\"USA: La política exterior, en campaña\", blog Bastión Digital, Buenos Aires, 10 de julio de 2015.

July 6, 2017 | Autor: Francisco Corigliano | Categoría: US Foreign Policy
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USA: La política exterior, en campaña

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Vie, 10-07-2015 
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Hay cinco cuestiones de política exterior que estarán presentes en la
campaña de los candidatos a Presidente de Estados Unidos: el comercio con
las naciones del Pacífico; las negociaciones con Irán para detener su
programa nuclear; la amenaza del Estado Islámico; las relaciones con Cuba;
y las presiones de Rusia a sus vecinos y la consolidación de la presencia
de China en el Pacífico. 
Se suele afirmar que, salvo escasas excepciones –como, por ejemplo, las
elecciones de 1980, debido al negativo impacto que en el público
estadounidense tuvo la respuesta de la administración Carter ante la
crisis de los rehenes en Irán- la política exterior ha ocupado un lugar
menos relevante en los procesos electorales para elegir primer mandatario
en los Estados Unidos. Esta afirmación requiere cuatro precisiones. La
primera precisión: la política exterior no se circunscribe solamente a las
relaciones político-diplomático-estratégicas de los Estados Unidos con el
resto del mundo. Las relaciones económicas también cuentan. La segunda:
las actitudes de política exterior de los funcionarios gubernamentales y
legislativos estadounidenses están intrínsecamente vinculadas a posturas
ideológicas adoptadas en el debate interno entre conservatives –que
traducimos en castellano como conservadores- yliberals –que en nuestro
lenguaje político-ideológico no identificaríamos con los liberales sino
con los progresistas o centroizquierdistas- y en el debate entre las
distintas fracciones dentro de estos dos campos enfrentados pero muy
heterogéneos internamente. Muchos de estos funcionarios –por no decir
directamente la totalidad- miran la relación de los Estados Unidos con el
resto del planeta a través de las lentes ideológicas procedentes del
debate político-ideológico doméstico y de sus propios sistemas de
creencias forjados al calor de este debate. Dicho de otro modo: las
divergencias ideológicas entre los representantes de los campos
conservador y progresista y las existentes en el seno de cada uno de estos
campos en cuestiones internas como de raza, comercio, derechos de los
afroamericanos, igualdad social, acción afirmativa, ayuda externa, también
colorean y tiñen la dinámica de las relaciones de los Estados Unidos con
Cuba, China, Rusia, Irán, México son claros ejemplos de esta tendencia.
Tercera precisión: estos debates entre y dentro de los campos conservador
y progresista tiñe la postura de los candidatos frente a las diversas
cuestiones de política interna y exterior. Y cuarta y última precisión: la
carrera por la Casa Blanca tiene dos etapas. Una es la competencia intra-
partido por ganar las primarias (republicanas y demócratas). En esta
etapa, el votante medio, partidario de posturas moderadas o centristas,
pesa poco o casi nada. Es el votante ideológicamente extremo el que pesa
en la etapa de las primarias y el que tiene influencia en el Congreso. Por
tanto, los candidatos republicanos estarán preocupados por ganarse el
apoyo del Tea Party y de otras expresiones del conservadurismo dentro de
su Partido (si bien es también cierto que en los últimos meses hay
expresiones de derecha crecientemente cuestionadoras de la ortodoxia
teapartidista). Y, por ende, los demócratas, identificados históricamente
con la reforma del sistema de salud, el estado de bienestar, el
progresismo, el voto latino, o el afroamericano, tenderán a buscar estas
tendencias y apoyos, como lo confirman las declaraciones y movimientos de
la candidata más visible del Partido Demócrata, Hillary Clinton, quien
busca agasajar a la facción liderada por Elizabeth Warren. Es cierto que
después el candidato ganador tendrá que irse corriendo paulatinamente
hacia el centro si quiere ser presidenciable. Pero ese corrimiento hacia
el centro suele hacerse en una segunda etapa, en el tramo final de la
carrera por la presidencia, cuando los candidatos presidenciales ya están
decantados, o directamente después de llegar al sillón de la Casa Blanca.
Hechas estas cuatro precisiones, hay cinco cuestiones de política exterior
que en estos meses que nos separan de las elecciones presidenciales de
2016 estarán presentes en las disputas intra e interpartidarias. La
primera es el comercio con las naciones del Pacífico, que Obama impulsó
con el lanzamiento del Acuerdo de Asociación Transpacífico (AAT). Muchos
de los candidatos republicanos –pero no todos- apoyan el ATT; por el lado
demócrata, hay hostilidad al acuerdo, especialmente por el lado de la
facción Warren del Partido, que libra en el Congreso una lucha contra el
propio Obama por los acuerdos para promover el libre comercio
internacional. Hillary Clinton, que hacía unos meses atrás defendía el
acuerdo, ahora evita pronunciarse para no perder el apoyo de las y
los warrenistas. 
La segunda cuestión es la referida a las negociaciones con Irán para
detener su programa nuclear. Muchos de los candidatos republicanos se
mostrarán críticos sobre las negociaciones emprendidas por la
administración Obama. Esta última combinó sanciones para obligar a Irán a
negociar –contando entre 2009 y 2010 con la ayuda de Rusia, Arabia
Saudita, China y la Unión Europea- con las aperturas diplomáticas
bilaterales, que incluyeron un toma y daca en clave realista: acuerdo
nuclear a cambio de aporte de tropas iraníes en la lucha contra el Estado
Islámico en Siria e Iraq –geografías donde el gobierno norteamericano no
quería colocar tropas en el terreno. 

Un tercer tema que seguramente estará presente en la carrera presidencial
es la persistente amenaza del Estado Islámico -la cual no está limitada a
Siria e Iraq, como lo han demostrado los ataques terroristas en Túnez,
Francia y Siria del 26 de junio de 2015- combinada con los renovados
golpes de Al-Qaeda en este mismo año –el atentado contra la revista
satírica francesa Charlie Hebdo en enero y el atentado en Kuwait del 26 de
junio-. Esta amenaza combinada obligó a la administración Obama a retornar
su atención a Oriente Medio tras el fin de la presencia militar
norteamericana en Iraq y Afganistán, y provocará un debate acalorado
respecto de la necesidad de colocar tropas norteamericanas en Siria e
Iraq. Obama se ha opuesto a esta última opción. Y muchos de los candidatos
republicanos –particularmente los del ala más conservadora- estarán
dispuestos a utilizar la persistencia de las amenazas islámicas y la
necesidad de políticas más activas en este terreno como herramientas de
presión retórica hacia sus contrincantes demócratas, a fin de evitar que
alguno de estos últimos llegue a la Casa Blanca. Buscarán colocarles por
enésima vez el viejo e incómodo cartel que hizo que los candidatos George
McGovern en 1972, Jimmy Carter en 1980 y Mondale en 1988 conociesen el
polvo de la derrota. Cartel que Obama logró evitar momentáneamente al
intervenir en Libia y asesinar a Bin Laden. Por ejemplo, dos de los
candidatos republicanos -Rick Santorum y George Pataki- se han mostrado a
favor de enviar soldados norteamericanos a Oriente Medio para frenar el
avance del Estado Islámico. Por contraposición, Jeb Bush, el hermano del
ex presidente George Walker Bush, el candidato republicano con más
posibilidades según los sondeos, se ha presentado como un conservador
moderado, una presentación que hace recordar al conservadurismo compasivo
de Bush hijo antes de los ataques terroristas del 11-S. Pero, como en el
caso de su hermano, esta postura pragmática no garantiza en absoluto su
inmediato abandono y reemplazo por posturas más duras en política
exterior, especialmente si en los meses que faltan para el fin de la
carrera presidencial ocurriese un recrudecimiento de las actividades
terroristas del Estado islámico o de filiales de Al-Qaeda, especialmente
si cobraran vidas estadounidenses. 
Un cuarto tema de debate será el restablecimiento de las relaciones entre
los Estados Unidos y Cuba llevado a cabo por la administración Obama con
una vital gestión mediadora del Papa Francisco. 

Y, por último, un quinto tema que estará presente en algún momento de la
carrera por llegar a la Casa Blanca será la actitud a adoptar frente a las
presiones de Rusia a sus vecinos como Ucrania y la consolidación de la
presencia militar y económica de China en el Pacífico. Así, por ejemplo,
Marcos Rubio, senador por Florida con el apoyo del Tea Party y que es
considerado uno de los favoritos en la carrera por la casa Blanca, ha
rechazado el acercamiento a La Habana. Y los republicanos conservadores
claman por una mayor dureza frente a China que la que ha evidenciado
la realpolitik de Obama, que ha buscado a la vez contener a Beijing y
contarlo como socio en su estrategia de asociaciones para administrar
temas globales que Washington no puede manejar solo. A su vez, los
republicanos conservadores se han unido a coro con los liberales
demócratas para reclamar mayor presión hacia Rusia –en clave de seguridad
nacional los primeros, en clave de promoción democrática y ayuda a los
vecinos de Rusia los segundos-.
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