Varar y comerciar en la marisma. Guadalmar y el entorno del Cerro del Villar en la época tardoarcaica

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Descripción

DIEZ AÑOS DE ARQUEOLOGÍA FENICIA EN LA PROVINCIA DE MÁLAGA (2001-2010) Eduardo García Alfonso (Ed.)

DIEZ AÑOS DE ARQUEOLOGÍA FENICIA EN LA PROVINCIA DE MÁLAGA (2001-2010) MARÍA DEL MAR ESCALANTE AGUILAR IN MEMORIAM Eduardo García Alfonso (Ed.)

Ana Arancibia Román María Isabel Cisneros García Miguel Dumas Peñuelas María del Mar Escalante Aguilar Luis-Efrén Fernández Rodríguez Daniel David Florido Esteban Lorenzo Galindo San José Eduardo García Alfonso Mar Juzgado Navarro Emilio Martín Córdoba Juan Antonio Martín Ruiz José Mayorga Mayorga Francisco Melero García Verónica Navarrete Pendón Juan de Dios Ramírez Sánchez Joan Ramon Torres Ángel Recio Ruiz Manuel Romero Pérez Nieves Ruiz Nieto Miguel Ángel Sabastro Román Vicente Marcos Sánchez Sánchez-Moreno José A. Santamaría García José Suárez Padilla

Agencia Andaluza de Instituciones Culturales

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CONSEJERÍA DE CULTURA Y DEPORTE

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JUNTA DE ANDALUCÍA. Consejería de Cultura y Deporte Edita: JUNTA DE ANDALUCÍA. Consejería de Cultura y Deporte © de la edición: JUNTA DE ANDALUCÍA. Consejería de Cultura y Deporte © de los textos y fotos: sus autores Dirección General de Bienes Culturales e Instituciones Museísticas Diseño, maquetación e impresión: Tecnographic, s.l. Sevilla

ISBN: 978-84-9959-120-9 Depósito Legal: 4288/2012

DIEZ AÑOS DE ARQUEOLOGÍA FENICIA EN LA PROVINCIA DE MÁLAGA (2001-2010) MARÍA DEL MAR ESCALANTE AGUILAR IN MEMORIAM

Editor Eduardo García Alfonso

Contribuciones de: Ana Arancibia Román María Isabel Cisneros García Miguel Dumas Peñuelas María del Mar Escalante Aguilar Luis-Efrén Fernández Rodríguez Daniel David Florido Esteban Lorenzo Galindo San José Eduardo García Alfonso Mar Juzgado Navarro Emilio Martín Córdoba Juan Antonio Martín Ruiz José Mayorga Mayorga Francisco Melero García Verónica Navarrete Pendón Juan de Dios Ramírez Sánchez Joan Ramon Torres Ángel Recio Ruiz Manuel Romero Pérez Nieves Ruiz Nieto Miguel Ángel Sabastro Román Vicente Marcos Sánchez Sánchez-Moreno José A. Santamaría García José Suárez Padilla

2012 CONSEJERÍA DE CULTURA Y DEPORTE

Dirección General de Bienes Culturales e Instituciones Museísticas

ÍNDICE

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PALABRAS PRELIMINARES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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MARÍA DEL MAR ESCALANTE AGUILAR IN MEMORIAM . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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RESÚMENES DE LOS ARTÍCULOS . . . . . . . . . . . . . . . .

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LA ARQUEOLOGÍA FENICIA EN LA PROVINCIA DE MÁLAGA EN LOS ALBORES DEL SIGLO XXI. BREVE BALANCE DE UNA DÉCADA (2001-2010) . . . . . . . . . . Eduardo García Alfonso EL PERIODO FENICIO ARCAICO EN LA BAHÍA DE MÁLAGA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ana Arancibia Román y Luis-Efrén Fernández Rodríguez EL ASENTAMIENTO FENICIO DE LA REBANADILLA A FINALES DEL SIGLO IX A.C. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Vicente Marcos Sánchez, Lorenzo Galindo San José, Mar Juzgado Navarro y Miguel Dumas Peñuelas EL SANTUARIO FENICIO DE MALAKA . . . . . . . . . . . . . María del Mar Escalante Aguilar, Ana Arancibia Román, María Isabel Cisneros y José Mayorga Mayorga EL HIPOGEO FENICIO DE MUNDO NUEVO (NECRÓPOLIS DE GIBRALFARO, MÁLAGA) . . . . . . . . . Juan Antonio Martín Ruiz UN HIPOGEO CON FORMA DE PIEL DE TORO A ORILLAS DEL GUADALMEDINA. MÁLAGA . . . . . . . . . Daniel David Florido Esteban, Verónica Navarrete Pendón, Juan de Dios Ramírez Sánchez, Nieves Ruiz Nieto y Miguel Ángel Sabastro Román

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VARAR Y COMERCIAR EN LA MARISMA. GUADALMAR Y EL ENTORNO DEL CERRO DEL VILLAR EN ÉPOCA TARDOARCAICA . . . . . . . . . . . . . . Daniel David Florido Esteban, Eduardo García Alfonso, Verónica Navarrete Pendón, Nieves Ruiz Nieto y Miguel Ángel Sabastro Román UNA PRIMERA APROXIMACIÓN A LA DIMENSIÓN URBANA DE LA CÁRTAMA PRERROMANA . . . . . . . . . Francisco Melero García TARALPE ALTO (ALHAURÍN DE LA TORRE, MÁLAGA). UN NUEVO ASENTAMIENTO DE LA EDAD DEL HIERRO EN EL ENTORNO DE LA CUENCA BAJA DEL RÍO GUADALHORCE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . José A. Santamaría García, José Suárez Padilla y Joan Ramon Torres

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YACIMIENTOS FENICIOS EN LA COSTA DE VÉLEZ-MÁLAGA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Emilio Martín Córdoba y Angel Recio Ruiz

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NOVEDADES SOBRE LA OCUPACIÓN FENOPÚNICA DE MORRO DE MEZQUITILLA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Juan de Dios Ramírez Sánchez

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LAS FASES FINALES DE LA EDAD DEL BRONCE EN EL ENTORNO DE ANTEQUERA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Manuel Romero Pérez y Luis-Efrén Fernández Rodríguez

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10 VARAR Y COMERCIAR EN LA MARISMA. GUADALMAR Y EL ENTORNO DEL CERRO DEL VILLAR EN ÉPOCA TARDOARCAICA

Daniel David Florido Esteban Eduardo García Alfonso Verónica Navarrete Pendón Nieves Ruiz Nieto Miguel Ángel Sabastro Román

Resumen En 2010 la construcción del nuevo acceso sur al aeropuerto de Málaga ha ampliado nuestro conocimiento de la desembocadura del Guadalhorce en época tardoarcaica, concretamente en el paraje denominado Marismas de Guadalmar. Sobre una antigua barra fluvial se instaló una necrópolis de incineración durante el primer tercio del siglo VI a.C. vinculada al Cerro del Villar. Tras el primer abandono de este asentamiento fenicio, la zona fue ocupada a lo largo de la segunda mitad del siglo VI como lugar de hábitat. Los materiales cerámicos revelan una participación del enclave en las corrientes comerciales imperantes en la bahía de Málaga en ese momento, seguramente como punto de apoyo a la navegación fluvial por el bajo Guadalhorce. Esta vinculación con el trasiego de embarcaciones de pequeño porte queda caracterizada por la presencia de un posible varadero, fechado a principios del siglo V a.C.

Palabras clave: fenicios, Málaga, barra fluvial, necrópolis, comercio, varadero.

TRADE AND DOCK AT THE WETLANDS. GUADALMAR AND THE SURROUNDING AREA OF CERRO DEL VILLAR IN THE LATE ARCHAIC PHOENICIAN PERIOD Summary In 2010 the construction of the new south acess to Málaga Airport has grown the archaeological knowledge about the surrounding area of the Guadalhorce mouth in the late Archaic Phoenician Period, exactly iatn the area called Las Marismas de Guadalmar. On a ancient fluvial bar, a cremation cemetery was settled at the beginning of 6th century B.C., which was connected to Cerro del Villar. After the first abandon of this Phoenician colony, the area was occupied along the second half of 6th century B.C. like a place of settlement. The potteries showed that Las Marismas de Guadalmar had got a participation in the trade activities in Málaga bay at this moment, surely like backup for the fluvial sailing across the Guadalhorce. This link with the small boat traffic is indicated by the discovery of a possible dry dock, dated at the beginning of 5th B.C. Key words: Phoenicians, Málaga, fluvial bar, cemetery, trade, dry dock.

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La ampliación del aeropuerto de Málaga ha supuesto un gran impulso al conocimiento del poblamiento del primer milenio a.C. en el ámbito de la desembocadura del Guadalhorce, derivado de las intervenciones arqueológicas que han llevado aparejadas las sucesivas obras públicas vinculadas al proyecto. En 2008, los trabajos previos de ejecución de una segunda pista al norte de la actual, entre la terminal aérea y la orilla derecha del Guadalhorce, tuvo como resultado el descubrimiento y posterior excavación del asentamiento de La Rebanadilla1, cuya primera ocupación nos lleva a un horizonte cronológico anterior a la fundación de la colonia fenicia del Cerro del Villar (Arancibia Román et al., 2011: 130-131). Poco después, el aumento de la accesibilidad al aeropuerto motivó la ejecución de un nuevo acceso al mismo por el sureste, que, partiendo de la A-7 –Autovía del Mediterráneo–, conecta esta arteria de gran capacidad con la nueva terminal2, en un trazado de 2 km. En el verano de 2008 comenzaron los primeros movimientos de tierra realizados para el enlace, a la altura del punto kilométrico 232,5 de la A-7, junto a la barriada de Guadalmar, dentro del término municipal de Málaga (Ilus. 1). Inmediatamente, los

Ilus. 1. Localización de Las Marismas de Guadalmar en el contexto de la desembocadura del Guadalhorce

1 Vid. artículo en este mismo volumen. V. M. Sánchez Sánchez-Moreno, L. Galindo San José, M. Juzgado Navarro y M. Dumas Peñuelas: “El asentamiento fenicio de La Rebanadilla a finales del siglo IX a.C.”. 2 La obra, competencia del Ministerio de Fomento, fue ejecutada por la empresa Fomento de Construcciones y Contratas (FCC).

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responsables de la vigilancia arqueológica, dirigida por V. Navarrete Pendón, pudieron detectar la existencia de una pequeña necrópolis de carácter fenicio en el lugar. Ampliado el terreno a controlar a lo largo del talud oriental de la autovía afectado por la obra, aparecieron los restos de una ocupación de época tardoarcaica. La necrópolis y la ocupación colindante fueron excavados entre los meses de marzo y septiembre de 2010, bajo la dirección de D. Florido Esteban3, cuyo avance de resultados se recogen en el presente trabajo. Con esta intervención en Guadalmar se cierra, en cierta manera, el círculo que se inició con el descubrimiento de La Rebanadilla, ya que ha permitido aproximarnos a la evolución de la zona una vez se abandona el Cerro del Villar. Con esto, la ocupación del islote del Villar con una potente colonia fenicia no aparece como un hecho aislado, sino que arranca de una serie de implantaciones y frecuentaciones anteriores a la segunda mitad del siglo VIII a.C. hasta la elección de un emplazamiento definitivo, que estará activo durante aproximadamente siglo y medio. Con posterioridad a mediados del siglo VI a.C., con el traslado del núcleo organizador del territorio a Málaka, el ámbito del Villar no se abandona, sino que siguieron existiendo una serie de ocupaciones más o menos estables en el entorno, que continuaron la explotación económica del mismo, pero ahora sin la inmediata presencia de una sede administrativa. Son los casos de Guadalmar y la propia ocupación del Cerro del Villar en el siglo V a.C. El enclave arqueológico de Las Marismas de Guadalmar4 se encuentra ubicado junto al talud oriental de la autovía A-7, a la altura del kilómetro 232, como se ha indicado. Se localiza a escasos 600 m. del Cerro del Villar y a unos 800 m. de la mota más meridional de contención de avenidas del río Guadalhorce, en su margen derecha. El lugar excavado es inmediato al flanco occidental de la barriada de Guadalmar, de la que se encuentra separado por la carretera que conecta dicho enclave periurbano con el Parador del Campo de Golf. La altura sobre el nivel del mar del suelo actual oscila entre los 3 y 4 m., siendo el terreno prácticamente horizontal, formado por los sucesivos rellenos del Guadalhorce, que se combinan a cierta profundidad con estratos de arena de playa. En la zona investigada la rasante está formada por terrenos de labor abandonados, cuya única vegetación actual es el matorral. Después de cesar el cultivo de caña de azúcar en esta zona a finales de la década de 1980, el área quedó convertida en una suerte de escombrera de las obras circundantes y el terreno sufrió una fuerte degradación a consecuencia de la construcción de la A-7.

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1. LA PALEOGEOGRAFÍA DEL BAJO GUADALHORCE A RAÍZ DE LOS TRABAJOS ARQUEOLÓGICOS DE LA ÚLTIMA DÉCADA

El asentamiento de Las Marismas de Guadalmar se inserta plenamente en el ámbito de la desembocadura del Guadalhorce. En la actualidad toda la zona se encuentra completamente antropizada y la dinámica natural ha sido alterada de manera sustancial desde comienzos del siglo XX. En aquellos momentos, la introducción de la caña de azúcar motivó una serie de explanaciones y el trazado de una red de acequias, desecándose las antiguas áreas lagunares y cegando los cauces naturales secundarios que aún quedaban con el resultado de crear un paisaje uniforme. De esta manera, quedó establecido el monocultivo de la caña, sustituyendo al anterior aprovechamiento mixto de huerta y viñedo. A partir de la última década del siglo XX, la sustitución de la caña por la urbanización masiva, los usos industriales y residenciales del suelo, así como el trazado de importantes infraestructuras viarias han terminado por transformar completamente este sector del bajo Guadalhorce.

3 El control arqueológico de movimientos de tierra y la excavación de urgencia posterior fueron realizados por la empresa Nerea. Arqueología Subacuática, S.L.L (Delegación Provincial de Cultura de la Junta de Andalucía en Málaga, nº. expte. 10/10), junto con los técnicos D. Jeremy Pérez Ramos y Dª. Emanuela Cozzoni. 4 Esta zona aparece denominada “Las Marismas” en el Mapa Topográfico Nacional de España, e. 1:25.000, editado por el Instituto Geográfico Nacional, hoja 1067-I (Torremolinos), Madrid, 1997, designando un amplio pago que abarca también parte de Arraijanal. Este topónimo indica claramente el carácter pantanoso del paraje, hoy totalmente alterado.

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Los primeros trabajos del Instituto Arqueológico Alemán establecieron la existencia de un amplio estuario en esta zona hasta momentos muy avanzados. Posteriores investigaciones matizaron la propuesta, determinando que la presencia de un gran entrante marino en lo que hoy es la llanura de inundación de la vega baja de Málaga debió tener lugar en los momentos correspondientes al máximo de la transgresión flandriense, situada para la costa del Mediterráneo español hacia 7500 BP (Goy et al., 1986). Este espacio estuárico comenzó a colmatarse rápidamente debido tanto a la acción fluvial y marina como al levantamiento eustático de la costa sur mediterránea. El trabajo de P. Carmona (1999) nos aproximó a la paleogeografía de la desembocadura en el primer milenio a.C., siendo resultado de las observaciones que, en su momento, efectuaron M. Aubet y N. Carulla (1989). P. Carmona estableció que el estuario estaba ya inmerso en un proceso de colmatación cuando los fenicios se asentaron aquí, aunque se trataba de un espacio todavía perfectamente navegable y con buenas condiciones portuarias. Igualmente, esta investigadora de la Universidad de Valencia determinó que la formación del islote del Cerro del Villar sólo podía tener un origen sedimentario, dentro de un contexto de corrientes longitudinales fluviales o marinas. Por otras zonas del litoral peninsular sabemos que entre 6000-5000 BP el nivel del mar se sitúa en los valores actuales, por lo que comienzan a formarse las estructuras sedimentarias, entre ellas el cordón arenoso que se extiende entre Málaga y Torremolinos, que empieza a separar el ambiente de la desembocadura del mar abierto. P. Carmona estableció que estamos en un paisaje de barras fluviales, paleocauces, ámbitos lagunares y ciénagas, deducido a partir de los estudios de palinología, sedimentología y geomorfología. En este contexto, la gran barra donde se asentó el Cerro del Villar tuvo otras vecinas, como la que era todavía perceptible al sur de aquélla en las fotografías áreas de 1957, que es precisamente la que ocupa el enclave de Las Marismas de Guadalmar y que la citada autora representó en su plano de la geomorfología de la desembocadura (Carmona, 1999: fig. 15). Entre ambas barras discurría un paleocauce, cuya existencia ha sido avalada por las actuaciones arqueológicas asociadas a obras públicas en el entorno. P. Carmona supone la existencia de varias de estas barras, pero con los medios de observación de que disponemos y la escasez de datos empíricos, aún no somos capaces de determinar su número concreto y sus límites precisos; esto sin olvidar que al tratarse de un ámbito de fuertes transformaciones geomorfológicas, su evolución ha sido permanente. A ello hay que añadir la intervención antrópica por sucesivas roturaciones, la desecación de espacios lagunares, la creación de vías de drenaje, el trazado de vías de comunicación y el reciente proceso urbanizador. La confluencia de todos estos fenómenos naturales y humanos llevaron al Guadalhorce histórico a desembocar por un curso único rectilíneo y estrecho5. Para P. Carmona la formación de dos cordones dunares entre Málaga y Torremolinos6 fue determinante para el proceso de colmatación del antiguo estuario y el nacimiento de las barras fluviales, que debió iniciarse con la estabilización del nivel marino hacia 6000-5000 BP. Esta barrera arenosa hizo disminuir la actividad de las aguas del mar en el estuario, a lo que se añadió un mayor aporte de sedimentación continental, pues desde 7500 BP se considera que se había ya establecido el ciclo hidrológico mediterráneo actual, con sus crecidas periódicas. Se configura así un espacio inundado interior, desaguando el río por una única desembocadura abierta en el cordón dunar, que sería mucho más ancha que la actual (Carmona, 1999: 40-41). Los progresivos aportes sedimentarios del Guadalhorce irían cerrando progresivamente la desembocadura, como muestra la villa romana de Arraijanal, emplazada directamente sobre las dunas. Esta circunstancia provocó que, en momentos de fuertes crecidas, el río buscase otras salidas, desbordando los cordones de arenas, por lo que se formaron diferentes golas que permitían la evacuación de los caudales sobrantes, de las que algunas pudieron ser permanentes, dando lugar así a una configuración de tipo deltaico. Este proceso de colmatación y estrechamiento de la desembocadura puede explicar dos fenómenos. Por una parte, el deterioro de las condiciones portuarias del Cerro del Villar, debido a la cada vez mayor pérdida de profundidad en el cauce principal, que pudo quedar impracticable para las naves de mayor tonelaje a partir de un momento dado. Por otra, el aumento de la potencia destructiva de las inundaciones, especialmente cuando coincidía una crecida con un fuerte temporal de levante.

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Este cauce “histórico” del Guadalhorce se encontraba totalmente formado en el siglo XVIII. En esa centuria el brazo llamado “río Viejo” sólo se activaba en caso de grandes avenidas. La obra de canalización del curso bajo del río acometidas por el, en su día, Ministerio de Medio Ambiente ha “recuperado” el aspecto deltaico de la desembocadura, pero mediante cauces amplios totalmente artificiales, cuya dinámica no va más allá de la evacuación de los excesos de caudales al mar, para garantizar la seguridad de las zonas inundables, ahora urbanizadas, que ocupan la mayor parte del antiguo delta. 6 Todavía visibles en la zona de Arraijanal.

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A este respecto, los sondeos geotécnicos de la obra del nuevo acceso al aeropuerto de Málaga y el control arqueológico de movimientos de tierra derivado de la misma han aportado una serie de datos sobre la paleogeografía del entorno. Por una parte se ha podido determinar de manera fehaciente la existencia del paleocauce que bordeaba por el suroeste el islote del Cerro del Villar, ya conocido por el seguimiento arqueológico en 1998 de la construcción del canal de aliviadero auxiliar de avenidas paralelo a la margen derecha del río. Por otro lado, se han corroborarado las propuestas de P. Carmona. La aportación novedosa de 2010 es que podemos inferir la anchura de dicho canal, dado que el poblado de Las Marismas de Guadalmar debía emplazarse lógicamente en terreno seco, aunque sometido a riesgos periódicos de inundación. Con este antiguo brazo del Guadalhorce hay que conectar también los resultados negativos que ha tenido la vigilancia arqueológica del enlace entre la A-7 y el nuevo acceso al aeropuerto, realizados en la glorieta de Guadalmar y en el área de la parroquia de Santa María Estrella de los Mares y calle Guadalhorce, en dicha barriada. La orilla sur de este paleocauce corresponde precisamente con la zona donde se encuentra el poblado de Las Marismas, que se asentaría sobre el extremo sureste de la barra fluvial que se sitúa al sur de la ocupada por el Cerro del Villar (Carmona, 1999: figs. 15 y 19, a). Precisamente, el tratarse de una ocupación en un terreno más o menos inestable y sometido al ciclo de avenidas del Guadalhorce podría explicar que nos encontremos ante un poblamiento un tanto disperso, con discontinuidades espaciales internas y sin elementos apreciables de organización urbanística. A este supuesto también respondería que se trate de una ocupación relativamente breve en el tiempo, quizás dos o tres décadas como máximo.

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2. EL DESARROLLO DE LA EXCAVACIÓN DE 2010

Los trabajos arqueológicos han confirmado que la autovía A-7, ejecutada entre 1990 y 1992, se construyó justo encima del núcleo del asentamiento y la necrópolis de Las Marismas de Guadalmar. Para elevar la citada vía de comunicación a la altura del puente que salva el río Guadalhorce, el entonces Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo aportó tierra hasta elevar la calzada a 7-8 m sobre el nivel de rasante actual. Por ello, a la vista de las diferentes secciones estratigráficas obtenidas en la excavación, pensamos que es muy posible que el núcleo del enclave arqueológico se encuentre bajo la autovía y probablemente en buen estado de conservación. Esta presunción se debe a que los trabajos de infraestructura consistieron en la colmatación con tierra y árido del basamento del talud de esta vía de comunicación y en la compactación de las sucesivas capas aportadas7. La única intrusión al respecto se debe a una cuneta excavada durante las obras de construcción de la autovía, entre 1 y 2 m de anchura y 1 m de profundidad, que discurre paralela a la flanco este de la misma. Dicha cuneta, colmatada en la actualidad, rompió algunas estructuras antiguas y alteró los rellenos en diversos puntos, pudiendo seguirse su trazado en todos los cortes de la excavación. Los resultados de la vigilancia arqueológica en el área del enlace del nuevo acceso al aeropuerto resultaron positivos en la zona donde irían emplazados los carriles adicionales de salida y entrada del tronco de la A-7 para su conexión con la proyectada vía rápida, efectuada mediante un nudo a diferentes niveles. El trazado del carril de salida de la A-7, denominado “ramal 1”, fue explorado mediante seis cortes (cortes 1-6), que adoptaron una orientación noreste-suroeste, obligada por el proyecto de obra, dado que el objetivo era delimitar la zona afectada por el mismo. Aquí se concentraron los resultados de la intervención, cuyo avance motivó diversas ampliaciones en algunos de los cortes, ya que algunos de ellos se plantearon inicialmente como sondeos y la propia dinámica de la investigación obligó a excavar en extensión en diversos puntos, que se convirtió en la única manera de entender el uso del espacio en el lugar. Mientras, el carril de entrada a la vía principal o “ramal 3”, ubicado en el flanco opuesto de la A-7, obligó

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En este sentido, la conservación de los restos dependerá de la profundidad que alcanzasen los trabajos de saneado para asentar el talud de la autovía. En la zona excavada, esta extracción de los niveles de tierra superficial no llega a alcanzar 1 m., lo que sería indicio de que no se llegó a tocar el nivel arqueológico en la obra o, si se hizo, sólo debió afectar a las cotas más elevadas del mismo. Esta circunstancia deberá tenerse en cuenta para una ulterior investigación bajo la A-7, caso de que resulte posible en un futuro no determinado.

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a la realización de dos cortes (cortes 1-2), que solo permitieron detectar algún material cerámico de época fenicia y romana, junto a restos de estructuras muy destruidas y de difícil correlación con los niveles aparecidos en el ramal 1. Por motivos evidentes, nos centraremos en los resultados de dicho ramal 1 (Ilus. 2). Igualmente, la intervención ha ofrecido resultados también para la época romana y contemporánea, aunque se trata de materiales dispersos por todo el entorno8. Sin duda, el interés principal de Las Marismas de Guadalmar está en la ocupación de época fenicia tardoarcaica. De los seis cortes efectuados, los números 3 y 5 fueron negativos desde el punto de vista arqueológico, pero nos aportaron importante información sobre la geomorfología del terreno y sobre el modo de utilización del espacio.

Ilus. 2. Planimetría general de la excavación de las Marismas de Guadalmar. Ramal 1

a) Corte 1 El corte 1 se divide en dos sectores con nivel arqueológico fenicio –A y C–, separados por la ya referida cuneta de Obras Públicas –sector B–. El sector A, localizado junto al talud de la A-7, se caracteriza por la aparición de dos estructuras murarias cuadrangulares superpuestas, de las que vemos una esquina de cada una, de pequeño tamaño. Ambas construcciones están ligeramente desplazadas en su alineamiento, con la más reciente, identificada como Unidad Estratigráfica Construida –UEC– 1.1/UEC 1.2, complejo estructural 1, un tanto retranqueada sobre la subyacente –UEC 1.3/UEC 1.4–, aunque no ha podido determinarse hasta qué punto la posterior aprovecha como cimentación a la anterior, debido a que no han sido excavadas en su totalidad al quedar la mayor parte bajo la plataforma de la autovía. Igualmente, ambas están bastante arrasadas y con señales de haber sufrido el expolio de parte de sus materiales constructivos. Los paramentos son de mampostería irregular. El sector C del corte presenta unos preparados de suelos a base de tierra apisonada, con restos de malacofauna. En esta zona se realizó un sondeo de 2 por 2 m para agotar secuencia. Este trabajo confirmó que la ocupación tardoarcaica fue el primer momento de uso de este espacio, apareciendo debajo de estos niveles de suelo estratos de arena de playa y limo, sin ningún material arqueológico (Ilus. 3). Entre los materiales procedentes de este corte cabe señalar la presencia de una fíbula tipo Acebuchal completa (Ilus. 4). Es pieza procedente de los niveles de revuelto, por lo que parece probable que fuera extraída al hacer la cuneta de la A-7, quedando depositada en los paquetes removidos del corte. El hallazgo adquiere una mayor singularidad por ser el primer objeto de su clase que aparece completo en la provincia de Málaga, donde son muy escasas.

8 Para los resultados de estos momentos culturales y los detalles técnicos de la intervención puede consultarse la memoria archivada en la Delegación Provincial de Cultura de la Junta de Andalucía en Málaga (nº. de expte. 10/10).

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Ilus. 3. Corte 1. Planimetría y perfil norte-oeste

Ilus. 4. Corte 1. Fíbula tipo Acebuchal. Bronce

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b) Corte 2 El corte 2 se sitúa al sur del anterior. Pese a estar partido como todos los demás por la cuneta de la A-7, permitió documentar en su denominado sector B los restos de una edificación de cierta entidad (Ilus. 5-6). La estructura, lamentablemente cubierta en su mayor parte por el talud de la autovía, sólo ha podido estudiarse en su flanco oriental, por lo que tenemos una visión muy parcial de la misma. A nivel arqueográfico podemos decir que se trata de una construcción de planta cuadrangular, con espacio interior compartimentado. El material edilicio es piedra caliza procedente casi con seguridad de la inmediata sierra Llana de Torremolinos, caracterizada por su naturaleza travertínica. Es el mismo material que conocemos en las viviendas del inmediato Cerro del Villar y pensamos que es muy probable que incluso pueda proceder del reaprovechamiento de las estructuras abandonadas de la propia colonia fenicia. Esta reutilización no sería sorprendente en el entorno deltaico, donde escasea la piedra para construir. El sistema constructivo guarda muchas similitudes con el Cerro del Villar, ya que los muros tienen apenas una mínima fosa de cimentación y se adaptan en su base al perfil del suelo natural, combinando piedras de diferente tamaño para nivelar ya el paramento en las hiladas superiores de mampostería. Igualmente, la presencia de sillares

Ilus. 5. Corte 2. Planimetría y perfil norte-oeste

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Ilus. 6. Corte 2. Detalle de la gran estructura del sector B

careados en las esquinas de la estructura la encontramos también en la cercana colonia fenicia9. El muro perimetral situado en el flanco este de la estructura ha sido el único estudiado en detalle –UEC 2.3–. Mide 7,40 m de longitud, 0,84 m de grosor y 0,40 m de altura conservada. Se caracteriza por un paramento exterior formado por bloques de un tamaño considerablemente mayor que los dispuestos en el interior de la construcción, que incluyen los sillares arriba mencionados. Se observan claras señales de expolio de piedras, ya que los huecos son muy evidentes en las hiladas superiores. Mientras, los dos muros perimetrales norte –UEC 2.7– y sur –UEC 2.16– se meten inmediatamente bajo el talud de la A-7 en sentido perpendicular, por lo que sólo han sido excavados en una longitud muy limitada. Un muro interno de 0,5 m de espesor –UEC 2.8– divide el espacio en dos habitaciones, solo parcialmente excavadas debido al reducido espacio practicable debido a la presencia del talud. Un detalle muy significativo de esta estructura es la presencia de un segundo paramento –UEC 2.9–, de 0,48 m de grosor, que envuelve perimetralmente los flancos norte y este de la misma, adosándose al núcleo principal. El contacto entre ambos muros indica claramente que ambas estructuras tienen cronologías diferentes, más reciente la exterior, aunque no somos capaces de precisar el intervalo de tiempo que existió entre la ejecución de una y otra, aunque no creemos que fuese demasiado largo. Pensamos que este muro exterior ejerció una función de protección de la estructura frente a las inundaciones y su apariencia constructiva muestra que fue levantado de un modo un tanto apresurado, ya que las piedras son bastante más irregulares y de menor tamaño que las del paramento original de la estructura. Otra posibilidad sería que se tratase un aterrazamiento, como vemos en las casas 5 y 2 del Cerro del Villar (Delgado Hervás, 2008: fig. 6), que proporcionase, por un lado, una cierta protección contra las inundaciones y al tiempo,

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En diversos edificios singulares del Cerro del Villar se utilizaron sillares bien careados en esquinas y umbrales. Posiblemente en Las Marismas de Guadalmar este uso sea una reminiscencia del anterior, pero no creemos que estas piezas hubieran sido talladas ex profeso para esta estructura del corte 2.

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salvar un hipotético desnivel que existiese entre este flanco y el resto de la vivienda. Dado que la mayor parte de la estructura está bajo la autovía, no podemos confirmar este aserto. Igualmente, no creemos que sea casual que este muro adosado se encuentre en los flancos norte y este, dejando libre el lado sur de la construcción. Precisamente, entendemos que los primeros eran los puntos por donde se producían las avenidas de agua, dada su orientación hacia la orilla del paleocauce del Guadalhorce y su pendiente natural descendiente hacia la misma. Separado por la cuneta de drenaje arriba comentada, se encuentra el sector A del corte. Aquí se documentó un relleno con carbones y material cerámico fechado entre el último tercio del siglo VI a.C. y principios del V a.C., que se encuentra encima de un suelo artificial preparado con un mortero blancoamarillento –UEC 2.11– y una pequeña fosa circular, identificada como Unidad Estratigráfica No Construida –UEN– 2026, que podría corresponder a un agujero de poste. Este sector A es probable que se relacione con la estructura del sector B, pero la discontinuidad provocada por la cuneta nos impide ver la correspondencia estratigráfica. c) Corte 4 En el corte 4 se detectaron algunas estructuras muy arrasadas con un módulo cuadrangular y compartimentación interior. El importante expolio al que estuvo sometido el material de construcción y los sucesivos rellenos impidió ver la planta completa de ninguna habitación, al tiempo que dificultó el estudio de las relaciones entre las diferentes estructuras. Los paramentos conservados se caracterizan por el uso de bloques irregulares de caliza travertínica, lajas de pizarra y algunos cantos rodados, pero dispuestos mediante un aparejo mucho más apresurado que en la gran estructura del corte 2, indicando una cierta provisionalidad de la ocupación. Igualmente los diversos cambios de coloración lineales que se observan, permiten sospechar de la existencia de algún muro de barro compactado, pero prácticamente desmantelado. No han aparecido indicios de la presencia de estructuras de adobe. Igualmente, no faltan áreas entre los diversos muros encontrados que señalan la preparación de los suelos y se ha detectado la presencia de dos fosas. El hallazgo más interesante del corte 4 es una gran bolsada de material cerámico tardoarcaico, donde encontramos un importante conjunto de cerámicas fenicias, acompañadas de algún material griego –UEN 4011– (Ilus. 7). A ello hay que añadir la presencia de una fíbula de doble resorte, fragmentada y en mal estado de conservación (Ilus. 8). Esta acumulación de materiales se dispone de forma alargada y asienta sobre un nivel casi horizontal, por lo que parece que se trata de una colocación intencional, quizás a nivel de preparado de suelo ya que sobre él se encuentran los restos de una hilada horizontal de cantos rodados –UEN 4012–. Algunos recipientes aparecen prácticamente completos, aunque fragmentados. Es posible que se trate materiales caídos a consecuencia de una avenida de agua y reaprovechados aquí. En la UEN 4011 no ha llegado a agotarse la secuencia, por lo que desconocemos si este nivel apoya sobre estructuras anteriores, aunque la proximidad del geológico y su horizontalidad nos hacen sospechar, que, en caso afirmativo, no haya más de un nivel subyacente sin excavar. Finalmente, hay que indicar que en este corte se ha hecho un levantamiento experimental láser (Ilus. 9), dentro de un proyecto del Ministerio de Cultura10.

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Proyecto Desarrollo de Nuevas Tecnologías Aplicadas en Levantamientos Arqueológicos y de Restauración Láser Scan 3D HDS. Ayudas a la inversión en capital para promover la modernización, innovación y adaptación tecnológica de las industrias culturales correspondientes al año 2010, Ministerio de Cultura, Nº. Ref: 7352/MI (BOE 1 de enero de 2010).

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Ilus. 7. Diferentes aspectos de la excavación final del corte 4

Ilus. 8. Corte 4. Fíbula de doble resorte. Bronce

Ilus. 9. Corte 4. Levantamiento en 3D

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d) Corte 6 Este corte es el más septentrional y el más complejo de toda la excavación. Aquí encontramos restos que pueden vincularse al hábitat detectado, tales como un posible muro en arco y un probable varadero para embarcaciones de pequeño porte, así como los restos, muy degradados de una necrópolis fenicia, que podría corresponder tanto al Cerro del Villar como al propio asentamiento de Las Marismas de Guadalmar. Igualmente el corte ha sido muy revelador en lo que respecta a la paleotopografía del enclave, mostrando claramente el desnivel de terreno hacia la orilla del paleocauce, la existencia de amplios espacios libres –ya intuida en otros cortes– y la presencia de un posible promontorio de limos consolidados en lo que sería el extremo sureste de la antigua barra fluvial (vid. Ilus 2). En la zona meridional apareció un muro formado en lo conservado por una hilera de bloques irregulares de piedra caliza travertínica, de considerable tamaño –UEC 6.6, UEC 6.7 y UEN 6002–. Dicha estructura alcanza una anchura media de 0,80 m y una altura de 0,40 cm. Se extiende transversalmente en todo el corte, pero de manera discontinua ya que está desaparecida en varios puntos, a consecuencia de la cuneta de la A-7 y del expolio de su material constructivo, aunque no sabemos si dicho desmantelamiento tuvo lugar en época fenicia tardoarcaica o romana. Interpretamos dicha estructura como un muro o dique en arco cuyo objetivo era ofrecer una cierta protección contra las eventuales crecidas del río. Al norte de este muro aparece una formación que sólo pudo documentarse de manera limitada y que consiste en un nivel superior de cerámica, especialmente material anfórico fenicio fragmentado, situado sobre un nivel de arena de playa –UEN 6001, UEN 6002 y UEN 6011–. Esta estructura adopta un característico perfil en rampa muy suave, que no terminó de excavarse en su flanco descendente, alcanzándose una cota de 0,5 m.s.n.m., por lo que su parte más baja debía encontrarse ya prácticamente sobre la lámina de agua existente aquí en su momento. Los fragmentos de ánforas están dispuestos de tal manera que tapizan prácticamente toda la superficie excavada, pero no hay indicios de que se trate de una colocación intencionada, debido al desorden de la deposición. Por ello, pensamos que no se trataría

Ilus. 10. Corte 6. Vista de la zona de varadero terminada de excavar

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en sí de una plataforma, sino más bien de una acumulación concentrada de material cerámico fragmentado (Ilus. 10). La mayor parte de las ánforas que se han podido clasificar están dentro de la T.11.2.1.3 de J. Ramon Torres, lo que sitúa la mayor actividad derivada de esta acumulación entre 510 y mediados del siglo V (Ramon Torres, 1995: 235; Ramon Torres et al., 2007: 94). Aquí, estaríamos ante el resultado de las propias acciones de varar y comerciar directamente en la orilla natural y no ante una instalación habilitada intencionalmente como embarcadero, como sí resulta por ejemplo en el Cerro del Villar y en El Manganeto de Toscanos. En ambos casos sí estamos ante auténticos embarcaderos, infraestructuras portuarias más sofisticadas, como corresponde a colonias dotadas de un carácter de centros administrativos territoriales. En el inmediato Cerro del Villar se aprovechó la pendiente natural del antiguo islote en su flanco más septentrional, por lo que la infraestructura apoyaba sobre un estrato arcilloso, revestido con guijarros y cerámica y que dibujaba incluso una pequeña ensenada que ofrecía mayor abrigo situada entre el talud del antiguo ferrocarril Málaga-Fuengirola y el sector 2 de la colonia fenicia (Delgado Hervás, 2008: 73-74). En El Manganeto el embarcadero se sitúa en una ensenada natural que existía en el flanco norte del asentamiento. Encontramos también una suave rampa, apoyada en la pizarra natural, cortada ex profeso y en estratos fenicios anteriores, sobre la que aparece un pavimento de guijarros del propio río y paredes de ánforas, sobre la que se dispuso un suelo limoso mezclado con arena (Arteaga y Schulz, 1997: 117-120). Por ello, la interpretación que damos a este sector de Las Marismas de Guadalmar es que se trata de una zona donde se orillaban embarcaciones de pequeño porte, tanto por su cota y como por su carácter descendente hacia el nivel del agua. Por ello, los restos cerámicos descubiertos son piezas de contenedores provenientes de las operaciones de carga y descarga y, muy posiblemente, de actividades comerciales a escala local. En la parte más septentrional del corte 6 encontramos parte de una necrópolis fenicia o muy influida por el ritual fenicio. Los restos se encuentran muy deteriorados desde antiguo, tal y como revela una fosa –UEC 6.5– de época romana que destruyó parte del lugar. A su vez, todo el espacio de enterramientos ha sufrido alteraciones constantes a causa del laboreo agrícola, realizado anualmente hasta el abandono del cultivo de la caña de azúcar y por la excavación de la cuneta de la A-7. Las diversas faenas de cultivo y las obras de infraestructura han ocasionado la remoción, dispersión y erosión de los restos, dado que la necrópolis se encontraba a poca profundidad. Se han podido identificar un total de once enterramientos con seguridad, además de algunas acumulaciones de cerámica que podrían corresponder a otros destruidos. El ritual practicado es la incineración, ya que encontramos restos de carbones y algunos huesos quemados, pero escasos y muy mal conservados, posiblemente por la naturaleza altamente acida y salina del suelo y la remoción de todas las tumbas. Las sepulturas son sencillas depresiones de escasa profundidad, excavadas en el sustrato geológico de la antigua barra fluvial, formado por limos compactos de una tonalidad gris clara, pero que resultan perfectamente visibles por su coloración más oscura que el suelo en que se ubican. Aparte de algunos acúmulos de piedras, no aparece ningún tipo de elemento constructivo que se pueda asociar a estos rehundimientos, cuya planta es circular o ligeramente ovalada. Los diámetros de estas oquedades se encuentran en torno a los 50 cm, alcanzando en algún caso los 30 cm de profundidad, que sería mayor ya que posiblemente están cortados. Alguna de las fosas ovaladas alcanzan los 60 cm de largo por 40 de ancho. También existe la posibilidad de que algunos de estos hoyos no sean tumbas, sino que sirvan para acoger vasos cerámicos –en Guadalmar totalmente fragmentarios– que contuvieran algún alimento, formando parte del rito funerario (Ilus. 11-12). Esta posibilidad fue apuntada por M.E. Aubet (1981: 156) a consecuencia de sus trabajos en Setefilla y ha sido también señalada por M. Belén Deamos (2001: 47-49).

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Ilus. 11. Corte 6. La necrópolis despejada a cota superior de estrato

Ilus. 12. Corte 6. Necrópolis. Planimetría e imagen de la distribución de los hoyos para los enterramientos una vez vaciados

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En Guadalmar no se observa ningún patrón de distribución de los enterramientos, ni una posible jerarquización de los mismos, aunque sí encontramos una mayor concentración en el denominado sector 16. En algún caso es posible que la misma estructura pudiera contener dos enterramientos, circunstancia que no pudo verificarse por la falta de tiempo y por la ausencia de afección a esta cota por parte de la obra. Tampoco se han detectado huellas de existencia de túmulo, bien porque no existió o bien por su total desaparición a consecuencia del deterioro de la necrópolis. Algunos restos se depositan en ollas de cocina, usadas como urnas. Otros se depositaron directamente en el suelo natural y se cubrieron con paredes de ánforas T.10.1.2.1 de J. Ramon ya fragmentadas y aparentemente cortadas intencionalmente (Ilus. 13). Prácticamente no aparecen indicios de ajuar funerario, salvo algunos elementos de malacofauna. Hay que señalar la probable continuidad de la necrópolis bajo la A-7, por lo que tenemos una visión bastante parcial de la misma.

Ilus. 13. Corte 6. Necrópolis. Detalle in situ de una de las ánforas de cubrición de un enterramiento

Tumbas en forma de pequeñas oquedades circulares o fosas de escasa profundidad son conocidas tanto en el mundo fenicio del sur peninsular como en los ambientes meridionales vinculados a las comunidades autóctonas con mayor o menor grado de relación con los rituales coloniales durante el siglo VI11. Cabe señalar la presencia de enterramientos de incineración similares en el Puig des Molins, en Ibiza, concretamente en la llamada área  , también bastante alterados, y en Can Partit, éstos mejor conservados (Gomez Bellard et al., 1990: 72-78, 102-107). Incineraciones circulares de época tardoarcaica depositadas

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En San Isidro, dentro del proyecto de ampliación del aeropuerto de Málaga, se ha localizado una necrópolis fenicia que estimamos muy similar a ésta de Las Marismas de Guadalmar, pero bastante mejor conservada. Tiene un total de 12 enterramientos de incineración con los restos depositados en ánforas, otros recipientes o bien directamente sobre el suelo, siempre dentro de un hoyo circular. La datación radiocarbónica ofrecida (calibrada 2s) es CAL BC 970-960 y CAL BC 940-780 (Arancibia Román et al., 2011: 131 y 137, fig. 16), evidentemente una fecha calendárica absoluta más antigua que Guadalmar.

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directamente en el suelo y sin estructura tumular se conocen también en la necrópolis de la Loma de Boliche, próxima a Villaricos (Osuna y Remesal, 1981; García Alfonso, 2000: 152-157). Esta necrópolis almeriense estaría más acorde con un ritual algo diferente del que vemos en lugares típicamente fenicios, aunque incorpora elementos del mismo, por lo que parece prudente vincularla más al mundo autóctono del bajo Almanzora, si tal etiqueta tuviera mucho sentido en unas fechas tan avanzadas y en el hinterland inmediato de una potente colonia fenicia como es Baria, circunstancia que sería muy largo discutir aquí. En el bajo Guadalquivir predomina el modelo de incineraciones agrupadas bajo túmulos. Aquí, los restos humanos se suelen colocar en el interior de urnas, aunque en alguna ocasión aparecen también directamente en el suelo, dentro de un hoyo circular. Esto lo podemos observar en la tumba nº. 28 del túmulo A de Setefilla cubiertos con sendos cuencos carenados (Aubet, 1981: 101). En el Túmulo 1 de las Cumbres también se documentaron tumbas con los restos directamente sobre el suelo (Ruiz Mata y Pérez, 1989, 288-289). Finalmente, las tumbas 17 y 20 de Cruz del Negro muestran también los restos incinerados con deposición directa y cubiertos por un vaso cerámico (Maier, 1992, 102). Una peculiaridad notable que presenta esta necrópolis de Las Marismas de Guadalmar es la existencia de indicios de algún tipo de culto, no sabemos si de estricto carácter funerario o que combinaba elementos uránicos y/o ctónicos. Así, junto al sector 16, que contiene el mayor número de enterramientos, encontramos dos betilos de piedra, de cúspide redondeada, el mayor de 30 cm de altura (Ilus. 14). Dichas

Ilus. 14. Corte 6. Betilos procedentes de la necrópolis

piezas, encontradas volcadas, se emplazaban sobre un acúmulo de piedras irregulares. Este hallazgo podría tener la función de señalar la presencia de las tumbas, a modo de cipo, aunque no sabemos si con carácter colectivo para toda la necrópolis o para algunas sepulturas en particular, siendo esto último lo más habitual. La costumbre no está muy documentada en el mundo fenicio del Extremo Occidente, donde contamos en la misma época con los dos ejemplares aparecidos en Vía Romana nº. 38, la tristemente célebre parcela Can Partit, perteneciente a la necrópolis del Puig des Molins, en Ibiza (Gómez Bellard et al., 1990: 98, nº. 366; 113-114) y algo más tardíos de Villaricos (Astruc, 1951: lám. L, nº. 3 y 6). Lo contrario sucede en el Mediterráneo central. Sin embargo, lo habitual en las necrópolis fenicias es que estos cipos aparezcan trabajados en forma prismática. Por otro lado, también se ha documentado un objeto de terracota que sugiere la forma de una piel de toro, por desgracia incompleto. Se trata de un prisma macizo, que

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tiene las características protuberancias que pudieran corresponder a las patas del animal. Todo el contorno de la pieza presenta una moldura incisa perimetral, mientras que cada una de las esquinas conservadas presenta un agujero perpendicular que horada toda su sección, sobre cuya funcionalidad sólo podemos especular (Ilus. 15).

Ilus. 15. Corte 6. Necrópolis. Posible altarcillo en forma de piel de toro. Terracota

La parte norte del corte 6 experimenta una ligera elevación de la cota del terreno en época tardoarcaica, no existiendo huellas de uso en esta zona. No ha podido delimitarse el flanco más septentrional de la antigua barra fluvial, que debía encontrarse muy cerca, al quedar excluido de la zona de afección de la obra pública. Sin embargo, la excavación si ha permitido conocer la pendiente sur de esta pequeña loma, que adquiere un mayor desnivel hacia la zona del posible varadero, que se emplaza en una depresión natural que facilita el acceso a la zona habitada. Así, se configura al norte de esta zona un pequeño promontorio nos permite plantear que el extremo sureste de la barra fluvial adoptaría aquí la forma de un saliente, que avanzaría sobre el agua y que quedaría ya fuera del corte 6. Esta formación, cuyo desarrollo longitudinal se nos escapa, debía proporcionar un cierto abrigo a la zona de arribada de embarcaciones, lo que explica que el varadero se encontrase en este punto y no más al sur, que está a menor distancia de las viviendas.

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3. LAS CERÁMICAS FENICIAS

La cerámica aparecida en Las Marismas de Guadalmar se encuadra en un momento de finales del periodo fenicio arcaico, cuando ya se ha generalizado el uso del torno en toda el área malagueña. Se han documentado algunos recipientes hechos a mano, pero muy escasos, lo que indica su carácter residual. Encontramos una cierta variedad formal, aunque predominan, con mucho, los recipientes de almacenaje y trabajo, aunque tampoco falta vajilla de mesa, pero en un número bastante menor. Lamentablemente, el material está bastante fragmentado y pocas formas completas han podido ser reconstruidas. Aquí ofrecemos una selección del material más significativo, que no pretende ser exhaustiva, por lo que la cerámica todavía podrá ser objeto de un estudio más pormenorizado. Técnicamente, las pastas son relativamente homogéneas, porosas, con fracturas rectas y cocciones oxidantes-reductoras. El núcleo suele ser gris o gris-azulado. Las superficies son marrones o marrónrojizas con diferentes acabados, desde tosco a otros más finos. Habitualmente, presentan engobe pajizo

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espeso pero no muy adherente. Los desgrasantes son perfectamente visibles, a base de micas doradas y plateadas, esquistos, pizarras y elementos calcáreos, éstos seguramente procedentes de conchas. Tanto por tipología como por pastas, el grueso de la producción parece ser local. Por su abundancia, las ánforas ocupan el primer lugar en número de recipientes documentados. La mayoría de las pastas que encontramos parecen locales, caracterizadas por la abundancia de desgrasantes a base de esquisto identificables de visu y acabado superficial alisado sin bruñir. Los recipientes anfóricos más antiguos que se han documentado corresponden a la forma T.10.1.2.1 de J. Ramon (1995: 230-231), localizados principalmente en el área de la necrópolis (Ilus. 16-17). Formalmente encontramos los típicos bordes engrosados al interior de sección triangular y en ocasiones con molduras y escalones en el exterior del labio. Dicha circunstancia ha sido señalada por J. Ramon y resulta conocida en el Cerro del Villar, aunque no es excesivamente abundante (Aubet et al., 1999: figs. 132, e; 142, a; 158; g, p; 159, w). Este tipo de ánfora se fecharía desde 675/650 hasta mediados del siglo VI, estando bien representada en el Cerro del Villar. En el corte 5 del sector 3/4 encontramos ejemplares en los estratos los estratos V, IV, III, IIb, IIa, (Aubet et al., 1999: figs. 59, h, i, k; 62, h, i, k-m; 63; 64, a-b, d-e; 69, b-i; 73, b, d-k, m-r; 81, a-k). Esta secuencia muestra que su presencia se hace más abundante a partir de los momentos finales del siglo VII hasta el primer abandono de la colonia fenicia. Igualmente, ánforas de este tipo se fabricaron masivamente en el taller alfarero del mismo sector 3/4 del Cerro del Villar, fechado en el primer tercio cuarto del siglo VI (Aubet et al., 1999: figs. 120; 132, e-f; 133, a-b: 134, e-y; 135, b-h; 158, n-v; 159; 160; 161; 162, a-s; 173, h-t; 174; 175, a-q; 186; 187, a-p; 190, c-m; 194, a-b, f-j).

Ilus. 16. Corte 6. Necrópolis. Perfil del ánfora de la ilustración 13

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Ilus. 17. Corte 6. Necrópolis. El ánfora de la ilustración 13 restaurada

El segundo grupo de ánforas corresponden al tipo 10.2.2.1 de J. Ramon (1995: 232-233) y se han localizado ejemplares en la acumulación de cerámica como preparación de suelo del corte 4 –UEC 4011– y en algún otro punto (Ilus. 18, a-c). Su datación se centraría en la segunda mitad del siglo VI, posiblemente centrada entre 530 y 510 a.C. según J. Ramon. De momento tenemos poco representado este tipo anfórico en la provincia de Málaga. Así, en la misma Málaka aparecen en los niveles de amortización de las estructuras fenicias más antiguas del Museo Picasso, por lo que se fecharían aquí entre 560-540/530 (Arancibia Roman y Escalante Aguilar, 2006: 66, fig. 22). Finalmente, el tipo más reciente de ánfora que ha proporcionado la excavación corresponde al T.11.2.1.3 de J. Ramon Torres, con algunos ejemplares en la zona del posible varadero y en el corte 4 (Ilus. 18, d-j, l-m). Concretamente en este último tenemos un borde de T.11.2.1.3 en la UEC 4012 (Ilus. 18, k), que colmata la gran acumulación de cerámica usada como preparación de suelo –UEC 4011–, en la que apareció un ejemplar de T.10.2.2.1. Por lo tanto tenemos aquí el tipo bien estratificado señalando claramente una secuencia cronológica entre ambas formas indicando que debió existir una convivencia durante algún tiempo. En este sentido, pensamos que este hallazgo refuerza la propuesta de J. Ramon Torres (1995: 235) de llevar el inicio de las T.11.2.1.3 hacia el 510 a.C. Res-

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Ilus. 18. Ánforas

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pecto a la datación más tardía de esta producción la lleva el citado autor hasta momentos finales del siglo V. En el taller alfarero de Camposoto (San Fernando, Cádiz) tenemos un nutrido repertorio de ánforas T.11.2.1.3, fechadas por sus excavadores entre 500 y 450 a.C. (Ramon Torres et al., 2007: 94). A tenor de esta cronología, consideramos necesario traer a colación el llamado horno púnico del Cerro del Villar, donde el grueso de las ánforas documentadas corresponde a la T.11.2.1.3. En su momento, se propuso que este centro productor se mantuvo activo todo el siglo V (Aubet et al., 1999: 131), pero no encontramos argumentos arqueográficos para defender una perduración tan larga de dicho horno. Igualmente, otra cuestión es la relación que pueda existir entre las ánforas T.11.2.1.3 halladas en Guadalmar y las fabricadas coetáneamente en el horno tardío del Cerro del Villar. Aparentemente, de visu encontramos formas, pastas y acabados muy similares, pero no contamos con análisis arqueométricos para confirmar tal aserto. Acompañando a las ánforas, hay que señalar la presencia de pithoi con decoración pintada, alejados de la forma más estandarizada típica del siglo VII y principios del VI a.C., bien conocida en el Cerro del Villar (Curià et al., 1999: 173-177; figs. 154 y 183-184). En Guadalmar encontramos una diversificación de los recipientes con calidades y perfiles mucho más variados, debido a la proliferación de talleres (Ilus. 19).

Ilus. 19. Pithoi

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Recipiente característico del siglo VI y principios del siguiente es el lebrillo, que presenta decoración pintada a base de bandas, en ocasiones también sobre el borde (Ilus. 20). Es un producto muy documentado en la bahía de Málaga, destacando su abundante presencia en el Cerro del Villar en el primer tercio del siglo VI (Arribas y Arteaga, 1975: láms. 13, nº. 54; 19, nº. 90-91; 27, nº. 134. Aubet et al., 1999: 169-171, fig. 106). En Málaka lo encontramos en los niveles púnicos del Teatro Romano, fechados por su excavador como un gran paquete entre los siglos V y III (Gran Aymerich, 1991: 80, figs. 60, nº. 1; 61). En lugares del interior de la provincia también aparece con cierta abundancia, caso de Aratispi en los niveles iniciales de la época ibérica (Perdiguero López, 1993-94: fig. 8).

Ilus. 20. Lebrillos

Entre la vajilla de mesa encontramos formas que nos remiten a épocas anteriores, apareciendo también otras nuevas. Se documentan cuencos de casquete esférico y borde recto (Ilus. 21, a-b), junto con cuencos carenados, a veces en cerámica gris (Ilus, 21, c-d). En cuanto a los platos no encontramos ya las características piezas con engobe rojo, que todavía veíamos en los niveles del primer tercio del siglo VI en el Cerro del Villar. En Las Marismas de Guadalmar su lugar es ocupado por platos de superficie arcillosa con borde estrecho (Ilus. 21, e-f) y los platos de alero con pocillo central, que carecen de decoración pintada (Ilus. 21, g-h). Son formas que nos remiten claramente a la segunda mitad del siglo VI y

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principios del siguiente. Encontramos también piezas con usos polivalentes para cocina o trabajo, como son las fuentes, ollas u orzas, tapaderas, opérculos (Ilus. 22) y morteros (Ilus. 23). Para la iluminación no faltan las lucernas, con un ejemplar de doble mechero casi completo, que ha aparecido en el nivel de acumulación de cerámica del corte 4 –UEN 4011–, cuya morfometría también indica claramente una fecha avanzada dentro del siglo VI, pero sin llegar a cerrarse completamente sus luminarias como vemos más adelante (Ilus. 24).

Ilus. 21. Cuencos y platos

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Ilus. 22. Fuentes y recipientes diversos

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Ilus. 23. Morteros

Ilus. 24. Corte 4. Lucerna

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4. LAS CERÁMICAS GRIEGAS Y SUS IMITACIONES FENICIAS

La aparición de un lote de cerámicas griegas en la excavación de Las Marismas de Guadalmar constituye una interesante novedad dentro del elenco de materiales proporcionado por la intervención. Pese a que el número de vasos griegos recuperados en la excavación es muy limitado y su porcentaje muy bajo respecto al resto de material, su interés es grande debido a sus implicaciones históricas y cronológicas. El análisis de estas cerámicas griegas tiene que hacerse en relación a las que conocemos de la misma índole en el inmediato Cerro del Villar y en la cercana Málaka, ya que han aportado una serie de novedades en cuanto a la cronología del material griego que conocemos en Málaga y a los cambios en las corrientes comerciales que observamos en la bahía de Málaga en los últimos decenios del siglo VI a.C., aspecto prácticamente imposible de valorar hasta ahora por no disponer de testimonios materiales concretos. Igualmente, la imitación por parte de los alfares locales de este tipo de producciones ha quedado de manifiesto en esta intervención de 2010. No resulta una novedad la constatación del interés que suscitaron ciertas formas griegas entre los fenicios occidentales como producto a imitar, gusto bien conocido a través del mismo Cerro del Villar o lugares como Cartago, Toscanos y Camposoto. El gran interés de la excavación en Las Marismas de Guadalmar radica en que, al tratarse de una ocupación posterior a la pérdida de las funciones portuarias y administrativas del Cerro del Villar en beneficio de Málaka, nos permite aproximarnos a un momento decisivo en que se produce la transformación del comercio griego en el Mediterráneo occidental. La decadencia del Cerro del Villar y su primer abandono tuvo lugar hacia el 570-560 a.C., cuando el comercio focense en Occidente estaba en pleno auge, según se confirma tanto por los hallazgos de la propia colonia malagueña como por los documentados en Huelva. Los materiales griegos aparecidos en ambos lugares tienen una vinculación clara con el mundo de la Grecia del Este. En este sentido son las denominadas “copas jonias” las que marcan la pauta. Los hallazgos del Villar muestran producciones básicamente samias. Mientras, Huelva ofrece ejemplares procedentes de talleres muy variados durante la llamada “fase II” de P. Cabrera (1988-1989), dentro de un predominio general microasiático o de las islas adyacentes, especialmente Samos. El final del núcleo del Cerro del Villar no permite ver como acaba esta etapa en dicho lugar, mientras que en Málaka vemos como continúan afluyendo importaciones samias hasta momentos algo más avanzados. Idéntica circunstancia encontramos en Huelva, que a partir de 550-540 muestra una clara disminución de los productos de la Grecia del Este, sustituídas ahora por producciones vinculadas al mundo griego occidental, especialmente a Massalía. Sin embargo, Las Marismas de Guadalmar vienen a señalar la presencia de una etapa, en principio sin vinculación masaliota, durante la cual la bahía de Málaga parece conectarse con los circuitos que parten desde el mundo griego del sur de Italia y Sicilia. Este comercio, donde todavía está por determinar el papel jugado por Cartago, también lo encontramos en Sant Martí d’Empúries y en pecios como Pointe Lequin (Hyères, Provenza) y Cala Sant Viçenc (Mallorca). Tradicionalmente se ha señalado que en los últimos años del siglo VI se inicia un hiatus en las importaciones griegas en el sur peninsular hasta el arranque de la denominada “fase ampuritana”, que comenzaría en momentos avanzados de la primera mitad del siglo V, donde ahora el producto ático domina totalmente el mercado. Este vacío hace tiempo que ha empezado a llenarse con materiales más o menos aislados, a los que ahora pueden unirse los aparecidos en Las Marismas de Guadalmar. Estas importaciones serían testimonio de una fase que podemos denominar “griega occidental”, al tomar un protagonismo las redes del sur de Italia y Sicilia, sin duda con la intermediación de los dos núcleos que actúan de plataformas hacia la Península: Marsella y Cartago, siendo un buen testimonio el pecio de Cala Sant Vicenç, datado entre 520 y 510/500 (Nieto Prieto y Santos Retolaza, 2009: 328). La copa es la forma más representada, con tres ejemplares individualizados. Las copas corresponden todas a formas jonias, con variedad tipológica, ya que se ha documentado una copa B2 bastante completa (Ilus. 25, a), una B3 (Ilus. 25, b) (Cook, 1998: fig. 18.1) y otra del tipo V/4 de Gravisca (Ilus. 25, c) (Boldrini, 1994, 173-174, tav.18, nº. 450). La copa B3 parece corresponder a un taller de la Grecia del Este, mientras que la B2 y la tipo V/4 son importaciones centromediterráneas, aunque de visu no parecen proceder del mismo centro productor. Igualmente, encontramos otros fragmentos de copas jonias, cuya clasificación tipológica no resulta posible por la escasa superficie conservada, pero que atribuimos también a algún taller suritálico por sus características de pasta y barniz. 162

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Ilus. 25. Cerámicas griegas

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También se han documentado dos ejemplares de ánforas griegas. La más antigua procede de la zona de la necrópolis –UEN 6027– y corresponde a un ánfora samia (Ilus. 25, d) que encaja bien en la serie de finales del siglo VII y primera mitad del VI (Dupont, 2003: fig. 23.6), aunque dado lo escasamente conservado no podemos hacer una clasificación y datación más precisa. En el Cerro del Villar se documentó un pie de ánfora samia, concretamente el estrado IIb del corte 5, que constituye la etapa previa al primer abandono del enclave (Aubet et al., 1999: 92, fig. 79k). Otro ejemplar de ánfora muy similar a ésta de Guadalmar lo podemos ver en la fase II de importaciones griegas en Huelva, entre 590/580 y 560 (Cabrera Bonet, 1988-89: fig. 2, nº. 21). Por otro lado, en la acumulación de cerámica del corte 4 –UEN 4011– encontramos un borde que se vincula a la forma corintia Koehler B, pero la pasta no corresponde a ninguna de las estudiadas en Corinto para esta tipología (Whitbread, 1995: 274-278). Nos inclinamos por la posibilidad de que proceda de algún taller griego del sur de Italia, posiblemente de la zona de Calabria (Ilus. 25, e). Ejemplares similares se conocen en Sant Martí d’Empúries, donde las encontramos desde 580 a.C. –fase IIIa– hasta inicios del siglo V (Aquilué Abadías et al., 2000: 333). Capítulo aparte son las imitaciones fenicias de formas griegas, fabricadas en una pasta anaranjada muy porosa con desgrasantes esquistosos y calcáreos perfectamente visibles, que debe ser local. Las superficies se recubren con un engobe pajizo. La pieza más antigua es una imitación de escifo, que conserva parte del labio, carena y galbo, con arranque de una de las asas en arco. El interior del vaso se muestra sobrepintado de rojo, con el tono bastante perdido, aunque perfectamente apreciable; mientras, en el exterior no se observan de visu señales de decoración pintada, pero debido al considerable estado de deterioro del engobe, soporte de la posible pintura, no podemos determinar de manera fehaciente su presencia o ausencia (Ilus. 26, a). Esta pieza apareció en el corte 4, en los niveles situados por debajo de la gran bolsada de cerámica de la UEN 4011. Concretamente se localizó en la UEN 4018 que se situaba sobre una capa de arena en contacto con el geológico. Esto tiene gran interés para la cronología de ocupación del lugar, dada la datación general de estas producciones a lo largo del siglo VII con alguna perduración muy a principios del VI. Dentro de los escifos fenicios de imitación, la pieza de Guadalmar corresponde a la forma Toscanos I, individualizada por Briese y Docter (1998: 177 y 194-197) dentro del conjunto hallado en dicho asentamiento de la desembocadura del río de Vélez. Este tipo Toscanos I es el que sigue más de cerca el perfil del escifo griego. Debido a la considerable pérdida del engobe no podemos hacer precisiones muy concretas sobre el patrón decorativo que podría tener esta pieza de Guadalmar. También en el Cerro del Villar encontramos otra imitación fenicia de escifo griego, concretamente en el estrato IV del corte 5, fechado en el último cuarto del siglo VII (Aubet et al., 1999: 91, fig. 62, a. Núñez Calvo, 1999). La otra imitación fenicia de un vaso griego corresponde a una copa, localizada en la gran bolsada de cerámica del corte 4 –UEN 4011–. Conserva por lado un gran fragmento que incluye labio, carena, un asa y parte del galbo y, por otro, el pie completo. Aunque no llegan a pegar al faltar una parte del fondo no hay duda de que pertenecen al mismo recipiente, por su identidad de pasta y morfometría (Ilus. 26, b). La forma griega más cercana a esta pieza de Guadalmar es la copa ática del tipo Droop, pero la forma del pie recuerda a la copa C de Bloesch, lo que indica que los ejemplares originales debían ser conocidos por los habitantes de la bahía de Málaga, pese a que, por el momento, no ha aparecido ninguno en la zona. A este respecto, también hay que indicar que son formas poco documentadas en la Península. Tenemos un ejemplar estratificado en la fase IIIc de Sant Martí d’Empúries, que ofrece una fecha del último tercio del siglo VI para una copa Droop y un poco más tardía para una copa C de Bloesch en el nivel IIId (Aquilué Abadías et al., 2001: 308, fig. 21, nº. 9, 11-12). Otras copas Droop se han documentado en el Cabezo del Tío Pío de Archena, en Murcia, datadas entre 525 y 500 (García Cano, 1991: 373, fig. 2, nº. 3-4). Sin embargo, en Huelva este tipo de copas tardias no se constatan. Esto puede ser debido a la escasez general de la forma, pero también por la circunstancia de que los circuitos griegos que están operando en Málaga y en Huelva bien pudieran tener nodos de conexión diferentes. La copa Droop es una forma creada por algunos alfares áticos a mediados del siglo VI a.C., perdurando hasta momentos finales de la centuria en la zona de origen. Mientras las copas Bloesch C son un poco más tar-

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días, prolongándose hasta los primeros años del siglo V. Se trata de unos productos creados específicamente para viajar, dado su mayor grosor de paredes y la robustez de sus asas. La combinación de diversos elementos en esta pieza nos hace pensar que el alfarero fenicio que realizó este vaso tenía en mente una copa griega ideal, fabricando un recipiente derivado de aquellas formas importadas que le resultaban familiares. Por ello, pensamos que esta imitación debe situarse en el último tercio del siglo VI. El resultado del producto final es muy dependiente de la materia prima, con una pasta mucho más grosera que los ejemplares griegos, lo que dificultaba la elaboración de recipientes con un espesor de paredes similar. A nivel de hipótesis pensamos que algún alfar de la zona pudo imitar una forma novedosa que estaba empezando a llegar a la zona, en lugar de las conocidas copas jonias, quizás por demanda o por dificultades de suministro de los ejemplares originales.

UEN 4018 UME 1. IMITACIÓN DE ESCIFO GRIEGO

UEN 4011. IMITACIÓN DE COPA GRIEGA

Ilus. 26. Corte 4. Imitaciones fenicias de recipientes griegos

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5. CRONOLOGÍA

Las propuestas efectuadas hasta el momento sobre el uso del espacio en el antiguo islote del Cerro del Villar nos hacen considerar a éste como un ámbito residencial, productivo y comercial (Aubet, 2009: 326; Delgado, 2008: 71-79), lo que obliga a buscar el lugar o lugares de enterramiento fuera de lo que fue esta barra fluvial. A ello se unen tanto la limitada disponibilidad de su suelo, así como quizás imperativos de tipo ritual. La constatación de la existencia de una necrópolis fenicia de los siglos VII-VI a.C. en el polígono industrial Villarrosa (Aubet, Maass-Lindemann y Martín Ruiz, 1995) afianzó la hipótesis de la ubicación de las áreas funerarias correspondientes al asentamiento en otros islotes o barras fluviales del entorno. De esta manera, la estrategia de control simbólico de los espacios en el ámbito pantanoso de la desembocadura quedaba centralizada en el propio Cerro del Villar, que debía ejercer un dominio visual sobre los lugares de enterramiento (García Alfonso, 2007: 129). Esta hipótesis se confirma con la constatación de la necrópolis emplazada en Las Marismas de Guadalmar, que consideramos vinculada al Cerro del Villar, con una datación de principios del siglo VI, poco antes del primer abandono de la colonia. Dado el mal estado de conservación de esta necrópolis no disponemos de demasiados indicios de apoyo cronológico. No obstante, la utilización de ánforas T.10.1.2.1 para proteger los enterramientos, recipientes que dejan de producirse a mediados del siglo VI a.C., como muy tarde, es un indicio bastante claro de una cronología algo anterior a este horizonte de c. 550 (Ramon Torres, 1995: 230-231). Igualmente, en uno de estos ejemplares anfóricos de la necrópolis que se ha podido reconstruir en una parte de su perfil, éste nos remite a ejemplares que se están produciendo en el alfar del sector 3/4 del Cerro del Villar en los inicios del siglo del VI, similares por su característico galbo piriforme (Curià et al., 1999: figs. 133, a,d; 142, a; 163, a; 176, e; 185). Por otro lado, la ausencia en el ámbito de la necrópolis de elementos más tardíos, ya del último tercio del siglo VI e inicios del siguiente, que abundan en la excavación, nos hacen considerar que una vez que se produce la ocupación del sitio como lugar de hábitat esta necrópolis ya no se utilizaba. A tenor de los datos que poseemos, el Cerro del Villar registra un primer abandono a fines del primer tercio del siglo VI a.C., que corresponde a los estratos IIb y IIa del corte 5 de 1989 (Aubet et al., 1999: 94-95). Muy a finales del siglo VI o bien ya entrada la centuria siguiente se produjo una reanudación de las actividades en este sector de la antigua colonia, concretamente en la zona meridional de la antigua plataforma del ferrocarril Málaga-Fuengirola. Enlazando con el uso anterior de este entorno, se instaló aquí entonces un horno de producción alfarera, cuya cámara de combustión pudo excavarse en 1989, documentándose igualmente un nutrido elenco cerámico. Esta estructura fue denominada horno púnico y fue fechada por sus excavadores a lo largo del siglo V (Aubet et al., 1999: 128-131). Las cerámicas aparecidas en la referida instalación se diferencian de las encontradas en los estratos IIb y IIa del corte 5, especialmente en lo que respecta a la tipología de ánforas. Las ánforas de este horno más tardío muestran ya un distanciamiento de las formas arcaicas de la T.10.1.2.1 de J. Ramón en sus diferentes variantes, clasificándose dentro de la T.11.2.1.3, con bordes engrosados emplazados directamente sobre el hombro, que es de tendencia muy inclinada. Al tiempo, en esta nueva etapa del centro de producción alfarera no aparecen las importaciones etruscas y griegas que se documentan en los últimos niveles del corte 5. Esto viene a coincidir con el cese de importaciones de Etruria y con la gran disminución del comercio griego que se detecta en todo el sur peninsular durante la primera mitad del siglo V a.C., aunque no hay que olvidar que se trata de unas mercancías de lujo que se dirigirían a otros destinos de la zona, fundamentalmente la propia Málaka. Estos datos y la publicación del taller alfarero de Camposoto (San Fernando, Cádiz) nos sirven de puntales para, actualmente, precisar más la cronología de utilización del horno púnico del Cerro del Villar. En este taller gaditano el tipo de ánfora más frecuente es, con diferencia, la T.11.2.1.3, para la que se señala una datación amplia entre 510 y 400 (Ramon, 1995: 235), la cual en Camposoto queda circunscrita a la primera mitad del siglo V (Ramon et al. , 2007: 94), fecha con la que estamos plenamente de acuerdo.

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Pensamos que la ocupación de Las Marismas de Guadalmar, un espacio que hasta entonces sólo había tenido un uso funerario, fue una consecuencia de la reorganización espacial que siguió al primer abandono del Cerro del Villar, siendo posterior a éste y con un cierto lapso cronológico entre ambos acontecimientos. En este sentido, las importaciones griegas nos sitúan en un momento correspondiente al último tercio del siglo VI, mientras que la cerámica fenicia permite prolongar esta ocupación hasta momentos iniciales del siglo V a.C. La tipología de ánforas muestra la coexistencia en los mismos niveles de ejemplares de T.10.1.2.1 y de T.11.2.1.3, por lo estamos en un momento de sustitución de un modelo recipiente por otro, que grosso modo se puede situar c. 500 a.C. De este modo, los materiales aparecidos en el poblado de Guadalmar nos indican un horizonte más antiguo que el documentado en el horno púnico del Cerro del Villar, si bien ambos debieron de ser coetáneos durante cierto tiempo. Igualmente, la presencia de una fíbula tipo Acebuchal en el corte 1, si bien fuera de contexto, nos señala una ocupación entre finales del siglo VII y todo el siglo VI, lo cual es perfectamente coherente con el resto del material, aunque es evidente que el grueso de los hallazgos nos señala una horquilla bastante más corta.

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6. CONCLUSIONES

La intervención arqueológica de 2010 en Las Marismas de Guadalmar sólo ha permitido una primera aproximación al asentamiento y la necrópolis anexa, por lo que toda conclusión debe entenderse en el sentido de hipótesis de trabajo. En concreto se ha podido determinar que una parte importante del enclave se encuentra debajo de la autovía A-7, por lo que hoy por hoy es materialmente inaccesible para la investigación arqueológica. También ha quedado sin estudiar el sector que, hacia el este, se encuentra fuera de la zona de afección de obra, que es colindante con la carretera del Campo de Golf y el primer frente de viviendas de la urbanización Guadalmar. En primer lugar hay que valorar la ubicación del asentamiento, insertado plenamente en la desembocadura del Guadalhorce y afectado por los cambios que se han sucedido en ésta desde comienzos del Holoceno. El uso más antiguo del espacio corresponde a la necrópolis del corte 6. Por los pocos materiales datables que han aparecido en ella, consideramos que es coetánea a la última fase del Cerro del Villar, por lo que consideramos que pertenece a este asentamiento y que debió ser utilizada en el primer tercio del siglo VI. Abandonada la necrópolis, debemos esperar a un momento del último tercio de esa centuria para una reutilización del enclave, pero ahora como asentamiento, en la que podemos distinguir dos fases de ocupación, inmediatamente sucesivas, quizás separadas por un episodio de inundación catastrófica. Esto no quita que algún momento anterior hubiera habido una frecuentación intermitente de la barra fluvial, pero sin indicios de ocupación permanente. Entre los años 580-560 a.C. se produjo un repentino abandono del Cerro del Villar (Aubet et al., 1999: 93; Aubet, 2009: 326). Tras un hiatus, el lugar vuelve a reocuparse en la primera mitad del siglo V, con la instalación aquí de un horno alfarero. Estas transformaciones se enmarcan en la estrategia colonial fenicia en la bahía de Málaga, con el progresivo traslado del núcleo organizador del territorio al espacio comprendido entre el Cerro de la Alcazaba y el llamado promontorio de la Catedral, enclave que las fuentes literarias, muy posteriores a los acontecimientos, denominan Málaka. Como consecuencia de esta nueva ubicación del centro rector, los lugares ocupados en el entorno de la desembocadura del Guadalhorce, que tenían una implantación más antigua, quedan relegados a funciones derivadas del aprovechamiento de los recursos locales, convirtiéndose en una periferia urbana de Málaka (Delgado Hervás, 2008: 79-83). La función de este núcleo de Las Marismas de Guadalmar posiblemente se derivó de las actividades marítimas y comerciales en el entorno de la desembocadura, más que de un eventual aprovechamiento agrario, dado el entorno de lagunas, paleocauces y cenagales existente entonces. La aparición de numerosos restos de ánforas y la presencia de material griego, en principio, dirigido a lugares más “centrales” como podría ser la misma Málaka nos indica que estamos en un punto bien conectado con el mer-

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cado exterior. Una de las funciones que podría tener el poblado de Guadalmar pudo ser el de actuar como enlace con núcleos situados más al interior como inicio del tramo navegable del Guadalhorce, siempre con embarcaciones de pequeño calado, además de ser la conexión con Málaka, para la que defendemos una vía fundamentalmente marítima. Igualmente, durante algún tiempo pudo darse una coexistencia entre el asentamiento de Las Marismas y el centro alfarero del Cerro del Villar –el horno púnico– para la salida del material anfórico producido, que se efectuaría fundamentalmente mediante embarcaciones. De ahí que el asentamiento de Guadalmar contase con alguna infraestructura mínima para facilitar la arribada y la partida de éstas, como el probable varadero localizado en la excavación. No se observan diferencias cronológicas significativas entre los diferentes cortes excavados en lo referido al material arqueológico, lo que indica que estamos ante una ocupación que tuvo una limitada duración en el tiempo. Posiblemente el lugar fue abandonado a consecuencia de su carácter inundable.

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Diez años de Arqueología Fenicia en la provincia de Málaga (2001-2010)

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DIEZ AÑOS DE ARQUEOLOGÍA FENICIA EN LA PROVINCIA DE MÁLAGA (2001-2010) Eduardo García Alfonso (Ed.)

DIEZ AÑOS DE ARQUEOLOGÍA FENICIA EN LA PROVINCIA DE MÁLAGA (2001-2010) MARÍA DEL MAR ESCALANTE AGUILAR IN MEMORIAM Eduardo García Alfonso (Ed.)

Ana Arancibia Román María Isabel Cisneros García Miguel Dumas Peñuelas María del Mar Escalante Aguilar Luis-Efrén Fernández Rodríguez Daniel David Florido Esteban Lorenzo Galindo San José Eduardo García Alfonso Mar Juzgado Navarro Emilio Martín Córdoba Juan Antonio Martín Ruiz José Mayorga Mayorga Francisco Melero García Verónica Navarrete Pendón Juan de Dios Ramírez Sánchez Joan Ramon Torres Ángel Recio Ruiz Manuel Romero Pérez Nieves Ruiz Nieto Miguel Ángel Sabastro Román Vicente Marcos Sánchez Sánchez-Moreno José A. Santamaría García José Suárez Padilla

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CONSEJERÍA DE CULTURA Y DEPORTE

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