Unos años difíciles: ocaso, huida y exilio de los afrancesados andaluces

October 9, 2017 | Autor: Juan López Tabar | Categoría: Andalucía, Guerra de la Independencia Española, Sevilla, Afrancesados
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Descripción

UNOS AÑOS DIFÍCILES: OCASO, HUIDA Y EXILIO DE LOS AFRANCESADOS ANDALUCES Juan López Tabar

1. A rebato La suerte de las armas francesas, aun con sus altibajos, fue estable al menos hasta 1811. Hasta esa fecha, aparte de reveses más o menos sonados como las derrotas en las batallas de Bailén o Talavera, predominaron los triunfos, y a pesar de la constante presencia de las guerrillas y de la amenaza siempre presente de las tropas de Wellington en la península, lo cierto es que, especialmente en 1810, con la conquista casi total de Andalucía, parecía que el asentamiento del régimen josefino no podía estar muy lejos. Sin embargo en 1811, y principalmente en 1812, la balanza empezó a inclinarse hacia el lado patriota. El año comenzó con el fracaso francés en el asedio de Tarifa y continuó con sucesivas victorias del general Ballesteros en Cártama, Osuna, Álora... haciéndose además con el control de la serranía de Ronda. Pero fue la gran victoria de Wellington en los Arapiles en el mes de julio la que hizo temblar definitivamente la dominación francesa en Andalucía. La retirada comenzó con el levantamiento del sitio de Cádiz, y en la madrugada del 26 de agosto de 1812 comenzaba la salida de las tropas francesas de Sevilla. Con ellas iban un «bizarre assemblage des gens et des voitures (...)» una «tourbe immense», un «amas confus de fantassins et de cavaliers, de caissons et de calèches, de fourgons et de mulets, d’ânes et de charretes» ocupados por todo aquel que, por su compromiso con el gobierno de José I, tuvo que emigrar para ponerse a salvo1. Gracias a la minuciosidad de Claude Morange podemos seguir el itinerario de este abigarrado convoy: el 27 de agosto pasó por Osuna, el 28 por Antequera, llegando a Granada el 31. Allí se detuvo quince días, probablemente para reorganizar la retirada. El 16 de septiembre el convoy reanudó la marcha pasando por Guadix, Baza, Cullar,

 1

Doctor en Historia. Urgoiti Editores.

La cita pertenece a Sébastien BLAZE, testigo de los hechos, en sus Mémoires d’un apothicaire sur la guerre d’Espagne pendant les années 1808 à 1814. París: Ladvocat, 1828, t. II, pp. 244-245. Algunos no llegaron a tiempo de huir. Según recoge M. M ORENO ALONSO de un testimonio de la época, «como los franceses estaban tan lejos de temer lo que sucedió, todos los empleados dormían, tanto que a muchos los despertó el repique (...) y fueron a salir de sus casas cuando ya no había un soldado francés en Sevilla». Véase su Sevilla napoleónica. Sevilla: Alfar, 1995, p. 297.

Huéscar, Caravaca, Ceheguín y Yecla, llegando a Almansa a principios de octubre2. Para entonces otras plazas andaluzas iban siendo evacuadas: el 28 de agosto Málaga, el 4 de septiembre Córdoba, el 17 Jaén…, uniéndose al convoy general en diferentes puntos. Desde Almansa la mayoría de los refugiados andaluces se dirigió a Valencia, donde se encontraron con los que desde Madrid se desplazaron allí, en un viaje que fue igualmente un auténtico calvario, tras la victoria de Wellington en los Arapiles. Contamos con un Estado general que comprehende los empleados civiles y personas distinguidas de las Prefecturas de las Andalucías que han seguido el movimiento del ejército imperial del Mediodía...3 que incluye a cerca de 200 personas, que en absoluto suponen la totalidad de los emigrados, sino la flor y nata. Organizado por prefecturas, en él detectamos ya a nombres como el conde de Montarco; Joaquín Mª Sotelo; once miembros del cabildo sevillano, entre ellos Andrés Muriel, José Isidoro Morales o Alberto Lista; el músico Fernando Sors, comisario de policía de Jerez, Javier de Burgos, subprefecto de Almería, etc. etc. En líneas generales no demoraron mucho su estancia en Valencia. Ya en el mes de septiembre se organizó un gran convoy compuesto por 400 vehículos, 171 empleados, 520 refugiados, 200 domésticos... destinado a alcanzar Francia por Zaragoza, Jaca y Somport, y en octubre y noviembre se organizaron varios convoyes más. La mayoría no alcanzaron todavía el país vecino4 y por un nuevo Estado general de las personas que habiendo seguido el movimiento de los ejércitos del centro y mediodía permanecieron en Zaragoza hasta su evacuación5, que suma casi 400 personas, sabemos que permanecieron en la capital aragonesa hasta que en julio de 1813 el general Paris evacuó la ciudad con 4000 hombres y los refugiados, que llegaron a Francia por Huesca, Jaca y Somport. Faustino Casamayor da cuenta de todo ello en su diario6. Así el 1 de noviembre de 1812

2

MORANGE, Claude: Paleobiografía (1779-1819) del “Pobrecito holgazán” Sebastián de Miñano y Bedoya. Salamanca: Universidad de Salamanca, 2002, pp. 287-288. 3

Se encuentra, manuscrito, en ARCHIVO GENERAL DEL PALACIO REAL (AGP), Papeles reservados de Fernando VII, t. X, fols. 16-19. Este listado se completa con otro de los mismos “empleados civiles...” que no emigraron (fols. 20-24). 4

Aunque unos pocos privilegiados sí lo hicieron. En ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL (AHN), Estado, leg. 3.085 se encuentra una lista fragmentaria de refugiados que obtuvieron pasaporte para pasar a Francia desde Valencia. Entre ellos encontramos nombres como el de José Mª Maury, coronel de la guardia cívica de Málaga, o el de Rafael Gravier del Valle, subprefecto de Baza. 5

AGP, Papeles reservados de Fernando VII, t. X, fols. 25-30. La lista incluye 16 consejeros de Estado, 27 eclesiásticos, 9 prefectos, 34 jueces y fiscales, etc. etc. 6

CASAMAYOR llevó durante más de 50 años (entre 1782 y 1831) un diario de los hechos más notables de su ciudad. Recientemente se han editado, bajo la dirección de Pedro Rújula, los

anota: «Desde muy de mañana empezó a entrar gente del convoy que viene de Valencia en número de más de 2.000 personas (...) siendo la mayor parte de esta comitiva de los empleados en los reinos de Córdoba, Sevilla, Jaén y toda la Andalucía (...) todos tan estropeados que parecían esqueletos». El diario continúa, y entre sus páginas se espigan algunas noticias de estos refugiados durante estos meses de incertidumbre. Y llegamos a julio de 1813, en el que el cronista recoge el «clamor y alboroto en las calles con el agiotaje, bulla y embargo de carruajes y caballerías» y la salida de los refugiados entre los días 3 y 9 de julio.

2. Acoso y derribo de los afrancesados Con la huida de los franceses volvió el alborozo patriótico a las calles de las ciudades andaluzas y, como contrapartida, el desasosiego y los problemas para aquellos que, aun estando más o menos comprometidos con el régimen, optaron por no exiliarse. Una obra manuscrita de teatro, fechada en 1812 y ambientada en Sevilla, se regocija en los apuros de las vísperas de la evacuación y en las consecuencias de haber servido al gobierno intruso. En ella don Sandalio, un abogado afrancesado, se lamenta de la desprotección por parte de las propias tropas francesas: «yo que he sido el partidario más acérrimo de los franceses (...), yo que he hecho tanto daño como he podido, ¿dónde he de encontrar un abrigo? (...) ¡Malditos sean los franceses pues en este estado me han puesto!» se lamenta don Sandalio, que acaba preso y paseado por las calles de la ciudad7. La situación para los que se quedaron no fue nada fácil. Nada más marcharse los franceses «las gentes cogían a roso y belloso en las calles a todo el que se les antojaba, y baxo este pretexto los soplaban en la trena, y aun refunfuñaban y murmuraban de que algunos paxarracos gordos anduviesen sueltos», escribía desde Sevilla “un devoto sevillano” en diciembre de 18128. Otro anónimo criticaba que aunque «muchos han sido puestos en seguridad, la mayor parte son infelices (...) Mas aquellos renegados de marca correspondientes a los años 1808-1813 en tres volúmenes. Las citas en el vol. III, Zaragoza 1812-1813. Zaragoza: Institución Fernando el Católico, 2008, pp. 209-210 y 327. 7

El apuro de los afrancesados y el triunfo de los papamoscas, pieza anónima en un acto (Biblioteca Nacional, Mss. 15.934). La obra fue representada en cinco ocasiones entre septiembre y octubre de 1812 y una más en enero de 1813 (AGUILAR PIÑAL, Francisco: «Cartelera prerromántica sevillana (1808-1836)», Cuadernos bibliográficos, 22, 1968, p. 44). El mismo autor recoge (p. 30) otra obra que estimamos sería de contenido similar, La locura de los afrancesados, representada en un par de ocasiones en diciembre de 1812. Por otro lado, en septiembre de 1812 se publicó en Sevilla el virulento folleto Banderilla de fuego a los empleados que se quedaron en esta ciudad sirviendo a los franceses, que suscitó varias réplicas. 8

El Redactor General, núm. 618, 22 de febrero de 1813.

mayor (...) son los que aún permanecen entre nosotros, insultándonos con su presencia y apurando nuestro sufrimiento»9. Félix José Reinoso describía este ambiente en una carta a Blanco White fechada en 7 de noviembre de 1812: «Los otros [amigos], metidos todos en un rincón, sin osar chistar ni mistar, temerosos de ser arrebatados por este vértigo que ha salido de Cádiz. ¿Quién lo pensara? Los franceses publicaron una amnistía general en su entrada [en Andalucía]. Nadie tuvo que sufrir por su conducta anterior. El gobierno español, que debía compadecer y aliviar a los pueblos subyugados y conquistarse los ánimos de todos, ha aparecido deponiendo, aprisionando, predicando la persecución más interminable (...) Son innumerables los arrestados, los chismes, delaciones, etc. etc.»10. Será entonces, a finales de 1812 cuando Reinoso acometerá la redacción de su Examen de los delitos de infidelidad a la patria, la gran obra justificatoria de los afrancesados que sería publicada poco después en Francia11. La misma atmósfera de delaciones y persecución se dio en mayor o menor medida en todas las capitales andaluzas. Es un tema aún por estudiar, aunque contamos con publicaciones recientes para el caso de Jaén12. No obstante, parece que pasado lo peor de la tormenta la suerte de los que se quedaron pudo, en general, no ser tan adversa, pues en ocasiones los procesos de purificación no pasaron de ser un mero trámite y en no pocas circunstancias funcionó el corporativismo, caso por ejemplo de los empleados en la Chancillería de Granada, en su mayor parte rehabilitados antes de 181813. En este ambiente no faltarían sin embargo algunas voces en defensa de los afrancesados. Es el caso del abogado sevillano José Gabriel Losada, que en 1813 publica La amnistía

9

El Redactor General, núm. 468, 24 de septiembre de 1812.

10

En MÉNDEZ BEJARANO, Mario: Historia política de los afrancesados. Madrid: Sucesores de Hernando, 1912, pp. 383-384. La misma crítica puede verse en el artículo comunicado firmado en Sevilla en enero de 1813 que un anónimo R. (¿podría ser el propio Reinoso?) publicó en El Redactor General, núm. 632, 8 de marzo de 1813. En él deplora el sistema de delaciones, que se presta a injusticias y venganzas personales y que vulnera el Art. 287 de la Constitución de 1812. 11

En Auch, Impr. de la Viuda de Duprat, 1816. Falta un estudio serio de Reinoso y su obra que, afortunadamente, está acometiendo en estos momentos el profesor Manuel Moreno Alonso. 12

LARA LÓPEZ, Emilio Luis: «La represión de los afrancesados: condenas sociales, jurídicas y políticas. El caso de Jaén (1812-1820)», Hispania nova (revista electrónica), 3, 2003. Véase también del mismo autor «El primer exilio político español contemporáneo: los afrancesados. Los emigrados jiennenses», El Toro de Caña, 10, 2003, pp. 201-225. 13

Jean-Marc LAFON describe este caso, o el de la municipalidad de Baena en su L’Andalousie et Napoléon. Contre-insurrection, collaboration et résistance dans le Midi de l'Espagne 1808-1812. París: Nouveau Monde, 2007, pp. 329-330. No obstante el tema está pendiente de un estudio más detenido, y no faltaron casos menos afortunados, como el de Romualdo de Mazariegos, fiscal de la Junta criminal extraordinaria de Málaga, que será delatado y encarcelado y morirá en la prisión de Granada en 1813.

general de los prosélitos del gobierno francés. Problema político resuelto14, en la que lamenta la emigración de talentos de la talla de José Isidoro Morales, Alberto Lista o Joaquín de Uriarte, «cuyo retorno debe aumentar la masa de los conocimientos en una nación que necesita tanto de tales» y propone una clasificación de los refugiados en tres clases excluyendo tan solo de la amnistía a «soplones, agentes de policía y espías». El mismo año se publicaba también en Sevilla el folleto anónimo Nuevo y flamántito avichucho, que criticaba la rigurosidad del RD de 29 de septiembre de 1812 que proclamaba la destitución de todas las personas empleadas bajo el gobierno josefino.

3. «Y sus lágrimas caían de sus ojos y las recibía el Bidasoa...» Estas palabras, que pertenecen al prólogo que Manuel José Quintana hizo para la edición póstuma de las poesías de Meléndez Valdés15, creo que reflejan bien aquellos instantes tan duros, pues aunque no todos los refugiados serían tan sensibles como el dulce Batilo, más de uno habría cruzado la frontera entre lágrimas, ya fuera en el Bidasoa o en las alturas pirenaicas de Somport. Hablemos en primer lugar de números. A la espera de nuevas investigaciones debo basarme en las cifras del censo de afrancesados que elaboré para un trabajo mayor16. Hablando a nivel general, no exclusivamente andaluz, de los 4.172 afrancesados recogidos en el mismo, consta con certeza que se exiliaran 2.933, esto es, algo más del 70%. Este porcentaje se eleva o disminuye según los colectivos: así un 90% de los militares, el mismo porcentaje de los policías y de los fiscales josefinos se exiliaron, dadas sus “profesiones de riesgo”. Lo mismo ocurrió con el 91% de los recaudadores de rentas, lo cual contrasta con el escaso 36% de los nobles comprometidos con el nuevo régimen, o un reducido 59% de los jueces, que nos da pistas sobre el comportamiento benevolente que no pocos de ellos tuvieron con los patriotas. Desde el punto de vista geográfico contrasta el 95% de exiliados entre los afrancesados de la prefectura de Ciudad Real o el 94% en las de Burgos, Astorga o Cáceres, con el escaso 53’6% de la media de las prefecturas andaluzas (apenas un 40% en el caso de la de Córdoba). Este menor porcentaje de exilio entre los josefinos andaluces quizás pudo

14

Sevilla: Impr. de D. Anastasio López, 1813.

15

Poesías de D. Juan Meléndez Valdés. Madrid: Impr. Nacional, 1820.

16

Me refiero a mi tesis doctoral publicada con el título de Los famosos traidores. Los afrancesados durante la crisis del Antiguo Régimen (1808-1833). Madrid: Biblioteca Nueva, 2001. Sobre la construcción del censo véase pp. 17-22.

deberse a su conquista tardía y sin apenas resistencia: aunque el odio y el recelo popular no faltasen, no hubo en Andalucía lugar a masacres o sufrimientos atroces como los vividos, por ejemplo, en Zaragoza y Gerona, por lo que el número de víctimas inocentes a quienes llorar fue aquí menor. En este contexto pudo funcionar el corporativismo al que ya nos hemos referido. En el citado Estado de los empleados… que no han seguido al ejército del Mediodía…, encontramos numerosos cuerpos que deciden, en bloque, permanecer en Andalucía. Así, junto a Fernando Miguel Hurtado, presidente del Consejo de la prefectura de Sevilla, se quedaron «todos los demás empleados en la Secretaría de la Prefectura», y lo mismo hicieron todos los empleados de la Contaduría de Rentas sevillana, «todo el resguardo de rentas» de la misma provincia, todos los empleados de las administraciones de rentas y correos de Granada, etc. etc., es de presumir que guardándose unos a otros las espaldas17. Ciñéndonos al caso andaluz, el reciente trabajo de Jean-Marc Lafon permite afinar algo más estas cifras. Lafon ha localizado a un mínimo de 670 refugiados andaluces o con cargos en Andalucía, y nos permite profundizar algo en su sociología: casi el 85% de los casos se exilian solos, sin familia; alrededor de un 92% son hombres, y la media de edad de los exiliados ronda los 36 años, procedentes en su mayoría de un entorno urbano18.

4. La difícil vida del refugiado en Francia El grueso de los refugiados andaluces cruzaría la frontera, según vimos, en la primera quincena de julio de 1813, en su mayoría por Somport19. Hasta entonces estuvieron más o menos juntos (descontando algunos que se quedaron en Valencia y emigraron a lo largo de 1813 o incluso ya en 1814 desde Cataluña, o los que de Valencia marcharon a Madrid y huyeron precipitadamente tras la derrota en la batalla de Vitoria en junio de 1813). A partir de entonces comenzaría la dispersión. Por delante tuvieron unos meses muy complicados, de marchas y contramarchas, ordenadas por unas autoridades francesas cada día más desbordadas ante la avalancha 17

Estado de los empleados… que no han seguido al ejército del Mediodía…, en AGP, Papeles reservados de Fernando VII, t. X, pp. 20, 22, etc. 18

LAFON, Jean-Marc: L’Andalousie et Napoleón…, op. cit. Véase este análisis de forma más detallada en las pp. 315-336. 19

El 21 de julio se informa desde el departamento de Hautes Pyrénées de la llegada masiva de refugiados vía Somport, a los que se ha acogido provisionalmente en casas particulares con la ayuda de un franco por persona y día. ARCHIVES NATIONALES DE FRANCE (ANF), AF IV, leg. 1.068.

de refugiados. Inicialmente, el 8 de julio, se prohíbe el paso de los refugiados más allá del río Garona, concentrándose principalmente estos meses en el departamento de Gers y, en menor medida, Basses Pyrénées, Landes y Gironde. Las autoridades francesas, junto con las josefinas, trabajarán denodadamente para controlar su situación, haciendo listas de refugiados y creando una Comisión de ayuda (y control) de los mismos. Pero cuando todo estaba más o menos organizado, aun con alfileres, el 20 de noviembre el mariscal Suchet ordena la evacuación a la orilla derecha del Garona, concentrándose los refugiados principalmente en Toulouse y Montauban. Los meses siguientes, con la invasión anglo-española, la situación será todavía más difícil ante la imposibilidad de que los refugiados pudieran recibir las ayudas de las autoridades francesas20. El tratado de Valençay (diciembre de 1813) daría inicialmente esperanzas a los refugiados, pues en su Art. 9º prometía conmiseración con los afrancesados. Pero todas las esperanzas quedaron bruscamente frustradas con el RD de 30 de mayo de 1814 que condenaba al exilio a perpetuidad a buena parte de los emigrados 21. Algunos, los menos comprometidos, podrán regresar22. Otros muchos, aun pudiendo hacerlo, no se atreverán. Por ello muchos refugiados, y con ellos los andaluces, se resignarán a pasar una temporada más o menos larga en tierra extraña. Con la restauración de Luis XVIII, el gobierno francés no les abandonará a su suerte y las ayudas económicas, siempre modestas, continuarán hasta 1820. Sólo unos pocos privilegiados tendrían acceso a vivir en París por lo que la mayoría tuvo que aclimatarse a los diferentes depósitos de refugiados que establecieron las autoridades, siempre con la incomodidad de los frecuentes traslados de uno a otro. Pero sigamos la pista a algunos casos concretos. Alberto Lista pasará el exilio entre Auch, Montpellier, Toulouse y de nuevo Auch (donde en 1816 publica el Examen de Reinoso), sobreviviendo como maestro de matemáticas. Por fin, en marzo de 1817 podrá regresar a España, instalándose primero en Pamplona y, desde 1819, en Bilbao. Javier de Burgos se encontraba en París ya a finales de 1812. En abril de 1814 figura en 20

Puede verse el transcurso de estos meses complicados en mi citado libro Los famosos traidores..., pp. 108-114. En abril de 1814 encontramos una buena porción de andaluces entre las 259 personas recogidas en una Lista de los españoles que residen en el departamento de Herault... firmada en Montpellier (AHN, Estado, leg. 5.244). Allí están, entre otros: Alberto Lista, Antero Benito Núñez, Pablo Andeiro, Javier de Burgos, Luis Mª Guerrero, Diego Tanco, etc. 21

Todo ello puede ampliarse en mi artículo «El exilio de los afrancesados. Reflexiones en torno al Real Decreto de 30 de mayo de 1814», Spagna contemporanea, 16, 1999, pp. 7-22. 22

Es el caso, por ejemplo, del teniente Joaquín Márquez, que en octubre de 1814 podrá volver desde el depósito de Bourges a su pueblo, Almuñécar.

la lista de Montpellier y más tarde se estableció en Marsella, donde intentó sin éxito prosperar en los negocios. Como Lista, regresó en 1817. José Isidoro Morales, arcediano de la catedral sevillana, matemático ilustre y autor de una obra pionera sobre el cálculo electoral se estableció en París, donde vivió malamente hasta su muerte en octubre de 1818. El abate Marchena, más acostumbrado al peregrinaje dada su vida novelesca, pasará estos años entre Perpignan (1814), Nimes (1815-1817), Montpellier y Burdeos, regresando en 1820 a Sevilla. Por último, el triunfador: Alejandro Aguado. En 1815 comenzará una meteórica carrera, inicialmente con un negocio de productos coloniales, que le llevará en apenas una década a ser uno de los banqueros más importantes de Francia, dejando al morir en 1842 una fortuna de más de 60 millones de francos de la época23. Tras el RD de 30 de mayo de 1814 a lo largo de los siguientes años las autoridades españolas irían poco a poco abriendo la frontera a los refugiados, mediante amnistías parciales, siempre cicateras, y únicamente por la presión constante del gobierno francés, deseoso de quitarse de encima tan molesta carga. En 1817 el gobierno fernandino pidió a obispos, audiencias y capitanías generales su opinión sobre una posible amnistía. Las autoridades andaluzas estarán entre las más proclives al perdón. Así, el regente de la Audiencia de Sevilla opina que los afrancesados «(...) no tuvieron parte en la instalación del gobierno intruso (...) no aceptaron destinos hasta después de reconocido el intruso, ni adoptaron principios de política que puedan dar recelos al gobierno [actual]», por lo que «la amnistía debe ser general y sin excepciones». Entre los eclesiásticos, el obispo de Córdoba sostiene que los josefinos «arrastrados a Francia por temores, peligros y mil causas imprevistas y tal vez involuntarias (...) nuevos hijos y súbditos del Soberano por la reconciliación, se presentarán en espíritu ante el trono para sujetar a sus pies sus pasados errores y jurarán perpetuo amor y fidelidad a su Rey»24. De nada sirvió. El proyecto de amnistía, pese al dictamen mayormente favorable, aun con algunas restricciones, del conjunto de los consultados, quedó en agua de borrajas. 23

Para Lista sigue siendo válido el viejo estudio de J URETSCHKE, Hans: Vida, obra y pensamiento de Alberto Lista. Madrid: CSIC, 1951, aunque ya va mereciendo un nuevo estudio serio; a Javier de Burgos dedicaron varios trabajos, entre otros, E. ROCA y J. C. GAY ARMENTEROS, aunque a mi juicio no disponemos todavía de una biografía definitiva; Marchena sí cuenta con la suya: la de F UENTES ARAGONÉS, J. F.: José Marchena: Biografía política e intelectual. Barcelona: Crítica, 1989. En cuanto a Morales y Aguado, me consta que en estos momentos se están preparando sendos trabajos a cargo de Manuel PEÑA (Univ. de Córdoba) y Jean-Philippe LUIS (Univ. de Clermont-Ferrand). 24

AGP, Papeles reservados de Fernando VII, t. XIII. Las respuestas de los obispos, que se encuentran también en este tomo, fueron publicadas en P ERLADO, P. A.: Los obispos españoles ante la amnistía de 1817. Pamplona: EUNSA, 1971. La cita en p. 264.

Hubo que esperar hasta 1820, con el golpe de Riego y el comienzo del Trienio liberal, para que las fronteras se abrieran a todos los exiliados.

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