URBANIZACIÓN, ESTADO Y POLÍTICA Notas metodológicas preliminares para la investigación histórica. 1

June 8, 2017 | Autor: Marco Palacios | Categoría: Social History
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Descripción

URBANIZACIÓN, ESTADO Y POLÍTICA Notas metodológicas preliminares para la investigación histórica.1 Mundialización y sistema urbano

En este ensayo sintetizamos algunos aspectos que subyacen a los procesos históricos de urbanización, particularmente los políticos y demográficos. Señalamos algunos temas de investigación de historia urbana que, eventualmente, podrían servir para enmarcar los debates actuales sobre políticas urbanas y las alternativas de movilización política. En resumidas cuentas es poco lo que sabemos acerca de la formación del sistema urbano en los territorios de la actual Colombia. Atendiendo la secuencia histórica podemos enfocar dos tipos de conflictos entreverados. Primero, los que se entablan entre las fuerzas del localismo, del regionalismo y del Estado central (por tres siglos, la monarquía española; después la república colombiana). Segundo, los derivados de la inserción a la economía mundial y al sistema mundial de poder que re contextualizan los primeros, y que se desarrollan y aceleran a partir de la triple revolución Atlántica: la Revolución Francesa, la llamada revolución Industrial y la descolonización americana o sea la Independencia, comenzando por Estados Unidos y Haití. El impacto cultural y tecno-económico del mundo en las sociedades nacionales y locales, y en el orden de valores derivados, se llama ahora "globalización", la forma que asume la hegemonía del capitalismo en el actual período de posguerra fría. Con la triple revolución Atlántica ganan relieve las manifestaciones específicas en la formación de aparatos de dominación, (explotación pre capitalista de la mano de obra con sus consecuentes efectos socio-demográficos) y los tejidos de una economía y de una cultura nacional y local, inextricablemente unida a las estructuras y visiones del poder mundial. Todos estos fenómenos serían ininteligibles si los situásemos por fuera de los procesos de urbanización. Una mayor claridad sobre estos temas podría alcanzarse mediante investigaciones históricas que podrían desarrollarse a partir de las metodologías sobre la log-normalidad, la primacía urbana y sus múltiples relaciones. Estas metodologías ayudan a especificar un problema central: qué es, y cómo se transforma un sistema urbano.

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Publicado inicialmente en Fabio Giraldo y Fernando Viviescas (Comp.), Pensar la ciudad, Bogotá, 1996, págs. 475-485

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Cuatro caras de la urbanización

La urbanización puede entenderse como un fenómeno histórico de carácter estructural, demográfico, cultural e ideológico. 1) El término estructural alude a la aparición y expansión de ciertas funciones religiosas y políticas (principalmente control y extracción fiscal) que sólo pueden existir bajo la condición de coordinarse en organizaciones urbanas. De este modo la conquista y colonización de los espacios de la actual Hispanoamérica, emprendida por agentes privados que actuaban en nombre y bajo la protección de una monarquía católica europea, no se entendería a cabalidad de no incluir un análisis de la formación de redes urbanas, primero de ciudades-frontera que evolucionaron hacia sistemas urbanos complejos y jerarquizados. 2) La dimensión demográfica es contundente. Traspasados ciertos umbrales de cantidad de habitantes (umbrales arbitrarios según se desprende de los criterios empleados por los censos de población a lo largo del tiempo y entre diferentes países) se establecen rasgos sociales más complejos de acuerdo con las funciones económicas, mercantiles, fiscales, políticas y administrativas que desempeñan las ciudades, según sea el tamaño de cada ciudad. 3) El aspecto cultural trae una marca de origen: las ciudades hispanoamericanas se fundaron como islas europeas de cultura. De este modo los conquistadores y primeros colonizadores pretendieron garantizar su seguridad y confirmar la identidad española. Rodeados por la “barbarie” aborigen, los europeos hubieron, forzosamente, de establecer intercambios con ésta, abriéndose una brecha de tránsito difícil entre el diseño ideológico católico-imperial y la abigarrada realidad americana. 4) Por último, la ciudad es construcción ideológica. Así, por ejemplo, en la tradición judeocristiana que pretende delimitar nuestras opiniones, concepciones y sentimientos sobre las ciudades, se resalta la oposición de la ciudad de Dios con la ciudad del hombre. Ésta última aparece como artefacto de soberbia y degeneración. En la Edad Media se recuerda que según el libro del Génesis la ciudad es invento de Caín. Enfrentadas a estas imágenes de la Babilonia bíblica, las generaciones de la Ilustración, el romanticismo y el liberalismo reivindicaron y exaltaron las contra imágenes de la Atenas

3 de Pericles. Esta tensión ideológica alrededor de la noción de ciudad, nunca se resolvió del todo. Por ejemplo, en el Siglo de las Luces, cuando París y Londres distaban del medio millón y del millón de habitantes que habrían de tener respectivamente al comenzar el siglo XIX, Voltaire elogiaba la gran ciudad inglesa, abierta al talento, amiga de la libertad individual, mientras que Rousseau condenaba a París por su codicia implacable, capaz de secar el espíritu solidario de sus habitantes, víctimas inconscientes del anonimato y la soledad. Una lucha de percepciones continúa en nuestro tiempo.

La dialéctica centro-periferia

Subrayando los aspectos estructurales y demográficos, la urbanización aparece como un proceso que implica, simultánea o alternativamente el aumento de los nodos de concentración o ciudades y el crecimiento de la población de las ciudades. Arriba se formuló la pregunta: ¿es la urbanización mero agregado de nodos urbanos? O, ¿debemos suponer que los nodos forman un sistema? Y de ser así, ¿cómo se identifica y cómo podría describirse tal sistema? Una primera respuesta debe considerar las contradicciones entre dos grandes enfoques que, para los propósitos del ensayo, abreviaremos al máximo. El primero, del nodo central, está asociado al nombre de Christaller y ofrece variaciones significativas y nuevos desarrollos teóricos y metodológicos2. De acuerdo con este modelo de organización territorial, en cualquier sociedad posterior al neolítico, (la "gran revolución urbana" de que hablara Gordon Childe) puede identificarse una "jerarquía urbana" que refleja una "distribución óptima" de funciones económicas y administrativas en un territorio determinado. Tal jerarquía es un resultado del desarrollo agrario o, más precisamente, del incremento de la productividad agraria. La base tecno-económica agraria permite producir excedentes, principalmente alimentos, para abastecer los primeros núcleos urbanos Paulatinamente se desarrolló a partir de éstos una jerarquía a partir de la producción y el intercambio locales que abarca nuevos territorios, inicialmente sub-regionales y, después, regionales, (eventualmente nacionales) y hasta mundiales. Esta

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Véase P. Hagget, A. Cliff, and A. Frey, Locational Models, London, 1971

4 ampliación de los espacios articulados por los nodos urbanos acelera y profundiza la división social y técnica del trabajo e incrementa, por lo tanto, la productividad económica. El segundo enfoque proviene de la Escuela de los Annales que, entre sus presupuestos fundamentales, incluyó la geografía. En la línea de esta escuela historiográfica los hallazgos de la investigación sobre el período colonial hispanoamericano no parecen avalar la hipótesis de la formación secuencial de un nodo central como predijera Christaller. Con frecuencia parece ocurrir exactamente lo contrario: antes que ser su consecuencia, el comercio de larga distancia, en función de las necesidades de abasto de los polos mineros, antecede a la formación de grandes ciudades. Además de la economía cuenta el aspecto político-administrativo. En este sentido la ciudad colonial hispanoamericana pertenece a una jerarquía urbana de ámbito transatlántico. En tal jerarquía aparecen conflictos políticos en el ámbito del Imperio y en americano. Tales conflictos tienen que ver con la dominación entendida como poder político-administrativo, cultural e ideológico y como explotación económica En el ámbito imperial se hace explícita la lucha entre los intereses económicos y políticos de la Corona (centro) y los de los conquistadores y sus sucesores peninsulares (periferia). En el mismo centro, es decir, en el territorio de la Península Ibérica, opera una reestructuración urbana que da pie a la "hipertrofia" de ciudades como Lisboa, Madrid o Sevilla. b) En la periferia americana las élites residentes (que generalmente consiguen asimilar o cooptar a las élites burocráticas transeúntes) se forman facciones en torno a la constitución y control de las ciudades, centros efectivos de dominio local y regional. Es decir, la dominación que se ejerce desde un centro urbano hacia las distintas periferias. Éstas pueden ser otros centros urbanos de menor rango, polos mineros, haciendas, comunidades agrarias, regiones de frontera... En este cuadro las relaciones de lo político y lo económico suelen ser muy complejas. Por ejemplo, en la medida en que los requerimientos específicos de localización de la población trabajadora y de los recursos agrarios y mineros generen una dinámica por fuera del control político, van apareciendo nuevos nodos de mercado y luego centros urbanos que articulan el flujo del excedente económico y de la tributación fiscal hacia el centro, a veces al margen, o a veces en contravía de los intereses de la jerarquía político-administrativa establecida. La dinámica económica presiona entonces desde abajo (periferia) hacia arriba (centro) y desordena las formas convencionales de dominación

5 política que van de arriba abajo, o sea, del centro a la periferia. En este sistema se evidencia la vulnerabilidad del centro político. En una perspectiva de larga duración el centro va perdiendo control según lo afecten los ciclos productivos y las coyunturas mercantiles de las periferias. Investigaciones futuras deberán formular explícitamente hipótesis sobre esta dialéctica de fuerzas entre una jerarquía urbana de origen político-administrativo y la reordenación territorial que resulta del ciclo económico. El carácter de la base demográfica, el desarrollo de la tecnología y de la organización de la producción y distribución de bienes, terminaron socavando el orden político previamente definido por el Estado español y por las élites locales que actuaban en su nombre y representación. Esto nos lleva a un sistema de gran flexibilidad e inestabilidad. Se trata, claro está, de grados de inestabilidad. Pensando en la historia política, podría formularse la siguiente hipótesis. Durante los movimientos de Independencia, la jerarquía urbana (con sus funciones, aunque no con la población, altamente concentradas en Santafé, Cartagena y Popayán) se desvertebró ante la fuerza centrípeta del localismo y la guerra. Posteriormente se recompuso a partir de una variedad de factores económicos y demográficos (principalmente las migraciones internas). Pero también por factores políticos, renovadores unos, inerciales otros. El meollo de esta conflictividad puede enunciarse así: la tendencia centrífuga de la administración e institucionalidad del nuevo Estado nacional chocaba con las tendencias "federalistas" que impulsan formas particulares y sedimentadas de un localismo que aparecía como expresión de las exigencias de la economía exportadora en un país en el que aún no se había formado un mercado interior. De esta oposición de campos centrípetos y centrífugos ha dependido la distribución de funciones mercantiles, administrativas y de poder político dentro del territorio de la actual Colombia. Esto se hace más evidente estudiando los cambios en las funciones, eminentemente políticas, reservadas al municipio en el período formativo de la autoridad imperial de la Corona española, en la transición de esta a la autoridad nacional colombiana, y en la historia política nacional. El sustrato político remite a las transformaciones del súbdito o vasallo de la Colonia en cliente y elector del período republicano. Aquí importaría establecer si la cohabitación entre sistema clientelar y la moderna ciudadanía es la norma antes que la excepción. Desde el punto de vista del control político la norma parece ser que las élites locales, pese a su rotación sociológica, sostienen con relativo

6 éxito la herencia colonial de autonomía municipal, de base y orientación clientelares. El Estado central responde negociando, cooptando o debilitando las fuentes propias de la autonomía municipal. Pero entre el centro político nacional y el municipio ha mediado "la región", entendida aquí como una red (no necesariamente un "sistema") de poblaciones urbanas de tamaño medio relativo, cuyo papel nos parece (intuitivamente) crucial para entender los procesos de estructuración y deestructuración de jerarquías urbanas. En el período de los orígenes de la modernidad en Colombia (c.1780-1870) algunas ciudades jugaron papeles bastante significativos: Mompós y Honda; Medellín; Socorro y San Gil; Cúcuta; Cali y Pasto. Ejercicios similares podrían hacerse para períodos posteriores cuando el tabaco, el café, el petróleo o la coca incidieron en nuevas articulaciones de las redes urbanas, nuevas jerarquías y modos originales de ordenamiento territorial que arrojaron consecuencias políticas e ideológicas. Pero aún estamos en el terreno de la conjetura. Sólo podrán extraerse conclusiones firmes después de hacer análisis estadísticos finos sobre un acervo confiable de datos que, en nuestro caso, deberán partir de una crítica metodológica y un posterior análisis descriptivo de los censos de población. Por eso todavía no es posible responder a cabalidad esta pregunta: ¿estamos, como suele suponerse, ante sistemas regionales de ciudades? De ser así, cómo y cuándo se integraron, si es que se integraron, a un sistema urbano nacional? O, por el contrario, ya existía el sistema urbano que hoy conocemos desde el siglo XVII, es decir, mucho antes de la formación de un mercado y una cultura política nacionales, cuando al parecer se formó la matriz político-administrativa colonial sobre la cuál habría de erigirse dos siglos después la matriz territorial del Estado colombiano?

Log-normalidad y primacía

Se ha encontrado una alternativa al modelo de Christaller estriba en modelos estadísticos, conocidos como del rango-tamaño, que describen cómo está distribuida la población urbana en un momento y territorio determinados. En su forma más básica el método fue formulado por Wilfredo Pareto en un estudio de las ciudades del norte de Italia. Al ordenarlas por tamaño de la población en un plano de dos ejes de escala logarítmica, se formaba una línea recta con una pendiente de -1. Es decir, una distribución log-normal, de acuerdo con la cual la población de la ciudad del rango r es igual a la

7 población de la ciudad más grande, dividida por su rango. Así, con respecto a la ciudad más grande del sistema, la ciudad de rango 10 es 1/10 de su tamaño, la de rango 100 es 1/100, y así sucesivamente. La disponibilidad de una base cuantitativa de este tipo permite hacer comparaciones entre diversas jerarquías urbanas, diacrónica o sincrónicamente. Este método ha sido criticado porque, de ser fino instrumento para la descripción y el análisis comparativo, ha pasado a convertirse en juicio de valor. Es decir, se asume que lo que se aparte de una distribución log-normal (con pendiente de -1) de las poblaciones urbanas es desviación, patología. El hecho de que la log-normalidad sea típica de países como Estados Unidos, la Gran Bretaña y casi todos los de Europa Occidental, refuerza tales juicios. La log-normalidad es el estado saludable y estable al que deben aspirar todos los sistemas urbanos. En los estudios urbanos de la América Latina de la década de 1960 se presentaba la patología de la primacía urbana. Se dice que hay primacía cuando la principal ciudad es mucho más que el doble de la de rango 2, caso evidente en ciudades como México o Buenos Aires. Se suponía entonces que tal enfermedad era de origen colonial. Tal idea asumía que la primacía, vista como desviación de la distribución normal, se originaba en las características parasitarias y pre modernas de las burocracias hispánicas, administrativas, religiosas y militares, asentadas en las grandes capitales americanas. William Paul McGreevy fue uno de los primeros economistas en aplicar la fórmula paretiana a las ciudades latinoamericanas para el período 1750-1960. 3 Sus resultados permitieron disipar la idea en boga. De acuerdo con McGreevy, a medida que avanzaba el siglo XIX y con él el peso de las economías exportadoras, era más evidente la tendencia hacia el fin de la log-normalidad y hacia la primacía urbana. Según sus resultados, México nunca se ajustó a la hipótesis paretiana; en los otros país la log-normalidad fue desapareciendo así: en Cuba, c.1800; Chile, c.1825; Argentina, c.1840; Brasil, c.1875; Perú, c.1925 y Colombia y Venezuela hacia la década de 1930. Pero si bien la conclusión derivada de la estadística es concluyente respecto a la inexistencia de primacía colonial, no debe llevarse demasiado lejos. En la sociedad colonial hispanoamericana de Antiguo Régimen, y por lo menos hasta c. 1870, la jerarquía urbana se explica menos por el tamaño de 3

W. P. McGreevy, "A Satistical Analysis of Primacy and Lognormality in the Size Distribution of Latin American Cities, 1750-1960", en Richard Morse with Michael L. Conniff and John Wibel, (Eds.) The Urban Development of Latin America, 1750-1920, Stanford University, 1971, págs.116-29

8 la población y más por la concentración y calidad de funciones desempeñadas por cada una de las ciudades. El avance en estos temas ha sido notable en los últimos 20 años. Empíricamente sabemos que la distribución de la población urbana traspuesta a un plano de escala logarítmica presenta formas muy diversas: cóncavas, convexas y de diferentes pendientes. Hoy se sabe que la primacía no antecedió la log-normalidad, y que, en el período pre moderno, la distribución de las poblaciones urbanas no muestra una pendiente mayor que -1. Esto es evidente en los estudios de la urbanización europea, acometidos por Jan de Vries, en la perspectiva de la larga duración. De estos se colige que la pendiente va incrementándose con el tiempo. Es decir, que en el siglo XVI no aparece tan empinada como en el XVIII.4 Los modelos derivados del análisis estadístico de la distribución de las poblaciones por rangotamaño también ofrecen el problema de establecer si tales las "jerarquías urbanas" forman realmente un sistema y, de ser así, cómo evolucionan. Independientemente de los valores que se atribuyan a una forma determinada de distribución, si suponemos que el actual sistema de jerarquía urbana en Colombia aún no ha sedimentado y que está en flujo, podemos formularnos esta pregunta: ¿presenta el sistema secuencias discernibles que nos permitan nos permitan predecir cómo y hacia dónde evolucionará? A falta de investigaciones empíricas, comencemos con algunos presupuestos teóricos y metodológicos. La antropóloga Carol Smith, extrayendo de sus investigaciones sobre Guatemala, y de una crítica sistemática a la literatura, ha propuesto una clasificación de los sistemas urbanos que nos parece más convincente. Smith Establece tres tipos fundamentales de distribución de las poblaciones urbanas: (a) Con primacía. (b) Log-normalidad madura y, (c) Log-normalidad inmadura. En ésta última las ciudades más grandes del sistema son más pequeñas de lo que predice la hipótesis de la lognormalidad. 5 4

Véase Jan de Vries, European Urbanization, 1500-1800, London, 1984, pp.256 y ss. y "Problems in the Measurement, Description and Analysis of Historical Urbanization", en AD van der Woude, Akira Hayami, Jan de Vries, Urbanization in History. A Process of Dynamic Interactions, Oxford, 1990, págs. 42-60 5

Carol. A. Smith, "Theories and Measures of Urban Primacy a Critique", en M. Timberlake, (Ed.) Urbanization in the World Economy, New York, 1985 y "Exchange Systems and the Spatial

9 Los sistemas urbanos maduros de log-normalidad están circunscritos a los actuales países industrializados. La log-normalidad inmadura sería característica tanto de los períodos históricos pre modernos como de los actuales países del Tercer Mundo. Finalmente, la primacía puede emerger en el mundo pre moderno o en el de hoy, aunque, en uno u otro su papel sería muy diferente. Puede darse el caso, como en muchos países latinoamericanos de la segunda mitad del siglo XX que, por debajo de la ciudad primada y de una o dos ciudades que le siguen en rango, se presente una distribución lognormal. Aplicando sucintamente esta clasificación a la América Latina del siglo XIX, Smith encuentra un sistema más ajustado al rango-tamaño log-normal (de pendiente poco pronunciada) pero, básicamente inmaduro. Es decir, que las principales ciudades latinoamericanas eran "muy pequeñas" en relación con el tamaño de la población de las medianas y chicas. En la literatura histórica especializada se encuentra la explicación en el bajo grado de desarrollo de los intercambios para el mercado interior. En el caso colombiano, Frank Safford ha insistido en: (a) los altos costos de transporte y una fuerte estacionalidad e imprevisibilidad de los fletes, explicada principalmente en razón del clima y (b), en la integración de pisos verticales dentro de ámbitos geográficos muy reducidos. En estas condiciones lo más "racional" no era la opción del "mercado nacional". A este respecto C. Smith aporta un argumento que debería ser verificado por la investigación. Según ella lo que otorga madurez al sistema no es el comercio per se, sino la clase de mercado del que se trate. Tomando como punto de referencia los mercados laborales concluye que lo que produce una log-normalidad madura no es la fuerte integración de mercados laborales urbanos basados en el salario monetario, sino la falta de restricciones a la movilidad geográfica de las poblaciones que quieren migrar a las ciudades, respondiendo a las oportunidades que brindan.6 Habida cuenta de este tipo de argumentación, sería saludable reabrir la investigación sobre un supuesto "enfeudamiento" como traba al desarrollo capitalista colombiano. Y hacerlo en términos más específicos, abriendo un doble frente: (a) cómo se formaron los mercados laborales y qué papel jugó en Distribution of Elites: The Organization of Stratification in Agrarian Societies", Carol. A. Smith, Regional Analysis. II Social Systems, New York, 1976. y "Types of City-Size Distributions. A Comparativa Analysis", Urbanization in History, op.cit. págs. 20-42 6

Smith, "Types of City-Size", op. cit. p. 31

10 esto la expansión de la red urbana; (b) qué papel tuvo el Estado colombiano en la formación de los mercados laborales. Al parecer, en nuestro caso, el papel del Estado, a diferencia de otros países latinoamericanos, ha sido "débil", tanto en el período borbónico, como después de la Independencia. De ser así, el Estado ha jugado un papel histórico secundario en la formación de mercados laborales propios de una economía de perfil capitalista moderno, y por ende, en la distribución de la población urbana. Por eso el mercado o los principios de funcionamiento de un modelo liberal de desarrollo, explicaría mucho mejor la trayectoria económica de la nación colombiana que parece completar un ciclo: de la agro exportación, a la industrialización sustitutiva, a la apertura que trae la globalización con sus secuelas de tercerización y desindustrialización. Esta conclusión preliminar da paso a la siguiente sección que trata del proceso de urbanización que toma forma contemporánea a partir de c. 1940. El proceso reciente de urbanización

Sería conveniente matizar apreciaciones en boga sobre el papel central de la industrialización sustitutiva, postulada como "el cambio estructural que vivió el país durante la segunda posguerra; contribuyó a explicar los rasgos más característicos de la organización socio espacial nacional." (págs. 94 et sec.) En otra parte intentamos describir cómo los principios del liberalismo económico, sustentados por los intereses ligados a la economía cafetera, atenuaron el modelo de industrialización sustitutiva, y restringieron los grados de autonomía estatal.

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En esto resulta notorio el contraste del Estado

colombiano con el brasileño, el mexicano o el argentino. Entonces, las dinámicas que ayudarían a explicar la urbanización colombiana posterior a 1940 deben buscarse en la interacción de: (a) Un acelerado crecimiento de la población a partir de c, 1940, que toma fuerza en las décadas de 1950 y 1960, y, empieza a ceder apreciablemente desde la década de 7

Véanse de Marco Palacios, El café en Colombia, 1850-1970. Una historia económica, social y política, Bogotá 1979 y Entre la legitimidad y la violencia. Colombia, 1875-1994, Bogotá, 1995

11 1970, como efecto de una desigual "modernización demográfica". (b) Un sustancial incremento de las magnitudes absolutas y relativas de población móvil, en la escala ocupacional y geográfica. (c) la "modernización política". En el caso colombiano, parece seguir esta secuencia: movilización (c.192050), contención autoritaria (c.1945-58) y cooptación clientelar (desde 1958). Aclaro que las fechas son aproximadas y que, aspectos de un momento se encuentran en otro anterior o posterior. Por ejemplo, el gobierno militar de Rojas Pinilla ensayó, dentro de marcos autoritarios de corte conservador, un esquema de cooptación populista que fracasó, en gran medida por la tibieza con que fue formulado y ejecutado. Las variables demográficas y las de la movilidad geográfica y ocupacional aparecen fuertemente imbricadas. Esto significa que al aumentar la población aumenta la movilidad. Pero la gente se mueve por causas muy complejas. Los factores de expulsión y atracción se sintetizan en esto: sin restricciones institucionales a la movilidad (por ejemplo, cuando los valores patriarcales de la familia campesina entran en crisis) y ante la brecha de ingresos y oportunidades entre "el campo" y "las ciudades", el resultado es la migración masiva. Por esto, en la primera fase, c.1940-75, la urbanización se explica principalmente por la migración. En la medida en que disminuye la brecha económica y cultural campo-ciudad, disminuye la migración. Entonces caen las tasas de fertilidad urbana. Las poblaciones migrantes se adaptan no sólo a los estilos de la vida urbana sino a los requerimientos de la movilidad social, de suerte que surge una demografía moderna: aumenta la edad promedio para formar pareja; la proporción hombres/mujeres tiende, gradualmente, a acercarse a 1:1, aunque aún puede ser 0.8/1; caen la fertilidad (por la práctica de métodos anticonceptivos condenados por la Iglesia católica) y la mortalidad infantil (por los antibióticos y el aumento de la cobertura de servicios de agua potable); se expande el alfabetismo y las tasas de escolaridad, la mujer ingresa a los mercados de trabajo. Esta revolución de hábitos y costumbres está acompañada de cambios muy profundos en las modalidades de los contratos de trabajo. Hasta ahora se han subrayado los aspectos más negativos, afincados en la expansión del llamado sector informal que preceden la globalización y el "neoliberalismo". Sin embargo, el neoliberalismo, sustentado en una vieja ética capitalista de la codicia y en que los pobres son pobres porque lo merecen, porque no luchan por salir de la pobreza, es una forma de racionalizar "la globalización", es decir, el desmonte de la seguridad y la previsibilidad

12 contractuales del mundo laboral. Esto afecta el eslabón débil: acentúa una tendencia social divisiva que se expresa en la disminución de las remuneraciones de los asalariados en el PIB y en manifestaciones de apartheid social en las grandes ciudades.

Breve conclusión

Hacia la década de 1940 el patriciado urbano, que seguía un poco el modelo cívico de Pericles, empezó a ser entre nosotros una especie en extinción. Después de 1950 ha sido creciente la incidencia del gobierno nacional en asuntos municipales estratégicos como la provisión de infraestructuras modernas: electrificación, acueductos, telecomunicaciones, sistemas de transporte masivo. Es manifiesta la creciente interferencia de las tecnocracias y burocracias de los organismos multilaterales de crédito, en particular del Banco Mundial. Si a esto sumamos la crisis de liderazgo y representatividad de los partidos políticos, y la emergencia de movimientos electorales volátiles, entonces podemos empezar a explicarnos porqué el civismo, o la ciudadanía activa y participativa van quedando reducidas a núcleos de clase media (baja, media y alta) que, como vemos en los procesos electorales, se entusiasman superficialmente por las imágenes del hombre tutelar, “independiente” de “manos limpias” y desprecian la participación en las elecciones de las juntas locales que, teóricamente, deberían ser vigorosos centros de cultura ciudadana. Es el neopopulismo en Bogotá del gobierno de los ricos a nombre de la clase media meritocrática de Antanas I (el de las nalgas peladas, el vaso de agua en el rostro del compañero de mesa redonda y etc.) y Antanas II (el del chaleco y la solemnidad republicana)

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