Utopismo en la Religión Americana

September 3, 2017 | Autor: Emilio Ferreyra | Categoría: American Studies, American Religion
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Descripción

UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CÓRDOBA Maestría en Filosofía, Religión y Cultura Contemporánea

UTOPISMO EN LA RELIGIÓN AMERICANA EMILIO FERREYRA

Curso: Filosofía de la historia: utopía, milenarismo, mesianismo, apocalíptica, escatología Profesor: Dr. Horacio Cerutti-Guldberg Año Académico: 2013

Córdoba | Argentina

ÍNDICE

PRÓLOGO ……………………………………………………………………………………………………………………. 3 1. INTRODUCCIÓN ………………………………………………………………………………………………………. 4 2. MARCO TEÓRICO 2. 1. La religión americana …………………………………………………………………………………………… 5 2. 2. La utopía y su abordaje metodológico …………………………………………………………………… 6 3. LA ASPIRACIÓN DE UNA JOVEN NACIÓN ………………………………………………………………….. 7 4. LA ASPIRACIÓN DE LA NACIÓN SE VUELVE UTOPÍA RELIGIOSA ……………………………… 8 5. CONCLUSIONES ……………………………………………………………………………………………………... 11 NOTAS ………………………………………………………………………………………………………………………. 12 BIBLIOGRAFÍA …………………………………………………………………………………………………………... 13

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PRÓLOGO

El presente trabajo fue realizado como requisito para la aprobación del seminario Filosofía de la historia: utopía, milenarismo, mesianismo, apocalíptica y escatología, dictado por el Profesor Dr. Horacio Cerutti-Guldberg, como parte de la Maestría en Filosofía, Religión y Cultura Contemporánea de la Universidad Católica de Córdoba.

En el mismo, exploraré la dimensión utópica en el entramado religioso de los Estados Unidos. El objetivo es, no sólo repensar algunos aspectos de lo religioso estadounidense desde la filosofía de la historia sino, y sobre todo, invitar a otros a partir de su lectura a reflexionar sobre distintas cuestiones que hacen a nuestro ser como sujetos pensantes del mundo contemporáneo.

Emilio Ferreyra Octubre, 2013

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1. INTRODUCCIÓN

Una de las esferas de la cultura americana que más importancia ha tenido desde siempre en la construcción de la nación pero que, sin embargo, probablemente menos se haya explorado, es la de lo religioso (1). Posiblemente debido a este renacer de lo religioso y lo esotérico de los últimos tiempos, el asunto ha cobrado vitalidad. Algunas primeras líneas de investigación han dirigido su atención a caracterizar la compatibilidad que ha habido siempre en los Estados Unidos entre su modernidad, su pluralismo cultural y la continuidad de las prácticas religiosas aunque sin desentrañar del todo este entretejido.

Se suele decir que la nación ha crecido hacia atrás: de ser vieja, venerable y Europea ha pasado a convertirse en juvenil, novedosa y con un carácter ya propiamente americano. En este crecimiento, y en lo que al imaginario religioso corresponda, los americanos llevaron a cabo constantes revisiones de la religión tradicional europea y convirtieron el cristianismo en una fe que pudo finalmente encajar con sus aspiraciones nacionales. Esto queda evidenciado particularmente en cómo la propuesta religiosa americana de comienzos del siglo XIX se ajustó perfectamente con el espíritu expansionista de aquellos tiempos, espíritu que ha tenido continuidad hasta estos días.

En este trabajo, argumentaré que la religión americana, al modo presentado por Bloom, constituye una serie de creencias y prácticas religiosas comunes a distintas denominaciones cuya base es utópica y su utopismo está dado en su convicción de que Estados Unidos constituye el Reino de Dios en la tierra y que, por consiguiente, el mismo debe de algún modo expandirse al resto del mundo.

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2. MARCO TEÓRICO

El presente trabajo abordará un pequeña parte del entramado religioso estadounidense a partir, por un lado, de la caracterización de lo que Harold Bloom (2006) llama la religión americana y, por el otro, de la perspectiva metodológica de la utopía propuesta por Cerutti-Guldberg (1989).

1. 2. La religión americana

En La Religión Americana, Harold Bloom, desde lo que él caracteriza como crítica de la religión, propone el concepto de religión americana para referirse a las creencias y prácticas comunes a un gran número de denominaciones religiosas en los Estados Unidos, creencias y prácticas que surgieron a principios del siglo XIX y que aún continúan.

La religión americana se caracteriza por la búsqueda del contacto personal e individual con Dios que realizan sus creyentes; casi el 90 por ciento de la población del país afirma, de hecho, que Dios los ama y habita en el interior de cada uno de ellos. Esta búsqueda sólo es posible a partir de la libertad, entendida dualmente como una libertad o aislamiento de otros yos y también del mundo creado. Así, sólo al estar libre y en contacto con el yo interior, el ciudadano americano puede descubrir a Dios, que es un Dios que no reside en ninguna iglesia ni se encuentra en comunidad, sino que es anterior a la Creación, vive en el interior de cada uno desde siempre, los ama y los elige.

Si los americanos creen que ese yo interno precede a la Creación y que siempre estuvo con e incluso es Dios, entonces, los actos que lleve a cabo ese yo, esto es, cada americano, no pueden ser mancillados. Puede que haya algo malo en la naturaleza, en el tiempo, hasta en la historia pero no en Dios y, en consecuencia, no en ellos mismos y en sus actos. 5

2. 2. La utopía y su abordaje metodológico

En Ensayos de Utopía (I y II), Cerutti-Guldberg, siguiendo a Puente Ojea, plantea que el género utopía como producto literario no debe confundirse con el factor utópico presente en una sociedad. En el primero, la utopía se mueve en un tiempo mítico, esencialmente intemporal, y conduce a especulaciones idealistas; en el segundo, en cambio, ésta se mueve en un tiempo histórico y busca comprender y transformar algún aspecto de la vida social. En este trabajo, con el objetivo de aprovechar la operatividad social del concepto, tomaré el factor utópico como parte del proceso histórico.

En cuanto al abordaje de la categoría utópica, Cerutti-Guldberg sugiere analizarla desde dos perspectivas. Por un lado, propone un análisis de la estructura interna de su discurso. Éste incluye el análisis de: (a) el momento crítico, caracterizado por una lectura negativa, pero fundamental, de la existencia, a partir de la que se genera un valor sintomático; (b) el problema, el cual constituye una preocupación central común de orden socio-político que moviliza; (c) el momento de la propuesta, que intenta trascender el status quo proponiendo un fin hacia el cual debe avanzar el proceso; (d) dimensiones espaciotemporales, dentro de las cuales la utopía busca realizarse. Por otro lado, el autor propone un análisis de la utopía a partir de su ubicación relacional, donde quedan evidenciadas las relaciones que la misma guarda en el todo social. En esta ubicación, las utopías pueden ser: (a) originadas por crisis o por emergencia de algo; (b) situadas en el pasado irrecuperable o en el futuro; (c) revolucionarias o reaccionarias.

Será, entonces, la propuesta metodológica de Cerutti-Guldberg la que se aplicará al entramado religioso de los Estados Unidos a partir de la religión americana que conceptualiza Bloom. Sin embargo, y debido principalmente a la extensión requerida en este trabajo, los criterios incluidos dentro de la ubicación relacional de la utopía serán brevemente referidos dentro del mismo análisis de su estructura interna. 6

3. LA ASPIRACIÓN DE UNA JOVEN NACIÓN

A comienzos del siglo XIX, los jóvenes Estados Unidos, influenciados por distintas ideas puritanas y por el racionalismo ilustrado, estaban ya preparados, no sólo para consolidarse como nación, sino también para empujar aún más hacia el oeste la barrera que constituía el llamado Gran Desierto Americano y ocupar las tierras aún inhabitadas por ellos. En esta expansión, ¿cómo debían los americanos reaccionar frente a las dificultades que presentaba ese movimiento hacia el oeste? ¿Cómo debían manejar las tierras ya habitadas por indígenas que iban encontrando? ¿Cómo debían hacer con aquellas tierras que ya pertenecían al recientemente independiente México? Es éste el problema y el dilema que obsesionó a los americanos a comienzos del siglo XIX, aunque no tardaron en darle una pronta, casi inmediata, respuesta.

En 1845, en un periódico de amplia circulación, el editor John L. O’Sullivan caracterizó este espíritu expansionista hacia el oeste como el destino manifiesto del pueblo americano. Escribió O’Sullivan: “El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de la libertad y el autogobierno” (2). El problema entonces estaba resuelto: los americanos habían recibido directamente de Dios las tierras del Nuevo Mundo para que ellos pudieran llevar a cabo allí mismo la innovación política que habían propuesto.

Muchas son las lecturas que podemos hacer de este espíritu expansionista. Una de ellas resulta, sin dudas, como una propuesta o solución utópica (¿a la vez que mesiánica?) al dilema que hacía referencia (3). El fin, el telos de la propuesta era el de ocupar todas las tierras del nuevo continente, un fin donde confluyen la aspiración original de los Estados Unidos de posicionarse como un ejemplo para el resto del mundo con lo que termina convirtiéndose en una utopía americana. 7

4. LA ASPIRACIÓN DE LA NACIÓN SE VUELVE UTOPÍA RELIGIOSA

La respuesta, sin embargo, al dilema del movimiento hacia el oeste iba a venir también desde lo religioso. Este espíritu expansionista (¿o de conquista?), de hecho, necesitaba no sólo de una justificación divina que partiera de un periódico sino también de una justificación divina que partiera de la misma religión.

Como dije anteriormente, el racionalismo ilustrado, influenció en gran medida el pensamiento y el accionar de los Estados Unidos durante el siglo XIX. El mismo acentuaba especialmente la bondad inherente a la humanidad y alentaba la creencia en el progreso social y la promesa de la perfectibilidad individual. Tales ideas tuvieron un gran impacto en el plano religioso. Por un lado, emergieron dos movimientos: el unitarismo y el universalismo. Estos diferían en los grupos sociales que atraían; el primero obtuvo adherentes entre las clases sociales altas mientras que el segundo entre los campesinos y, en general, las personas de escasos recursos. Ambos, sin embargo, sostenían que todos los hombres y mujeres serían salvados; Dios era bueno y, como tal, no podía permitir que nadie fuera condenado a un castigo eterno.

El comienzo del siglo XIX vio también el surgimiento de distintas religiones, siendo la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, o los Mormones, la más importante y una de las que Bloom considera como genuinamente americana. Joseph Smith, viviendo en Nueva York, tuvo durante la década de 1820, dos visiones en las cuales, sostenía, un ángel lo había conducido a hacia una colina donde había encontrado el Libro del Mormón, el cual constituía una sección perdida de la Biblia. A partir de esas visiones, Smith comenzó a formar su nueva religión que, al cabo de unos años, fue atrayendo a un gran número de americanos.

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El mormonismo es una religión que se ha convertido en un pueblo a partir del imaginativo visionario de Joseph Smith y otros como Brigham Young y John Taylor. Desde este imaginativo, se sostuvo que Dios, al haber residido en nuestro interior desde siempre, no nos creó, sino que simplemente nos organizó. No hay cruz (ni con Cristo crucificado ni vacía de la Resurrección) ya que lo que interesa es el Jesús que nos gobernará durante el milenio cuando vuelva. Los mormones enfatizaban desde su orígenes que ellos tenían la función primera de construir el Reino de Dios antes de que regresara Jesús, que ese Reino comenzaba en Estados Unidos pero que luego, como parte de un plan profético, debían llevar esa espiritualidad a todo el mundo. La aspiración política, económica y social de la nación se había vuelto utopía religiosa.

Al mismo tiempo, los baptistas sureños, también claves en el desarrollo de la religión americana, consolidaron su posición a comienzos del siglo XIX. Éstos descienden de dos sectas de puritanos del siglo XVII y se unieron en 1801, resaltando la importancia de que el individuo volviera a un encuentro con Jesús. De hecho, sostuvieron que Jesús hace a cada americano una llamada personal; ésta no puede transmitirse por contagio ya que, si fuera posible, uno no tendría la oportunidad de estar a solas con Jesús. La Biblia no es externa a ellos sino que es propia a cada uno de manera personal. Hay en el Baptismo Sureño un credo sin credo: el elemento más vital es totalmente personal, subjetivo, basado en la experiencia y consiste en la experiencia de encontrar a Jesús resucitado. Esto debe incluir la doctrina de la separación de iglesia y estado, pues las iglesias estatales asumen de algún modo que el estado es necesario en la vida religiosa del hombre y que éste es incompetente de religión sin el estado. Esta doctrina, fundante de los Estados Unidos como nación, hace que el país norteamericano constituya para los baptistas la arena que Dios ha proporcionado para poner en juego sus principios de una manera libre y plena, y desde allí está destinado a extenderse hasta que cubra toda la tierra.

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Si Bloom identifica el origen de la religión americana con las distintas creencias religiosas surgidas a comienzos del siglo XIX, en especial las mormonas y baptistas, no caben dudas, entonces, de que la concepción de que los Estados Unidos constituyen el Reino de Dios en la tierra fue la respuesta utópica que la religión dio, más o menos conscientemente, en el contexto expansionista de entonces en el que se encontraba la nación. Ahora, cada visionario o ministro, y no ya un simple periodista, les decía a sus creyentes que Dios reside en el interior de cada uno de ellos y, en consecuencia, reside en América. Este Dios invita a cada americano a un encuentro personal con él y, desde ese interior, invita a esforzarse al máximo en la vida diaria para justamente poder exaltar su presencia.

Las dimensiones espacio-temporales de la utopía política y religiosa estadounidense tuvieron su realización, claramente, en su accionar expansionista del siglo XIX: los Estados Unidos, de estar constituidos por trece colonias originarias pegadas al Atlántico pasaron a extenderse hasta el océano pacífico. Esto fue posible a través de distintas cesiones, compras, incorporaciones y anexiones que llevaron a cabo, en detrimento muchas veces de la población originaria o del pueblo mexicano allí asentado. Lo que es más: estas dimensiones también encontraron su realización a comienzos del siglo XX; podemos pensar en el protectorado de Cuba, la cesión española de Filipinas, Puerto Rico y Guam y en cada acción intervencionista enmascarada como un operar del hermano mayor.

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5. CONCLUSIONES

Independientemente de si la propuesta utópica de la religión americana nació como consecuencia del espíritu expansionista y el autoproclamado destino manifiesto y/o si, a la vez, se convirtió en causa para que otros americanos finalmente se lanzaran a la conquista del oeste, no quedan dudas de que la misma se arraigó en el pensar y en el quehacer estadounidense. Hoy, poco menos de dos siglos después de los orígenes de la religión americana, no podemos dejar de ver cómo la misma se ha llevado tan bien de la mano con el operar del país, en especial en el trazado de sus relaciones internacionales. La utopía de extender el Reino de Dios de los Estados Unidos de América hasta que cubriera toda la tierra sigue aún vigente: lo evidenciamos en los discursos de cada uno de sus presidentes, en la continuidad de la ocupación en Irak, en el fracaso del cierre de Guantánamo, en el control desmedido sobre organismos internacionales como la ONU, y en la constante invasión cultural y económica ejercida sobre las economías emergentes.

En este punto, es inevitable que surjan algunos interrogantes. ¿El pueblo americano no se preguntará, acaso, si Dios también habita personalmente en el interior de los ciudadanos de algún otro país del mundo? ¿No será posible, quizás, que Dios les haya dado a esos otros ciudadanos su lugar en el mundo desde el cual construir el Reino? ¿Estará en nosotros, permítaseme decir, en la religión latinoamericana, por ejemplo, pensar en una propuesta utópica que incluya la construcción del Reino de Dios desde este lugar del mundo? De ser posible, ¿podremos, capaz, pensar en que Dios reside, no en cada estadounidense o argentino o mexicano sino en cada habitante del mundo y que todos, desde nuestros lugares, estamos invitados a hacer de la tierra un Reino no sólo para nosotros y para Dios sino, y sobre todo, para los otros? Imagino estamos invitados a hacerlo.

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NOTAS

(1) Por razones exclusivamente prácticas, emplearé los términos América y americanos para referirme al Estados Unidos actual y a sus ciudadanos respectivamente. (2) Citado por Tindall, George B. y David E. Shi. “Manifest Destiny” en America. A Narrative History. Nueva York: W. W. Norton & Company, 2012: 333. La traducción es propia. (3) Una vez más, debido a la extensión requerida en este trabajo, otras dimensiones desarrolladas en el seminario, como las de mesianismo e ideología, no son exploradas, aunque se advierte la necesidad de su análisis.

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BIBLIOGRAFÍA

Bloom, Harold. La Religión Americana. Buenos Aires: Taurus, 2006. Cerutti-Guldberg, Horacio. Ensayos de utopía (I y II). Toluca: Universidad Autónoma del Estado de México, 1989. Tindall, George B. y David E. Shi. “An American Renaissance: Religion, Romanticism, and Reform” en America. A Narrative History. Nueva York: W. W. Norton & Company, 2012. Tindall, George B. y David E. Shi. “Manifest Destiny” en America. A Narrative History. Nueva York: W. W. Norton & Company, 2012.

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