Violencia, cine y realidad: comunicación y expresión de múltiples violencias

July 18, 2017 | Autor: Guido Demicheli | Categoría: Comunicación y cultura
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Descripción

Violencia, cine y realidad: comunicación y expresión de múltiples violencias (Conferencia Inaugural XI Festival Internacional de Cine de Viña del Mar, 1999)

Guido Demicheli, Psicólogo, Universidad de Valparaíso Doctor (C) en Comunicación State University of New York

Lo primero, que quisiera decir al inicio de esta presentación, es que en ella voy a hablar –al igual que en el título de esta Conferencia- desde múltiples miradas o visiones. Voy a hablar como Psicólogo, interesado en las personas como individuos, pero fundamentalmente, y más a allá de la mera individualidad, en ellas como partícipes de un mundo social, como constructores cotidianos de la cultura que nos toca co-crear y compartir. También voy a hablar como Académico universitario. He dedicado más de 15 años de mi vida a este quehacer, sin contar los años como estudiante de pre y postgrado y mal podría no hablar desde esa mirada. Como tampoco podría, en el contexto del evento que nos reúne, no hablar como espectador de cine, como alguien que disfruta de la versatilidad y la riqueza de este arte inacabablemente sorprendente. Una de las primeras preguntas que rondó mi cabeza cuando se me planteó el tema fue: ¿Cuando hablamos de violencia, nos estamos refiriendo a un fenómeno unidimensional suficientemente explicable desde la biología y los instintos, o a un proceso humano, que en tanto tal remite a las múltiples dimensiones (lo biológico, lo psicológico, lo social, lo cultural, lo valórico) en que se expresa nuestra humanidad ? Si prestamos atención a esta pregunta, no será muy difícil concordar que nuestra biología como animales mamíferos sin duda provee una base para buscar explicaciones a nuestras manifestaciones de violencia individual y/o grupal, colectiva, pero sobre la cual hay que agregar también la multi-dimensionalidad psicológica, social y cultural que nos diferencia de las otras especies mamíferas. Cuando comencé a preparar esta presentación me encontré con otra pregunta: ¿Y de cuál de las distintas formas de violencia debo hablar o se esperará que hable cuando me refiera a este tema ? Consideren Uds., por ejemplo, el cine mismo: ¿Debería referirme a la violencia criminal de "Asesinos por naturaleza", de "Contracara" o "Scarface" ?. ¿ A la violencia bélica de "Apocalípsis Now", "La delgada línea roja", o "Nacido para matar" ?. ¿ A la violencia política de "Z", "Romero" o "La confesión" ?. ¿ A la violencia pasional de "La mujer de la próxima puerta" o de "Bailando con un extraño" ?. ¿ A la violencia racial de "Missippi en llamas" o de "Asesinato en el campo de cebollas" ?. ¿ A la violencia psicopatológica de "Matador", "Psicosis", o "El resplandor" ?.

Cualquiera de las múltiples manifestaciones de violencia que queramos analizar hoy día, ha de incluir algo más que nuestra biología y nuestros instintos. La Antropología Cultural nos ha mostrado desde principios de este siglo, que si bien la agresividad es parte de nuestro potencial humano, su manifestación puede variar de manera extrema, bajo distintos contextos y condiciones. Podemos encontrar desde tribus donde lisa y llanamente impera la ley del más fuerte, hasta otras donde las manifestaciones de violencia simplemente no existen. Y casos intermedios (si se los pudiera llamar así), no por ello menos asombrosos, donde los conflictos o diferencias se resuelven con la dicotomía más elemental del reino animal: o se huye (en este caso, se abandona la aldea), o se ataca (hasta matar o ser muerto). Claramente, las sociedades y el tipo de cultura en que vivimos, están conformadas por nosotros como entes biológicos, que portamos el potencial de agresividad propio de nuestra especie animal. Al mismo tiempo, si uno toma en cuenta aquellos sistemas sociales donde no se observa violencia (aunque sean la excepción), nos percatamos que vivimos en un tipo particular de sociedad, donde la violencia emerge y se constituye día a día como una expresión cotidiana que para ser explicada requiere incluir dimensiones del convivir humano que están más allá de la pura biología. Recuerden por ejemplo a Travis, el protagonista de Taxi-Driver, un ex-combatiente de Vietnam que deambula insomne en su taxi noche a noche observando una ciudad de prostitutas, drogadictos, cafiches y criminales. Uno de los más sangrientos epílogos cinematográficos que se hayan filmado, puede ser desde la solitaria vida y la desquiciada mirada del protagonista, un acto sublime de redención y justicia, en una urbe enferma que también pone lo suyo en el macabro final de esa película. Vivimos en una cultura, que de una u otra manera y desde muy remotos orígenes, ha valorizado y legitimado la violencia como forma o medio apropiado o al menos necesario y aceptable, para establecer, desarrollar y/o mantener la integridad de nuestros sistemas sociales. Piensen en las guerras, el racismo, la esclavitud, las limpiezas étnicas, y más actualizadamente, la represión política y el control de la delincuencia. Incluso, la crianza de los hijos. Al mismo tiempo, la generalidad de las sociedades han buscado reprimir y controlar las manifestaciones agresivas de los grupos o individuos que dan curso a expresiones violentas que esas mismas sociedades reconocen, en un momento dado, como indeseables para el conjunto global de la sociedad misma. Como Uds. pueden ver, hay al menos una contradicción o doble estándar en el modo en que nuestras sociedades tratan con la violencia: la legitiman y la emplean bajo ciertas condiciones y la reprimen o castigan en ciertas otras circunstancias. La ciencia psicológica nos enseñó hace ya muchos años, que si hay un mecanismo eficaz de aprendizaje, mediante el cual la gente adquiere, desarrolla y mantiene conductas, es cuando éstas obtienen consecuencias favorables de manera intermitente, ya sea en cuanto a tiempo o cantidad. O dicho de manera complementaria, una conducta se hace también más estable y difícil de erradicar cuando es sancionada aleatoria o intermitentemente. No vivimos entonces en un ambiente neutral. Vivimos en un medio social tremendamente activo, aunque sea por omisión, que provee todas las condiciones para que emerja y se mantenga la violencia.

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Las formas de violencia que observamos representadas en el cine no son entonces una creación del mundo cinematográfico, sino más bien una expresión re-creada a partir del mundo real de todos los días. Ciertamente que la recreación cinematográfica y la reproducción televisiva generan una ficción que se aleja totalmente de la realidad diaria en términos de frecuencia de hechos violentos y posibilidades que una persona promedio los observe en su vida cotidiana. Tal como hemos observado, las cifras muestran que un niño que ve 2 horas diarias de televisión, fácilmente puede llegar a observar miles de escenas violentas en el lapso de un año, lo cual (afortunadamente) se aleja mucho de la peor de las realidades actuales. Por lo tanto, el cine y más especialmente la televisión, no son inocuos como medios de comunicación masiva en tanto agentes participantes del mundo violento que construimos diariamente. Ellos también tienen un papel modelador sobre el conjunto de la sociedad de la que forman parte. Si bien el cine y la televisión, no crean violencia, sino más bien la re-crean a partir de nuestra propia historia humana y nuestra propia cotidianeidad, sí la amplifican en su expresión cultural, trasmitiéndola y difundiéndola a una razón numéricamente imposible en la vida real, como hemos mostrado en las cifras anteriores. La psicología social experimental, nos ha mostrado desde los años 60 en adelante, los diferentes principios que hacen del aprendizaje por observación una forma muy eficaz para la adquisición de conductas (sean éstas deseables o indeseables) y los múltiples efectos que estos procesos tienen cuando se asocian a medios de comunicación masiva. Entonces, el cine, la violencia y la sociedad que los vincula a ambos como expresiones de sí misma, poseen una relación intrincada y compleja que resultaría imposible deconstruir totalmente en una sola exposición como ésta. Digamos sin embargo que, por un lado, nuestras actuales formas culturales, nutren día a día a guionistas y realizadores, de imágenes, escenas, ideas, acciones e historias (grandes y pequeñas), provenientes de la más cruda e inagotable de las realidades: la vida diaria. Por otro lado, el cine y la televisión alimentan diariamente a estas sociedades violentas y hoy día necesitadas más que nunca de violencia virtual para sublimar instintos que, efectivamente son potenciales de nuestra biología como especie (como ya dijimos), pero que al mismo tiempo (no se puede desconocer), nuestras mismas sociedades se han encargado históricamente de exacerbar por diversas razones, hasta llegar hoy día a un punto de dificultad creciente para controlarlos. Ayer se necesitaron heroicos guerreros para conquistar, colonizar, “civilizar” e incluso, evangelizar. (En ese sentido, los tele-evangelistas de hoy son bastante más efectivos y a la vez menos cruentos en la realización de su misión). Hoy se necesitan, por un lado, sistemas cada vez más sofisticados para frenar los desbordes individuales y grupales de una sociedad que se ha ido auto-inoculando imperceptiblemente de una violencia creciente. Por otra parte, estas mismas sociedades (neoliberales y de mercado) requieren consumidores de sucedáneos de violencia, mientras que, al mismo tiempo, se supone que la mayoría de esas mismas sociedades, necesitan detener la violencia en lugar de alentarla. Aunque podría decirse que hasta esto último acepta un rango importante de relatividad: por ejemplo, ciertos países no trepidan demasiado en alentar diferencias interraciales, religiosas o políticas y en generar a partir de ellas conflictos

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bélicos en otras latitudes, cuando sus intereses de distinto orden así lo ameritan. Sin embargo, el tema de los intereses económicos tras la venta de violencia en cualquiera de sus formas es otro y no me referiré mayormente a él esta presentación. Sólo señalaré que allí, las grandes productoras de cine y las redes de televisión con sus poderes asociados, evidentemente juegan un papel fundamental. Allí, el criterio mercantil predomina por sobre otros y donde la curiosidad mórbida por la violencia que de algún modo todos llevamos consigo, es explotada sin mayores consideraciones de otra especie, que no sea lo que resulta fácil de comercializar a grandes cantidades de personas. Me atrevo a decir que ése es el cine-consumo, elaborado ex-profeso y predeterminado para las grandes masas. Es una manifestación “cultural” que como ha dicho Umberto Eco, no busca desarrollar en el público masivo un refinamiento por el gusto o la estética, sino vender un producto a un público visto esencialmente como consumidor. Ése es el cine que reditúa en lo económico. El de los balazos a granel, el de los golpes y los muertos incontables. El de las destrucciones y la sangre derrochadas. Por otro lado y al mismo tiempo, también hay un cine que no desconoce la agresión y la violencia como aspectos de nuestra condición social y humana, sino que busca darle un sentido al sinsentido de nuestra violencia. De encontrarle un lugar y darle una explicación a ese lado oscuro de nuestro ser individual y social, de suyo difícil de admitir y de explicar. En esta búsqueda, ese otro tipo de cine propicia al mismo tiempo, el encuentro entre la creación artística y el ser humano que no puede despojarse del todo de su condición animal que lo remite a la violencia. Ese cine procura hacer de la violencia, también una oportunidad para el ejercicio estético, valórico o al menos, reflexivo. Es un cine más bien de insinuación y sugerencia, de violencia humanizada que se acompaña de desgarro, temor y sufrimiento, por ejemplo, en La delgada línea roja. De violencia que expresa redención y muchas veces auto-inmolación, por ejemplo, en Taxi-driver. De seres humanos cautivos de una situación sin opciones, por ejemplo, en Perros de paja, de Sam Peckinpah (1971), a mi juicio una de las más brillantes creaciones cinematográficas en el tratamiento de la violencia humana. Creo que la progresión fílmica de esa película, en cuanto al modo en que la violencia se va gestando, se gatilla y desarrolla en un ser humano normal, como cualquiera de nosotros, no tiene comparación, al menos en lo que a mi limitada panorámica del cine de los últimos 30 años se refiere. Enseguida veremos Tesis. Un thriller entretenido en su trama y sólido en su narrativa. Permítanme una sugerencia: presten especial atención al diálogo entre el profesor de cine y la alumna, cuando él la interroga acerca de su interés en la violencia como tema para la realización de su tesis. En ese diálogo, se expresa la mezcla entre biología y cultura, el dilema entre el cine de consumo y la responsabilidad moral del realizador por su obra. En pocas palabras, se manifiesta la complejidad de un fenómeno que nos destruye, pero al que también todos nosotros de formas distintas y en algún modo, contribuimos, porque de una u otra manera, somos cautivos y víctimas de la misma violencia que generamos y mantenemos en nuestras sociedades. Tesis es un film que apela inteligentemente a dos aspectos muy propios de nuestra condición humana:

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1) Nuestra tendencia voyeurista, esa (curiosa) curiosidad y atracción por mirar hechos macabros (lo prohibido), a la cual otros Directores (Hitchcock por ejemplo) ya han apelado antes magistralmente. Miren con detención la primera secuencia de la película, y luego piensen simplemente en esa analogía, un poco más amplia, entre el cine y nosotros como espectadores, atisbando vidas e historias ajenas. 2) Nuestra capacidad de re-flexión en el sentido más literal del término, eso es, en cuanto a volvernos, por ejemplo, observadores de nuestro propio observar. En muchas oportunidades, el cine se ha vuelto observador y descriptor de su propio quehacer ya sea como tema central (La Noche Americana de Truffau) o como recurso fílmico (La Amante del Teniente Francés). En este último sentido, Tesis es cine acerca del cine. Yo resumiría esta película diciendo que en ella, el Director Alejandro Amenábar utiliza el extremo patológico del cine violento, para plantear uno de los extremos a los que puede llegar la violencia en el cine.. Octubre 6, 1999

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