Viejas notas sobre la economía solidaria

June 19, 2017 | Autor: Mario Rechy Montiel | Categoría: Economia Política, Cooperativas, Economía Solidaria, Economía Social, Economía moral
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Descripción

LA ECONOMIA SOLIDARIA











MATERIALES DE LAS CONFERENCIAS DE


MARIO RECHY


EN LA CAPACITACION DE


COOPERATIVAS Y


ORGANISMOS SOLIDARIOS














MÉXICO 1998.
Se autoriza citar el texto citando la fuente.
Derechos reservados.
L A E C O N O M I A S O L I D A R I A


Escrito para el Seminario de Cooperativismo y Economía Solidaria
por M. Rechy
Versión corregida y aumentada en agosto de 1998.


I Introducción. Originalmente, pensé que los foros actuales no
estaban preparados para escuchar una exaltación de la economía social
o solidaria; de hecho esta demasiado cerca la caída del socialismo
para que el público lector u oyente se muestre dispuesto a escuchar
una nueva propuesta social. Sin embargo las muchas exposiciones que
he realizado de este tema, y la entusiasta recepción que ha tenido,
me llevan ahora a desplegar esta reflexión con la confianza de que
hemos remontado los tiempos de los dogmas y la defensa de las
ideologías abstractas. En todo9 caso lo que voy a exponer pretende
tener un sustento en la experiencia social e histórica, y ser también
resultado de la reflexión de muchos políticos y pensadores sobre
nuestra situación actual.


Son muchos los que hoy se aproximan, desde perspectivas
aparentemente opuestas, a la preocupación y la propuesta social. En
el primer grupo, o con el cual comenzaremos, pondríamos a los
partidarios del capitalismo que cuestionan sus males. Entre ellos he
separado el libro de Rich de Voss, el empresario de Amway
Corporation, la red de distribución de artículos del hogar, que
justamente le puso como título a su texto el de Capitalismo
Solidario. También separé el de Howard Bowen sobre la Economía
Social, y el otro que publicó en México el Centro de Investigación
para el Desarrollo y que recoge los trabajos de un Congreso realizado
en este país, hace seis años, sobre precisamente las implicaciones de
una Economía Social de Mercado para México.


Al estar precisando el concepto, tal y como hoy circula en
nuestros medios políticos e intelectuales, conocí precisamente el
texto del Coordinador de este Seminario, el Maestro Juan José Rojas.
Esa lectura cambió radicalmente mi perspectiva. Fue el primer ensayo
que conocí, en esta era del postsocialismo, en que se abordaban las
cuestiones sociales sin ambages y sin rodeos. A partir de entonces he
decidido que no se trata de hacerles el juego a los que sólo quieren
escuchar temas de la postmodernidad, sino simplemente una posición
sobre las perspectivas del Sector Social en nuestra economía.


Eso es lo que vengo a intentar hoy: a exponer la situación y
perspectivas del sector social. En la historia de México ha sido
accidentada la suerte del sector. En parte porque el origen, el
desarrollo y la perspectiva del sector social no forman parte de un
modelo universal. Nuestro sector social no es la versión mexicana del
socialismo, ni el resultado de la evolución democrática tipo Suecia o
los países nórdicos. Ni siquiera existe lo que podríamos denominar
una teoría del sector. Por el contrario, lo que sí se ha producido
abundantemente es mucha ideología. Ideología como pensamiento útil,
para manipular o para convencer políticamente sobre la justeza del
camino trazado por el gobierno o los gobiernos sucesivos del sistema
político mexicano. Probablemente una de las mayores dificultades que
hemos tenido los mexicanos para definir nuestro camino histórico,
nuestros planes de largo plazo, descansa, específicamente, en este
hecho: lo que somos, y el origen del que provenimos están investidos,
desde siempre, de una razón de estado o, tal vez más banalmente, han
estado matizados por el interés del grupo gobernante.


No sé si ustedes conocen el libro Tlacaelel. El maravilloso texto
de Velasco Piña. En él se explican las razones mitológicas para que
los Aztecas reescribieran la historia. Ellos no querían que se dijera
que habían sido tribus que bajaron del norte y llegaron al extremo
sur, para volver lentamente hacia el centro y fundar finalmente
Tenochtitlan. La investigación reciente así lo confirma. Por ejemplo
el estudio de los Códices, que establece que el más antiguo, el
Borgia, se ubica en la Ciudad del Sol, es decir Tehuacán Puebla. No
los atosigaré con genealogía de los dioses. El caso es que siendo los
Aztecas producto de una síntesis nacional, se pretendieron únicos
descendentes de Aztlán. Y así hasta la fecha. Siendo el sector social
producto de una historia nacional rica en luchas y pensadores
regionales, se ha vuelto una realidad intangible, inaprensible,
indescifrable, cuyos límites son como los de Michel Ende, es decir
imprecisables, cuya naturaleza no se agota sino en la retórica
priísta, y cuya perspectiva parecía liquidada después de la reforma
de Salinas.


Aunque motivo de discurso, y centro de la discusión que inspiró a
Lombardo, a Revueltas, y a los viejos pensadores del estado como
Iturriaga, José R. Colín y Gilberto Loyo, o a los de la corriente
social agrarista –desde Chávez Orozco y hasta Silva Herzog –padre--,
el sector social no está conceptuado plenamente, como lo está la
teoría del socialismo, o como se ha sistematizado el libre mercado.
Además, como no forma parte de una doctrina de estado ni de una
propuesta de partido no se lo ha defendido sino cuando se moviliza o
cuando algunos de sus miembros son protagónicos de un momento, o de
un conjunto de cambios. No existe una línea de continuidad en sus
representantes y defensores, tal y como puede establecerse en el caso
de los pensadores liberales o de los marxistas. Los paladines del lo
social en México lo han sido también de la independencia, del
agrarismo, del constitucionalismo; porque de alguna manera siendo el
núcleo de nuestra identidad lo social no se localiza solamente en el
sector correspondiente de la economía, sino que perméa todos las
gestas y las instituciones de la vida nacional. Tal vez por ello el
sector social ha vivido momentos de impulso y auge y momentos de
desgracia. Y estos momentos de desgracia sin que existiera siempre la
voz estentórea que lo defendiera.


El sector social no tuvo suficientes defensores, teóricos, que
actualizaran su propuesta y su horizonte, en algunos momentos en que
resistía los embates de sus adversarios. Y menos aún cuando en su
nombre, o mejor dicho, bajo la retórica de su ideología se borraron
algunas de sus conquistas o de sus instituciones, como durante la
administración del usurpador Salinas. Tal vez los más fueron
prisioneros ideológicos de la visión del socialismo real, o de la
ideología de la Revolución Mexicana, y no precisamente pensadores del
contenido social de la Revolución y la historia nacionales. Pero
ahora, paradójicamente, en que el estado de la revolución fue
desmantelado en México, las propuestas para una nueva economía
social se multiplican y los organismos que lo representan han doblado
su membrecía en pocos años, hasta agrupar a varios millones de
personas. A veces sin reconocerse parte de esa economía social..


En parte por ello es que se requiere un esfuerzo de conceptuación
y cavilación en el que participemos muchos de quienes marchamos bajo
las banderas de lo social. Un esfuerzo que recorra nuestra historia,
que sitúe nuestra experiencia en el contexto mundial, y que señale
las grandes líneas del camino futuro. A ese objeto están orientadas
estas páginas. Esperamos que otros compañeros nos enmienden o
agreguen más elementos de reflexión. De lo que se trata es de armar a
los socios y militantes del sector social con una teoría, con un
programa de lucha y de trabajo, y con una estrategia de triunfo.


Volviendo al comienzo de esta ponencia, diré que para mí fue una
sorpresa encontrarme con este panorama en que varios académicos y
representantes de organismos cooperativos pretendían iniciar un
ejercicio de estudio y capacitación sobre el tema. Francamente me
creía aislado y me reservaba para mejores días. Había ajustado
cuentas con el salinismo a través de varios textos, especialmente
nuestra propia versión sobre la historia del liberalismo social, y
venía solamente cumpliendo una militancia dentro de los organismos
financieros del sector social de la economía. El descubrimiento de
este foro, y de la nueva nomenclatura que utilizaba para referirse al
sector social, me pareció oportuno. Entendí que en el contexto
latinoamericano no se dice Sector Social de la Economía sino Economía
Solidaria, así que mi disposición para hablar sobre el título de esta
ponencia lo dejé tal cual, y tan sólo la ajusté para incluir una
referencia a la situación que vivimos en México. Sobre ésta, diremos
de entrada, tan sólo, que sigue existiendo aquí, a pesar de todo, una
economía mixta, donde la Revolución Social había establecido una
rectoría económica, y en donde nuestra estrategia actual no puede
sino insistir en una hegemonía de lo colectivo y autogestionario.
Pero eso no es más que un postulado. Para darle sentido es que
agregaremos todas las muchas páginas que siguen. [1] Entremos pues al
tema.


En lugar de exponer lo que sentimos que es el sector social de
nuestra economía, y de proponer un derrotero para él, comenzaremos
por explicar lo que muchos otros entienden por economía solidaria, y
por hacer un recuento de lo que han sido importantes experiencias
sociales en el mundo. En nuestra Historia del Liberalismo Social ya
expusimos el origen nacional del sector. Se trata ahora de situarlo
en la perspectiva internacional y de proyectar su posible futuro.
Esto no es empezar por una descripción directa de lo que es el Sector
Social de la economía, sino empezar por el panorama teórico y la
experiencia, pero acaso nos permita motivar la reflexión y llegar,
finalmente, a una propuesta que toma en cuenta su entorno y sus
antecedentes.



II. La Economía solidaria que proponen los capitalistas o los
reformadores del capitalismo. Para Rich de Voss[2] la solidaridad
es una cuestión de moral y ética, aunque también necesaria para los
negocios. Su visión, de origen religioso, contiene elementos de
verdad. Veámoslo: "la idea de que el bien de la comunidad debe de
ser valorizado siempre por encima del bien individual (tesis), puede
chocar con la idea de que los derechos del individuo siempre son
preeminentes (la antítesis), y producir una "síntesis": una sociedad
que valora ambos, los derechos de la comunidad y los derechos
individuales." (opus cit. p 118)


Como precepto o propuesta no está mal. Desgraciadamente no nos
dice cómo crear u organizar esa sociedad donde los intereses de la
comunidad y los del individuo han encontrado plena compatibilidad.
Pero Rich de Vos sí describe como puede actuar una empresa que se
mueve bajo tales concepciones. Para orientar a sus lectores escribe
un conjunto de normas y reglas de conducta que de alguna manera se
fundan en los textos bíblicos. Y entre los nueve principios, que De
Voss incluye en su propuesta para todas las empresas, quisiéramos
destacar tres. El primero dice "Sirva a las necesidades de otras
personas y descubrirá que sus necesidades son servidas." Principio
que, de paso, comentaremos es equivalente al de la filosofía del
Karma en la concepción religiosa hindú. El segundo principio dice:
"Entienda y respete el conflicto de cada individuo entre su interés
personal y su conciencia. Examine y reexamine su propio corazón y las
prácticas de su negocio, para mantener balanceados ambos." Y el
tercer principio reza a la letra: "El bienestar humano es la meta
última de la actividad económica; importa poco cuánto dinero se haya
acumulado en la tesorería, si las necesidades de la gente no se
satisfacen." (ibid. pp. 120-121).


Estos principios de Rich De Voss le han sido eficaces, pues ha
construido uno de los emporios trasnacionales más prósperos de este
final de siglo. Sin especular, sin monopolizar, sin tecnologías
sofisticadas, sin corromper gobiernos, y, lo que es más importante,
sin exprimir a sus trabajadores, sino, por el contrario,
procurándoles las condiciones más agradables para el desempeño de su
labor, Rich de Voss ha capitalizado el gusto con el que trabajan sus
miles de empleados. Ël les ha brindado una solidaridad humana y ha
obtenido una solidaridad laboral. Su conciencia moral y religiosa se
ha realizado, y difícilmente sus empleados hablarían mal de él o de
su fuente de trabajo.


En México también tenemos a nuestros burgueses solidarios. No
vamos a extendernos en su filosofía, pero podemos cuando menos
mencionar a dos ejemplos notables: Lorenzo Servidje, y Manuel Arango.


Sin embargo así como en el caso de De Voss no hay propuesta para
crear esa sociedad donde existe sano equilibrio entre lo individual y
lo colectivo, así también en los capitalistas mexicanos, que aceptan
dialogar sobre la economía social de mercado o el capitalismo
solidario, existe siempre una barrera o límite infranqueable.
Ilustrémoslo: En la reunión mencionada de hace seis años, y que
auspició la Fundación Konrad Adenauer (de la Socialdemocracia
Alemana), Jorge Ocejo, a la sazón presidente de la COPARMEX, lo
sintetizó con las siguientes palabras:


"Tanto el gobierno como los empresarios y sindicatos mexicanos
coinciden en compartir una riqueza de pensamiento social que
constituye un antecedente histórico muy aprovechable, siempre y
cuando estemos decididos a la actualización de las instituciones y
leyes inherentes al ámbito social y laboral para que no obstaculicen
la competitividad, para que estimulen productividad ....para que se
logre .....la despolitización y se permita el equilibrio social sin
factores contaminantes." [3]


O sea que cualquier discusión ideológica o teórica es buena si al
mismo tiempo hacemos los cambios para que no haya intereses políticos
y no se afecte la buena marcha de la empresa. Esta solidaridad es
realmente de palabra, o, en el mejor de los casos, muy ciega de la
realidad social que existe; pues hay -o habemos- muchos que no somos
competitivos, que no perseguimos el productivismo bajo ninguna de sus
formas, ni estajanovista, ni taylorista, ni TLCista; muchos
inconformes con la representación sindical, legislativa, ejecutiva,
partidaria; muchos que concebimos, en fin, la solidaridad más allá
del buen trato entre empleadores y empleados para mantener la marcha
de la empresa, y más acá de esa esfera religiosa donde sólo
espiritualmente somos iguales, y sólo en el más allá seremos parejos.


De hecho la cuestión a este punto debería estar clara en cuanto a
que existen desiguales oportunidades en nuestra sociedad, no sólo a
causa de una mala moral o una distribución de bienes al margen de
principios o normas de justicia, sino también como resultado de
mecanismos que rigen y profundizan esos fenómenos. Nos referimos
concretamente al proceso irrestricto del mercado que concentra aun
más la riqueza, y a la parcialidad de la legislación y el estado que
protegen hoy a los pudientes en contra de los desheredados.


Para explicarnos mejor daremos un gran rodeo. Jeffrey Lustig,
actualmente profesor de ciencia política en la Universidad Estatal de
California, nos expone las dificultades que se deben vencer, primero
para entender las verdaderas causas de ese conflicto que De Voss
había mencionado entre las esferas individual y colectiva, y segundo,
para orientarnos a modificar esas causas. (Véase ¿Qué es el
capitalismo democrático? [4])


Permítaseme citar "in extenso" lo que Lustig nos explica: La libre
elección --ironizando a Friedman-- fracasa totalmente en reconocer
importantes niveles de costos sociales... los precios del mercado no
registran el costo de abandonar o descuidar los bienes públicos --
tales como hospitales, parques y sitios para la cultura pública. Los
precios del mercado no registran los costos de la destrucción de los
bienes naturales, tales como el aire puro, los ríos habitados, y los
suelos sin veneno. Todos estos costos se encuentran divididos entre
todos los ciudadanos y rara vez aparecen en un cálculo individual. Un
tercer nivel de costos desconocido es el de la oportunidad futura a
causa de los planes corrientes de rentabilidad e inversión. Por ej.
los costos futuros de una multitud de automóviles privados y de su
combustible no fueron previstos por la General Motors o la Ford, así
como tampoco las carreteras necesarias o el cáncer por contaminación
respectiva. >Y así podríamos seguirnos, con los costos de la erosión
y la contaminación, o la dependencia de naciones enteras. (paráfrasis
de las pp. 147 y 148)


Y después de esto Lustig todavía explica que es ilusorio creer que
el punto de partida puede ser el mercado, o la hipotética libre
elección, pues "antes de que se puedan intercambiar productos, hay
que producirlos, y la gente tiene que conseguir medios de intercambio
en pago por su trabajo. (De tal manera que) las relaciones de
intercambio se encuentran informadas y limitadas por las de
producción. Y la economía norteamericana no se define por sus
mercados sino por la ascendencia de una particular forma de
producción de riqueza, que toma su carácter del capital: riqueza
productiva poseída privadamente, cuyo control se restringe
progresivamente a cada vez menos propietarios. De lo que se infiere
también que se encuentra definida por el lucro privado antes que por
la necesidad social..." (ibid p 149)


Con lo que el politólogo norteamericano Lustig descubre lo que
Marx ya nos había dicho en el famoso Prologo de la Crítica a la
Contribución de Economía Política de 1857. Pero no se preocupen no
voy a atosigarlos con citas del barbón comunista. Sin embargo suena
bien en palabras de Lustig, ¿o no les parece?


Dicho lo cual nos queda claro que la solidaridad de De Voss o de
Servitje tienen una condicionante que es la propiedad privada y la
necesidad de lucro. Y no lo decimos para descalificarlos, sino tan
sólo para acotar su limitación. La limitación estructural que impone
el régimen de propiedad a las libertades y a las oportunidades.


No dudamos --siguiendo a Fourier-- que algunos de estos
empresarios estarían dispuestos a ir más lejos, y aun afectar la
suerte de sus fortunas si escucharan una propuesta concreta para
hacer menos miserables a los miserables. De hecho Servitje es
consecuente con lo que cree. Por ejemplo hoy en día, con motivo de la
crisis bancaria y el problema de las carteras vencidas propuso que se
estableciera un impuesto a quienes más ganan para cubrir la deuda o
los quebrantos. Propuesta que ciertamente no fue escuchada por las
autoridades, pero que es importante en la medida que planteaba la
única forma de resolver realmente las carteras vencidas, que es
prorrateando su costo entre quienes tienen más, en lugar de insistir
en que lo paguen quienes menos posibilidades tienen.


Por cierto también que en esto Servitje podría ser tomado como
ejemplo de lo que fueron los principios de justicia de la Revolución
Mexicana, entanto que Zedillo, que insiste en que los deudores paguen
lo que no pueden, y que ciertamente no generaron ellos, es
representante de la propiedad privada y el capital.


Y en este sentido también Lustig nos dice algo interesante: "La
propiedad privada surge de todo esto como un artefacto cristalizador
del poder, lo que rara vez ha sido tópico de conversación mesurada en
estas costas (se refiere a las costas de California, pues él es
profesor en allá -Nota de M.R). Continúa Lustig: "Se ha supuesto que
el mercado obvia la necesidad de pensar en todo ello; se lo ha
supuesto con poder difuso sobre multitud de acuerdos futuros, así
como por haber garantizado un mundo voluntarista. Pero debido a que
la supervivencia de las propiedades capitalistas requiere crecer (o
ser competitiva --como diría Ocejo), y el crecimiento --o la
competitividad-- requiere la expropiación de propiedades en manos de
pequeños propietarios, debido asimismo a que dicha propiedad exige
control centralizado sobre la gente dentro de su dominio, y debido a
que sus propietarios poseen la capacidad de reformar por la fuerza
los moldes de la vida social con sus decisiones, surge la propiedad
como obvio vehículo de poder." ( p. 150) (Y ahí están como ejemplo
los negocios de los Salinas con tuticuanti empresarios.) Hasta aquí
Lustig, y nos queda claro ahora por qué Ocejo dice que podemos hablar
de todo, pero siempre y cuando despoliticemos las cosas, es decir,
siempre y cuando no metamos interferencias que enrarezcan su
hegemonía de poder. O como lo expresa el mismo Lustig: "la política
se va convirtiendo cada vez más en una continuación de la propiedad
por otros medios" (p.156). Como en el caso de Hank, de los Salinas, o
de los empresarios regiomontanos entrados ahora al ámbito de la
administración pública.


Podríamos seguirnos con este Lustig, que tantos hallazgos realiza
con su buen juicio y su honradez intelectual, pero debemos pasar al
siguiente punto que quedó apuntado: ¿ y cómo entonces modificamos las
relaciones de poder y de propiedad que impiden el sano equilibrio
entre lo colectivo y lo privado, para llegar a una sociedad
solidaria?


Lustig no lo explica, porque no lo sabe, pero algo intuye cuando
termina su ensayo diciendo que el desarrollo democrático en esta
situación es exactamente como lo propusieron los populistas hace un
siglo, y que la tarea es encontrar un modo de que cada miembro de la
comunidad participe de las ventajas de la propiedad. Se trata de
crear un nuevo tipo de democracia basada en nuevos modos de
organización productiva.


De donde coligamos que, por lo dicho anteriormente, se entiende
una organización productiva que no es hegemonizada por la gran
propiedad privada y en donde el poder no crece en función del lucro.
Por algo nuestro autor subraya que en esa dirección es necesario "ir
más allá de la opción entre gobierno o libre empresa".


Ir más allá de la opción entre gobierno, o estado, y libre
empresa. Y ¿qué tenemos más allá? ¿Qué piensan ustedes, qué
identifican en ese más allá? Exacto!: la sociedad, o mejor dicho los
que no son ni burócratas gubernamentales, ni ejecutivos o
propietarios de empresas. ¿Qué intereses tienen o qué intereses
persiguen y cómo pueden actuar para resolver las contradicciones
entre su interés común y el interés privado, o burocrático, de los
otros?


Y aquí caben varias disgresiones. Habrá quienes nos contesten que
lo que puede hacer la mayoría es organizarse para suprimir, en una
revolución, la propiedad privada. Con lo que su respuesta nos
llevaría a otra pregunta: ¿para instituir qué genero de propiedad, la
estatal, la de la nación?, y entonces ¿quién o quiénes serían los
responsables de su administración, una nueva burocracia?, con la
consecuente vuelta al problema ¿quién nos cuida o cómo nos cuidamos
del poder o la propiedad concentrada que es el poder de una
burocracia? Creo que de experiencia histórica ya tenemos bastantes
ejemplos, aunque de lo que se trata ahora es de captar
conceptualmente el problema.


Si de lo que se trata es de ir más allá del gobierno, la respuesta
no puede llevarnos solamente a otro gobierno. Pretendemos o aspiramos
a una solución, cuya etimología quiere decir salida, a las
contradicciones que venimos mencionando.


Visto en términos más abstractos o metafóricos podríamos plantear
las cosas así: el estado supuestamente representa el interés de la
nación y de la mayoría, y la empresa representa el derecho y la
libertad individual. El primero sería entonces representante de los
imperativos de equilibrio entre las esferas social y privada, y la
segunda simplemente de la propiedad privada y su dinámica. ¿Dónde
está el representante de lo colectivo, de lo social? Volveré a leer
este párrafo para que se vea el hueco.
Y ahora podemos entonces decir que la realidad reclama por la
creación de una esfera social con su representación propia, directa,
no mediada ni delegada. O por la recuperación y renovación de alguna
que ya haya existido.


Nótese que estamos sacando una primera conclusión y aun antes de
haber dicho lo que es el sector social. Necesitamos que los
partidarios del sector social, entiéndase cooperativistas,
fondocomuneros, cajistas, ejidalistas, comuneros indígenas, etc.
tengan su representación propia, directa, no delegada en partidos que
"dicen representarlos" y a menudo ni los conocen. Representación
propia que quiere decir también organización común, enlace,
agrupamiento de todos los diversos organismos del sector social.
Volveremos sobre esto.


Peter Drucker, uno de los más reconocidos pensadores
norteamericanos de hoy, lo plantea así en uno de sus libros más
populares[5]:


Restaurar a la ciudadanía es un requerimiento central de la
sociedad post-capitalista. La más importante contribución de la
organización comunitaria autónoma es que constituye un nuevo centro
para que los ciudadanos adquieran sentido y significado (meaningful).
El megaestado (bajo el cual vivimos) ha destruido la ciudadanía. Para
restaurarla, la polis o el pueblo requieren un tercer sector en
adición a los dos generalmente reconocidos, el privado o de los
negocios y el público o del gobierno. Necesita un sector social
autónomo. (p171) Y continúa Drucker: De la misma manera, existe una
necesidad por restaurar la comunidad. Las comunidades tradicionales
han perdido su poder integrador; no pueden sobrevivir a la movilidad
social que otorga el conocimiento a los individuos. .... El pueblo
necesita una comunidad. La necesitan especialmente en las grandes
ciudades y los suburbios en los que cada vez vivimos más personas.
Uno no puede ya contar con los vecinos, como podía hacerlo en un
poblado, porque se compartían los mismos intereses, las mismas
ocupaciones, la misma ignorancia y el mismo mundo.


...La comunidad que necesitamos en la sociedad post-capitalista -y
que más que nadie necesita el obrero o trabajador del conocimiento-
ha de basarse en el compromiso, el espíritu resuelto y la
conmiseración (commitment and compassion) en lugar de basarse o
descansar en la proximidad o el aislamiento.((p.173-4) ...La
ciudadanía del sector social ... ha de restaurar la responsabilidad
social que es el rasgo distintivo de ser ciudadano, y el orgullo
cívico que es la marca de lo comunitario. (p177) Hasta aquí Peter
Drucker. ¿Se acuerdan ahora de la propuesta de Juan José Rojas sobre
la Red de Investigadores del Sector Social?


Es paradójico –una vez mas-- pero todo este recorrido no hace
sino remitirnos a un buen comienzo: El comunitarismo o la solidaridad
es el rasgo distintivo del sector social de la economía. Y en México,
este sector, a pesar de todo, está reconocido en nuestra
constitución, aunque el estado no haga nada por desarrollarlo, sino
por suprimirlo. Veámoslo.


III. La Economía solidaria de los burócratas coorporativos.


La ex-presidenta del Partido Revolucionario Institucional, Ma. de
los Angeles Moreno, actual senadora, explicaba lo que es el Sector
Social en México[6] en un Coloquio Internacional hace ocho años.
Partiendo de los preceptos constitucionales, particularmente del
artículo 25, Ma. de los Angeles nos decía: "se puede decir que el
sector social de la economía se refiere a las unidades económicas
cuyas características se resumen de la siguiente manera:


i) sus miembros participan decisivamente en la administración,
operación y organización de las unidades económicas.
ii) los resultados económicos de las actividades del propio sector
se distribuyen entre el conjunto de los trabajadores.
iii) el desarrollo del sector tiene por finalidad incrementar el
patrimonio de los trabajadores y contribuir a mejorar el bienestar de
la población.
iv) por la naturaleza de las organizaciones que lo componen
(ejidos, comunidades, cooperativas y empresas de trabajadores), por
la orientación y fines de su producción hacia bienes socialmente
necesarios, y por las formas de administrar y distribuir sus
excedentes, el sector tiene amplias potencialidades para contribuir
al desarrollo económico del país con la orientación y énfasis social
deseados. En efecto, el despliegue del sector puede contribuir a
crear efectos positivos sobre:
1 la redistribución del ingreso.
2 la generación y/o mejoramiento de empleos productivos.
3 una aportación creciente a la producción nacional de bienes y
servicios.
4 la reorientación de la producción hacia lo socialmente
prioritario.
5 una más amplia e integral explotación de los recursos naturales
del país.
6 la modernización del aparato productivo, al mejorar su
eficiencia
y elevar su productividad
y 7 el incremento del patrimonio de los trabajadores.


Puff !, perdón por la cita tan larga. Como ustedes ven padezco de
citología. Pero es un defecto insuperable. Todo cuanto digo me gusta
referirlo a lo que dijeron antes, bien sea para reforzarlo o
refutarlo.


En el caso de la cita de Ma. de los Angeles, comentaremos: parece
impecable. Si no fuera por el desliz sobre la modernización y la
productividad --que nada tienen que ver con lo social y sí mucho con
los planes salinistas/zedillistas--, suenan fuera de contexto, o
pueden ser detectados como la punta de un rabo, si no fuera por eso,
decimos, toda la exposición sería impecable. Tal vez si se las
hubiera leído sin decirles de quién era la hubieran suscrito sin
miramientos. Yo también.
Ahí no está el problema. Los cuadros del gobierno y del estado que
diseñan la política hacia o del sector social en general, lo conocen
bien. Saben su historia y de su problemática. Su papel o su posición
no está limitado por información ni por capacidad. Su problema es de
otro tipo. De visión, diríamos nosotros. De perspectiva. Así como los
burgueses solidarios no ven más allá de la propiedad privada, la
rentabilidad, el productivismo y la competencia, así los cuadros del
estado parten de la lógica del poder y del interés burocrático. Como
lo veremos enseguida.


Desde luego que existen matices. No es lo mismo María de los
Angeles, que sabe lo que ustedes escucharon, y Luis Telles, que vamos
a citar en un momento y que no sabe, ni entiende, ni quiere ver ni
oir, sólo apretar el botón para que desaparezcan esos molestos
conjuntos del sector social que sobran en sus planes y programas.
(¡Lamentamos comunicarle que no está jugando Civilization en su
computadora ¡)


Pero vamos por partes. Comencemos por explicar cómo ven estos
ideólogos al estado, o mejor dicho, cómo caracterizan hoy al estado
al que sirven.


México, dice Carlos Rojas, adalid salinista, Secretario repetidor
de Sedesol, y hoy Secretario General del PRI, no es propiamente un
Estado social, sino un Estado con derechos sociales. [7] ( ¡sopas! )
Y agrega enseguida la relación que pretende el estado con el sector
social: "Solidaridad, como mecanismo vivo de la reforma del Estado,
ha permitido fortalecer la participación organizada de una parte
importante de la sociedad y establecer una nueva relación del Estado
con los grupos sociales empeñados en mejorar sus condiciones de vida.
Ello se ha producido a través de un amplio dialogo y concertación, y
de respeto a las decisiones de las comunidades." OJO. Nótese que dice
"a través de un amplio diálogo y concertación"


Citemos más. Para este Rojas, fortalecer la participación
organizada quiere decir que "los comités de Solidaridad participan en
la decisión de la obra realizada, en su ejecución, en la
administración de los recursos y en la vigilancia de los gastos".
Todo lo cual está bien. Muy bien. Ahí tampoco está el problema. Ya
vimos cómo se va trasluciendo, cómo se anuncia con eso de la
concertación, la modernidad y el incremento de la productividad. Pero
permítase crear todavía un poco de expectación. Demos el rodeo
completo.


El objetivo de las relaciones entre el Estado y el Sector Social,
o entre los beneficiarios de la política social y el estado, no es,
para Rojas, la resolución de las contradicciones entre el interés
colectivo y el privado, sino tan sólo la vía para consolidar "un
nuevo esquema de política social".


Para este Rojas "resulta totalmente inadecuado evaluar al Programa
(solidaridad) contrastando su impacto contra los saldos históricos de
la desigualdad y la pobreza. La superación de los saldos históricos
de la pobreza requiere de la atención y el trabajo sistemático de
muchos años." De lo que se trata entonces, según sus propias
palabras, es de apuntar hacia "un nuevo pacto constitutivo que
exprese una orientación consensada y de largo aliento para una nueva
calidad de ciudadanía más participativa pero también más
responsable."(ibid p. 406-407)


Y si preguntáramos sobre el ámbito de esa participación ciudadana,
y sobre el asunto o esfera de esa responsabilidad, este Rojas tendría
respuesta. Pues nos dice más adelante: "para que las nuevas
relaciones entre el Estado y la sociedad se consoliden...La práctica
del Estado reformado debe recoger todas aquellas iniciativas,
proyectos, y reclamos que puedan desembocar en el surgimiento de
nuevas formas de vinculación, y reflejarlos crecientemente en un
nuevo marco institucional." Y hasta aquí Rojas.


Nos queda claro que para estos solidaristas, de lo que se trata es
de meter en el ámbito del estado la iniciativa y la gestión
ciudadana. O, para decirlo en las líneas de razonamiento del otro
Rojas (Juan José) se trata de una estrategia corporativa ante el
sector social y la economía solidaria.


Eso nos queda todavía más claro si explicamos la visión con los
elementos que agregan la misma Ma. de los Angeles y el actual
Secretario de Reforma Agraria, nuestro ex-compañero Arturo Warman.


Dice Ma. de los Angeles a propósito de esa concertación que
realiza o instrumenta el estado con el sector social: "El camino para
avanzar en estas definiciones (de fomento o de carácter jurídico)
para el fortalecimiento del Sector social, es el de la concertación
con el gobierno en sus diferentes niveles..." (opus cit. p.227) Y
agrega: las metas del desarrollo ... exigen una determinada
articulación de los sectores de la economía mixta. Definir estas
articulaciones posibles y deseables de los sectores social, público y
privado de nuestra economía mixta, en términos de complementariedad y
bajo compromisos explícitos resultantes de la concertación
política..."(ibid. p. 177)


Abundando, Warman enmarca: "El gobierno concilia y arbitra entre
fuerzas y establece alianzas claras con las organizaciones
populares...(opus cit. p. 8) Y aquí es donde reaparece el asunto de
la modernidad y el productivismo. Después de hacer un recuento de la
política social del Estado Mexicano, Warman justifica que ya no tenga
por objeto el fortalecimiento estricto de un sector, sino la
reorientación del gasto público: "Ahora se plantea como primer
objetivo de la política social el acceso de toda la población a un
nivel básico de servicios: educación, salud, y nutrición,
electricidad, agua y drenaje, espacio y apoyo para edificar
vivienda." sic ! ! Y nos quedamos como sacados de honda. ¿Cómo nos
escamotean estos ideólogos todo el rollo anterior y toda la
justificación sobre el papel y carácter del sector social, para
ofrecernos como alternativa una función que todo gobierno ha cumplido
siempre en todos los países del mundo occidental desde hace más de un
siglo? ¿Cómo es posible que sucumban estos señores, nos preguntamos,
ante una baratija ideológica de calidad tan ínfima? Pero prosigamos.
Según estos "nuevos ideólogos del sector social", o de la política
"social" del estado neoliberal -mejor dicho-, no se trata de hacer
crecer el sector, ni de fortalecer sus objetivos o funciones, como lo
dijera Ma. de los Angeles, eso ya simplemente se puede dejar en el
tintero, o en el olvido. Se trata de abrirle una perspectiva de
"modernidad" y competencia. Y nos aproximamos a la visión de Ocejo,
el líder empresarial, que citamos en la primera parte.
En esa orientación, Warman, actual Secretario de la Reforma
Agraria, explica que en su área de trabajo, "la prioridad está en
reactivar el desarrollo, y para promoverlo 3.5 millones de
ejidatarios están recibiendo los certificados y títulos de propiedad
ejidal para permitir la libre asociación y la capitalización."(ibid.
p. 26) O sea que en lugar de fortalecer la propiedad social, o de
enriquecer su carácter, se trata de convertirlo en propiedad privada
para que se asocien con los capitalistas y sean empresarios
competitivos.


No es casual que el horizonte de este solidarismo lo resuma Luis
Tellez, doctor del MIT de Chicago, con las siguientes palabras: "El
éxito del nuevo modelo económico para el campo depende de la
creatividad y voluntad de cambio de los sectores social y privado.
Las llamadas reglas del juego, que comprenden estabilidad
macroeconómica, certidumbre en la política de apoyos, precios y
comercio exterior, y seguridad en los derechos de propiedad, marcan
el inicio de una nueva etapa, que será exitosa en la medida en la que
el productor rural sepa tomar ventaja de las enormes oportunidades
que se le abren en el futuro. Las oportunidades de exportación, las
oportunidades de asociación con terceros, la flexibilidad en el
régimen de inversión para los inversionistas, los apoyos al sector
productivo, son sólo un punto de partida..." (El campo, en Warman
opus cit. p. 104)


Es comprensible en medio de tanta artimaña retórica, que el
discurso de la CNC incluya hoy en día rollos tales como el siguiente:
"Construir nuevos paradigmas de desarrollo para el campo, en que se
consideren los estándares internacionales de producción,
productividad, competitividad, calidad, oportunidad y
transformación..." Puff ! Dan como nauseas estos nuevos líderes
"agrarios". Figúrense ustedes, su referencia son: ¡los estándares
internacionales de productividad y competitividad para redefinir el
desarrollo! Nótese: En un mundo en que los pueblos luchan por su
autonomía; en un mundo convulso en que las naciones que no conciben
la pluralidad son destruidas por la energía contenida de la soberanía
de sus etnias y culturas, lo que recoge la CNC no es la lección de
necesaria reforma del desarrollo para hacerlo plural, inclusivo,
según diversas productividades, a pesar de la incompetitividad, y
precisamente opuesto a los estándares del mundo globalizado. Lo que
recoge la CNC es lo mismo que Warman, lo mismo que Salinas, lo mismo
que Rojas --el priísta--, lo mismo que Tellez. Aunque usted no lo
crea !!!


De tal manera que además de atascarse la boca con palabras que le
quedan grandes, como esto de "nuevos paradigmas" -que es tema que
desconocen por completo-, estos líderes "agrarios" como Beatriz
Paredes nos proponen "la renovación de la alianza histórica de los
campesinos con el gobierno para que sean considerados en la reforma
del Estado". (Véanse los periódicos del 27 de junio de 1996, donde
aparecieron estas declaraciones). Una renovación que no va más allá
de lo que ya había explicado Ma. de los Angeles Moreno hace ocho
años, y que hoy no puede llamarse sino actualización del
corporativismo.


Después de lo cual se vuelven hueras las expresiones sobre la
soberanía alimentaria, sobre la seguridad alimenticia, sobre la
democracia o sobre la importancia central del campo en la economía
mexicana. ¿ De qué manera podríamos producir suficientes alimentos si
no somos capaces de plantearnos la autodeterminación de nuestra
economía ? ¿ De qué manera podríamos tomar en serio las frases sobre
la importancia del campo si subordinamos su perspectiva a los mitos
del productivismo y la competitividad ? ¿ Cómo vamos a definir
nuevos paradigmas del desarrollo si no entendemos los paradigmas del
desarrollo que tuvimos ?


Triste papel, como abanderados de la solidaridad y el sector
social, el de éstos que únicamente pueden ofrecerle concertaciones o
alianzas con el estado, asociaciones con el capital, y oportunidades
para ser competitivos.


Que quede claro, con lo que llevamos dicho hasta aquí, que no
estamos tratando con el viejo estado mexicano, resultante de la
revolución, que mantuvo el pacto social sobre la base del bienestar
creciente de la población, y persiguió el desarrollo nacional sobre
la base de la producción y el mercado internos. Estos que hemos
reseñado son los adalides de la globalidad, de la empresa; los
representantes de eso que Lustig llama la propiedad concentrada, es
decir, el poder del gobierno y el estado.
Segunda conclusión. Una vez que emprendamos el camino de la
organización directa y representativa del conjunto de intereses de
los miembros del sector social, lo primero que debemos cuidar para
que seamos reales y auténticos, es nuestra independencia del poder
público actual y de sus objetivos.


Y en este punto podemos hacer una necesaria desviación hacia el
terreno de otro estatismo, otra forma de concentración de la
propiedad a través del poder. Me refiero al llamado socialismo. Pero
veámoslo con algún detalle.



IV. La Economía solidaria de los teóricos del socialismo, desde los
reformistas y hasta los nuevos utopistas.


Después de la llamada caída del "socialismo real" podría sonar
pueril o extemporáneo hablar de las virtudes del socialismo, o del
carácter superior que tiene sobre el régimen de mercado. Y sin
embargo comenzaremos por ahí. No porque seamos doctrinarios
preocupados de su reivindicación, pero porque creemos en principios
de justicia que en alguna medida se encierran en sus postulados o en
su experiencia. Lo que no nos impedirá, al mismo tiempo, marcar
nuestras fronteras y nuestras distancias con lo que se hizo o se
tiene. (También en esto podemos remitirlos a otro texto de nuestra
autoría, el que se titula La Nomenklatura, y que en cierta manera es
un informe de nuestro segundo viaje a los países del socialismo
real[8].)


Por lo demás no se predispongan, se ha escrito tanto sobre el tema
que mal haríamos en aventarnos ahora una exposición de lo que es,
fue, o propone el socialismo "científico". Más bien nos interesa
destacar ciertas características de su economía que tienen que ver
con el tema de hoy, con la economía solidaria.


Tomemos un caso, por ejemplo el de Alemania democrática. En ese
país existía pleno empleo. Es decir, no había un sólo desempleado. Es
más, no alcanzaba la fuerza laboral para todo lo que se proponían
producir o transformar para alimentar el mercado interno, así que
importaban mano de obra. Tan sólo de trabajadores cubanos, si la
memoria no me falla había unos sesenta mil trabajadores. Los
teóricos del libre mercado critican ese hecho diciendo que producían
lo mismo que en países no socialistas podía producir un número mucho
menor de trabajadores. Lo cual podemos admitir sin problema.


La cuestión precisamente está ahí. ¿ Qué piensan ustedes que es
preferible, que unos cuantos produzcan todos los bienes que puede
absorber la demanda efectiva en un mercado competitivo ? ¿ O que
todos produzcan los bienes necesarios para que todos alcancen un
nivel satisfactorio en su consumo y en su bienestar ? ¿No es más
solidario el que todos tengan empleo e ingreso aunque la
productividad sea menor? Fíjense que la cuestión es central. En el
primer caso la productividad aumenta, el número relativo y absoluto
de obreros disminuye constantemente aunque las mercancías se
multipliquen. En el segundo caso el volumen de riqueza sólo aumenta
en una proporción aproximada a la demografía, y la productividad
crece sólo en la medida que no desplaza mano de obra o que ésta puede
emplearse en otra actividad, y el ingreso se mantiene distribuido
entre todos los que tienen empleo. Ojo. en el primer caso sólo
tienen ingreso los que tienen trabajo, y solo aumentan su ingreso
quienes transitan a una mayor productividad o quienes controlan la
organización del proceso de competencia y tecnificación.


En la economía socialista, o así llamada socialista, los precios
se mantuvieron estables desde finales de la segunda guerra,
representando los aumentos de salario una mejoría real. Siendo en los
países capitalistas un privilegio de los más calificados o de quienes
accedían a la propiedad, el aumentar sus ingresos o sus estándares de
vida.


Puesto que había restricciones para la acumulación personal de
dinero, dado el régimen fiscal o la imposibilidad de emplear
trabajadores de manera particular, el grueso del ahorro nacional iba
a parar al estado. ¡ ¡ Horror ! ! dirán nuestros neoliberales, no
había ningún aliciente a la iniciativa personal, al espíritu
emprendedor, a la calidad, a la eficiencia. De acuerdo. Pero ese
horror que les despierta esa limitación a los negocios y a la libre
empresa permitió que el ahorro nacional se canalizara a prioridades
sociales (según principios económicos solidarios). En esos países la
educación fue totalmente gratuita, y cubrió desde lo elemental hasta
el posgrado; la atención médica alcanzó absolutamente a toda la
población sin costo alguno, todos tuvieron acceso a los libros, a
las artes, a la música y, lo que probablemente no se ha valorado en
su fundamental dimensión, en esos países, y particularmente en la
Alemania democrática, los niños fueron verdaderamente privilegiados,
pues desde los primeros momentos de vida contaron con personal
calificado para su atención, cuidado, desarrollo físico y mental. Era
un verdadero gozo visitar las guarderías, los palacios de pioneros y
los centros de atención a la niñez. Y por este sólo ejemplo estoy
seguro de que el solidarismo de esos estados totalitarios pasará a la
posteridad como algo infinitamente superior a esta civilización
consumista que pretenden hacernos aceptar como el mejor de los mundos
posibles.


Es desde luego sólo un aspecto de lo que fue, o es, el "socialismo
real". Y no desconocemos la falta de libertad política, la ausencia
de organizaciones independientes, el desarrollo de una burocracia
crecientemente privilegiada y autoritaria. Y justamente hacia allá
vamos. Mejor dicho en ese punto es en el que nos vamos a detener a
reflexionar con ustedes. Y lo haremos no desde una perspectiva
puramente teórica. Aquí, por fortuna puedo también emplear, a manera
de argumento, mi experiencia: Yo no solo conocí a esta burocracia
privilegiada, platiqué con ella, conviví con ella; incluso la viví
por dentro siendo su huésped, su invitado, accediendo a los
privilegios que tenía, a la información confidencial y a sus pequeños
lujos. Todo lo cual critiqué, cuestioné y discutí. Pero sin que me
impidiera, entonces ni ahora, reconocer la otra parte, la que mostró
--no en las ideas o en los libros, sino en la experiencia de millones
de personas-- la posibilidad de un estado que velara a nombre del
interés mayoritario, por las necesidades fundamentales del pueblo.


Existen sin duda cuestiones que el socialismo no desarrolló, o no
aceptó a tiempo. Tales como la virtud de premiar o permitir la
creatividad empresarial de los sujetos o los grupos. O la de
reconocer la salud de una relativa competencia entre empresas de
trabajadores o entre individuos. Pero esto es un asunto de historia,
o de errores originados en la osificación o esclerosis de estructuras
que se produjeron en el aislamiento y bajo la amenaza del
imperialismo, y que no descubrieron el camino a una democracia
interna.


También podríamos decir que fue el resultado de una limitante
ideológica, pues el llamado "socialismo real", con todo y sus
diferencias con el mundo de occidente, era ¡oh paradoja!, al mismo
tiempo, una propuesta industrializadora y partidaria del
productivismo y la tecnificación. Y en esa medida fue tan
polucionante como el peor de los capitalistas, tan antidemocrático
como el más intransigente de los modernizadores, y tan despreciativo
de lo rural, de lo campesino y lo indígena o tradicional, como el
peor de los neoliberales. Ciertamente el marxismo, como filosofía de
la historia, ha sido una filosofía de la dictadura en aras de la
marcha hacia el progreso, aunque ese progreso haya tenido como su
cara benévola algunas características solidarias.


Pero ya que hemos incluido hablar del solidarismo de las economías
socialistas no podemos eludir una referencia a algunos socialistas
democráticos, o que planteaban reformar el socialismo para hacerlo
más humano, y, al mismo tiempo, más competitivo o superior a
occidente.


Si viendo el problema del socialismo como algo que podría
descomponerse en dos grandes cuestiones, el de la pluralidad y las
libertades individuales y de grupo, por una parte, y el de la
eficiencia económica compatible con la imposibilidad de homogeneizar
a los sectores productivos en un horizonte tecnológico, por la otra,
encontramos que tanto en Europa, como en el Oriente aparecieron
propuestas importantes. Que casi nunca fueron escuchadas. Y por una
simple razón: porque las medidas que implicaban estaban en contra de
los privilegios crecientes de la burocracia gobernante, y porque
implicaban democratizar, es decir, aumentar la participación y
autogestión y reducir la discresionalidad de la clase política.


En esto el carácter del poder público se diferenciaba poco de eso
que Lustig llama propiedad concentrada. Es paradójico pero real. Los
gobernantes de los países socialistas se habían o se hayan
incrustados en el poder haciendo uso de éste como si fuera en interés
propio, o de grupo, aunque el carácter de esos estados mantenga el
solidarismo o la defensa de ciertos intereses de la mayoría, como una
de sus características distintivas, o como forma misma de
legitimación y permanencia. Y esto, que es a veces invisible, y
siempre contradictorio, es justamente lo que explica la tragedia de
esos miles de rusos que siguen portando grandes fotografías de Stalin
en las manifestaciones. Cuando tiraron a los comunistas lo hicieron
porque estaban hartos de la antidemocracia y la falta de información,
pero lo hicieron creyendo que las conquistas sociales que tenían las
iba a conservar el régimen de mercado. O el caso de los cubanos que
están hartos de la antidemocracia pero no pueden o no saben dejar de
apoyar a Fidel. Fidel o Stalin han sido dictadores sangrientos, pero
establecieron una economía que dio trabajo, alimentos, casa,
educación y orgullo nacional. Y las masas, es decir el pueblo
sencillo, no podrán verlo de otra manera hasta que las virtudes del
socialismo real puedan ser opacadas por las propuestas y logros de un
socialismo democrático.


Pero entremos en nuestro tema. Por cuanto al pluralismo, las
libertades y la democracia, y sin remitirnos a los tiempos
inmediatamente siguientes al triunfo de la revolución, pues esto ha
sido ampliamente estudiado a partir de Trotsky y el Luxemburguismo --
por citar lo más obvio--, están las propuestas de los polacos Kuron y
Modzelewski, quienes en los años sesentas proponían un régimen de
tantos partidos como quisieran los trabajadores[9]. Deutscher,
también polaco, consideraba que las razones de la homogeneidad
estaban quedando atrás desde finales de los años sesenta, y que el
mismo socialismo se reformaría para demostrar su superioridad, como
régimen económico y social.[10] Ël decía que estaba próximo el
momento en que a la estatización la sucedería la socialización del
estado. Refiriéndose con esto al momento en que los trabajadores
tomaran efectivamente en sus manos el control del gobierno y la
administración pública.


Sin embargo, en aquellos años no era del todo evidente que el
poder cimentado en aquellas economías era refractario a cualquier
crítica que atentara contra su hegemonía, y que el interés de la
burocracia iba desplazando a gran velocidad los intereses originales
de la revolución. Hoy es visible, o comprensible, y más para nosotros
que tenemos enfrente una clase política que se ha adueñado del estado
al mismo tiempo que sepulta o traiciona los preceptos y principios
constitucionales y de otra revolución -la nuestra-. Pero en aquellos
años tampoco nuestra experiencia dejaba de tener parte de los rasgos
que caracterizaron al estalinismo: nuestros hombres de estado, a
veces sanguinarios o autoritarios, no dejaban de defender y de
profundizar los logros de la revolución. Y como ejemplo ahí está Diaz
Ordaz, aunque nos resulte molesto reconocerlo.


En cierta forma los tiranos hoy se homologan. Para la gran mayoría
Salinas es simplemente un modernizador asesino, como lo fue, en su
contexto, Pol Pot. Ahora las diferencias en el régimen político pesan
menos o no pesan nada para modificar esa caracterización. Y entonces
la tarea esclarecedora es más fácil. Pero no es algo que celebremos
ciertamente. El que los aspectos sociales de la Revolución Mexicana
hayan dejado de tener presencia, para dejarnos al desnudo a nuestros
gobernantes no es por cierto algo bueno sino desgraciado. No porque
hubiera sido mejor verlos en forma mistificada, sino porque la
realidad social, que era mejor, les permitía a ellos mistificarse.


Bueno, pero nos hemos desviado un poco de nuestra exposición.
Volviendo a lo de la pluralidad, la democracia y las libertades
necesarias, podríamos decir que son en todo caso compatibles con una
organización económica solidaria o justicialista. Con lo que no son
compatibles es con una economía estatista, donde formalmente la
propiedad es de todo el pueblo, pero donde realmente existe una
burocracia privilegiada que usufructúa su hegemonía en los órganos de
gobierno. En esto también la caída del socialismo ha sido
esclarecedora, pues la burocracia ha sido la beneficiaria directa.
Por ejemplo, en Rusia, la privatización, que en los primeros meses se
daba como la entrega supuesta de acciones a todos los empleados de
cada empresa, se perfila ya como un proceso de concentración en manos
de la ex-clase gobernante. El mismo Gorbachov lo ha confesado con
todo cinismo: para él no existe mayor opción que "o concentración de
la propiedad en manos de la Nomenklatura o en manos de las
trasnacionales", en ningún momento se ha planteado en manos de los
trabajadores. [11]


En China, para no citar exclusivamente ejemplos europeos, existen
algunas diferencias. Desde hace tiempo, pero especialmente desde el
XIV Congreso del Partido Comunista (1992), el gobierno chino ha
impulsado lo que denomina "el mercado socialista". Este mercado tiene
en común con el modelo soviético que se propone la modernidad, y lo
civilizado. También adopta la orientación de corresponder con "las
normas y reglas del comercio internacional". Su aspecto central se
resume en que atribuye al mercado "el papel básico en la distribución
de los recursos, de modo que las actividades económicas acaten las
exigencias de la ley del valor y se ajusten a los cambios que se
operen en la relación entre la oferta y la demanda". De hecho, lo
que introducen es la competencia entre todos los sectores de la
economía, trátese de empresas públicas, colectivas, individuales,
privadas o trasnacionales. Para ello postulan inclusive la
modificación de las empresas estatales orientándolas a la
competencia. En lo que, en términos generales, evidentemente tienen
ventaja las trasnacionales. Nuestra información al respecto es
insuficiente, pero podemos precisar al menos dos cuestiones
generales.


En primer lugar que los cambios económicos que se instrumentan en
China no alteran ni tocan la hegemonía política del llamado Partido
Comunista, y en segundo lugar, que la competitividad económica no
autoriza la competitividad política ni la democracia. Así que ahora
tendremos mercado sin democracia. No suena precisamente alternativo o
mejor que lo que pasa en Rusia o en Cuba. Pero tampoco se diferencia
mucho de la idea general que predomina en los priístas de México.


Además, aunque las resoluciones del mencionado Congreso reiteran
que una de las diez tareas fundamentales de la reforma en China es
mejorar constantemente las condiciones de vida del pueblo, eso de
ajustar las actividades económicas para que acaten las exigencias de
la ley del valor, es una concesión indirecta pero implícita a la
propiedad privada. Pues ¿ cómo aceptar que las mercancías se
intercambien según la oferta y la demanda, y no exista ningún control
de precios o se vele por la distribución igualitaria o justa del
ingreso ? Sería en verdad asunto prolijo traer a colación lo que se
discutió en los años veintes sobre la vigencia de la ley del valor,
pero diré de paso, para quienes desearan profundizar en el tema, que
Eugenio Preobrashenski demostró, desde aquél entonces, que la
planeación era precisamente el instrumento para luchar contra la ley
del valor, y que una distribución justa del ingreso nacional no podía
descansar exclusivamente en el mercado. Su actualidad es
sorprendente.


Limitado o antidemocrático, el socialismo chino se coloca sin
embargo más allá de la unidimensionalidad del estado soviético. Que
sea un proceso, o que desconozcamos su resultado final, no invalida o
descalifica que efectivamente se estén adoptando criterios de mayor
eficiencia, sin perseguir la homogeneidad productiva ni tecnológica,
y reconociendo, además, la posibilidad para la libertad económica,
sea esta individual o de grupo. Lo que, entodo caso, no deja de ser
un avance.


Largo sería el recorrido si a partir de estas reflexiones
tocáramos todos los autores que han escrito o están escribiendo sobre
el tema; cuando además carecemos de documentación mínima sobre lo que
exactamente está ocurriendo no sólo en China sino en todo el Asia
socialista. De lo que tenemos más información es de lo que se ha
reflexionado sobre la experiencia de Europa del Este. Por desgracia
nuestra ubicación geográfica nos determina. Y aún en este caso no
podríamos extendernos en todas y cada una de las experiencias, pues
entonces estaríamos escribiendo un ensayo o tratado sobre la
experiencia socialista, y lo que nos ocupa es tan sólo su proyección
en la economía del futuro y, particularmente en las perspectivas del
sector social dentro de una economía de mercado.[12]


A este propósito de mencionar la pertinencia del experimento
socialista para la economía solidaria del porvenir, lo que sí
haremos es detenernos, por lo pronto, en tres autores. Uno alemán,
otro suramericano y un tercero español. No los hemos seleccionado por
ser los más representativos, ni por ser los que representen
políticamente alguna organización, sino porque a juicio nuestro
recogen de la manera más ejemplar la problemática del día en relación
a los cambios necesarios en el socialismo, para hacerlo posible y
para hacerlo solidario más allá del estado.


Empecemos por el alemán. Dice Arthur Utz que debemos cambiar el
concepto de lo que es el trabajo, para que en lugar de que se le
conciba como un medio de obtención de bienes materiales devenga una
cooperación responsable y consciente que persiga el bien común.[13]
Al proponer esto Utz da la vuelta a la discusión y pone por delante
una consideración moral y ética, en lugar de un axioma económico. En
ello asume un carácter equiparable al de Rich de Voss, sin que
digamos con ello que esa sea su intención o que lo conozca. De hecho
su punto de partida es Ota Sik, pero no abundaremos en ello.


Lo importante en este sentido es que su punto de partida es un
paradigma de carácter ideológico. Pero veámoslo con mayor detalle: Lo
que nos debe guiar en la economía es el deber. "Y no se trata de un
deber que tenga que ser percibido por el individuo para que tenga
validez, sino de un deber social que tiene la misma fuerza del
imperativo que siente todo hombre sincero cuando se siente obligado a
no engañar a sus semejantes." (ibidem)


Los defensores del mercado, que ya lo vimos que implícitamente lo
son de la propiedad privada como punto de partida, argumentarán
contra esto que no es posible organizar la economía sobre preceptos
morales o consideraciones ideológicas. Pero el planteamiento de Utz
tiene una lógica, la de plantearse la desaparición del derecho
irrestricto de propiedad, pues de esa manera "desaparecería también
todo el sistema de control que se ha basado en el interés privado."
(ibid. p. 39) Con ello habría que buscar otro sistema que controlara
al capital, otro que no podría ser sino el conjunto de los
trabajadores de cada unidad de capital. Con la condición, dice Utz de
que los colaboradores o miembros de ese conjunto fueran todos
propietarios, y su ingreso dependiera del valor de las acciones de la
empresa.


Propuesta que no invalida el mercado, sino que lo transforma en un
ámbito de competencia entre empresas de trabajadores (p.47); y que al
mismo tiempo confiere un nuevo carácter a la intervención del estado,
no como autoridad que define o dirige la producción, sino como
entidad política que reconoce los problemas sociales, los
diagnostica, e indica los objetivos que orienten la actividad
económica (p. 177) persiguiendo el bien común.


Y tenemos aquí algunas conclusiones más, la tercera conclusión
sería: la única forma de anular la propiedad privada es estableciendo
la propiedad colectiva de los productores, y no la propiedad estatal.
O dicho en otras palabras: la superación del interés individual y
egoísta sólo es posible en un proceso cooperativo.


La cuarta conclusión es que no todo es posible de ser planificado,
porque la planeación total anula la autogestión de los trabajadores
en las empresas, y con ello detiene el progreso, si se lo puede
llamar así a la superación del obrero colectivo y a su eficiencia
mayor. O en otras palabras, que el socialismo, donde todo tendía a
ser centralizado, conducía a la propiedad concentrada a través del
poder político; de la misma manera como en el régimen de mercado
irrestricto la competencia conduce al monopolio económico y político
de un pequeño grupo.


Por encima de la economía concluye Utz, "una instancia superior
que represente los intereses de todos los miembros de la sociedad
(consejo económico o parlamento) tiene que definir a grandes rasgos
el objetivo económico, en el sentido de un cuadro de planificación. Y
en este plan indicativo deben ser consideradas las condiciones de un
orden de economía de mercado." (p.192) Desde luego que esta instancia
planificadora no la concibe Utz como una élite que se afirmaría por
sí misma, sino como un parlamento electo periódicamente. (p.48).


Y aquí estaría una quinta conclusión más: la democracia sólo será
posible si los productores organizados, que ya han definido su
representación, son también capaces de llevar a sus dirigentes a la
dirección nacional de la economía y el país.


Quisiera destacar en todo esto que contra la soberanía de los
consumidores, que es un postulado de la economía neoliberal, Utz
contrapone la responsabilidad de los ciudadanos ante sus congéneres.
Lo que quiere decir que la moral, la ética y los valores forman parte
importante de un horizonte social o solidario. Y en ese caso la
educación y capacitación resultan fundamentales para todos quienes
aspiramos a construir un poderoso sector social. Punto sobre el que
volveremos dos capítulos adelante, cuando realicemos el recuento de
ideas circulantes en Europa sobre la cuestión social.


El otro punto a destacar ahora, o la sexta conclusión sería a
estas alturas el que si reconocemos que es posible averiguar las
tendencias económicas y sociales y definir las prioridades del bien
común en cada momento, no podemos abandonar la economía al libre
juego de las fuerzas de la libre competencia. (p45).


Son dos aspectos centrales en torno de los cuales los otros
autores que abordaremos enseguida enriquecen o precisan, y que nos
servirán para fundamentar lo que sería la herencia del socialismo en
la resolución del conflicto entre el interés privado y el interés
colectivo.


Pasemos pues a nuestro siguiente autor: Juan Auping Birch --
sudamericano--. Auping coloca por delante de sus propuestas
económicas la noción de un estado fuerte y de un orden Constitucional
(junto con su legislación) que garanticen el límite o coto del
mercado. Tras los pasos de Walter Eucken, Willy Erhard, Müller-
Armack, Zeppernick, y otros alemanes, Auping explica que el mercado
conduce a la concentración de la propiedad, y que la única forma de
impedirlo es por medio de la legislación que limite la libertad de
los actores económicos privados.[14]


En la economía social de mercado dice Auping se difiere del
derecho irrestricto de la propiedad, porque la legislación obliga al
uso responsable de los medios de producción, sobre todo en cuestiones
laborales y ecológicas. (p.56) Al igual que el autor inmediatamente
citado, el representante de esta corriente subraya la necesidad de
impuestos progresivos que financien el gasto público. pues como en
esa economía no sólo se persigue la eficiencia y la competencia, sino
también la justicia, el estado está obligado, a través de su política
económica, a garantizar la igualdad de oportunidades (ojo, no dice
imponer). (p. 72)


Esta tarea la cumple el gobierno mediante dos instrumentos de
política; el fomento de la pequeña y mediana empresa facilitando la
infraestructura y el crédito, y garantizando la educación y la
capacitación general.


No está de más insistir, a este respecto, que los postulados o los
paradigmas de tal concepción pretenden combinar las ciencias
económicas con principios morales. Lo que se traduce en una
conversión del régimen de competencia por un mercado con avance
social.


Acorde con tal concepción, los impuestos progresivos, que limitan
a la propiedad privada y al mismo tiempo permiten la intervención
pública en favor de los más necesitados, no pueden descansar en un
estado centralizado, pues ello conduciría a una injusticia
distributiva dentro del territorio. A ello hay pues que agregar un
principio federativo. (p.73) No es casual que en este punto Auping
menciona que en México los recursos fiscales se concentran en el
gobierno federal hasta en un 90%, cuando debería ser exactamente al
revés.


Contrario al paternalismo, el régimen de la economía social de
mercado postula, además del no déficit público, la no existencia de
un salario mínimo, dado que cada rama industrial, cada profesión y
cada empresa debe negociar libremente el suyo, (p. 61 y 74); de la
misma manera como plantea la reducción de los subsidios al consumo
acorde con la capacidad de la economía misma para ofrecer empleos.
Esto es circunscribiendo el pago de seguro de desempleo a unos
cuantos meses que corresponden a la experiencia media para colocarse
nuevamente en la fuerza laboral empleada.


Al mismo tiempo, tanto porque se protege a los pequeños y débiles
de los grandes en una competencia, cuanto porque la empresa pequeña
genera empleos a diferencia de la grande, el estado esta obligado, en
esta economía, a promover las pequeñas y medianas empresas. Los
instrumentos para este propósito son: 1. la infraestructura al
alcance de las empresas pequeñas y medianas en aldeas y ciudades
medianas, y 2. el crédito para los recién egresados de las escuelas
para desarrollar la investigación innovadora y fundar nuevas
empresas. [15]
Por último, esta doctrina concibe la democracia a partir de la
producción:
"La economía social de mercado busca la participación del
trabajador y empleado en la empresa por medio de tres instrumentos:
a) la participación en la producción, por medio del trabajo
responsable en circunstancias adecuadas;
b) la participación en la utilidad, haciendo co-accionistas a los
trabajadores;
y c) la participación en la gestión de la empresa, por medio de
diferentes canales de co-gestión." (p. 75)


Partiendo de consideraciones similares a las del primer autor que
mencionamos, los teóricos de esta corriente sí tienen una propuesta
de carácter social, o aplicable al conjunto que comprende, además de
las empresas, al estado y la economía nacional. Principios morales,
razones económicas, y sobre-todo experiencias históricas, han
permitido a estos demócratas sociales, una propuesta aparentemente
viable. Sin embargo su gran talón de aquiles está en la economía
internacional, pues reconocen que existe un competencia entre tres
bloques (Japón, Europa y E.U.), pero sugieren abrir completamente las
fronteras y vencer sobre la base de probar la superioridad de un
régimen de pequeñas empresas.


Y decimos que la debilidad de la propuesta es esta porque,
justamente, lo que se ha visto es que, si bien la pequeña y mediana
empresa son superiores a la grande, sólo lo son por generar más
empleo, por innovadoras, por apegarse de manera más eficiente a las
necesidades de los consumidores, poro no pueden ser más eficientes en
la reducción de los costos sobre la base de economías de escala; y,
estrictamente hablando, en el mercado no se vence con justicia, sino
con menores precios. Pero abordar esto sería otro tema y no vamos a
abandonar nuestro hilo fundamental de exposición, salvo para anotar,
de paso, una séptima conclusión: la economía solidaria no confiere
más importancia a la competitividad que al empleo. O dicho en otras
palabras sólo se justifica el aumento de la productividad cuando es
compatible con un mayor bienestar de la mayoría y no con un mayor
ingreso de una minoría de propietarios.


El tercer autor que anunciamos, es el español Abraham Guillén.
Dice nuestro autor desde la primeras páginas de su largo texto
sobre Socialismo Libertario que "la alternativa ya no es la propiedad
estatal o privada,, (pues) estas dos formas de propiedad no superan
el trabajo asalariado, ni la economía monopolizada por el Estado o
por el capital privado, (...y) para salir de la crisis mundial hay
que liberar al hombre de la protección del estado, y de la dominación
del capital privado (...y) hay que democratizar la economía, la
política, la técnica, la ciencia, la administración, las
instituciones jurídicas, las fuerzas armadas, la información, la
riqueza, el poder y el saber, para que el pueblo pueda participar,
con conocimiento de causa, en una sociedad autgestionaria." [16]


Es decir, para Guillén (que según el Secretario de Gobernación de
México es tocayo de Marcos), de lo que se trata es de multiplicar los
organismos cooperativos o solidarios en todos los ámbitos de la
economía, hasta que el conjunto de la sociedad sea una sociedad
autogestionaria. Esto cambiaría el carácter del mercado, pues
dominadas las finanzas por cooperativas de ahorro y préstamo, o por
bancos cooperativos ajenos a la especulación, responderían al
interés general y no al particular (p. 13) Sin que ello quiera decir
que se suprima la empresa privada, sino que la economía sería
mayoritariamente social, o gobernada por un Sector Social (p 14).


Lo que nos suena natural y obligado después de lo que ya habíamos
dicho. Pero para no pecar de brevedad y laconismo citemos algo más de
lo que Guillén agrega: "El modelo cooperativo y autogestionario en la
nueva sociedad latinoamericana (operando) con apoyos de créditos, con
fuentes de acumulación social de capital, y no pidiendo al Estado
créditos que no pueden cumplir sin inflación, sería la mejor forma de
crear una sociedad próspera, a condición de que el Autogobierno, por
abajo, comience a hacer la mayor parte de las obligaciones económicas
que toma, por arriba, el gobierno clásico, gastando improductivamente
el excedente económico aportado por la sociedad esquilmada por
impuestos."


En otras palabras, se trata de una revolución silenciosa, de
socavar al hegemonía del capital financiero y el control actual que
tiene del estado, construyendo desde abajo un nuevo régimen. No se
trata de una revolución violenta, sino de la construcción de una
organización social consciente y autogestionaria. Se trata de
dirigirlo todo, pero no de un día para otro, y ni siquiera después de
un proceso electoral, sino progresivamente, en la medida que se sea
capaz de sustituir lo que hoy dominan los tecnoburócratas o los
miembros de la clase política convencional, con la autogestión de los
productores. Lo que no excluye la organización de éstos últimos en un
Partido, pero lo que no necesariamente lo implica o lo requiere,
salvo en el momento de convertir al país de uno presidencialista --
que es reflejo de los procesos concentradores de poder--, en uno
parlamentario, que es lo único compatible con la representación
directa de los productores.[17]


Y aquí podemos resumir el párrafo anterior apuntando la octava
conclusión: La economía cooperativa es el nuevo modelo del
socialismo. El que resuelve la contradicción entre planeación y
mercado y el que garantiza tanto la democracia como la justicia
social y el respeto de la libre empresa. Su fundamento es la
autogestión, y su única limitante la capacidad de organización de los
ciudadanos considerados como productores de riqueza material y
espiritual.



Y ¡sopas¡, que con lo dicho varios lectores se sintieron
claramente deslindados de nosotros. Porque se sienten cooperativistas
pero de ninguna manera partidarios del Socialismo. Están en su
derecho. Pero por nuestra cuenta creemos que los únicos
cooperativistas consecuentes son los que llevan las cosas hasta su
conclusión consecuente. ¡ No existe otro horizonte histórico para el
cooperativismo que el de fortalecer el Sector Social de la Economía ¡
¡ Y no existe otro objetivo para el Sector Social que el de llegar a
ser mayoritario y gobernar ! Que no sea un objetivo que vayamos a
cumplir al ratito, o que tenga enfrente obstáculos inconmensurables
no nos detiene, ni nos amilana. Estamos listos para vencer. Así sean
cien años de lucha los que nos esperen adelante.



Pero todavía hay algo que agrega este primer Guillén:
"El viejo modelo económico-social, con crisis y desocupación, no
sirve: depreda la naturaleza, contamina la tierra, el aire y las
aguas, empeora la calidad de vida en las megalópolis, genera la
inflación, no resuelve la desocupación, despuebla el campo y apiña a
millones de seres humanos en las ciudades; hace del estado un patrón
caro y malo, crea una sociedad elitista, ya sea burguesa o
burocrática; no armoniza la explotación de los recursos humanos con
los recursos naturales; excreta la corrupción moral, política y
social, no resuelve las toxicomanías, propias de una sociedad enferma
y corrompida. En fin, bajo el viejo modelo socioeconómico todo tiempo
futuro tiende a ser peor; así la humanidad no sabe realmente a dónde
va: guerras, crisis económicas, luchas de clases, catástrofes
atómica, contaminación ecológica, agotamiento de recursos naturales,
alienaciones y contradicciones del sistema que contiene lo inhumano
den su historia." De donde se colige que no solamente se trata de
encontrar salidas a los imperativos o problemas económicos, sino que
se trata de inventar una nueva civilización. Y la pregunta obligada
sería enseguida: ¿qué los teóricos del solidarismo o el sector social
tienen una también una propuesta sobre esta nueva civilización? Pero
vamos a hacerla de emoción. Antes de contestar a esta cuestión
crucial, todavía veremos cuál es la propuesta de los que alcanzan a
ver salidas, pero no suscriben el horizonte del Socialismo.
V. La visión general de los defensores del Sector Social en México
que no trascienden la filiación de estado, o que no suscriben el
socialismo democrático.


El primer autor que nos ocupa es Víctor Manuel Barceló, exdirector
del Instituto Nacional de Capacitación Agraria, exsubsecretario de
Reforma Agraria, y actual Secretario de Gobierno de Madrazo, el
usurpador de Tabasco.
Barceló, hombre informado y reflexivo, considera necesario un
cambio estructural que asegure los aspectos redistributivos del
crecimiento, lo que sólo se puede dar, según él, "si somos capaces de
impulsar nuevas formas de organización social para el trabajo, más
equitativas y eficientes."[18]
Este cambio estructural, con nuevas formas sociales de
organización, que reorienten nuestro desarrollo no quiere decir, para
Barceló, sino que el Sector social se consolide como el sector
fundamental del desarrollo futuro del país.
Más allá de Ma. De los Ángeles, además de subrayar la función y
cualidades del sector social (relaciones armónicas y solidarias,
justicia distributiva, defensa o representación de los consumidores,
ajeno a la especulación, democrático y participativo, socializa la
información, etc.), Barceló postula que este sector constituya un
sistema de evaluación de la economía y del desempeño gubernamental, y
llegue incluso a controlar al gobierno. Su desarrollo, sin embargo,
depende finalmente del auxilio de las dependencias federales.
Haciendo un esfuerzo intemporal, este autor habla del estado como si
viviera bajo el cardenismo, y le atribuye a los gobiernos actuales la
más plena disposición para marcar la pauta. Por ello considera que el
mercado natural del sector social sea la misma administración
pública, y que las instituciones existentes sean idóneas para
trabajar, codo con codo, con los organismos económicos del sector
social (tales como el Banco Obrero, la Reforma Agraria, etc.) En todo
caso las dificultades para que se concrete esta perspectiva son,
según el Sr. Víctor, de índole presupuestal (págs. 53 a 73). Como si
se tratara del ideólogo del cardenismo actual, Barceló dice: "el
Estado puede impulsar una nueva estrategia de acumulación de capital
sustentada en el sector social, y los campesinos y obreros de México
responderán a la altura de las circunstancias y sabrán cooperar con
el Estado en la construcción de un nuevo modelo económico." (pág. 74)
¡ Sopas ! Otra vez hasta parece Cuauhtémoc en sus momentos
inspirados...


En la misma línea encontramos a Ifigenia Martínez, maestra de
tantas de nuestras generaciones y actual Jefa de Asesores económicos
del Jefe de Gobierno del D.F. Para ella, el problema es que el sector
social ha adolecido de un conjunto de fallas que han impedido su
desarrollo. Fallas que han incluido, desde la falta de definición en
una Ley General, hasta las políticas sexenales que han luchado contra
el Sector Social o contra su sentido. Como ésta política reciente que
postula la titulación de los ejidos.
El resultado, explica Ifigenia, es que muchas unidades, que
formalmente serían parte del Sector Social, como los ejidos, sólo
forman parte de él en el nombre, pues los ejidatarios que cultivan de
manera individual su parcela y que tampoco cuentan con otros
mecanismos colectivos, son más bien miembros del sector privado.[19]
El proyecto histórico original debía haber impulsado al Sector
Social, considera Ifigenia, y parte de nuestros problemas actuales se
explican porque el Estado desvió el camino. Hasta 1982, nos dice
ella, "la estrategia de desarrollo aplicada para llevar a la
práctica el modelo de organización económica, política y social del
país, se apoyo en la fuerza del Estado y en la expansión de la
economía pública."...La perspectiva debía de haber sido de justo
equilibrio, pero el sector social permaneció subdesarrollado. La
necesaria rectificación del rumbo y del estado tiene, en
consecuencia, una relación con el impulso del Sector Social, pues
éste no es "ni pretende ser, un sistema de unidades marginales.
Aspira mediante la agrupación o asociación de sus miembros a
desarrollarse en unidades modernas de producción, susceptibles de
asimilar los conocimientos científicos y la aplicación de la
tecnología para convertirlas en unidades altamente productivas, cuyos
beneficios aseguren la capitalización y el avance tecnológico
permanente de las mismas, el mejoramiento social de los núcleos, y la
distribución equitativa de los beneficios." Lindo no. Diríamos que
casi nos cuenta cómo sería la abuela revolucionaria si hubiera tenido
ruedas solidarias. Pero viene al caso. Es importante. Más aún,
entiéndase como el aliento cuauhtemista por el futuro, que no es el
futuro de la economía solidaria, sino el último aliento del viejo
proyecto de la Revolución.


Ellos postulan desarrollar al Sector Social, pero no para volverlo
hegemónico, sino para refrendar su alianza con el estado, en este
caso un estado encabezado por un gobierno democrático. No es
contrario a lo que perseguimos. Pero sí es diferente. Y en esos casos
diríamos que somos aliados pero con distintos destinos...


Y para concluir con todos los que anteceden a la nueva propuesta
del solidarismo. Un autor de transición y otro con un pié en el
pueblo y otro en la utopía. El primero es Demetrio Sodi, y requiere
muy poco comentario. Si Barceló e Ifigenia todavía se inclinan por el
papel del estado o la administración, Sodi se inclina por la
autodeterminación y soberanía de los productores: "Ante la necesidad
social y política de responder concretamente a las demandas de los
grupos marginados del campo y la ciudad, el Estado ha equivocado la
estrategia, en lugar de promover el desarrollo de un sector social
sólido tanto en la producción y comercialización agropecuaria como en
la distribución de productos alimenticios en lo general, ha intentado
sustituir esa presencia, creando un gran aparato burocrático de
bodegas y tiendas rurales y urbanas, fideicomisos, comisiones, etc.,
que le significan importantes erogaciones y, a fin de cuentas, no
resuelven satisfactoriamente la tarea, misma que, por sus
dimensiones, sólo puede ser abordada con éxito mediante la
participación del sector social." (Ibídem.[20] Pág. 265)
"Es necesario acabar con la posposición constante a que se ha
sometido al sector social. El desarrollo demanda la incorporación
dinámica y autónoma del tercer agente. La creación del sector social
no puede ser espontánea y autogestada: el grado de avance alcanzado
por los otros sectores, privado y público, hace necesario otorgarle
apoyo, promoción y cuidado por parte del Estado. Esta nueva actitud
no debe significar el continuar con el proceso de sustitución que
hasta ahora ha vivido el sector social, implica respeto a la
capacidad analítica y decisoria de las organizaciones y desinterés en
el fomento a la autogestión." (Pág. 268) y yendo todavía más allá de
los postulados de la modernidad y el eficientismo, Sodi incluso
atisba que "habrá que asumir y priorizar el potencial productivo de
la agricultura tradicional haciendo una valoración justa de sus
sistemas y hábitos de producción."


El último de la serie anunciada es Jorge Franco. Pido un poco de
indulgencia porque una vez más me extenderé en la cita, y porque
suena un tanto académico, y de primera vista no se aprecia su
vocación popular: "en el caso de empresas no competitivas en el
mercado nacional/mundial, este sistema de distribución del sector
social (se refiere a una propuesta que hace el mismo Franco), habría
de impedir o regular la competencia externa al sector social y de
operar de manera tal que se garantice la creación de una demanda
'amarrada' a esta oferta. El mecanismo específico podría ser la
retribución total o parcial a las unidades de producción y a sus
trabajadores en 'derechos de compra' (dinero social) sobre los
productos del sistema..." Tiempo, time... momento. Desglosemos lo
dicho:
Para empezar, lo primero que entendemos, o por donde empieza
lógicamente la propuesta es por reconocer la no competitividad del
sector social y por postular la necesaria separación del sistema
social de distribución del sistema global de mercado. En segundo
lugar lo propone sobre la base de sustituir el dinero por una
contabilidad interna del sector, de alguna manera parecida a los
principios de contabilidad en una economía planificada. En tercer
lugar de hecho propone un restablecimiento del proteccionismo aunque
sea bajo nuevos mecanismos. Sólo que no habla de un proteccionismo de
la economía nacional y tampoco piensa que lo vaya a establecer el
estado, habla de un proteccionismo del mercado social y de que sean
sus protagonistas los que lo diseñen sobre la base del compromiso
recíproco o solidario. Lógicamente es coherente aunque en otro
sentido pueda calificarse de inviable o utópico.
Lo importante, en todo caso, es que está trascendiendo los
términos de la discusión del estado y está entrando al terreno de las
soluciones desde la sociedad civil ¿o solidaria?
Pero Jorge todavía dice algo más: "Esta propuesta constituye una
limitación de las libertades que ofrece al consumidor la libre
concurrencia. Se trata sin embargo, de una opción que puede ser
libremente adoptada por los integrantes del sistema social de
producción y distribución y que les conviene no tanto en su calidad
de consumidores sino de productores y trabajadores. Ello se debe a
que al formar parte del sistema propuesto, los productores afiliados
habrían de obtener garantías o, por lo menos, mayores posibilidades
para realizar (vender) su producción a cambio del compromiso de que
su propia demanda se orientaría a la adquisición de la producción de
otras unidades similares." Otra vez tiempo.
Jorge reconoce que esto es separarse de la economía global, pero
no niega la circulación de mercancías y la competencia entre
productores soberanos y autogestivos. Recuerda que la competencia
conduce a la quiebra de los menos eficientes, y que de lo que se
trata es de garantizar el empleo y el ingreso a todos, por lo que es
preferible comprar más caro con tal de poder vender.
Pero dejemos que remate nuestro autor: "el esfuerzo se
orientaría..... a satisfacer necesidades internas". No es casual que
el texto de donde están tomadas estas citas se llame precísamente
Producir para nosotros. (Págs. 92,93)[21]


Tal vez aquí convenga intentar nuevas conclusiones: Novena.
Quienes postulan la alianza entre el estado y el sector social son
representantes del proyecto de la Revolución Mexicana, pero
probablemente están lejos de las realidades de la economía solidaria
actual.


Décima. La economía solidaria no puede plantearse componer la
economía global, ni el mercado capitalista. Puede separar su
orientación de la competencia y la modernidad global y enfatizar en
cambio el empleo y la satisfacción de las necesidades.


Onceava. La economía solidaria no tiene por qué adoptar los
criterios monetaristas con que opera el sistema moderno o
competitivo, siempre y cuando asegure el eslabonamiento completo de
la cadena producción / consumo.


Sólo nos faltaría ahora cómo financiar todo esto. Pero no nos
anticipemos. Antes de nuestra propia propuesta falta lo mejor.
VI. El nuevo contexto internacional de lucha por una economía
solidaria, o de cómo los límites del capitalismo generan nuevas
utopías.
(Los verdes son comunitarios (Esteva); los ecologistas critican el
mercado (Bahro); los defensores de la identidad y los partidarios del
nacionalismo y la soberanía rescatan la ideología colectiva (Rojas,
Rechy); los partidarios de la tercera ola están organizando una
democracia autogestiva de los productores (La Red de Desarrollo
Humano Sustentable). Existe una convergencia con los auténticos
demócratas --Kofi Mgnane, Schumacher-- a partir de los valores y las
obligaciones.) La visión de Marcos y los nuevos zapatistas.


Sector privado Sector público Sector
social


--búsqueda de ganancias --equilibrar los intereses de --
busca satisfacer nece
los otros dos sectores sidades
--egoísmo (beneficio per --introducir políticas
correc solidario,cooperativo
sonal, esfuerzo individual) tores del mercado
colectivo, organiza-
-competitividad, producti -captar recursos vía físcal e
ción social
dad, eficiencia introducir mecanismos redis
-prorratea costos socia
tributivos del ingreso les entre
la producción
-funcionamiento predatorio --velar por la justicia social en
su conjunto, recibe
y contaminante -dotar de infraestrucura al con
subsidios para cumplir
-antidemocrático por natura junto de la economía
funciones de abasto y
leza, fundamento del autori -garantizar los servicios a la
servicio necesarias
tarismo ciudadanía
-mantiene relaciones
-globalizador pero bajo su
armónicas con el me
dominio dio
natural, cuida el
patrimonio
como algo
colectivo e
intemporal
-favorece la
participa
ción y la
responsabili
dad social,
y es funda
mento de la
democracia
-crea
vinculos de
cooperación
y forta
lece el
ecumenismo
-alienta una
libertad con
responsabilid
ades
sociales


Antropocentrismo Biocentrismo
-El hombre se separa del -La comunidad
descubre la relación
medio y rompe los misterios de armonía que
existe entre ella y
eleusíacos. Nace la contradicción su medio. Nace el tabú
social y el
entre sujeto y objeto. Culto de la naturaleza.
-El hombre analiza el mundo y lo -El hombre mitologiza el
mundo y
manipula como algo distinto de sí. Lo sacraliza como algo
de lo que él
-El hombre desarrolla el conoci- mismo forma parte.
miento como algo para vencer a la -El hombre desarrolla
una cosmo
naturaleza. Visión sobre su lugar en
el cosmos
-El hombre "rey de la creación". Y en el mundo.
-El hombre domina a la naturaleza. -Su conocimiento no es
analíitico
-El hombre concibe la técnica como sino inteligente.
forma de potenciar su dominio y -El hombre sólo recibe los
dones
transformación de la naturaleza. Del muindo si respeta su
órden.
-El hombre compite por el dominio de -El hombre desarrolla el
conoci-
la naturaleza y termina compitiendo miento como sabiduría y
preceptos
entre sí por establecer el dominio de morales.
unos sobre otros. -El hombre establece
instituciones
-El hombre desarrolla los valores de la que garanticen la armonía
social y
competencia y el dominio e inventa la la armonía con el medio y el
propiedad privada. Cosmos.
-El hombre desarrolla el poder y el -El hombre no concibe la
propie-
mercado como expresión de su dad sobre la naturaleza y los
ele-
individualismo. Mentos. Mantiene la identidad

comunitaria sobre cualquier
dere- cho individual.
-El hombre colectivo
establece
los derechos colectivos sobre
las
libertades individuales.





VII. Hacia un programa de organización de la Economía Social.
(Juan José Rojas, Mario Rechy)


El hombre ha creado su carácter o modelado su espíritu en un
proceso de interacción con su medio. Ha sido el combate por el pan el
que le enseñó al hombre los frutos del esfuerzo y la virtud del
tesón. Pero la lucha por la supervivencia le enseñó algo más
abstracto: que el amor a la vida podía dar pié a la pasión por el
poder personal. Y a considerar que todo logro pudo dar origen a una
satisfacción, a un crecimiento de la autoestima. Muchas veces más
allá del amor por el grupo cercano, por los suyos y por todos.


También esa misma lucha por la supervivencia enseñó al hombre que
de manera solitaria era un vencedor del momento, un héroe
transitorio, y que la verdadera batalla trascendía su esfuerzo y su
capacidad personales. Su historia ha sido un aprendizaje de cuán poco
representa una vida individual enmedio de la vida colectiva. Cuán
poco puede conseguir un luchador si no forma parte de una
colectividad, de un conjunto de luchadores.


Parecería obvio; y sin embargo llevamos en nuestro programa
genético esta dualidad. Según las circunstancias aflora una u otra de
las lecciones aprendidas, y nada garantiza que nuestro carácter sepa
escoger con probidad o acierto. Muchos se conducen egoístamente
cuando sólo el esfuerzo colectivo podría sacarlos adelante. Actúan en
beneficio propio e incluso atentan contra el interés de la mayoría. Y
lo peor de todo, no pocas veces se salen con la suya, pues la
sociedad occidental o moderna acepta como natural la búsqueda de
satisfacción o bienestar personal.


Tal y como si esa fuera una condición irremediable de la
naturaleza humana, y no nos quedara sino el recurso de reglamentar el
individualismo o sus funestos efectos. Como si la legislación fuera
una especie de coto, de límite o restricción en que nos pusiéramos de
acuerdo para que la rebatiña siguiera ciertas reglas, la competencia
se sujetara a ciertas formas "civilizadas", y el triunfo de unos
sobre otros no ocurriera de una manera abiertamente sangrienta, sino
según patrones morales.


Y sin embargo tenemos a la vista otra concepción del mundo. Una
concepción del mundo que se ha propuesto introyectar en cada
individuo, en su psicología y en sus valores y principios, los
resultados de ese otro envés de nuestra larga historia, el lado de la
solidaridad. Esta visión o perspectiva, que han sabido conservar y
enriquecer los pueblos indígenas -y que en alguna medida también fue
cultivado en el socialismo real-, nos enseña que no tiene
perdurabilidad el éxito conseguido a costa de los otros, porque el
daño infringido a la comunidad a todos nos degrada y a la larga
empobrece.


Esta perspectiva plantea educar a las personalidades en un sentido
de servicio, bajo el precepto de que cuanto más sirvan a sus
semejantes mayor será su autoridad. Esa es la figura de Marcos, o de
Gandhi. Cuya moral y principios no les permiten colocarse más allá
del interés colectivo.


Y ese es un gran principio. Un principio fundamental en estos
tiempos en que el mercado irrestricto -ese que pretenden imponernos
como única dimensión del mundo-, funciona sobre la base del egoísmo
personal, del logro de empresa, y no de la solidaridad colectiva.


Pero hay todavía otro principio que debemos agregar a este. Otra
noción que transforma nuestra perspectiva. Y es el de que la acción
individual, o la acción ciega de las colectividades que se han movido
con una perspectiva egoísta, amenaza al medio del que formamos parte
y nos separa de él.


Esta pérdida de identidad como seres que formamos parte del mundo
y el cosmos, y que es una prolongación del individualismo que ha
cultivado esta sociedad que rinde culto a la propiedad privada y al
poder, destruye la armonía entre nosotros y el medio, entre nosotros
como sujeto pequeño que somos como especie, y la gran colectividad
que es la naturaleza y el cosmos.


Aquí tenemos también que crear preceptos y valores que se guarden
en cada uno. Que se conviertan en principios de educación y de
observancia. Tal y como lo hicieron los pueblos indios en otra etapa
de la historia de la humanidad. Sus mitos les permitieron sobrevivir,
y sus enseñanzas serán nuestro punto de partida.


No se trata, en este caso, de reglamentar la ecología. Porque la
ecología, al igual que la ley y el derecho entre los hombres, no
puede ser una reglamentación de la rebatiña o la competencia. No se
trata de prohibir y sancionar. O mejor dicho no basta y no es lo
fundamental lo que se escriba de leyes y de restricciones. Aunque en
el largo periodo de la transición será sin duda necesario.


Lo que debemos tener claro es que si bien el estado deberá velar,
como institución, por el interés de todos los humanos, de todos los
seres vivos, como garante y racionalidad general que representa el
interés más vasto y compartido, serán los valores que seamos capaces
de inculcar, la cultura que podamos generalizar, lo que realmente
garantice nuestra pervivencia.


Suena difícil en un mundo en que pareciera que los únicos valores
perdurables o universales son los de la CocaCola, el libre mercado y
el logro empresarial. Pero la gravedad de la crisis ecológica se
encargará de subrayar en todas las formas lo equivocado de esta
perspectiva. Y cuanto menos atendamos a sus llamados de atención, mas
graves serán las consecuencias. Existiendo el riesgo de que ante
nuestra obcecación el género humano se muestre incorregible de sus
propias pasiones y valores egoístas, y desaparezca.


El máximo grado o expresión de esa individualidad, de esa
capacidad concentrada de la propiedad para decidir por los demás o
por todos es la decisión posible de la bomba atómica. Ahí, un sólo
botón puede gestar el holocausto último para todos. Una sóla decisión
concentrada de un individuo, que se sitúa a la cúspide de una
pirámide de progresivo egoísmo y poder.


En el otro extremo, millones de seres se empeñan por resolver la
existencia, por tener trabajo, por alimentarse, y por convivir. ¡ ¡
Con--vivir ! ! Si aprendemos a organizarlos... Si sus necesidades
fundamentales son convertidas en la base de una nueva solidaridad
moderna, en que los seres humanos no sólo entiendan que nuestra
existencia depende de nuestra solidaridad, nuestro espíritu y destino
colectivo, tal vez nos salvemos.


Si nos organizamos para difundir la superioridad moral y ética de
lo colectivo, si nos planteamos un plan ambicioso para demostrar con
la razón y con el ejemplo que la economía social es superior a la
empresa individual; si traducimos la fuerza espiritual de la mayoría
en argumentos tangibles, en pasos y estrategia, abriremos una etapa
de desarrollo formidable. En que los principios del progreso y la
búsqueda por el futuro reflejen por primera vez en una escala
ecuménica el interés de los seres humanos.


Sólo desde esa perspectiva la ecología deja atrás su frialdad
técnica, y sólo desde ese horizonte el desarrollo es verdaderamente
humano. Este futuro colectivista y solidario es una posibilidad
real. Que depende de lo que hagamos hoy, y de lo que hagamos juntos
cada día.
-----------------------
[1] Aunque también podríamos remitir a ustedes a los ensayos que hemos
hecho Sobre el carácter de la revolución, sobre El carácter de la propiedad
en México, sobre La Rectoría del Estado o sobre la Historia del Liberalismo
Social[2] --que ya mencionamos antes y , que, dicho sea de paso, nada
tiene que ver con la invención de Salinas.
[3] Capitalismo Solidario. Gente ayudando a la gente a ayudarse a sí misma.
Lasser Press Mexicana 1994.
[4] Libertad económica y justicia social. Implicaciones de una Economía
Social de Mercado para México. Editorial Comercial Iberoamericana México
1990.
[5] Editorial Gedisa, Colección Libertad y Cambio Barcelona España 1988.
[6] Post-Capitalist Society, Harper Business Publishers New York l990
[7]Desarrollo equitativo y fortalecimiento del sector social de la Economía
de México. en el Coloquio Internacional sobre el mismo tema. Méx. D.F. 23 a
27de mayo de 1988.
[8]Solidaridad, en la Antología La política social en México, 1989-1994,
compilada por Arturo Warman. FCE 1994. p387.
[9] La Nomenklatura, o de cómo un grupo dirigente se convirtió en una
clase opresora. México 1993 Edic. Limitada del CEESC.
[10] Socialismo o Burocracia. Edit. Siglo XXI Méx. 1974, que reproduce la
famosa Carta abierta al Partido Socialista Unificado Polaco, escrita en
1967. Mencionemos de paso que nosotros hicimos la primera traducción de
este documento al castellano, y tuvimos la enorme dicha de conocer a Kurón
y a Onieskievich así como de discutir con ellos en Varsovia en 1979.
[11] Vease La Revolución Inconclusa. Edit. ERA. México 1967. Así como el
otro texto del mismo autor El marxismo de nuestro tiempo, de la misma
editorial.
[12] Entrevista de Mario Rechy y Juan Martinez a Mijaíl Gorbachov, en
Monterrey, Nuevo León, despues de su Conferencia ante al grupo Pulsar.
1993.
[13] (Omito con toda intención dos autores críticos del socialismo
en este apartado. Simplemente porque son demasiado importantes para
tratarlos de paso y su obra será de valía fundamental para el futuro
del Siglo XXI. Estos autores son el polaco Wlodimierz Bruss y el
checo Ota Sik. Si tenemos una nueva oportunidad de compartir un aula
o auditorio para profundizar sobre la experiencia y la crítica del
socialismo les dedicaré el tiempo necesario. Y si no es el caso, se
los dejo de tarea.)

[14] Entre Neoliberalismo y Neomarxismo, Edit.Herder Barcelona 1977. P.44.
[15] Entre Socialismo y Neoliberalismo. Una alternativa para América
Latina. por Juan Auping Birch. Publicado conjuntamente por la Fundación
Konrad Adenauer, el Instituto de Proposiciones Estratégicas A.C. (que
depende de la COPARMEX), y el Instituto Mexicano de Doctrina Social
Cristiana. México 1992. Pág. 55 y sigtes. De paso aclaramos que el hecho
de que citemos al Dr. Auping en apoyo de un aspecto que venimos
desarrollando no quiere decir que suscribimos todo lo que contiene su
texto. Debería ser obvio, pero como hay varios aspectos, no citados, con
los que discrepamos centralmente, nos resulta necesario deslindarnos de
aquello que no vayamos citando en apoyo de nuestra línea de exposición.
[16] Dice Auping: "La competencia entre las pequeñas empresas es
causa de innovación y flexibilidad en los procesos de producción, en
favor del consumidor. La mayor parte de las patentes vienen de las
pequeñas empresas, porque estas están más cerca del mercado y del
consumidor y por su mayor contacto tiene más espíritu innovador." p.
70
[17] Socialismo Libertario, por Abraham Guillén Móstoles España, 1990, pág.
4.
[18] Puede verse a este propósito mi texto titulado Por qué es necesario
sustituir el actual sistema financiero con un sistema cooperativo. Ponencia
presentada en el Congreso de la Confederación Cooperativa en Monterrey en
1997. Este punto de vista fue adoptado por el Congreso Nacional de la
Confederación de Cooperativas de Ahorro y Préstamo el mismo año de 1997 en
Querétaro, Qro.
[19] Un programa, en El sector social en la perspectiva del desxrrollo
económico. Dentro de la antología El sector social de la economía. Coord
Armando Labra. Siglo XXI Méx. 1988, pág. 51.
[20] La economía del sector social, una alternativa para superar la crisis.
En la misma antología. Págs. 75 a 83).
[21] Sodi de la Tijera, Demetrio. El sector social en la
comercialización... dentro de la misma anterior Compilación.
El substítulo es Crisis económica y desarrollo del Sector Social. Instituto
de Investigaciones Económicas de la UNAM. 1990.
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