Una medida: Disciplinar

August 14, 2017 | Autor: J. Torres Vega | Categoría: Positive Psychology
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Descripción

UNA MEDIDA: DISCIPLINAR Revista Acequias (No. 28 / Verano de 2004) "Un amor eficaz que tiene como primer postulado la justicia y que es la única garantía de que nuestro amor a Dios no es una farsa". Pedro Arrupe, S.J.

Introducción. Para construir se necesita "un buen cimiento" y esa "cimentación" es lo que esta entrega busca clarificar, cuestionar, testimoniar y promover. El valor justicia - injusticia constituye la piedra básica de la vida en sociedad. Su oscilación entre ambos polos genera reacciones diversas, incluso contrarias, entre las personas, grupos e instituciones que se ven afectadas. La experiencia en el mundo actual muestra al valor con matices especiales en sus dos caras, aunque suele admitirse, a través del relato popular y de los medios masivos de comunicación, el predominio de la cara oscura. La experiencia jesuita ofrece una voz para anunciar la parte luminosa y denunciar a la que apaga. Hay ejemplos concretos y es valioso conocerlos, pues el testimonio es un modo privilegiado de mover al otro para que haga lo mismo, desde su propio estilo creativo. El valor justicia - injusticia es profundamente humano y un vínculo significativo con lo divino. Es nuestra oportunidad de actuar para transformar la vida: lo mejor es iniciar por la propia y así buscar que el "contagio" llegue a la del otro.

La justicia, el cimiento de la casa. Cada persona ha sentido en carne propia la presencia del valor justicia - injusticia. El simple hecho de citarlo ya genera recuerdos en ambos sentidos, aunque habitualmente se quedan en el plano de lo injusto: aquella calificación no merecida, la multa impuesta o el mendigo que deambula por comida. Son imágenes que provocan sentir, reacciones a veces contenidas, donde se mezclan la rabia, la impotencia y el deseo de venganza, aunque ésta sólo sea imaginaria. Para tocar el otro plano, de lo justo, es necesaria la pregunta descarada, la que directamente llega al "meollo": entonces se recuerda aquella cartera devuelta, la disculpa a tiempo, el apoyo solidario. Una vez que se abre la memoria, también los sentimientos brotan en forma de satisfacción, alegría y excitación.

Decimos de la justicia que es "una de las cuatro virtudes cardinales que inclina a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece; derecho, razón, equidad; atributo de Dios por el cual ordena todas las cosas en número, peso o medida; ordinariamente se entiende por la divina disposición con que castiga o premia, según merece cada uno".i El título de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola ofrece una manera de llevar lo anterior a un lenguaje más nuestro: "Exercicios espirituales para vencer a sí mismo y ordenar su vida sin determinarse por afección alguna que desordenada sea".ii Corresponde a cada persona, es lo justo, vencerse a sí misma y ordenar su vida, es decir, ser competente, dar sentido a sus días y buscar la realización integral. Un detalle más aparece en la introducción a la primer semana, en el Principio y Fundamento: "El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado".iii Aparece una justicia que se vive en la alabanza, la reverencia y el servicio a Dios, y en el uso adecuado de los medios para construirla, aspectos todos que llevan a lo anteriormente citado: superación (vencerse) y orden. Ambas palabras tienen en común la disciplina, virtud significativa para el estilo militar de san Ignacio.

¿Qué cimiento hay en esta casa? El ideal cuestiona a la realidad de cada época y a la nuestra también le exige una respuesta. Vivimos un tiempo especialmente significativo para el valor justicia - injusticia: el siglo pasado, el XX, es catalogado como "terrible" (Berlin), por el enorme costo material y humano del horror bélico y económico, la persecución, el narcotráfico y la lucha entre hegemonías; el siglo presente, XXI, ha iniciado con la globalización y sus consecuencias para la calidad de vida en el planeta, además trae el cuestionamiento del orden democrático mundial, con una sola hegemonía (capaz de decidir por encima de quien se oponga a sus intereses). Una investigación de la Universidad de Pennsylvaniaiv, publicada recientemente, identifica cinco factores que impulsan el desarrollo de conflictos en las personas y los grupos. Ellos son: la injusticia (maltrato), la superioridad (aplastamiento), la vulnerabilidad (amenaza), la desconfianza (daño) y la indefensión (sin posibilidad de escape). Todos ellos promotores de un ambiente adverso al desarrollo integral de la persona y de las comunidades, mismo que

logramos identificar en cualquier parte del mundo, a diferentes horas y con distintos protagonistas: la matanza de Aguas Blancas o de las mujeres en Ciudad Juárez, la invasión a Irak o los ataques terroristas (sean en Nueva York, Chechenia o Cisjordania). Cinco semillas que producen odio, discriminación, miedo, explotación, aniquilación, desesperación y violencia. Dada la magnitud de la herida, podemos imaginar una respuesta rápida y eficaz, integral, desde la persona y las instituciones. Por el contrario, en ambos niveles, predomina el retraso, la comodidad y la apatía. El vínculo apacible con nuestra "insegura seguridad" suele cancelar el riesgo de crear, y la vivencia de esta incongruencia suele afectar la salud en todos los sentidos. Retomemos, como factor común, la disciplina, ahora como característica con la que lo injusto avanza e invade nuestra cultura. ¿Es humano seguir como si nada pasara, como si "no tuviéramos vela en ese entierro"?

Una constructora ignaciana. Siglos después de san Ignacio, la Compañía de Jesús dice sobre el asunto, y en medio de la "trinchera", como testigo presencial y privilegiado, asume su ser de profeta. Kleinv ofrece al respecto una buena síntesis. La Congregación General 32 (1975), en su decreto 4, alza la denuncia sobre la realidad actual, "(es) obra del hombre y de su egoísmo", cual reclamo de Dios ante los hechos de Caín: "¿Dónde está tu hermano?"vi. Asume como misión "el servicio de la fe, del que la promoción de la justicia es una exigencia absoluta". Al frente, desde su función como general, camina Pedro Arrupe, S.J. La crítica es vigente y urgente la respuesta para este tiempo nuestro. Dos décadas después, la Congregación General 34 (1995), en sus decretos 2, 3 y 5, ve las raíces de la injusticia "incrustadas en las actitudes culturales y las estructuras económicas" y reconoce en el diálogo un camino privilegiado para erradicarla. Asume espacios nuevos para construir la justicia: derechos humanos, beneficios de la globalización, "cultura de vida", desarrollo solidario y sustentable. Es el tiempo del general actual, Peter - Hans Kolvenbach, S.J. La obra está abierta y necesita personas dispuestas a darse en el servicio a los demás.

¿Qué hacer hoy, desde la persona individual y concreta?

Vivir con disciplina. Aportando desde los propios talentos a favor de una vida digna para el prójimo, el ser humano que camina al lado, que se encuentra en lo cotidiano o, a veces más allá, en el marginado. No se trata de cambiar el mundo por decreto o en un solo movimiento, sino de cambiarlo paso a paso. Esto implica, entre otras oportunidades, el crecimiento personal, la práctica ética, el consumo necesario, la entrega laboral, la actualización de conocimientos y virtudes, el cuidado del propio cuerpo y de la naturaleza, el vínculo solidario con el otro, rostro que es de Dios. Todo esto está a la mano: de la mujer, varón, del obrero, gerente, del niño, anciano. Se dice fácil, y lo es cuando se ha avanzado. El principio es complejo, hay mucho en contra y cualquier excusa es suficiente para detener el sueño. ¿Acaso es necesaria una experiencia límite, marcada por el azar, como fortuna, muerte ajena o riesgo de perder la propia vida? No, pero la impotencia de muchos sólo es vencida cuando la vida grita desde lo insoportable de los hechos, al borde del abismo. El propio san Ignacio lo vivió en las heridas del combate, en el encierro de la cárcel; lo vive hoy en el martirio de sus hijos, en el cuestionamiento de sus universidades, en la injusticia que aplasta al pobre, al empleado, al empresario.

Conclusión. El criterio para evaluar lo justo está en lo que la persona llegue a ser, no desde el "éxito mundano" de encabezar "La Lista", más bien desde el ejercicio inteligente, responsable y activo de la solidaridad, desde la investigación de los graves problemas contemporáneos, desde la vivencia de lo ignaciano.vii El requisito fundamental para buscar lo justo, en disciplina, es la esperanza, la actitud de quien espera, activo y confiado, el "magis" real, alcanzable ya en esta perfectible realidad humana. Las semillas de la justicia, la equidad, la seguridad, la confianza y la fortaleza son antídoto que ya está en cada persona. Al menos viven latentes a la espera del momento propicio, de las condiciones favorables para entrar en escena y no salir hasta que el público, convencido, entusiasmado, se incorpore a seguir creando el guión de nuestra historia, lejos de la farsa. Ante todo, la justicia. Las añadiduras vienen después.viii

i

Real Academia Española de la Lengua, DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA, Real Academia Española de la Lengua (Madrid, 2001). Disponible en Internet: http://www.rae.es/

ii

Loyola, san Ignacio de, OBRAS COMPLETAS, Biblioteca de Autores Cristianos (Madrid, 1977): 213. Ibidem., 214 - 215. iv Cfr. Eidelson, Roy J. y Eidelson, Judy I., "Dangerous Ideas (Five beliefs that propel groups toward conflict)", AMERICAN PSYCHOLOGIST (Vol. 58, No. 3: 182 - 192), American Psychological Association (Washington, 2003). v Cfr. Klein, S.J., Luiz Fernando, ACTUALIDAD DE LA PEDAGOGÍA JESUITA, Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (Tlaquepaque, 2002): 79 - 91. vi Gén. 4,9. vii Cfr. Kolvenbach, S.J., Peter - Hans, "El servicio de la fe y la promoción de la justicia en la educación universitaria de la Compañía de Jesús de Estados Unidos", LA UNIVERSIDAD DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS A LA LUZ DEL CARISMA IGNACIANO, Sistema Educativo UIA - ITESO (Ciudad de México, 2001): 52 - 53. viii Cfr. Mt. 6, 33. iii

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