VALORES HUMANOS Y FACTORES SOCIALES_ptv.pdf

May 24, 2017 | Autor: P. Vela Pérez | Categoría: Economics, Political Economy
Share Embed


Descripción

VALORES HUMANOS Y FACTORES SOCIALES

Responsabilidad, honradez, generosidad. Tres valores entre los muchos valores innatos que conforman la personalidad de todos los seres humanos. Valores humanos que unen a las personas, pero que a su vez están condicionados por su interrelación con el grupo al que pertenezcan o desarrollen sus actividades. Así, la pertenencia o filiación a un grupo por relaciones de familia, religión, ideología, profesión, etc. influyen en el comportamiento y en la expresión de dichos valores. Dentro de los grupos afines, las personas tienen la capacidad de relacionarse con el resto, expresando esos valores de forma positiva. Más cuando esa relación es con personas de otros grupos de diferente concepción ideológica, incluso rivales, o condicionados por otros factores, los valores pueden llegar a trastocarse, se distorsionan, o incluso se subvierten. En las relaciones humanas y dentro de las organizaciones de cualquier clase, siempre existen unos factores exógenos que condicionan el comportamiento de las personas. El poder, el dinero, el enriquecimiento, la fama, la escala social, las creencias religiosas, las ideológicas... constituyen factores que alteran el comportamiento y la capacidad de los seres humanos, especialmente cuando se trata de preponderar aquellos objetivos o intereses que afectan a la organización o a un fin común. Son factores que priman cuando por ejemplo, se antepone la consecución de intereses particulares sobre los generales. Para analizar esta cuestión, cabe destacar uno de esos factores, quizás el más importante de todos ellos: el dinero. Porque el dinero es un bien material que marca la supremacía por y sobre todas las cosas en nuestra sociedad, porque es común denominador de todas las actividades y problemas que condicionan su funcionamiento, y porque afecta a todos y cada uno de sus ciudadanos. El dinero solo es un medio, pero a su vez es un factor determinante que sitúa a los individuos, grupos, empresas, organizaciones, en posiciones diferenciadas, desde las más privilegiadas hasta las de pobreza extrema. Donde abunda facilita las relaciones sociales, personales y comerciales, y donde escasea predomina el hambre, la pobreza, la opresión, la discriminación, la desigualdad o la injusticia. Cuando ganar dinero se convierte en un fin en sí mismo, entonces el dinero se endiosa, domina, esclaviza, mediatiza y trastorna los valores humanos. El entorno laboral es otro de los factores que influyen en las relaciones personales, en el que se dan circunstancias de que profesionales con buena formación y conocimientos pueden caer en la inseguridad o en la irresponsabilidad, cuando por ejemplo, en empresas que marcan como objetivos prioritarios ganar más y más dinero, por la presión que ejercen sus superiores, o por las consecuencias que podrían tener en sus carreras, en su futuro, o por el miedo a perder el trabajo, o por la avaricia para alcanzar los puestos mejor remunerados. «El miedo y la codicia son dos fuertes motivaciones que condicionan los valores y la actuación de las personas.» La sociedad se mueve hacia extremos materialistas, cuando, por ejemplo, a nivel global, las corporaciones empresariales, multinacionales, etc. buscan aprovechar las condiciones laborales precarias en muchos países, para alimentar un desmedido apetito de ganancias financieras y empresariales que solo benefician a unas minorías privilegiadas, a la vez que se exige de los poderes públicos que impongan medidas de ‘austeridad’, para controlar los déficits y el exceso de gasto público que afectan negativamente a un gran número de ciudadanos y en particular a los más desfavorecidos.

«Los salarios y las pensiones cada vez representan una menor parte del PIB mundial, mientras que las cifras de beneficios empresariales siguen ganando peso.» En uno de los extremos se encuentran aquellas personas que por su trabajo perciben salarios de pobreza, o allí donde priman puestos de trabajo precarios, o allí donde hay numerosos jóvenes con excelente formación pero con escasas posibilidades de acceder a empleos remunerados, lo que dificulta la integración, la motivación y la responsabilidad en el entorno laboral y social. Son los factores sociales los que condicionan los valores humanos. El dinero condiciona de manera determinante esos valores. Es el dinero-deuda, un dinero que se crea y cuya contrapartida es siempre y en la misma proporción la deuda, pública y privada. Cuanto más dinero se crea más deuda se genera. «La capacidad de los bancos centrales para crear dinero es infinita.» La FED, un organismo compuesto por bancos privados, crea dinero para financiar bonos del Tesoro en Estados Unidos. El BCE, un organismo público, crea dinero para los bancos privados que financian Deuda Pública de los Estados europeos. Y es que el dinero es un bien material que se crea imparablemente, se acuña, se imprime, se plastifica, se digitaliza, se anota, tan solo es solo un medio artificial, al que la necesidad y sobretodo la avaricia, transforman en un fin en sí mismo: poseerlo. El dinero que se crea y no se destruye. Crece y crece a la vez que va perdiendo su valor. Y si no se controla debidamente, crecerá sin límites hasta convertirse en un monstruo que para alimentarse precisará de más y más dinero, y finalmente terminará devorándose a sí mismo. Un monstruo que con reiterada frecuencia ya devora el dinero con las crisis financieras, las burbujas inmobiliarias, las hipotecas subprime, los activos tóxicos, las especulaciones, las corrupciones, las evasiones de capitales, los paraísos fiscales..., un monstruo que va devorando el dinero de los salarios, de las pensiones, de los activos inmobiliarios, de los rendimientos del ahorro, y que amenaza con devorar el dinero ahorrado si finalmente se generalizan los intereses negativos. Y si el ahorro se desincentiva y se deteriora ¿qué ocurrirá con la inversión? ¿Se financiará creando más dinero-deuda? Una terrible incógnita, pues el deterioro económico terminará afectando negativamente a los negocios tradicionales, empresas, industrias y comercios. Países en vías de desarrollo recibieron importantes cantidades de dinero en préstamos de los bancos, del F.M.I. o del Banco Mundial para promover su desarrollo económico. Las infraestructuras a realizar y los equipamientos eran proporcionados por empresas de los países económicamente desarrollados, por lo que gran parte del dinero retornaba como ingresos y beneficios a los países que lo prestaron, mientras las deudas permanecían en los países “ayudados”, cuyos ciudadanos con escasos recursos hacían imposible generar impuestos suficientes para pagar los intereses y devolver lo adeudado, lo que provocaba que, transcurridos los años, hubiera que proceder a condonarles esos préstamos. Las tendencias demuestran que el dinero fluye en su mayor parte hacia unas minorías, en detrimento de la mayoría, mientras que las Deudas públicas crecen imparablemente para todos. Gran parte del dinero escapa rápidamente de la economía real para alimentar una economía financiera que se torna virtual cuando su destino consiste en un ir y venir, en un poner y quitar el dinero en unos mercados “por los que se mueven los capitalistas a la caza de oportunidades, cual tiburones de las finanzas, dando bocados aquí y allá, con el único afán de obtener abundantes ganancias, allí donde se fomente la especulación”.

Los intermediarios financieros y los grandes fondos de dinero incrementan sus ganancias en épocas de crisis, de recesión y dificultad para empresas, trabajadores y particulares. El dinero se deriva en exceso a especulaciones financieras y se detrae de las economías reales, donde cada vez es más escaso. Los Estados tienen que subir los impuestos y se imponen medidas que restringen la atención de las necesidades sociales, generando un bucle de recesión, con menos recursos públicos para atender nuevas inversiones, lo que implica incrementar la ya abultada Deuda Pública. Crear más y más dinero-deuda. «Todas las organizaciones internacionales, especialmente el FMI -Fondo Monetario Internacional- y el G20, están pidiendo más gasto público para elevar el crecimiento económico hacia niveles pre-crisis.» Buena parte del dinero creado por las naciones en las últimas décadas, tuvo como destino financiar armamentos, guerras, burbujas, excesos... y la contrapartida fue la Deuda, más y más Deuda que creció sin cesar, a la que periódicamente tratan de poner un tope, -un techo- que tiempo después han de elevar y volver a elevar. Se transforma así la Deuda global en una ‘Espada de Damocles’ que pende de un hilo sobre un mundo enormemente endeudado. Un hilo que se va deshilachando, hebra tras hebra, con cada nueva crisis económica que golpea con gran virulencia los cimientos de las economías de muchos países, instaurando periodos de inestabilidad económica global cada vez más profundos y prolongados. Enorme es el problema de la Deuda que pesa sobre las naciones, pues su exceso frena nuevas inversiones y el crecimiento de sus economías, afectando a las Administraciones públicas que ven limitados sus recursos para atender los servicios básicos. Crecen las quejas de los profesionales al sentir la merma en los recursos destinados a la salud, a la educación, a la investigación... Dramática es la escasez de dinero por todo el planeta, en especial para quienes carecen de recursos mínimos para llevar una vida digna. Millones de personas en el mundo pasan hambre, sufren pobreza, miserias y enfermedades. Desde hace ya décadas se suceden Programas de la ONU contra el hambre, pero su deseada erradicación se dilata por más y más tiempo. Se precisan grandes cantidades de dinero para esa finalidad, pero el dinero que se crea siempre tiene como prioridades otros fines “más lucrativos”. "Luchar contra el hambre no es sólo un imperativo moral; es también una oportunidad para obtener beneficios económicos", sostenía la FAO hace más de una década. Cada vez que se produce una catástrofe natural causando numerosas víctimas y daños materiales, la reacción de las naciones para enviar ayuda y atender esas necesidades siempre es lenta, insuficiente y a veces se demora hasta la desesperación. Cuando la causa es un conflicto bélico, la acción entonces es inmediata. Para esa finalidad siempre hay recursos previstos y preparados. Paradójicamente, las naciones mantienen recursos desproporcionados para su autodestrucción, y escasos para atender necesidades reales de los seres humanos y de la Naturaleza. Se otorga gran importancia al cambio climático por sus consecuencias globales, pero se marginan a un segundo plano la contaminación atmosférica y de las aguas, los plásticos en los océanos, la deforestación de los bosques, la desertización..., y tantas otras, pues parecen considerarse como problemas “lejanos” o “locales”. Y las economías locales, por lo general, no disponen de recursos dinerarios suficientes para acometer las soluciones.

Se enfocan los problemas, se buscan soluciones o alternativas, pero quizás se pasa por alto lo más básico, como sería poner en común objetivos y valores que permitirían superar esos factores que condicionan el normal desarrollo de las economías de esta sociedad global, especialmente los causados por la escasez del dinero. Una de esas alternativas podría ser que el dinero que precisa esa sociedad fuera creado y administrado de forma más inteligente, responsable y generosa. Dinero público que debería ser creado y destinado a atender las necesidades vitales de la sociedad y del medio ambiente en todo el planeta. Dinero libre de deuda, productivo, enriquecedor... así debería ser el dinero creado por las naciones, destinado a financiar proyectos, inversiones y gastos públicos en todo aquello que la sociedad realmente necesita... pues tanto el dinero como los bienes así generados tendrían un origen y una finalidad pública. Dinero libre de deuda, que no de impuestos, pues una parte del mismo ha de retornar al sector público para mantener ese flujo indispensable que precisan las Administraciones para atender los servicios públicos, cuyo principal escollo es la escasez de financiación. Dinero que debería financiar inversiones y proyectos públicos eliminando las barreras que impone la carga de deuda pública, al no existir obligación de tener que devolverlo ni pagar un precio adicional por él. La principal consecuencia sería que ese dinero se trasladaría a la sociedad civil, a la economía real, lo que supondría una vía de estímulo a la actividad económica, potenciando la iniciativa privada, el progreso y el bienestar social. Una forma de canalizar dinero hacia una sociedad global en la que hace falta mucho dinero. Para financiar multitud de proyectos que actualmente no se impulsan, se ralentizan, o se aplazan por falta de dinero, mientras en contrapartida se cuentan por cientos los millones de personas sin trabajo por todo el mundo. Y hay tantos y tantos proyectos... Acabar con el hambre, la pobreza, y los movimientos migratorios forzados por la violencia de las guerras o por la miseria de economías con insuficiente desarrollo. Afrontar los desafíos que suponen el cambio climático, las sequías o desastres naturales. Restaurar y mantener el medio ambiente, la naturaleza, limpiar la contaminación del aire y de las aguas, de los mares y océanos. Garantizar el suministro de agua potable y su depuración, en cualquier lugar. Impulsar y fortalecer la cultura, la enseñanza, la universidad, la investigación, la ciencia... pilares fundamentales del conocimiento, del desarrollo y del progreso humano. Acaso se abriría una puerta para desterrar las crisis económicas y financieras, y por qué no, también los conflictos y las guerras. Quizás esté al alcance de la mano de la sociedad actual aquella Arcadia feliz que soñaron los antiguos, que tuvieron que vivir sometidos a multitud de privaciones, enfermedades, plagas, sequías, hambrunas... por carecer de recursos y conocimientos para afrontarlas, mientras sus élites y dirigentes se afanaban en organizar guerras, invasiones, conquistas, para sustentar su poder y ampliar sus riquezas, sin reparar en que el verdadero poder y la riqueza residen en las personas y en su capacidad para alcanzar logros y progresos. Pero, además del dinero, habría que hacerlo eficiente, y para ello sería necesario regirse por aquellos valores que posibilitaran aunar voluntades y generar proyectos a nivel global.

Una gestión más eficiente del dinero es el recurso que se precisaría para perfeccionar el modelo económico, en el que la riqueza llegue a todos, en el que el trabajo y los salarios sean dignos, en el que se pueda desterrar el hambre y la pobreza, y en el que sea una prioridad mantener las condiciones de vida en el planeta cuidando del medio ambiente. Responsabilidad para crear todo el dinero que fuera necesario, destinado a financiar los proyectos que necesita la sociedad, plasmados en presupuestos o acuerdos ampliamente consensuados y verificados. Porque se puede crear dinero ilimitadamente, pero no se debe gastar alegremente. No se puede destinar a financiar a gobiernos derrochadores, o a políticos corruptos para que lo dispongan a su discreción, ni destinarlo a proyectos megalómanos. Honradez para administrar, gestionar y controlar el dinero con eficiencia, garantizando que se cumplan los objetivos marcados en los proyectos. Porque se hace necesario desterrar la corrupción, la ocultación de capitales, eliminar los paraísos fiscales, e impedir las especulaciones financieras. Generosidad para que el dinero fluya por el todo tejido de la sociedad y llegue a todas las personas, de empresa en empresa, de ciudadano a ciudadano, a través de la inversión y del trabajo, con precios justos y salarios dignos que posibiliten un consumo razonable. Porque si el dinero fluye por las economías domésticas se facilita el desarrollo económico y el progreso real. Es patente la necesidad de superar barreras, de asomarse a una nueva época, de dar un salto a una edad adulta, madura, libre del dinero-deuda que condiciona esta sociedad y la esclaviza, lo que hace necesario dominar al dinero y ponerlo al servicio de todos. Una sociedad que continúa lastrada por milenios de Historia sobrecargada de conflictos, enfrentamientos, guerras, conquistas, invasiones, causando toda clase de atrocidades... genocidios, refugiados, migraciones, pobrezas y miserias, como si ese fuera el alto precio que los poderosos exigen como pago de un progreso que incluye los daños causados al entorno de una Naturaleza que se va degradando peligrosamente. Podrá parecer un sueño idealizar un futuro diferente, una Utopía mítica, al marcar como objetivos globales lograr un mundo mejor, más justo y más pacífico, pero si la realidad se vislumbra posible, solo hace falta fuerza de voluntad para alcanzarla. Responsabilidad, honradez y generosidad, son valores que deben esperarse de todas las personas en el ejercicio de sus funciones profesionales y sociales, en cualquier actividad de la vida cotidiana.

------oooooo000000oooooo------

Acto de entrega de los premios 2 de Diciembre de 2016

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.