V. Beltran, La creación de una lengua poética: los trovadores entre oralidad y escritura

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Descripción

SCRITTURA E SCRITTORI Collana di Studi filologici diretta da LUCIANA BORGHI CEDRINI 22

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Este trabajo es fruto de los proyectos 2009SGR1487, HP2006-0105 y FFI200801643/FILO y ha contado con un proyecto de investigación de la Università La Sapienza di Roma

Vicenç Beltran

La creación de una lengua poética: los trovadores entre oralidad y escritura

Edizioni dell’Orso

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Índice

Introducción: oralidad y escritura en la interpretación de los trovadores ........... 7 1. Lopo Líans, la invectiva y el nacimiento del estilo bajo .................................. 13 2. La sátira equívoca de Rustico Filippi ............................................................... 37 3. Raimbaut d’Eira y la nueva lengua poética ...................................................... 63 4. Algo de teoría ................................................................................................... 81

Introducción. Oralidad y escritura en la interpretación de los trovadores. En los estudios sobre el período trovadoresco, la lírica occitana ocupa, con toda justicia, un lugar central: a juzgar por cuanto sabemos, fueron sus trovadores los creadores de la cultura cortés, amor cortés incluido, de la lengua poética que lo vehicula y de los géneros poéticos en que se desarrolló. Sin embargo, la centralidad de esta escuela ha ocultado durante mucho tiempo la naturaleza de las que la siguieron, a las que se ha querido juzgar por sus mismos patrones. Hoy sabemos ya que los poetas de la Magna curia, los trouvères y los trovadores galaico-portugueses, por no hablar de los más lejanos Minnesinger, no fueron meros imitadores, torpes y a distancia, sino auténticos maestros de la creación literaria con sus propias convenciones y tradiciones, a veces muy alejadas de sus modelos, a veces en competencia con ellos. Según intentaré poner de manifiesto, enfocar los estudios sobre la lírica europea de los siglos XII y XIII desde la perspectiva occitana no es el único error de enfoque (ni el más grave) de cuantos nos ha legado la romanística decimonónica: juzgar la lírica medieval según el patrón occitano perjudica también su correcta comprensión en cuanto impide acercarse a ella desde la perspectiva real de su tiempo, la que tenían sus creadores, su público originario y el público de la diáspora trovadoresca. Una de las encrucijadas más difíciles de resolver ha sido la correcta ubicación de la poesía trovadoresca entre la oralidad y la escritura. La corriente dominante en nuestros estudios parte de un sólido afianzamiento en el hecho (indudable, a mi parecer) de la literariedad escrita de su producción; pero quedan no pocas fuentes de incertidumbre a partir de dos constataciones también indudables: la primera es su ejecución cantada1, la 1

Que, seguramente, empezó su decadencia a mediados del s. XIII, a medida que iban apareciendo los actuales cancioneros a menudo sin melodía. El estudio más serio sobre

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segunda, la constancia de que naciera y se desarrollara en un entorno donde los productos literarios en vulgar se integraban con notable naturalidad en una tradición oral o de intensa impronta oralizante. Su relación con la poesía oral (antaño llamada ‘popular’ o ‘popularizante’2) fue uno de los ejes de la investigación filológica en los primeros tiempos de la disciplina, pero poca duda cabe hoy de que se trata de dos escuelas poéticas ya muy distanciadas, con pocos puntos en común desde el punto de vista textual aunque coincidieran a menudo ante un mismo público, hubiera ejecutantes que las compartían y conservaran puntos de contacto, 3 como el preludio primaveral . En la discusión entre lachmannianos y bediéristas, la distinción entre una tradición textual que partiera de antígrafos escritos (directamente o indirectamente procedentes del autor) o de las posteriores ejecuciones orales fue el argumento que se interpuso entre las dos escuelas ecdóticas que todavía se disputan el terreno de la edición trovadoresca4. Hoy ha vuelto sobre bases a mi parecer muy frágiles5, apenas apoyadas sobre el extraordinario interés por las tradiciones orales vivas que no hizo sino crecer a lo largo del siglo XX6; este será estos problemas sigue siendo sin duda M. L. MENEGHETTI, Il pubblico dei trovatori. La ricezione e riuso dei testi lirici cortesi fino al XIV secolo, Modena, Mucchi, 1984, hoy reimpreso en Torino, Einaudi, 1992. 2 Me ocupé de estos aspectos en mi “Poesía popular antigua, ¿cultura cortés?”, Romance Philology, 55, 2001, pp. 21-68, que pronto será impreso en edición muy revisada en el volumen La poesía tradicional medieval y renacentista. Poética y antropología de la lírica oral, Kassel, Reichenberger, 2009. 3 Remito a “Bel m’es quan la rosa floris: Anthropologie et poétique des saissons au plein Moyen Âge”, Studi Medievali, 48, 2007, pp. 65-104 y a su reimpresión en el libro citado en la nota anterior. 4 I. FRANK, “The Art of Editing Lyric Texts”, en Medieval Manuscripts and Textual Criticism, ed. Christopher Kleinhenz, Chapel Hill, North Carolina Studies in the Romance Languages and Literatures, 1976, pp. 123-138, antes publicado en “De l’art d’éditer les textes lyriques”, Récueil de travaux offerts à M. Clovis Brunel par ses amis, collègues et élèves, Paris, École de Chartes, 1955, pp. 463-475. 5 A. E. VAN VLECK, Memory and Re-Creation in Troubadour Lyric, Berkeley-Los Angeles-Oxford, University of California, 1991, seguida en alguna de sus hipótesis por O. HOLMES, Assembling the Lyric Self. Autorship from Troubadour Song to Italian Poetry Book, col. Medieval Cultures, 21, Minneapolis-London, University of Minnesota Press, 2000. 6 En el ámbito de la romanística destaca la influencia de P. ZUMTHOR, Introduction à la poésie orale, Paris, Seuil, 1983 y su La poésie et la voix dans la civilisation médiévale, Préface d’Yves Bonnefoy, Paris, Presses Universitaires de France, 1984; a mi parecer, sin embargo, son mucho más importantes los trabajos de R. FINNEGAN, Oral Literature in Africa, Nairobi-Dar Es Salaam, Oxford University Press, 1995 (primera edición de

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uno de nuestros puntos de atención, aunque basándonos en perspectivas metodológicas muy distintas. Contra lo que se supone en algunos trabajos, respecto a ciertos ámbitos de la producción literaria de este período y especialmente los textos trovadorescos (sobre todo los occitanos), estoy de acuerdo en que “gli scrittori medievali sono comunque indubbiamente dei ‘letterati’ […] e la composizione delle opere avviene di norma attraverso la scrittura e grazie ad essa”7. Dejando de lado las consideraciones de carácter general, recursos retóricos esenciales como el mot-refranh o las coblas capdenals resultan difícilmente imaginables en una lírica de recepción auditiva, y no por la vista sobre una página escrita. El conjunto de los sistemas de retrogadación8 y la sextina en particular exigen previamente la concepción de la estrofa como una unidad espacial, no una sucesión de versos percibida por 9 el oído . En general, tanto el desarrollo de las características literarias de la London, Clarendon Press, 1970) y Oral Poetry. Its Nature, Significance and Social Context, Bloomington-Indianapolis, Indiana University Press, 1992 (primera edición en Cambridge University Press, 1972) así como J. VANSINA, De la tradition orale. Essai de méthode historique, Tervuren, Musée Royal de l’Afrique Centrale, 1961, o los más recientes de J. M. FOLEY, The Theory of Oral Composition. History and Methodology, Bloomington-Indianapolis, Indiana University Press, 1988 y su How to Read an Oral Poem, University of Illinois Press, 2002. Para una puesta al día de los problemas relativos a la discusión entre transmisión oral y escrita en los textos poéticos del período trovadoresco, véase la puesta a punto de M. SIGNORINI, “Aspetti codicologici e paleografici della produzione di manoscritti in lingua provenzale (secc. XIII-XIV)”, I trovatori nel Veneto e a Venezia. Atti del Convegno Internazionale. Venezia, 28-31 ottobre 2004, a cura di Giosuè Lachin, Presentazione di Francesco Zambon, Padova-Roma, Antenore, 2008, pp. 279-304. 7 S. ASPERTI, Origini romanze. Lingue, testi antichi, letterature, Roma, Viella, 2006, p. 28. Para un estado de la cuestión sobre el problema de la oralidad en los estudios lingüísticos y literarios del Medioevo (aunque centrado en la historia literaria de Italia) véase M. MANCINI, “Oralità e scrittura nella storia dell’italiano”, en Storia della Lingua Italiana. 2. Scritto e parlato, Torino, Einaudi, 1994, pp. 5-40, especialmente en la parte general. 8 Baste remitir al apartado correspondiente en D. BILLY, L’architecture lyrique médiévale. Analyse métrique et modélisation des structures interestrophiques dans la poésie lyrique des troubadours et des trouvères, Montpellier, Section française de l’AIEO, 1989. 9 Remito sólo a M. SWITTEN, “De la Sextine: Amour et Musique chez Arnaut Daniel”, en Mélanges de langue et de littérature occitanes en hommage à Pierre Bec, Poitiers, CESCM, 1991, pp. 549-565, BILLY, “La sextine à la lumière de sa préhistoire: genèse d’une forme, genèse d’un genre”, en Medioevo Romanzo, 18, 1993, pp. 207-239 y 371-402 y su “Sextiniana”, Medioevo Romanzo, 19, 1994, pp. 237-252, así como P. CANETTIERI, La sestina e il dado. Sull’arte ludica del trobar, Roma, 1993.

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escuela, en particular desde mediados del siglo XII, como las noticias que nos transmiten las vidas (y otros testimonios) sobre la biografía de los principales trovadores, coinciden en subrayar su especial vinculación con el ámbito de los letrados y de la cultura escrita. Pero donde mejor quedan de manifiesto las limitaciones del estilo oral frente al virtuosismo de la lírica escrita es en la diferencia de fondo en el uso de dos recursos similares en cuanto a su concepción (y, por qué no, quizá también su origen): la laxitud estructural del encadenamiento de las 10 11 laisses en la canción de gesta , fielmente imitada por la estrofa clerical y los géneros lírico-narrativos como la chanson de toile, frente a la rigidez del sistema occitano de las coblas capfinidas. Sin la profunda impronta letrada de la escuela resultarían incomprensibles figuras tan eminentemente intelectualizadas como Folquet de Marselha, Arnaut Daniel, Giraut de Bornelh, Uc de Sant Circ, Guiraut Riquier o Cerverí de Girona, sin citar a los trovadores sobre los que va a girar una parte de este trabajo. ¿Dónde queda, entonces, la oralidad? En esta investigación parto sin embargo de la presuposición de dos hechos de historia cultural: que los trovadores fueron los creadores de la primera lengua literaria en sentido estricto, a partir de un vulgar antes escasamente vinculado con la escritura, y que para ello hubieron de renovar profundamente los recursos expresivos del habla y de una tradición poética previa esencialmente oral12. Creo a su vez que no será difícil de aceptar que, así como la canción nace casi adulta con Guilhem de Peitieu13, el sirventes sufrió una maduración mucho más tardía y no cuajó 10

Fue J. RYCHNER, La chanson de geste. Essai sur l’art épique des jongleurs, GenèveLille, Droz-Giard, 1955 quien trazó primero una descripción sistemática de los fenómenos de repetición como parte de una ejecución oral y de él dependemos todavía en este aspecto, a pesar de las numerosas descripciones que la han seguido; véase por ejemplo D. BOUTET, La chanson de geste. Forme et signification d’une écriture épique du Moyen Age, Paris, Presses Universitaires de France, 1993. 11 Véase D’A. S. AVALLE, “Le origini della quartina monorrima di alessandrini”, en Saggi e Ricerche in memoria di Ettore Li Gotti, Palermo, Mori & Figli, 1962, pp. 5-46, especialmente pp. 128-133 y mi “Técnicas de enlace de la laisse épica en la cuaderna vía de Gonzalo de Berceo”, Au carrefour des routes d’Europe: la chanson de geste. Xe Congrès International de la Société Rencesvals pour l’Etude des Epopées Romanes, vol. II, Aix-enProvence, Publications du CUER MA, 1987, pp. 239-258. 12 Puede sorprender que acepte su existencia como un hecho y no como una hipótesis de trabajo; sin embargo, no creo que hoy se pueda dudar de que ninguna sociedad primitiva ha carecido de una tradición poética, si nos abstenemos de prejuzgar ningún componente concreto de su constitución. 13 Dejo también de lado si este hecho se debe (como creo) a la pérdida de la tradición

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en formas de expresión altamente sofisticadas hasta comienzos del siglo XIII. Por fin, aceptaré como instrumento de trabajo la hipótesis de que ciertas escuelas trovadorescas (en este caso, la galaico-portuguesa y la poesia comico-realistica toscana) pueden haber perpetuado técnicas y recursos expresivos que en Occitania dejaron poco rastro por su mayor y más temprana evolución formal. Todo ello a fin de poner de manifiesto cómo recursos que algunas investigaciones de psicolingüística, sociolingüística, filosofía y antropología del lenguaje consideran inherentes a la experiencia lingüística y literaria de la oralidad perviven en dichas áreas laterales con mucha mayor intensidad que en la lírica occitana donde, sin embargo, sus residuos resultan visibles en el sirventes de los primeros tiempos. Y creo, por fin, que todo ello nos permitirá entender mejor el nacimiento de la escuela, la creación de sus convenciones y la revalorización de algunos tanteos iniciales en la canción de amor. A tal fin reconstruiré el contexto historiográfico de tres ciclos poéticos que juzgo modélicos en sus respectivas tradiciones: Lopo Líans, Rustico Filippi y Raimbaut d’Eira; los hechos a que se refieren resultan a mi parecer perfectamente identificables, y afectan en los tres casos a sucesos políticos igualmente trascendentes en su comunidad y en su momento. Sin embargo, resultan sorprendentes las diferencias del registro expresivo al que se acogen: así como Lopo Líans utiliza una expresión vulgar (que la falta de paralelos en su escuela permitió interpretar como un estadio lingüístico tardío y más evolucionado), muy semejante a la de Rustico Filippi (cuyo estudio se ha beneficiado del arraigo del concepto de estilo cómico en la filología italiana), Raimbaut d’Eira utiliza un estilo curial y elevado que en occitano ya no era ninguna novedad. La verificación de esta hipótesis nos habrá de permitir una aproximación a los modelos culturales que permiten explicar la inmensa distancia que los separa en sus formas de entender y practicar la sátira.

anterior y casi toda la coetánea (de la que sólo conocemos la vaga referencia a Ebles de Ventadorn, totalmente vacía de contenidos concretos) o si fue realmente él el inventor no sólo del género, sino también de la lírica occitana como algunos han pretendido.

1. Lopo Líans, la invectiva y el nacimiento del estilo bajo. Las diecinueve cantigas de escarnho de Lopo Líans constituyen uno de los laberintos más intrincados de una escuela donde las dificultades historiográficas (y las trampas al investigador) son más visibles que las pistas e indicios inequívocamente relacionables con personajes o episodios históricos. No vale la pena volver ahora sobre la antigua caracterización de este género como intrínsecamente volcado a la sátira individual; hoy sabemos ya que a menudo, tras el vituperio, la aparente censura de vicios y defectos privados, traslucen ataques motivados por los enfrentamientos políticos, azuzados, hemos de creer, por los magnates que los patrocinaban. Aquella perspectiva hizo pensar que nuestro trovador era “um autor retintamente galego, viviendo num ambiente típicamente galego”14. No siempre fue así y habremos de repasar brevemente el estado de la cuestión; en el primer monumento de la investigación sobre la escuela, doña Carolina Michaëlis15 había puesto ya de manifiesto los datos sobre los 14

M. R. LAPA, “O trovador D. Lopo Lias. Introdução ao estudo do seu cancioneiro”, primero en Grial, IV, num. 12, 1966, 129-148, luego en su Miscelânea de língua e literatura portuguesa medieval, Coimbra, Universidade, 1982, pp. 273-302 por donde cito, especialmente p. 278. La bibliografía básica de nuestro trovador, a la que habremos de volver reiteradamente, empieza en la práctica con la edición por este mismo autor en sus Cantigas d’escarnho e de mal dizer dos cancioneiros medievais galego-portugueses, segunda edición, Vigo, Galaxia, 1970, de la que hay reimpresión de Vigo-Lisboa, Ir Indo-João Sá da Costa, 1995, así como la edición, filológicamente más cuidada, de S. PELLEGRINI,“Il canzoniere di D. Lopo Liáns”, Annali dell’Istituto Universitario Orientale, 11, 1969, pp. 155-192 (del que se hizo tirada aparte con paginación independiente según la cual cito), luego en su Varietà romanze, Bari, 1977, pp. 44-82. Para el estado de la cuestión en los estudios sobre el autor hasta una fecha muy reciente (que incluye todos los problemas historiográficos a él relativos) ha de verse la entrada correspondiente, a cargo de G. Tavani, en G. LANCIANI Y G. TAVANI, Dicionário da literatura medieval galega e portuguesa, Lisboa, Caminho, 1993. Los estudios posteriores se han ocupado sólo de los ecos intertextuales de su obra. 15 C. MICHAËLIS, “Randglossen zum altportugiesischen Liederbuch. 9, Wolf-Diet-

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que habrá de girar la investigación hasta nuestros días: el ciclo poético contra los (cuatro para ella) caballeros y hermanos zevrões, su forma de vestir, sus ridículas sillas de montar, las relaciones de uno de ellos con su malcasada esposa (a la que regaló una prenda de vestir demasiado ligera en pleno invierno), su vinculación con las tierras gallegas, la sátira de Johan Romeu de Lugo (cuyo destinatario no creía ella que fuera nuestro autor) y la mención del topónimo Orzellon, que localizó en la Historia compostelana y lo creyó una fortaleza sita en Castilla y cercana a Haro (Rioja). Al resto de las menciones geográficas (cita concretamente los caballeros de Lemos) les dio poca importancia. Cayendo en un error paleográfico hoy inaceptable propuso identificar al trovador con el magnate Lope Díaz de Haro, cuya muerte en 123616 fue objeto de un planto de Pero da Ponte17; por fin juzgaba que la posición de Lopo Líans en los cancioneros, a la cabeza de la sección de cantigas de escarnho, era indicio claro de su datación en los primeros tiempos de la escuela, a comienzos del siglo XIII. Contemporáneamente, Henry Roseman Lang coincidió en la localización de Orzelhon en Castilla y, más en concreto, con un castillo perteneciente a Lope Díaz18. A pesar de 19 las llamadas de atención de los historiadores gallegos , este fue el estado de la cuestión durante medio siglo. rich”, Zeitschrift für romanische Philologie, 26, 1902, pp. 61-71, hoy traducidas en edición a cargo de Y. Frateschi Vieira, J. L. Rodríguez, Mª I. Morán Cabanas y J. A. Souto Cabo en Glosas marginais ao cancioneiro medieval português de Carolina Michaëlis de Vasconcelos, Coimbra, Universidade de Coimbra-Universidade de Santiago-Universidade de Campinas, 2004, especialmente pp. 281-291. 16 En los estudios sobre el planto suele manejarse el período 1236-1238 como probable aproximación a la fecha de su muerte. De hecho, el 16 de enero de 1237, su viuda, junto con sus hijos y otros familiares, tomó cuenta al maestre de Santiago de lo que había recibido en préstamo (J. GONZÁLEZ GONZÁLEZ en su Reinado y diplomas de Fernando III, 3 vol., Córdoba, Caja de Ahorros y Monte de Piedad, 1980-1986, especialmente vol. I, p. 133), por lo que debió haber fallecido antes. 17 Véase la edición de S. PANUNZIO, Pero da Ponte. Poesie, Biblioteca di Filologia Romanza, 10, Bari, Adriatica Editrice, 1967, pp. 139-142. 18 “The Descort in Old Portuguese and Spanish Poetry”, en Beiträge zur romanischen Philologie. Festgabe für Gustav Gröber, Halle, Max Miemeyer, 1899, pp. 484-506, especialmente pp. 487-489. 19 A. MARTÍNEZ DE SALAZAR, “Jograes gallegos”, Revista Crítica de Historia y Literatura Españolas, Portuguesas e Hispano-americanas, 1, 1895, pp. 232-234, luego en Algunos temas gallegos, La Coruña, 1948, pp. 187-195 por donde cito, especialmente p. 195, llamó la atención sobre la presencia del apellido “Lías ¿Lians?” en la provincia de La Coruña; Manuel Murguía observaba que “en una de sus canciones se refiere á los trovadores de

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En una reseña a la primera edición de las Cantigas de escarnho de M. Rodrigues Lapa, el estudioso Xosé María Álvarez Blázquez incidía en la vertiente gallega de su producción; revisemos con detalle sus argumentos, que son realmente serios: en primer lugar, la mención de Lemos en la rúbrica que encabeza sus obras: “Don Lopo Lia[n]s trobou a hunus cavaleirus de Lemus; e eram quatro jrmanus e andavan sempre mal guysadus…”20. En segundo lugar, una de sus cantigas versa sobre “A dona fremosa de Soveral”21, actual Sobreiral, en la Ría de Arosa, y otra, sobre “A dona de Bagüýn”, lugar situado en la Ría de Pontevedra que Lapa no 22 había identificado y, por ende, había escrito sin diéresis . Por fin, lo que Lapa había publicado como “Saben en Morraz e en Silvês”, propuso enmendarlo en “Saben en Morraz’ e en Salnés”, que tanto Lapa en la segunda edición como Pellegrini en la suya aceptaron23; el Morrazo es la península donde se sitúa Bagüín y el Valle de Salnés, donde se halla Sobreiral. El conjunto de estos datos permitió a Álvarez Blázquez afirmar que “por aquila xeografía espiritoal e material das Rías Baixas andivo tamén […] o fidalgo trovador lugués D. Lopo Lías”24. En su estudio, M. Rodrigues Lapa aceptaba estas aportaciones y analizaba detalladamente sus numerosos problemas. Rechazaba por inviable leer “Díaz” donde los manuscritos dicen claramente “Lias” y proponía interpretar el apellido, hasta entonces desconocido, como un derivado del patronímico latino Eliae, que pudo localizar en algunos documentos de la época. La zona geográfica donde ejerció su actividad la situó en el vértice formado por Lugo, Monforte de Lemos y la península del Morrazo, reuniendo, por tanto, la mención del trovador en una composición de Johan Romeu de Lugo, los topónimos presentes en su obra y la rúbrica inicial de sus composiciones. En cuanto a su datación, la Orcellón, lugar en la tierra de Lemos, en la cual debió vivir, pues alude á sucesos allí sucedidos" (Los Trovadores Gallegos. Edición costeada por varios amigos del Autor, La Coruña, Imprenta y Fotograbado de Ferrer, 1905, facsímil de Santiago de Compostela, Consello da Cultura Galega, 2000, pp. 49-50). 20 Cito según PELLEGRINI, Lopo Lians, nº I = LAPA, Escarnho, nº 252. 21 PELLEGRINI, Lopo Lians, nº XIV = LAPA, Escarnho, nº 265. 22 La propuesta de identificación y la consiguiente regularización ortográfica han sido aceptadas en la segunda edición de LAPA, Escarnho, nº 266 y en la de PELLEGRINI, Lopo Lians, nº XV. 23 PELLEGRINI, Lopo Lians, nº XV (este editor identifica esta estrofa como la segunda de la cantiga precedente, ) = LAPA, Escarnho, nº 267. 24 X. Mª ÁLVAREZ BLÁZQUEZ, “O trovador lugués D. Lopo Lías en terras de Pontevedra”, Grial, III, num. 10, 1965, pp. 446-452, especialmente p. 448.

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coincidencia onomástica con personajes difícilmente identificables pero que él creía tardíos, la mención a Sevilla (que juzgaba posterior a su reconquista en 1248) y, sobre todo, por la presencia en su lengua de formas fonéticas poco frecuentes en la koiné trovadoresca y las Cantigas de Santa Maria, pero dominantes en el período sucesivo (la escansión como monosílabos de la contracción ao = áu, la forma mao y el plural en ões) le inducen a pensar que se trata de un autor que “teria vivido entre o 3º e o último quartel do século XIII […] Poderemos afirmar sem receio de que se trata de un senhor galego de estirpe meã, vivendo num círculo restrito, genuinamente galego, cultivando uma poesia viva, alegre, com base en metros tradicionais de grande variedade musical, mas sacrificando uma vez ou outra, num exibicionismo provinciano, aos ritmos cultos da poesia provençal”25. Respecto al castillo de Orzelhon, que la Historia compostelana sitúa 26 explícitamente en Castilla, basándose en el Diccionario de Madoz lo identifica con una zona de la actual provincia de Orense denominada entonces “Castela” donde existía también un Orcellón. Sobre este punto resulta esencial un trabajo poco posterior de M. Rubén García Álvarez. Por una parte demuestra fehacientemente que el Orcejón citado en la Historia compostelana estaba situado en Castilla y ha de ser identificado con el moderno Ordejón, pero observaba que en la provincia de Orense existía entonces un lugar de nombre Orcellón cuya localización puede situarse en el lugar de San Mamede de Xendive (ayuntamiento de Boborás, en el Carballiño) entonces sede de una notaría, y concluía que el Orzelhon de Lopo Líans había de ser el gallego, nunca el castellano; pues, por otra parte, presuponiendo que ésta era la patria del trovador, aportaba la figura de un Fernán Lías, datado en Santa María de Gomariz en 1272, luego clérigo de Gomariz hasta 1287 y por fin arcipreste de Orcellón en 1290 y concluye: “permítome supór que o Fernán Lías que atopamos na mesma 27 terra e polo mesmo tempo puido moi bien ser seu irmao” . Una propuesta que resultaría factible si la patria y la cronología del trovador estuvieran fehacientemente probadas, pero en las actuales circunstancias estamos atrapados en un argumento circular de difícil solución. 25

“O trovador D. Lopo Lias…”, p. 284. P. MADOZ, Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar, Madrid, Est. Literario-Tipográfico de P. Madoz y L. Sagasti, 1845-1850, 16 volúmenes indispensables para cualquier investigación de este tipo. 27 “Castilla e Castela, Ordejón, Orcellón e o trovador Lopo Lías”, Grial, nº 15, eneromarzo de 1967, pp. 1-7. 26

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Aquellos años fueron prolíficos en estudios pues al poco apareció la edición crítica de Silvio Pellegrini. En primer lugar proponía Liáns, no Lias (o Lías, como solía también acentuarse), como la lectura correcta del patronímico, en lo que seguramente no acertó28; juzgaba plausible que su lugar de origen fuera Galicia al precisar que el tenor literal de la rúbrica que acompaña la cantiga de Johan Romeu (“Esta cantiga de çima fez Johan Romeu, huun cavaleiro que morava en Lugo, a don Lopo Lians porque era çego d’huum olho”) había de ser interpretada en el sentido que el vecino de Lugo era Johan Romeu, nunca Lopo Líans, y por fin observaba con fino juicio que ninguno de los numerosos antropónimos citados en su obra puede ser identificado con un mínimo de seguridad29. Para fijar la cronología aceptaba como único criterio válido su posición en los cancioneros: “in questi sta […] con Johan Soarez de Pavha, del principio del secolo XIII, e con don Fernan Paez de Talamancos, Martin Soares, Pero Garcia Burgalés, Roy Queymado, tutti poeti fioriti tra il terzo e il quinto decennio del secolo XIII”, aunque después corregía parcialmente esta apreciación al afirmar que “sembra perciò autorizzato vedere in don Lopo un trovatore gallego, vicino all’ambiente di 30 corte, fiorito agli inizi dell’era di Alfonso X, epoca relativamente arcaica” . En cuanto a la cantiga de Johan Romeu (que cree referida a don Lopo) aun cuando va al final de la sección de escarnhos y podría creerse, por tanto, más reciente, aparece al lado de otras composiciones atribuibles a un estrato más antiguo, por lo que puede ser del mismo período. Luego dejaba de lado la posible identificación de Orzellon y se centraba en el contenido de la rúbrica, los “cavaleirus de Lemus [que] eram quatro”, 28

Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, comunicados a la Real Academia Gallega y procesados por el Instituto da Lingua Galega, la única forma hoy conocida del apellido es “Lias”, usado 77 veces en diversas zonas gallegas. Alrededor de Coruña (3) hay un caso en Boiro, Bergondo Cambre y Oleiros; alrededor de Santiago de Compostela (28) hay 8 en Ames y por Negreira (4) se extiende hasta Noia (2), Brión (1) y Vilagarcía de Arousa (2). Lo mismo que los 8 de Vigo, podemos pensar que la emigración interior pudiera haber concentrado la población en estos lugares de fuerte expansión demográfica durante el siglo XX; el único Lias de Mondariz puede deberse a esta misma lógica. Cabe pensar lo contrario de Carballiño (9) y Avión (2), que nos llevan a la zona donde como sabemos ya en la Edad Media se ha documentado un personaje de este nombre. Puesto en contacto con Ana Isabel Boullón Agrelo, que tan bien conoce la onomástica gallega, me confirma que tras hacer una encuesta oral entre los portadores del apellido la acentuación actual es “Lías”, por lo que deberemos pensar que también en la Edad Media era así. 29 “Il canzoniere di don Lopo Lians…”, pp. 1-7. 30 “Il canzoniere di don Lopo Lians…”, pp. 7-8.

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para precisar que “se si prescinde dal plurale Zevrões […] nei testi compaiono soltanto o infançon eroe del brial e o outro Zevron (XII, v. 26) suo fratello (IV, v. 15)”, sin que el texto permita precisar más31. A partir de este momento dejan de aportarse nuevos datos de interés o nuevas hipótesis sobre nuestro trovador. Giuseppe Tavani reproduce la dúplice datación de Lapa y Pellegrini32. António Resende de Oliveira, que ha estudiado como nadie las fases de composición de los cancioneros y sus sucesivas inserciones, analiza lo equívoco de su posición: aparece entre el sector más antiguo, pero Johan Romeu, que se refiere a él, aparece en el más reciente, de ahí que en su opinión “poderá ser um autor tardiamente incluído nas compilações colectivas medievais”; a continuación acepta todos los planteamientos de Manuel Rodrigues Lapa33. Las ediciones recientes de documentos aportan una noticia sobre cuya utilidad resulta difícil pronunciarse: “Item ten Rica Martini, moller que fuy de Lopo Lias, as herdades et as casas et as uynas en Outeyro que teue Lopo Lias et de que se nos quitou a morte”34; el documento es de 1289 y se presenta como una relación de las “herdades que tenen do moesteiro de Santo Justo caualeyros”, sin ningún otro elemento que ayude a situar en el tiempo la figura del caballero Lopo Lías; su condición social es el único indicio positivo para su identificación y careciendo de más datos resulta difícil valorar esta noticia. Quizá convenga tener en cuenta, a fin de fijar mejor los aspectos onomásticos, la existencia de un obispo de Santiago llamado Petrus Lias o Helias, que con ambas formas aparece, muerto en 1149. Y aquí termina cuanto sabemos, conjeturamos o podemos relacionar con nuestro autor. Estoy de acuerdo con Silvio Pellegrini en que ninguno de los personajes citados en su obra es, en este momento, identificable, y que la abundancia de referencias a Galicia puede implicar su naturaleza gallega o, por lo menos, cierta familiaridad con aquel Reino. Respecto a la cantiga de Johan Romeu, dado que tanto en la rúbrica como en el texto se cita explícitamente a “Lopo Lians”, y dada la rareza del patronímico, podemos 31

Ibid. p. 9. En TAVANI-LANCIANI, Dicionário da Literatura Medieval Galega e Portuguesa, s. v. 33 A. R. DE OLIVEIRA, Depois do espectáculo trovadoresco. A estrutura dos cancioneiros peninsulares e as recolhas dos séc. XIII e XIV, primero tesis de doctorado de Coimbra, Universidad, 1992, después publicada con el mismo título en Lisboa, Colibrí-Faculdade de Letras, 1994, por donde cito, sección alfabética de los trovadores, s. v. 34 F. J. PÉREZ RODRÍGUEZ, Os documentos do tombo de Toxos Outos, Santiago de Compostela, Consello da Cultura Galega, 2004, documento 789, p. 699. 32

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aceptar que se refiere a él, por lo que han de ser coetáneos. Por otra parte, la posición de un trovador en una sección determinada de los cancioneros resulta un indicio apreciable de su cronología, pero nunca un criterio determinante: su sector más antiguo revela una estructura rígidamente tripartita, adaptada a los tres géneros de la escuela, y en cada sección los autores debieron sucederse cronológicamente; pero son numerosas las inserciones ajenas a estos criterios y perviven numerosos puntos de incertidumbre sobre cuya pertinencia no podemos precisar nada. Por otra parte, el uso de contracciones fonéticas poco frecuentes en la lengua literaria, tanto en los cancioneros profanos como en las Cantigas de Santa Maria, puede ser el resultado de una cronología tardía, pero puede revelar también el deseo de apartarse de la koiné literaria para acercarse a la lengua coloquial; dicho de otra manera, una adopción de prácticas fonéticas del sermo humilis que, en este período y en sus aspectos léxicos, es corriente en la sátira. Baste por ahora recordar el paralelismo con la más tardía poesia realistica de las ciudades italianas. Nos quedan las noticias relativas a la aparición antigua y moderna del apellido en la zona de Carballiño; desde luego no nos permiten afirmar nada ni sobre el origen geográfico del trovador ni sobre el lugar de su actuación literaria (sobre todo porque los topónimos que cita, a excepción de Orzelhon, no se insertan en esta zona) pero la coincidencia no ha de descartarse sin más y deberá ser tenida siempre en cuenta al abordar estos problemas. Dicho lo cual, no será ocioso volver sobre otro de los topónimos que Lapa tomó en consideración: “a referẽncia a Sevilha (cant. 254 [= Pellegrini V]), donde o Infante trouxera um brial de aparẽncia maravilhosa, presume naturalmente a Sevilha cristã, logo, um período posterior a 1248, ano da reconquista da cidade”35; quiero recordar que no es el único pasaje donde aparece esta prenda de vestir puesto que en otro lugar se nos afirma que Filhou-lh’o manto caente e talhou-lh’o en Benavente hun brial a mha senhor bela (II,12-15).

Al margen de estos versos, de sentido no inequívoco, resulta necesario recordar que, entre el brial y la silla de montar, Líans entreteje un notable 35

“O trovador D. Lopo Lias…”, p. 282.

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número de términos relativos a las telas y sus variedades (I: esteyra, ascari, brial, mangas, II: brial, manto caente, III: brial, manto, IV: brial, cendal, V: sela canterlada, brial, ascari, soçerj, XII: brial, ascari, canterllada, y quizá alguno más entre los múltiples términos oscuros que comparecen) dignos de un estudio detallado; para ello abundan instrumentos, hasta hoy no utilizados36, pero ahora queda fuera de nuestro objetivo. Sólo quiero recordar que, hasta el siglo XIII y aún más tarde, y muy en particular en la Península Ibérica, las telas más preciadas procedían del artesanado de AlAndalús; por tanto, una tela valiosa originaria de Sevilla pudiera remitir a la Sevilla islámica más que a la cristiana. Tampoco puede alegarse la expresión “aquel brial de Sevilha / que aduss’o infançon” (V,19-20) puesto que resultan innumerables los caballeros, incluso los magnates, que pusieron sus armas al servicio de los musulmanes de Al-Andalús, Mar37 ruecos e incluso Túnez . Volvamos ahora a la rúbrica que encabeza la sección de nuestro autor en los cancioneros: “Don Lopo Lia[n]s trobou a hunus cavaleirus de Lemus38; e eram quatro jrmanus e andavan sempre mal guysadus; e poren trobou-lhis estas cantigas”. Ya Pellegrini nos hizo ver que en ninguno de los textos se nos precisa que fueran cuatro; por otra parte ¿podemos creer a pies juntillas en lo que dice la rúbrica respecto a la procedencia de aquellos caballeros, “de Lemus”? El estudio de las vidas y razos nos ha enseñado que cuando contienen datos ajenos a los poemas comentados 39 suelen remontar a hechos ciertos o verosímiles pero la sofisticación de los 36

En la bibliografía de los últimos treinta años encuentro otras tantas fichas bibliográficas relativas al ámbito ibérico; pero no quiero extenderme a puntos que no son esenciales para nuestro argumento. 37 J. ALEMANY, “Milicias cristianas al servicio de los sultanes musulmanes del Almagreb”, Homenaje a F. Codera, Zaragoza, 1904, pp. 133-169, que usa datos de la cronística árabe; merece mención especial el caso del infante don Enrique, hermano de Alfonso X, que se puso al servicio del sultán de Túnez (véase el estado de la cuestión para este personaje en V. BERTOLUCCI,“Don Enrique / Don Arrigo: un infante di Castiglia tra storia e letteratura”, Alcanate, 4, 2004-2005, pp. 293-314). Más adelante veremos otros casos concretos muy relacionado con este episodio. 38 Lo que se entendía en la Édad Media por Lemos debía coincidir con lo que fue el antiguo estado señorial de este nombre en el sur de la actual provincia de Lugo, concretamente lo que hoy es el partido judicial de Lemos, en el valle de este nombre, limitando al Norte con el partido judicial de Sarria, al Este con el de Quiroga, al Oeste con el de Chantada y al Sur con la provincia de Orense (G. VÁZQUEZ, Historia de Monforte y su tierra de Lemos, Prólogo R. Otero Pedrayo, Monforte de Lemos, Ayuntamiento, 1990, pp. 35-36). 39 Véase la visión de conjunto de B. PANVINI, Le biografie provenzali. Valore e atten-

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escolios y rúbricas en los cancioneros provenzales está en las antípodas de 40 los galaico-portugueses . Dicho de otra manera, más general: ¿qué fiabilidad hemos de dar a la rúbrica? ¿Remonta al autor o es obra de un anotador poco informado, que se dejó llevar por el resto de los topónimos presentes en las composiciones o por alguna tradición de procedencia incierta? ¿Qué sucede si prescindimos de ella? En general, las rúbricas que acompañan los poemas de Lopo Líans dan en conjunto la impresión de estar glosando la letra de sus cantigas. Aunque las investigaciones de los últimos años no han aportado nada nuevo a Lopo Líans, sí podemos añadir nuevas precisiones relativas a los caballeros zevrões. Doña Carolina los imaginaba cabalgando bizarramente sobre cebras pero tras la exhaustiva investigación de Joaquim da Silveira sabemos que se trata en realidad de onagros o asnos salvajes, abundantes en aquella época en toda la Península Ibérica, apreciados y cazados por su carne y su piel, velocísimos e incluso domesticables y cabalgables41. Eran pues caballeros mal vestidos, peor equipados e igno a referẽncia a Sevilha rantes de los requisitos que la cortesía exigía en el trato con las damas, de ahí la inconveniencia del brial traído de Sevilla y regalado a la esposa de uno de ellos; los describe pues como infanzones de pésimo nivel lo cual no significa nada: este recurso fue utilizado profusamente por otros trovadores para ridiculizar a los magnates de la época42. dibilità, Firenze, Leo S. Olschki, 1952. 40 Apenas contamos con la edición de conjunto de X. C. LAGARES, E por esto fez este cantar. Sobre as rubricas explicativas dos cancioneiros profanos galego-portugueses, A Coruña, Laiovento, 1999 y el artículo de P. LORENZO, “Las Razos gallego-portuguesas”, Romania, 481-482, 2003, pp. 99-132, de carácter demasiado general para concretar estos problemas. 41 “Estudos sobre o vocabulário português (formas, sentidos, prosódia, origens). 8. Zevro, zebra”, Revista Portuguesa de Filologia, 2, 1948, pp. 220-247, que recogía trabajos anteriores como A. CASTRO, “La palabra zebro”, en Revista de Filología Española, 15, 1928, pp. 173-179. Véanse también las precisiones posteriores de K. BALDINGER, reseña a Santos Agero, Zebro ‘onagro’…, Madrid, 1947, en Zeitschrift für Romanische Philologie, 71, 1955, pp. 314-318 y de P. AEBISCHER, “Le zebro ‘âne sauvage’ de la Péninsule Ibérique et Brunetto Latini”, Boletim de Filologia, 16, 1956-1957, pp. 165-175, así como la historia del conocimiento en Europa de la auténtica cebra africana en M. COHEN, “Zebra, recora, hipptoigris. Aventures lexicales dans les langues romanes”, Romania, 76, 1955, pp. 145-182 y el artículo que le dedican J. COROMINAS, y J. A. PASCUAL, Diccionario crítico-etimológico castellano e hispánico, Madrid, Gredos, 1984-1991, s. v. ‘cebra’. 42 Véase por ejemplo mi “Tipos y temas trovadorescos. I. Xemeno de Aybar”, en Zeitschrift für Romanische Philologie, 104, 1988, pp. 46-60, “VI. García López de Alfaro y el ciclo de las hostilidades del Norte”, Estudios Románicos, IV, 1987-1989 Homenaje al

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Más complejo resulta decidir cuántos eran los zevrões ni de dónde pues nada de ello se nos dice en los numerosos poemas que les dedica, los doce primeros de su cancionero; tampoco podemos tomar al pie de la letra los nombres que se les dan, al menos de entrada: tenemos pruebas positivas de la tendencia de estas sátiras a disfrazar también la onomástica43. Pellegrini llamaba la atención sobre el hecho de que sólo se citan dos nombres: Ayras Moniz (XI,1) y “Ayras Louço” (VIII,16), “essendo molto improbabile l’omonimia di due fratelli viventi”44. No estoy tan seguro de que se llamaran así, ni siquiera de que al menos el segundo nombre se refiera a ninguno de ellos; la composición número VIII se mofa de uno de los zebrões, pues cabalga ahora sin aquella silla rengelhosa o ‘rechinante’ que delataba su presencia, a la que alude en casi todas las composiciones y de cuyo abandono se ocupa en la composición número IX: poys a sela non ouço (a que renger soýa ao lançar do touço) matar-mi-á hun dia ou ele ou Ayras Louço (VIII, vv. 12-16).

Si no leo mal, teme que ahora, acercándose sin hacer ruido, lo mate “o él (el zevron) o Ayras Louço” que sería, por tanto, una persona diversa. Sí parece llamarlo por su nombre (insisto: no sabemos si real o supuesto) en XI,1, que se dirige a un “Ayras Moniz o Zevron”. Incluso podríamos poner en duda que los zevrões sean siempre los mismos: podemos pensar en efecto que con este apelativo se refiere siempre a las mismas personas pero cabría pensar también en la presencia de un Leit motiv de carácter autorial, como el amor de lonh de Jaufré Rudel, el ciervo de Pero Meogo o la cita de un lugar de romería, tan característica de algunos de los trovadores galaico-portugueses; sin embargo, dado que en estas composiciones tiende a reiterar los mismos profesor Luis Rubio, vol. I, Universidad de Murcia, 1989, pp. 143-148 y “IV. Pero da Ponte y la rebelión de don Lope Díaz de Haro”, en Estudos portugueses. Homenagem a Luciana Stegagno Picchio, Lisboa, DIFEL, 1991, pp. 15-36, hoy refundidos en La corte de Babel. Lenguas, poética y política en la España del siglo XIII, Madrid, Gredos, 2005, pp. 140-164, así como el artículo citado en la nota siguiente. 43 El caso más claro lo puso de relieve E. GONÇALVES en su “De Roma atá Cidade”, en Per Via. Miscellanea di studi in onore di Giuseppe Tavani, ed. Ettore Finazzi Agrò, Roma, Bulzoni Editore, 1997, pp. 33-49. 44 “Il canzoniere di D. Lopo Lians”, p. 9.

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motivos (la silla rechinante, el brial regalado a la esposa) podemos aceptar que habla siempre del mismo grupo indeterminado de personas. En resumen: ante tanta incertidumbre, si queremos fijar el período de actuación de Lopo Líans, habremos de formular hipótesis más precisas utilizando los topónimos y algunos elementos de los que se ha prescindido en los estudios precedentes; este será el objetivo de las páginas que siguen. Empezaremos por la sátira de Johan Romeu, uno de cuyos datos no ha sido debidamente aprovechado: Loavan hun dia en Lugo [Elvira], Elvira Pérez, Elvira Padrona: todos diziam que era muy bona; e non tenh’eu que dizian mentira, ante tenho que dizian rrazon. E dom Lopo [Lians] i diss’enton: per bona fe, que iá x’el melhor ‘vira’. Ficou iá a dona muy ben-andante, ca a loarom quantus ali sijam e todos d’ela muy bem diziam; mays Lopo Lians, este, de constante, como foy senpre hun gran iogador, disse que ‘vira’ outra vez melhor, 45 quand’era moça em cas da ifante .

El texto viene acompañado del escolio (ya citado): “Esta cantiga de çima fez Johan Romeu, huun cavaleiro que morava en Lugo, a don Lopo Lians porque era çego d’huum olho”46. Si realmente Lopo Líans era ciego de un ojo nos hallamos ante una cantiga de escarnho, basada, como prescribe el Arte de trobar, en un equívoco: el malicioso Lopo Líans habría afirmado que la vio mejor en otra época, cuando sus dos ojos estaban en buenas condiciones; pero dado el tiempo pasado, resulta también verdad que doña Elvira había tenido tiempos mejores y su belleza ya no era tanta como decían sus adoradores. Esta vez, rúbrica y poema se complementan; pero observemos de cerca el último verso: “quand’era moça em cas da ifante”. Tiene razón Pellegrini cuando afirma que “né Elvira Pérez […] né l’infanta a cui allude 45

Cito según la edición de PELLEGRINI en su “Il canzoniere di D. Lopo Lians”, p. 5. Véanse las notas y aparato de PELLEGRINI, cuyas observaciones sobre la lectura del manuscrito comparto. 46

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l’ultimo verso sono, per ora almeno, identificabili”, como la tiene al recordar que identificar la tal Elvira Pérez con una soldadeira, como se ha hecho a menudo, es totalmente gratuito, y que más bien “si dovrà congetturare una damigella di compagnia o una dueña o un’incaricata di qualche man47 sione al servizio di una principessa reale” . Lapa no podía pasar por alto este dato pero lo puso al servicio de su interpretación localista, un poeta gallego que no había salido de su tierra, y de su datación tardía, de ahí que propusiera identificarla con “uma das filhas do rei D. Afonso X. Berenguela, sua filha primogénita, teve propriedades em Leão”48. Sin embargo, nadie ha reparado en la importancia que puede tener otro Leitmotiv omnipresente en su obra: la corte regia. Veamos estos pasajes el primero de los cuales corresponde a un lugar tan marcado como el estribillo: Da esteyra vermelha cantarey […] que iá lh’ogano rengeu ant’el Rey ao Zevron, e poys ante ssa esposa (I,5-6) O infançon […] Se for dant’el Rey (III,7-9) En este son de negrada hun cantar farey d’una sela canterllada que vj ant’el Rey (V,11-14) Sela aleyvosa, en mao dia te vi: por teu cantar iá Rodrigo perdi, riíu-ss’el Rey e mha esposa de mi (IX,1-3) Se m’el Rey dess’algo, iá m’iria pera mha terra [mui] de bon grado (XVII,1-2) que non trouxesse leyt’en cas d’el Rey (XVIII,8-9).

¿Hemos de hacer caso omiso de este motivo, seis veces repetido en dieciocho cantigas, que coincide con lo dicho en el texto de la cantiga de Johan 47 48

Ed. cit., p. 6. “O trovador D. Lopo Lias…”, p. 280.

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Romeu? ¿No conviene recordar que durante todo el siglo XIII los textos conservados nos remiten continuamente a las cortes de los reyes castellanos y portugueses? ¿No será Lopo Líans un trovador cercano a la Casa Real, al servicio de una infanta? Vayamos al que será el objeto central de esta investigación: el lugar de Orzelhon. Las menciones son tan variadas como equívocas y han dado lugar a una auténtica novelita erudita sobre una escuela de trovadores que, al parecer, allí habría florecido: Ben t’aiudaram d’Orzelhon quantus trobadores hy son a escarnir o infançon (III,19-21). A mj quer mal o infançon a muj gram tort’e sen razon, por trobadores d’Orzelhon que lhi cantam a seu brial (IV,1-4) como venderon dona Luzia en Orzelhon ora, n’outro dia (XVII,6-7)

¿Seguimos pensando en un trovador gallego de ámbito local y lo identificamos con el Orcellón orensano, o buscamos otra vía? ¿Tomamos todas estas informaciones al pie de la letra o aceptamos que está fabulando para mejor ridiculizar al supuesto infanzón o infanzones? Creo que resulta cuanto menos legítimo explorar cualquier camino que nos permita algo de luz en un asunto tan oscuro. Uno de los momentos más trascendentes para la historia de la Península Ibérica se produjo en 1217; en 1214 habían muerto Alfonso VIII y su esposa, Leonor Plantagenet, dejando como heredero a un niño de once años, Enrique I, bajo la tutela de su hermana la infanta Berenguela; ésta se había casado con Alfonso IX de León, del que hubo de separarse por consanguinidad en grado prohibido tras engendrar los infantes Fernando y Alfonso de Molina; de resultas de este matrimonio, recibía de los cronistas el título real. Las intrigas de los Lara, que habían ejercido la mayor influencia en el período precedente, la obligaron a cederles la persona del Rey y, a continuación, la administración del Reino, hasta el punto de que ella y los nobles que la apoyaban (Téllez, Girón, Haro, Mendoza, Villamayor, Guzmán y Cameros) hubieron de refugiarse en las forta-

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lezas de Autillo y Cisneros, junto con Leonor, infanta hermana de Beren49 guela y Enrique I . Enfrente tenía a los tres hermanos Álvaro, Fernando y Gonzalo Núñez de Lara, hijos de Nuño Pérez de Lara (que había muerto en el sitio de Cuenca, en 1177) y de la gallega Teresa Fernández de Traba50. Los dos primeros ostentaron el título condal en Castilla y gobernaron extensas tenencias, concentradas en su mayoría en Castilla la Vieja entre el Duero, el Ebro y el Esla51; Gonzalo ejerció su carrera política en León y gobernó buen número de tenencias al norte del Duero y en Galicia, entre ellas las de Montenegro, Moterroso, Trastámara y Sarria, tradicionalmente vinculadas a la materna casa de Traba, pero también la de Lemos52. Los tres tenían bienes en Galicia, heredados de su madre. Los dos condes castellanos, que relegando a los Haro habían concentrado el mayor poder durante el reinado de Alfonso VIII, se apoderaron de la regencia, la persona de Enrique I y todos los asuntos del gobierno, hasta el punto de que “la noble reina y sus nobles […] no sabían qué hacer, pues no podían atacar a un ejército en el que se hallaba el rey ni soportar las afrentas que se les hacían. Por ello determinaron de común acuerdo devolverle al rey su tierra y aguardar el socorro del cielo” según expresión de Rodrigo Jiménez de Rada53 (ferviente partidario de Dª 49

Para la reconstrucción de este período véase el estado de la cuestión de GONZÁLEZ, Fernando III, especialmente vol. I, pp. 242-247. Véase también su Alfonso IX, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1944, pp. 171-186. 50 Se trata de una de las familias mejor estudiadas de la nobleza española; entre los genealogistas antiguos véanse L. ARGOTE DE MOLINA, Nobleza del Andaluzía, Sevilla, 1588, facsímil de New York, Georg Olms Verlag, 1975, ff. 53-55 y el inigualable L. DE SALAZAR Y CASTRO, Historia genealógica de la Casa de Lara, Madrid, Imprenta Real, 1696-1697, 4 tomos, hoy en edición facsimilar en seis volúmenes, Acedo (Navarra), Wilsen Editorial, 1988, libros XVI,i,9, XVI,iv,10, XVI,viii,10 y XVII,i,10. Entre los historiadores modernos, resulta imprescindible por su sagaz interpretación y por el material cartográfico que lo acompaña el libro de S. R. DOUBLEDAY, The Lara Family. Crown and Nobility in Medieval Spain, Cambrige, Mass, Harvard University Press, 2002 (véase también su “Aristocracia y monarquía en los reinos de Castilla y León: el caso de la familia Lara”, Hispania. Revista Española de Historia, 61, 2001, pp. 999-1016) aunque la mayor acumulación de datos es la de GONZÁLEZ, Reinado y diplomas de Fernando III, vol. I, pp. 145-150. 51 DOUBLEDAY, The Lara Family, mapas 10 y 11. 52 Ibid. mapa 9; la enumeración de su patrimonio encabeza siempre el título que a cada uno dedica Salazar y Castro. 53 Uso la Historia de los hechos de España, edición, introducción, traducción e índices por J. FERNÁNDEZ VALVERDE, col. Historia Alianza Universidad, 587, Madrid, Alianza

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Berenguela). En este momento murió accidentalmente Enrique I54 y Berenguela, en un alarde de astucia y habilidad, sacó con engaños de León a su hijo Fernando y se hizo coronar conjuntamente con él; a la muerte de su padre, Alfonso IX de León, Fernando III consumaría la unión definitiva de ambos reinos y la hegemonía castellana en la Península Ibérica, pero esta es otra historia. Centrémonos ahora en los hechos clave de la sucesión en Castilla, entre la muerte del Rey en Palencia el 6 de junio 1217, la coronación conjunta de Berenguela y Fernando el 2 de julio en Valladolid y el 30 de enero de 1218 en que Fernando Núñez de Lara, habiéndose rendido al nuevo Rey, empieza a figurar en los documentos entre los hombres de su séquito. En estos seis meses la fortuna giró su rueda derribando a los Lara. El movimiento más importante fue el reconocimiento de las ciudades cuyos procuradores se habían congregado en Segovia; incitados a desplazarse a Valladolid, allí aceptaron a la Reina y su hijo, permitiendo la coronación. Quedaban entonces dos problemas fundamentales: la actitud de Alfonso IX de León y la sumisión de los Lara, a quienes se había denegado su propuesta de reconocer al nuevo Rey asumiendo ellos la regencia; don Álvaro se convirtió en mayordomo de León a cambio a prometer la corona de Castilla a Alfonso IX, que entró con sus tropas y bordeó Valladolid y Palencia (el 11 de julio estaba en Calabazanos)55 hasta Burgos, pero esta ciudad había sido reforzada por Lope Díaz de Haro y no pudo tomarla. A continuación regresó a León y, al parecer, se desentendió de Castilla. Entonces, los nuevos Reyes enterraron solemnemente a Enrique I en Las Huelgas y atacaron las fortalezas de los Lara. El 20 de septiembre, por una imprudencia, don Álvaro fue apresado junto a Herrera y hubo de pactar su sumisión y entregar sus castillos; es más, se comprometió a colaborar con cien caballeros en la recuperación de las fortalezas fieles a su hermano Fernando, que estaba aún en rebeldía. Todo este proceso tuvo Editorial, 1989, p. 335. Puede verse también su edición de la versión original latina, Historia de Rebus Hispaniae sive Historia Gothica, Corpus Christianorum. Continuatio Mediaevalis. Continuatio Mediaevalis, 72, Turnhout, 1987. 54 El relato de su muerte en todas las fuentes antiguas fue recogido por M. TORRES LÓPEZ en “Sobre la muerte de Enrique I de Castilla”, en los Estudios en homenaje a Don Claudio Sánchez Albornoz en sus noventa años, Anexos de los Cuadernos de Historia de España, Buenos Aires, 1983, vol. II, pp. 469-487. Los resultados de una autopsia a sus restos fueron publicados por V. ESCRIBANO GARCÍA, La calavera de Enrique I de Castilla, Burgos, Imprenta Provincial, s. a. (c. 1950). 55 GONZÁLEZ, Alfonso IX, p. 180 publica un utilísimo mapa de la campaña y del itinerario de Berenguela y Fernando.

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lugar en Valladolid, entre la segunda quincena de octubre y la primera de 56 noviembre ; el 26 de este mes, Alfonso IX y Fernando III firmaron una tregua reconociéndose la libre posesión de sus respectivos reinos. Los Lara quedaan, por tanto, entregados a sus propias y ya mermadas fuerzas. Sólo faltaba de hecho la sumisión de don Fernando, que se había hecho fuerte en “Castro Soriz et Orzeion […] duo castra comes Fernandus […] tenebat” según expresión de la Crónica latina de los Reyes de Castilla57. Cuando las tropas reales pusieron sitio a Castrojeriz, el conde capituló; como decíamos, el 30 de enero de 1218, al parecer reconciliado con el Rey, confirma ya documentos entre los magnates de su séquito. Hasta aquí hemos seguido a Julio González, que traza su narración a partir de la Crónica latina compaginada con el itinerario regio y la sucesión de los documentos conservados. La traducción gallega de la Crónica General y de la Crónica de Castilla da una versión algo distinta, más compleja, dramática y detallada: Et, depoys que o conde [don Álvaro] foy fora da priiom, fezo guerra al rrey de Ualdenebro, coydando cobrar o que perdera. Et o conde dõ Fernando, seu yrmão, veẽose para a merçee del rrey. Et el rrey fezolle muy grã merçee; mays logo a pouco tempo se perdeu cõ el rrey, muy grande sua culpa; et quiserasse alcar cõ Castro. Mays soubeo el rey et trasnoytou sobre el et amaneeçeu y et pose o castelo en recado. Et foysse para Vilaycã, que era do conde, et entroa logo, et deua a dõ Lopo Diaz. Et el rrey adoeçeu en Castro et enviou o jnfante dõ Afonso, seu yrmão, a Paredes et a Bezerril, que erã don conde dõ Fernando. Et deribou os castelos ata o astrego. Et o conde alçousse ẽno castelo de Orzeiõ; et çercoo et ouue a dar o castelo, por tal preytesia que o posesem en saluo fora da terra. Et leixou a moller e os fillos en guarda al rrey et foysse para Marrocos. Et n[ũ]ca ia mays tornou a 58 Castela .

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La estancia de los reyes en esta ciudad está documentada desde el 13 de octubre al 7 de noviembre según GONZÁLEZ, Fernando III, vol. I, p. 243. 57 Cito según la edición y traducción de L. CHARLO BREA, Cádiz, Universidad, 1984, p. 57, nuevamente publicada en Madrid, Akal, 1999. 58 Cito según R. LORENZO, La traducción gallega de la ‘Crónica general’ y de la ‘Crónica de Castilla’, Orense, Instituto Padre Feijóo, 1975, vol. I, §528, p. 775.

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El relato no sólo es más circunstanciado, sino que concuerda mejor con el patetismo que pudo tener la toma de Orcellón, último episodio de la guerra civil y último escollo en la subida al trono de Fernando y Berenguela. Lo curioso del caso es que, en lo esencial, coincide con el de Jiménez de Rada, excepto en el hecho de que éste sitúa la caída de Orcejón en el primer episodio de la sublevación, no en el segundo; por otra parte, este autor explicita que también en el segundo caso hubo hostilidades entre León y Castilla, con entrada de ejércitos de cada reino 59 en el territorio del vecino . Según estas fuentes, por tanto, tras una primera rendición de los condes hubo una segunda y definitiva sublevación, siempre con intervención leonesa: resulta posible si pensamos que la paz definitiva con Alfonso IX no se alcanzó hasta agosto de 1218, medio año después de la fecha en que don Fernando de Lara reaparece en los diplomas reales; sin embargo, éste confirma documentos de Fernando III durante todo el año 1218 hasta su exilio: si hubo dos fases en la sublevación ambas debieron darse en la segunda mitad de 1217. Por otra parte, dado el aspecto confuso de las guerras de entonces, con sitios de fortalezas dispersas, alianzas y cambios constantes de partido entre combatientes que, a la vez, estaban emparentados, bien pudo haber sucedido así, y haber simplificado los hechos la Crónica latina. Sólo queda decir que don Álvaro Núñez de Lara murió al poco de su derrota; como luego veremos, sus hermanos no tuvieron tanta suerte. Uno de los problemas que plantea esta secuencia de los hechos es la situación de la fortaleza de Orcejón, topónimo hoy inexistente60. Hubo de tener notable importancia pues en 1170 figuró entre las arras concedidas por Alfonso VIII a su esposa Leonor Plantagenet61, y apareció nuevamente en la dote que se pactó en 1188 para Berenguela con ocasión de su fallido matrimonio con Conrado, hijo de Federico I de Alemania62. En la documentación de este período encontramos indiferentemente las for63 mas Ordejón y Orcejón , aunque en la toponimia moderna sólo pervive el 59

JIMÉNEZ DE RADA, Historia de los hechos de España, p. 340 y 340. Sólo he podido encontrar una referencia a un Orcejón, hoy despoblado, en la sierra de la Culebra, municipio de Ferreras de Abajo, entre este municipio y el de Bercianos de Valverde, al oeste de Benavente, en lo que entonces era reino de León; véase Nuestra Tierra, nº 3, en www.alistetabaraalba.org. 61 GONZÁLEZ, El reino de castilla en la época de Alfonso VIII, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1960, vol. I, p. 189 nota 173. 62 Ibid. documento nº 499. 63 Véase el índice toponímico de GONZÁLEZ, Alfonso VIII. 60

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primero. Por su parte, Salazar y Castro, sin más explicaciones, cita “Arcejón” entre los lugares que integraban el patrimonio personal de D. Fernando64 (no entre las tenencias dadas por el Rey). Pascual Madoz65 registra un Ordejón en la provincia de Burgos, partido judicial de Villarcayo, al noreste de Aguilar de Campóo y cercano a Medina del Pomar, que a mediados del siglo XIX tenía ocho casas, más Ordejón de Arriba y Ordejón de Abajo66, denominados conjuntamente Los Ordejones (entonces con ayuntamiento propio) en el partido judicial de Villadiego y en el valle del Mena, siempre en la provincia de Burgos, al sureste de Aguilar de Campóo67. De entre los lugares de este nombre que figuran en la documentación del reinado de Alfonso VIII es posible identificar con estos últimos un Orcejón situado entre Terradillos y Valcárcel68; sin embargo, me ha resultado imposible fijar la posición de otro Orcejón 69 que tenía un monasterio dedicado a San Juan . Creo sin embargo que hemos de mirar hacia otro lugar, no demasiado alejado de estos: Madoz describe asimismo un arciprestazgo de Ordejón, en la diócesis de Palencia y partido judicial de Cervera de Río Pisuerga, que integraba los lugares de Santa María de Redondo, Herrezuela, San Felices, San Juan de Redondo, Bergaño, San Cebrián, Mudá, Vallespino de Rueda, Rueda Quintana, Barcenilla, Salinas de Pisuerga, Barrio de Santa María, Barrio de San Pedro, Foldada y Quintanilla de 70 Berzosa . Su nombre no corresponde con el de ninguna de estas poblaciones por lo que, dado el conservadurismo de las demarcaciones eclesiásticas, habremos de juzgar que coincide con el de un distrito antiguo cuyo núcleo desapareció. Por otra parte, su interés estratégico es muy 64 65

Casa de Lara, XVI,iv,10. Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar,

s. v. 66

Aquí es donde sitúa E. COOPER, Castillos señoriales en la Corona de Castilla, Salamanca, Junta de Castilla y León-Consejería de Cultura y Turismo, 1991, 4 vol. (hubo una primera edición Madrid, Fundación Universitaria Española, 1980-1981, en dos volúmenes) un antiguo castillo ya desaparecido en tiempos de los Reyes Católicos, de cuyo término dispusieron en 1498; véase vol. II, documento nº 25, y el índice toponímico para la identificación. Dado que la orden va comunicada al concejo de Burgos y lo sitúa en la merindad de Villadiego, nos encontramos sin lugar a dudas en el entorno de los modernos Ordejón. 67 Que es donde sitúa DOUBLEDAY sitúa la que él considera tenencia de Ordejón. 68 GONZÁLEZ, Alfonso VIII, vol. I, p. 544 y documentos 127 y 228. 69 GONZÁLEZ, Alfonso VIII, doc. 431. 70 Diccionario geográfico-estadístico-histórico, s. v.

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superior al de los otros Ordejón/Orcejón hoy existentes (en la zona de Burgos, lejos de las fronteras del reino) pues están situados entre Aguilar de Campóo y Cervera de Pisuerga, al oeste de los cuales pasaba entonces la frontera entre los reinos de León y Castilla71. Una tenencia poderosa y fronteriza, en manos de uno de los hermanos Lara, siempre aliados con el rey leonés (a quien servía el tercer hermano, Gonzalo) que, a su vez, pretendía la corona castellana había de ser un peligro evidente y demasiado serio, de ahí su mención explícita en las crónicas. Las cosas habían de cambiar rápidamente: la Primera Crónica General, a pesar de seguir en su exposición a Rodrigo Jiménez de Rada, incurre en un curioso cambio de denominación: “Et estos otros castiellos: Castroxeriz et Monçon, tenie el conde don Fernando”72. Dado que ha de referirse forzosamente a Monzón de Campos, situado algo más al Sur y 73 sede de poderosas fortalezas precisamente cuando desaparece toda referencia al antaño poderoso Orcejón, podemos interpretar que la sede militar de esta zona de la antigua frontera leonesa había cambiado de uno a otro lugar y quizá se había perdido ya el recuerdo de la antigua. En este contexto de imprecisión onomástica en los documentos antiguos tampoco puede extrañar que la Traducción gallega de la Primera Crónica General llame “Orzeion” al “Orzelhon” de Lopo Líans; esperaríamos que “Orcejón” fuera adaptado como “Orcelhón” u “Orcellón” y viceversa, pero siendo producto de evoluciones fonológicas paralelas en gallego-portugués y castellano, la alternancia de estos fonemas es frecuente en los procesos de interferencia o adaptación fonética entre ambas lenguas74. 71

Cotéjese con el mapa antiguo de Castilla y la frontera leonesa que publicó GONZÁLEZ en su Alfonso VIII, encartado entre las pp. 72-73. Quizá sea éste el Orcejón mencionado en las arras de la reina doña Leonor, pues aparece la relación “Amaya, Orcejón, Urval, Palencia del Conde, Astudillo, Carrión…” (Ibid. vol. I, p. 189 nota 173, previamente citado) pero la cercanía entre unos y otros Ordejones impide precisar a partir de datos tan genéricos. 72 Primera crónica general de España que mandó componer Alfonso el Sabio y se continuaba bajo Sancho IV en 1289, publicada por R. MENÉNDEZ PIDAL, Madrid, Editorial Gredos-Seminario Menéndez Pidal, 1955 §1032. 73 MADOZ, Diccionario, s. v. lo describe “en una superficie llana dominada al N. y E. de 2 colinas, sobre las que se hallan las fortalezas el cast. y el Castellón”. Hay noticia documental de otro castillo de Monzón que los Reyes Católicos habían mandado derribar, pero estaba en el término de Zamora, a cuyos vecinos va dirigida la carta regia de enero de 1475 publicada por COOPER, Castillos señoriales en la Corona de Castilla, vol. II, documento nº 80; el autor dice tratarse de un actual descampado en el término de Aspariegos, situado unos 20 Km. al Norte de Zamora. 74 Me refiero al resultado de las evoluciones coincidentes de los grupos consonánticos

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Se me perdonará esta larga exposición, pero cuando los textos literarios contienen pocos datos y éstos resultan equívocos no tenemos más opción que acumular y precisar los referentes con los que procuramos enlazarlos. Tenemos por una parte un trovador, Lopo Líans, relacionado con la casa real, que estuvo al servicio de una Infanta y canta hechos pintorescos relativos a un Orzelhon donde unos misteriosos hermanos zevrões (no menos de dos) recibieron reveses de los que se hacen eco los trovadores; por otra parte, una infanta, Berenguela de Castilla (en cuyo bando militaba su hermana la infanta Leonor), que se apodera de la corona tras derrotar definitivamente en Orcejón/Ordejón a los tres hermanos Lara. No creo que podamos atribuir la semejanza a pura coincidencia cuando este tipo de sátira, aparentemente personal pero con trasfondo político, es tan frecuente en la escuela galaico-portuguesa. Pero podemos espigar alguna semejanza más. Para empezar, quizá sea bueno discriminar quiénes y cuáles fueron los zevrões; como notaba Pellegrini, sólo tenemos asegurada la presencia de dos facinerosos, el que regaló el brial a su mujer y el otro, al que le crujía la silla de montar: Ey eu ao infançon e a seu brial trégoa, ca mh’a pedia, e ao outro Zevron a que reng’o selegon (XII, 22-26)

Entre los episodios que salpimentaron las relaciones de Berenguela con Álvaro de Lara durante la minoridad de Enrique I estuvieron los mensajes secretos: aquélla había enviado un emisario a Enrique pero fue interceptado por el tutor, que lo acusó de llevar una carta con instrucciones para matar al Rey y lo ejecutó; a continuación, Enrique envió a su hermana a Rodrigo González de Valverde, pero fue interceptado por los partidarios 75 de Álvaro y encarcelado . Por su parte, Lopo Líans hace escarnio de que Os Zevrões foron buscar Rodrigo polo matar;

LY, C’L y G’L, que divergen en gallego-portugués y castellano (R. MENÉNDEZ PIDAL, Manual de gramática histórica española, primera edición de Madrid, 1904, que cito por la décimotercera edición de Madrid, Espasa-Calpe, S. A., 1968, §53,6 y §57,2). 75 JIMÉNEZ DE RADA, Historia de los hechos de España, cap. III, p. 334 y Primera crónica general, §1027.

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mays ouvyu-lhes el cantar as selas, por que guariu (VII,1-4). “Sela aleyvosa, en mao dia te vi: por teu cantar iá Rodrigo perdi, riíu-ss’el Rey e mha esposa de mi” (IX,1-3).

¿Sería Álvaro, el zevron al que crujía o chirriaba la silla cuando perseguía a Rodrigo González? ¿O puede aludir a Rodrigo Girón, que habiendo ido como embajador a León vio sus tierras atacadas por los Lara?76. Ciertamente, la coincidencia onomástica, en situaciones tan imprecisas, no basta para afirmar que nos hallemos ante el mismo caso. Más cercana a los hechos conocidos parece la historia del brial: Enmentar quer’eu do brial que o infançon por Natal deu a-ssa mulher; e fez mal: a gram trayçom a matou, que lhi no ianeyro talhou brial e l’ho manto levou. […] Ben t’aiudaram d’Orzelhon quantus trobadores hy son a escarnir o infançon (III,1-6 y 19-21).

El poema anterior contiene alguna otra especificación que me resulta imposible interpretar: Tercer dia ante Natal de Lecia lhi foy dar hun brial a mha senhor bela; e ao Zevron renge-lh’a sela. […] Filhou-lh’o manto caente e talhou-lh’o en Benavente hun brial a mha senhor bela (II,1-4 y 13-15). 76

GONZÁLEZ, Alfonso IX, p. 173.

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Considero procedente recordar que la revuelta de don Fernando Núñez de Lara fue sofocada entre diciembre de 1217 y enero de 1218, aunque ni soy capaz de encontrar un sentido al supuesto nombre propio Lecia (quizá mejor Luzia, como en XVII,6) ni a Benavente; la esposa de Fernando se llamaba Mayor y el único topónimo leonés que aparece involucrado en estos conflictos es Toro, algo más al Sur. Queda por fin la cantiga XVI: ‘Scudeyro, pus armas queredes, dized’ora con quen comedes’ ‘Don Fernando, comer mj-éi sol, ca assy fez sempre meu avol’

La identidad onomástica nos induce a pensar otra vez en Fernando Núñez de Lara, aunque, como sabemos, este no es indicio seguro; pero viene reforzada por otras coincidencias en diversos poemas del mismo autor, por lo que tampoco podemos dejarlo de lado. Si se acepta que los zevrões son los Lara, este no puede ser otro que Fernando Núñez de Lara; no olvidemos al respecto que una rúbrica relaciona los zevrões con Lemos, donde fue tenente Gonzalo Núñez de Lara. A fin de subrayar la coherencia de este ciclo, resulta interesante constatar que las cantigas en cuyo texto aparecen los lugares de las Rías Bajas, unidas por la mención de un don Corral (XIV y XV), no hagan referencia ni a los zevrões ni a Orzelhon (I-XII y XVII); dada la tendencia del trovador a formar prietos conjuntos de motivos altamente repetitivos en un mismo ciclo, pueden dar la impresión de tratarse de momentos distintos de su vida poética. Por otra parte, en el ciclo de las Rías Bajas nada se nos dice ni de la corte ni del Rey ni de la infanta a la que sirvió, resultando por tanto ajeno al que he abordado en esta investigación. Aunque a la luz de estos datos el Orzelhon al que se refiere el trovador sea probablemente el castellano, el patronímico y el ciclo de las Rías Bajas dan todavía indicios sólidos a favor de su naturaleza gallega o de su vinculación con Galicia; por el contrario, lo que emerge en esta investigación es la imagen de un trovador vinculado a la corte, que satiriza violentamente personajes de alcurnia enfrentados al Rey. Si se acepta mi interpretación para este haz de coincidencias, el retrato de Lopo Líans gana relieve y se nos vuelve más concreto y familiar. Pero pasemos al punto de vista metodológico, el que más nos interesa en esta investigación. Siguiendo la descripción de lo que, según el Ar-

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te de trobar, corresponde a una cantiga de escarnho, las menciones onomásticas de Lopo Líans son equívocas, incluso falaces: no coinciden con los hechos y personajes a quienes alude el autor sino que crean un mundo referencial ambiguo, plagado de falsos indicios (los infanzones, quién sabe si también los antropónimos) que pudieron ser transparentes para un público próximo e inmediato al que sus alusiones resultaban familiares, un público que estaba en condiciones de interpretar correctamente la intención del autor y valorar la gracia de los equívocos; pero resultan absurdamente crípticas para nosotros y fuente de interpretaciones difíciles, dudosas e inseguras. Los textos de Lopo Líans, fuera de su contexto original no son fácilmente interpretables; cualquier intento hermenéutico ha de partir de los escasos indicios reconocibles y reconstruir pacientemente, acumulando masas de información, el momento y el entorno en que pudieron ser creados. Sólo así conseguiremos una aproximación mínimamente válida a su sentido originario. Este tipo de lenguaje corresponde con las características que los estudiosos atribuyen hoy a la expresión oral; la explicitación de las interpretaciones deseadas por el autor, característica esencial de la lengua escrita y, en particular, de la prosa científica moderna, está totalmente ausente de estos poemas, como lo está también de las sátiras compuestas en el Norte de Italia, durante el Trecento y el Quattrocento, por los poetas de la escuela realística. Como ellos, recurre a una prosodia coloquial, rica en formas ajenas a la tradición trovadoresca y letrada, ridiculiza minimizando su rol social a personajes cuya proximidad a la Corte nos permite suponer de condición alta, parodia extensamente los tópicos de la poesía elevada pero también la oral (la malcasada, el obsequio del brial) y acude a lo que solemos conocer como cultura carnavalesca: el torneo ridículo, las sillas rechinantes, la cabalgada sobre onagros o yeguas, la muerte de la dama por un resfriado, la comida en soledad… Es este prieto conjunto de rasgos el que llama poderosamente la atención del estudioso moderno sobre un trovador que usó como ningún otro, en intensidad y en eficacia, elementos que, sin embargo, uno por uno, son todos corrientes en su escuela. Lo que permite destacarlo sobre este fondo es, sencillamente, su apego a las fórmulas de la literatura oral; pero este es también el mayor escollo para el investigador, que sólo tiene a su alcance los productos de la cultura formal y escrita de su época; entre lo que dice el poeta y lo que dicen los documentos, las crónicas y las memorias del tiempo existe la distancia abismal que separa el mundo de la oralidad de los procedimientos, mucho más formalizados, de la cultura escrita.

2. La sátira equívoca de Rustico Filippi. En las páginas que preceden hemos podido observar la presencia de una serie de recursos propios del estilo bajo o cómico en la sátira política de Lopo Líans, un autor relativamente temprano en términos absolutos y relativos: lo datamos en el primer cuarto del siglo XIII, cuando la escuela occitana ha llegado a su madurez, y resulta coetáneo de la aparición de la escuela siciliana y de la primitiva creación lírica en el Norte de Italia. Tradicionalmente se viene contraponiendo este tipo de sátira a las propuestas en lenguaje elevado de la tradición occitana, mientras que se las suele considerar emparentadas con la práctica de los poetas cómicorealistas que operaron en el norte de Italia desde mediados del siglo XIII, concretamente desde la aparición de Rustico Filippi. En uno de los estudios más completos sobre su escuela, Franco Suitner proponía “che la suggestione provenzale è stata determinante per la nascita del linguaggio satirico, della caricatura personale italiana”77; desde mi punto de vista, este arquetipo es más profundo, procede de las capas más antiguas y generalizadas del trasfondo de la lírica trovadoresca y fueron, muy al contrario, los trovadores provenzales los que rompieron con él. Creo que la lírica galaico-portuguesa y la italiana conservaron un estrato poético arcaizante, todavía vivo en ciertos sectores de los trovadores occitanos del siglo XII: en la sátira moral de Marcabrú y la aristocrática de Guilhem de Berguedan. Como en el caso anterior, trataré de demostrar que las formas retóricas de la sátira personal en Rustico Filippi quizá no se limiten a la censura de personajes, tipos o costumbres, sino que pueden cubrir un espectro más amplio del que no han de excluirse los contenidos morales o políticos. Como recuerda este mismo autor, “per la poesia medievale italiana non abbondano certamente gli studi che tengano del debito conto l’am77

La poesia satirica e giocosa nell’età dei comuni, Padova, Editrice Antenore, 1983, p. 82. Todo el capítulo está construido sobre esta hipótesis.

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biente di fioritura e di sviluppo”78. Para Rustico Filippi, se han señalado tres sonetos de ambiente inequívocamente gibelino y explícitamente antigüelfo, “A voi, che ve ne andaste con paura”, “Fastel messer, fastidio della cazza” y “A voi, messer Jacopo comare”79. Los dos últimos se interpretan como sátiras personales contra un Iacopo (da Leona?)80 al que el poeta relaciona oscuramente con un Fastel; es el segundo soneto, encabezado por la invocación a este personaje, el que introduce la mención explícita a las controversias políticas de la Florencia coetánea: “Fastel […] dibassa i ghebellini a dismisura […] ond’io’l ti fo saper […] che’ a 81 man vegni de’ tuo’ nemici guelfi” . Pero el texto ni siquiera explicita las acusaciones contra ambos personajes, que bien pueden tener, como propone su última editora, un intenso contenido erótico. El problema es saber si los defectos privados contra los que carga el poeta son el blanco de su sátira o si, como sucede en Lopo Líans, existe tras esta parafernalia, evidentemente cómica y críptica, una intención distinta, quizá política como los versos citados parecen sugerir. La vinculación de Rustico Filippi al partido gibelino de Florencia está sólidamente fundamentada en el primero de los sonetos citados, “A voi, che ve ne andaste con paura”82; al decir de su última editora, es “l’unico componimento politico – o ritenuto tale – di Rustico ghibellino”83 como resulta evidente (a pesar de las dificultades del lenguaje) tanto por la situación que plantea en el comienzo 78

Ibid. p. 148, que debe compararse con la pobreza de este tipo de datos en el libro de conjunto más reciente de P. ORVIETO Y L. BRESTOLINI, La poesia comico-realistica. Dalle origini al Cinquecento, Roma, Carocci Editore, 2000, y en la edición de Rustico Filippi de S. BUZZETTI GALLARATI, Sonetti satirici e giocosi, Roma, Carocci, 2005, la parte fundamental de cuya información historiográfica procede de la edición de V. FEDERICI, Le rime di Rustico di Filippo rimatore fiorentino del secolo XIII, Bergamo, Istituto Italiano d’Arti Grafiche, 1899. Si no hay indicación en contra, citaré los textos de este autor según la edición de BUZZETTI GALLARATI. 79 Véase L. RUSSO, Ritratti e disegni storici. Serie Terza. Studi sul Due e Trecento, Bari, Gius. Laterza & Figli, 1951, pp. 185-190, especialmente p. 185; véase también el cuadro sumario, pero todavía vigente para este poeta, que trazó ya V. CIAN, Storia dei generi letterari italiani. La satira. I. Dal Medioevo al Pontano. II. Dall’Ariosto al Chiabrera, Milano, Francesco Vallardi, s. a. (1ª ed. 1923), vol. 1, pp. 135-138. 80 Así lo propone L. ROSSI, “I sonetti di Jacopo da Leona”, en Il genere «Tenzone» nelle letterature romanze delle Origini, a cura di M. Pedroni e A. Stauble, Ravenna, Longo Editore, 1999, pp. 111-132. 81 BUZZETTI GALLARATI, Sonetti satirici e giocosi, nº XIII y XVIII. 82 Ibid. nº X. 83 Ibid. p. 131.

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A voi, che ve ne andaste per paura: sicuramente potete tornare…

como por las menciones a personajes de fácil identificación en los tercetos: Ma so bene, se Carlo fosse morto, che voi ci trovereste ancor cagione; però del Papa nonn-ho gran conforto…

Según quedó establecido desde la edición de Vincenzo Federici84, los que se fueron por miedo son los güelfos: exiliados de Florencia (y no sólo por miedo: el autor olvida quizá voluntariamente las ejecuciones, las proscripciones y las confiscaciones de bienes dictadas por la facción gibelina triunfante) tras el descalabro de Montaperti el 4 de septiembre de 1260, volvieron al poder tras la derrota y muerte de Manfredi por Carlos de Anjou en Benevento el 26 de febrero de 1266 o, más exactamente (tras un interregno causado por las dificultades de Carlos en Nápoles) con la llegada de las tropas francesas ante la ciudad el 17 de abril de 1267; siempre por supuesto mediante la acción diplomática y política del Papa (a la sazón Clemente IV), que consiguió por fin el largo sueño de expulsar de Italia a la casa imperial de los Staufen. Sobre esta base, propondré hoy un trasfondo político a otros tres de sus sonetos, relacionados por los problemas que abordan y por los personajes que citan: “Poi che guerito son de le mascelle”, “Buono inconincio, ancora fosse veglio” e “Il giorno avesse io mille marchi d’oro”85; los tres contienen referencias históricas atendibles y concomitantes86 y nos han 84

FEDERICI, Le rime di Rustico di Filippo, p. 46, notas al soneto XXXIX. BUZZETTI GALLARATI, Sonetti satirici e giocosi, nº XXV-XXVII. 86 Una interpretación completamente diversa (pero complementaria a mi parecer, pues desarrolla las posibilidades satíricas de los sonetos) es la de BUZZETTI GALLARATI, que encuentra equívocos sexuales en su onomástica y su vocabulario; véase la anotación de su edición, que sintetiza investigaciones precedentes y, muy en particular, su “Alle origini di un linguaggio: la poesia satirica di Rustico Filippi (II)”, Medioevo Romanzo, 25, 2001, 82113, especialmente pp. 97-100. Previamente había dedicado ya un análisis de la ambigüedad y la interferencia registral como base de la poética de Rustico y de este ciclo en particular (“Sull’organizzazione del discorso comico nella produzione giocosa di Rustico Filippi”, Medioevo Romanzo, 9, 1984, pp. 189-214 especialmente p. 201); véanse al respecto las sugerentes propuestas teóricas de L. ROSSI, “Comico e burlesco nelle letterature romanze dei secoli XI-XIII”, en Testi, generi e tradizioni nella Romania medievale. Atti del VI convegno della Società Italiana di Filologia Romanza, Studi Mediolatini e Volgari, 47, 2001, pp. 33-55, que ha aplicado esta clave interpretativa a numerosos textos 85

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llegado en un bloque en el único testimonio del Rustico cómico, el 87 cancionero manuscrito Vaticano Latino 3793 . Empezaremos por el último, que contiene mayor número de referencias identificables y rentables para nuestro propósito: Il giorno avesse io mille marchi d’oro che la Dianuzza fia contessa Diana, e sanza grande isfolgòr di tesoro; e non cavaleressa né cattana. È fermo più che’l genovese moro lo detto di Cristofano in Toscana; e poi apresso, sanza gran dimoro, farem de l’altra or[r]evol marchigiana. Fra gli altri partiremo li casati: Donati ed Adimar sian del Capraccia; di Donaton, Tosinghi e Giandonati. Se più ve n’ha che non sian maritati, dean la parola là ove più lor piaccia; 88 e se rilievo v’ha, sia degli Abati .

Veamos el resumen de Maurizio Vitale, que tiene en cuenta el contenido de los otros dos: “Diana, figlia di Cione del Papa sarà contessa e la sorella marchesa; né ciò basterà. Il figlio Capraccia sceglierà la sua sposa fra i Donati e gli Adimari e l’altro, Donatone, la sua fra i Tosinghi e Giandonati. Se rimarrà qualcuno ancora della famiglia di Cione da accasare, c’è sempre

del período. El primer investigador que señaló la importancia del componente erótico en esta escuela fue, según parece, V. RUSSO, “‘Verba obscena’ e comico: Rustico Filippi”, Filologia e Critica, 5, 1980 pp. 169-182. 87 Hoy tenemos un excelente conocimiento de este cancionero gracias a R. ANTONELLI, “Canzoniere vaticano latino 3793”, Letteratura italiana. I. Le opere, Letteratura italiana. I. Le opere, a cura di A. Asor Rosa, Torino, Einaudi, 1992, pp. 27-44 y actualizado en I canzonieri della lirica italiana degli origini. IV. Studi critici, a cura di L. LEONARDI, Tavarnuzze-Impruneta-Firenze, SISMEL. Edizioni del Galluzzo, 2000, pp. 332 (véanse además el resto de los trabajos allí consagrados a este códice) y C. GIUNTA, “Un’ipotesi sulla morfologia del canzoniere Vaticano lat. 3793”, Studi di Filologia Italiana, 53, 1995, 23-54. El facsímil del cancionero fue publicado en I canzonieri della lirica italiana degli origini. I. Il canzoniere vaticano. 88 BUZZETTI GALLARATI, Sonetti satirici e giocosi, nº XXVII.

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pronta la famiglia degli Abati”89. Los intentos de identificación de estos personajes han sido variados desde la edición de Federici, quien más hizo por aclarar las alusiones históricas y el contexto de Filippi; y su intento es doblemente loable pues resulta coetáneo de las primeras publicaciones de Gaetano Salvemini, el primero entre los grandes historiadores de la Florencia del Duecento. Vincenzo Federici aclaró que las familias “Donati, Adimari, Tosinghi, Giandonati, Abati eran già illustri e numerose nella seconda metà del 90 Dugento” y así lo han recogido la mayoría de los editores; pero no basta: no puede considerarse irrelevante que las cuatro primeras militaran en el núcleo duro del partido güelfo91. Así lo explicitó ya Giovanni Villani al enumerar las discordias que años más tarde pusieron en peligro el régimen de este partido: “questa novità e cominciamento del popolo non sarebbe 89

Rimatori comico-realistici del Due e Trecento, Torino, UTET, 1956, p. 155. FEDERICI, Le rime di Rustico di Filippo, p. 54, nota al soneto, nº LVII. Ya sin conexión con estos poemas, Massimo Tarassi afirma que “Adimari, Buondelmonti, Cavalcanti, Donati, Pazzi, Rossi, Sacchetti, Tornaquinci e della Tosa, per citare alcuni dei nomi più noti del guelfismo tradizionale, appartengono a quel gruppo di famiglie che aveva partecipato attivamente alle lotte politiche già durante il primo cinquantenio del secolo e in molti casi, già nel comune consolare, sul finire del secolo XII” (Massimo Tarassi, “Il regime guelfo”, en S. RAVEGGI, M. TARASSI, D. MEDICI y P. PARENTI, Ghibellini, guelfi e popolo grasso. I detentori del potere politico a Firenze nella seconda metà del Dugento, Firenze, La Nuova Italia, 1978, pp. 73-164, especialmente p. 109-110; véase también S. RAVEGGI, “Il regime ghibellino”, en Ghibellini, guelfi e popolo grasso. I detentori del potere politico a Firenze nella seconda metà del Dugento, pp. 1-72, especialmente p. 16 nota). Para una visión de conjunto de la compleja política de este período, a la que habré de referirme continuamente, véase G. CRACCO, A. CASTAGNETTI, A. VASINA Y M. LUZZATI, Comune e signorie nell’Italia nordorientale e centrale: Veneto, Emilia-Romagna, Toscana, Torino, UTET, 1987, especialmente pp. 614-636. 91 Tarassi afirma que “Adimari, Buondelmonti, Cavalcanti, Donati, Pazzi, Rossi, Sacchetti, Tornaquinci e della Tosa, per citare alcuni dei nomi più noti del guelfismo tradizionale, appartengono a quel gruppo di famiglie che aveva partecipato attivamente alle lotte politiche già durante il primo cinquantenio del secolo e in molti casi, già nel comune consolare, sul finire del secolo XII” (M. TARASSI, “Il regime guelfo”, en S. RAVEGGI, M. TARASSI, D. MEDICI y P. PARENTI, Ghibellini, guelfi e popolo grasso. I detentori del potere politico a Firenze nella seconda metà del Dugento, Firenze, La Nuova Italia, 1978, pp. 73164, especialmente p. 109-110; véase también S. RAVEGGI, “Il regime ghibellino”, en Ghibellini, guelfi e popolo grasso. I detentori del potere politico a Firenze nella seconda metà del Dugento, pp. 1-72, especialmente p. 16 nota). Para una visión de conjunto de la compleja política de este período, a la que habré de referirme continuamente, véase G. CRACCO, A. CASTAGNETTI, A VASINA y M. LUZZATI, Comune e signorie nell’Italia nordorientale e centrale: Veneto, Emilia-Romagna, Toscana, Torino, UTET, 1987, especialmente pp. 614-636. 90

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venuta fatta a’ popolani per la potenzia de’ grandi, se non fosse che in que’ tempi i grandi di Firenze non furono tra loro in tante brighe e discordie […] come erano allora ch’egli avea grande guerra tra gli Adimari e’ Tosinghi, e tra i Rossi e’ Tornaquinci, e tra i Bardi e’ Mozzi, e tra i Gherardini e’ Manieri, e tra i Cavalcanti e’ Bondelmonti, e tra certi de’ Bondelmonti e’ Giandonati, e tra’ Visdomini e’ Falconieri, e tra i Bostichi e’ Foraboschi, e tra’ Foraboschi e’ Malispini, e tra’ Frescobaldi insieme, e tra la casa de’ Donati insieme, e più altri casati”92. Sabemos también que los miembros de las cinco familias estuvieron entre los proscritos de la ciudad 93 durante los seis años de hegemonía gibelina, entre 1260 y 1266 . Veamos algunos datos más sobre cada una de ellas y comencemos por los Adimari, los de más rancio abolengo en cuanto descendientes de Bonifazio, duque de Spoleto y Camerino en el segundo cuarto del siglo X94. Durante el exilio y las confiscaciones de bienes que sufrieron los suyos tras la derrota de 1260, “di gran lunga i più colpiti appaiono essere gli Adimari con oltre 8000 lire di danni, ciò non significa necessariamente che questa famiglia fosse la più ricca fra i Guelfi: significa che era tra le più odiate dai Ghibellini”95; en este período desarrollaron funciones directivas 96 en el partido guelfo y protagonizaron las negociaciones con Corradino pues fueron Bonaccorso Adimari y Simone Donati los embajadores a él enviados97. Lo contrario sucedió después del cambio de régimen: entre los componentes del consejo de la ciudad en 1278, el primero del que se conservan los nombramientos, se encuentran trece Adimari98 y son innu92

Giovanni Villani, Nuova Cronica, IX,1, que cito por la edición de G. PORTA, Parma, Fondazione Pietro Bembo, 1991, vol. II, pp. 11-12. Véase el análisis de los comienzos de estas discordias en R. DAVIDSOHN, Storia di Firenze, Firenze, 1907, vol. III, p. 189: “Non sappiamo in quale occasione nascesse la discordia tra le famiglie guelfe dominanti […] da una parte gli Adimari col loro seguito, dall’altra i Tosinghi, i Donati e il ramo guelfo dei Pazzi”; de todos modos, tales enfrentamientos eran endémicos en las ciudades medievales y del caso concreto de Florencia se ocupó C. LANSING, The Florentine Magnates, Princeton, Princeton University Press, 1991, p. 95 que presenta un Fastello della Tosa y un Fastellus, hijo de Raynaldus, entre los Abati, p. 178. 93 RAVEGGI, “Il regime ghibellino”, especialmente p. 14. 94 TARASSI, “Il regime guelfo”, p. 113 y nota. 95 RAVEGGI, “Il regime ghibellino”, p. 18 nota. 96 TARASSI, “Il regime guelfo”, p. 114. 97 E. JORDAN, Les origines de la domination angevine en Italie, Paris, 1909, que cito por al reimpresión de New York, Burt Franklin, 1960, p. 224 y nota. 98 TARASSI, “Il regime guelfo”, p. 113 y nota y la relación de la p. 162.

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merables los que concurren en otros cargos y funciones a su servicio99 y al de Carlos de Anjou: el 2 de mayo de 1269, en Pistoia, en la firma de la paz entre Volterra y Pisa “ad honorem sacrosancte Romane Ecclesie et illustris domini Karulis”, figura entre los testigos “Bernardo quondam domini Gianni de Adimaris” y lo mismo sucede en este mismo lugar y día cuando firman la paz Pisa y Florencia; el dato resulta aún más significativo cuando observamos que su nombre aparece junto a “Renaldo Porcelletti de Provinzia”, magnate occitano al servicio de Carlos100. Forese, “filio domini Bonacursi Bellincionis de Adimaris” estaba entre los cuatro candidatos a podestà de Volterra que habían de ser elegidos “ad honorem Dei et beate Virginis Marie et ad laudem et honorem sancte Romane Ecclesie et serenissimi domini Regis Karuli et ipsius Vicarii” el 21 de septiembre de 1269101. Sin embargo no todos se alinearon en el sector intransigente de la causa güelfa o, al menos, algunos de ellos manifestaron notable flexibilidad y capacidad de maniobra: cuando en 1273 el Papa intentó la conciliación entre güelfos y gibelinos, los Adimari estaban entre los partidarios de una transacción102. Veamos ahora el itinerario de los Donati. Aunque no habían participado en la batalla de Montaperti, sufrieron también el exilio y un castigo por valor de 2200 liras durante el sexenio gibelino103; uno de los 104 suyos, Simone Donati, participó en los tratos con Corradino y figuraban entre el sector más intransigente aunque, al contrario de los Adimari, desempeñaron un papel secundario en la gestión de la cosa pública tras el

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TARASSI, “Il regime guelfo”, p. 115. El 17 de diciembre de 1276, cuando Conradus de Palazzo aceptó un oficio en Florencia, estaba Farina de Adimariis entre los testigos (S. TERLIZZI, Documenti delle relazioni tra Carlo I d’Angiò e la Toscana, Documenti di Storia Italiana, XII, Firenze, Leo S. Olschki Editore, 1950, nº 757, p. 421). 100 TERLIZZI, Documenti delle relazioni tra Carlo I d’Angiò e la Toscana, nº 197, p. 108 y nº 198, p. 114. Para “Renaldo Porcelletti de Provinzia”, magnate al servicio de Carlos que permaneció en Italia entre 1268 y 1275, véase M. AURELL, Une famille de la noblesse provençale au Moyen Âge: les Porcelet, Avignon, Aubanel, 1986, pp. 119-120; véase también la documentación reunida en su Actes de la famille Porcelet d’Arles (972-1320), Paris, Éditions du Comité des Travaux Historiques et Scientiques, 2001 (que no tuvo en cuenta la fuente que usamos) donde sólo unos pocos documentos hacen referencia a este episodio. 101 TERLIZZI, Documenti delle relazioni tra Carlo I d’Angiò e la Toscana, nº 126, p. 64. 102 TARASSI, “Il regime guelfo”, p. 159. 103 Ibid. p. 119. 104 Ibid. p. 114 y E. Jordan, Les origines de la domination angevine en Italie, p. 224 y nota.

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triunfo de su partido105. A pesar de todo, el 15 de febrero de 1273 Carlos escribía desde Capua a su vicario en Florencia recordándole que “Iohannis Donati et filiorum eius” estaban bajo su protección; mucho más tarde, el 19 de diciembre de 1282, Nuccio Donati aparecía entre los testigos de que “Odaldus filius domini Marsoppini de la Tosa” había perdido un caballo “pili baii bruni, balzanum de pede destro posteriori”, muerto de fiebre y frío “in reversione quam fecit de Sicilia in servitio Comunis Florentie et domini Regis Karoli”106. La distinta actitud de ambas familias en el seno de su facción les llevó a encabezar los dos bandos que se enfrentaron en 1278 107 a los que se refería Villani ; Dante distribuiría la generación siguiente entre el Infierno, el Purgatorio y el Cielo, pero esta es otra historia108. Veamos ahora los dos linajes que Rustico quería emparentar con Donaton. Los Giandonati eran también una familia muy antigua; el apellido procedía de los fundadores de la estirpe, Gianni y su hijo Donato, administradores del margrave de Tuscia en siglo XI. Participaron en Montaperti, sufrieron las proscripciones del período gibelino y participaron en la elección del conde Guido Guerra, intervinieron con los suyos en las paces del cardenal Latino en 1272 y siguieron activos en la gestión de la ciudad hasta ser incluidos entre los magnates en 1293. En este período, intervinieron también en la gestión de la Parte Güelfa109, el organismo que gestionaba los intereses del partido. Los Tosinghi o della Tosa debieron contar entre los güelfos más distinguidos pues ya en una fecha tan temprana como 1248 vieron derribado su palacio en el Mercato Vecchio110; durante el gobierno gibelino posterior a Montaperti, donde lucharon con un capitán y algunos oficiales, sufrieron una de las represalias más cuantiosas, siendo evaluados sus males 105

Ibid. p. 119. TERLIZZI, Documenti delle relazioni tra Carlo I d’Angiò e la Toscana, nº 523, p. 277 y nº 824, p. 473 respectivamente. 107 Véase además TARASSI, “Il regime guelfo”, p. 159. 108 De esta generación hay una semblanza literaria, enteramente basada en Dante y sus comentadores, en M. VANNUCCI, Le grandi famiglie di Firenze, Roma, Newton Compton Editori, 2006, pp. 138-147. Para la relación entre Dante y la familia Donati véase P. BOITANI, Dante’s Poetry for the Donati. The Barlow Lectures on Dante Delivred at University College London 17-18 March 2005, Occasional Papers, 7, Leeds, Maney Publishing for the Society for Italian Studies, 2007. 109 TARASSI, “Il regime guelfo”, p. 127 nota y 167. 110 Además de R. DAVIDSOHN, Firenze ai tempi di Dante, traduzione di Eugenio Dupré Theseider, Firenze, Bemporad & Figlio, 1929, p. 454, véase M. TARASSI, “Il regime guelfo”, p. 113 nota, de donde proceden los datos que siguen. 106

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en 5000 liras. En consecuencia, Rubeo de Tosa estaba también entre los cuatro candidatos a podestà de Volterra que habían de ser elegidos el 21 de septiembre de 1269111. A Odaldo de la Tosa, a quien ya conocemos, los servicios prestados a Carlos le resultaron fatídicos para sus caballos: sabemos que en diciembre de 1282 había perdido uno durante su regreso de Sicilia pero ya estando allá, en el sitio de Messina, se le había muerto otro, “pili nigri bruni maltinti cum stella in testa, mortuum jacentem ex morte naturali”, de lo que pidió certificación al notario Albergucii de Brugo Baleni […] nunc scriba et officialis domini Comitis Guidonis de Battifolle” el 3 de septiembre de 1282; antes de su partida, en Florencia, el 18 de junio anterior, había sido tasado por el podestà en 80 libras112. La familia participó en los actos más significativos del partido durante el período güelfo: la elección de Guido Guerra y la paz del cardenal Latino (con notoria representación, siete miembros, en el consejo de 1278)113, siendo declarados familia magnaticia en 1293. Juntamente con los Visdomini administraban los bienes del obispado de Florencia114. Los cuatro pretendientes a la mano de Donaton y Capraccia (hijos como veremos de Cion del Papa) no sólo eran, por tanto, representantes de las más grandes y prestigiosas casas de Florencia, sino también los más caracterizados de los güelfos; pero nos falta la quinta familia, la que el malicioso Rustico deja como repuesto por si queda alguien por casar: los Abati. Lo menos que puede decirse de ellos es que eran poco de fiar: los cronistas justificaban la derrota güelfa en Montaperti por la traición de uno de los suyos, Bocca degli Abati115. No eran una de las casa más antiguas, aunque habían pertenecido al grupo dirigente de la ciudad al menos desde 1170 y habían emparentado con los magnates (los Giandonati y los Visdomini); procedían del popolo grasso (adscritos al arte di Calimala, pero también al arte del Cambio desde 1300) y como tales

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TERLIZZI, Documenti delle relazioni tra Carlo I d’Angiò e la Toscana, nº 126, p. 64 y 129, p. 66-67. 112 Ibid. nº 821, p. 471 y 819, p. 469 respectivamente. 113 Véase también el cuadro de TARASSI, “Il regime guelfo”, p. 164. 114 TARASSI, “Il regime guelfo”, p. 121. 115 Es anécdota recordada por todos los historiadores del período, como G. SALVEMINI, “Excursus I. Il passaggio del comune di Firenze a parte guelfa (1266-1267)”, en Magnati e popolani in Firenze dal 1280 al 1295 seguito da La dignità cavalleresca nel Comune di Firenze, Saggio introduttivo di E. Sestan, Torino, Einaudi, 1960, pp. 266-317, especialmente p. 278 (primera edición de Firenze, Pubblicazioni dell’Istituto di Studi Superiori di Firenze, 1899), o RAVEGGI, “Il regime ghibellino”, p. 4.

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habían participado en el gobierno florentino antes de Montaperti116 pero su dedicación a las finanzas había hecho de ellos una de las familias más potentes117. A pesar del cambio de partido de uno de los suyos y de su inclusión entre los gibelinos por Giovanni Villani, parte de ellos sufrieron el exilio en 1258118, mientras otra parte gozaba abiertamente de las ventajas del poder figurando entre los miembros del consejo en 1260, 1261 y 119 1266 . Sin embargo, en estos años iniciaron un nuevo cambio político: 120 Lamberto degli Abati se había reconciliado con el Papa en 1264 , de ahí que, cuando la ciudad intentó un pacto con el pontífice tras la derrota gibelina en Benevento, entre los mensajeros figuraba Migliore Abati121. Aunque durante el período de transición de 1268 desaparecieron de la vida económica florentina122, desde el punto de vista político fueron una de las pocas familias involucradas en el gobierno gibelino que intervinieron 123 en la gestión durante el priorato (1282) y no sólo salvaron su fortuna (lo que sucedió con cierta frecuencia) sino que pudieron ocupar cargos de gobierno con la confianza de los papas y los angevinos124. Mientras, otra parte de la familia, la más comprometida con los gibelinos, sufrió el exilio de 1268125. 116

S. RAVEGGI, “Il regime ghibellino”, p. 20 y nota. LANSING, The Florentine Magnates, pp. 177-180, estudia las posibles líneas de división del linaje y las enmarca en otros casos coetáneos de otras familias magnaticias también escindidas por los intereses, los conflictos internos y los enlaces matrimoniales. Ofrece también un esquema genealógico del linaje para el siglo XIII, realmente muy complejo. 118 Giovanni Villani, Nuova cronica, VII,l xv, vol. p. 360. Véase además RAVEGGI, “Il regime ghibellino”, p. 29; véase también p. 17 nota. 119 RAVEGGI, “Il regime ghibellino”, p. 34 nota. 120 Ibid. p. 59 nota. 121 SALVEMINI, “Il passaggio del comune di Firenze a parte guelfa”, p. 278. 122 RAVEGGI, “Il regime ghibellino”, p. 76. 123 TARASSI, “Il regime guelfo”, pp. 130-131 y nota 10. Nuestros conocidos Lamberto y Migliore están entre los miembros de la Parte Guelfa que firmaron la paz del cardenal Latino, pero el primero llegó a figurar en la gestión de esta potente facción en 1285. Véase también el cuadro de la p. 162. 124 RAVEGGI, “Il regime ghibellino”, pp. 39 y 41, en particular las notas 23 y 24. 125 Véase el cuadro de RAVEGGI, “Il regime ghibellino”, p. 70 aunque son más expresivas las sentencias contra diversos miembros de la familia en el Libro del Chiodo (Il libro del Chiodo. Riproduzione in fac-simile con edizione critica, a cura di F. KLEIN, con la collaborazione di S. Sartini, introduzione di R. Fubini, Firenze, Polistampa, 2004) contra Durante y Lapus, “fratres filii olim domini Scolaii de Abbatibus” (p. 59), Aldobrandus y Cione, “fratres et filii olim domini Simonucci de Abbatibus” y contra “Iohannes vocatus Pollastra filius Feltruccii de Abbatibus”, pp. 66-67, Bate, Neri y Picchinus, “filii domini 117

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Por tanto, entre las propuestas matrimoniales que el santo Cristofano había profetizado para los hijos de Cion del Papa, figuraban cuatro de las más rancias familias güelfas junto a otra de origen gibelino, pero involucrada en todas las traiciones contra su partido. No eran los únicos poco de fiar; vayamos a otro de los sonetos: Buono inconincio, ancora fosse veglio, v’eb[b]e il valente messere Ubertino; vostra grandezza va di bene in meglio, ch’a voi ne viene il buon conte Bandino. Quel da Romena, ch’è segnor del Peglio, v’intende, so, cagion de lo sterlino; e saccio ben, se moglie non ha il Veglio, ch’e’ gli assessini ha messi nel camino per domandar la Diana o sua sorella; ché quel da Senno nonn-è tanto ardito ch’egli og[g]i adomandasse la facella. E Tanuccio n’è molto isbigot[t]ito e nonn-ha più speranza in suo’ castella, 126 né ‘l cardinal, secondo ch’ag[g]io udito .

La relación de pretendientes que no osan anteponer su candidatura a la del Viejo de la Montaña resulta realmente cómica pero me temo que, como en el soneto anterior, debe haber algo más que “il divertito ritmo battuto dalla estrosa fantasia del poeta”127. Su identificación fue ya avanzada por el primer estudioso de nuestro vate, T. Casini: “il poeta, scherzando, dice che tutti i maggiori signori la desiderano, e alcuni l’hanno chiesta in moglie, come messere Ubertino (degli Ubertini?) e Bandino da Romena; altri invece non hanno coraggio di domandarla, come Ugolino degli Ubaldini, signore di Senno, al quale non ardiscono di recare aiuto i Rainerii Rustici de Abbat(ibus)” (p. 86), Bocchinus, “f(ilius) Sclatte de Abbatib(us)” (p. 87) y Durante Rainerii Rustici de Abbatib(us) (p. 88). En el “Sextu Porte Sancti Petri” sufrieron condena “omnes de domo de Abbatibus eccepto Ciolo” (p. 147), etc., que pueden seguirse a través del índice onomástico s. v. “Abbatibus). 126 BUZZETTI GALLARATI, Sonetti satirici e giocosi, nº XXVI. 127 Esta era “l’unica verità” que encontraba Mario Marti en este soneto; véase el comentario que acompaña su edición (M. MARTI, Poeti giocosi del tempo di Dante, I Classici Rizzoli, Milano, Rizzoli Editore, 1956, p. 56).

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suoi parenti Tano e Ottaviano cardinale”128. Federici, en las anotaciones a su edición, enriqueció notablemente la caracterización de cada uno de ellos y también debemos datos a Isidoro del Lungo129. Los pretendientes en este caso no son güelfos, sino gibelinos, y pertenecen a las más prestigiosas casas aristocráticas de Toscana. Bandino fue identificado por V. Federici con comes Bandinus, filius comitis Guidonis de Modelliano que en 1268 se encontraba entre los gibelinos confinados fuera de la ciudad130. Creo que no se ha reparado en que puede tratarse del mismo “messer Bandin” a quien Guittone d’Arezzo de131 dica un soneto y, junto a su hermano (“Bandin conte e Gualteri”), una canción132. Fueron hijos de Guido di Modigliana, nieto de Guido Guerra el Viejo133, representante de la casa condal y paladín de los gibelinos, de quien descenderían los más acérrimos defensores de la causa imperial. A otra de las ramas de esta familia pertenecería por tanto “quel da Romena”, identificable con Guido de Romena, nieto también de Guido Guerra el Viejo y paladín de la causa gibelina desde 1247134; no nos consta, sin embargo, que hubiera sido señor del Peglio que, por privilegio de 128

“Un poeta umorista del secolo decimoterzo´”, Nuova Antologia, 1, 1890, pp. 485508, especialmente p. 504. 129 “Un realista fiorentino de’ tempi di Dante”, Rivista d’Italia, 1899, vol. 2, pp. 193212 y vol. 3, pp. 425-440, especialmente p. 428. 130 Le rime di Rustico di Filippo, p. 51. Véase la condena (entre los “ghibellini exbampniti regie maiestatis et comunis Florentie”) en el Libro del Chiodo, p. 109. 131 “Non già me greve fa d’amor la salma”, en Le rime, ed. F. Egidi, Bari, Laterza & Figli, 1940, nº 220. 132 “O vera vertù, vero amore”, ed. Egidi, nº XXIX. 133 Véase F. TORRACA, “A proposito di Aghinolfo da Romena”, Bulletino della Società Dantesca Italiana, 11, 1904, pp. 97-103 y C. MARGUERON, Recherches sur Guittone d’Arezzo. Sa vie, son époque, sa culture, Paris, Presses Universitaires de France, 1966, especialmente el árbol genealógico de la p. 204 (sinopsis del anterior) y las pp. 202-212. Para el entorno literario de los condes del linaje Guido, además de la bibliografía antes citada, véase tambien C. GIUNTA, “Due poesie probabilmente duecentesche dal codice Mezzabarba”, Medioevo Romanzo, 24, 2000, 3, 321-344. 134 JORDAN, Les origines de la domination angevine en Italie, p. 185, lo sitúa el 19 de junio de 1251 con otros gibelinos toscanos al servicio de Pisa, Siena y Pistoia, enfrentadas entonces a Florencia y el 11 de junio de 1259 en la reorganización del partido imperial junto a Manfredo (Ibid. p. 285 y nota). Véase nuevamente el árbol genealógico y la sección que les dedica MARGUERON, Recherches sur Guittone d’Arezzo, pp. 203-213, especialmente p. 204 y 206-207 pero, sobre todo, p. 102 y su anotación a la edición de sus Lettere, edizione critica a cura di C. MARGUERON, Bologna, Commissione per i Testi di Lingua, 1990, nº XI, siempre con los datos de Federico Torraca; está datado en 1247, 1254, 1256 y 1263 y había muerto ya el 24 de octubre de 1277.

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Federico II, de 1220, había pertenecido en un pasado muy próximo a los Ubaldini según documentó Vincenzo Federici: Dominus Ubaldinus filius quondam Domini Ugolini que por instrumento del 1234 liberavit et absolvit quosdam colonos de Peglio a datiis reservatis, videlicet Orlandinum et Attavianum fratres q. Beliotti de Peglio… ab omnibus datiis et accattis et maltoleettis […]135. Quien sabe si, con los tiempos, ambas familias, como veremos aliadas, habían efectuado una transacción sobre este señorío. Por su parte, Ubertino pudiera ser Ubertino degli Ubertini di Gaville, miembro del potente linaje que en este período patrimonializó el obispado de Volterra a cuyo servicio se halló siempre como vicario en lo temporal; todavía en 1282 aparece con el obispo Ranieri II firmando un pacto con el legado imperial136. También lo encontramos en relación con el conde Guido Novello, máximo líder militar de los gibelinos de Florencia con quien aparece suscribiendo un pacto de paz en 1280137. El Señor del Senno puede ser Ugolino d’Azzo degli Ubaldini; sobre su filiación política baste decir que su suegro y su cuñado, de la familia Lancia, fueron ejecutados por Carlos de Anjou tras la batalla de Tagliacozzo (23 de agosto de 1268), última intervención de los Staufen en Italia. Los Ubaldini eran, como los Ubertini, una vieja familia gibelina, cantera de obispos y magnates. A esta familia pudo pertenecer también Tano, quizá hipocorístico de Gaetano degli Ubaldini138, pero entre los gibelinos condenados estaban También Neri, Lapus y Tanuccius “fratres fili Lotti de Cantalmerlo dicti populi”139 y “Tanum de Castello filium 140 condam domini Açonis [Ubaldini]” . Como se puede juzgar, la seguridad que inspiraban las identificaciones del soneto anterior se convierten aquí en un juego de acertijos, no todos los cuales nos llevan por caminos seguros; el problema planteado entorno a los señores de Peglio es característico de las dudas que estas alusiones suscitan. El conjunto resulta sin embargo claro y significativo en cuanto todos estos personajes giran en torno a las familias de mayor relieve social y genealógico entre los gibelinos: los Guidi, los Ubertini y los Ubaldini. 135

FEDERICI, Le rime di Rustico di Filippo, pp. 52-53, nota al soneto, nº LVI de su edición. 136 Además de los autores citados, véase G. VOLPE, Toscana medievale. Massa marittima, Volterra, Sarzana, Firenze, Sansoni, 1964, pp. 262, 280 y 284. 137 FEDERICI, Le rime di Rustico di Filippo, p. 52. 138 I. DEL LUNGO, “Un realista fiorentino de’ tempi di Dante”, p. 428. 139 Libro del Chiodo, p. 59. 140 Ibid. p. 30.

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Más seguro es el cardenal cuya mención cierra el soneto. Es cierto que no fue el único capelo involucrado en la historia de Florencia, pues ya nos hemos referido varias veces a la intervención del cardenal Latino, legado en Toscana en 1279 e iniciador de una política de entendimiento 141 entre güelfos y gibelinos , pero el contexto de los tres sonetos y el de este en particular exige que dirijamos nuestra atención al período que se extiende entre la derrota gibelina de Benevento (el 26 de febrero de 1266) y la llegada de las tropas de Carlos de Anjou ante las paredes de Florencia (el 17 de abril de 1267), que lanzó al exilio definitivo a los miembros de este partido142. Al contrario que el resto de la familia, Ottaviano degli Ubaldini143 (que había colaborado en una conjura gibelina contra el Primo Popolo florentino en 1258)144 se alineó con los papas en sus luchas contra el Imperio aunque sus intervenciones diplomáticas y militares solían ser criticadas por tibias o ineficaces. Más decidida debió ser su actuación en Florencia. El 2 de febrero de 1266 el Cardenal había acompañado a Carlos de Anjou en su entrada al Reino de Nápoles145; inmediatamente después de su derrota en Benevento, los gibelinos florentinos intentaron pactar con el Papa y enviaron una embajada para que levantara el entredicho que 141

De este período se ocuparon sobre todo N. OTTOKAR, Il comune di Firenze alla fine del Dugento, Torino, Einaudi, 1962 y D. MEDICI, “I primi dieci anni del priorato”, en Ghibellini, guelfi e popolo grasso. I detentori del potere politico a Firenze nella seconda metà del Dugento, pp. 165-238. 142 Entre los estudios modernos, la reconstrucción más completa es la de SALVEMINI, “Il passaggio del comune di Firenze a parte guelfa” y la de DAVIDSOHN, Storia di Firenze, vol. II, Guelfi e Ghibellini, pp. 789-860, que difieren más en los aspectos interpretativos que en el relato de los hechos (más circunstanciado el segundo); entre las fuentes antiguas, la más completa es la de Villani. Para el estudio de este período en general, resultan utilísimos Les Registres de Clement IV (1265-1268), ed. É. Jordan, Paris, Bibliothèque des Écoles Françaises d’Athènes et de Rome, 1893 y 1945 (Tables). 143 Para este personaje tenemos una monografía aún muy útil de G. LEVI, “Il cardinale Ottaviano degli Ubaldini”, Archivio della Società Italiana di Storia Patria, 14, 1891, pp. 231-303; menos interesante resulta la colección documental del mismo autor, Registri dei cardinali Ugolino d’Ostia e Ottaviano degli Ubaldini, col. Fonti per la Storia d’Italia, Roma, Istituto Storico Italiano, 1890 pues se limita a la legación de 1252, muy anterior a los hechos que ahora nos interesan. Los aspectos fundamentales de su intervención en Toscana en los años 1266 y 1267 han sido recogidos por G. Salvemini, R. Davidsohn y S. Raveggi. 144 LEVI, “Il cardinale Ottaviano degli Ubaldini”, pp. 262 y 289 ss. 145 Véase por ejemplo JORDAN, Les origines de la domination angevine en Italie, p. 600, aunque es dato recogido por todos los estudiosos de este período.

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pesaba sobre la ciudad desde hacía ocho años, comisión que fue aceptada, bajo duras condiciones, y transferida el 25 de marzo al Cardenal, que estaba en la ciudad: la reconciliación de los güelfos con la Iglesia se realizó lenta y progresivamente, a medida que Florencia iba cediendo a las exigencias pontificias; el resultado fue el debilitamiento constante de su partido hasta la total destrucción. Contento con su gestión, el Papa escribió el 13 de abril a Carlos alabándola y recomendándole su persona y toda su familia. El 7 de abril le había dado el mismo encargo con respecto 146 a Pistoia, Prato y San Gimignano y en el mismo mes recomendaba al Cardenal que no levantara la excomunión al conde Guido Novello mientras no entregara los castillos imperiales que controlaba en la diócesis de Lucca147. Tras una continua pérdida de poder y del control político sobre su ciudad, los gibelinos florentinos la abandonaron al llegar las tropas francesas el 17 de este mismo mes. Resulta enigmático por qué el Clemente IV había elegido para este papel a un gibelino como Ottaviano, y por qué él había aceptado. La primera pregunta ha encontrado diversas respuestas: para G. Salvemini, “con questa nomina il Papa veniva a dare ai Ghibellini una prova delle sue buone disposizioni a loro riguardo, tentava di addormentarli nella fiducia e intanto aveva agio di preparare la strada alla vittoria dei Guelfi”148; para R. Davidsohn, “i Ghibellini subivano l’influsso del cardinale, il quale faceva loro balenare la ingannevole speranza di potere, unendosi a Clemente, salvare la loro posizione in mezzo al generale rivolgimento e difendere patria e beni”149. Por su parte, G. Levi pensaba que Clemente “vede nel cardinale Ubaldini un potente intermediario, se favorevole, un temibile avversario se lo sdegno l’avesse fatto apertamente unire ai suoi parenti ghibellini”150. Lo cierto es que todas las facilidades anteriores se volvieron problemas cuando Carlos de Anjou se acercó a la Toscana y empezó a interferir en sus asuntos y los de su familia, pero esto no nos interesa 151 ahora .

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Para estos aspectos, SALVEMINI, “Il passaggio di Firenze a parte guelfa”, pp. 279280 y DAVIDSOHN, Storia di Firenze. II. Guelfi e Gibellini, pp. 810-811. 147 SALVEMINI, “Il passaggio di Firenze a parte guelfa”, p. 281 y DAVIDSOHN, Storia di Firenze. II. Guelfi e Ghibellini, pp. 821-822. 148 “Il passaggio di Firenze a parte guelfa”, p. 280. 149 Storia di Firenze. II. Guelfi e Ghibellini, p. 815. 150 “Il cardinale Ottaviano degli Ubaldini”, p. 251. 151 Ibid. p. 251-253.

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Respecto a la segunda pregunta, por qué el cardenal aceptó el encargo, hemos de pensar que quizá previó el ocaso del gibelinismo y decidió tomar distancias; al fin y al cabo, citando a G. Volpe, en su actuación política estos prelados y los parientes sus servidores se guiaban por “ambi152 zioni di famiglia oltre che di individui” . Quién sabe si esta actuación motivó la condena de Dante que lo puso en el Inferno con los heréticos, curiosamente junto a Federico II (xv,120). De ahí la conclusión de que su figura debe desempeñar en el soneto XXVI la misma función que los Abati en el XXVII: la de los traidores o, cuando menos, la de los socios poco de fiar. Pasemos ahora al primer soneto de la serie que, en la práctica, no nos da más información: Poi che guerito son de le mascelle io no rido, ancor ch’i’ smanio, e canto che si sconciàr per rider di novelle che mi contò Cristofan, dritto santo […] Oi Cion del Papa bene aventurato, lasciati andar di man de lo sterlino; credi a Cristofan, ch’e’ non è donato! Per Dio, soccorri quel gentil Bandino, ch’e’ sia per te di morte sucitato: è, ne le scritte, conte baladino!

Ya sabemos quién es el pretendiente que aquí nos presenta, el conde palatino (‘baladino’) Bandino de Romena. Lo que nos interesa ahora son las precisiones sobre Cristofano, “dritto santo”; como anotó Maurizio Vitale, nos hallamos ante una “profezia di Cristofano, uno di quei vecchi, non pochi a quel tempo, che passavano per ‘santoni’ e ‘preveggenti” que, en lugar de anunciar sucesos de dimensión política como solían, se ocupa 153 de “avvenimenti domestici di un popolano” . Que la profecía política 152

Toscana medievale, p. 280. Rimatori comico-realistici del Due e Trecento, p. 152. La única noticia sobre un personaje de este nombre procede de FEDERICI: “Un presbiter Cristofanus è nominato nelle previgioni per la battaglia di Montaperti”, Le rime di Rustico di Filippo, p. 50, nota al soneto LV; la referencia completa puede verse en Il libro de Montaperti (An. MCCLX), ed. 153

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alcanzó un papel de notable relieve durante las disputas entre el Papado y 154 el Imperio no es ninguna novedad , ni la trascendencia que ya había alcanzado la lección de Gioacchino da Fiore155; sin embargo, sabemos que estos curiosos personajes se ocuparon también del conflicto que ahora analizamos, la conquista de Nápoles por Carlos de Anjou y el posterior conflicto entre güelfos y gibelinos en Toscana. Un cronista que escribía poco después de estos hechos, al relatar la batalla de Benevento reproduce las supuestas arengas que habrían pronunciado Manfredo y Carlos de Anjou; lo que nos interesa es la intervención del primero, que relata una profecía hecha a Federico II sobre la posesión de la ciudad en función de la cual le había sido cedida al futuro 156 heredero . Por su parte, Robert Davidsohn nos da un largo resumen de de C. Paoli, en Documenti di Storia Italiana… per le provincie di Toscana, dell’Umbria e delle Marche, Firenze, Presso G. P. Vieusseux, 1889, p. 177, donde enumera provisiones de grano “Pro plebe Sancti Cresscii de Valcava cum eclesiis sui plebatus, modios ij, promiserunt presbiter Ristorus […] presbiter Cristofanus […]”. 154 Son ya clásicos (pero aún vigentes) los capítulos que dedicó a este problema F. KAMPERS, Kaiserprophetien und Kaisersagen im Mittelalter, München Neudruck der Ausgabe 1896, reimpreso con el título Die Deutsche Kaiseridee in Prophetie und Sage en Frauenfeld, Hüber & Co, 1925 y Aalen, Scientia Verlag, 1969. E. H. KANTOROWICZ, Federico II, imperatore, Milano, Garzanti, 1976, se ocupa repetidamente de las profecías y maravillas relacionadas con los acontecimientos de la vida del emperador, como su nacimiento (p. 7 y nota y p. 33) y, en general, el uso de la profecía y la temática mesiánica por la propaganda imperial (pp. 497-501 y 526-534). De las profecías y sucesos maravillosos relacionados con su muerte se ocupa J. BENOIST-MÉCHIN, El Emperador Federico II 1194-1250, Barcelona, Civilización, 1989, parte X, cap. I y III (publicado originalmente como Frédéric de Hohenstaufen, Paris, Perrin, 1983). Véase también la visión de conjunto de G. L. PODESTÀ, “Profetismo”, en Federico II. Enciclopedia Federiciana, Roma, Istituto della Enciclopedia Italiana, 2005, vol. II, pp. 535-536. 155 Este es un tema recurrente en los estudios filológicos e históricos durante el medioevo. No siendo directamente tema de mi interés ahora, citaré sólo A. MESSINI, Profetismo e profezie ritmiche italiane d’ispirazione Giochimito-francesana nei secoli XIII, XIV e XV, Roma, 1939 y D. C. West y S. Ziomdars-Schwartz, Joachim of Fiore. A Study in Spiritual Perception and History, Bloomington, 1983, con amplio panorama bibliográfico. D. BERG, “L’imperio degli Svevi e il gioachimismo francescano”, L’attesa della fine dei tempi nel Medioevo, a cura di Ovidio Capitani e Jürgen Miethke, Bologna, Il Mulino, 1990, pp. 133-168 se ocupa de la adopción de los principios de nuestro autor por los franciscanos, un proceso posterior al período que ahora estudiamos. 156 Andreae Ungarii descriptio victoriae a Karolo Provinciae comite reportatae, en Monumenta Germaniae Historica, serie Scriptorum, vol. 26, Ex rerum francogallicarum scriptoribus, Hannover, 1882, que cito por la reimpresión de Stuttgart-New York, Anton Hiersemann-Kraus Reprint Corporation, 1964, pp. 559-580, especialmente p. 572. Debo la referencia a M. AURELL, “Rapport introductif” a Convaincre et persuader. Communica-

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una carta de Clemente IV a Carlos de Anjou el 23 de noviembre de 1267, durante el difícil sitio de Poggibonsi: había “un cittadino di San Gimignano accusato di aver detto che il Papa e il re erano due demoni che avrebbero rovinato l’intera Cristianità, e che egli preferiva essere il vassallo del diavolo, anziché obbedire a papa Clemente e a re Carlo. Pronosticava altresì quel Sangimignanese che prima che il re avesse potuto riuscire nell’assedio di Poggibonsi, Corradino, accorso coi Pisani, coi Senesi e con gli altri suoi seguaci toscani, gli avrebbe inflitto una sconfitta tale che tutto il mondo ne avrebbe parlato, e che allora i Ghibellini si sarebbero burlati di tutti i Guelfi. Per il re, quindi, non vi sarebbe stato scampo perché Corradino lo avrebbe ucciso o fatto avvelenare né sarebbero trascorsi quindici giorni che Corradino stesso, il re di Tunisi, i Romani condotti dal senatore Arrigo, seguiti da forti schiere di cavalieri, sarebbero apparsi in Toscana 157 per liberare Poggibonsi, a smacco e danno dell’arcisatanico re Carlo” . Aunque no se trata de nuestro Cristofano, sino de Baldo Uguccione Guartucci158, la noticia es muy interesante porque nos saca estos sonetos del ámbito de la maledicencia ciudadana para ponerlos en el de la propaganda política. En este punto puede ser interesante recordar un caso similar documentado en área galaico-portuguesa. Veamos la siguiente cantiga de escarnho: Marinha Lopez, oy mays, a seu grado, se quiser Deus, será bõa molher; e sse algun feyto fez desaguisado, non-o fará ja mays, se Deus quiser. E direy-vus como se quer guardar: quer-ss’yr aly, en cas don Lop’, andar, hu lhi semelha loguar apartado. E ben creede que est apartado pera ela, que folya non quer, ca non veerá hy mays nulh’omen nado, tion et propagande aux XIIeet XIIIe siècles. Actes des colloques de Fontevraud. Oxford, Barcelone, Saintes, octobre 2004-novembre 2006, ed. M. Aurell, Poitiers, CESCM, 2007, pp. 11-49, especialmente pp. 40-41. 157 Storia di Firenze, vol. III, p. 16-17. 158 Publicó un amplio extracto R. DAVIDSOHN en sus Forschungen zür älterer Geschichte von Florenz, vol. II, Berlin, Ernst Siegried Mittler und Sohn, 1900, que cito por la reimpresión facsímil de Torino, Bottega di Erasmo, 1964, Allgemeine Regesten nº 984, pp. 139-140, donde aparece el nombre.

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de mil cavaleyrus, se non quiser; e, poys se quer de folya leixar, de pran Deus lhi monstrou aquel logar: hy pode ben remijr seu pecado. E poys ben quer remijr seu pecado, logar achou qual avya mester, hu non saberá parte nen mandado de nulh’ome, se d’alhur non veher; pero, se pobr’ou coytado passar per aquel porto, sabê-lo-á albergar, 159 e, de mays, dar-lh’albergu’endonado .

Según la interpretación tradicional, se trataría de una pecadora que había buscado refugio en un lugar remoto y apartado donde la aparición de cualquier hombre habría despertado su interés; el poeta habría dejado entre líneas si por caridad cristiana o por el resurgir de su antiguo libertinaje. Pero la mención de “don Lope”, sin duda el magnate Lope Díaz de Haro indujo a otra interpretación: había participado en una sublevación contra el rey Alfonso X junto al rey de Aragón, Jaime I y el infante Enrique; habiendo pactado los dos reyes, vencido Enrique (y exiliado en la aventura que le llevaría a Túnez, a Roma y a la prisión de Carlos de Anjou), don Lope había quedado con sus mil caballeros (la cifra está documentada) solo frente al poder real160. El poeta satiriza a un poderoso por elevación, fingiendo reirse de un desconocido que funciona como cabeza de turco. ¿Hizo lo mismo Rustico Filippi? Podría ser, pues el único personaje indocumentado de este ciclo de sonetos es el más importante, aquel Cion del Papa que quería casar a sus hijos ora con los líderes güelfos ora con los líderes gibelinos de Florencia. Ni Vincenzo Federici ni ninguno de los que han enriquecido su anotación han podido aportar datos sobre este personaje, ni sobre su hija Diana ni sobre sus hijos Donaton y Capraccia; la noticia más útil pudiera ser la de Massera: “il nome di Donatone di Cion del Papa ricorda quello di Donato del Papa, consigliere del Comune nel ‘66 e nel ‘78; e forse costui fu veramente fratello di Cione e zio di Donatone e del Capraccia”161. Yo aportaría otro candidato: en mayo de 1266, ante 159

Cito según PANUNZIO, Pero da Ponte. Poesie, pp. 168-170. También en LAPA, Escarnho, n.º 347. 160 Véanse las referencias contenidas en la nota 42. 161 Sonetti burleschi e realistici dei primi due secoli, a cura di A. F. MASSERA, Bari, Laterza & Figli, 1929, vol. II, p. 132, en la anotación conjunta a estos sonetos de Filippi.

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la aparentemente buena disposición de los florentinos, el Papa nombró para el gobierno de la ciudad a dos frati gaudenti boloñeses, Loteringo Andalò, gibelino, y Catalano dei Malavolti, güelfo; éste el 28 de junio envió a la ciudad un mensajero llamado “Cione […] filius Cenci”162. ¿Podría convertirse, en la pluma de un poeta malicioso como Rustico, en Cion del Papa, y protagonizar propuestas ridículas como las que contienen los tres sonetos? Existe un dato en el que sólo Casini parece haber reparado: estos “versi sono senza dubbio da riferirsi ai matrimoni contratti o promessi nel 1267, tra guelfi e ghibellini, nella breve tregua concessa alle loro discor163 die” . Puesto que el dato procede de Villani, veamos sus propias palabras: “E per trattato di pace il gennaio vegnente il popolo rimise in Firenze i Guelfi e’ Ghibellini, e feciono fare tra·loro più matrimonii e parentadi. Intra li quali questi furono i maggiorenti, che messer Bonaccorso Bellincioni degli Adimari diede per moglie a messer Forese suo figliuolo la figliuola del conte Guido Novello, e messer Bindo suo fratello tolse una degli Ubaldini, e messer Cavalcante de’ Cavalcanti diede per moglie a Guido suo figliuolo la figliuola di messer Farinata degli Uberti, e messer Simone Donati diede la figliuola a messer Azzolino di messer Farinata degli Uberti; per gli quali parentadi gli altri Guelfi di Firenze gli ebbono tutti a sospetti a parte; e per la detta cagione poco durò la detta pace…”164. Las listas de Villani, levantadas a principios del siglo siguiente, suelen ser poco fiables y él mismo advierte que ésta no es completa; G. Salvemini apostilló que “Neri Strinati [en su Chronichetta] ricorda una pace accompagnata da matrimoni fatta nel ‘67 dalla sua famiglia coi della Tosa”165 y según R. Davidsohn “un Pisciancato strinse il vincolo coniugale

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SALVEMINI, “Il passaggio di Firenze a parte guelfa”, p. 284 nota 3. Que el nombre, renombre, apodo o apellido no era totalmente desconocido lo prueba otro “nobilem virum Mathiam de Anagnia, dictum de Papa”, que puso término a un conflicto con el “episcopum Signinum” en Viterbo, el 5 de julio de 1266 (E. Jordan, Les Registres de Clement IV, nº 336). 163 “Un poeta umorista del secolo decimoterzo”, p. 504. 164 Nuova cronica, VIII,xv, vol. I, pp. 437-438. Estos datos son resumidos en SALVEMINI, “Il passaggio del comune di Firenze a parte guelfa”, p. 308, en TARASSI, “Il regime guelfo”, p. 88, que los toma de Storia di Firenze. II. Guelfi e Ghibellini, p. 839840, y por LANSING, The Florentine Magnates, p. 126. 165 “Il passaggio del comune di Firenze a parte guelfa”, p. 308 nota. También LANSING, The Florentine Magnates, pp. 127-128, se ocupa de esta noticia, que enmarca en nuevos matrimonios de esta familia durante las paces del cardenal Latino en 1290.

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con una donzella della casa Strinati”166. En esta relación tenemos a tres de las cinco familias del soneto XXVII (los Adimari, Donati y Tosinghi) y una de las tres del soneto XXVI (los Ubaldini). Aunque, a mi parecer, todos estos datos nos llevan a la dirección correcta, merecerían estudios más detallados; hoy poseemos magníficas visiones de conjunto sobre la Florencia del siglo XIII, han visto la luz excelentes ediciones de documentos básicos acompañadas de completos índices y ha avanzado notablemente nuestro conocimiento de las familias florentinas. Todo lo expuesto me parece por tanto muy rudimentario, gestado entre beneméritos estudiosos que carecieron de estas fuentes de información (los pocos eruditos que se interesaron por la poesía de Rustico en el siglo XIX) o fruto de una investigación personal que no puedo juzgar exhaustiva ni completa. Con todo, los datos alumbrados son muy abundantes y todos coincidentes; por tanto creo viable (y muy recomendable) proponer una interpretación política a este tríptico: los manejos del cardenal Ubaldini y los engaños de la diplomacia pontificia indujeron a los gibelinos en el poder a pactar con los güelfos exiliados; y uno de los instrumentos del pacto fueron los inevitables matrimonios, que despertaron la desconfianza de los más intransigentes. Al final, éstos tuvieron razón y todos estos preparativos acabaron con el exilio masivo de los gibelinos tras el golpe del día de Pascua de 1267. Las ingenuas esperanzas de Cion del Papa, sea personaje real o ficticio, aunque quizá atenten, simplemente, contra el espíritu de transacción política, serían más específicamente las de los gibelinos, seducidos por la perspectiva de salvar el poder (o parte de él) y de poder seguir tranquilamente en Florencia, dedicados a la administración de sus propiedades y de sus negocios; la elección de tal nombre o, si existe, personaje, pudo haber sido sugerida por uno de los recursos habituales del autor: “l’uso a fini equivoci e allusivi di antroponimi e toponimi, perseguito in modo così ampio, direi quasi sistematico, sembra essere proprio – all’epoca – una cifra distintiva del Filippi”167. El sueño resultaba, obviamente, algo impensable cuando seis años antes los mismos gibelinos habían condenado a muerte, exiliado o expul166

Storia di Firenze. II. Guelfi e Ghibellini, p. 839-840, donde recoge la lista completa de Villani con la adición de Salvemini y completa las referencias sobre cada personaje. 167 S. BUZZETTI GALLARATI, “Onomastica equivoca nei sonetti satirici di Rustico Filippi”, en Cecco Angiolieri e la poesia satirica medievale. Atti del Convegno Internazionale. Siena, 26-27 ottobre 2002, Firenze, Edizione del Galluzzo-Fondazione Ezio Franceschini, 2005, pp. 51-76, especialmente p. 74.

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sado de la ciudad a los güelfos, previamente expoliados de sus bienes. Desgraciadamente, si ésta era su intención como propongo, tenía razón Rustico: sus esperanzas eran vanas y estos matrimonios resultarían estériles; los güelfos, vencedores, acabarían profanando las tumbas de los enemigos muertos y los huesos de los difuntos serían arrojados al Arno168. A lo largo del siglo se habrían de repetir periódicamente los episodios de depuración169. Por otra parte, la intervención de Rustico en este conflicto no tiene nada de extraño; varios trovadores en lengua occitana se habían ocupado repetidamente del conflicto entre Carlos de Anjou y Manfredo170: Luchetto Gattilusi, Raimon de Tors, Paulet de Marselha y dos anónimos, “Quor qu’om trobes flor” i “Totas onors…”171 (un planh por la muerte de Manfredo); al último, sin relación con estas luchas, van dedicadas una tensó entre Giraut Riquier y Paulet de Marselha, un poema de Percivalle Doria y 172 el anónimo “Ma voluntatz me mou” ; a Carlos dedicaron composiciones Lanfranc Cigala, Aicart del Fossat i Calega Panzan173. El intento de hermanar la poesía cómica con la sátira política no es nuevo en la historiografía literaria de Italia aunque sus logros se van imponiendo lentamente; Gianfranco Folena propuso esta interpretación a diversas poesías amorosas donde se trataba el tema de la separación y la lejanía que no sólo referirían a la dama, sino también a la ciudad (Doglio membrando’l partire, Poi ch’è si doloroso y Gravosa dimoranza), analizaba el debate en sonetos entre Orlanduccio Orafo y Pallamidesse di Bellindote y concluía que “la poesia politica del Duecento è per larga parte di iniziativa fiorentina; la tenzone politica è una specie di tribuna sulla quale salgono congiunti guelfi e ghibellini. A giudicare dalla poesia si direbbe che la 168

DAVIDSOHN, Storia di Firenze. II. Guelfi e Ghibellini, p. 859. Farinata degli Uberti, muerto diecinueve años antes, fue condenado por herejía junto a su esposa el 1283, y un año después lo fue Bruno degli Uberti en una oleada de represión contra los antiguos gibelinos según N. OTTOKAR, “La condanna postuma di Farinata degli Uberti”, en Studi comunali e fiorentini, Firenze, La Nuova Italia, 1948, pp. 115-123. 170 Además de la edición de referencia que cito a continuación, véase el artículo de W. MELIGA, “Trovatori provenzali”, en Federico II. Enciclopedia federiciana, Roma, Istituto della Enciclopedia Italiana, 2005, pp. 854-867. 171 V. DE BARTHOLOMAEIS, Poesie provenzali storiche relative all’Italia, Col. Fonti per la storia d’Italia-Istituto Storico Italiano, 71, Roma, Istituto Storico Italiano, 1931, nº 157164. 172 Ibid. nº 149, 150 y 156. 173 Ibid. nº 167-169. 169

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lotta politica si svolgesse nei termini di un corretto se non amichevole dibattito concordato ed equamente ripartito intorno a temi generali di politica estera, un pubblico contraddittorio con l’uso di temi propagandistici fissi anche se sapientemente variati e rinnovati. Sono manifesti politici 174 e vanno giudicati anzitutto in rapporto alla loro efficacia oratoria” . A su vez, Luciano Rossi ha interpretado políticamente una canción de Brunetto Latini que d’Arco Silvio Avalle suponía amorosa, S’eo son distretto inamoratamente, y la respuesta de Bondie Dietaiuti, Amor, quando mi membra175; lo atípico de algunos de sus aspectos compositivos (de los que parte la interpretación de Avalle) es fruto de la adaptación del género occitano de la mala canso y de la adopción del lenguaje amoroso para la expresión del dolor por el exilio; este sería también el sentido de Gravosa dimoranza de Guglielmo Beroardi176, el anónimo Poi ch’è sì doloroso177 y la tenzone en sonetos entre Palamidesse di Bellindote del Perfetto y Orlanduccio Orafo. La flor de lis, común a estos poemas, no sería metáfora de la dama, sino identificación heráldica de la ciudad de Florencia (común a la canción política de Guittone d’Arezzo sobre la derrota güelfa de Montaperti) y, en palabras de Rossi “non mi pare un caso, che le canzonette di Brunetto e di Bondie […] facciano parte, nel codice vaticano, d’una piccola serie di canzoni di lontananza di Guelfi fiorentini: da Carnino Ghiberti a Guglielmo Beroardi, a Incontrino de’ Fabrucci, allo stesso Palamidese”178. Desarrollando estos precedentes, Johannes Bartuschat ha profundizado en la interpretación del mismo grupo de poemas junto a otros, pro174

G. FOLENA, “Cultura poetica dei primi fiorentini”, Giornale Storico della Letteratura Italiana, 147, 1970, pp. 1-42, que cito por la reimpresión en Textus testis. Lingua e cultura poetica delle origini, Torino, Bollati Boringhieri, 2002, pp. 159-196, especialmente p. 194. 175 Véase, del primero, Ai luoghi di delizia pieni, Milano-Napoli, Riccardo Ricciardi, 1976, pp. 87-106 y la aportación de L. ROSSI en “Brunetto, Bondie, Dante e il tema dello esilio”, en Feconde venner le carte. Studi in onore di Ottavio Besomi, Bellinzona, Casagrande, 1997, pp. 13-34, especialmente pp. 13-26 y la edición de los textos en apéndice. Hoy tenemos la excelente edición de I poeti della scuola siciliana. 3. Poeti siculo-toscani, edizione critica con commento a cura di R. COLUCCIA, Milano, Mondadori-Centro di Studi Filologici e Linguistici Siciliani, nº 40.1 y 41.1, en cuya presentación se hace una cuidada reconstrucción de las interpretaciones de que han sido objeto ambas composiciones. 176 I poeti della scuola siciliana. 3. Poeti siculo-toscani, nº 39.1. 177 Ibid. nº 49.12. 178 “Brunetto, Bondie, Dante e il tema dell’esilio”, p. 25.

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cedentes del mismo cancionero Vaticano, que giran, como éstos, en torno a los problemas de la separación y la ausencia y aluden a los altibajos de fortuna, quizá vinculados a los problemas del destierro: a los de Carnino Ghiberti, el anónimo florentino Poich’è si doloroso y Gravosa dimoranza de Guglielmo Beroardi, añade Avegna che partensa de Buonagiunta Orbicciani da Lucca y Per forza di piacer lontana cosa de Caccia da Siena, para los que propone la coexistencia de dos niveles de lectura, una amorosa, otra política. Por su parte, Anne Robin ha llamado la atención sobre la controversia entre güelfos y gibelinos tras la hecatombe de 1267: tres grupos de tenzoni que enfrentaron primero, en 1268, a Orlanduccio Orafo y Pallamidesse di Bellindote, un año después a Monte y un desconocido y, por fin, ya en 1275, la que opuso a Cione Baglioni y Monte más otra muy extensa (diecisiete sonetos) en la que intervienen Guglielmo Beroardi, Federigo Guaterotti, Chiaro Davanzati y Lambertuccio Frescobaldi179. La coincidencia, en la mentalidad de los poetas ciudadanos, entre la felicidad amorosa y el bienestar civil habría sugerido “la superposition des thèmes de la séparation d’avec la femme aimée et d’avec la ville aimée, et plus généralement la superposition des thèmes de l’amour et de la politique”180. Entre estos últimos poemas y los de Rustico Filippi que nos han ocupado existe una diferencia radical: el lenguaje poético. Los cincuenta años transcurridos desde Lopo Líans no habían pasado en vano y entretanto, en la lírica occitana, se había desarrollado una sátira cortés y letrada que, no habiendo interesado a los poetas de la escuela siciliana (en cuya estela se ponen los prestilnovisti toscanos), sí había atraído, por el contrario, la atención de Guittone d’Arezzo; seguido probablemente por los autores de canciones político-amorosas, pretendía cantar la política con el mismo estilo elevado que había desarrollado un grupo de poetas occitanos exactamente en el período intermedio. También en estos años, Guittone d’Arezzo, alejándose definitivamente de la tradición siciliana, intentó recuperar la temática política para

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“Espoirs gibelins au lendemain de Bénévent: les tensos politiques florentines (12671275 environ)”, en La poésie politique dans l’Italie médiévale, études réunies par A. Fontes Baratto, M. Marietti & C. Perrus, Paris, Presses Sorbonne Nouvelle, 2005, pp. 4786. 180 “Thèmes moraux et politiques chez quelques poètes florentins pré-stilnovistes: une hypothèse de recherche”, en La poésie politique dans l’Italie médiévale, pp. 87-104 respectivamente.

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la poesía seria y dedicó una canzone181 y una lettera182 al desastre de Monta183 perti ; este intento acabaría en fracaso por la decidida condena de Dante, quedando la tradición poética italiana falta de un instrumento expresivo adecuado a la controversia política en el nivel alto de la expresión poética. Por el contrario, si nos desplazamos al extremo occidental de la Romania, a la expresión de la invectiva y al sermo humilis (incluyendo su aplicación política) no habían de faltarle teóricos, mucho antes de que Dante interviniera en esta querella. El Arte de trobar galaico-portugués establece una distinción muy clara entre dos géneros de sátira: “Cantigas d’escarneo som aquelas que os trobadores fazen querendo dizer mal d’alguê ê elas, e dizê-lho per palavras cubertas que ajâ dous entendymentos pera lhe-lo nô entenderen […] ligeiramente. E estas palavras chamã os clerigos hequivocatio”184; “Cantigas de mal dizer son aquelas que fazê os trobadores […] descubertamente, ê elas entrâ palavras a que queren dizer mal e nô aver outro entendimento senô aquel que queren dizer chaamente”185. Una cosa es la sátira injuriosa, habitual en todo el medioevo, pero satirizar a alguien usando lo que “chamâ os clerigos hequivocatio”, en el estado actual de nuestros conocimientos, parecía una especialidad de los poetas de esta escuela. A la vista de estos tres sonetos, es posible que debamos extender su uso más allá; y seguramente, como en tantos otros recursos que unen a Rustico Filippi con Lopo Líans, no nos hallamos tanto ante el préstamo de una a otra escuela como ante la pervivencia de usos satíricos seguramente arcaicos, marginalizados por al arte de los trovadores provenzales pero redimen181

Le rime, ed. F. Egidi, Bari, Laterza & Figli, 1940, nº XIX. Lettere, edizione critica a cura di C. MARGUERON, Bologna, Commissione per i Testi di Lingua, 1990, nº XIV. 183 Para estos problemas véase R. STEFANINI, “Guittone poeta politico”, y F. MAZZONI, “Tematiche politiche tra Guittone e Dante”, ambos en Guittone d’Arezzo nel settimo centenario della morte. Atti del Convegno Internazionale di Arezzo (22-24 aprile 1994), a cura di M. Picone, Firenze, Franco Cesati, 1995, pp. 165-176 y 351-384 respectivamente, así como C. LE LAY, “Le désastre de Montaperti chez Guittone d’Arezzo”, en La poésie politique dans l’Italie médiévale, pp. 17-46. 184 Arte de trobar, [libro III], cap. v, ed. J. M. D’HEUR, Recherches internes sur la lyrique amoureuse des troubadours galiciens-portugais (XIIe-XIVe siècles), s. l. (Liège), 1975, p. 103. Hoy disponemos también de la edición de G. TAVANI, Arte de trobar do Cancioneiro da Biblioteca Nacional de Lisboa. Introdução, edição crítica e fac-símile, Lisboa, Colibrí, 1999. 185 Arte de trobar, cap. vj, p. 107. Me ocupé con cierto detenimiento de este aspecto en mi Poética, poesía y sociedad en la lírica medieval, Verba. Anexo 59, Santiago de Compostela, Universidade, 2007, pp. 49-52. 182

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sionados por las escuelas periféricas para su aplicación a la controversia política. Muy distinta es la gran sátira política tal como la practicaron los grandes trovadores occitanos, de Montanhagol a Peire Cardenal; en vano buscaríamos el lenguaje llano o la expresión coloquial, el vulgarismo o el insulto. La invectiva, en este caso, viene sustituida por la discusión ideológica. Veamos sus mecanismos.

3. Raimbaut d’Eira y la nueva lengua poética. Encontraremos recursos totalmente diversos a los que hemos estudiado hasta ahora en el texto del que nos vamos a ocupar, producto de la pluma de un trovador cuya única obra conservada, una esparsa, ha de datarse, casi simbólicamente, a mitad de camino entre Lopo Líans y Rustico Filippi: Raimbaut d’Eira. Comenzaremos por una edición crítica, nunca intentada: Testimonios: κ (G. M. BARBIERI, Dell’origine della poesia rimata opera di Giammaria Barbieri modenese pubblicata ora per la prima volta e con Annotazioni illustrata dal Cav. Ab. Girolamo Tiraboschi consigliere di S. A. S. e Presidente della Ducale Biblioteca di Modena, Modena, Presso la Società Tipografica, 31 marzo ra 1790, pp. 111-112.), H (Biblioteca Apostolica Vaticana, ms. Lat. 3207, f. 55 ), b r (Biblioteca Apostolica Vaticana, Barb. Lat 4082 f. 3 ). Texto base: b Rúbrica: Ranbauz deira H, Stanza di Raimbaldo Deira b

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Coms Proensals: si se·n uai dopna Sancha, no us tenrem mais per gaillart ni per pro tan com farem si sai ab nos s’estancha, ni·l faitz tornar per Proensa a·rago; que il dompna es bella e cortesa e francha, e gensera tota nostra maiso. Ben aia l’albres don nais tan bella brancha, c’aital com tanh ad auinen faiso es de beutat bruna, uermeilla e blancha.

Traducción: Conde provenzal: si se va doña Sancha, no os creeremos ya gallardo ni noble como si se queda aquí con nosotros, y no la hacéis volver por Provenza a Aragón; pues es señora bella, cortés y generosa y ornará nuestra casa. Bien haya el

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árbol del que nace tan bella rama, que como corresponde a un rostro hermoso es de belleza morena, bermeja y blanca. Varia lectio: 1 falta la inicial en H proenzal se H Sanza H 2 No uos tenrem tan ualen ni tan pro H 3 Com fariam se chai ab nos sestanza H 4 ellz faiz laissar H f. laissar bκ 5 Qui donna es bella coinda plaizens e franza H 6 E genchara t. n. reio H 7 b. a. arbres… H 8 a. saiso κ De tals com t. H 9 B. e u. e blanza H Razo: Testimonio único κ, en versión italiana: Overo Raimbaut Deira, che s’intese in Donna Sancha di Aragon, la quale essendo per andarsene in Catalogna con Mad. Naudiartz, che ritornava a casa dopo la morte del Signor di Marsiglia suo marito, Raimbaldo pregò nella sottoscritta stanza il Conte di Provenza, che la ritenesse in sua Corte, così Bibliografia: A. PILLET y H. CARSTENS, Bibliographie der Troubadours, Halle, 1933, 391,1, I. Frank, Repertoire métrique de la poésie des troubadours, Paris, Champion, 1966, 226:007, S. ASPERTI, Bibliografia Elettronica dei Trovatori, http://w3.uniroma1.it/bedt/BEdT_03_20, 391,001. Ediciones precedentes: F.-J.-M. RAYNAOUARD, Choix des poésies originales des troubadours, Paris, Didot, 1816-1821, vol. 5, p. 401 (omitiendo los v. 3, 4, 8 y 9, de segunda mano y sin la razo), É. DAVID, “Rambaud d’Hières”, Histoire Littéraire de la France, vol. 18, Paris, Didot-Treuttel et Wurtz, l835, p. 670-671, tomado de H, omitiendo los v. 4 y 9, M. MILA Y FONTANALS, De los trovadores en España, Barcelona, 1861, p. 60 nota 10, reimpresión de Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1966 (que resume la razo y toma su texto de κ sin citar fuente), p. 62, C. CHABANEAU, “Les Biographies des troubadours en langue provençale, publiées integralement pour la première fois avec une introduction et des notes”, en Histoire Générale de Languedoc, vol. X, Toulouse, Privat, 1885, pp. 209-396, pp. 300-301 (razo más texto, también de κ). Cobla: 10a 10b 10a 10b 10a 10b 10a 10b 10ª. S. Asperti (BEdT) considera que puede inspirarse en 015,001 = 226:001 (J. LINSKILL, The poems of the Troubadour Raimbaut de Vaqueiras, The Hage, Mouton & Co, 1964, nº 4, pp. 109116) pero no parecen compartir más allá del esquema estrófico y lo mismo cabe decir de los demás poemas con la misma fórmula.

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Notas al texto: 1. El texto, según los testimonios, ofrece la alternancia en las rimas Sancha / Sanza (v. 1), estancha / estanza (v. 3), francha /franza (v. 5), blancha / blanza (v. 9). La alternancia no plantea problemas lingüísticos pues la -c- ante -a palataliza en los dialectos más septentrionales del occitano; para la descripción del fenómeno véanse los diversos casos analizados con mayor o menor detalle en V. CRESCINI, Manualetto provenzale per uso degli alunni della Facoltà di Lettere. Introduzione grammaticale, crestomazia e glossario, 2ª edizione emendata ed accresciuta, VeronaPadova, Fratelli Drucker,1905, p. 32-33, G. B. PELLEGRINI, Appunti di grammatica storica del provenzale, Pisa, Librería Goliardica,1965, §49 p. 180 y A. RONCAGLIA, La lingua dei trovatori, Roma, Edizioni dell'Ateneo, 1965, p. 68), para su extensión dialectal (limusino-Perigord), M. PFISTER, “L’area galloromanza”, en Lo spazio letterario del Medioevo. 2. Il medioevo volgare. II. La circolazione del testo, Direttori P. Boitani, M. Mancini, A. Vàrvaro, Roma, Salerno Editrice, 2002, pp. 13-91, especialmente pp. 67-68). En cuanto a su documentación, E. LEVY, Provenzalisches Supplement-Wörterbuch berichtigungen und ergänzungen zu Raynouards Lexique Roman, Lepizig, O. R. Reisland, 1894-1924, registra estancha (s. v. estanchar) y francha (s. v. franc); a su vez, G. B. PELLEGRINI, Appunti…, §37 registra sanz y J. ANGLADE, Grammaire de l’ancien provençal, Paris, Klincksieck, 1921, p. 98, sanch. Por otro lado, desde el punto de vista de la scripta, H se manifiesta extraordinariamente conservador con la grafía de sus fuentes, sin intentar ningún proceso de unificación (M. CARERI, Il canzoniere provenzale H (Vat. Lat. 3207). Struttura, contenuto e fonti, Modena, Mucchi, 1990, p. 222). Desde otro punto de vista puede tener su interés, pues podría ocultar la necesidad de distinguir dos posibles versiones fonéticas del nombre de la destinataria, la catalana y occitana Sança y la castellana Sancha; aunque en las ediciones trovadorescas los nombres de los reyes extranjeros (los castellanos y aragoneses también) adoptan la forma occitana, no cabe olvidar que en el uso medieval los reyes y miembros de la casa real catalano-aragonesa utilizaban siempre la forma aragonesa (que coincide con la castellana: Jaime, Pedro, Alfonso en lugar de Jaume, Pere/Peire, Alfons/Anfos). De ser así, la forma palatalizada podría ser la usada en el entorno de Sancha de Aragón. 2. s’estanca: estancar, v. ref. “s’arrêter, rester’. 4. El texto de la cobla tal como nos ha llegado plantea una grave dificultad que ya fue observada por Chabaneau: los tres testimonios son concordantes en una lectura de este verso que he rechazado: Nil faitz laizar per Proensa Arago b Nil faitz laissar per Proensa Arago κ Ellz faiz laissar per proenza arago H La interpretación literal de este verso implica que lo que deja doña Sancha es Aragón, y Provenza, a donde piensa ir, pero la cobla se vuelve ininteligible: en

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primer lugar tendría escaso sentido que el trovador amonestara al Conde de Provenza, amenazándolo con perder su honor si la obliga a reunirse con él en sus estados. Pero, sobre todo, las referencias de lugar resultarían incoherentes: el autor se dirige al Conde desde donde están ellos dos (si se·n uai, v. 1, si sai ab nos s’estancha, v. 3) y hemos de suponer que el lugar idóneo para que esto suceda sería el Condado de Provenza. De ahí la conjetura que propongo. per Proensa Arago: Per con el valor “A travers: Vengut d’Englaterra ab petitz companhos, E trespasset per Fransa, per motz locs perilhos” F.-J.-M. RAYNOUARD, Lexique roman, ou Dictionnaire de la Langue des Trobubadours, Paris, Chapelet, 18361843, s. v. 6. gensera: futuro de gensar = ‘embellir, orner’, LEVY, Petit

El contenido de la cobla es escueto, pero claro: doña Sancha está dotada de todas las virtudes corteses; si por culpa del Conde de Provenza abandona Provenza para irse a Aragón, éste perderá la cortesía que como caballero le corresponde. El nombre de Sancha, particularmente usual entre los castellanos, orienta inmediatamente hacia la casa de Barcelona pues es frecuente entre sus miembros desde que Alfonso el Casto casó con la castellana Sancha. De ahí que lo usaran una de sus hijas, hermana de Pedro el Católico, que habría de casar con Raimon VII de Tolosa, Sancha de Provenza, hija de Raimon Berenguer V, casada en 1244 con Ricardo de Cornualles186 y una hija de Jaime I de Aragón. De la segunda, no sabemos que se enemistara con su padre ni conocemos una posible expulsión de su patria de nacimiento, la tercera queda ya un tanto alejada del entorno trovadoresco como para que la esparsa aluda a ella187. 188 Manuel Milá y Fontanals creyó que Raimbaut d’Eira podía referirse a otra Sancha, castellana y perteneciente al linaje de los Lara189, casada con Sanç, hermano de Alfonso el Casto, que por un breve período 186

Véase J. P. PAPON, Histoire générale de Provence, Paris, 1777-1785, vol. II, 328 y

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Al parecer, vivió religiosamente y murió en Palestina, a donde había ido en peregrinación, aunque en una ocasión resultó involucrada en la política matrimonial de Jaime I. Véase P. DE BOFARULL, Los condes de Barcelona, vindicados, Barcelona, 1836, reimpresión facsimilar de Barcelona, La Vanguardia, 1988, vol. I, p. 236; sin embargo, JOSÉ LUIS VILLACAÑAS, Jaume I el Conquistador, Madrid, Espasa-Calpe, 2003, pp. 406-407, 413 y 658. 188 De los trovadores en España, Barcelona, 1861, que cito por la reimpresión de Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1966, p. 62. 189 Véanse los árboles genealógicos de DOUBLEDAY, The Lara Family, así como SALAZAR Y CASTRO, Casa de Lara, XVI,iii, vol. III, pp. 20-23, que ignora todo otro dato sobre ella, y BOFARULL, Los condes de Barcelona, vindicados, vol. I, p. 190.

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(1181/1182-1185) gobernó el condado de Provenza190 cuya titularidad retuvo, y que fue también conde de Rosellón y Cerdaña y tutor de Jaime I; pudo haber sido una intuición feliz, particularmente por haber sido su marido el defensor de la causa occitana contra los cruzados durante la minoridad de Jaime, pero nada sabemos de la vida de esta dama y ninguna circunstancia permite vincularla al contenido del poema. Por otra parte, como veremos, por su construcción esta esparsa parece posterior a estas fechas. Fue Jean-Pierre Papon quien propuso una datación y un contexto coherente para este poema, ya que no para su razo. En 1241, ya en el último intento de detener el proceso de hegemonía francesa en Occitania, Jaime I de Aragón, Raimon VII de Tolosa y Raimon Berenguer V de Provenza firmaron un tratado de alianza por el que Raimon de Tolosa se divorciaría de Sancha de Aragón, tía de Jaime, a fin de casarse con la hija de Raimon Berenguer, Sancha de Provenza191. Las dificultades objetivas de esta unión, que perjudicaba los proyectos del Papado y del Rey de Francia, lo convirtieron enseguida en papel mojado. Papon, censurando la frivolidad de unos magnates que tan arbitrariamente usaban del sacramento del matrimonio, citó en versión francesa el texto de nuestra esparsa; sus datos historiográficos y documentales procedían de Jerónimo Zurita192 193 y su reconstrucción fue retomada por Ch. de Tourtoulon , que nos dio un

190

E. BAGUÉ, Els primers comtes-reis, Barcelona, Teide, 1960, pp. 69-70. Hay una prolija monografía, muy anticuada, pero documentación útil, en S. SAMPERE I MIQUEL, “Minoría de Jaime I. Vindicación del procurador conde Sancho, años 1214-1219”, en I Congreso de Historia de la Corona de Aragón, Barcelona, Altés, 1909, pp. 580-694, hoy en reimpresión facsimilar de Zaragoza, Ibercaja-Gobierno de Aragón, 2008; un útil estado de la cuestión para estos temas puede verse también en E. BELENGUER, Jaime I y su reinado, Lleida, Milenio, 2007, pp. 52-54 y pp. 57-59. 191 Histoire générale de Provence, vol. II, pp. 325-327 y vol. III, p. 462, así como l’Histoire Générale de Languedoc, Toulouse, Privat, vol. 6, 1879 p. 728-730. 192 Anales de la Corona de Aragón, Zaragoza, 1562, que cito según la edición de Á. Cañellas López, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1967-1985, III,39, vol. I, pp. 543-544. 193 Jacme Ier le Conquérant, roi d’Aragon, Comte de Barcelone, Seigneur de Montpellier; d’apres les chroniques et le documents inédits, 3 vol., Montpellier, Gras, 1863 y 1867, del que he usado la versión castellana autorizador por el autor, Don Jaime I el Conquistador, rey de Aragón, conde de barcelona, señor de Montpeller, según crónicas y documentos inéditos, Valencia, José Doménech, 1874, 2 vols., en edición facsimilar de Paris-Valencia, 1980, vol. II, pp. 48-53. Le siguió J. L. VILLACAÑAS, Jaume I el Conquistador, pp. 346350, aunque usara como fuente literaria la nota de Milá y Fontanals.

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relato de los hechos aún vigente y publicó el documento más importante, el convenio entre los tres magnates de cinco de junio de 1241. Empecemos por el principio: en octubre de 1205194, Raimon VI y Pedro el Católico de Aragón pactaron el matrimonio entre otra Sancha, primera hija de éste y de María de Montpellier, con el heredero de Tolosa, el futuro Raimon VII; la muerte, seguramente inmediata, de la recién nacida hizo que fuese sustituida por Sancha de Aragón195, la hermana de Pedro. El matrimonio se celebró quizá en 1211196 y la futura condesa debió contar con la confianza tanto de Raimon VI como de su marido incluso tras la muerte de Pedro en Muret pues en 1218 se desplazó a Nîmes para pactar en nombre de los dos la sumisión de sus habitantes; el 23 de mayo del año siguiente, Raimon VI habría de ratificar aquel convenio. En 1220 nacería Juana197, la última condesa de la casa de Tolosa. Sin embargo, este matrimonio debió fracasar muy pronto pues en 1223 en un pacto de paz entre Raimon VII y Amauri de Montfort, ya se preveía el casamiento (nunca realizado) del Conde con una hermana de Amauri198. Hay diversas conjeturas para esta ruptura: es evidente que la muerte de Pedro el Católico en Muret había frustrado toda posibilidad de apoyo aragonés; por otra parte (como propone Éméric David) la paz de 194

Histoire Générale de Languedoc, vol. IV, pp. 240-241 donde se extracta el convenio matrimonial. Puede vérsele también en J. MIRET Y SANS, “Itinerario del rey don Pedro I de Cataluña, II en Aragón”, Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 6, 1908, pp. 365-87 especialmente pp. 371-372. 195 H. DÉBAX,“Les comtesses de Toulouse: notices biographiques”, Annales du Midi, 100, 1988, pp. 215-234 sintetizó los datos relativos a esta dama en la Histoire Générale de Languedoc, de donde extracto el resumen siguiente. 196 J. MIRET Y SANS, “Itinerario del rey don Pedro I de Cataluña, II en Aragón”, Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 7, 1907, pp. 15-36, especialmente p. 19. La significación política de este matrimonio y los pactos que lo determinaron fue reconstruida por M. AURELL, Les noces du comte. Marraige et pouvoir en Catalogne, 785-1213, París, Publications de la Sorbonne, 1995, que cito por la versión catalana, Les noces del comte. Matrimoni i poder a Catalunya (785-1213), Barcelona, Omega, 1998, pp. 383-386. El anuario languedociano publicado en la Histoire Générale de Languedoc, vol. V, p. 35 afirma que “Anno M.CC.III. in mense januario Raymundus comes Tholosanus filius regine Constancie duxit in uxorem sororem regis Aragonum”, seguramente por error en la datación; quizá Sancha fue llevada a Tolosa en 1208 sin que el matrimonio se celebrara hasta 1211 por la minoría de Raimon VII, que este año cumplió los catorce. 197 Según los anales languedocianos publicados en Histoire Générale de Languedoc, vol. V, pp. 34-35. 198 Histoire Générale de Languedoc, vol. VI, col. 567.

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1229 había previsto que, de morir Raimon VII sin hijos varones, la sucesión del condado se reservaba a Juana, nacida de este matrimonio y prometida a Alfonso de Poitiers199, por lo que a Raimon le había de interesar una esposa más joven en condiciones de darle un heredero varón. El hecho es que en 1230 ya vivían separados, como consta por una carta del mes de agosto en la que Gregorio IX incitaba al arzobispo de Arles y al obispo de Orange a trabajar por su reconciliación200; por otra parte, en febrero de este año o del siguiente, Raimon Berenguer V se había comprometido con el obispo de Arles a colaborar “super facto venerabilis domine S[ancie] amicae nostrae, & et dictis R[aimundi] Comitis Tolosani mariti sui”; es posible que en este momento se negociara ya un divorcio201, aunque a la luz de la carta pontificia resulta más probable que se estuviera intentando una reconciliación. La separación oficial no se daría hasta diez años más tarde y los historiadores (Zurita, por ejemplo, y tras él casi todos) la atribuyen al deseo de evitar la sucesión tolosana pactada por la paz de 1229. Dado el provecho político que Raimon V obtenía de los problemas entre el Conde de Tolosa y su esposa202, es probable que Sancha se hubiese instalado ya en Provenza; sin duda lo había hecho en 1240, pues su sobrino el 21 de enero le concedió una renta vitalicia y anual de 6.000 sueldos raimondinos sobre las salinas de Saintes-Maries-de-la-Mer203. Vayamos ahora por partes y reconstruyamos la historia del divorcio mediante los numerosos documentos hoy conocidos. El proceso arranca formalmente durante la estancia en Montpellier de Jaime I en la primavera de 1241 mientras Raimon VII se dirigía a Marsella a fin de embarcar 199

“Rambaud d’Hières”, Histoire Littéraire de la France, p. 670. Histoire Générale de Languedoc, vol. VI, col. 662-663. 201 Así lo supone F. BENOIT, Recueil des actes des comtes de Provence appertenant à la maison de Barcelone (1196-1245), Monaco-Paris, 1925, nº 147 (referencia a un documento perdido, pero citado en el siguiente): “Engagements pris par Raimond Bérenger V devant l’archevêque d’Arles, relativement au divorce de sa tante, Sanchie d’Aragon” y 148: “délie Raimond Bérenger V du serment qu’il lui a fait a sujet du divorce de Sanchie”. Este último documento, conservado con el sello del obispo, fue publicado por Papon en su Histoire générale de Provence, vol. II, “Preuves”, p. lviij, nº xlix, por donde cito. 202 Así sucede en el documento citado en la nota anterior: el obispo accede a anular el compromiso adquirido por Raimon Berenguer si Raimon VII no rompe su alianza con Marsella y Tarascón, a la sazón en rebeldía contra el conde de Provenza. 203 Recueil des actes des comtes de Provence, nº 329. PAPON, Histoire générale de Provence, vol. II, p. 326 afirma sin más precisiones que el Conde de Provenza “s’était couvert de gloire en recevant sa tante das ses états, lorsque Raymond VII l’eut renvoyée, et en lui donnan un entretien digne de son rang et de sa naissance”. 200

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rumbo a Roma donde esperaba obtener la absolución pontificia204. El 18 de abril, el Rey de Aragón y el Conde de Tolosa firmaban una alianza para la defensa de la Santa Iglesia y la extirpación de la herejía, excluyendo Jaime I de entre los posibles enemigos al Rey de Castilla y al Conde de 205 Provenza y Raimon VII a los reyes de Castilla y Francia . El 23 de abril siguiente, un nuevo pacto establece una tregua entre ambos señores, por dos años, a partir de Todos los Santos206. Como se revela en un documento del 7 de julio, la pretensión de la alianza era “deffensione romane ecclesie 207 contra imperatorem et valitores ipsius” ; el objetivo real debía ser, por tanto, reconciliar a Raimon VII con la Iglesia. El punto álgido de la negociación, y las verdaderas intenciones de Jaime I y Raimon VII, se alcanzan en el documento siguiente, una sentencia arbitral pronunciada el 5 de junio por el propio Rey conjuntamente con Raimundo Gaucelm, señor de Lunel, y Albeta (consejero de Raimon Berenguer); en ella se dispone que el conde de Provenza inste a Sancha a pedir ella misma el divorcio, que el Conde de Tolosa pida también el divorcio, compensando a su todavía esposa con mil marcos de plata y una pensión vitalicia de cien marcos anuales, y que ambos condes expidan embajadores especiales a la Santa Sede a fin de conseguir las dispensas necesarias208. De la primera cláusula queda claro que Sancha vivía en Provenza con su sobrino; pero lo verdaderamente interesante es la dureza de los términos que la completan: si Sancha no accede a pedir personalmente el divorcio, “alioquin expellat eam de Provincia et auferat ab ea omne quod edit ei nec prestet ex tunc ei clam vel palam auxilium, consilium et favorem”. Paladinamente, no sólo Sancha vivía bajo la protección de Raimon Berenguer, sino que éste tenía la llave que podía obligarla a

204

Sigo la reconstrucción de TOURTOULON, Jaime I, II, pp. 48-53 que ha de considerarse aún completa y vigente; véase sin embargo J. L. VILLACAÑAS, Jaume I, pp. 346-350. 205 A. HUICI MIRANDA (†) y M. D. CABANES PECOURT, Documentos de Jaime I de Aragón, vol. II, 1237-1250, Valencia, Anubar, 1976, nº 326. Todos los documentos de Jaime I que usaremos aparecían ya en A. HUICI MIRANDA, Colección diplomática de Jaime I, el Conquistador, 5 vols, Valencia, 1916 -1922, nº 225, 226, 228 y 229 y habían sido extractados por J. MIRET I SANS, Itinerari de Jaume I el Conqueridor, Barcelona, Institut d’Estudis Catalans, 1918, pp. 148-150. 206 HUICI MIRANDA y CABANES PECOURT, Documentos de Jaime I, vol. II, doc. 327. 207 Ibid. vol. II, doc. 330. 208 IBID. doc. 329, por donde cito; también en TOURTOULON, Jaime I, vol. II, apéndice IV, p. 423.

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actuar contra su voluntad; y hemos de suponer que entre sus cálculos no estaba acceder a las pretensiones de su marido y parientes. Los historiadores, desde Papon a Villacañas, han juzgado este episodio como una coacción inexcusable contra los derechos de una mujer, y sin duda lo fue. Entenderemos aún mejor la situación si recordamos que Alfonso el Casto, el padre de Sancha, en su testamento (Perpiñán, diciembre de 1194) repartió sus dominios entre sus dos hijos mayores, Pedro el Católico y Alfonso II de Provenza, pero, a pesar de haber ordenado mandas a todos los monasterios y órdenes militares, no dejó legado ninguno ni a su tercer hijo, Fernando, destinado a la vida monacal, ni a ninguna de sus cuatro hijas, aún menores209; sólo por un codicilo dos años posterior (abril de 1196) ordenaba a Pedro el Católico que se ocupara de casarlas y las dotara con 20.000 sueldos210. No conservamos la documentación de su matrimonio con Raimon VII, por lo que ignoramos si hubo de conformarse con esta dote o si, como solía suceder, recibió en tal concepto lugares o fortalezas de su hermano más las arras de su futuro esposo211; sin embargo, dada la necesidad que el Conde de Tolosa tenía en aquel momento de la ayuda de Pedro de Aragón, es probable que fuese poco exigente en lo relativo al patrimonio de su esposa, y que, dadas las tensiones que traslucen en la sentencia citada, tampoco le respetara la posesión de las arras cuando ella abandonó el Condado. De ahí el poder que Raimon Berenguer parece tener sobre ella. Por documento del 7 de junio siguiente, aún en Montpellier y siendo testigo el Conde de Provenza, Jaime I prometía a Raimon VII que apoyaría ante el Papa la petición de que le fueran redimidas todas las penas eclesiásticas que había aceptado por el tratado de París de 1229 209

esumido por BOFARULL, Los condes de Barcelona, vindicados, vol. II, pp. 214-215, ha sido publicado íntegro por A. UDINA I ABELLÓ, Els testaments dels comtes de Barcelona i dels reis de la Corona d’Aragó. De Guifré Borrell a Joan II, Barcelona, Pagès-Fundació Noguera, 2001, nº 14 y 15. 210 UDINA I ABELLÓ, Els testaments dels comtes de Barcelona, nº 16 y 17. 211 Vease, a título de ejemplo, la dote y arras que recibió la pequeña Sancha, hija de Pedro el Católico, al disponerse su casamiento con el mismo Raimon VII en 1205, en documento que ya mencionamos: “castrum et villam Montispessulani […] et castrum de Homelacio” (J. MIRET I SANS, “Itinerario del rey don Pedro I de Cataluña, II en Aragón”, Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 6, 1908, pp. 365-387 especialmente pp. 371-372). Consta por otra parte que, a pesar de haber sido desposeído de sus estados Raimon VI por el Concilio de Letrán de 1215, su esposa Leonor de Aragón conservó todos los derechos que le habían sido concedidos por los pactos matrimoniales (DÉBAX, “Les comtesses de Toulouse…”, pp. 231-232).

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(que el Papa levante la excomunión y el interdicto sobre él y sus tierras, que se conceda sepultura eclesiástica a su padre, que se le exima de la obligación de cruzarse y otras imposiciones), pero, sobre todo, “quod dominus papa dispenset super matrimonio contrahendo inter vos et Sanciam filiam nobilis vir comitis Provincie”212. En caso que el Papa no accediera, Jaime le absolvía “a promissione, iuramento et homagio, que nobis pridie fecistis super deffensione romane ecclesie contra imperatorem et valitores ipsius”. Como resultado final de estos pactos, en una isla del Ródano entre Beaucaire y Tarascón, ante los jueces eclesiásticos “quibus in contrarium nichil dixit predicta domina, inducta a nepotibus suis ipso rege et comite Provincie”, fue pronunciado el divorcio por consanguinidad; esta escena, 213 descrita por el cronista Guillaume de Puylaurens , ha sido interpretada por los historiadores como la manifestación de dignidad de una dama ofendida: quizá, sencillamente, había conseguido su objetivo o quizá tuvo la seguridad que ya no conseguiría nada más. Su matrimonio, nacido de un pacto político entre los linajes de Aragón y Tolosa, terminó como había empezado. El 11 de agosto siguiente Jaime I, como había prometido, escribía al Papa en favor de las peticiones de Raimon VII y recibía a la joven Sancha, su sobrina, como esposa de su aliado “si placuerit domino Pape de supradicto matrimonio duxerit dispensandum” antes de la septuagésima siguiente214. La muerte de Gregorio IX hizo fracasar de plano todos estos proyectos. Conservamos noticia de alguna de las contrapartidas obtenidas por Sancha. El 30 de abril de 1246, el Conde de Tolosa le había cedido el castillo de Padernes, en el Venaissin, con todos sus derechos y pertinencias excepto sus obligaciones militares, en substitución de una renta anual y vitalicia de 7.000 sueldos raimundinos que ella venía percibiendo215; por su parte, el conde de Provenza, el 4 de agosto de 1244, reconocía deberle a su tía la cantidad de 10.000 sueldos raimondinos, que se comprometía a 212

HUICI MIRANDA y CABANES PECOURT, Documentos de Jaime I, doc. 330. Raimon Berenguer de Provenza testificó este acto según documento publicado por F. Benoit, Actes des comtes de Provence, nº 336. 213 Chronique. Chronica magistri Guillelmi de Podio Laurentii, text édité, traduit et annoté par J. DUVERNOY, Paris, Centre National de la Recherche Scientifique, 1976, pp. 162-164. 214 MIRET I SANS, Itinerari de Jaume I, p. 150. No encuentro este documento en HUICI MIRANDA Y CABANES PECOURT, Documentos de Jaime I. 215 Histoire générale de Languedoc, vol. VIII, doc. cclxxiv, col. 1203-1204.

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pagarle antes de la próxima celebración de la fiesta de San Hilario216. No creo anecdótico señalar que, en este caso, con el Conde, entre otros personajes de su séquito, se comprometían en el pago de la deuda los trovadores Bertran d’Alamanon y Sordel, que ya habían intervenido como testigos en la sentencia arbitral de 5 de junio de 1241. Señalemos por fin que la condesa Sancha (o la reina como se la suele llamar) había muerto ya en 1249 o 1250, cuando una anotación en la contabilidad de los Condes de Tolosa deja constancia de la liquidación de su testamento217. Sabemos pues que, desde su separación matrimonial, quizá ya desde 1230, Sancha vivía en Provenza, protegida por Raimon Berenger V que la usaba en sus enfrentamientos con Raimon VII; a fin de obligarla a pedir el divorcio, en junio de 1241 Jaime I pedía a su primo que, de resistirse, la expulsara de sus estados y le retirara todo tipo de ayuda: debió ser en este momento, como pensaba Papon, cuando Raimbaut d’Eira intervino en su favor alegando los principios de la ética cortés y caballeresca. Su interpretación encontró siempre una fuerte oposición por chocar contra el verso cuarto de los tres testimonios (“faitz laizar per Proensa Arago”) pero a la luz de los argumentos esgrimidos creo obvio que se trata de un error de enmienda inevitable. El texto resultante es coherente y apropiado a la ética cortés pero, a su vez, resulta totalmente explícito en su formulación; a diferencia de las cantigas de escarnho de Lopo Líans o de los sonetos de Rustico Filippi, no encontramos aquí ambigüedad alguna, pues nos aporta tanto el nombre real de los dos protagonistas del suceso, el Conde y su tía, como la razón de su enfrentamiento: la expulsión de Sancha del territorio provenzal. Pero, sobre todo, describe y pone en primer plano los aspectos del código según el cual el trovador juzga: estando tal dama en posesión de todos los valores corteses (belleza, generosidad y buenas maneras) su presencia en Provenza dignifica el condado, su expulsión, lo empobrecería. El texto de la cobla sólo deja en la sombra el conflicto de fondo, la causa de la actuación descortés del Conde; pero es tan obvia a la luz de los hechos históricos que medio milenio después Jean-Pierre Papon, sólo con los datos esenciales de este conflicto político, y a pesar de la incoherencia de la vulgata, pudo identificarla sin dificultad alguna. Durante el siglo XIII, alrededor de la poesía occitana se desarrolló una intensa tradición hermenéutica: los complejos criterios de organiza216 217

BENOIT, Actes des comtes de Provence, nº 378. Histoire générale de Languedoc, vol. VIII, col. 1279.

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ción de sus cancioneros (basados en la caracterización retórica o histórica de los trovadores), los comentarios y glosas que hoy recogemos bajo las etiquetas antiguas de vidas y razos y la tratadística carecen de parangón en el resto de las literaturas romances, y sólo serán superadas por Dante y la escuela de Tolosa; en vano buscaríamos en la poesía de Lopo Líans o Rustico Filippi algo parecido a la razó que para Raimbaut d’Eira nos ha salvado Gian Maria Barbieri, donde algún antiguo comentarista, quizá muy próximo al autor, nos añadió algunas de las circunstancias que acompañaron o pudieron acompañar la gestación de la cobla. Hoy resulta imposible comprobar la veracidad de estos datos, pues la documentación conservada no permite ni siquiera conocer el séquito de la Condesa en su exilio provenzal; sin embargo, la identificación de los personajes y la fijación de su contexto histórico nos permite afirmar su verosimilitud. Veámoslo con cierto detenimiento. Dejemos de lado el tópico según el cual “Raimbaut D’Eiras […] s’intese in Donna Sancha di Aragon”, pues nada tiene que ver con el problema que aquí nos ocupa. Sólo podemos valorar la información de que doña Sancha, según la razo que nos ocupa, quería “andarsene in Catalogna con Mad. Naudiartz, che ritornava a casa dopo la morte del Signor di Marsiglia suo marito”. ¿Qué podemos decir de esta dama? Examinemos primero el contenido de las vidas y razos, pues de hecho es la información más consistente que conservamos sobre ella. De Pons de Capduelh se nos dice que “amet […] ma dona N’Azalais de Mercuer […] E si acordava en son fol cor qu’el fezes semblan qu’el s’entendes en autra dona, en N’Audiartz, qu’era moiller del senher de Marseilla […] Et el […] comensa si a lonhar de ma dona n’Alazais et a traire se a ma dona n’Audiartz et a dire ben d’ela”218; entre las variantes del ms. b figura el nombre del supuesto marido: “molher de Roselin quera senher de marsela” y esta fue la versión publicada por Camille Chabaneau219. Durante el siglo XIII, el vizcondado de Marsella era ostentado por los descendientes de dos ramas de la dinastía que lo ejercitaban conjuntamente como un derecho indiviso, los sucesores de Raimon Jaufré I (1128218

Cito según J. BOUTIÈRE y A.-H. SCHUTZ, Biographies des troubadours. Textes provençaux des XIIIe et XIVe siècles publiés avec une introduction et des notes, Bibliothèque Méridionale, 27 Toulouse-Paris, Privat-Didier, 1950, reimp. de New York, Johnson Reprints, 1971, pp. 259-260. 219 Biographies des troubadours, “Note XXXVIII ajoutée par les nouveaux éditeurs” en la Histoire Générale de Languedoc, vol. 10, Toulouse, Privat, 1885, pp. 209-409, especialmente pp. 268.

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1152), señores de Trets y de Toulon, y los de su primo Uc Jaufré II (1150220 †1166), ambos nietos del vizconde Jaufré I (1019-1079) . De los primeros sólo Uc Jaufré III tuvo descendencia en su hija Azalais, casada con Raimon IV de Baux (1196-1235), que habría de legar el conjunto de los derechos de los señores de Trets, o sea, la mitad del vizcondado, a Bertran IV de Baux (1213-1266). En la otra rama, desde fines del siglo XII el poder vizcondal se repartió entre tres descendientes de Uc Jaufré II: a través de su hijo Guilhem IV (1176-†1188) una parte de sus derechos pasaron a su nieta Mabilia (1184-1249), casada con Giraud Adhémar (1184-†1229), de quienes los heredó Audiartz (1213-†1257) y con ella su marido, el susodicho Bertran IV de Baux. De su segundo hijo, Raimon Jaufre III, alias Barral (1178-†1192), heredó su hija Barrala (1195-1280), por lo que su ejercicio pasó a Uc V de Baux (1195-1240), aliado entonces del conde de Provenza Alfonso II y más proclive a defender los intereses de Arles. Uc y Alfonso pactaron entonces repartirse por la mitad los derechos del vizcondado, de ahí que un motín de los marselleses arrancó a Roncelin, hijo también de Hugo Jaufré II, de la abadía de San Víctor de Marsella, le hizo asumir el título vizcondal y casarse con otra Audiartz. En la primera mitad del siglo XIII tenemos por tanto dos damas de este nombre que pudieron llamarse esposas del señor de Marsella. Veamos los problemas que esta situación nos plantea y las perspectivas que nos permite trazar221. En el caso de la primera Audiartz, los derechos le correspondían directamente a ella, no a su marido Bertran de Baux; sin embargo, dada la fragilidad en que podían caer las prerrogativas de una dama casada, no 220

Aparte de los documentos que voy citando, he tenido muy en cuenta las visiones de conjunto de V.-L. BOURRILLY, Essai sur l’histoire politique de la commune de Marseille des origines à la victoire de Charles d’Anjou (1264), Aix-en-Provence, 1925, especialmente pp. 38-43 y 55-68, así como H. GÉRIN-RICARD y E. ISNARD, Actes concernant les vicomtes de Marseille et leurs descendants, Paris, 1926, especialmente pp. xxxiv-xxxv y xlii-xlviii. Por otra parte, pueden verse magníficas visiones de conjunto, que articulan la primera fuente con fondos documentales, en F. MAZEL, La noblesse et l’église en Provence. fin Xe-début XIVe siècle. L’exemple des familles d’Agoult-Simiane, de Baux et de Marseille, Paris, Comité des Travaux Historiques et Scientifiques, 2002, especialmente pp. 398-402 y los árboles genealógicos de la fig. 33, que ha de completarse, para las diversas ramas, con las fig. 24 y 39, así como M. AURELL,“Els fonaments socials de la dominació catalana a Provença sota Alfons el Cast”, Acta Historica Archaelogica Medioevalia, 5-6, 1984, pp. 83110, especialmente pp. 87-90. 221 La bibliografía relativa a los trovadores y sus protectores se ha ocupado a menudo de estos problemas; véase el estado de la cuestión de F. BERGERT, Die von den Trobadors genannten oder gefeierten Damen, Halle, Max Niemeyer, 1913, pp. 62-65, que reúne prácticamente todos los conocimientos de la filología positivista.

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podríamos descartarla si no fuera por un detalle obvio: murió en 1257, nueve años antes que su marido. No pudo haber sido llamada viuda porque no lo fue, al menos del único esposo que le conocemos. La segunda Audiartz, la esposa de Roncelin, es una fuente de problemas. Vemos primero los de su marido, que no fueron pocos. Volvamos a 1193, cuando, tras la muerte de Raimon Jaufré III, un movimiento popular marsellés (o, al menos, así lo describe una bula de Inocencio III222) exclaustró a Roncelin, abad de San Víctor, y lo elevó al 223 vizcondado , del que, por herencia, no le correspondía más que un sexto; sin embargo, se apoderó de la parte de su sobrina224 y lo vemos firmar documentos como “vicecomitis et domini Massilie”225, el “senher de Marseilla” de la vida de Ponç de Capduelh. Durante su mandato estuvo bien relacionado con Alfonso II de Provenza y su hermano Pedro el Católico: fue testigo del matrimonio de Pedro con María de Montpellier (Montpellier, 15 de junio de 1204226) y del testamento en que ambos hermanos se nombraban mutuos herederos (Marsella, 10 de octubre227), y acompañó a Pedro a Roma en noviembre del mismo año cuando fue coronado por el Papa228; no podemos olvidar que había sido cuñado de la ahora reina María aunque, junto a su hermano Jaufré, Obispo de Beziers, le había expoliado las mandas de Barral, su anterior marido y hermano de los 229 prelados, según reclamación de Celestino III en 1194 . Por este mismo 222

Citada por MAZEL, La noblesse et l’église en Provence, p. 399 y nota 856. Anteriormente ya había figurado como vizconde tras la muerte de su padre, según documentos de 1172 y 1184, pero en 1190 profesó en San Víctor según GÉRIN-RICARD e ISNARD, Actes concernant les vicomtes de Marseille, p. xliii. 224 GÉRIN-RICARD e ISNARD, Actes concernant les vicomtes de Marseille, p. xlvi, que se basa en el doc. 327; el hecho de que se presentara a sí mismo como detentador de todos los derechos del vizcondado ha hecho pensar que su esposa pudo ser la otra Audiartz, la esposa de Bertran IV de Baux, pero esta hipótesis no resulta fácilmente compatible con lo que sabemos de esta dama. 225 Véase por ejemplo BENOIT, Actes de comtes de Provence, nº 16, de 30 de mayo de 1202. 226 Véase MIRET I SANS, “Itinerario del rey don Pedro I de Cataluña, II en Aragón”, 3, 1905-1906, pp. 238-84, especialmente pp. 278-279. 227 Véase UDINA I ABELLÓ, Els testaments dels comtes de Barcelona, nº 18; dio noticia y extracto de este documento MIRET I SANS, “Itinerario del rey don Pedro I de Cataluña, II en Aragón”, 3, 1905-1906, pp. 238-84, especialmente pp. 282, aunque no cita a nuestro personaje entre los testigos. 228 MIRET I SANS, “Itinerario del rey don Pedro I de Cataluña, II en Aragón”, 3, 19051906, pp. 238-84, especialmente pp. 278-279 y p. 283. 229 AURELL, Les noces del comte, p. 424. 223

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documento sabemos que ya había contraído el que los Papas calificaban de matrimonio incestuoso, que venía a sumarse a las acusaciones de perjurio y apostasía derivadas de su exclaustración. En 1209, al empezar la cruzada antialbigense e incrementarse las presiones pontificias sobre Occitania, Roncelin intentó sin éxito una avenencia con la Iglesia y por decisión pontificia de 4 de agosto de 1211 hubo de devolver su parte a los demás coherederos del vizcondado, separarse de su esposa, volver al claustro y encomendar sus bienes a la administración de su monasterio230, donde 231 murió el 21 de diciembre de 1215 . Los problemas de Roncelin son pura broma (me permito un juego de palabras pueril) comparados con los de los historiadores que han pretendido determinar la personalidad de su esposa. Ya Chabaneau había observado que “sa femme, daprés Ruffy, s’appelait Adalasia; mais dans le cartulaire de SaintVictor de Marseille (n. 904) elle est seulement désignée par la lettre A.”232 V.-L. Bourrilly, aún reconociendo la falta de pruebas, propuso que pudo haberse casado con su sobrina Alasacie233, lo cual, a mi modo de ver, explicaría tanto su actuación como señor único de Marsella como la acusación de incesto. A su vez, Florian Mazel apostilla que “certains historiens, dont V.-L. Bourrilly, donnent comme épouse à Roncelin sa lointaine cousine Azalaïs, fille d’Uc Jaufre III, mais sans avancer aucune preuve […] La seule information qui semble fiable est son prénom, Audiarz, fourni par la razo du troubadour Pons de Capdueil […] Peut-être s’agit-il alors de sa petite-nièce nommée Audiarz?”234, o sea la biznieta de Uc Jaufré, hija de Mabilia, que en tal caso habría casado consecutivamente con Roncelin y Bertran de Baux.

230

Este proceso ha sido narrado con detalle por BOURRILLY, Essai sur l’histoire politique de la commune de Marseille, especialmente pp. 56-60. 231 La fecha fue establecida por GÉRIN-RICARD e ISNARD, Actes concernant les vicomtes de Marseille, p. xlviii, a partir del documento 309; BOURRILLY, Essai sur l’histoire politique de la commune de Marseille, p. 68 y nota, a partir de una anotación de la Chronique de Saint-Victor, lo hacía muerto en 1216. 232 Biographies des troubadours, Histoire générale de Lanquedoc, vol. 10, p. 268, nota a la biografía de Pons de Capduelh. 233 Essai sur l’histoire politique de la commune de Marseille, p. 40; lo sigue AURELL, “Els fonaments socials de la dominació catalana a Provença…”, p. 88 y genealogía de la página 89. 234 La noblesse et l’Église en Provence, p. 400 nota 862.

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Casi nadie235 recoge una propuesta de H. Gérin-Ricard y E. Isnard: la esposa de Roncelin pudo ser una tal Eudarda que, sin indicación alguna sobre su filiación o personalidad, comparece junto a él como testigo de un privilegio acordado por el conde Alfonso II de Provenza a los mercaderes que acudieran de Orange a Marsella; de ahí que proponga que “ou bien appartenait à la maison d’Orange ou était fille naturelle d’Alfons Ier et la seur du roi Pierre, avec qui Roncelin entretint toujours des relations in236 times” . La identificación parece plausible, aunque se excede, sin prueba ni indicio a favor, en su segunda conjetura; si se hubiera limitado a suponerla vinculada más o menos directamente a la casa real aragonesa, dada la proximidad de Roncelin a Pedro el Católico, su propuesta sería más atendible, sobre todo a la luz de la razo que nos ocupa. Si recordamos ahora los datos contenidos en la razo de Raimbaut d’Eira, el resultado no puede menos que sorprendernos: “Naudiartz, che ritornava a casa [Cataluña, según el texto de la vida, Aragón según el texto de la esparsa] dopo la morte del Signor di Marsiglia suo marito”: N’Audiartz resulta un nombre identificable con la que fue viuda del señor de Marsella desde fines de 1215; su condición de catalana o aragonesa no es demostrable, aunque coincida con parte de la conjetura (ciertamente demasiado arriesgada) de Gérin-Ricard. Sólo habríamos de corregir que, si el análisis histórico de la cobla no va desencaminado, entre la viudez de N’Audiartz y su regreso a casa habría pasado un cuarto de siglo. Resulta verosímil que una viuda como ella se hubiese sumado al séquito de otra viuda más poderosa como Sancha de Aragón; sabemos de mujeres a quienes sus maridos o padres proveían de bienes de fortuna y que vivían solas, arropadas por una corte de servidores y damas de compañía237. Resulta también verosímil pensar que, retirada la protección del Conde de

235

Sí lo hace J.-C. DEVOS, “L’abbaye de St. Victor et la famille vicomtale de marseille”, Bulletin Philologique et Historique du Comité de Travaux Historiques et Scientifiques, 1958, 364-381, aunque nada aporta al objeto de esta investigación. 236 GÉRIN-RICARD e ISNARD, Actes concernant les vicomtes de Marseille, documento nº 336 que, desgraciadamente, sólo extracta. Lo interpreta en la página xliv del estudio. 237 Véase C. DUHAMEL-AMADO, “Femmes entre elles. Filles et épouses languedociennes (Xie-XIIe)”, en Femmes, Mariages, Lignages XIIe-XVe siècles. Mélanges offerts à Georges Duby, Bruxelles, De Boeck, 1992, pp. 125-155. En etapas más tardías, la mayor riqueza de la documentación permite conocer con mayor detalle la forma de vida de otras mujeres que, a pesar del tiempo transcurrido, no debían ser muy distintas de sus antepasadas; véase por ejemplo A. RUCQUOI, “Le testament de doña Teresa Gil”, en el mismo volumen, pp. 307-323.

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Provenza y sus emolumentos, decidieran regresar para vivir del patrimonio que allí les quedara, del cual nada nos han conservado los documentos. Por otra parte, la asociación entre ambas damas nos da un indicio sobre la personalidad, por lo demás impenetrable, del autor de esta única composición, Raimbaut d’Eira: esta localidad, la actual Hyères, era patrimonio de una de las ramas menores de la casa vizcondal de Marsella, los Fos; Bertran de Fos ya había vendido una parte al arzobispo de Arles el 21 de agosto de 1235, Roger de Hyères, Bertran y Mabile de Fos vendieron todos sus derechos sobre el lugar a Carlos de Anjou el 18 de septiembre de 1257238. Aunque nos falten los documentos necesarios, resulta lícito proponer que el trovador entró en contacto con Sancha, que tenía origen aragonés pero procedía de las cortes tolosana y provenzal, a través de Audiartz, viuda de un vizconde de Marsella y familiar de los señores de Eira.

238

GÉRIN-RICARD e ISNARD, Actes concernant les vicomtes de Marseille, documentos nº 498 y 551 y p. lxii-lxiii.

4. Algo de teoría. Veamos ahora de qué forma tan diversa proceden los tres poetas en la gestación de su obra: lo más visible es que Lopo Líans y Rustico Filippi juzgan defectos personales, Raimbaut d’Eira, comportamientos públicos; la constatación de esta diferencia está entre los rasgos distintivos básicos que los estudiosos han establecido tradicionalmente entre sus respectivas escuelas: la cantiga de escarnho y la poesía comico-realistica fustigan vicios y defectos privados a través de la invectiva, el sirventés vehicula y expone programas y conflictos políticos o, cuanto menos, censura los vicios colectivos según patrones morales de validez general239. Creo sin embargo que podemos llegar algo más lejos. Si atendemos al problema desde el punto de vista del referente poético, y suponiendo que mi interpretación y reconstrucción de los hechos sean las correctas o, por lo menos, aproximadas, los tres autores falsifican la realidad. Ni los personajes satirizados por Lopo Líans son infanzones pobres, ridículos e ignorantes de un lugar remoto de Galicia, ni Cion del Papa es un necio que aspira a casar a sus hijos con la élite de Florencia, ni el Conde de Provenza puede ser víctima por omisión de la defección de Sancha de Aragón, a quien de hecho, según parece, estaba expulsando de sus dominios y privando de su asistencia. Los tres escamotean información básica sobre los hechos a que aluden y deforman los datos en que se basan a fin de reforzar la eficacia de su mensaje, aunque lo hacen en direcciones opuestas. Por otra parte, ninguno de los tres nos informa de que el problema que tratan es de carácter político, lo mismo que sus motivaciones240; prefieren ocultar también este aspecto bajo sus respectivos disfraces. 239

No voy ahora a repasar la abundante bibliografía sobre ambas escuelas; recordaré simplemente la síntesis de estas tradiciones críticas que nos legó C. ALVAR, “Poesía y política en la corte alfonsí”, Cuadernos Hispanoamericanos, 410, 1984, pp. 5-20. 240 En este sentido resulta imprescindible la interpretación del sirventés político de K.

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Lopo Líans describe sin lugar a dudas el componente ridículo (más exactamente, mezquino) en la personalidad de un alto miembro de la nobleza: nos lo asegura la mención de los tejidos caros y de calidad que compró a su esposa, digna de ser cantada por un trovador, y a su presencia en la corte regia; sin embargo, lo inapropiado de sus cabalgaduras, propias de un villano, la inadecuación de los vestidos que compró a su esposa para las inclemencias del invierno y la ridiculez de sus rechinantes sillas de montar resultan atributos totalmente impropios de su condición social y lo convierten en motivo de irrisión pública. De la misma manera, Cion del Papa, sea nombre real o inventado, no será un pobre florentino con locuras de grandeza pues en tal caso ¿qué profeta se habría interesado por su suerte? Probablemente, ni siquiera el mismo Rustico Filippi le habría dedicado nada menos que tres sonetos; y mucho menos habría convertido en broma intrascendente los matrimonios políticos de alto nivel que los güelfos y gibelinos de Florencia estaban pactando: no era Cion del Papa el personaje ridiculizado, sino los líderes que pensaban, ingenuamente, acabar con tantos odios mediante unos pocos enlaces matrimoniales o los ingenuos gibelinos, que esperaban así conjurar el destino aciago que se cernía sobre ellos. Nos hallamos ante un tipo de sátira elemental en sus procedimientos pero, sin embargo, muy eficaz, que pervivió y pervive hasta nuestros días pues su interpretación correcta no implica una preparación específica, ni cultural ni literaria; la parodia puede ser utilizada eficientemente por la literatura elevada, cortesana o letrada, pero es también uno de los recursos habituales de la llamada literatura carnavalesca, inteligible para todos los públicos, sea éste de condición humilde, como querían Bachtin y sus seguidores, sea fruto de la sátira aristocrática contra los estratos no corteses de la sociedad, como cada vez parece más probable. Sin embargo, cualquier tipo de público (un noble, un letrado, un clérigo o un campesino) pueden percibir la ridiculez del personaje y sumarse al escarnio público de su figura. Todos pueden entender que los auténticos nobles no actúan así y que nos hallamos ante un individuo mezquino, ignorante y ridículo; no es necesario compartir ningún código ético ni expresivo para acabar estando de acuerdo con el autor. Sólo se necesita conocer la identidad de los protagonistas e identificar correctamente los

W. KLEIN, The Partisan Voice. A Studi of the Political Lyric in France and Germany 11801230, Paris-La Haye, Mouton, 1971, especialmente cap. II y III.

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hechos a que el autor se refiere: lo más fácil para su público inmediato, lo más difícil para nosotros. Con la sátira de Raimbaut d’Eira sucede exactamente lo contrario. El autor abre su composición dirigiéndose directamente al Conde de Provenza y lo trata con el respeto debido a tan alta figura; pero lo hace recordándole que el código cortés ordena tratar bien a las damas, especialmente las de calidad, deja muy claro que doña Sancha reúne estos requisitos y le conmina a actuar según exige el rango de los dos. En su intervención reconocemos una voz familiar (y privativa) de los trovadores occitanos, cuya actitud ante los hechos nosotros (desde luego, anacrónicamente) tenemos la debilidad de identificar con la de un periodista o intelectual independiente (figura inimaginable antes de la Ilustración). Pero, sobre todo, su sátira está planteada desde el código de conducta cortés; el mensaje sólo puede ser descodificado y su contenido sólo puede ser compartido cuando el receptor lo conoce y acepta como regla válida de conducta. Si hipotéticamente adoptáramos el punto de vista eclesiástico, el matrimonio de doña Sancha era legalmente nulo pues el padre de su esposo la había mantenido en brazos en la ceremonia de su bautizo y existía entre los dos un vínculo por afinidad en grado prohibido: si la circunstancia que alegaban era cierta, y nadie parece haberla negado, el Conde de Tolosa y el Rey de Aragón tenían razón al pedir la nulidad y la asamblea eclesiástica que la decidió actuó según justicia; por tanto, si éste era como propongo el problema de fondo, ella no tenía derecho a reclamaciones, quejas ni protestas. Desde la ética eclesiástica, la sátira habría debido dirigirse contra la falta de caridad del Conde de Provenza y, quizá, del Conde de Tolosa, y contra el desamparo en que la había dejado su familia, concretamente sus dos sobrinos, el Rey de Aragón y el Conde de Provenza; o bien, caso que doña Sancha se hubiera excedido en sus exigencias, contra su ambición, su orgullo y hasta su contumacia contra las decisiones de la jerarquía eclesiástica. Los protagonistas del suceso pudieron haber pecado contra los preceptos de la Iglesia y la moral cristiana pero no es ésta la perspectiva del trovador, ni se preocupa por este tipo de problemas. Por su parte, Raimbaut d’Eira va más lejos pues no sólo concreta qué principios del código cortés ha incumplido el Conde de Provenza, sino que explicita sus contenidos. Si doña Sancha se va, él no sólo actuará mal, sino que será perjudicado al perder dos virtudes esenciales de la

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nobleza, la gallardía y la probidad, dejará de ser gaillart ni […] pro241. Y será así porque doña Sancha, a pesar de que debía andar ya por el medio siglo de vida y de sus treinta años de matrimonio, no es una mujer cualquiera, ni menos una vieja más o menos infamante o bien conservada como otras víctimas de las sátiras del tiempo (y, en especial, de la poesía eclesiástica y del estilo cómico); muy al contrario, era bella e cortesa e francha […] de beutat bruna, uermeilla e blancha, como una adolescente en edad de merecer. El trovador explicita tanto cuáles son las virtudes caballerescas que han de inspirar al Conde como los merecimientos que obligan a respetar a la dama; no sólo censura actuaciones reprobables sino que describe las virtudes a las que un caballero ha de ajustar su conducta y los méritos que ha de valorar en las mujeres. Este tipo de sátira, mejor sería llamarlo ya sirventes, tiene una fecha y un lugar de nacimiento conocidos: la Occitania de la plenitud trovadoresca, la época de Bertran de Born, aunque la canonización definitiva del sirventés moral habrá de esperar hasta los tiempos de Peire Cardenal242. Stefano Asperti llamaba recientemente la atención sobre las innovaciones introducidas por el sirventés caballeresco de Bertran de Born entre las cuales destaca la ejemplaridad del contenido: “attraverso una codificazione testuale […] egli concretizza un nucleo tematico corrispondente a un insieme significativo di valori del gruppo cavalleresco-feudale cui egli stesso apartiene: il valore, il coraggio, la giovinezza”; este tipo de poesía, en su opinión, “trova la sua ragion d’essere nel contributo alla definizione […] e alla presentazione […] di una forte identità laica, nobiliare-cavalleresca”243; según Asperti, el estadio anterior en la forma del sirventés habría sido el modelo que sigue Guilhem de Bergadan y la cantiga d’escarnho244 aunque por mi parte señalaría que aquél a menudo se manifiesta ya muy alejado de las formas más simples, quizá más primitivas como él mismo propone, de la escuela galaico-portuguesa.

241

Véase la importancia de este término en el sirventes político según KLEIN, The Partisan Voice, pp. 64-66 y 88. 242 Para algunas peculiaridades del sirventés en este trovador, S. THIOLIER-MÉJEAN,“D’une esthétique de la rupture chez Peire Cardenal”, Revue des Langues Néolatines, 1977, pp. 106-125 243 “L’eredità lirica di Bertran de Born”, Cultura Neolatina, 64, 2004, pp. 475-525, especialmente pp. 481 y 488-489. 244 Véase, desde otro punto de vista, C. LÉGLU, “Defamation in the Troubadour Sirventes: Legislation and Lyric Poetry”, Medium Aevum, 66, 1997, 28-41.

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Otro tanto puede decirse de la sátira moral como la practicó Peire Cardenal. Sergio Vatteroni observó “che in questo trovatore assume la veste della critica del tempo presente […], della satira generale: […] è stata più volte sottolineata la tendenza di questa poesia ad assolutizzare l’occasione contingente per trasporla su un piano di permanente validità […]) operando un passaggio dalla storia alla metastoria, dal contingente all’assoluto. In questo modo, quando al trovatore accade di censurare il comportamento di un personaggio precisamente individuato, questo diviene lo specchio di una condizione morale, un tipo che esemplarmente riassume 245 su di sé i vizi dello stato cui appartiene” . Creo muy interesante reproducir un ejemplo, que ilustra perfectamente este principio: el autor subraya que, ante conflictos entre un señor local laico y uno eclesiástico, Dalfi d’Alvernha y Bertran d’Alamanon resolvieron su sátira “nell’attacco alla persona di un prelato”; en las mismas condiciones, Peire Cardenal, “assumendo un atteggiamento didattico […] svolge una serie di considerazioni moralistiche sulla necessità che le virtù ‘politiche’, garanzia di buon governo, siano informate a superiori principi religiosi […] Il conflitto locale tra un signore e un vescovo diventa così il pretesto per affrontare, questa volta da un punto di vista didattico e dottrinale, il tema della decadenza del tempo presente, che vede i chierici sedere ai vertici della società”246. Me permitiré anotar otro ejemplo coetáneo de Peire Cardenal, Guilhem de Montanhagol. Veamos el comienzo de una de sus canciones: No sap per que va son joy pus tarzan, ni fug ni gan dompn’a son amador, pus lo conoys be per bo servidor senes error en fag et en semblan.

Hasta aquí el autor ha descrito un comportamiento habitual en el amor cortés, la dama que demora su entrega, con el que se manifiesta en desacuerdo; pero veamos ahora como continúa en los restantes cuatro versos de la primera estrofa y en toda la segunda:

245

Falsa clercia. La poesia anticlericale dei trovatori, Alessandria, Edizioni dell’Orso, 1999, p. 16. 246 Ibid. pp. 16-17.

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Quar trop tarzar en dompney es follia, que mans amicx ne ven en dezesper, quar pueys no·s deu dompna de ren temer, pus ve l’amor ses fench’e ses bauzia. Bona dompna, ab bel cors benestan, vos tray enan beutatz part la gensor, e·us fai valer valors part la melhor. Pro·us fan d’onor, per so faitz lur coman: valors vos ditz que fassatz ben tot dia, et amors vol qu’ametz, non per dever, mas lo plus fi, ab qu’aya meyns poder: 247 qu’on meyns er ricx, mais vos o graiziria

La posición teórica de Montanhagol, defensor pero también teórico de 248 una ética de la cortesía, es bien conocida ; lo que ahora me interesa subrayar es la construcción argumentativa de estas dos estrofas, iniciales de la canción: primero expone sucintamente (seis versos) una conducta habitual en las damas, la demora del galardón, después desarrolla ampliamente (estrofa y media) las razones teóricas de su error, basándose exclusivamente en la exposición demorada de los principios de la ética cortés. Creo que la originalidad de Montanhagol (y también su fracaso, por el hundimiento inmediato de la sociedad cortés) se verá más clara si atendemos a su crítica de la inquisición: E meron mal clerc e prezicador, quar devedon so qu’az els no·s cove, que hom per pretz non do ni fassa be. E hom que pretz ni do met en soan, 249 ges de bon loc no·l mou, al mieu semblan .

247

Cito según la edición de P. T. RICKETTS, Les poésies de Guilhem de Montanhagol troubadour provençal du XIIIe siècle, Toronto, Pontifical Institute of Medieval Studies, 1964, nº 6. 248 Véase RICKETTS que, en su estudio preliminar, especialmente p. 24-29, revisó cuidadosamente todos los pasajes en que se basa la ética amorosa de Montanhagol. La interpretación ético-cortés de los principios que lo inspiraban fue objeto de análisis específico en E. MELLI, “Interpretazioni di Montanhagol”, en Critica testuale ed esegesi del testo. Studi in onore di Marco Boni, Bologna, Patron, 1984, pp. 97-142. 249 Cito siempre según RICKETTS, Guilhem de Montanhagol, nº 1.

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Los clérigos condenaron la virtud aristocrática de la generosidad; pero no fueron los únicos. Los burgueses practicaban (e impusieron a largo plazo a toda la sociedad) la virtud contraria, el ahorro, y dentro de las mismas filas de la sociedad cortés no tardarían en imponerse serias limitaciones teóricas a la generosidad dispendiosa, que arruinaba las casas y los linajes. La crítica de Montanhagol sólo podía ser aceptable para quien compartiera los valores aristocráticos en que se sustentaba y por tanto circunscribía su eficacia a estos mismos círculos; por eso resulta tan significativo que Peire Cardenal, ante el mismo problema, desarrolle una sátira notablemente distinta: Cascuns enten en aver gran richesa l’uns de l’autre, tan enfruns segles es, mas en honor, en pretz ni en proeza 250 no fan forsa li croi ric mal apres .

Como Montanhagol, junto a la descripción del mal añade la exposición explícita del código según el que debe ser juzgado; pero en este caso el acento no cae sobre la virtud de la generosidad, sino sobre el vicio de la codicia: “li croi ric mal apres” eran censurables para los caballeros, pero también para los clérigos y para las clases bajas, explotadas por ellos. Todos podían compartir la ética de Peire Cardenal en cuanto se esforzó en construir un código que trascendía los valores tradicionales de la aristocracia, asimilándolos con las virtudes cristianas y convirtiendo su causa en la de toda la sociedad; el punto de vista de Montanhagol, por el contrario, no era aceptable para la Iglesia que, al abanderar las órdenes mendicantes los intereses del tercer estado y de las clases bajas en nombre de la pobreza evangélica, habría de ganar la partida. En otro sector de la obra de Cardenal, el código resulta implícito, en particular en la sátira contra el clero corrupto. Basando su sátira en la ética cristiana, patrimonio moral común de toda la sociedad, quedaba eximido de mayores precisiones, por lo que podía acudir a la ironía o el equivoco sin temor a malentendidos: Esperitals non es la lur paubreza: gardan lo lor prendon so que mieus es; per mols gonels tescutz de lan’englesza 250

“A totas partz vei mescl’ab avaresa”, que cito según la edición de S. VATTERONI, “Le poesie de Peire Cardenal (I)”, Studi Mediolatini e Volgari, 36, 1990, pp. 73-259, esp. p. 201.

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laisson selis car trop aspres lur es, ni parton ges lur draparia aissi com sains Martins fazia, mai almornas, de c’om solia sostener 251 la paubra gen, volon totas aver .

En palabras de Sergio Vatteroni, “si può dire che Cardenal non aggiunga niente di nuovo al quadro delle accuse al clero delineato dalla tradizione, ma anche sotto l’aspetto stilistico e formale. La novità sta piuttosto nell’aver trasferito questa tematica fuori della scuola”252. Dicho de otra manera: Cardenal traspone a la lírica occitana los recursos de la sátira latina y erudita, heredera de una gloriosa tradición de discusión ideológica escrita y de una lengua literaria sólidamente anclada. Las observaciones de Asperti y Vatteroni sobre Bertran de Born y Peire Cardenal responden a una característica muy profunda, pero no intemporal, de la escuela occitana, cuyos géneros y formas peculiares, si se me permite una simplificación quizá innecesaria, cuajan de forma definitiva durante la llamada “generación poética de 1170”253 en torno a dos géneros fundamentales: el sirventés caballeresco a lo Bertran de Born y la canción amorosa a lo Bernart de Ventadorn. Y en ambos casos observamos una misma orientación hacia la explicitación del código según el cual el trovador quiere que su obra sea interpretada; para valorar debidamente estos cambios (de cuya interpretación histórica y teórica nos ocuparemos a continuación) basta recordar los problemas suscitados por la interpretación de los trovadores de la etapa precedente. En efecto, ha sido posible fijar sin mayores problemas los parámetros ideológicos de ambos trovadores, cuyos principios se convirtieron en tópicos de manual desde los orígenes de los estudios occitanos, o, a pesar de discusiones basadas en posiciones de principio o apriorismos 251

“Ab votz d’angel, lengu’esperta, non blesza”, que cito según VATTERONI, “Le poesie de Peire Cardenal (I)”, p. 132. 252 Falsa clercia. La poesia anticlericale dei trovatori, p. 42, desarrollando una de las conclusiones de K. VOSSLER, Peire Cardinal ein Satiriker aus dem Zeitalter der Albigenserkriege, München, Königlich Bayerischen Akademie der Wissenschaften, 1916, capítulo octavo. 253 La acuñación definitiva de este concepto historiográfico debe mucho al curso de A. RONCAGLIA, Generazione trobadorica del 1170, Roma, De Santis, 1968; para una perspectiva actual en torno a la canonización de los géneros y problemas de la tradición trovadoresca en este período, C. DI GIROLAMO, I trovatori, Torino, Bollati Boringhieri, 1989, especialmente cap. 5.

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religiosos escasamente justificados por los hechos, tampoco parecen merecedores de mayores dudas los principios morales en que se basa la sátira de Peire Cardenal254. Sin embargo, a pesar de las intensas controversias que han suscitado y los esfuerzos de lo más granado del medievalismo durante todo el siglo XX, no resulta fácil terminar con las discusiones sobre el significado real, el referente biográfico o ideológico que subyace tras la poesía amorosa de Jaufre Rudel, vacía de teorizaciones de cualquier signo o de elementos identificables de la vida social de su tiempo255. 254

El problema más debatido ha sido el de su ortodoxia, a cuyo favor se inclinó Karl Vossler (Peire Cardinal ein Satiriker aus dem Zeitalter der Albigenserkriege, pp. 46-72) con argumentos que hemos de considerar definitivos; otros investigadores más recientes que se han ocupado del tema coinciden en reafirmar su ortodoxia a pesar de su anticlericalismo, como J. GARREAU, “Hérésie et politique chez Guilhem Figueira et Peire Cardenal”, Kentucky Romance Quarterly, 31, 1984, pp. 243-249. Por el contrario, persistió en considerarlo hereje L. VARGA (“Peire Cardinal était-il hérétique?”, Revue de l’Histoire des Réligions, 110, 1938, pp. 205-231) aunque usando prejuicios ajenos al buen sentido y llegando a propuestas extravagantes en sus conclusiones, que aún colean en trabajos recientes como K. SULLIVAN, Truth and the Heretic. Crises of Knowledge in Medieval French Literature, Chicago-London, University of Chicago Press, 2005, pp. 105-114. Más prudente es M. PICCHIO SIMONELLI, Lirica moralistica nell’Occitania del secolo XII: Bernart de Venzac, Modena, Mucchi, 1974, pp. 127-177, a pesar de constatar las coincidencias de sensibilidad y de censura antieclesiástica en Cardenal y los herejes. Creo que el análisis de VATTERONI, Falsa clergia. La poesia anticlericale dei trovatori, pp. 114-128 ha de considerarse definitivo: el anticlericalismo del trovador parte de la tradición cristiana ortodoxa (con la única novedad de exponerlo en vulgar y no en latín) y aún coincidiendo con los cátaros en algunas de sus posiciones, es posible que éstos las hubiesen tomado también de la tradición eclesiástica. Para la concreción de otros aspectos de su espiritualidad, véase por ejemplo CH. CAMPROUX, “Présence de Peire Cardenal”, publicado primero en los Annales de l’I.E.O, 1970, que cito por la reimpresión en sus Écrits sur les troubadours et la civilisation occitane du Moyen Âge, Montpellier, Occitania, 1984, vol. I, pp. 85-111, especialmente pp. 102-107 y su “La mentalité ‘spirituelle’ chez Peire Cardenal”, que apareció antes en los Cahiers de Fanjeaux, 10, 1975, para ser reimpreso en el mismo volumen, pp. 158-188, donde señala numerosas concomitancias con los franciscanos espirituales. 255 Dada la complejidad y abundancia de la bibliografía, por lo menos hasta que L. SPITZER pareció dejar el tema en términos relativamente satisfactorios para la mayor parte de los estudiosos (L’amour lointain de Jaufré Rudel et le sens de la poésie des troubadours, Chapel Hill, 1944, reimpreso en sus Romanische Literaturstudien 1936-1956, Tübingen, Max Niemeyer Verlag, 1959, pp. 363-417), me limitaré a recordar la cuidada síntesis de G. CHIARINI, Il canzoniere di Jaufre Rudel. Edizione critica, con introduzione, note e glossario, col. Romanica Vulgaria, 5, L’Aquila, Japadre,1985, especialmente pp. 18-32; habría que añadir los apuntes procedentes de la interpretación sociológica de la relación trobar leu-trobar clus, que parte de Ü. MÖLK, Trobar clus trobar leu. Studien zur Dichtungstheorie der Trobadors, München, Wilhelm Fink Verlag, 1968, especialmente p.

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A su vez, a pesar de un inteligentísimo debate en que se enfrentaron la teoría sociológica más fértil para los estudios humanísticos del siglo XX y los instrumentos más sofisticados de investigación filológica, a pesar también de las inmensas aportaciones metodológicas y de la intensa acumulación de conocimiento de que ha sido objeto, aún resulta extremadamente difícil fijar de forma satisfactoria el sustrato ético e ideológico de que parte la feroz sátira moral de Marcabru y sus críticas contra gran parte de la sociedad aristocrática de su tiempo256. Concluyendo con estas observaciones, la explicitación en su obra del código ético a que cada trovador se ajusta es un fenómeno tardío en la configuración de la escuela y, ciñéndonos al caso del sirventes, tuvo graves dificultades para irradiar a otras literaturas, en las que aclimató con extrema dificultad257; pero no nació de la nada ni resulta irrelevante para la historia de la cultura medieval. Veamos un ejemplo de Marcabru: Moillerat, per saint Ylaire, son d’una foldat confraire,

36 (retomado por M. MANCINI,“Recenti interpretazioni del ‘trobar clus’”, Studi di Letteratura Francese, 2, 1969, pp. 241-259, que pone de relieve su relación con los trabajos de Erich Köhler), y de E. KÖHLER, “Marcabru und die beiden ‘Schulen’”, primero en Cultura Neolatina, 30, 1970, pp. 300-314 luego en versión italiana, en “Marcabru e le due ‘scuole’”, Sociologia della fin’amor, ed. Mancini, Padova, Liviana Editrice, 1976, pp. 257273, especialmente p. 261. 256 Baste citar el espléndido debate que siguieron A. RONCAGLIA,“Trobar clus: discussione aperta”, Cultura Neolatina, 29, 1969, pp. 5-55, al que replicó E. KÖHLER, “Marcabru e le due ‘scuole’”, arriba citado, y de nuevo A. RONCAGLIA, “Riflessi di posizioni cistercensi nella poesia del XII secolo”, en I cistercensi e il Lazio. Atti delle giornate di studio dell’Istituto di Storia dell’Arte dell’Università di Roma (17-21 maggio 1977), Roma, Multigrafica, 1978, pp. 11-22, más fácil de consultar a través de los extractos de L. FORMISANO, La lirica, Bologna, Il Mulino, 1990, pp. 256-282 y de Il punto su: I trovatori, ed. M. Mancini, Roma-Bari, Laterza, 1991, pp. 143-152. 257 Para la escuela galaico-portuguesa véanse los casos que han ido señalando S. SPINA, Do formalismo estético trovadoresco, São Paulo, Universidad, l966, Apéndice I, “Florebat olim”, pp. 163-175, L. STEGANO PICCHIO, Martin Moya. Le poesie, Roma, Edizioni dell’Ateneo, l968, pp. 69 ss y 120-121, G. TAVANI, Le poesie di Ayras Nunez, Milano, Ugo Merendi, l964, pp. 37-38 y mi La corte de Babel. Lenguas, poética y política en la España del siglo XIII, Madrid, Gredos, 2005, especialmente pp. 272 y nota, para la alemana, la visión de conjunto de KLEIN, The Partisan Voice; bien sabido es, y antes nos ocupamos de ello, cómo en Italia la sátira cuajó sólo en dialecto, entre los seguidores de Rustico Filippi, muerta ya la escuela trovadoresca y los intentos de aclimatación del sirventés por Guittone y los primeros poetas toscanos.

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q’entr’els es gerra moguda, 258 tals que cornutz s’acornuda .

A pesar de su inigualable personalidad, en cuanto a técnica satírica, se aleja escasamente de la invectiva tal como la practicaban los autores de la escuela galaico-portuguesa o los poemas más duros de Guilhem de Berguedan. Desde el punto de vista que aquí nos interesa, la creación de una lengua poética explícita y compleja, cabe ponerlo en relación con los poemas obscenos de Guilhem de Peitieu, como cuando éste afirma Tant las fotei com auziretz: cent et quatre-vinz et ueit vetz, que a pauc no·i rompei mos corretz 259 e mos arnes .

Tanto la sátira de Marcabru como el erotismo primitivo de parte de la obra de Guilhem no exigen la preexistencia del registro expresivo cortés ni presuponen en el lector su conocimiento previo, al contrario de cuanto sucede con la gran parte de las composiciones erótico-cómicas posteriores en occitano, de carácter a menudo paródico260. Obviamente no podemos afirmar que nos hallemos ante una muestra de lírica amorosa pre-cortés aunque, si tal cosa existió, ésta pudo ser una de sus manifestaciones; como no podemos descartar este mismo origen para el registro no cortés de la chanson de toile, la reverdie o la poesía oral y musical posterior. En cierto sentido, y desde el punto de vista de los hechos y de ciertos componentes de las relaciones entre los sexos que se describen o se implican, aquella composición soez no dice nada substancialmente distinto de cuando, mucho más poéticamente, Guilhem de Peitieu canta: La nostr’amor va enaissi com la brancha de l’albespi, qu’esta sobre l’arbr’ en creman, la nuoit, ab la ploi’ ez al gel, 258

“El son d’esviat chantaire”, que cito según S. GAUNT, R. HARVEY Y L. PATERSON, Marcabru. A Critical Edition, Cambridge, D. S. Brewer, 2000, nº 5. 259 “Farai un vers, pos mi sonelh”, que cito según Guglielmo IX. Poesie, edición de N. PASERO, Modena, Mucchi, 1973, p. 130. 260 Véanse la variedad de los registros expresivos de lo burlesco en los ejemplares que publicó P. BEC, Burlesque et obscenité chez les troubadours. Le contre-texte au Moyen Âge, Paris, Stock, 1984.

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tro l’endeman, que·l sols s’espan per la fueilla vert el ramel. Enquer me membra d’un mati que nos fezem de guerra fi e que·m donet un don tan gran: 261 sa drudadari’ e son anel .

En ambos casos el autor expresa la euforia y la satisfacción propias del deseo erótico satisfecho. En el primero lo hace en términos tabernarios o cuarteleros, propio de una reunión de amigotes, donde lo pertinente es la posesión sin compromiso de la mujer y el gozo fraudulento del sexo; todas las culturas conocen esta visión primaria y primitiva de la relación entre el hombre y la mujer y lo podemos encontrar en los cuentos salaces de la cultura popular antigua y moderna. Cuando la literatura culta se hace eco de él, suele ser en términos risibles, en un entorno villano, como habría de hacer el Decameron (donde, por otra parte, brilla esplendorosamente el contraste entre las diversas formas de entender el amor o el sexo). Por el contrario, en el segundo caso la obra de Guilhen de Peitieu reviste y, en cierto sentido, escamotea la posesión carnal tras una ética sofisticada y minoritaria, la que conocemos como amor cortés: implica primero una espiritualización de la relación erótica y una valoración positiva de la mujer que la sociedad medieval estaba muy lejos de compartir, incluso dentro del ámbito aristocrático donde tanto se la exaltaba; ambas implicaban una absoluta innovación ideológica, frontalmente enfrentadas con las creencias difundidas por la Iglesia y con la opinión que el sexo y la mujer habían merecido en todas las sociedades antiguas, las letradas y las bárbaras. En segundo lugar, desenvuelve o vela la descripción de las relaciones sexuales mediante una estética cuidadosa en la selección estilística y una retórica sofisticada y selecta, de raíz letrada; lo que solemos llamar el lenguaje elevado, el estilo serio. En consecuencia, la descripción directa de la gestualidad sexual y los símiles procedentes de la experiencia material (“mos corretz / e mos arnes”) son substituidos por un vocabulario abstracto de nueva creación (“sa drudaria”), una imaginería estetista idealizadora (“la brancha de l’albespi”, “la fueilla”, “un mati”) y un conjunto de desplazamientos semánticos de origen retórico (“la nostr’amor va

261

“Ab la dolchor del temps novel”, que cito nuevamente según la edición de PASERO, p. 251.

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enaixi / com…”, “nos fezem de guerra fi”) vinculados a una experiencia literaria que hasta entonces había vivido recluida en la lengua latina. Concluyendo estas observaciones podemos inferir que, en términos de innovación ideológica, la distancia que va del Guilhem procaz al Guilhem cortés y Jaufré Rudel es semejante a la que media entre la invectiva de Marcabrú y el sirventés de Montanhagol. Pero, desde la perspectiva que ahora nos interesa, entre la invectiva de Marcabrú, la cantiga de maldizer, la poesia comico-realistica por una parte y las sofisticadas sátiras morales de Montanhagol y Peire Cardenal por otra, media una distancia mucho mayor cuya naturaleza deriva en parte, pero sólo en parte, de la adopción de una nueva ideología; para aprehender su significado real (que comparte con la lírica amorosa sobre todo desde Bernart de Ventadorn) habremos de centrarnos en la adquisición por los trovadores de los recursos expresivos propios de la retórica cortés y de la gran literatura latina del período cuya naturaleza, a mi parecer, no ha sido puesta de relieve en la forma adecuada. Aproximémonos para ello a estos fenómenos desde otra perspectiva metodológica. En la fijación de los supuestos teóricos de su magna reconstrucción de la poética medieval, Paul Zumthor partía de una premisa que me parece enteramente aceptable: “le discours oral, il est vrai, s’insère avec évidence dans une situation qui l’éclaire et dont la connaissance, pour l’auditeur, constitue un élément de la communication. Cet élément, dans le discours écrit, doit être remplacé par des artifices linguistiques”262. Más recientemente, David Olson, desde una perspectiva teórica y empírica mucho más amplia, se ha ocupado de la evolución de este tipo de problemas durante el desarrollo de la lengua escrita en la Europa medieval y moderna. En su análisis parte de la distinción entre el “acto locucionario (lo dicho, hablando estrictamente)” y la “fuerza elocucionaria del enunciado (la intención comunicativa respecto del recep263 tor” , o dicho con sus propias palabras “las indicaciones provistas por el hablante y por el contexto compartido sobre cómo lo que se dice debe ser 262

Langue et technique poétique à l’époque romane, Paris, Klincsieck, 1963, p. 32. Estos conceptos fueron introducidos en la filosofía del lenguaje por J. L. AUSTIN, How to do Things with Words, Oxford University Press-Clarendon, 1962 (ciclo de conferencias leídas en la Universidad de Harvard en 1955, edición a cargo de J. O. Urmson), Lecture VIII, y se han convertido en punto de partida de sus investigaciones en diversas áreas de la lingüística actual; para una reformulación en estricta teoría semántica, véase J. LYONS, Linguistic Semantics. An Introduction, Cambridge University Press, 1995, §8, pp. 234-257. 263

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tomado por el oyente o la audiencia”264; “simplificando un poco las cosas puede decirse que la escritura representa fácilmente el acto locucionario, dejando subespecificada la fuerza ilocucionaria […] el descubrimiento y, por tanto, el control de la fuerza ilocucionaria constituye una parte impor265 tante de la historia de la cultura escrita” . “El problema de la escritura (sigue D. Olson) es entonces qué dispositivos de invención, incluyendo los léxicos y sintácticos, pueden compensar lo que se pierde”266. Según este estudioso, tal proceso llega a su primer y considerable estado de desarrollo durante la Baja Edad Media, con la creación de una prosa cuidada, explícita y autosuficiente, pensada para su interpretación unívoca, y alcanzará su cenit tras los monumentos de erudición del siglo XVII; siguiendo su análisis, en un período que coincide con la expansión de la lírica occitana, la experiencia de la escritura en la codificación legal y la plasmación escrita de los actos jurídicos267 facilitó la creación de modelos que permitían usar los textos escritos como formas de expresión explícita y unívoca. Por mi parte, añadiría el desarrollo de los complejos modelos argumentativos de la escolástica que desembocan en las complejas divisiones y silogismos cuyo progreso, de conclusión en conclusión, resulta implacable por ejemplo en la obra de Tomás de Aquino, un modelo de escritura completamente nuevo, sin precedentes en la prosa edificativa y moral del libro monástico y de la Iglesia altomedieval. Si no me equivoco, el contraste entre los escarnhos de Lopo Líans, los sonetos de Rustico Filippi y la breve cobla de Raimbaut d’Eira responde precisamente a este problema; los dos primeros estaban todavía inmersos en los procedimientos de una cultura oral, en la que la percepción correcta de la intencionalidad del hablante no resultaba cuestionable: su obra fue creada como respuesta a unos hechos concretos con el objeto de que fuera ejecutada directamente ante sus protagonistas o, cuanto menos, 264

D. OLSON, The World on paper: the conceptual and cognitive implications of writing and reading, Cambridge, Cambridge University Press, 1994, que cito por la versión española, El mundo sobre el papel. El impacto de la escritura y la lectura en la estructura del conocimiento, Barcelona, Gedisa, 1998, p. 144. 265 Ibid. pp. 114 y 117 respectivamente. 266 Ibid. p. 135. 267 El autor se basa en los conocidos trabajos de M. T. CLANCHY, From Memory to Written Record. England 1066-1307, London, Edward Arnold, 1979; véase El mundo sobre el papel, p. 211-214. Véase también la influencia que la codificación jurídica introdujo en los hábitos de trabajo intelectual y la escritura letrada en B. STOCK, The Implications of Literacy. Written Language and Models of Interpretation in the Eleventh and Twelfth Centuries, Princeton (New Jersey), Princeton University Press, 1983.

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ante el grupo aristocrático, eclesiástico o ciudadano involucrado directamente en los problemas tratados, un público conocedor de los hechos, de las opiniones y de las actitudes de los grupos sociales y políticos afectados y, por tanto, en posesión de todas las claves interpretativas necesarias. Incluso en el caso de cantarse (o recitarse) fuera del grupo original, no podemos pensar en un público plebeyo o muy amplio, sino en las élites que participaban en el gobierno y sus seguidores más próximos; para los demás, podía no tener ningún interés o, en el mejor de los casos, ser utilizado por su capacidad de producir irrisión pues todavía compartían las claves necesarias para una comprensión más o menos apropiada. Este tipo de poesía difícilmente habría sido exportable fuera de los límites de la comunidad en que había nacido. Continuando en esta línea interpretativa, estas composiciones eran piezas constitutivas de las crisis políticas a que refieren: intentaban influir en su desarrollo ridiculizando y desprestigiando a los protagonistas, sus partidos o sus decisiones, poniendo en primer plano sus problemas y facilitando la integración de todos sus enemigos en un espectáculo dirigido contra ellos. Por lo demás, la situación habría sido exactamente la misma si, en lugar de aceptar mi interpretación, se tratara, como dice tradicionalmente la crítica a partir de la rúbrica, de una facecia casual protagonizada por unos infanzones de Lemos y celebrada por una escuela local de trovadores sita en el Orcelhon orensano, o de las aspiraciones ridículas de un Cion del Papa. Sólo que en este caso apenas interesaría fuera de aquel reducido círculo sino por lo ingenioso de las situaciones y la exhibición de riqueza léxica. En ambos supuestos, la interpretación del mensaje por sus destinatarios inmediatos resultaba un obviedad, tanto como deviene compleja al lector actual que ha perdido irremediablemente sus claves referenciales. Si esta afirmación resulta válida en el contexto cortesano que hemos supuesto para Lopo Líans, la sucesión de la corona castellana en beneficio de Berenguela y Fernando III, no resulta menos aplicable a los tres sonetos de Rustico Filippi. Si mi interpretación es correcta, el autor compone para un público que conoce todos los ingredientes y protagonistas de la maniobra política y está al corriente de todos sus pormenores; el autor puede referirse a ellos indirectamente, “per palavras cubertas que ajã dous entendymentos” y ni siquiera resulta necesario pensar que lo hace “pera lhe-lo nõ entenderen […] ligeiramente”: esta precisión más bien parece una interpretación pensada a posteriori, cuando tal estética estaba ya muerta y eran los clérigos, cargados de retórica, los encargados

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de dar luz a sus productos. Parece más viable entender que la ridiculización de un innominado Cion del Papa había de resultar especialmente punzante a las grandes casas florentinas, los Donati, Adimari, Tosinghi, Giandonati o Abati, así como los Ubaldini, Ubertini y Guidi que habían abogado por la vía del pacto. Las ridículas ilusiones de Cion del Papa eran en el fondo una carga de profundidad contra sus proyectos; no resulta difícil imaginar que tales invectivas habían de resultar una eficacísima arma de lucha política contra los partidarios de la transacción y la componenda. Rustico Filippi escribía sólo para sus conciudadanos, todos ellos enterados de lo que se estaba tramando, y no necesitaba explicitar los motivos de su sátira, que habrían sido más bien impopulares porque ¿cómo se podía predicar eficazmente en contra de los planes de paz? Sólo ridiculizándolos. De ahí que ésta fuera su mejor arma. De aceptarse estas propuestas, los trovadores occitanos no sólo crearon una ideología, una ética, unos motivos, unas formas y unos géneros, sino que adaptaron la expresión poética a las necesidades de una sociedad amplia y compleja, donde los mensajes llegaban mucho más lejos del entorno inmediato del emisor y de su público directo, conservaban su potencial artístico y ético mucho después de su propia desaparición y adquirían un valor colectivo, ético y poético, que les trascendía. Los estudios sobre la relación entre la lengua escrita y la configuración del pensamiento (tan importantes en amplios sectores actuales de la filosofía, antropología y sociología del lenguaje)268 centran buena parte de las diferencias entre la cultura occidental alfabetizada y las que no lo están en la 269 descontextualización del pensamiento y del mensaje o sea, en la intro268

El desarrollo de estas disciplinas coincide en gran medida con la monopolización de los estudios lingüísticos por el estructuralismo que, a cambio de un método mucho más riguroso, fue eliminando del ámbito de los estudios lingüísticos las parcelas que no se adaptaban fácilmente a los nuevos requerimientos. De ahí que, en algunos sentidos, tuviera razón G. R. CARDONA al afirmar que “se oggi è possibile collocare in maniera diversa il fenomeno scrittura, lo dobbiamo certo ad una visione più articolata e più realistica quale la linguistica da sola non avrebbe mai saputo dare” (Antropologia della scrittura, Torino, Loescher, p. 21), en un momento en que no habían alcanzado ni de lejos el desarrollo que estas disciplinas tienen hoy. 269 De este aspecto se ocupó ya W. J. ONG, Orality and Literacy. The Technologizing of the Word, London, Methuen & Co., 1982, pp. 103-115. Desde un punto de vista descriptivo, y por tanto escasamente relacionado con nuestro objetivo, este fenómeno fue estudiado por W. L. CHAFE, “Linguistic Differences Produced by Differences Between Speaking and Writing”, en Literacy, Languages, and Learnings. The Nature and Consequences of Reading and Writing, Edited by Olson, N. Torrance, and A. Hildyard, Cam-

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ducción de los mecanismos que permiten explicitar la fuerza elocucionaria del enunciado, la forma en que el emisor explicita el sentido en que sus palabras han de ser interpretadas; pero observan que las formas de lenguaje descontextualizado surgen “en cualquier sociedad lo bastante populosa como para que exista la comunicación con personas desconocidas […] que pueden no compartir información contextual”270. Como veremos a continuación, aunque la tipología de este tipo de formulación verbal de la sátira puede explicarse por la necesidad de que su repertorio no perdiera validez al salir del ámbito geográfico y social y del entorno político, poético o meramente humano que lo motivó, estoy persuadido de que en este proceso adoptaron los inmensos avances de su época para la difusión escrita del pensamiento; con razón observaba Saverio Guida que “le frequentazioni e l’acquisizione d’una conoscenza e d’una coscienza diverse rispetto a quelle dei trovatori delle prime generabridge, Cambridge University Press, 1988 (primera edición de 1985), pp 105-123, pp. 116-118; más elaborado es su W. CHAFE, y J. DANIELEWICZ,“Properties of Spoken and Written Language”, en Comprehending Oral and Written Language, edited by R. Horowitz, S. J. Samuels, London, Academic Press, 1987, pp. 83-113, especialmente pp. 105-110. J. GOODY trata fugazmente del tema en su Entre l’oralité et l’écriture, Paris, Presses Universitaires de France, 1994 (edición original The Interface between the Written and the Oral, Cambridge, Cambridge University Press, 1993), pp. 274-275, concluyendo que “l’écriture accroît la décontextualisation”; sin embargo, su estudio tiene el interés de estar basado en los usos del silabario vai, nacido en Liberia a principios del siglo XIX a fin de escribir la lengua nativa: su uso social limitado, su aplicación a una lengua de escaso uso cultural y su convivencia diglósica con lenguas de cultura dominantes, el inglés y el árabe, hacen que su caso tenga ciertos aspectos en común con las condiciones de la escritura en lengua vulgar en la Europa de nuestros orígenes. Pero quizá el autor que más explícitamente se ha ocupado de estos problemas es J. P. DENNY: “el pensamiento occidental tiene un solo rasgo distintivo, la descontextualización”, del que derivarían todas las caracterizaciones que suelen aplicársele (“El pensamiento racional en la cultura oral y la descontextualización escrita”, en Cultura escrita y oralidad, ed. Olson y Torrance, Barcelona, Gedisa, 1998, pp. 95-126, p. 107, traducción del original ingles Literacy and Orality, Cambridge, Cambridge University Press, 1991). 270 DENNY, “El pensamiento racional en la cultura oral y la descontextualización escrita”, pp. 114-115. De este aspecto se ocupó ya ONG, Orality and Literacy, pp. 103115. Desde un punto de vista histórico, la descontextualización en las culturas orales está implícita en E. A. HAVELOCK cuando considera la difusión del dialecto jónico como instrumento supraregional de la épica griega a partir de las condiciones creadas por la dispersión colonial, Preface to Plato, Harvard, Harvard University Press, 1963, pp. 118121, y lo mismo puede decirse de las propuestas de P. ZUMTHOR, Langue et technique poétique à l’époque romane (XIe-XIIIe siècles), capítulo I, sobre la aparición de una koiné jurídica y religiosa en la época preliteraria.

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zioni portano […] all’affermazione d’un sistema raziocinativo e rappresentativo molto più sfaccettato che nel passato […] col prevalere degli aspetti logici su quelli istintivi e passionali”271; y Luciana Borghi Cedrini llamaba la atención sobre los aspectos lingüísticos de este proceso al incidir en que, “quanto meno dalla metà del secolo questa poesia, per poter venire apprezzata e praticata in tanti ambienti diversi, dovesse darsi una lingua sempre piú intessuta di elementi comuni, o quanto meno ben intelligibili, all’intero territorio occitanico, ed esente da voci d’uso ristretto o franca272 mente dialettali” . La teoría de Olson se completa con otro concepto no menos importante: la necesidad de dar una interpretación a los textos cuya fuerza ilocucionaria se ha perdido, como la Biblia, motivó la creación de mecanismos destinados a asegurar que un texto emitido será interpretado debidamente según lo desea el autor o, si éste ya no puede hacerlo (obviamente, es el caso de la Biblia), mediante la creación de una tradición interpretativa ortodoxa. En este ámbito subraya también el papel de Dante; nosotros sabemos además que fue probablemente el autor decisivo para que aquellos procesos hermenéuticos, reservados en principio a los libros sagrados, fueran aplicados también a la lírica profana pero lo que ahora nos interesa es la necesidad de codificar no sólo el texto sino también el haz de interpretaciones canónicas porque ésta fue la función de las razos en la transmisión de la poesía trovadoresca. Lo que sorprende en la razo a la cobla de Raimbaut d’Eira es el abierto contraste entre un núcleo informativo probablemente cierto, la relación entre doña Sancha y N’Audiartz y su condición de viuda del señor de Marsella, del que el texto poético no conserva ningún indicio, y una una interpretación banalizadora y seguramente falsa. En primer lugar toma como núcleo significativo el posible regreso de ambas damas a Cataluña (que, en el mejor de los casos, pudo ser un indicio de rendición ante sus parientes o una forma de presionar sobre ellos) obviando (como la esparsa) el problema real, la negociación del divorcio. Pudiéramos pensar que está glosando la cobla si no fuera porque añade información (todo lo relativo a

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“Esperienza trobadorica e realtà veneta”, en I trovatori nel Veneto e a Venezia. Atti del Convegno Internazionale. Venezia, 28-31 ottobre 2004, a cura di G. Lachin, Presentazione di F. Zambon, Roma-Padova, Editrice Antenore, 2008, pp. 135-170, especialmente p. 142. 272 “Lingua degli autori e lingua dei copisti nella tradizione manoscritta trobadorica”, en I trovatori nel Veneto e a Venezia, pp. 325-346, especialmente p. 345.

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N’Audiartz) que en el poema falta273. En este aspecto, uno y otra resultan complementarios. En segundo lugar, la razo justifica la creación poética por el hecho de que el poeta “s’intese in Donna Sancha di Aragon”: el esquema “enamorado que compone versos para conquistar el amor de una dama, la cual lo consiente por el incremento de su fama o mérito” subyace a casi todo el corpus hermenéutico de vidas y razos, sin ir más lejos en la de Ponç de Capduelh: “amet […] ma dona N’Azalais de Mercuer […]) E si acordava […] qu’el fezes semblan qu’el s’entendes en autra dona, en N’Audiartz”. Probablemente banaliza y falsifica buena parte de la lírica occitánica, pero es el precio que había de pagar para que los textos pudieran divulgarse fuera de su ámbito originario, en una época en que la visión eclesiástica de las relaciones entre los sexos se había impuesto ya al conjunto de la sociedad europea. La cobla deja de ser un arma publicitaria para convertirse en instrumento didáctico; el desarrollo de un conjunto armónico de virtudes caballerescas en la relación entre los sexos, al convertirse en núcleo de la razo, hace que la cobla deje de funcionar como un instrumento de propaganda y lucha política para convertirse en un modelo de buenas costumbres. La vinculación entre la hermenéutica trovadoresca y los usos escolares del accessus ad auctores es bien conocida274 aunque nuestro conocimiento de la erudición trovadoresca podría mejorar considerablemente mediante un atento estudio de los comentarios poéticos que comienzan a 275 proliferar a fines del siglo XIII , época de floración de los grandes can273

Según PANVINI, Le biografie provenzali. Valore e attendibilità, en estos casos ha de pensarse en fuentes externas al poema mismo, que pueden suministrar información fiable. S. GUIDA ha explorado concienzudamente las vías de información de que pudiera haber dispuesto Uc de Saint Circ, posible redactor del núcleo fundamental de este corpus (Primi approcci a Uc de Saint Circ, Soveria Manelli-Messina, Rubbettino, 1996). 274 Véase MENEGHETTI, Il pubblico dei trovatori, cap. VI, especialmente p. 307 y E. R. WILSON, “Old Provenzal Vidas as Literary Commentary”, Romance Philology, 33, 197980, pp. 510-518; en el ámbito más general del comentario glosador de textos poéticos puede verse S. GUIDA, “Il minirepertorio provenzale tràdito dal ms. H (Vat. Lat. 3207)”, en Primi approcci a Uc de Saint Circ, pp. 171-214. El texto había sido publicado, con un estado de la cuestión, por M. CARERI, Il canzoniere provenzale H (Vat. Lat. 3207). Struttura, contenuto e fonti, Modena, Mucchi, 1990, pp. 293-318 y fue objeto de estudio específico en E. WILSON POE, Compilatio. Lyric texts and Prose Commentaries in Troubadour Manuscript H (Vat. Lat. 3207), Lexington (Kentucky), French Forum, Publishers,1984, cap. VI. 275 Véanse los casos tan similares analizados por O. BIRD, “The Canzone d’Amore of Cavalcanti According to the Commentary of Dino del Garbo”, Mediaeval Studies, 1 y 2, 1941, pp. 117-45 y 150-203 y M. GRAZIA CAPUSSO, “L’Expositio di Guiraut Riquier sulla

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cioneros, y de sus relaciones con los precedentes y modelos latinos276; caben sin embargo nuevas consideraciones. Pascale Bourgain nos ha ilustrado recientemente sobre un fenómeno que creo muy significativo: las presentaciones de los autores latinos se transmitieron siempre separadamente de las obras que pretendían explicar y sólo muy raramente algún copista cuidadoso organizó en una sola página el texto junto a sus comentarios277; esta fue una innovación radical de los cancioneros occitanos que asimilaban así el aprendizaje de los grandes libros escolásticos, las ediciones de la Biblia, el Digesto o el Corpus Iuris Civilis enmarcadas en su intensa tradición escoliástica278. En todos ellos, texto y glosa se disponían en la misma página, individualizados por convenciones paleográficas y codicológicas que impedían cualquier confusión entre los unos y los otros. Por otra parte, no todos los copistas supieron aceptar o entender esta

canzone di Guiraut de Calanson ‘Celeis cui am de cor e de saber’”, Studi Mediolatini Volgari, 30, 1984, pp. 117-166 y 31, 1985, pp. 5-189. Había que añadir, por supuesto, la Vita Nuova y el Convivio de Dante. 276 A. M. MINNIS y A. B. SCOTT, con la colaboración de D. WALLACE, Medieval Literary Theory and Criticism c. 1100-c. 1375. The Commentary-Tradition, Oxford, Clarendon Press, 1991. A. Minnis ha aplicado estos principios en un grupo de artículos de notable interés, entre los que citaré “The Influence of Academic Prologues on the Prologues and Literary Attitudes of Late-Medieval English Writers”, Medieval Studies, 43, 1981, pp. 342-383 y “The Accessus Extended: Henry of Ghent on the Transmission and Reception of Theology”, en Ad Litteram. Authoritative Texts and Their Medieval Readers, Edited by Mark D. Jordan y Kent Emery Jr., Notre Dame-London, University of Notre Dame Press, 1992, pp. 275-326. 277 Véase el magnífico estado de la cuestión sobre el complejo de los cancioneros latinos que trazó P. BOURGAIN, “Réflexions sur la genèse des chansonniers latins”, Convivio. Estudios sobre la poesía de cancionero, ed. V. Beltran y J. Paredes, Granada, Universidad, 2006, pp. 241-262, especialmente p. 261. 278 Limitándome a unos títulos que juzgo esenciales, citaré sólo G. LOBRICHON, C. SIRAT, E. PULLE, J. RAMBAUD y R. MARICHAL, “Les livres d’Étude”, en Mise en page et mise en texte du livre manuscrit, sous la direction de H.-J. Martin et J. Vezin, préface de J. Monfrin, Paris, Éditions du Cercle de la Librairie-Promodis, 1990, el análisis del libro escolástico en Le livre au moyen age, dirigido por J. Glenisson y prefacio de L. Holtz, [Turnhout], Brepols, 1988, pp. 98-106 y los instrumentos de estructuración textual descritos por J. ALTURO I PERUCHO, El llibre manuscrit a Catalunya. Orígens i esplendor, Barcelona, Generalitat de Catalunya, 2000, pp. 249-266. Es muy rico en imágenes C. BASTIANONI, G. CATONI, A. DILLON BUSSI, G. FIORAVANTI, E. MECACCI, P. SCAPECCHI, y G. VAILATI VON SCHOENBURG WALDENBURG, Lo Studio e i testi. Il libro universitario a Siena (secoli XII-XVIII). Catalogo della mostra, Siena, Biblioteca Comunale, 14-settembre31 ottobre 1996, con la collaborazione dell’Università degli Studi di Siena, coordinato da M. Ascheri, Siena, Biblioteca Comunale degli Intronati, 1996.

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novedad, de ahí la aparición de compilaciones exentas de estos escolios, separándolos de los textos que explicaban. Resulta por ello necesario insistir en la estrecha afinidad entre las disposiciones gráficas de vidas y razos y las formas de mise en page del libro escolástico, ciertamente mucho más sofisticadas, que enmarcaban el texto canónico en una tupida red de comentarios, de ambiciones totalizadoras, dispuestos estratégicamente en la página. En otro lugar llamé la atención sobre la importancia de las técnicas universitarias de ordinatio y 279 compilatio en la formación de los cancioneros trovadorescos . Las teorías de Olson armonizan perfectamente con cuanto sabemos del contexto cultural en que se desarrollaron los comentarios poéticos a la poesía occitana; en conjunto nos permiten intuir un cuadro excelente de la profundidad de su trasfondo ideológico y de la intensidad de sus relaciones con el entorno de los letrados, de sus preocupaciones intelectuales, de sus métodos de trabajo y de las formas del libro escolástico que de ellas derivan; nada de ello trasluce en las pobres rúbricas que ilustran los textos de Lopo Líans, y de las que ni siquiera podemos inferir la certeza de si los caballeros zevrões eran o no de Lemos. Otra vía de investigación para el desarrollo de estos procesos radica en la progresiva complicación del instrumental lingüístico, paralela a la complejidad creciente del contenido conceptual e ideológico. Un factor no despreciable que acompaña la gestación de las lenguas modernas 280 es la creación y generalización del vocabulario abstracto ; Eric Havelock dio buena cuenta de la revolución que supuso para la lengua y el pensamiento griego la generación sistemática de este tipo de substantivos en la época de Platón281; a diferencia de aquel período, en que quizá pueda considerarse un acontecimiento totalmente nuevo en la historia del pensamiento y del lenguaje humano, los trovadores encontraron ya un

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“Los cancioneros trovadorescos y la renovación cultural del siglo XIII”, en ‘Ab nou cor e ab nou talen’ Nouvelles tendences de la recherche médiévale occitane, textes édités par A. Ferrari et S. Romualdi, Modena, Mucchi, 2004, pp. 103-130. 280 Para el análisis comparativo de las lenguas vivas orales y escritas, véase de nuevo CHAFE y DANIELEWICZ, “Properties of Spoken and Written Language”, que concluye afirmando: “Academic writing shows various manifestations of detachment from concrete reality, including maximum use of abstract subjects, of passives, and of probabilistic generalizations” (p. 110). 281 Preface to Plato, cap. XIII; en el capítulo siguiente, desarrolla la influencia que tuvo este hecho lingüístico y lógico en la formulación de la teoría de las ideas o de las formas.

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vocabulario abstracto y científico maduro en el latín escolástico, pero no se conformaron con aceptarlo y adaptarlo. El proceso es tan manifiesto y trascendente en el desarrollo de las lenguas románicas que ha sido objeto de estudios específicos para el fran282 cés y ha sido analizado con cierto detalle en el vocabulario amoroso de la canso283, aunque el estudio más ajustado a nuestro propósito se centra 284 precisamente en el sirventés; según Suzanne Thiolier-Méjean , su creatividad es la mayor registrada en todos los ámbitos del occitano antiguo. El rasgo más notable es que en este proceso el occitano manifestó notable independencia tanto respecto del latín, cuyas variedades escolástica y eclesiástica habían avanzado en su adaptación al pensamiento coetáneo y de donde pudiera haber importado soluciones ya experimentadas, como de la tradición occitana previa, el Boeci por ejemplo, cuyas innovaciones de vocabulario sí fueron modeladas según sus precedentes latinos y eclesiásticos. Por el contrario, subraya Thiolier-Méjean, contra las dos tradiciones lingüísticas en que podían haberse basado, los trovadores prefirieron experimentar, desarrollar y potenciar los mecanismos internos de creación léxica de su propia lengua285, adecuándolos con particular propiedad a las peculiaridades y necesidades expresivas de cada autor: Marcabru, por ejemplo, para la invectiva punzante, Raimbaut d’Aurenga, para la construcción de esteticistas paradojas mediante procesos variados,

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S. HEINIMANN, Das Abstraktum in der französischen Literatursprache des Mittelalters, Romanica Helvetica, 73, Berne, Francke Verlag, 1963, dedicado en su mayor parte al francés del siglo XII. En este mismo proceso de enriquecimiento del vocabulario resulta del mayor interés el desarrollo de los complejos sinonímicos, tan importantes para los procesos retóricos, estudiado por A. STEFENELLI, Der synonymenreichtum der altfranzösischen Dichtersprache, Österreichische Akademie der Wiss., Phil.-Hist. Klasse, 251 Wien, Hermann Böhlaus Nachf., 1967, con sus utilísimos cuadros. 283 G. CROPP, Le vocabulaire courtois des troubadours de l’époque clasique, Genève, Slatkine, 1975, especialmente pp. 411-413; ya E. L. ADAMS, Word-Formation in Provençal, New York, The Macmillan Company, 1913, pp. 6-17, llamaba reiteradamente la atención sobre la formación de substantivos abstractos, aunque luego no hacía especial hincapié en los valores de los derivativos que examina sucesivamente. 284 Véase su La poétique des troubadours. Trois études sur le ‘sirventes’, Paris, Presses de l’Université Paris-Sorbonne, 1994, especialmente el capítulo Los paubres motz y en particular su apartado primero, “Les mots abstraits, emplois nouveaux”, pp. 8-14. 285 El inventario más completo de estos recursos seguramente es todavía el de ADAMS, Word-Formation in Provençal que, sin embargo, creía en al fuerte impronta del latín; fue discutido explícitamente por W. ROTHWELL, “Prolégomènes à l’étude du vocabulaire de l’ancien provençal”, Revue de Linguistique Romane, 44, 1980, pp. 69-81.

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como “l’association de deux adjectifs sémantiquement antithétiques”286. Desde una perspectiva más cercana a nuestro objetivo actual, recordemos que Giuseppe Tavani cifraba el ámbito de significación del sirventés anticlerical en cuatro campos sémicos, articulados en torno a perífrasis o 287 substantivos abstractos . Por su parte, Glyn S. Burgess, al analizar el desarrollo del vocabulario cortés en el francés del s. XII, subrayaba que “le nouveau vocabulaire consiste essentiellement dans l’adaptation de vocables déjà existants, non pas dans la création de termes encore inconnus”288. Este fue un proceso generalizado en la creación de valores abstractos para gran parte de la terminología feudal que, iniciado ya en la épica, llegó a su mayor desarrollo con el roman courtois para integrarse después, por diversas vías, en las lenguas modernas; sin embargo, este es un camino lleno de anomalías: según observaba Kenneth J. Hollyman, para ber y vassal, por ejemplo, el sentido ennoblecedor y el carácter de substantivos abstractos que les es habitual en francés antiguo (‘noble, vaillant’ en el primer caso, ‘courageux, vaillant’ – incluso ‘juste’ – en el segundo), tan frecuentes en la literatura cortés, están ya presentes en el período épico, aunque “tous ces emplois restent cependant en marge de la langue commune: dans le français d’aujourd-hui baron et vassal désignent des personnages historiques et rien de plus; dans les parlers du Sud-Est et en picard, baron reste, au sens de ‘homme’, ‘mari’, montrant ainsi que les valeurs féodales, qui n’ont pas pénétré dans le langage populaire, ont eu une existence assez étroitement délimitée et éphémère. On peut en effet se demander si en fin de compte ces transpositions de baron et de vassal sont plus que des finesses de style des trouvères”289. Desde un punto de vista estrictamente lingüístico, y limitándonos a casos como los citados, ésta es una conclusión acertada: los valores abstractos de baron, vassal y otros similares serían episodios pasajeros, con escasa importancia en el desarrollo de la lengua francesa; no 286

THIOLIER-MEJEAN, “Les mots composés chez Marcabru et Raimbaut d’Orange. Étude de quelques cas”, en Mélanges de Linguistique et de Philologie Romane dédiés à la mémoire de Pierre Fouché (1891-1967), réunis par G. Matoré, avec la collaboration de J. Cadiot-Cueilleron, Paris, Klincksieck, 1970, pp. 93-107. 287 “Sondaggi (provvisori) sul lessico anticlericale nei trovatori provenzali”, en Lessico, parole-chiave, strutture letterarie del Medioevo Romanzo, Roma, Bagatto Libri, 2005, pp. 65-78. 288 Contribution à l’étude du vocabulaire pré-courtois, Genève, Droz, 1970, p. 160. 289 Le développement du vocabulaire féodale en France pendant le haut Moyen Age: (étude sémantique), Genève, Droz, 1957, p. 151.

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podemos decir lo mismo de franc (cuya aplicación metafórica, primero ‘noble’, después ‘generoso, sincero, afable’, puede rastrearse desde el latín jurídico del año 1000290) ni de expresiones peyorativas como felon, culvert o vilain, que, con una cantidad inmensa de otros términos, han quedado en el corazón de la lengua hasta nuestros días, cuando su sentido original desapareció de la realidad social (y, por tanto, del uso) siglos ha. La presencia de excepciones como las mencionadas pone de manifiesto la importancia del fenómeno y valida el principio general: la inmensa aportación de la lengua poética del período a la creación de una expresión precisa, rica y flexible, capaz de expresar cualquier pensamiento o sentimiento complejo o abstracto. Sin embargo, este proceso no parte de la nada: cada estado de lengua se funda en un estado anterior, cada lengua se apoya en las que le preceden, en las que la acompañan y en las que le son vecinas. A pesar de las fábulas, leyendas y propuestas más o menos elaboradas de diversas ciencias sociales, desde la edad de oro de la mitología clásica (pasando, si se quiere, por el buen salvaje) hasta la sociedad sin clases, en la historia social no hay un punto de partida, un grado cero de la civilización antes del cual nada existía; en la historia literaria y lingüística, tampoco. Como han demostrado las ya numerosas investigaciones en la historia del lenguaje cortés y abstracto, sobre todo en el ámbito del francés291 292 y del occitano , desde la perspectiva del filólogo, del historiador de la 290

Ibid. pp. 149-150. Vénse los resultados alcanzados por H. KRINGS, Die Geschichte des Wortschatzes der Höfilchkeit im Französischen, Bonn, Romanisches Seminar der Universität Bon, 1961 y J. SCHLEYER, Der Wortschatz von List un Betrug im Altfranzösischen und Altprovenzalischen, Bonn, Romanisches Seminar der Universität Bonn, 1961, que apoyan su construcción en la comparación del francés (y el segundo del provenzal) con otras lenguas. 292 En el ámbito occitano, aunque sin entrar ahora en el ámbito específico que nos ocupa, son numerosos los proyectos en marcha, tanto en la creación de bases de datos textuales (como las concordancias de P. T. RICKETTS, Concordance de l’Occitan Médiéval, direction technique A. Reed, avec la collaboration de F. R. P. Akehurst, J. Hathaway et C. Van der Horst, Turnhout, Brepols, 2001 y R. DISTILO, Concordanze della lirica trobadorica, Università di Calabria-Università degli Studi di Roma “La Sapienza”, 2001) como en el análisis de autores específicos que abren nuevas perspectivas; véanse las conclusiones de M. DE CONCA, Il lessico dei trovatori del periodo classico. I. Arnaut Daniel, Genève, 2008 http://www.arnaut.org/mdc/, tesis de doctorado inédita, especialmente p. 266. Para una perspectiva de los trabajos previos véase ROTHWELL, “Prolégomènes à l’étude du vocabulaire de l’ancien provençal”, para las perspectivas actuales de trabajo, P. T. RICKETTS, “La lexicologie de l’occitan médiéval: un champ inculte”, Ab nou cor et ab nou talen, pp. 207-216; resultan esenciales las bibliografías de K. KLINGEBIEL, Biblio291

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literatura o de la cultura, sin la acepción abstracta de estos vocablos, gran parte de la literatura pero, sobre todo, de conceptos fundamentales de la cultura europea resultan inexplicables, lo mismo que los valores más profundos de nuestra sociedad y nuestra personalidad colectiva293. Paradójicamente, la riqueza de contenidos y la complejidad del significado de los términos más emblemáticos de esta tradición ideológica y cultural acabó siendo fuente la incomodidad para el estudioso, para quien el estudio de los contenidos ideológicos y sociales resulta difícilmente armoizable con el análisis de las peculiaridades lingüísticas de los términos que los vehiculan: desde el punto de vista lexicográfico, en algunos casos no merecen más que una simple definición en una o unas pocas acepciones de un diccionario. Me temo que la difícil compatibilidad entre ambas perspectivas malogró este tipo de trabajos, muy frecuente en el tercer cuarto del siglo pasado. En 1968, Pierre Bec encontraba en los “méthodes et […] nomenclature structuralistes […] Une lucidité qui va incontestablement plus loin que l’analyse littéraire traditionnelle”294; diez años más tarde (en la misma revista), Jean-Charles Payen objetaba que “le recensement lexical se voue à une stérilité relative si le chercheur qui mêne l’enquête n’élargit pas son analyse sémantique à partir d’éléments sociohistoriques […] le lexique des troubadours participe d’une culture qui s’enracine dans une multiciplicité de structures sociologiques ou mentales. La méconnaissance de ces structures réduit l’inventaire lexicale à un exercise assez formel”295. Ambos tienen razón, cada uno desde su punto de vista; pero limitar el estudio de la lengua literaria a sus contenidos ideológicos y culturales sería como negar la validez de los diccionarios y las gramáticas. La aplicación de la primera metodología implica el conocimiento previo de la segunda que, paradójicamente, ha recibido menor atención. graphie linguistique de l’ancien occitan, Hamburg, Helmut Buske Verlag, 1986, luego actualizadas en 1987 en la Revue de linguistique romane y desde entonces, ininterrumpidamente, en la revista Tenso. 293 Más allá de la bibliografía filológica véase la trascendencia que se le confiere a este proceso en la formación de la sociedad occidental en N. ELIAS, The Civilizing process. State formation and civilization, translated by E. Jephcott with some notes and revisions by the author, Oxford, Basil Blackwell, 1982. 294 “La douleur et son univers poétique chez Bernard de Ventadour”, Cahiers de Civilisation Médiévale, 11, 1968, pp. 545-571, especialmente p. 546 (la investigación acaba en el vol. sucesivo, 12, 1969, pp. 25-33). 295 “À propos du vocabulaire courtois des troubadours. Problèmes méthodologiques”, Cahiers de Civilisation Médiévale, 21, 1978, pp. 151-155, especialmente p. 153.

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Si en el análisis del vocabulario disponemos ya de un elenco respetable de trabajos, métodos y experiencias, resulta más difícil de aprehender la caracterización de la sintaxis trovadoresca y de la literatura cortés. Compararla con la de la épica y marcar sus diferencias resulta banal; si del plano léxico pasamos al sintáctico, J.-Ch. Payen subrayaba un hecho obvio, pero falto de análisis comparativos específicos: “la structure de la chanson de Roland est paratactique […] Mais dès que nous portons notre attention sur le texte d’un roman, nous sommes frappés du changement 296 qui s’est operé dans la syntaxe, le stytle et la versification” . Lo mismo cabría decir de la notable distancia que media entre las construcciones de los primeros trovadores y la de los grandes creadores del siglo XIII, empezando por Peire Cardenal; pero falta una tradición sólida para el análisis de la cronología y el desarrollo de las diversas construcciones de cada lengua romance que, en el período de formación de la lengua literaria, desarrollaron rápidamente todas las posibilidades implícitas en sus estructuras intrínsecas mientras asimilaban con la misma rapidez los modelos de la sintaxis latina; desde muy temprano, el grado de complejidad sintáctica se convierte en un rasgo asociado al registro expresivo de cada género. No cabe duda de que la matriz de su desarrollo fue el latín y creo que acertó plenamente Sergio Vatteroni al proponer este modelo (cultural y literario, pero sin duda también lingüístico y estilístico) para la sátira cardenaliana, que nos ayudará a explicar también este componente 297 de su lengua ; pero su acción debió ser anterior, ya que la madurez de la fraseología poética en la canción amorosa data ya de la generación de 1170. A diferencia del vocabulario, parece que los poetas sí tuvieron muy en cuenta las peculiaridades sintácticas del latín medieval; pero el tema requeriría una aproximación seria y rigurosa y en este ámbito sólo podemos encuadrarlo en un contexto inteligible. 296

Ibid. pp. 16 y 17. A otro nivel resulta también muy ilustrativo el análisis de los conocimientos jurídicos de los trovadores. Según P. ORLIAC, éstos habrían defendido las posiciones del derecho feudal tradicional de Occitania contra la importación más reciente del derecho romano, de la mano de los clérigos, los burgueses y la administración francesa; en su opinión, Peire Cardenal habría conocido bien las nuevas concepciones, pero su obra resultaría polémica contra estas novedades que denigraba (“Troubadours et juristes”, Cahiers de Civilisation Médiévale, 23, 1965, pp. 159-177, especialmente pp. 169-171 y 173-177), de la misma forma que usó los tópicos de la predicación clerical contra los clérigos y las posiciones ideológicas de la Iglesia. No podemos olvidar la importancia que adquirieron los formulismos jurídicos en la elaboración de una lengua descontextualizada. 297

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De ahí que, para una valoración precisa de la evolución del lenguaje en los trovadores y de su correcto enjuiciamiento retórico y estilístico habremos de partir de otro tipo de análisis en el que, al margen esta vez de los contenidos ideológicos, habrán de conjugarse y articularse las perspectivas literarias y las lingüísticas; los estudios de lengua en el último medio siglo (aunque este principio no se haya aplicado de forma tan tajante a los ámbitos de que aquí nos ocupamos) han tendido a dejar de lado, en la medida de lo posible, los problemas específicos de la lengua literaria (objetivo único de la tradición gramatical europea) de los que se han ocupado sólo marginalmente, en relación a problemas concretos ya tradicionales en la disciplina298. Pero al haberse centrado en las características generales de la sintaxis, la morfología, la fonología diacrónica y sincrónica, los dialectos, el léxico, o la publicación de instrumentos lingüísticos de carácter no literario han proporcionado un utillaje espléndido para una mejor comprensión de la lengua literaria, cuyos problemas específicos pueden ser atendidos ahora desde perspectivas mucho más ricas y eficaces. Coetánea de las investigaciones que venimos analizando fue la creación de la primera teoría estructuralista del lenguaje poético medieval y de su instrumental analítico por Paul Zumthor, de alguna de cuyas concepciones nos hemos hecho eco; notemos ahora su insistencia en “la création de techniques complexes du langage [que] accentuent, dans l’acte d’expression secondaire, les tensions stylistiques, y accroissent les facteurs de réflexion, de concentration, et tout ce qui distingue les registres linguistiques”299. Ahora bien, en el momento de fijar objetivos y metodologías concretas, su propuesta de análisis se reduce a tres puntos de interés: “procédés morphologiques, portant sur les mots comme tels, leur choix lexical et leur agencement syntaxique; procédés figuratifs, portant sur les relations des mots ou des syntagmes entre eux; procédés enfin que j’appelerais, faute 298

Por ejemplo, nunca se ha dejado de lado el problema relativo al dialecto o dialectos sobre el que se formaron las lenguas literarias, o la caracterización lingüística de trovadores como Guilhem de Peitieu y Marcabrú. Algo de razón tiene RICKETTS, “La lexicologie de l’occitan médiéval: un champ inculte”, cuando denuncia la escasa atención que la lengua antigua, y especialmente su lexicología, viene sufriendo en los últimos tiempos. Es cierto también que el cambio, en el ámbito de los estudios occitanos, por el peso de la tradición trovadoresca, no ha sido tan radical como en otras lenguas: véase ROTHWELL, “Prolégomènes à l’étude du vocabulaire de l’ancien provençal”, arriba citado. 299 Langue et technique poétique à l’époque romane, p. 45.

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de mieux, stylistiques, et qui reposent principalement sur la récurrence de 300 certains éléments du discours” . Finalmente, su utillaje analítico se centró, como resulta bien conocido, en las características de selección léxica y en las expresiones de tipo formular (types en su terminología, aunque el concepto sea más amplio del uso que se hace de aquél término en los estudios de estilo oral y en la creación épica)301. La pobreza de las hipótesis en el ámbito de las ciencias humanas ha sido duramente atacada por algunos epistemólogos muy marcados por el modus operandi de las ciencias exactas, basadas en planteamientos muy 302 precisos y de aplicación cada vez más amplia ; por el contrario, en las ciencias humanas, las diversas teorías (cuyo alcance y aplicación suslen ser muy limitados) se complementan parcialmente y se oponen (a veces poco racionalmente) visceralmente, sin que en general las podamos juzgar realmente excluyentes. Y casi sin excepción empobrecen considerablemente en el momento de aplicarlas las virtualidades contenidas en sus planteamientos iniciales. No es mi intención por tanto cuestionar los trabajos de Paul Zumthor: a pesar de las críticas que han proliferado contra su enfoque prioritariamente formalista303 y a pesar de que, como hoy resulta obvio, la poesía trovadoresca y la literatura cortés en general suscitaron y desarrollaron un intenso debate ético dentro y fuera de la sociedad cortés y renovaron profundamente los valores de la sociedad europea, Paul Zumthor supo canalizar magistralmente el espíritu del tiempo en una teoría y un método de trabajo de profunda significación epistemológica e histórica, muy acorde, por otra parte, con el intenso formalismo del pensamiento retórico y poético de la Edad Media. El tiempo transcurrido y la intensa renovación de los estudios literarios y de las ciencias humanas nos permiten hoy abordar los mismos problemas desde otros puntos de vista más complejos y retomar su punto de partida, proponer un análisis más 300

Ibid. pp. 71-72. P. ZUMTHOR, Essai de poétique médiévale, Paris, Seuil, 1972, pp. 82-96. 302 Uno de los más caracterizados detractores de nuestras disciplinas ha sido sin duda K. POPPER, en particular en su La Miseria del historicismo que cito por la edición de Madrid, Alianza Editorial, 1973 (lo cual no significa que desde su punto de vista no esté en lo cierto). Paso ahora por alto otras formulaciones teóricas más afines que no vienen al caso. 303 M. L. MENEGHETTI, “I confini del ‘grand chant courtois’”, en La lirica romanza del Medioevo. Storia, Tradizioni, Interpretazioni, a cura di F. Brugnolo e F. Gambino, Padova, Unipress, 2009, pp. 295-312, se ocupó de las orientaciones formalistas que proliferaron hace medio siglo a partir de las formulaciones de Robert Guiette y llamó la atención sobre las interpretaciones de que fue objeto. 301

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atento a los problemas de la oralidad (entendida a la altura de nuestro tiempo), y a las ventajas que su incorporación nos puede aportar. De hecho, Zumthor propuso una interpretación un tanto reduccionista de la literatura medieval. Partió de las concepciones oralistas de la épica y de su fácil aplicación a la lírica de tipo oral, en particular el ciclo de la Bele Aélis304, extrapoló la variación textual de la poesía trovadoresca (fruto esencialmente de un proceso de copia eminentemente libresco y 305 escrito ) y otros fenómenos más complejos, como las versiones sucesivas de los mismos relatos (corteses, letrados o de otros tipos, como los fabliaux) y compilaciones eruditas y convirtió la mouvance en su clave interpretativa: “l’oeuvre est fondamentalement mouvante […] Le texte es la ‘trace’ de l’oeuvre”306 . Al fijar en los types el objetivo de su análisis no hizo sino adaptar una concepción mucho más antigua, la que fijaba en las 307 fórmulas la esencia del estilo oral . Sin discutir en absoluto su propuesta metodológica, que (con las correcciones que ya he sugerido) sigo considerando válida, sí disiento, sin embargo, de algunos de sus planteamientos teóricos. Ha pasado casi medio siglo desde la fijación de su metodología308 y en tanto han ido variando gran parte de sus fundamentos; aparte de algunos aspectos ya comentados, ahora sólo nos interesa la consideración 304

De esta variedad poética y de su significación en el desarrollo de la lírica europea me he ocupado en La poesía tradicional medieval y renacentista. Poética y antropología de la lírica oral, Kassel, Reichenberger, 2009. 305 No quiero volver ahora sobre el problema de si en una primera fase su transmisión pudo ser eminentemente oral y cantada. Aún suponiendo que fuese así, y que algunas de las variaciones más profundas que afectan a dobles redacciones de algunos poemas concretos (interpretables a veces como variantes de autor) se debiesen a este fenómeno, los cancioneros tal como los conocemos remontan a recensiones muy antiguas que, desde mediados del siglo XIII, fijaron un texto arquetípico del que el resto proceden, en su mayor parte, por un puro proceso de copia manuscrita. 306 Essai de poétique médievale, pp. 73 y 74. 307 Quizá no sea necesario recordar que tales concepciones se remontan en última instancia a M. PARRY, L’épithète traditionelle dans Homère. Essai sur un problème de style homérique, Paris, Les Belles Lettres, 1928, especialmente divulgados a través de los trabajos de su alumno A. B. LORD, The Singer of Tales, hoy reimpreso al cuidado de Stephen Mitchell y Gregory Nagy con material audiovisual complementario en Cambridge (Mass.)-London, Harvard University Press, 2003 (primera edición de 1960), luego aplicado a la épica francesa por J. RYCHNER, La chanson de geste. Essai sur l’art épique des jongleurs. 308 Langue et technique poétique à l’époque romane, data de 1962, Essai de poétique médievale, de 1972 y su última gran aportación, Introduction à la poésie orale, de 1983.

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de las fórmulas como base de la literatura oral, que por aquellos años dejó de ser aceptada por los estudios especializados. Por una parte, el uso de fórmulas (aunque con variados grados de fijación textual) es común a procedimientos de creación literaria inequívocamente escritos como, por 309 ejemplo, el roman courtois . Por otra, la oposición misma entre literatura oral y escrita, entonces entendida como una dicotomía, se ha convertido hoy en una simbiosis casi perfecta310: conocemos obras orales en sus características que, sin embargo, han sido concebidas y transmitidas mediante la escritura, así como composiciones concebidas en la más pura oralidad por autores individuales o que, por el contrario, trabajan en equipo (cuyo conocimiento habría hecho la felicidad de algunos teóricos del romanticismo), además de obras de composición y transmisión oral que, de alguna manera, han accedido luego a la escritura; el panorama es tan complejo que resulta difícil de reducir a esquemas. Por fin (y es lo más imortante), conocemos tradiciones orales que no usan procedimientos formulares311 por lo que su presencia ya no puede ser considerada desde ningún punto de vista como testimonio de oralidad. 309

A. PETIT, Naissances du roman. Les techniques littéraires dans les romans antiques du XIIè siècle, Genève, Slatkine, 1988, p. 677 se ocupa de la adaptación de las fórmulas épicas, más rígidas, a las variantes más flexibles del género. 310 Parte de esta discusión puede seguirse a través de J. M. FOLEY, Oral Formulaic Theory and Research. An Introduction and Annotated Bibliography, New York, Garland, 1985, pp. 26-27, donde remite a la discusión, nacida en los años 50, sobre la posibilidad de una composición formular no oral pero dedica menos atención a los trabajos que postulan la posibilidad de una composición oral aunque no formular; por ejemplo, ya R. D. STEVICK, “The Oral-Formulaic Analyses of Old English Verse”, Speculum, 37, 1962, pp. 382-389, llamaba la atención sobre las alegres simplificaciones con que las teorías de Parry y Lord habían sido aplicadas y reivindicaba la distinción entre los géneros (Parry y Lord pensaban sólo en poemas extensos y rigurosamente épicos), la necesidad de postular estadios de transición y fases de hibridación en el paso de una literatura rigurosamente oral a una literatura sólo escrita y la importancia de la memorización de las ejecuciones del pasado y su repetición más o menos mecánica que ejemplificaba con la experiencia del jazz. 311 A mi parecer, la mejor ilustración de las dificultades que hoy ofrece la identificación entre poesía formular y oralidad es R. FINNEGAN, “Oral Composition and Oral Literature: Some Evidence from the Pacific”, en Literacy and Orality. Studies in the Technology of Communication, Oxford, Basil Blackwell, 1988, pp. 86-109 (originalmente “Oral Composition and Oral Literature in the Pacific”, en Oralità, ed. B. Gentili y G. Paione, Roma, Edicione dell’Ateneo, 1985). La autora vuelve sobre la complejidad de las formas de elocución, entre los extremos de la improvisación y la ejecución memorizada, en Oral Poetry. Its Nature, Significance and Social Context (primera edición en Cambridge University Press, 1972), cap. 3. A los testimonios que utiliza (en su mayoría, para este

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Si comparamos este panorama con el de medio siglo atrás, las cosas han cambiado radicalmente. Los oralistas ya no están unánimamente de acuerdo en que la expresión formular sea un rasgo privativo, ni siquiera caracterizador, de la expresión oral; por otra parte, al considerar que los types eran aplicables a todos los géneros literarios, fue el propio Zumthor quien borró las viejas fronteras entre oralidad y escritura, que trató de cimentar sobre otras bases. La teoría general de la oralidad en la Edad Media y de su relación con la escritura ha de ser reabierta sobre bases más acordes con la experiencia actual y, a la luz de la misma, replantear la posición de los diversos géneros y formas literarias y reconsiderar las hipotéticas dificultades de su inserción en los trabajos filológicos312. Mi objetivo actual es mucho más simple: replantear los problemas de creación de una lengua literaria (a partir de un habla más o menos localizada, por supuesto, pero teniendo en cuenta que convivía con otras lenguas entre las cuales estaba el latín, lengua de alta cultura) en el caso del provenzal trovadoresco. A diferencia del francés, no podemos apoyarnos en una tradición escrita, consistente y previa en lengua vulgar; su emergencia a la escritura es subsidiaria de la primera literatura cortés y el resto de sus manifestaciones literarias o documentales, aunque útiles para la reconstrucción conjetural de sus estratos extintos, son marginales y a menudo más tardías313. A menudo, pero no siempre, podemos apoyarnos en el francés (igualmente temprano y mejor documentado en los registros no corteses) aunque su desarrollo literario sería difícilmente explicable sin el magisterio del occitano314. Por último, la resolución de este tipo de

aspecto, procedentes de Oceanía) yo añadiría una tradición complejísima que no tiene en cuenta, la de los textos sánscritos: durante siglos (quizá milenios) se han transmitido oralmente no sólo los textos poético-religiosos, sino también su compleja tratadística gramatical. 312 Intenté replantear los problemas relativos a la lírica oral de los siglos XIII-XVI en mi La poesía tradicional medieval y renacentista, Poética y antropología de la lírica oral, otras veces citada; sus conclusiones las creo válidas también para el romancero castellano de los ss. XV-XVI, así como la poesía musical italiana y francesa coetánea. Habría que extender este tipo de consideraciones para la épica de los siglos XII-XIII. 313 Remito de nuevo a BORGHI CEDRINI, “Lingua degli autori e lingua dei copisti nella tradizione manoscritta trobadorica”, especialmente en su sección final, pp. 341-346. 314 Es el caso por ejemplo del estudio de CROPP, Le vocabulaire courtois des troubadours de l’époque clasique, que pone muy a menudo los significados de su vocabulario en relación con los trabajos previos sobre el francés y el latín; véanse en este sentido los apartados dedicados a amic y franc (pp. 70-74 y 83-88 respectivamente).

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problemas tampoco puede dejar al margen las disciplinas lingüísticas315 (cuyo rigorismo metodológico las mantiene hoy un tanto alejadas de las complejas formulaciones ideológicas y culturales de los estudios literarios e históricos) ni las tradiciones literarias menos organizadas y conocidas en las que en esta investigación he intentado apoyarme. A veces resulta necesario mirar las cosas desde otras perspectivas si queremos dar nueva luz sobre viejos problemas. En el caso concreto que nos ocupa, los estudios sobre lengua oral y sobre las implicaciones de la escritura en el desarrollo del lenguaje nos han permitido al menos tres conceptos útiles para entender el desarrollo del occitano literario (pero no solamente del occitano, que se caracteriza por haber sido el más prematuro y consecuente en el nacimiento y construcción de una lengua poética): el proceso de descontextualización de la expresión lingüística, el desarrollo de un vocabulario abstracto y el de una sintaxis compleja, flexible y más rica que la de la lengua oral. Para calibrarlo en su justa medida resulta imprescindible ponerlo sobre el fondo de las lenguas sin escritura; pero (paradójicamente para los defensores de la oralidad de la poética trovadoresca) esta perspectiva no permite explicarla como una lengua oral y preliteraria, sino que subraya enérgicamente las diferencias entre su práctica de la creación literaria y las de las escuelas de oralidad indudable. Desde este punto de vista, lo que conseguimos en realidad, es poner de manifiesto el rápido alejamiento de los trovadores respecto de las tradiciones vulgares anteriores, mucho más cercanas a la experiencia oral. Resumiendo: el camino recorrido desde el comienzo ha sido un tanto largo, algo complejo y quizá demasiado cargado de inferencias probabilísticas; sin embargo, creo que nos ha dado un cuadro suficientemente claro y seguro de las relaciones de estos textos con los hechos históricos que los motivaron y un contexto cultural válido para valorar debidamente las diferencias que se establecen entre el tipo de cantiga de escarnho que practica Lopo Líans (que, no lo olvidemos, es bastante frecuente, pero no el único existente) y el tipo de sirventes con el que hemos de asociar la cobla de Raimbaut d’Eira. Las hipótesis de David Olson sobre la íntima relación entre los problemas de nuestro sistema de 315

Véase por ejemplo la curiosa (y estéril) concepción que de la semántica tiene A. GUERREAU, L’Avenir d’un passé incertain: quelle histoire du Moyen Age au XXIe siècle?, Paris, Seuil, 2001, que ni siquiera es original: aunque en algunos aspectos pudiera enlazar con la escuela Wörter und Sachen, ignora las diferencias entre signo y realia y su aplicación devolvería esta disciplina a la etapa precientífica de la Filología.

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escritura alfabético para la representación de la “fuerza ilocucionaria”, o sea, la forma en que el emisor entiende que debe ser interpretado su mensaje, y la creación de un tipo de lengua escrita que tiende a explicitarla por procedimientos léxicos y fraseológicos, apenas esbozada en las culturas orales, enlaza perfectamente con los trabajos básicos del estructuralismo literario en sus aplicaciones a la Edad Media y nos permite encuadrar debidamente la diversidad de las concepciones poéticas de ambos autores y sus escuelas respectivas. A su vez, no resulta difícil enmarcar estas diferencias en la diversidad de los contextos en que se desenvolvieron; por una parte, escuelas poéticas locales, íntimamente ligadas a su entorno inmediato, como la galaico-portuguesa o la italiana de los comuni, por otra, los problemas que se presentaban a los trovadores occitanos, cuyo mensaje había de resultar atractivo para públicos muy diversos, lejanos del lugar de origen e ignorantes de las motivaciones inmediatas de su producción. Las diversas formas de la sátira en estos ámbitos ha de entenderse en relación con las distintas circunstancias en que se produjeron y con los contextos culturales tan diversos en que se desarrollaron: ni la producción satírica de los comuni ni la cantiga d’escarnho vivieron en un contexto homologable con el de Occitania antes de la cruzada o con el de la diáspora trovadoresca, ni merecieron nunca el desarrollo intelectual que los comentaristas aportaron a la tradición provenzal. Los unos dependían de un contexto oral e inmediato, los otros, por la necesidad de dar a su mensaje una andadura cosmopolita y una utilidad más general, hubieron de asimilar los avances que la alta cultura de su tiempo había aportado a través del desarrollo de la escritura y de las técnicas de trabajo intelectual. Por otro lado, creo que cabe extraer también algunas conclusiones de carácter metodológico. Hace ya mucho tiempo que cayó por su peso la hipótesis de que las escuelas trovadorescas locales podían explicarse desde las formas y procedimientos de la lírica occitánica, de la que no eran sino versiones empobrecidas; hoy tenemos un buen elenco de estudios sobre sus peculiaridades y su originalidad y conocemos mejor los parámetros desde los que debe ser juzgada cada una de ellas. Obviamente, nunca puede prescindirse del modelo trovadoresco, pues actuó siempre como un superestrato común, reforzado por su superior prestigio social y literario, pero pocas veces lo imitaron directamente, sin someterlo a la mediación de sus propias tradiciones y postulados. Por mi parte estoy persuadido de que la experiencia de las demás escuelas trovadorescas puede enriquecer también los estudios occitanos; creo firmemente que la tradición poética

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romance de los primeros siglos parte en conjunto de un sustrato común, como comunes fueron, con todas las salvedades locales hoy conocidas, las características fundamentales de la sociedad feudal, el patrón intelectual de la tradición escolar y poética latina, la cultura popular y las enseñanzas de la Iglesia. La escuela poética occitana hubo de convivir con otras menos avanzadas, quizá porque tuvieron mayor dificultad para asimilar este progreso, quizá porque consciente y premeditadamente renunciaron a ello. Podríamos pensar que un producto cultural tan sofisticado habría de tener dificultades para arraigar, por ejemplo, en la lejana Iberia, donde ni las escuelas ni la cultura latina tuvieron un desarrollo homologable con el de la Galia. Sin embargo, uno de los cancioneros más antiguos conservados es el galaico-portugués de la Biblioteca de Ajuda y en su organización interna resulta más coherente y avanzado que su coetáneo de la Biblioteca Estense, el más antiguo de los provenzales; los criterios organizativos dependen en ambos casos de la compilatio y la ordinatio escolásticas, aplicados con coherencia similar316. Sin embargo, el de Ajuda copia los versos en columna y no a renglón seguido, un procedimiento más sofisticado, inspirado en la poesía métrica latina que, a la luz de nuestros conocimientos actuales, habría de entrar algo más tarde en los cancioneros occitanos317. De la misma manera, tampoco podemos aceptar que los autores de la llamada escuela realística fueran incapaces de adaptarse a los parámetros de la poesía occitana. La última floración de esta escuela se produjo en su mismo entorno social, y fue en las ciudades italianas donde surgió la técnica de sus compiladores y de sus comentaristas. Este fue también el entorno que dio lugar al más tardío dolce stil novo, en el que surgió un cancionero tan complejo y sofisticado como el Vat. lat. 3793. 316

Ambos clasifican las obras por autores; el Estense sólo aplica este principio a las cansos, siendo la sección de los sirventeses menos ordenada, pero dado que este género falta en el de Ajuda no podemos juzgarlo superior. 317 Remito a mi “La ‘mise en page’ de los cancioneros”, Convivio II, Granada, Universidad, en prensa. Para la disposición gráfica de los cancioneros latinos remito al conocido estudio de P. BOURGAIN, “Les chansonnieres lyriques latins”, en Lyrique romane médiévale: la tradition des chansonniers. Actes du Colloque de Liège, 1989, Liège, Bibliothèque de la Faculté de Philosophie et Lettres de l’Université de Liège, 1991, pp. 61-84 y a su magnífico “Quest-ce qu’un vers au Moyen Âge?”, Bibliothèque de l’École des Chartes, 147, 1989, pp. 231-282. Paralelamente a mi investigación se produjo la de L. LEONARDI, “Le origini della poesia verticale”, también en prensa, que difiere de la mía en la interpretación histórica de los datos.

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Por fin, no podemos olvidar que eran unos mismos los autores que en su obra satírica seguían vinculados a la invectiva, al dialecto y a las formas orales de la lírica preliteraria, a la vez que escribían las obras más sofisticadas del Medioevo. Dante sin ir más lejos. Si en la sátira no las asimilaron ha de atribuirse a una elección voluntaria y consciente; fue también Dante quien supo compaginar todas las tradiciones al encontrar un destino apropiado para el estilo elevado y para el humilde, tanto en la estratificación teórica de los géneros como en la práctica creadora. Por desgracia, al ser abandonada la sátira seria y erudita (quizá como consecuencia de su guerra personal con Guittone) la literatura italiana, y las demás letras romances que adoptaron más tarde sus géneros líricos, no pudieron aprovecharse de un fruto tan sofisticado, el último que maduró en el taller creador de la lírica cortés. Por otra parte, las formas poéticas del estilo bajo, más simples, menos desarrolladas, pueden ser juzgadas como más arcaicas, más fieles a una tradición algunos de cuyos rasgos son comunes con los primeros trovadores provenzales y que pueden remontar bastante más atrás que los textos conocidos. No quiero decir que debamos sumergirnos nuevamente en la oscuridad de la lírica pretrovadoresca, pero sí que el análisis de estas formas puede ilustrar la evolución interna de los trovadores occitanos. Cuando Bernart de Ventadorn y Bertran de Born crean la forma canónica de la canción de amor y de la sátira caballeresca, lo hacen seguramente a partir de una situación cuyas peculiaridades serán más fáciles de reconstruir si atendemos a las características conservadas por las escuelas periféricas. El comparatismo, si no circula en todas direcciones, pierde gran parte de sus posibilidades; el provenzalismo podría beneficiarse de él mucho más de lo que hasta hoy ha hecho.

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