¿Una Ofrenda \"Caravanera\" en Los Amarillos? Minerales y Tráfico de Bienes en Tiempos Prehispánicos.

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Descripción

| A LEJANDRO F. H ABER |

Como un rizoma que brota aquí y allá, que extiende tallos que, al tocar tierra, hacen rizoma, he querido traer a la discusión un concepto, una idea, pero una idea que puede ser pensada en la práctica cotidiana. También de una manera rizomática uywaña aparece aquí y allá: en la trampa a escala del paisaje que es Archibarca, en donde los campesinos han vuelto una y otra vez, se han quedado al abrigo de las peñas como la de Ab1, y le han dado forma de casa a su habitar; en Yngaguassi y San Antonito, en donde las familias indígenas iban a cosechar oro con el cual saldar las variadas y diversas cargas tributarias coloniales, pero lo hacían criándolo de acuerdo a su propia comprensión de cómo se desarrollan las relaciones en el mundo; en Tebenquiche Chico, en donde la acequia, la chacra y la casa son tres espacios de reproducción recíproca en el marco de uywaña. También hace rizoma en la vida de los campesinos indígenas de la Puna. Ellos saben de los riesgos del oro y de las vicuñas, y saben también de las acechanzas del capital sobre sus chacras, pastos, tolares y vegas. Su autodefinición como criollos ha sido mal comprendida por la antropología blanca como negación de la identidad indígena (García y Rolandi 2004), en lugar de escucharlo en el idioma de uywaña, es decir, criados en la tierra que se cría.

PRODUCCION Y CIRCULACION PREHISPANICAS DE BIENES EN EL SUR ANDINO

Coda Las representaciones de las disciplinas académicas acerca del mundo andino tienen, lo queramos o no, directas consecuencias en ese mundo. Las representaciones acerca de los procesos sociales prehispánicos –también las que se recogen en este volumen– dicen tanto de los procesos sociales prehispánicos como de aquellos que las enuncian. Como parte de la definición del Taller que dio origen a este libro, no puedo perder de vista que toda enunciación de los procesos pre-coloniales tiene un lugar respecto de los procesos de descolonización. Para el campesino indígena que me preguntó por la crianza de la veta de oro y su crecimiento nocturno, estaba claro que mi respuesta le indicaría mi posición en el mundo o, al menos, la distancia que me quedaría por recorrer.

Compilado por Axel E. Nielsen M. Clara Rivolta Verónica Seldes María Magdalena Vázquez Pablo H. Mercolli

Agradecimientos. Las investigaciones fueron financiadas por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional de Catamarca, a través de tres proyectos trianuales a lo largo de la década de 1990. Un subsidio de National Geographic Society (Research Grant #7357-02) y un Proyecto de Investigación Anual del CONICET (PIA6394) permitieron realizar la prospección y las primeras excavaciones en Archibarca. Dos subsidios de la Fundación Antorchas fueron utilizados para las investigaciones en poblados mineros. Los trabajos más recientes han sido financiados por la Agencia Nacional de Promoción de la Ciencia y la Técnica mediante el PICT2002-12563. Todas las investigaciones contaron con las respectivas autorizaciones provinciales de ley. Numerosos alumnos y colegas participaron de cada una de las tareas de investigación, aportando sus inquietudes, su esfuerzo y su entusiasmo. Muchas personas aportaron sus comentarios, ideas, preguntas y conocimiento para la escritura de este texto, pero ninguna de ellas es responsable de mis errores de interpretación: Dante Angelo, Alan Barnard, Armando Fabian, Pedro Funari, Cristóbal Gnecco, Adrián Guitián, Tim Ingold, Carolina Lema, Wilhelm Londoño, Axel Nielsen,

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| Axel Nielsen |

| ARQUEOLOGÍA DE UYWAÑA: UN ENSAYO RIZOMÁTICO |

Producción y circulación prehispánicas de bienes en el sur andino / Carlos Aschero ... [et.al.] ; dirigido por Axel E. Nielsen. - 1a ed. Córdoba : Brujas, 2007. 460 p. ; 25x17 cm. - (Colección Historia social precolombina / Axel E. Nielsen)

Figura 7. Plano de una casa de Loreto de Yngaguassi, y su correspondiente secuencia arquitectónica.

ISBN 978-987-591-107-9 1. Historia Social Precolombina. I. Axel E. Nielsen, dir. CDD 980.012

© Editorial Brujas 1 ° Edición. Impreso en Argentina ISBN: 978-987-591-107-9 Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de tapa, puede ser reproducida, almacenada o transmitida por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o por fotocopia sin autorización previa.

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Figura 8. Plano de una casa de San Antonito, y su correspondiente secuencia arquitectónica.

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La acción política fue descripta como acción subversiva del orden colonial por los actores colonialistas que intervinieron en su textualización judicial. Esa misma represión del sentido de la acción reapareció en las interpretaciones historiográficas, que también apelaron a la resistencia a la creciente presión tributaria y al contexto trasgresor del carnaval, todos motivos externos a los actores. Lo que muestran Yngaguassi y San Antonito son los factores objetivos de la evaluación subjetiva de los actores: es contra el fondo de su propia teoría de la relacionalidad con los seres en el mundo que las acciones colonialistas debieron ser objeto de evaluación moral (Thompson 1979), y sólo desde allí es comprensible el contexto de justificación de la acción -que, desde otros marcos, debiéramos llamar acción política.

Uywaña Hace ya muchos años que Gabriel Martínez llamó la atención acerca de una constelación lingüística aymara alrededor de la raíz uyw- (Martínez 1976). Los términos que integran esta constelación en el vocabulario de Bertonio de 1612 –“crías, los hijos y cualesquiera animales”– remiten a su etnografía de Isluga (Martínez 1989). Ellos hacen referencia a la crianza, al cuidado, al cariño, al respeto, al amor, relaciones entre padres e hijos, entre pastores y sus llamas, entre los vivos y los antiguos. “Uywaña’ tiene, de cualquier modo, un sentido de criar que es un “proteger”, con una implicación de amor, de cosa querida y de relación muy íntima e interior, de la cual depende el buen resultado del criar” (Martínez 1989: 26). Dice Martínez: “‘uywiri’, participio activo de uywaña es, pues, “el criador”, “el que cría”, pero concebido como entidad abstracta, en un plano de sacralidad, con las connotaciones indicadas. Se aplica de preferencia, en este plano, al cerro o cerros protectores de la estancia, que aparecen entonces como “los criadores” de ésta; y la estancia, en tanto grupo social, como lo criado por sus uywiris” (Martínez 1989: 28).” Johannes van Kessel y sus colaboradores también han prestado atención a uywaña, comprendiendo en ese marco lingüístico y conceptual a lo que desde la universidad y las agencias de desarrollo se entiende como tecnología (Van Kessel y Condori 1992; Van Kessel y Cutipa 1998; Van Kessel y Enríquez Salas 2002). Desarrollando la idea de crianza, dicen “La divinidad es percibida como inmanente en el mundo: se hace presente en la Santa Tierra y en todas partes. El mundo es divino, es vida y fuente de vida. Los elementos de la naturaleza, sea animal, sea árbol, sea piedra, ríos o cerros, casas o chacras, todos tienen su lado interior, su vida secreta, su propia personalidad, capaz de comunicarse con el hombre a condición que sepa

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INDICE

Presentación ................................................................................................................ 9 1. Alejandro F. Haber Arqueología de Uywaña: un ensayo rizomático. ....................................... 13 2. Norma Ratto Paisajes arqueológicos en el tiempo: la interrelación de ciencias sociales, físico-químicas y paleoambientales (dpto. Tinogasta, Catamarca, Argentina). ....................................................................................................... 37 3. Salomón Hocsman Producción de bifaces y aprendices en el Sitio Quebrada Seca 3 Antofagasta de la Sierra, Catamarca (5500-4500 años ap.).................... 55 4. Gabriel E. J. López Aspectos sociales de la transición al pastoralismo en la Puna: una perspectiva evolutiva. .................................................................................... 83 5. Hernán Juan Muscio Sociabilidad y mutualismo durante las expansiones agrícolas en entornos fluctuantes: un modelo de teoría evolutiva de juegos aplicado al poblamiento del período temprano de la Puna de Salta, Argentina. ........................................................................................................ 105 6. Carlos A. Aschero Iconos, huancas y complejidad en la Puna Sur Argentina. ....................... 135 7. Daniel Darío Delfino, Valeria Elizabeth Espiro y R. Alejandro Díaz Excentricidad de las periferias: la Región Puneña de Laguna Blanca y las relaciones económicas con los valles mesotermales durante el primer milenio. ........................................................................................... 167

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| ARQUEOLOGÍA DE UYWAÑA: UN ENSAYO RIZOMÁTICO |

8. M. Alejandra Korstanje Territorios campesinos: producción, circulación y consumo en los valles altos. ....................................................................................................... 191 9. Sara M. L. López Campeny, Patricia S. Escola Un verde horizonte en el desierto: producción de cuentas minerales en ambitos domesticos de sitios agropastoriles. Antofagasta de la Sierra (Puna Meridional Argentina). ........................................................... 225 10. Pablo Mercolli, Verónica Seldes Las sociedades del tardío en la Quebrada de Humahuaca. Perspectivas desde los registros bioarqueológico y zooarqueológico......................... 259 11. Hugo D. Yacobaccio Población, intercambio y el origen de la complejidad social en cazadores recolectores Surandinos. ............................................................ 277 12. Lautaro Núñez, Patricio de Souza, Isabel Cartagena, Carlos Carrasco Quebrada Tulan: evidencias de interacción circumpuneña durante el formativo temprano en el Sureste de la Cuenca de Atacama............... 287 13. Gabriela Ortiz El paisaje macroregional. Uso del espacio social expandido a traves de la circulación de objetos. ......................................................................... 305 14. Alvaro Martel, Carlos Aschero Pastores en acción: imposición iconográficavs. autonomía temática.... 329 15. Gonzalo Pimentel, Indira Montt, José Blanco, Alvaro Reyes Infraestructura y prácticas de movilidad en una ruta que conectó el Altiplano Boliviano con San Pedro de Atacama (II Region, Chile). 351 16. Carlos I. Angiorama ¿Una ofrenda “caravanera” en Los Amarillos? Minerales y trafico de bienes en tiempos prehispánicos. .......................................................... 383 17. Axel E. Nielsen Bajo el hechizo de los emblemas: políticas corporativas y tráfico interregional en los Andes Circumpuneños. ............................................. 393 18. José Berenguer R. El camino inka del alto loa y la creación del espacio provincial en Atacama. ................................................................................................... 413 8|

Figura 5. Plano de Loreto de Yngaguassi. | 25

| GONZALO PIMENTEL, INDIRA MONTT, JOSÉ BLANCO Y ALVARO REYES |

reubicación diacrónica de los poblados en los oasis de San Pedro de Atacama, la vía debiera graficar estos cambios con evidencias de ramales diferenciados que conectaron con los distintos asentamientos dependiendo de cada período. En el contexto de San Pedro de Atacama se pueden observar estos importantes cambios diacrónicos en la disposición de los asentamientos. La información que se dispone nos señala que para el período Formativo Temprano las principales ocupaciones se encuentran en los sitios de Calar y Ghatchi en el curso medio de la quebrada de Vilama, a una altura aproximada de 2.700 msnm (Agüero 2005; Le Paige 1957-58, 1963, 1964; Llagostera 1988; Orellana 1988-89, 1990; Serracino y Stehberg 1974). En tanto, en el Formativo Tardío el asentamiento principal es la aldea de Tulor, ubicado en los oasis bajos a una altura de 2.300 msnm (Barón 1986; Le Paige 1964; Llagostera et al. 1984), situación que continuaría en el Período Medio, a juzgar por la presencia de importantes cementerios en los distintos oasis de la localidad (Le Paige 1964; Llagostera 1996; Llagostera y Costa 1999). Para los Períodos Tardíos nuevamente se aprecia un cambio en la disposición de los asentamientos, los que en los momentos medios y finales del período se encuentran en las cabeceras de los ríos San Pedro y Vilama (Pucara de Quitor y Vilama), así como aguas arriba del Río San Pedro (Catarpe) (Llagostera y Costa 1999; Lynch 1977; Lynch y Núñez 1994; Uribe 2002). A partir de lo anterior, postulamos que debieron existir a lo menos tres ejes diferenciados de conexión última con los nodos de San Pedro de Atacama: un eje que comunicó con los sitios Formativos Tempranos de Ghatchi y Calar, otro en dirección directa a los oasis con conexión múltiple a Tulor y demás oasis, característico del Formativo Tardío y Período Medio y, por último, un eje de conexión directa con Catarpe y Quitor, segmento que habría sido más intensamente utilizado en los Períodos Tardíos.

Fundamentación del Caso de Estudio y Metodología La elección de la ruta de Tocorpuri como caso de estudio se debe a sus interesantes antecedentes previos. Primero, en su entrada al territorio chileno posee conexión múltiple con la región Atacameña, comunicando al oeste con las tierras altas de Caspana (Loa Superior y Subregión del Río Salado) y al sur con San Pedro de Atacama, vía Machuca y Felon. Segundo, coincidiría con el eje más recto para conectar Tiwanaku y San Pedro de Atacama, pudiendo ser, por lo tanto, la vía de circulación utilizada preferentemente en el Período Medio para comunicar ambas esferas de interacción (Nielsen 2006; Núñez et al. 1997). Las referencias sobre la vía si bien son escasas y muy acotadas a determinados sectores de la ella, son muy elocuentes en graficar su importancia. Los primeros antecedentes los encontramos en Philippi (1863: 64), quien describe un sendero muy trillado que viene de Machuca a San Pedro de Atacama que sería conocido como el “camino de las pintadas”, debido a la existencia de un paredón con gran cantidad de petroglifos. Posteriormente, Le Paige (1964) registra una apacheta ubicada a media distancia entre Machuca y Pelún (o Pelon, los lugareños actualmente lo nombran 354 |

| ¿UNA OFRENDA “CARAVANERA” EN LOS AMARILLOS? |

¿UNA OFRENDA “CARAVANERA” EN LOS AMARILLOS? MINERALES Y TRAFICO DE BIENES EN TIEMPOS PREHISPANICOS Carlos I. Angiorama* Las investigaciones arqueológicas han demostrado que en tiempos prehispánicos tardíos tuvo lugar un intenso tráfico de bienes entre las sociedades que habitaban el extremo noroccidental de Argentina, el norte de Chile y el Altiplano de Lípez (sudoeste de Bolivia). Así lo indica fundamentalmente el hallazgo en diversos lugares de objetos confeccionados a partir de materias primas propias de otras áreas, o de piezas que responden a patrones estilísticos y/o tecnológicos foráneos. Pero también existen otros indicadores de tráfico, tales como los productos de ciertos rituales, desarrollados durante los largos viajes, que resultan hoy especialmente útiles para la identificación de los antiguos caminos y senderos. Uno de ellos son las representaciones rupestres, con determinados tipos de diseños, dispuestas en zonas de tránsito (ver por ejemplo Núñez 1987). Otro indicadores son las estructuras denominadas “cajas” descriptas por Berenguer (1994) y Sinclaire (1994) para los sitios “de muros y cajas” de Santa Bárbara (norte de Chile), asignadas a antiguos pastores-mineros. En dichas “cajas” es recurrente la presencia de mineral de cobre molido y cuentas de valva depositadas como ofrenda. Esta ofrenda de minerales y cuentas registrada entre los pastores especializados en labores minero-metalúrgicas está presente también en los denominados “tapados” o “sepulcros” descriptos por Nielsen (2003), que consisten en concentraciones de cuentas de minerales de cobre y ceniza volcánica, depositadas junto con pequeños fragmentos de los mismos minerales sin formatizar. Estos se localizan de manera recurrente en contextos vinculados al tráfico de bienes a larga distancia en el Area Circumpuneña, en los puntos más altos de antiguas rutas caravaneras, desde el Salar de Uyuni hasta la Quebrada de Humahuaca. Este tipo de rasgo también ha sido registrado en la cima de algunos cerros, como por ejemplo en el Pan de Azúcar (Cuenca de Pozuelos, Jujuy).1 Esta asociación de minerales y cuentas de minerales de cobre y ceniza volcánica ha sido considerada como un indicador del tráfico de minerales metalíferos y metales, en un principio (Núñez 1987), e indicadora del tráfico de bienes a larga distancia en general, luego (Nielsen 2003). Sin embargo, es tan alto el grado de asociación * CONICET - Instituto de Arqueología y Museo, Universidad Nacional de Tucumán. | 383

| CARLOS I. ANGIORAMA |

| INFRAESTRUCTURA Y PRACTICAS DE MOVILIDAD |

entre este tipo de ofrenda y lugares de tránsito que Nielsen ha sugerido que probablemente “el cobre más que otros elementos que pudieron transportar o descargar las caravanas de la época, debió desempeñarse como emblema o diacrítico social para los artífices del tráfico” (Nielsen 2003: 279).

de simples senderos que fueron producidos por la sola recurrencia del tránsito, nos ilustraría sociedades de menor jerarquización social. Desde este esquema, cabe preguntarse cuál fue la situación tecnológica vial para los períodos preinkaicos en el ámbito de la subárea Circumpuneña, ya que se reconoce que el imperio Inka contaba con una imponente red caminera (p.ej. Hyslop 1984). Siguiendo la sugerencia de dicho autor de que posiblemente existirían caminos en tiempos preinkaicos en Wari, Chavín y Tiwanaku, nos lleva a preguntarnos sí realmente hubo ausencia de caminos formales preinkaicos en la subárea Circumpuneña. Por ahora, la escasa información con que se cuenta nos señala que la categoría de simples senderos es lo que caracterizaría a las redes viales de los períodos preinkaicos en la subárea (Berenguer 2004; Nielsen 2003; Núñez 1984; Pimentel 2004), aunque sigue siendo una problemática poco explorada y discutida en el estudio de los sistemas viales de la circumpuna. El tercer aspecto investigado son las características formales y espaciamiento de los sitios habitacionales y ceremoniales, de las estructuras de señalización y de las representaciones rupestres asociadas directamente a la vía interregional. A partir de ciertos trabajos etnoarqueológicos (Lecoq 1987; Nielsen 1997), se ha planteado que los sitios de descanso en la movilidad caravanera presentan mínima inversión constructiva, produciéndose en ellos un rango limitado de actividades (preparación y consumo de alimentos, reparación de equipos, entre otros). Esta clase de sitios mostraría bastante regularidad en su espaciamiento, situación derivada de la distancia máxima que cubre una jornada de tránsito con recuas de llama (15-25 km). Por otra parte, se han identificado una serie de sitios con un fuerte carácter ceremonial asociados a las rutas interregionales como son los “muros y cajas”, apachetas y “sepulcros”2 (Berenguer 2004; Nielsen 1997; 2003; Sinclaire 1994). Otras evidencias surgen de la relación entre representaciones rupestres y redes interregionales (p.ej., Aschero 2000; Berenguer 1999, 2004; Clarkson y Briones 2001; Núñez 1976, 1985; Núñez et al. 1997; Yacobaccio 1979). La presencia de series alineadas de camélidos esquemáticos, de caravanas con personaje guía, de caravanas con uniones o cordeles entre llamas y de llamas con promontorios o con “cargas”, han sido los indicadores por excelencia para entender esta relación (Montt 2005; Núñez 1985; Yacobaccio 1979). El estudio sistemático de las vías también nos proporciona información única sobre las conexiones con los asentamientos. De acuerdo a Hyslop (1991), la conexión directa de la vía con los asentamientos principales es un dato relevante que confirmaría el uso de la vía en los momentos en que determinado asentamiento fue ocupado. Además, a partir de un análisis de las evidencias por períodos y su conexión directa con los centros poblacionales se busca identificar posibles diferencias en las intensidades de uso de la ruta de manera diacrónica. Para ello, nos basamos en dos líneas de evidencia, por una parte, la mayor o menor presencia de materiales muebles, sitios y estructuras que puedan ser asignables a determinados períodos en todo el segmento prospectado, analizando su redundancia, distribución y espaciamiento y, por otra parte, se analiza el cambio de dirección del eje de circulación de acuerdo a su vinculación última con los asentamientos. Creemos que con la

Nuevas Excavaciones en Los Amarillos Entre los años 1999 y 2001 efectuamos nuevas excavaciones en Los Amarillos (Figura 1) uno de los asentamientos más complejos de la Quebrada de Humahuaca durante época prehispánica tardía (Taboada y Angiorama 2003, 2004). Excavamos específicamente la Unidad 400 (Figura 2), compuesta por tres recintos interconectados por vanos; el menor (Recinto 402) habría estado techado, mientras que los dos restantes (Recintos 400 y 401) habrían constituido espacios descubiertos o semicubiertos. Los hallazgos efectuados indican que la Unidad 400 funcionó como un ámbito doméstico, en el cual el grupo que lo habitaba llevó a cabo tanto tareas de subsistencia como artesanales (Angiorama 2003; Taboada 2003; Taboada y Angiorama 2004).

Figura 1. Ubicación geográfica de la Quebrada de Humahuaca y Los Amarillos (Jujuy, Argentina).

Una vez abandonada la Unidad como lugar de habitación, en el rincón noreste del Recinto 402, sobre el piso, se construyó la Cista 2 (Figura 3). Se trata de una gran estructura funeraria definida mediante un muro de piedra curvo que cerraba un espacio de planta semioval de aproximadamente 2,10 m de diámetro mayor y 1,20 m de diámetro menor. Se aprovecharon el muro perimetral norte de la Unidad y el muro de tierra que cerraba el recinto menor como límites norte y este de la estructu-

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Necesidad de una Nueva Aproximación En la medida en que la naturaleza se nos presenta como materia prima para hacer cosas, el espacio físico deja de ser un simple recipiente, un campo o un terreno que sostiene, contiene o apoya otras cosas, y pasa a ser un producto contingente, un sedimento de la práctica humana, una construcción en el sentido material y no únicamente semántico de esa palabra; en síntesis, un artefacto (Biersack 1999: 9). Como “corporalización de actividad pasada”, agrega este autor, el espacio es en sí mismo socialmente construido, es el resultado histórico de varias relaciones sociales. Podríamos incluir aquí las relaciones de producción y reproducción social, de parentesco y de intercambio, pero también las relaciones entre núcleo y colonias, como igualmente las relaciones de dominación y de resistencia propias en un Estado que se expande hacia otras regiones. Central en esta aproximación es la idea de que el espacio es un producto o construcción social. El avance en la reconceptualización de la noción de espacio y su reafirmación como un elemento clave en la teoría social (en el sentido que influye o “hace una diferencia” decisiva en la explicación de la sociedad), ha conducido a una versión todavía más radical de esta tesis constructivista, según la cual “lo espacial” y “lo social” serían caras opuestas de una misma moneda (p.ej.. Gregory 1986; Soja 1989). Para estos autores, el espacio no es sólo el escenario donde se expresan las relaciones sociales, sino también el dominio dentro del cual (y en parte a través del cual) estas relaciones se constituyen (Gregory 1978: 120-121). En otras palabras, la estructura u organización del espacio no es un simple producto social, sino que, simultáneamente, forma las relaciones sociales (Soja 1989: 7 y 57). De la misma manera en que el espacio es socialmente construido “han remarcado Zeleza y Kalipeni (1999: 2)” lo social es espacialmente construido también, ya que todos los fenómenos sociales, actividades y relaciones tienen forma espacial, así como una localización relativa en el espacio, por lo tanto éste no es un estático y pasivo soporte de la existencia social, sino una activa fuerza constitutiva de la composición y construcción social misma. Soja (1989: 80, Nota 3, 81) elige el término “espacialidad” precisamente para especificar este espacio socialmente producido y propone el concepto “dialéctica socio-espacial” para enfatizar la premisa de que las relaciones sociales y las relaciones espaciales son indivisiblemente interactivas e interdependientes. Es en este particular sentido que hay que entender el planteamiento de Gregory (1986: 390) sobre la constitución espacio-temporal de los sistemas sociales, especialmente cuando señala que las estructuras sociales poseen estructuras espaciales y que ambas son inseparables. Parafraseando a Castell (1984, citado en Soja 1989: 70), podríamos concluir que lo espacial no es “un reflejo de lo social”; es lo social y viceversa. Puesto que no hay tal cosa como procesos espaciales sin contenido social, ni contenido social sin procesos espaciales, la construcción de una espacialidad caminera implica, necesariamente, la construcción de relaciones sociales correspondientes y viceversa. Se convendrá también que desde la perspectiva más radical del espacio, los caminos de un imperio 416 |

| ¿UNA OFRENDA “CARAVANERA” EN LOS AMARILLOS? |

ra funeraria. El muro de piedra curvo asentaba directamente sobre el piso del Recinto 402 hasta alcanzar el muro de tierra, al que se superponía. Esta superposición nos indica que en el momento de la construcción de la Cista 2 el muro de tierra se encontraba ya parcialmente derrumbado.

Figura 2. Planta de la Unidad 400 de Los Amarillos (Recintos 401 y 402).

Figura 3. Unidad 400 de Los Amarillos. A la izquierda se observa la Cista 2.

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| CARLOS I. ANGIORAMA |

| EL CAMINO INKA DEL ALTO LOA Y LA CREACION DEL ESPACIO PROVINCIAL EN ATACAMA |

Tanto el material procedente del piso de la Unidad 400 como los hallazgos efectuados en la Cista 2, son similares a los señalados por Nielsen (1997) como diagnósticos de las Fases Sarahuaico y Pukara (1280-1430 d.C.). No se ha encontrado en la esta unidad ningún elemento asignable a momentos inkaicos ni coloniales. Con la finalidad de fechar por radiocarbono las estructuras excavadas, se procesaron una muestra asociada al piso de ocupación de la Unidad (carbón vegetal tomado de uno de los dos fogones en uso en el momento del abandono de la Unidad como lugar de residencia) y otra extraída del interior de la Cista 2 (carbón vegetal asociado a uno de los entierros superiores, es decir a uno de los últimos en orden de inhumación). Los resultados de los fechados fueron los detallados en la Tabla 1.

su hegemonía. Es posible que su propuesta sea difícil de llevar a la práctica en el norte de Chile, debido a que la documentación temprana es mucho menos abundante que en los Andes Centrales y los datos arqueológicos constituyen el grueso de la información disponible (Hyslop 1993; Malpass 1993 sin embargo, véase Sanhueza 2004), pero quisiéramos rescatar de su aproximación geográfica la idea de reconstruir territorios inkaicos específicos, aunque sea con las limitaciones de la arqueología. Puesto que la dominación inka es más evidente en los materiales culturales cercanos a los centros, tampus y caminos, y considerando que éstos constituyen la infraestructura de administración y control inkaico en las provincias (Julien 1993: 215; Lynch 1993: 133 y ss.), en este artículo focalizamos nuestro análisis en el Qhapaqñan, sus centros administrativos, sus estaciones o sitios de enlace y sus marcadores camineros, tomándolos como símbolos visibles de despliegue de poder cuzqueño en la antigua Atacama. Los datos de campo provienen de un trayecto de camino de más de 150 km, que abarca desde el Cerro Pabellón del Inca, en Collahuasi (Región de Tarapacá) por el norte, hasta el poblado de Chiuchiu (Región de Antofagasta) por el sur.

Tabla 1. Fechados radiocarbónicos para la Unidad 400 de Los Amarillos.

Caminos, Espacialidad y Dominación Nota: para transformar la edad 14C en años calendáricos se utilizó el programa Rev. 3.0.3 (Stuiver y Reimer 1993). No se realizaron substracciones para dar cuenta de posibles diferencias en muestras atmosféricas del hemisferio sur.

Las fechas obtenidas son coherentes con lo estimado en base al material cultural recuperado tanto sobre el piso de ocupación de la Unidad como en la Cista 2. Las dataciones apoyan también lo interpretado en base a los indicadores arquitectónicos, a la estratigrafía de la estructura y a los hallazgos realizados; es decir que la Unidad habría sido edificada, habitada y abandonada como lugar de residencia en un lapso relativamente breve y que la Cista 2 habría sido construida muy poco tiempo después. Todo habría tenido lugar durante las Fases Sarahuaico y Pukara.

Figura 4. Vista parcial de los hallazgos efectuados en la Cista 2. 386 |

Los caminos son ampliamente reconocidos “sino como privativos” como herramientas fundamentales de los imperios (Purcell 1990; Witcher 1997). Su construcción tiene, por lo general, profunda relevancia militar, económica y tecnológica: conducen a asentamientos y a mano de obra; a través de ellos se accede a los recursos naturales susceptibles de explotación; y constituyen una infraestructura que facilita el expedito desplazamiento de tropas, el eficiente transporte de tributos y provisiones, así como la rápida circulación de la información. En fin, nadie discutiría que la vialidad en un imperio sirve propósitos estratégicos, reporta beneficios económicos y supone avanzados conocimientos tecnológicos. De ahí que se tienda a concebir a los caminos como el resultado directo de necesidades materiales, como un síntoma del imperialismo y como una consecuencia de la dominación. El punto que enfatiza Witcher (1997) es que este enfoque funcionalista pasa por alto el hecho de que los caminos incluyen, asimismo, importantes aspectos ideológicos. La esencia del imperialismo “ha dicho este autor” no es simplemente la conquista física de un territorio, sino también su conquista simbólica y los objetivos de los imperios antiguos no pueden reducirse a lo utilitario, ya que la expansión y la dominación tiene que ver también con el despliegue de poder sobre el territorio (Purcell 1990). La omisión funcionalista de la dimensión ideológica de los caminos se origina en una posición filosófica que conceptualiza el territorio como una entidad estructurada, articulada dentro del contexto de un espacio estrictamente cartesiano, donde éste es concebido como un escenario neutral, universal y atemporal. En esta concepción, el espacio es abstracto, estático, pasivo y contenedor, limitándose simplemente a reflejar la sociedad como un espejo. Es también inocente y no problemático.

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y Thompson 1985)” pero parece claro que existía más de un tipo de provincia (Julien 1993). La pregunta que nos hacemos entonces es ¿qué clase de “provincia” fue Atacama para los Inkas y de qué manera sus restos materiales nos informan acerca de las relaciones entre gobernantes y gobernados? Tradicionalmente, se ha caracterizado al norte de Chile como un área marginal a los intereses del estado Inka, debido a sus escasos recursos humanos y naturales, al bajo nivel de desarrollo político de su población, a su relativa ausencia de grandes instalaciones y a su distancia con el Cuzco (D’Altroy 2002; Hyslop 1984; Malpass 1993). Es cierto que los Inkas no desarrollaron aquí sitios tan grandes y con una arquitectura tan conspicua y elaborada como en otras partes, pero aun así, las instalaciones que construyeron reflejan un esfuerzo de planificación y ejecución considerable, efectuado en el marco de una nítida concepción global. En estas regiones los Inkas intensificaron la minería, la ganadería y la producción artesanal; construyeron nuevos campos de cultivo e introdujeron innovaciones técnicas para aumentar la productividad agrícola; erigieron fortalezas para mejorar la seguridad; algunas veces modificaron la composición demográfica local, desplazando a la población oriunda a otra parte y reocupándola con poblaciones erradicadas de otras regiones (mitimaq); instalaron santuarios en las más altas cumbres; y construyeron una extensa red de centros, tampus y caminos (D’Altroy 2002). En fin, prácticamente nada que no hubieran hecho en otras partes. Como resultado, el “estigma de marginalidad” ha dejado paso entre los investigadores a una temperada mayor valorización de la relevancia de estos territorios para el imperio (Hyslop 1993; Uribe 1999-2000). Pero en una zona hiperárida como Atacama, las áreas focales de vida son mucho más circunscritas que en cualquier otra parte de los Andes. Los recursos son también más dispersos. Es obvio, por lo tanto, que aquí la ocupación inkaica debe haber sido en extremo discontinua. Muy probablemente, debió consistir en una suerte de “islas de poder”, coordinadas entre sí a través del Qhapaqñan, e interrelacionadas de diferentes maneras con las áreas circundantes (Morris 1998 [1987]). La interpretación de Lynch (1993:129) en Atacama sobre “…the Inca road as connector of administrative centers, rather than of the nuclei of densest population, which often lay a bit off to the side on lateral access routes…”, captura de algún modo esta imagen de “islas” inkaicas en un “mar” de territorio internodal, salpicado por uno que otro nodo de población local. Convendremos en que investigar estos espacios discretos de poder y sus interrelaciones con las unidades políticas del desierto, es un buen comienzo para entender el significado de Atacama para los Inkas, la forma cómo organizaron y controlaron a los pueblos atacameños y, en último término, la construcción del paisaje provincial. Julien (1993) enfatiza la necesidad de un estudio más comprehensivo del Imperio Inka, reconstruyendo territorios específicos con la ayuda de documentos coloniales que posibiliten comparar la variabilidad interprovincial del gobierno inkaico. Contrastando los territorios así reconstruidos con datos arqueológicos, sería posible saber más acerca de cómo los Inkas organizaron las diversas unidades políticas bajo

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La Cista 2 fue utilizada como lugar de enterratorio para al menos dieciséis individuos, depositados en varios eventos de inhumación (Figura 4). Esto provocó la alteración de la disposición original de la mayoría de los huesos, hallándose muy pocos aún articulados y en posición anatómica. Como ajuar se encontró una gran cantidad y variedad de material. Sin embargo, dado el desorden reinante en la cista, no fue posible determinar con seguridad a qué persona se asociaba cada uno de los objetos inhumados. Entre los hallazgos se recuperaron dos recipientes de calabaza (Cucurbitae sp.).2 Ambos habían sido colocados dentro de un cesto hallado en muy mal estado de conservación. Una de las calabazas contenía un fragmento de malaquita y polvo de mineral de cobre. La otra contenía polvo de ceniza volcánica, junto con dos trozos del mismo mineral (Figura 5). Cobre y ceniza volcánica, es decir, se trata exactamente del mismo tipo de asociación observada en los “tapados” mencionados más arriba, relacionados indudablemente con la circulación de productos por la región.

Figura 5. Recipientes con minerales. Se hallaron en el cesto que se observa en la esquina superior izquierda de la Figura 4.

La Ofrenda de la Cista 2 Lo notable del hallazgo efectuado en la Cista 2 es que se trata de un tipo de ofrenda típica de contextos de tránsito (rutas, abras, cerros asociados a caminos), pero hallada en uno de los principales asentamientos de la Quebrada de Humahuaca prehispánica. Pero, además, hay otros aspectos interesantes. Por un lado, un análisis por difracción de rayos X nos permitió identificar el mineral de cobre en polvo como atacamita (Cu Cl [OH]3). Se trata de un mineral que no ha sido reportado en Argentina, por lo que constituye una evidencia clara del tráfico de minerales en la región durante tiempos prehispánicos tardíos (Angiorama 2001). La atacamita es un cloruro de cobre que se encuentra en ambientes de extrema aridez, presente en varios yacimientos del norte de Chile, lugar desde donde podría haber sido trasportada.

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Por otro lado, en asociación con el cesto y los recipientes que contenían los minerales de cobre y la ceniza volcánica se halló un objeto ornamental metálico (Figura 6). Se trata de un colgante de base cobre, cuyo extremo superior fue plegado sobre la parte posterior del objeto, conformando un orificio para suspensión.3

EL CAMINO INKA DEL ALTO LOA Y LA CREACION DEL ESPACIO PROVINCIAL EN ATACAMA José Berenguer R.*

Figura 6. Pendiente C 1.

A pesar de que hemos efectuado una exhaustiva búsqueda bibliográfica y hemos examinado varias colecciones de objetos metálicos pertenecientes a museos y particulares, hasta el momento no hemos encontrado ninguna pieza parecida que proceda del Noroeste Argentino. Además, su composición también es excepcional para nuestra región. Nuestros análisis nos indican que el pendiente está compuesto por una aleación intencional de cobre y oro (90,65 % de Cu y 9,45 % de Au4). Sobre poco más de quinientos análisis de objetos y restos metálicos que conocemos para hallazgos efectuados en el Noroeste Argentino, tan sólo uno posee una composición similar. Se trata de un hacha en miniatura hallada en el Componente Inkaico del Sector Central de Los Amarillos. La pieza fue encontrada conformando un par con otra igual, depositadas junto a un párvulo. También en este caso se trata de objetos muy poco frecuentes, acaso únicos, en el Noroeste Argentino. Es probable que estas piezas no hayan sido confeccionadas en la Quebrada de Humahuaca, sino que procedan de otra región. En este sentido, es preciso señalar que en el Componente Inkaico de Los Amarillos se han hallado, entre otros elementos que evidencian claros contactos de larga distancia, cerámica Chicha y Cuzco Polícromo (Nielsen y Walker 1999). Todo esto nos lleva a postular que el pendiente en cuestión no habría sido elaborado en la Quebrada de Humahuaca, sino que constituiría una evidencia más de la circulación de metales por la región durante tiempos prehispánicos. 388 |

Durante las pasadas dos décadas, se ha insistido mucho en que los Inkas no gobernaron el estado uniforme y monolítico que han difundido las caracterizaciones populares, sino una gran amalgama o aglomeración de grupos étnicos, cuyos territorios fueron administrados y controlados por el imperio de manera más bien flexible o diversa (González y Tarragó 2005; Hyslop 1990; Morris 1998 [1987]; Morris y Thompson 1985). Y en efecto, en las provincias inkaicas existe un gran cuerpo de datos arqueológicos que apunta más a variabilidad que a uniformidad (véase Malpass 1993). Tal es así, que se dice que no hay dos asentamientos estatales idénticos (Hyslop 1990: 306). Aunque el diseño de estos asentamientos puede haber variado conforme a las principales actividades realizadas en ellos, a la densidad de población y al estatus político del área circundante, al uso de mano de obra nativa o de mitmaq, y al empleo de técnicas locales de construcción (Hyslop 1990: 306-307), éstos, por supuesto, no son los únicos factores que producen variación en un asentamiento y ese aspecto de los asentamientos tampoco es lo único que varía. En muchas regiones “incluso en el Cuzco” coexisten en un mismo sitio mamposterías de muy diversa calidad (Morris y Thompson 1985; Niles 1993); el estilo del camino inka es diferente de región a región, incluso dentro de un mismo tramo (Hyslop 1984); y en muchas partes las cerámicas inkas varían enormemente respecto a sus modelos cuzqueños en tecnología alfarera, formas y diseños (Hyslop 1993). El estudio de los factores que generan variabilidad y de cómo ellos operan, puede ser clave para avanzar en el entendimiento de la naturaleza del imperio (Malpass 1993: 239) y de los pueblos que los Inkas gobernaron (Hyslop 1993: 337), pero también para esclarecer el rol de cada provincia en el Tawantinsuyu y establecer las formas en que los Inkas ejercieron el poder sobre los pueblos conquistados. Y en esto, naturalmente, las investigaciones regionales tienen un importante papel que desempeñar. Los estudios de la estructura administrativa inkaica indican que sus autoridades organizaban actividades productivas similares en cada provincia “incluso similares actividades ceremoniales o rituales, como un aspecto clave de la administración (Morris *

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Consideraciones Finales: Minerales y Tráfico en Tiempos Prehispánicos De acuerdo a las investigaciones realizadas hasta el momento, no nos quedan dudas que la asociación entre cobre y ceniza volcánica es efectivamente indicadora de tráfico. No sólo de tráfico de minerales metalíferos y objetos metálicos, como se propuso en un principio, sino más bien de tráfico de bienes a larga distancia en general. Sin embargo, la ofrenda hallada en la Cista 2 muestra que tal asociación no cobraba sentido solamente en ciertos lugares de tránsito (como abras y caminos), ni es únicamente el producto de un ritual que debía llevarse a cabo exclusivamente mientras se viajaba. Por el contrario, la Cista 2 constituye un contexto no vinculado directamente a rutas o caminos en el que se decidió ofrendar lo mismo. Pero además, y a diferencia de lo que ocurre en las “cajas” y en los “tapados”, en este caso se trata fundamentalmente de elementos colocados intencionalmente junto a una persona. En este contexto en particular, la asociación entre cobre y ceniza volcánica cobra más sentido como emblema. Ofrendar mineral de cobre y ceniza volcánica quizás era efectivamente una manera de vincular a alguien con una actividad concreta, en este caso el tráfico de bienes a larga distancia. Una actividad, por otra parte, con la cual los habitantes de Los Amarillos se vieron de alguna manera relacionados. De hecho, la atacamita y el pendiente asociado parecen provenir de regiones lejanas. Es más, la Cista 2 fue construida en una unidad residencial donde poco tiempo antes se había procesado estaño con fines metalúrgicos, metal que debió necesariamente ser transportado hasta el lugar desde grandes distancias, probablemente desde sus depósitos altiplánicos. En este contexto, entonces, no podemos dejar de plantearnos que en la Cista 2 de la Unidad 400 de Los Amarillos habría sido inhumada una persona vinculada con el tráfico de bienes a larga distancia. Estudios bioantropológicos quizás permitan en un futuro echar más luz al respecto. Agradecimientos. Agradezco especialmente a Axel Nielsen por su guía en esta investigación y a cada uno de los amigos que hicieron posible la concreción de los trabajos de campo en Los Amarillos. Las interpretaciones vertidas en este artículo son de mi exclusiva responsabilidad.

Bibliografía Angiorama, C. 2001. Objetos Metálicos, Yacimientos Minerales y Antiguos Metalurgos. Aspectos de la Metalurgia Prehispánica en la Quebrada de Humahuaca (Jujuy, Argentina). Arqueología Espacial 23: 39-65. Teruel. 2003. Producción y Circulación de Objetos de Metal en la Quebrada de Humahuaca en Momentos Prehispánicos Tardíos (900-1535 D.C.). Tesis Doctoral, Facultad de Ciencias 412 |

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| CARLOS I. ANGIORAMA | Naturales e Instituto Miguel Lillo, Universidad Nacional de Tucumán. Ms. Berenguer, J. 1994. Asentamientos, Caravaneros y Tráfico de Larga Distancia en el Norte de Chile: el Caso de Santa Bárbara. En De Costa a Selva. pp. 17-46, editado por M.E Albeck. Instituto Interdisciplinario Tilcara. Nielsen, A.E. 1997. Tiempo y Cultura Material en la Quebrada de Humahuaca, 700-1650 D.C. Instituto Interdisciplinario Tilcara. 2003. Por las Rutas del Zenta: Evidencias Directas de Tráfico Prehispánico entre Humahuaca y las Yungas. En La Mitad Verde del Mundo Andino: Estado Actual de las Investigaciones Arqueológicas en la Vertiente Oriental de los Andes y Tierras Bajas de Bolivia y Argentina, pp. 261-283. Editado por G. Ortiz y B. Ventura. Universidad Nacional de Jujuy. Nielsen, A.E y W. Walker 1999. Conquista Ritual y Dominación Política en el Tawantinsuyu: el Caso de Los Amarillos (Jujuy, Argentina). En Sed Non Satiata. Teoría Social en la Arqueología Latinoamericana Contemporánea, pp. 153-169, editado por A. Zarankin y F. Acuto. Ediciones del Tridente. Núñez, L. 1987. Tráfico de Metales en el Area Centro-Sur Andina: Factos y Expectativas. Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología 12: 73-105. Buenos Aires. Sinclaire, C. 1994. Asentamientos, Caravaneros y Tráfico de Larga Distancia en el Norte de Chile: el Caso de Santa Bárbara. En De Costa a Selva, editado por M.E. Albeck pp. 51-74, Instituto Interdisciplinario Tilcara. Stuiver, M. y P. Reimer 1993. Radiocarbon Calibration Program Rev. 3.0.1. Radiocarbon 35: 215-230. Taboada, C. 2003. Arquitectura y Sociedad en la Quebrada de Humahuaca Prehispánica. Tesis Doctoral, Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo, Universidad Nacional de Tucumán. Ms. Taboada, C. y C. Angiorama 2003. Buscando los Indicadores Arqueológicos de la Unidad Doméstica. Cuadernos 20: 393405. Universidad Nacional de Jujuy. 2004. Posibilidades de un Enfoque Dinámico para el Estudio de la Arquitectura Doméstica Prehispánica. Un Caso de Aplicación en Los Amarillos (Jujuy). Relaciones 28: 101-115.



| BAJO EL HECHIZO DE LOS EMBLEMAS | considerado. 3. Como los autores manifiestan, su propuesta no es enteramente original sino que formaliza distinciones análogas formuladas anteriormente por otros investigadores. La “teoría procesual dual,” sin embargo, dio a este planteo una notoriedad que no habían tenido hasta el momento en la disciplina. 4. Queremos así poner en duda la interpretación planteada en Nielsen (2001a: 243). 5. El Diccionario de la Real Academia Española (21a edición, 2001, p. 877) define emblema como “Jeroglífico, símbolo o empresa en que se representa alguna figura, al pie de la cual se escribe algún verso o lema que declara el concepto o moralidad que encierra. 2. Cosa que es representación simbólica de otra.” El término alude, entonces, no a un valor intrínseco o universal del objeto (entendido en términos formales o utilitarios), sino a su condición representativa respecto a un concepto u orden moral.

Notas

1. “En las principales abras que comunican la Quebrada [de Humahuaca] con los Valles (Abras de Cosmate, Chasquillas) y con el sector oriental de la Puna (Abras del Altar, Sepulturas, Lipán, Pives), dentro de la propia Puna (Abras de Rachaite, del Gallo cerca de Jama, de Tinte y de Granado en Vilama) y altiplano sur de Bolivia (Abras de Río Blanco, Río Amargo, del Toro Muerto y de San Agustín) y en las comunicaciones de este último con San Pedro de Atacama (Abra de Chaxa) y con el Alto Loa (Paso del Inca, Abra de Ramaditas, Silala).” (Nielsen 2003: 270).” 390 |

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| A X E L E. N I E L S E N | NOA 7: 93-116. Núñez, L. 1994. Cruzando la Cordillera por el Norte: Señoríos, Caravanas y Alianzas. En La Cordillera de los Andes: Ruta de Encuentros, pp. 9-21. Museo Chileno de Arte Precolombino, Santiago. Núñez, L. y T. Dillehay 1979. Movilidad Giratoria, Armonía Social y Desarrollo en los Andes Meridionales: Patrones de Tráfico e Interacción Económica. Universidad Católica del Norte, Antofagasta. Pease, F. 1992. Curacas, Reciprocidad y Riqueza. Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima. Pérez, J. A. 2000. El Jaguar en Llamas (la Religión en el Antiguo Noroeste Argentino). Nueva Historia Argentina, Vol. I, pp. 229-256. Sudamericana, Buenos Aires. Platt, T. 1987. Entre Ch´axwa y Muxsa: para una Historia del Pensamiento Político Aymara. En Tres Reflexiones sobre el Pensamiento Andino, pp. 61-132. Hisbol, La Paz. Salomon, F. 1995. “The Beautiful Grandparents”: Andean Ancestor Shrines and Mortuary Ritual as Seen through Colonial Records. En Tombs for the Living: Andean Mortuary Practices, editado por T. Dillehay, pp. 315-353. Dumbarton Oaks, Washington. Tartussi, M. y V. Núñez Regueiro 1993. Los Centros Ceremoniales del NOA. Publicaciones 5. Instituto de Arqueología, Universidad Nacional de Tucumán, San Miguel de Tucumán. Van Buren, M. 1996. Rethinking the Vertical Archipelago. American Anthropologist 98: 338-351. Walker, W. H. 1995. Ceremonial Trash? En Expanding Archaeology, editado por J. Skibo, W. Walker y A.E. Nielsen, pp. 67-79. Utah University Press, Salt Lake City. Weiner, A. 1992. Inalienable Possessions. University of California Press, Berkeley. Yacobaccio, H. D. 2001. Cazadores Complejos y Domesticación de Camélidos. En El Uso de los Camélidos a través del Tiempo, editado por G. Mengoni, D. Olivera y H.D. Yacobaccio, pp. 261-282. Editorial del Tridente, Buenos Aires.

| ¿UNA OFRENDA “CARAVANERA” EN LOS AMARILLOS? | 2. Uno de 35 mm de altura conservada y 77 mm de diámetro máximo conservado, y otro de 28 mm de altura conservada y 70 mm de diámetro máximo conservado. 3. El mango mide 41,3 mm de largo y 14 mm de ancho. A 27 mm de su extremo superior presenta un ensanchamiento de forma oval, de 20 mm x 10,2 mm. La parte inferior del objeto es de forma semilunar, de 35 mm de ancho y con uno de sus extremos plegados sobre la parte posterior de la pieza. La altura total del pendiente es de 55,5 mm, su ancho máximo de 35 mm, su espesor de 2 mm y su peso de 9,1 g. 4. Los valores expresan porcentaje en peso. Los análisis fueron efectuados en el Centro Atómico Constituyentes de la Comisión Nacional de Energía Atómica, mediante Dispersión de Energía de Rayos X (EDAX), empleándose un equipo Philips PSEM 500 acoplado a un Microscopio Electrónico de Barrido. Del objeto se tomaron seis mediciones en diversos sectores libres de pátina y uno en la pátina superficial para lograr un control eficaz de los resultados. El tiempo de medición fue de 60 segundos. El error analítico se estima en un 2 %.

Notas

1. Utilizamos esta categoría para referirnos genéricamente a los Períodos de Desarrollos Regionales, Inka y los primeros momentos del Hispano-Indígena. Empleamos este concepto ya que, dada la ausencia de variaciones en aspectos comunes de la cultura material, resulta imposible atribuir muchos contextos a segmentos cronológicos más acotados en ausencia de dataciones absolutas. 2. De paso, nótese que estos dos escenarios resultarían en distribuciones completamente diferentes de bienes de prestigio en el registro arqueológico, un punto que tampoco suele ser 410 |

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