Universidad e ilustracion en Venezuela: la medicina y la penetracion del experimentalismo.pdf

May 23, 2017 | Autor: M. Hernández Gonz... | Categoría: Historia de América, Historia del Caribe, Historia de Venezuela, Historia Colonial De América Latina
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Descripción

OBRAS COLECTIVAS HUMANIDADES 57

Historia universitaria de España y América

Este volumen ha sido financiado, en parte, con una aportación del Proyecto MINECO: “Los extranjeros y las reformas en la España borbónica: actitudes y respuestas de las naciones”. HAR2012-36884-C02-02

La reproducción total o parcial de este libro (incluido su diseño), su alquiler, su incorporación a un sistema informático, su transmisión o trasformación en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright, vulnera derechos reservados. © Coordinación: José Manuel Calderón Ortega, Manuel Casado Arboniés y Alejandro Díez Torre © de los textos: sus autores. © de esta edición: Universidad de Alcalá • Servicio de Publicaciones, 2016 Plaza de San Diego, s/n • 28801, Alcalá de Henares (España). Página web: www.uah.es Diseño, maquetación y corrección: Elisa Borsari y Ronda Vázquez Martí. Cubierta: Detalle. Imposición de beca de estudiante a Tomás de Villanueva en Alcalá. Tomás de Villanueva catedrático de Artes en la Universidad de Alcalá. Grabados impresos pegados que copian las cubiertas de plata (robadas en 1856) de los Sermones; Tractatus de amore Dei de Tomás García Castellano (Tomás de Villanueva), profesor de la Universidad de Alcalá en 1514, regalo del Duque de Medinaceli al Colegio Mayor de San Ildefonso (1662). Biblioteca Histórica "Marqués de Valdecilla" de la Universidad Complutense de Madrid, manuscrito procedente de la Universidad de Alcalá. BH MSS 161. [Reelaboración a partir de: Vicente de la, Cubiertas de plata de las obras originales de Santo Tomás de Villanueva, Monografía del “Museo Español de Antigüedades”, Cubiertas en papel de aguas, Madrid, 1875, gran fol., (43x31cm), 12 págs., 1 lámina]. I.S.B.N.: 978-84-16133-78-9 Depósito legal: M-29964-2015 Impresión y encuadernación: Solana e Hijos, A.G., S.A. Impreso en España (Unión Europea)

Historia universitaria de España y América José Manuel Calderón Ortega Manuel Casado Arboniés Alejandro Díez Torre (coords.)

Prólogo

Los editores de este volumen han tenido la amabilidad de solicitarme unas palabras de presentación, que escribo con mucho gusto, para congratularme, en primer lugar, de la publicación de este libro. En los últimos años estamos felizmente asistiendo a la edición de numerosas obras sobre la Universidad de Alcalá, o sobre (como es el caso) las universidades españolas e iberoamericanas. Esta es una nueva adición a una importante nómina de títulos que han visto la luz en fechas recientes y que nos permiten avanzar en el conocimiento de nuestras instituciones de enseñanza superior en las Edades Moderna y Contemporánea. En segundo lugar, es una gran satisfacción para el Rector de la Universidad de Alcalá que esta publicación sea el fruto del trabajo conjunto de una nutrida representación de especialistas de esta Universidad, y de otras, coordinado por un Grupo de Investigación de esta institución, el dedicado a la “Historia Universitaria de Alcalá y su proyección Ultramarina”. Basta con mirar el índice y leer muchos de los trabajos que contiene este libro para darse cuenta del énfasis e interés que despiertan tanto el desarrollo de la propia Universidad de Alcalá desde sus comienzos cisnerianos como su proyección en América, bien a través de los ilustres egresados alcalaínos (virreyes, eclesiásticos, altos funcionarios coloniales, etc.), o bien mediante la institución de centros de enseñanza superior americanos inspirados, de una u otra forma, por el modelo de las Constituciones cisnerianas de nuestro Colegio Mayor de San Ildefonso de 1510. Desde las primeras décadas del siglo XVI la vocación americana de la Universidad de Alcalá es una realidad feliz, que se fue plasmando en logros de diverso tipo y que se mantiene hoy, cinco siglos después, con un vigor y una pujanza cada día mayores. No en vano, un 40% de los más de 6.000 alumnos internacionales que recibe cada año la Universidad de Alcalá en sus aulas procede de América Latina. Puede decirse, por ello, que esa proyección ultramarina de Alcalá está hoy más viva que nunca, o, al menos, tan viva como lo estuvo durante los siglos de nuestra Edad de Oro. Como lector aficionado que soy a los temas universitarios, quiero expresar a los editores y a todos los autores de este volumen mi gratitud por poner a nuestro alcance el resultado de sus investigaciones y pesquisas, por desentrañar tantos y tan fascinantes

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aspectos de la historia de la Universidad en España y en América, pues no es solo sobre Alcalá y su presencia o influencia en América sobre lo que versan los numerosos capítulos que constituyen este libro. Aunque ciertamente los temas alcalaínos son dominantes, la lectura de este volumen nos permite también aprender mucho sobre otras universidades españolas y americanas, sobre costumbres y ritos, sobre derechos y privilegios, sobre planes de estudios y sobre implicaciones políticas, sociales y culturales de numerosas universidades. Espero que esta percepción mía sobre el valor y el interés del conocimiento que contienen estos cientos de páginas sea compartida por muchos lectores, pues eso significará que el libro que ahora leemos se constituye en un peldaño más en la magnífica construcción de la historia de nuestras instituciones de enseñanza superior en las dos orillas del Atlántico. Permítaseme, por ello, expresarles mi enhorabuena y gratitud a José Manuel Calderón Ortega, a Manuel Casado Arboniés y a Alejandro Díez Torre por su labor de organización, compilación y edición, así como a los otros veintisiete autores que han tenido la generosidad de hacernos partícipes de sus investigaciones y hallazgos. Fernando Galván Rector de la Universidad de Alcalá

Preámbulo

El libro que presentamos, con el título de Historia universitaria de España y América, es fruto del acuerdo que surgió tras un seminario académico sobre Historia de las Universidades que tuvo lugar en la Universidad de Alcalá a finales del año 2015. Como conclusión del mismo se llegó al compromiso de redactar una obra colectiva con los distintos temas tratados. Ese seminario, organizado por el Grupo de Investigación de Historia Universitaria de Alcalá y su proyección Ultramarina, tuvo lugar durante los días veintiséis y veintisiete de noviembre de 2015, con carácter internacional y sobre temática universitaria. En las distintas sesiones académicas intervinieron profesores e investigadores especialistas en la historia académica e institucional de las universidades hispánicas, provenientes de países hispanos y de diferentes universidades españolas. El seminario se inició con una exposición a cargo de Jaime Contreras sobre la Universidad del Barroco. Una conferencia de apertura en la que analizó razones del nuevo curso universitario, entre los siglos XV y XVI, realizando también un exhaustivo examen de la iniciativa universitaria de Cisneros en Alcalá en 1508. Su origen y contexto social y político, así como las razones de su precoz éxito y la consolidación universitaria, revisando la irrupción del humanismo en las aulas universitarias; la profesionalización de la administración; las tareas de gobierno y control político; todo ello en el marco de una sociedad que demandaba una nueva formación académica, para los nuevos cometidos de los consejos. En definitiva, una sociedad en expansión durante los siglos XVI y principios del XVII, que tras el desarrollo de la expansión colonial en América requería de una racionalización de la administración metropolitana y colonial. Con ese arranque, en las distintas mesas de trabajo se escucharon las aportaciones de los historiadores universitarios sobre temas específicos del mundo colegial, junto a otras sobre la creación del concepto de protección de los Derechos Humanos por la Escuela Salmantina. Los distintos debates propiciados por la propia temática universitaria llevaron al análisis de la contribución de cátedras de Alcalá y Salamanca a la vigilancia de textos e imágenes, que los reyes guardaron celosamente en “gabinetes secretos” para su uso; a las formas de circulación del talento en las universidades

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hispánicas de los siglos XVI y XVII; o a algo tan esencial para la planificación de una ciudad universitaria, como la de Alcalá de Henares en el siglo XVI, como la necesidad de una red de “viajes de agua”, o canalizaciones e ingeniosas conducciones y colectores, a lo largo de las captaciones de cursos torrenciales distantes, que surtían de fuentes y abastecimientos a los colegios de la ciudad y garantizaron por siglos la salubridad de su uso urbano. Unas previsiones que desde la época cisneriana garantizaron la disponibilidad de agua potable en la ciudad, frente a adversidades meteorológicas, inadecuación o contaminación de los pozos tradicionales. Las intervenciones de los especialistas en las distintas mesas se desarrollaron en dos escenarios distintos, en Alcalá de Henares y en la cercana Guadalajara, y las exposiciones y debates cubrieron distintas vertientes de la historia universitaria de cinco siglos, tanto de la Universidad de Alcalá como de otras del ámbito peninsular y ultramarino. Se analizaron diferentes relaciones, entre universidad y colegios universitarios, su papel y funciones, así como entre universidad y sociedad, sobre todo en el contexto universitario contemporáneo, de los siglos XIX y XX. Y también la proyección de la Universidad de Alcalá en América, en algunas de sus facetas, como el carácter de la educación colonial; el papel y actuación institucional de obispos cubanos formados en las aulas de Alcalá de Henares; los planes de estudio de las universidades de Quito, Ecuador, en la época de la Ilustración; la formación médica en esa misma época en Venezuela y la disposición receptiva al experimentalismo y la preocupación naturalista; el despliegue del último modelo de universidad colonial, en el caso de León de Nicaragua y los paralelismos con otros centros universitarios en el momento del liberalismo de Cádiz; o los avatares y alcances durante el siglo XX de las reformas universitarias en las universidades colombianas y en otros países del ámbito latinoamericano. El encuentro científico auspiciado por la Universidad de Alcalá y la Diputación Provincial de Guadalajara supuso, en suma, la necesaria revisión de las relaciones e interacciones universitarias que recorrieron el mundo hispánico, partiendo de Alcalá de Henares y otras universidades de la península, incluida la portuguesa de Oporto. Y también contribuyó a hacer patentes temas nuevos de recreación y funciones universitarias en las sociedades modernas y contemporáneas. Por eso, los organizadores optamos por intensificar y ampliar los resultados, pidiendo a los distintos especialistas que redactasen unos textos que nos permitiesen articular una obra de autoría colectiva, la que el lector tiene ahora en sus manos con el título de Historia universitaria de España y América, cuya edición ha estado al cuidado de quienes suscriben esta introducción. Una obra articulada en cinco partes, con veintiocho capítulos firmados por veintinueve autores y autoras, que responden cronológica, temática y geográficamente, a la universidad moderna y contemporánea, y al ámbito específico americano. Junto a una

Preámbulo

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primera parte dedicada a las fuentes universitarias, y una quinta y última parte sobre cultura y vida universitarias. Esperamos haber cubierto con ello las expectativas surgidas tras los debates y en la sesión dedicada a conclusiones, dejando abierta la puerta a un segundo volumen si se realiza una nueva convocatoria en la línea de un singular Congreso Internacional dedicado a la historia universitaria, con ocasión del Quinto Centenario de la muerte del cardenal Cisneros en el año 2017. José Manuel Calderón Ortega Manuel Casado Arboniés Alejandro Díez Torre

PARTE IV. LA UNIVERSIDAD EN AMÉRICA

Capítulo IV.3. Universidad e Ilustración en Venezuela: la medicina y la penetración del experimentalismo Manuel Hernández González Universidad de La Laguna

1. Una carrera de capas medias La medicina, erigida como disciplina de forma tardía en la Universidad venezolana en 1763, fue sin duda alguna su sector más dinámico, por su estrecha relación con las corrientes ilustradas. El experimentalismo, el empirismo originaron en esta ciencia una seria quiebra al monolitismo escolástico de las estructuras universitarias. Sin embargo, tropezaba con problemas de estimación social y frenos ideológicos en un marco tan encorsetado como era la Universidad dominica de Caracas. Hasta que desempeñó en 1763 la primera cátedra médica el mallorquín Lorenzo Campins y Ballester (1726-1785), no contó Venezuela con estudios de esa disciplina. Al arribar a tierras venezolanas en 1762, sus esfuerzos se centraron en potenciarla con la apertura de esa cátedra, debido a “la escasez de legítimos profesores […], lo que era causa de haber crecido número de curiosos o curanderos, tolerados tal vez por suma necesidad”. Estuvo bajo su dirección por más de veinte años hasta que en 1784 la desempeñó por su enfermedad el primer criollo, el hijo de canarios, originario de Puerto Cabello, Francisco Molina. Durante todos esos años se tenía que luchar contra un medio social hostil y desfavorable. Los recursos de sus profesionales seguían siendo precarios. El propio Campins combinaba para sobrevivir ese empleo con el de profesor del Seminario de Santa Rosa, el Tribunal del Protomedicato y el ejercicio de la medicina en el Hospital de Nuestra Señora de la Caridad. No dejó a la hora de su muerte, tras una penosa enfermedad que derivó en su demencia, bienes algunos con los que costear la manutención de su esposa y la educación de sus tres hijos1. 1

Vid. LEAL, I., El claustro de la Universidad de Caracas y su historia, t. ii, Caracas, Universidad

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Campins empleó en sus clases un sistema de estudios rudimentario fundamentado en la lectura del médico irlandés Guillermo Cullen. En un informe de 1803 remitido por su sucesor en la cátedra, Felipe Tamariz, manifestó que “no instituyó ni siguió otro método en todo el tiempo que lo regentó que hacer escribir, recitar de memoria y explicar tres párrafos que leía por unos cuadernos manuscritos sin título de autor, con cuyo trabajo concluía y llenaba la hora de la clase”. Molina lo continuó, así como Vicente Fajardo, que ejerció la cátedra a su muerte en 1788. Tamariz la regentó por espacio de casi veintisiete años (1788-1815). Renovó la enseñanza con la introducción directa de la obra de Medicina práctica del galeno antedicho. Incorporó el estudio de la fisiología e incluso la anatomía. Fijó como libro de texto para esa disciplina el curso de cirugía de los doctores Bartolomé Serena y Antonio Medina. Su finalidad era que los alumnos “fuera de conocer el estado en que el cuerpo tiene su más perfecta salud, adquieren unas luces muy extensas, no sólo de los síntomas, pronósticos, causas y curación de las enfermedades, sino también de las partes que principalmente padecen y las que sólo están afectas por simpatía”. Lenta pero progresivamente, se demuestra que el movimiento de renovación penetró en la anquilosada universidad caraqueña2. Tamariz argumentó en 1793 que una de las explicaciones del alejamiento de los estudiantes de la profesión médica era la tolerancia gubernativa de los curanderos, que practicaban sus métodos tradicionales sin ningún obstáculo. Tal tolerancia impedía al público distinguir los verdaderos médicos de los empíricos y rudos prácticos. Y bien sea por aciertos de estos últimos o porque se advierte igualmente ejecutada la medicina por blancos y mulatos, ello es cierto que aquí se estima en tan poco su profesión, que algunos tienen a cosa de menos valor el que lo estudien sujetos decentes, otros miran como ciudadanos oscuros o sin lustre a los que son médicos o cirujanos; y otros, en fin, conciben que el Tribunal del Protomedicato apenas lo es en el nombre, y si no insultan, al menos se ríen de sus providencias3. Pero lo cierto es que, mientras que los grados superiores de otras carreras universitarias como Derecho canónico, civil o Teología abrían las puertas a las altas magistraturas del Estado o de la Iglesia, los de Medicina sólo capacitaban para el exiguo empleo de catedrático, que en la época de Campins representaba sólo 100 pesos anuales. Su consideración radicaba en su estimación entre las clases acomodadas, las únicas que podían pagar sus emolumentos. Sólo doce facultativos obtuvieron la licenciatura primero y el doctorado más tarde. Tras concluir el bachillerato en artes, una especie de enseñanza preparatoria que le capacitaba en rudimentos universitarios, se pasaba al especializado en Medicina. A continuación, podía obtener la licenciatura y el doctorado, Central de Venezuela, 1979, pp. 30-31. 2 Ibid., pp. 32-34. 3 Ibid., pp. 48-49.

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cuyos actos eran más protocolarios que de dificultad académica, pero que suponían tiempo y costes económicos. Tamariz llegó a subrayar, exagerando su poca reputación, que había llegado el caso de argumentarse como causa de impedimento matrimonial el ser médico: “Tal es la preocupación del vulgo y tan poca la estimación en que son tenidos los médicos y cirujanos, a quienes a pesar de la necesidad que hay de valerse de ellos y de la notoria utilidad con su ejercicio, no falta quien los repute por ser indignos de ser colocados en el rango de personas recomendables; y así es que varias casas y visitas de enfermos los reciben las criadas, teniendo los dueños a especie de bajeza, abatimiento y familiaridad demasiada, el rozarse con unos hombres cuya ocupación u oficio es propio o común de mulatos.”

Estos últimos, al aspirar “entre sus iguales a la distinción y mayor aprecio que se concilian por ser médicos o cirujanos de las artes mecánicas, se entregan a la ociosidad, se privilegian para no ser alistados entre los milicianos, no asistir a las fatigas de su batallón y reputándose alumnos de la ciencia que ennoblece a los que la profesan, se llenan de orgullo y elevan su jerarquía”. Según apuntaban este galeno y Bernabé Díaz, “exigen para su conocimiento y penetración un talento sobresaliente y un estudio fundamental, largo y continuo”. Sin embargo, los mulatos que la ejercían “apenas saben leer y escribir y no han cultivado el entendimiento, ni cursado universidades, ni adquirido una medicina teórica”. Para ellos era imprescindible suprimir la tolerancia a tales curanderos, prohibiéndoles el ejercicio de la medicina y la cirugía con penas de cincuenta pesos la primera vez y un mes de cárcel, que se doblaba la segunda y cien pesos y un año la tercera. Pero tales peticiones no fueron tenidas en cuenta por la Corona4. Medicina fue, sin duda, la disciplina pobre en la Universidad caraqueña. Por ello es bien significativo que fue estudiada por muy pocos alumnos. Sólo 33 alcanzaron el bachillerato entre 1763 y 18085. Indicativo de su extracción social es que ningún miembro de la oligarquía mantuana la cursase. Fue una carrera fundamentalmente para varones de las capas medias de la sociedad, criollos o canarios que eran hijos de mercaderes o de pequeños propietarios. Incluso dos de los graduados eran expósitos. Varios de ellos tuvieron dificultades para probar la legitimidad y procedencia social de sus abuelos. Las capas altas preferían para acceder a los puestos preeminentes de la sociedad las otras tres carreras, derecho civil para la magistratura y teología y derecho canónico para las dignidades eclesiásticas. Entre ellos llama ciertamente la atención Ibid., pp. 49-50. En el apéndice reproducimos los bachilleres de esa disciplina en la Universidad de Caracas, reflejando también el reducido número de los que se licenciaron y doctoraron. 4 5

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el elevado peso de los canarios y de sus hijos. Pero ello se explica por su significativa presencia en la sociedad venezolana, y especialmente en ese sector de la sociedad. Mercader era un oficio de isleños. Más del 90% de ellos eran de esa procedencia. Los restantes eran criollos de ese origen, algunos de ascendencia canaria más lejana, la gran mayoría nacidos en Caracas o en sus proximidades. No había ningún peninsular entre los alumnos de esa disciplina. La misma Universidad la consideraba una facultad menor, hasta el punto de que sus catedráticos no podían aspirar a su rectorado y estaban excluidos de ocupar un sitio distinguido en los actos literarios. Los doctores José Antonio Anzola, José Domingo Díaz, José Joaquín Hernández y Carlos Arvelo denunciaron en el claustro en repetidas ocasiones esta irregular situación. El pleno del 4 de febrero de 1819 estimó como justos sus reclamos y aconsejó plantear la situación al Gobierno. Sin embargo, no tuvo en cuenta tales súplicas, alegando que la reforma correspondía a las Cortes. Sólo en 1827 le fueron concedidos tales privilegios por el Libertador6. No cabe duda de que con las nuevas posibilidades que abría el desarrollo económico de Venezuela, la medicina se convertía en una vía para el ascenso social y para el desafío intelectual. Demostración palpable de esto es la trayectoria de dos médicos isleños de gran influencia en la Venezuela de su tiempo, José Luis Cabrera Charbonnier y Antonio Gómez, ambos procedentes de capas burguesas intermedias, originarios los dos de Las Palmas de Gran Canaria. Pese a todo es significativo que no pocos de ellos la cursaran después de haber estudiado una carrera de carácter eclesiástico o en el seminario diocesano. Ganarse la vida, ascender dentro de la escala social era la meta de los individuos pertenecientes a este sector social. La medicina podía tener una proyección limitada. Sin embargo, ese no era el caso del sacerdocio, para cuya financiación, generalmente las familias habían dispuesto por tales motivos y por los sufragios postmortem del linaje la erección de capellanías. Hasta que se tomasen los hábitos clericales, los cursantes podían recibir los beneficios de tales rentas. La explicación de que tuvieran tanto peso los canarios se puede explicar también por la inexistencia de Universidad en las Islas hasta la segunda década del siglo XIX, los elevados costes que representaba su estudio en los centros de la Península y la presencia de redes de parientes y convecinos en Caracas, que favorecía una sensible reducción de su coste en este lado del Atlántico. Ello explica, por ejemplo, que en una fecha tan tardía como 1808 el guimarero Isidro García Delgado solicita realizar sus estudios de Leyes y Medicina en la Universidad de Caracas, aprovechando que residía en esa ciudad su tío Cristóbal Delgado Tonaso7. 6 Vid. LEAL, I., La Universidad de Caracas en los años de Bolívar, t. i, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1983, p. 93. 7 Vid. CEDRÉS FELPIE, D., “Un expediente de limpieza de sangre: 1808”, El Día, 19 de enero de 1992.

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2. Los canarios 2.1. Cristóbal Peraza Cristóbal Peraza de Ayala, originario de Valverde (El Hierro), tenía muchos parientes en Venezuela, entre ellos el alcalde de Calabozo Juan Acosta Espinosa de los Monteros. Pagó los veintitrés pesos de propina para su grado de bachiller en Medicina el 21 de junio de 1786. Había cursado cuatro años de Medicina desde el 18 de septiembre de 1782 hasta el 21 de julio de 1786. La recepción de los de Filosofía y Artes había sido en diciembre de 1783. El de Medicina aconteció el 2 de agosto de 1783 ante un tribunal constituido por Carlos Monasterios, Baltasar Marrero, el maestro Mariano de Cova y el bachiller Felipe Tamariz, el único galeno de todos los citados, aunque Marrero había cursado esa especialidad. Contó con los votos de la totalidad de los miembros. Las conclusiones habían sido propuestas por el catedrático Francisco Molina, del que fue, junto con su paisano Tomás Hernández Martínez, su primer graduado8. Su padre José Manuel Peraza Espinosa era regidor del Cabildo de su isla natal y su madre María Padrón Espinosa, hija de Sebastián Padrón Arteaga y Catalina de Guadarrama, todos, como él, naturales de Valverde, la capital insular. Pensó dedicarse a la carrera eclesiástica, porque, encontrándose ausente en la provincia de Caracas, su padre solicitó para él la capellanía del licenciado y presbítero herreño Sebastián Padrón Bethencourt de Castañeda. Su pariente Juan Acosta Espinosa de los Monteros el 3 de octubre de 1781 desde Calabozo le había dado poderes como su patrono para que la desempeñase Cristóbal, que por esas fechas se hallaba cursando estudios en Caracas, ya que se hallaba vacante por muerte de su último poseedor. Había cursado estudios de Filosofía, de Latinidad por dos años y varios meses, de Elocuencia y de Artes en el Seminario de Santa Rosa de Lima de Caracas, como lo certificaron sus profesores el 19 de diciembre de 17879. Sin embargo, su temprana muerte el 11 de enero de 1788 frustró tanto su carrera eclesiástica como el ejercicio de la medicina. Precisamente, testó ese día gravemente enfermo en Caracas. Fue enterrado en la capilla del Carmen de la parroquia de San Pablo con el hábito de San Francisco. Sus bienes eran sus legítimas paternas, un juego de hebillas de plata, pie y charretera de plata y una deuda de doscientos pesos de una obligación contraída por su paisano José Díaz, yerno de Matías Clavo. Su biblioteca médica fue notable y es un fiel testimonio de la difusión de las ideas ilustradas entre los médicos venezolanos de su tiempo. En ella se encontraba el Tratado de la naturaleza humana de David. Hume y obras médicas notables en su época como los diez tomos de la obra completa del catedrático de medicina de la república de Harderwick 8 9

Archivo Histórico de la Universidad Central de Venezuela (AHUCV), Libro 1º de grados médicos. Archivo del Obispado de Tenerife (AOT). Capellanías, C-18.

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Johannes de Gorter, sus disputas en un volumen, cuyos textos se incorporaron al plan de estudios elaborado por Olavide, un tomo de la medicina de Rivero, la de Gaspar Bravo de Sobremonte, un catedrático tradicionalista moderado de la Universidad de Valladolid y médico de cámara de Felipe iv y Carlos ii, defensor de la teoría de la circulación de la sangre de Harvey, uno de medio folio del anatomista francés Jacques Sylvius, la medicina de Giorgio Baglivi, catedrático de Cirugía y Anatomía de Roma, miembro de la Royal Society de Londres, uno del británico Thomas Sydenham, estudioso de los síntomas, dos del germano Daniel Sennert, catedrático de la Universidad de Wittenberg, acusado de herejía por su defensa del atomismo y estudioso de las enfermedades infecciosas como la escarlatina, tres y seis tomos de la física racional y experimental –la primera obra en su género editada en España– del doctor Andrés Piquer, catedrático de la Universidad de Valencia y amigo de Gregorio Mayans, ecléctico, a mitad de camino entre el hipocratismo y la física experimental, uno de Hermann Boerhaave, médico, físico y humanista holandés una de las figuras más notables de la medicina europea, que combinó las teorías clásicas con las concepciones patológicas del siglo xvii, dos de Borelli y otro de Alsinet. También poseía farmacopeas como las de Junken y la Augustana y “algunos otros libros de medicina y filosofía y otros que dará razón el bachiller don Juan de la Sierra”, galeno como él, que fue su albacea junto con José Salcedo, siendo sus herederos sus padres10. 2.2. Tomás Hernández Martínez Tomás Francisco Hernández Martínez nació La Matanza (Tenerife) el 18 de septiembre de 1761, siendo bautizado en su parroquia del Salvador el 24 de ese mes. Era hijo de Francisco Hernández Martínez y Antonia Pérez del Castillo, naturales y vecinos del lugar. El 26 de octubre de 1776, ya emigrado a Caracas, cuando contaba 19 años de edad, decidió con hábitos talares de estudiantes, ingresar en el Seminario de Santa Rosa de Lima11. Sin embargo, optó por abandonar la carrera eclesiástica, pues el 30 de junio de 1788 contrajo nupcias con María Josefa Asencio, hija de Juan Asencio Rodríguez y Cecilia Hernández. Dos años antes, el 21 de julio de 1786, había abonado los 23 pesos de propina para la obtención del grado de bachiller en Medicina. Desde el 18 de septiembre de 1784 hasta el 21 de julio de 1786 había asistido a la práctica hospitalaria y al ejercicio médico en casas particulares. Había cursado cuatro años de estudio médicos desde el 18 de septiembre de 1782 hasta el 21 de julio de 1786. Para alcanzar ese grado presentó dos certificaciones de medicina práctica y el de bachiller en artes, que había alcanzado el 14 de mayo de 1780. En mayo de 1782, al obtener el 10 11

Archivo General de la Nación (AGN) Escribanías, Pedro del Río, 11 de enero de 1788. AHUCV, Seminario de Santa Rosa de Lima, Libro 2º de partidas de bautismos, VI, T2, nº 60.

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de filosofía, había hecho información de limpieza de sangre, como certificó Agustín Arnal, secretario del seminario de Santa Rosa de Lima. Fue examinado de bachiller en medicina el 21 de julio de 1786 en un tribunal formado por Carlos Monasterio, Baltasar Marrero, el maestro Mariano de la Cova y el facultativo Felipe Tamariz, regentando la cátedra Francisco Molina. Sus conclusiones versaron sobre fisiología, patología, orina y diabetes, Nadie puso impedimento alguno y fue aprobado como tal el 1 de agosto de ese año12. Pocos datos tenemos sobre su ejercicio facultativo y sobre su trayectoria. 2.3. José Luis Cabrera Charbonnier José Luis Cabrera Charbonnier nació en Las Palmas de Gran Canaria el 10 de febrero de 1767. Fue apadrinado por el canónigo de la catedral canariense José Ventura Reyes. Vivió con su madre, Magdalena Charbonnier en Las Palmas, mientras que su padre, Francisco Hernández Cabrera, nacido en el barrio marinero de Triana el 31 de julio de 1733, diputado del común de su ciudad natal, se embarcó para Caracas, donde ejerció como mercader y tuvo también una bodega que administraba con su paisano el palmero José Pagues a partir las ganancias13. Vinculado al tráfico canario-americano con anterioridad a su establecimiento definitivo en Caracas, fue en 1763 maestre del buque Santísimo Sacramento alias El Santiago, que viajó de Las Palmas a Campeche y en 1761 capitán del Vencedor, de Tenerife a La Guaira. Sus abuelos por parte materna procedían de Francia y fallecieron en Las Palmas. Eran Jean Charbonnier, natural de Cognac, y Anne-Thérèse Marchand, de Tolón. Su madre, Magdalena, había nacido en Las Palmas el 30 de octubre de 1727. José Luis, tras haber sido familiar del obispo Herrera, emigró finalmente a Venezuela en 1785, pues firma sus informaciones de genere poco antes de embarcarse, el 15 de septiembre de ese año14. Bebió, por tanto, en su formación de las fuentes ilustradas del Seminario Conciliar de Canarias. Al poco tiempo de arribar al país del Orinoco, el 18 de diciembre de ese año dio comienzo a sus estudios de Medicina en la Universidad de Caracas, bajo la dirección del protomédico José Francisco Molina. Al fallecer éste presentó certificado de ellos avalada por Juan José de la Sierra y Tomás Martínez. Continuó su docencia a partir de septiembre de 1787 con el protomédico caraqueño Felipe Tamariz. Asistió con él a sus pacientes y a la enfermería del seminario de Santa Rosa de Lima. Obtuvo aval de tal labor el 19 de septiembre de 1788. Alcanzó el grado de bachiller en Artes el 3 de junio de 1788. Sus estudios clínicos los realizó con el galeno citado durante dos años, desde septiembre de 1788 hasta el 18 de diciembre de 1789. Celebró examen el 5 de AHUCV, Libro 1º de grados médicos. HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M., Los canarios en la Venezuela colonial (1670-1810), Caracas, Bid & Co, 2008, p. 238. 14 AHPLP, Protocolos notariales, leg. 1879. 12 13

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junio de 1790 ante un jurado constituido por los doctores Felipe Tamariz, José Antonio Anzola y Vicente Fajardo y los bachilleres Tomás Martínez y Juan José de la Sierra. Obtuvo el grado de bachiller en Medicina el 21 de ese mes tras haber abonado el 27 de mayo veintitrés pesos en propinas. Finalmente inició los dos últimos años de estudios clínicos en los hospitales caraqueños de Nuestra Señora de la Caridad y militar hasta que el Protomedicato le entregó el de licenciado de Medicina en 179215. Lo solicitó el 19 de junio, tras haber presentado información de pasantía a Juan José de la Sierra con Francisco Molina y Felipe Tamariz. En su escrito informó que se hallaba dispuesto para marchar a México a la semana siguiente, viaje del que no tenemos constancia que llegara a realizar, por lo que le era necesario llevar el título de bachiller16. El 26 de abril de 1792, como profesor de la Facultad de Medicina firmó con Felipe Tamariz un informe sanitario sobre la idoneidad de los terrenos de la Trinidad que estaban prevenidos por el intendente Saavedra para fabricar en ellos los nuevos hospitales de la tropa y Caridad y los de la Candelaria a propuesta de los facultativos Pedro Barceló y Juan La Combe17. Desde 1798 hasta 1800 Cabrera fue médico del Hospital de la Caridad. Desde allí pasó a la dirección del Militar, en donde en 1803 fue reemplazado por José Domingo Díaz. En 1804 fue encargado por el capitán general Guevara Vasconcelos para la redacción de un proyecto de fabricación de un hospital en La Guaira. Se consideraba más a propósito para la realización de las visitas de sanidad en ese puerto, por lo que recomendó que se encargase de ella, “caso que habrá fijado su residencia en esta plaza, en la cual le proporcionase los demás auxilios y consideraciones que sean relativas al gobierno por lo satisfecho que estoy de su instrucción y talentos”18. En su informe de 7 de septiembre de 1804 reconoció el carácter fatídico de las disenterías en los países cálidos y muy especialmente en los puertos. Participaba de las concepciones propias de su tiempo desconocedoras de la bacteriología. Atribuye a La Guaira un clima favorable por su “calor insoportable, el aire de tierra interceptado por la alta serranía, las malas, un aire grueso y salino”19. Libre de las influencias aristotélicas, escribió varias obras de investigación médica como la “Memoria de la historia de la Medicina hasta Paracelso”, y “Observaciones sobre la epidemia del dengue en esta capital de 1828”, “Conocimiento de las

15 RODRÍGUEZ RIVERO, P. D., Historia médica de Venezuela. Caracas, 1931, p. 100. AHUCV, Libro 2º de grados médicos. 16 AHUCV, Libro 2º de grados médicos. 17 ARCHIVO DE LA ACADEMIA DE LA HISTORIA DE VENEZUELA (AAH), Civiles 10-5890-4. 18 SILVA ÁLVAREZ, A., Situación médico-sanitaria de Venezuela durante la época del Libertador, Caracas, 1985, p. 162. 19 Reprod. en SILVA ÁLVAREZ, A., op. cit., pp. 206-207.

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sanguijuela” y “Discurso sobre la importancia del pulso en la apertura del tercer año de la sociedad médica de Caracas”, de la que fue presidente20. El Libertador, por decreto de 25 de julio de 1827, erigió la Facultad de Medicina de la Universidad de Caracas. Sustituía en sus funciones al extinto Protomedicato con jurisdicción en los departamentos de Caracas, Maturín, Orinoco y Zulia. Casi un mes después, el 21 de julio, se erigió su tribunal y José Luis Cabrera fue su primer presidente. Tras dos años de dirección, en 1829 fue elegido conciliario. Simultáneamente se integró dentro de la sociedad médica de instrucción, de cuya junta directiva fue designado censor. En 1828 presentó en ella sus observaciones sobre la epidemia reinante, el ya referido estudio sobre el dengue y en 1829 su conocimiento de las sanguijuelas y su discurso sobre el pulso, con el que abrió el tercer año de esa entidad el 2 de noviembre de ese año21. Sobre el dengue, describía su alcance, dadas las condiciones de insalubridad de su tiempo, como epidémico “por la universalidad con que ha dado a estos habitantes y la extensión del país que ha corrido, sin respetar sexo, edad, procedencia ni color”. Sobre sus causas desconocía por completo su origen bacteriológico. Se inscribía en la orientación ilustrada de atribuir a “la atmósfera, cuyas modificaciones han obrado sobre la cutis y los músculos, excitando más o menos el sistema vascular según las disposiciones y temperamento de los individuos”22. José Luis Cabrera falleció en Caracas a las 8:20 de la noche del 18 de septiembre de 1837 a los 71 años de edad. La Gaceta de Venezuela del 1 de octubre le tributó un homenaje en el que glosó la pérdida que representaba para las ciencias y la humanidad “el eminente profesor de medicina” 23. Pero no sólo sería en la vertiente médica en la que destacó José Luis Cabrera. Fue notable su protagonismo en las guerras de Independencia. Representó a Guanarito en el primer congreso constituyente de Venezuela, firmando la declaración de Independencia. Desde bien temprano formó parte de los sectores más radicales que abogaban por la secesión. Como la mayoría de sus paisanos tomó abierto partido por la Junta Suprema. Se puede apreciar ese apoyo en la representación que firmó, encabezándola junto con otros 115 isleños avecindados en La Guaira24. Exponente de la ideología liberal en el Parlamento, fue uno de los partícipes del debate del 4 de julio de 1811. Reprochó en la sesión de 18 de noviembre de 1811 el uso del título de Castilla de conde de la Granja “al señor Ascanio”. Propuso “que se aboliesen en los oficios estos 20 El de la epidemia de dengue está reproducido en CABRERA, J. L., “Dengue”. Archivos de Historia Médica de Venezuela, 6 (1934), pp. 152-154. Vid. RODRÍGUEZ RIVERO, P. D., op. cit., pp. 101-105. 21 BRUNI CELLI, B., Historia de la Facultad Médica de Caracas, Caracas, 1957, pp. 161-164 y 238-244. 22 Vid. CABRERA, J. L., op. cit., pp. 152-154. 23 RODRÍGUEZ RIVERO, P. D., op. cit., p. 107. 24 Gaceta de Caracas, 2 de noviembre de 1810.

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títulos en Venezuela, independiente de Castilla, y todos los que no fuesen propios de un gobierno democrático”25. Manifestó que la Europa antes de la Revolución francesa había reconocido “estados independientes mucho más pingües que Venezuela, como eran las Repúblicas de Luca y San Marino”, por lo que “la diferencia de estabilidad debe estar a favor de la América, que no tiene aún los estados preponderantes, que puedan absorber los pequeños que van a formarse, mientras se ligan entre sí los dos continentes, meridional y septentrional”26. Cabrera se exilió a las islas del Caribe desde 1814, con el ascenso al poder de Monteverde. Rodríguez Rivero señaló que su renombre fue grande en las islas donde se asentó, en las que ejerció la medicina, especialmente en Curaçao, en la que trabajó. Expuso que allí “asistió al almirante Brion en la enfermedad que le llevó a la tumba el 27 de febrero de 1821”27. No pudo regresar hasta 1827 con la consolidación de la Independencia. El 30 de marzo de 1816 se le abrió en La Guaira una información sobre su conducta política. El comandante militar de la plaza, Domingo María Bobadilla manifestó que había oído decir que “era un hombre enemigo acérrimo de los españoles y no le gustaba le hablasen del nombre español y sólo de Napoleón, de modo que demostraba gran incomodidad cuando se hablaba a favor de nuestro Rey y contra la perfidia de Napoleón”. Manuel Carmona refirió que respiraba odio a los españoles y sus mismos paisanos isleños con una adhesión decidida a favor de los rebeldes. Sin embargo, las pesquisas quedaron ahí y fueron suspendidas el 12 de septiembre de ese año28. No obstante, sus propiedades quedaron incautadas y subastadas entre los realistas. Al regresar en primer lugar su hijo José Eduardo el 15 de septiembre de 1827, tomó posesión de su hacienda del Carmen. Ésta había sufrido una notable disminución de su valor, por lo que solicitó reducir los considerables censos con que estaba gravada, descenso que estaba plenamente justificado por la grave merma sufrida en la plantación. Con anterioridad estaba cotizada en 20 000 pesos y tenía una cosecha de 200 a 250 fanegas de cacao anuales. Pero por esas fechas sólo valía en total 7608 pesos. Poseía 779 árboles de cacao y 77 frutales evaluados en unos 3155 pesos29. Tras la victoria de la causa republicana, Cabrera regresó a Caracas, siendo su posición favorable a la ruptura de Venezuela con la Gran Colombia. En el Congreso Constituyente de 1830 resultó elegido diputado por Caracas. En él, apoyando la proposición de José María Vargas la completó el 10 de mayo con una arremetida contra el Libertador, que Parra Pérez estimó “abominable”: “Que el enunciado pacto no pueda Ibid., t. II, p. 159. Ibid., p. 151. 27 RODRÍGUEZ RIVERO, P. D., op. cit., p. 104. 28 AAH, Independencia, 411-1974. 29 AAH, Judiciales, A15, C21, D8391. 25 26

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tener lugar mientras exista en el territorio colombiano Simón Bolívar”. Su propuesta quedó diferida, pero el 26 volvió a reiterarla y fue aprobada el 2830. 2.4. Antonio Gómez Antonio Gómez, natural de Las Palmas de Gran Canaria, emigró a Venezuela con sus padres y hermanos en abril de 1801 o poco tiempo antes. Estos, el granadino José Antonio Gómez y la natural de Santa María de Guía Micaela de Silva Carrizal, se desplazaron a Caracas con todos sus hijos. En la ciudad del Ávila el padre se empleó como contralor del Hospital de la Caridad, falleciendo en Santa Cruz de Aragua, donde residía como administrador de tabaco su hijo Vicente Gómez, el 20 de octubre de 1804. Se le enterró con misa mayor y no testó31. Antonio había estudiado en el centro ilustrado por excelencia de Canarias, el Seminario Conciliar de Las Palmas. Según el certificado del prebendado de la catedral de Las Palmas y catedrático del Seminario, Esteban Fernández Salazar de 9 de junio de 1801, fue manteísta en él y recibió siete cursos, cuatro de Filosofía, tres de Teología, dos de Dogma, y uno de Lógica, de Metafísica, de Ética, de Física y de Lugares teológicos, impartidos todos ellos dentro de su plan de estudios32. Para ingresar en la institución universitaria era imprescindible la fe de bautismo para la necesaria limpieza de sangre. Pero por los problemas matrimoniales de su padres, al ser José Antonio viudo de una hermana de su madre y verse obligado a solicitar la dispensa del Vaticano, por lo que fue encarcelado y la legalización del matrimonio se alargó de forma considerable, eso podía ocasionarle problemas, ya que estaba inscrito como hijo natural. De ahí que en los documentos universitarios aparezca en un caso como natural de La Laguna y en otro de Las Palmas. Por ello solicitó que se le exonerase de ese requisito y se le sustituyese con una declaración jurada de tres grancanarios residentes en Caracas, lo que se le concedió. Declararon conocerle desde niño en Las Palmas Agustín Espino, Rafael Rodríguez Blanco y Francisco Rodríguez Barrera, los tres naturales de Las Palmas y vecinos de Caracas33. Gómez estudió tres años de Medicina en la Universidad de Caracas entre septiembre de 1801 y septiembre de 1803. El 24 de diciembre de 1804 alcanzó el grado de bachiller ante un tribunal constituido por José Ángel Álamo, Santiago Limardo y José Joaquín Hernández. Sin embargo, no se le despachó por no haber efectuado las prácticas correspondientes. No obstante, en su expediente universitario se hizo constar la PARRA PÉREZ, C., Mariño y la Independencia de Venezuela. Madrid, 1957, pp. 187 y 206. Archivo Parroquial de Santa Cruz de Aragua. Libro de defunciones, 1783-1899. 32 AHUCV, Libro 2º de grados médicos. 33 Ibid. 30 31

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certificación de José Domingo Díaz y José Luis Cabrera de haberles asistido dos años a los dos al mismo tiempo en el Hospital Militar hasta diciembre de 180234. Uno de los miembros de ese tribunal, Santiago Limardo, en calidad de fiscal del Protomedicato, trató de procesarlo en los tribunales. Lo denunció el 7 marzo de 1805 por no haber cursado los cuatro años de Medicina requeridos. Se oponía a que pudiera presentarse a la plaza de médico de Turmero. Alegaba que “en todo rigor apenas ha cursado unos meses”, por lo que, faltándole los cursos ordinarios, no podía haber ganado los dos años de pasantía. Otros argumentos eran los de su residencia en la provincia desde el 3 de abril de 1801, por lo que no tenía los preceptivos cuatro años y no poseer los 25 años de edad ordenados para su ejercicio. Insiste también en el ya consabido tema de su partida de bautismo, para el que había presentado cuatro testigos que afirmaban haberla visto como natural de Tenerife. Sin embargo, Limardo objeta que tres eran naturales de América y el tinerfeño vivía en Caracas en abril de 1801. En su defensa expuso el testimonio de Felipe Tamariz, que certificó su prueba en junio de 1802 de los elementos de Medicina práctica del doctor Cullen, “no sólo con los conocimientos de buena lógica y física que trajo de su patria, sino también con talento privilegiado para las ciencias”. Por todo ello, en su informe de 24 de marzo de 1805, avaló “su grande aplicación, carácter moderado, de tal manera que por estas razones ha merecido siempre mi confianza y toda mi consideración, no menos en la clase de mi cargo que en la cabecera de un enfermo”35. Su formación en el Seminario de Las Palmas incorporaba los planteamientos más novedosos en filosofía y física experimental y disciplinas como matemáticas, botánica y agricultura, por lo que, en el medio anquilosado de la universidad tomista, llamaba ciertamente la atención. En su declaración de 2 de abril de 1805 Gómez reflejó que al mismo tiempo que estudiaba Medicina, asistía a las clases y se ejercitaba en la práctica. Sobre la acusación de sólo haber cursado tres años, arguyó que era práctica común en la universidad caraqueña su graduación como bachilleres con sólo ese requisito, como había acontecido con el mismo Limardo y todos sus condiscípulos y que estudió Filosofía desde el 18 de septiembre de 1794 hasta 26 de febrero de 1797 y Medicina desde el 7 de enero de 1790 en esas mismas fechas. Su paisano Mateo Hernández Guerra y Manuel José Pantoja y Juan Vicente Delgado alegaron que era cierta su asistencia entre el 18 de septiembre de 1801 y el 24 de septiembre de 180436. Sostuvo que era imposible que José Domingo Díaz hubiese avalado sus conocimientos y depositado su confianza para recetar antes de dos años, si “no hubiese con nueve meses de estudio sostenido todo el sistema de medicina públicamente en la universidad”. Su paisano José Luis Cabrera Ibid. AAH, Civiles, 1805. 36 Ibid. 34 35

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afirmó que “era merecedor por mis conocimientos e inteligencia en las lenguas francesa e inglesa, donde se halla escrito lo mejor en materias de medicina y acerca de las enfermedades propias de estos climas” y que “se hallaba instruido en la teórica y adornado del conocimiento de las ciencias auxiliares”.37. Manifestó que la oposición de Santiago Limardo procedía “de la malevolencia que me profesa de la venganza que sus sentimientos han querido hacer hereditaria”. Su padre, como contralor del Hospital de la Caridad, “en fuerza de sus obligaciones”, le efectuó “algunas privadas advertencias del excesivo número de enfermos muertos que por las diarias listas necrológicas del mismo hospital observaba en su tiempo con notable desproporción en iguales circunstancias de los anteriores profesores”. No llevó a bien tales consejos y suscitó un expediente escandaloso sobre sus remedios y sobre cierto lamedor pectoral que expresaba estar preparado en regla, por lo que resultó condenado por el Protomedicato, por “la propiedad e ignorancia de sus recetas y exposición sobre el dicho lamedor”. Por ello se dedicó a ejercitar la pluma contra su difunto padre y los boticarios. De tales circunstancias planteó que provenía “el odio implacable que me profesa y a mi casa”38. La Audiencia, en julio de 1805, consideró improcedente tal acusación, teniendo en cuenta que el propio Limardo y otros condiscípulos de esa Universidad no habían cumplido esos requisitos. Aseveraba que esa normativa no debía ser de observancia rigurosa si el candidato había demostrado el talento requerido, como creía que concurría en Gómez. Lo sorprendente de este dictamen es que aludía a los estudios realizados en la Universidad de Canarias, entidad a todas luces inexistente. El 4 de noviembre de 1804 pudo desempeñar la plaza de médico en la localidad aragüeña de Turmero. El 28 de noviembre de 1807 fue designado miembro de la Junta Central de la Vacuna, cuyo objetivo era proceder a la valorización de la población venezolana dentro de la expedición de la vacuna dirigida por Francisco Xavier de Balmis. Fruto del trabajo en este organismo, fue su escrito Sobre los medios de precaver la falsa vacuna, redactado en marzo de 1808, una obra en la que nos muestra su creencia en la capacidad redentora de la ciencia como instrumento de mejora social39. El 4 de noviembre de 1807 se graduó como licenciado en un acto en el que intervinieron Baltasar Marrero, Felipe Tamariz, José Mateo Machilanda, José Agustín Álamo y el doctor Lorenzo Laza. Fue examinado en la Facultad de Medicina y en la Física de Aristóteles. El doctorado lo alcanzó el 19 de enero de 180840. Ibid. Ibid. 39 Vid. ARCHILA, R., “La Junta Central de la Vacuna”, en Bello y Caracas. Primer Congreso del Bicentenario, Caracas, 1979, pp. 245-246. 40 AHUCV, Libro 2º de grados médicos. 37 38

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De su trabajo en los Valles de Aragua derivó un informe en el que dio cuenta de las calenturas reinantes en ellos desde mayo de 1808. En él analizó la epidemia no sólo en función de sus causas estrictamente climatológicas, sino en sus derivaciones socio-políticas. Interpretó su procedencia, pero relacionó su impacto con factores de índole social41. Como ferviente ilustrado, tras exponer las causas en su globalidad según las concepciones científicas de la época, contemplaba soluciones meramente reformistas, sin cuestionar el origen real de los condicionantes sociales de tales enfermedades. Sin embargo, su método profiláctico demostraba su integración en las corrientes más avanzadas de su tiempo42. Con posterioridad ejerció su profesión en Cumaná. En 1809 fue nombrado fiscal del Protomedicato, que desempeñó hasta 1811. Compartió ese empleo con la plaza de primer médico del Hospital de la Caridad43. En los prolegómenos de la emancipación Gómez ya aparece involucrado en el movimiento juntista de 1808 durante su estancia en Maracay. Precisó que La historia de la enfermedad ocurrida en los Valles de Aragua, su método curativo y preservativo, la entregó a Casa León para que la dejase en la Dirección de Tabaco, “como que de esta renta se había suministrado para la curación de los enfermos, por ser los que se emplean en la siembra del tabaco”. Desmintió el que se la reservase para presentarla a la Junta que se iba a establecer. Reconvenido de lo afirmado al respecto por el presbítero Francisco Montero, sostuvo que esta duda la fundaba sobre lo que había oído decir acerca de sus intenciones de que se formase una Junta, por cuyo motivo conjeturaba podía no haberla entregado al señor capitán general, para hacerlo a ella44. Gómez colaboró con el gobierno independentista y se identificó con sus propuestas, como aconteció con su hermano Vicente, que se hallaba en San Carlos, uno de los más importantes centros isleños, donde ejercía como administrador de la Renta de tabacos. Fue uno de los más firmes partidarios de la declaración de guerra a Valencia, la cual se había mostrado disconforme con la independencia. Conjuntamente con otro isleño, José Luis Leal, que era justicia mayor de San Carlos y del europeo y administrador de rentas, Domingo Olavarría firmó un manifiesto en la Gaceta de Caracas el 15 de octubre de 1811 en nombre de esa localidad, en el que exhortó a los ciudadanos a seguir “la justa causa de la emancipación de la América enarbolada por la vigorosa e ilustrada Caracas”, respetando “la soberana autoridad que constituyeron los pueblos 41 Reproducido en CARRERA DAMAS, G., Materiales para el estudio de la cuestión agraria en Venezuela (1800-1830), Caracas, 1964, pp. 23-27. 42 Comentan este estudio PERERA, A., Historia de la medicina en Venezuela, Caracas, 1951, pp. 190191; BRICEÑO IRAGORRY, M., Casa León y su tiempo, Caracas, 1946, pp. 82-89, y GONZÁLEZ GONZÁLEZ, G., Crónicas de Maracay. Ensayo sobre la vida colonial, Maracay, 1967, pp. 105-109. 43 Vid. RODRÍGUEZ RIVERO, P. D., op. cit., pp. 162-163. 44 Vid. Conjuración de 1808 en Caracas para la formación de una Junta Suprema Gubernativa, Caracas, 1949, pp. 9-13, 23, 28 y 48-50, e QUINERO, I., La conjuración de los mantuanos, Caracas, 2008, 2ª ed.

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de Venezuela el 19 de abril de 1810”. Lamentaban “el atroz ímpetu de ciertos isleños” engañados, perpetrado en la capital el 11 de julio último y la inclusión de varios españoles europeos en la execrable revolución de Valencia, ante lo que pide que se siga mostrando “nuestra unión y confraternidad con el sistema actual de Gobierno” y peleando “por su independencia y libertad”. Los tres dieron cada uno “un donativo a favor de la independencia absoluta de Venezuela” de 1100 pesos45.Vicente fue designado diputado del Congreso insurgente de Venezuela46. El 19 de febrero de 1811, William Burke, el enigmático intelectual liberal irlandés que desde La Gaceta de Caracas apoyó la causa de la independencia de Venezuela, publicó en ese mismo periódico unas reflexiones en la que se mostraba partidario de la libertad de culto. Ese artículo provocó una tormenta política y religiosa que afectó seriamente al gobierno, por cuanto se consideraba que sus ideas agrietaban la ya de por sí precaria estabilidad de la sociedad venezolana. Entre las críticas que contra él se vertieron, destaca la de Antonio Gómez, publicada los días 9, 12 y 16 de abril de ese año, que tuvo una gran resonancia y apoyo entre los sectores independentistas caraqueños47. No era contrario a la tolerancia de personas, sino a la de la religión. Recapacita que “se opone a nuestra población y prosperidad; y, porque favorece los ambiciosos proyectos de un tirano”. La sociedad era “la agregación de las voluntades de los individuos; y el resultado de sus opiniones comunes. Esta grande obra, negada a la debilidad del entendimiento humano, sólo podía reconocer un origen sublime”. Utilizó El Contrato Social para sostener que la religión asegura “el imperio de la razón, colocándole en la misma conciencia y haciéndole profesar los dogmas sociales por política, si sucediera la desgracia de que no le respetase por convicción”48. Sus ideas eran plenamente coherentes dentro de esa filosofía: “La tolerancia es el homenaje que el hombre ilustrado y virtuoso tributa a la libertad: es un derecho imprescriptible del entendimiento humano. Más la sociedad y sus leyes, conservando el ejercicio interior de este derecho en el hombre, ha prescrito al ciudadano ciertas restricciones para asegurar otro de sus inajenables [sic] derechos, que es la propiedad”. Los campesinos y pequeños comerciantes isleños, que habían apoyado la causa independentista, bien pronto se sintieron disconformes con la política que emanaba del gobierno revolucionario. El 11 de julio de 1811 tuvo lugar en la Sábana del Teque una rebelión contra el Gobierno, constituida en su mayoría por isleños, siendo ejecutados 45 Vid. PARRA PÉREZ, C., Historia de la Primera República en Venezuela., Caracas, 1959, Tomo I, pp. 330-331. 46 URQUINAONA Y PARDO, P., Memorias de Urquinaona (comisionado de la regencia española para la pacificación del Nuevo Reino de Granada), Madrid, 1917, pp. 117-121. 47 La obra fue reproducida en folleto aparte también. Modernamente fue reimpresa en FELICE CARDOT, C., La libertad de cultos en Venezuela, Madrid, 1959. 48 FELICE CARDOT, C., op. cit., pp. 235-238.

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algunos de ellos. Antonio Gómez fue implicado como uno de los promotores, por lo que “fue extrañado del territorio de la confederación”49. Urquinaona piensa que su actitud fue consecuencia del despecho que le produjo que su solicitud de representar a Venezuela en Londres no fuera correspondida50. Al ser expulsado del país, se refugió en Trinidad. Comenzó de esa forma una estrecha relación con las autoridades británicas que le sería primordial posteriormente. Por influjo de su hermano Vicente, Monteverde “envió un buque de guerra a traerlo de Trinidad, donde se había refugiado cuando lo derrotó la junta después de algún tiempo de prisión por complicidad en alguno de los incesantes proyectos de contrarrevolución que acortaron contra ella. De golpe le nombró Contador Mayor interino con todo el sueldo”51. La represión protagonizada por Monteverde tuvo a los hermanos Gómez como sus más señeros protagonistas. Fue selectiva y mostró el odio visceral latente en los isleños. Al tiempo que ellos y sus parientes que colaboraron con la Primera República eran puestos en libertad, “formada la lista de los sospechosos, se levantaron partidas tumultuarias de los isleños más soeces, a quienes se entregaron sin firma, mandato ni formalidad algunas, los nombres de aquellas víctimas, dejando lugar para agregar libremente los que después fueran ocurriendo a los bárbaros ejecutores del atentado”52. Se le atribuye ser “el más temible de aquellos exaltados por el ascendiente que tenían en el ánimo de Monteverde [...]. Todo su mérito consistía en aquella persecución, que acaso se exageraba otro tanto más de la realidad, en los eructos de venganza que echaba con la más imprudente grosería hasta en la mesa pública del Jefe y en la gran ciencia que le suponían los tontos, porque imprimió un folleto contra la tolerancia religiosa”. Heredia conoció “por el descaro y la pedantería que aquél debía ser el ídolo de su paisano”53. El resentimiento parecía ser su móvil: “Yo no quiero que el olvido entre por las cabezas, porque esta mañana u otro día volverán a las andadas. El indulto al pueblo es de necesidad, pero también lo es limpiar el país de estas cabezas infelices”54. La incapacidad del “poder isleño” por controlar la situación determinó la toma de Caracas por los insurgentes. Antonio Gómez se refugió nuevamente en Trinidad, donde el gobernador inglés le requirió sus servicios y le pidió a Monteverde que permaneciese allí por necesitarlo para la administración de la justicia. De esa forma, dice Heredia, “esta fuga tan oportuna le salvó la vida, que hubiera perdido en manos de

49 YANES, J. F., Relación documentada de los principales sucesos ocurridos en Venezuela desde que se declaró Estado independiente hasta el año de 1821, Caracas, 1943, tomo I p. 8. 50 URQUINAONA Y PARDO, P., op. cit., p. 227. 51 HEREDIA, J. F., Memorias, Caracas, 1986, p. 109. 52 Ibid., p. 214. 53 HEREDIA, J. F., op. cit., p. 109. 54 URQUINAONA Y PARDO, P., op. cit., pp. 299-300.

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Bolívar, como la perdió su hermano don Vicente que no se había hecho tan odioso”55. En realidad, Antonio Gómez había sido comisionado por Monteverde para realizar en esa colonia inglesa una misión especial. Paradójicamente se convirtió en asesor de su gobernador Ralph James Woodford. Yanes señala que, influido por él, emitió un bando el 19 de agosto de 1815 en el que se declaró que todos los que enviasen armas a las provincias insurrectas serían desterrados y sus propiedades confiscadas56. Una vez consolidada de nuevo la restauración en Caracas, regresó a esa ciudad. La imprenta de La Gaceta, ahora órgano realista, estuvo establecida en su casa hasta agosto de 181557. En 1821 solicitó su traslado, ya con rango de teniente coronel, y su agregación en su clase a Santa Cruz de Tenerife, pero se le denegó. Al no concedérsele, optó por asentarse definitivamente en Trinidad, donde ejercería como juez. Ayudó a su paisano, el poeta, clérigo y diputado liberal Graciliano Afonso, que se hallaba exiliado por su condena a muerte por haber votado la incapacidad de Fernando vii. 2.5. Mateo Hernández Guerra Mateo Hernández Guerra, originario de San Juan de la Rambla (Tenerife), finalizó sus estudios en 1808. Había emigrado a Caracas con sus padres y hermanos. Efectuó sus prácticas médicas en el Hospital Militar de Caracas primero con José Domingo Díaz entre el 27 de septiembre de 1803 y la misma fecha de 1805 y después con José Ángel del Álamo desde el 21 de septiembre de 1807 hasta el 9 de mayo de 1808. Graduado en Artes el 11 de julio de 1803, cursó cuatro años de Medicina, hasta que fue bachiller el 16 de mayo de 1808 ante un tribunal constituido por José Joaquín Hernández, Lorenzo Laza, Carlos Arvelo y el maestro José María Vargas58. Antes de concluir la carrera médica contrajo matrimonio el 24 de mayo de 1806 con María Josefa Hernández Granadillo, viuda del canastillero grancanario José Gabriel Santana. De ese matrimonio no tuvieron sucesión. Sin embargo, criaron a Calixto y Ana, dos niños blancos expósitos. La canastilla obtenida por José Gabriel fue avaluada en 1803 en 6000 pesos. La vendió al año siguiente al dominicano Antonio Guerrero por 1700. Invirtió ese dinero en una hacienda de Río Chico que le había dejado su paisano Juan José Martínez. Falleció el 13 de agosto de 1805. Su mujer, por sus numerosos débitos y “por la debilidad de mi sexo y la disposición fatal en que dejó sus bienes”, en especial su hacienda de Río Chico, renunció a su herencia59. HEREDIA, J. F., op. cit., p. 123. YANES, F. J., op. cit., t. I, p. 246. 57 Gaceta de Caracas, 29 (4 de agosto de 1815). 58 AHUCV, Libro 2º de grados médicos. 59 Respectivamente, en AGN, Escribanías, Croquer, 6 de junio de 1756; Aramburu, 17 de febrero de 1797, y aah, Civiles, 1805 55 56

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Esos problemas económicos explican el pleito originado por José María Bañuelos, maestro de primeras letras de la parroquia de la Candelaria, que le acusó de deberle ocho pesos de la enseñanza, papel, pluma y tinta del niño recogido por José Gabriel Santana y María Josefa Hernández. Se le incautó una prenda de su casa para hacer frente a su deuda, pero Hernández Guerra alegó ante el alcalde de Caracas el 18 de junio de 1806 que no tenía jurisdicción para procesarle, ya que, al ser estudiante de Medicina, sólo podía efectuarlo el consiliario de la universidad. Sin embargo, ese juez le denegó el fuero, por entender que la deuda había sido contraída por su esposa antes de contraer nupcias con él60. Participó de lleno en el movimiento cultural de los años de la Emancipación, como se puede apreciar en su polémica en El Semanario de Caracas, número 29, del 7 de junio de 1811 sobre el carácter vegetariano de los humanos con Tomás Quintero. En él recoge las opiniones de William Duncan, que sucedió a Cullen en la cátedra de Edimburgo y de Jean-Jacques Rousseau61. En la primera etapa de las guerras de Independencia, se exilió en Puerto Rico, donde trabajó en el Hospital de San Juan. A su regreso, se estableció en Coro, donde falleció en 1816. Sobre él diría José María Vargas que con Timoteo Llamozas “formaban la mitad de un curso de estudiantes de Medicina que fueron licenciados para el ejercicio de su profesión casi en unos mismos días del año de 1809, y ambos ya dejaron de existir en el verdor de su edad y en el principio de su carrera”. En su opinión, Guerra estaba dotado de un talento aventajado, con una constitución física endeble, dominada del vicio escrofuloso, cursó con un provecho sobresaliente los estudios de Filosofía y Medicina en esta capital, luchando constantemente con los padecimientos de su mala salud. Modelo de entusiasmo por las luces por las prácticas acertadas del arte de curar, no sólo distraía sus males con la lectura continuada, sino que, próximo al sepulcro, encargaba libros con avidez, como si hubiera de poder vivir muchos años. En el hospital de Puerto Rico, se distraía de sus sufrimientos y descuidaba su situación por asistir a los demás enfermos, unas veces consultando al señor doctor Spaillat62; otras recetando con permiso de este digno profesor a los enfermos sus compañeros. Reducido a la miseria, nada le fue más sensible que el verse en la necesidad de vender sus buenos libros al tiempo de dejar aquella isla par la ciudad de Coro, en donde falleció el año de 181663.

60 AAH, Civiles, 1808, Expediente de José María Bañuelos contra el bachiller Mateo Hernández Guerra por deuda contraída por la enseñanza de un niño. 61 Vid. Semanario de Caracas, Estudio preliminar de Pedro José Muñoz, Caracas, 1960, pp. 230-232. 62 José Espaillat, médico dominicano, originario de Santiago de los Caballeros, de donde se exilió a Puerto Rico tras el Tratado de Basilea. 63 VARGAS. J. M., “Memoria acerca de la medicina…”, en Obras completas, vol. i, p. 264.

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2.6. Antonio Pineda de Ayala El grancanario Antonio Pineda de Ayala es otro genuino representante del liberalismo venezolano. Había nacido en Las Palmas de Gran Canaria en 1781. Era el segundo de cuatro hermanos varones del matrimonio formado por José Antonio Pineda y Gregoria de Ayala. Su hermano mayor fue Juan Bautista, y los menores, Faustino y Pedro. Este último llegó a ser sacerdote y falleció en Barquisimeto. Antonio fue bachiller de Medicina en 1808. José Domingo Díaz, como médico del Hospital Militar de Caracas, certificó sus prácticas en el citado hospital desde 9 de octubre de 1803 hasta 9 del mismo mes de 1807. Abonó los 23 pesos necesarios para el título de bachiller en Medicina el 7 de noviembre y alcanzó el grado el 14 de noviembre en un ejercicio en el que intervinieron dos hijos de canarios, José Ángel del Álamo y José Joaquín Hernández, y un paisano suyo, Antonio Gómez64. En 1797, a los 18 años de edad, emigró a Venezuela con sus padres. Se estableció en Barquisimeto, una localidad nodal entre los Llanos y los Andes, donde la colonia isleña era numerosa. Atraído como tantos otros en aquellos tiempos por la carrera eclesiástica, antes de 1800 recibió la primera tonsura, aunque finalmente se inclinó por la Medicina. Al terminar sus estudios decidió retornar a su tierra, pero un accidente en la nave en la que se trasladaba le obligó a quedarse un año en Puerto Rico (1809-1810) y pasar seguidamente a Santo Domingo65. La actual República Dominicana acababa de retornar a la dominación española por voluntad de sus clases dirigentes, tras deponer al gobernador francés Ferrand. Al asentarse en Santo Domingo, desempeñó el empleo de facultativo del hospital de San Nicolás de Bari. En 1819 fue designado presidente del Tribunal del Protomedicato. Se involucró de lleno en el proceso político de la llamada España Boba, hasta el punto de que fue diputado provincial. Como parte de esas funciones, dio a la luz en 1814 un breve opúsculo sobre la promoción de la vacuna contra la viruela que denominó Memoria de la vacuna66. En 1812 contrajo nupcias en Santo Domingo con Dolores Sanabria Falcón, con la que tuvo cinco hijos, tres varones y dos hembras, siendo la mayor Isidoro, nacida en la capital dominicana el 25 de julio de 1812 y el segundo, Antonio María, el 18 de agosto de 1818, licenciado en Leyes. Hijo suyo fue Antonio María Pineda, nacido en Barquisimeto el 27 de septiembre de 1850, que estudió Medicina en la Universidad Central en 1876 y se radicó en París. Retornó a su ciudad natal, donde fue valorado como uno de los más grandes cirujanos del país. Su Hospital Central lleva su nombre67. AHUCV, Libro 2º de grados médicos, leg. nº 2. Vid. SÁEZ, J.  L., “Antonio María Pineda Ayala, médico, periodista y diplomático”, Acta médica dominicana, 19, 6 (1997), p. 237. 66 Existe una reedición moderna: PINEDA AYALA, A., Memoria de la vacuna, Santo Domingo, 1977. 67 GHERSI GIL, M., Historia de la medicina en el Estado Lara desde el siglo XVI hasta nuestros días, 64 65

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En la reinstalada Universidad de Santo Domingo se inscribe cono alumno del curso de Derecho Civil y Canónico en 1816-1818. A principios de 1821, desempeñó la cátedra de Medicina. A partir del 30 de noviembre de 1820 fue elegido diputado por Santo Domingo en la Diputación Provincial. Precisamente en esas fechas dio a la luz como director a El Telégrafo Constitucional de Santo Domingo, la primera publicación en que, en su misma pluma, se utiliza el gentilicio de dominicano para los habitantes de la parte española de la Isla. Editado entre el 5 de abril y el 26 de julio de 1821, fue un órgano de información general partidario del liberalismo. Ante la proclamación de la República Independiente del Haití español, la llamada Independencia efímera, fue designado para gestionar su adhesión a la Gran Colombia. Marchó a Venezuela, donde se entrevistó con su gobernador José Antonio Páez. Pero Bolívar, que tenía pactos con la República haitiana desde la época de Petion, no podía comprometerse con esta integración y la federación le fue denegada68. Ante el fracaso de la experiencia de la Independencia efímera y la ocupación haitiana del antiguo Santo Domingo español, decidió retornar de nuevo con su familia a Barquisimeto, donde consta que en 1827 era socio corresponsal de la Sociedad Médica de Venezuela. En 1833 los miembros de la Sociedad de Amigos del País de Venezuela le propusieron como miembro de la Junta inspectora en Barquisimeto69. Como su paisano José Luis Cabrera, se involucró de lleno en la política de la Gran Colombia, alcanzando gran prestigio en Barquisimeto, hasta el punto que su municipalidad le designó como su diputado ante el jefe superior político ante la gravedad de la situación en 1828. El 13 de marzo de ese año planteó como tal comisionado que lo urgente era la salvación de la nación, por lo que, para tal fin, era necesario la continuidad de Simón Bolívar en su presidencia, “investido de todo el poder dictatorial mientras restablezca el orden, la paz, la unidad y demás elementos necesarios para la legislación más adaptable a la localidad y circunstancias de los pueblos, mejor conocida la estadística de Venezuela”70. Llegó incluso a ser su representante en el Congreso Nacional de 1833. Falleció en la capital del Estado Lara en agosto de 1852. Conocemos algunos datos sobre Pineda de Ayala como facultativo por los testimonios proporcionados por el médico larense José de la Cruz Limardo en sus Memorias. Precisó sobre él que, a su llegada a Santo Domingo, se encontraba en Barquisimeto, pero Barquisimeto, 2000, p. 44. 68 Ibid., y MEJÍA RICART, G. A., Crítica de nuestra historia moderna. Primer período del Estado libre en parte española de la isla de Santo Domingo, Santo Domingo, 2007, p. 177. 69 Sociedad Económica de Amigos del País, Memorias y estudios 1829-1839. Caracas, 1958, tomo 2, p. 65. 70 BLANCO, J. F., AZPURUA, R., Documentos para la historia de la vida pública del Libertador, t. ii, Caracas, 1978, pp. 294-295.

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“regresó a los primeros meses en 1816 y asistió a mi grado en mayo junto con Medrano y otros doctores, siendo rector el señor Dr. José Núñez de Cáceres. Debo a Pineda el más delicado agasajo. Yo vivía con el Dr. Caminero, pero Pineda y su esposa cuidaron de mí en una fiebre ligera que tuve en abril. Estuvo diez días en mi casa, entonces con este motivo, habiéndome acometido la fiebre en Viernes Santo, en momento en que veía yo la procesión allí. Luego en 1820 fui recibido en el Protomedicato, que le había venido a él concedido.”71

3. Los hijos de isleños 3.1. José Francisco Molina, el primer catedrático criollo Si importante cuantitativa y cualitativamente fue la participación isleña en los nuevos estudios de Medicina, no lo fue menos la elevada nómina de sus hijos, lo que demuestra su interés para darles una enseñanza a tono con sus posibilidades de ascenso social y reputación intelectual. Precisamente sería de ese origen el primer doctor y catedrático criollo José Francisco Molina, nacido en Puerto Cabello en 1753, hijo del mercader orotavense Jerónimo Molina y Margarita Sierra. Fue colegial pensionista del Seminario de Santa Rosa de Lima y doctor el 17 de abril de 1785, tras haber sido bachiller en Artes el 3 de junio de 1772 y de Medicina el 21 de junio de 1775, al haber recibido su enseñanza y sido formado hospitalariamente con el catedrático Lorenzo Campins y Ballester desde diciembre de 1774 hasta el 17 de julio de 1777. La licenciatura la alcanzó el 13 de febrero de 1779. Al morir Campins el 19 de febrero de 1779, siendo sólo licenciado, fue nombrado su sustituto en la cátedra, en los hospitales de Caracas y en el Protomedicato. Dos meses después alcanzó el grado de doctor. Sus recursos eran tan precarios que solicitó al maestrescuela que se efectuase su graduación conjuntamente con los licenciados José Fernández Feo, hijo de isleños como él, y con Mariano de la Cova, de ese mismo origen. Por el escrito presentado por él y por Feo, sabemos que éste “le hace gracia del coste del refresco que por sí sólo no puede tolerar y sufrir, así por su pobreza, como por ser forastero, sin casa ni parientes en la ciudad, que corran con lo que se necesite para la decencia del refresco”72. Sin embargo, le sorprendió bien pronto la muerte en el ejercicio de tales empleos, falleciendo el 14 de abril de 1788 con apenas 30 años de edad.

LIMARDO, J., “Memorias”, p. 341. GONZÁLEZ GUERRA, M., Lorenzo Campins y Ballester. Moisés, Quijote, Apóstol y Héroe de la medicina venezolana, Caracas, 2006, p. 172. 71 72

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3.2. Francisco Morales También murió tempranamente otro hijo de isleños, el caraqueño Francisco Morales, hijo del palmero Patricio Morales y de la caraqueña Bárbara Cuchilla, que contrajeron nupcias en la capital venezolana el 19 de junio de 1754. Matriculado en Medicina el 19 de abril de 1788, hizo pasantía práctica con Felipe Tamariz tanto en la enfermería del Seminario de Santa Rosa como en la visita de pacientes desde abril de 1790 hasta 1792. Bachiller en Medicina el 28 de abril de 1792, fue licenciado el 3 de abril de 1794 y doctor el 15 de mayo de ese año. Falleció apenas tres meses después, el 24 de agosto. Tres días antes testó como tal médico y profesor del Protomedicato, delegando en sus hermanos José Antonio y Santiago, “atendiendo a la gravedad del accidente”. Fue enterrado con el hábito de Santo Domingo en el convento de San Jacinto a los pies del altar de San Vicente Ferrer73. En el informe que en mayo de 1795 rindió el síndico del Ayuntamiento de Caracas sobre la creación de la clase de Anatomía, se le cita junto al doctor Molina entre los “mozos que daban muchas esperanzas”74. 3.3. José Ángel del Álamo Entre la numerosa colonia canaria establecida en Barquisimeto y su entorno se encontraban los hermanos originarios de La Orotava José y Ramón Sálamo, que era su verdadero apellido, tal y como subsiste en la actualidad en esa localidad del norte de Tenerife, el primero padre de nuestro biografiado y el segundo hacendado con propiedades en Duaca y teniente de justicia mayor de Urachiche. José, hacendado y mercader en Barquisimeto, contrajo matrimonio en esa ciudad el 1 de julio de 1773 con María de la Encarnación del Barrio, hija de Ignacio del Barrio y Ana Isabel Leal de Armella, de la clase dirigente local, por entonces ya difuntos. Dirigió las obras del puente de la Santísima Trinidad en 1806, y en 1808 ejecutó la comisión de visita de San Felipe, El Tocuyo y Barquisimeto. En 1812 se vio envuelto en una causa de infidencia a José Ignacio Maytín, en la que declara conjuntamente con sus paisanos Juan de Ponte y Antonio Álvarez. En ella manifestó que, ante la turba que llevaba arrastrado por las calles el retrato de Fernando vii se atrevió a volver su cara y quedó colocado a la izquierda de la india, que representaba a Venezuela. A las 11 de la noche regresó a la sala capitular y lo reintegró a la derecha. Sobre Maytín señaló que no se acordaba si era de los que participaron en ese acto, pero sí que en su casa concurría con frecuencia la oficialidad conjuntamente con los que cometieron ese atentado75. AGN, Escribanías, Aramburu, 21 de agosto de 1794. ARCHILA, R., Historia de la Medicina.., p. 279. 75 Vid. LOVERA, I., Vida de José Ángel del Álamo. Historia de un oligarca, Caracas, pp. 53-66. 73 74

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Su hijo José Ángel había sido bautizado en la parroquial de Barquisimeto el 12 de octubre de 1774, siendo sus padrinos Domingo e Isabel de Alvarado. En sus primeros pasos, como tantos otros, cursó estudios eclesiásticos en el seminario caraqueño, que, sin embargo, no concluyó. Es significativo el cambio experimentado en el apellido de Sálamo por del Álamo con posterioridad a la obtención del título de bachiller. Su padre encabezó y firmó un escrito el 6 de julio de 1790 con el apellido Sálamo. En él manifestó que su hijo José Ángel estaba cursando “la carrera escolástica” y deseaba tomar estado eclesiástico en Caracas, para lo que había obtenido una beca en su Seminario de Santa Rosa de Lima “por dejación que hizo de ella don Pedro Planas”. El 14 de noviembre de 1801, tras haber sido con anterioridad bachiller en Artes, lo fue también en Medicina. Con anterioridad, había asistido con José Domingo Díaz, en calidad de pasante práctico, a las visitas a los enfermos de su cargo desde el 18 de marzo de 1798. El 7 de noviembre de 1801 había abonado los 23 pesos de propina. Bajo el referido apellido de Sálamo, afirmó tener concluidos los estudios médicos, declaración que fue reafirmada por el cancelario de la universidad Agustín Arnal, que especificó que los había cursado desde el 18 de marzo de 1798 hasta igual día de 1800. Fue examinado por Felipe Tamariz, José Antonio Anzola, José Domingo Díaz y José Mateo de Machilanda. Al año siguiente, el 21 de octubre se licenció en Medicina, pero ya firmando como José Ángel Álamo. Alcanzó la licenciatura, tras hablar una hora completa y satisfacer tres argumentos que le propusieron el doctor José Antonio Anzola, el licenciado José Joaquín Hernández y el bachiller José Martín Unda. Felipe Tamariz certificó el 1 de octubre de 1802 que había asistido al aula de Medicina de su cargo en calidad de pasante teórico. Arguyó con aplicación y esmero las obligaciones correspondientes desde el 18 de septiembre de 1800 hasta el mismo mes y día de 1802. Abonó 44 pesos por el grado el 21 de octubre de 1802. Poco tiempo después, el 24 de noviembre, tras sufragar los derechos por valor de 240 pesos el 1276, ejerció como médico del hospital militar de Caracas y vocal de la Junta de la Vacuna y actuó en la lucha contra la fiebre palúdica que asoló a Maracay en 1804. En 1807 fue profesor de Medicina de la universidad. Al constituirse por decreto del Libertador el 25 de julio de 1827 su Facultad de Medicina se le nombró vicedirector. Fue también miembro fundador de la Sociedad Médica de Venezuela en ese mismo año77. Su trayectoria política es ampliamente conocida. Comprometido con la causa emancipadora desde la conspiración de los mantuanos de 1808, en su casa de Caracas se reunieron los revolucionarios en vísperas del movimiento del 19 de abril de 1810 que derribó a Emparán y proclamó la Junta Gubernativa. Elegido miembro del Congreso de 1811 por Barquisimeto, fue firmante del acta de Independencia el 5 de julio. Formó 76 77

AHUCV, Libro 2º de grados médicos. BRUNI CELLI, B., Historia de la Facultad…, pp. 25 y 238.

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parte de la comisión redactora de los Derechos del Pueblo, del reglamento de la comisión extraordinaria de justicia, de la ley sobre matrimonios y del proyecto de constitución, que firmó el 21 de diciembre de 1811. Exiliado en Santo Tomás tras la caída de la Primera República, apoyó económicamente la expedición de Los Cayos de 1816. A su retorno a Caracas fue en 1821 primer cónsul de Venezuela. Luchó activamente para que los médicos pudieran ser elegidos rectores. Alcalde segundo de Caracas en 1824, fue en 1825 presidente de la Junta calificadora de agricultores. Cofundador del periódico El Constitucional caraqueño, en 1828 fue designado jefe político de Caracas. Mantuvo una notable correspondencia con el Libertador y fue su apoderado en el pleito sobre las minas de Aroa78. 3.4. José María Vargas José María Vargas nació en La Guaira el 2 de marzo de 1786. Sus padres fueron el mercader aruquense José Antonio Vargas Machuca y la originaria de La Guaira Ana Teresa Ponce. Su padrino fue otro canario, Andrés de Ara. Sus ascendientes habían contraído nupcias en La Guaira el 24 de abril de 1782. El mismo José María lo refleja en su Diario de viaje: “Los doce primeros años de mi infancia, niñez y adolescencia los pasé en mi patria tranquilamente y con bastante abundancia”. Pasó apuros económicos con la quiebra comercial de su compañía en 1801. Se vio envuelto en una deuda de más de doce mil pesos y fueron embargados sus bienes. Sin embargo, pudo enderezar su situación entre 1807 y 1808. El pleito lo había tenido con el realejero Alejo de Ara, mercader canario que había residido tanto en Santo Domingo como en Venezuela. Se le formó concurso de acreedores, según confirmó su propio hijo al solicitar la beca supranumeraria que le permitiría seguir estudiando. Su padre, durante la guerra de Independencia, declaró en una causa de infidencia en la Sabana de Ocumare contra Francisco León de Urbina, en la que manifestó su adhesión a la causa realista. Ana Teresa Ponce falleció en La Guaira a la avanzada edad de 88 años el 15 de noviembre de 1837. Cuatro fueron los hijos de su matrimonio con José Antonio Vargas: José María, Miguel, Joaquín María y Bernardino. José María contrajo nupcias en 1826 con Encarnación Martín del Castillo, viuda de José María del Castillo. Pero no tuvo descendencia con ella, ya que enviudó pronto al fallecer su esposa en Caracas el 25 de mayo de 1827. Ella no aportó apenas bienes, gastando los pocos que poseía en su enfermedad y funeral. Remitió sus baúles de ropa y sus prendas a sus hermanas residentes en Puerto Rico. José María tuvo una hija fuera del matrimonio, Josefa María, a

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LOVERA, I., op. cit., y CAÑILZALES VERDE, F., Epistolario de Bolívar y Álamo, Caracas, 1987.

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quien reconoció. Casada con Agustín Labarte, sus hijos José María, Isabel y Natalia, fueron instituidos por su abuelo como sus universales herederos79. José María Vargas ingresó en el Seminario de Santa Rosa de Lima el 18 de septiembre de 1798 con beca de colegial porcionista con apenas doce años de edad. La disfrutó por espacio de tres años y cuatro meses hasta enero de 1802. En este centro estudió Latinidad con el presbítero José Antonio Montenegro, maestro de Andrés Bello. Asistió a la cátedra de canto llano regentada interinamente por el bachiller Rafael Paz, como se explicita en un documento fechado el 21 de julio de 1802. En enero de ese año escribió al prelado de la diócesis para comunicarle la penuria familiar por el pleito ante el consulado de Caracas con Alejo de Ara con el embargo de todos sus bienes y la formación de un concurso de acreedores. Tal situación le llevó a “abandonar el colegio por serle imposible continuar pagando la pensión. De ese desmayo se teme justamente resulte el desmayo de su fervor en la carrera literaria, y aun el mejor arreglo de su vida”. Le suplicó la concesión de una de las becas que había dejado Diego de Urbaneja por su miserable estado y por la notoria aplicación durante tres años y cuatro meses en los estudios de Retórica, Gramática y Filosofía. Le fue concedida, por lo que recibió en la universidad los grados de bachiller y maestro en Artes. Su información de limpieza de sangre y costumbres fue considerada diminuta por el hijo de canario y rector Tomás Hernández Sanabria, ya que los testigos “no deponen el conocimiento de sus abuelos ni su calidad”. Es significativo que no constasen los ascendientes de sus padres ni tan siquiera en su acta matrimonial. Vargas solicitó que se le permitiera graduarse sin esos requerimientos y se le eximiese del salario y propina obligatorios por la gracia regia de 24 de enero de 1770, al hacer justificación de su pobreza, solicitud que le fue aprobada. José Antonio Montenegro certificó su aplicación. Examinado el 9 de julio de 1803, fue aprobado por unanimidad. El 23 de enero de 1806 alcanzó el grado de maestro en Artes, tras depositar 150 pesos. Siguió estudiando en los estudios mayores de Filosofía, Teología, Cánones, Leyes y Medicina, mas sólo concluyó los de esta última disciplina. Desde el 21 de julio de 1802 hasta igual día de 1806 cursó los estudios médicos. Sus prácticas las efectuó dos años con Felipe Tamariz desde el 1 de marzo de 1804 hasta la misma fecha de 1806 y con Santiago Limardo desde 1 de abril de 1806 hasta el mismo día de 1808. El 28 de abril de ese año solicitó examinarse del grado de bachiller. Juzgado por los doctores José Mateo Machilanda, José Ángel Álamo, Joaquín Hernández, Antonio Gómez y el bachiller Lorenzo Lasso, fue aprobado el 4 de mayo. Cinco meses después optó al de licenciado. El 28 de octubre satisfizo tres argumentos con sus correspondientes objeciones con Álamo, José Timoteo Llamozas y José Martín, siendo presidido el acto por Felipe Tamariz. El 9 de noviembre ante Machillanda, Gómez, Hernández y Álamo hizo una defensa durante una hora sobre las materias propuestas. 79

Vid. GRISANTI, A., Vargas íntimo. Un sabio de sangre y hueso, Caracas, 1954, pp. 37-32.

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Satisfizo ocho argumentos, por lo que fue licenciado el 10 de noviembre. El 27 de ese mismo mes alcanzó finalmente el grado de doctor80. De su biografía sólo subrayaremos algunos de sus aspectos cruciales. Una vez finalizados sus estudios se asentó en Cumaná, donde residió hasta 1812. Participó de lleno en el proceso independentista como miembro del Supremo Poder Legislador de Cumaná en 1811. Al encontrarse en su localidad natal al originarse el terremoto que la devastó, colaboró activamente en la curación de los afectados. La caída de la Primera República supuso su encarcelamiento en las bóvedas de La Guaira, donde permaneció hasta su liberación a comienzos de 1813. En ese año decidió embarcarse para Europa con la finalidad de estudiar cirugía, química, botánica y anatomía en la prestigiosa Universidad de Edimburgo. Se incorporó en Londres al Real Colegio de Cirujanos y decidió establecerse en Puerto Rico por haberse refugiado allí sus hermanos y su madre. En tierra borriqueña desplegó una gran labor médica con la redacción de trabajos científicos y la participación en su Junta de Sanidad. En 1825, tras una corta residencia en Santo Tomás, decide retornar a su patria. Integrado como profesor de Anatomía en la universidad, procedió a diseccionar cadáveres, lo que era una auténtica novedad en la Venezuela de su tiempo. Se convirtió en 1827 en el primer rector médico, gracias a los nuevos estatutos republicanos. Su gestión administrativa permitió mejorar la eficacia recaudatoria de las rentas que disponía ese centro. Reorganizó la enseñanza conforme a cánones liberales e ilustrados y dio cabida a nuevas cátedras. Su labor en la sociedad médica de Caracas expandió las reuniones científicas y las comunicaciones con los más eminentes sabios de su época. El botánico Candolle bautizó algunas plantas con el nombre de Vargasia en su homenaje. En 1830 fue designado director de la recién fundada Sociedad Económica de Amigos del País. En 1832 erigió la cátedra de Cirugía. Vargas en esa época alcanzó un gran protagonismo no sólo en la esfera científica sino en la política. Sería integrante del congreso constituyente de 1830. En él salvó su voto cuando se atacaba al Libertador y fue declarado su albacea testamentario. Su prestigio era tan grande que se le requirió que presentase su candidatura a la presidencia de la República. Tras haberla declinado en varias ocasiones, decidió aceptarla y fue electo de forma casi unánime en las elecciones de 1834, por lo que fue ratificado por el Parlamento y proclamado como tal el 9 de febrero de 1835. El 8 de julio estalló la llamada Revolución de las reformas que le depuso de la carga y le llevó de nuevo al exilio. Páez derrotó a los insurgentes y lo reintegró al poder, que desarrolló hasta abril de 1836, fecha en la que renunció a continuar su ejercicio. Sus últimos años los dedicó por entero al ámbito educativo al frente de la Dirección General de Educación, que desempeñó desde 1839 hasta 1852. Redactó numerosos DOMÍNGUEZ, R., “José María Vargas”. Boletín del Archivo Histórico de la Universidad Central de Venezuela, 5 (1986), pp. 119-299. 80

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trabajos científicos y continuó impartiendo clases de Anatomía y Cirugía. Fundó en 1842 la cátedra de Química y presidió ese mismo año la comisión encargada de exhumar los restos de Bolívar en Santa Marta y conducirlos a su ciudad natal. En agosto de 1853 se trasladó a Estados Unidos. Residió en Filadelfia primero y en Nueva York después, falleciendo en esa última localidad portuaria el 13 de junio de 185481. 3.5. José Miguel Sosa José Miguel Sosa nació en Caracas el 29 de septiembre de 1772. Fue bautizado el 12 de octubre en la parroquia de San Pablo, donde vivían sus padres, el grancanario Domingo de Sosa y Tomasa Pérez Casto, originaria de La Guaira. Sosa fue primero bachiller en Derecho. El 23 de noviembre de 1790 le fue concedido por la Audiencia el título de abogado. Cuatro años más tarde, el 2 de julio de 1794, se incorporó al Colegio de Abogados. Por aquel entonces ya había alcanzado los grados de licenciado y doctor en Derecho por la universidad caraqueña. Con apenas 19 años, asistió al hospital con Felipe Tamariz. Efectuó con él sus prácticas desde 1788 a 1792. El 23 de noviembre de 1793 alcanzó el título de bachiller en Medicina82. Ya desde 1795 ejerció como facultativo, pues en ese año la Real Audiencia solicitó del Protomedicato información sobre los galenos existentes en Caracas, hallándose él entre ellos83. Su padre, Domingo de Sosa, nacido en Las Palmas el 8 de agosto de 1725, fue su teniente corregidor, juez de comisos y administrador de la Real Hacienda de Choroní. De ideas ilustradas, poseía una excelente biblioteca con el Teatro Crítico Universal y las Cartas eruditas de Feijoo, una Filosofía moral y tres tomos del Hombre Feliz y un Idioma de la Naturaleza, entre otros. Su hacienda constaba de 27 000 árboles y de 13 esclavos. De su matrimonio con Tomasa Pérez Casto nacieron doce hijos adultos84. El más destacado de sus vástagos fue José Félix Sosa, bachiller en Artes en 1792, bachiller en Derecho y doctor en Derecho Canónico. Regentó la cátedra de prima de Cánones en la Universidad de Caracas. Tras actuar como abogado en el proceso seguido contra Miranda por su invasión de 1806, se incorporó al proceso que derribó al capitán general Emparán el La bibliografía sobre Vargas es extensa. Además de los trabajos ya citados, véase BRUNI CELLI, B., Imagen y huella de José María Vargas, Caracas, 1987; CASTELLANOS, R. R., La nueva integridad y el civismo de José María Vargas, Caracas, 1976; MÁRQUEZ CAÑIZALES, A., José María Vargas (1784-1854), Caracas, 1973, y VILLANUEVA, L., Biografía del doctor José María Vargas, Caracas, 1954. Sobre su presidencia, véase GABALDÓN, E., La elección del doctor José María Vargas, Caracas, 1986, y PÉREZ VILA, M., La revolución de las reformas: Vargas frente a Carujo, Caracas, 1984. 82 ARCHILA, R. Historia de la Medicina..., p. 278. 83 Vid. H. PARRA MÁRQUEZ, H., Historia del Colegio de Abogados de Caracas, t. II, Caracas, 1973, pp. 32-33. 84 AHPLP, leg. 1879, expediente de limpieza de sangre, 9 de febrero de 1784. Vid. BOTELLO, O., Choroní. Costa del Mar Abajo, Choroní, 1992, pp. 95-110. 81

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19 de abril de 1810 y formó parte de la Junta Suprema. Elegido miembro del Tribunal de Seguridad Pública y de la Cámara Provincial de Caracas, fue encarcelado tras la caída de la Primera República. Con la entrada de Bolívar a Caracas en agosto de 1813, fue nombrado por el Libertador asesor de Hacienda Pública. Apresado de nuevo con la entrada de Boves, moriría de hambre en el cautiverio85. 3.6. José Joaquín Hernández José Joaquín Hernández nació en Caracas el 17 de febrero de 1776, siendo bautizado en su iglesia parroquial el 24 de febrero. Era hijo del orotavense Manuel Hernández y nieto de Juan Hernández y Victoria Delgado, su padre era un mercader que había tenido fortuna en sus negocios. El punto de partida para consolidar su posición socio-económica estribaría en su matrimonio con Micaela Domínguez, hija de un pequeño hacendado tacorontero, Francisco Domingo López. Su matrimonio se celebró en la parroquia de la Candelaria de Caracas el 4 de mayo de 177486. Su suegro había emigrado a Venezuela con 3000 pesos procedentes de la herencia de sus padres. Había contraído nupcias con la lagunera Leonarda Díaz y Alfonso. Tuvo cinco hijos, de los cuales dos hembras alcanzaron la edad adulta. Una de ellas, Micaela, fue la que se casó con Manuel Hernández. La otra, Josefa, lo hizo con otro isleño, Juan Pedro Bello. Le había puesto en explotación una hacienda de cacao al conde de Tovar en Merecure y había rematado el diezmo en la región ganadera de Apure en compañía con su yerno Juan Antonio Bello. Había adquirido una hacienda en Chacao, que ya tenía sembrada en parte de café en 1792, un sitio y hato en Páyate, en el que poseía 2000 animales y 4 esclavos para su manejo, y unas tierras en Merecure con algunos árboles de cacao de fundación que había plantado. En Chacao poseía 21 esclavos para su explotación. También había invertido en la exportación de cacao a las Islas y había sido tenedor de los bienes de Sebastián Quevedo, otro tacorontero dedicado a las actividades mercantiles87. Una prueba de su prosperidad económica fue su inclusión en la nómina de mercaderes del Real Consulado. En 1804 aparece registrado con una bodega en la esquina de la Torre88. A pesar de su avanzada edad y achaques, apoyó el proceso emancipador. Apareció firmando la declaración realizada por mercaderes y pulperos isleños de Caracas en 1811. Pero la muerte le sorprendería al poco tiempo89. Sus prácticas médicas las realizó como pasante de José Luis Cabrera desde el 18 de septiembre de 1798 hasta el mismo día de la fecha de 1802. La duración de sus Vid. SOSA FERNÁNDEZ, R., José Félix Sosa, diputado del pueblo, Caracas, 1952. AHUCV, Libro 2º de grados médicos. 87 AGN, Escribanías, Testamento de Francisco Domingo López, Bárcenas, 10 de junio de 1792. 88 Vid. NUNES DIAS, M., El Real Consulado de Caracas (1793-1810), Caracas, 1971, p. 515. 89 Vid. Gaceta de Caracas, 16 de julio de 1811. 85 86

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estudios en la Facultad fue de cuatro años entre el 18 de septiembre de 1797 y la misma fecha de 1802. Tras alcanzar el grado de bachiller en Artes, pagó los 23 pesos del de Medicina el 16 de septiembre de 1802, obteniéndolo sin contradicción el 20 de septiembre. Pocos días después, el 7 octubre, fue designado licenciado en un tribunal formado por el doctor José Antonio Anzola y los bachilleres Ángel Sálamo –todavía usaba ese apellido– y Francisco Delgado Correa, siendo dirigido por Felipe Tamariz. Habló una hora completa y satisfizo tres argumentos. Alcanzó el título de doctor en Ciencias Médicas el 20 de octubre de 1802. Expuso en su disertación, ante un tribunal integrado por José Antonio Anzola y los bachilleres José Luis Cabrera, Lorenzo Laza y Santiago Limardo, los aforismos de Hipócrates y las tres partes de la Física, y satisfizo ocho argumentos. El 25 de octubre sufragó los 250 pesos de la tasación de su grado90. Fue catedrático de la Universidad caraqueña por espacio de treinta y cinco años. Comenzó a ejercer tal enseñanza el 29 de noviembre de 1815. De su magisterio diría Rodríguez Rivero que “tuvo todas las condiciones necesarias para llegar y sostenerse en la cumbre profesional; ciencia, bondad, constancia, corrección personal, todo lo acompañó para que aun a través de tantos años sea de nombre recordado y tenido por las generaciones médicas como prototipo de maestro y de médico”91. De su enseñanza de la Medicina es fiel testimonio este informe elaborado por él. En él reflejó que “todos los estudiantes tienen por ser muy comunes los elementos y materia médica del Dr. Cullen, llevan diariamente a la clase de memoria la sustancia de un tratado por este autor y, teniendo igualmente todos la fisiología de Bichat, llevan también lecciones de ella; que estudian la química por Fourcroy, Chaptal y Lavoisier, según que tengan ellos uno u otro autor; la anatomía por Bichat, de cuya obra, por ser escasa, les está formado un extracto para hacérselos escribir en sus casas, pues en la clase no es posible, así por estar la obra en su original francés, como por no haberse menester el tiempo para la explicación; que les enseñará por ahora la botánica por Gérardin, de la que tendrán que formar cuaderno por no haber más que un solo ejemplar; y mientras se establece una cátedra especial de cirugía les hará aprender los principios necesarios de nosografía quirúrgica por Richerand”. Una real cédula fechada en Madrid el 17 de diciembre de 1817 dio a los estudios médicos una distribución de las materias teóricas y prácticas en cuatro años. Sobre su aplicación y resultados, este facultativo expuso en 1819: el método teórico que se ha observado hasta enero del presente año en la cátedra de prima de medicina, que es la única que hay de esta facultad, ha sido enseñar el catedrático a sus alumnos los elementos prácticos de medicina y materia médica, formando sus cursos o cuadernos para el dictado de la aula por los mejores autores; que desde el referido mes en que se publicó en claustro pleno de doctores la real cédula de reforma 90 91

AHUCV, Libro 2º de grados. RODRÍGUEZ RIVERO, P. D., op. cit.

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expedida en Madrid a diez y siete de diciembre del año 1817 se observa su disposición que es la siguiente: que el catedrático lea en el primer año principios de botánica, anatomía y fisiología; en el segundo elementos de medicina, en el tercero química y materia médica, en el cuarto medicina clínica y principios de cirugía, que en la práctica se ha seguido conforme a las constituciones de esta universidad, llevando diariamente el catedrático a los cursantes los dos últimos años de los cuatro de teórica a los hospitales; con lo que, esto es, con cuatro años y dos de práctica seguidos simultáneamente se graduaban de bachilleres y siguiendo después otros dos se les daba el título de bachilleres y licencia para curar; pero, habiéndose erigido en esta ciudad el Protomedicato por real cédula de catorce de mayo de 1777, se mandó a observar en este punto las leyes de Castilla e Indias que se guardan religiosamente y según ellas debe el aspirante a médico practicar dos años después de obtenido el grado de bachiller, sin que se tenga en cuenta el tiempo practicado antes; con cuyo tiempo y el examen práctico que sufre en el Protomedicato se le despacha el título de médico92. Ejerció como el último de los protomédicos de Venezuela y fue uno de los redactores de los estatutos republicanos de la Universidad de 1827. Fue uno de los fundadores de la enseñanza médica moderna en el país. Al instituirse la Facultad de Medicina de Caracas por decreto del Libertador de 25 de julio de 1827 desempeñó el cargo de consiliario, siendo su director en 1831 y ostentando cargos en él hasta su fallecimiento en 1850. Ocupó durante ese largo período la cátedra de fisiología e higiene e intervino en la introducción de la vacuna en 1810, como miembro de su Junta Central. Fundador de la Sociedad Médica de Caracas, atendió diversas epidemias en La Victoria, Villa de Cura y Apure93. 3.7. José Rafael Villarreal, el primer médico del Yaracuy Numerosa fue la colonia isleña en el San Felipe de Yaracuy colonial. Entre sus integrantes se pueden señalar dos hermanos originarios de Granadilla, Antonio y Miguel Martín Villarreal. El segundo sembró cacao en tierras de Macagua, propiedad del hacendado y regidor Marcos Figueroa. Sus rendimientos por espacio de seis años serían distribuidos por partes iguales94. El 21 de junio de 1749 falleció a consecuencia de “una fiebre perniciosa”. Antonio, dedicado a actividades mercantiles, contrajo nupcias con la barquisimetana Rosa Álvarez Travieso. De ese matrimonio nacieron seis hijos, siendo el menor el primer médico nacido en el Yaracuy, José Rafael Villarreal. Dos hermanos suyos, Buenaventura y Santiago, fueron sacerdotes, siendo el segundo BRUNI CELLI, B., Historia de la Facultad Médica…, pp. 20-21. Vid. DUARTE, C. F., Juan Lovera, el pintor de los próceres, Caracas, 1985, p. 67. 94 Vid. PERAZO, N., Os Villarreal. Narración de San Felipe “el Fuerte”. Caracas, 1963. 92 93

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Santiago, sacrificado por las huestes de Millet en su tierra natal el 11 de octubre de 1813. Alcanzó el título de bachiller en artes el 27 de septiembre de 1802. El 9 de enero de 1798 inició sus estudios médicos con Felipe Tamariz, mientras que su pasantía la ejerció con José Domingo Díaz en el Hospital de San Pablo desde el 9 de enero de 1799 al 10 de septiembre de 1802. El 6 de octubre obtuvo finalmente el título de bachiller ante un tribunal constituido por los indicados Tamariz y Díaz, José Antonio Anzola y los bachilleres José Ángel Álamo y Lorenzo de Lasa. Fue laureado con un premio de 25 pesos por un trabajo sobre el espasmo. En 1805 regentó interinamente la cátedra de Tamariz. Se asentó definitivamente en Caracas, donde compaginó el trabajo hospitalario con la asistencia privada. En el golpe de estado que depuso a Emparán y proclamó la Junta Suprema el 19 de abril de 1810 participó de forma activa. Se le atribuye el grito de “No queremos”. Falleció en Caracas, víctima del terremoto del 26 de marzo de 1812. 3.8. José María Benítez y la proyección de la medicina en las ciencias naturales El médico José María Benítez era hijo de Francisco Javier Benítez, originario de La Victoria (Tenerife), donde nació el 3 de diciembre de 1739, siendo bautizado el 13 de ese mes en su iglesia parroquial. Su padrino fue Miguel Pérez Guzmán. Sus padres eran José Pérez Benítez y Bárbara de la Ascensión Morales, esta última natural de El Sauzal y ambos vecinos de La Victoria. Su madre, Rosa María León, nacida el 29 de agosto de 1760, era también de origen isleño. Sus padres fueron Luis Beltrán León y Micaela del Rosario Falcón Mireles, vecinos de ese lugar. Francisco Javier Benítez y Rosa María León contrajeron nupcias en la parroquia de La Vega el 26 de noviembre de 1789. Francisco Javier contaba ya con 50 años de edad, mientras que Rosa María era de 29. José María Benítez nació el 15 de noviembre de 1790 en La Victoria, siendo bautizado el 25 en su parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe95. Inició su carrera en Artes en la Universidad de Caracas el 6 de marzo de 1805. En su segundo año se le concedió un premio de Física general y particular al que optaron los estudiantes de Filosofía. Más tarde ganó otro con una disertación sobre Oncología y Psicología. Culminó tales estudios en 1807 cuando contaba 17 años de edad. Examinado para obtener el grado de bachiller en Artes el 10 de diciembre de ese año, fue aprobado por unanimidad. El 10 de febrero de 1810 optó al de licenciado en esa rama, siendo revestido como tal al día siguiente y el 26 de ese mes el de maestro. De forma simultánea, entre 1808 y 1810 estudio Teología. Es probable que tuviera inclinación por la carrera sacerdotal, pero finalmente la abandonó. El 1 de diciembre de 1816 Vid. VÉLEZ BOZA, F., José María Benítez. Biografía, obras y documentos, Caracas, 1976, pp. 13-17. 95

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inició sus estudios de Medicina en la Universidad caraqueña con otro hijo de isleños, José Joaquín Hernández, protomédico y catedrático de prima de Medicina. Los efectuó durante tres años, entre 1817 y 1819, pero sin inscribirse en ese centro. En 1820 trató de regularizar esa situación. Si bien el doctor Hernández hizo constar que había “manifestado una aplicación no común y que ha obtenido profundos conocimientos”, ese hecho no podía ser corroborado por otros dos alumnos, como exigían las constituciones por ser el único alumno de esa disciplina en esos años, ya que en todo este tiempo no había un solo estudiante que se atreviese a tomar este destino, temiendo ser remitido al ejército, como lo habían sido constantemente de tres años a esta parte, o ya que por el mismo temor el exponente ha emprendido su estudio sin que lo entendiese otra persona que su catedrático. Ante la duda otro hijo de isleños, el rector José Manuel Oropesa, recurrió a consultar al fiscal académico, el doctor Francisco R. Tosta, que fue favorable al refrendo de tales estudios por las circunstancias por las que atravesaba el país, siempre que concurriese a un examen, ya que había sido inútil su lucha por “liberar a los estudiantes de los alistamientos militares”. El 17 de mayo de 1820 fue examinado por los doctores José Joaquín Hernández y Carlos Arvelo y el bachiller José Joaquín González. Realizó ese año el cuarto curso con el doctor Hernández, con el que había efectuado prácticas en el Hospital de la Caridad y en casas particulares96. En diciembre de 1820 solicitó su grado de bachiller en Medicina. La prueba fue celebrada el 12 de 1821, siendo examinado por los doctores José Antonio Anzola y Carlos Arvelo, el licenciado Pedro Bárcenas y el bachiller José Joaquín González. Tras dos años de prácticas con Bárcenas en los hospitales de Caracas, se licenció en Medicina y obtuvo la validación del Protomedicato el 2 de septiembre de 182497. Miembro de la Facultad y la Sociedad Médica de Caracas y de la Económica de Amigos del País, desarrolló una gran labor en el ámbito de los estudios sobre epidemias, en especial sobre el cólera. Afirmó su carácter contagioso, contra la opinión general que lo negaba. Investigó sobre la aplicación de los árboles de quina de la cordillera de la costa en el tratamiento del paludismo y la fiebre amarilla. Su primer trabajo científico, Consideraciones sobre la epidemia de fiebre de Aragua, fue redactado en San Mateo el 19 de octubre de 1819. Lo dedicó a Carlos Arvelo, originario de Güigüe, siendo probable que las familias de ambos se conocieran, como él mismo parece señalar. Vélez reconoce la referencia de un canario de apellido Benítez, residente en Güigüe, de quien dijo en 1775 el capuchino fray José Antonio Domínguez que fue el primero que sembró maíz en Venezuela, “según el método español, o sea arando la tierra”98. Sobre Arvelo diría que, puesto bajo su protección, “estoy seguro Ibid., pp. 109-129. Ibid., pp. 130-143. 98 Ibid., pp. 158-165. 96 97

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quedará libre de los tiros de la malignidad. Sírvase usted aceptarlas, persuadido de que es un obsequio que le tributa un hombre que lo venera y ama desde su niñez, y que es con el mayor afecto apasionado servidor”. En 1825 emprendió su segundo trabajo científico, Observaciones sobre la fiebre amarilla de los Valles de Aragua, que dedicó al general Juan Escalona. El tercero de sus estudios fue un informe sobre las quinas, que presentó a la Sociedad Médica de Instrucción en marzo de 1828. Al año siguiente emprendió su cuarto texto, que versó sobre los principios de la medicina fisiológica de Broussais, extractados de su obra Annales de la médecine physiologique. El quinto fue un cuestionario médico enviado desde La Victoria a la Sociedad Médica de Instrucción el 6 de octubre de 183099. Destacó también en la aplicación médica de la etnobotánica y en la industrialización de productos forestales como el caucho. Su sexto trabajo científico, enviado el 23 de octubre de 1833 a la Sociedad de Amigos del País, versaría sobre El análisis del jugo lechoso extraído del árbol llamado Palo de Vaca o árbol de la leche. El séptimo, Descubrimiento del matapalo o caucho de Venezuela, fue dado a la luz en el cuaderno nº 14 de la citada entidad el 15 de febrero de 1834100. Finalmente, su octava memoria, de mediados de 1832, trata sobre la prevención del cólera. En 1844 da a la luz su primer y único libro, Principios para la materia médica del país en forma de diccionario. Lo dedicó a otro ilustre facultativo hijo de isleños, José María Vargas. Recogía noticias sobre las propiedades médicas de las plantas venezolanas y efectuaba un estudio de 105 de ellas, clasificadas según el método de Jussieu. El 25 de octubre de 1855 falleció en su pueblo natal de La Victoria, efectuándose los oficios fúnebres en la parroquia donde fue bautizado101. 3.9. Vicente Salias, el entenado del icodense Matías Sopranis El médico Vicente Salias, graduado como bachiller en Medicina el 27 de febrero de 1799, era hijo del español Francisco de Salias Tordesilla y de la valenciana de origen icodense Margarita Sanoja. Al enviudar joven su madre, contrajo nupcias con el mercader icodense Matías Sopranis, por lo que se convirtió en su padrastro. Matías Sopranis influiría por sus ideas en la educación de la numerosa descendencia del matrimonio Salias Sanoja, entre la que se encontraban junto con Vicente Juan, Mariano, Carlos, Pedro, Vicente y Francisco. Este último fue además de uno de los promotores del movimiento revolucionario que depuso a Emparán, edecán de Francisco de Miranda. El Precursor pasó buena parte de su estancia caraqueña durante la Primera República en Ibid. En esta obra se reproducen todos esos trabajos. Ibid. 101 Ibid. 99

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la casa de este comerciante canario en la plazoleta de San Pablo. Allí efectuó reuniones periódicas con los dirigentes de la política local de la ciudad. Esa mansión fue el centro de una tertulia, impulsada por Marcos Sopranis, su mujer Margarita Sanoja y los hijos de ésta. Miranda siguió como su huésped hasta fines de 1811, cuando trasladó su domicilio a la casa del padre José Manuel Martel102. Matías Sopranis fue uno de los más ricos y significados comerciantes de Caracas durante la segunda mitad del siglo xviii. Defendió con ahínco el proceso independentista, por lo que fue regidor del primer Ayuntamiento republicano de Caracas y murió en 1814 encarcelado por los realistas en el presidio de La Guaira. Dejó como testimonio de amor por su pueblo natal en 1792 una hermosa custodia de plata sobredorada que en la actualidad se conserva en la parroquia de San Marcos. Formó parte del cosmos de la migración icodense a Venezuela. Había nacido en Icod en torno a 1747. Sus padres, José González Yanes y Ana Sopranis de Montesdeoca, pertenecían a sus grupos sociales intermedios. Eran pequeños propietarios que invertían algunas sumas de dinero en el comercio canario-americano. Un hermano de su madre, Melchor, había sido capellán de un buque de la carrera de Indias y otro escribano de su pueblo natal. De los hijos del matrimonio González Sopranis tenemos constancia de que, junto con Matías, emigró Melchor Antonio y Nicolás a tierras americanas. El primero, clérigo, había sido mayordomo y beneficiado interino de la parroquia de San Marcos y se trasladó como capellán de buque a La Guaira en 1776. Por su parte, Nicolás, dedicado al comercio viajó a La Habana (1761), Caracas (1762) y Londres (1766). Tras vivir varios años en la ciudad de Ávila, se estableció en Santa Cruz de Tenerife, donde ejerció como comerciante y fue su alcalde. Contrajo matrimonio con María Elena Russell, hija del acaudalado mercader irlandés Thomas Russell. Matías Sopranis comenzó como mercader en Caracas, para alcanzar una sólida posición como comerciante, inscribiéndose como tal en el Real Consulado de Caracas. Participó activamente en un amplio número de negocios en la expansiva sociedad caraqueña del último tercio del siglo xviii. Se opuso activamente al monopolio gaditano del comercio venezolano, lo que le llevó a distanciarse de los sectores mercantiles españoles vinculados al puerto andaluz. Fue consciente de las elevadas posibilidades que ofrecía un cultivo hasta entonces desconocido en Venezuela como el café y arrendó una hacienda para ese fin en la muy apta zona de San Antonio de los Altos, donde se cultivaba el mejor café venezolano. San Antonio era un pueblo fundado por emigrantes isleños en 1683 y tenía como característica la propiedad comunal de las tierras entre sus fundadores, por lo que sólo pudo arrendar la hacienda en el municipio que hoy lleva el nombre de sus entenados. Margarita Sanoja había tenido doce hijos de su primer matrimonio con Francisco Salías. Con la escasa herencia de su marido, se hallaba 102

Vid. FORTIQUÉ, R., Vicente Salias, Los Teques, 1985, pp. 71-72.

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imposibilitada para alimentar a tan elevada prole, por lo que fue esencial para su supervivencia el casamiento con Matías. Éste los protegió y les dio cariño, hasta el punto de que los dejó como herederos. En su matrimonio tuvieron además dos hijas, Mercedes y Rosa, que murieron en su infancia. Supo inculcar en ellos el pensamiento ilustrado y liberal que le caracterizó y las ideas emancipadoras de las que todos participaron. Los cinco varones llegarían a ser militares en las tropas independentistas. Cuando acontece el proceso emancipador en Venezuela, Matías se integra en él como la gran mayoría de hacendados y comerciantes isleños. Fue regidor del primer Ayuntamiento republicano de Caracas, que estaba monopolizado en su mayor parte por canarios y del que era corregidor el orotavense Domingo Ascanio Franchi Alfaro. Comparte ese origen con los santacruceros Onofre y Rodulfo Basallo, el isorense José Melo Navarrete, el lagunero Pedro Eduardo, el portuense Casiano Medranda, su paisano Fernando Key y con el citado Ascanio. Al tomar en 1812 la capital venezolana la contrarrevolución, encabezada por su paisano el lagunero Domingo Monteverde, fue protegido como los demás compatriotas que se habían significado por su apoyo a la causa independentista. Pero con la nueva insurrección realista que en 1814 llevó a Boves a la segunda toma de Caracas, se le incautaron sus bienes por el Gobierno y lo encarcelaron en La Guaira, donde, víctima de la presión, murió en su presidio ese mismo año. Su mujer, para salvar una parte de su patrimonio, reconoció muchos años después que había aumentado su dote hasta 8000 pesos, ya que era misérrima. Su fallecimiento a la avanzada edad de 92 años, el 12 de septiembre de 1844, mereció el reconocimiento de El Venezolano, en una extensa nota necrológica. Vicente Salias se educó en ese ambiente estrechamente relacionado con la comunidad de origen isleño con la que convivía la familia Sopranis Sanoja. Dio comienzo a sus estudios de Filosofía en la Universidad de Caracas el 18 de septiembre de 1788 con el introductor de la Física experimental, el clérigo Baltasar de los Reyes Marrero, hijo de padres canarios. En 1791 se matriculó de Derecho, pero abandonó esa disciplina. Cursó los de Medicina en 1794. Sus maestros fueron Felipe Tamariz (1794-96), el cirujano José de Zúñiga (1797-1798) y el facultativo canario José Luis Cabrera hasta enero de 1799. Participó activamente en la Junta Central de la Vacuna. En ella dio a la luz trabajos favorables a la inoculación, tales como Sobre la conservación del fluido vacuno y Sobre vacuna, en colaboración con Francisco Xavier de Ustáriz y José Antonio Montenegro, Reflexiones sobre la propagación del fluido vacuno, Reflexión sobre la falsa vacuna y Sobre los medios preservativos de la infección variolosa en los sepulcros de los virolentos, este último conjuntamente con José Domingo Díaz. Como poeta mostró su vena satírica en La Medicomanía. Participó de lleno en el movimiento revolucionario hasta el punto de dirigir el órgano de la sociedad patriótica, El Patriota de Venezuela, y fue redactor de la Gaceta de Caracas. Por sus ideas revolucionarias fue acusado por el arzobispo Coll y Prat de propagar las ideas de Rousseau. La Junta

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Suprema le encomendó una misión diplomática en Curaçao y Jamaica y fue secretario de Hacienda en 1811. Se le atribuye la letra del himno nacional de Venezuela Gloria al bravo pueblo. Preso en las cárceles de La Guaira con la restauración monárquica, fue liberado por un indulto de las Cortes de Cádiz. Tras el avance de las tropas de Boves, huyó hacia Curaçao, pero su buque fue apresado por el corsario Valiente Boves, que lo condujo a Puerto Cabello, donde fue fusilado el 17 de septiembre de 1814. Estrecha fue la amistad de la familia con Francisco de Miranda hasta el punto de que cuando éste fue designado para dirigir el ejército seleccionó a tres de los hermanos Salías (Francisco, Juan y Matías) para tenerlos a su lado como edecanes. Sin embargo, fue aún mayor con Vicente. Tal fue su confianza, que depositó en él valiosísimos documentos. El 31 de mayo de 1815 una relación del general Pablo Morillo al secretario de Estado, al tratar sobre las actas tomadas en Caracas desde el 19 de abril de 1810 hasta el 30 de julio de 1812, decía que el Archivo del Poder Ejecutivo Federal estaba en manos de Miranda en la ciudad de La Victoria, quien remitió parte de él a La Guaira y que otra parte pasó a Caracas a la casa de Vicente Salias103. La cuantiosa correspondencia entre Vicente y el Precursor, publicada por el marqués de Rojas en París en 1844, demuestra esa estrecha comunicación. La primera carta está fechada el 1 de mayo de 1812. El facultativo se le dirige como “apasionado amigo y conciudadano”. Toda ella es una viva muestra de su estrecha compenetración y de las relaciones de Miranda con la familia. En la del 16 de mayo de 1812, su madre, su esposa Carmita y sus hijas “ofrecen a Vd. sus respetos”104. El 27 le precisa que “mi familia ha visto con placer que Juancito llena los deberes de soldado de la patria. Se acuerda de Vd. siempre con ternura y entusiasmo y yo quedo como siempre su más apasionado amigo”105. El 21 de junio le llama “salvador de Venezuela” e implora a la Providencia que la victoria no le abandone jamás y le conserve la vida106. 3.10. José Domingo Díaz, el expósito recogido por los Díaz Argote José Domingo Díaz, tal y como recoge Héctor Parra Márquez, asentó en un documento en 1808 ante el capitán general interino de Venezuela, Juan de las Casas, que era hijo legítimo de Juan Antonio Díaz Argote y Micaela Leal, aunque en realidad fue un expósito que fue recogido por esa familia. Los Díaz Argote son un ejemplo de la intensidad que alcanzó la migración familiar tinerfeña en la Venezuela del siglo xvii. Micaela era originaria de Tacoronte y emigró con sus padres José Leal y María de la Encarnación Pérez, que tuvieron 9 hijos, de los que dos fallecieron púberes. Poseían un Vid. FORTIQUE, J. R., op. cit., p. 72. Archivo del General Miranda, t. XXIV, pp. 164-165. 105 Ibid., p. 169. 106 Ibid., p. 171. 103 104

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terreno en El Salto del Agua, camino de La Guaira. De sus hijos, uno fue franciscano y otro clérigo, Juan Ángel, párroco de Calabozo. Su hijo José tuvo bodega y pulpería, en las que “le botó” mucho dinero. En su vejez fue mantenido por su hija Micaela y su marido, el buenavistero Juan Díaz Argote. El matrimonio Díaz Argote tuvo once hijos, siete de los cuales llegaron a la edad adulta. Cuatro de ellos fueron presbíteros (Domingo, Juan Agustín, Antonio y José Antonio). Domingo se graduó en Filosofía en 1766 y llegó a ser licenciado en Cánones en 1775 y doctor de la expresada facultad en ese mismo año. Otro de los hijos clérigos, Antonio, se graduó como bachiller en Filosofía en 1766 y licenciado en Cánones en 1775. Domingo, fallecido el 8 de diciembre de 1811, fue medio racionero de la catedral de Caracas, mientras que Antonio fue cura de Guatire. Por su parte, Juan Agustín, bachiller también, sería racionero. Falleció el 20 de junio de 1811. En su vejez su padre reconoció que fue mantenido por ellos, a quienes pertenecían las casas donde habitaba. En ellas recogieron a José Domingo Díaz, a quienes dieron sus apellidos107. Juan Antonio tuvo dos hermanos establecidos en Villa de Cura, José y Antonio. El último fue célebre por haberse llevado la Virgen de Valencianos de San Sebastián de los Reyes a ese lugar. Antonio y José, procedentes de San Sebastián de los Reyes, se habían asentado en Villa de Cura. El primero, divorciado de Nicolasa Talavera, había huido por deudas en la mayordomía de su iglesia. Se llevó con él una imagen aparecida a una india, Nuestra Señora de Valencianos, que tendrá gran devoción en Villa de Cura. Cultivaba un conuco en El Ancón con su hijo Bruno. En la información abierta hablaron algunos paisanos como Juan Antonio Bencomo o Pedro de Armas. Su hermano José poseía una pequeña hacienda en Gamarra. Fue padre del presbítero Juan Antonio Díaz Argote, firmante del acta de Independencia108. Graduado bachiller en Teología el 27 de octubre de 1788 y licenciado en 1796, fue elegido diputado por Villa de Cura. Aprobó la constitución, pero con la expresa reserva de la abolición del fuero personal de los clérigos. Pese a ello no fue molestado por los realistas por los vínculos que le ligaban a José Domingo Díaz, tratándolo como su más íntimo familiar. En 1812 fue cura de la parroquia de La Guaira. El 11 de febrero de 1830, con la dignidad de canónigo, murió en Caracas. José Domingo Díaz fue bautizado en la parroquia de la Candelaria de Caracas el 12 de agosto de 1772 por el párroco Cristóbal Peraza, siendo su padrino Lorenzo González. Su copia certificada la llevó el futuro facultativo en una representación firmada con los apellidos Díaz Argote dirigida al maestrescuela de la catedral para proseguir AAH, Civiles, 1803, Testamento de 25 de marzo de 1763. rpc, Escribanías, Aramburu, 11 de junio de 1787. 108 Vid. CASTILLO LARA, L. G., San Sebastián de los Reyes, t. ii, Maracay, Asamblea Legislativa, 1984, p. 182, y BOTELLO, O., Aspectos económico-sociales de Villa de Cura. Siglo xviii. 1772-1784, Maracay, Ediciones Savia-Editorial Miranda, 1986, p. 60. 107

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sus estudios en el Seminario de Santa Rosa de Lima. En esa representación señaló que era expósito de origen blanco y que había cursado en las aulas mayores y menores y que era su deseo continuar el curso de retórica, por lo que rogaba se le permitiese vestir los hábitos talares. En sus recuerdos de la rebelión de Caracas afirmó ser condiscípulo de Simón Bolívar y de Vicente Salias. No siguió los estudios religiosos y se graduó como bachiller y luego como licenciado en Medicina en 1794, llegando a ser doctor el 12 de abril de 1794. Se le dispensó del requisito de hijo legítimo por el Monarca, lo que le investía para obtener el grado de esa cualidad. De ahí que alegase en 1808 ser hijo legítimo de Juan Antonio Díaz Argote y Micaela Leal109. Su trayectoria vital es ampliamente conocida. Médico del Hospital de San Pablo, en 1804 formó parte de la Junta Central de la Vacuna, de la que fue secretario y en la que hizo grandes esfuerzos, junto a su condiscípulo Vicente Salias, para impulsar la difusión de la variolización. Marchó a la Península para perfeccionar sus estudios, siendo nombrado por la Junta Central de Sevilla inspector general de los hospitales de Caracas, pero ese cargo no le sería reconocido a su regreso a esta ciudad el 26 de abril de 1810 por la Junta gubernativa que pocos días antes se había hecho con el poder. En esos años revolucionarios colaboró con tal proceso político. Llegó a dirigir junto con otro hijo de canarios, Miguel José Sanz, el Semanario de Caracas. Con la entrada de Monteverde se convirtió en uno de los más significativos dirigentes de la contrarrevolución. Rehabilitado en su cargo, dirigió su órgano de prensa, la Gaceta de Caracas. Tras huir de su ciudad natal durante la ii República, a su retorno volvió a dirigir este periódico. Entre 1815 y 1821 se convirtió en el más cualificado vocero de la causa monárquica. Premiado con la Gran Cruz de Isabel la Católica, fue secretario particular de Pablo Morillo. Con su exilio en Puerto Rico, alcanzó el empleo de intendente de la Real Hacienda y protector de la Sociedad Económica de Amigos del País. Trasladado a España, falleció en Madrid en 1834110.

Vid. PARRA MÁRQUEZ, H., Sitios, sucesos y personajes caraqueños, Caracas, Empresa El Cojo, 1967, pp. 30-43. 110 Vid. ARCHILA, R., El médico José Domingo Díaz contemplado por otro médico en el año setenta del siglo XX, Caracas, Italgráfico, 1970, y BARROETA LARA, J., Una tribuna para los godos. El periodismo contrarrevolucionario de Miguel José Sanz y José Domingo Díaz, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1987. Sobre su etapa puertorriqueña, vid. NAVARRO GARCÍA, J. R., “El proceso de la independencia venezolana en la trayectoria ideológica del intendente José Domingo Díaz”, Trienio, 21 (1993), pp. 39-70. 109

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4. Los criollos de varias generaciones 4.1. José de La Cruz y Santiago Limardo El caraqueño José de la Cruz Limardo, nacido en la ciudad del Ávila el 14 de septiembre de 1787, formaba parte de una saga familiar que reformó la medicina en la Venezuela del tránsito de principios del siglo XIX y que apoyó, como era característico de su grupo social, el proceso revolucionario que aconteció en el país del Orinoco a partir de 1810. Su hermano Santiago, nacido en 1774, había sido promotor de los estudios de Anatomía en Venezuela en 1802 y vocal de la Junta Central de la Vacuna en 1808. Había estudiado Medicina en la universidad de Caracas, donde se graduó de bachiller en 1799 y se licenció en 2808. Médico del hospital de la Caridad de Caracas, enfermó de hemotisis, por lo que se tuvo que desplazar a Barquisimeto para intentar su cura. Al agravarse sus dolencias falleció en la capital venezolana el 22 de julio de 1810. Santiago y José de la Cruz Limardo formaban parte de la extensa pléyade de hijos del matrimonio constituido por el carpintero Antonio José Limardo, natural de la isla de Margarita y de ascendencia florentina, y de la caraqueña Jacinta Antonia Villanueva. José, nacido en Caracas el 14 de septiembre de 1787, fue el penúltimo de los diez y seis hijos del matrimonio. Aprendiz de pintor en el taller del maestro Antonio José Landaeta, en 1794 estudió las primeras letras en el Colegio Seminario con el matemático capuchino fray Francisco de Andújar y en 1799 latín con el doctor José Antonio Montenegro. Sus progresos en ese centro le llevaron a entrar en el curso de filosofía de la universidad en 1803, graduándose como bachiller en 1806, año en que comenzó sus estudios de Medicina. Completaba su formación con su asistencia a la escuela de pintura y dibujo el pintor italiano Onofre Padroni. En 1810 interrumpió sus estudios médicos y se trasladó primero a Barquisimeto y después a El Tocuyo. En junio de 1813 se unió a las tropas de Bolívar, participando en las batallas de Los Horcones y Los Taguanes. En 1815 se exilió en Santo Domingo, donde completó sus estudios, hasta licenciarse en Medicina en enero de 1820. Ejerció su profesión en Santiago de los Caballeros y, desde la capital del Cibao se trasladó a Haití, donde desarrolló su profesión en Jacmel y Los Cayos. Retornado a Santo Domingo en diciembre de 1821, regresando a Venezuela el año siguiente. Tras revalidar su título, se estableció en El Tocuyo. Allí siguió practicando su afición por la pintura y manteniendo correspondencia con su viejo amigo el facultativo José María Vargas. Efectuó herborizaciones, cuyos resultados envió a su amigo y se interesó por el empleo de la cocuiza en la fabricación de cordajes. Fruto de su interés por la historia natural fue su descubrimiento en 1838 de un cuadrúpedo en Barbacoas. Enfermo en 1839 pasó sus últimos días en su hacienda de Guariquito en El Tocuyo, donde entre 1841 y 1842 redactó sus memorias, que serán

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objeto preferente de este estudio en los concernientes a su estancia en la República Dominicana. Falleció en ella el 25 de mayo de 1851111. 4.2. Rafael Córdoba y Verdes Nacido en Caracas, era hijo del sargento mayor de la tropa, del mismo nombre, y de María Trinidad de Castro. Fue bachiller en Medicina el 15 de junio de 1782. Efectuó dos años prácticas junto con el doctor Campins en los hospitales de la ciudad y en varias casas. El 15 de mayo de 1781 fue felicitado por el anterior por haber practicado cuatro de los actos públicos que se practican por los estatutos de la Universidad, desempeñándolos con lucimiento. Desempeñó de forma interina la cátedra médica durante dos meses por impedimento de su titular. Estudió también las otras tres disciplinas erigidas en la Universidad y llegó a dar clases durante cuatro meses de Sagrada Escritura. Hizo oposición a las cátedras de Filosofía y Elocuencia de Cumaná. Dio esponsales a la expósita Belén Marrón, viuda del español Domingo Ruiz, con la que tuvo dos hijos gemelos, Juan y Narciso, antes que ella muriera112. Falleció en 1812. 4.3. Felipe Tamariz Nacido en 1759 en Caracas e hijo de dos inmigrantes puertorriqueños, el abogado Fernando Tamariz y María Nicolasa Perea, se graduó en la Universidad de Caracas como bachiller en Filosofía en 1778. Con anterioridad había asistido a clases de Derecho canónico hasta 1781, que compartió con los de Medicina. Realizó sus prácticas clínicas desde 1782 a 1784 con el catedrático Lorenzo Campins, primer protomédico en los hospitales de Caracas y desde 1784 a 1784 con José Francisco Molina. Alcanzó el título de bachiller el 2 de mayo de 1785, la licenciatura en ese mismo día y el doctorado el 28 de mayo de ese mismo año. Al fallecer Molina, se hizo cargo de forma interina de la cátedra de medicina, que adquiere en propiedad a partir de 1802 cuando es ratificado como protomédico titular. Tales empleos los alternó con sus labores profesionales en los hospitales, el convento franciscano y la enfermería del seminario conciliar. Desposada con María del Carmen Ariza, hija del cirujano Tomás Ariza y María de la Trinidad Romero, con la que tuvo dos hijas, adoptó en su enseñanza las obras de los españoles Bartolomé Senera y Antonio Medina para la docencia anatómico-quirúrgica y la de William Cullen para la medicina práctica. Se constituyó como un significativo reformador de la docencia médica, elaborando en 1803 un informe en el que criticaba 111 Véase HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M., “El Santo Domingo de la España Boba bajo el prisma de un exiliado venezolano”. Boletín del Archivo General de la Nación nº 133, pp. 551-570. 112 ARCHILA, R., op. cit., pp. 274-275.

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los postulados hasta entonces vigentes. Dirigió en 1793 la comisión que fijó el arancel profesional de todos los profesionales médicos. Por esas fechas sólo existían 23 facultativos para una población aproximada de 35.000 habitantes. Fue miembro de la Junta Central de la vacuna. Sobre la viruela elaboró junto con el presbítero José Ignacio Moreno y el médico José Joaquín Hernández una memoria sobre el modo de extinguir de forma rápida y eficaz la viruela en Caracas y demás lugares de la Provincia. Con la independencia se incorpora el 10 de diciembre de 1810 a la Sociedad Patriótica, por lo que se le abrió una causa de infidencia. Hoyó de Caracas a Oriente el 7 de julio de 1814, falleciendo en Barcelona asesinado por los realistas113. 4.4. Vicente Fajardo Alcanzó el grado de Bachiller en Filosofía en 1775 y el de Medicina el 31 de julio de 1786. Cursó esa última carrera el 18 de septiembre de 1782, cursándola de forma ininterrumpida hasta el 21 de julio de 1786. Alcanzó el 30 de octubre de 1784 el bachillerato en Cánones, cuyos estudios había comenzado en 1776. Desempeñó el protomedicato de forma interina al fallecer Francisco Molina. Examinador de Juan José de la Sierra (1788), José Antonio Anzola (1789) y José Cabrera (1790) de sus títulos de bachiller y de Felipe Tamariz (1788) en el de licenciatura. Figura entre los facultativos que ejercían en Caracas en la lista elaborada por Felipe Tamariz. Debió morir antes de iniciarse el siglo XIX114. 4.5. Juan José de la Sierra Natural de Caracas, hijo de Juan José de la Sierra y de María Josefa Guzmán, comenzó sus estudios médicos en 1784. Fue bachiller el 24 de julio de 1788. Tras ejercer durante algún tiempo en Caracas, se estableció en Calabozo. Fue designado corresponsal de la Sociedad Médica de Venezuela y en esa ciudad llanera el 3 de noviembre de 1827. Llegó a ser alcalde 2º de ese municipio, donde aún vivía en 1838115. 4.6. Manuel Bernard Navarro Originario de la isla de Margarita, fue discípulo de Molina y Tamariz. Cursó la disciplina teórica desde el 23 de abril de 1783 hasta el mismo día de 1787. Las prácticas las desarrolló con el primero hasta su muerte desde el 21 de abril de 1785 y con ROMERO REVERÓN, R., “Felipe Tamariz”. Centro Médico nº 139, pp. 8-10. Caracas, 2013. ARCHILA, R., op. cit., p. 278. 115 ARCHILA, R., op. cit., p. 278. 113 114

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Tamariz desde el 24 de abril de 18788 hasta el mismo día de 1790. Obtuvo el bachillerato el 23 de abril de 1788 y de médico del protomedicato el 17 de marzo de 1804. Se afincó en la ciudad de San Carlos Cojedes116. 4.7. José Antonio Anzola Natural de Caracas, fue bachiller en Filosofía en 1787. Fue uno de los más notables discípulos de Molina y Tamariz. Graduado de bachiller en Medicina el 27 de junio de 1789 se licenció el 7 de julio de 1791 y se doctoró el 11 de mayo de 1794. Recibió la autorización para ejercer el protomedicato el 28 de enero de 1795. Ejerció como miembro del tribunal de la facultad médica de Caracas, siendo su director en 1829 y conciliario en 1833. Redactó en 1829 una memoria sobre el carácter moral de los habitantes de Caracas y dio a luz en la Gaceta de Venezuela de 19 de enero de 1832 el trabajo Descripción de la forma más común de la cholera morbus que está actualmente progresando en Europa y en la Gaceta de gobierno de 10 de diciembre de 1830 Sobre la educación del Médico. Presidente de la Sociedad Médica de Venezuela pronunció el 1 de noviembre de 1831 un discurso con motivo del aniversario de su instalación, que fue impreso en la Gaceta de Venezuela de 28 de diciembre de ese año117. 4.8. Francisco Lanz Se graduó de bachiller en Medicina el 18 de diciembre de 1793. Las prácticas las desarrolló con Felipe Tamariz desde octubre de 1791 hasta el mismo mes de 1793. Apoyó el proceso emancipador el 19 de abril de 1810. Fue calificado como turbulento por su colega el realista José Domingo Díaz118. 4.9. Manuel Núñez Caraqueño, fue discípulo de Tamariz, con el que efectuó las prácticas desde 1791 a 1793. Se graduó como bachiller en Medicina el 7 de junio de 1794119. 4.10. José Mateo Machilanda Originario de Ocumare del Tuy, hijo de Bernabé Machilanda y Francisca Muñoz, fue también discípulo de Felipe Tamariz. Se graduó de bachiller en Medicina el 26 de ARCHILA, R., op. cit., pp. 288-289. ARCHILA, R., op. cit., p. 280. 118 ARCHILA, R., op. cit., p. 279. 119 ARCHILA, R., op. cit., p. 279. 116

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noviembre de 1793, de licenciado el 24 de julio de 1795 y de doctor el 23 de agosto de ese año120. 4.11. José Lorenzo Lassa Oriundo de Caracas, en su calidad de expósito tuvo que solicitar al monarca la correspondiente dispensa, que se la concedió. Desarrolló las prácticas médicas con Felipe Tamariz desde julio de 1794 hasta el mismo mes de 1796. Obtuvo el grado de bachiller en Medicina el 24 de agosto de ese último año. La licenciatura la alcanzó tras presentar certificado de otro célebre expósito José Domingo Díaz de haber hecho clínica con él en los hospitales caraqueños desde julio de 1796 hasta julio de 1798. Además de dedicarse a esa profesión regentó en Caracas una farmacia, que aún existía en 1813. Exiliado en 1815 en Curaçao, ejerció la medicina en esa isla holandesa121. 4.12. Carlos Arvelo Guevara Oriundo de Guigüe (Estado Carabobo, donde nació el 1 de junio de 1784). Falleció en Maiquetía el 17 de diciembre de 1782. Hijo del natural de Coro de ascendencia canaria Ildefonso de Arvelo y de la valenciana Eugenia Guevara, calificados como blancos en su expediente matrimonial, se graduó de bachiller en medicina en 1808. Sin embargo, como aconteció con otro facultativo, Manuel Pantoja, se reseñó su origen humilde por el Fiscal de la Audiencia que pide se aprobase en calidad de ampliar su genealogía por ser “sumamente diminuta, pues, además de no documentarla suficientemente los testigos, no deponen el conocimiento de sus abuelos ni su calidad”. Ese mismo año sustituyó a José Joaquín Hernández en las labores contra la epidémica de paludismo desatada en los valles de Aragua, sobre la que redactó una memoria en Turmero el 14 de octubre de ese año. En 1809 se licenció y en 1810 alcanzó el doctorado. Apoyó el proceso independentista, siendo capitán en las batallas de Vigirima de noviembre de 1813 y en las de La Victoria y San Mateo de 12 de febrero y 25 de marzo de 1814. Nombrado por Bolívar médico-cirujano en jefe del ejército, fue facultativo del hospital militar de Caracas en 1814. Sin embargo, permaneció en Caracas en la nueva etapa realista. En esos años renegó de tales ideas, declarándose fiel vasallo de la Monarquía. Elogió a Monteverde y a Boves, hasta el punto que éste le encargó la redacción de la Gaceta de Caracas. En 1816 solicitó ante la corte de Madrid ser nombrado inspector general de los Hospitales de Caracas. A partir de 1821 volvió a cambiar de rumbo y ser de nuevo partidario de la emancipación. Se desposó con Manuela de Echandía, 120 121

ARCHILA, R., op. cit., p. 282. ARCHILA, R., op. cit., p. 283.

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fallecida el 20 de septiembre de 1821, con la que tuvo cinco hijos. Formó parte de la comisión que elaboró en 1827 el proyecto de reformas de la Universidad de Caracas. En 1827 inició su andadura como catedrático de patología interna y terapéutica en esa universidad, siendo también miembro de la sociedad médica de instrucción. En 1828 por oposición obtuvo la cátedra de Medicina práctica e interna, que desempeñó durante 20 años. Fundador de la Sociedad de Amigos del País en 1829, en 1831 y 1842 fue diputado en el Congreso de la República de Venezuela. Ejerció diversos cargos en la Universidad Central de Venezuela, llegando a ser su rector en 1846. Senador y Presidente del Congreso Nacional en 1849 y 1850. Miembro de la comisión de abolición de la esclavitud en 1855, dio a la luz monografías sobre patología interna y materia médica que fueron adoptadas como textos oficiales en Caracas y Bogotá y memorias sobre topografía médica y escarlatina. El distrito en que nació lleva en su nombre como homenaje a su persona122.

Apéndice: Bachilleres, licenciados y doctores en medicina por la Universidad de Caracas (1775-1808) 1775. 1782. 1785. 1786. 1788. 1789. 1792. 1793. 1794. 1796. 1799.

José Francisco Molina. Lcdo. en 1785. Rafael Verdes Felipe Tamariz. Lcdo. y Doctor en 1788. Vicente Fajardo Tomás Hernández Martínez Cristóbal Peraza Manuel Bernard Navarro Juan de la Sierra José Antonio Anzola, Doctor en 1794 Francisco Morales. Lcdo, y Doctor en 1794. Francisco Lanz José Matías Machilanda. Lcdo y Doctor en 1795. José Miguel Sosa José Domingo Díaz. Lcdo. Ese año. Manuel Núñez José Lorenzo Lassa Vicente Salías Santiago Limardo

122 Véase al respecto el número monográfico que sobre él dio a la luz el nº 3 del Boletín del Archivo Histórico de la Universidad Central de Venezuela (Caracas, 1984), donde se publican numerosas biografías, obras suyas y documentos de su expediente académico.

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1800. 1801. 1802. 1805. 1804. 1805. 1807. 1808.

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Emilio Antique José Ángel Sálamo. Lcdo. en 1805 José Joaquín Hernández. Licenciado en 1805. Manuel Tirado José Rafael Villarreal Antonio Gómez. Lcdo. y Doctor en 1807. Juan Vicente Delgado José Timoteo Llamozas. Lcdo en 1808. Carlos Arvelo Mateo Hernández Manuel Pantoja Antonio Pineda de Ayala José Antonio Tirado José María Vargas. Lcdo. y Doctor ese año.

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