UNA INTERPRETACIÓN GIRARDIANA DEL CULTO RELIGIOSO KOGY

July 4, 2017 | Autor: P. Hernandez De Alba | Categoría: René Girard, Antrpologia
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Una interpretación girardiana del culto religioso Kogi

Pedro Hernández de Alba


Durante su vida intelectual Rene Girard produjo muchos textos alrededor del problema humano; sostiene que "el sacrificio está en el origen de la cultura humana" (Barahona, p, 15). Se ha dicho que esa tesis no se ajusta a las antiguas culturas americanas, más centradas en la centralidad pacífica de la Madre que en la violencia propia del Padre. Haciendo caso a la tesis de Girard me tomaré, entonces, la ardua labor de examinar la estructura religiosa Kogi para interpretarla desde la teoría mimética del filósofo francés. Ahora bien, para lograr tal objetivo dividiré el trabajo en tres partes: en primer lugar, haré una exposición de las postura girardiana, para más adelante presentar la estructura de la religión Kogy a partir de la lectura del antropólogo austriaco Gerardo Reichel-Dolmatoff; para finalizar, desde la teoría de Girard, haré una interpretación del culto de la ofrenda que cumplen los miembros de la comunidad hacia sus seres superiores.

Rene Girard

Para la presente ponencia, me concentré principalmente en dos obras del filósofo francés: El sacrificio y, El Chivo expiatorio. Por lo tanto, me centraré en sus teorías del chivo expiatorio, del sacrificio y de la teoría mimética.

Teoría Mimética

A diferencia de los simples apetitos, el deseo es un fenómeno social que comienza cuando existe un deseo previo, es decir, existe un deseo de la mayoría hacia ese objeto deseado (Girard, p, 39). El ejemplo con el cual nos ilustra Girard es el siguiente; cuando se toma a un individuo como modelo, sin siquiera darnos cuenta porqué, solo por el hecho de que lo admiran (Girard, p, 39); dicho de forma coloquial, se sigue cierta corriente por el simple hecho de que todos la siguen, gracias a un deseo mimético que nos lleva hacer lo que los demás hacen. En la actual sociedad occidental se piensa que los deseos son propios y parte íntima de cada individuo, pero esto es imposible ya que todos los deseos están mediados por factores externos propios de cada comunidad. Todos los deseos son composiciones sociales, por ejemplo; en Colombia todos quieren tener una televisión, tenerla no es necesario pero hace parte de un deseo previo que inculca la sociedad misma.

De lo anterior, se desprenden dos tipos distintos de mimesis: mimesis positiva, y mimesis negativa. En primer lugar, la mimesis positiva cubre el grueso de las relaciones miméticas ya que abarca toda la existencia del ser humano viviendo en sociedad. Esta se basa en tener como ejemplo algo que socialmente sea considerado como bueno o que es necesario para la vida en cada cultura, como las pautas básicas de la convivencia, o por ejemplo, el leer, escribir, hacer ponencia en eventos; unos casos más elaborados de mímesis positiva consisten en tener como ejemplos de vida a personas caracterizados por la lógica de la gratuidad y del don, como pueden ser Buda o Jesús. Y en segundo lugar, se encuentra la mimesis negativa, la cual, al contrario de la positiva, se basa en promover el conflicto entre los sujetos a través de la exacerbación de la rivalidad, incentivando la tendencia a querer apropiarnos de lo que los demás desean. A diferencia de los referentes miméticos positivos lo cuales implican procesos de autorreflexión, en los negativos, los sujetos no se puede explicar el movimiento de perseguir casi hasta el delirio lo deseado por otro.

Sacrificio

Siguiendo el trabajo desarrollado por Hegel y Fred, y pensando los datos amasados y no comprendidos de la ciencia antropológica, Girard muestra que "el sacrificio está en el origen de la cultura humana" (Barahona, p, 15). A partir de la comprensión mimética del deseo humano, la teoría mimética desmonta el dato enigmático del sacrificio, montando sus bases en la universalidad de la violencia mimética de todos los grupos arcaicos, concretada en el linchamiento unánime de victimas reales que se produce espontáneamente en las comunidades con relaciones enturbiadas, a las cuales el sacrificio de la víctima trae paz (Girard, p, 21). De los sacrificios originales de la cultura encontramos huellas y vestigios en los ritos, en los mitos y en las prohibiciones que dan forma a toda cultura. En los ritos sacrificiales las víctimas, animales o humano, es claro que nadie va vengar la muerte de estas criaturas. Son muertes que se dan para mantener el orden de esa sociedad.

Es importante reconocer la naturaleza misma de la víctima, pues ésta debe ser la responsable del desorden mimético antes del sacrificio y luego, de manera inexplicable para sus sacrificadores, causa del orden social reconstituido. De este modo, la víctima sacrificada, de la cual emerge siempre la comunidad, es experimentada como lo sagrado, es decir, un punto fijo externo que organiza al sistema social a partir de la "contención" de la violencia.

Chivo Expiatorio

Así pues, lo que acabo de mencionar es un concepto esencial para la comprensión del orden y el desorden social: el chivo expiatorio. Partiendo del deseo mimético, en la teoría mimética se analiza cómo se llega a la crispación del deseo y a su retorno como rivalidad; la rivalidad genera un proceso de contagio que se hace masivo cuando los deseos confluyen en pocos objetos. De esto modo, los grupos pre humanos encontraron dos caminos: destruirse a través de una violencia desatada y sin frenos, o canalizar esa violencia contra una víctima arbitrariamente. La execración y la destrucción unánimes de un miembro del grupo al que se le acomunidadye mágicamente toda la crisis vivida, reconcilian a la comunidad, al precio relativamente módico de una sola victima (Girard, p, 75).

Se trata de una comprensión de la hominización semejante a la expuesta por Hegel en su discusión sobre las relaciones de Señorío y Servidumbre a partir de un conflicto a muerte desatado por unos deseos que se tornan especulares. Para Girard, hominización se comprende a partir del mecanismo del deseo que se hace complejo e insaciable y que se torna en potencia de autodestrucción. Así, la violencia, bajo el disfraz de lo sagrado, de la moral, de las narrativas hegemónicas y de las prohibiciones, organiza a la sociedad, resultando en un desorden que produce el orden de manera paradójica. Ninguna forma de organización animal reviste esta complejidad, pues la violencia interna a la especie suele reducirse a través de patrones fijos; no existe en el mundo animal el mecanismo generador de lo sagrado. Se producen crisis miméticas, las cuales son resueltas por los primeros chivos expiatorios y las primeras repeticiones rituales (Girard, p, 75); de esta manera es cómo emerge la humanidad de las formas animales: "fundada sobre los sacrificios y las instituciones que proceden de los mismos" (Girard, p, 76).

Como todo este entramado cultural contiene a la violencia, la presencia y recurrencia de la violencia en la vida de los seres humanos es constante. La violencia está siempre en el origen de toda cultura, y de todos los artefactos culturales. Éstos son diferentes, el reino de las diferencias, pero que sólo se pueden comprender como emergiendo de un proceso de unificación de los deseos en una masa que estalla necesariamente en violencia. Lo que demuestra este fenómeno del chivo expiatorio, en palabras del propio Girard es que "nos hace ver por qué todas las sociedades arcaicas creen beneficiarse de la intervención de un poder sobrenatural que les enseña los sacrificios. Este poder sobrenatural se asimila generalmente a la primera víctima, el chivo expiatorio" (Girard, p, 77).


Los Kogi

Los Kogi son una comunidad chibcha que durante siglos ha estado viviendo en la Sierra Nevada de Santa Marta. La palabra Kogi significa gente. Son reconocidos por las demás comunidades indígenas de la costa norte colombiana como seres superiores en su organización social y cómo una comunidad de sabios.

Para entender la anterior afirmación es importante hacer una breve reseña acera de los antepasados de los Kogi, los Taironas. Reconocidos como una de las comunidades más importantes de América antes de la colonización española, contaban con una organización social compleja, ya que poseían un sistema de federativo; a su vez existían clases sociales que estaban compuestas por gobernantes, militares y sacerdotes. Además de ser excelente guerreros, fueron extraordinarios conocedores de la agricultura, lo cual aprovecharon al principio de la colonización española para intercambiar sus productos a cambio de conocimientos occidentales. Pero, esta cooperación mutua entre los dos grupos llegó a su gracias al irrespeto de los españoles hacia lo más preciado de la comunidad: sus símbolos religiosos. Esto desembocó en la persecución de los colonos, lo cual, en palabras del antropólogo austriaco Reichel-Dolmatoff, llevo a que "las comunidades se dispersaron en todas partes, se desorganizaron y aislaron hasta que por fin ellas mismas perdieron la noción de haber sido poderosas" (Arocha, p, 1). Esta es la tesis aceptada sobre el fin de los taironas, acto que desembocó en que las comunidades, una vez dispersadas, buscarán una respuesta más espiritual que guerrerista, asignándole una vital importancia al papel del sacerdote dentro de la comunidad. De lo anteriormente expuesto se puede concluir, que la diferencia entre los taironas y los Kogi es principalmente que los primeros eran una sociedad de buenos soldados, y sus descendientes, en cambio, prefirieron la vida espiritual.

La religión Kogi

Se centra en un culto a la fertilidad. Se entiende a la mujer como madre y a la tierra como zona fértil para el cultivo. De aquí se concluye que estas dos son sinónimos Mujer-Tierra y sus actividades también serán puestas de esta misma manera: Coito-Siembra, Semen-Semilla, Sexualidad-Alimentación. Todo esto es regido por un patrón común que es el acto sexual, y el patrón del crecimiento es regido por los nueves meses que dura un embarazo. A diferencia de concepciones modernas de occidente, para los Kogi todo objeto real es resultado de la procreación. Para que ese algo exista o haya existido debe pasar por la "Ley de la Madre", lo cual implica que haya sido sembrado, que haya nacido, que madure, que perezca y, por último que renazca. Entonces, al ser la Madre Ley pura y creadora es obligación de toda persona la alabanza y adoración hacia esta, lo cual implica adorar a la Madre que a su vez encarna todo el género femenino. El hombre encarna, por el contrario, la muerte. En palabras del antropólogo austriaco: "aquí yace el gran dilema, la eterna tragedia de la humanidad para los Kogi: 'sino no hubiera hombre, no hubiera madre tampoco'" (Reichel-Dolmatoff, p, 86), en otras palabras, si no hay semilla no habrán frutos; sin muerte, no hay vida.

En consecuencia, lo primero y creador de todo es la Madre, que es progenitora. Para explicar la creación, los Kogi usan como analogía una mata de ahuyama: primero hay un tronco y partir de este empiezan a formarse ramas y estas a su vez dan sus frutos; en otras palabras, toda cosa creada siempre permanecerá atada a ese tronco principal que es la Madre creadora. En efecto, los primeros Hijos e Hijas de la Madre son a la vez Padres y Madres, lo cual significa que son los "Dueños" de una descendencia particular y se encargan de conceder los permisos para que alguien pueda ser partícipe de su descendencia. Por ejemplo: el Padre de la yuca da el permiso para quien la cultive, o la Madre de la culebra da el permiso para que se pueda matar a una culebra, y así con todas las cosas, de manera que forman una gran familia. Los Kogi, con todo su entorno, forman una gran familia.

Como resultado de la formación expuesta anteriormente, aparece uno de los rasgos religiosos de mayor importancia. Se trata de la Ley de la Madre como reglas conductuales mediante las cuales se organizan los Hijos de la Madre. La Madre creadora es benévola y protectora, pero cuando se enoja con sus hijos, éstos sufren. Para evitar que suceda lo anterior hay que aprender lo que enseña el sacerdote o el Mamo., por ejemplo, a no pedir más de lo que se tiene debido a que toda pertenencia hace parte de toda la comunidad; a no intentar sobresalir por encima de otros miembros de la comunidad; a no querer mejorar la situación personal sino siempre permanecer en la misma.

Si bien es cierto, que están la Madre y los Dueños existe también un tercer grupo de seres sobrenaturales. Estos son el abuelo, que están unidos después de la muerte en el otro mundo y reclaman comida por parte de sus familiares vivos. La labor que desempeñan estos seres es la de la intervenir directamente en el destino de los seres vivos, ya que estos tienen la facultad de enviarles enfermedades, hambre o hasta la misma muerte. "Son así tres las categorías de las fuerzas personales en la religión Kogi: la Madre que da, los dueños que conceden permisos y la muerte que pide. La actitud del individuo es así la de establecer un "acuerdo" entre sí mismo y estas fuerzas, por medio de ritos personales que se repiten y repiten a través de toda su vida (Reichel-Dolmatoff, p, 88).

Una visión girardiana de la ofrenda Kogi

A continuación buscaré comprender la descripción antropológica sobre los Kogi con la teoría mimética de Rene Girard a partir del concepto de ofrenda, principal rito de los Kogi. Como veíamos anteriormente, los abuelos, que son la representación de la muerte, exigen ofrendas para evitar mandar desgracias a los seres de la tierra. Cabe aclarar que todas las personificaciones nombradas anteriormente también reciben sus ofrendas: la Madre, los Dueños y la Muerte (Reichel-Dolmatoff, p, 101).

La centralidad de la fertilidad implica que las ofrendas realizadas por los Kogi también lleven impreso un carácter de comida", tanto en términos de nutrición como en términos de fertilidad (Reichel-Dolmatoff, p, 101). Y esté alimento que representa la ofrenda es una comida no solo para los muertos, sino, para los seres que no se encuentran de manera tangible en la tierra. Lo que se pretende lograr con las ofrendas es que los muertos y seres superiores tomen parte de la alimentación y la sexualidad de quienes todavía permanecen en la tierra. Hay ofrendas individuales y colectivas; las individuales se caracterizan por tener que efectuarse casi todos los días. Por sus ofrendas, el miembro de la comunidad se "balancea" para que viva en paz, ya que estas deben contar con la aluna de la persona. Y por aluna se entiende en castellano "espíritu, memoria, pensamiento, vida, voluntad, alma, intención" (Reichel-Dolmatoff, p, 95). Aunque ninguna de estas palabras significa lo que representa aluna, de forma coloquial, se puede describir como un mundo imaginario que construye el hombre sobre las cosas que desea, que sobrepasan a su voluntad. Sin embargo, una forma más fácil de entenderlo es: todo lo que no tiene una imagen concreta pero existe, así sea tan solo en la mente de una persona, a eso se puede dirigir el deseo y la voluntad de esa persona. El ejemplo que expone Reichel Dolmatoff es el siguiente:
Un individuo quiere hacer una ofrenda a cierta personificación religiosa. Esta ofrenda debe efectuarse en determinado lugar pero el individuo vive lejos de él. Entonces simplemente hace la ofrenda "en aluna". Se prepara el objeto de la ofrenda en la debida forma y se deposita ésta en el lugar cercano mientras que el individuo formula aproximadamente este pensamiento: "No estoy haciendo esta ofrenda aquí sino en el lugar donde se debe hacer" (Reichel-Dolmatoff, p, 95).

Por otra parte, existen dos tipos de ofrendas: con fines expiatorios y sin fines expiatorios. Las que tienen fines expiatorios, que deben ser adivinadas por el Mamo, son todas aquellas que tienen como objeto la fertilidad terrestre, la fertilidad femenina o la protección de las enfermedades. Las que no tienen fines expiatorios, no deben ser adivinadas por el Mamo, ya que en cierta medida todo hombre de estatus cuenta con alguna capacidad de adivinar, y son ofrendas que tienen como objeto muertos de la familia, la fertilidad de las tierras particulares y la salud de la familia (Reichel-Dolmatoff, p, 102). Por último, es importante señalar cuales son los materiales de la ofrenda, por ejemplo: piedras, cuentas de collar enteras o pulverizadas, semen humano, pelos y bellos púbico, uñas, hilos de algodón y conchas marítimas (Reichel-Dolmatoff, p, 101). Las ofrendas de sangre no existen dentro de los Kogi, a excepción de la menstruación que es símbolo de la fertilidad femenina.

Por su parte, las ofrendas colectivas son coordinas por el Mamo y cuentan con la participación de toda la comunidad, en especial de cada familia, ya que ésta se encarga de preparar la ofrenda, distribuyendo diferentes oficios para realizarla. Cada hombre casado debe hacer igual número de ofrendas por la cantidad de miembros que tenga su familia. A diferencia del culto individual, donde las ofrendas tienen una imitación temporal clara, el rito dentro de la comunidad puede durar desde semanas hasta meses, ya que, por ejemplo, con las piedras de una ofrenda edifican una casa, y con las ofrendas de algodón se encargan de la decoración de la misma.

Toda la comunidad comparte su aluna haciendo suyas las exigencias del Mamo; todos los miembros de la comunidad las siguen a través de los ritos, que tiene también el carácter de exigencias naturales que deben ser cumplidas de manera incuestionable para sostener el orden que narras sus mitos sobre el mundo. Visto desde afuera, éste deseo compartido es una mera composición social, dirigido a un orden sagrado que no es más que la misma comunidad en su incapacidad para comprender sus tensiones entre el orden y el desorden; pero para los miembros de la comunidad, les ayuda a sostener su orden sagrado del mundo. Este orden sagrado ha sido la forma más exitosa de resistencia de su cultura a lo largo de los últimos siglos, como lo podemos apreciar en las palabras de un miembro de la comunidad después de una visita de los sacerdotes capuchinos "Primero viene un capuchino y dice: la Virgen, los Santos, todos son buenos. Le decirnos que sí, padre. Luego viene otro, evangélico, y dice: sólo Cristo sirve, pero la Virgen y los santos no son buenos. Hermanito: ¡por qué no nos dejan tranquilos si ellos mismos no saben qué es la verdad!" (Arrocha, J, http://www.banrepcultural.org/node/19064 ).

Queda claro que las ofrendas actuales de los Kogi frente a su Madre, Dueños y la Muerte, no son sacrificios humanos, pero toda esta ritualidad, así como el conjunto de sus narrativas y sus prohibiciones, están profundamente cargados de un espíritu sacrificial. La entrega de estas ofrendas es un sacrificio que hace la comunidad en pos de alcanzar su paz, ya que si no se hacen sacrificios no se está asegurada la vida para todos sus miembros. Es entonces la muerte no natural lo que mantiene cohesionada a esta comunidad, que había emergido de una Madre tierra que reclamaba su poder de paz, lo que no puede reclamar sin que en ella resuena la violencia.


Bibliografía
Girard, R, El chivo expiatorio, Trad Joaquín Jordá, Ed Anagrama, Barcelona 1986

Girard, R, El Sacrificio, Trad Clara Bonet Ponce, Encuentro Ed, Madrid 2012
Dolmatov, G.R, Los Kogy, Fondo de Cultura Económica, Bogotá 1985

http://www.banrepcultural.org/node/19064. Fecha: 21 de noviembre 2013 Arocha J,






Con asesoramiento y acompañamiento de Roberto Solarte.
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