\"Una Mirada Sociológica Sobre la Tolerancia,\" in Religión y Razón: Nuevas Carta sobre la Tolernica, La Maleta de Portbou, No. 8 Octobre/Novembre (2014)

September 14, 2017 | Autor: Karen Barkey | Categoría: Religion, Sociology, Toleration
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Descripción

VERDAD Y CREENCIA Por

ADRIEN CANDIARD

RELIGIÓN, DIVERSIDAD Y CONFLICTO Por

SUDIPTA KAVIRAJ

UNA MIRADA SOCIOLÓGICA SOBRE LA TOLERANCIA Por

KAREN BARKEY

EL MITO DE CONCORDIA Por

NADIA URBINATI

LOS FILÓSOFOS, LOS MÍSTICOS Y LAS RELIGIONES Por

SOULEYMANE BACHIR DIAGNE

Materiales para el debate «Vivir en una sociedad plural: política, minorías y diversidad religiosa», que tendrá lugar en el marco del festival MODE D'EMPLOI, organizado por la Villa Gillet de Lyon.

Karen Barkey

Una mirada sociológica

sobre la tolerancia

L

a tolerancia es una condición de la diversidad. La diversidad étnica y religiosa ha existido en la mayoría de las sociedades del mundo durante largos periodos históricos. En algunas ocasiones la diversidad ha conducido a la brutalidad y la violencia, y otras veces ha dado lugar a distintos tipos de acuerdos que han promovido una coexistencia pacífica. Un análisis sociológico de la tolerancia debería destacar las condiciones bajo las que surgen el concepto y la práctica de la tolerancia en una sociedad y en una forma de gobierno, el papel de las distintas autoridades públicas y de los grupos sociales, las fronteras que se erigen entre los grupos, y los recursos a los que tienen acceso los distintos participantes. En mi trabajo sobre la tolerancia adopto un enfoque centrado en las relaciones, que subraya la el papel que pueden desempeñar las relaciones entre los grupos a la hora de producir resultados tolerantes. Destaco de forma especial el papel de las autoridades públicas y las relaciones entre autoridades y comunidades con características diferentes.

Definiciones de tolerancia y su importancia hoy en día Existen distintas formas de pensar sobre la tolerancia: yo defino la tolerancia como la práctica ausencia de persecución; la aceptación de una pluralidad de religiones, aunque no necesariamente su aceptación como miembros/comunidades de pleno derecho y bien acogidos. La tolerancia puede significar la aceptación de la «diferencia» y una falta de interés más allá de lo meramente instrumental a fin de mantener una organización política coherente. Como sugiere Ira Katz-

nelson, «la tolerancia aborda algunos de los rasgos más difíciles y persistentes de las relaciones sociales humanas. Cuando el odio se combina con la jerarquía, los individuos y los grupos entran en contacto con el fanatismo y el peligro. La tolerancia es el acto de soportar y consentir. Es la decisión de no hacer nada aunque se tenga la facultad de actuar». Por consiguiente, la tolerancia implica un «no actuar»1 que procede de una acción razonada o estratégica que da lugar a la contención. Denota la decisión, por parte de las autoridades públicas, así como de los grupos existentes dentro de la sociedad, de aplicar el dominio y la moderación. En ese sentido, la tolerancia sigue siendo esencial para muchas sociedades donde la diversidad y la diferencia son la norma, y donde los grupos reivindican enérgicamente su condición de tales como un rasgo identitario esencial, y por consiguiente supone un valor fundamental de las sociedades humanas, porque es una advertencia que nos insta a hacer uso de la moderación. Ésa es una forma de definir la tolerancia y de relacionar el concepto con la permanente preocupación de vivir en sociedades aquejadas de una diversidad difícil. Existe otra forma de concebir la tolerancia que también tiene que ver con la falta de persecución y con la aceptación de la pluralidad de las religiones. Pero es un planteamiento que va un paso más allá y presenta argumentos sobre el valor de la pluralidad de las religiones, cuya defensa se basa en que todos y cada uno de los grupos aportan algo diferente y valioso a la sociedad y a la organización política. En ese sentido, vamos más allá de una simple concepción pragmática de la tolerancia, donde la clave es soportar al otro y mantener la paz sin que exista la mínima apreciación. Lo que insta al respeto, lo que implica respeto, es una aceptación a otro nivel. Ambas concepciones han existido en situaciones imperiales, y quisiera argumentar que a menudo las autoridades públicas garantizan la primera forma de tolerancia, y

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Karen Barkey después las fuerzas sociales y políticas pueden impulsar un cambio a formas más expansivas y apreciativas. Más adelante volveré sobre algunos ejemplos de ambas. Sin embargo, la tolerancia no es la única forma de gestión de la diversidad, y a menudo la tolerancia y la persecución pueden ir de la mano. Por ejemplo, en muchos imperios se otorgaba tolerancia a algunos grupos, mientras que se perseguía a otros. Por consiguiente, cualquier estudio de la tolerancia también debe tomar en consideración su contrario, la persecución, e incluso otras políticas como la asimilación, la exclusión, etcétera. Por ejemplo, los Estados imperiales mantenían su control sobre la diversidad étnica y religiosa a través de una amplia gama de políticas, desde la «tolerancia» de la diversidad y su integración, hasta la conversión forzosa y la asimilación. Los distintos resultados son fruto de un planteamiento religioso, utilitarista y estratégico con respecto a la diversidad. La estrategia podría llevar a las élites de los Estados a modificar sus políticas: la tolerancia y la persecución pueden producirse y alternarse en un breve lapso de tiempo; puede darse el caso de que los Estados toleren algunos grupos mientras que persiguen a otros. Los casos de ese tipo indican que la tolerancia podría ser parcial, y que indudablemente no era una condición aplicable a todo el mundo.

Un ejemplo histórico En el Imperio Otomano surgió una tolerancia pragmática y a la vez expansiva, sobre todo hacia muchos grupos no musulmanes de cristianos y judíos. Cuando los otomanos conquistaron los Balcanes a principios del siglo XIV y consolidaron sus posiciones en la península, los cristianos eran muy superiores en número, y en esas circunstancias los otomanos se mostraron pragmáticos en su planteamiento respecto a los cristianos, tratándoles con condescendencia, concediéndoles privilegios, y básicamente intentando ganarse su aquiescencia con una forma de tolerancia que mantenía la paz y la coexistencia. Además, al incorporar entre sus filas a muchos guerreros cristianos, los otomanos eran conscientes de la necesidad de algún tipo de proyecto conjunto que aglutinara a

los cristianos y a los musulmanes. Más allá de aquella cooperación inicial, las prácticas locales de los otomanos al nivel de las comunidades también servían para promover la coexistencia. Para que se produjera ese fenómeno entre la población autóctona fue especialmente crucial la acción de los líderes derviches sufíes que encabezaron la colonización de los Balcanes. A medida que iban tendiendo puentes con la población cristiana, apelando a sus propios movimientos heterodoxos en los Balcanes, iban subrayando sus semejanzas a uno y otro lado de la frontera, y así fomentaron la práctica de la tolerancia entre los grupos. Con el paso del tiempo, los musulmanes recién llegados y los cristianos fueron familiarizándose entre sí, compartiendo sus espacios seculares y sagrados, innovando en sus relaciones, y cada grupo fue cada vez más comprensivo con las tradiciones del otro. La práctica del Estado fomentaba el entendimiento, y así fue creándose una coexistencia social a lo largo de aquellos siglos iniciales de conquista y de contacto con la diferencia. Tras la conquista de Estambul, y con el afán de lograr una legitimidad internacional, los otomanos calificaban con mayor confianza en sí mismos su pluralismo no sólo como una decisión pragmática, sino como una política de inclusión positiva. Mehmed II el Conquistador (1451-1481) estableció el conjunto de acuerdos iniciales entre las comunidades y el Estado, que fueron renovándose periódicamente, y que garantizaban la seguridad, la autonomía y la protección de las comunidades no musulmanas, a cambio de un impuesto adicional, la yizia (impuesto de capitación). Los sultanes siguieron siendo los gobernantes musulmanes legítimos, el Imperio se consideraba un imperio musulmán, y sin embargo se sobreentendía que no había necesidad de imponer esa religión a los no musulmanes que vivían en paz en sus territorios, ni de convertir la diferencia en uniformidad. De esa forma, no era tanto que los sultanes fueran neutrales respecto a su religión y la del Imperio, sino que optaron por proteger las demás religiones. Tenemos ejemplos de esa forma de pensar en los edictos y las declaraciones de los sultanes. Por ejemplo, cuando le preguntaron al sultán Solimán el Magnífico (1520-1566) si era necesario exterminar de su imperio a los judíos, puesto que eran usureros, él contestó pidiendo a sus consejeros que observaran un jarrón de flores de múltiples colores y formas, y advirtiéndoles de que cada una de aquellas flores, con su propia forma y su pro-

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Karen Barkey pio color, contribuía a la belleza de todas las demás. A continuación afirmó que «gobernaba muchas naciones diferentes –turcos, moros, griegos, y otros–. Cada una de aquellas naciones contribuía a la riqueza y al prestigio de su reino, y para proseguir con aquella feliz situación él consideraba que lo más sensato era seguir tolerando a todos aquéllos que ya vivían juntos bajo su dominio».2 En el caso de los Estados imperiales, los motivos que hay detrás de que optaran por unas políticas de tolerancia son complejos. Puede que se debiera a una comprensión religiosa de la diversidad, a un pasado cultural de convivencia, una decisión determinada de los gobernantes sobre su propia religiosidad y la protección de los demás, así como una respuesta estratégica ante las condiciones sobre el terreno. Para los otomanos, durante el periodo que va de 1300 a 1800, cada una de esas condiciones influía en el tipo de tolerancia en particular que se generaba. Los otomanos habían surgido de una tradición fronteriza de conflicto y coexistencia entre los selyúcidas y los bizantinos, con una larga historia de cohabitación étnica y religiosa mixta en las estepas de Asia central. Traían consigo una forma de entender la diversidad. La religión que habían abrazado, el islam, también tenía una particular forma de entender las relaciones con los no musulmanes, que se plasmó en el Pacto de Umar, durante los primeros siglos del ascenso del islam. El Pacto de Umar reconocía a los cristianos y a los judíos como los Pueblos del Libro, y exigía el pago de un impuesto adicional a cambio de paz y protección. Ese tipo de proyectos históricos y culturales proporcionaron el marco para las relaciones recíprocas. Aunque se alineaban con su identidad islámica, los sultanes optaron por ser conscientes de la diversidad; por elogiarla abiertamente en contra de los que se oponían a ella. No obstante, esta imagen estaría incompleta si ignoráramos que no se toleraba a todos los grupos. Aunque el Estado otomano presionaba a favor de la tolerancia con los grupos no musulmanes, reprimía y perseguía a los grupos chiíes y a algunas sectas sufíes del Imperio. Por consiguiente, tenemos que contemplar la tolerancia en relación con la persecución y con toda una gama de políticas estatales de control de la diversidad. La persecución de las sectas chiíes a menudo tenía que ver con que se las percibía como aliadas del sha Ismael, de la dinastía safávida, cuya rivalidad con los otomanos era de tipo geopolítico, aunque a menudo iba revestida

de un discurso de conflicto sectario. Aquellas divisiones sectarias, reales o imaginadas, convertían a las comunidades que practicaran cualquier tipo de ritual chií en enemigos del Estado, lo que daba pie a un conjunto de relaciones diferentes de las vigentes con las comunidades no musulmanas. Por último, la otra pregunta importante que cabe plantear es si también es posible retirar la tolerancia que se ha concedido a un grupo. No podemos hablar de la tolerancia en el Imperio Otomano sin comentar su descomposición y degeneración en el genocidio. El equilibrio social de la tolerancia se vio perturbado durante el siglo XIX por los cambios en la economía mundial y por el sistema de ideas de la modernidad, que tuvieron importantes repercusiones en todas las sociedades premodernas. Allí donde el equilibrio entre la condición de súbdito, la condición de Estado y la diversidad de identidades se encontraba en unas condiciones y una jerarquía precarias, la modernidad impuso unos nuevos ideales, poniendo en entredicho la tolerancia que se basaba en el pragmatismo, en la integración y en el respeto. 3

Notas 1. Ira Katznelson, «Regarding toleration and liberalism: considerations from the Anglo-Jewish experience», en Religion and the Political Imagination, Ira Katznelson y Gareth Stedman Jones (eds.), Cambridge: Cambridge University Press, 2010 2. Mark Haberlein, «A 16th-Century German Traveller’s Perspective on Discrimination and Tolerance in the Ottoman Empire», en Discrimination and tolerance in historical perspective, Gudmundur Hálfdanarson, ed., Pisa: Plus/Pisa University Press, 2008 3. Muchos de los argumentos de este breve artículo son la base de mi libro Empire Difference: The Ottomans in Comparative Perspective, Cambridge: Cambridge University Press, 2008. Karen Barkey es profesora de Sociología e Historia en la Universidad de Columbia. Investiga sobre en la centralización/descentralización y control del Estado y movimientos sociales contra los Estados en el contexto imperialista. En trabajos recientes explora también el concepto de tolerancia. Su reciente obra, Empire of Difference: The Ottomans in Comparative Perspective, es un estudio comparado de las diferentes formas y momentos de organización y diversidad imperial. Traducción del inglés de Alejandro Pradera Sánchez.

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