Una mirada al sentimiento de lo absurdo desde El mito de Sísifo de Albert Camus

July 3, 2017 | Autor: Adriana Eggen | Categoría: Albert Camus, Existencialismo, El Mito De Sísifo, Absurdo
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Descripción

Una mirada al sentimiento de lo absurdo desde El mito de Sísifo de Albert Camus

El sentimiento de lo absurdo que nos ocupa en este escrito, puede pensarse también, como un cuestionamiento por el sentido de la existencia, más exactamente, la relación que éste guarda con la actitud espiritual de cada hombre ante la vida.
En El mito de Sísifo, obra del pensador argelino del siglo XX Albert Camus, se encuentra una disertación acerca de la sensibilidad absurda, entendida como un "malestar espiritual" que constituye, a su vez, un problema filosófico: juzgar acerca del sentido de la existencia. Sin embargo, antes de entrar en contacto con la obra antes referida, es menester aproximarnos a los rasgos característicos de la filosofía existencial, marco en el cual se halla esta temática.
Orígenes del existencialismo
El existencialismo es una corriente de pensamiento que tuvo sus orígenes en la Modernidad pues, quien forjó sus inicios conceptuales fue el filósofo danés Søren Kierkegaard (1813-1855), por su ardua crítica sobre la visión de la filosofía como sistema abstracto de la razón, así como por fomentar su pensamiento desde una concepción íntima, personal y a partir de la existencia.
De modo que, para entender cómo nace la filosofía existencial es preciso ver en ella una reacción contra lo que se ha denominado "La edad de la razón", momento en el cual ésta fue tomada de forma absoluta, como la más perfecta facultad humana capaz de llegar a un saber universal.
Más aún, los cuestionamientos humanos correspondientes a nuestra necesidad de saber, y sobre los cuales la ciencia natural, el pensamiento objetivo-externo, no logran dar una respuesta más allá de sus mediciones, cálculos y experimentos, apuntan hacia un desasosiego interno que incumbe a la realidad espiritual preocupada por el significado de la existencia.
Así, el movimiento existencialista direccionó su filosofía, en un primer momento, como "un rechazar todo pensamiento puramente abstracto, un repudiar la filosofía puramente lógica o científica; es, en resumen, el negarse a admitir el absolutismo de la razón" (Roubiczek, 1968, p.17). Aunque, también es cierto que buscó ir más allá de la crítica y volvió su mirada al hombre, a sus experiencias de vida dentro de una situación histórica determinada. Esta distinta forma de pensar, en síntesis, tiene que ser una filosofía que pueda llevarse a la vida en donde su interés principal sea la propia experiencia, el conocimiento interior sin excluir de este proceso la razón, en el cual, además, la experiencia concreta se identifique con lo existente, en otras palabras, con lo vital y lo cotidiano.
Ahora bien, si preferimos pensar el existencialismo desde una visión contemporánea, podemos hacerlo con el filósofo italiano Norberto Bobbio, autor del texto El existencialismo. Ensayo de interpretación, quien ha explicado la filosofía de la existencia como una filosofía de la crisis y, al mismo tiempo, como crisis de la filosofía. Según sus apreciaciones, el siglo XX vive una crisis espiritual producto de la historia de la humanidad, y dado que en algún momento ocurrió lo que ha denominado "liberación de la autoridad", se produjo la desorientación de las conciencias, según sus palabras, "en la raíz de una crisis espiritual se halla el hecho del menoscabo de una autoridad, de algo colocado en el centro de toda manifestación del espíritu como principio constitutivo" (Bobbio, 1966, p.17). Todo parece indicar que el siglo pasado no logró construir un nuevo principio que sirviera de paradigma universal. Esta dificultad permitió el desarrollo del pensamiento, aunque con otras orientaciones. Es así como el existencialismo surge de la crisis, fuera de la academia y objeto de fuertes críticas. No obstante, luego consigue posicionarse como un nuevo movimiento filosófico que pronto encontró su expresión no sólo en los tratados filosóficos sino también en la poesía, la novela, el cine y demás formas artísticas.
En este breve recorrido por el existencialismo hemos percibido sus características esenciales, y aunque es sabido que surgió según concluyen la mayoría de los autores, como contra reacción la Edad de la razón, crítica a la metafísica y a los prejuicios de la moral cristiana, de ahí el aporte de Nietzsche a este movimiento, es de nuestro conocimiento que la filosofía existencial posee un punto de partida distinto respecto de las demás posiciones filosóficas, a saber, el análisis de la existencia humana por medio del método subjetivo, es decir, la experiencia interior, sea desde una concepción teísta, atea o sencillamente indiferente a este respecto. En consecuencia, la filosofía de la existencia logró presentar conceptos como: angustia, libertad, elección, estado, entre otros, así concibe una manera particular de pensamiento para el estudio humano desde determinados temas vitales.
En este orden de ideas se analizarán las disertaciones del pensador argelino presentes en El mito de Sísifo acerca del sentimiento de lo absurdo o el sin-sentido de la existencia.
La experiencia de lo absurdo
Entrar en contacto con Albert Camus (1913-1960) es aproximarse al sentir de un hombre testigo de la segunda guerra mundial, de una sociedad en decadencia, perceptor del espíritu de la época.
Los almendros y Prometeo en los infiernos, breves escritos del filósofo-literato, son escenarios donde el autor enuncia la nostalgia surgida por un mundo en guerra, Europa. Esta experiencia vital de Camus lo lleva a proponer lo que podría llamarse la tarea humana: impedir que la fuerza venza al espíritu.
Camus expresa la metáfora de los almendros así:
Cuando vivía en Argel, esperaba siempre pacientemente durante el invierno, porque sabía que en una noche, en una sola noche fría y pura de febrero, los almendros del valle des Consuls se cubrirían de flores blancas. Después me maravillaba al ver cómo esa nieve frágil resistía lo suficiente para preparar el fruto (Camus, 1996, p.39)
Esta situación es un ejemplo para el hombre contemporáneo; sucede lo mismo con Prometeo y Edipo, héroes trágicos, modelos por su obstinada fe en el hombre y su irreverencia con los dioses.
Cabe anotar, que el estudio hecho por Camus se dirige al pensamiento individual, no sociológico; cuya preocupación central es describir cómo surge el sentimiento de lo absurdo en el corazón humano y cuáles han de ser las consecuencias ante su reconocimiento.
Pues bien, Camus presenta el problema a tratar como el punto de partida de su reflexión, además, advierte que ninguna metafísica interviene en ello. Así, analiza la posible relación entre lo absurdo y el suicidio, es decir, juzgar si hay una lógica que conduzca del sentimiento de lo absurdo al suicidio, irremediablemente. Para esto, declara lo que considera la pregunta más apremiante de toda filosofía, saber si esta vida tiene sentido, si vale la pena vivirla o no. En este sentido, Camus cita como ejemplo al científico italiano Galileo Galilei "que defendía una verdad científica importante, la abjuró con la mayor facilidad del mundo cuando puso su vida en peligro" (Camus, 1957, p.13).
Vivir, según el autor, es una costumbre que adquirimos antes que la de pensar, pero cuando el hombre empieza a percibir la ausencia de razones para mantenerse en ella, descubre que se encuentra en un mundo agitado, en donde lo cotidiano se hace insoportable e insignificante.
Este es uno de los primeros síntomas de la absurdidad: sentirse extraño en el mundo, "Es un exilio sin remedio, pues está privado de los recuerdos de una patria perdida o de la esperanza de una tierra prometida" (1957, p.15), consiste entonces, en un divorcio o enfrentamiento entre el hombre y su vida. Cabe advertir, que para Camus, estos malestares hacen parte sólo de una enumeración de sensaciones que pueden llevar a lo absurdo. Así por ejemplo, cuando el espíritu humano dice sentir «nada», cuando traduce "ese singular estado del alma en el cual el vacío se hace elocuente, en que la cadena de los gestos cotidianos se rompe, en el cual el corazón busca en vano el eslabón que la reanuda" (1957, p.20), es un indicio de lo absurdo producto de pensar la vida maquinal. Otro de estos signos consiste en revelarse contra el tiempo, reconocer que se trata de su peor enemigo porque es la muerte, en consecuencia, se comprende la inutilidad de la vida ante la inminencia de la ésta. Al mismo tiempo, se reconoce el carácter finito y limitado de la existencia humana. Finito porque nuestra conciencia es perecedera, limitado porque no hay comprensión más que en términos humanos, de ahí su lamento: "¿qué condición es ésta y en la cual no puedo conseguir la paz sino negándome a saber y vivir, en la que el deseo de conquista choca con muros que desafían sus asaltos?" (1957, p.25). En últimas, esta crisis que brota del enfrentamiento entre el hombre y los límites que lo encierran, hace sentir la absurdidad de la existencia, pues se siente superado por el mundo.
Entre tanto, Camus advierte que esta crisis del espíritu, aunque también ha sido percibida por otros pensadores, tales como: Heidegger, Chestov, Kierkegaard, Jaspers, Husserl, entre otros, con los que comparte la negación del poder trascendente de la razón, difiere -de ahí su rechazo al calificativo de existencialista- con ellos en lo que ha denominado el «suicidio filosófico» o «el salto»; pues, según el filósofo, el absurdo "no está en el hombre (…) ni en el mundo, sino en su presencia común" (1957, p.32), esto es, el absurdo no puede dividirse, tampoco puede existir fuera de este mundo y del espíritu humano, además, carece de esperanza, es entonces, una lucha constante con insatisfacción consciente. Mientras que los llamados existencialistas transforman el absurdo en camino hacia la eternidad, toman una actitud existencial que termina por ser "una manera cómoda de designar el movimiento por el cual un pensamiento se niega a sí mismo y tiende a superarse a sí mismo en lo que constituye su negación" (1957, p.40), más aún, dice Camus, "Lo absurdo, que es el estado metafísico del hombre consciente, no lleva a Dios". Así las cosas, la tradición de la filosofía existencial renuncia al sentimiento de lo absurdo, en tanto que, lo supera, lo disipa por medio de la aspiración a lo eterno, dado que en repetidas ocasiones afirman la existencia de lo sobrehumano, esto finalmente, admite la esperanza en un ente superior e incluso en una vida posterior, sin que algún razonamiento lógico conduzca a ello o permita ser deducido del sin sentido de la existencia. En este punto, cabe anotar que Camus no niega, aunque tampoco acepta la presencia de un ser supremo, no se trata de eso, sino de la lógica que lleva a los demás autores a afirmar su existencia.
Ahora sí tratemos la cuestión que nos convoca ¿Todo individuo que opta por el suicidio, el hecho de quitarse la vida, supone o presume el sin sentido de la misma?, en palabras de Camus: "¿Lo absurdo impone la muerte?" (1957, p.17). Se ha mencionado ya que nos es permitido conocer hasta donde nuestras capacidades así lo permiten, por lo que, Camus señala: "No sé si este mundo tiene un sentido que lo supera, pero sé que no conozco ese sentido y que por el momento me es imposible conocerlo" (1957, p.47) (cursivas propias). De este fragmento se desprende el drama humano, la conciencia del hombre, que a la vez lo condena y lo redime.
Desde la visión de Camus ser consciente del sin sentido de la existencia comprende sólo una posición filosófica coherente: la rebelión, que consiste en tener conocimiento del destino que espera el hombre, sin que esto sea motivo de resignación ante la vida, dicho de otro modo, esto no conduce a decidir dejar de existir o buscar una vía de escape por medio de algún tipo de esperanza. Lo primero, el suicidio, es, en palabras de Camus, un desconocimiento en tanto que no se advierte la vida tal y como es, carece de disposición para vivir con lo dado, se resiste a comprender su existencia como un esfuerzo inútil que nada significa. Por su parte, dar el salto o conservar la esperanza en el corazón humano es aceptar que el mundo nos ha superado, pero que ante esta realidad hay una salida, un refugio, en resumen, es el renunciamiento al estado absurdo.
En efecto, las consecuencias de lo absurdo propiamente son: la rebelión, la libertad y la pasión, jamás el suicidio o la ilusión en otra vida. Existir en el universo absurdo exige estas actitudes al hombre para que logre mantenerse allí sin sucumbir en el intento. La rebelión, insistimos una vez más, es ser consciente de su propia mortalidad, de su finitud, de ahí la indiferencia ante el futuro aunque con la energía suficiente para agotar todo lo dado, mientras le sea posible. En este momento, Camus introduce la «ética de la cantidad» a través de su concepción de libertad de acción. Se ha afirmado que el individuo humano posee libertad, sin embargo, el autor aduce que para sostener esto primero debe cuestionarse si ese mismo individuo puede llegar a ser condicionado por algún amo. En este sentido, si el absurdo pone de manifiesto nuestra condición limitada y finita, resulta imposible o mejor, contradictorio pensar en la "libertad eterna". Para Camus de lo único que puede tratarse es de la libertad de acción, que implica un plazo. Por eso, cuando hay conciencia de la libertad como una ilusión se recobra verdaderamente ésta, aunque sea en algún sentido, pues se ha comprendido que fijarse propósitos, finalidades y exigencias es como vivir esclavo de su propia libertad, más aún, de los postulados sociales y morales establecidos culturalmente, todo lo cual termina por ser barreras para la propia vida.
Así las cosas, Camus sostiene "lo que cuenta no es vivir lo mejor posible, sino vivir lo más posible" (1957, p.54), se vislumbra, entonces, que han desaparecido los juicios de valor. Desde ahora, la cuestión radica en pensar que la cantidad de experiencias posibles más allá de las circunstancias depende del individuo, cuyo único obstáculo es la muerte. Es aquí donde funciona la pasión, fuerza o sentimiento necesario para existir, aun en las peores condiciones.
Es de precisar al mismo tiempo, que la ética de cantidad propuesta por Camus, que se desliga de los juicios valorativos, no desemboca en una vida en la que todo está permitido, aunque ciertamente sea así, sino en saber que justamente esta certeza es todavía más angustiante para el hombre.
Por lo anterior, se trata aquí más allá del sentimiento del absurdo de una experiencia de la conciencia, conformada por momentos que permiten su movimiento. De ahí que Camus afirme: "Con el solo juego de la conciencia transformo en regla de vida lo que era invitación a la muerte, y rechazo el suicidio" (1957, p.56), evidentemente, se trata de una manera de pensar una actitud espiritual frente a la vida, no la única.
En El mito de Sísifo se encuentran varios estilos de vida que de una u otra manera presentan las condiciones de lo absurdo, éstos son: el Don Juan, el comediante, el conquistador y el creador. Cada uno de ellos, a su modo, demuestra que conoce sus fronteras, sabe y no espera. El actor cada día vive la gloria efímera, por eso es aficionado al presente, en palabras de Camus "va hasta el final del camino sin salida que el hombre de la sala tarda toda su vida en recorrer" (1957, p.67). Por su lado, los conquistadores son hombres que llegan a sentir tanta fuerza dentro de sí que se atreven a emprender tales hazañas, son conscientes de la grandeza humana.
Sísifo, llamado por Camus, héroe del absurdo por antonomasia, ilustra el drama humano, aunque consciente de su destino y decidido a enfrentarlo. El castigo dictado por los dioses a Sísifo consistía en "rodar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso" (1957, p.94). Según el filósofo, las principales razones que hacen de Sísifo un héroe son "Su desprecio a los dioses, su odio a la muerte y su apasionamiento por la vida" (1957, p.95), pues, mientras desciende tras la roca es el momento de la conciencia, en el cual conoce su propio destino carente de toda esperanza, "sabe que es dueño de sus días" (1957, p.97).
Al término del análisis de la obra objeto de estudio en este trabajo, es difícil ocultar que estudiar a Camus es acercarse antes que a un filósofo, y sería más justo decir con Unamuno, a un hombre de carne y hueso. Además, queda latente la idea de que esta obra, El mito de Sísifo, es una confesión que involucra no sólo su pensamiento como filósofo, novelista, dramaturgo y periodista sino su sentir, en general, como ser humano.

Las siguientes líneas permiten advertir lo antes mencionado:
El individuo no puede nada y, sin embargo, lo puede todo. En esta maravillosa disponibilidad se comprenderá por qué lo ensalzo y lo aplasto a la vez. El mundo es quien lo tritura y yo soy quien lo libera (…) Exalto al hombre ante lo que lo aplasta y mi libertad, mi rebelión y mi pasión se unen en esa tensión, esa clarividencia y esa repetición desmesurada. Sí, el hombre es su propio fin. Y es su único fin. Si quiere ser algo tiene que serlo en esta vida (1957, p.72)
Fruto de su época, consciente de la crisis humana se resiste a dejar que la vida se caiga a pedazos por más absurda que se presente, quizá sea éste el único hálito silencioso de esperanza presente en Camus.











Bibliografía
BOBBIO, Norberto. El existencialismo. Ensayo de interpretación. Traducción de Lore Terracini. México: Fondo de Cultura Económica.1966
CAMUS, Albert. El mito de Sísifo. Traducción de Luís Echávarri. Buenos Aires: Editorial Losada. 1957.
____________. "Los almendros" y "Prometeo en los infiernos". En: El verano. Madrid: Alianza Cien. 1996
ROUBICZEK, Paul. El existencialismo. Traducción de J. M. García de la Mora. Barcelona: Labor. 1968



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