VIAJEROS INDIGENAS DE MÉXICO A ESPAÑA UNA TIPOLOGÍA DE SU PRESENCIA

May 23, 2017 | Autor: F. Morales OFM | Categoría: Indian studies
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Descripción

VIAJEROS INDIGENAS DE MÉXICO A ESPAÑA UNA TIPOLOGÍA DE SU PRESENCIA Francisco Morales Tema de suma importancia, y por desgracia hasta el momento poco estudiado, es el de los viajeros indígenas a España. Su presencia en la metrópoli refleja, en varias formas, el múltiple significado del impacto del encuentro de dos culturas, tan diversas y ricas, tan luminosas y oscuras como lo fueron la mediterránea representada por España y la mesoamericana en su expresión del grupo mexica. Indígenas americanos se ven en España en una variada tipología desde el regreso del primer viaje de Colón. Según Pedro Mártir de Anglería, el navegante genovés trajo consigo en ese viaje “diez de los naturales, por medio de los cuales podría consignar por escrito sin dificultad las lenguas de todas aquellas islas”.1 Razones, sin embargo, menos académicas, que las de “consignar por escrito” una lengua fueron las que propiciaron un injustificado abuso de esta temprana presencia del indígena americano en España, según puede verse por una real cédula de la reina Isabel, fechada el 12 de abril de 1495, en la que suspende el permiso de vender indios americanos en la metrópoli hasta no contar con informes sobre las razones éticas y religiosas para la justificación legal de la esclavitud de los indígenas.2 Con o sin permiso de la reina el tráfico de indígenas americanos se convirtió en jugoso negocio de colonos fracasados de la España. Así, en noviembre de 1498 llegaron a España 800 nativos entre los que se contaban 200 enviados por cuenta de Colón. Dos años más tarde, estando la corte en Sevilla, llegaron dos naves que transportaban 300 indios, hecho que provocó la enérgica reacción de la Reina Isabel, que ordenó pregonar en Granada y Sevilla que los que poseyeran indios los debían remitir, cuanto antes a sus lugares de origen.3 Naturalmente, nos fueron estos abusos la única razón de la presencia indígena en España. Conforme avanza el proceso colonizador y las discusiones ético-legalistas de la conquista que hacen más difícil sostener el tráfico de indios en España, otro tipo de viajeros harán acto de presencia. Aparecerán, así, grupos indígenas enviados como muestras de las 1

Pedro Mártir de Anglería, Décadas del Nuevo Mundo, (Editores, Edmundo O’Gorman y Agustín Millares Carlos, 2 vols., México, Editorial Porrúa, 1964), Década I, libro I. 2 Juana Gil-Bermejo García, “Indígenas Americanos en Andalucía”, Andalucía y América en el siglo XVI, Vol. I, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1983, p. 535. 3 Ibid

extrañas culturas que acababan de ser conquistadas, o grupos que bajo la protección de los frailes eran llevados a los conventos o a la corte para su educación, o los que, una vez establecidas las primeras ciudades de traza española, pasan a la corte a pedir mercedes para ellas, y otros más. En un intento de presentar un esbozo de la presencia indígena mexicana en España y, naturalmente, sin tratar de ser exhaustivo en un tema que parece ser tan amplio, ofrezco aquí la siguiente tipología: 1. Viajeros llevados por conquistadores como muestra del mundo que han conquistado. 2. Viajeros de la nobleza indígena llevados por los frailes para su educación. 3. Indígenas que viajan a España en representación de sus pueblos. 4. Indígenas que, en calidad de servicio o de esclavos, pasan con colonos que regresan a España. 5. Indígenas enviados a España por problemas de rebelión contra el sistema y régimen colonial. El material que he estudiado se refiere especialmente a la Nueva España. El número de viajeros, aunque reducido –un poco más de un centenar– es importante para la historia social del encuentro del hombre americano y el europeo por la riqueza de información que proporciona sobre las relaciones españolas-indígenas en un contexto fuera del territorio de la colonia. Este tema, que está aún por explorarse, de llegar a ser bien investigado, enriquecerá sin duda, nuestra visión del significado del encuentro de dos mundos.

Fuentes Sobre el tema de los viajeros indígenas de la Nueva España existen fuentes primarias de gran importancia, algunas de ellas ya bastante conocidas o estudiadas, como son los testimonios contemporáneos de los que, en alguna forma, participaron o fueron testigos de estos viajes, y otros menos conocidos, que esperan la paciente labor del investigador, como son los informes, registros, peticiones, procesos y otros documentos depositados en archivos mexicanos y españoles. Entre los testimonios contemporáneos ya conocidos tenemos el de Giovanni Ruffo de Forti, nuncio apostólico en España, que estando en Valladolid en 1520 fue testigo de la presentación en la corte de un grupo de indígenas enviado por Cortés con sus procuradores

Alonso Fernández Puerto Carrero y Francisco de Montejo. La descripción de esta extraña embajada hecha por el nuncio en carta al protonotario apostólico Francisco Chieregati, fue publicado en 1959 por Marcel Bataillon en el Journal de la Socité des Americanist vol. 48 (pp. 135-140) con una erudita introducción en la que aporta varios datos sobre el autor, destinatario y estilo del documento. Testigo de esta misma expedición, y otras más, fue también el famoso humanista Pedro Mártir de Angleria, que en varios libros o capítulos de sus décadas, incluye breves, pero interesantes descripciones de los componentes de estos grupos indígenas.4 Rico por su contenido etnográfico y pictórico es el testimonio sobre una expedición indígena en 1528, que el dibujante Christoph Weiditz nos hace y que ha sido ampliamente estudiado por Howard Cline en un artículo publicada en The Quarterly Journal of the Library of Congress (vol. 26, 1969) con el título “Hernando Cortés and the Aztec Indians in Spain”. Weiditz era un miniaturista natural de Strasbourgo que por razones de trabajo, alrededor de 1529, pasó una larga temporada recorriendo España. Atraído por la variedad de tipos humanos y costumbres, preparó una serie de dibujos españoles observados durante su viaje, entre los que incluyó algunos indígenas mexicanos que viajaron con Cortés a España en 1528. Los dibujos, conservados en el museo alemán de Nuremberg y editados en 1927 por Theodor Hampe (Das Trachtenbuxh des Christoph Widitz, Berlín y Leipzig, 1927) son una importante fuente etnohistórica no sólo para conocer ornamentos e indumentaria de algunos indígenas mexicanos, sino también para percibir la idea que el europeo se formó sobre estos elementos culturales tan diversos de los de él. El Dr. Cline, en su artículo mencionado, utilizando información de archivos españoles y de otras fuentes publicadas, ha identificado los 39 integrantes de la comitiva de Cortés. Sobre este mismo tema hay que referirse a los datos que aporta Juan Gil-Bermejo García en su artículo “Indígenas americanos en Andalucía”5. Sin tanta erudición como el artículo de Cline, este trabajo, usando, principalmente, los Ramos de Contratación y los libros de Reales Cédulas del Archivo General de Indias, señala varios detalles sobre gastos de viaje, alimentación y vestidos de estos grupos. 4 5

Uso en este trabajo la edición de O’Gorman y Millares Carlo citada en la nota 1. Andalucía y América en el siglo XVI, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1983.

Estas fuentes, y otras más que sería largo enumerar, nos están señalando que existe una rica información sobre este tema en archivos poco explorados, como los notariales, o en bien conocidos como el Archivo General de Iindias, pero poco utilizados en relación a este asunto. Sólo para indicar algunas pistas sobre este último archivo se podrían mencionar los papeles de las consultas del Consejo de Indias –ahora bien catalogados para el siglo XVI por Antonio Herrera– entre los que aparecen peticiones, reclamos, nombramientos y otros temas relacionados con los indígenas que pasan a España. 6 La documentación proveniente de la Audiencia de México es igualmente importante, pues en ella se incluyen datos, cuando el Consejo de Indias lo pide sobre indígenas mexicanos que tramitan negocios en España. Algunos casos, particularmente difíciles acerca de los derechos de indios residentes en la metrópoli y violados por los españoles, se hallarán naturalmente, en el Ramo de Justicia. En los ramos más favorecidos por algunos investigadores, Contratación y Reales Cédulas, se encontrarán nombres de viajeros indígenas y disposiciones generales de la Corona sobre este asunto. Estas son las fuentes que nos han servido para la presente tipología. Viajeros indígenas llevados a España por conquistadores Uno de los primeros tipos de viajeros indígenas que llegan a España procedentes de México fue el que los europeos contemporáneos se empeñan en llamar “embajadas” y que quizá, con más propiedad, se podrían señalar como parte de las riquezas enviadas a los monarcas españoles para ganar su benevolencia o para hacer ver el viejo continente la notable diferencia del mundo y naturaleza de los pueblos recién conquistados. Tal parece ser el objeto del primer grupo de indígenas que llegaron a la metrópoli en 1519, seis, según Pedro Mártir de Anglería, cinco según Giovanni Ruffo y cuatro según Bernal Díaz del Castillo.7 El grupo formaba parte de una cuantiosa ofrenda de oro, joyas, piedras, plumajes y vestidos que el Consejo de la recién fundada ciudad de la Veracruz

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Antonia Heredia Herrera, Catálogo de las consultas del Consejo de Indias (2 vols., Madrid; Dirección General de Archivos y Bibliotecas, 1972). 7 Pedro Mártir, Década IV, libro vii; Carta de Giovannii Ruffo de Forti a Francesco Chiaregati, Valladolid 7 de marzo, publicada por Marcel Bataillon Journal de la Societé des Americanists, vol. XVVIII, 1959; Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de La Nueva España, 2 vols., México, Editorial Porrúa, 1968, caps. LIII y LIV; Hernán Cortés, Cartas de Relación, México, Editorial Porrúa, 1973, “Primera carta-relación de la Justicia y Regimiento de la Ricavilla de la Vera Cruz , 10 de julio de 1519.

envió bajo la sugerencia de Cortés al Emperador. Según nos narra el soldado-historiador, los cuatro indios que componían este grupo habían sido rescatados del cacique de Zempoala, quien los tenía en engorda para sacrificarlos. En cambio para los que los presenciaron en la corte de Valladolid, si es que hacemos caso al testimonio de Giovanni Ruffo, les parecían embajadores –magnates o principales “primarii” los llama Pedro Mártir– muy probablemente por la forma española en que venían vestidos. En efecto, al llegar a Sevilla esta expedición, el monarca ordenó que dos de ellos vistieran lujosamente, como buenos cortesanos, con sayos de terciopelo de buen color, capas de grana, jubones de raso, camisas y calzas. A los demás se les vistió, añade el documento de Contratación, con vestidos de buen paño; todo lo cual costó al erario real más de 48,000 maravedíes.8 Interesante caravana debió formar este grupo en su largo recorrido desde Sevilla hasta Tordecilla, pasando por Córdoba. Santiesteban del Puerto, Toledo y Valladolid.9 El grupo, al llegar a Sevilla, constaba de seis indios, pues a los cuatro que nos reporta Bernal Díaz, hay que añadir dos mujeres que “atendieran a sus maridos” nos dice Pedro Mártir, y que alcanzó a ver Giovanni Ruffo en Valladolid con ojos de buen italiano, pues si bien a los hombres describe simplemente como “de buena estatura”, sobre las mujeres añade: “pequeñas y de feo gusto”. 10 De los seis que eran a principios de viaje, uno de ellos enfermó en Córdoba y tuvo que regresar a Sevilla, razón por la cual el nuncio Ruffo dice que vio sólo tres hombres y dos mujeres. Meses después, al regreso de Tordecillas, ya en Sevilla, ciudad a la que llegaron bastante maltrechos, otro de ellos enfermó fatalmente y murió. Todavía en el viaje de retorno, no a su país, sino a Cuba, ya que Diego Velázquez debía encargarse de ellos, murió otro más, de modo que de los seis que salieron de Veracruz ninguno pudo regresar a su pueblo y sólo tres sobrevivieron en esta expedición.11 Como se ve, este primer contacto del indígena mexicano con España resultó bastante azaroso. Llama la atención, ciertamente, la manea tan ostentosa como se les viste a su llegada a la metrópoli. Atuendos semejantes se verán vestir en otras expediciones similares a estas en años posteriores. Por lo demás, parece evidente que el encuentro fue

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Gil-Bermejo García, “Indígenas Americanos”, pp. 540-41. La ruta la describe Manuel Giménez Fernández en “El alzamiento de Fernando Cortés según las cuentas de la Casa de la Contratación” Revista de Historia de América, Núm. 31, 1951. 10 Pedro Mártir, Década IV, libro vii; Giovanni Ruffo a Francesco Chiaregati. 11 Gil-Bermejo García, “Indígenas Americanos”, p. 541. 9

bastante confuso. La corte no tenía idea del tipo de indígena que venía en la expedición. Hay preocupación por él: se le instruye y se le bautiza, se le atiende y se le dan cuidados médicos. Esta solicitud será constante cuando se trata de indios bajo la protección del monarca. Pero también será una constante la precaria salud del indígena ante elementos para su naturaleza tan extraños, como era el medio geográfico, el clima y sin duda la forma de alimentación. Dentro de esta tipología se puede mencionar también a un joven indígena que viaja a España en 1524, acompañando al secretario de Cortés Juan Rivera, que llevaba un pingüe regalo de oro y trajes al Emperador. Pedro Mártir presenció varias actividades de este joven indígena, como lo narra en el libro X de la quinta década de su obra, en el que describe la habilidad con que entretuvo a varias personas imitando la forma de pelear en su país. Desde este punto de vista este joven parece caer dentro del tipo que aquí tratamos, si bien Pedro Mártir afirma que Juan Rivera lo traía como un criado.12 Embajada, sin lugar a dudas, fue también la expedición que organizó Cortés en 1528 con 39 indígenas mexicanos, entre los que se encontraban algunos de los personajes más importantes de la nobleza indígena de entonces, como eran tres hijos de Moctezuma, a saber don Martín Cortés Nezahualtecolotl, don Pedro Gutiérrez Aculan Moctecuhzoma, y don Juan Coyayucle, así como don Lorenzo Tianquiztlatoatzin, señor de Tlaxcala; don Juan Toihuacmitl, señor de Zempoala y otros miembros más de los señoríos indígenas de Tacuba, Texcoco, Tlatelolco, Culhuacán, Tlalmanalco y Cuitlahuac.13 El grupo incluía un llamativo conjunto de jugadores de diversos juegos indígenas que cautivaron la atención, entre otros, del miniaturista alemán ya mencionado Christoph Weiditz, que nos dejó dibujos sobre los jugadores de pelota, y sobre los que impropiamente llamaríamos malabaristas y los que apuestan, al parecer con pequeñas bolas, nos dice Weiditz, como los italianos. Al igual que en expediciones similares la corona española se encargó del mantenimiento, vestido, alimentación y cuidado médico de este grupo, en lo que, de acuerdo con las cuentas de Contratación, la real hacienda gastó 408,013 maravedíes, o sea

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Pedro Mártir, Década V, libro X; Bernal Díaz, Historia verdadera, cap. CLXX, Cortés, Cartas de Relación, 15 octubre, 1524. 13 La información más amplia sobre esta expedición la trae Cline en su artículo citado, “Hernando Cortés”.

1,083 ducados de oro.14 Pese, sin embargo, a la relativamente abundante información que existe sobre estos gastos de mantenimiento, todavía se desconocen datos sobre el itinerario, actividades y regreso de ellos. Se sabe que seis del grupo, entre los que hay que nombrar a tres indios principales, don Juan Coyayucle, don Hernando Tecultecatl y don Lorenzo Tianquiztlatoatzin murieron en Sevilla entre 1529 y 1535.15 En agosto de 1529, 21 indios del grupo que, al parecer, había andado por algunos meses bajo el cuidado de fray Antonio de Ciudad Rodrigo, uno de los doce primeros misioneros de México, estaban a punto de regresar probablemente con el mismo fray Antonio quien por estas fechas se embarcó hacia Nueva España con 23 nuevos misioneros. No es aventurado decir que el primer contacto con las culturas mexicanas del insigne franciscano, fray Bernardino de Sahagún, se haya realizado en este viaje en el que este misionero llegó a México.16 Datos adicionales sobre esta expedición nos reporta Weiditz, en los textos de sus dibujos, en lo que informa que los indios que él vio, jugaron ante el Emperador para entretenerlo, lo que implica una cierta estancia en la Corte, pero no sabemos en qué ciudad española. Al tiempo del retorno a México del grueso del grupo dos de los miembros de la nobleza indígena estaban aún ante la corte del Emperador. 17 Años más tarde, en 1533 residían todavía en la corte imperial un hijo de Moctezuma, probablemente don Martín Cortés, y otros cuatro más indios principales para quienes se pide ante el consejo de Indias, la ocupación de “contino [sic] de casa” para el primero y para los otros, guardas de a caballo o de a pie, petición que se concedió sólo al hijo de Moctezuma.18 Tres años más tarde la corona española ofrecía pagar, a la mujer que se casase con don Martín, 30,000 maravedies para vestidos, gracia que alcanzó este indio pues según testimonios indígenas de fines del siglo XVI, don Martín regresó de España con esposa, si bien no pudo gozar de estos favores, pues murió en el camino de Veracruz a la Ciudad de México.19

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Cline, “Hernando Cortés”, pp. 85-87. Ibíd., p. 84. 16 Sahagún llegó a México con fray Antonio de Ciudad Rodrigo, como lo dicen todos los cronistas franciscanos del siglo XVI. Cfr. Jerónimo de Mendieta, Historia Eclesiástica Indiana (varias ediciones), Libro V, cap. xli. Los preparativos y pagos del viaje de fray Antonio de Ciudad Rodrigo y de los frailes que trae consigo se pueden ver en AGI, Contaduría 269. 17 Cline, “Hernando Cortés”, p. 84. 18 AGI, Indiferente General, 737. 19 Gil-Bermejo García, “Indígenas Americanos”, p. 544; Cline “Hernando Cortés”, p. 87. 15

La corte no fue el único lugar de visita o residencia de los miembros de esta expedición. Se conoce el caso de, al menos de uno de ellos, Benito Matatlaqueny que viajó hasta Roma, quizá con algún fraile, con el objeto posiblemente de visitar al Papa Clemente VII. No sabemos más detalles de este peregrino mexicano sólo el hecho de que en julio de 1529 estaba ya de regreso de Sevilla preparándose para regresar a México.20

Viajeros indígenas por su educación Menos ostentosas que las expediciones anteriores, pero sin duda de logros más permanentes fueron aquellas en las que participaron algunos grupos de indígenas que llegaron a la metrópoli para recibir educación, por regla general, en algún convento de las órdenes misioneras de América. El interés de los monarcas por favorecer este tipo de educación parece remontarse a los primeros años de la conquista de Nueva España. Gibson en su libro Tlaxcala en el siglo XVI nos dice que en el año de 1526 el Emperador había mandado que se enviasen a España a algunos jóvenes indígenas para su instrucción. 21 Muy probablemente esta ordenanza iba dirigida no sólo a México sino a todos los dominios del monarca, pues dos años después encontramos el siguiente mandato al gobernador interino de Cuba, Gonzalo Guzmán: Si cuando esta recibierdes nos obierdes enviado los doce indios desa isla que vos mandé enviasedes a los nuestros oficiales de Sevilla para los poner en monesterios y industriar en las cosas de nuestra santa fee católica o no los obierdes enviado, envialles heis lo más presto que se pueda que sea de calidad conforme a lo que vos tengo repetido.22 El texto de esta Cédula es importante porque nos proporciona información no sólo sobre el objetivo de estos viajes, sino también sobre el lugar en donde iban a ser educados y lo que iban a aprender. Cédulas posteriores nos vienen a confirmar estos datos. Así, el 4 de diciembre de 1529 la emperatriz pedía a los monjes del monasterio de Guadalupe que aceptasen a cuatro niños indios que les enviaba, “junto con otros más” para que una vez

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Cline, “Hernando Cortés”, pp. 82-83. Charles Gibson, Tlaxcala in the Sixteenth Century, (Stanford, California, Stanford University Press, 1967), p. 164. 22 AGI, Indiferente General, 421, Tomo 3, fol. 167 (Debo esta información y la de las notas 23, 24 y 32 a fray Hermenegildo Zamora, O.F.M.). 21

instruidos regresasen a sus tierras para predicar a los suyos”. 23 El interés de la emperatriz por este plan educativo se alcanza a ver por otra carta enviada a guardián y frailes del convento de San Francisco de Sevilla en la que les pide información sobre dos niños indígenas de Cuba, rogando que se la envíen amplia y detallada sobre su salud y su capacidad para aprender la doctrina. 24 De los indígenas de México que pasan a España dentro de esta categoría se puede mencionar a un hijo de Moctezuma, que aparece en los documentos como don Rodrigo y a un don Fernando, “hijo de otro cacique” que envió Cortés en 1525 junto con una suma considerable de dinero que enviaba a su padre. Cual fuera el objetivo original del viaje de estos nobles indígenas no es posible saberlo. Sí nos consta que el Emperador, tras de haber tomado en préstamo el dinero enviado al padre de Cortés, mandó a don Rodrigo y a don Fernando al monasterio de Santo Domingo de Talavera “para que fuese dotrinado en las cosas de la fe, y se mandó a la casa (¿de contratación?) que para su mantenimiento diesen cada año 100 ducados”.25 La educación de este hijo de Moctezuma debió de haber sido bastante larga pues todavía en 1533 se encontraba en España viviendo en el convento de San Francisco de Madrid.26. Sobre el paradero de su compañero, don Fernando, no se tienen hasta el momento noticias. Otro grupo de indígenas que pasa a España en cierto modo bajo esta categoría es el que llevó consigo fray Juan Suárez en un viaje que, a pocos años de haber llegado a México, hizo por encargo de sus hermanos, quizá a fines de 1525 o principios de 1526. La vaga referencia sobre el objeto del viaje de estos indios “para que viesen las cosas de Castilla” parece tener poca relación con un tipo estrictamente educativo. De hecho no duraron mucho tiempo en España, pues en el mismo viaje en el que regresó fray Juan Suárez, no a Nueva España, sino a la Florida, volvían también estos indios. Tres de ellos eran miembros de la nobleza indígena, don Pedro, hijo del señor de Texcoco, don Diego y don Pascual, hijos al parecer de señores de México y Tlaxcala. Otros tres eran posiblemente indígenas ordinarios pues sus nombres se registran sólo como Andrés Valeriano y Juan. Como es bien sabido, fray Juan Suárez y la mayoría de su expedición, entre la que se

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AGI, Indiferente General, 1932, Tomo 3, fol. 167. AGI, Indiferente General 1961, Tomo 2, fol. 16. 25 Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de ultramar (25 vols., Madrid, 185-1932), vol. XVIII, p. 33. 26 Ibíd., p. 46. 24

encontraban tres indios, murieron en el invierno de 1528 en alguna parte del estado actual de Louissiana. Los tres indios restantes, que hasta el momento no nos ha sido posible identificar, regresaron a la Nueva España en 1527 junto con siete frailes que llegaban a México como misioneros.27 No me ha sido posible encontrar, por el momento, más casos de este tipo de viajes con objeto educativo, quizá porque en Nueva España se contó con buenos centros de enseñanza para los indígenas. Es muy probable, además, que la corona española haya perdido el interés por este proyecto, habida cuenta lo costoso de él y la difícil adaptación del indígena al medio español.

Viajeros indígenas en representación de sus pueblos El grupo al parecer más numeroso es el relacionado con los indígenas que viajan a España en representación de sus pueblos. Gibson en su citado trabajo sobre Tlaxcala nos enumera 6 expediciones que a lo largo del siglo XVI llevaron a España más de 20 indígenas representando a su “nación” para la que consiguen varias gracias y privilegios, como títulos, escudos de armas, excepción de tributos y trabajos y otras mercedes.28 Leyendo la documentación sobre estos casos, uno cae en la cuenta que el indígena pronto aprendió del conquistador y de los primeros pobladores la solicitud de alegar méritos para conseguir gracias del monarca. A veces se trata sólo de heredar las mercedes de las que gozaban sus padres, como el caso de Francisco de Luna, natural de Guayapa (sic) jurisdicción de México quien en su petición afirma lo siguiente: Digo que vine a estos reinos a procurar se me hiciese merced de la gobernación que servía mi padre, y porque después que vine me he casado, y me querría volver a aquella tierra donde nací, y llevar mi mujer porque en estos reinos padezco necesidad, a vuestra alteza suplico me haga merced de darme licencia para que pueda volverme a aquella tierra, constando ser el mismo en que recibo merced.29 De tener en cuenta la nota al calce de este documento puede deducirse que este buen hombre nunca alcanzó la gobernación pedida, pues se aclara que se concederá la dicha

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La mayor parte de esta información permanece inédita. Cfr. AGI, Contaduría, 270, f. 2; Contratación, 4675 B, 2º expediente, f. 18-19. 28 Gibson, Tlaxcala, pp. 163-167. 29 AGI, Indiferente General, 2065.

licencia (para regresar a Nueva España), “sin que haya necesidad de dar más información por ser pobre, no tiene con que hacerla”. En cambio Diego Muñoz Camargo, no indio, sino mestizo, que pasa a España con la última expedición tlaxcalteca del siglo XVI acompañando a varios paisanos suyos que van ante el monarca a conseguir privilegios para su ciudad, apoyándose en el hecho de ser hijo de conquistador pide lo siguiente: Otro sí suplica a vuestra Señoría que teniendo consideración a la calidad de su persona y ser hijo de conquistador le haga merced de le dar licencia para que pueda llevar ropa de vestir y cosas que ha menester ara su casa, quinientos ducados libres de almoxarifazgo. Otro sí suplica se le de licencia para que pueda llevar dos criados para su servicio. Otro sí dice que para guarda y defensa de su persona y casa, y acudir al servicio de vuestra señoría tiene necesidad de llevar destos reinos una docena de espadas con sus dagas media docena de arcabuces, dos cotas de malla, dos docenas de astas de lanzas con sus hierros, media docena de partesanas. Suplica a vuestra señoría que en consideración de lo dicho sea servido de dar licencia para poder llevar las dichas armas, pasallas, etc.30 Al calce de esta petición está la licencia que reza de la siguiente manera: Licencia en forma para él y dos hijos y un criado y trecientos ducados libres de almorazifazgo y las armas ordinarias dobladas. Viajeros indígenas en calidad de esclavos Hasta donde nos es posible ver, a partir de la segunda década del siglo XVI resultó demasiado difícil llevar indios a España en calidad de esclavos. Se dan casos de colonos que regresan a su lugar de origen con nativos americanos a su servicio a los que posteriormente venden en España como si fueran esclavos. A este caso parece referirse una cédula fechada el 7 de marzo de 1536 en la que se decía que la Corona estaba informada de que muchas personas que venían de América solían traer indígenas, de los cuales, sin ser esclavos, disponían como si lo fueren. El Consejo de las Indias en esta cédula dispone que ningún español pueda traer indio alguno sin permiso y licencia de las autoridades virreinales en las que conste la calidad de indio. Quien de otra forma los trajese perdería el derecho sobre ellos.31

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AGI, Indiferente General, 2063. Gil-Bermejo García, “Indígenas Americanos”, p. 536.

Como suele suceder con toda legislación, el hecho de que se promulgue no quiere decir que se observe. Gracias, sin embargo, a las actuaciones de los visitadores de la Casa de Contratación, en cuyos libros, al menos desde principios del siglo XVI, se asienta el registro de viajeros a América, se intentó llevar un estricto control de los indígenas que pasaban en servicio de los españoles. Que las autoridades tomaban en serio este cometido, nos lo muestra una real cédula del 21 de marzo de 1541 en la que se ordena a fray Juan de Paredes, un escurridizo franciscano de México, al parecer lego, que regresase tres indios que traía de la Nueva España sin permiso del Rey. El texto es interesante. Aquí lo transcribimos: Nos somos informados que fray Juan de Paredes, de la orden de sant Francisco trujo de las nuestras indias una india y dos indios, los cuales dizque tiene en su naturaleza, que es en la Serena. Porque al servicio de Dios nuestro señor e mio conviene que la dicha india e dos indios se saquen del poder del dicho fray Juan, e de otras cualquier persona que lo tuvieren, yo vos mando a todos e cada uno de vos, según dicho es, que luego questa vieseis, os informéis e sepáis en cuyo poder estuvieren la dicha india e dos indios… e los saqueis de poder de cualquier persona o personas que los toviere, e así sacados los entreguéis a fray Juan de la Cruz, de la orden de sant Francisco o a quien su poder oviere, para que él haga dellos lo que por nos le hemos mandado…32 Los indígenas de México que pasan legalmente a España en servicio de españoles quizá no fueron muy numerosos. En las listas de pasajeros, no siembre completas, tengo registrados una media docena, si bien estos registros se refieren a los que regresan de España a México y no al contrario. Casos dignos de mención son los de los que pasan como sirvientes y acaban como esclavos. Gracias al Interés de la Corona por esclarecer estos asuntos, nos ha quedado una rica información sobre algunos de estos desafortunados visitantes. Hay, por ejemplo, un interesante proceso de Catalina de Velasco, doncella indígena mexicana e Inés de Pimentel, marquesa de Villafranca, esta última alegando que Catalina es portuguesa, y por tanto esclava, mientras que ella sostenía, y lo demostró, que era de México y por lo mismo libre.33

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AGI, indiferente General, 323, Tomo 2, f. 110-111. Gil-Bermejo García, “Indígenas Americanos”, p. 552.

Un proceso de gran interés sobre este asunto es el de un Juan de México contra el canónigo de Segovia. Diego de Aguilar, alegando el primero su libertad y pago de su salario por el tiempo que le sirvió. Juan, indígena vecino de la ciudad de México, así lo declaraba él, pasó a España alrededor de 1535 con ciertos caballeros que venían con el marqués del Valle. Dejemos aquí la palabra para escuchar su relación: Como yo era niño me dieron a un hombre dela villa de Piedra Hita, y con este hombre estuve dos o tres años, hasta que fueron a lo de Tunez. Y este hombre, con quien yo estaba tenía un hermano, secretario del Duque de Alba, y este secretario, porque había de ir a Tunez, me dixo a mí que si yo me iba con él a Tunez que él mo lo pagaría muy bien, y que en llegando de Tunez no serviría más por esclavo, pues no lo era. Y yo, por ser libre me fui con él por mandato de su hermano y con su voluntad. Y este secretario me llevó a Tunez, y me trajo hasta Alba de Tormes. Y como él vio que no era… (ilegible) esclavo, no lo pudiendo ser por ser de México y aquella tierra tener libertad de que los que de allí fueren sean libres, me dejó en Alba y me dio licencia para que allí me case. Y con su licencia me casé y fui después de casado a la villa de Piedra Hita con mi mujer y estuve allí cierto tiempo y nunca este hombre me dijo m (preguntó) porqué me había casado… antes me tenía y trataba, él y todos los demás por hombre libre. Y después asenté dos leguas de ahí, con un caballero, y estuve con él tres años… y en este tiempo pasó por ahí un hombre de Piedra Hita y dijo que yo era su esclavo y me vendió por doce ducados, no lo pudiendo hacer, y este… vendiome… otra vez a un canónigo de Segovia con quien agora estoy, el cual a mi me trata y ha tratado por esclavo. Suplico a Vuestra Magestad que, porque éste ha estar aquí tres o cuatro semanas sea servido de me mandar probeer con justicia en este tiempo, mandándome dar por libro, pues es cierto que todos los indios de aquella tierra son libres, porque si agora vuestra alteza no me remedia, no podremos más volver acá, en lo cual vuestra alteza hará servicio a Dios y a mi bien y merced. En la villa de Valladolid a 21 del mes de septiembre de 1548 años.34 Este proceso se alargó por cerca de un año, debido a la renuncia del canónigo de Segovia a declarar. El último documento que sobre este caso he encontrado es una cédula real, fechada en Valladolid el 12 de marzo de 1549 obligando el canónigo a declarar.35

Viajeros indígenas relacionados con rebeliones Sobre los indios que pasan a España por problemas relacionados con rebeliones contra el régimen colonial sin duda el más llamativo es el de Francisco Tenamaztle, jefe 34 35

AGI, Justicia, 148, Núm. 3, fol. 3v. Ibid, fol 15v

chichimeca, uno de los principales líderes, si no el principal, del levantamiento del Mixtón que puso en peligro la frontera norte de la Nueva España, asunto tan serio para la colonia, que el mismo virrey Antonio de Mendoza encabezó el ejército que sofocó esa rebelión. Francisco Tenamaztle, a raíz de este levantamiento, anduvo huido hasta que, gracias a la solicitud del primer obispo de Jalisco, Pedro Gómez de Maraver y del virrey Mendoza se bautizó y se sometió al régimen español. Desafortunadamente el obispo de Jalisco murió y el virrey Mendoza fue cambiado al Perú. Quedó así Francisco Tenamaztle en la ciudad de México sin protectores, a la disposición del nuevo virrey Luis de Velasco, quien, al parecer, con sólo una sumaria información lo hizo prisionero y lo envió a España alrededor de 1551. Por fortuna para Francisco Tenamaztle, estos eran los años de gran actividad en Valladolid de fray Bartolomé de las Casas. Con el apoyo de este obispo, quien sin duda redactó los más importantes documentos de su proceso, Francisco Tenamaztle presentó una de las más fogosas informaciones escritas en España sobre episodios de la conquista, documento en el que da cuenta de los abusos de los españoles que lo impulsaron a la rebelión. Este es un caso muy bien estudiado por Miguel León Portilla quien nos ofrece la versión del indígena, desde luego coloreada por Las Casas, de lo que fue una de las rebeliones más importantes en la Nueva España en el siglo XVI 36 . Lo que, según esta documentación, Francisco Tenamaztle pedía al Emperador Carlos V, era que: para evitar mi querella, y también el peligro de mi vida y persona que padezco, estando en tierra tan diferente y extrema en frío y en calor de la mía en donde nací… tenga por bien de mandar ponerme en libertad y que yo sea restituido en el señorío de (los pueblos de Nuchistlán y Nizquitutla)… Y a mí y a todos ellos Vuestra Alteza incorpore en la corona real de Castilla en cuya devoción y servicio yo quiero siempre venir… Tenamaztle, por su parte se compromete a: atraer al servicio de la dicha corona real los Acaltecas y los Coachilcas, que son otras naciones que están bravas y no han venido al servicio de Dios ni obediencia de su Majestad… y muchos otros pueblos que están escondidos, feroces y en mortal odio y enemistad… Todos estos me ofrezco traer sin lanzas, ni espadas, dándome vuestra alteza un obispo y cierto número de frailes…37

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Miguel León Portilla, La Flecha en el blanco. Francisco Tenamaztle y Bartolomé de las Casas en lucha por los derechos de los indígenas, 1541-1556, México, Editorial Diana 1995 37 “Ciertas Pe[ti]ciones e Ynformacion hechas a pedimento de don Francisco Tenamazcle” Archivo General de Indias, Audiencia de México, 205, núm. 11

Por los documentos que se conocen nos consta que no regresó a Nueva España. Al parecer, la Corona española le dio un cierto trato preferencial. En una súplica, firmada por fray Bartolomé de las Casas, le pide al Rey “mandar proveer de algunos dineros para comprar una capa y un sayo y colas y un par de camisas”, vestimenta que indica un rango de nobleza.38 Pide además dineros “para adobar la chamarra de los forros” y “pagar a su maestro y criado”.39 Por varias cédulas de 1556 se sabe que durante ese año se realizaron varias entregas de dinero a oficiales del Consejo de Indias para atender las necesidades de Tenamaztle. En una de ellas se informa que es para pagar “su cama y posada y salario de una dama y un mozo y en otras cosas”.40 Finalmente, el 31 de octubre del mismo año se pagan cuatro ducados al doctor Peñaranda, por lo que atendió en su enfermedad a Don Francisco Tenamaztle, difunto.41 Sin duda este caso es el más interesante como testimonio del encuentro de dos mundos, en el que el rebelde se convierte en pacificador, y el mundo guerrero del chichimeca se funde con la utopía pacificadora de Las Casas.

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Ibid., sin año. Ibid. 40 Archivo General de Indias, Indiferente 425, legajo 23, folio 239. 41 Ibid., folio 253v 39

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