Viñeta. De trámites, oficinas y papeles. Obtener el DNI en el marco de Ley de Migraciones Nº 25.871. ¿Fácil para todos?1

July 13, 2017 | Autor: Denise Zenklusen | Categoría: Migration Studies, Antropology Social
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Descripción

Revista Temas de Antropología y Migración, Nº 7, Diciembre 2014, Págs.: 87-92, ISSN: 1853-354X

Viñeta. De trámites, oficinas y papeles. Obtener el DNI en el marco de Ley de Migraciones Nº 25.871. ¿Fácil para todos?1 2 María Victoria Perissinotti Denise Zenklusen Recibido el 27 de mayo de 2014. Aceptado el 20 de octubre de 2014.

Herminda es una mujer proveniente de Lima, Perú, que llegó a Argentina en 2008 y se instaló en la Ciudad de Córdoba. En 2012, con 27 años y un hijo argentino recién nacido, comenzó los trámites para obtener su DNI con la expectativa de mejorar sus oportunidades laborales: “Lo que pasa es que yo trabajaba en casas, cama adentro. Pero como no tengo los documentos me pagaban poco y en negro (…) También quiero para que mi hijito tenga su documento y poder cobrar la Asignación [Universal por Hijo].” Conociendo las dificultades que estaba afrontando en ese momento, le ofrecimos acompañarla a una organización que asesora a migrantes con los trámites de documentación. Estas páginas narran algunos hitos de su largo (e inconcluso) peregrinaje para conseguir el DNI e ilustran las dificultades que encuentran ciertos grupos de migrantes para regularizar su residencia en Argentina. En noviembre de 2012 acompañamos a Herminda a la organización de migrantes en donde la ayudarían a iniciar el trámite del DNI. Dicha organización funciona en una oficina de uno de los hospitales públicos más grandes de la ciudad por lo que dar con el 1 Artículo con referato del Comité Editorial de la Revista. 2 Esta viñeta surge del trabajo de campo etnográfico que venimos realizando desde agosto de 2012 en el marco de los proyectos de investigación colectiva “Los nudos ciegos de la desigualdad. Género, etnia y clase en la migración latinoamericana en Córdoba” y su continuación “Los nudos ciegos de la desigualdad. Trabajo doméstico remunerado y migración latinoamericana en Córdoba” (SECyT-UNC) junto con María José Magliano. Agradecemos sus lecturas y comentarios así como por la generosidad de invitarnos a plasmar nuestras experiencias y reflexiones -de las que ella formó parte- en esta viñeta.

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lugar no resulta sencillo. Sin embargo, contábamos con las referencias precisas, puesto que previamente nos habíamos contactado con Mónica, su presidenta. Mónica interrogó a Herminda por el bebé, por dónde vivía, cuánto tiempo hacía que estaba en esta ciudad, qué trabajos había tenido. A continuación, le dijo que no podía ser que, haciendo tanto tiempo que estaba en Córdoba, se hubiese dejado estar de semejante manera con el trámite del DNI; que no iba a poder cobrar la asignación universal por hijo hasta que tuviera sus documentos y que los trámites los tendría que haber hecho a tiempo. Agregó que mucha gente hacía lo mismo que ella: no se movía sino hasta que lo necesitaba con urgencia. Expuso entonces su opinión con respecto a la situación: “Mirá, lo que tenés que hacer es sacar la residencia permanente. Andá consiguiendo todos los papeles que te faltan: antecedentes penales de Perú y de Argentina y declaración de domicilio”. Como Herminda expresó que no tenía dinero ni trabajo, Mónica aconsejó tramitar un certificado de indigencia “para no pagar los $300 [de la tasa migratoria]” y que la acompañásemos a hablar con el Cónsul de Perú para que la eximiesen de pagar los antecedentes penales. Días más tarde acompañamos a Herminda al Consulado de Perú en la Ciudad de Córdoba. “Tuve que pedirle a una vecina que me prestara la tarjeta de colectivo para poder tomarlo porque no tenía plata para el boleto”, se excusó por haber llegado demorada. El Consulado estaba abarrotado de gente. Explicamos que Herminda necesitaba los antecedentes penales en Perú, pero puesto que no contaba con dinero para pagarlos, queríamos averiguar cómo lograr la eximición en el pago. Fuimos derivadas a otra oficina dentro del Consulado, donde expusimos nuevamente la situación. Con poca amabilidad, la empleada nos preguntó: “¿Ustedes son familiares o qué son de ella?”. Después de zanjadas las dudas acerca de nuestra presencia, le preguntó a Herminda si tenía la documentación necesaria. Ella asintió y sacó una carpeta marrón con todos sus documentos. Mostró lo que le habían pedido, y la mujer le dijo que faltaba fotocopia del pasaporte. Fuimos entonces a una fotocopiadora a unas cuadras de allí y volvimos, media hora después, con los papeles requeridos. Herminda le entregó los documentos y la empleada comenzó a escribir en la computadora. Anotó los datos del pasaporte, le preguntó en dónde vivía, si estaba trabajando, si tenía más hijos. Le pidió un número de teléfono, pero Herminda carece de celular o teléfono fijo, así que le dio el número de la señora con la que vive. Le dijeron que demoraría 10 días y que los retiraba ahí mismo en el consulado, eximida del pago. Faltaba aún la declaración jurada de domicilio, los antecedentes penales de Argentina y el “certificado de indigencia”. Herminda quedó en conseguir los $54 que necesitaba para abonar en el Banco Nación la tasa para los trámites que restaban. Una semana después, cuando nos encontramos nuevamente para continuar con el trámite, no había conseguido los $54, así que le ofrecimos costear la tasa con dinero del proyecto de investigación. María Victoria Perissinotti y Denise Zenklusen | 88

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Cuando llegamos al banco, entregamos a la cajera el formulario solicitado. Nos respondió que ese no era, que ese papel era viejo, que ahora había otro nuevo. Afortunadamente, en la carpeta de Herminda se encontraba también el nuevo, de modo que fue posible concluir esa parte del trámite. A la salida del banco fotocopiamos su pasaporte y nos dirigimos al Ministerio de Justicia para solicitar los antecedentes penales. Al llegar, un cartel indicaba que dicho trámite no podía realizarse en ese momento. Nos dirigimos a una empleada y le explicamos que Herminda estaba urgida por obtener los antecedentes penales puesto que lo necesitaba para acceder al DNI y poder así cobrar, en un futuro, la Asignación Universal por Hijo. Si bien la empleada accedió, nos informó que de haber algún inconveniente con el trámite, tendríamos que iniciarlo nuevamente. Decidimos comenzar el trámite de todos modos, esperando que no hubiera inconvenientes. Nos despedimos de Herminda y quedamos en reencontrarnos en febrero, puesto que durante el mes de enero todas las oficinas iban a cerrar. El 12 de febrero llamamos al teléfono de la señora con la que vive Herminda y acordamos encontramos en la sede central de policía para realizar la declaración jurada de su domicilio. Mientras una de nosotras hacía la fila, Herminda se sentó con su bebé en una sala de espera colmada, mayoritariamente de migrantes. La cola avanzaba a paso muy lento. Cada persona le explicaba a un policía qué necesitaba y él les indicaba cómo proseguir el trámite. Unos cuantos minutos después llegó el turno de dos mujeres migrantes que estaban delante nuestro, quienes explicaron al encargado que necesitaban hacer una declaración jurada de domicilio. -“¿Tienen el documento?”, les preguntó de mal modo. Respondieron que no, pero que tenían los “testigos”. Evidentemente, estaban informadas en qué consistía el trámite. -“Sí, pero mire, aquí no les podemos hacer ese trámite”, les contestó el hombre. Ellas insistieron con el testigo y adujeron que les habían informado que allí era el lugar en donde tenían que hacerlo. -“No, pero aquí no se puede hacer eso. Incluso dudo que en cualquier comisaría se lo hagan. Si quieren, vayan y pregunten, pero dudo que se los puedan hacer… Yo para que no pierdan tiempo, porque una declaración jurada de domicilio… Mmmmhh….”. Las mujeres se corrieron a un costado de la fila y entonces fue nuestro turno. Saludamos al señor con un “buen día” y él nos lo devolvió con una sonrisa, preguntándonos qué necesitábamos. María Victoria Perissinotti y Denise Zenklusen | 89

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-“Tengo que hacer el mismo trámite que ellas”, le contestó una de nosotras, señalando a las dos mujeres que continuaban apartadas pero al lado de la fila. -“No”, contestó con una sonrisa y un tono irónico en la voz. “Te aseguro que vos no tenés que hacer el mismo trámite que ellas”. En su seguridad, conjugada con la sonrisa y el dejo de desprecio poco controlado de su voz se permeaban el modo diferente en que observaba y trataba a extranjeras y argentinas. -“Sí, te aseguro que sí. Tengo que hacer una declaración jurada de domicilio y me dijeron que se puede hacer sólo acá”. -“Ah bueno, entonces tenés que tener dos testigos.” La información brindada a unas (nacionales) y a otras (migrantes) fue sustancialmente diferente. Inmediatamente nos acercamos a las dos mujeres para confirmarles que se podía hacer ese trámite, y que debían sacar un número. Nos agradecieron y preguntaron si teníamos documentos. Les contestamos que sí, y nos pidieron si podríamos firmar como testigos porque sólo habían podido llevar a una persona. Respondimos que sí y minutos después llegó su turno. Las atendió una mujer policía que preguntó si tenía los dos testigos, le dimos nuestros DNI y anotó los datos en una computadora. Luego imprimió una hoja donde decía que las dos testigos con domicilio en Córdoba hacían constar que esta mujer vivía en la misma ciudad. La leyó en voz alta, firmamos en donde aparecía nuestro nombre y documento. El trámite no duró más de 10 minutos. Cuando terminamos, la mujer se mostró muy agradecida. Luego de un rato llegó el turno de Herminda. Nos atendió la misma policía e hicimos el mismo procedimiento. Al finalizar, se nos acercó otra señora con cara de preocupación a pedirnos que por favor saliéramos de testigos para su propia declaración. Le explicamos que no podíamos porque teníamos que continuar con nuestros trámites. Fuimos entonces a realizar el certificado de indigencia, que eximiría a Herminda del pago de $300 de la tasa migratoria. Tras dos horas de espera abrió la oficina que debía atendernos. Al explicar que Herminda precisaba el “certificado de indigencia”, el empleado respondió “vuelvan mañana porque esto demora un rato y ahora tengo que cortar”. Ella volvió al día siguiente, aunque esta vez no pudimos acompañarla. Una vez que consiguió todos los papeles y certificados necesarios, Herminda nos llamó por teléfono y nos pidió que saquemos un turno para la Dirección Nacional de Migraciones filial Córdoba, ya que la única manera de hacerlo es a través de su página María Victoria Perissinotti y Denise Zenklusen | 90

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web y ella no cuenta con acceso a Internet. Sacamos entonces el turno y quedamos en encontrarnos en la oficina de esa repartición el día 21 de febrero. Ese día, después de aguardar cerca de tres horas en una sala de espera llena de gente, llamaron a Herminda por su nombre y apellido. La mujer que nos atendió le hizo un par de preguntas y después le dijimos que habíamos llevado un “certificado de indigencia” porque no podía pagar el trámite. Le pidió varios de los papeles que había juntado en este tiempo, le dio una planilla para que complete y dijo que esperara, que la volverían a llamar. Una hora más tarde la llamaron desde otra oficina. Entramos las tres y explicamos al joven lo del certificado. Nos dijo que debíamos retirarnos, ya que sólo Herminda podía quedarse ahí. Salimos entonces con su bebé en brazos. Puesto que Herminda es madre soltera y no tiene posibilidad alguna de dejar a su hijo bajo el cuidado de otra persona o de alguna institución, siempre concurrió a las variadas oficinas y organismos públicos con su bebé. Unos minutos después salió Herminda: “no me quisieron aceptar el certificado porque estaba un poquito corregido con corrector. Me dijeron que tengo 7 días para volver a hacerlo y volver con eso y el DNI del bebé”. Con incredulidad, le pedimos que nos muestre la corrección. Era su fecha de nacimiento. Nos pareció una excusa poco razonable y consultamos la empleada que nos atendió primero. “Vengan el lunes entre las 7 y las 9 de la mañana y yo las hago pasar”. Mientras conversábamos, un empleado de atención al público nos preguntó qué ocurría. Explicamos el inconveniente agregando: -"Desde noviembre del año pasado que estamos dando vueltas con esto, ¿no hay forma que lo acepten? No sabes lo que cuesta venir para acá. Para ella es todo un tema, desde el cospel del colectivo...". -"Y, si le han dicho que no, es no. Acá hay una asistenta social que revisa todas esas cosas, y si le han dicho que no, es porque la asistenta social que está encargada ya dijo que no". -"Bueno, pero si está pidiendo un certificado de indigencia es porque no tiene plata. No te imaginás lo que le cuesta todo este tramiterío. ¿Podrás hablar con la asistenta social?". El empleado volvió unos minutos después y nos dijo: "Lo único que les pude conseguir es que no tengan que hacer de nuevo el certificado, se lo van a aceptar. Pero lo que sí o sí tienen que traer

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es el DNI del bebé3 porque eso tiene que ir en una fotocopia anexada en el trámite. Y eso es con todos, sean peruanos, bolivianos o estadounidenses. De hecho, recién nos pasó lo mismo con una señora, que no tenía el DNI de su hijo y tampoco se lo hicimos. Y era de EE.UU.” Acordamos con Herminda volver el lunes siguiente a terminar el trámite. Sin embargo, no volvimos a verla. Mientras realizaba los trámites, Herminda se mudó a una vivienda donde funcionaba un taller de costura. Allí trabajaba y vivía. Dado que no tenía celular propio, perdimos contacto durante varios meses. Meses después, recibimos un llamado de parte de ella contando que debido a inconvenientes con el padre de su hijo, no había podido finalizar el trámite. Nos solicitó que generemos un nuevo turno en la Dirección Nacional de Migraciones, al que lamentablemente no pudo concurrir porque en otra de sus mudanzas le robaron su carpeta marrón con todos los papeles adentro. Comenzó así un nuevo periplo por conseguir la documentación necesaria, aunque esta vez, nosotras ya no pudimos acompañarla.

3 Tiempo después descubrimos que el requisito de presentar el DNI del hijo figura en la página web de la Dirección Nacional de Migraciones. Al momento de realizar el trámite desconocíamos de esta información.

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