Venado-serpiente y monte, en: Artes de México 117 - La búsqueda del venado.

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Descripción

h é r o e q u e s e r e n u e va †

Venado-serpiente y monte Elizabeth M ateos S egovia

En los bosques de la Sierra Negra de Puebla habitan los venados temazate y cola blanca y la Boa constrictor, asociados con la renovación, los primeros por mudar sus astas y la última su piel. Esta vinculación les ha valido un importante sitio en la mitología y la ritualidad de la región. Aquí aparecen los caminos que estos animales han surcado en la espesa vegetación de la zona y en el imaginario de sus habitantes.

Desde ese día, la pareja de venados solía saciar su sed en aquel manantial, pero llegó el día en que no volvieron más. Los pobladores decidieron construir una fuente con dos venaditos en el centro frente a la parroquia y nombraron a su pueblo Mazateopan. Habían olvidado la historia primordial que dio nombre a su comunidad y que ahora se ha resignificado con las piezas que aún conservan los “abuelitos”, quienes han transmitido su conocimiento a las nuevas generaciones, ya que, tanto en las Relaciones geográficas de Tlaxcala, del siglo xvi, como en Theatro americano de Joseph Antonio de Villaseñor y Sánchez, se refieren a Mazateopan como pueblo prehispánico. Con estos datos, más los elementos etnográficos, constatamos que el nombre es muy antiguo y que quizá evoca una deidad que sólo los relatos míticos rememoran con la imagen transformada y adecuada al presente siempre cambiante. Blusa de Huauchinango. Puebla (detalle). Museo Textil de Oaxaca.

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maginemos el bosque perennifolio de la Sierra Sureste de Puebla, de temperatura semitropical, en el que germina exuberante flora. Resaltan los cedros, grandes amates y las ceibas de cuyas ramas penden largos henos que, como cortinas, ocultan los misterios de los cerros. Estamos rodeados de montañas e infinidad de tonos de verde. Es un verdadero paraíso vegetal, armonizado con la sublime sinfonía del viento que golpea la copa de los árboles, los caudales en sus cauces, así como los manantiales y el canto de las aves. Este último sonido evidencia la presencia de la fauna y nos lleva a indagar sobre los animales que moran en los cerros de la región y sobre los relatos mitológicos que existen en torno a ellos. Éste es el caso del temazatl (Mazama temama), en castellano venado temazate, venado rojo o venado cabrito. Es un animal pequeño que no sobrepasa los 75 centímetros y los 40 kilogramos. También es el caso del huey mazatl iztac cuitlapilli (Odocoileus virginianus mexicanus), conocido como venado cola blanca, que mide 1.95 metros y pesa de 36 a 70 kilogramos. Entre los nahuas de San Sebastián Tlacotepec, el venado figura en la mitología vinculado con el complejo del monte y las entidades que lo habitan, así como con la flora silvestre. Se evidencia su presencia en la toponimia de una comunidad del municipio: San Martín Mazateopan. Es una preciada caza por su carne, piel y también es un amuleto para que el recién nacido adquiera las virtudes cérvidas. Los relatos que explican el nombre de la comunidad de San Martín Mazateopan describen que, en el sitio donde desde el siglo xvi se encuentra la parroquia, se erigía un pequeño jacal que albergaba al dios antiguo, cuyo nombre no recuerdan, pero que con el tiempo fue sustituido por san Martín Caballero, ahora el santo patrón del poblado. En ese mismo lugar brotaba un manantial al que se acercó una pareja de venados temazame, que fue vista por una anciana desde su casa, quien sorprendida llamó a su marido y le dijo: —¡Mazatl, mazatl! (¡Un venado, un venado!) El hombre le preguntó: —¿Canin? (¿Dónde?) Y la mujer le respondió: —Ompa, tiopa (Allá, en la casa del dios).

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La danza del mazatl Antiguamente en Mazateopan se realizaban varias danzas que se han perdido. En una de ellas participaban tres o cuatro hombres: uno de ellos era el venado, que utilizaba a manera de capa una piel curtida de cérvido; los otros participantes eran los cazadores armados con sus escopetas. El personaje venado imitaba los movimientos del animal, mientras que los cazadores, colocados en posición de sotavento respecto a su presa, de espalda al cerro Covatepetl (Cerro de la Serpiente), es decir, de noreste a sur, ejecutaban unos pasos moviendo las armas. Jesús Ximello recuerda que durante la danza los músicos tocaban tambores, sonajas, botellas, cascabeles y marimbol; mientras que los danzantes cantaban la melodía Mazatl, de la que he podido recuperar una estrofa gracias a Mauro Hernández Oropeza, habitante de la comunidad de Cuaxuchpa: Mazatl, mazatl, Venado, venado, mazatl, ¿campa tinemi? venado, ¿dónde andas? Nica, nica ninemi Aquí, aquí ando, tlatlahco zacayo en medio del zacatal, nitzicuini ninemi brincando ando.

Fuente de los temazame, 2005. San Martín Mazateopan. Páginas 42-43: Ladera noroeste del Covatepetl, el Cerro de la Serpiente. Vista desde Cuaxuchpa, 2012.

cada elemento de la naturaleza posee un espíritu animado. Covatepetl es la esencia de un numen multifacético descendiente de la entidad primordial que encuentra su génesis en los cerros, Tepechaneh y su contraparte femenina Achaneh (el morador o dueño del cerro y la moradora o dueña del agua), dos ancianos residentes. Es el cerro más importante para las siete comunidades, porque ahí viven los tonaltin o tecuantzi (animales compañeros de las personas). El anciano, Tepechaneh, morador del cerro, espíritu de la montaña, en su aspecto animal es venado y serpiente, pero puede transformarse también en otros animales. Un vínculo mítico une a estos dos animales. Al ofidio Boa constrictor imperator lo nombran mazacoatl (serpiente venado), cuya especie llega a medir aproximadamente cuatro metros, pesa más de 45 kilogramos y tiene la capacidad de camuflar según el hábitat. Es una especie imponente que no ha pasado desapercibida por los nahuas que comparten su territorio. El nombre de mazacoatl se puede atribuir a factores tanto etnográficos como zoológicos: el primero es por analogía, debido a que tienen el hocico similar al del venado; y el otro es porque las más grandes son capaces de ingerir un venado pequeño. La mazacoatl adquirió su apelativo debido a sus capacidades depredadoras. Los nahuas mencionan que le salen cuernos porque se come a los temazame. Sin embargo, los ciclos biológicos, hábitos y anatomía de estos animales permiten establecer analogías entre ambos: así como la serpiente muda de piel, el venado muda de astas; además son buenos nadadores y sus actividades son diurnas y nocturnas. El nombre también posee implicaciones históricas: en el Códice Florentino encontramos la descripción de la mazacoatl con todas las características de una Boa constrictor mítica, ilustrada con sus cuernos ramificados de venado.

Mazacoatl. Códice Florentino, libro xi.

Éste era el conjuro que se entonaba tanto que también se en la danza como en el monte al estar de llama mazacoatl, cacería. Con ello se buscaba que el Dueño es pequeña, tiene del Cerro les otorgara algún venado para cuernos: es prieta, sacrificarlo y con su carne alimentar a la no hace mal ni familia. Juan Méndez encuentra que la catiene eslabones en cería ritual de Mazateopan se relaciona con la cola. De la carne la sexualidad y la seducción, al considerar de ésta usan los a los venados como las “hijas del Señor del que quieren tener Monte; mientras que para el cazador son potencia, para tener esposas potenciales”. Aquél canta las dos cuenta con muchas primeras líneas para atraerlas. Así, el venamujeres. Los que do se presenta con advocación femenina. Hay otra culebra

la usan mucho o toman demasiada cantidad, siempre tienen el miembro armado, y siempre despiden simiente, y muere de ello. Hay unos caracoles en esta tierra, como los de castilla, llámanlos también mazacoatl, son provocativos a lujuria, y el que los usa sin medida muere de ello. Fray Bernardino de Sahagún.

Venado-serpiente, habitante de la montaña Los cerros de la Sierra Negra de Puebla son lugares poco transitados. Circundado por algunas comunidades del municipio, el Covatepetl resalta a la vista por su imponente aspecto y sus 1 156 metros sobre el nivel del mar. Debido a la orografía serrana de la zona, la vista del cerro es diferente desde cada comunidad. Las montañas son para ellos la morada y el cuerpo de sus ancestros. De esta manera el cerro se percibe como un ser vivo benévolo, con capacidad de proveer a las comunidades circundantes su sustento. Sin embargo, puede tornarse malévolo con las personas que atentan contra los recursos que otorga. Para los nahuas

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El imaginario colectivo concibe al huey mazatl iztac cuitlapilli (venado cola blanca) como surgido del amate: su cornamenta son las ramas del gran árbol. Existen relatos en los que dicen haber visto cómo el gran venado, parado en sus patas traseras, parecía formar parte del tronco del árbol, y cómo siempre que alguna persona se acercaba a observarlo, el cérvido se incorporaba en sus cuatro patas y se alejaba hacia las profundidades del cerro, aún con hojas en sus astas. Ese mismo árbol es un receptáculo para una de las advocaciones semihumanas del Tepechaneh, el covoquichtli (joven del árbol), descrito como un muchacho atractivo, mujeriego y vanidoso, que puede verse zoomorfizado como venado, animal de belleza masculina, tomando en cuenta que únicamente los machos poseen cornamenta. Cuando el árbol de amate aún es pequeño, el temazatl reside en él, porque es un venado chiquito. La pezuña de estos ciervos es un amuleto muy preciado para adquirir la rapidez del venado. Se utiliza una pata a la que se quita el hueso. La piel se rasga en dos partes hasta llegar a la pezuña, de donde queda unida la piel, y se curte. Luego se hace una tobillera que se le pondrá a un recién nacido y se le dejará puesta hasta que adquiera la habilidad necesaria para quitársela él solo. Dicen que cuando sea más grande, correrá veloz y ligero como el venado, y contará con su poder de protección, al que se le relaciona también con el fuego y la planta del yetl (tabaco). Doña Leónides, de la comunidad de Tlaquechpa, rememora lo que su abuelo le narró de joven sobre la relación del cérvido con otros animales, con el paisaje y con la flora: “Me contó que nosotros vivimos en el hombro del cerro, por eso aquí se llama Tlaquechpa, que quiere decir: ‘el hombro del cerro’. El cerro, el Covatepetl, es la cabeza de esas mazacoatl, pero no sólo es serpiente, también es venado. Mi abuelito decía que la

mazacoatl se convierte en venado y en otros animales también, pero más en venado. Antes había animales grandes, ¡pero bien grandes!, como los cerros. Había una mazacoatl grandota, con plumas y sus cuernitos de venado, que también caminaba como venado. Le gustó estar aquí, porque se dio cuenta que podía ver el Iztactepetl, al que le dicen Pico de Orizaba, y aquí se echó, viéndolo con su cabecita. Le gustaba porque tenía mucha nieve blanca, bien bonita; a veces brilla harto, como si fuera una luz, como si se estuviera prendiendo. Como ya no se movió, sus cuernitos se pusieron como árboles, dos árboles de cacao, y dicen que ésos están hasta allá arriba en el Covatepetl, que a veces se pueden ver, otras veces no. También decía que había muchas plantas de tabaco, porque esas nacieron de los pelos del venado, y que esos tabacos también son las plumas de esa mazacoatl. Por eso, si vas a Tlacotepec, vas a ver bien bonito cómo la cabecita del animalito está viendo para allá, donde está ese Iztactepetl”. Elizabeth M ateos S egovia . Mediante la observación minuciosa de todo lo que vive y sucede en la Sierra Negra de Puebla, ha tratado de entender y explicar desde una perspectiva antropológica la territorialidad mítica de los nahuas. “Entre lo divino y lo mundano: los remedios sagrados de Teresa” y “Los cerros sagrados y sus entidades en el municipio de San Sebastián Tlacotepec, Puebla” son algunas obras producto de sus investigaciones.

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