Vélez de Guevara y la leyenda de San Mercurio

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Descripción

VÉLEZ DE GUEVARA Y LA LEYENDA DE SAN MERCURIO

Romancito, romancito,
buen viaje Dios te dé,
los Reyes Magos te guíen
a su portal de Belén (vv. 145-148)
(Luis Vélez de Guevara: Al
conde de Olivares)

Luis Vélez de Guevara ha pasado a la historia de la literatura universal
sobre todo por dos obras que han tenido continuación europea: el
divertidísimo Diablo Cojuelo, popularizado por la adaptación hecha por
Alain René de Le Sage en el siglo XVIII, y la obra de teatro Reinar después
de morir, basada en la trágica historia de Inés de Castro, y remodelada
luego por Henri de Montherlant en su drama histórico La reine morte.
Tal como se ha estudiado muy recientemente, resulta que Vélez de Guevara es
el dramaturgo español que más se ha ocupado de teatro histórico, basado
sobre todo en la historia española medieval y contemporánea, pero también
en la historia europea y la historia y hagiografía del cristianismo.
En este aspecto Vélez de Guevara es uno de los tres autores de gran
renombre que ha atendido a la historia del efímero emperador Juliano,
brillante literato y erudito, sobre cuya muerte en la campaña de Persia ha
habido luego una larga tradición legendaria, desde la frase apócrifa
"Venciste, galileo", sobre la que no hay constancia fidedigna de que la
pronunciara, pero sobre todo por el apodo de "Apóstata" con que se le
conoce en la historia y en la literatura. Los otros dos autores que se han
ocupado del tejido legendario de este emperador son el filósofo ruso
Dimitri Mereijovsky y el popular narrador estadounidense Gore Vidal, con
una novela que alcanzó amplia difusión. Tanto Mereijovsky como Vidal han
utilizado el relato (la novela histórica) como forma literaria, de modo que
a Vélez de Guevara le cabe el honor de ser el único autor de renombre
internacional que ha llevado al teatro la figura del emperador Juliano,
introduciendo como oponente a un personaje histórico real, que la Iglesia
católica conoce como San Mercurio. De esta manera la obra de Vélez de
Guevara tiene una base histórica (la vida y muerte del emperador Juliano),
una base legendaria a partir de un personaje histórico (el soldado
Philopátor, cristiano del siglo III y mártir en las persecuciones del siglo
anterior a Juliano) y una trayectoria cultural muy atractiva, porque se
entrecruzan dos San Mercurio diferentes en la memoria histórica. La
estancia de Vélez de Guevara en tierras italianas a comienzos del siglo
XVII, en las tropas del vierrey Pedro de Toledo, es lo que sin duda le ha
permitido informarse sobre la leyenda de San Mercurio y construir a partir
de ella una magnífica obra teatral, hoy día injustamente olvidada. La obra
es de interés capital porque pertenece tanto a la tradición histórica como
a las transformaciones legendarias de la cultura y la sociedad europea.

A) La historia: el verdadero San Mercurio, el soldado y mártir
Philopátor.

Philopátor viene al mundo en el siglo III en la ciudad de Exentos, en
Capadocia, en el seno de una familia de origen escita. Probablemente llegó
aquí en el marco de las contrataciones de soldados para el ejército
imperial en el siglo III, tras el decreto de Caracalla (a. D. 212). La
hagiografia legendaria nos cuenta que su padre, Yares, en una excursión de
caza, fue sorprendido por una bestia salvaje y que, al atacarle se desmayó;
en esa situación tuvo una visión divina que le anunciaba que su hijo sería
testigo (martyr, en griego) de la grandeza de Jesucristo. Poco después de
este acontecimiento, Yares decide bautizarse y toma el nombre de Noé,
pasando su mujer a llamarse Safina y bautizando a su hijo con el de
Mercurio. Siguiendo el relato hagiográfico, al saberse la conversión de
Yares y su familia, las autoridades los hacen arrestar y los condenan a ser
devorados por las fieras. Conforme a una variación sobre la historia de
Androcles y el león, las fieras se niegan a devorarlos, lo que hace que
ante tanto prodigio las autoridades los liberen. Poco después se produce un
ataque de tribus bereberes a la ciudad y Noé forma parte de los defensores,
pero es apresado y pasa diez y siete meses en prisión, hasta que lo liberan
y muere en el seno de su familia. Tras su muerte el emperador Decio llama a
filas a Mercurio para ocupar el puesto de su padre, probablemente el año
249. Sus virtudes militares le hacen ganar el respeto de sus camaradas y su
traslado y promoción a Roma. En esas fechas la ciudad es atacada también
por los bereberes. La hagiografía cuenta que el emperador Decio se enfrentó
a ellos, pero al ver su gran número tuvo miedo; Mercurio entonces le dice:
"No temas, Dios destruirá a tus enemigos y nos dará la victoria".
Y en este punto aparece el episodio hagiográfico que utilizará Vélez de
Guevara en su obra sobre el emperador Juliano y el soldado Mercurio. Tras
varios días de lucha el arcángel San Miguel se aparece a Mercurio
blandiendo una brillante espada y le dice: "Mercurio, siervo de Jesucristo,
no tengas miedo. Toma esta espada de mi mano y enfréntate a los bereberes
con ella. No te olvides de Dios cuando vuelvas victorioso. Soy el arcángel
San Miguel, enviado por Dios para decirte que sufrirás en nombre del Señor.
Estaré contigo y te apoyaré hasta que completes tu testimonio. El nombre de
nuestro señor Jesucristo se verá glorificado en ti."
Estamos a mediados de siglo III, y esta tradición hagiográfica incluye su
difusión por los territorios bereberes, de tal manera que San Mercurio
corresponde al sobrenombre árabe de Abu Seifein "el que porta dos espadas":
la suya propia y la de Dios, cedida por San Miguel.
En un primer momento, la brillante victoria de Mercurio hace que Decio lo
nombre príncipe del ejército; sin embargo, poco después, el emperador
comienza su persecución contra los cristianos y Mercurio es torturado,
encarcelado y finalmente decapitado, como corresponde a un militar de alta
graduación, a diferencia de otro tipo de ejecuciones para reos de clases
populares. Ésta es la historia real de San Mercurio, teñida de los
habituales elementos hagiográficos. En todo caso hay tres elementos claros:
se trata de un mártir cristiano de muy alta graduación en el ejército;
procede de Capadocia y de familia escita, es decir, de territorios del
imperio Persa; su martirio se sitúa en la época del emperador Decio, a
mediados del siglo III. A partir de aquí aparece una leyenda posterior, ya
en el siglo IV: según una tradición oriental, difundida en tierras de
Capadocia, cuando el emperador Juliano está de campaña en Persia, cae
abatido por obra del propio San Mercurio, que le revela los hechos a San
Basilio el Magno cuando Basilio está en prisión por orden del propio
Juliano.
Todos estos elementos son los que usa Luis Vélez de Guevara para su obra de
teatro, a partir de lo que pudo haber conocido en la costa oriental de
Italia en donde San Mercurio tiene iglesia consagrada. Vale la pena
profundizar algo en la forma teatral que Vélez usa para desarrollar esta
historia.

B) La comedia dramática de Vélez: Juliano Apóstata.


El autor que ha tratado esta obra con más detalle es David Castillejo, que
la sitúa entre las obras "de gran interés teatral", indicando que es "tema
histórico y sombrío". La obra está catalogada en la Biblioteca Nacional en
los ejemplares R. 23085 y R. 23086 y también en la British Library BL:
11728. h. 14 (1-22) tomo 8. Conforme a las indicaciones de Castillejo, el
reparto son 2 mujeres y 14 hombres y la acción transcurre en
Constantinopla. Esto último sólo es correcto para una parte del desarrollo
de la acción. En todo caso, la sinopsis y juicio de Castillejo son muy
interesantes:


Enfoca en un tono de tragedia el drama del emperador Juliano, quien
volvió a los dioses antiguos, hizo reconstruir sus templos y
persiguió a los cristianos (galileos). Estos hechos enlazan con la
suerte de un matrimonio cristiano, Sofonisba y Mercurio. El
Emperador ordena martirizar y asesinar al marido para apoderarse de
Sofonisba. Ella se echa sobre la tumba de Mercurio, éste se alza,
toma sus armas, mata al Emperador en una batalla y regresa a su
tumba. Sofonisba cae muerta.


La grandeza de esta pieza está en su tono severo. Los vestidos de
los judíos obligados a reconstruir el templo pueden recordar a los
espectadores a los perseguidos por los españoles (Recordemos que
los judíos iban identificados por las calles sevillanas con una
gran cruz amarilla en la espalda, según muestra la famosa escena
pintada del Arenal de Sevilla). Los condenados a la hoguera por la
Inquisición iban con llamas y símbolos en las vestiduras.


En la misma idea, Castillejo apunta que "el martirio del cristiano
Mercurio, tal y como lo cuenta a Sofonisba el cristiano Basilio, se
parecería a una tortura inquisitorial". Estas observaciones críticas son
muy interesantes para reflexionar sobre la forma en la que Vélez de Guevara
(natural de Écija y tal vez de familia conversa) proyecta quizá sus
experiencias personales (el Auto de Fe de Sevilla de 1622, en el que saliò
con un sambenito el dramaturgo Felipe Godínez) en la construcción de su
teatro, y también sobre la posible intencionalidad moral de la obra en un
momento histórico muy convulso. Sin embargo lo que nos interesa ahora es la
forma en la que reelabora la tradición legendaria de San Mercurio y los
elementos sobrenaturales (la intervención del arcángel San Miguel). Es un
capítulo (y creemos que muy importante) en la transmisión cultural de la
hagiografía europea, que actúa tanto por vía narrativa histórica como por
vía estética, tanto en representaciones escultóricas y pictóricas, como en
obras teatrales.


Ya hemos visto, por la sinopsis de Castillejo, que Vélez introduce una
historia amorosa al presentar casado a Mercurio, de modo que su esposa es
un eje dramático de la historia. También desarrolla, a lo largo del primer
acto, una serie de elementos históricos que seguramente conoce por sus años
de servicio con el cardenal Rodrigo de Castro, que sin duda tendría en su
biblioteca los escritos del emperador Juliano, editados en Italia en el
siglo XVI. Lo que nos interesa, sobre todo, es lo que recoge de la
tradición y de la hagiografía y lo que aporta el propio Vélez para
presentarnos tanto la figura del emperador Juliano como la de su oponente
real, San Basilio el Magno, y su oponente legendario, ese San Mercurio
procedente de las persecuciones de Decio, un siglo antes.


En su comedia, Vélez resuelva el conflicto amoroso entre Sofonisba y
Juliano haciendo que Juliano prenda a Mercurio al final del primer acto;
luego lo hace desaparecer de escena en casi todo el segundo acto. Es, en
efecto, curioso el espacio y el tiempo que otorga Vélez a las penalidades
de los judíos, en escenas visualmente muy atractivas, mientras que el
suplicio de Mercurio se cuenta indirectamente por medio de un romance en la
última escena del segundo acto a través del relato de San Basilio Magno:

Por orden de Juliano,
el Apóstata tirano,
que es, por secreto de Dios,
azote de los Cristianos,
en la plaza de Cesárea
ponen a Mercurio santo,
para que en ella padezca
mil tormentos por Cristiano;
el cual, puesto en el suplicio
como capitán gallardo
de la milicia de Dios,
con un valor soberano
su fe divina confiesa,
imitando al que en tres clavos
dio la vida, por dar vida
a todo el género humano.
………………………..
Un ministro temerario
partió sus divinas sienes
con un destral, conque dando
fin a su vida, su alma
en el Cielo está gozando.

De esta manera Mercurio ha pasado a mejor vida sin que en el tiempo de la
representación escénica haya un problema para seguir desarrollando el
conflicto de Juliano con Sofonisba y Basilio. Ha quedado claro que Juliano
ha ordenado matar a Mercurio, un santo (aunque esto no corresponda a la
verdad histórica) que hará un nuevo milagro conforme a lo que la tradición
legendaria cuenta. De esta forma el tercer acto empieza con Juliano
haciendo los preparativos para la guerra con los Persas. Hay una acotación
escénica inicial muy interesante, porque concentra el conflicto doctrinal
entre Juliano y Basilio Magno: Tocan cajas de guerra, y salen por una
puerta soldados y Máximo y Juliano, y por otra San Basilio y ciudadanos con
él, con una cesta de panes.
Basilio y Juliano, que habían sido compañeros de estudios (esto corresponde
a la verdad histórica), se encuentran en un momento culminante: Juliano es
responsable del crimen del cristiano Mercurio, y Basilio ha sido elegido
obispo. La escena es en Cesárea, y no en Constantinopla, y Juliano le
recuerda a Basilio su antigua amistad que ahora, al ser cristiano Basilio,
se convierte en motivo de distanciamiento entre ambos. El diálogo entre
Juliano y Basilio es muy intenso desde el punto de vista de conflicto
religioso y doctrinal pero además, en boca del propio Juliano se nos
informa de que en realidad Mercurio ya es un santo capaz de hacer milagros.
El discurso de Juliano está muy bien distribuido en dos partes, la primera
dedicada a Mercurio y la segunda a su conflicto amoroso con Sofonisba:

JULIANO
Basilio, muchas cosas me han movido
a pasar por Cesárea, que me injurio
que siga aquella ley que he prohibido
y adore de María el Hijo espurio;
fuera de esto, en sepulcro ennoblecido
tenéis por cuerpo santo el de Mercurio,
diciendo falsamente, a mi despecho,
qué milagros grandísimos ha hecho.
Tenéis a Sofonisba aquí escondida,
demás de esto, sabiendo que la quiero,
y que sólo acabando con mi vida
se acabará un amor tan verdadero.
De tan grandes agravios ofendida
mi persona, he venido, airado y fiero,
a pasar de Cesárea por los muros,
de mi enojo y rigor, tan mal seguros.

Basilio y Juliano se enzarzan en una disputa y finalmente Juliano continúa
su camino guiando al ejército a Persia. Sofonisba, entre tanto, se queda en
la iglesia, abrazada al sepulcro en donde está el cuerpo de Mercurio. En
esta situación y en este escenario es donde Vélez resuelve la historia
legendaria de la intervención de San Miguel para castigar a Juliano en el
campo de batalla. Mientras Sofonisba duerme, aparece San Miguel en lo alto
del escenario y le ordena a Mercurio que se levante para castigar a
"Juliano blasfemo/ que a los cristianos maltrata". La escena de diálogo
entre San Miguel y Mercurio tiene un punto culminante en el que se anuncia
la inevitable muerte del emperador:
SAN MIGUEL
Toma tu lanza, Mercurio.

MERCURIO


Con ella veré postrada

La altivez y la soberbia
Del que mis ofensas traza.

SAN MIGUEL

La siguiente noche vuelve
funesta: del templo aguarda
un caballero, que a cisnes
contra el candor de sus alas,
cuando tenga con los Persas
la escaramuza trabada,
le despoje de la vida.

Finalmente Vélez resuelve el episodio de la muerte de Juliano a causa de
una lanzada en la espalda acudiendo a la hagiografía. Juliano se considera
el sucesor y heredero de Alejandro en su campaña contra los persas y tras
un discurso arrogante entra en batalla, pero se encuentra a Mercurio "como
se fue del tablado", o sea, con la lanza y montado en el caballo blanco.
Las últimas y legendarias palabras de Juliano, las hace entroncar Vélez con
la síntesis de su lucha con Mercurio:

Mercurio me dio la muerte,
y de pensarlo me injurio,
pues no eres santo, Mercurio,
no eres santo, sino fuerte;
ya la vida y el deseo
acabaron en un día:
penas siento, sombras veo:
Ya venciste, galileo;
Bebe de la sangre mía.

Y con esto muere el emperador Juliano el Apóstata. No es la escena final,
ya que todavía veremos el ritual en que Mercurio va depositando las armas
prestadas por San Miguel y vuelve a entrar en su sepulcro en el momento en
que Sofonisba regresa para asistir al milagro y morir abrazada al sepulcro
una vez que Mercurio ha entrado de nuevo en él.


C) La representación de San Mercurio en la iconografía y su influencia en
la obra de Vélez.

Es importante saber en qué ámbito iconográfico se sitúa la aportación de
Vélez a la leyenda de San Mercurio y Juliano el Apóstata. En realidad se
trata de un santo que sólo tiene cierto arraigo en la iglesia de Oriente y
en una zona costera del Adriático italiano. La representación más antigua
que conocemos de de San Mercurio procede del tríptico imperial de
Harbaville, actualmente en el Museo del Louvre, en París. Es un tríptico de
marfil como el políptico Barberini, conservado en el mismo museo y
probablemente con la misma función: contener algún diploma o carta
credencial, dado que el marfil es un material noble. El políptico es del
siglo X y en la hoja izquierda de nos presenta a cuatro santos, dos de
ellos de cuerpo entero y otros dos sobre ellos en sendos tondos. Encima de
la imagen de San Eustratio está el tondo de San Mercurio, cosa muy
interesante ya que 'Eustratio' en griego quiere decir 'buen soldado',
descripción que encaja muy bien con San Mercurio. Hay una precisión
importante: es muy extraño que este San Mercurio lleve una lanza, ya que la
representación habitual es con dos espadas, como hemos visto; esto nos pone
en relación con la historia del lanzazo al emperador Juliano.


Ya hemos dicho que hay culto a San Mercurio en la Iglesia de Oriente. De
hecho hay una iglesia (de rito copto) de San Mercurio en El Cairo. Tiene un
precioso icono de estilo bizantino, con fondos dorados planos y una
inscripción en árabe. Se representa a San Mercurio con las dos espadas,
pero además está alanceando a Juliano en presencia de San Basilio el
Grande.


Por último, tenemos dos representaciones de San Mercurio en el ámbito del
imperio bizantino, en el período Paleólogo, en la región de los Balcanes.
Una de ellas está en Serbia y otra en Macedonia y ambas muestran un gran
parecido aunque con características algo diferentes. Las diferencias están
en que el que procede de Macedonia (derecha) muestra ropajes más nobles y
una coraza púrpura con decoración dorada, mientras la del Mercurio serbio
tiene tono rojo y no lleva coraza al descubierto, sino que va cubierta con
una sobreveste encarnada. Además el fresco serbio no lleva escudo, mientras
que el de Ochrid lleva una rodela redonda. Ambos llevan sable de combate,
elemento que se incorpora en el siglo XIII al armamento bizantino, pero el
serbio lleva una inscripción que no tiene el macedonio. Ambos tiene arco
compuesto, el serbio apoyado en el suelo y el macedonia al hombro. Lo
notable es que la representación de un arco compuesto es típica de los
escitas, lo que hace referencia al origen del auténtico
Philópator/Mercurio. La imagen de Ochrid (Macedonia) tiene un casco más
elaborado que la del serbio, que es de batalla y sin adornos. Lo más
llamativo, sin embargo, no es lo que está en el cuadro, sino lo que no
está: la lanza. En ninguno de los dos frescos aparece la lanza con la que
se supone que San Mercurio mató a Juliano. La lanza es un atributo típico
de este santo militar, como las llaves son el atributo de San Pedro y el
montante el de San Pablo. Hay que destacar que sólo aparece una espada, y
no dos. La impresión es que el pintor macedonio ha copiado al serbio, y que
el serbio no estaba al tanto de la leyenda de este santo, sino sólo de su
origen militar.


Todo esto nos lleva a las fuentes de composición de la comedia de Luis
Vélez de Guevara. Por un lado, él estuvo unos años en Italia, en donde hay
una iglesia consagrada a San Mercurio. Pero por otro lado sabemos que Vélez
ha escrito varias obras de historia europea, y en concreto, de militares
importantes en la zona de los Balcanes, como es el príncipe Escanderbey o
Scanderberg. Es posible que sus fuentes de composición para esta comedia no
sean sólo italianas, sino que procedan de alguna crónica bizantina
traducida al italiano, cosa muy habitual en el siglo posterior a la caída
de Constantinopla.


En todo caso la aportación de Vélez a la historia y leyenda del emperador
Juliano el Apóstata (enterrado en Constantinopla, la actual Estambul, junto
al museo Topkapi) es de importancia más que notable. Se trata del primer
gran escritor europeo que se ha ocupado de Juliano, y en esto es precursor
de Mereijovsky y de Gore Vidal; lo ha hecho en una obra teatralmente muy
impactante y bien construida. Y no hay que olvidar que Vélez también se
ocupó de llevar a los escenarios obras típicas del cristianismo primitivo,
como la historia de Santa Catalina de Alejandría, en La rosa de
Alejandría), lo que refuerza esa idea de un dramaturgo con una fuerte
impronta histórica, tal vez por su época de secretario del cardenal Rodrigo
de Castro, o tal vez por su constante interés por los temas históricos y
hagiográficos. Esta comedia "de Juliano Apóstata" es una buena muestra de
la importancia de rescatar textos olvidados del dramaturgo de Écija.





ARTURO RODRÍGUEZ LÓPEZ-ABADÍA





BIBLIOGRAFÍA


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WHITBY, Mary and Michael (1989) Chronicon Pascale 284-628 Ad , Liverpool:
Liverpool University Press.

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