Valores Autoritarios y Comportamiento Político de los Jóvenes en Bogotá, Medellín y Pasto 2004-2010 (Una Aproximación Teórica)

August 28, 2017 | Autor: A. Zapata Torres | Categoría: Youth Studies, Political Culture, Authoritarianism
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Descripción

VALORES AUTORITARIOS Y COMPORTAMIENTO POLÍTICO DE LOS JÓVENES EN BOGOTÁ, MEDELLÍN Y PASTO 2004-2010

ANDRÉS FELIPE ZAPATA TORRES

DIRECTOR DE TESIS MIGUEL ÁNGEL HERRERA ZGAIB

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y RELACIONES INTERNACIONALES CARRERA DE CIENCIA POLÍTICA BOGOTÁ 2012

Contenido INTRODUCCIÓN .................................................................................................................................. 3 CAPÍTULO PRIMERO........................................................................................................................... 8 1.

LINDEROS TEÓRICOS DE LA CULTURA POLÍTICA. ........................................................... 8 1.1.

Las pasiones y las emociones ............................................................................................... 8

1.2.

El papel de las creencias y los imaginarios .......................................................................... 12

1.3.

La cultura política en la actualidad...................................................................................... 16

INTRODUCCIÓN La Constitución de 1886, como lo han planteado diversos historiadores y politólogos, fue un proyecto político que retrasó la modernización del Estado colombiano que ya se avizoraba en la Carta Magna de Rionegro de 1863. Esta situación, en vez de generar una democracia incluyente y pluralista generó, como lo argumenta Óscar Mejía Quintana, un Estado centralizado débil con fuertes poderes regionales, en donde las elites regionales rurales lograron ser el seudo-gobierno central por más de un siglo 1 (Mejía Quintana, 2011). De este modo, el proyecto terrateniente, conservador y confesional ideado por Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro legitimó una ética tradicionalista marcada por la intolerancia a todo lo que no estuviera dentro del ideal del hombre –macho-blanco-católico-conservador- como lo estableció Miguel Ángel Urrego en un trabajo pionero en materia de cultura política nacional (Mejía Quintana, 2011). Un siglo después, la Constitución de 1991 y bajo la forma política del Estado Social de Derecho se buscó transformar el legado conservadurista de la anterior constitución, con la apertura a nuevos espacios que permitan la inclusión ciudadana y la búsqueda de la igualdad real, y en donde las minorías tengan plenas posibilidades de respeto y autonomía. En definitiva este fue proyecto político que mediando un ciudadano virtuoso 2, y una democracia participativa activa iba a dar el salto a la modernización del Estado colombiano, solucionando el problema de la violencia y poniendo fin a gran parte del caciquismo regional que desbordaba la política corriente en la década de los 80. Así, el proyecto reformista de 1991 se planteaba en términos mesiánicos una reforma democrática liberal, y las esperanzas de la población colombiana azotada por la violencia y una exclusión política secular fueron puestas en éste. Sin embargo, como se observó, la violencia

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Fernando López-Alves, finalizando la introducción de su libro “La formación del Estado y la Democracia en América Latina”, indica que una de las razones por el cual un régimen es más autoritario o democrático, es por el poder y el nivel de autonomía que tenía las Fuerzas Armadas. Él afirma que antes del siglo XIX, los contingentes españoles tenían el papel de fuerzas “oficiales”, los cuales tomaban sus decisiones en los centros urbanos. Sin embargo, después de las guerras de independencia, la relación entre las Fuerzas Armadas y las elites dominantes cambió drásticamente, pues éstas fueron obligadas a compartir el poder militar con las áreas rurales, lo que llevó a una descentralización del poder de la ciudad y un vago sentido de autonomía (López-Alves, 2003) 2 Término de María Teresa Uribe utilizado en El Debate a la Constitución después de diez años de vigencia de la Constitución de 1991 (Seminario de evaluación diez años de la constitución colombiana, 2002).

continuó y el ciudadano virtuoso jamás apareció, tal como se consigna en una serie de estudios publicados en los pasados veinte años de vigencia del nuevo orden3. En particular, durante el gobierno de Andrés Pastrana se puede evidenciar que el truncado propósito de consolidar un proceso de paz, profundizó aún más las frustraciones de la población colombiana, y propició un cambio de la cultura política en el gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Si observamos la evolución de la tolerancia política en lo últimos siete años, aun existiendo un apoyo para el sistema político de alrededor del 59 por ciento, aquella no se ve tan favorecida. Colombia se encuentra por debajo del promedio latinoamericano con un 52 por ciento. Este indicador, por el contrario, demuestra es que existe una fuerte tendencia a una estabilidad autoritaria, que se vigorizó en los años de 2008 y 2009, cuando cerca de 39 por ciento de la población encuestada por LAPOP (Ver anexos, figura 1) propendía por una estabilidad autoritaria (Rodríguez-Raga & Seligson, 2010, págs. 161-175). Así mismo, se demuestran altos niveles de intolerancia cuando se examinan variables de aceptación a la oposición de gobierno y a las minorías. En este caso, LAPOP muestra que cerca del 45 por ciento de los encuestados arraigan actitudes en contra de la oposición y las minorías. Además, cerca del 39 por ciento muestra actitudes en contra de la separación de poderes en el sistema político (Rodríguez-Raga & Seligson, 2010, págs. 161-175). Aclaremos que los anteriores datos no hacen explícitas las tendencias actitudinales y comportamentales de los y las jóvenes entre los 14 y 26 años específicamente, sin embargo sí podemos hacer algunas aproximaciones, e inducir desagregaciones posibles. Valiéndonos del estudio que realizaron Andrés Casas y Nathalie Méndez, sobre la cultura política de los jóvenes en Colombia entre 2004-2008 (Casas-Casas & Méndez Méndez, 2010), resulta sorprendente que el promedio de la suma de los porcentajes llegue al 44.8 por ciento, en donde los jóvenes desaprueban que personas homosexuales ocupen cargos públicos (Ver anexos, figura 2) Empero, podemos ver una dimensión contraria en otro tópico de la convivencia. Tal es el caso, cuando ellos evaluaron la posibilidad de leyes de prohibición en donde se demuestra que hay un enérgico rechazo contra la censura a los medios de comunicación a la vez que los y las jóvenes son más permisivos en materia de no prohibición de protestas públicas y reuniones de críticos del orden existente. 3

Entre estos podemos encontrar a la investigación de Claudia López, titulado Y refundaron la patria… de cómo mafiosos y políticos reconfiguraron el Estado colombiano (2010), la investigción de Andrés de Zubiría nombrada ¿Democracia o autocracia? Los sistemas políticos y territoriales (2010), entre otras publicaciones.

Lo dicho muestra cómo en Colombia persiste una cultura política de rasgos autoritarios, que se reforzaron durante en el gobierno Álvaro Uribe Vélez, acentuados por las frustraciones e inequidades que se acumularon a lo largo de nuestra historia reciente. Tal como se indicará en el desarrollo de éste trabajo monográfico. Avancemos a una pregunta y su respuesta articuladora del conjunto de la investigación que aquí presentamos.

¿Qué potencializó una cultura política de rasgos autoritarios en Colombia? Precisemos el contexto de la presente investigación, citemos al estudioso Óscar Mejía Quintana, quien sugiere otros factores a considerar. La estrecha relación del paramilitarismo con las elites regionales y locales y el narcotráfico son factores fundamentales en el refuerzo de una cultura súbdito-parroquial que desprecia los valores democráticos liberales, tales como la tolerancia, la igualdad y la legalidad y, por el contrario, privilegia la subordinación y la exclusión social (Mejía Quintana, 2011). Dicha es la realidad en que crecen la gran mayoría de los y las jóvenes en Colombia, quienes según la Ley de Juventud son definidos como un “cuerpo social [entre los 14 y 26 años] dotado de una considerable influencia en el presente y en el futuro de la sociedad, que puedan asumir responsabilidades y funciones en el progreso de la comunidad colombiana” (Colombia, 1997). El reto que surge es que si los y las jóvenes son los que reciben las banderas de las generaciones predecesoras, se hace pertinente que la generación actual interiorice y proteja los valores democráticos liberales con el fin de mitigar, aunque sea un poco, la tendencia autoritaria que se manifiesta ahora. Si en la juventud actual están arraigando valores autoritarios por diferentes influencias sociales, económicas y culturales estaríamos caminando en contravía del proyecto político colombiano de consolidar una democracia liberal, en donde la tolerancia, la autonomía y los valores auto-expresivos arraiguen, adquieran efectiva vigencia. Por tales razones, preguntamos en esta investigación ¿cuáles son los factores de cultura política que inciden en la conformación y arraigo de los valores autoritarios?, tomando en forma comparada a la juventud de Bogotá, Medellín y Pasto. Por un lado, tenemos que la confianza en instituciones verticales y la exclusión política como variables significativas para el fomento de la intolerancia política; y por otro lado que la

mayoritaria tradición conservadora de nuestro país ha reforzado un sistema de creencias políticas en donde lo diferente a lo convencional es mirado y tratado con menosprecio. Descubrimos, y es sintomático per se que existan pocos estudios actuales sobre los valores autoritarios en los y las jóvenes en el mundo y en Colombia. Ello le da un valor agregado a esta investigación. En la revisión de dichos estudios se comprueban tres aspectos a destacar. El primero es que tan sólo diez de los 50 estudios revisados trabajan este tópico de algún modo. El segundo es que la mayoría de estudios sobre cultura política y valores políticos, en cambio, se concentran en Norteamérica y Europa. Finalmente que el sesenta por ciento de los estudios revisados lo hacen utilizando una metodología cuantitativa, el treinta es mixto, en tanto que el diez es cualitativo. Cabe aclarar también que en Latinoamérica y en Colombia, la preocupación por este tema es bastante escasa, y se concentra en estudios cualitativos de corte descriptivo más que explicativo. El énfasis en lo explicativo que tiene la presente investigación generaría un mayor interés al abordar el tema de la juventud desde la perspectiva de la ciencia política, comoquiera que el estudio de la juventud en vista de su comportamiento y caracterización específica, han sido tratados por lo regular desde la sociología y psicología 4. Finalmente, conviene destacarlo aquí, varios trabajos de la Javeriana dedicados a los y las jóvenes y las formas de relacionarse políticamente, tan sólo se quedan en los planos descriptivo y normativo, lo cual imposibilita una mirada más analítica y explicativa. En síntesis, el propósito de la presente monografía es analizar las creencias, las emociones y las tendencias actitudinales y comportamentales que llevan a los y las jóvenes en Bogotá, Medellín y Pasto, para, en lo posible, determinar cuáles contribuyen a conformar y arraigar valores autoritarios al examinar la realidad de la cultura política juvenil en Bogotá, Medellín y Pasto entre los años 2004 y 2010. Este trabajo propone: a) reconocer las motivaciones, las creencias y las emociones que llevan a los y las jóvenes a conformar y arraigar valores autoritarios; b) analizar las tendencias

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De acuerdo al documento Estado del arte del conocimiento producido 2004-2010 realizado por el Observatorio Javeriano de Juventud entre 2004 y 2010 se han realizado 172 Trabajos de grado y Tesis de Maestría, de las cuales el 35 por ciento son de Psicología, el 16,3 por ciento es de Comunicación y el 8.7 por ciento corresponde a facultades como Enfermería y Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. En cuanto a los temas que más se abordan en la producción de conocimiento sobre la juventud en la Universidad Javeriana se ha centrado específicamente en temas de Cuerpo y Salud con 26,7 por ciento, Culturas Juveniles con 14 por ciento y Participación social y política con el 12,2 por ciento (Ver anexos, figura 3) (Tatis Amaya, 2012).

actitudinales y comportamentales que tienen los y las jóvenes hacia su sistema político; c) determinar si existe una relación directa entre las orientaciones psicológicas autoritarias con las formas de participación violenta y d) explorar los valores políticos que más se presentan en los y las jóvenes de Bogotá, Medellín y Pasto, con el fin de corroborar si las dinámicas del siglo XIX y gran parte del XX aun permanecen. El diseño metodológico es descriptivo-causal de corte cuantitativo, puesto que además de caracterizar las orientaciones psicológicas de los y las jóvenes en Bogotá frente a su sistema político, también utiliza un modelo de regresión lineal múltiple para hallar correlaciones directas que expliquen el fenómeno de los valores autoritarios. Del mismo modo, la investigación hace uso de datos secundarios proporcionados por el Latin American Public Opinion Project (LAPOP), que es un estudio transversal realizado para varios años. Finalmente, es un estudio comparado pues intenta hallar similitudes y diferencias entre las ciudades de Bogotá, Medellín y Pasto. La comparación atiende a dos razones principales. La primera razón porque por tradición Medellín y en general el departamento de Antioquia han tenido una fuerte presencia de los valores y el ideario conservador, y la segunda porque la capital de Nariño, al ser una ciudad distanciada del centro del país, posee elementos particulares de cultura política que nos ayudan a corroborar si allí sobresalen los valores liberales sobre los valores conservadores, al contrario de lo que evidenciaron los estudiosos de la historia del siglo XIX y XX en Colombia. El fenómeno político de los valores autoritarios fue analizado bajo tres enfoques de análisis. El primero que se utilizó fue un enfoque biopolítico, para describir cómo pueden aparecer y evolucionar los valores y las creencias en una sociedad. El segundo fue un enfoque psicosocial, el cual posibilitó interpretar el mundo interior de los individuos. Como complemento de ésta última, se utilizó un enfoque neo-institucionalista que comprende las

dinámicas de las

instituciones tanto formales como informales 5 que conforman los valores y creencias a lo largo de la historia política nacional y local. Finalmente, la monografía está divida en seis capítulos de la siguiente manera. El primer capítulo titulado Linderos teóricos de la cultura política buscó ofrecer al lector una imagen general sobre los fundamentos de la cultura política, haciendo una exploración genealógica del 5

Las instituciones formales son las reglas del juego, las cuales son impuestas externamente a una comunidad; son producto de las relaciones entre reglas. En cuanto a las instituciones informales, se puede decir, que son producto de la interacción social que se da en una comunidad (Mantzavinos, North, & Shariq, 2004) y (North D. C., 1998).

fenómeno. El segundo capítulo, nombrado Marco Analítico pretendió establecer un marco referencial, propuesto por Leonardo Morlino, para evaluar cuantitativamente la calidad democrática. A su turno, el tercer capítulo llamado Mirada global al estudio de los valores autoritarios tiene como objetivo presentarle al lector algunos estudios de caso, realizados alrededor del mundo, que evidencian el estado del arte sobre los valores autoritarios. El cuarto capítulo bautizado con el nombre Una mirada nacional al estudio de los valores autoritarios, tiene la pretensión de hacer, al igual que el anterior capítulo, un estado del arte sobre los estudios realizados en el país. No obstante, como en Colombia no hay una suficiente producción de conocimiento con respecto al tema aquí tratado, el lector va a encontrar un recuento histórico que permita reconocer y describir los vestigios de nuestras instituciones tanto formales como informales. El quinto capítulo titulado Análisis de datos presenta los resultados cuantitativos de la monografía, haciendo primero un análisis estadístico descriptivo y luego un análisis inferencial de los valores autoritarios. Finalmente, en el último capítulo el lector encontrará las conclusiones del todo el trabajo

CAPÍTULO PRIMERO 1. LINDEROS TEÓRICOS DE LA CULTURA POLÍTICA. El presente capítulo está divido en tres partes. La primera parte hace una exploración genealógica sobre las pasiones y las emociones, con el fin de comprender cómo se ha abordado este tema a lo largo de la historia moderna. La segunda parte hace una aproximación teórica al tema de las creencias, para luego exponer el tema de los imaginarios y cómo estos configuran los valores políticos y por ende la cultura política de una sociedad. Finalmente, teniendo como base lo anterior, se presenta el concepto de cultura política en la actualidad, analizando diferentes autores del mundo. 1.1.

Las pasiones y las emociones Albert Hirschman, en su obra Pasiones e Intereses establece que las pasiones en el

Medioevo eran consideradas malignas en tanto que afectaban el buen obrar del alma que se fundamentaba en la obediencia y la contemplación de Dios, por lo que se consideraba pertinente

reprimirlas dejando a un lado los vicios del cuerpo, porque alejaban al hombre de su relación con Dios (Hirschman, 1999, págs. 33-34). Luego, durante el renacimiento europeo hay un giro significativo, pues se consideró que a las pasiones debían ser contrarrestadas mediante otras pasiones. Esta fórmula se conocería como el principio de la pasión compensatoria, el cual consiste en enfrentar una pasión con otra pasión. En esa dirección, el ilustrado David Hume es citado por Hirschman. Él consideraba que la razón debería ser esclava de la pasiones, en tanto que si un hombre se encuentra colmado por la propensión de adquirir bienes y posesiones en vez de reprimir estos deseos debería promoverlos con el fin de satisfacer los ímpetus del alma. Según Hume, la pasión queda más satisfecha si se deja en libertad que reprimiéndola (Hirschman, 1999, pág. 48). De otra parte, el holandés Baruch Spinoza citado por Gregorio Kaminsky consideraba que la pasión “no es otra cosa que el poder mismo del hombre, su capacidad de ser afectado junto con las posibilidades ideativas iniciales del alma: la imaginación 6. Ahora bien, la pasión es su potencia de obrar que, junto con las imágenes 7, debe ser considerada en su positividad efectiva, pero jamás como falta, defecto, carencia, etc.” (Kaminsky, 1990, pág. 37). De éste modo explicado, cuando el sujeto experimenta una correlación con un objeto exterior8, se genera lo que Spinoza citado por Kaminsky denomina como afecciones humanas. Éstas se refieren a las impresiones generativas y regenerativas que dejan “huellas, trazas o vestigios” en el cuerpo humano, lo cual lleva un estado dinámico y transicional que se le denominara sentimientos (affectus) (Kaminsky, 1990).

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La imaginación es el pensamiento, que guiado por las afecciones corporales está encabalgado entre lo corporal y lo mental, cuya característica relevante es que es inescindible entre la parte pensante y la parte corpórea (Kaminsky, 1990, pág. 36). 7 Spinoza considera que las ideas o imágenes son efectos de un proceso causal, en el cual los elementos son tanto desconocidos para los sujetos afectados como para los afectantes (Kaminsky, 1990, pág. 35). 8 El objeto exterior no es otra cosa que la cosa con la que yo me identifico o me reconozco y que por ende me afecta. El otro (el objeto) es una imagen de sí mismo que mediante el lenguaje se relaciona con el yo. De este modo, Estanislao Zuleta afirma que “el hombre es un ser que tiene una imagen de sí, que se configura de una manera imaginaria, por identificación de una imagen”. Esta imagen sólo se logra identificar gracias al cariño que la madre imprime sobre mí como sujeto, pues gracias a esto que se logra tener una identidad, un sentido en la vida o simplemente tener conciencia que nos vamos a morir. Al experimentar tal situación nos damos cuenta que aparece el deseo. Éste último se manifiesta en nuestra corporalidad cuando notamos que existe una carencia por algo que no nos da la realidad, o porque se ha ido desapareciendo a través del tiempo. Es por ello, es que los seres humanos son los únicos seres vivos que cuando reconocen al otro (el objeto), el cual es perdible, procuran alcanzar la inmortalidad creando realidades que le permitan ser reconocido (amado) y no olvidado (Zuleta, 1985, págs. 133-140).

No obstante, como el mismo Gregorio Kaminsky menciona que debemos establecer una necesaria distinción entre el affectus del affectio. El primero es un estado movible activo atravesado por los pasajes vividos que nos pueden llevar a una perfección mayor o a una menor. Por el contrario, el segundo es un estado más bien pasivo del cuerpo que responde a un estímulo dado por un otro afectante (Kaminsky, 1990). Jon Elster en su texto Sobre las Pasiones, asume en cierta medida el presupuesto teórico del affectio spinoziano, cuando afirma que una de las características de las emociones es la imprevisibilidad. La cual se caracteriza por padecerse pasivamente, en vez de algo que elegimos activamente. Ello no quiere decir que las pasiones son lo mismo que las emociones, sino que las pasiones como lo ve Spinoza se encuentran atravesadas tanto por las emociones como por los sentimientos. Todo lo cual implica que el comportamiento de determinado sujeto referido a un otro o a la colectividad, necesariamente está mediado por las emociones y sentimientos que ha aprehendido a lo largo de la vida tal sujeto. También vale la pena traer a colación qué entiende Elster por emociones y qué características se evidencian en estos estados. En cuanto a las emociones dice que son intensamente viscerales y cognitivas, puesto que las emociones están permeadas por las creencias y la cultura de una sociedad; que las emociones no son universales y son creadas socialmente. Para identificarlas, Elster presenta unas características que definen las emociones (Elster, 2001, págs. 23-56). La primera, está relacionada con la percepción subjetiva que le doy a un estímulo dado por un otro afectante. La segunda tiene que ver con el inicio repentino que se manifiesta en la corporalidad. La tercera, ya mencionada en el párrafo anterior, tiene que ver con la experimentación pasiva. Lo que quiere decir, en síntesis, que las reacciones emocionales son eventos más que acciones, a no ser que por medio de un recuerdo se quiera revivir cierta situación y eso genere unas emociones particulares. La cuarta, está dada por la corta duración, ya que las emociones aparecen y desaparecen instantáneamente. La quinta, tiene que ver con los estados cognitivos previos que se manifiestan con la emoción. La sexta se establece cuando las emociones se manifiestan en intenciones o deseos sobre algo. La séptima, se encuentra atravesada por los cambios fisiológicos (excitación) y fisonómicos que va desde el tono de voz hasta los cambios gestuales en el rosto. La octava, se

presenta porque toda emoción se manifiesta con determinadas acciones y la última es que las emociones vienen acompañadas por el dolor o el placer (Elster, 2001, págs. 23-56). Ahora, retomemos a Kaminsky cuando afirma que no hay que desligar al alma del cuerpo, sino que las dos se configuran y se retroalimentan la una de la otra. Entonces podemos decir que la intención ontológica a la vez que la disposición analítica de esta unidad es de preservar el ser; de “ser-en-el mundo”, de prolongar el existir 9(Kaminsky, 1990, págs. 41-48). De otra parte, hasta los años 80 se consideraba que las emociones surgían a partir de un hecho emocionante generado por una serie de cambios corporales o fisiológicos, lo cual el cerebro percibía como sentimientos (Prinz, 2004, pág. 44). Así, las emociones como lo anotaba Manuel Castells “son modelos diferenciados de respuestas químicas y neuronales al detectar el cerebro un estímulo emocionalmente competente (ECS)”, es decir, las emociones resultaban ser “cambios en el cerebro y en el propio organismo inducidos por el contenido de una percepción (tales como un sentimiento de miedo cuando vemos una imagen que nos recuerda la muerte)” (Castells Oliván, 2009, pág. 195). Otros investigadores contemporáneos sobre las emociones han considerado que estas más que ser una percepción son juicios o pensamientos. Argumento que según Jesse Prinz es insustentable, porque al decir que son juicios o pensamientos, ello presupone que hay una evaluación racional anterior a la emoción, es decir, que las emociones estarían fundadas en razones encauzadas por el sujeto que las experimenta para guiar su conducta y lograr lo deseado (Prinz, 2004, págs. 44-45). Dicha aproximación se encuentra más relacionada con la integración de tres elementos: las emociones, los sentimientos y el razonamiento. Estos elementos al ser procesados por el cerebro generan procesos mentales que se sintetizan en acciones, es decir, que son los que orientan la actividad del cuerpo para la supervivencia y definen como vivimos. Las emociones no sólo son inducidas por cambios fisiológicos experimentados en la interrelación sujeto y otro afectante, sino que también están arraigadas en nuestro cerebro por el proceso de evolución. De este modo, Levensen, Ekman y Freisen en 1991 mediante investigaciones experimentales identificaron seis emociones primarias que se pueden relacionar 9

Ese propósito de preservar el ser, es vista en Adam Smith cuando mediante la intención de defender el concepto de interés, el cual está íntimamente relacionado con el beneficio económico, pretendía argumentar que éste busca mejorar nuestra condición, en tanto que si todas las personas de una sociedad desean aumentar el poder, la riqueza y la influencia, no sólo beneficiaría la condición material individual sino también a la sociedad misma (Hirschman, 1999, pág. 88).

con sistemas concretos del cerebro, estas son: miedo, asco, sorpresa, tristeza, alegría e ira (Prinz, 2004, pág. 45) y (Castells Oliván, 2009, pág. 195). Ekman por su parte considera que las emociones ya incorporadas en nuestro cuerpo pertenecen a familias comunes o se encuentran muy ligadas entre sí, lo que permite pensar que el cerebro tiene albergado como una especie de archivadores que funcionan dependiendo la situación y el contexto en el que se encuentra el sujeto (Ekman, 1994). Un ejemplo de ello es cuando una persona presencia una situación de injusticia; ésta no sólo le genera indignación sino que también ira, entre otras emociones relacionadas con la indignación y la ira (Ekman, 1994). Sin embargo, afirma Prinz que cuando el cuerpo presencia nuevos peligros o recibe información del entorno relacionada con determinada emoción, el cerebro “archiva” ésta información con las emociones relacionadas, con el fin de responder a ciertas situaciones de una manera y no de otra. Al crearse nuevas emociones se modifican o se establecen nuevos archivos de estimulación (elicitation files) que son ramificaciones de aquellas que ya estaban establecidas (Prinz, 2004, págs. 56-57). Al considerar que tales creaciones son archivadas en nuestro cerebro, se está afirmando intrínsecamente que dichas emociones definen nuestros comportamientos, pero, a la vez, que provienen del exterior. En ese sentido, al observar cómo se va configurando la cultura de una población a lo largo del tiempo y que las emociones son creadas socialmente, como lo menciona Elster, se puede afirmar que tal estado se configura de la manera como se van conectando las emociones relacionadas10.Esto lo que quiere decir, es que los individuos de una sociedad o comunidad a medida que se van relacionando generan creencias compartidas que fundamentan la cultura. 1.2. El papel de las creencias y los imaginarios Todo lo dicho se encuentra muy afín a la manera como emergen las creencias, los imaginarios y por ende la cultura política, elementos que se esbozarán en párrafos enseguida.

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Cabe aclarar, que tal conexión es efectiva gracias a un presupuesto aleatorio y de imprevisibilidad propio del ser humano y de la totalidad de la naturaleza. Al respecto, si exploramos como la ciencia se ha configurado a lo largo de la historia, se puede evidenciar que en un principio los científicos tenían muy claro que lo aleatorio y lo caótico era necesario para entender ciertas dinámicas. No obstante, para el renacimiento se cayó en un reduccionismo mecanicista, como lo anotan John Briggs y David Peat en su libro Espejo y reflejo: del caos al orden, que ocultó tan importante presupuesto. Ahora, para los científicos contemporáneos la aleatoriedad explica muchos fenómenos físicos que se representa en el inherente desequilibrio de los sistemas ordenados de la naturaleza (Briggs, 1990).

Según Mantzavinos, North y Shariq la mente es una estructura compleja que además de interpretar la información que nos ofrece el entorno, cataloga una variedad de señales recibidas por medio de los sentidos. De este modo, la mente clasifica tanto las experiencias provenientes del entorno físico cómo aquellas que vienen del entorno lingüístico-sociocultural. A partir de esta relación reciproca entre sujeto y un otro afectante es cuando aparece lo que ellos van a denominar como modelos mentales. Estos modelos mentales son estructuras cognitivas flexibles, que de forma heurística, han permitido a la humanidad, en el proceso de evolución, resolver sus problemas hasta que ese modelo mental sea eficiente y efectivo (Mantzavinos, North, & Shariq, 2004, pág. 76). Ahora, cuando un modelo mental es compartido y se repite muchas veces, generación en generación y éste se cristaliza11, se convierte en una creencia. Luego, cuando ésta creencia se conecta con otras creencias, se genera lo que se conoce como sistema de creencias. Éste sistema de creencias al relacionarse con el sistema motivacional y por ende emocional crea un filtro frente a nuevos sistemas de creencias, con el fin de resistir a los cambios abruptos que pueden ir en contra de las creencias más arraigadas en nuestro ser (Mantzavinos, North, & Shariq, 2004). Conviene ahora precisar qué se entiende por lo simbólico y lo imaginario. Lo primero, según Estanislao Zuleta haciendo una lectura de la teoría lacaniana del sujeto afirma que simbólico es lo que pertenece a un orden o una estructura y lo segundo es lo que pertenece a nuestra vivencia más personal. Al parecer lo simbólico es lo que se nos da, lo que luego de ser conscientes en el mundo físico aprehendemos y aceptamos sin mayores reparos. Por el contrario, lo imaginario está más relacionado con la semántica que le damos a eso que aprehendemos. De éste modo, las creencias son las cosas que un pasado fueron imaginadas por un grupo de personas y que luego mediante la repetición se convirtieron en simbólicas con fines impositivos, que buscaban preservar el ser en el mundo o alcanzar la supervivencia. Lo imaginario aparece, entonces, cuando el hombre se da cuenta que su imagen o su ser puede desaparecer. Sin embargo, ni lo imaginario puede prescindir de lo simbólico ni lo simbólico puede prescindir de lo imaginario, pues las dos conforman la realidad (Zuleta, 1985). Al referirnos a la política, lo concerniente al orden político y por ende la aparición del Estado, podemos decir que lo simbólico ofrece una organización a una sociedad que se configura 11

Se hace referencia a que es compartido, en tanto que los seres humanos transmiten mediante el lenguaje el conocimiento que han adquirido en la relación sujeto y un otro afectante (Mantzavinos, North, & Shariq, 2004, págs. 76-77).

a partir del imaginario instituyente, propio de las colectividades humanas, asumiendo lo histórico-social como creación y obra de la imaginación radical es atributo de las psiques individuales, como lo planteaba Cornelius Castoriadis en su obra principal, La institución imaginaria de la sociedad (Castoriadis, 1983) En esa misma dirección, Manuel García Pelayo realiza una clara exposición acerca del surgimiento del orden político y su imagen mítica. Él afirma que la aparición del orden político supuso en un primer momento una fijación y jerarquización de fines colectivos que implicaban la elección de medios para conseguirlos, la división y movilización del trabajo y la sustracción de una parte que se destinaría para hacer templos, carreteras, canales entre otras obras de las altas culturas. No obstante, para que estas estructuras o imaginarios perduraran en el tiempo era necesario que se centralizara e institucionalizara el poder y además suponía una especialización vertical y horizontal de funciones que estuviera acompañada de papeles políticos y administrativos para tener éxito en la empresa gestada (García-Pelayo, 1981). Ahora, el orden político no se puede mantener por sí mismo ni por las personas que lo imaginaron, por más que haya una racionalización y una perfecta armonía entre los elementos que conforman ese orden político. Por tal motivo se hace necesario crear un sistema de ideas y creencias destinadas a mantener los valores en los que se sustentan tal estructura, es decir, “proporcionar unas pautas de orientación y de acción frente a los objetos” [que conforman el orden político imaginado] (García-Pelayo, 1981, pág. 12). Es aquí donde se puede empezar a pensar en lo que hoy conocemos como cultura política, pero que en la antigüedad fueron mitos que trataban de sostener ese orden político imaginado12. García-Pelayo afirma que toda cultura crea y valora sus propios mitos, no con el fin de distinguir entre verdad y falsedad sino simplemente con la pretensión de mantener y conservar una cultura contra la desintegración y la destrucción, pues la frustración, la decepción y el miedo pueden generar una crisis en las instituciones y en el proceso institucional, lo cual perjudicaría el bienestar de todos.

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Vale la pena mencionar como Homero, mediante un mito, explicaba como surgen los valores de justicia y de honestidad en la democracia: Zeus viendo el lamentable estado que se encontraba el género humano envía a Hermes a transmitir las virtudes de la honestidad y la justicia para mantener la convivencia ente lo hombres (García-Pelayo, 1981).

Sin embargo, el proceso histórico expuesto que llevó a la conformación de un orden político donde existe una centralización del poder, una especialización vertical y horizontal de funciones políticas y administrativas y además una serie de pautas y normas que sostienen dicho orden, no emergió de la nada sino que su origen se debe a un proceso dialéctico que tiene una gran herencia de la tradición grecorromana. De este modo, si lo griegos y los romanos durante su época de oro encauzaron sus vidas en el cuidado de sí, en el arte del sujeto y por ende de la vida, en la alta edad media esto cambia radicalmente, en tanto el cuidado de sí no estaba en uno mismo, sino en la búsqueda de la armonía con el cosmos que era Dios mismo (Hespanha, 2002). Era necesario establecer una serie de técnicas que fueran en concordancia a la aceptación de unas obligaciones, de unos libros que se debían tomar como una verdad permanente y el aceptar institucionalmente la autoridad (Foucault, 1991). Por esa razón, el cristianismo exaltó valores como la obediencia y la contemplación. Tales valores, como lo anota Michel Foucault no sólo permearon la institución eclesiástica sino que también configuró la manera como se debe relacionar los individuos de una sociedad con el Estado. En general lo que se puede entrever en la actualidad es que los Estados modernos han configurado un orden político como lo imaginó la institución cristiana en el Medioevo que busca mantener y conservar una estructura para que ésta no llegue a una crisis y exista una desarticulación de sus elementos. Pareciera que la cultura política como lo menciona GarcíaPelayo busca establecer unas orientaciones hacia las instituciones y sus procesos para que sean legitimadas siempre teniendo como condición una relación de obediencia a la ley o la autoridad13.

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La realidad muestra que en las sociedades contemporáneas existe tal sobrevaloración a la obediencia que qué en muchas ocasiones se puede olvidar los preceptos morales sólo con el fin de cumplir con el deber. En ese sentido, Stanley Milgram a mediados del siglo XX realizó un experimento con el fin de establecer hasta que punto un individuo en miras de cumplir el deber puede hacer sufrir a un tercero completamente desconocido. El experimento fue realizado en la Universidad de Yale y luego replicado en varias universidades de los Estados Unidos. Allí se le explicó a un individuo A que debía ir aumentando el nivel de descargas sobre un individuo B cada vez que éste cometiera un error. El individuo A, a pesar de experimentar un conflicto entre la conciencia y su accionar cuando escuchaba los gemidos del individuo B (que en realidad era un actor profesional), este no desistía de su deber y no se revelaba ante el experimentador que representaba la autoridad. Esto lo que demuestra es que en las mentes de los individuos existe y persiste una alta propensión a la obediencia a la autoridad sin discutir las ordenes o los imaginarios que pretende transmitir a la sociedad (Milgram, 1980).

1.3. La cultura política en la actualidad El concepto de cultura política toma gran relevancia en los años 60 cuando los estadunidenses Almond y Verba presentaron un estudio donde aparecen tres tipos de cultura política14. Para dicho estudio, los académicos consideraron que la cultura política es “el conjunto de las orientaciones psicológicas de los miembros de una sociedad en relación con la política” (Bobbio, 1991). Estas orientaciones, a su vez, se dividen en tres tipos o modos como el sujeto puede ver los hechos y las relaciones sociales. La primera es la orientación cognoscitiva, que tiene que ver con los conocimientos y las creencias relativas al sistema político, a las funciones y a los titulares que los componen. La segunda orientación afectiva está relacionada con los sentimientos que los ciudadanos albergan con respecto al sistema, su estructura, etc. Finalmente, se encuentra la orientación evaluativa, la cual está relacionada con los juicios y opiniones sobre los fenómenos políticos, que necesariamente requiere la combinación de información, sentimientos y criterios de evaluación (Bobbio, 1991). No obstante, vale la pena mencionar al respecto qué se entiende por sistema político. Larry Diamond, citando a Easton, comprende que el sistema político son las instituciones políticas que conforman al régimen (Diamond, 1994, pág. 8). De este modo, se encuentran las que reciben las demandas (inputs), tales como los partidos políticos, los grupos de interés, los medios de comunicación, entre otros, y las que convierten esas demandas en decisiones de gobierno (outputs), tales como las legislaturas, los ejecutivos, las burocracias, entre otros. Las acciones que se llevan a cabo entre inputs y outputs, son las que definen a los procesos políticos, es decir, los conflictos, las alianzas y las conductas de los partidos, los grupos de interés, los movimientos y los individuos (Diamond, 1994, págs. 8-9). Teniendo en cuenta lo anterior, llama la atención que el estudio de la cultura política estuvo aproximadamente dos décadas en total pasividad y que es a principios de los 90 que se vuelve a retomar el tema con rigurosidad. Diamond, en particular, es uno de los que retoma este estudio. 14

Dentro la clasificación se encuentran: la cultura política parroquial, la cultura política subordinada y la cultura política participativa. La primera, se da en sociedades simples y no diferenciadas, en donde las funciones y las instituciones específicamente políticas no existen o coinciden con las funciones económicas o estructuras económicas y religiosas. La segunda, se presenta cuando los conocimientos, sentimientos y evaluaciones de los miembros de una sociedad sólo se refiere al sistema en general y particularmente a los outputs, es decir, lo que genera una cultura política pasiva y esto sucede en regímenes autoritarios. Por último la tercera, está relacionado con una posición activa del individuo frente al sistema, en donde se pueden generar dinámicas de congruencia o incongruencia entre la cultura política y las estructuras políticas (Almond & Powell, 2006).

Lo interesante, es que él considera que la cultura política no se puede ver de manera determinista15, de tal suerte que en cada sociedad se deben descubrir e imponer ciertos patrones para lograr una cultura política al estilo de los países industrializados de mediados del siglo XX. En ese sentido, Diamond expone tres razones que lo llevan a mirar la cultura política como categoría analítica, con cierto escepticismo. La primera razón que expone es que los primeros teóricos, tales como Almond y Verba, consideraban que existía una causalidad, en materia de cultura, en donde las conductas de los individuos afectaban a la estructura, y éste último, a su vez, afectaba las actitudes de los primeros. Lo cual daba a entender que no existen otros factores diferentes a la cultura política que afecta el performance de la estructura. Por ello, él considera que la cultura política puede ser “plástica”, ya que puede cambiar dramáticamente en respuesta al desempeño del régimen, a las experiencias históricas y a la socialización política. La segunda razón es que la cultura política no solamente se forma con el aprendizaje de las experiencias históricas, los cambios institucionales y la socialización política, sino que también influyen los cambios económicos y sociales estructurales, los factores internacionales y el funcionamiento y las practicas del mismo sistema político. Finalmente, la tercera razón que expone Diamond hace referencia a que no se puede examinar a la cultura política como si no fuera cambiable y adaptable, pues si así fuera, se estaría condenando a los países que no tienen tales culturas políticas de los países industrializados, es decir, restringiéndolos a llevar sus propios procesos socio-políticos de acuerdo a un pasado, un presente y un futuro (Diamond, 1994). Por otro lado, otro autor que va mirar actualmente el concepto de cultura política de manera crítica, es Dieter Fuch, quien considera que para que exista apoyo al régimen democrático, es preciso tener tanto confianza como legitimidad hacia el régimen. Para ello, es necesario evaluar con periodicidad los valores democráticos que existen en los ciudadanos, pues de ésta manera se conocerá si se prefiere una democracia u otro tipo de gobierno. Otro aspecto que él examina, es que hay diferenciar entre régimen democrático y el compromiso con los valores democráticos, pues los ciudadanos de determinado país pueden preferir un régimen democrático, pero en su país no se presenta una democracia en términos reales (Fuch, 2007, págs. 164-167). 15

De hecho, en la actualidad, la ciencia política examina la realidad no para determinar fenómenos causales, de tal forma que A cause B, sino que mediante estudios empírico-analíticos se llegue a un conjunto de preposiciones generales de corte probalístico o de tendencia, comprobables empíricamente, interrelacionadas, referidas a una misma clase de fenómeno, en donde A puede probablemente causar B (Losada & Casas Casas, 2010, pág. 30).

Las anteriores precisiones son de gran relevancia; sin embargo la apuesta más importante de Fuch es considerar que la cultura política necesita de una comunidad política. Este último concepto, tomado del libro Making Democracy Work de Robert Putnam, hace referencia a dos dimensiones de tal comunidad. La primera, la dimensión socio-estructural, concerniente con la existencia de asociaciones voluntarias y horizontales y la segunda, la dimensión conductual, relacionada con las conductas y los compromisos (engagements) que adquieren los ciudadanos con esas asociaciones (Putnam, 1993). Esta aproximación a la teoría de capital social de Putnam, permite explorar otras variables que explican la cultura política de algunas sociedades, tales como normas cívicas y confianza social (Fuch, 2007, págs. 169-172). Vale la pena rescatar algunas consideraciones latinoamericanas, en cuanto cultura política. En esa dirección analítica, el colombiano Arturo Escobar plantea intrínsecamente que en las sociedades existen varias culturas políticas, de tal forma que la cultura política es “la construcción social peculiar de aquello que cuenta como “político” en toda sociedad. De ésta manera, la cultura política, es el ámbito de las prácticas y las instituciones, conformadas a partir de la totalidad de la realidad social y que, históricamente, llegan a ser consideradas como apropiadamente políticas (de la misma manera como se considera apropiadamente que otros ámbitos son “económicos, “culturales” y sociales”)” (Alvaréz , Dagnino, & Escobar, 2001, págs. 26-27). Al considerar esta aproximación teórica, se está alejando de los principios racionalistas, universalistas e individualistas que caracterizan la concepción de cultura política de los países industrializados y busca más bien explorar las variables históricas y culturales de cada sociedad, las cuales configuran particulares culturas políticas. En general, la cultura política puede ser concebida como las actitudes, creencias, sentimientos, motivaciones y emociones que tienen los individuos hacia su sistema político. Esta cultura política, se construye a partir de los diferentes procesos históricos, sociales y culturales que experimenta cada sociedad en particular. Por ello, la apuesta de los autores más contemporáneos es considerar que no es viable examinar la cultura política a partir de los patrones establecidos en los países industrializados del siglo XX, sino que es pertinente analizar otro tipo de variables contextuales. Igualmente, vale la pena mencionar que la cultura política no sólo se da en sociedades democráticas, sino que ésta también se presenta en regímenes

totalitarios y dictatoriales, pero que en estos casos se entran a evaluar otro tipo de variables como son la intolerancia, la desigualdad, el autoritarismo, entre otros valores.

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