violencia de genero

September 18, 2017 | Autor: Ana Gutierrez | Categoría: Violence, Mujeres
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Descripción

Conceptualizando la Violencia contra la mujer en México

La violencia contra la mujer ha puesto de manifiesto las deficiencias de los estados para proteger y promover los derechos humanos de las mujeres. Una vida libre sin violencia es el principio del derecho a la vida, derecho que millones de mujeres en el mundo no conocen. Partiendo de esta idea, el tema de la violencia contra la mujer ha venido abriendo nuevos caminos en el ámbito de lo social, político, legal e incluso económico para entender más a fondo como se estructura la desigualdad entre el hombre y la mujer. Hoy en día, la violencia se ha convertido en una vivencia cotidiana de nuestra existencia, una práctica de poder formulada y reformulada tanto en el ámbito privado como en el público. Sin embargo, la violencia sistemática contra la mujer destruye cualquier tipo de razonamiento que tenga que ver con análisis de clase, cultura, religión, creencia, edad, etc. Ésta es ejercida por el simple hecho de ser mujer y cuando leemos que “…al menos 1 de cada 5 mujeres han sido física o sexualmente abusadas por un hombre en algún momento de su vida”1, no nos queda más que pensar en que existe la posibilidad de ser un número más dentro de la estadística. Una de las estrategias fundamentales que han sido usadas por los diversos movimientos feministas desde los 70’s en el tema de la violencia contra la mujer, es el del acercamiento al problema desde la visión de los derechos humanos. En la Declaración de Naciones Unidas sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, se establece que: “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada” 2 es considerado como una violación a los derechos humanos de la mujer. Mientras que la Convención Belém do Pará ha definido la violencia contra la mujer de la siguiente manera: Artículo 1

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WHO, 1997, citado en 1: Gender and Development Editorial, 1998 Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, ONU, Diciembre, 1993. art. 1.

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La violencia contra la mujer debe entenderse como cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como el privado. Artículo 2 Se entenderá que la violencia contra la mujer incluye la violencia física, sexual y psicológica: a. Que tenga lugar dentro de la familia o unidad doméstica o en cualquier otra relación interpersonal, ya sea que el agresor comparta o haya compartido el mismo domicilio que la mujer, y que comprende, entre otros, violación, maltrato y abuso sexual; b. Que tenga lugar en la comunidad y se perpetrada por cualquier persona y que comprende, entre otros, violación, abuso sexual, tortura, trata de personas, prostitución forzada, secuestro y acoso sexual en el lugar del trabajo, así como en instituciones educativas, establecimientos de salud o cualquier otro lugar, y c. Que sea perpetrada o tolerada por el Estado o sus agentes, dondequiera que ocurra. d. La violencia en contra de la mujer tiene muchas aristas, ya que esta puede ser ejercida tanto en el espacio privado como en el público. Los actores son diversos; gran parte de ellos son las parejas dentro del hogar, familiares y amigos; mientras que en el espacio público el estado se encarga de repetir y reforzar estas prácticas a través del ejercicio directo, como acciones violentas (tortura, violaciones sexuales) o indirecta ( a través de leyes, políticas etc.) La violencia contra la mujer encuentra sus raíces en la desigualdad sexual, es decir, en como se construyen los modelos de masculinidad y feminidad. En esta construcción social de la sexualidad, o sea de género, la mujer ha quedado del lado de la subordinación en la relación de poder entre ella y el hombre. La base de la inequidad empieza desde el ámbito del hogar, en el cual a la niña se le enseña un tipo de comportamiento diferente al del hombre. Estos patrones se basan en la creencia de que la mujer por el simple de hecho de tener un cuerpo femenino está más cerca de la naturaleza, por lo que le corresponden seguir ciertos roles que tienen que ver con los hijos, la familia quedando relegada al ámbito de lo privado. Por otro lado, el hombre ha sido colocado en el ámbito contrario, el de lo público, el cual le permite construir las esferas culturales y sociales que son las que controlan el espacio considerado como “femenino”. Estos patrones sin duda fortalecen a la desigualdad sexual y refuerzan la estructura patriarcal que ejerce el control sobre la mujer.

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El patriarcado es un conjunto instrumentado de prácticas reales y prácticas simbólicas, que se han establecido a lo largo de la historia como el esquema “normal” de organización social, económica, cultural y política. Esta estructura no sólo conforma el espacio público de la vida social, sino también el poder que se ejerce a través del ser masculino, de la virilidad. En contraposición a lo masculino, lo femenino queda colocado como lo otro y esa otredad al ser diferente es susceptible de ser “inferior” y por lo tanto de ser controlada, “educada”, incluso “corregida”. Los medios de control que el estado patriarcal se ha encargado de crear se usan, como diría Foucault para controlar a aquellos que nos resultan amenazantes o diferentes. “La violencia y el poder, aunque son fenómenos distintos suelen aparecer unidos. Y donde se combinan, el poder se ha presentado siempre como el factor primario y predominante” pp 48. “ Pensando la Violencia Para Arendt: “Por naturaleza, la violencia es instrumental: como todos los medios, precisa de la dirección y la justificación que proporciona el fin que prosigue.” Cuando se analiza el fenómeno de la violencia y se presta atención a algunas estadísticas sobre violencia en contra de la mujer se pueden deducir diversos aspectos. La violencia tiene una gran variedad de manifestaciones que van más allá de los atentados directamente contra la integridad física, sexual y emocional. Al analizar este tema, se recurre a preguntas tales como: ¿Por qué se produce la violencia contra mujeres? ¿Cómo se expresa ésta en los diferentes contextos socioculturales?, sobre todo cuando observamos datos como éstos: •

Estadísticamente las mujeres están más seguras en las calles que en sus casas3.



La Organización Mundial de la Salud estima que alrededor del mundo hay entre 100 y 132 millones de niñas y mujeres que han sido víctimas de la mutilación genital femenina (MGF)4

Gran parte de las investigaciones sobre violencia confirman que la violencia física es una práctica a escala mundial, algunos estudios incluyen un estimado del 20 al 50 por ciento de mujeres en diferentes países que han experimentado violencia doméstica 5. 3

Winders et. al., 1998 as quoted in 5: Gender and Development Editorial, 1998 132: Benninger-Budel & Lacroix, 1999 5 4: UNICEF, 2000, derived from WHO, 1997 4

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En India, las muertes de niñas exceden a las de niños por más de un tercio de millón al año y una de cada 6 muertes se debe a discriminación de género.

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En Uganda, el

41% de las mujeres han reportado ser golpeadas o físicamente agredidas por sus parejas y el mismo porcentaje de hombres han reportado haber golpeado a mujeres (ejemplo representativo de dos distritos) 7; seguido de Estados Unidos, donde 44% de las mujeres han sido víctimas de una violación sexual o al menos de un intento”; hasta México con datos como el de Jalisco (1997), donde el 30% de 650 mujeres reportaron al menos un episodio violento dentro del hogar y un 13% violencia física por parte de sus parejas el año anterior. Las estadísticas demuestran que la violencia contra la mujer es una práctica de poder sistemática que cruza las fronteras sociales, económicas, raciales, período de vida, discapacidad física, preferencia sexual y contexto cultural. Según Graciela Hierro, “La violencia es el ejercicio de la fuerza o el poder, que ataca fundamentalmente los derechos humanos, las leyes y la justicia. Y dado que los hombres utilizan la violencia para conservar el poder, que supone la consideración asimétrica del género, esta violencia, en la medida en que sus resultados son impredecibles, constituye la causa de la flagrante violación de los derechos humanos de las mujeres..” pp. 266 Es necesario pensar la violencia como una dimensión existencial de la cual no se puede escapar al ser parte de la misma existencia y no como un acto externo a la sociedad y a la cultura que “acontece” a ciertas personas. El discurso de los derechos humanos Desde la perspectiva de los derechos humanos, el tema de la violencia contra la mujer ha sido ubicado en la problemática de la división del espacio público y el privado. La distinción de lo privado y lo público ha servido para justificar la subordinación de la mujer ante el hombre y excluir del discurso integral de los derechos humanos los abusos cometidos dentro del espacio privado. Rebeca Cook afirma que la distinción entre lo público y lo privado es la división entre el orden legal y el político, por lo tanto lo que acontece dentro del hogar, en la familia, no compete formalmente a ninguna regulación concerniente a los derechos humanos (a pesar de que la violencia en contra de la mujer es en gran parte ejercida dentro del hogar). 6 7

Chatterjee 1990, pp11. Heise, et. al., 1994 Ibid, 2000.

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Sin embargo, el concepto de espacio no es sólo el del hogar, o el del espacio social controlado por el estado y sus regulaciones. En el caso de la mujer el espacio personal, el interno, osea el del cuerpo es susceptible de ser controlado y regulado por el hombre como parte del control del estado. “La importancia del control sobre la mujer se puede ver en la resistencia que sigue existiendo en poner en manos de las propias mujeres decisiones sobre leyes que conciernen sus derechos reproductivos, libertad sexual ya sea heterosexual o lesbica; etc…”8 Por ejemplo, hasta 1998 el Código Civil del Estado de Chiapas, en sus Artículos 165 y 166, establecía que la esposa era responsable del cuidado del hogar y únicamente podía tener un empleo si éste no afectaba sus responsabilidades domésticas. El mismo código establecía que las mujeres requerían del permiso conyugal para trabajar fuera del hogar o para viajar.9 La violencia ejercida por el estado en contra de la mujer es solo un reflejo de lo que sucede dentro del ámbito del hogar. Ambas estructuras se refuerzan a sí mismas ya que ambas están fundadas en la estructura patriarcal, por lo tanto la desigualdad. De hecho, millones de mujeres en todo el mundo son víctimas de la violación de sus derechos humanos por el hecho de tener un cuerpo femenino, la violencia contra la mujer es una de las prácticas más evidentes que desafían estos derechos. Diversas formas de discriminación se llevan a cabo hacia la mujer por el simple hecho de su sexo, éstas formas de discriminación y violaciones son perpetradas tanto por el estado como por actores privados. Violencia sexual La violación sexual consiste en el sometimiento forzoso, regularmente de un hombre sobre una mujer, para realizar sobre ella un acto carnal; lisa y llanamente para introducir su pene (o cualquier instrumento) en el cuerpo de ella. El hecho de violar a una mujer es un método que el hombre utiliza para asegurar el control y la posesión de su cuerpo.10 La violación y la violencia sexual actualmente han sido reconocidas dentro de los estándares internacionales de derechos humanos como una táctica de represión y tortura que ha sido usada por los estados en diversas ocasiones. “La violación llevada

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Charlotte Bunch, in Rebecca Cook, 1994:15 Hernández 2001:480 10 Marta Torres, Violencia contra las mujeres en contextos urbanos y rurales, COLMEX, México, 2004, pp.23. 9

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a cabo por agentes del gobierno es un método común de tortura hacia la mujer. Es una violación física y un asalto al ser emocional y mental de la mujer” 11 El cuerpo es el medio por el cual experimentamos el mundo, el cuerpo implica una manera de ser-en-el-mundo. Independientemente del sexo, la vivencia del cuerpo permite estructurar nuestra conciencia con respecto a los otros y a nosotras mismas. Sin embargo, el cuerpo femenino ha sido territorio de las más atroces transgresiones violentas por parte del hombre. Subjetivamente, la experiencia perpetuada por ciertos tipos de violencia, sea esta tortura o violación se localiza y se contiene en el cuerpo de la víctima. El terror, provocado por la violación, hiper- individualiza a la víctima debido a que el dolor es una sensación que no se puede compartir. Por lo tanto la vivencia de una experiencia violenta produce no sólo el aislamiento del individuo, sino que, además, destruye cualquier forma de contacto con el mundo exterior. En la vivencia de una experiencia que resulta terrorífica, el dolor físico puede incluso llegar a destruir el lenguaje, que supone la destrucción del sujeto mismo.12 En este sentido, la violación no es sólo la trasgresión de las fronteras físicas de una persona; en un nivel más profundo es una violación del propio ser y por ello la destrucción de las estructuras que nos permiten posicionarnos en el lenguaje desde la primera persona. No es casualidad que una de las consecuencias inmediatas a una experiencia de violación sexual sea la del silencio. Un silencio que puede ser analizado desde el ámbito psicológico hasta las consecuencias sociales que este acto en sí conllevan para la mujer agredida. La violación sexual se sigue manteniendo como uno de los mayores tabúes en diferentes sociedades, el reconocimiento de ésta conlleva no sólo la aceptación de tal vivencia terrorífica por parte de la persona agredida, sino que este reconocimiento implica a su vez el probable desprecio, rechazo, negación, etc. por parte del grupo social al cual se pertenece. A pesar de ser un delito tipificado en nuestro país, la violación sexual es minimizada e incluso se considera una práctica que llega a ser provocada por la mujer. “...No se trata de acciones de un individuo aislado, sino de la colectividad que apoya y legitima ciertas formas de violencia El hombre que viola, golpea, insulta, asedia u ofende de 11

Amnesty International, 1991, 18. Hastrup, Kirsten, ‘Violence, Suffering and human rights. Anthropological Reflections` in Anthropological Theory, Vol. 3(3), London, 2003. 12

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cualquier otra manera a una mujer, lo hace por que no la considera un ser con quien pueda relacionarse de igual a igual. La ideología de la supremacía masculina permea todas las manifestaciones de la violencia de género, que a su vez se asientan en un discurso de desigualdad y discriminación que penetran las estructuras sociales.” 13 En México, el estado apoya y legitima ciertas formas de violencia hacia la mujer, una de las formas más directas es la de la violación sexual. Los miles de casos que se presentan en nuestro país al respecto demuestran que la forma violenta de poder más sistemática es la de la violación sexual. En México y en particular en el Estado de Guerrero, la presencia militar ha tenido como una de sus consecuencias más grave la violación de los derechos humanos del núcleo más vulnerable y desprotegido el de las mujeres, quienes, además, sufren sin duda algún tipo de discriminación en diversos ámbitos que pasan por lo cultural, lo económico y lo social. Las mujeres indígenas en México no solamente son consideradas como “las otras” a causa de sus raíces indígenas, sino también porque son mujeres. Esta doble diferencia las mantiene en un estado de ser la alteridad, un estado en el que se es un ser absolutamente diferente. Por esta razón, las mujeres indígenas poseen (lo que yo llamo) una alteridad doble conformada por su identidad indígena y por ser mujeres dentro de estas comunidades. Esta alteridad es lo que mantiene a las mujeres como una minoría dentro de una minoría. Las mujeres indígenas, son las que más sufren las consecuencias de marginación y exclusión que caracteriza al estado; por ejemplo en la educación son el sector más rezagado por lo que se refiera analfabetismo y al limitado acceso a servicios de salud. La militarización que viven cientos de comunidades en nuestro país ha provocado una serie de violaciones a los derechos humanos, las cuales no sólo afectan de las personas afectadas directamente, sino que poco a poco fragmentan a la comunidad en su totalidad. Las condiciones de poder que tiene el estado, en este caso el poder militar, ha sido aprovechado por distintos elementos militares. En todo el mundo, durante conflictos armados, la violación sexual hacia la mujer ha sido usada como un método de 13

Marta Torres, Violencia contra las mujeres en contextos urbanos y rurales, COLMEX, México, 2004, pp.19.

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dominación no sólo hacia la persona, sino hacia toda la comunidad. “La sexualidad femenina ha sido el terreno desde tiempos feudales hasta nuestros días, en el cual el honor y el prestigio del hombre es desafiado.”

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Así lo comprueban los casos de las

indígenas Me Phaa y Na savi, Valentina Rosendo Cantú, Inés Fernández Ortega, Victoriana Vázquez Sánchez, Francisca Santos Pablo, Delfina Flores Aguilar y Aurelia Méndez Ramírez, quienes fueron objeto de tortura al ser violadas sexualmente por efectivos castrenses. El caso de Valentina Rosendo Cantú presentado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez demuestra no sólo la grave violación de una mujer y la anulación de sus derechos, sino la afirmación de que la desigualdad permea todas las estructuras de la sociedad. Valentina al momento de ser violada por dos militares, después de haber sido golpeada,

amenazada

y

cuestionada,

recurrió

a

las

instancias

legales

correspondientes. Al pedir ayuda en el centro médico y para que quedara constancia de la violación de la que fue víctima, el servicio le fue negado por parte del personal, argumentando que “no querían problemas con los militares, y que además no podían atenderla por que no contaban con el equipo necesario”. Al denunciar la violación sexual por parte de los militares, el ministerio público correspondiente dijo no poder atender iniciar la recavación de pruebas por que no correspondía a su jurisdicción geográfica. El caso de Valentina, entre las otras cinco mujeres violadas por el ejército, demuestran la lucha que han emprendido estas mujeres en contra de un sistema que no proporciona ni las garantías mínimas de un resultado satisfactorio. El principal obstáculo en estos casos ha sido la transferencia de los mismos a la jurisdicción militar, lo cual demuestra una alarmante falta de rendición de cuentas hacia quienes denuncian las graves violaciones de derechos humanos cometidas por miembros del ejército. Además de la violencia infringida a las mujeres como Valentina, el trauma psicológico, las consecuencias médicas, muchas de éstas mujeres tienen que cargar con la vergüenza y la culpabilidad de un acto que destrozó sus vidas. En algunos casos, el compañero ha sido incapaz de soportar lo sucedido y el estigma asociado a la violación rompe las estructuras familiares. En la comunidad, muchas veces éstas mujeres han sido juzgadas y en algunos casos han tenido que abandonar sus propias 14

Pickup….pp83

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comunidades para mantener a salvo a su familia. La presencia del ejército en la región es una constante del trauma sufrido por las mujeres, aunado a las amenazas continuas a familiares y conocidos. Mujeres como Valentina son víctimas de una discriminación múltiples, en primer lugar por su sexualidad y en segundo lugar por su identidad indígena. Sin embargo, la violencia en contra de la mujer al cruzar edad, clase, etnia, etc, se repite y se ejerce en contra de cualquier mujer por el hecho de ser mujer. El estado al tener el poder, como en el caso del fuero militar, reconfirma la estructura de la desigualdad en el patriarcado pero, en este caso, ejerciendo un poder otorgado más allá del espacio privado. El caso de Nadia presentado ante el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, ratifica que la violencia en contra de la mujer por parte del estado es una cuestión de estar en el lugar y tiempo incorrecto. El hecho de tener vagina, nos hace susceptibles como mujeres en el mundo de ser víctimas de la violencia sexual. Nadia Ernestina Zepeda Molina, de 18 años de edad, es detenida arbitrariamente por miembros de la Policía de la SSP del Distrito Federal, es violada y abusada sexualmente por los miembros policíacos. Fue víctima de tratos crueles y degradantes, de abuso físico y sexual con lo que se violó el derecho a la integridad física y seguridad personal. Además es acusada de comercializar cocaína que los propios policías le sembraron a ella y a otro de los detenidos. Durante el proceso la defensa, por falta de recursos económicos, fue inadecuada y no se consideró la presunción de inocencia, violándose el derecho de acceso a la justicia. Este caso, como tantos otros, evidencia la impunidad con al actúan las corporaciones policíacas, pero sobre todo la vulnerabilidad de las mujeres ante actos como éstos. El sexo de Nadia fue el motivo de que sufriera abusos y violaciones sexuales, no su edad, educación, clase, religión o color de piel. Las atrocidades cometidas hacia su persona se debieron a su sexo y esta misma naturaleza la colocó en una posición de desventaja ante la procuración de justicia. Mientras que ella fue la acusada de posesión de drogas, sus dos acompañantes y también detenidos, fueron liberados. El estado no sólo no provee los medios para que la justicia se lleve a cabo, sino que es el agresor y que mantiene la impunidad cuando se trata de violencia contra la mujer. El estado no garantiza que la mujer pueda acceder a un mundo libre de violencia, él mismo es el torturador, el violador. La subordinación de la mujer es

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reforzada por el estado, esta estructura se conforma en el hogar y se refuerza en el estado. Cuando se trata de mujeres, la objetivización del cuerpo femenino y el poder que el hombre puede ejercer sobre el mismo, a través de la violencia, demuestra que mientras tengamos un cuerpo femenino somos en realidad víctimas en potencia de la violencia que el hombre ejerce sobre la mujer. Un Estado promotor y respetuoso de los derechos humanos debe otorgar a la mujer el derecho a tener una vida sin violencia. Una vida en la esfera privada y en la pública. Sin embargo, en lo que concierne a violencia sexual contra mujeres, lo que rige es la impunidad, la protección y con ello el refuerzo de esta violencia. Tanto en lo privado como en lo público, el estado tiene la obligación de proteger los derechos de la mujer. Sin embargo, sin en un estado militares y policías, por el hecho de sustentar el poder que la estructura estatal les otorga pueden abiertamente e impunemente ejercer la violencia en contra de la mujer, que se puede esperar de la protección o defensa que el estado va a otorgar a las mujeres en el espacio privado. Si estos hombres son los que están para proteger a las mujeres como ciudadanas (militares y policías), no quisiera pensar lo que les pasa las esposas, parejas, hijas de estos hombres. En un respeto real por la mujer y sus derechos, el estado debe asegurar que no cabe la violencia contra la mujer ejérzala quien la ejerza, entonces sí estaremos hablando de un pleno respeto de los derechos humanos de la mitad de la población que componen este mundo.

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