Una posibilidad de redención en Pedro Páramo

June 16, 2017 | Autor: Javier Soledad | Categoría: René Girard, Juan Rulfo, 'Pedro Páramo' De Juan Rulfo, Redención
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Descripción

Pontificia Universidad Javeriana Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Literatura Cátedra de Juan Rulfo Profesora: Luz Marina Rivas Alumno: Javier Omar Sánchez Soledad

UNA POSIBILIDAD DE REDENCIÓN EN PEDRO PÁRAMO La vergüenza de callar tendrá que forzarme a hablar bien. Toda literatura, creo, es una forma de eludir o de compensar la vergüenza de nuestra vida. Germán Espinosa, La balada del pajarillo.

A René Girard Con el comienzo de la consciencia del ser humano, en especial la autoconsciencia, éste se ubica frente a un fenómeno inevitable, frente al abismo de la nada, el lugar de donde nadie ha regresado, donde las relaciones humanas y lazos se rompen y el paso del tiempo borrará la memoria de la vida, la muerte. Existen momentos de quiebre donde se puede echar una ojeada hacia el abismo de la muerte y el peregrinar de la vida, momentos de silencio y reflexión frente a la angustia que causa este fenómeno y donde no se puede huir de las preguntas que pululan como gusanos en un cuerpo descompuesto, ¿cuál es el sentido de la vida? ¿para qué vivir? ¿se puede vencer a la muerte transcendiendo de algún forma o se debe resignar al frio del olvido? Preguntas a las cuales se les ha intentado responder desde el mismo origen de la cultura humana, surgiendo con primacía los mitos que contienen la síntesis de las respuestas de aquellos que han precedido este peregrinar Juan Rulfo logra retratar la muerte con un sincretismo muy interesante, propio de su pueblo mexicano, donde se pueden encontrar elementos cristianos, mítico-griegos e indígenas. Pedro Páramo es su única novela como tal conocida y su mejor obra de arte donde la muerte es un tema que se puede tratar sin ninguna angustia, por lo menos por los muertos. Y Juan Preciado es el vehículo con el cual podemos conocer y sentir cómo hablan 1

los muertos y qué nos quieren contar. Todo esto en un marco de revoluciones, cambios y experiencias vividas por el autor y que plasmar su concepción de lo que queda. Además, las culturas poseen una religión propia que surgió, como lo dice Girard, de crisis violentas donde conocieron la capacidad destructiva del ser humano, generó víctimas y les hizo preferir la paz surgida después de la crisis; por esto, quisieron evitar a futuro la crisis planteándose una pregunta más fácil de resolver pero no menos compleja que la muerte: cómo evitar las crisis violentas y vivir en una paz duradera, es decir, cómo lograr redimirnos o que nos rediman (liberarnos) de esta condición violenta que nos causa tanto daño. Entonces, ¿hay redención en el México revolucionario y violento que le tocó vivir a Rulfo? Esta pregunta es difícil de contestar por su complejidad, pero sí se puede preguntar por la posibilidad de redención en Pedro Páramo. Para eso, se observarán a Pedro Páramo, Susana San Juan, el padre Rentería y Juan Preciado y la posibilidad que tuvo cada uno de redención. También se encontraran dentro de los apartados algunos elementos de otros personajes de la obra.

Pedro Páramo Para comenzar, es preciso tener en cuenta que la concepción del cristianismo en esta obra, como lo menciona Rodríguez-Alcalá (1996), es muy medieval porque su doctrina se funda con fuerza en la interpretación del infierno y el purgatorio como lugar terrorífico de castigo, de condena y mucho sufrimiento más allá de la muerte, que no es atemperado por una vacilante esperanza en el cielo (p. 774). Por lo tanto, los personajes no relacionan la presencia del infierno que puede generar el ser humano en la vida presente, en ésta caso Pedro Páramo como el gamonal del pueblo, sino como una situación ajena a ellos, que les tocó vivir y no da señales de esperanza. Parece que la fuerza de destrucción de Pedro proviene de su situación de huérfano desde que era niño, aun cuando el padre, Lucas Páramo, está vivo y después con su muerte. Entonces, hay deseo de vengar la muerte del padre que fue asesinado en un matrimonio en Vilmayo (pp. 256-257). Pero esto no es excusa suficiente para generar tantas víctimas, porque se cuenta que el objetivo del asesino no era Lucas sino el novio. Se creería más en 2

la hipótesis de una violencia desatada sin ningún control. Esta escena del huérfano buscando venganza ya se había presentado en el cuento ¡diles que no me maten! donde el coronel dice que buscó a su padre cuando creció y le dijeron que estaba muerto, esto le causó un fuerte dolor que expresa diciendo “es algo difícil crecer sabiendo que la cosa de donde podemos agarrarnos para enraizar está muerta” (pp. 98-99) y al parecer culmina con el fusilamiento de Juvencio Nava. En Pedro es claro que el deseo de venganza no es satisfecho sino que aumenta, porque no para en asesinar a los posibles culpables sino que se expande en la apropiación de la Media Luna, lugar fértil, y todo el pueblo de Comala incluso de los habitantes. Es así como Pedro se va convirtiendo en un dios para estos terrenos y a su vez transforma el paraíso de Dolores que es Comala (cfr. pp. 180, 195, 223, 235) en un infierno que será después un lugar de muertos. El dios de Comala engendra en una de sus aventuras o quizás violaciones a un hijo, que el padre Rentería le entrega porque considera que es malvado como su padre y que Pedro lo trata como una cosa entregándolo a sus sirviente para que lo críen. Este niño al crecer es la mayor expresión del desenfreno, violencia, destrucción y apropiación de las personas. Está tan inmerso en la violencia desordenada que asesina, viola y destruye y es protegido por el poder de su padre; no obstante, esto lo lleva a una muerte prematura y desbocada que corresponde al morir cabalgando sin control hasta que su vida estalla en el salto de su caballo. Es interesante resaltar que Pedro se interesa en la salvación o redención de su hijo por el hecho de que le paga al padre Rentería para que ore por la salvación de esta alma, después de nombrar los delitos que afectaban de forma directa al sacerdote (cfr. pp. 202203). Otra característica de Pedro es su capacidad de armar la revolución a su modo: apoya a unos revolucionarios con sus hombres de confianza que tienen a la cabeza al ‘tilcuate’ y algo de dinero, pero cuando son derrotados los envía a que se unan a los que vayan ganando, cambiando con facilidad de bando pues no les interesa una bandera particular sino el poder, como sucede en el cuento El llano en llamas (p. 78). Esto es signo de su posición como padre y gamonal. No obstante, la mayor expresión de su poder es cruzarse de brazos para que Comala muera de hambre (cfr. p. 296).

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Todas estas condiciones hacen de Pedro Páramo, como lo dice Octavio Paz (1998) en Mascaras mexicanas, el macho que nunca se raja. Sin embargo, es Susana San Juan la individualización de él y logra la mejor expresión de sentimientos. Como evidencia se pueden encontrar los muchos pasajes poéticos inspirados en Susana, narrados desde la infancia. Su mayor deseo es ella como lo expresa de forma hermosa para sí mismo, “esperé treinta años a que regresaras, Susana. Esperé a tener todo. No solamente algo, sino todo lo que pudiera conseguir de modo que no nos quedara ningún deseo, sólo el tuyo, el deseo de ti” (p. 256). Donde es el mismo deseo quien lo mueve a asesinar a Bartolomé San Juan, padre de Susana. Con todo, es el deseo de venganza y por Susana lo que mueve la violencia del Gamonal, como lo dice Girard en su teoría del deseo mimético. A pesar de que Pedro logra convertir a Susana en su esposa, ella se mantiene alejada de Pedro con la locura y él no la fuerza como sí lo hizo con tantas mujeres, quizás por amor. Esta distancia que toma Pedro de su objeto de deseo genera un control de tanta violencia y Susana San Juan (el profeta precursor de Jesús, la voz que clama en el desierto anunciando la esperanza) con su muerte, la cual no teme, y redimida de la violencia de Pedro logra lo que Alan Bell dice (1996) “La muerte de Pedro Páramo es la destrucción de la individualidad personal y el establecimiento del tiempo cíclico” y “la exaltación de la muerte de Susana San Juan y la desintegración de la imagen de Pedro Páramo representa el progreso y la nueva esperanza de México1” (p. 821) No se puede negar que con la muerte de Pedro Páramo viene la muerte de Comala. Sin embargo, se puede observar a este pueblo como el lugar de los muertos, o el Sheol que es el lugar de las sombras (rephaim), según la cultura semita, que esperan la resurrección que trae el Mesías, o como el lugar de la memoria a donde Juan Preciado va con la ilusión de encontrar sus raíces y separarse del rencor de su madre, para ser libre y poder construir una nueva esperanza. Este punto se trabajará con mayor profundidad en el apartado sobre Juan Preciado.

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Traducción hecha por el autor 4

Susana San Juan Quizás uno de los pasajes más hermosos es la escena que narra la misma Susana San Juan en la playa a donde le gusta ir a entregarse al agua en el batir de las olas, incluso sin el que parece ser su esposo Florencio, para purificarse en este ritual (cfr. pp. 273-274). Ella ya vive el paraíso en la tierra y sus sueños la remiten al amor de su esposo que transforma, la mueven y da vida. Susana ya experimenta la redención: ha amado a su esposo Florencio, rechaza ser hija de un hombre cruel como Bartolomé que la utiliza hasta para su deseo de dinero, obligándola a bajar en búsqueda de un cadáver, y responde más a su madre que les decía que siempre quedaba la caridad de Dios, aunque su padre lo vea distinto, accediendo a ser la víctima del deseo del Gamonal (cfr. p. 261). Por eso, el padre Rentería, que se ha dejado seducir por el poder de Pedro Páramo, va a confesar a Susana y recuperarla del sueño de amor con su esposo, para entregarla a los brazos de Pedro Páramo, pero ella lo advierte y lo rechaza diciéndole: “Le han de haber encargado que viniera a quitarme el sueño. Que se estuviera aquí conmigo hasta que se me fuera el sueño” (p. 292). O, ante el infierno de castigo eterno que describe el padre, ella lo rechaza con expresiones como “Él me cobija entre sus brazos. Me daba amor” o cambia la frase “tengo la boca llena de tierra” por “Tengo la boca llena de ti, de tu boca. Tus labios apretados, duros como si mordieran oprimiendo mis labios…” (cfr. p. 292). Y tiene razones para rechazar al sacerdote y mantener la distancia con Pedro por el simple hecho que menciona Alan Bell (1996) “ella no necesita la consolación de las falsas palabras del sacerdote desde que se regocija en el reino de Dios y en Su creación donde el cacique no puede entrar2” (p. 824). Este rechazo y distanciamiento que toma Susana es causa de intriga para el padre Rentería el cual “hubiera querido adivinar sus pensamientos y ver la batalla de aquel corazón por rechazar las imágenes que él estaba sembrando dentro de ella.” (p. 292). Es ella una mujer muy distinta a las otras en Comala que lo buscaban para confesarse con constancia y contar como han estado al servicio del deseo infinito de Cacique, quizás porque ella no le tiene miedo a la muerte o a la condenación que profesaba el cura. 2

Traducción hecho por el autor. 5

Con la muerte de Susana se despiertan las campanas en un repicar largo que despierta a la gente, quizás como signo de alegría, en contraposición del silencio de los repiques los días de la pasión de Jesús en Semana Santa. Así mismo, esto sucede el día que se celebra la Inmaculada Concepción de María. Además, el pueblo se convierte en una fiesta, jolgorio, ruido y feria, en comparación con la tristeza de la Media Luna donde estaba Pedro Páramo. (cfr. pp. 294-295). En efecto, la gente se despierta de la opresión en que las tenía Pedro, gracias a la muerte de Susana San Juan, en un día de fiesta para un pueblo muy religioso, que comienza con el repicar de campanas las cuales anuncian una nueva noticia: el futuro derrumbamiento y liberación de la piedra donde estaba cimentada la violencia, Pedro (piedra) Páramo. Existe otro signo que revela la esperanza que está surgiendo: la luz del sol. Pedro ve irse a Susana mientras amanece (cfr. p. 297) y a Abundio “el sol le llegaba por la espalda. Ese sol recién salido, casi frío, desfigurado por el polvo de la tierra. La cara de Pedro Páramo se escondió debajo de las cobijas como si se escondiera de la luz” (p. 300-301). Esto es un preámbulo de lo que tarde o temprano va a suceder: la desintegración de la imagen del Gamonal. Pero la muerte no sucede como un simple proceso, es necesario que el hijo Abundio mate al padre, a ese dios lejano que exigía sacrificios; como lo hizo Jesús al borrar la imagen del dios de los ritos vacíos, signo de ellos es el velo del Templo que se rasga y las rocas que se parten cuando Jesús muere (Mt 27,51), esto sucede para que quede el Dios cercano que da redención a través de la conversión, librando a su pueblo de la violencia presente en los corazones. Con la muerte de Pedro Páramo comienza una transformación donde lo que estaba oculto por el señorío del gamonal retoma su forma original: “Está es mi muerte (…) El sol se fue volteando sobre las cosas y les devolvió su forma” (p. 303) A continuación, se presentará al padre Rentería como imagen de la religión y los rituales que se pusieron al servicio de Pedro Páramo y que a su vez no lograron el fin para el cual existen, redimir al pueblo, convirtiéndose en cosas vacías sin su sentido original.

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El padre Rentería A los sacerdotes se les reconoce como pastores por tener a cargo el cuidado de un pueblo, su rebaño. Sin embargo, el padre Rentería olvidó cuál era su fin como pastor de Comala. Su encargo como pastor lo sustituyo por los intereses personales, como se puede observar después del entierro de Miguel Páramo donde recibió dinero de Pedro para que intercediera por la salvación del difunto (cfr. p. 202-203); pero esto no lo hizo con Eduviges Dyada quien fue una mujer servicial toda su vida, que al final obró contra la mano de Dios suicidándose y que para salvarse necesita las misa gregorianas que cuesta mucho (cfr. 207208). Reconoce que él es culpable por haber traicionado a aquellos que lo quieren y que le han dado su fe y lo buscan para que él interceda por ellos para con Dios; todo por el temor de ofender a los ricos que lo sostienen porque de los pobres sólo consigue oraciones que no llenan el estómago (cfr. p. 207). El sacerdote no está tranquilo, siente como su dilema moral y profesional no lo deja dormir, se siente un muerto en vida, y busca apoyo y ayuda, que se puede traducir como redención de la esclavitud a la cual se sometió con Pedro. Por este motivo viaja a Contla para hacer una confesión general con su colega, el cual le hace el reflejo de su situación. Es este pasaje el que mejor refleja la lucha interna del padre Rentería. El sacerdote de Comala ha consentido que Pedro despedace esta Iglesia; ha olvidado la dureza que se debe tener con el pecado, es decir, la denuncia que, como profeta, debió hacer; la fe que se mantiene por superstición y miedo y no por el esfuerzo del cura; y reconoce la pobreza del pueblo que lo llevó a entregar el servicio sacerdotal a unos cuantos que lo podían mantener. Estos motivos son los que llevan al cura de Contla a negarle la absolución de los pecados al padre Rentería, el cual se siente malo, como se lo expresa a su sobrina Ana cuando regresa. Pero ¿no era el deber del cura de Contla ayudar a un colega que sufre iguales o peores tribulaciones que él? Ante esto, se siente con manos insuficientes para ayudar (cfr. pp. 247250). Luego, estos dos sacerdotes caminan y hablan sobre unas semillas que no nacieron en Comala y añoran las guayabas de China, los duraznos y las mandarinas que comían en el seminario. Con esto se puede hacer una analogía con los sueños, ilusiones e ideales que 7

fueron sembrados en su formación y que se dieron con amargura en Contla pero no nacieron en Comala, considerando que eran tierras fértiles para ese momento, pero eran las tierras de Pedro Páramo (lugar árido y demasiado frio); esto es lo mismo que le sucedió al profesor en el cuento Luvina (cfr. p. 249). Otro ejemplo donde se olvidaron de la misión por el desánimo son Donis y su hermana, la pareja incestuosa. Ellos, uno de los pocos que todavía viven cuando Juan Preciado llega, son la pareja que tiene el encargo de repoblar a Comala pero son estériles. Es una pareja que se siente condena y si se compara con Adan y Eva está invertida. Con todo y aparte del deber de repoblar la tierra que no lo pueden hacer, también es su deber rezar por las ánimas que andan sueltas para que salgan de sus penas, sin embargo, se desanimaron por ser tarea grande y porque se consideran pecadores (cfr. pp. 228-229) Para terminar, el padre Rentería, resignado por su culpa, decide ser él fuente de violencia y origen de otra revolución. Como último acto, después de estar al servicio de Pedro, toma las armas, arrastra consigo a otros que tienen sed de violencia y pone su misión sacerdotal al servicio de la violencia, como lo dice el Tilcuate: “Se va a levantar en armas el padre Rentería (…) Me iré a reforzar al padrecito. Me gusta cómo gritan. Además lleva uno ganada la salvación” (p. 296).

Juan Preciado Juan Preciado es el vehículo que nos conduce por el peregrinar hacia el lugar de los muertos, Sheol y memoria de un pueblo que sufrió bajo el yugo de Pedro Páramo, pero que no se debe entender como un lugar de castigo sino de diálogo con los antepasados, esperanza de redención y memoria que reconoce el valor de recordar. Juan tiene unas características particulares: en primer lugar, él también es huérfano, al igual que su padre Pedro, pero sin el apellido y sin el deseo de venganza, quien no busca un reclamo por su cuente sino impulsado por su madre que lo envía con un encargo: “no vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio…” (p.179), un reclamo en primera persona, disfrazado en plural. En segundo lugar, va cargado de ilusiones que lo obligan a cumplir lo prometido a su madre en el lecho de muerte porque, como lo dice: “comencé a llenarme de sueños (…) se me fue formando un mundo alrededor de la 8

esperanza” (p. 179) y que se convierte en una búsqueda personal de sus raíces u orígenes, pues lo dice de esta manera: “vine a buscar a Pedro Páramo, que según parece fue mi padre. Me trajo la ilusión” (p. 237). En tercer lugar, el equipaje son sólo los recuerdos de la madre por los que veía a Comala, pero que pronto no reconocerá Juan en el lugar que visitó y que se apagarán con la madrugada (cfr. 224), al igual que la muerte de Susana, para convertirse en experiencias reales. Además, el hijo de Dolores corresponde a la imagen apocalíptica que nos ofrece el evangelista Juan a modo de profecía al referirse a la destrucción de Jerusalén: “Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. (…) Habrán señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, naciones angustiadas, trastornadas por el estruendo del mar y de las olas. Los hombres se quedarán sin aliento, presa del terror y la ansiedad, al ver las cosas que se abatirán sobre el mundo, porque las fuerzas de los cielos se tambalearán. Entonces verán venir al hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantada la cabeza, porque se acerca vuestra liberación” (Lc, 21, 20.25-28).

Vale la pena aclarar que apocalipsis significa ‘nueva creación’. Juan Preciado se encuentra con una Comala desolada, al igual que Jerusalén, pero por la destrucción que provocó Pedro Páramo en ella; también existen señales naturales como el brillo del sol que varía en la novela, la luna, las estrellas que se observan con primacía en la casa de Donis y su hermana, más aun, participa también la ausencia del viento y el calor sofocante. Pero quizás lo más importante por resaltar es que Juan muere “sin aliento, presa del terror y la ansiedad” (cfr. pp. 234-2347), pero esto no hace referencia a un final definitivo, sino a la nueva esperanza que llega, la nueva creación que comienza, por la que hay que alzar la cabeza porque se acerca la redención. En esta novela no hay que temer a la muerte, pues de ella se puede aprender mucho como lo hizo Juan Preciado al verificar que la ilusión tiene un costo: quedarse en los sueños y no dedicarle tiempo a pensar y entender todo, como lo hizo Dorotea después de muerta (p. 237). Por tanto, Juan Preciado puede ser, como lo expresa Bell (1995), el México confundido que queda después de una racha de violencia causada por el padre que lo dejo

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huérfano; con deseos de construir la memoria que dignifica y construye su personalidad; miembro de una religión que estuvo al servicio del cacique pero que puede ser reconstruida volviendo al origen de su fundador: la redención o liberación de la violencia; también con la posibilidad de elaborar sus propios recuerdos llenándolos de experiencias y separándose del rencor de la madre; y aprovechar del camino preparado por Susana San Juan. Para concluir, cuando no sólo se conoce la obra de Pedro Páramo sino la vida difícil de Juan Rulfo, se puede dudar que el tono trágico de la novela represente sólo desesperanza, siendo que Rulfo logra continuar su vida, aun con traumas, haciendo lo que quería, con su esposa a la cual escribió bellas cartas y su familia. Entonces, frente a un panorama desolador es posible pensar en la liberación de las cadenas de violencia que se apropian de las personas sin medida, con la redención del ser humano que sabe conocer su memoria, entendiendo los mecanismos ocultos, tomando la decisión de continuar con la destrucción o pensar otras vías posibles reconociendo los límites y que esta redención no se limita en una labor personal sino que implica la responsabilidad de redimir al otro, como lo dice Solarte (2011), la culminación de un vivir se trata de la experiencia de dar la vida en redención de otros.

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