Villaamil vuelve a Toledo: Una vista interior de San Juan de los Reyes en la Colección Marañón

May 24, 2017 | Autor: A. De Mingo Lorente | Categoría: Toledo, PINTURA ESPAÑOLA SIGLO XIX, Gregorio Marañón, Genaro Perez Villaamil
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PINTURA REPRESENTACIONES TOLEDANAS

La pintura Interior de la iglesia de San Juan de los Reyes ha permanecido en Inglaterra durante un siglo y medio, contando entre sus propietarios con Lady Manners y el obispo de Exeter. /DAVID BLÁZQUEZ

ADOLFO DE MINGO | TOLEDO [email protected]

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l crítico de arte toledano Ángel Vegue y Goldoni sostenía que para entender la pintura de Genaro Pérez Villaamil era necesario haber leído los poemas de José Zorrilla, pues «existe entre ambos una exacta correspondencia». Casualidad o no, el mismo año en que se cumplen dos siglos del nacimiento del poeta y dramaturgo -que vivió en Toledo algún tiempo en su juventud, matriculado en la antigua universidad-, Pérez Villaamil (1807-1854) ha regresado a una ciudad que conoció bien y que representó en abundantes ocasiones, tanto al óleo como en los grabados que componen la obra España artística y monumental (1842-1850). Lo ha hecho a través de una pintura, Interior de la iglesia de San Juan de los Reyes, que Gregorio Marañón adquirió en la casa de subastas Ansorena el pasado mes de septiembre y que ha sido trasladada al Cigarral de Menores de esta ciudad hace apenas unos días. La vista representa el interior del templo con el característico interés por las arquitecturas medievales de su autor. Pérez Villaamil recogió minuciosamente aunque con expresiva pincelada el amplio volumen interior de San Juan de

Gregorio Marañón adquiere una excepcional vista del interior de San Juan de los Reyes • La pintura, realizada entre 1838 y 1840, fue trasladada al Cigarral de Menores hace unos días

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VUELVE A TOLEDO los Reyes, monumentalizado gracias a una escala que le llevó a concentrar las figuras humanas en la zona inferior de la representación. Entre ellas es posible apreciar la escena de un entierro, personajes populares y algún visitante a la moda de 1838-1840, momento en que se estima su data. La obra está firmada («Genaro Pérez / Villaamil») en donde menos cabría esperar: el interior de la fosa abierta en la escena del entierro, recibiendo luz de un pequeño farol. Esto podría ser interpretado como un guiño humorístico del pintor, quizá aludiendo al ‘mortal esfuerzo’ que la pintura supuso para él. No en vano, en otro de sus óleos relaciona-

dos con esta ciudad, Una procesión en la catedral de Toledo -que Enrique Arias Anglés, del Departamento de Historia del Arte del CSIC, incluyó en su catálogo sobre Pérez Villaamil de 1986 como perteneciente a una colección particular madrileña-, aparece un guiño semejante en una de las esquinas: «Aquí murió pintando / G.P. De Villa-Amil. 1840 hasta 1844». El artista no falleció en Toledo ni en aquellas fechas, sino en Madrid, diez años después, lo que llevó a Arias Anglés a plantear, a falta de mejor explicación, «que la inscripción tuviese un carácter de broma o autoburla alusiva al tiempo que le llevó su ejecución». Durante su estancia en Lovaina

(Bélgica) en 1843, Villaamil reconocería en su diario los esfuerzos que le llevó representar otra vista del interior de San Juan de los Reyes, acaso una réplica de la pintura a la que nos referimos, que fue expuesta en La Haya y acabó siendo comprada por el rey de Bélgica: «21 de febrero. (…); sigo mi maldito cuadro, que no me sale tan bien como pensaba». «23 y 24 de febrero. (…). Sigo pintando el eterno cuadro». Según el biógrafo de Pérez Villaamil, el pintor permaneció cuatro años exiliado fuera de España, entre 1840 y 1844, durante los cuales se instaló fundamentalmente en Francia y Bélgica. En 1841, sin embargo, realizó una breve visita a Inglaterra, durante la cual expuso siete pinturas en la Casa Collnaghi de Londres. Es de suponer que Interior de la iglesia de San Juan de los Reyes fuese una de ellas y que la adquiriese la coleccionista británica Lady Manners, primera propietaria conocida de la pintura. Posteriormente, el cuadro permaneció durante muchos años en propiedad del obispo de Exeter, dato que refrenda una etiqueta situada al dorso. Hace poco más de una década apareció en Christie’s de Londres, pasando en 2007 al mercado español a través de Durán. Un coleccionista lo adquirió en aquel entonces, hasta su reciente venta en Ansorena.

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VILLAAMIL Y TOLEDO. Las primeras representaciones de Toledo de Genaro Pérez Villaamil se remontan a 1836. Algunas de ellas, como la soberbia Vista general de Toledo desde la Cruz de los Canónigos (Museo de Bellas Artes de Bilbao) -que recoge el acceso a la ciudad por la carretera de Madrid y el convento de Trinitarios Descalzos o «Barbones», que aún conservaba la portada y que desaparecería al ser desamortizado-, fueron señaladas por el crítico y biógrafo de artistas Manuel Ossorio y Bernard entre las mejores del pintor. También de 1836 era La Calle Ancha de Toledo, expuesta en septiembre de aquel año en la Real Academia de San Fernando. El monasterio de San Juan de los Reyes -que tras ser incendiado durante la Guerra de la Independencia sería restaurado en 1827, siendo exclaustrados sus frailes en 1836- se convirtió desde estas mismas fechas en uno de sus principales temas. El claustro de San Juan de los Reyes, en Toledo, era el título de una de las dos pinturas suyas de temática toledana que el barón Taylor adquirió con destino a París en 1837, siendo instalada -junto a Una calle de Toledo, con la catedral al fondo- en las Tullerías. Villaamil no fue un viajero ocasional, sino que llegó a pasar temporadas enteras en esta ciudad, como los veranos de 1838 y 1840, encadenando fugaces estancias en otros lugares cercanos. A comienzos de agosto de 1838 dirigió un escrito a la Secretaría de Cámara y Gobierno del arzobispo en el que presumiblemente solicitaba que se le facilitara acceso para dibujar en el interior de los recintos religiosos. Fruto de aquella estancia fueron pinturas como Un costado del crucero del convento de San Juan de los Reyes en Toledo, expuesto en la Real Academia de San Fernando en septiembre de 1838, o Sermón en el interior de San Juan de los Reyes, propiedad de una colección particular madrileña. El Toledo de aquellos años, según ha transmitido el curial Felipe Sierra, autor de un minucioso registro manuscrito de los principales acontecimientos de la ciudad durante la primera mitad del siglo XIX, estaba muy lejos de la placidez que transmiten estas pinturas. La primera Guerra Carlista, que trajo consigo numerosas escaramuzas en la Mancha y los Montes de Toledo, ocasionó la constante entrada de tropas y severos castigos para los facinerosos, muchos de los cuales fueron fusilados y sufrieron pena de garrote -precisamente, en la plazuela situada frente a San Juan de los Reyes y la capilla de la Beata Mariana- durante los meses en que Pérez Villaamil permaneció en Toledo. Moderado liberal, el pintor experimentaba cierto interés por la política. El 27 de octubre de 1838, por ejemplo, fue testigo del agarrotamiento del facineroso ‘Labrado’, que representó. Ese mismo año pintó Un acuartelamiento en Toledo, que destacó el Semanario Pintoresco Español y adquirió la reina María Cristina. En 1840, en otro dibujo de San Juan de los Reyes propiedad del mismo coleccionista que acaba de instalar en Toledo la pintura, Pérez Villaamil anotó que fueron trasladados hasta el interior del templo 400 prisioneros carlistas, procedentes de sendas partidas comandadas por

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hablando con la familia dio un fuerte ronquido, cayó de la silla donde estaba sentado y se dio un gran golpe en un costado con una mesa. Y se quedó muerto. Fue todo cosa de un momento (…) Terrible golpe para los dueños de la casa».

El lienzo está firmado dentro de la tumba de la escena del entierro, acaso como guiño al ‘mortal esfuerzo’ del pintor.

los cabecillas ‘Jara’ (José Jara y García) y ‘Don Basilio’ (el mariscal Basilio Antonio García y Velasco). No es posible fijar una fecha concreta para este cuadro, más allá de concretar que su realización tuvo lugar entre 1838 y 1840. San Juan de los Reyes había sido exclaustrado a comienzos de 1836, absorbiendo su iglesia la parroquialidad del desaparecido templo de San Martín en 1840. La representación del

entierro central no arroja demasiada luz. El finado aparece revestido con hábito de fraile y sandalias en el interior del féretro, acompañado por el habitual pequeño conjunto de religiosos y algunos personajes populares (a destacar la excepcional representación del mantón de Manila de una mujer a base de pequeñísimas pinceladas de puro color). Nos preguntamos si para la mezcla de ambos grupos Pérez Vi-

llaamil pudo inspirarse en el sepelio de fray Francisco de Tembleque, guardián del cercano monasterio de franciscanos descalzos de San Gil, quien murió repentinamente el 9 de abril de 1838 en la tahona de Miguel Ariz, próxima a la plazuela del Tránsito. El fraile, que acostumbraba a visitar el establecimiento durante sus paseos «para beberse un vaso de agua y fumarse un cigarro», según Felipe Sierra, «estando

La cabecera de San Juan de los Reyes. La Colección Marañón poseía desde hace años otra vista interior del templo realizada por Pérez Villaamil. En ella se alude al carácter de provisional prisión que tuvo San Juan de los Reyes durante la Primera Guerra Carlista. / DAVID BLÁZQUEZ

OTRO DIBUJO. Aparte de la representación al óleo del interior de San Juan de los Reyes, se da la circunstancia de que Marañon ya poseía desde hace años un dibujo de Pérez Villaamil -regalo de Xavier de Salas, que fue director del Museo del Prado- en el cual se recoge precisamente la vista contraria del templo: una parte de su crucero y el altar mayor. Se trata de un expresivo boceto sobre papel sepia en el que pueden apreciarse las líneas de guía realizadas por el artista para trazar uno de los grandes machones. Además de crear sensación de profundidad mediante la aplicación de aguadas, Pérez Villaamil reforzó con toques de albayalde el efecto de la luz. El artista representó dos diminutos personajes en la cabecera del templo, uno de ellos inclinado sobre una especie de escabel (¿pintando?) y el otro frente al testero del templo, cuyo retablo mayor había desaparecido tres décadas atrás, durante la Guerra de la Independencia. El dibujo conserva, en el lateral derecho, sobre las propias arquitecturas góticas, la data manuscrita de mano del propio pintor: «S. Juan de los Reyes. Toledo, días 21 y 22 de agosto de 1840». Y añade: «Aquí, en este templo, estuvieron alojados 400 prisioneros de Jara y D. Basilio a principios del año de 1838». No sabemos si Pérez Villaamil fue testigo presencial de la llegada de los presos carlistas a Toledo o si le fue transmitida esta anécdota después. Sea como fuere, conocemos los hechos, una vez más, gracias al curial Felipe Sierra, quien dio noticia de las escaramuzas llevadas a cabo entre Toledo y Los Yébenes a mediados del mes de febrero de aquel año. Era comandante general de la plaza un mercenario de origen irlandés con larga experiencia al servicio de España, George Dawson Flinter (Jorge de Flinter), quien sería nombrado caballero de Isabel la Católica por su represión de los facinerosos en tierras toledanas sin experimentar bajas entre sus filas (aunque pocos meses después caería en desgracia por su falta de resolución en un nuevo choque frente a ‘Don Basilio’, suicidándose en Madrid el 9 de septiembre de 1838). Los prisioneros habían sido capturados en Los Yébenes el 18 de febrero, tras huir los cabecillas con casi toda la caballería y dejando «casi abandonada la infantería, que se componía de dos compañías de navarros, buena gente, y otras partidas de la facción y muchos paisanos de Orgaz, Yébenes, Sonseca y otros pueblos que se habían agregado a la facción expresada». Llegaron a Toledo dos días después, en mitad de copiosas lluvias. «Las dos compañías de navarros, algunos caballos endebles y muchos paisanos, mozos, viejos y muchachos» entraron en Toledo por el puente de Alcántara y atravesaron la ciudad «hasta el convento que fue de San Juan de los Reyes, en donde quedaron custodiados con una gran guardia». Por cierto, «lástima daba el verlos calados, descalzos, sin ropa y en estado de miseria».

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