su hermano, Cayo Sempronio Graco, quien durante su primer tribunado en 123 aprobó varias leyes de diversa índole. Entre ellas interesa resaltar la Lex Sempronia de capite civis romani106, la cual se enmarca en esa reacción popularis contra las medidas que el Senado tomó contra Tiberio Graco, entendidas como ilegales, pues pasaron por alto el derecho de todo ciudadano romano a ser sometido a un juicio popular en casos de pena capital. Es evidente que se trata de una ley que buscaba mejorar las garantías de los ciudadanos frente al poder coercitivo de los magistrados y, por tanto, del Senado, y en relación a esto, trataba de evitar que se repitiesen acontecimientos como los que llevaron a Tiberio a la muerte y la posterior represión de sus partidarios.

                                                                                                                105 106

Konrad 2006, 171; Ungern-Sternberg 2004, 9; Lintott 1999, 182. Cic. Rab. Perd. 4.12.

44 III.1.2.1. La reacción popularis Tanto el primer como el segundo tribunado de Cayo Graco estuvieron marcados, al igual que el de su hermano, por una tensa confrontación política que degeneró en enfrentamientos violentos y en la muerte del político romano. En el año 121 tras perder las elecciones para su tercer tribunado107, síntoma de una importante perdida de apoyo, y ser elegidos dos cónsules abiertamente antigracanos, el tribuno de la plebe Minucio Rufo convocó una asamblea para discutir una propuesta de ley que él mismo había presentado, por la cual se aboliría la ley gracana que sancionaba la creación de una colonia en el solar de Cartago. Con el fin de impedir la derogación de la ley, Cayo Graco acude escoltado por sus partidarios a la asamblea108, y en el transcurso de ésta un hombre llamado Antilo es acuchillado 109 (κεντούµενος. Plut. C. Gr. 13.4). Según Plutarco este Antilo era uno de los lictores del cónsul Lucio Opimio, y es asesinado por provocar con sus palabras y gestos a los partidarios de Graco; para Apiano es un simple plebeyo que le pide a Cayo que mire por su patria, pero ante el gesto que el joven Graco le dirige, unos de sus partidarios apuñaló a Antilo. Sea como fuere la asamblea se disuelve y al día siguiente Opimio, tras los preparativos para un enfrentamiento armado ocupando con tropas el Capitolio, convoca al Senado y éste declara el SCU110. En respuesta Graco ocupa el Aventino con sus partidarios111, y se entablaron negociaciones entre ambas facciones con uno de los hijos de Marco Fulvio Flaco112 como mensajero, pero al no cumplir Graco y sus partidarios las exigencias senatoriales de deponer las armas y presentarse ante el Senado, el cónsul Opimio da la orden a sus hombres armados (entre los que se encontraban arqueros cretenses) de atacar a los partidarios de                                                                                                                 107

Plut. C. Gr. 12.7. Ap, B.C. 1.25; Oros. 5.12.5 109  Plut. C. Gr. 13.3; 13.4; Ap, B.C. 1.25; Oros. 5.12.5;   110 Plut. C. Gr. 14.3; Ap, B.C. 1.26; Cic. Phil. 8.4.14; de orat. 2.132; de domo. 38.102; Cés. B.C. 1.7.5. 111 Plut. C. Gr. 15; Ap, B.C. 1.26; Flor. 2.3.5. 112 Cónsul en el año 125, colaborador de Tiberio y miembro de la comisión creada para poner en práctica la reforma agraria de éste. MRR I, 512. 108

45 Cayo Graco113. Se produce entonces, un enfrentamiento armado en el Foro donde mueren muchos de los partidarios de Graco114, mientras el tribuno y Fulvio Flaco consiguen escapar, pero el segundo es atrapado y muerto y el primero, ante la evidente derrota, ordena a un esclavo que le acompañaba que lo mate (interfectus est Gracchus et M. Fulvius. Cic. Phil. 8.4.14 ). Su cabeza es llevada al cónsul Opimio, que había ofrecido su peso en oro, y los cuerpos de ambos arrojados al Tiber115.

III.1.2.2. Victoria optimate, SCU y muerte de Cayo De esta forma murió Cayo Graco, quien, al igual que su hermano, intentó poner remedio a los que él creía eran los males de la República, siendo el principal de estos el progresivo empobrecimiento de la plebe romana y la creciente desigualdad socioeconómica, junto con la acumulación de poder en manos del Senado y las arbitrariedades que este cometía en defensa del sistema establecido. La reacción de Cayo ante los hechos que llevaron a la muerte de su hermano y muchos de sus partidarios, fue en todo momento constitucional; únicamente cuando su popularidad mermó, ya como un senador que no ejercía ninguna magistratura, y ante la evidente amenaza del recurso a la violencia por parte de la oligarquía senatorial encabezada por el cónsul Opimio, realizó preparativos para el enfrentamiento que en ningún momento él inició116. La muerte de Antilo en la asamblea, a pesar de la gran tensión del momento, es claramente un incidente aislado, del que no se puede acusar a Cayo Graco (excepto en Diod. 34-29). El tribuno realizó planes para un enfrentamiento contra la facción senatorial, pero únicamente cuando tuvo constancia de que ésta hacia lo mismo por su parte. Pues al igual que sucedió con Tiberio y sus partidarios, la oligarquía senatorial                                                                                                                 113

Plut. C. Gr. 16.4; Ap, B.C. 1.26. Plut. C. Gr. 16.4; Ap, B.C. 1.26; Oros. 5.12.7; Cic. Phil. 8.4.14; Vel. Pat. 2.6.6; Sal. B. Iug. 31.7; 42.4. 115 Plut. C. Gr. 17.3; Ap, B.C. 1.26; Cic. de orat. 2.67; Vel. Pat. 2.6.5; Flor. 2.3.6. 116 Konrad 2006, 172; Lintott 1999,  183 y ss. 114

46 pretendía acabar con quienes reclamaban cambios en el sistema político y mejoras en las condiciones de la ciudadanía, mediante una medida extraordinaria que abolía derechos básicos del ciudadano romano, y que además era utilizada con una arbitrariedad partidista por un grupo de ciudadanos contra otros, con el fin de perpetuar su posición preeminente dentro de la sociedad. La violenta, y en nuestra opinión desmedida, acción del Senado bajo la dirección de Opimio esta considerada como la primera formulación explicita de un SCU en Roma. Mediante esta medida, de cuestionada legalidad 117 , se procedió a la represión y asesinato de un gran número de ciudadanos y de varios prestigiosos políticos que pretendían realizar mejoras de enorme trasfondo social en el sistema. Esta reacción por parte de los llamados optimates, tiene su raíz en que las medidas que trataba de implantar Cayo Graco (y su hermano Tiberio antes que él), que atacaban de forma directa la posición dominante de la oligarquía senatorial dentro de las estructuras del Estado romano. Dado que suponían una esperanza de mejora para la mayoría de la sociedad romana en detrimento de los intereses de la clase dominante, tanto Cayo como su hermano contaron con un gran apoyo que amenazaba con invertir los esquemas de poder en Roma. Ante esta situación el Senado buscó una medida extraordinaria por la que reprimir violentamente y suspender los derechos civiles de ciudadanos romanos considerados, en su opinión, peligrosos para el Estado. El triunfo del Senado ante Cayo Graco y sus partidarios, y la posterior absolución de Opimio118 en un juicio en el año 120 por los actos cometidos el año anterior119, fueron el claro ejemplo de que el éxito político conlleva la justificación legal120, y de esta manera se sentaba precedente para                                                                                                                 117

Duplá 1990, 94 y ss. Según Duplá 1990, 96., esta absolución se debería en mayor medida a presiones políticas que a criterios estrictamente jurídicos. 119 Este juicio tiene una gran relevancia, pues demuestra que a pesar de la represión desencadenada contra Cayo Graco, siguió existiendo una corriente política contraria a la de la clase dominante. 120 Lintott 1999,  184.   118

47 futuras acciones de este tipo y se lanzaba un mensaje intimidatorio a quienes buscasen mejoras y cambios en el sistema político y económico o a quienes apoyasen a estos121. La actividad política de ambos hermanos Graco estuvo encaminada, por un lado, a lograr una mayor igualdad social mediante un reparto más equitativo de los recursos y de la riqueza que llegaba a Roma por medio de las conquistas, y por otro, a limitar los poderes del Senado concediendo más relevancia a la asamblea popular, de forma que participase activamente en competencias que tradicionalmente eran exclusivas del Senado (recursos, política exterior)122. La violenta respuesta senatorial con el objetivo de mantener el control del poder y su situación privilegiada, junto con la justificación legal de esos actos contrarios al derecho romano (provocatio ad populum), no consiguió poner fin al resentimiento existente en una buena parte de la ciudadanía romana, pues como veremos pocos años después de la muerte de Cayo Graco el conflicto político entre optimates y populares volvió a resurgir y a dirimirse mediante la violencia, siendo un fenómeno constante durante la crisis de la República.

III.2. Cayo Mario y el tribuno Lucio Apuleyo Saturnino Los últimos años del siglo II en Roma estuvieron marcados por el liderazgo político y militar de Cayo Mario, un miembro de una rica familia itálica sin antepasados senadores, lo que conocemos como homo novus, Tras acceder al consulado en el año 107, y finalizar victorioso la guerra contra Yugurta en Numidia, fue el encargado de defender Italia de las tribus germanas, misión que también realizó con éxito. Estos logros militares le permitieron ser reelegido para el consulado en cinco ocasiones consecutivas (algo sin precedentes en la historia de Roma), hasta el año 100. Uno de los principales aspectos a destacar en la política de Mario fue la definitiva proletarización                                                                                                                 121  Nippel 122  Duplá

1995, 63.   1994, 144.  

48 de las legiones romanas, pues por primera vez de forma regular se reclutó a ciudadanos del estrato social más bajo de Roma, aquellos que no tenían posesiones y no podían costearse un equipamiento militar adecuado y que, gracias a Mario, entraron en las legiones recibiendo el equipamiento y todo lo necesario de manos del Estado. Además, Mario logró que una vez acabado su servicio militar se le asignase a cada soldado una parcela de tierra propiedad del Estado. Este importante cambio es visto como uno de los factores que agravaron la crisis de la República, pues de esta manera se fomentaron las clientelas militares, y con el tiempo las legiones se sintieron mas fidelizadas a sus respectivos generales que a la República por la que en realidad luchaban.123

III.2.1. Los dos primeros tribunados de Saturnino Para lograr el reparto de tierra a sus soldados licenciados, Mario estableció una alianza política con el tribuno de la plebe del año 103 Lucio Apuleyo Saturnino, quien aprobó mediante la asamblea popular el reparto de tierra para los veteranos de Mario, y colaboró con éste en otras cuestiones, a la vez que obtenía su apoyo (o su no oposición en su papel de cónsul) para llevar a cabo diversas medidas de carácter social y para limitar el poder del Senado como son las leges frumentariae y de maiestate124. Las formas de actuación de Saturnino, quien recurrió a la presión de los soldados de Mario para hacer aprobar sus leyes, e incluso llegó a asesinar a varios candidatos contrarios, crearon un clima de tensión que, al igual que en los casos de los hermanos Graco, finalizó con una intervención violenta por parte del Senado en la que Saturnino y muchos de sus partidarios fueron asesinados. Saturnino ocupaba por primera vez el cargo de tribuno de la plebe en el año 103, desde esta posición presentó un proyecto de lex frumentaria por el cual reducir el precio del                                                                                                                 123 124

Pina Polo 1999, 59 Pina Polo 1999, 72.

49 grano que el Estado distribuía entre la plebe. A pesar de que el Senado se manifestó en contra de esta medida y que el resto de tribunos interpusieron su veto, Saturnino paso por alto el veto decidido a realizar la votación. Por este motivo, Quinto Servilio Cepión125 impidió que se realizase la votación de la ley frumentaria rompiendo los pontes (estructuras que hacían de pasillo para acudir a votar) y tirando las urnas (pontes disturbat, cistas deicit, impedimento est quo setius feratur. Ad Herenn. 1.21. ), pues le parecía una concesión que el erario público no podría soportar126. El único testimonio que tenemos sobre este acontecimiento no especifica si hubo alguna reacción por parte de Saturnino y sus seguidores, o si intentaron realizar la votación en otro momento, solo afirma que Cepión impidió la votación. Por tanto, y, ante la ausencia de información que afirme lo contrario, la idea más extendida es que esta ley nunca llegó a aprobarse127. En el año 101 durante las elecciones para el tribunado de la plebe del año 100, Saturnino y su aliado el pretor Cayo Servilio Glaucia ordenaron a varios de sus hombres el asesinato del tribuno de la plebe Nonio (occiso palam comitiis A. Ninnio conpetitore tribunatus. Flor 2.4.1), según Apiano, por que éste último había sido elegido para el tribunado en lugar de Saturnino128 y éste temía que actuara en su contra. Plutarco y Orosio trasmiten que es el propio Saturnino quien asesina (φόνος. Plut. Mar. 29) a Nonio simplemente porque ambos pugnaban por la elección a tribuno de la plebe129. De una forma u otra, vemos de nuevo cómo la violencia estalla en una asamblea y condiciona el resultado de ésta, pero en esta ocasión, además de conseguir sus objetivos, no se dieron acciones de represalia por parte del Senado, pues Mario en calidad de cónsul y hombre fuerte en la ciudad protegía a sus dos aliados130, quienes desde el 103                                                                                                                 125

Cónsul en el año 106. MRR I, 553. Ad Herenn. 1.21.1. 127 Smith 1977, 151; Cavaggioni 1998, 26. 128 Ap. B.C. 1.28;  Flor. 2.4.1.   129 Plut. Mar. 29; Oros. 5.17.3; Flor. 2.4. 130 Lintott 1999.  185. 126

50 venían usando métodos violentos en su actuación política. No obstante, gracias al apoyo popular y al respaldo por parte del cónsul, Saturnino accedió al tribunado por segunda vez, y no sufrió ningún tipo de represalia durante esos años, impunidad que le permitió continuar con su actividad hasta el año 100.

III.2.2. El tribunado del año 100 y el enfrentamiento final Como ya hemos mencionado, en el año 100 la tensión creada por la actividad política de Saturnino llegó a su grado máximo, ya que el tribuno mantuvo su enfrentamiento con la mayoría de la clase senatorial empleando métodos violentos para interferir en las asambleas, apoyado en la plebe y los soldados de Mario e, incluso, volvió a asesinar a un senador con el que Glaucia rivalizaba en las elecciones al consulado. Ese año Mario ocupaba el consulado por quinta vez consecutiva, Saturnino volvía a ejercer el cargo de tribuno de la plebe y Glaucia era pretor. El tribuno propuso una ley agraria para repartir entre los soldados de Mario la tierra que habían ocupado los germanos en el norte de Italia, de la que habían sido expulsados por los legionarios de Mario, los futuros beneficiarios de la ley131. Además la ley incluía una cláusula que obligaba a jurar a todos los senadores el respetarla132. Durante la proposición de la ley de Saturnino se dieron duros enfrentamientos entre la plebe urbana romana y la venida de diferentes partes de Italia, pues la primera entendía que la ley únicamente beneficiaba a los itálicos. Como varios tribunos intentaron interponer su veto, Saturnino los desalojó mediante la fuerza, a lo que la plebe urbana respondió atacando a los seguidores de Saturnino que habían acudido a Roma para apoyarle en la aprobación de la ley. Pero estos respondieron el ataque y se impusieron a la plebe urbana, por lo que Saturnino pudo ver aprobada su ley agraria (οἱ πολιτικοὶ τά                                                                                                                 131  Ap, 132

B.C. 1.29.   Ap, B.C. 1.29; Plut. Mar. 29.  

51 τε ἱµάτια διαζωσάµενοι καὶ τὰ προστυχόντα ξύλα ἁρπάσαντες τοὺς ἀγροίκους διέστησαν. οἱ δ᾽ αὖθις ὑπὸ τοῦ Ἀπουληίου συγκαλούµενοι µετὰ ξύλων καὶ οἵδε τοῖς ἀστικοῖς ἐπῄεσαν καὶ βιασάµενοι τὸν νόµον ἐκύρωσαν. Ap. B.C. 1.30133. También en esta ocasión la estrategia del tribuno volvió a funcionar y no solo vio logrado su objetivo, pasando por encima del veto de los demás tribunos, sino que no sufrió ningún tipo de represalia por el empleo de la violencia para interferir en una votación134. Ese mismo año Glaucia presentó su candidatura al consulado siendo todavía pretor. En el transcurso de las elecciones, habiendo sido ya elegido el cónsul mayor y dándose una dura pugna entre Glaucia y Cayo Memio135, el primero y Saturnino enviaron a varios de sus hombres a ejecutar a Memio y asegurar así la elección de Glaucia (Glauciam consulem faceret, C. Memmium competitorem interfeci iussit. Flor. 2.4.4)136. Este acto motivó la reacción del Senado, secundado esta vez por Cayo Mario, quien no podría proteger a sus violentos colaboradores por más tiempo. En general según las fuentes, aunque con divergencias entre ellas, el senado decretó un SCU por el cual instó al cónsul Mario y a otros magistrados, a armar a un grupo de hombres y enfrentarse a los de Saturnino en el Foro, resultando vencedora la facción senatorial, por lo que Saturnino se retiró al Capitolio y lo ocupó. Allí son asediados cortándoles el suministro de agua y acaban entregándose bajo la protección de Mario que los encierra en la Curia, donde un grupo de senadores y caballeros acaban con la vida de Saturnino y sus colaboradores lanzándoles piedras desde el tejado del edificio137 (saxisque opertum in ipsa quoque morte laceravit. Flor. 2.4.6.)

                                                                                                                133

Ap, B.C. 1.30; Cic. pro Sest. 16;37 Smith 1977, 153; Cavaggioni 1998, 112 y ss. 135 Tribuno de la plebe en 111, muy activo contra el rey Númida Yugurta y contra los senadores sobornados por éste. MRR I, 553. 136 Ap, B.C. 1.32; Flor. 2.4.4; Oros. 5.17.5; Cavaggioni 1998, 140-43.   137 Ap, B.C. 1.32; Flor. 2.4.5; 2.4.6; Oros. 5.17.6; 5.17.7; 5.17.8; 5.17.9; Plut. Mar. 30.4; 30.5; Cavaggioni 1998, 144-56; Duplá 1990, 100 y ss.   134

52 III.2.3. La alianza entre un cónsul y un tribuno popularis Saturnino destacó como líder popular recuperando las propuestas políticas y sociales que los Graco trataron de implantar antes que él, como son las leyes agrarias y frumentarias, y las destinadas a socavar el poder del Senado (lex de maiestate en su caso)138. Son varias las novedades en su actuación política respecto a los Graco; la colaboración de un líder popularis con un general y la politización de los soldados de éste, que, junto con la creciente movilización de la plebe urbana, sirvieron como elemento de presión en las asambleas139. Otra novedad en la estrategia política de Saturnino, es el empleo de la violencia como arma política, del que hizo un uso planificado y sistemático y que llegó a niveles desconocidos hasta el momento140. Durante varios años empleó métodos violentos para interferir en el desarrollo de las asambleas, presionó a otros tribunos para que retirasen su veto, incluso los expulsó mediante la fuerza por negarse a hacerlo, se apoyó en los soldados de Mario como herramienta de presión política y asesinó o mandó asesinar a varios senadores. Los años de actuación de Saturnino no pueden entenderse sin en el trasfondo del apoyo que le brindaba Cayo Mario, quien necesitaba de un político reformista para cumplir las promesas hechas a sus soldados veteranos. Por su parte Saturnino necesitaba del apoyo de Mario no solo para llevar a cabo los planes concernientes a los repartos de tierras a los soldados licenciados, sino también para la aprobación de reformas de carácter institucional y social que eran mal vistas por parte de la oligarquía senatorial. Esta interesada colaboración llega a su fin en el año 100, cuando, tras el asesinato de Memio y la declaración del SCU por parte del Senado, Mario tiene que elegir entre continuar apoyando las posiciones más radicales de sus aliados populares, o colaborar con la

                                                                                                                138

Cavaggioni 1998, 175. Cavaggioni 1998, 177; Pina Polo 1999, 79. 140 Smith 1977, 153. 139

53 oligarquía para poner fin a los excesos y a la violencia de Saturnino141. Dos han sido señalados como los motivos principales para que Mario rompiese su alianza con Saturnino y colaborase con el Senado en la represión del tribuno y sus seguidores. En primer lugar se trataría de una forma de congraciarse con el Senado, pues Mario no quería acabar con el sistema de gobierno romano ni con la oligarquía senatorial, más bien pretendía liderarlos142. En segundo lugar, este cambio de bando se ha interpretado como una acción para frenar el creciente poder de Saturnino y Glaucia, que podía rivalizar con el suyo propio, sobre todo si Glaucia llegaba a ocupar el cargo de cónsul143. Con Saturnino tenemos el primer ejemplo de un tribuno que tiene en la violencia una de sus principales armas de actuación política; este hecho sumado a la creciente radicalización de las tácticas empleadas por el tribuno, motivará una vez más que el Senado recurra al uso institucional de la violencia mediante la promulgación de un SCU, para acabar con lo que se entiende como una amenaza al orden establecido144. Al igual que ocurrió con los hermanos Graco, en ambos casos se justifica el empleo de la violencia como herramienta legítima para defender unos determinados intereses políticos, algo que será un aspecto constante y determinante en el desarrollo de la crisis republicana. Esta violenta represión llevada a cabo por el Senado en el año 100 no consigue acabar con la corriente popularis, pues como veremos vuelve a resurgir con fuerza pocos años después de la muerte de Saturnino, generando de nuevo acciones violentas en las asambleas en el contexto de la lucha entre optimates y populares. Esto demuestra que la corriente popularis no obedecía a la acción de un político, o al debate de un tema particular, sino que cabe afirmar que se trata de una ideología política,                                                                                                                 141

Duplá 1990, 98. Duplá 1990, 105. 143 Cavaggioni 1998, 183. 144 Pina Polo 1999, 78. 142

54 cambiante pero permanente, sustentada por la realidad política, económica y social del último siglo republicano145.

III.3. La cuestión itálica La política en Roma, a finales de la década de los 90 y principios de la de los años 80, estuvo marcada por el debate sobre la conveniencia de otorgar la ciudadanía romana a todos los habitantes de la península Itálica. Una vez concedida esta tras la guerra entre Roma y los aliados itálicos (socii), la controversia estuvo marcada por cuál sería la forma más adecuada de distribuir a los nuevos ciudadanos en las tribus romanas. De nuevo, en el desarrollo del enfrentamiento entre optimates y populares también sobre esta cuestión, la violencia hizo su aparición condicionando el desarrollo de varias asambleas. Hemos de resaltar el importante trasfondo que significaron la Guerra de los Aliados (Bellum Sociale)y la primera guerra civil, ya que en el estallido de ambas destaca la importancia de asambleas en las que se dieron enfrentamientos violentos, y también porque contribuyeron a aumentar el clima de violencia, que venía creciendo en Roma de forma progresiva desde época de Tiberio Graco. A pesar de que fue a principios del siglo I cuando el debate en torno a los aliados (socii) cobró verdadero protagonismo e intensidad, ya venía planteándose en Roma desde la segunda mitad del siglo II. En el año 125 el cónsul M. Fulvio Flaco y en el 122 Cayo Graco ya trataron de aprobar varias leyes para igualar el estatus jurídico y político de los itálicos con los ciudadanos romanos146. Las demandas de los aliados de acceder a la plena ciudadanía del Estado por el que luchaban continuaron, y, a finales de la década de los 90 llegaron a plantearse el alzarse en armas contra Roma147, cosa que finalmente

                                                                                                                145

Duplá 1990, 105. Ap, B.C. 1.21; 1.34. 147 Brunt 1990, 101; Perelli1981b, 130 146

55 hicieron tras fracasar el intento de Marco Livio Druso, tribuno de la plebe en el que los itálicos confiaron para solucionar el conflicto.

III.3.1. Marco Livio Druso y la integración de los aliados En el año 91 el tribuno de la plebe Marco Livio Druso, hijo de un destacado optimate rival de Cayo Graco, trató de implantar una serie de reformas con diversos objetivos y beneficiarios. Su paquete de medidas estaba dirigido por un lado a otorgar la ciudadanía a todos los itálicos y, por otro, a arrebatar a los equites el poder sobre los tribunales de justicia, creando 300 nuevos senadores seleccionados entre los miembros de los caballeros, y dando los tribunales a un número de senadores elegidos de este ampliado Senado 148 . Además para ganarse el favor de la plebe urbana también propuso la aprobación de nuevas leyes agrarias y frumentarias149. A pesar de la moderación de las medidas de Druso y el apoyo que tuvo de importantes senadores como Lucio Licinio Craso150, tanto los caballeros como los sectores más intransigentes de la oligarquía vieron en las reformas de Druso una amenaza a sus intereses y posición y, en consecuencia, hicieron todo lo posible por impedir su aprobación y más tarde para anularlas151. Únicamente Floro nos trasmite un episodio de violencia en la asamblea precedente a la votación de las leyes propuestas por Druso, pues como el cónsul Lucio Marcio Filipo se oponía a la aprobación de las leyes, uno de los viatores de Druso le cogió fuertemente del cuello hasta que le brotó sangre por la boca y los ojos (Asus tamen abrogare legibus cónsul Philippus, sed aprehensum faucibus viator non ante dimisit quam sanguis in os et oculos redundaret. Flor. 2.5.8.) de esta forma cedió Filipo y las leyes fueron                                                                                                                 148

Ap, B.C. 1.35. Brunt 1973, 150. 150 Cónsul en el año 95. MRR II, 11. 151 Pina Polo 1999, 89. 149

56 aprobadas152. En septiembre de ese año moría Craso, y Druso perdía su principal y más importante valedor, frente al descontento generalizado de los diferentes sectores afectados por sus reformas153; poco después el cónsul Filipo sometió a votación la derogación de las leyes de Druso, y estas fueron finalmente anuladas. A los pocos días Druso fue asesinado en su casa y la guerra con los Aliados terminó por estallar154.

III.3.1.1. ¿Druso popularis? A pesar de que las reformas de Druso trataban de contentar a todos los sectores de relevancia política, no se puede calificar a Druso como un político popularis, pues a pesar de que ciertas de sus medidas estaban más cerca de la línea popularis, su verdadero objetivo era reforzar el gobierno de la aristocracia senatorial155, proponiendo reformas en distintos ámbitos, para crear una situación de consenso que legitimase y mantuviese el orden establecido dentro del Estado. Pero los intereses fuertemente divididos de los sectores a los que buscaba contentar (senadores, caballeros, aliados y plebe romana), acabaron poniendo en contra del tribuno a gran parte de los afectados por sus reformas y, finalmente, su carrera política acabó con su asesinato. Otro aspecto a tener en cuenta en la actuación política de Druso, es que aparentemente sus colegas tribunos no intentaron interponer el veto (al menos no tenemos noticias de ello), quizá debido a su moderación y a la necesidad evidente de implantar sus medidas. Quien sí se opuso a la aprobación de las medidas de Druso fue el cónsul L. Marcio Filipo, miembro además colegio augural, quien trató de impedir la aprobación de las leyes de Druso por ser contra auspicia156, algo que finalmente consiguió. De esta forma la obstrucción religiosa pasó a ser uno de los mecanismos comúnmente empleados para                                                                                                                 152

Flor. 2.5.8; Val. Max. 9.5.2 Brunt 1973, 151. 154 Flor. 2.5.9; Ap. B.C. 1.36; Oros. 5.18.7; Vel. Pat. 2.13; Cic. De Ofic. 2.24.64 155 Perelli 1981b, 128. 156 Cic. De leg. 2.12.31.     153

57 obstaculizar la aprobación de proyectos de ley, o para anularlos una vez aprobados157. Respecto al suceso que relata únicamente Floro, que uno de los viatores de Druso agarra por el cuello al cónsul Filipo por oponerse este a la aprobación de las reformas del tribuno, no cabe analizar el episodio en profundidad dada la escasa información que nos trasmite el historiador. Pero conociendo la forma de actuación de Druso y el respeto a la legalidad que exhibió constantemente y, siendo inexistentes las menciones a que emplease la violencia como arma política, creemos que se trata de un incidente producto de la tensión y de la fuerte oposición ejercida por el cónsul Filipo, y no parece probable que el tribuno ordenase a su asistente atacar a un magistrado superior.

III.3.2. Quinto Vario y los equites Los acontecimientos protagonizados por el tribuno de la plebe Quinto Vario Severo Hybrida en el año 90, están en estrecha conexión con el tribunado de Druso. Según informan Apiano y Valerio Máximo, Quinto Vario, a instancias de los equites, aprobó una ley para juzgar a todos aquellos que hubieran apoyado a los itálicos en sus reclamaciones sobre la ciudadanía158. Solo Apiano informa de cómo los caballeros que apoyaban a Vario, ante los vetos interpuestos por el resto de tribunos, amenazaron a estos con sus dagas desenvainadas para forzarles a retirar el veto (περιστάντες οἱ ἱππεῖς σὺν ξιφιδίοις γυµνοῖς ἐκύρωσαν. Ap. B.C. 1.37) a la propuesta de Quinto Vario, algo que finalmente consiguieron. Mediante esta ley los equites atacaron a los colaboradores de Livio Druso, y a quienes al igual que éste habían intentado arrebatarles el control sobre los tribunales. En todo caso no se trataría de un episodio más en la lucha entre optimates y populares, pues ni Druso ni sus amigos eran populares, ni se puede

                                                                                                                157 158

Smith 1977, 157. Ap. B.C. 1.37; Val. Máx. 8.6.4.

58 identificar a los caballeros con la ideología optimate ya que en numerosas ocasiones sus intereses fueron contrarios a esta159.

III.3.3. El tribunado de Publio Sulpicio Rufo En el año 88 finaliza el Bellum Sociale no sin que antes el Senado aprobase la concesión de la ciudadanía romana a todos los itálicos fieles a Roma, y a aquellos que depusieran las armas a raíz del decreto senatorial160. Una de las consecuencias de la guerra es el encumbramiento de Lucio Cornelio Sila gracias a sus éxitos militares, y su abierto posicionamiento con los optimates, hechos que le harán llegar a ocupar el consulado en el año 88. Como cónsul de ese año se le adjudicó un mando proconsular para luchar contra el rey del Ponto Mitrídates VI, pero Cayo Mario, que ansiaba igualmente este mando se alió con el tribuno de la plebe del 88, Publio Sulpicio Rufo, para que éste le transfiriese el mando de la guerra en Asia a través de la asamblea de la plebe. Además el tribuno presentó un proyecto de ley para repartir a los nuevos ciudadanos entre todas las tribus romanas, pues al concedérseles la ciudadanía todos habían pasado a formar parte de un número reducido de tribus con poco poder en las votaciones161, ya que el Senado no quería que el elevado número de nuevos ciudadanos condicionase en su contra la política en Roma. Estos acontecimientos que procedemos a relatar y analizar a continuación supusieron el desencadenante de la primera Guerra Civil que tuvo como protagonistas a Mario y Sila, y en la que este último por primera vez en la historia de Roma ocupó la ciudad con un ejército.

III.3.3.1. Nueva colaboración entre Mario y un tribuno

                                                                                                                159

Wulf Alonso 2002, 68. Konrad 2006, 178. 161 Konrad 2006, 179. 160

59 Aunque con ciertas divergencias, las fuentes relatan ampliamente los acontecimientos concernientes al tribunado de Sulpicio. Plutarco informa de cómo Sulpicio, que se rodeaba de un grupo de tres mil hombres armados, además de un grupo más reducido de jóvenes equites adeptos a él, presentó un proyecto ley para arrebatar a Sila el mando de la guerra contra Mitrídates del Ponto y entregarlo a Mario162. Por su parte, Apiano menciona que la propuesta de ley no versaba sobre el mando de la guerra en Asia, sino sobre la distribución de los nuevos ciudadanos itálicos entre todas las tribus romanas163. Ya fuese por un proyecto de ley o por el otro (o por ambos incluso), la violencia vuelve a estallar en una asamblea romana, y los cónsules Sila y Quinto Pompeyo Rufo declaran un iustitium (suspensión de todas las actividades políticas) para evitar la votación de la ley o leyes 164 , y que se produjesen nuevos enfrentamientos violentos entre los seguidores y los detractores de Sulpicio. Pero este último, recurriendo a la amenaza de sus seguidores armados, presiona a los cónsules a retirar el iustitium, y comienza un enfrentamiento del que los cónsules consiguieron escapar, pero no un hijo de Pompeyo que fue asesinado (θορύβου δ᾽ ἀναστάντος οἱ παρεσκευασµένοι τὰ ξιφίδια ἐπεσπάσαντο καὶ τοὺς ὑπάτους ἀντιλέγοντας ἠπείλουν κτενεῖν, µέχρι Ποµπήιος µὲν λαθὼν διέφυγε, Σύλλας δ᾽ ὡς βουλευσόµενος ὑπεχώρει. κἀν τῷδε Ποµπηίου τὸν υἱόν, (…) κτείνουσιν οἱ τοῦ Σουλπικίου στασιῶται. Ap. B.C. 1.56). Ante la difícil situación Sila termina cediendo y anula la suspensión de actividades, según Apiano retornando al Foro y según Plutarco una vez refugiado en su casa, y de esta manera Sulpicio puede proceder a la votación de su propuesta165. Por el contrario Veleyo Patérculo afirma que Sila se encontraba ya fuera de Roma cuando se aprobó la lex Sulpicia. Floro y Orosio

                                                                                                                162

Plut. Sulla. 8.2; Vel. Pat. 2.18.5; Flor. 2.9.6. Ap. B.C. 1.55. 164 Quinto Pompeyo Rufo cónsul junto a Sila en el año 88. MRR II, 39. 165 Plut. Sulla. 8.2; Ap. B.C. 1.56. 163

60 por su parte, no ofrecen detalles de dónde se encontraba el futuro dictador en el momento de conocer que le habían arrebatado el mando de la guerra en Asia166. La reacción de Sila, nunca antes vista en la historia de Roma, fue acudir en busca del ejercito que aguardaba a que lo condujese a Asia y sitiar la ciudad de Roma, donde se encontró con una resistencia organizada por Mario y Sulpicio que poco pudo hacer contra los legionarios de Sila, quien tomó la ciudad con facilidad167. Una vez se hace con el poder, Sila mediante un decreto senatorial declara a Mario, Sulpicio y varios de sus colaboradores hostis publicus (entre otras medidas: perdida de la ciudadanía, prohibición a todo ciudadano de ayudar al declarado hostis, y obligación de facilitar su represión, incluso se autoriza el asesinato). Mario consigue huir, pero Sulpicio es apresado y asesinado 168 . Además de anular las leyes de Sulpicio por haber sido aprobadas mediante la violencia169, Sila tomó distintas medidas, concernientes a las actividades de las asambleas y los tribunos; recortó las atribuciones y los poderes del tribunado de la plebe; obligó a que cualquier propuesta que se fuese a llevar ante las asambleas necesitase de un visto bueno previo del Senado, y que las votaciones pasasen de los comicios por tribus a los centuriados, donde la oligarquía tenia mayor poder170.

III.3.3.2. Sulpicio, ¿un optimate moderado convertido en popularis? El tribunado de Sulpicio y su actuación política han suscitado un intenso debate sobre la alineación ideológica del tribuno con optimates y populares, cuestión esta de difícil interpretación. Las primeras noticias que tenemos sobre Sulpicio nos lo presentan como un miembro de la oligarquía senatorial más cercano a posturas optimates, amigo de                                                                                                                 166  Vel. Pat. 2.18.4; Flor. 2.9.6; Oros. 5.19.4  

Plut. Sulla. 9.1-7; Ap. B.C. 1.58; Vel. Pat. 2.19.1; Flor. 2.9.7; Oros. 5.19.4-5.19.5   Plut. Sulla. 10.1; Ap. B.C. 1.60; Vel. Pat. 2.19.2; Flor. 2.9.8; Oros. 5.19.4; Cic. Brut. 45.168; Val. Máx. 3.8.5.   169 Cic. Phil. 8.2.7. 170 Ap. B.C. 1.59. Son reformas institucionales que anticipaban las que años más tarde el propio Sila implantó durante su dictadura constituyente. Pina Polo 1999, 103. 167 168

61 Livio Druso y L. Licinio Craso y colaborador del primero durante su tribunado171. En el desempeño de su cargo de tribuno de la plebe se aprecia un cambio, no por apoyar las reclamaciones de los itálicos (algo que ya había apoyado durante el tribunado de Druso, sin ser ninguno de los dos políticos populares), sino porque materializa una alianza con el líder tradicionalmente ligado a los populares, Cayo Mario, quién necesitaba de un tribuno aliado para conseguir el mando de la guerra contra Mitrídates, y a cambio, dio a Sulpicio su apoyo para que llevase a cabo sus reformas172. El tribuno se rodeó de un cuerpo de tres mil hombres armados y de un grupo de jóvenes equites a los que, según Plutarco llamó “Anti-Senado, además mediante el recurso a estos hombres armados y su uso deliberado para intervenir en las votaciones, Sulpicio asume las tácticas violentas puestas en práctica por el conocido líder popularis Saturnino173. Es evidente que Sulpicio realizó preparativos para afrontar enfrentamientos armados, pues sí sus tácticas de presión violenta no surtían efecto y se daban luchas entre las diferentes facciones, su posición de ventaja dentro de la ciudad, gracias a los tres mil hombres armados a sus órdenes, estaba más que asegurada174. Respecto al episodio de violencia comentado, ninguna de las fuentes nos dice cómo o quién inició la lucha, tan solo que al presentar Sulpicio la propuesta de ley se produjo un enfrentamiento entre los nuevos y los viejos ciudadanos, es decir los itálicos que recientemente habían recibido la ciudadanía y los ciudadanos romanos afines a la oligarquía senatorial, que además contaban con dos cónsules favorables a sus posiciones. Dos son las hipótesis que planteamos a este episodio: en primer lugar que los llamados viejos ciudadanos atacaran a los seguidores de Sulpicio, para que éste no llegase a presentar el proyecto y que de esta forma no pudiese ser sometido a votación, generando el ya conocido                                                                                                                 171

Cic. De Orat. 1.25.

 Wulf Alonso 2002, 73; Perelli 1981b, 132; Duplá 1990, 107.   173 Wulf Alonso 2002, 71-72; Perelli 1981b, 131.   174 Smith 1977, 157.   172

62 enfrentamiento entre ambos grupos. Una segunda hipótesis es que fuesen los hombres de Sulpicio quienes primero atacasen. No podemos afirmar claramente cuál de ambas ideas es la acertada, pues las dos son posibles y faltan datos, pero en nuestro caso nos inclinamos por la primera pues, ante los posibles intentos obstruccionistas de otros tribunos o miembros del Senado, la única posibilidad de llevar a votación la propuesta de ley era recurrir a la violencia. En este episodio vemos cómo Sila recurre a un nuevo mecanismo de obstrucción, el iustitium, que intenta ser una alternativa de dudosa legalidad al veto y los auspicios, pero el cónsul se ve obligado a retirarlo ante la presión de Sulpicio, por lo que su eficacia se demuestra nula175. Otra novedad, consecuencia de los hechos antes relatados, es la puesta en práctica de una nueva medida de excepción como son las declaraciones de hostis publicus. Esta medida de dudosa legalidad, pretendía superar uno de los puntos más controvertidos del SCU, el asesinato de ciudadanos sin un juicio previo, pues el enemigo público perdía su condición de ciudadano, y, por tanto, asesinar a un hostis no contravenía la lex Sempronia de capite civis176. En el terreno político, una de las medidas más significativas que toma Sila es la limitación de los poderes de los tribunos de la plebe, los cuales no podrían presentar proyectos de ley en asamblea sin antes contar con el visto bueno del Senado; además privilegia el sistema de votación por centurias, pues con este sistema, la oligarquía tenia más capacidad de hacer triunfar sus propuestas o impedir las que fuesen contrarias a sus intereses177. Por último y no menos importante, vemos cómo los riesgos que implicaba la reforma militar de Mario (un general que emplea las legiones para defender sus intereses) terminan por materializarse, hasta el punto de atacar Roma con el objetivo de eliminar a sus enemigos políticos. Esta acción sentará un peligroso precedente y se                                                                                                                 175 Smith 1977, 158.   176 Duplá 1990, 109; 2015, 423-431.   177  Brunt 1973, 161.  

63 repetirá en distintas ocasiones durante la crisis de la República, en la que la Roma será tomada por diferentes generales romanos, como Sila, Mario y César. Además, estos últimos y también Pompeyo, recurrieron en más de una ocasión a la amenaza (velada o explicita) de introducir el ejercito en Roma como arma de disuasión política contra sus enemigos.

III.3.4. Primer consulado de Lucio Cornelio Cinna Ese mismo año 88, viendo Sila asegurado su poder en Roma, ordena a su ejército que abandone la ciudad, donde permanecía a sus ordenes como amenaza contra sus enemigos políticos. Él aguardó hasta finales de año, cuando se celebraban las elecciones consulares, pues quería asegurarse de que resultasen elegidos candidatos favorables a sus posturas. No obstante, como ya no contaba con la inmediata amenaza de su ejército, y seguía existiendo un sentimiento de oposición a sus medidas (no solo entre la plebe, también en el senado) y a la formas de implantarlas, resultaron elegidos dos candidatos contrarios a los deseos de Sila, uno de ellos, Lucio Cornelio Cinna, abiertamente enfrentado a Sila.

III.3.4.1. El enfrentamiento entre los cónsules Una vez investido con el consulado en el año 87, y habiendo partido Sila con su ejército a Asia, Cinna retomó la propuesta de Sulpicio sobre la distribución de los itálicos en las tribus. Su compañero en el consulado, Cneo Octavio, opuso una tenaz resistencia a la aprobación de esta medida y se produjo un duro enfrentamiento en el Foro entre los partidarios de cada uno, por un lado los itálicos que apoyaban a Cinna y, por otro, los

64 senadores partidarios de Octavio y los ciudadanos que apoyaban a estos últimos, seguramente miembros de la plebe movilizados por sus patrones senadores178. Al presentar Cinna su propuesta de ley para repartir a los nuevos ciudadanos itálicos en todas las tribus romanas, acudió a la asamblea con sus partidarios armados, entre los que había muchos itálicos venidos a Roma para apoyar el proyecto de ley179. Los partidarios del cónsul Octavio hacen lo mismo, pero éste permanece en casa aguardando el desarrollo de los acontecimientos (cincta quidem gladiis contione. Flor. 2.9.10). Cuando le informan de que los partidarios de Cinna han atacado con sus dagas a los tribunos que vetan la propuesta de ley, acude al Foro con los suyos y ataca a Cinna asesinando a muchos de sus partidarios (sed vicentibus quibus pax et quies potior. Flor. 2.9.10), aunque el cónsul consigue escapar de la matanza y huye de la ciudad (profugus patria sua Cinna confugit ad partes. Flor. 2.9.10)180. Una vez fuera de Roma el Senado le destituye de su cargo de cónsul, pero Cinna haciendo caso omiso, reúne un ejército y se alía con Cayo Mario181, ambos atacan Roma y entran en ella tras un acuerdo con el Senado182, para después desatar una dura represión contra los partidarios de Octavio y Sila183.

III.3.4.2. Cinna, ¿cónsul popularis? El enfrentamiento entre Cinna y Octavio, su colega en el consulado, se enmarca en la lucha entre optimates y populares, y demuestra que a pesar de las represión llevada a cabo por Sila contra sus enemigos políticos, la corriente popularis continuaba teniendo fuerza en la política romana, pues las reclamaciones que la sustentaban seguían sin                                                                                                                 178  Pina Polo 1999, 108 y ss.   179 Ap. B.C. 1.64;  Vel. Pat. 2.20.2.  

Ap. B.C. 1.64; Cic. Phil. 8.2.7; Flor. 2.9.9-10; Plut. Mar. 41.2.   Sobre cómo Cinna reúne el ejercito; Ap. B.C. 1.65; Vel. Pat. 2.20.4; Plut. Mar. 41.5. Sobre alianza con Mario; Ap. B.C. 1.67; Vel. Pat. 2.20.5; Flor. 2.9.10.   182  Ap. B.C. 1.71; Plut. Mar. 43.3; Vel. Pat. 2.21.6; Flor. 2.9.12.   183  Ap. B.C. 1.72; 1.73; 1.74; Plut. Mar. 44.1-10; Vel. Pat. 2.22.2-4; Flor. 2.9.13-17.   180 181

65 resolverse. Cinna se alinea con las posturas de los populares y termina aliándose con Mario tras su huida de Roma, pero no puede ser identificado como un popularis radical al estilo de Saturnino. Octavio, al contrario, es un optimate convencido pero no un silano, pues no es uno de los dos candidatos que Sila había designado para ocupar el consulado184. El recurso a la violencia armada por ambas facciones es esclarecedor del nivel de violencia y confrontación política que se vive en Roma, inmersa en una guerra civil, y permite ver que la violencia para condicionar las asambleas no es algo característico únicamente de los populares, como en numerosas veces se ha querido hacer ver por parte de las fuentes y de la historiografía. Otro de los hechos que destacan en este episodio es la derogación, por parte del Senado, del cargo de cónsul a Cinna una vez abandona Roma. Se trata de una innovación constitucional que supone una violación de la soberanía popular, pues el Senado no tenía la competencia para deponer del cargo a un cónsul sin la convocatoria de comicios. Además de esa medida se ha señalado una posible declaración de hostis contra el cónsul Cinna, pero realmente las fuentes no lo dejan claro y, por tanto, no se puede afirmar a ciencia cierta185. La guerra civil significó un punto de inflexión en la política romana, en cuanto que puso de manifiesto el peligro de la reforma militar de Mario, que facilitó el empleo de ejércitos con fines partidistas e intereses personales, hasta tal punto que el futuro dictador Sila tomó por las armas la ciudad en dos ocasiones. Este último puso de manifiesto que, en las nuevas condiciones en que se encontraba el Estado, el poder político personificado en las instituciones de la Urbe podía ser contestado con el poder militar de las legiones186. Pero a pesar de imponerse por la fuerza tomando Roma en dos ocasiones y ser nombrado dictador, la corriente popularis no fue eliminada y siguió                                                                                                                 184 Wulf Alonso 2002, 79; Perelli 1981b, 134;  Duplá 2011c, 286.   185 Duplá 1990, 111;  Brunt 1973, 155.   186 Wulf Alonso 2002, 80.  

66 luchando por ver satisfechas sus demandas, siendo la principal durante los años 70 la de restaurar los poderes tribunicios. Esta ausencia de actividad legislativa libre de supervisión del Senado es la responsable de que hasta los años 60, una vez restituido plenamente el poder de los tribunos, no tengamos conocimiento de nuevos episodios de violencia en las asambleas.

III.4. Los años sesenta y el auge de Cneo Pompeyo Magno Sobre esta década existe una importante carencia de información, exceptuando los acontecimientos de la conjura de Catilina ocurrida en el año 63, y los años siguientes hasta la década de los 50, en los que César comienza a ser protagonista principal de los hechos. Sobre todo en lo que a los asuntos políticos se refiere, la información referente a los años comprendidos entre el 70 y el 63 es limitada. Como ejemplo podemos señalar que Plutarco en las biografías de Lucio Licinio Luculo187 y Pompeyo Magno, se centra sobre todo en las campañas dirigidas por ambos contra el rey Mitrídates del Ponto, y en la campaña emprendida por Pompeyo contra los piratas en el Mediterráneo. Apiano, por su parte, acaba el primer libro de su historia sobre las guerras civiles con el primer consulado de Pompeyo y Marco Licinio Craso, y comienza el segundo volumen con el relato de la conjuración de Catilina, haciendo una breve mención a las guerras contra Mitrídates y los piratas. Aun así tenemos información sobre varios acontecimientos de violencia en diferentes asambleas. La política en Roma en la década de los sesenta está marcada por el protagonismo de Cneo Pompeyo Magno. Siendo muy joven participó en la guerra civil bajo el mando de su padre Cneo Pompeyo Estrabon, el cual era partidario de Sila. A la muerte de su padre, se hizo con el control de las legiones y las puso al servicio de Sila, y a pesar de                                                                                                                 187

Lucio Licinio Luculo cónsul en el año 74, tras esto se encargo de la guerra contra Mitrídates del Ponto. MRR II, 100.

67 su corta edad y de no desempeñar ninguna magistratura, se convirtió en uno de los principales colaboradores del dictador. Tras la muerte de Sila, en el año 77 el Senado encomendó a Pompeyo la guerra en Hispania contra Quinto Sertorio, tarea que terminó con éxito en el año 71 cuando regresa a Roma. Antes de regresar a la ciudad, participó de forma testimonial en la derrota de la sublevación servil de Espartaco, misión que se había encomendado a M. Licinio Craso188 y que éste ya casi había completado, por lo que surgió una enemistad entre ambos políticos189. A pesar de esa enemistad ambos fueron elegidos para el consulado del año 70. En el caso de Pompeyo, al igual que los cargos que ya había desempeñado, en contra de la tradición y de la ley, pues no reunía la edad necesaria ni había desempeñado las debidas magistraturas del cursus honorum. Una de las medidas más destacadas implantadas por los cónsules del año 70, fue la total restauración de los poderes tribunicios. Esta medida que apenas contó con oposición, venia reclamándose desde la muerte del dictador y, ya en el año 75 tuvo un importante antecedente. El cónsul de ese año, Cayo Aurelio Cota eliminó la prohibición silana por la que cualquier ciudadano que desempeñase el cargo de tribuno de la plebe quedaba inhabilitado para ejercer otra magistratura190. Por tanto en la década de los 60 asistimos al resurgir de la actividad tribunicia, junto a ella la tensión política vuelve a aparecer y la violencia en las asambleas, de nuevo se presenta como un elemento de vital importancia en el desarrollo de la lucha política en Roma.

III.4.1. Violencia en las asambleas tras el primer consulado de Pompeyo La evidentemente irregular carrera de Pompeyo le había granjeado la enemistad del sector más conservador de la oligarquía, compuesto por otros senadores también muy                                                                                                                 188

Marco Licinio Craso, futuro triunviro y colega de Pompeyo en sus dos primeros consulados (70 y 55). MRR II, 126. 189 Leach 1978, 56-57. 190  Ungern-Sternberg 2004, 100;  Leach 1978, 59-60; Seager 1979, 18 y 23-24; Smith 1977, 159; Pina Polo 1999, 145.  

68 próximos a Sila, que durante los años 60 presentaron una férrea oposición a muchas de las medidas relacionadas con Pompeyo. De hecho, ya en el año 70 un tribuno presentó una medida para repartir tierras entre los veteranos del cónsul Pompeyo, pero la ley no fue aprobada, o si lo fue, sus opositores plantearon tantas dificultades (financieras sobre todo) que no fue posible ponerla en práctica. Por este motivo tras desempeñar el consulado, Pompeyo rechazó un mando proconsular, permaneció en Roma y se convirtió en un simple privatus, dedicándose a fortalecer su posición política en la ciudad191.

III.4.1.1. Aulo Gabinio y el mando especial contra la piratería La piratería en el Mediterráneo se había convertido, a principios de la década de los 60, en un tema central en la política romana, más aún cuando el vital abastecimiento de grano a Roma se veía afectado, generando un gran descontento entre la plebe. Para poner fin a este problema, en el año 67, el tribuno de la plebe Aulo Gabinio, bajo la dirección de Pompeyo, presentó un proyecto de ley para crear un mando especial (imperium extra ordinem) con el fin de combatir a los piratas en todo el Mediterráneo192. No proponía a nadie en concreto para ejercer este mando, pero dada su conocida relación con Pompeyo, era evidente que este último estaba detrás de la propuesta de ley y que deseaba obtener dicho mando militar, con el que engrandecer aun más su popularidad y poder. Por este motivo, la propuesta de ley recibió una dura oposición por parte del ala más conservadora del Senado, personificada en el cónsul de ese año Cayo Calpurnio Pisón193. A principios del año 67, poco después de acceder al cargo de tribuno, Gabinio tras presentar la propuesta ante el pueblo y obtener una reacción positiva, lleva el proyecto                                                                                                                 191 Ungern-Sternberg 2004, 100-101;  Leach 1978, 63 y 69; Seager 1979, 27-28. 192  Plut. Pomp. 25.2-6.   193

Cayo Calpurnio Pisón, cónsul en el año 67. MRR II, 142.

69 al Senado, donde se enfrenta a una gran oposición, exceptuando únicamente a un joven senador, Cayo Julio César, que habla a favor de la propuesta de Gabinio194. En el Senado el cónsul Pisón amenaza a Pompeyo, y varios senadores atacan a Gabinio que casi es asesinado. Cuando el tribuno sale del Senado y comunica lo ocurrido al pueblo concentrado ante la sede senatorial, éste último empieza a atacar a los senadores con piedras y está cerca de matar al cónsul Pisón (Πίσωνα δὲ τὸν Γάιον τὸν ὕπατον ῾ἐπὶ γὰρ ἐκείνου τοῦ τε Ἀκιλίου ταῦτ᾽ ἐγίγνετὀ συλληφθέντα καὶ µέλλοντα καὶ ἀντὶ τῶν ἄλλων ἀπόλλυσθαι ὁ Γαβίνιος ἐξῃτήσατο. D. Cas. 36.24.1-3)195. Finalmente Gabinio convoca otra asamblea y consigue aprobar la ley, tras superar la obstrucción del tribuno Trebelio realizando una votación sobre su destitución. En este caso y, a diferencia de la votación realizada en el 133 por Tiberio Graco contra el tribuno Octavio, Trebelio retira su veto y la ley es finalmente aprobada196. En dos asambleas siguientes, se otorga el mando a Pompeyo y se aumentan sus poderes y las fuerzas de las que dispondría para erradicar la piratería del Mediterráneo197. Según Cicerón, la simple noticia de que Pompeyo se haría cargo del mando contra los piratas, hizo que se redujese drásticamente el precio del grano198.

III.4.1.2. Los intereses particulares de Pompeyo y la política en Roma Realmente no sabemos si este episodio de violencia sucede en el transcurso de una asamblea, pues una vez que el tribuno que preside la asamblea obtiene una reacción favorable del pueblo, acude al Senado a presentar la misma propuesta que ha realizado ante el pueblo, para obtener su visto bueno. Es probable que se tratase de una contio legislativa inmediata a una votación, y que Gabinio, una vez seguro del apoyo popular a                                                                                                                 194

Plut. Pomp. 25.7-8; D. Cas. 36.23.4; Vel. Pat. 2.31.2-4. Plut. Pomp. 25.9; D. Cas. 36.24.1-3 196 Plut. Pomp. 26.1; D. Cas. 36.30.1-2. 197  Plut. Pomp. 26.2-3.   198 Cic. Leg. Man. 44. 195

70 su ley, en un gesto de respeto al Senado y a la tradición, presentó la propuesta ante esta cámara, para obtener su beneplácito antes de proceder a la votación. Pero ante la violencia desatada por ambas partes enfrentadas Gabinio disuelve la asamblea y la pospone. El enfrentamiento que tiene lugar, en nuestra opinión, es espontáneo, pues no sabemos de preparativo alguno. La plebe atemorizada por la falta de grano y el aumento de sus precios, reacciona violentamente contra el Senado por atacar a Gabinio y por oponerse a la propuesta de ley dirigida a solventar esa difícil situación. Resulta difícil de integrar este episodio en de las luchas entre optimates y populares, pues aunque el Senado en su mayoría estaba controlado por los miembros más conservadores de la nobilitas, cercanos a Sila durante la dictadura, quien se enfrenta a ellos, Pompeyo, también fue un acérrimo partidario del dictador. Pero Pompeyo, a diferencia del resto de colaboradores de Sila, había protagonizado una carrera totalmente irregular y contraria a la ley (favorecida paradójicamente por el propio Sila), que le llevó a ser uno de los hombres más poderosos de Roma con tan solo 35 años y a ocupar el consulado sin haber desempeñado antes magistratura alguna. Debido a su juventud su gran capacidad y sus ansias de poder, generó un evidente descontento, envidia y temor entre los miembros del Senado. Por tanto, este episodio ha de analizarse más en clave personal que “partidista”, pues a pesar de que la ley para crear un mando contra la piratería era absolutamente necesaria y contaba con el apoyo de la mayoría de la plebe y la oposición senatorial, en ella prevalecen los deseos de Pompeyo de conseguir un nuevo mando militar mediante el cual engrandecer su popularidad y poder político, recurriendo a la táctica puesta en práctica ya por Cayo Mario, la alianza entre un general y un tribuno de la plebe199. Tampoco se trata de una ley de carácter reformista, simplemente es la creación de un mando militar especial para asegurar el                                                                                                                 199  Tatum 2006, 191-192; Leach 1978, 68-70.  

71 abastecimiento de grano a Roma, pues si éste fallaba, la consecuencia inevitable era un aumento del descontento de la plebe, que podía degenerar en tumultos y enfrentamientos. Otro aspecto de relevancia en este episodio es la aparición de Cayo Julio César, apoyando la propuesta de Gabinio y, por tanto, también a Pompeyo. Se ha interpretado este hecho como una táctica de César con doble objetivo, por un lado ganarse el favor popular, y por otro, el favor de Pompeyo. Tampoco hemos de olvidar que César conocía de sobra la amenaza que suponían los piratas, pues el mismo fue capturado por un grupo, y entendía que había que tomar medidas drásticas contra ellos en todo el Mediterráneo200. También podríamos interpretarlo como una forma de mostrar una temprana independencia política, pues mediante la asunción de una postura contraria a la mayoría senatorial, pero sin ser un aliado reconocido de Pompeyo, creaba así su propia posición política en un importante debate público.

III.4.1.3. La ley de Cayo Cornelio contra el soborno Al igual que ocurre con gran parte de los acontecimientos ocurridos entre los años 70 y 63, la información sobre el tribuno de la plebe Cayo Cornelio es muy reducida. Únicamente Dion Casio

y Asconio relatan los acontecimientos que rodean la

aprobación de una ley de este tribuno, y relatan cómo durante el proceso de debate se dieron enfrentamientos violentos, teniendo de nuevo al cónsul Pisón como uno de los protagonistas. El mismo año en que se aprobó la propuesta de ley de Gabinio para combatir la piratería, Cayo Cornelio presentó un proyecto de ley para combatir el soborno, castigando esta práctica con duras penas201. El Senado, que no estaba de acuerdo con la                                                                                                                 200 201

Canfora 2000, 9-14; Seager 1979, 27-28; Leach 1978, 67. D. Cas. 36.38.4.

72 aplicación de unos castigos tan duros, pues afirmaba que con la moderación en las penas sería más fácil conseguir delatores, pide a los cónsules que alteren la propuesta de Cornelio antes de proceder a votarla 202 . Cayo Cornelio, irritado con esta táctica senatorial, realiza una nueva propuesta de ley, mediante la cual impedir al senado conceder magistraturas, privilegios y firmar tratados sin consultar al pueblo 203 . Realmente así lo sancionaban la tradición y la ley romanas, pero en la práctica el Senado incumplía esa obligación. En el debate de esta nueva propuesta, la ley es vetada antes de que el escriba termine de leerla, pero Cornelio no respeta el veto y procede a leer él mismo la propuesta204. Ante las fuertes quejas del cónsul Pisón, apoyado por un grupo de senadores, se da una enfrentamiento con la muchedumbre, que rompe las fasces del cónsul e intentan descuartizarlo (gravi convicio a populo exceptus est; et cum ille eos qui sibi intentabant manus prendi a lictore iussisset, fracti eius fasces sunt lapidesque etiam ex ultima contione in consulem acti. Asc. 51.20) 205 . Cornelio preocupado por la violencia, disuelve la asamblea206, pero aprobará más tarde la ley añadiendo una clausula, por la cual los pretores al inicio de su cargo, tendrían que presentar por escrito la normativa que seguirían en el ejercicio de su magistratura, y que no podrían alterar207. Dado el gran nivel de corrupción existente en la política romana, donde el soborno electoral era una práctica común y sistematizada208, es comprensible la necesidad de una legislación firme contra esta práctica. También es comprensible que los senadores fuesen contrarios a las duras penas que imponía la primera ley de Cornelio, pues eran ellos los que practicaban el soborno para acceder a las magistraturas y para influir en los                                                                                                                 202

D. Cas. 36.38.5. D. Cas. 36.39.2. 204 Asc. 51.15. 205 D. Cas. 36.39.3; Asc. 51.20. 206 D. Cas. 36.39.4. 207  D. Cas. 36.40.1-2.   208 Lintott 1990, 1-16. Artículo imprescindible sobre la práctica del soborno electoral en tiempos de Cicerón. 203

73 tribunales. En este episodio, tenemos un ejemplo de cómo el Senado hace un llamamiento a los cónsules, para que utilicen su potestas avocandi con el fin de arrebatar la presidencia de la asamblea a Cornelio, y así proponer los cambios en la ley. Este episodio de violencia, al contrario del protagonizado por Gabinio al presentar la propuesta de ley contra la piratería, sí que puede ser enmarcado en las luchas políticas entre optimates y populares, pues lo que reclamaba Cornelio era el respeto al poder y las prerrogativas del populus209. Tras más de una década de ausencia de actividad tribunicia, Cornelio trata de afirmar los poderes del pueblo romano frente a la usurpación senatorial, un aspecto básico de la ideología popularis. Estos hechos le llevaran a ser acusado de maiestas en el año 65, pero ante la violenta presencia de partidarios del tribuno, y dado que el presidente del tribunal no se presentó, finalmente no fue juzgado210.

III.4.2. Pompeyo regresa de Asia En el año 66, mediante una propuesta de ley presentada en la asamblea popular por el tribuno Gayo Manilio211, Pompeyo usurpó a Lúculo el mando de la guerra en Asia contra los reyes Mitrídates y Tigranes212, una táctica ya empleada por Mario contra Sila, con las fatales consecuencias por todos conocidas. Pompeyo se hizo cargo de una campaña ya casi terminada, y una vez que derrotó a ambos reyes, se dedicó a reorganizar toda Asia y a establecer, en nombre del Senado y el pueblo romano, diferentes pactos con reyes y ciudades, pues en la ley que le otorgó el mando de esta campaña se le asignaba esta capacidad213. Estando todavía Pompeyo en Asia, durante el año 63, y siendo cónsul Cicerón, estalló la famosa conjuración de Catilina, que                                                                                                                 209  Smith 1977, 150.   210

Asc. 59-60. MRR II, 153. 212 D. Cas. 36.42.4. 213 Tatum 2006, 192; Leach 1978, 75; Seager 1979, 40. 211

74 condicionó en gran medida la política en los años sucesivos. A finales de ese mismo año fueron elegidos para el 62 Julio César como pretor y Quinto Cecilio Metelo Nepote tribuno de la plebe, dándose una colaboración entre ambos durante el desempeño de sus cargos. Una de las primeras medidas que propuso Nepote fue reclamar la vuelta de Pompeyo de Asia para que acabase con la revuelta de Catilina, quien permanecía en Etruria al mando de un ejército. Su propuesta de ley incluía declarar a Pompeyo cónsul in absentia, siendo una nueva irregularidad en la carrera del picentino, mal vista desde las filas optimates.

III.4.2.1. Q. Cecilio Metelo Nepote y el regreso de Pompeyo Metelo Nepote, que había sido uno de los legados de Pompeyo en la campaña de Asia, fue licenciado por su general para poder presentarse al tribunado para el año 62214. A principios de enero, una vez accedió al cargo, presentó la propuesta de ley antes mencionada y se enfrento a una dura oposición, personificada en otro de los tribunos de la plebe, el célebre Marco Porcio Catón215. Por su parte, Metelo contaba con el apoyo de gran parte del pueblo, que confiaba en Pompeyo para realizar cualquier misión, y del pretor César. El día que se celebraba la votación, Metelo, acompañado por César ocupó el Foro con hombres armados, entre los que, según Plutarco, había extranjeros gladiadores y esclavos 216 ( Μετέλλῳ µὲν ὅπλα καὶ ξένοι καὶ µονοµάχοι καὶ θεράποντες ἐπὶ τὴν ἀγορὰν τεταγµένοι παρῆσαν. Plut. Cat. Min. 27.1-2). A pesar de la presencia evidente de hombres armados Catón acudió a la asamblea y vetó la ley y, cuando el secretario se disponía a proceder a la lectura de la ley, se lo impide. Metelo coge el texto de la ley y trata de leerlo, pero como Catón se lo arrebata procede a recitarlo de memoria, y                                                                                                                 214

Plut. Cat. Min. 20.3. Plut. Cat. Min. 26.4; D. Cas. 37.43.1. 216 Plut. Cat. Min. 27.1-2. 215

75 también es impedido por un tribuno partidario de Catón que le tapa la boca217. Estalla un enfrentamiento en el Foro y la multitud arroja palos y piedras contra Catón (γενοµένου δὲ τούτου καὶ πάντων διασκεδασθέντων ὑποστάντα µόνον τὸν Κάτωνα καὶ βαλλόµενον λίθοις καὶ ξύλοις ἄνωθεν οὐ περιεῖδε. Plut. Cat. Min. 28.2), que es llevado dentro del templo frente al que se celebraba la asamblea218. Metelo gracias a sus hombres armados y a la retirada de Catón, trata de aprobar la ley, pero Catón y los suyos vuelven y atacan con renovadas fuerzas dispersando a Metelo y sus partidarios219 (οἱ δὲ ἐναντίοι ταχέως ἀναλαβόντες ἑαυτοὺς ἐκ τῆς τροπῆς ἐπῄεσαν αὖθις ἐµβοήσαντες µέγα καὶ θαρραλέον, ὥστε τοῖς περὶ τὸν Μέτελλον ἐµπεσεῖν ταραχὴν καὶ δέος. Plut. Cat. Min. 28.5). Tras el enfrentamiento, el Senado se reúne y declara un SCU además de destituir a César y Metelo de sus cargos220. El segundo huye de Roma sin haber aprobado su ley, y se dirige a Asia a encontrarse con Pompeyo221. César, por su parte, sigue ejerciendo su cargo como si nada hubiese ocurrido. Cuando recibe noticias de que le van a impedir continuar con sus funciones por la fuerza, se retira a su casa, pero las demostraciones de apoyo popular que recibe llevan al Senado a rehabilitarlo en su cargo222.

III.4.2.2. Pompeyo y los mandos extraordinarios Una vez más estamos ante un episodio de violencia, el protagonizado por Metelo Nepote, que tiene sus raíces en las ansias de Pompeyo de adquirir más mandos militares con los que obtener mayor poder y popularidad a la vez que reforzaba su posición frente a los optimates. Al igual que en el caso de la ley contra la piratería propuesta por                                                                                                                 217

Plut. Cat. Min. 28.1-2. Plut. Cat. Min. 28.3. 219 Plut. Cat. Min. 28.5. 220 Plut. Cat. Min. 28.6. 221 Plut. Cat. Min. 29.1. 222  Suet. Caes. 16.1-2   218

76 Gabinio, este episodio ha de ser analizado más en clave personal que “partidista”, pues a pesar de que la ley contaba con un amplio apoyo entre la plebe y la oposición senatorial, destacan por encima de todo las ansias de Pompeyo de obtener un nuevo mando militar, recurriendo a la alianza con un tribuno de la plebe. Igualmente no se puede interpretar como una ley reformista, más bien es la concesión de un mando militar y un consulado in absentia a Pompeyo para acabar con la revuelta de Catilina en Italia223. Esta ley para reclamar a Pompeyo, también puede ser entendida como una maniobra para reforzar su posición de cara a su regreso, pues Pompeyo quería asegurarse de que el Senado aprobaría sus pactos en Oriente. Los optimates habían conseguido imponerse en varias ocasiones impidiendo, por ejemplo, el reparto de tierras a los veteranos de la campaña contra Sertorio o la propuesta de Metelo Nepote. Por tanto al igual que sucedió en el año 70, sí la propuesta de Metelo hubiese triunfado, la llegada a Italia de Pompeyo al mando de un ejército habría provocado que el Senado se viese forzado a aprobar tanto sus disposiciones en Asia como un reparto de tierras a los veteranos de sus legiones224. Finalmente, tras ser rechazada la propuesta de Metelo, y ante la situación de tensión creada en Roma por su regreso, Pompeyo opta por licenciar a sus legiones al regresar a Italia, como gesto de conciliación con el Senado225. Pero aun así seguirá intentando que sus pactos en Asia sean sancionados por el Senado y que se apruebe un reparto de tierras a sus legionarios, siendo este el tema central en la política romana durante los últimos años de la década de los 60.

III.4.2.3. El reparto de tierra a los veteranos de Pompeyo

                                                                                                                223

Pina Polo 1999, 160.   Tatum 2006, 197; Duplá 1990, 133;  Leach 1978, 110; Seager 1979, 69.   225 D. Cas. 37.20.6; Plut. Pomp. 43.3; Vel. Pat. 2.40.3 224

77 Pompeyo regresó a Italia finales del mismo año 62 y, como ya hemos dicho, procedió a licenciar sus legiones y después se dirigió a Roma. Su actividad política tras su llegada se centró en lograr que sus pactos en Asia fuesen sancionados por el Senado y que se aprobase un reparto de tierras a sus legionarios, siendo estos los temas centrales en la política romana durante los últimos años de la década de los 60. Tras varios años ausente de Roma, su influencia política (que no su popularidad) estaba muy mermada y, por tanto, también su capacidad de forzar la aprobación en bloque de sus pactos en Asia y el reparto de tierras a sus veteranos. A pesar de contar con la colaboración de varios magistrados en los años 61 y 60, no fue capaz de lograr sus objetivos. En el año 61 contó con el apoyo del cónsul Marco Pupio Pisón y, para el 60, logró recurriendo al soborno que, Lucio Afranio, su legado en diferentes campañas, fuese elegido cónsul a pesar de ser un homo novus de escasa influencia y capacidad política. Junto a Afranio en el consulado, Pompeyo contaba con un tribuno de la plebe, Lucio Flavio al que atrajo para sus intereses, y quién presentó una ley agraria para repartir tierras entre los veteranos de las campañas en Asia de Pompeyo y la plebe urbana226.

III.4.2.4. Dificultades políticas de Pompeyo y creación del Triunvirato Tan solo Dion Casio y Cicerón transmiten la información de un acto, no demasiado violento, en el que un magistrado emplea la fuerza contra otro, ocurrido en la contio en la que Flavio propuso su lex agraria. Según el historiador griego, al presentar Flavio su propuesta de ley, el otro cónsul del año 60, Quinto Cecilio Metelo Celer opuso una

                                                                                                                226

Tatum 2006, 198; Leach 1978, 110 y 116; Seager 1979, 76. Marco Pupio Pisón Frugi cónsul en 61 y Lucio Afranio en 60, Lucio Flavio tribuno de la plebe en 60. MRR II, 178, 182 y 184.

78 tenaz resistencia a la propuesta227. Flavio tomó la decisión de ordenar el ingreso en prisión del cónsul y, para asegurarse de que nadie trataba de rescatarlo, él mismo hizo guardia ante la puerta de la cárcel. Pompeyo creyendo que el tribuno se había extralimitado, o para mejorar su imagen ante las filas optimates, ordeno a Flavio que dejase en libertad a Metelo Celer y desistiese en la aprobación de la ley228. Gracias a este episodio podemos comprobar la relativamente débil posición política de Pompeyo durante estos años, quién ni recurriendo a la fuerza conseguía ver aprobadas sus disposiciones en Asia y el reparto de tierras a sus veteranos. A pesar de sus triunfos contra los piratas y los reyes Mitrídates VI y Tigranes II en Asia, que le reportaron una gran popularidad tanto entre la plebe como entre los equites, el ala más conservadora del Senado presentó una dura y exitosa oposición contra las intenciones de Pompeyo. Ilustres senadores como Quinto Lutacio Catulo, Quinto Hortensio y L. Licinio Luculo229, que conformaban el núcleo de la facción optimate, a los que se sumó un joven Marco Porcio Catón, trataron de evitar a toda costa la aprobación de las propuestas de Pompeyo, pues siempre fueron contrarios y temieron la concesión de poderes y leyes que aumentasen tanto la popularidad como el poder del picentino. Esta dura oposición optimate combinada con las dificultades políticas de Pompeyo, se manifestó en la escasa efectividad que tuvieron sus distintos colaboradores, sobre todo a la hora de promover las leyes dirigidas a repartir tierras entre sus veteranos y la ratificación en bloque de sus pactos en Asia. Es por este motivo que Pompeyo establece una colaboración con César, quién ya había                                                                                                                 227

Metelo Celer, al igual que su hermano Metelo Nepote, había participado como legado de Pompeyo en la campaña de Asia, pero cuando Pompeyo regresa de Asia y repudia a su esposa, hermana de ambos, los hermanos Metelo abandonan el bando pompeyano y se convierten en firmes opositores de Pompeyo. Quinto Cecilio Metelo Celer fue cónsul en el año 60. MRR II, 182. 228 D. Cas. 37.50.1-3; Cic. Att.1.18.6; 2.1.8.   229 Quinto Hortensio Hortalo y Quinto Lutacio Catulo fueron dos políticos conservadores, el primero brillante orador fue cónsul en el año 69. Catulo fue cónsul en el año 78. MRR II, 131 y 85.

79 demostrado su apoyo a Pompeyo en varias ocasiones durante los años 60 y, tras regresar de ejercer su año de gobierno en Hispania, se presentó a las elecciones para el consulado del año 59. En César Pompeyo tenía al candidato perfecto para apoyar sus políticas: un hombre de una ilustrísima familia sin vínculos con Pompeyo, altamente capacitado, brillante orador y con un gran apoyo popular. Como contrapartida, estas cualidades de César estaban acompañadas de una gran ambición y, éste último, a cambio de su colaboración, pidió a Pompeyo su apoyo para lograr un gran mando militar tras su consulado. De esta forma, el propio Pompeyo, fue principal responsable del fortalecimiento del que sería su gran rival años más tarde. Junto a Craso formaron el conocido como Primer Triunvirato, la alianza política mediante la cual los tres pasaron a dominar la política en Roma durante varios años y, que no fue un cargo legal como en el caso del segundo triunvirato, sino una alianza privada y secreta con el objetivo de conseguir beneficios mutuos230. Por tanto el año 59, año en el que César desempeña el consulado, estuvo marcado por una política, por un lado dirigida a satisfacer las peticiones de Pompeyo y Craso y, por otro, a consolidar su propia posición política ganándose aun más el favor popular y preparando el que sería su mando proconsular en la Galia.

III.5. El consulado de Cayo Julio César La década de los 50 es, sin duda alguna, una de las mejoras documentadas del periodo republicano. Muchos de los textos de Cicerón se escribieron en estos años, o tuvieron su desarrollo en ellos. Al mismo tiempo la aparición de Julio César como un personaje central en el desarrollo de la política romana y, en el proceso de desaparición de la                                                                                                                 230

Pina Polo 1999, 177; Leach 1978, 120-122; Seager 1979, 82; Perelli 1981b, 185.

80 República, hacen que estos años sean unos de los más estudiados en épocas posteriores. Al igual que la época, el personaje vital que fue César ha sido ampliamente estudiado hasta nuestros días y, disponemos de numerosas biografías dedicadas a este personaje. La escena política en esta década estuvo dominada por el pacto realizado entre Pompeyo, Craso y César, con el objetivo de apoyarse mutuamente para lograr sus objetivos políticos. Su alianza los convirtió en el autentico poder dominante en Roma, mostrando la debilidad de las instituciones republicanas y la incapacidad de los optimates, frente a una alianza que apuntaba de manera creciente hacia la solución personal apoyada en clientelas militares231. En el año de su consulado, con el apoyo de Craso y Pompeyo, César emprendió una intensa labor legislativa, destinada a satisfacer las demandas de sus socios y a lograr más apoyo popular. Para esto buscó ganarse el favor de la plebe con diferentes medidas, encaminadas a mejorar la difícil situación económica y social en la que se encontraba la mayoría de este sector de la población romana. Una de esas medidas fue la ley agraria, con la que César cumplía dos objetivos a la vez. Por un lado satisfacía una de las demandas de Pompeyo, el reparto de tierras a sus veteranos y, por otro, aumentaba su popularidad solucionando el problema de los ciudadanos sin tierra ni recursos, a los que también estaba destinada la ley. Una vez más los optimates, contrarios a toda concesión a Pompeyo y a todo cambio que atacase el orden establecido, ejercieron una dura oposición a esta medida de César.

III.5.1. La lex Iulia agraria Sobre los episodios de violencia relacionados con la aprobación de esta ley contamos                                                                                                                 231

Ungern-Sternberg 2004, 102; Pina Polo 1999, 171.  

81 con amplia información, siendo Apiano quien transmite el relato más extenso y detallado. Como es habitual, existen varias contradicciones entre las fuentes en varios detalles, incluso el propio Plutarco, que menciona este episodio en cuatro de sus biografías, aporta distintas versiones de este suceso. Por tanto vamos a tratar de realizar un reconstrucción lo más acertada posible, señalando cuales son las diferentes versiones existentes sobre este episodio Nada más acceder al cargo de cónsul, en enero del 59, César presentó su propuesta de ley agraria. En primer lugar y, de acuerdo a la tradición, acudió ante el Senado en busca de su visto bueno, pero se encontró con una dura oposición por parte de Catón y de su colega en el consulado Marco Calpurnio Bíbulo232. Por este motivo lleva directamente la propuesta ante el pueblo congregado en una contio en el Foro, donde había muchos veteranos de Pompeyo y partidarios de César armados233. Allí, acompañado de Craso y Pompeyo, César presenta la ley obteniendo inmediatas muestras de apoyo popular. Bíbulo, con el fin de oponerse a la ley de César, acude al Foro donde se desarrollaba la asamblea, acompañado por varios de sus partidarios y por Catón. Se produce un tumulto en el que es atacado por seguidores armados de César, que rompen las fasces de los lictores de Bíbulo, arrojan sobre éste un cesto con desperdicios y hieren a varios de sus partidarios (lege autem agraria promulgata obnuntiantem collegam armis Foro expulit. Suet. Caes. 20.1)234. Bibulo es conducido a un templo cercano por sus seguidores, mientras que, según Apiano, Catón se queda e intenta hablar al pueblo, pero es expulsado de la tribuna por los seguidores de César, aun así vuelve a intentarlo para ser expulsado de nuevo235. Tras este episodio, Bíbulo se retira a su casa para observar los signos en el cielo y emitir edictos desautorizando todas las acciones de César, quién,                                                                                                                 232

Marco Calpurnio Bíbulo pretor y cónsul junto con César en los años 62 y 59. MRR II, 173 y 187. Ap. B.C. 2.10; Plut. Caes. 14.3; Pomp. 47.5-7; D. Cas. 38.2.1-3; 38.3.1-3.   234 Suet. Caes. 20.1; Plut. Pomp. 48.1-3; Cat. Min. 32.1-4; D. Cas. 38.6.3. 235 Ap. B.C. 2.11. 233

82 tras aprobar su ley agraria, ejercerá de cónsul en solitario el resto del año236. Respecto a las diferencias en las versiones, la principal de ellas es el tipo de obstrucción que presenta Bíbulo a las leyes de César. Apiano simplemente menciona que la aparición del cónsul optimate en el Foro genero el ataque, mientras que Plutarco, en la biografía de Pompeyo, menciona que Bíbulo acude acompañado de dos tribunos partidarios suyos, suponemos que con la intención de vetar la ley de César237. Por su parte Suetonio y Dion Casio aluden a motivos religiosos. Según el primero de ellos, Bíbulo recurrió a los augurios (obnuntiatio) para impedir la votación de la ley238. Dion Casio, en cambio, afirma que Bibulo recurrió a la proclamación de varios días feriales en los que no se podían realizar actos públicos (iustitium)239. Pero, finalmente, ninguna de las tácticas mencionadas impidió que César aprobase su ley agraria. Los acompañantes de Bíbulo en este episodio también varían según las diferentes versiones. Apiano y Plutarco, en su vida de Pompeyo, mencionan la presencia de Catón, quien también interviene en el episodio, añadiendo Plutarco la presencia de Lúculo240. El resto de autores y Plutarco, en las restantes biografías que comentan este episodio, no mencionan nada de los acompañantes de Bíbulo. Por último, Plutarco presenta dos versiones de la presentación de la ley agraria de César. En todas las biografías que comentan este episodio, excepto una, se señala que es César quien presenta la ley agraria. En cambio, en la biografía sobre Marco Catón, Plutarco afirma que la ley es presentada por varios tribunos de la plebe, a los que César da su apoyo241. A pesar de estas diferencias, creemos que el episodio es reconstruible

en los términos aquí

planteados. En todo caso no queda claro qué método obstruccionista empleó Bíbulo                                                                                                                 236

Ap. B.C. 2.12; D. Cas. 38.6.5; Suet. Caes. 20.2; Plut. Caes. 14.9. Ap. B.C. 2.11; Plut. Pomp. 48.1-2. 238 Suet. Caes. 20.1 239 D. Cas. 38.6.1. 240 Plut. Pomp. 48.1; Luc. 42.6. 241  Plut. Cat. Min. 34.1.   237

83 contra la ley agraria de César.

III.5.2. César, cónsul popularis En Julio César tenemos la figura de un autentico popularis, pues toda su carrera política estuvo encaminada a ganarse el apoyo del pueblo defendiendo sus derechos y reclamaciones. Una vez ocupó el cargo de cónsul, César emprendió inmediatamente una campaña de reformas de marcado carácter popular, como ejemplo la ley agraria, que no solo estaba dirigida a los veteranos de Pompeyo, sino también a la empobrecida plebe urbana y rural. Otra medida cesariana de marcado carácter popular fue la obligación de publicar los edictos de todo lo dicho y acontecido tanto en el Senado como en las asambleas. Apoyado en los poderes de su cargo, en su popularidad y en la alianza establecida con Pompeyo y Craso, fue capaz de dominar la política en Roma durante todo el año 59, dejando a los optimates en una posición desde la que poco podían hacer contra el cónsul242. Plutarco afirma que César, debido al número de leyes aprobadas y a que lo hizo en todas las ocasiones mediante la asamblea de la plebe sin contar con el Senado, se comportó más como un tribuno de la plebe y convirtió su consulado en una especie de tribunado243. No era muy común que un cónsul promoviera tantas medidas de carácter popular contra el parecer del Senado, pero César, valiéndose de los poderes de su cargo de cónsul, puso en práctica una nueva forma de actuación política popularis. Debido al respaldo que le ofrecía su pacto con Pompeyo y Craso y su cargo como máxima autoridad política romana, pudo emplear la fuerza como elemento persuasivo, mediante                                                                                                                 242 243

Canfora 2000, 69-79; Seager 1979, 86; Duplá 2011c, 289-90. Plut. Caes. 14.2; Pomp. 47.5.  

84 el cual forzar la aprobación de sus leyes e impedir los intentos obstruccionistas que pudiesen plantear los optimates a las mismas 244 . Además era complicada la promulgación de un SCU por parte del Senado, pues no solo se encontraba dividido y los optimates en inferioridad de condiciones ante César y sus socios, sino que éste ocupaba el puesto de mayor autoridad política en Roma y contaba con un amplio apoyo popular. Creemos que estos motivos son los que realmente frenaron a los optimates, por tanto no compartimos la visión de Smith, quien afirma que el SCU no se promulgó porque era inviable para el Senado llamar al cónsul César para acabar con sí mismo. Al igual que ocurrió en el caso del consulado de L. Cornelio Cinna, bien podría el Senado haber promulgado un SCU contra uno de los cónsules apoyado en su colega, si hubiese estado en condiciones de hacerlo debido a la débil situación del cónsul al que se dirigía el SCU, pero César representa el ejemplo contrario a un cónsul con poca influencia o en una situación política de debilidad. Síntoma de esa inferioridad de condiciones en la que se encontraban los optimates, es que su tenaz oposición era de carácter más bien simbólico. Ante el gran apoyo popular con el que contaba César, la presencia de hombres armados, la autoridad de su cargo y la de sus socios (presentes también), los optimates no se arriesgaron a un enfrentamiento armado pues sabían de sus escasas posibilidades de vencer. Es por este motivo por el que creemos que la obstrucción a las leyes de César fue de carácter religioso, empleando Bíbulo la obnuntiatio. No obstante, siendo César además de cónsul pontífice máximo, fácilmente podía rechazar los presagios desfavorables emitidos por otro magistrado o sacerdote245.

                                                                                                                244 245

Canfora 2000, 87-92; Perelli 1981b, 186; Smith 1977, 164.   Canfora 2000, 96; Perelli 1981b, 187.

85 III.5.2. El mando proconsular en la Galia Tras haber cumplido con las condiciones impuestas por sus colegas en el Triunvirato y haber logrado un gran apoyo popular con otras leyes aprobadas, César se dispuso a rentabilizar su parte del trato alcanzado con Craso y Pompeyo. Como ya hemos dicho, la contrapartida exigida por César a los dos triunviros era su apoyo en la consecución de un mando militar extraordinario de larga duración. Disponía ya de prestigio y poder político, además de un gran apoyo popular, pero carecía de prestigio militar, al menos comparable al del mismo Pompeyo, para poder ser uno de los más renombrados y poderos políticos de su tiempo. Para ello, era necesario un mando militar prolongado en el que demostrar sus cualidades y conseguir fidelizar a una gran masa militar, con la que completar su influencia en todos los ámbitos de la sociedad romana. Eligió las provincias de la Galia Cisalpina y Transalpina junto al Ilírico, pues en los últimos años varias migraciones de pueblos galos habían provocado enfrentamientos con tribus galas aliadas del Senado y el pueblo romanos. Una victoria contra estas tribus le acercaría en el imaginario romano a su familiar Cayo Mario, el líder popular que frenó la entrada de las tribus germánicas en la península Itálica, motivo por el que fue aclamado como salvador y padre de la patria. Además contaba con un importante factor como era la cercanía a Roma, pues cuando no se hallase en campaña en la Galia mas allá de los Alpes, sobre todo durante el invierno, su proximidad con Roma le permitiría estar más y mejor informado sobre la situación política en la ciudad y, por tanto, poder influir en ella246. En esta ocasión César, además de la presencia de hombres armados, se vale del tribuno de la plebe Publio Vatinio, quien presentó en mayo una ley ante la asamblea de la plebe                                                                                                                 246 Canfora 2000, 109-110.    

86 para otorgar a César las provincias de la Galia Cisalpina y el Ilirico, por cinco años y con tres legiones247. Como el Senado, en el año anterior al consulado de César, había decretado que los dos cónsules del año 59, tras dejar sus cargos, en lugar de ser elegidos gobernadores de provincias deberían ocuparse de los bosques y caminos pastorales de Italia (una medida claramente dirigida contra César, para evitar que este ganara poder militar), esta ley sobre la adjudicación de provincias a César contó con una decidida oposición por parte de los optimates248. En concreto, Catón se opuso con su habitual vehemencia y César reaccionó ordenando encarcelarlo para así poder aprobar su ley (Κάτωνα µὲν οὖν ἐπιχειρήσαντα τούτοις ἀντιλέγειν ἀπῆγεν εἰς φυλακὴν ὁ Καῖσαρ. Plut. Caes. 14.11) Como esperaba más resistencia por parte de Catón, ante la pasividad de éste, César ordeno que lo liberaran tras haber aprobado la ley sobre sus provincias249. El Senado concedió también la Galia Transalpina y una legión más, sabedor de que si no lo otorgaba, César lo obtendría mediante la asamblea de la plebe. Plutarco, de nuevo, presenta este episodio de forma diferente en la biografía de César por un lado y, en la de Catón, por otro. En la Vida de César el relato de Plutarco es el que acabamos de reflejar, pero en la biografía dedicada a Catón, este episodio del encarcelamiento se sitúa en torno a la aprobación de la segunda ley agraria de César para repartir tierras de Campania entre los más pobres250.

III.5.3. Publio Clodio Pulcro, un aliado necesario César, antes de acudir a ocupar su cargo de gobernador de la Galia, trató de asegurarse cierto control de la situación política en Roma en su ausencia, pues no podía perder la                                                                                                                

D. Cas. 38.8.4-5; Suet. Caes. 22.1; Vel. Pat. 2.44.5; Plut. Caes. 14.10; Pomp. 48.4; Cat. Min. 33.5.   Canfora 2000, 107. Tatum 2006, 200. 249 Plut. Caes. 14.11. 250 Plut.Cat. Min. 33.5. 247 248

87 situación de ventaja en la que se encontraba frente a los optimates, ni permitir que estos emprendiesen acciones contra él o contra sus leyes. Para ello no solo contó con el apoyo de sus dos aliados políticos Pompeyo y Craso, sino que además se asoció con Publio Claudio Pulcro251. En el año 59, con la ayuda de los triunviros, consiguió convertirse en plebeyo por adopción (transitio ad plebem), pasando a llamarse por el nombre por el que ya le conocemos, Clodio. Conocido por su fama de alborotador y agitador, se creía que había iniciado un motín de las tropas de Luculo contra éste durante la campaña de Asia. Además protagonizó un escándalo con la mujer de César durante una celebración religiosa en casa del Pontífice Máximo, pero de ello hablaremos más adelante. Debido al apoyo popular y a las formas de organización de la plebe que desarrolló para influir en la vida política romana (sobre todo a partir del año 58), Clodio se presentaba como un aliado capaz de condicionar la política a favor de los triunviros y de sus propios fines. Al poco tiempo de acceder al cargo de tribuno, presentó varios paquetes de medidas de marcado carácter popular, entre ellas una encaminada a atacar a Cicerón por su actuación durante la conjura de Catilina, pues ordenó la ejecución de ciudadanos romanos sin un juicio previo. De esta forma los triunviros atacaban al que era uno de los principales miembros de los optimates y, al mismo tiempo al SCU, el recurso represivo por excelencia empleado por el Senado y Cicerón contra los catilinarios y otros lideres populares en diversas ocasiones252. A pesar de su colaboración con César y sus socios y de defender las políticas de estos durante los años siguientes al consulado de César, prolongando su influencia, no se puede entender la figura de Clodio como un mero instrumento en manos de César, mucho menos en las de Pompeyo y Craso. Sus medidas para mejorar las condiciones de                                                                                                                 252

Canfora 2000, 103-104.

88 vida de la plebe y el apoyo que obtenía por ello, junto con la adopción de la violencia como arma política, le permitieron desarrollar una alto grado de independencia en su actividad política, actuando en ocasiones en contra de los intereses de sus aliados los triunviros, actitud que en ocasiones llevó la relación con éstos a un punto cercano a la ruptura. A pesar de esto, la colaboración fue evidente pues estaban unidos por la determinación de hacer frente a los optimates y dominar la política romana, siendo Clodio, mediante el empleo de la violencia, la persona ideal elegida por los triunviros, o al menos eso pareció en principio253.

III.6. La violencia de las bandas de Clodio y Tito Anio Milón Como mencionamos anteriormente, la mayor parte de la información sobre Clodio la tenemos gracias a su mayor enemigo, Cicerón. Por este motivo es necesario resaltar la evidente falta de objetividad en la información aportada por Cicerón, sobre todo en sus discursos. Las primeras noticias que tenemos sobre Publio Clodio lo presentan como un joven agitador, ambicioso y de comportamiento poco acorde con la moralidad de la época, pero perteneciente a una de las familias nobles más famosas y ricas de Roma, los Claudios Pulcros. Una de las referencias más tempranas que tenemos sobre la vida de Clodio la transmite Plutarco, quien cuenta cómo Clodio participó y tuvo un importante papel en la campaña de Lúculo en Asia, pues era hermano de la mujer de este último. En concreto, se culpa a Clodio de haber instigado un motín de las tropas de Lúculo contra su general, mediante la comparación entre la situación y los premios concedidos a los soldados de Pompeyo, con la de las tropas de Lúculo. Finalmente Lúculo volvió a retomar la autoridad sobre sus hombres y continuó con la guerra hasta que fue relevado                                                                                                                 253 Canfora 2000, 104; Perelli 1981b, 191-192; Lintott 1999,  191-193.

89 por Pompeyo254.

III.6.1. El escandalo de la Bona Dea De vuelta en Roma a finales de año 62, habiendo sido elegido para el cargo de cuestor, Clodio protagonizó un sonado incidente de carácter religioso, pero también moral y político. En casa del Pontifice Máximo, cargo ya ocupado por César, se celebraba la fiesta de la Bona Dea, una festividad religiosa de carácter anual y necesaria para la salvaguarda del Estado. Esta festividad era de carácter femenino y sus ritos los llevaban a cabo mujeres únicamente, siendo un sacrilegio la presencia de cualquier presencia masculina. Sabemos que, disfrazado de mujer, Clodio se introdujo en casa de César cuando los ritos sagrados se estaban realizando. Una vez dentro, fue descubierto y, de esta forma, el escandalo de los ritos de la Bona Dea pasó a dominio público, dándose un amplio debate y un juicio contra Clodio, quien, por primera vez empleó a partidarios suyos para condicionar el resultado de una asamblea mediante el uso de la fuerza. Tras el sacrilegio cometido, Clodio fue denunciado ante el Senado y, tras el debate en la cámara, se presentó una propuesta para juzgarle mediante un tribunal especial, evitando así un juicio convencional, ya que en el segundo tendría más posibilidades de salir absuelto255. En contra de Clodio estaba la mayoría del Senado encabezado por Cicerón, quien recibió el apoyo de Pompeyo y Craso, siendo el primero más cuidadoso y neutral en sus palabras y el segundo alabando a Ciceron de una forma sospechosamente exagerada. Aun así, Clodio contaba con el apoyo de algunos importantes senadores, entre ellos Cayo Escribonio Curión, cónsul en el año 76, y el cónsul de ese año, Cayo                                                                                                                 254

Plut. Luc. 34.1-6.  Cic. Att. 1.13.3.  

255

90 Calpurnio Pisón. Además un hijo de Curión, íntimo amigo de Clodio, organizó una banda de jóvenes nobiles con el fin de presionar en favor de Clodio256. El propio Cicerón afirma que, al realizar la propuesta para juzgar a Clodio mediante un tribunal especial, los partidarios de éste ocuparon los pontes (los pasillos o corredores que llevaban a los electores hasta las urnas), impidiendo la votación que tuvo que ser aplazada (Operae Clodianae pontes occuparant. Cic. Att. 1.14.5)257. Finalmente, su causa se llevó a cabo en un juicio normal y gracias al apoyo de Craso y a los sobornos efectuados por éste, Clodio fue absuelto del cargo de sacrilegio, pero ganó un gran enemigo para el resto de su vida258. En este episodio podemos ver la primera aparición de un grupo de partidarios de Clodio empleando la fuerza física para condicionar el desarrollo de una asamblea. Pero en este caso y, a diferencia de la estrategia que desarrollará más tarde, ese grupo de partidarios no está compuesto por miembros de la plebe urbana. Son jóvenes nobiles amigos de Clodio quienes forman este grupo que, capitaneado por Curión (hijo de un senador de rango consular), trata de influir a favor de Clodio en el desarrollo de los acontecimientos que rodean el juicio de éste. Por tanto, en este momento de la recién iniciada carrera política de Clodio, no podemos afirmar que se trate de un líder popularis, ni que contase con un amplio apoyo entre la plebe romana. No es de extrañar pues Clodio no había ocupado todavía ningún cargo público desde el que poder emprender una actividad legislativa a favor de la plebe, mediante la cual ganar apoyo popular y adherirse a la corriente popularis. Tampoco debemos olvidar que su condición de patricio, por el momento, le impedía presentarse al tribunado de la plebe, magistratura normalmente asociada a los políticos populares y a la presentación de                                                                                                                 256

Cayo Escribonio Curión padre fue cónsul en el año 76, su hijo murió en la guerra civil luchando en el bando cesariano. MRR II, 92 257 Cic. Att. 1.14.5. 258 Tatum 2006, 19; Leach 1978, 116; Seager 1979, 76.

91 medidas reformistas. Los hechos acontecidos tras el escándalo de la Bona Dea, supusieron el principio de una profunda enemistad entre Clodio y Ciceron y la definitiva alineación del primero con las posturas populares, hechos que marcaron drásticamente la política romana en la década de los 50. Los numerosos ataques y las descalificaciones propias de la invectiva ciceroniana lanzados contra Clodio, harán que éste último busque venganza más tarde. Como ya hemos dicho, los triunviros, afectados también por la afilada lengua de Cicerón, facilitaron en el año 59 la conversión en plebeyo de Clodio, para que este se presentase al tribunado de la plebe con el fin de atacar a Cicerón desde esa posición. Una vez elegido tribuno, nada más acceder a su cargo el 10 de diciembre del 59, con el apoyo de los cónsules Pisón y Gabinio promulgó un paquete de medidas de marcado carácter popularis; la legalización de los collegia prohibidos por el Senado (lex Clodia de collegiis), una lex frumentaria que hacia las distribuciones de grano totalmente gratuitas, una ley para limitar el empleo de la obnuntiatio en las asambleas (lex Clodia de agendo cum populo, lex Clodia de obnuntiatione) y, otra para limitar el poder de los censores para expulsar a un ciudadano del censo (lex Clodia de censoria notione); debían estar ambos censores de acuerdo y tendría que celebrarse un juicio ante el pueblo, siendo éste último el único capacitado para tomar esa decisión 259. Según Cicerón, estas y las posteriores leyes presentadas por Clodio durante su tribunado fueron aprobadas gracias a la intervención de sus bandas armadas260.

III.6.2. Lex Clodia de exsilio Ciceronis Tras aprobar estas medidas y obtener con ellas un gran apoyo popular, en marzo del 58                                                                                                                 259 260

Tatum 2006, 201; Seager 1979, 103; Perelli 1981b, 193-194. Cic. De domo. 21.54.

92 Clodio propuso la aprobación de una lex de provocatione. Esta ley estaba en la línea de la aprobada por Cayo Graco y buscaba reafirmar los derechos de los ciudadanos frente al poder coercitivo de los magistrados y las medidas de excepción aprobadas por el Senado. Claramente esta ley estaba dirigida contra el SCU, la controvertida medida de excepción por la que los derechos ciudadanos de aquellos que, según los optimates, atentaban contra la República eran suprimidos. En esta primera propuesta de ley no figuraba como objetivo una persona en concreto, aunque estuviese claro contra quien iba dirigida, tomando inmediatamente Cicerón la decisión de partir al exilio. Al poco de partir Cicerón, Clodio presentó otra propuesta, esta vez sí dirigida exiliar a Cicerón por la represión contra los catilinarios (lex de exilio Ciceronis), que fue igualmente ratificada. El Arpinate denuncia la presencia de bandas armadas condicionando el debate y la resolución de ambas leyes mediante el empleo de la violencia, sobre todo en la ley dirigida contra él pues, ante las muestras de apoyo recibidas por Cicerón, Clodio ataca con sus bandas matando a un gran número de personas para forzar la aprobación de la ley (erat autem expulsus sine iudicio, vi, lapidibus, ferro servito denique concitato. Cic. Pro Sest. 24.53) 261. En los primeros meses del 58, el triunvirato permanecerá cohesionado y sin disensiones, facilitando el desarrollo de las políticas de Clodio, sobre todo la aprobación de la lex de provocatione. Pompeyo, al igual que otros influyentes senadores amigos y partidarios de Cicerón, abandonaron a este último, pues nadie deseaba ganarse la animadversión de Clodio y los triunviros mediante su apoyo a Cicerón. Pero Clodio, tras lograr la victoria sobre su principal rival, dirigirá sus ataques contra el hombre más poderoso en Roma, participante de la asociación que le había permitido convertirse en plebeyo y ser elegido tribuno de la plebe, Pompeyo. En concreto, Clodio atacó la organización de las                                                                                                                 261

Cic. De domo. 30.79; 42.110; Pro Sest. 24.53; 30.65.

93 provincias orientales efectuada por Pompeyo pocos años atrás, que tanto esfuerzo le había costado a este último aprobar262. Interesa resaltar aquí la propuesta de Clodio para anexionar Chipre al Estado romano, ley que según podemos observar cumplió tres objetivos distintos, ejemplo de la agudeza política de su impulsor. En primer lugar, esta anexión de la isla perteneciente al reino de Egipto estaba destinada a sufragar los gastos de la lex frumentaria de Clodio, pero como ya hemos mencionado suponía un ataque al prestigio de Pompeyo pues alteraba las disposiciones efectuadas por éste en Oriente. Además Clodio nombró supervisor de la anexión de Chipre a Catón, quién tuvo que abandonar Roma para desarrollar su cargo. Mediante esta táctica Clodio alejaba de Roma a uno de los principales lideres optimates, en concreto al más intransigente y que con mayor fuerza se oponía habitualmente a las propuestas populares; por tanto dejó a los optimates con las fuerzas todavía más disminuidas que tras el exilio de Cicerón. Además, Clodio involucraba en la legislación de su tribunado a Catón, quién era conocido por su fama de escrupuloso e incorruptible y, no solo aportaba prestigio y fiabilidad a la legislación clodiana, sino que también tendría que limitar sus ataques al tribuno y a sus leyes por ser él mismo participe de ellas263. Por este motivo y, viéndose solo ante los ataques de Clodio, ya que sus dos socios nada hacían por contener al tribuno, Pompeyo, a finales del año 58 se dedicó a traer de vuelta a Roma a Cicerón, el mayor enemigo de Clodio. Para esta labor contó con la colaboración de Tito Anio Milón, a quien Pompeyo ayudó en su acceso al tribunado para el año 57, con el fin de promover una ley por la que se anulase el exilio de Cicerón. Milón, para combatir las bandas armadas de Clodio formadas por la plebe urbana                                                                                                                 262 263

Tatum 1999, 168; Seager 1979, 104-105. Tatum 1999, 155-156; Perelli 1981b, 195; Seager 1979, 105.

94 partidaria del tribuno, organizó sus propias bandas con gladiadores y mercenarios, luchadores profesionales a los que pagaba por sus servicios. Además Pompeyo movilizó a gran parte de su clientela por toda Italia, para que acudiesen a Roma a presionar en los debates, a participar en las votaciones a favor del regreso de Cicerón y, en caso necesario, a enfrentarse con los partidarios de Clodio bajo el mando de Milón264.

III.6.3. Pompeyo, Milón y el regreso de Marco Tulio Cicerón Entre finales del año 58 y mediados del 57 se convocaron numerosas contiones en las que se hablaba a favor de Cicerón y se reclamaba su regreso, siendo los tribunos Milón y Sestio, entre otros, quiénes más activamente reclamaron la vuelta de Cicerón, gracias al apoyo que les brindaba Pompeyo. Esta campaña emprendida por los dos tribunos en favor del regreso del Arpinate, se topó con la oposición de Clodio, quién a pesar de no ocupar ningún cargo público en el año 57 seguía teniendo un gran poder sobre la plebe, y por consiguiente, capacidad para condicionar la política según sus intereses mediante el empleo de la violencia. Hasta la aprobación en agosto del mismo año una ley que permitía el regreso de Cicerón, tuvieron lugar numerosos enfrentamientos entre los mercenarios de Milón y Sestio y las bandas de Clodio, pues este último trató de boicotear tanto las contiones en las que se hablaba a favor del regreso de Cicerón, como los comitia en que se votaba para ello265. En enero del 57, siendo ya Clodio un privatus, el senado emitió un decreto para la aprobación de una ley que permitiese el retorno de Cicerón, pero un tribuno partidario de Clodio, S. Atilio Serrano, bloqueó durante todo el mes la aprobación de cualquier

                                                                                                                264  Tatum 2006, 202; Lintott 1999,  190.   265

Pina Polo 1999, 195-196; Lintott 1974,  62-63; Seager 1979, 108-109.

95 decreto senatorial en favor de Cicerón266. Viendo imposible la aprobación de un decreto senatorial para el regreso de Cicerón, sus partidarios presentan una propuesta de ley con ese propósito, presentada por el tribuno Quinto Fabricio el 23 de enero. Éste último estaba preparado para impedir cualquier tipo de obstrucción legal que los partidarios de Clodio pudiesen emplear contra su propuesta, dejando a Clodio una única opción para impedir la aprobación de la medida, disolver la asamblea mediante el uso de la violencia. Según Cicerón, Clodio para evitar la votación de la ley, había ocupado por la noche el Foro con sus bandas (cum forum, comitium, curiam multa de nocte armatis hominibus ac servis plerisque occupavissent. Cic. Pro Sest. 35.75), formadas por la plebe urbana junto con un grupo de gladiadores, que habían sido alquilados por su hermano el pretor Apio Claudio para unos juegos fúnebres. Por su parte, Fabricio acompañado por Quinto Cicerón ocupa la tribuna de los rostra con la intención de intervenir en el proceso de votación; ante esta iniciativa Clodio ordena atacar a Fabricio y sus acompañantes, evitando la votación de la ley para el regreso de Cicerón y provocando un gran matanza en la que el hermano del Arpinate estuvo cerca de morir (manus adferunt, occidunt non nullos, vulnerant multos. Cic. Pro Sest. 35.75)267. Milón, otro de los tribunos, ordena encarcelar a los gladiadores con la intención de interrogarlos, pero el tribuno Serrano ordena su liberación268. Este episodio hizo que Milón se convirtiese también en blanco de los ataques de Clodio, pasando a ser el principal enemigo de este último junto con Cicerón, factor que facilitó el surgimiento de una fuerte amistad entre el Arpinate y Milón, que se tradujo en la colaboración entre ambos para atacar a Clodio. Fue este enfrentamiento, en la asamblea sobre el retorno de Cicerón, el que llevó a Milón y Sestio a formar sus bandas de mercenarios para                                                                                                                 266

Cic. Red. Sen. 12; Sest. 34.74; Red. Quir. 12; Att. 4.2.4. Clodio evita que se inicie la votación: Cic. Sest. 35.75; 36.78; Red. Sen. 3.7; 8.22; Plut. Cic. 33.4. Clodio interrumpe la votación ya iniciada D. Cas. 39.7.2. Sí seguimos la primera interpretación podría tratarse de una contio previa a la votación. 268 Cic. Sest. 39.85. 267

96 enfrentarse a la violencia de Clodio, pero en esta ocasión, además del apoyo de Pompeyo contaron con el de Cicerón, quién siempre se había mostrado contrario a la violencia política, pero que ahora pasa a justificarla si es contra otros grupos violentos que, según su parecer, amenazan la República269. La creación de los grupos mercenarios de Milón y Sestio arrebató a Clodio el monopolio de la violencia en Roma y le colocó en una difícil situación, pues sus bandas compuestas por miembros de la plebe urbana se vieron en desventaja frente a los mercenarios de Milón, quienes, además de experiencia en combate, estaban mejor equipados gracias al dinero que Pompeyo, Cicerón y otros senadores opuestos a Clodio aportaban. Los diversos enfrentamientos entre los grupos violentos elevaron el clima de violencia, motivo por el que muchos optimates que habían aprobado los ataques de Clodio a Pompeyo empiezan a alejarse del primero. Además, Pompeyo, molesto con César y Craso por no intervenir para frenar a Clodio, hizo más evidente su apoyo a Milón y Cicerón acercándose de esta manera a los optimates quienes apoyaban al Arpinate y a Milón en su lucha contra Clodio. Era evidente que el pacto entre Pompeyo, César y Craso se estaba debilitando y el aumento de la violencia ocurrido en los últimos meses del año 57 contribuyo a complicar la situación270.

III.6.4. Fragmentación del triunvirato y acuerdos de Luca A finales del año 57 la violencia de las bandas de Clodio y Milón tuvo lugar principalmente en las elecciones para los ediles del año 56, a las que Clodio se presentaba. Sin ninguna duda Clodio saldría elegido, pues su popularidad seguía siendo notable, impidiendo así a Milón y sus partidarios iniciar un proceso judicial contra él acusándolo por el empleo de la violencia. Por este motivo Milón procedió a ocupar el                                                                                                                 269 270

Cic. Sest. 40.86; Mil. 14.38. Tatum 1999, 180; Seager 1979, 112-113.

97 Campo de Marte donde tenían lugar las elecciones, anunciando que impediría la realización de las elecciones empleando la obnuntiatio. Clodio atacó con sus bandas en más de una ocasión pero ante la superioridad de los mercenarios de Milón tuvo que retirarse271. Este último consiguió impedir la celebración de elecciones durante tres meses, hasta que en enero del 56 tuvo que ceder, ya que al abandonar los magistrados del 57 sus cargos y no habiéndose celebrado las elecciones para el 56, la ciudad se acercaba a una situación de anarquía ante la ausencia de nuevos magistrados, situación que sus valedores optimates no podían alargar más tiempo. Finalmente Clodio fue elegido edil a finales de enero del 56 e inmediatamente llevó a Milón a un juicio ante el pueblo por haber empleado la violencia durante su tribunado. Milón, quién fue finalmente absuelto, fue defendido entre otros por Cicerón, hablando también Pompeyo en su favor272. Debido a la difícil situación en la que se encontraban tanto la República como el triunvirato, César convocó en abril del 56 a multitud de senadores en la Conferencia de Luca con el fin de solucionar la situación en Roma. De esta reunión salió renovado el pacto con Pompeyo y Craso, quiénes se presentarían al consulado para el año 55 con el objetivo de renovar el mando de César en la Galia por otros 5 años, además de adjudicarse a sí mismos mandos proconsulares al finalizar el cargo. Para lograr estos propósitos contaron, por un lado, con la colaboración de Cicerón, quién, aunque continuó alineado con los optimates apoyando a Milón, cejó en sus ataques a César. Por otro lado, Clodio a pesar de seguir enfrentado a Milón y Cicerón, no solo finalizó sus ataques contra Pompeyo sino que se convirtió en defensor de sus intereses273. La principal labor que desarrollo Clodio a favor de los triunviros fue, adoptando la táctica                                                                                                                 271

Cic. Att. 4.4.3; Mil. 15.41. Tatum 1999, 194-204; Seager 1979, 118-119; Perelli 1981a, 91-92 y 99. 273 Tatum 1999, 214-215; Lintott 1999,  198; Pina Polo 1999, 197-201; Seager 1979, 124-126; Perelli 1981b, 200. 272

98 empleada por Milón el año anterior y con la ayuda de Cayo Catón, un tribuno partidario suyo, atrasar mediante la violencia las elecciones consulares hasta que se hizo necesaria la designación de un interrex. Una vez que esto ocurrió, trató de evitar la votación de los candidatos propuestos por el interrex hasta que fueron propuestos como candidatos Craso y Pompeyo, siendo ambos finalmente elegidos para el consulado274. Además de los enfrentamientos en el Foro entre las bandas de Clodio, en apoyo de Craso y Pompeyo, y las bandas de Milón apoyando al candidato optimate, Domicio Ahenobarbo, conocemos un intento de asesinato dirigido contra este último cuando acudía a las elecciones en el Campo de Marte a principios del 55, suceso en el que Catón fue herido y uno de sus acompañantes asesinado275. La violencia no solo afectó a las elecciones consulares sino que también condicionó las elecciones a la pretura y el tribunado. Los triunviros querían contar con la presencia de varios partidarios suyos ocupando estas magistraturas, objetivo que se logró empleando la violencia en las elecciones para que Publio Vatinio fuese elegido pretor en detrimento de Catón, a quien se expulsó junto a sus seguidores del lugar de la votación. También se aseguró el cargo de tribuno a Gayo Trebonio276, quien se encargaría de legislar la adjudicación de las provincias que gobernarían Pompeyo y Craso tras su consulado, encargándose los dos cónsules de legislar una prórroga del mando de César en la Galia. Para facilitar el logro de estos objetivos, César envió a Roma multitud de legionarios de permiso para que presionasen en las asambleas y se enfrentasen contra los optimates y sus seguidores si esto llegaba a ser necesario277. Cuando Trebonio realiza su propuesta de ley se encuentra con la decidida oposición de Catón, quién alargaba sus intervenciones con el fin de evitar que se disolviese la contio                                                                                                                 274

Tatum 1999, 222-223; 2006, 203; Seager 1979, 128; Ap. B.C. 2. 17; Plut. Cras 15.6; 35.2; Pom. 52.2; Cat. Min. 41.6; 41.7-8; D. Cas. 39.13. 276 Cayo Trebonio fue tribuno de la plebe en el año 55 con la ayuda de los triunviros. MRR II, 217. 277 Plut. Cat. Min. 42-43.5; Pomp. 51.5; 52.3-4. 275

99 y se diese paso a la votación. El tribuno intenta en varias ocasiones impedirle hablar, pero ante la insistencia de Catón acaba ordenando su encarcelamiento(πολλάκις δὲ τούτου γενοµένου περιπαθῶν ὁ Τρεβώνιος ἐκέλευσεν αὐτὸν εἰς τὸ δεσµωτήριον. Plut. Cat. Min. 43.3), creyendo que éste opondría una feroz resistencia. Pero, ante la actitud pasiva del Uticense, Trebonio se arrepiente y ordena que lo dejen libre, evitándose ese día la aprobación de la ley, que sería aprobada en los días siguientes otra vez expulsando a Catón y empleando la violencia de forma que varias personas fueron asesinadas. Incluso, según Plutarco, el propio Craso dio un puñetazo en la cara a un senador que habló en su contra, quién tuvo que abandonar el Foro con la cara ensangrentada278. Apenas existen menciones sobre la implicación de Clodio en estos acontecimientos del año 55, sobre todo en los hechos referentes a la aprobación de los mandos proconsulares de los tres triunviros. El profesor Tatum ha propuesto que, si bien Clodio estaría realizando un viaje para recaudar fondos con los que financiar su campaña a la pretura y la de su hermano Apio Claudio Pulcro al consulado279, sus seguidores sí que pudieron participar activamente en los acontecimientos violentos del 55, siguiendo las pautas de actuación que se habían marcado a Clodio en los acuerdos de Luca. Esto es posible pues, aunque Clodio se encontrase ausente de Roma, seguía teniendo la capacidad de condicionar la política en la ciudad mediante varios fieles lugartenientes, quienes ejercían el control en su nombre sobre las bandas armadas teniendo como principal objetivo apoyar las políticas de los triunviros. No parece descabellado pensar que las operae clodianas siguieron cumpliendo con la tarea asignada por los triunviros a pesar

                                                                                                                278

Plut. Cras. 15.7; 35.3; Pomp. 52.4; Cat. Min. 43.1-3; D. Cas. 39.33.1-4; 39.34.1-4. Apio Claudio Pulcro, hermano de Clodio, ocupó el consulado en el año 54 siendo partidario de César y de las actividades de su hermano. MRR II, 221. 279

100 de la ausencia de su líder280.

III.6.5. Asesinato de Clodio En los cinco últimos años de la década de los 50 la situación política en Roma estuvo marcada por fuertes tensiones internas, que afectaron directamente a los procesos electorales. Al igual que ocurrió en el año 55, debido a la violencia y los sobornos, las elecciones para el año 53 se retrasaron tanto que los magistrados no entraron a ejercer sus cargos hasta septiembre del mismo año 53, motivo por el que Clodio no pospuso su candidatura a la pretura de ese año, para la que llevaba varios años preparándose. Además la asociación entre César Craso y Pompeyo se deshacía. En primer lugar, Pompeyo, si bien permanecía fiel a la asociación con César, celoso del poder acumulado por éste y para asegurar su posición vuelve a acercarse con cautela a los optimates, acercamiento que se precipita al morir en el año 54 su mujer Julia (hija de César y principal vínculo entre ambos) y no aceptar Pompeyo otro matrimonio propuesto por César. En segundo lugar, Craso murió en julio del 53 al ser derrotado su ejército por los partos en la batalla de Carras. Los hechos acontecidos a principios del año 52, cuando en un enfrentamiento casual Milón ordenó asesinar a Clodio, precipitaron la alineación definitiva de Pompeyo con los optimates281. A finales del año 53 y principios del 52 se dieron numerosos enfrentamientos entre las bandas de Clodio y los mercenarios de Milón, de nuevo en torno a las elecciones, que otra vez se vieron retrasadas. Ambos se presentaban a diferentes magistraturas, aspirando Clodio a la pretura y Milón al consulado. A pesar de tener asegurada su elección, Clodio no pudo acceder al cargo pues en enero del 52, con los nuevos magistrados aun sin elegir y Marco Emilio Lépido como interrex designado para                                                                                                                 280

Tatum 1999, 224-225.

 Tatum 1999, 231-240; Lintott 1999,  198-199;  Seager 1979, 132-141; Perelli 1981b, 201; 1981a, 103.  

281

101 proponer a los candidatos al consulado282, Clodio y Milón se toparon en la vía Apia, cuando el primero se dirigía a Roma y el segundo a su ciudad de origen. Ambos iban acompañados de escoltas personales siendo la de Milón más numerosa y preparada para la lucha. No se conoce cuál fue el desencadenante pero estalló un enfrentamiento entre ambos grupos en el que Clodio fue herido y transportado por sus acompañantes a una posada cercana, pero Milón temiendo la venganza de Clodio ordenó asesinarle. El cuerpo de Clodio es llevado a Roma donde estallan los disturbios, la multitud ataca las casas de Milón y del interrex Lepido, transportan el cuerpo de Clodio al Foro donde lo incineran causando el incendio de la Curia283. A pesar del clima de violencia y la gran hostilidad que presumiblemente sentiría la plebe contra Milón, éste regresa a Roma y presenta su candidatura al consulado, aun así los disturbios continúan y el senado declara el SCU llamando a Pompeyo a poner orden en la ciudad. Uno de los acontecimientos violentos ocurridos tras la muerte de Clodio se da en una contio convocada por Marco Celio, tribuno de la plebe partidario de Milón que invita a Milón a defenderse ante el pueblo. Marco Celio Rufo hizo comparecer en el Foro a Milón ante una asamblea compuesta por hombres sobornados por este, frente a quienes Milón se defendió por considerar que había acabado con la vida de un criminal. Mientras Milón hablaba, varios tribunos de la plebe partidarios de Clodio, encabezados por T. Munacio Planco, Q. Pompeyo Rufo y C. Salustio Crispo (el futuro historiador) irrumpieron en el Foro al frente de un grupo de hombres armados y estalla un enfrentamiento con los partidarios de Milón, a los que los clodianos vencen consiguiendo disolver la contio (caedi vidistis populum Romanum, contionem gladiis

                                                                                                                282

Marco Emilio Lepido, además de interrex en el año 52, fue pretor en el 49 tomando partido en la guerra civil por César. MRR II, 257. 283 Ap. B.C. 2.21; Cic. Pro. Mil. 27 y ss; Plut. Cic. 35; Vel. Pat. 2.47.4. D. Cas. 40.48.

102 disturbari, cum audiretur silentio M. Caelius, tribunus plebis. Cic. Pro Mil. 33.91), por lo que Milón y Celio tuvieron que huir disfrazados de esclavos para salvar la vida284. Finalmente, en virtud del SCU aprobado por el Senado, Pompeyo aseguró la situación de la ciudad introduciendo tropas regulares, que permitieron desarrollar el juicio de Milón por el asesinato de Clodio, mediante la recién aprobada lex Pompeia de vi285. A pesar de contar con Cicerón para su defensa y de que este elaboró un magnifico discurso que pronuncio bajo la protección de los soldados de Pompeyo, Milón fue finalmente declarado culpable y exiliado286. En los años siguientes hasta el 49 la asociación de César y Pompeyo se rompe totalmente, alineándose definitivamente el segundo con los optimates, quiénes quisieron impedir a César ser elegido cónsul in absentia (algo ya pactado en Luca entre los triunviros) tras finalizar su campaña en la Galia. El desarrollo de los acontecimientos que llevaron al estallido de la guerra civil y el desarrollo de ésta escapa a los objetivos de este trabajo, pero tiene parte de sus causas en los hechos aquí analizados; la violencia política y como esta afectó a los órganos deliberativos y decisorios del aparato político romano, llevándolos a una situación de ineficacia que agravó la crisis ya existente. Publio Clodio fue el político romano que mejor rendimiento supo sacar del empleo de la violencia política, pues mediante el recurso permanente a hombres armados fue capaz de prevenir cualquier tipo de oposición legal y religiosa, consiguiendo que sus leyes fuesen aprobadas de forma legal. Como ya hemos mencionado esto no debe ensombrecer la labor legislativa emprendida por Clodio; también hemos de señalar que, la violencia clodiana no tenía el objetivo de eliminar físicamente a los adversarios políticos (objetivo que sí tenía la violencia optimate), más bien trataba de controlar la                                                                                                                 284

Ap. B.C. 2.22; Cic. Pro. Mil. 33.91. Ap. B.C. 2.23-24; Vel. Pat. 2.47.4. D. Cas. 40.49.5. Plut. Cic. 35. 286 Duplá 2010, 255-256 y 260-262. 285

103 actividad política, defendiendo sus medidas y atacando las de sus enemigos. El grado de desarrollo y perfeccionamiento del empleo de la violencia política, hizo que esta se convirtiese ya en los años 50 en un arma política cotidiana, empleada con normalidad por los legisladores para impedir la obstrucción a sus medidas y forzar su aprobación, y por el Senado cuando la obstrucción legal y religiosa no era suficiente para impedir la aprobación de medidas controvertidas287.

III.7. Tipología de la violencia en las contiones Una vez hecha la relación y análisis de los episodios de violencia acontecidos en las contiones durante la crisis de la República, no podemos cerrar este apartado de nuestra investigación sin elaborar una tipología de estos enfrentamientos en las asambleas romanas. En primer lugar tenemos la destrucción de materiales necesarios para el desarrollo de las votaciones como las urnas y los pontes, las estructuras que servían de pasillo a los ciudadanos hasta las urnas. En el año 133 cuando Tiberio Graco realiza su propuesta de ley agraria, según Plutarco, los ciudadanos ricos rompieron las urnas para la posterior votación. Otro ejemplo de este tipo de actos es el de Quinto Servilio Cepion en el año 103, quién rompió los pontes y las urnas con el objetivo de evitar la votación de la ley frumentaria de Saturnino. Un caso también excepcional del que solo contamos con tres ejemplos son los asesinatos en asambleas. Conocemos los de Antilo en el año 121, asesinado a manos de los partidarios de Cayo de Graco y los de Nonio (101) y Memio (100), ambos asesinados por ordenes de Saturnino. Un caso excepcional, del que solo tenemos un

ejemplo, es el de los enfrentamientos espontáneos entre asistentes a

contiones. Únicamente disponemos de información sobre un enfrentamiento entre la                                                                                                                 287

Smith 1977, 165.

104 plebe urbana y la agraria (entre la que había veteranos de Mario) por lex agraria de Saturnino. Uno de los tipos de actos violentos más comunes es la ocupación de lugares públicos en los que se desarrollan contiones (seguidos habitualmente de enfrentamientos). Tiberio Graco ocupó con hombres armados el Capitolio en el año 133 para forzar su reelección al tribunado. En el año 62 Metelo Nepote y César ocupan el Foro con hombres armados para aprobar una ley destinada a traer a Pompeyo de vuelta a Italia y nombrarlo cónsul in absentia para que acabase con la revuelta de Catilina. En el año 61 partidarios de Clodio, capitaneados por su amigo Curión, ocupan los pontes para impedir la votación por la que se establecería un juicio especial por los actos de Clodio durante la celebración de la Bona Dea. Por último el tribuno de la plebe Fabricio en el año 57, con el objetivo de aprobar su ley para traer a Cicerón del exilio, ocupó la tribuna de los rostra mientras que Clodio con sus bandas hizo lo propio por la noche en el Foro. Los enfrentamientos ocurridos en contiones entre grupos dirigidos por distintos magistrados también son particularmente frecuentes. Conocemos en el año 88 la lucha entre Sulpicio y sus partidarios y Sila y los suyos por la anulación del iustitium que este último había aprobado. Un caso bastante significativo es el enfrentamiento entre dos cónsules, como el ocurrido en el año 87 entre Octavio y Cinna junto a los seguidores de ambos entorno a la propuesta de ley hecha por Cinna sobre la integración de los itálicos. Clodio y sus bandas nos proporcionan varios ejemplos de este tipo de enfrentamientos entre magistrados al frente de grupos de ciudadanos. En el año 58 Clodio empleó sus bandas para asegurar mediante la violencia la aprobación de su ley de exilio contra Cicerón; en el año 57 cuando tanto Clodio como Fabricio ocupan el Foro con sus seguidores, el primero con la intención de evitar la propuesta de una ley para anular el exilio de Cicerón, estalló un duro y sangriento enfrentamiento entre ambos bandos. En

105 el año 52, tras el asesinato de Clodio, en una contio convocada por el tribuno Celio en la que hablaba Milón se produjo un enfrentamiento entre estos y sus partidarios y varios tribunos clodianos al frente de la plebe urbana. Otro tipo común de acto violento en las contiones son los ataques (más o menos espontáneos según la situación) de una multitud contra magistrados. Conocemos ejemplos de este tipo en el año 67, cuando Gabinio fue fuertemente golpeado en el Senado por varios senadores, en el debate sobre su propuesta de una ley para erradicar la piratería. El tribuno, logró escapar de la sede senatorial y contar al pueblo reunido lo ocurrido, reaccionando inmediatamente la multitud que atacó a los senadores con palos y piedras. En el año 67 la multitud ataca al cónsul Pisón (al que casi descuartizan) y a otros senadores por oponerse a ley contra el soborno propuesta por Cayo Cornelio. En el año 62 con Catilina sublevado en Etruria contra la República, una multitud atacó con palos y piedras a Catón por impedir a Metelo Nepote leer ante el pueblo su propuesta de ley para reclamar el regreso de Pompeyo de Asia. El último ejemplo es el ocurrido en el año 59 durante el consulado de César, pues al proponer este su ley agraria y tratar Bíbulo y Catón de impedirlo, la multitud ataca a ambos y los expulsa del Foro.

En último lugar observamos dos tipos de actos violentos: los enfrentamientos directos entre varios magistrados y los encarcelamientos de un elemento opositor a cierta medida. Del primer tipo conocemos cómo un asistente de Druso agarró al cónsul Filipo por el cuello en plena contio y lo expulsó para facilitar la aprobación de la ley de Druso sobre los itálicos. Metelo Nepote y Catón, durante los incidentes que rodearon la ley para traer a Pompeyo de Asia con el fin de que se enfrentase a Catilina, forcejearon en la tribuna al intentar impedir el segundo a Metelo leer el texto de la ley.

106 En cuanto al encarcelamiento de rivales políticos, conocemos tres ejemplos: Lucio Flavio en el año 60 ordena encarcelar al cónsul Metelo Celer por oponerse a su propuesta de ley agraria; en el año 59 Publio Vatinio, ante la oposición de Catón a su propuesta de ley para otorgar a César las Galias como provincias proconsulares, ordena enviarlo a la cárcel; por último en el año 55, de nuevo Catón es mandado encarcelar por el tribuno Trebonio, por oponerse aquel a la adjudicación de Siria y las Hispanias como provincias proconsulares a Craso y Pompeyo.

107 IV. MECANISMOS DE LEGITIMACION Y DESLEGITIMACION DE LA VIOLENCIA POLITICA. Una vez analizada la relación de actos violentos en las contiones durante la crisis de la República, no podemos finalizar esta investigación sin hacer mención de un aspecto vital en el desarrollo de la violencia política. Este aspecto al que nos referimos es la legitimación de esta violencia, pues siendo su empleo en política hasta cierto punto contrario a la tradición romana, su constante utilización a finales de siglo II y durante todo el siglo I hizo necesario para ambas corrientes ideológicas la justificación de su uso en diferentes momentos. En general, los argumentos esgrimidos por ambos grupos para justificar la violencia política eran los mismo que les separaban ideológicamente y que llevaron tanto a populares como a optimates a emplear la violencia contra los adversarios políticos. Entendían los primeros que actuaban en beneficio del pueblo y de su libertad y los segundos que lo hacían en defensa de la res publica y el orden establecido. Este afán por justificar la violencia durante la crisis de la República es un síntoma del fracaso de la actividad política como medio para la negociación y el acuerdo.

IV.1. Los optimates y la institucionalización de una justicia “partidista” En primer lugar, respecto a los mecanismos de legitimación de la violencia política, hemos de resaltar el ya mencionado mecanismo mediante el cual el Senado romano, declaraba un estado de excepción y se otorgaba el poder de no respetar los derechos ciudadanos básicos. Este mecanismo conocido como senatus consultum ultimum, es en realidad un instrumento represivo de dudosa legalidad, puesto en practica por la oligarquía senatorial cuando ésta entendía que la República estaba amenazada y se daban las condiciones adecuadas para ello. El SCU consistía en un llamamiento

108 senatorial a los magistrados superiores para que tomasen las medidas que considerasen necesarias para restablecer el orden de la República. Los magistrados estaban amparados por la autoridad del Senado para reprimir los episodios violentos, pasando por encima de los derechos cívicos básicos como la provocatio ad populum, significando en la mayoría de los casos la eliminación física del adversario, acto justificado por sus actos contra la comunidad. El Senado se inventaba un “derecho de urgencia” (urgencia que se basaba en la amenaza a su posición dominante dentro del Estado) y usurpaba de forma partidista unos poderes que no le pertenecían, con el fin de suspender los derechos ciudadanos durante la implantación de ese mecanismo represivo288. Junto con el SCU, a partir de los años 80 aparecen las declaraciones de hostis publicus, que en general acompañaban y completaban al SCU, pues al nombrar hostis a un ciudadano se superaba el principal problema del SCU, ya que aquel se convertía en enemigo del Estado y (supuestamente) perdía todos sus derechos como ciudadano, en consecuencia, y contra la legislación romana, se permitía la ejecución sumaria de un ciudadano sin un juicio previo. El termino hostis tenía una importante carga bélica, siendo empleado para designar a los enemigos extranjeros, resaltaba el hecho de que el ciudadano declarado hostis se había colocado a si mismo fuera de la comunidad por sus actos cometidos contra la misma, y por tanto, ya no era participe de los mismos derechos y protecciones que amparan a los miembros de la comunidad289. Realmente el SCU y las declaraciones de hostis son un intento de institucionalización de una justicia partidista, mediante un mecanismo represivo político e irregular, que justificaba la represión y eliminación física de los adversarios políticos, suspendiendo las limitaciones legales que impedían en Roma las ejecuciones sumarias de ciudadanos.                                                                                                                 288 289

Duplá 2011b, 356-357; 1990, 142-150.   Duplá 2015, 428-431; 1990, 155-161; Hidalgo de la Vega 1987, 80.

109 En primer lugar, el carácter político de estas medidas esta confirmado por los diferentes procesos judiciales emprendidos desde las filas populares contra senadores optimates que, amparados por el SCU, participaron en ejecuciones sumarias de ciudadanos romanos. Es irregular puesto que el Senado no tenia la capacidad de ordenar la supresión de la ciudadanía ni la ejecución de ciudadanos romanos, además atentaba contra el derecho de provocatio, la potestad tribunicia y las leyes de capiti civis gracana y clodiana. Por último, es partidista pues siempre fue empleado por la facción optimate contra los populares, siendo su objetivo defender los intereses y la posición preeminente de la oligarquía senatorial, no del conjunto de la comunidad290. Junto con este mecanismo represivo que legitima el empleo de la violencia política, el elemento religioso, de vital importancia en la sociedad y política romanas, también fue esgrimido por ambas facciones con el fin de justificar sus actividades, y llegado el caso, el recurso a la violencia. En concreto, los optimates apelaban al concepto de Concordia, un culto político del que se hizo una utilización partidista, como elemento religioso legitimador de su concepción de Estado y de su defensa de esta concepción. El empleo de la Concordia por los optimates aparece ya en los primeros años de la crisis de la República, cuando en el año 121 el cónsul Opimio le dedicó un templo, tras encabezar la represión senatorial contra Cayo Graco y sus partidarios. Es Cicerón en su discurso De domo sua quien, de forma mas clara y extensa, expone el concepto de la Concordia optimate. La Concordia de Cicerón, que personifica esa concepción optimate del Estado, se basa en lo fundamental en que cada ciudadano acepte el lugar que le corresponde en la comunidad y se asocia claramente con la conservación del orden establecido, justificando el empleo de la violencia contra las personas y medidas que, según la concepción optimate, tratan de subvertir ese orden. Por tanto se contrapone a                                                                                                                 290

Duplá 2015, 431-433; 2011b, 356-357; Hidalgo de la Vega 1987, 81; Nippel 1995, 60.

110 Libertas, el elemento religioso esgrimido por los populares para justificar sus actividades, y llegado el caso el empleo de la violencia, del que hablaremos a continuación 291 .En definitiva, los optimates recurrían a dos tipos de mecanismos diferentes para justificar la violencia política. Por un lado están los mecanismos de carácter legal, como son el SCU y las declaraciones de hostis publicus, y por otro, una argumentación de carácter religioso como es la apelación a la Concordia.

IV.2. El populus y la Libertas, argumentos para una justicia alternativa popularis. Los populares, quiénes defendían el poder del pueblo y las asambleas frente al Senado, legitimaban su actividad política, y llegado el caso el empleo de la violencia, en defensa de la voluntad del populus y su Libertas, concepto político-religioso este último del que, al igual que la Concordia, se hizo un uso partidista. Libertas en Roma era entendida principalmente como lo opuesto a la condición de esclavo, pero también incluía una serie de derechos políticos y cívicos propios del ciudadano representados en este culto político-religioso, al que se erigió un templo en el Foro conocido como Atrium Libertatis292. Esta visión política de los populares chocaba frontalmente con los valores optimates englobados entorno a la Concordia que, según Cicerón se basaba en la aceptación del orden establecido y era contraria a privilegiar el poder del populus y las asambleas. Para los populares no podía haber concordia sin solucionar los problemas sociales y políticos que afectaban al Estado romano, por tanto fundaban sus reclamaciones de cambio en el respeto al poder, los derechos y las prerrogativas legales del pueblo, que en numerosas ocasiones eran usurpadas o ilegalmente suprimidas por el Senado. Por tanto, la corriente popularis esgrimía la voluntad y la libertad del pueblo romano como elemento                                                                                                                 291  Marco Simón y Pina Polo 2000, 265-269.   292

Arena 2012, 43; Ribas Alba 2009, 91; Marco Simón y Pina Polo 2000, 262.

111 legitimador de su actividad política, empleando también este concepto para atacar al SCU y las declaraciones de hostis publicus (medidas legitimadoras de la violencia optimate cuando estos entendían que la Concordia estaba en riesgo), pues permitían actos contrarios a la ley, algo visto desde las filas populares como un ataque directo a la libertad del pueblo romano293. Además de apelar a los derechos y prerrogativas legales y “constitucionales” del pueblo romano, los populares también emplearon la esfera religiosa en la lucha política, recurriendo en su caso al concepto religioso de Libertas. Publio Clodio, quien ostentaba el cargo religioso de quindecemvir sacris faciundis, fue el político popularis que más y mejor supo explotar ese concepto religioso, sobre todo en su enfrentamiento político con Cicerón, en el que ambos recurrieron a la religión para legitimar sus actos y atacar al contrario. Gracias al discurso de Cicerón De domo sua, en el que Cicerón reclama la devolución del solar de su casa, donde Clodio, tras derribarla, había instalado un templete con una estatua dedicada a Libertas, conocemos el enfrentamiento que ambos entablaron en el plano político-religioso. Clodio quería hacer ver que el exilio de Cicerón significaba la recuperación de la libertad del pueblo romano, al haberse confirmado la ilegalidad de los actos cometidos por Cicerón y el Senado durante el SCU emitido contra los catilinarios294. Clodio es el mejor ejemplo de cómo los populares tenían una doble justificación a sus actos de violencia política, por un lado, la justificación de carácter político que apelaba a los derechos y prerrogativas legales del pueblo romano, y por otro, la justificación religiosa que personificaba estos valores y su defensa en el concepto de Libertas. Como podemos ver, los mecanismos políticos y religiosos empleados por ambos grupos para legitimar su recurso a la violencia tenían un doble objetivo, pues servían no solo                                                                                                                 293

Arena 2012, 257; Marco Simón y Pina Polo 2000, 278-281; Nippel 1995, 56. Simón y Pina Polo 2000, 282-284.  

294  Marco

112 para justificar la violencia propia, si no que al mismo tiempo deslegitimaban la violencia del grupo contrario.

113 V. CONCLUSIONES. La violencia es uno de los factores de vital importancia a la hora de analizar la crisis de la República Romana. Se trata de un fenómeno de alcance político y social que tiene su raíz en la existencia de un conflicto, el enfrentamiento entre optimates y populares, las corrientes ideológicas conservadora y reformista que, durante el último siglo republicano se enfrentaron por imponer su concepción del Estado, dirimiendo en multitud de ocasiones sus diferencias políticas mediante el empleo de la violencia. La dura confrontación política y el empleo de la violencia en defensa de visiones políticas diferentes, son el mejor ejemplo de la existencia de un conflicto político entre estos dos grupos que marcará el desarrollo de la crisis. Tanto los historiadores clásicos como los modernos han señalado que, en los años que van desde el tribunado de Tiberio Graco al establecimiento del Principado, tuvo lugar un conflicto político que marcó el desarrollo de los acontecimientos en esa época y acabó con el fin de la República. Existen dos concepciones de la violencia en relación a la crisis republicana. La primera se basa en la aceptación de que la violencia era un factor intrínseco, aceptado hasta cierto punto por la sociedad romana y que, el aumento de su empleo como arma para dirimir los conflictos políticos influyó de tal manera en la crisis republicana que, la violencia es considerada un factor causante de la crisis. Por el contrario, la segunda concepción, interpreta la violencia cómo un factor que tiene su origen en una crisis social y política ya existente en la República romana, que tuvo su principal escenario en la lucha entre optimates y populares y contribuyó a la agudización y radicalización de ese conflicto político y, por tanto, de la crisis. En nuestro caso, tras la realización de esta investigación, nos inclinamos por la segunda opción, pues, si bien la sociedad romana tenia una concepción muy distinta sobre la violencia a la existente hoy en día en las sociedades occidentales, entendemos que su empleo como arma política tiene su raíz en

114 la existencia de un conflicto político y socioeconómico que empieza a manifestarse en la segunda mitad del siglo II. La violencia política en Roma en general gira en torno al conflicto entre optimates y populares, podemos ver cómo las reclamaciones que generaban el conflicto tuvieron matices diferentes a la largo del periodo de la crisis. En la segunda mitad del siglo II, durante los años de actividad política de los hermanos Graco y de Saturnino, las principales reclamaciones eran las leyes agrarias mediante las cuales repartir tierras a campesinos desposeídos y veteranos de las legiones y la defensa de los derechos ciudadanos frente a los poderes de los magistrados y el Senado. Estas reclamaciones estuvieron integradas en la práctica política popularis durante todo el periodo de la crisis, pero podemos ver cómo durante las décadas de los años 90 y 80 tomó especial relevancia la integración de los aliados itálicos como ciudadanos romanos de pleno derecho y, posteriormente, el debate en torno a la forma de distribuir a esa gran cantidad de nuevos ciudadanos entre las tribus romanas, con las correspondientes consecuencias electorales. En la década de los 60 la política en Roma estuvo marcada por la actividad política de Pompeyo, quién, debido a las irregularidades de su carrera política estaba enfrentado con los optimates, sin ser él un autentico popularis. Hemos analizado la violencia en estos años en clave personalista. En buena medida el conflicto político en esos años gira en torno a los intereses políticos de Pompeyo y a sus intentos de repartir tierras a sus veteranos y, para que el Senado ratificase los pactos a los que llegó con reyes y ciudades estado tras su campaña en Asia, algo que el Senado evitó durante toda la década de los 60 hasta que, en el año 59, gracias a la colaboración con Julio César, Pompeyo vio logrados sus objetivos. En los años 50 se da una combinación entre las aspiraciones políticas de los triunviros, basadas en sus intereses personales (nuevos mandos militares

115 para Pompeyo y Craso y prorroga del mando de César en la Galia) y la acción política de Clodio, ésta sí de un marcado carácter popularis, defendiendo las reclamaciones de más igualdad económica y la defensa de los derechos ciudadanos. El fenómeno que analizamos en este trabajo, la violencia en las contiones durante la crisis de la República, es ejemplificador del grado que alcanzó la violencia en Roma, que afectó de forma directa a estos órganos deliberativos de la República. Cómo hemos podido ver a lo largo del capítulo tercero la mayor parte de los episodios violentos tuvieron

lugar en contiones legislativas, esto es, las asambleas en las que se

presentaban las propuestas de leyes y eran debatidas por los magistrados ante el pueblo. Es algo fácilmente comprensible, pues una buena parte del conflicto entre optimates y populares viene dado por las leyes que estos últimos proponían para solucionar los problemas existentes en el sistema político romano y para paliar la desigualdad y el aumento de la pobreza entre la mayoría de la población. Por tanto, en las contiones legislativas ambas facciones emplearon la violencia, ya fuese para forzar la votación y aprobación de una ley o para impedir que se realizase la votación. Otro aspecto vital es que, en las contiones, a diferencia de las reuniones del Senado, se hablaba en el Foro ante un pequeño porcentaje del total de la población que acudía a escuchar los debates, tomando partido por los diferentes magistrados y sus propuestas y, por tanto, en los momentos en que estallaba la violencia, quienes acudían a las contiones eran susceptibles de participar en los enfrentamientos apoyando al político o políticos de quienes fuesen partidarios. Respecto a esto último, la identificación del estrato social al que pertenecían los asistentes habituales a las contiones, han sido muchas las teorías propuestas. Tal y cómo hemos afirmado en el capítulo segundo, todas esas teorías son aceptables y no excluyentes entre sí y, en consecuencia, la composición de las audiencias en las

116 contiones pudo ser altamente heterogénea. Sí pensamos que, en particular desde finales del siglo II, las contiones estuvieron dominadas por los grupos de la plebe urbana que regentaban sus propios negocios y podían gestionar libremente su tiempo de trabajo y, por su puesto, también por los miembros de la nobilitas, para quiénes la participación en la vida pública era parte vital en su día a día. Aun así no hemos de olvidar que otros grupos también acudían a las contiones cuando sus intereses estaban en juego o para apoyar a diferentes magistrados, ejemplos de ello son la participación de la plebe agraria y de veteranos de las legiones, que acudían a Roma cuando se debatían proyectos de ley que les afectaban directamente. No podemos entender el papel de la plebe tanto urbana como agraria, jugaba en el desarrollo de la confrontación política en Roma como un mero instrumento en manos de la oligarquía, la cual supuestamente instrumentalizaría a las clases bajas en beneficio de sus intereses. Que los llamados populares obtuviesen un amplio seguimiento entre la plebe es síntoma de que entre las clases bajas existían unas reclamaciones de índole social, económica y política que les llevaban a movilizarse y a dar su apoyo a los políticos que buscaban poner remedio a esa situación, tratando de reformar diversos aspectos del Estado Romano. Desde el momento en que la constitución romana solo permitía la iniciativa legislativa a los diferentes magistrados, teniendo el pueblo únicamente el poder de votar las leyes propuestas, la intervención de un magistrado era imprescindible para llevar a debate y posteriormente votar sus reivindicaciones. No es nuestra intención, en ningún caso, justificar el empleo de la violencia con fines políticos, ni en las sociedades históricas ni en las actuales ni en las que estén por venir. Aun así creemos necesario reconocer que, en situaciones en las que la mayoría de la población esgrime reclamaciones socioeconómicas y políticas justas, sí estas reclamaciones son rechazadas por una minoría que detenta el poder económico y

117 político, recurriendo a la violencia en muchas ocasiones, es posible que esta mayoría social o grupos dentro de ella, traten de forzar la consecución de sus objetivos por medio de la fuerza. De esta forma el enfrentamiento únicamente puede agudizarse, tendiendo cada vez más al empleo de la violencia

y, siendo impredecibles las

consecuencias295. En el caso que nos ocupa, la crisis de la República Romana, hemos de hacer una diferenciación entre los motivos y los objetivos que optimates y populares esgrimían, a la hora de recurrir a la violencia como arma política. Por un lado, están las reclamaciones populares de mayor igualdad, mayor participación en política y respeto a los derechos ciudadanos, que difícilmente pueden parecer injustas. Por otro, tenemos la visión optimate, que fundamentaba su recurso a la violencia en la defensa del orden establecido, es decir, la defensa de un sistema basado en la desigualdad y en el control político y social del Estado por el Senado y sus miembros. Las reclamaciones populares se enfrentaban directamente con la defensa optimate de un sistema políticamente injusto y socioeconómicamente basado en la desigualdad y la pobreza de la mayoría de sus miembros. También, en lo que hace a las expresiones concretas de esa violencia, cabe distinguir entre la violencia optimate que estaba dirigida a la eliminación física del adversario político, mientras que la popular se basaba más en la intimidación y el control de las sedes e instituciones políticas (salvo en los caso de Saturnino, Cinna y Mario). Por último, no podemos dejar de mencionar la existencia de unos mecanismos de legitimación de la violencia política, empleados tanto por optimates como por populares. Estos procedimientos de legitimación eran de dos tipos, por un lado, los político-institucionales como el SCU y las declaraciones de hostis y, por otro, los                                                                                                                 295

Algunos ejemplos de este tipo; la revolución francesa, la revolución bolchevique en Rusia, la revolución iraní y los ejemplos más actuales de las diferentes “primaveras árabes”.

118 argumentos de tipo político-religioso como la apelación al poder del pueblo y el recurso a las figuras de Concordia y Libertas. La violencia política durante la crisis de la República fue un fenómeno que, entre otros, condicionó el desarrollo del último siglo republicano influyendo en la agudización de la crisis. En consecuencia, es necesario analizar su influencia en la política y sociedad romanas para una mejor comprensión del conflicto, los enfrentamientos y la profundidad de la crisis que provocó la ineficacia de las instituciones y el colapso final de la República.

119 VI. BIBLIOGRAFIA296. ARENA, V., 2012 Libertas and the practice of politics in the late Roman Republic, Cambridge: Cambridge University Press. ARÓSTEGUI, J., 2010, “La violencia política y su dimensión histórica”, en Rivera, A., y Carnicero, C., (eds.), Violencia política: historia, memoria y víctimas, Madrid: Maia, 17-48. BEARD, M., CRAWFORD, M., 1985, Rome in the Late Republic: problems and interpretations, London: Duckworth. BROUGHTON, T.R.S., 1952, The Magistrates of the Roman Republic, I, Cleveland: The American Philological Association. (MRR) _, 1953, The Magistrates of the Roman Republic, II, Cleveland: The American Philological Association. (MRR) BRUNT, P., 1974, Conflictos sociales en la República Romana, Buenos Aires: Eudeba. _, 1981, “La plebe romana”, en Finley, M.I., (ed.), Estudios sobre historia antigua, Madrid: Akal Universitaria, 8-117. _, 1990, The Fall of the Roman Republic: and Related Essays, Oxford: Clarendon Press. CANFORA, L., 2000, Julio César: un dictador democrático, Barcelona: Ariel. CAVAGGIONI, F., 1998, L. Apuleio Saturnino. Tribunus plebis seditiosus, Venezia: Istituto Veneto di Science, Lettere ed Arti. DE MARTINO, F., 1990, Storia della constituzione romana, Napoli: Jovene Editore. DUPLÁ, A., 1985, “Los Populares y la violencia política”, Symbolae Ludovico Mitxelena septuagenario oblatae 1, Vitoria- Gasteiz, 349-353.                                                                                                                 296

Esta relación bibliográfica contiene la bibliografía citada en nota. En estas contribuciones se pueden encontrar otras referencias previas o recientes que muestran la extensa bibliografía sobre el tema y los debates historiográficos contemporáneos. Para las abreviaturas correspondientes a las publicaciones periódicas de carácter nacional e internacional remitimos a los índices de L’Année Philologique.

 

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124 VII. INDICE DE FUENTES297. Apiano

1.56: 59

B.C.

1.58: 60

1.12: 40

1.59: 60

1.14: 40

1.60: 60

1.15: 41

1.64: 64

1.16: 41

1.67: 64

1.17: 38

1.71: 64

1.21: 54

1.72: 64

1.25: 44

2.10: 81, 82

1.26: 44, 45

2.11: 81, 82

1.28: 49

2.12: 82

1.29: 50

2.17: 98

1.30: 51

2.21: 101

1.30. 4-5: 51

2.22: 102

1.32: 51

2.23: 102

1.34: 54

2.24: 102

1.35: 55

Asconio

1.36: 56

51.15: 72

1.37: 57

51.20: 72

1.55: 59

59: 73

                                                                                                                297

La disponibilidad de diferentes ediciones críticas, con el texto original, en el caso de las fuentes literarias nos permite remitir a la consulta de las siguientes ediciones: Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Teubneriana, (Leipzig) (edición crítica sin traducción); Scriptorum Classicorum Bibliotheca Oxoniensis, (Oxford) (edición crítica sin traducción); Collection G. Budé des Universités de France, (París, Les Belles Lettres) (edición crítica, traducción al francés); The Loeb Classical Library, (Londres-Cambridge) (edición crítica, traducción al inglés). En nuestro caso hemos empleado principalmente la última de ellas.

 

125 60: 73

69: 29

César

44: 69

B.C.

Phill.

1.7.5: 44

2.8.7: 60, 64

Cicerón

8.4.14: 44, 45

Brut.

pro Flac.

45.168: 60

57:28

de domo.

pro Mil.

5.13: 36

14.38: 96

21.54: 37, 91

15.41: 97

30.79: 92

27: 101

33.89: 37

33.91: 102

38.102: 44

pro Mur.

42.110: 92

24.49: 32

de leg.

26.52: 32

2.12.31: 56

pro Rab. Perd.

de off

4.12: 43

2.24.64: 56

pro Sest.

de orat

15.34: 36

1.25: 61

16.37: 51

2.67: 45

24.53: 92

2.132: 44

30.65: 92

de rep.

34.74: 95

1.19.31: 38

35.75: 95

leg. Man.

36.78: 95

126 39.85: 95

37.20.6: 76

40.86: 96

37.20.6: 76

post red. ad Quir.

37.50.1-3: 78

12: 95

38.2.1-3: 81

post red. in sen.

38.3.1-3: 81

3.7: 95

38.6.1: 82

8.22: 95

38.6.3: 81

12: 95

38.6.5: 82

ad. Atticum.

38.8.4-5: 86

1.13.3: 89

39.7.2: 95

1.14.5: 90

39.13.1: 98

1.18.6: 78

39.3.1-4: 99

2.1.8: 78

39.34.1-4: 99

4.2.4: 95

40.48.1: 101

4.4.3: 97

40. 49.5: 102

Dión Casio

Floro

36.23.4: 69

2.2.7: 41

36.24.1-3: 69

2.3.5: 44

36.30.1-2: 69

2.3.6: 45

36.38.5: 72

2.4.1: 49

36.39.2: 72

2.4.4: 51

36.39.3-4: 72

2.4.5: 51

36.40.1-2: 72

2.4.6: 51

36.42.4: 73

2.5.8: 56

36.43.1: 74

2.5.9: 56, 55

127 2.9.6: 59

Cat. Min.

2.9.7-8: 60

20.3: 74

2.9.9-10: 64

26.4: 74

2.9.12: 64

27.1-2: 74

2.9.13-17: 64

28.1-6: 75

Orosio

29.1: 75

5.9.2-3: 41

32.1-4:

5.12.5: 44

33.5: 86

5.12.7: 45

34.1: 83

5.17.3: 49

41.6: 98

5.17.5: 51

41.7-8: 98

5.17.6: 51

42-43: 98

5.17.7: 51

43.1-3: 99

5.17.8: 51

C. Gr.

5.17.9: 51

12.7: 44

5.18.7: 56

13.3: 44

2.19.4: 59

14.3: 44

2.19.4-5: 60

15.1: 44

Plutarco

16.4: 45

Caes.

17.3: 44

14.2: 83

Cic.

14.3: 81

33.4: 95

14.9: 82

35: 101; 102

14.10: 86

Crass.

14.11: 86

15.6-7: 98, 99

128 35.2: 98

10.1: 60

35.3: 99

T. Gr.

Mar.

11.4: 39

29: 49, 50

12.5: 40

41.2: 64

12.6: 40

41.5: 64

18.3: 41

43.3: 64

19.1: 41

44.1-10: 64

19.9: 41

Luc.

19.10: 41

34.1-6: 90

20: 38

42.6: 82

22.4: 41

Pomp.

Q. Cicerón.

25.2-6: 68

Comm. Pet.

25.7-9: 69

29: 28

26.1-3: 69

54: 29

43.3: 76

ret. Ad Herenn

47.5-7: 81, 83

1.21.1: 49

48.1-3: 81, 82

4.55.65: 41

48.4: 86

Salustio

51.5: 98

B. Iug.

52.2: 98

31.7:41, 45

52.4: 98, 99

42.4: 45

Sulla

Suetonio

8.2: 33, 59

Caes.

9.1-7: 60

16.1-2: 75

129 20.1-2: 81, 82 22.1: 86 Valerio Máximo 3.8.5: 60 8.6.4: 57 9.5.2: 56 Veleyo Paterculo 2.3.3: 38, 41 2.6.5: 45 2.6.6: 45 2.13: 56 2.18.4: 59 2.18.5: 59 2.19.1-2: 60 2.20.2: 64 2.20.4: 64 2.20.5: 64 2.21.6: 64 2.22.2-4: 64 2.31.2-4: 69 2.40.3: 76 2.44.5: 86 2.47.4: 101, 102

130

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