Van de la mano Lectura de la tradicion popular en monserrate

June 28, 2017 | Autor: Nicolas Botero | Categoría: Antropología cultural, Antropología Social, Antropología, Música
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Descripción



Durante el desarrollo del texto se usa la expresión de cultura popular con el propósito de referenciar, la descripción y explicación, que se está haciendo explícita, de la vivencia popular en el Cerro de Monserrate.
La palabra tradición la tomo de las diferentes conversaciones que tuve durante las visitas a Monserrate. Varias personas como Don Fernando, "La Doña" y otros tantos de los que no conocí el nombre, la usaban para hablar de la vivencia en el Cerro.
Los cuerpitos son un factor interesante en la vivencia en Monserrate que dejo pendiente por falta de material y por tal de cohesión sobre este elemento; los cuerpitos grosso modo son figuras de cera con forma de hombres, mujeres y bebés usados para hacer peticiones por sí o por otra persona en específico; el cuerpito debe coincidir con el género y etapa de la persona por la que se pide.
Nicolás Botero Correal
Metodologías Cualitativas

Van de la mano: una lectura de la tradición popular en el cerro de Monserrate

Bajando en tacones viene la gorda con su esposo flaco, bigotudo y burlón. Cuando la gente ve a su mujer bajando montada en esos tacones rojos que se tuercen hacia fuera cada vez que da un paso, el marido bien tierno dice mientras la melosea "Mi amor- le sampa un pico - está- le sampa otro-pagando penitencia" se ríe, la agarra de la mano trosuda y continúan hacia abajo. Es que en Monserrate me he dado cuenta que no solo las parejas caminan de la mano, el dolor o sacrificio físico con la limpieza interior y las peticiones también van de la mano en la cultura popular, se complementan. Mientras tanto va subiendo la muchacha descalza, el hombre sin piernas que también vi la vez pasada; que sube con los puños y las palmas, que trae a sus espaldas un letrero en el que pide limosna. Algo más arriba veo a un niño de unos cuatro añitos llorando a cada escalón que sube, el llanto cada vez se convierte más en berrido y la cara del padre más en una de rabia, no deja que lo carguen "necesita aprender, si no sube sólo no lo vuelvo a traer, ¿pa' qué me dijo que lo trajera?". Aquella escena del niño llorando y el padre regañando se repite, siempre muy similar, en distintas etapas de la subida a Monserrate; otra madre dice "donde vuelva a parar ahí lo voy a dejar".
Los pies de los descalzos puedo verlos cascados por las piedras y el camino, las lágrimas de los niños que ya no tienen fuerza para seguir son al parecer producto de un dolor justo del que tienen que aprender, y el hombre inválido que sube con sus puños va enseñando a quien se duele que si él puede ellos también. Cuando pasan las madres con sus niños cansados al lado del hombre sin piernas dicen "mire al señor, mírelo, y no se queja" después se acercan a darle monedas y otros nada dicen, solamente lo ven y en sus caras se dibuja ese gesto de admiración y fuerza nueva.
Existe una relación entre ese hombre lisiado y el Señor Caído de Monserrate. El hombre carga la cruz de no tener sus piernas, y el Señor Caído carga la cruz pesada que no le permite avanzar "¿Qué cruz cargan ustedes?" decía el cura en alguna de las misas, me pregunto ¿Qué cruz se manifiesta en ese doloroso trayecto en tacones o descalzos? Si el Señor de Monserrate no fuera el caído, no sería la subida del cerro obligatoria para el niño cansado, ni en tacones para la gorda. El señor Caído que visitan en la iglesia (Ilustración#1), su gesto, su cuerpo débil, su sangre derramada, encierra el dolor más grande, el que cobija el dolor y el sacrificio de todas las personas que suben Monserrate, ya sea descalzas o no, con tacones o no, con piernas o no, conociendo la razón de las prácticas o tan solo reproduciendo la tradición.


Ilustración 1 TOMADA DEL PERIÓDICO EL ESPECTADOR. DEL ARTÍCULO "El último vía crucis del Señor Caído" por Laura Muñoz el 21 de marzo de 2009
Hay ciertos aspectos de la subida a Monserrate que las personas denominan como tradicionales. Una mujer coja vende los cuerpitos, tiene como sesenta años y me dice que eso que ella vende es tradicional, que desde que tenía dieciséis años lo veía, como también es tradicional que para las peticiones toque subir nueve domingos, al igual que la novena, son nueve los días que se requieren para cerrar el ciclo, como también son tradicionales los chicheros o cotudos que son unas roscas de harina con azúcar; en el documental de Monserrate de Carlos Mayolo de 1970 se ven, como también se ve la fritanga y los pinchos, los pies descalzos, el trago y los borrachos, el Señor Caído y las peticiones. Don Fernando toma fotografías hace muchos años en Monserrate y dice que ha cambiado mucho; en la parte de atrás, pasando la fritanga "Era más bonito antes, más acogedor por la ecología, era como un bosque" y aunque ha cambiado tanto y ya hay rejas donde no había y ya no es abierto el camino que lleva a la Perseverancia y al Parque nacional, ni de donde bajan los caballos de la calera, si hay elementos que, más o menos visibles, subsisten, es a esas cosas a las que la gente denomina como tradicionales. Las tradiciones tienen memoria, se trasmiten, no se olvidan, siguen vivas por más generaciones que han muerto desde que ellas se practican.
El trago: la cerveza, la chicha y el chirrinchi; ese aguardiente de yerbas, son tradición y explicación de Monserrate. Tirado en el suelo, sobre una bolsa de basura, con sus huesos de las piernas forrados en la piel, con pies deformes y torcidos hacia adentro, cantando desafinado con voz de hombre borracho, pidiendo limosna por su canto en medio de la subida, dice "Y como las gaviotas volando de puerto en puerto, yo sé que la vida es corta así que también la bebo. El día en que yo me muera no voy a llevarme nada, hay que 'ale gusto al gusto la vida pronto se acaba, lo que pasó en este mundo no más el recuerdo queda, ya muerto voy a llevarme no más un puño de tierra. El día en que yo me muera no voy a llevarme nada hay que 'ale gusto al gusto la vida pronto se acaba". Y es que así como las parejas van de la mano y el dolor con la limpieza, también van de la mano en Monserrate el trago y la carranga, el trago y la ranchera. Así como el viejo tirado, enfermo, con voz desvaída cantaba puño de tierra de Antonio Aguilar, se escuchan también en la parte trasera de Monserrate, en la destapada, en la de la tienda de cerveza, en la de la salida al parque nacional, en la más tradicional, en la que queda pasando la fritanga y en los chuzos de la subida, canciones de Jorge Velosa y otras carrangas.
Esa música además de sonar seguidamente en los puestos de cerveza y chirrinchi suena en los piqueteaderos de fritanga. Esta comida también la hallo fundamental para comprender en gran medida la manera en que se construye la cultura popular en Monserrate, hace parte de lo que muchos de ellos llaman tradición; la carranga y la fritanga también van de la mano. "Si hay fritanga, si hay, siga, siga a cinco mil". Al igual que en la subida "Si hay aguardiente, si hay tamal, si hay caldo, siga, siga" y esas gentes que trabajan en esos chuzos que son de techo de lata, que los sostienen troncos delgados de madera, que tienen fogón de leña donde cocinan tamales y hacen papa criolla, que están adornados con totumas, de esas donde sirven chicha, que cuelgan del techo y de botellas de Don Julio con el vidrio corroído que están puestas en estantes algo improvisados, y esas gentes que trabajan en esos chuzos, lo hacen cada día de lunes a domingo, a excepción del martes donde todo se cierra, es su día de descanso; a las cinco madrugados abren y han abierto esos chuzos por años. Una doña que no quiso darme el nombre, no sé por qué, me contó que trabaja en Monserrate hace ya cuarenta años. La hija de esa Doña es joven, como de quince, y también trabaja en el chuzo, y es de las mayorcitas porque también hay varios y varias más pequeñas, como de doce, como de ocho, como de cinco, y cuando sus padres dejan de gritar ellos empiezan "siga, si hay tamal, si hay caldo, aguardiente, siga, siga" sus voces aún inmaduras llaman a la gente, a los que llevan años subiendo, a los que apenas suben, a los que bajan corriendo, a los adultos y a los jóvenes a que sigan, a que prueben el sabor de Monserrate, el que ha tenido por varias décadas. Así se sostiene la tradición en Monserrate, los mayores que trabajan hace rato en el cerro llevan de la mano a sus hijos y a sus hijas, que aunque de pronto no han aprendido a hacer la papa criolla o el tamal, ya aprendieron a gritar, a invitar a que sigan.
Las parejas, los niños y sus padres, el señor caído y el hombre sin piernas, el dolor o el sacrificio físico y la limpieza interior, la novena y los penitentes, el trago y la carranga, la carranga y la fritanga, el trago y la ranchera, los vendedores y sus hijos, van de la mano, se complementan, pueden verse por aparte. Para unirlas se necesita una juntura que se encuentra en las palabras de la gente, en lo que reproducen en sus discursos, en las prácticas que enseñan, que aprenden y mantienen más allá de los cambios que han ocurrido; en lo que llaman tradiciòn. El dolor, el sacrificio y las peticiones frente al señor caído por un lado, y el trago, la carranga, la ranchera y la fritanga por el otro engloban las relaciones que se desarrollaron, con las limitaciones del corto tiempo de observación, durante el presente trabajo. Esos dos grupos de elementos, que parecen separados, al unirse, mantienen y explican la tradición popular en el Cerro de Monserrate.














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