Urbanismo, en Excavaciones Arqueolóigcas en el Albaicín. I. El Callejón del Gallo

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Descripción

EXCAVACI ONE S ARQUEOLOGI CAS EN ELALBAICÍN (GRANADA). I. EL CALLEIÓN DEL GALLo

Andrés M. Adrolrcr Auroux y Antonio López Marcos (Editares Científicos)

EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN EL ALBAICÍN (GRANADA). r.

CALLEJÓN DEL GALLo

(Estudios sobre la ciudad ibérica y romana de lliberri)

Andrés Marla Adroher y Antonio López (editores

GRANADA, 2OOI

cimtlfico)

@ de la edición: Fundación Patrimonio Albaicln-Granada @ de los textos e ilustraciones: autores correspondientes

Edita: Maquetación Tladucción al Inglés: Diseño de Portadar I.S.B.N.: Dep.

kgaL

lmpresión:

Fundación Patrimohio Albaicln-Granada A. Adroher y A.lÁpez Gracia Palma

Manuel López 84-607-2313-5 GR-828/2001 Proyecto Sur de Ediciones, S.L. e-mail: [email protected]

Tlf./Fax 958 55 03 8l

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CAPÍTULO 4. URBANISMO. Antonio López, Andrés M" Adrohery Juan A. Saluador, Mn Carmeru López

4.1. Los niveles ibéricos. A diferencia de lo que veremos para la fase romana, en que el Corte 2 parece fundamental, el Corte 3 es determinante para conocer el desarrollo de las fases ibéricas (fig. 4. 1) ¡ en concreto, las protoibéricas ya que en el Corte 2 la fases prerromanas son del todo inexistentes. Por primera yez en más de una década de excavaciones arqueológicas en el barrio del Albaicín se han podido aislar niveles de ocupación que debemos relacionar con el momenro de fundación del oppidum

ibérico de lliberri. Hasta ahora los niveles protoibéricos sólo habían sido documentados de forma meramente testimonial, unas veces porque las fuertes reestructuraciones sufridas por la ciudad a lo largo de su historia han destruido cualquier evidencia y, otras, inherentes a la metodología de excavación por sondeos estratigráficos, totalmente obsoleta pero que aún se insiste en manrener máxime cuando ya ha quedado de sobra demostrada sus limitaciones. Los niveles protoibéricos aparecen dispersos por la casi totalidad del corte 3, aunque la fuerte alteración sufrida principalmenre en época medieval ha hecho que se presenten muy lagunarmente, a veces sin relación estructural alguna. Los materiales cerámicos recuperados de estos niveles indican una ocupación desde, al menos, los inicios del siglo MI a. C. con un abandono hacia el 600 a.C. Posteriormente, no volveremos a encontrar evidencias de ocupación de esta zona hasta finales del siglo III-II a.C., ya en época ibérica ardía.

4.1.I. Fase

Fase

protoibérica: 675-600 a.C. (Fase El)

Ela (675-650 a.C.) (fig.4.2).

En un momento indeterminado de la primera mitad del siglo VII a.C. (posiblemente dentro del segundo cuarto) comienza a ocuparse la colina del Albaicín. Sobre la procedencia de los fundadores ya reflexionaremos más adelante aunque podemos adelantar que todo apunta a que procederían de yacimientos ocupados durante el Bronce Final en los bordes de la Vega granadina. Resulta obvio que como paso previo a la fundación debieron de realizarse trabajos generales de acondicionamiento enüe los que debiéramos citar la deforestación y el acondicionamiento general de la topogra-

fla. Este último punto queda demostrado en momentos como la instalación de la cabaña 3 o la construcción del muro perimetral o muralla (MR321-MR333).Antes de levantarse se regularizó el substrato geológico con arcillas, arenas y pequeños guijaros como asl puede verse en el tramo a[ oeste de la puerta (fig. 4. 5); otras veces está cimentada directamente sobre la roca natural adaptándose a su superficie (extremo oriental del tramo al este del acceso). Localizada üansversalmente a todo el corre renemos documentada una longitud 15 m. con una anchura media de 1 metro. l,a técnica constructiva esta a medio camino entre un muro de mamposteríay tapial pues se utilizaron piedras de tamaño medio inmersas en una matriz de tierra y barro; la elevación máxima que aún se conservaba en algunos puntos era de 80 cm. Parece claro que estaría enfoscada con un revestimiento arcilloso de, al menos 2-4 cm. de espesor (cf. fig. 4. 10). Por lo que respecta a la cronología de la misma, debemos tener presente que la única forma de fechar la fundación de una muralla es estudiando el material procedente de su fosa de fundación, en el caso

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intentar datarla por los estratos sobre los que se asienta pues es de suponer que una obra de tal envergadura necesita de una firerte cimentación que necesariamente interesaría a niveles arqueológicos más antiguos en el caso de que los hubiere. La mayoúa de la veces nos debemos contentar con desde cuando está y hasta cuando funcionó. En el caso del Callejón del Gallo podemos concretar que ya existe hacia el675-650 a.C. según se desprende por el material recuperado del nivel de ocupación más antiguo, la UE 3141, capa cenicienta y carbonosa con casi cinco cm. de espesor junto a la muralla (ñg. 4. 16). de que la tuviera o, más vagamente, por su sistema constructivo. Resulta ilógico e induce a error

No existen niveles contemporáneos en el resto del corte y no parece que los hubiera nunca al menos hasta una fase posteriot La capa de cenizas que aparece junto a la muralla sin duda es el resultado de la combustión de un volumen importante de materia vegetal que bien pudo estar concentrada en este punto para udlizarse como combustible. Otra hipótesis que barajamos al principio consideraba la esabulación de ganado al anochecer en este á¡ea cercana a la puerta el motivo de que se acumulara tanto vegetal (para el forraje) aunque las pruebas de paleoparasitología (vs. capítulo 6) no han podido contrastarla. Existe una tercera hipótesis que debiéramos considerar y es el hecho de que tanta cenizay carbón proceda de la com-

bustión de parte de una cubierta vegetal que podíamos relacionar con habitáculos junto a la muralla aunque la posibilidad de que hubiese casas adosadas hoy por hoy la descartamos ya que ni hemos encontrado restos de muros (perpendicular al tramo oeste existe una alineación de piedras pero no nos queda claro que pudiera tratarse de parte de un zócalo) ni agujeros de poste que permitieran conformar una estructura abierta aunque techada. Más probable resulta el hecho de que existiera un paso de ronda de madera encajado en la estructura de tapial y piedra de la muralla que con el abandono acabó por derrumbarse y arder. El hecho de que las cenizas sólo aparecen a lo largo de la muralla en una franja, de I m. de anchura además de que conforme nos separamos de ella desaparecen apoyaría esta última hipótesis.

El sistema de acceso. En el centro del tramo documentado de la muralla existe una puerta de 1,55 m. de vano. Hemos de considerar que el camino para subir al recinto amurallado estaría empedrado, al menos en su recorrido final como así lo confirma el empedrado extramuros de pequeños guijarros dispuesto en todo el espacio alrededor de la muralla y que se hace cada vez más cuidado y compacto conforme nos aproximamos al umbral, momento en el que es sustiuido por uno mucho más depurado construido con gravilla compactada con restos de una especie de cal (fig. 4.9). Fase

Elb (650-600 a.C.).

Debemos considerar que el poblado ha ido creciendo paulatinamente y, si bien, en la fase anterior las zonas intramuros próximas a la muralla aparecen despobladas, asistimos en este momento a la instalación de nuevas cabañas tras rellenar, inicialmente, los desniveles de la roca natural con tiera y gravas (fig. 4. l2).

De esta fase no hemos encontrado niveles de ocupación que nos permitiera relacionarla con Ia fase anterior, aspecto que se ve agravado por la ausencia de contacto entre las estructuras y la muralla; esto ha motivado que tengamos que recurrir al análisis cuantitativo y tipológico de la cerámica de los relleno de nivelación y construcción (UEs 3125 y 3127) para definir esta segunda fase cuyo inicio se dataría a mediados del siglo VII a.C. Cabaña a (fiS.

4.

ll).

Sólo se ha documentado restos de una casa en el ángulo sudeste de la excavación (fig. 4. 2). Tanto las paredes de esta cabaña como las documentadas en fases posteriores están formadas por un zócalo de piedra sobre las que debió disponerse un alzado de tapial o de adobe, aunque la ausencia de derrum-

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o no elevación de este material. Sólo quedan los restos de dos (MR325 muros alineados yMW32) con una puerta en el centro (PR336) y un tercero (MR339) dispuesto en ángulo recto a aquéllos y conformando una superficie de casi 6 metros cuadrados (fig. 4. 14). Aunque de los muros de la cabaña sólo quedan dos hiladas de piedra, el zócalo debió tener una o dos hiladas más a 1o sumo. La técnica constructiva consiste en una mampostería de aparejo irregular con doble hilada de piedras y relleno interno de pequeños guijarros para formar una pared de 56 cm. de anchura media. Las piedras están dispuestas de tal forma que la cara conforma un paramento regular al interior mientras que al exterior el aspecto está peor cuidado. En la zona próxima a la puerta se han utilizado piedras de mayor tamaño y cara más regula¡ lo que demuestra que este hueco correspondía a una puertal no a un arrasamiento lagunar del muro (fig. 4.13). bes no nos permite precisar si existió

Fase E1c (650-600 a.C.)

(fig.4.3).

La muralla sigue funcionando con la misma configuración que conocíamos si bien no podemos asociar ningún nivel de uso o funcionamiento contemporáneo a la de las dos cabañas del ángulo sudeste.

CabaiaZ (fie.4.15). En este momento se pasa a reestructurar el espacio intramuros y encontramos con que un sedimento de color marrón claro cubre los restos arrasados de la cabaña3.El origen del mismo quizás debiéramos buscarlo en el propio sistema constructivo de las paredes (tapial) al demolerlas o derrumbarse. Sobre este estrato (UE 3119) se construirá una nueva casa de la que sólo hemos encontrado el ángulo nordeste (formado por los muros MR327 y MR328). La técnica constructiva de los muros varía con respecto a la fase anterior; el zócalo, del que se conserva en altura sólo una hilada, tiene 40 cm. de anchura y a veces como podemos ver en el caso del MR328 sólo está construido con una sola hilada de piedras de gran tamaño. El suelo 5L326, con una superficie conservada de 1,6 metros cuadrados, es de tierra apisonada. Como pauta común de los niveles de ocupación no quedaba prácticamente nada de

mobiliario. Cabaña

t (fig. 4.17).

En el extremo más sudoriental de la zona 3 quedan restos de un muro (sólo 70 cm. de desarrollo) de 40 cm de anchura y con idéntico sistema constructivo y orientación que los anteriores. No obstante, el hecho de que no exista contacto alguno entre ambos conjuntos nos ha obligado a contemplarlas como casas diferentes, aunque muy bien pudieron tratarse de habitaciones contiguas. El suelo (SL338) estaba construido de arcilla apisonada y recocida. Fase

Eld (650-600 a.C.) (fis.4.4.)

Esta fase resulta especialmente interesante pues, por primera vez, elcrecimiento del oppid.umha provocado que las estructuras rebasen la barrera ftsica de la muralla. Esto lleva implícito un cambio en Ia configuración de la muralla. Se rellenan los espacios tanto al interior como al exterior. El nivel de ocupación ylo ckculación queda muy por encima de los anteriores. El empedrado construido alrededor de la muralla desaparece bajo medio metro de sedimento y se construye justo en el frontal de la puerta un muro del que apenas si se ha conservado una hilada de piedras y una longitud de 75 cm. (fig. 4. 19). El ancho no podemos precisarlo ya que la construcción de una canalización de aguas fecales en la actualidad lo ha mutilado por lo que no nos queda claro si esta estructura (ES335) amortizaba el acceso al poblado fortificado o pudiera tratarse de una especie de proteicbisma; evidentemente no tiene la

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entidad que suelen tener éstos pero bien pudo cumplir idéntica función: Ia de dificultar el acceso directo al interior del recinto. De cualquier forma encontramos un sedimento arcilloso con carbones y cenizas (5L323) que evidencia la ocupación del interior en la zona próxima a la muralla.

En el extremo nordeste del sondeo, extramuros, se ha excavado un pequeño hogar circular (HG324) de 35 cm. de diámetro. Está construido en cubeta con suelo de cerámica refractária (fig.4.18). Bajo el suelo de cerámica nos llamó la atención el hecho de que la cubeta presenrara 1", p"..d., recocidás, como si se hubiese utilizado previamente como una especie de horno antes de conveitirse en un hogar.

A este respecto nada más podemos decir añadir salvo que las muestras recogidas del sedimento inteiior (UE2l04), muy ceniciento, contenía restos de peces. La presencia de esta.rlr.r.rrrr" evidencia la expansión del poblado fuera de la muralla. El suelo 51340 con el que estaría funcionando el hogar está construido con arcilla apisonada; la fuerte erosión moderna presente en todo este extremo ,or,. hace que sólo se conserve le zona inmediatamente próxima al hogar. Tanto el material cerámico recogido d. io, restos del suelo con el que estaría funcionando el hogar como la cerámica usada.o-o r.frritaria arroja una cronología próxima al cambio de siglo (h. 600 a.C.). Fase

Ele (h. 600 a.C.). Amortización

de los niveles protoibéricos.

No tenemos información alguna sobre el proceso de abandono de la muralla. Por algunos rellenos que la cubren parcialmente y los que sedimentan los restos de las cabañas I y 2 así.o-o .l hogar exrramuros (UE 3061) podemos decir que en los inicios del siglo VI a.C. todo el conjunto se abanáona. En lazona entorno a la muralla encontramos el sedimento de colo¡ marrón claro, algo rojizo, muy comPacto y sin restos de cerámica ni intrusiones de ningún tipo lo que nos hizo suponer que podríamos estar ante la evidencia del desmoronamiento continuado de la elevación del tapial. Debemos q,r. "Rrdi, hasta que no se levantó este estrato no comenzaron a parecer restos materialei de actividad humana de

forma que parecía que sellaba las últimas evidencias de ocupación.

4.1.2. Fase Ibérico Final: ss. III-II a.C. (Fase E4). La gran cantidad de remociones habidas en este área, desde época rardorromana principalmente, unido al hecho de la relativa superficialidad que presenta la roca provocó el grado de arrasamienro y alteraciones que presentan los diferentes niveles arqueológicos. De la existencia-de ocupación en el siglo III a.C. tenemos constancia por la presencia de materiales cerámicos como algunos cuencos-lu.ernas de pie alto y algunas pintadas ibéricas de muy buena calidad.

El fin de la Segunda Guerra Púnica marcó el comienzo de una nueva época en el control y dominio de las rutas mediterráneas de navegación. Roma sería a parrir de ese momento la única potencia naval y aunque los enclaves autónomos cartagineses del norte de Africa, incluida Cartago, .rri r.r, ,r¡ cierto momento de esplendor durante la primera mitad del siglo II, tras la Tercera G,.r.r* Púnica y la destrucción definitiva de Cartago (146 a.C.) Roma pasará a detenrar el monopolio comercial en el Mediterráneo Occidental. En el marco de esta coyuntura debemos encuadrar 1as importaciones de campaniense A y ánfora grecoitálica Dr.1,{ que aparecen en los niveles tardíos del Callejón del Gallo y que denotan la ocupación humana en este momento, única forma demostrarla ya que no existen estructuras de ningún tipo.

No será hasta el siglo Callejón del Gallo.

I d.C. cuando

volvamos a enconrrar actividad urbanística en la zona 3 del

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4.2. Los niveles romanos. Aunque existan algunas estructuras relacionadas con las fases romanas en el Corte 3 es, sin duda y 2 el que mejor ejemplifica la evolución urbana de esta zona durante el período de ocupación romano. De hecho, las distintas subfases se han establecido de acuerdo con observado en dicho sondeo. a diferencia de 1o que sucede con las fases anteriores, el Corte

4.2.I. Primera

Fase: 50

a.C.l

I

a.C. (Fase D1).

El primer nivel de ocupación correspondiente al período romano pueden definirse como una fase romano tardo-republicana o de inicios de época augustea (Fase 2D1), que hemos fechado entre los años 50 y t a.C. (fig. 4.20). Las estructuras que pertenecen a este período se ubican sobre el substrato rocoso, compuesto de placas calizas de irregular espesor, que contienen en algunos puntos nódulos y bloques de micaesquisros,

y cuarcitas de tamaño pequeño, normalmente inferior a 10 cm de diámetro medio; este paleosuelo se asienta sobre una base de arenas y gravas. Por encima de este nivel rocoso (IJE222|) en algunos puntos en la zona central de Corte 2 aparece un estrato formado por tierras rojizas arcillo-arenosas con clactos resultantes de la fractura de la placa que subyace, posiblemente por genuflexión. En otros puntos, sobre todo en el extremo meridional del Corte 2, existen restos de estratos de arena y grava que deben corresponderse con materiales geológicos de carácter detrítico resuhanres de paleocanales que parecen atravesar la placa en sentido sudeste-noroeste, lógicamenre a favor de la pendiente natural del terreno base. Por último, en algunos lugares, aparece un paquere homogéneo de arcillas y limos rojizos muy característicos de la formación Alhambra (U82269), aunque sin el subsrraro que suele corresponderle y sin las placas fracturadas a las que hacíamos mención anreriormente, pero que presentan algunos materiales arqueológicos relativamente rodados, fundamenralmente cerámica a mano junto con algunas cerámicas a torno. Esto último hace sospechar que se trara de un sedimento que debió cubrir la totalidad del ámbito de derrubio externo al área ocupada por el poblado protoibérico, situado en el Corte 3, lo cual demostraría que nos encontramos firera del oppidum ibérico, sobre todo si tenemos en cuenta el desarrollo de este mismo estrato presenre en orros punros del Albaicín como el Carmen de la Muralla, coincidiendo con el estrato I del Corte 1 (Roca, Moreno y Lizcano serPentinas

1988:35), y del Corte 20 (Moreno et alii 1991; Moreno et alii 1992). Este sedimenro nos está indicando una formación exterior al hábitat y, dada su naturalezay cronología (por el material que suele presentar, debe haberse formado al mismo tiempo que la fundación del oppidum protoibérico de la primera mitad del siglo VII a.C.), podría ser consecuencia de la necesaria deforestación que debió suponer la construcción del poblado en la parte superior del cerro del Albaicín. Volviendo a la estructura basal del Corte 2 hemos de decir que la roca

se presenta

prácticamente plana

en la mayor parte de la superficie del corte, a excepción hecha del fondo norte dond ebajade forma marcada, hasta 60 cm a menos de dos metros del perfil septentrional. No obsranre, dicha bajada no es homogénea en su frontal, ya que en la mitad oriental existe una pared completamente vertical, en ranro que, al aproximarnos al perfil oeste, la diferencia de nivel se salva mediante una pendiente mucho más suave.

De esta forma podemos hablar de la existencia de LLna terraza que debió consrruirse sin duda aprovechando que el perfil del cerro empieza a descender a partir de este punto, tanto hacia el Norte como hacia el Este. Mientras que en la parte superior delaterrazaencontramos la placa caJiza, en la base de la parte inferior encontramos arenas, gravas y conglomerados de grano fino poco cementados. Sobre estos niveles geológicos que acabamos de presentar se construirían las primeras estructuras que documentan asentamiento humano en este sector de la excavación y que, como dijimos anterior-

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mente, hemos fechado, grosso modo, en la segunda mitad del siglo I a.C. Dado el problema descrito en el capítulo anterior sobre la inexistencia de los niveles de uso en el Corte 2, no podemos data¡ las m¡ís que probables reestructuraciones del espacio ¡ lo único que podemos decir es que la mayor pame de las estructuras pudieron haber subsistido hasta la reforma de la fase posterior (Fase 2D2).

Una de las primeras actuaciones que se produjeron (presumiblemente la primera de todas) debió consistir en la estructuración de la zona de tenaza, en primer luga¡ rebajando ligeramente la base de la misma ¡ posteriormente, incorporando un muro del que hemos encontrado dos ffamos (los muros MR248 al este yMR272 al oeste). Debe tratarse del mismo muro ya que los restos presentan las mismas características constructivas y la misma orientación; forman así un muro de teÍrazade unos 80 cm. de anchura media, en los casos en que se conservan los dos paramentos, y una longitud de 5,8 metros desde el perfil oriental hasta el centro del sector. La diferencia que parece observarse en cuanto a la orientación de ambos muros se debe a que el situado más al Oeste (MR272) está vencido, mientras que el MM48 parece conservarse algo mejor; de hecho, los muros están construidos levantando el paramento septentrional directamente desde laterraza inferior y desde el momenro en que sobresaliera de la parte superior de la terraza se convertiría en un verdadero muro con doble paramenro. Estos dos Paramentos están bien conservados en el MR248, pero no se observan en absoluto en el MR272, quizás debido a arrasamientos posteriores ya que este último muro está afectado por varias fosas desde la antigüedad hasta la Baja Edad Media. Dicho muro, continuaría hasta la parte central de su recorrido (de este a oeste), donde conecta con un muro perpendicular a él (MR273), el cual presenta un solo paramento conservado, el de su lado oriental. La orientación supone un cambio radical en relación con el anterior, formando entre ellos un ángulo recto; el MR273, a diferencia de los anreriores, presenra argamasa en las juntas de las piedras, lo más probable debido a que al formar parte, como veremos más adelante, de una rampa de acceso, puedan existir problemas de estabilidad a causa de la pendiente.

ElMR273 está definiendo un espacio que se caracterizapor presentar un nivel de preparación de un suelo (SL263) que ascendería formando un rampa de acceso alaterraza superior en dirección norte-sur (fig.4.21, A). Lo que en realidad se conserva es un nivel amarillento de una masa arcillosa muy plástica que, analizada al microscopio parece tratarse de margas seleccionadas de forma antrópica. De hecho podremos comprobar cómo estas margas seleccionadas están presentes en otros niveles de preparación de otras estructuras de esta misma fase (SL255). Lo que no podemos determinar es ni el sistema que conformaúa el nivel de circulación del suelo, ni si éste se distribuía en rampa o en escalera ya que las fosas medievales y tardoantiguas han impedido que se conserve ningún resto.

El conjunto formado por el MR273 y el suelo de acceso define dos espacios claramente diferenciados en la parte norte del Corte 2. El primefo,ya descrito, es el que conserva la pared de delimitación septentrional de la teÍraza, y está situado en el extremo oriental. No presenta ningún nivel de ocupación ni circulación, luego podemos considerar que dicho espacio no estaba urbanizado durante esta fase. En el extremo opuesto de este sector nos encontramos que tras la rampa de acceso existen una serie de estructuras que plantean aún una mayor complejidad. Por un lado se observa un muro que, con Ia misma dirección que el MR272 está mucho más abajo en lo que a cotas se refiere: el MR269, muy mal conservado y que, habiendo excavado su fosa fundacional en la misma foca natural, presenta un nivel de suelo de arena y gnaya ligado a él por el norte, el 5L270, que, presumiblemente, podría haber continuado hacia el este hasta conectar con la rampa 5L263 (fig. 4.21,8). De esta forma, tendríamos que el MR269 sería un muro perimetral de la terraza con lo que estaría definiendo parte de la entrada en la misma, que se dispondrla en recodo y estaría formada por los suelos 5L270 y 5L263, el segundo de los cuales serla el que realmente salvaría el desnivel entre el exterior y la terraza.

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1

I

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Es posible que el MR269 se pudiera prolongar hacia el oeste hasra engarzar con un muro que apareció también excavado en Ia roca, en la ampliación oeste del Corte 2, que tenía dirección sur a norre

(MR266) y que parece definir el límite de la teraza en su lado occidental, si bien se plantearía un problema ya que en la unión de la prolongación ideal de ambos muros enconrramos una habitación sobre la que entraremos inmediatamente (DP271) y que obligaría a hacer algún quiebro a una de las dos muros que parecen delimitar la terraza. El MR266 viene orientado a 10o norte con una anchura de !,2 merros aproximadamenre. Ubicado en la ampliación occidental, este muro parece que delimitalaterraza por el oesre; presenta un curioso salto hacia el sur, ya que parece cortarse pues se enfrenta a un escalón recortado en el terreno. Desde nuestro Punto de vista, este muro se dispone igualmente en teÍraza y habría sido construido preparando un conjunto de escaleras longitudinales al desarrollo del muro, excavadas en la roca para engarzar la fundación cuando hay un desnivel muy marcado. Este sistema ya era utilizado por los griegos en la construcción de muros perimetrales (véase un ejemplo perfecto en los cimientos de la muralla de Heraclea de Latmos, Berrocal y García, 1994:25). La entidad de este muro hace pensar que realmente hacia el oeste del mismo no continuaría ningún tipo de construcción. Según se sube por el acceso que hemos descrito, a la derecha (hacia el oeste), enconrramos aún una nueva estructura; se trata de un espacio definido por dos muros conservados y un suelo de o?us cdementicium, pero que presenta las paredes con estuco de color ocre (DP271). Lo que al principio con-

sideramos una pileta, posteriormente lo interpretamos, por estar decorado, como una unidad doméstica, cuyo nivel de suelo se situaría al mismo nivel que la rcrraza inferior, es decir, que se situaría a la altura en la que se encuentra la cota delSL270. Se trataba de una habitación parcialmente excavada en la roca para construir su pared más meridional (fig. 4.21, D y E). La habitaciónDP27l, como veremos en la siguiente fase pervive durante muy poco tiempo, ya que fue totalmente amorrizada como consecuencia de la construcción del sistema hidráulico de época alto imperial.

Haciendo balance, queda claro que existen zonas de ocupación distribuidas en rerrazas. La primera se circunscribiría a la más baja topográficamente hablando, situada en la esquina noroesre del Corte 2; al sur de la anterior nos encontramos con un nivel más alto. El acceso de una a otÍa.se definiría por un muro (MR272) adosado aI corte antrópico de la roca madre que iría en dirección esre-oesre y se uniría con otro perpendicular (MR273), formando una entrada acodada (5L263 y 5L270) superior. Hacia el oeste y junto a esta entrada se encontrarían una serie de estructuras, quizás^l^rrrru una batería de estancias dispuestas ettteÍfaza, pero solamente se ha conservado una de ellas (DP27l). La parte superio¡ de la que poco o nada sabemos, forma una explanada de más de260 m'de superficie y estaría delimitada por una estructura perimetral constituida, enrre otros muros posibles, aunque no localizados, por los MM48 , MR272 y MR266. AI interior en esa terÍa¿a, solamente hemos podido documentar una estructura, pero que no por aislada deja de ser interesante. En primer lugar, sabemos de la existencia de un conjunto de niveles de margas plásticas blanco-amarillentas que, según dijimos anteriormente, debieron relacionarse con la preparación de distintos tipos de niveles de circulación, como puede verse en el acceso a la terraza. Lo único que se ha conservado en el interior de la terfaza correspondiente a esta fase 2D1 es un empedrado (SL255), compuesto de pequeñas piedras

muy aristadas, característica que eliminaría su funcionalidad como lugar de paso; más bien parece tratarse de una preparación para alguna superestructura de la cual no ha quedado el menor rasrro, si bien no debió ser demasiado pesada ya que la superficie del empedrado se conserva inalterada, aunque está bastante arrasado por distintas fosas posteriores. No hay argamasa que una las piedras entre sí; sin embargo, bajo este empedrado nos encontramos ese estrato de margas plásticas que acabamos de citar,

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las cuales, a su vez, se depositan sobre

un nivel rojizo al que ya habíamos hecho mención con anterioridad relacionado con los niveles de arrastre del oppidum protoibérico. La extensión del SL255 tanto hacia el norte como hacia el este hace pensar que debió ser basrante más extenso que lo que actualmente se conserva (fig. 4.21, C). Todo este conjunto hasta ahora definido cónsideramos que se trata de una fase consrruida entre el 50 y el 1 a.C., coincidiendo con la municipalización de la ciudad de lliberri. Los materiales que asociamos a estas estructuras se caracterizan por la ausencia total de sigillata y la presencia de algunos fragmentos de ánforas itálico-republicanas, imitaciones de barnices negros en pasra gris (definidas como grises bastetanas, vs. Adroher yLópez 2000) y abundante material de fiuerte tradición ibérica (cerámicas ibero-romanas), alejado de lo que suele presentarse en contextos inmediatamente anteriores. Desde que los cartagineses, interesados en el control del sur y sudeste ibérico desembarca n en Gadir (237 a.C.) hasta la muy probable deserció n de lliberri (207 a.C.) de las filas púnicas para aliarse a las romanas, nos encontramos con un perlodo de conflicto generalizado entre las dos potencias mediterráneas occidentales de la época. Pero esta presencia romana en las tierras de los íberos, no fue aceptada con agrado, ya que entre el 190-179 a.C., se produjo una rebelión armada en toda Ia Bastetania contra el poder de Roma (Liv. )OO(V, 22;W/1, 46; Suab., 3, 1,7.)

A partir de la conquista definitiva de esta zona pon los romanos, no volvemos a rener noticias de la situación de lliberri, hasta el período del 49 al 44 a.C. gracias a la indirecta información que nos suministra la guerra civil entre Pompeyo y César por el control absoluto de la República Romana. Antes de esa fecha contamos solamente con la emisión de las monedas de la ceca de lliberri, que junto a Obulco y Cástulo formaban las tres únicas del sudeste. En la emisión de monedas, podemos diferenciar dos períodos distintos (si bien somos conscientes de la necesidad de profundizar sobre la cuestión de las acuñaciones de la ceca, que parecen plantear serios problemas cronológicos): el primero de ellos iría desde e|206 al 105 a.C., donde laepigrafía aparecida en las monedas esrá escrira en la lenguaibérica propia del sur; mientras que desde el 100 al 50 a.C., se empieza acuñar con el nombre de ILIBER en caracteres latinos. De esta diferencia se pueden exrraer dos conclusiones: la primera de ellas es que el proceso de "romanización" o integración en el Estado Romano, parece culminar en torno al año 100 a.C. y, la segunda, que lliberri formaría parte del inmenso contingenre de ciudades estipendiarias (tienen que pagar un tributo a la República Romana), sin ningún privilegio especial. Como hemos señalado más arriba, al hablar de los restos encontrados en la excavación de urgencia del Callejón del Gallo, parece que las estructuras más antiguas halladas en el Corte 2, nos trasladan a la segunda mitad del siglo I a.C. Así pues, la ocupación de esta zona del Albaicín coincidiría con la conversión de lliberri en una ciudad privilegiada (pacificada y romanizada) de la antigua zona de la Bastetania. Las provincias hispanas, en la guerra civil desencadenada por la lucha entre César y Pompeyo, jugaron un papel importante; el primero, se vio en la obligación de venir a apaciguar, una a una, las ciudades hispanas que se pusieron a favor de Pompeyo y sus sucesores. Parece ser que probablemente fue a la llegada de César, cuando lliberri dejó de ser una ciudad estipendiari a, panapasar a ser municipio (44 a.C.), como tecompensa a la ciudad por haberse puesro del lado de César, ganador a la postre del conflicto, aunque no podemos asegurar, como dijimos anteriormente, una fecha exacta. Con la reestructuración provincial y ciudadana llevada a cabo por Augusto y Agrippa (7-2 a.C.), donde se crea la provincia senatorial (no militarizaday perteneciente al pueblo romano) de la Bética, Iliberri es ya un municipio de derecho latino adscrito a la tribu Valeria, que se conoce con el nombre de Municipium Florentinum lliberritano (Molina y Roldán 1983).

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No cabe pues ninguna duda de que la ciudad durante la segunda mitad del siglo I a.C. sufre una serie de profundas úansformaciones económicas y sociales que ahondarán más Ios contactos con el mundo romano, y que culminarán con la concesión de la municipalidad a lliberri; con esras claves es fácil traducir la estructuración importante que sufre esta zona en el período, donde parece ser que nace una amplia zona abierta que, presumiblemente, en vez de tratarse de un ámbito de esrrucruras domésticas, se trataríade una espacio de actividades óomerciales o artesanales, distribuido en ternaza,tal como debió haber sido la mayor parte de la ciudad ibérica ¡ posteriormenre, la romana. 4.2.2. Segunda Fase: Alto Imperial, 25175 d.C. (Fase D2). Las estructuras mencionadas en la fase anterior, parecen pervivir hasta el primer cuarro del siglo I d.C., momento en que se amortiza la habitaciónDP27l, con materiales como sigillatas sudgiílicas, paredes finas con engobe y comunes ibero-romanas (UE 2237). Esta amortización coincide con la segunda fase de ocupación romana, correspondiente al Alto Imperio y que hemos datado entre el25 y el75 d.C.

Lo primero que podemos destacar es que se mantiene la estructuración en tefÍazasin cambio alguno; luego el conjunto de los muros MR248, MR272 y MM73 con el acceso formado por el suelo 5L263, permanece prácticamente intacto. Esto nos llevaría a confirmar que también el MM66, asociado a la ampliación occidental y que definimos igualmente como muro perimetral de la terraza por su lado oeste, debió pervivir igualmente (frg. 4.22). Pero sobre esta perduración volveremos con posterioridad. Frente a la delimitación de la wraza que se mantiene tal y como se había configurado en la fase anterior, encontramos en el rellano superior un profundo cambio estructural. En la zona central occidental encontramos un suelo hecho de opus caementicium, qLtese extiende sin estructuras que se le asocien (SL220). No obstante, parece claro que existirían dos niveles de suelo en la extensión del Corte 2, ya qu,e encontramos otros dos de semejantes características. Por un lado el

5L274, que aparece por debajo de un muro construido en la fase bajoimperial (2D3), presenra una pendiente de ascenso hacia el oeste, buscando el 5L220 que se encuentra miís alto enlazonaoccidental del corte. Asimismo, encontramos restos del rudus de otro suelo, que hemos denominadoSL265 situado en la zona central septentrional del corte, sobre la canalización CN234; parece ser que la totaIidad de la tenraza, salvo casos concretos, estaba cubierta de un suelo de opus caernenticium muy blanco (con una gran cantidad de cal); este suelo se construyó sobre un paquere rojizo, el estrato I de las excavaciones del Carmen de la Muralla, al que tantas veces hemos hecho mención yay al que se superpone, igual que hemos visto en la fase anterio¡ el paquete de margas, aunque mucho más delgado, y sobre él un rudus de cantos de río, ocasionalmente recortados, semejantes al 5L255 de la fase anterior, pero algo menos compactados. Finalmente el suelo se cubría de esta capa de arena reladvamenre fina mezclada con cal, que producía ese efecto tan parecido al signinum, aunque más blanquecino, al no Presentar los fragmentos de arcilla cocida machacados. En su parte más suroccidental, elSL220 se corra siguiendo la misma línea del MR266 si la prolongamos hacia el Sur, lo que hace pensar que este suelo se construyó apoyado contra ese muro, demostrando así que el mismo seguiría funcionando desde la fase anterior hasta la 2D2. Hacia el oeste donde previamente se extendía un empedrado (SL255), en esta fase se puede encontrar una estancia numerada como 204 compuesta por dos muros que definen un espacio rectangular (MR246 y MR247); el sistema constructivo de estos muros es completamenre distinto a 1o que cono-

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cíamos en el período anterior, pues las piedras más utilizadas son bloques de travertino recorrados aunque no bien escuadrados (fig. 4.26). No sabemos el nivel de suelo que corresponderíay tampoco el

contacto entre el 5L220 y esta habitación, ya que dicho contacro esrá alterado por un muro del siglo XVII que separa ambos espacios. Sí hay que llamar la atención sobre el hecho de que la orientación de la cara exterior del MR246 coincide con la orientación de una pileta que localizamos en la ampliación oriental (DP233),lo cual se explica por su ccintemporaneidad consrrucriva. Por otro lado, merece la pena resaltar que en el extremo occidental del MR246, es decir, el alineado esre-oeste, existe un sillar perfectamente escuadrado, lo que nos permitiría lanzar la hipótesis de que se rrara del refuerzo de la jamba de una Puerta, por lo que el acceso a esta estancia se debería realizar por el sudoeste de la misma. En el extremo opuesto, es decir, en la ampliación oriental, se documenta la existencia de un depósito cuyas medidas originales eran 5,20 m de longitud, por l,2O de anchura y 0,80 m de profundidad (fr7-a.24, A y B), aunque hoy en día la profundidad completa se conserva solamenre en dos punros de su pared que coinciden con los restos de suelos del mismo tipo de material (opus signinum) y que permiten considerar que la totalidad de la pileta estaba rodeada de un suelo de semejantes características, y del cual tan solo se conservan dos testigos puntuales, uno junto a su pared meridional (5L276) y otro junto a su pared oriental (5L275) (frg. a.23). Desde la esquina noroccidental de la pileta se proyecta hacia el norte una canálización (CN234) también de opus signinum pero algo más irregular (fig. 4. 24, D); dicha canaJización, que presenta una anchura media de unos 30 cm, estaría cubierta por ladrillos y, sobre ellos, el suelo que anteriormente definimos (SL265, fig. 4.24, C y F). Esta canafización presenta un primer tramo, de unos cuatro metros, a partir del cual gira bruscamente hacia el oeste, hasta perderse en el perfil occidental, sin que lleguemos a conocer hacia donde se dirigía. En el primer tramo, la canalización se asienta directamente sobre la placa caliza, pero, desde el momento en que gira a la izquierda, sobre todo cuando llega a la altura dela@naza aproximándose a la habitaciónDP27l, Para conseguir que la pendiente sea constante, se rellena el antiguo corte de la terrazacon un nivel de piedras de tamaño medio-pequeño (5-10 cm) para amortiguar la caída en pendiente, lo que nos permite determinar que lazona delDP2TL y sus aledaños se amortizan definitivamente durante esta fase altoimperial (ftg. 4,24, E). Lazona central del corte durante esta fase está muy alterada por fosas y remociones posteriores, por lo tanto nos encontramos con dificultades aún mayores que en la fase anterior para poder asociar las distintas estructuras entre sí. No obstante, podemos aventurar que, si bien comprobamos que no existen cambios sustanciales en la estructura urbanística de esta zona que mantiene incluso su carácter de espacio abierto durante esta segunda fase, es cierto que sus delimitaciones principales y la distribución de su acceso sí que parece cambiar algo más profundamente. En esre momento altoimperial el espacio está relacionado con un complejo sistema hidráulico, y define vta teÍfaza que distribuye los volúmenes de forma semejante a la fase anterior; un espacio abierto con una construcción en su sector occidental. Ahora sí, este espacio abierto presenta dos alturas claramenre distintas, pero unidas entre sí por rampas, como hemos visto que sucede con los suelos de opus caementiciurn) concretamente con los 5L220 y 5L274. En cuanto a la pileta no es la primera que se constata en la ciudad, ya que renemos el ejemplo vecino de la existente en la recientes excavaciones en Santa Isabel la Real (Lópe2,2001). Lo que no sabemos es la funcionalidad que cumplirían en ninguno de los dos casos; podría ser que nos encontrásemos ante parte de la estructura de un castellum aquae, aunque también podría trararse de una zona de actividad artesanal profundamente relacionada con el consumo de agua. En todo caso, la constatación de una importante reforma en este período nos lleva a considerar que en lliberri se esrán produciendo profundos cambios, tanto en el ámbito territorial (fundación de la mayor pame de las uillae pertene-

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cientes al ager lliberritanus) como urbanísticos y artesanales, tal y como parece extraerse de las últimas excavaciones realizadas en el Carmen de la Muralla en 1991, en cuyo Corte 10 se enconrró un con-

junto de viviendas de usos múltiples, quizás relacionados con el complejo alfarero que ya fuera documentado en su época por Sotomayor. Tánto los hornos como esre espacio (uno de cuyos suelos esraría construido con una estructura muy semejante al5L220 det Callejón del Gallo, ur7 o?us caementicium con un importante componente de cal) estarían datados aproximadamenre en la misma fase que la que aquí estamos presentando (Moreno et alii. 1993; Casado et alii 1995).Incluso llega a hablarse de un fragmento de muralla que podría datarse con anterioridad a la mitad del siglo II d.C. Sin embargo, si se hace referencia a que la estructura anteriormente mencionada choca contra la muralla, ésta debería datarse, al menos, en la misma época, por lo que su cronología debería descender al siglo I d.C. Quizás no haya que relacionar el hallazgo de otro tramo de muralla durante la campañas de 1985/1986, paio que fue fechado en el siglo II d.C., con formas antigua de clara A, lo que podrla hacernos pensar que pudo darse alguna reforma de un tramo más antiguo (Roca, Moreno y Lizcano lgSS: 33-34).

En todo caso, lo que sí parece claro es cómo la ciudad de lliberri sufre profundos cambios a 1o largo del siglo I d.C.; podríamos aceptar que el proceso de verdaderaromanización de las antiguas comunidades ibéricas resulta mucho más marcado en esre momenro.

En este contexto urbanístico debemos incluir los dos únicos muros claramenre romanos localizados en el Corte 3: los MR319 y MR32O (fiS. 4.41). El primero se encuenrra muy arrasado por la construcción de las estructuras modernas (MR3003 y los pozos junto a é1, vid. frg. 4. 42). Con una anchura de 65 cm., está construido con piedras de mediano tamaño (30-40 cm.), principalmente bolos de río y micaesquistos. Sólo queda un desarrollo de 2 m. de longitud. Por conrra, el sistema constructivo del segundo de ellos se nos presenta más depurado con pequeños sillares más o menos escuadradot (fig. 4.30). La pauta común observada en los muros del corte 2 donde sólo restan los cimientos es extensiva al corte 3 y aunque el MR320 presenra un mejor acabado debemos de tener presente que la cota topográfica del muro es la misma que la de la muralla ibérica, por orro lado mutilada por la fosa de fundación de este muro (la oquedad que se observa en el cenrro del tramo al este de la puerta), po.lo que nunca debió ser visible. En cuanto a niveles de ocupación conremporáneos no se ha localizado ninguno ni tan siquiera estructura estructura alguna que pudiera funciona coetáneamente. Lo que si parece claro es que ambos muros podrían ser los extremos extremos conservados del mismo como asl se desprende por su idéntica orientación y anchura; además el relleno que colmataba el área central donde habrla desaparecido es homogéneo, de formación rápiday de época tardorromana, momento en el que, .o*o ,1r.-os, se produlirá t'r., arrasamiento y abandono generalizado de las estructuras romanas.

Las fuentes no aportan prácticamente ninguna información aceÍca de este perlodo; sólo algunos datos por referencias indirectas y por comparación con otras ciudades de la Bética. Aparte de las menciones de Plinio y Ptolomeo ya conocidas, podemos añadi¡ que enrre el reinado de Claudio (41-54 ¿.C.) y Vespasiano (69-79 d.C.) la ciudad pasó a depender judicialmente de Astigi (Écija), ya que fue encuadrada dentro del Conuentus Astigitanus. Podemos considerar que lliberri no esraría al margen de la situación general que afectaba ala Bética en ese período, que supuso una época de desarrollo y esplendor de la provincia senatorial.

La Fase que acabamos de presentar, a diferencia de la anterior, esrá mejor fechada en cuanro a su momento final, ya que sobre el suelo 5L220 encontramos un pequeño sedimento de abandono (UE.2024) que permitiría determinar tanto la cronología final de esta fase como el momenro inicial de la siguiente en el siglo III d.C., aunque no podamos precisarlos con mayor exacrirud.

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CALLEJÓN DEL GALLO

4.2.3. Tercera Fase. Bajo Imperial:

20O13OO

d.C. (Fase 2D3).

En esta tercera fase de ocupación romana todo el conjunto altoimperial es desafectado totalmenre con la reforma global del concepto de espacio amplio y abierto, exisrenre hasta este momento (fig. 4,25). Solamente encontramos úes elementos que podrían pervivir: el acceso alaterraza, el propio muro septentrional de la tenfaza y la pileta romana (DP233).

En primer lugar parece construirse un muro este-oeste en la mitad del Corte 2 (MR239) y que afecta claramente al suelo de opus caementicium (fig. 4. 27) dividiendo todo el espacio en dos partes, a modo de tercaze. El paramento septentrional de este muro aparece muy claro, en tanto que el paramento meridionai se diluye, lo cual hace pensar que a la misma altura topográfica el muro era visible desde el norte y no desde el sur. En todo caso, sí es cierto que desde el MR239 hacia el sur no hemos localizado ninguna otra estrllctura contemporánea, en tanro que desde dicho muro hacia el norre se concentran una serie de estructuras de las que por otra parte sólo se han conservado sus fundaciones no habiéndose preservado el nivel de ocupación correspondiente. Desde esre muro de terrazaMR239, se proyecra orro muro que se dirige directamente hacia el sur, elMR226, del cual, a unos cuatro metros, se lanza un nuevo muro hacia el oeste, paralelo al MM39; y desde este nuevo muro (MR245) se desarrolla otro paralelo al MR226 hacia el norte (MR231), aprovechando que todo el muro de contención de larcrrazaque existía en el extremo norte del centro artesanal, ha desaparecido por completo. En esta zona se ha producido un importante relleno con la clara intención de elevar laterraza inferior a la altura correspondiente para poder consrruir sobre esta parte

del escalón.

Hacia lazonaopuesta, es decir, hacia el este, observamos que el muro delaterrazase mantiene intacto. Lo que no podemos determinar es la relación existente entre ambos sectores de la terraza; el occidental ha cambiado profundamente desde la fase altoimperial, pero la oriental sigue con su misma función. Poco después del comienzo de esta fase parece que se inicia un relleno de la parte más baja de la teÍtaza, con un aspecto más de colmatación lenta que de relleno antrópico rápido y voluntario, definido por dos sedimentos principales. El nivel de lalJL2ll7, situada enrre los muros MR231, MF24l y MR242, de color negro oscuro, compacto, homogéneo, con gran canridad de carbones y bajo el cual se encuentra, en algunos puntos, un paquete de color rcjizo que contiene cerámica protoibérica; presenta un esPesor medio de unos 45 cm Por otro lado encontramos la¡J82126. enrre el perfil norre y los muros MR248 y MR272, compuesta fundamentalmente por una tierra negruzca, compacta y homogénea. Ambas unidades se fechan en el siglo VI d.C., momenro con el cual parece que debemos pensar que se amortiza definitivamente la tenÍaza creada en la segunda mitad del siglo I d.C. Toda esta reforma, que se produce a partir del siglo III d.C. afecta profundamente a todas las esrructuras altoimperiales, a excepción hecha de la pileta DP233, que parece conservarse, presumiblemenre, para almacenar agua. No obstante, en la parte central del Corte 2, es decir, desde el MR226 hacia el este, no se ha conservado ninguna estructura del III. La causa posiblemente la tengamos en el hecho de que la mayor parte de rellenos que se conservan en esta zona central son de cronologías muy posteriores, 1o que implicaría que los niveles de circulación debieron haber sido arrasados. Con todo hay que pensar que, visto el paramento de los dos muros principales MR239 y MR226, que definen un gran espacio entre ellos, y la pileta que sigue funcionando en esta época, es fácil considerar que los suelos con los cuales actuaron estaban mucho más altos I gue, una vez más, los arrasamientos posteriores han eliminado cualquier rastro de los mismos.

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Si poco podíamos decir del papel que jugaría este espacio durante las fases anreriores, esramos en situación de decir aún mucho menos a partir de este momento bajoimperial. No tenemos ni un solo elemento que podamos contrastar para inclinarnos por alguna opción. Lo único que podemos decir es que en este período no tenemos dos, sino tres niveles topográficos aterrazados de norte a sur. El más bajo en la esquina noreste, que se mantiene desde el siglo I a.C., y que sigue sin tener ninguna funcionalidad urbanística ya que no se constatan'estructuras ni niveles arqueológicos otros que derrubios externos a un hábitat, al menos en su parte oriental. Una segundatenÍaza, quizás todavía un espacio abierto aunque más reducido que en las fases anteriores, ya que ha sido dividida en orra rerraza superior hacia el sur (merced al MR239) y presenta una compartimentación de espacios que malamenre podemos identificar, pero de los cuales quedan algunos muros, como MR226,MR245 y MR231. Es posible también que el MR226 esté recortando la antigua terrazapor el oesre, ya que hacia esa dirección presenta paramento perfectamente reglado, mientras que no es visible desde el esre, lo cual podría ser lógico, sobre todo si consideramos que el antiguo muro de cierre de la terraza por esre secto¡ aquél que se documentó en la ampliación occidental, el MR266, ya no funciona a partir del siglo III, pudiendo haber sido sustituido por elMR226. Dé hecho, en el perfil oeste, ligándose al MR245 se percibe una pequeña línea de color claro, sobre un paquete marrón rojizo que aparenra ser un suelo que funcionaría con MR245 y, lógicamente, deberíamos asociarlo al MR226. De hecho, parte de la fosa de preparación de este nivel blanquecino es responsable de la fractura del empedrado 5L255, aunque no exista ningún tipo de contemporaneidad entre ellos. Lamentablemente, una serie de fosas tardoantiguas y medievales han fracturado la relación estructural entre los distintos elementos de este secror.

A partir de este momento, sabemos que la zona debió continuar con el aspecto que acabamos de describir hasta el siglo VI en que deberían encontrarse arrasada en gran parte como veremos en la fase siguiente (Fase D4) ya que no observamos nuevas construcciones hasta bien iniciado el siglo XI, y éstas, de escasa entidad. Por el momento esta fase 2D3 no puede fecharse con mayor precisión aunque una serie de datos de carácter histórico nos podrían llevar hacia finales de dicha centuria, ya que en esa época nos enfrenramos a las invasiones francas del 260, así como a unas posibles invasiones de mauri, de las que poco o nada se sabe. En el siglo siguiente Hispania, al igual que otros lugares apartados de las zonas fronterizas del Imperio Romano (Britania, el sur de la Galia) disfrutó de una época de paz y relativa prosperidad que la diferenció de otras tierras del Imperio, con graves problemas económicos y enfrentamientos sociales. Esa época debió iniciarse, con todo, al final del siglo III, principalmente una vez que terminaron los problemas con las invasiones francas y norteafricanas. Para este período, la Historio grafía romana apenas menciona hechos relativos a Hispania, por 1o que pocos datos podemos exrraer de las fuentes. El Imperio en esa época estaba controlado por una tetrarquía, muchas de cuyas acciones tuvieron un marcado carácter militar. Respecto a las invasiones, es importante la actividad de Maximiano quien redujo a los francos que habían conseguido penetrar en Hispania, además de enfrentarse a los mauri que actuaban en la Mauritania Tingitana y, posiblemente, en algunas zonas del sur peninsular. Poco después Diocleciano desarrolló una serie de reformas administrativas, fiscales, económicas y militares que en mayor o menor medida debieron afectar a Hispania. En primer luga¡ las anriguas provincias de la época de Octavio y Vespasiano, se unificaron en una unidad administrativa superior: la Diocesis Hispaniarum, qtJe aglutinaba los territorios peninsulares más la provincia norteafricana de

Mauritania Tingitana, quedando comprendida dentro de la Praefectura de las Galias. No obstanre, Iliberri seguía dependiendo de la provincia senatorial de la Bética. Por otra pame, en el Estado Romano, debido básicamente a la coacción que se implanta abiertamente a partir de este emperado¡ el papel de la ciudad pierde cadavez más fuerza, y empezamos a asistir a un proceso de ruralización.

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Támpoco puede olvidarse otro aspecto que no debe escapar al análisis histórico de este período: la llegada del cristianismo, que en la Bética ,y por tanto tambi én en lliberri, sucedería relativamenre remprano, y no por una sola vía, sino que su expansión la llevarían a cabo anónimos apóstoles, que poco a poco difundirían su mensaje religioso por todos los rincones del Imperio; pero, además, esramos hablando de una de las zonas más ricas y urbanizadas de Hispania y que manrenía conracros regulares con muchos y lejanos lugares del Imperio Ro'mano. De hecho, aunque no podemos fechar con precisión este proceso, sí está claro que lliberri jrgará un importante papel, ya que a principios del siglo IV se celebra el Concilio de Elvira, concretamente en el 300 ó 302 d. C., lo que nos esrá indicando la importancia del núcleo de la ciudad, sea desde un punto de vista social o económico.

4.z.4.Cuarta

Fase.

Antigüedad Tardía: 500/600 d.C. (Fase ZD4).

Esta es la última de las fases relacionadas con el mundo antiguo y, a pesar de la escasez de información, nos parece especialmente interesante, pues como consecuencia de la naturaleza de los rellenos documentados nos hemos podido plantear üna serie de hipótesis que rrataremos de conrrastar a lo largo de este discurso.

No

se documenta ni un solo nivel de construcción ni de circulación ni de suelo; de hecho, los rellenos que encontramos repartidos por el conjunto del Corte 2 generalmente proceden de cierres de diferentes fosas repartidas por todo el sondeo (fig. 4.25).Parece ser que muchas de las fosas parecen rela-

cionarse con la posibilidad de expoliar piedras de los muros de fases anreriores. Esto, sólo en parre, explicaría la total inexistencia de niveles de derrumbe. Esta actitud es comprensible, sobre todo si tenemos en cuenta que la propia naturaleza del cerro donde se sitúa el Albaicín no presenra piedras ni de calidad ni en cantidad suficiente como para abastecer las necesidades de una población que ocupa esre yacimiento durante un período de tiempo tan largo. De sobra son conocidas las exploraciones de canteras desde época romana en distintos puntos de la Vega de Granada, fundamentalmente de travertinos en lazona norte y de areniscas en la zona sur; pero parece poco probable que se utilizaran principalmente parala construcción en llibeni, aunque podemos decir que las variedad de materiales de construcción se hace patente prácticamente desde la primera fase de las construcciones romanas: areniscas, calcarenitas, conglomerados, micaesquistos, pizarras, travertinos, calizas, serpentinas y cuarcitas son las principales rocas utilizadas en las construcciones que hemos ido analizando. Generalmenre, la mayor parte de los muros conservaban cierta coherencia en el tamaño de los bloques y en su naturaleza; peÍo, sobre todo a partir de la Edad Media, podemos comprobar que los materiales se multiplican (se usa el ladrillo, por ejemplo) y los muros, salvo algunas excepciones que veremos más tarde, aproyechan gran parte de materiales preexistentes. Este proceso de reaprovechamiento, sin duda, se debió producir en lliberri de forma casi sistemática desde la fase que estamos presentando ahora, es decir, en torno al siglo VI d.C., cuando sin duda la

mayor parte de las explotaciones de cantera de la Vega o bien han dejado de utilizarse o cida notablemenre, centrándose en un abastecimiento muy local.

se ha

visto redu-

En todo caso, las fosas existentes en el Corte 2 relacionadas con el expolio evidencian el abandono total de este sector de la ciudad romana, por lo que es posible que ésta se hubiera concenrrado en un núcleo notablemente más reducido, pues en el entorno de lo que posteriormente se denominará Ncazaba Cadima se ha constatado la existencia de materiales arqueológicos de los períodos emirales y califales. Los rellenos de las fosas (F5252,F5256, FS260, FS261) han proporcionado abundante material que podría datarse en esta época que podríamos denominar Antigüedad trdía, caracterizada por la ausen-

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cia de importaciones norteafricanas de vajilla de mesa y la presencia más o menos constante de botellas de .r.r" o dos asas verticales y cuello muy estrecho (.ono.idas bajo el nombre de jarritas visigodas), así como materiales hechos con tecnología de torneta, básicamente las denominadas paneras (cazuelas de borde recto vertical apuntado y fondo completamente plano), algunos cuencos (de perfil simple, en ocasiones con asas de oreja) y ollas (de perfil continuo o de cuello indicado), junto a la clase conocida como Terra Sigillata Hispánica Tardía Meridional.

A

y abandono de algunos barrios se llega tras dos siglos de pérdida de importancia de los núcleos urbanos en casi todo el occidente del Imperio Romano, así como por la llegada de los pueblos "bárbaros" que durante todo el siglo V y parte del VI d. C. asolaron las tierras ibéricas. Se ha planteado la hipótesis, de que a partir del año 509 hasta el549 d.C., el sur disfrutaría de una autonomla local, sirviendo la vertebración de este territorio a los intereses comuesta situación de retraimiento de la ciudad

nes de la aristocracia terrateniente, más ocupada en explotar los recursos agropecuarios del campo que

los fiscales y comerciales de la ciudad. Esto quiere decir que durante el período, asistiríamos al abandono progresivo de la población dependiente de estos nobles terratenientes que tendería a marcharse hacia los centros de producción situados en el campo, en tanto que el resto de la población se refugiaría en las ciudades para mendigar la ayuda de la Iglesia o de algún noble.

La situación para lliberri cambiaría con la llegada de los bizantinos a tierras hispanas (549-621 ¿.C.) y la llegada al poder del rey visigodo Leovigildo (569-586 d.C.), pues creemos que este nuevo escenario de conflicto provocaría el abandono definitivo de lliberri por la mayor parte de los ciudadanos que quedasen allí. Ésta habría sido una zona fronteriza, donde los bizantinos y los visigodos lucharían por el control de la zona meridional. Bien pudo acontecer que durante un corto período de tiempo, 581 al 584185 d.C., Ilibeni pudo estar en manos de las üopas imperiales mandadas por Bizancio; siendo tomada poco después por los visigodos. Értos, para evitar nuevas sorpresas y ante la decidida política impulsada por Leovigildo y continuada por sus sucesores de expulsar a los imperiales, reforzaron la ciudad y concentraron tropas en ella; a partir de entonces se empezó a emitir moneda. Pero esta situación, supuso el golpe de gracia para los pocos habitantes hispano-godos que permanecían bajo sus murallas, emigrando la mayor parte de ellos a lo que se llamaría Medina Elvira, como Yeremos con posterioridad. Cierto es, que la pérdida del topónimo para la colina del Albaicín, no supuso el abandono de la población. Esto es así, ya que podlan quedar restos de habitantes hispano-godos y una numerosa comunidad de judíos que ya no eran considerados ciudadanos tras Ia política represiva del Estado Visigodo a partir del reinado de Leovigildo. Más adelante, insistiremos en estos hechos; tanto en las razones del progresivo abandono de la ciudad, como la permanencia de habitantes judíos en lo que fue lliberri y que con la llegada de los musulmanes recibiría el nombre de Garnatha.

4.3. Los niveles medievales y modernos. Son pocas ybastante recientes las excavaciones realizadas en lazona delAlbaicín de las que conozcamos, o al menos podamos ver publicados, una parte de los resultados obtenidos y entre los que pue-

dan encontrarse referencias a restos de época medieval: Puerta de Fajalauza (1986), calle Espino, (1989), calle Horno del Vidrio (1998), calle Candil, Santa Isabel la Real (1998-2000), Calle.ión del Gallo (1998-1999), etc.; problema agravado por tratarse de las publicaciones de los informes de excavación. Aún falta un estudio general sobre la Granada medieval, pese a ser uno de los períodos mejor conocidos de la ciudad, hasta el punto de ser objeto de una reciente publicación en forma de libro pero

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cuyo formato no dejaba lugar para un reflexión más amplia con documentación específica, cosa absolutamente necesaria (Malpica, 2000a).

Como decimos, poco

simplemente de los informes de las excavaciones pero, por los datos resultantes de ellas, observamos una clara diferenciación entre las intervenciones realizadas en las laderas de la colina del Albaicín frente a lás llevadas a cabo en la Ncazaba Cadima. Las intervenciones de la zona meridional hacia el Darro presentan sólo de modo excepcional algún material de época claramente califal y escasos de época ibero-romana; estos últimos aparecen siempre muy degradados como consecuencia de su procedencia de las zonas altas de la colina y su rodamiento ladera abajo hasta depositarse en estos lugares (Adroher y López 2000: 459). Por el contrario en las intervenciones realizadas en las zonas altas, especialmente las ubicadas dentro o muy cerca de las murallas de la Ncazaba Cadima, encontramos también bajos porcentajes de materiales califales y, raramenre, emirales (Malpica, 2000a), pero en estos casos los materiales y estructuras ibérico-romanas esrán ya en posición primaria. Esto nos lleva a pensar que, al menos por el momenro, tengamos que hablar de un Albaicín claramente hispano-musulmán sólo desde principios del siglo XI y hasta el siglo XV; si consideramos hispano-musulmanas las manifestaciones mudéjares, las fechas avanzaríanhasta bien entrada la Edad Moderna para determinados tipos de expresiones artesanales, culturales o arrísricas de parte de la población (siglo XVII, incluso XVIII). se puede extraer

Lo cierto es que entre la última fase digamos "romana" de recuperación de material para construcción y la primera fase medieval de ocupación en el Callejón del Gallo se suceden casi cuarrocientos años sin que el solar haya dado muestras de haber sido ocupado. Sólo hasta el siglo XI, con la reactivación de la ciudad ya con su nuevo nombre de Garnatha, se produce una fuerte ampliación de la misma, llegando a niveles que con anterioridad jamás había alcanzado. En todo caso vamos a presentar ahora las fases medievales de forma muy somer a pafa, posteriormente, hacer algunas reflexiones comunes sobre los sistemas constructivos y sus paralelos en la ciudad. Hay que volver a mencionar el hecho de que, al igual que sucedía con las fases anteriores sólo hemos fechado el inicio de las construcciones de las mismas, ya que sobre su evolución poco o nada podemos saber pues no existen tampoco fases de ocupación que ayuden a determinar algo más.

4.3.l.Primera

Fase. Zirí(Fase C3) (fig.

a.32).

De esta primera fase de construcción medieval datan las principales reformas que se documenran en la zona, principalmente a nivel de grandes estructuras. Al parecer guardan cierta relación con la fase Bajo Imperial (2D3) aunque algo reformada. Al sur del MR239 se construye una gran esrrucura (MR240) de bolones de la formación Alhambra, que sirve de escalonamienro a una tefÍaza, es decir, con la misma función que en época anterior realizaba el MM39, pero de dimensiones notablemente superiores, ya que supera 1,80 metros de anchura en algunos puntos (fig.4.33).Yavolveremos más adelante sobre su sistema constructiyo, pero aquí podemos decir que se trata de un muro que atraviesa el corte en sentido este-oeste; desde su arranque por el este presenta la anchura anteriormente citada, pero a 6,2 metros de este perfil el paramento meridional se retranquea y, manteniendo la linealidad del paramento norte presenta a partir de este punto una anchura que se reduce casi a la mitad, en concreto a un metro. En este segundo tramo observamos que desde el MM40 aÍÍanca una estructura con una fundación muy profunda practicada sobre la roca, y que parece ser un muro que se lanza hacia el sur, pero al tratarse de una fundación no presenta claramente ninguno de sus paramentos, por lo que, a la espera de otras informaciones, nos hemos limitado a definirlo como una estrucrura sin interpretación (ES257). Ambas, E5257 y MR240 están construidas de la misma forma y al mismo tiempo.

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El siguiente muro parece aprovechar uno anterior, el MR239, sobre el cual se asienra, presentando cierta linealidad con é1. Se trata de un muro (MR219) muy mal conservado (sólo hemos podido documentar dos piedras), con el sistema constructivo ya conocido para el MR240, pero que presenra paramento (aunque sólo hacia el norte), y además, recubierto de una capa de esruco blanco, lo que podría indicarnos que estamos ante una habitación; lamentablemente poco más se puede decir. El tercer muro (MR2 49) quese conserva de esta fase también indica un aprovechamiento de estructuras más antiguas. Se trata de un reforzamiento de la antigua teÍraza construida en la primera fase romana (Fase 2Dl), aunque podemos observar en este momento que cambia ligeramente la orientación del muro (100" norte). La anchura es grande, casi 80 cm, pero, por los morivos que posteriormente veremos, no parece que realmente se trate de un muro de tenfaza. como en la fase romana (fig.

4.34). Thmbién debemos hacer referencia a la existencia de un pozo o silo (SI237) situado inmediatamente al norte del MR249, y del cual se conserva parte del basamento del brocal circular con 80 cm de diámetro. Esta estructura permite reconocer que la antigua terraza ha desaparecido y que, en consecuencia, esta zonahabía sido rellenada con la finalidad de preparar un nivel sobre el cual consrruir. El último muro perteneciente a este período que se documenta se orienta a 170" norte, es más estrecho que los anteriores, de unos 60 cm, y presenta solamente una hilada de piedras de cantos de río dispuestos en espina de pez (MR242).

A pesar de que, como anteriormente comentamos, la terraza debió estar amofiizada en la época zirí, sólo se puede conformar en la parte oriental de la misma, ya que en la parte occidental debió existir algún muro que salvara la diferencia de altura igual a la existente en época romana. Ese muro, sin embargo, ha desaparecido por la construcción de una estructura de la siguiente fase (2C4) que quizás cumpliera semejante funcionalidad. En todo caso, sobre la roca se observa la construcción de un pozo o silo del que pudimos documentar dos bocas contiguas, una pequeña (FS259, de 30 cm de diámetro) y otra más al su¡ mucho mayor, elipsoidal de 1,30 por 0,80 cm (51264). A esta estructura iba a parar el último elemento de esta fase: una pequeña canalización (CN259) que abocaba directamente sobre la segunda entrada de apenas 15 cm de ancho y que se conserva en un trazo inferior a los 40 cm, ya que está alterada por otras canalizaciones posteriores. Cabe señalar que presenta exactarnente la misma orientación que el MR242.

En el Corte 3 no quedan restos de muro alguno, no ya sólo de cronología zirí sino de todo el medievo, como resultado del arrasamiento generalizado que provocan las construcciones modernas. La única estructura que podríamos asimilar a este momento es un silo construido directamente sobre la roca natural (51316). Tiene una forma semejante a una pera con una anchura de boca de 80 cm. de diámetro medio y un cuello con 40 cm. de desarrollo a partir del cual se abre hasta alcanzar 1,2 m. de diámetró máximo en el fondo. Los análisis carpológicos de su interior no han aportado información alguna que pudiera arrojar algo de luz sobre el uso o 1o que pudo contener. Inicialmente, durante su excavación, creímos que era romano pues el material recuperado de los dos niveles superiores de colmatación se adscribían claramente a este momento, pero al llegar al esúato de base apareció cerámica medieval que relacionamos con esta fase zirí. Aunque los rellenos presentan esta disparidad cronológica debemos dejar claro que individualmente son homogéneos, por lo que debemos suponer que la colmatación del silo tuvo dos momentos: uno inicial de sedimentación lenta donde se arroja basura doméstica y un segundo rápido donde se cogen rellenos próximos para terminar de colmatarlo; de ahí que aparezcan materiales romanos en los estratos superiores.

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Una segunda estructura, la cueva-silo SI330 (fig. 4. 43) púo también ser construida en esta fase. Se trata más bien de una intuición que no de una evidencia pues la cerámica recuperada de los rellenos que la colmataban eran modernos (ss. XWI-XVIII). Bien pudo tratarse de la-reuúlización de una estructuraya existente. de la que desconoceríamos su función primaria, así como el período en que se excavó. No obstante, existen algunos silos medievales, concretamente enlazona del secano de la Alhambra, que presentan una estructura semejante: excavados bajo tierra, de planta circular y bóveda de media naranja, con chimenea o boca de conexión en la parte cenrral hacia la superficie. En aquéllos casos la estructura es clásicamenre medieval, pero aquí el problema es el cronológico. Si nos atenemos a la diferencia de cronologla que se establece entre las dos fases que hemos documentado al interior de la cueva, consideramos que la formación de los últimos 3,50 metros de estratigrafla (fig. 4. 44) se ha producido en un período de dempo inferior a dos siglos. Pero desconocemos por completo el desarrollo cronológico de la potencia final, ya que por miedo al desplome de la bóveda los técnicos de seguridad dictaminaron peligroso continuar con el sondeo de2,5 merros cuadrados que hicimos en el interior.

4.3.2. Segunda Fase. Almoráüde/almohade (Fase Ca) (fig. 4.36). Esta fase está peor representada que la anterior, ya que solamente se conserva un muro y una canalización, pero no sabemos nada sobre las estructuras que pudieron perdurar de la fase anterior, puesto que no existe relación estructural ni estratigráfica entre ninguna de ellas.

Se observa un muro, el MR244, del que conservamos su fundación, muy semejante desde el punto de vista constructivo a lo que encontramos en la fase precedente, es deci¡ cantos de río de reducidas dimensiones dispuestos en espina de pez en algunos casos. Sobre esta preparación encontramos algunos sillares de calcarenitas reutilizados de fases romanas. El muro, justo al llegar al perfil oriental, gira hacia el norte, utilizando otros componentes construcrivos, como ladrillo, y arenisca de La Malahá.

De las estructuras puede resaltarse la canalización (CN227), construida en cal grasa y situada directamente en el perfil norte, hasta el punto de que sólo hemos podido documenrar uno de los dos brazos de la misma, concretamente el más meridional de ellos; esra canalización, que desciende hacia el este, fractura completamente la de la fase anterior (CN259) inutilizándola. No sabemos dónde desemboca, p€ro debería desviarse o morir muy cerca ya que en el perfil occidental encontramos el giro del MR244 hacia el norte, lo que imposibilita el que la canalización se prolongue en este sentido. Los estratos de esta época, al igual que los de la siguiente, son muy escasos lo que ha llevado a que, a nivel de estudio de materiales, se asocien entre ellos para completar las ideas necesarias sobre el com-

portamiento de las facies correspondientes.

4.3.3. trcera Fase. Nazarí (Fase ZC5) (fi1. 4. 37). Esta tercera fase presenta pocas alteraciones respecto a la anterior, posiblemente debido a la gran remoción que se produce en la zona a partir del siglo XVI. De hecho apenas si se constatan algunas estructuras nazatles, siendo, sin embargo más frecuentes las fosas, sobre todo algunas de grandes dimensiones que profundizan hasta la roca madre (UE2038 olJE2llT).

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4.3.4. Visión diacrónica y sistemas constructivos. Hay una serie de reflexiones y características aplicables a la esrrucrura y evolución de la trama urbana de toda ciudad hispano-musulmana que podemos encontrar en el Albaicín y que conviene rener siempre en cuenta. Las escasez de restos medievales documentados en la excavación del Callejón del Gallo nos impulsan a intentar analizarlos contrastando la mayor cantidad de datos posible para lograr extraer un mlnimo de información fiable sobre lo que aquí tenemos. Así, un buen estudio de materiales construcrivos

puede ayudar sobremanera. Como se ha comentado con anrerioridad los materiales usados en época hispano-musulmana no difieren de los empleados en construcciones de períodos anteriores. La piedra, la cal (en cualquiera de sus versiones), el tapial y el ladrillo, acompañados de distintas soluciones en cubiertas de madera (techos y armaduras de teja), serán las consranres en esros siglos, incluso en los posteriores (edad moderna). Lo que nos da la pauta cronológica a la hora de analizarlos, es la forma en que se usan, o lo que es lo mismo, el sistema constructivo que presentan. La piedra trabajada en sillares, se utilizó especialmente en el período Thifas (zirí), en muchos casos dispuesta, como era característico en la época califal, a "soga y tizón". De este tipo se conservan en pie algunos ejemplos de edificios ziríes, los que Torres Balbás (1941: 441) encuadra dentro de un primer momento constructivo, en el que considera que intervendrían obreros cordobeses; así se levant arían, la torre de la mezquita mayor, la de San José y las fortificaciones a las cuales corresponderían la puerta de Hernán Román y el arco desaparecido de la de Elvira. Pronto se abandonará esta forma constructiva y la piedra cortada en grandes sillares se empleará únicamente como "refu erzo" del tapial o el ladrillo, en cimentaciones o esquinas como podemos ver en la Bab al-Unaydar o Puerta Monaita del siglo XII. En el caso del Callejón del Gallo las pocas estructuras que presenran sillares, como el MR241, es sin duda consecuencia de la reutilización de materiales de construcción anreriores, sin duda romanos, ya que se trata de calcarenitas del tipo de los que vemos en muros de la fase 2D2 (Nto imperial).

La mampostería irregular, "bolones" de río (serpentinas, cuarcitas y micaesquistos, fudamentalmente) Iigados con un rico mortero de cal, se utilizan más en los cimentos y en las construcciones defensivas. Gómez Moreno (L892: 436) lo describe respecto a la muralla zirí, diciendo que está fabr! cada "con piedras de río sujetas con cal y arena, formando un mortero solidísimo; las torres son macizas y tienen lo bajo de sus esquinas hecho con lajas de piedra de la Malahá; además en algunos trechos de muralla se ven calzamientos de ladrillo y lajas en hiladas ahernarivas." Quizás haya que poner en relación con esta época zirí los primeros niveles claramente diferenciables de época medieval existentes en el Corte 2. Se trataría básicamente de rres esrrucruras fundamenrales, de las cuales dos de ellas presentan un sistema constructivo ligeramente semejante al que se ha descrito. Así, el gran muro MR240 estáconstruido con grandes bolones y con algunas hiladas dispuestas en espina de pez. La principal diferencia es que están ligadas en seco sin argamasa alguna que las una. El caso de este muro, por su anchura y por las piedras que lo componen, el hecho de estar más alto el basamento en su cara septentrional que en la meridional, así como por la consranre aparición de terrazas en las distintas épocas, permite presuponerle una función de muro perimetral de una terraza. De hecho es posible que los niveles ziríes se hubieran podido conservar en parte de no ser por la gran cantidad de expolios de material que vuelve a observarse en época nazarí.

Por último tenemos otra estructura que sin duda se relaciona con las anreriores y presenra, igualmente, el mismo sistema constructivo, aunque el tamaño de los bolones sean notablemente inferior; se

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ffata de otro muro aislado (MR242), situado cerca de la esquina nordoccidental del come. Esre pequeño muro está alterado por una construcción posterior, el MR241, que reutiliza materiales de época romana y que asociamos a una fase almohade (fig. 4.39), funcionando con una importante canalización situada justo en el perfil norte (CN2 27) . Para terminar con la fase zirí, nos quedaría analizar un último muro, situado sobre la antigua terÍaza romana, el MM49, que, a diferencia de los ües anteriores contemPoráneos, parece reutilizar material de construcción anterior, lo cual parece lógico si consideramos que se sitúa casi exactamente sobre los muros que definíanlarcrcaza, por lo quees fácil considerar que hayan sido utilizadas muchas de las piedras de estos antiguos muros. Siguiendo con los materiales de construcción el uso de la piedra de La Malahá, arenisca de característico color amarillento, y que está presente en nuestrazoÍa desde época romana, parece indicar claramente una explotación de esta cantera en época medieval. Enconrramos esre tipo de piedra en la bab al-Difaf (Puerta de los Thbleros o Puente del Cadí); por otro lado también la encontrarnos, en indiscutible reutilización, en las estructuras almohades descubiertas en varias excavaciones de la zona, como la de calle Espino, (1991) o la de la calle Horno del Vidrio (1988). En época moderna deja de ser frecuente, salvo como consecuencia de una reutilización más o menos sistemática, ya que en los muros de época moderna, desde la Estancia 201, hasta el muro MR201, datado hacia I7OO, se pueden observar constantemente materiales de este tipo, si bien parecen estar fragmentados, lo que indica, sin ningún género de duda, su sistemática reutilización.

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I En nuestro caso, las escasas estructuras de la fase almohade (2C4) se reducen a restos de un muro (MR241) que parece tener su desarrollo en el perfil occidental dirigiéndose hacia el norte, y una canalización, la cN227, construida en cal grasa. Ninguna de estas dos esrrucruras utilizan piedra de La Malahá, ya que en el caso del MR241 son piedras reutilizadas asentadas sobre canros de río. El único elemento que podemos destacar como construido íntegramenre en piedra de La Malahá es la canalización CN232, pero que corresponde a una fase algo posterior, concreramenre nazarí (2C5), y sobre la cual volveremos más tarde.

De la época almorávide o almohade no se encuentran muchos ejemplos sobre el empleo de piedra posiblemente por la adopción del tapial y el ladrillo como principales elemenros consrrucrivos. Ésta queda relegada a las cimentaciones y refuerzos en las esquinas (Puerta Monaita). Con Ia llegada de los nazaríes, se siguen manteniendo estos usos (Puerta de la Justicia, Puerta del Vino, etc.), que se conrinuarán en las construcciones de época moderna. fuí, los cajones de mampostería irregular delimitados por tongadas de ladrillo pueden verse en las zonas bajas de los muros de la Casa del Almirante (siglos XV-XVI), el convento de Zafra (siglo XV-XW), el convento de santa Inés (siglo XVI-XUD, la casa Horno de Oro (s. X\), etc. Los morteros de cal son otra constante en las construcciones de época hispano-musulmana observándose en sus mezclas un empobrecimiento en cal durante los momentos de déficit económico y mayor

abundancia y calidad de ésta en los momentos de auge. Se utilizaban para el afianzamiento de otros elementos (piedra, ladrillo) o como revestimiento de los paramenros, ya fuesen éstos realizados en piedra,

ladrillo o tapial. En ningún edificio se dejaban sin enlucir los muros, pese a lo que se ha pensado durante mucho dempo, ya que esta terminación favorecla su conservación. La cal se mezclaba con arena y grandes bolones de río parala construcción de muros en época zirí (como queda claro en la consrrucción de los restos del muro MR219). Se utilizó mortero de cal pararealizar pavimentos y frisos en el interior de viviendas, muy resistentes tras su carbonatación, que en algunos casos recibían un acabado de almagra liso o trazando dibujos sobre la superficie blanca. Este uso es frecuente desde época califal. En el Albaicín encontramos un suelo de mortero de cal prensado coloreado con almagra, en un nivel almohade (siglos

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de la excavación que se realizó en el solar de la calle Horno del Vidrio (López, Caballero y Lópe2,2001). Thmbién estos morteros se urilizaron como alcatifa y como ligazónen el Áontaje de alicatados y paneles de revestimiento (escayola o piedra). En época nazarílo, *orLros de cal suelen il.rrr, "lp"ñata como aditivo (tierra roja) que les da solidez en elfraguado y un caracrerístico color rojizo que poiría hacernos pensar en una proporción menor de cal en la mezcla. El tapial no está constituido exclusivamente por un mortero de cal. En é1, las tongadás de tierra prensada se alternan con las de argamasa de cal (no más de 5 cm. cada una); de este modo crece el muro en alto y con la anchura del encofrado. Los tapiales de época nazatí son de una calidad y resistencia inigualables. En algunos muros del Generalife puede verse la disposición de tongadas de tierra alternando con las d. de cal. Este último decan-ort.rá ta los áridos más gruesos dejando una capa blanca y casi pétrea sobre ellos. Igualmente se ha podido ver en varios Puntos de la Alhambra, la soga que servía de sostén a las dos tablas que formaban ef encofrado y que se quedaba, úas cortarla al finalizar su relleno, incluida en los mofteros. Así se consrruyeron las cercas nazaríes del Albaicín, la de Don Gonzalo, San Antonio, etc. Igualmente podemos observar este sistema constructivo en algunas zonas del Palacio de Dar al-Horra. La vulnerabilidad de un muro de tapial va en relación directa con su contenido en cal ya que el proceso de carbonatación que lo solidifica., .orr.cuencia de la presencia de ésta. En épocas más modernas se observa .ó*o progresivamenre se añaden materiales cerámicos de desecho a la derra, llegando a suprimirse en muchos gadas y haciendo cajones rellenos de esta argamasa (tierra, cal y cerámica).

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El ladrillo fue de uso habitual ya en época romana. En arquitectura hispano-musulmana el uso de este material se ha relacionado especialmente con las construcciones almorávides y almohades. De éstas

nos queda en el Albaicín el alminar de San Juan de los Reyes, en el que efectivamente quedan plasmadas las posibilidades estructurales y decorativas de este marerial. Las dimensiones de los ladrillos

varían de unos períodos a otros, pudiéndose establecer unos parrones orientativos de la cronología que les corresponde (Pavón 1967: 185). Normalmente los de mayor ramaño son los romanos y califales ("pror.

32x22x5 y 34xl7x5 respectivamente), disminuyendo progresivamente éste hasta llegar a los de ipor nazarí y mudéjar (aprox. 28xl4x6 y 30xl1x3 respectivamente). En época nazarí ru Ápl.o ., ,r*tiér, constante aunque' como antes señalábamos, no siempre resultan tan visibles. Como ocurre con el resto de los materiales, el ladrillo llevaría un enlucido protector sobre el que algunas veces se pinta el despiece de éstos, con un valor exclusivamente decorativo (Torre de las infani=as, pu.rt" del üno, pue.a de las Armas, Torre de la Rauda, etc. en la Alhambra). Este revestimiento y pintado (con diversos temas) se mandene por tradición época moderna, quizás por deformación ie ios "neo", se tendió a construir y reconstruir a lo "mudéjar" con el ladrillo visto desde el siglo XIX. Thmbién de época moderna se observa el uso del ladrillo como delimitador de cajones de tapial o alternándor. .o, otros d,e mampostería, etc. Los ladrillos debieron ser un material apreciado paralaconsrrucción en los primeros años tras la conquista cristiana (principios del siglo XW); por su carencia y paraaligerar l" ot.r, ,. realizan una serie de edificios en los que la yaga (intersticios) de argamasa .r'c"ri tan [rard. como el grueso del ladrillo. En nuestra excavación, el ladrillo es solamenre visible en las construcciones posteriores a la conquista cristiana; en concreto en la mayor parte de ellos, como todo el conjunto de ia fase 281, con la totalidad de los muros de la letrina (Estancia 202) y de la habitación del secror sur (Estancia 201); solamente se salva de este sistema los dos muros que situados en la esquina noreste forman la Estancia 203; en todo caso, a excepción hecha de estos últimos (construidos con bolones), el resro uriliza fundamentalmente el ladrillo. No obstante, hay que hacer mención a algunos fragmentos que pueden apreciarse en los muros de la fase almohade, donde los ladrillos se utiliza=n como marerial de ,.i,,r.rzo, como es el caso del muro MR244, pero no como principal material de construcción.

En los restos arqueológicos de época hispano-musulmana, igual que ocurre en orros períodos, la madera esta ausente. Su carácter orgánico la hace perecedera, lleganáo a desaparecer co'el paso del

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tiempo. Sólo en excepcionales ocasiones han llegado hasta nosotros restos de madera: carbonizada, o semi-fosilizada (bajo el agua o en ambientes anaerobios o en sedimentos con ciertas características edafológicas). Éstos, junto a las escasas huellas que pueden llegar a dejar en lafábrica,y/o los clavos que algún día le sirvieron de ajuste y sujeción, son los excepcionales vestigios en los que queda reflejada su existencia. En Granada, por suerte, contamos para este período con ejemplos aún en pie que muestran el uso arquitectónico de la madera,'lo que nos ayuda a atisbar el esplendor ornamental que llegaron aalcanzar estos edificios; de épocaziríse conserva la ménsula de la Lonja de los Genoveses, la viga de la antiguaCárcel y los canecillos de la posada del Pan (Mauror); de época almorávide y almohade, los frisos de la Placeta de Villamena, los de la Casa de los Tiros, y los de la plaza de Alamillos; por último de época nazarí se han conservado más cantidad de edificios completos y por ende también sus cubiertas y techos, así a los de la Alhambra se suman, el techo del Cuarto Real de Santo Domingo, el Palacio de Dar al-Horra (Albaicln) o el Ncázar del Genil Las cubiertas de madera perdurarán en época moderna siendo en muchos casos el elemento que marca paradigmáticamente la identidad del mudéjar granadino.

No hay que olvidar la presencia de elementos metálicos asociados tanto al uso de la madera (cerrojos, herrajes,.clavos, teleras, pernos etc.) como a los paramentos en algunas soluciones de carácter decorativo. Los paneles ornamentales de piedra o yeso que cubrían los muros de algunas casas regias, utilizaban para su fijación además de pajas o estopas, algunos útiles como los clavos de cabeza plana o sin cabeza. Estos se introducían en la obra hasta dejar vistos unos 3 cm de su longitud. El espacio resultante al ajustar la placa decorativa respecto al muro (esos 3 cm) se rellenaba con mortero de cal. Si el yeso iba tallado in situ únicamente se nivelaba con sucesivas capas de mortero y yeso hasta alcanzar algo más de ese espesor. Los clavos y la estopa facilitaban la adhesión y solidez del trabajo. Este tipo de soluciones las podemos observar en numerosos paneles de yesería de la Alhambra, en el Cuarto Real de Santo Domingo, etc. Las zonas cercanas a los clavos de sujeción suelen ser las primeras en alterarse debido a la oxidación de éstos en su interior, pese a que todos ellos suelen ir tratados con un baño de estaño. Ésa puede ser una de las razones por las que en muchos otros casos observamos con el mismo uso unos pernos de madera. En época moderna, se arreglan algunas yeserías antiguas con clavos de cabeza redonda que quedan vistos. Progresivamente va desapareciendo el uso de estos elementos metálicos en esas aplicaciones por el abandono del uso de placas decorativas para la cubrición de paramentos en la construcción. No obstante, sobre el problema de los elementos metálicos volveremos con posterioridad en el estudio específico que estará asociado a su proceso de restauración (vs. infra).

Aunque los materiales que hemos indicado, con sus correspondientes aplicaciones, son los más frecuentes en las construcciones musulmanas granadinas llegando a perdurar su uso en las mudéjares y modernas, hay que tener en cuenta que se han empleado como referentes para su determinación edificios conservados in situ, en muchos casos excepcionales en su propio contexto por tratarse de construcciones defensivas (torres, murallas y puertas), de uso público (baños mezquitas, madrazas), o privadas de carácter áulico (palacios). El grueso de viviendas que componen la ciudad tiende siempre a abaratar la construcción, suprimiendo especialmente la piedra trabajada, los morteros ricos en cal y los ladrillos nuevos; es por tanto en éstas, dónde se verán las mayores reutilizaciones (ladrillos, losas y mampostería incluso rescatados de las ruinas romanas), los suelos de cal y derra o arena prensados, y el auge intensivo del tapial. De hecho, en la presente excavación, conforme nos hemos ido acercando a los distintos elementos medievales y modernos localizados, hemos podido comprobar que las técnicas constructivas sólo son válidas en determinadas ocasiones para fechar, ya que, generalmente, lo m¿ís simple y recurrente es amoldarse a los materiales que están más a mano y, en ciudad, se trata de materiales utilizados en construcciones más antiguas. AI margen de ello, la piedra, en estas condiciones, es, sin lugar a dudas, el material más barato.

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