Verdad y modernidad en la génesis de \"lo contemporáneo\" del arte y la arquitectura en México

July 13, 2017 | Autor: Juan M. Cardenas | Categoría: Modern and Contemporary Art, History of architecture, Semiotics of the Fine Arts
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Descripción

Verdad y modernidad en la génesis de "lo contemporáneo" del arte y la arquitectura en México Juan Martín Cárdenas-Guillén

El romanticismo sobrevive aún en las convulsiones tras la metamorfosis de la arquitectura decimonónica. Ya en Hegel la potencia indeterminada (el infinito) había devenido un elemento determinado: la mediatez, la dialéctica, la voluntad de transformación... Todo se mueve en relación al pensamiento y la Idea es la más alta forma de la realidad. Los arquitectos mexicanos, en los inicios del siglo XX, en el marco de la celebración del centenario de la Independencia, no podían quedar al márgen de ella, y se da inicio a ambiciosos proyectos, aún bajo el régimen porfirista. Para 1910 se inaugurarán grandes obras de transcendencia social, pero al fin y al cabo, edificios influenciados por el neoclasicismo europeo. En esas fiestas, en que se crean nuevas instituciones acordes a la naciente "modernidad", se empezó a permear una política cultural nacionalista; la arquitectura comparte esa idea de modernidad generada por pensadores del Ateneo de la Juventud, y buscaban que tuviera un carácter nacional y moderno. Para lograr conjuntar ese binomio, los arquitectos porfiristas formularon una teoría incluyendo los conceptos de "verdad" y "sinceridad" al proyecto arquitectónico, instituyendo también el estudio de la Teoría de la arquitectura en la currícula de esa disciplina. La modernidad nace con el sentido crítico del hombre con la realidad, y en la génesis de "lo contemporáneo" en la arquitectura mexicana, hay una distancia crítica y un sentido de sometimiento-liberación, de ese hombre que surge de la naturaleza eclecticista del estilo europeo. En México, el primer edificio moderno se hará en 1925, por José Villagrán, y será una Granja Sanitaria. Villagrán será además quien imparta la Teoría de la Arquitectura a partir de 1926 en la Universidad Nacional, y marcará la transición al concepto de la arquitectura contemporánea, pese a que en su momento son el Art Decó y algunos nacionalismos los estilos que le rodeaban. "Moderno" se considera a todo aquello que surge y se da en el siglo XIX y XX. La modernidad, aparecerá con el enciclopedismo del siglo XVIII. Lo "contemporáneo", surgirá después de la Segunda Guerra Mundial. Y en arquitectura esto es muy notorio, porque se da un rompimiento muy claro, con todo lo que implicaba lo clásico. A principios de siglo, con el empleo de la electricidad, los elevadores harán posibles los edificios altos; pero el primer "rascacielos" será el edificio de La Nacional, de Ortíz Monasterio, a partir del cual se empezará a erigir la ciudad sobre la ciudad, como en los países prósperos.

Los discípulos de Villagrán, Legarreta, O'Gorman, Yáñez y Del Moral, participarán en la Sociedad de Arquitectos Mexicanos, en 1933, (conocido como "las pláticas del 33"), en donde los nuevos proponen cómo debe ser la arquitectura actual en México: el triunfo final de la arquitectura contemporánea en México.

El Estilo Internacional y la "integración plástica" Después del afán de los arquitectos mexicanos por desprenderse del neoclásico europeo que lastró en la arquitectura el porfirismo, se generarán varios nacionalismos, o posturas que buscarán rescatar e incorporar en la arquitectura los valores nacionales y regionales, tales como el neoprehispánico y el neocolonial, tan recurridos por Mariscal, Obregón Santacilia y Amarilis, entre otros. Sin embargo, y a raíz de la exposición "Arquitectura de los últimos 10 años: un estilo internacional", realizada en Nueva York en 1932, se gestará el llamado Estilo Internacional, que vendrá a México en los 50's y 60's. Los conceptos de modernidad, nacionalismo e identidad cultural, se verían desplazados por la obra cada vez más recurrente de Augusto H. Alvarez, Sordo Madaleno, Pérez Rayón, Ramírez Vázquez, Artigas, Pani, que propugnaban por una nueva modernidad más acorde a un lenguaje de validez universal. El auge de las comunicaciones, de la televisión, de la informática incipiente; ese fatal encadenarse de las contradicciones en que el hombre vive sumergido en un universo de informaciones que aparentemente le "ilustran", pero ha perdido esa facultad esencial del proyecto "Ilustrado", que consistía en actuar según nuestra propia autonomía de juicio sin obedecer a una opinión extraña, extranjera. El individuo "moderno", conglomerado desenvuelto de necesidades pasajeras y aleatorias, ha olvidado que la libertad es otra cosa que la voluntad de cambiar de canal de televisión y ha olvidado que la cultura es algo más que una pulsión satisfecha. Para el hombre moderno, sin una nueva identidad en sus manifestaciones artísticas y culturales, la verdadera libertad es imposible. Como decían los filósofos de las Luces: "No se nace individuo, se llega a serlo, superando el desorden de los apetitos, la mezquindad del interés privado y la tiranía de los prejuicios". La reacción lógica frente a lo internacional, aparece en un nuevo intento de recuperar las raíces culturales nacionales, involucrando a las artes plásticas, especialmente la pintura, en la arquitectura, ya que los artistas colaboran con el arquitecto desde el inicio, desde el concepto mismo de la obra, para que realmente se integre la obra de arte a la arquitectura. También, la necesidad de integrar la nación con participación de los artistas e intelectuales,

tendrá como antecedente al muralismo: estos artistas participarán decididamente en la gestación de la integración plástica, que a la par de otros movimientos como el nuevo nacionalismo y la búsqueda dentro de la forma, se presentarán como el escape de la Arquitectura Internacional. Así, Chávez Morado en el edificio de las aulas del Centro Médico de Yáñez, mostrará uno de ejemplos mejor logrados de esta corriente. Le seguirán luego O'Gorman, Mérida, Ortega, en edificios de Pani, De la Mora, Ramírez Vázquez, del Moral y el mismo O'Gorman, hasta una de las obras conceptualmente mejor logradas de la integración plástica más recientes, que es el Polyforum Cultural Siqueiros, con arquitectura de Rosell de la Lama, conjunto tan deteriorado en la actualidad, que ha sido limitado a su mínima expresión.

El arte mexicano de los cincuentas En un México que todavía conserva vestigios de la infiltración cultural, y dentro del cual los artistas le han apostado a una reivindicación de lo nacional, pero sobre todo a una reivindicación que no se venda ni con la burguesía ni con el Estado, surgen los movimientos que empiezan a comprometerse con nuevas ideologías. La presencia fuerte y tan de moda del existencialismo, de las nuevas rebeldías y la expectativa escéptica de la posguerra que mantenía al mundo en una posición de incertidumbre, hacen afloro en los intelectuales y los artistas mexicanos, quienes se lanzan en nuevas búsquedas, como hicieron los norteamericanos de la Action painting, o expresionismo abstracto. Todavía a mediados de los 50's están trabajando los grandes muralistas, (a excepción del recién fallecido Orozco), y junto con ellos, también los de la segunda y tercera generación de muralistas. Sin embargo, después de la Segunda Guerra, se dispararán las vanguardias contra lo que se había regresado al clasicismo; los artistas de los 50's padecieron la tiranía de la Escuela Mexicana (los muralistas) y lo que desearon entonces fue buscar algo que no tuviera nada que ver con ella. En la nueva pintura no hay un sentido de unidad como lo hubo en la Escuela Mexicana; su obra no se parece entre sí, porque no formaron una poética para decir "vamos a seguir ese camino", sino que solo pretendían "no queremos seguir el camino de la Escuela mexicana". Junto con los mexicanos trabajaron artistas extrajeros, cuyas influencias marcarían la tendencia de la llamada contracorriente, pero fuera de estos "agitadores" como Goeritz o Paalen, surgirán los artistas de la Nueva Presencia, como Icaza y Belkin. Dentro de estos últimos, José Luis Cuevas nos deja entrever este marcado andamiaje ideológico que constituirá una de las causas del cambio en

el arte, al escribir sus textos en donde habla de la "cortina de nopal" que había que destruir ese nacionalismo exacerbado que aislaba a México del mundo. Entonces en México, después de los 50's, los artistas que surgen, como los Interioristas o Nueva Presencia, participarán decisivamente en los cambios de rumbo de la cultura mexicana, la cual tomará el curso de un nacionalismo profundo como reacción ante la cultura imitativa padecida con el porfirismo, y la representación servil del "nacionalismo pintoresco" que algunos artistas anteriores a la vanguardia habían adoptado, cayendo de nuevo en las tendencias académicas y la mediocridad del movimiento muralista.

Arte y política México en la primera mitad del siglo XX no poseía una clase media, al salir apenas de su estado semifeudal. Todavía en el siglo XVIII, el país estuvo dominado por las ideas religiosas, incluyendo a las artes, la política y el pensamiento. Transitará luego por el XIX, bajo los conceptos o ideas de secularización, modernidad y nacionalismo, que permearán la cultura en este siglo. Sin embargo, en las últimas décadas de ese siglo y las dos primeras del XX, la influencia de la Academia y sus ideas neoclasicistas dominaron el ámbito artístico, ésto aunado a la tendencia de seguir patrones culturales europeos. Tal es la postura del porfirismo, sobre todo en lo relacionado con las artes y la vida pública; hasta los patrones culturales y la moda serán de primer nivel si vienen de París. La revolución mexicana dará un giro a todo ésto, y es cuando se pretende alcanzar un nuevo sentido de nacionalismo y de modernidad que se sustente en patrones culturales y manifestaciones auténticamente mexicanas. En lo artístico, aparecerá el movimiento muralista mexicano, con ideas que alcanzarán la vida política. Las manifestaciones de la pintura, por ejemplo, tienden a que ésta sea un arte público, de masas, ya no sólo para coleccionistas privados que pudieran pagar la pintura de caballete. Todo ello tendrá un trasfondo altamente político, que ve el momento de la posrevolución como el adecuado para permear ideas socialistas, que se difundían ampliamente por esas décadas. Pero nuestra revolución nunca tuvo una doctrina ideológica, como la revolución bolchevique por ejemplo. Así, nuestros artífices socialistas y comunistas (especialmente los artistas postrevolucionarios) fueron remedos que distaban en buena medida de las ideas de Engels y Marx. Sin embargo, a finales del porfirismo se gestará el Ateneo de la Juventud, a donde pertenecieron entre otros, el Dr. Atl y Diego Rivera. Pero la pintura mexicana no podía representar una doctrina mexicana, porque en realidad no existía tal. El muralismo

fue impulsado por Vasconcelos quien pretendió difundir una nueva idea de cultura nacional, pero muchos de sus beneficiados dejaron el vasconcelismo para pensar en un materialismo social. Con motivo de esa gran revuelta que fue la revolución mexicana, el arte y la política se mantuvieron muy estrechamente ligados, al igual que antes lo habían estado el arte y la iglesia. Si bien entre estos dos últimos la relación mantuvo un estado de dominio ideológico por parte de la Iglesia sobre el arte, constituyendo ella la principal clientela y patrocinadora de los artistas hasta el siglo XVIII y una parte del XIX, esta situación no cambió mucho con los artistas del porfirismo, que ahora eran patrocinados por la clase alta, y también con los artistas posrevolucionarios, los cuales, pese a sus ideas que pretendían ser innovadoras y puntas de lanza para el cambio, dejaron mucho que desear. Orozco, por ejemplo, nunca se comprometió con nada, más que con sus muy particulares intereses, pues, como él mismo menciona en su autobiografía, lo mismo pudo haber trabajado, al igual que Rivera y sus seguidores, para el porfirismo y el gobierno mexicano. Sin embargo, debido a sus nexos con el Dr. Atl, artista sumamente politizado, realizó trabajos de caricatura para publicaciones antimaderistas y antigobiernistas, y participó activamente en publicaciones subversivas como El hijo del Ahuizote, El imparcial y para el periódico La Vanguardia del Dr. Atl. Diego Rivera, otro de los grandes muralistas y quien militó abiertamente en el Partido Comunista, y que además dejara la pintura por temporadas en que se dedicaba a la milicia (Me llamaban El Coronelazo), estuvo siempre al servicio del Estado, produciendo un arte oficial. El crítico Jorge Juanes en su libro "Diego Rivera: pintor de templos del Estado", hace también referencia a esta relación que vincula el arte con el poder: antes, los artistas para sobrevivir eran prácticamente pintores de templos pues trabajaban para el clero; ahora, con Diego Rivera, pese a sus supuestas ideas de tendencia socialista, el artista se convierte en un pintor de templos del Estado, al supeditarse a las ideas y los espacios provistos por el gobierno para plasmar sus murales. Siqueiros será quizás el más subversivo y antiimperialista de los revolucionarios. Desde la formulación de su Manifiesto, en donde, como una de sus partes importantes, escribe que el arte mexicano es un arte que se debe a la revolución (aspecto muy marxista, y esto es la clave de todo), pero a la revolución en el sentido marxista, a donde debe conducir el arte; también formula que el arte debe ser para todos y que eduque al pueblo, llevando así el arte a un sentido plenamente marxista, al igual que la revista El Machete (que se convertirá en el órgano oficial del Partido Comunista Mexicano), creada después del Manifiesto. Siqueiros, debido a su participación en la política de oposición, será finalmente encarcelado en el régimen de López Mateos. Cerca de los años 50's, un grupo de jóvenes artistas van a manifestar su oposición a los pintores de "sombrerudos" y a las manifestaciones del falso nacionalismo, gestándose la generación

de vanguardias. Su relación con la política será relativamente estrecha, pero ligeramente subterránea. Estas generaciones plenas de escepticismo, producto de la posguerra, van a volver al escenario político en los 60's, no sólo en México, sino en muchos países del mundo. La relación entre arte y política nos ha demostrado que en México se ha dado siempre bajo condiciones de algún totalitarismo. La apatía desenvuelta del hombre posmoderno actual, representa más bien una defensa contra los sobresaltos de la religiosidad histórica y contra los grandes proyectos totalitarios y paranóicos que nos han agobiado. Como menciona Gilles Lipovetsky en "La era del vacío": en lugar de acusar al hombre moderno, dicen, hay que protegerlo frente a sus enemigos y frente a esa parte de sí mismo que sueña con un regreso a los buenos y viejos tiempos en que todo el mundo pensaba lo mismo...

Los regímenes totalitarios han demostrado lo que sucede al hombre democrático cuando sucumbe a esta nostalgia.

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