Víctor Trigo (2014) Disidencia, Negatividad y Discursividad desde el Mal-Estar

September 24, 2017 | Autor: Víctor Trigo | Categoría: Filosofia Del Lenguaje, Filosofía Política, Filosofía y crítica-
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DISIDENCIA, NEGATIVIDAD Y DISCURSIVIDAD DESDE EL MAL-ESTAR ORIENTACIONES DESDE JOHN HOLLOWAY

Por: Víctor Trigo Zuloaga Profesor de Filosofía La Serena, Chile, 2014

RESUMEN: En la actualidad, nadie podría negar que nuestra realidad es bastante criticable e injusta, más ¿Qué hacer frente a este desolador panorama? Gritar. Desde los conceptos de John Holloway, Negatividad y Disidencia, se nos dan pistas y caminos para ejercer una ex-presividad que disminuida e invisibilizada, clama y evoca a un otro por justicia.

Llamando a ese estado existencial el mal-estar, con el cual

descubrimos y reconocemos nuestra angustia. Es así que, cuando se hace difícil evocar a otro que atienda esta pro-clama, el derrotero que se erige inmediatamente es, la discursividad, como posibilidad justa de reconstruir la sociedad. PALABRAS CLAVES: John Holloway - Negatividad – Disidencia – Ex-presión, Malestar, Poder-vivir-bien - Discursividad.

CONTEXTO: En la actualidad hay más de 4.600 millones de personas, es decir más de un 76% de la población mundial que padece la pobreza, de un total aproximado de 7.600 habitantes1. 2.400 millones de personas carecen de servicios sanitarios, como así también 2.000 millones no tienen acceso a medicamentos esenciales de bajo costo, y más de 11 millones de niños menores de 5 años mueren anualmente por causas evitables.

Chile, al igual que la mayoría de los países tercer mundista, presenta las más altas tasas de desigualdades e injusticias. Por si no lo saben, todavía existen muchas familias que 1

Confrontado con la tasación oficial de la ONU en el año 2013

no tienen para comer diariamente; no tienen servicios sanitarios, una casa digna, salud pública a su disposición; ni menos una educación digna para librarse del analfabetismo, la humillación, la segregación y la pobreza. Además, hay que agregar que, existen otras necesidades fundamentales que, de acuerdo a “algunos”, no caben dentro de los estándares evaluativos, por no ser relevantes ni esenciales. Para que recordarles sobre los límites del acceso a la información, los límites de la libre expresión, los límites ciudadanos, los límites de participación, etc…

Lo lamentable es que existen muchas técnicas y estrategias que ocultan y malversan este tipo de información, y la información en general para generar una imagen falsa de la realidad local, situación que nos lleva a creer que somos una de las naciones más productivas y ejemplares del continente comparadas con el mundo. Increíble, porque, quién podría levantar su mano deliberadamente para confirmar dicha afirmación. Bajo estas mentiras y distractores, la pobreza sigue aumentando año tras año, al igual que la insatisfacción de las personas. Si bien estos datos son de conocimiento general y ahí están no más, ahí quedan como los mismos rostros que los encarnan, transformándose en crónicas de diarios, reportajes, de uno que otro dato al momento de sentirse revolucionario, sobre todo ahora que la “tendencia” o la “moda” es hablar de política.

Más ahora ¿qué hacer? Nada, porque no has hecho nada, ni tus antepasados ni los míos, hemos vivido en una quietud conformista e individualista, que selecciona y discrimina, inclusive, hasta lo que debe o no debe ser, desvinculándome de la realidad que me afecta, directa e indirectamente, para mantener ese resabio que llamamos vida.

LA NEGATIVIDAD Frente a esta verdad conocida por todos y que es rutina de hace ya muchos siglos, me es imperativo comenzar así, exhortándolos con las siguientes palabras de John Holloway: “En el principio es el grito. Nosotros gritamos. Cuando escribimos o cuando leemos, es fácil olvidar que en el principio no es el verbo sino el grito.

Ante la mutilación de vidas humanas provocadas por el capitalismo, un grito de tristeza, un grito de horror, un grito de rabia, un grito de rechazo: ¡NO! El punto de partida de la reflexión teórica es la oposición, la negatividad, la lucha. El pensamiento nace de la ira, no de la quietud de la razón; no nace del hecho de sentarse, razonar y reflexionar sobre los misterios de la existencia…” (Cambiar el mundo sin tomar el poder: El significado de la revolución hoy, Cap. I. 2002).

Al recibir honestamente esta interpelación y le dejamos tomar cuerpo con nosotros, veremos que al nacer, todos somos invitados involuntariamente a un mundo que no es nuestro, que no pedimos y no nos quiere. Somos recibidos con un golpe, somos manoseados, zamarreados e incluso a los más rebeldes hasta insultados. Invitados al frío exterior, por un extraño o extraña recibimos la bienvenida a este mundo. La calidez del vientre, el cobijo del cuerpo, el gozo del alimento, el lenguaje del amor, son inmediatamente extirpados, desarraigados en un acto violento y sangriento.

Al principio es el GRITO, y no el de la verdad ni el de la razón -afirma Holloway-. Es la emoción la que clama, desde la angustia y el peligro su “mal-estar”, en su estado más originario. Este Grito que clama, “Evoca”, denuncia y por sobre todo provoca, ya que es un decir “en sí mismo” y no una expresión ideológica, sino más bien las primeras palabras polísticas de todo ser humano, que invitando siempre, busca una que otra respuesta que obliga a la responsabilidad de Otro. Así desde el principio, el clamor es un grito polisémico que busca a los Otros.

Y si observamos la vida misma, esta es siempre un constante grito de denuncia, que denuncia mi “mal-estar”, mi estar mal, no como originariamente el “ser-humano” proclama, sino como una ausencia de esa voluntad de todos nosotros de “vivir-bien”. Por ejemplo, en una primera etapa, lo podemos observar cuando un niño llora la injusticia en una sala de clases, cuando otro huye por las desiguales reglas del juego, cuando otro se calla por las arbitrariedades, cuando otro se distancia por el ninguneo y otros golpean por el maltrato. Todas estas son manifestaciones corporales del “mal-estar”. Esta es la relación primaria con la que nos encontramos, es una relación con el exterior

de manera violenta, pero no porque esta lo sea “en sí”, sino porque los otros nos la hacen padecer de esa manera, porque asintiendo junto con Marx, que el ser humano viva junto con la naturaleza, el mundo y todo plexo remisional quiere decir que “la naturaleza es su corporalidad, con la cual ha de mantenerse en proceso continuo para no morir”. Esto nos aclara que, el mundo que es anterior a todos nosotros, se presenta como contradicción en cada uno, frente a nuestra voluntad de vivir bien y todo lo que eso conlleva, y no por la naturaleza misma de las cosas ni del mundo, ya que estas carecen de naturaleza moral, sino porque los seres humanos, dentro de sus relaciones poco espontáneas por la transgresión que vivimos desde nacer, instrumentalizan y transforman nuestra realidad. Mas, no hay que detenerse tanto reflexionando en dichas situaciones, nada más basta que te des cuenta que tú estás siempre ex-presando tu clamor a través de los polisémicos gritos, como el silencio, el sufrimiento, la ira, la distancia, la violencia, la tensión, el estrés etc. Porque sobre ti existe la dominación, la discriminación y la negación. Enfatizamos que esa condición de ex-presar, es constituyente y constitutiva de todos, desde el aspecto más básico al más complejo, ya que desde ahí nos revelamos y desvelamos al mundo y los demás. Por lo tanto, todo actuar ingenuo, espontáneo u orientado, está queriendo expresar tú “Estar” en el “Vivir”.

Pero ¿Quién te escucha? A ¿Quién evocas con tu mal-estar? A todos y a nadie, respondería. A nadie, porque que desde que naces, tu grito, siendo genuino y originario es anulado, disminuido, “normado”, ya sea por el lenguaje, las costumbres, las prohibiciones, los roles, la autoridad, tu miseria, tu pobreza, tu ciudad, tu población, etc. También a todos evocas, porque todos te oirán y te verán a través de muchas maneras en las que sales de tu anonimato y apareces al encuentro de los otros, pero a pesar que puedan invisibilizarte, evocarás su rechazo. Pero ¿Qué cambia? ¿Qué produce? Nada, serás un testimonio o una anécdota fallida del vil y funesto sistema en el cual nos vemos inmersos, pero que claramente no queremos, pero que lamentablemente repetimos y reproducimos. Ante este panorama tan desolador, que nos deja petrificados en acción y reacción, resulta preguntar ¿Qué hacer? puedes ir a quejarte al director del hospital, al director de tu colegio, a tu jefe, a tu jefe de carrera, a tu padre o madre, a tu torturador, al banco e

incluso a tus representantes políticos, pero ¿Serás escuchado? ¡No! Porque para ser escuchado, al igual que un extranjero, deberás conocer y manejar el idioma local, lo que cabe decir que deberás regirte por las “conductas y lógicas regulares” que imposibilitándote, no son más que técnicas y estrategias instrumentalizadas para anular tu clamor, tu grito, para transformarlo solamente en una ficha más en las hojas de reclamos. Esto quiere decir que, si aún sabiendo que eres constante ex-presión de ti mismo y tus relaciones, y que para ser escuchado –entendido- deberás someter toda genuinidad, espontaneidad y originalidad a los parámetros o paradigmas dominantes, que te disminuirán para socavar cada vez más tu grito a un discurso oficial, que deslegitimará tu denuncia y provocación.

Como hemos visto a través de este desolador escenario: nada queda, nada resiste, la nada soporta, y esa nada somos nosotros. Somos las nada que padece. El sufriente, el negado, el ninguneado y el dominado. Realidad de la cual solo quedas exento cuando te subsumes en tu angustia para silenciarla o en el mejor de los casos vivirla como un desafío interminable.

Si bien, siempre nos han tenido gritando, demandando nuestra humanidad, proclamando nuestra dignidad, expresando este modo de ser, solo nos obliga a resistir y padecer nuestra vida intentando “no morir”, regateando la vida, mi vida. Y así, se manifiesta en primera instancia la Negatividad, como el grito que niega y denuncia nuestro “mal-estar”, que es la manera existencial que sale del anonimato, de la nada, para erigirse como la manifestación del no querer estar-mal, evocando siempre a un Otro. Si bien esta observación y análisis de la humanidad es vista desde una perspectiva negativa, no podría ser de otra manera, ya que desde que la razón se ha detenido para referir una reflexión sobre si misma realidad, históricamente no ha podido desentenderse del grito que clama su mal-estar.

¿Pero solo deberemos quedarnos en la negatividad del decir no, no quiero estar-mal?

LA DISIDENCIA

No, no solo nos debemos quedar en el ejercicio de gritar ¡No! Como negación de la nada, porque ya de eso tenemos mucha historia, sino más bien, esta es solo la proclama, como auto-confirmación de ser. Pero ¿En dónde hallarán eco mis pensamientos, mis reclamos, mis críticas, en definitiva mis clamores? esos que hablan de reivindicación, dignidad, libertad e igualdad.

Solo me queda decir que en primera instancia, tu eco podrá encontrar cercanías discursivas que intentarán disminuir tu particularizar tu grito en los mismos discursos que te cegaran anulando tu “mal-estar” en el interés particular de unos pocos, como anteriormente lo mencionábamos. De seguir actuar así, anulando tu particularidad e individualidad sólo repetirás y perpetuaras la continuidad de la nada que alguna vez pro-clamaste abandonar. Y lo más lamentable, es que estarás viviendo inauténticamente, intentando acallar tu grito particular y genuino, en la uniformidad de los mismos. Y será peor, porque cuando te vayas sintiendo abandonado y tu eco cada vez se sienta más vacío y solitario por no encontrar a Otros que acojan tu grito ¿Este será el fin del camino de la negación?

No, no es aquí donde debemos temer ni menos desistir, porque con la negatividad devenimos inmediatamente en la Disidencia. La disidencia se presenta como la consecuencia de la negatividad, pero no como la negación o como contraposición a, porque eso es la negatividad al mal-estar, sino más bien la disidencia es la “voluntad de poder”, la “voluntad-de-poder-vivir” y no como la “voluntad-de-poder” como potencia.

Para aclarar. Todos somos parte de una polís, de una ciudadanía, sociedad o comunidad, es decir partes de un grupo colectivo de personas diversas con sus historias y contextos particulares, y es desde allí, de esa geografía y esas relaciones, que nosotros conseguimos nuestra vitalidad, nuestra circunstancialidad. Así lo enunciaba Aristóteles, refiriéndose a que todo ser humano, está referido al grupo social que lo rodea y vincula. Pero, que en nuestro caso, como sufrientes, negados, ninguneados y dominados a través de la exclusión, la negación, la discriminación que nos brinda la polís, conseguimos nuestra común-unión, la del grito, la del mal-estar .

Por tanto, la disidencia como consecuencia de la negatividad, como “voluntad-depoder-vivir “circunscrita inexorablemente en la polís, es “el” punto de encuentro entre nosotros, los que queremos vivir y tenemos la libertad de vivir –como todos-, no de sobrevivir.

Se podrá negar la existencia a través de miles de mecanismos, pero la voluntad de vida nunca, por ser voluntad de vivir. Es decir que, la constitutiva condición de seres sociales que tenemos, ya sea como devotos a las estructuras sociales o como detractores de las mismas, nos configuran como pares con otros, los que desde el origen de su vida se han sentido transgredidos, evocados a expresar un grito, el que encuentra correlación discursiva, geográfica, étnica, polisémica con el Otro Grito.

Resumiendo. La disidencia como consecuencia de la negatividad, es decir como voluntad-de-poder-vivir, nos une desde nuestra diversidad para pro-clamar nuestro grito de mal-estar, pero no solo como pro-clama, sino como decisión de no sobrevivir, sino de poder-vivir.

CAMINOS Por tanto, la negatividad y la disidencia se presentan como caminos viables de participaciones genuinas y sentidas en lo polís-tico y su construcción.

Al tener claridad que nuestro mundo con sus relaciones sociales, económicas, políticas y comunicacionales nos transgrede por ser un mundo previamente constituido por la inautenticidad y el poder, situcionalidad que nos contrapone con lo volitivo de nuestra existencia más autentica y originaria, esto nos confirma nuestro estado de clamor y angustia. Más, esto lo podemos observar en el despojo que vivimos a diario por parte de terceros quienes violentan nuestras vidas.

Ya sabemos, que desde el principio es el grito, el que clama y evoca a un tercero que recepcione y comprenda nuestra impotencia existencial de mal-estar. Bajo esta premisa

del mal-estar, en la que develamos todas nuestras necesidades, se encuentra la luz o los derroteros para reconstruir una forma de vivir de acuerdo a ciertos parámetros que, no obedeciendo a la identidad o al poder dominante, si se vinculan a la polís que también clama y denuncia.

Por tanto ¿cómo podríamos emprender una empresa que genere una vía que responda a las exigencias de la negación? Para ello encontramos la respuesta que deviene de la negación, a saber la disidencia, la que desde muchos ámbitos y acciones posibles manifiesta el deseo o anhelo de vivir bien.

El ser humano, involuntariamente al nacer contiene por ser vida, voluntad de poder, y no como potencia de ejercer el poder desde sus diversas manifestaciones, más bien, cuando nos referimos a la voluntad de poder, hablamos de voluntad-de-poder-vivir y es en este intento de negar las formas que imposibilitan la vida es que se genera una pista para el tan anhelado vivir bien, a saber la discursividad.

DISCRUSIVIDAD: Al entender que este diagnóstico social obedece a la disminución e invisibilización de la persona como tal por aquellos aparatos o instrumentos organizativos e institucionales del poder, nos revela que la dificultad pasa por la capacidad democrática y participativa de la expresividad que todos somos.

Como bien sabemos, que todo ser humano es un ser social y que esa socialización se basa en la expresividad, es decir en la huida del anonimato, podemos vislumbrar con ello que, desde la capacidad discursiva, es el derrotero posible frente a los gritos.

Se dice que, cuando un expresa sus sentimientos, emociones y estados anímicos y/o espirituales –sea el caso- se reconoce e identifica el problema y sus causales. Por lo tanto, de instituir en nuestras relaciones sociales la participación discursiva de las personas de manera legitima, respetuosa y responsable, podríamos revolucionar la restructuración de la modalidad en que nosotros nos entendemos.

Imaginemos. Si todos pudiesen predicar sus hechos y sus impresiones de la realidad, sus limitaciones, vejaciones, invisibilizaciones, etc. y tuviesen el espacio y el oyente para hacerlo, podríamos reconstruir una historia desde la totalidad que viva y dinámica exige poder-vivir-bien, a través de si misma.

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