Una historia de papel. 500 años en los documentos del Archivo Municipal de Gijón

June 24, 2017 | Autor: Xuan Fernandi Bas | Categoría: Asturias, Historia, Asturies, Historia Local, Gijón, Xixón
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Descripción

Una historia de papel.

500 años en los documentos del Archivo Municipal de Gijón

Ayuntamiento de Gijón Concejalía de Hacienda y Coordinación Administrativa

Exposición

Catálogo

Proyecto y contenidos Eduardo Núñez Fernández Juan Carlos de la Madrid Álvarez

Contenidos Eduardo Núñez Fernández Juan Carlos de la Madrid Álvarez



Textos Xuan F. Bas Costales (caps. 1-13) Eduardo Núñez Fernández (prólogo y caps. 14-15)

Coordinación Covadonga Puente García

Coordinación Covadonga Puente García

Dirección Eduardo Núñez Fernández

Dirección Eduardo Núñez Fernández

Elaboración de contenidos Eduardo Núñez Fernández Xuan F. Bas Costales

Descripción documental Eduardo Núñez Fernández

Corrección de textos María Fernanda Poblet

Corrección de textos María Fernanda Poblet

Diseño, producción y montaje Pictures & Things s. l.

Fotografía Juan Carlos Tuero

Fotografía Juan Carlos Tuero

Diseño y maquetación Cyan Gestión Editorial [Juan Jareño] Impresión Gráficas Summa ISBN 84 – 89466 – 70 - X Depósito legal AS-1671/06

Presentación

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Prólogo

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i El renacer de una villa

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ii La época de Jovellanos

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iii El

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Gijón decimonónico

iv Fábricas y ciudadelas. Los inicios de la sociedad industrial

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v La huella de la emigración. El viaje a ultramar

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vi La guerra civil.

El Consejo de Asturias y León en Gijón

97

vii Los símbolos del concejo.

Del escudo al logotipo

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viii Gijón en plano.

El desarrollo urbano y los planes de ordenación

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ix La organización del territorio.

Barrios, distritos y parroquias

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x Abastecer a la ciudad. Los primeros suministros de agua, luz y teléfono

173

xi Abastecer a los vecinos. Mercados, pescaderías y macelos

189

xii La ciudad y el mar.

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Puertos, muros y arenales

xiii Devoción y diversión.



Fiestas locales, patronos y festejos

xiv El registro de la vida. El ciclo vital en los documentos municipales

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xv El Archivo

Municipal. Un Archivo para la Administración, para los ciudadanos y para la historia

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Índice de documentos

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El Archivo Municipal de Gijón atesora una valiosísima y muy copiosa documentación histórica. ‘Viejos papeles’ que, desde 1507 —el año del más antiguo que se conserva— hasta hoy, son la fuente principal para reconstruir el pasado gijonés del último medio milenio. Jovellanos, Rendueles Llanos, Somoza, Bonet y todos los clásicos cuyas obras nos han proporcionado el conocimiento y la imagen que tenemos de ese pasado, estudiaron en profundidad los documentos que custodia la Torre del Reloj. Y también los autores modernos, que tanto han incrementado en los últimos años la bibliografía histórica de Gijón, están bien familiarizados con los fondos municipales. En cambio, la mayor parte de nuestros vecinos no ha tenido nunca ocasión de verlos, como es lógico. Y desconocen también, seguramente, qué tipo de documentos alberga el Archivo y qué valor tienen. O qué debería poseer y sin embargo le falta, cuál es su propia historia. O cómo se gestiona, qué cosas incorpora, cómo será su futuro. La muestra Una historia de papel. 500 años en los documentos del Archivo Municipal de Gijón ha sido, por ello, promovida por el Ayuntamiento con el fin de divulgar ampliamente el conocimiento de nuestros bien guardados originales, el periplo que atravesaron en tan largo tiempo y los dispositivos que, desde el “arca de las tres llaves” hasta los actuales soportes de almacenamiento electrónico, ha establecido el Consistorio para conservar sus títulos, sus actas y su historia. Merece la pena verla con detenimiento y repasar también la crónica gijonesa que compendia este libro, elaborada a partir de esos mismos documentos.



Paz Fernández Felgueroso Alcaldesa de Gijón

«Gijón, muelles» de Julio Peinado. Medidas del original: 40 x 100. amg Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 4.141

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Prólogo

El concejo de Gijón y su capital, tal y como los conocemos en la actualidad, renacen a la historia a finales del siglo xiii, cuando hacia 1270 el monarca castellano Alfonso X concede a la villa de Gijón fuero y carta puebla para su fundación. En el siglo xii el sistema feudal se había consolidado plenamente y la nobleza extendía su señorío sobre tierras y personas. Como contrapeso a esta situación, el poder real castellano llevó a cabo en todos sus dominios una política repobladora y de reorganización territorial, concediendo privilegios y exenciones y concentrando a los pobladores en villas y polas, con el objetivo de sustraerlas de la influencia y el control del poder nobiliario e implantar tributos que nutrieran de caudales las arcas reales. Esta política repobladora fue especialmente intensa en la costa cantábrica por el interés de la corona en controlar el tráfico de mercancías y pesquerías que se producía en los puertos de los villazgos costeros y el lucrativo comercio marítimo que llevaban a cabo las flotas de cabotaje que recorrían toda la costa desde Galicia hasta el canal de la Mancha, así como el suministro de sal para las manufacturas de salazones a través de los alfolíes o almacenes de sal bajo el estricto control de oficiales reales. En este contexto, Alfonso X concede a los vecinos y pobladores carta puebla para la fundación de la Pola de Gijón, tal y como consta en la documentación del monasterio de San Vicente de Oviedo: «la nuestra eglesia de la puebla de Gijón que nos [Alfonso X] mandamos fazer en Asturias». La nueva puebla o pola de Gijón, con su recia muralla, ocupa el lugar de la antigua civitas romana, formando el núcleo urbano de la capital del concejo, en tanto que el territorio circundante forma su alfoz, precedente inmediato del actual término municipal con sus parroquias.

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Alfonso X el Sabio según una imagen miniada del Tumbo B de la Catedral de Santiago de Compostela

Gijón es una villa cerca la mar de Poniente; cerca la mar, la más larga entrada que tiene habrá hasta trescientos pasos de bajamar, y de pleamar habrá la mitad. En este espacio tiene un castillo, asentado en unas fuertes peñas, en que bate la mar, y todo lo al a la villa cerrar es peña tajada y muy alta.

Alfonso X el Sabio representado en el Libro de los Juegos. Biblioteca de El Escorial

La carta puebla que contiene el fuero de la villa constituye el primer documento de Gijón y seguramente se custodió en la propia localidad desde su fundación como testimonio de los derechos y privilegios obtenidos del rey por los vecinos del concejo. De conservarse hoy día sería, sin lugar a dudas, el documento más antiguo del archivo municipal, pero lamentablemente no ha sido así y sólo existen referencias indirectas de ella. En la segunda mitad del siglo xiii las circunstancias políticas encumbraron a los condes de Noreña que habían sabido ganarse el favor real para obtener importantes beneficios. En 1295 la villa de Gijón pasa a depender de este linaje nobiliario y se ve envuelta en una serie de contiendas civiles entre diferentes miembros de la familia de los Trastámara que terminan con su destrucción a manos de las huestes reales en 1395 y la ruina de la muralla y las torres defensivas que habían convertido hasta entonces a la pola de Gijón en una plaza inexpugnable, ayudada al norte por los acantilados del cerro de Santa Catalina y al sur por el istmo arenoso que en pleamar se cubría por las aguas y la aislaba de tierra. De la primera mitad del siglo xv data precisamente una descripción realizada por Gutierre Díez de Games en la que se pone de manifiesto ese carácter de plaza fuerte, al considerar que

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A pesar de su destrucción y ruina, Gijón no se despobló, la vida continuó, constatándose la existencia de funcionarios reales en el concejo pocos años después. Sin embargo, al calor de nuevas contiendas civiles y enfrentamientos nobiliarios en Castilla durante la segunda mitad del siglo xv, emerge en la villa la poderosa familia de los Valdés, originaria de San Cucao de Llanera, que trata de hacerse con su control apoderándose, precisamente, de los documentos de su archivo, aquellos que otorgaban entidad y validez jurídica al concejo y a sus vecinos. Entre esos documentos se encontraba un privilegio real otorgado por Enrique II en 1372 en el que se eximía a los gijoneses del pago de los portazgos en todo el reino, privilegio que sería posteriormente confirmado por la reina Juana en 1512. De manera que la historia de la documentación municipal más antigua está íntimamente relacionada con la destrucción y ruina de la villa en 1395 y la posterior sustracción de los documentos concejiles en la segunda mitad del siglo xv, lo que explica la ausencia de notables documentos del primitivo archivo y el hecho de que el fondo municipal que ha llegado a nuestros días —superando también otros riesgos como la guerra de la Independencia o la guerra civil— se inicie en el siglo xvi con un documento del año 1507, el más antiguo conservado. No obstante, el primer libro de actas que se conserva en el Archivo Municipal es de 1560 y se inicia con un acuerdo del 27 de marzo de ese año en el que se incluye un requerimiento del regidor Martín de Valdés al juez Gonzalo Fernández de la Cuesta para que «haga traer a este archibo […] los libros y escrituras tocantes a villa y conzejo […] e saber e ver quien deben marevedis algunos y a los [t]ales compela a que paguen».

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Algún escribano, en fecha indeterminada, escribió después en su cubierta «Sobre el cay. Libro 2°», título que hace referencia a la relación de su contenido con las constantes obras de mantenimiento que el Ayuntamiento tenía que realizar en los muelles y barbacanas del puerto para mantenerlo en buen estado, dado que era fuente de riqueza y prosperidad para la villa, por el que entraban y salían mercancías, pesquerías y salazones, abastos y hasta ideas y pensamientos. La financiación de las obras precisaba siempre abundancia de caudales y para ello era necesario arrendar y rematar periódicamente impuestos como las alcabalas, las sisas o el llamado de cestería y obligarse en cuantiosos censos que hipotecaban durante años las arcas municipales. De todo ello da cuenta este libro segundo sobre el cay, fielmente escrito por los escribanos del concejo a mediados del siglo xvi, cuya composición se inicia precisamente con ese requerimiento de uno de los regidores para que se traigan al archivo municipal «los libros y escrituras tocantes a villa y conzejo». Este libro es uno de los documentos municipales más antiguos conservados y en él aparece la primera referencia directa al archivo, que ya existe por entonces en el consistorio gijonés. La función principal del archivo en aquellos tiempos —al igual que en la actualidad— era custodiar y conservar los documentos públicos necesarios para el gobierno del concejo, para conocer las obligaciones y los derechos de regidores y vecinos, los acuerdos tomados por la Justicia y Regimiento, el arrendamiento de tributos de tal o cual año o el libramiento de maravedíes y su fin. De hecho, el motivo que se expone en el requerimiento del regidor Martín de Valdés es justamente el de que se hagan traer al archivo los libros y las escrituras para «saber e ver quien deben marevedis algunos y a los [t]ales compela a que paguen». En definitiva, un archivo como garante de obligaciones y derechos puesto al servicio de la administración y del gobierno del concejo.

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La Puerta de la Villa, ubicada en la plaza del Infante, hacia 1858

Nada diferente a hoy día, en que nuestros responsables políticos, elegidos por los ciudadanos, deben formar gobierno, confeccionar y ejecutar presupuestos, aprobar cuentas y administrar correctamente tributos y servicios. Para todo ello cuentan con una administración que produce, acumula y conserva documentos que, en su mayor parte, pasan al archivo para su custodia y al servicio de la propia institución y de los ciudadanos que precisen o deseen consultarlos, tal y como establece la Constitución Española de 1978. Desde la temprana fecha del siglo xvi podemos decir que casi quinientos años de documentación municipal nos contemplan y a la vez nos ilustran como testimonio de un pasado que ahora intentamos mostrar, en pequeños retazos que no agotan, sin embargo, el abundante y valioso acervo de nuestro patrimonio documental municipal. Así pues, nuestra historia arranca precisamente aquí, donde pasado y presente se funden en la escueta cita de un libro de actas municipal cargada de significados.

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i

Detalle de la costa asturiana en la Descripción de España y de las costas y puertos de sus reinos de Pedro Texeira, cosmógrafo portugués de Felipe IV, 1634. Biblioteca Nacional de Austria

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i.

El renacer de una villa

El renacer urbano de Gijón tras su destrucción en 1395 fue lento y costoso. La población se concentraba en la zona occidental del cerro de Santa Catalina y presentaba un caserío humilde y apretado que se adaptaba a la topografía del terreno. A lo largo de los siglos xvi y xvii, la población desbordó, sin embargo, el primigenio emplazamiento, convertido ya en el barrio de Cimadevilla, extendiéndose por la lengua arenosa, que servía de asiento a la zona conocida como Baxovilla. Este crecimiento irá ramificándose, pero orientado principalmente hacia mediodía, siguiendo la dirección del camino de Castilla, configurándose por entonces la calle Ancha de la Cruz. En la zona baja de la villa la aristocracia local levanta durante este periodo algunos de los edificios más singulares y representativos de Gijón, encuadrados por lo general en un barroco de formas sobrias y contenidas y gran belleza. Laso García de la Vega construye la primitiva casa de los Jove Llanos a finales del siglo xv; Pedro de Valdés levanta su palacio de torres almenadas y su capilla adyacente al lado de la parroquial de San Pedro; los Ramírez de Jove edifican su casa en la plaza de la Barquera en el siglo xvi, y lo mismo hacen otras familias gijonesas a lo largo del siglo xvii. Por otra parte, en 1572 comienza la construcción de la Torre del Reloj sobre los cimientos de una de las torres de la antigua muralla, que será la casa consistorial del concejo hasta el siglo xvii, en que se mantendrá como cárcel municipal. De esta época es también el hospital de peregrinos o de los corraxos, vinculado al Camino de Santiago y situado al lado de la capilla de los Remedios. Asimismo, en 1410 se inicia la construcción de la iglesia parroquial de San Pedro, y en 1669, la del convento de las monjas agustinas recoletas, ubicado en la zona alta del barrio de Cimadevilla.

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Documento más antiguo conservado en el Archivo Municipal. En él, Suero González de Llanos, vecino de la pola de Gijón, consiente, tras las pruebas practicadas, en ceder voluntariamente a Gonzalo Menéndez de la Pola y sus herederos y a Alvar Pérez de Carreño y su familia —el propio escribano que formaliza la escritura— una sepultura en el coro de la iglesia de San Pedro en la pared que está contra el altar de San Sebastián. Gijón, 17 de noviembre de 1507

La villa de «Xixón» en la Descripción de España y de las costas y puertos de sus reinos de Pedro Texeira, cosmógrafo portugués de Felipe IV, 1634. Biblioteca Nacional de Austria

Gijón cobró impulso a partir del siglo xvi sobre todo gracias al mar. Desde entonces la historia de la villa corrió pareja al desarrollo y las vicisitudes del puerto, datando precisamente de esta época los primeros documentos municipales conservados. Aunque las primeras instalaciones portuarias se hallaban enclavadas sobre el antiguo arenal de San Pedro, una de las primeras medidas que los Reyes Católicos tomaron respecto a Gijón fue la autorización en 1480 de la construcción de un cay o muelle de mar de mayores dimensiones en el lado occidental del cerro, para cuya financiación establecieron un impuesto sobre las mercancías que arribaran a la ciudad. Pero los fondos no fueron suficientes para terminar las obras y los gijoneses tuvieron que recurrir a Carlos I, que expidió en 1554 una provisión que permitía a la villa tomar a censo 1.600 ducados para proseguir la construcción del muelle. En el primer libro de actas conservado, que data del año 1560, se recogen precisamente los acuerdos de la corporación municipal relativos al cay. Las obras del puerto continuaron durante el reinado de Felipe II, aunque no fueron finalizadas por problemas económicos hasta 1595. Se agregó un contracay o muelle de tierra, formándose una pequeña dársena. Dentro de la misma fue habilitado un astillero para la construcción y reparación de barcos, ubicado en la plaza de la Barquera. Según Luis de Valdés, a principios del siglo xvii el puerto de Gijón era el más importante del Principado de Asturias; en él entraban muchos navíos con productos procedentes de Francia, Inglaterra, Holanda o Flandes, y la captura de buenos pescados y ballenas era abundante. No obstante, la precariedad de las instalaciones portuarias condicionó la actividad marítima gijonesa a lo largo de estos siglos. Las guerras que España libró durante el siglo xvi con otras potencias europeas, como la Francia de Francisco I y la Inglaterra de Isabel I, obligaron a los monarcas españoles a tomar precauciones respecto al control del Cantábrico y particularmente al puerto de Gijón, considerado como la puerta del Principado. Carlos I, temiendo que los franceses pudieran apoderarse de

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Gijón y fortificarlo, envió en 1529 un tercio compuesto por 300 alemanes para proteger la plaza de posibles invasiones, encargándose el regidor Juan Menéndez Valdés de su alojamiento y avituallamiento. Felipe II también mostró su preocupación por la defensa de Gijón. La importancia que representaba poseer una fortaleza en la costa cantábrica para impedir posibles incursiones de sus enemigos, especialmente ingleses, le llevó en 1570 a pretender fortalecer la villa y extender y asegurar su puerto, transformándola en plaza de armas. La población, sin embargo, con el funesto recuerdo de su anterior fortificación medieval, pidió al monarca a través de Alonso Ramírez de Jove que desistiera de sus propósitos. En 1572 se dispuso la creación de una milicia para la defensa del puerto y se mandó comprar artillería y municiones, nombrando capitán a Diego de Valdés, y en 1573 se desplazó Carlos Alorza desde La Coruña con varias piezas de artillería para su resguardo y el de otros puntos del Principado, previniendo a la población ante cualquier ataque. Ese mismo año se tuvo noticia de que en Inglaterra se preparaban navíos corsarios; sospechándose que podían acercarse a la costa cantábrica y atacar Gijón, se tomaron nuevas medidas para impedirlo. En 1586, los gijoneses vivieron en constante temor tras el intento de los ingleses de entrar en la villa. El consistorio decidió contratar un empréstito para la compra de armas y llegó gente del vecino concejo de Siero en ayuda de la villa costera. El 20 de junio el libro de actas municipal señalaba los puestos en que se debían poner centinelas, así como la construcción de algunas trincheras y murallas, con foso en su exterior, «para que pueda defenderse la tierra de los enemigos, si Francisco Drake, general de la armada inglesa tratase de hacer algunos robos». Se repartieron armas entre la población para atender la defensa del Principado. Sin embargo, el ataque que preparaba Felipe II hizo alejarse a los ingleses de estas costas para defender las suyas, puesto que en 1588 salió de Lisboa la Armada Invencible para

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Primer libro de actas municipales conservado en el Archivo Municipal, titulado «Sobre el cay. Libro 2º», que comprende los años 1560 a1577

abatir a la Gran Bretaña, empresa que terminó, sin embargo, de forma desastrosa a causa de una terrible tormenta. Antes de partir la expedición, las naves del adelantado Pedro Menéndez de Avilés se salvaron de un temporal, refugiándose en la ensenada de El Musel, lo que posteriormente sería agradecido por el monarca concediendo a la villa el privilegio de que no se reclutasen hombres para la Armada ni el Ejército.

Primer padrón de moneda forera –también llamado «a callehita», «de hidalguías» o «de nobleza»- que se conserva en el Archivo Municipal y que comprende los años 1585 a 1596

La situación bélica no mejoró durante el siglo xvii, puesto que España se vio inmersa durante toda la centuria en diversas guerras tanto con ingleses y holandeses como con franceses y portugueses. Gijón, considerado como el puerto más importante del Principado, no dejó de ser blanco constante de las acechanzas de los enemigos de la monarquía. La presencia de piratas ingleses en 1617 obligó a la villa a solicitar el apoyo de Felipe III, que concedió en 1618 nuevos arbitrios para las necesarias reparaciones de sus muelles y el aumento de su fortificación, ordenando al gobernador del Principado que tomara las medidas necesarias para la defensa de la villa, enviando artillería, municiones y hombres. Se crearon de nuevo milicias urbanas y se concedieron patentes de corso para la vigilancia de las costas inmediatas. Ello no impidió que en 1635 desembarcaran en las riberas del río Piles 600 franceses, aunque un temporal les obligara a regresar a sus buques, librándose por casualidad la villa del saqueo. Se reconoció entonces la necesidad de fortificar los puntos marítimos de Gijón y, en este sentido, Fernando de Valdés, sargento mayor del Principado, preparó un plano de las obras proyectadas, que cayó, sin embargo, en el olvido. Afortunadamente, se conservó esta representación gráfica de la villa, de la que el Ayuntamiento encargó una copia que se custodia en el Archivo Municipal.

de Soto con la intención de que convirtiera la villa en plaza de guerra, y El Musel, en el fondeadero de sus buques, para lo que levantó los planos correspondientes, pero tampoco estas obras se llevaron a cabo, quedando la villa, de nuevo, en peligro. Esta situación se mantuvo a lo largo de la segunda mitad del siglo hasta que franceses y españoles firmaron la paz en 1697. A la vez que la ciudad miraba al horizonte oteando la posible presencia de corsarios, se fue configurando paulatinamente la organización del poder local. De este modo, durante el siglo xvi la autoridad de la villa residía en lo que en los libros de actas municipales se denomina Justicia y Regimiento, es decir, en el juez y los regidores del concejo. Las competencias de la corporación eran amplísimas, encargándose de la administración y de todos los asuntos de la comunidad. Los regidores eran nombrados

La presencia de soldados franceses por las costas cantábricas fue constante durante los años siguientes, hasta el punto de que llegaron a reunirse en la villa 1.500 infantes para su defensa. Por ello, en 1640, Felipe IV envió a Gijón al ingeniero Jerónimo

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Acta de la sesión del 20 de junio de 1586, presidida por el gobernador del Principado de Asturias, Jerónimo Briceño de Mendoza, en la que se ordena colocar centinelas, construir trincheras y murallas con fosos en la costa y avisar a otros puertos ante la noticia de la posible presencia de la flota de Francis Drake, «general de la harmada de Ingalaterra», en las costas del Cantábrico tras su salida de la isla de Santo Domingo. Libro de actas 1584-1587

por el rey y su cargo era perpetuo, transmitiéndose de forma hereditaria o por cesión a otras personas. El juez, por su parte, era elegido por los regidores el 23 de junio, vísperas de San Juan, durante los dos primeros tercios del siglo, en la plaza pública, frente al llamado hórreo del licenciado Ramírez, trasladándose posteriormente al consistorio, ubicado en la Torre del Reloj. Tras la elección del juez ordinario o hidalgo, se realizaba la del juez pechero o del estado llano, así como la de otra serie de cargos municipales. La duración de los cargos era anual y para poder desempeñarlos era preciso entregar una fianza para asegurarse de su cumplimiento. Había, no obstante, otros cargos concejiles, como el de alférez mayor, superior a todos excepto al de juez, de nombramiento real y también perpetuo. Familias como los Valdés, que pugnaban por el control de la villa desde fines de la Edad Media; los Ramírez de Jove, cuyo progreso será recompensado con un marquesado en el siglo xviii; o los Jove Llanos, que desempeñaban el alferezado mayor de la villa, destacaron en la vida económica y social del concejo, controlando el gobierno local a través de las regidurías, cuyo número creció a lo largo de estos siglos, sobre todo a partir de la venta de cargos que realizaron los monarcas para obtener fondos para el erario. Las reuniones de la corporación no tenían días señalados, por lo que los ayuntamientos extraordinarios sólo se convocaban a campana tañida cuando las necesidades lo requerían, teniendo lugar en la plaza pública, frente al hórreo de Ramírez. Las rentas del concejo las constituían las alcabalas y las diezmas del mar, así como la sisa del cay, que consistía en un tanto proporcional de los efectos que embarcaban y desembarcaban en el muelle y que se destinaban a pagar los intereses de los gastos de sus obras. La villa atendía con estos recursos todas las cargas del concejo, además de los impuestos del reino y del Principado y la remisión del cupo de soldados que le correspondían. Una de las funciones más importantes que realizaba el Regimiento era el control de los precios de los diversos artículos de consumo, fijando el único al que podían venderse. Para ello, el vendedor

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Acuerdo municipal para solicitar ayuda militar al Capitán General para defender la villa ante el aviso recibido de la presencia de una flota de sesenta y dos navíos de la Armada francesa frente a la costa de Santander, 16 de agosto de 1639. Libro de actas 1637-1640

Plano de Gijón según la «Descripción de la villa y puerto de la noble Villa de Gijón y del surgidero y las dos puntas que tiene» de Fernando de Valdés, 29 de agosto de 1635. Ministerio de Cultura. Archivo General de Simancas. mpd, 29, 24

debía acudir al consistorio, donde manifestaba el gasto que había tenido en sus productos, señalándosele entonces el precio al que tenía que venderlos. Sin embargo, eran frecuentes los abusos, vendiéndose más caros los artículos en épocas de escasez, lo que provocaba en consecuencia serios problemas a la población, sobre todo a los sectores más humildes.

Acta municipal de la sesión celebrada el 23 de junio de 1655 en la iglesia parroquial de San Pedro para llevar a cabo la elección ordinaria por un año de los jueces ordinarios, alcaldes de la Santa Hermandad, procurador y mayordomo de los propios y rentas y otros oficiales del concejo. Libro de actas 1652-1655

La organización del poder local varió en cierta manera durante el siglo xvii. Las elecciones para cargos municipales fueron, cada vez más, una fuente de discordias, hasta el punto de que el gobernador del Principado se vio obligado a prohibir la entrada en la ciudad a los regidores con espada para que no protagonizaran actos violentos. A causa de estos trastornos, la elección de los cargos municipales gijoneses hubo de realizarse en 1620

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en Oviedo. A partir de 1660 volvieron a celebrarse en el consistorio, tras un breve lapso temporal en la iglesia parroquial de San Pedro, presidiéndolas desde entonces el gobernador del Principado o un delegado suyo. Se prohibió desempeñar a la vez más de un oficio, como ocurría anteriormente, lo que logró pacificar en cierta medida estas elecciones. Durante esta centuria, las nuevas necesidades de la villa obligaron a la creación de nuevos empleos municipales. Asimismo, a partir de 1660 hubo que realizar, por orden del gobernador del Principado, dos reuniones ordinarias semanales, sin que ello significase que dejaran de tener lugar otras extraordinarias cuando las necesidades lo requiriesen. No obstante, aunque el concejo seguía reuniéndose en la plaza pública, ello no impedía que los regidores se reunieran también en secreto cuando tenían que tratar asuntos que no debía conocer el vecindario. Por otra parte, la hidalguía local intentó en la segunda mitad del siglo acaparar todo el poder, despojando del mismo al estado llano. En las elecciones de 1670, el alférez mayor de la villa Francisco de Jove Llanos presentó una propuesta al Regimiento en la que planteaba la supresión del juez pechero, porque consideraba que era perjudicial para el concejo, y la elección de dos jueces hidalgo, lo que fue aprobado por unanimidad por los regidores, entablándose, así, un largo pleito entre los dos estados que dejó sin resolver la Chancillería de Valladolid, tribunal al que había llegado el asunto.

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Pliego de condiciones para el remate de las obras de reparación de la punta del muelle del puerto proyectadas por los maestros de arquitectura Ignacio de Palacio y Juan de San Miguel, 10 de noviembre de 1669. Documentación sobre los muelles de Gijón y de Ribadesella, 1669-1790

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Vista de San Lorenzo y Campo Valdés de Gijón de Mariano Ramón Sánchez. 1793-1796. Museo Casa Natal de Jovellanos

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ii.

La época de Jovellanos

Gijón entra en el siglo xviii oyendo los tambores de la guerra de Sucesión que llevan al trono español a la dinastía francesa de los Borbones en la persona de Felipe de Anjou, a quien Carlos II deja su imperio en herencia. Durante la contienda, el gijonés Francisco Ramírez Valdés resultó muerto en Italia defendiendo la causa borbónica frente a las pretensiones del archiduque Carlos de Austria. El monarca, como recompensa a su heroico comportamiento, concedió a su familia el marquesado de San Esteban del Mar de El Natahoyo en la persona de Carlos Miguel Ramírez de Jove, quien a principios del siglo finaliza la construcción de su espléndido palacio en la plaza de la Barquera a partir de la torre conocida anteriormente como el hórreo del licenciado Ramírez. Después del conflicto dinástico, hubo nuevos enfrentamientos con Inglaterra a causa generalmente de la piratería que mermaba el comercio español. En 1779 espías de Carlos III descubren un plan inglés para apoderarse de Gijón por sorpresa, «despreciando la vigilancia y el valor con que los asturianos son capaces de atender a la defensa de sus cosas y bienes», y del que se hace eco Gregorio Menéndez Valdés en su Historia antigua y moderna de Gixa, cuyo ejemplar original manuscrito se conserva en la biblioteca del Archivo Municipal. El proyecto inglés, acompañado de un plano de la villa, fue remitido por el monarca a Juan Matías de Azcárate y al marqués de San Esteban del Mar para que, sin causar inquietud en la población, tomaran «las medidas conducentes para rechazar con escarmiento a los enemigos en cualquiera tiempo que quisieren ejecutar su designio». En él se abordaban cuestiones tales como la situación geográfica,

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Croquis del concejo de Gijón en las Respuestas Generales del Catastro del marqués de la Ensenada. 1752

Padrón de moneda forera del año 1710. Lista de hidalgos y pecheros de la parroquia de Jove

el puerto y el comercio, los habitantes, la riqueza, la aduana o el convento de las agustinas, así como las fortificaciones, las diferentes formas de ataque tanto de noche como de día y las fuerzas necesarias para su conquista. La intención de los ingleses era convertir Gijón en el «Gibraltar de la Bahía de Vizcaya», según rezaba la explicación del plan. Afortunadamente para los gijoneses, estas intenciones no se cumplieron y la villa continuó su historia vinculada a Asturias y a España.

Portada de la Historia de la antigua y moderna ciudad de Gixa, que es la Villa de Gixón en el Principado de Asturias de Gregorio Menéndez de Valdés [1770]

Plano capturado a espías ingleses en 1781 en el que se describen los puntos de defensa y ataque para la toma de la plaza de Gijón. Ministerio de Cultura. Archivo General de Simancas. mpd, 28, 19

El llamado Siglo de las Luces tuvo en el gijonés Gaspar Melchor de Jove Llanos a una de sus figuras más destacadas, cuyas ideas condicionarán buena parte de la historia de la villa. Como escribió en los años cincuenta del siglo xx el catedrático de Geografía del instituto que lleva su nombre, Justiniano García Prado: «La villa de Gijón debe el mar a Dios y cuanto es al mar y a Jovellanos». A través de los fondos del Archivo Municipal se pueden rastrear no sólo algunos de los proyectos que el ilustre patricio desarrolló en su localidad natal, sino también otros llevados a cabo en el contexto reformista de la época, como el llamado Catastro del marqués de la Ensenada (1752), dentro de la política hacendística de la corona, un interrogatorio que tenía como finalidad el acopio de información sobre la población, la producción y los bienes de la corona de Castilla que debía servir de base para unificar los diferentes impuestos que componían las denominadas rentas provinciales en una «única contribución», constituyendo todo un estado general de la economía y la sociedad en el siglo xviii. El puerto siguió desempeñando un papel importante en el desarrollo de Gijón, dado que el progreso de la villa dependía en gran medida de él. De construcción endeble y defectuosa y pequeñas dimensiones, sufrió una serie de destrozos que terminaron por arruinarlo definitivamente a mediados del siglo xviii. Durante los años siguientes se plantearon numerosas propuestas de reforma integral, aunque con escasos resultados prácticos como consecuencia de las trabas que pusieron tanto la Audiencia

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de Oviedo como la Diputación del Principado. No obstante, en 1752 la ciudad obtuvo un arbitrio de dos reales en cada fanega de sal para sufragar los costes de las obras necesarias, que se ejecutaron, a pesar de todo, con muchas dificultades. Paralelamente a los proyectos de reforma del puerto comercial o vieja dársena, se planteó por vez primera la construcción de un gran puerto de refugio en la concha de El Musel. Las obras dieron comienzo bajo la dirección de Manuel González Regueral, hasta que se ordenó que se suspendieran en 1790, siendo aplicados sus arbitrios a Ribadesella, que rivalizaba con Gijón por la ampliación y mejora de su puerto. El consistorio gijonés recurrió esta decisión, puesto que sólo se habían realizado algunas reparaciones parciales, pero no la reforma integral que requería el puerto, tal y como se exponía en la «Representación que se hizo al Supremo Consejo con motivo de haberse mandado por la vía del Ministerio de Marina que los dos reales en anega de sal pasasen para el Puerto de Ribadesella», documento conservado en el Archivo Municipal. Según manifestaba la Junta Municipal de la época, «se seguirían a éste [el puerto de Gijón] notables perjuicios y no menos al común provecho de toda la provincia». El comercio marítimo gijonés con otros puertos de la península o de Europa se desarrolló de forma muy significativa durante todo el siglo xviii. Sin embargo, el gran impulso llega a partir del último tercio de la centuria, cuando se pone fin al monopolio comercial de Sevilla y Cádiz con las colonias de ultramar. En 1765 se concede al puerto de Gijón la autorización para el comercio libre y protegido con las Antillas, ampliándose en 1778 al resto de las Indias, y así se refleja en los libros de acuerdos municipales. Este hecho termina por consolidar el puerto de Gijón como el más importante puerto comercial de Asturias. Además del carbón que comenzaba a extraerse para los departamentos de Marina, en la dársena gijonesa se embarcaban a finales del siglo frutos naturales, mantecas y ganado vacuno y lanar, así como productos de la naciente industria. Por otra parte, se descargaban artículos de los que carecía el Principado, como aceite o vino. Junto al comercio marítimo y de cabotaje,

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Bienes de Alonso Antonio Ramírez, marqués de San Esteban del Mar de El Natahoyo, en el Catastro del marqués de la Ensenada de 1752

Informe del Ayuntamiento de Gijón en contra de la supresión del arbitrio sobre la sal destinado a la reconstrucción del puerto y su desvío al de Ribadesella por la Secretaría de Marina. 1788-1789

Acuerdo municipal por el que se toma razón del contenido de una Real Cédula de 22 de febrero de 1774 por la que se autoriza la apertura al libre comercio con Buenos Aires de los puertos habilitados, entre los que figura el de Gijón. 20 de mayo de 1778. Libro de actas 1775-1778

Plano idealizado de la villa de Gijón que se incluye en la Historia de la antigua y moderna ciudad de Gixa, que es la Villa de Gixón en el Principado de Asturias de Gregorio Menéndez Valdés

Carta de José de Galvez al Ayuntamiento en la que se solicita, en nombre del Rey, un informe sobre el establecimiento en la villa de un Consulado de Comercio. 21 de noviembre de 1778

Plano de la Concha de Gijón de Vicente Tofiño de San Miguel. 1787

la otra actividad del puerto era la pesca. Abandonada la captura de ballenas desde finales del siglo xvii por la escasez de especímenes en las costas, los pescadores se dedicaban a las costeras de la sardina, el atún, el congrio, la merluza y el besugo. La sardina, tras abastecer a la población, se preparaba principalmente para su envío a los territorios de León y Castilla, sobre todo en escabeche y salazón. Precisamente, la necesidad de una salida terrestre en condiciones a la Meseta será por fin tomada en consideración en el plan radial de carreteras de Carlos III para conectar Madrid con la periferia peninsular. En 1771 dan comienzo las obras de la calzada que Gaspar de Jovellanos dirigirá desde 1782 hasta 1792, en que logra finalizar el trazado entre Gijón y Oviedo. Al amparo del puerto y de la mejora de las comunicaciones terrestres, comenzó a desarrollarse en la villa, asimismo, una incipiente actividad manufacturera. Gijón contaba al finalizar el siglo xviii con varios talleres, entre los que destacaban el de curtidos de toda clase de pieles y tafiletes de colores; el de loza fina a la inglesa, imitación de la de Brístol, y un establecimiento tipográfico en funcionamiento desde 1794. La mayoría de estas instalaciones se localizaban en la zona occidental de la ciudad, fundamentalmente en el arrabal de La Rueda.

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Como consecuencia de la mejora de las comunicaciones y de la habilitación y reforma del puerto, Gijón experimentó un crecimiento urbano hacia poniente y mediodía, desbordando la antigua Baxovilla del siglo xvii. En este contexto, el 6 de octubre de 1782 el consistorio gijonés aprueba una representación de Gaspar de Jovellanos sobre «ideas para aumentar la población, la industria y el comercio» conocida como plan de mejoras de Jovellanos, que quedó transcrito en el libro de acuerdos municipales de ese mismo año y que pretende articular la expansión de la villa bajo los parámetros propios del racionalismo ilustrado. La villa crece por primera vez hacia el sur de forma ordenada a partir de un conjunto de calles trazadas a cordel desde el cerro de Santa Catalina y cruzadas por otras de este a oeste, dando lugar a una serie de manzanas alargadas, en medio de las cuales se sitúa una nueva plaza. Se plantea, entre otras cosas, una cerca que protegiera a la población de la embestida de las arenas y que prolongara el Muro de San Lorenzo recientemente finalizado, así como diversas plantaciones de árboles en las carreteras de acceso a la villa con el objeto de mejorar su ornato. Jovellanos terminaba la explicación de su proyecto urbanístico para la villa resumiendo de la siguiente forma el ideario que lo inspiraba:

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Busto de Melchor Gaspar de Jovellanos que preside la sala de consultas del Archivo Municipal

En uno de sus ángulos se enterraron varias monedas de plata y cobre de aquel año, una guía de forasteros, el último número del Mercurio de mes de julio, las dos últimas Gazetas de la semana, un resumen de la Historia antigua y moderna de Gixa de Gregorio Menéndez Valdés y un acta testimonio de todo lo hecho, suscrita por las autoridades y vecinos de más distinción. Algunos de estos objetos se conservan actualmente en el Archivo Municipal en un expediente abierto en el momento en que la puerta fue derruida a finales del siglo xix.

Representación de Gaspar Melchor de Jove Llanos al Ayuntamiento sobre las ideas que propone para aumentar la población, la industria y el comercio de la villa. 30 de agosto de 1782. En acta del 4 de octubre de 1782. Este documento es más conocido como “Plan de Mejoras de Jovellanos”. Libro de actas 1782-1785

Gijón se halla hoy día en proporción de aumentar considerablemente su comercio y su industria, y por consiguiente su población. Ningún medio será más seguro para conseguir uno y otro que el de atraer así las personas de caudal, para que fijen aquí su residencia, como harán seguramente cuando a las proporciones que le da su puerto que sobre ser el único habilitado para el comercio de América, es sin disputa el mejor del Principado, se junten los atractivos que le añadirán las obras que dejo propuestas, y otras que aún pueden ejecutarse.

Acción de 2.000 reales del Banco Nacional de San Carlos adquirida, junto con otras 15 acciones, por el Ayuntamiento en 1783

Por otra parte, siguiendo el programa de mejoras planteado por Jovellanos, se construye en 1782 una nueva Puerta de la Villa o del Infante a la entrada de la calle de Corrida o Ancha de la Cruz en sustitución de la que había en el arenal de la Trinidad, dado que el crecimiento urbano había mostrado la necesidad de reubicarla a las afueras de la ciudad. La primera piedra de la nueva puerta la puso el propio Jovellanos con toda solemnidad el 18 de septiembre de 1782, según consta en el propio libro de actas municipal, a quien se le daban «las debidas gracias a nombre de este Ayuntamiento por el celo patriótico con que promueve las utilidades públicas de esta provincia y distinguidamente las de esta villa, que se gloria de tener un hijo de prendas y cualidades tan relevantes, por naturaleza y por su distinguido nacimiento».

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La otra gran contribución de Jovellanos a su ciudad fue la creación de la Escuela de Náutica y Mineralogía. En los informes que el prócer gijonés realizó sobre la explotación de los yacimientos de carbón asturianos proponía el establecimiento de una escuela para difundir en el Principado los conocimientos científicos necesarios para el laboreo en las minas y la formación de pilotos diestros en la navegación. En 1792 se aprobó su fundación en Gijón, tras el ofrecimiento por parte de Jovellanos de un edificio para su instalación y de una renta anual de 50.000 reales para su sostenimiento, y en 1793 se le concedió la denominación de Real Instituto Asturiano, una vez superados los impedimentos promovidos en Oviedo desde la Universidad y la Diputación del Principado. Finalmente, el 7 de enero de 1794 se celebró solemnemente el acto de apertura del Instituto con 50 alumnos matriculados y seis profesores bajo la dirección del hermano del fundador, Francisco de Paula, capitán de navío de la Armada retirado y regidor perpetuo, que había sido nombrado recientemente alférez mayor de la villa de Gijón. Jovellanos también elabora unas ordenanzas que fijaban, entre otras cuestiones, los diferentes tipos de exámenes, las materias que se deben impartir o el reglamento interno, y dota al centro de una importante biblioteca. Asimismo, depositó en el Instituto una colección de dibujos y bocetos de artistas como Miguel Ángel, El Greco, Velázquez, Goya o Durero que había recopilado junto a su buen amigo el también gijonés Juan Agustín Cean

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Retrato de Jovellanos con el arenal de San Lorenzo al fondo de Francisco de Goya. 1780-1783. Museo de Bellas Artes de Asturias

Primeras ordenanzas conocidas de la villa formadas «por la Justicia y Regimiento de la Villa y Concejo de Gijón comprensivas del método de su gobierno político y económico…» fechadas el 1 de septiembre de 1774 y transcritas al libro de actas de 1774

y la obtención de los fondos necesarios, se encargó el proyecto al arquitecto Juan de Villanueva. En 1797 se colocó la primera piedra y, tras diez años de obras, en 1807 se remató la primera parte del edificio, consistente en una planta y cubierta en torno a un gran patio porticado. En el álbum regalado por el Instituto al Ayuntamiento en 1878 se puede apreciar este edificio de una sola planta. A lo largo de estos años no sólo se modificó la fisonomía de la villa con las reformas del puerto, el programa de mejoras, el Instituto o el paredón de San Lorenzo, sino que también se acometieron reformas de orden político en el gobierno local, aprobándose con ese propósito unas ordenanzas municipales en 1774. Poco a poco se fue limitando el derecho a los cargos electos, lo que daba pie a que se cometieran numerosas ilegalidades. Los regidores se eligían unos a otros y a sus parientes dentro del cuarto grado de consanguinidad y afinidad para los diferentes cargos. Asimismo, se consumó definitivamente la supresión del cargo de juez pechero, dadas las dificultades que existían para que la persona idónea desempeñara dicho cargo, y en 1761 se dispuso que las elecciones pasaran de celebrarse el 23 de junio a verificarse el 31 de diciembre de cada año.

Vista de la fachada principal del Instituto de Jovellanos, edificado entre 1797 y 1807, perteneciente al álbum fotográfico que esta institución remite al Ayuntamiento de Gijón en septiembre de 1878

Bermúdez. Aunque esta colección se pierde durante la guerra civil, en el Archivo Municipal se conserva un álbum de fotografías que el propio Instituto envió al Ayuntamiento en 1878 y en el que se reproducen parte de esas obras. El centro educativo había empezado a funcionar en un caserón donado por Francisco de Paula, en el barrio de Cimadevilla, pero como el edificio resultaba pequeño, desde el principio se planteó la construcción de un inmueble apropiado a su función pedagógica. De modo que tras la cesión por parte del Ayuntamiento de un solar en la nueva zona de expansión propiciada por las reformas urbanas

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El Ayuntamiento acordó el 6 de septiembre de 1774, según consta en el libro de actas municipales de ese año, la aprobación de unas «Ordenanzas formadas por la Justicia y Regimiento de la Villa y Concejo de Gijón, comprensivas del método de su gobierno político y económico actual y del que deberá de seguir en lo sucesivo» que será la última reglamentación de poder local que conozca Gijón hasta la aparición del Ayuntamiento constitucional en el siglo xix. Según estas normas, dos jueces nobles ejercían en la villa la misma jurisdicción: el primero presidía el Ayuntamiento, recibía las órdenes del rey y tribunales superiores, haciendo que se les diera cumplimiento, y se ocupara de todas las cuestiones políticas y económicas; en su ausencia era reemplazado por el segundo, y, a falta de ambos, por el regidor

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Acuerdo acerca de la elección de cargos municipales del 1 de enero de 1777 en el que se hace mención a la costumbre del uso de pelotas de plata en un cántaro de cobre para celebrar los sorteos. Libro de actas 1775-1778

Acuerdo del 6 de enero de 1809 sobre la tala de todos los árboles del Camino Real que están frente a la fortificación que se está construyendo y que impide la precisión del fuego de la artillería con motivo de la guerra contra los franceses. Libro de actas 1808-1812

Acuerdo ante el regreso de Gaspar Melchor de Jove Llanos a Gijón de acudir en forma de villa a darle la bienvenida. 5 de agosto de 1811. Libro de actas 1808-1812

decano. Los regidores eran todos perpetuos y de nombramiento real. El procurador síndico general tenía el deber de concurrir a todas las reuniones del Ayuntamiento que se celebrasen, abogando en las mismas de cuanto considerase de utilidad pública. Quedaba establecida la Junta Municipal de Propios y Arbitrios, presidida por el juez primero, para tratar los asuntos relativos a los bienes comunales y los impuestos. Los dineros se depositaban en una arca de tres llaves, que guardaban el tesorero, el juez primero y el regidor más antiguo. Por otra parte, las ordenanzas establecían que el Ayuntamiento concurriera a todas las festividades de la parroquia, las procesiones y actos públicos ocupando un lugar preferente y en «cuerpo de comunidad» o «en forma de villa». Las ordenanzas, no obstante, regulaban muchas más cuestiones que la labor de los jueces o el ceremonial municipal. Entre otras, intentaban sujetar a su jurisdicción a los matriculados del puerto, que solían mostrarse más cumplidores de las órdenes del comisario de Marina que a las del propio Regimiento. También regulaban todo lo relativo a las reuniones del consistorio, los abastos, los juicios, la caridad a los pobres, el trato a los peregrinos o la limpieza de las calles. El mundo que conocían los gijoneses a finales del siglo xviii se vió profundamente transformado a partir de la guerra de Independencia que marcó el final del Antiguo Régimen y sentó las bases del liberalismo decimonónico. La chispa de la guerra prendió en la ciudad el 27 de abril de 1808, cuando un grupo de vecinos se manifiestó, ante la residencia del consulado francés en la calle Corrida, a favor de Fernando VII —que se hallaba retenido en Francia— y en contra de José I. Tras la declaración de la guerra a Napoleón el 25 de mayo de 1808 por parte de la Junta Suprema del Principado, Gijón colaboró en la formación del ejército asturiano como otros concejos, saliendo de su puerto en dirección a Inglaterra José María Queipo de Llano —el futuro conde de Toreno—, Ángel de la Vega Infanzón y Fernando Álvarez de Miranda, enviados en embajada por la junta a recabar la ayuda de los ingleses. En el transcurso de la guerra, la localidad

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fue ocupada en varias ocasiones por las tropas francesas que habían invadido el Principado. En una de esas ocasiones permanecieron en la villa más de un año. Durante ese tiempo, sólo quedaban en ella «los intrépidos pescadores de Cimadevilla y escasa guarnición», tras la huida de las familias acomodadas. La última ocupación obligó a huir de la ciudad a Jovellanos, que había regresado en loor de multitudes el 6 de agosto de 1811 tras participar como diputado en las Cortes de Cádiz, falleciendo poco después en Puerto de Vega (Navia). Su desaparición física personifica en cierta manera el ocaso de una época de la historia de la villa. Sin embargo, muchos de sus proyectos y de sus ideas, tanto para la ciudad como para la región serán realizados años después de su fallecimiento, confirmando de esta forma la modernidad del pensamiento del hijo más ilustre de Gijón.

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Dársena de Gijón de Mariano Ramón Sánchez. 1793-1796. Patrimonio Nacional

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El Campo Valdés hacia 1850

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iii.

El Gijón decimonónico

La guerra de la Independencia iniciada en 1808 y la muerte de Gaspar Melchor de Jovellanos en 1811 simbolizan en cierto modo el punto de inflexión entre el final del Antiguo Régimen y el inicio de la época liberal en Gijón. A lo largo del siglo xix la villa sufre una profunda transformación en todos los ámbitos. El tráfico portuario del carbón asturiano impulsa el desarrollo industrial y urbano de Gijón, que se extiende al tiempo que aumenta su población, atraída por las fábricas que se van instalando. En noviembre de 1812 se elige en la ciudad el primer Ayuntamiento constitucional por sufragio universal masculino indirecto. El antiguo cargo de regidor de carácter hereditario da paso al concejal elegido de forma temporal por los ciudadanos, mientras que el alcalde preside la villa. Pero el retorno a España de Fernando VII finaliza este periodo con la restauración del absolutismo. Las ideas liberales, sin embargo, habían prendido con fuerza en la villa. En 1825 el obispo de Oviedo afirmaba que Gijón era como «pueblo el más exaltado por la Constitución [de 1812], especialmente en la clase de comerciantes y hacendados». Por ello, el levantamiento del general asturiano Rafael del Riego en 1820, en el que tiene un especial protagonismo el oficial gijonés Evaristo Fernández San Miguel, es muy bien recibido en la villa, formándose milicias nacionales para luchar contra los realistas. La reposición absoluta de Fernando VII en 1823 pone fin al trienio liberal, y será tras su muerte, en 1833, con el acceso al trono de su hija Isabel II, cuando se producirá definitivamente el giro político y la aplicación de una legislación liberal en el país. En Gijón, las partidas carlistas del general Miguel Gómez, defensoras del retorno del

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Apertura de una suscripción pública con el fin de recaudar fondos para cubrir los gastos de la visita de la reina Isabel II en 1858. Expediente 26/1858 (Especial 33)

Maqueta que representa la villa de Gijón en 1849 realizada por Francisco González Macías en 1971

absolutismo regio, llegan a ocupar brevemente la villa, lo que influye para que sea posteriormente incluida en el Plan General de Defensa de la Península y fortificada con una muralla en forma de estrella.

Carta del alcalde de Gijón, Zoilo García Sala, comunicando a los asistentes a la recepción oficial de la reina Isabel II cómo debe ser el traje de ceremonia para acudir a la misma. 1858. Expediente 26/1858 (Especial 33)

“Gijón. El puerto viejo” [1895] en una lámina de Octavio Bellmunt

Durante el reinado de Isabel II se producen continuos vaivenes entre progresistas y moderados, las dos tendencias en que se divide el liberalismo y que dominan la escena política en los años centrales del siglo, teniendo lugar numerosos pronunciamientos militares que también repercuten en la villa. Algunas de las figuras gijonesas más significativas de este periodo son el marqués de San Esteban del Mar, Álvaro Armada Valdés —conocido a partir de entonces con el título de conde de Revillagigedo, aportado a la familia por su esposa— y Evaristo Fernández San Miguel. La vinculación de la monarquía con la villa se pone de manifiesto con la visita que la reina realiza a Gijón durante el verano de 1858 —con el fin de disfrutar de una temporada de baños en las aguas de la playa de Pando, el arenal occidental de la villa—, alojada en el palacio del conde de Revillagigedo, desde donde observa el puerto local.

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La explotación de hulla de la cuenca central asturiana marca el comienzo del desarrollo industrial de Gijón. En 1842 se abre la carretera Carbonera y diez años después se inaugura el ferrocarril de Langreo. El tráfico de mineral por el puerto gijonés impulsa el desarrollo fabril de la villa, instalándose factorías como la vidriera La Industria o la fundición La Begoñesa, que amplían el panorama iniciado por la Fábrica de Tabacos durante el trienio liberal. Se amplían las infraestructuras portuarias con la construcción de un dique exterior al norte de la vieja dársena como consecuencia de la intensificación del tráfico carbonero. El crecimiento demográfico durante la primera mitad del siglo queda plasmado en el primer censo de población elaborado con métodos modernos en 1857, fecha en que la villa contaba con 10.378 habitantes, y el resto del concejo, con 13.243. Al mismo tiempo, el desarrollo espacial de la ciudad industrial requería la aplicación de una normativa urbanística. La corporación gijonesa aprueba en 1844 unas nuevas Ordenanzas Municipales para el buen gobierno y conservación de la policía urbana de la villa, que se mantienen vigentes durante todo el

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El paseo de Alfonso XII hacia 1860

primeras farolas de aceite para el alumbrado público. Por otro lado, en 1865 se inaugura la nueva casa consistorial en la plaza de la Constitución. Ese año el Ayuntamiento estaba constituido por tres tenientes de alcalde y 16 concejales, mientras que el primer edil presidía las diversas juntas y comisiones locales existentes.

Copia del plano de la fachada principal del Teatro de Jovellanos según el proyecto de Andrés Coello de 1852. Expediente Especial 116

siglo. En ellas se abordan cuestiones relativas a la organización del recinto urbano, tales como la circulación por el mismo, la edificación de viviendas, el ornato de las calles, los mercados, los establecimientos públicos, la policía de salubridad, los espectáculos y diversiones públicas o la moralidad y decencia pública. El progreso de la villa se hace visible a mediados de siglo con la construcción en 1853 del Teatro de Jovellanos, edificio de estilo clasicista diseñado por el arquitecto Andrés Coello y situado al lado del Instituto Asturiano, y la instalación en 1862 de las

Durante buena parte del siglo xviii y la primera mitad del siglo xix, el Ayuntamiento tuvo su sede en una casa ubicada en la plaza de la Constitución, enfrente de donde se iba a situar el nuevo consistorio. Se trataba de un edificio de dos plantas, pero de pequeñas dimensiones para todas las necesidades de la población a mediados de siglo. En el primer piso se hallaban el despacho del alcalde, el del secretario y la portería, mientras que en el segundo estaban el salón de sesiones y el archivo. La corporación municipal no se encuentraba cómoda con la imagen que ofrecía la casa consistorial y la plaza donde se ubicaba, considerando que el edificio no se correspondía con la categoría y el desarrollo económico de la villa, por lo que en 1858 decidió edificar un nuevo consistorio y ordenar urbanísticamente la plaza. Se encargó el proyecto a Andrés Coello, aunque posteriormente los arquitectos Luis de Céspedes y Lucas María Palacio —encargado de su construcción—, introdujeron modificaciones en el proyecto original a petición de la corporación. Las obras se iniciaron en 1861, inaugurándose la nueva casa consistorial en 1865. Se trataba de un edificio de

Gran función de El delincuente honrado de Gaspar Melchor de Jovellanos en el Teatro de Jovellanos. 1876. Expediente 3/1875

Proyecto para teatro en Gijón de Andrés Coello. 1852. Plano de la planta baja. Expediente Especial 116

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Acción de 2.000 reales emitida por un empréstito de 400.000 para la construcción de una casa consistorial. 1862

Proyecto de casa consistorial. Plano de plantas. 1862. Expediente Especial 101-102

tres plantas en el que en la planta baja se ubicaban el vestíbulo, la tesorería y la sala de juicios; en la segunda, el salón de sesiones y actos públicos, la alcaldía, la secretaría y la sala de escribientes, y en la tercera, el archivo, la habitación del conserje y las salas de catastro, estadística y contabilidad.

La Casa Consistorial hacia 1895

Poco después, la revolución de septiembre de 1868 que destrona a Isabel II es acogida con enorme entusiasmo en Gijón, donde se forma una Junta Provisional de Gobierno en la que participan numerosos demócratas. Para defender la nueva situación se organizan milicias denominadas Voluntarios de la Libertad, de las que el Archivo Municipal conserva numerosos documentos. Posteriormente muchos de estos revolucionarios evolucionan hacia el republicanismo, sobre todo de corte federal, como Eladio

Carreño, que es elegido alcalde de la villa durante la primera República, proclamada en 1873 tras la abdicación de Amadeo I de Saboya. Pero dos golpes de estado en 1874 terminan con el breve y convulso periodo republicano y el propio sexenio democrático, instaurándose de nuevo la monarquía borbónica en la persona de Alfonso XII —hijo de la derrocada Isabel II— a finales de año. El nuevo escenario político queda plasmado en Gijón en el acta de adhesión al recién proclamado rey que la corporación municipal suscribe en enero de 1875. La nueva Constitución Española de 1876 establece un sistema político bipartidista muy similar al británico —aunque lastrado por el caciquismo— que se refleja tanto en las Cortes Generales como en las propias corporaciones locales. A partir de entonces, el protagonismo político en Gijón corresponde a los conservadores, que se reúnen en torno a los condes de Revillagigedo, Álvaro Armada y Fernández de Córdoba y posteriormente su hijo Álvaro Armada de los Ríos, quienes dominan, junto a Alejandro Pidal y Mon, la representación de la ciudad en el Congreso de los Diputados. Los liberales fusionistas apenas tienen fuerza en la villa y el espacio político progresista es ocupado fundamentalmente por los republicanos federales, entre los que se encuentran Nemesio Sanz-Crespo, Eladio Carreño o Tomás Zarracina. El republicanismo vive al principio unos años entre la prohibición y la marginalidad, pero poco a poco va consolidando su espacio en la política local, acaparando los apoyos de la burguesía más progresista y de sectores del proletariado local. Precisamente, frente a los partidos burgueses, a finales de siglo aparecen en Gijón las primeras organizaciones obreras. En 1885 los anarquistas articulan su federación local y en 1891 el obrero portuario Francisco Cadavieco establece en la villa la primera agrupación socialista asturiana, creándose también multitud de sociedades obreras y de resistencia. En 1881 tiene lugar la fundación del Ateneo Casino-Obrero, que se convierte en un centro político y de difusión cultural de gran importancia en la villa.

Antecedentes relativos al alzamiento nacional de septiembre de 1868 que derrocó a Isabel II y en la que puede leerse «¡Abajo los Borbones!». Expediente 85/1868 (Especial 49)

Proclama a los asturianos en el alzamiento nacional de septiembre de 1868. Expediente 85/1868 (Especial 49)

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Acta municipal de adhesión y fidelidad al rey Alfonso XII en 1875. Expediente 104/1875

Alistamientos para los Voluntarios de la Libertad con motivo del alzamiento nacional de septiembre de 1868. Expediente 85/1868 (Especial 49)

Portada del primer número del diario El Noroeste. 11 de febrero de 1897 Portada del primer número del diario El Comercio. 2 de septiembre de 1878

En la difusión de las ideas políticas tiene una enorme importancia la prensa, sobre todo a partir del último cuarto del siglo. En 1878 ve la luz el diario El Comercio, dedicado a la defensa de los «intereses morales y materiales», promovido por la burguesía comercial e industrial local y de tendencia conservadora. En 1897 aparece El Noroeste, diario democrático y de ideología republicana. En cuanto a la prensa obrera, en 1896 sale a la calle el quincenal La Aurora Social, órgano de expresión de los socialistas, que va a ser suspendido dos años después por sus críticas a la carestía de la vida, mientras que los anarquistas publican La Fraternidad en 1898, también quincenal, que cierra al año siguiente.

En el orden institucional, la corporación gijonesa aprueba durante el último tercio del siglo numerosos reglamentos municipales, entre los que destacan el de policía urbana de 1888 —que complementaba las ordenanzas de 1844— y los que pretenden regular la celebración de las sesiones del Ayuntamiento. Estos últimos abordan cuestiones tales como las funciones de la presidencia y la secretaría o la forma en que debían desarrollarse las discusiones, las proposiciones y las votaciones en los plenos y comisiones municipales. Asimismo, desde 1899 el funcionamiento interno del consistorio y los servicios del concejo quedan plasmados en el Reglamento orgánico para el Régimen interior y demás servicios del Ilustre Ayuntamiento de Gijón, en el que se establece la regulación de los servicios municipales. Se hace referencia al secretario general y al personal de secretaría; a los diferentes negociados; al contador archivero municipal; al depositario pagador; al guarda-almacén general; al archivo general; al servicio técnico de obras públicas; a la administración de consumos; a la administración de aguas; a la inspección de caminos, terrenos rurales, arbolado, jardines y cementerios; a la inspección de mercados y macelos; a la inspección de guardia diurna, nocturna y del alumbrado; a la inspección de instrucción pública; a la policía interior de la casa consistorial; a los subalternos y a los porteros, ordenanzas y alguaciles. El desarrollo de Gijón se precipita durante los últimos años del siglo. En 1874 se abre la vía férrea que une Gijón con Pola de Lena, primer tramo de la conexión definitiva de la ciudad con Madrid a través de Pajares, que se alcanza diez años después. En 1879 se instala la factoría de la Sociedad Anónima Fábricas de Moreda y Gijón, la primera gran industria siderometalúrgica de la localidad, fundada por el ingeniero francés Isidoro Clausel de Coussergues. Asimismo, entre 1872 y 1883 se levantan los muelles de Fomento en la zona de El Natahoyo a costa del arenal de Pando, que se pierde irremisiblemente. El proceso industrializador de la villa provoca un gran crecimiento demográfico.

Reglamento de policía urbana para la villa de Gijón de 1888 Versión impresa del Reglamento para el orden y celebración de las sesiones del Ayuntamiento de 1894

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Credencial de concejal del distrito electoral de Gijón. 1899. Expediente 29/1899

Contribución de frutos civiles del año 1834

El muelle de Oriente y la calle de la Trinidad en una lámina de Octavio Bellmunt hacia 1895

La población alcanza la cifra total de 47.544 almas en 1900, superando ya ampliamente los vecinos del núcleo urbano a los del resto del concejo. Este aumento queda reflejado en el desarrollo espacial de la ciudad, que se había acelerado tras el derribo de la fortificación en la década de 1870. De las 60 hectáreas que tenía Gijón en 1868 se pasa a las 388 en 1910.

La calle Corrida en una lámina de Octavio Bellmunt hacia 1895

La necesidad de un puerto de refugio en Asturias produce una virulenta polémica en la ciudad entre los partidarios de ampliar el muelle local existente y los defensores de construir una nueva instalación en la ensenada de El Musel. Los miembros de la burguesía local y regional se dividen en apadagoristas —por la forma de apagador del plano de ampliación del puerto local—, en su mayoría navieros con intereses consolidados, y muselistas, entre los que se encontraban empresarios mineros que clamaban por unas mejores condiciones de embarque que hicieran más competitivo el carbón asturiano en otros mercados. Esta polémica marca la política gijonesa hasta que se decide finalmente la construcción de un nuevo puerto en El Musel. Aunque las obras comienzan en 1893, la infraestructura no será operativa hasta los primeros años del siguiente siglo.

mucho más tarde a los barrios obreros periféricos. Algunos de ellos —en la línea del programa que Gaspar de Jovellanos había presentado al consistorio a finales del siglo xviii— quedan recogidos en un Plan de Mejoras Locales que la corporación gijonesa aprueba en 1882, como la «imperiosa necesidad de abastecer á esta población de las aguas potables, de que carece», así como la «construcción de un macelo en que puedan sacrificarse las reses de todas clases, que se destinen al consumo general». De modo que entre 1876 y 1899 se pavimentan las calles, se instala un sistema de alcantarillado para el saneamiento, se establece un servicio municipal de arrastres y limpiezas, se acomete la primera traída de aguas moderna del manantial de Llantones, se emplea el alumbrado de gas y eléctrico en sustitución del aceite y el esquisto, se instala la red telefónica que complementa a la telegráfica, se abre una línea de tranvía de tracción a sangre –tirado por mulas– hasta La Guía y se construyen los mercados cubiertos de Jovellanos y del Sur, así como el macelo de El Natahoyo con el fin de mejorar los lugares de abastecimiento de la población. Al tiempo que esta área se consolida, se va formando un extrarradio urbano de viviendas obreras en las zonas de mayor concentración fabril. De todas estas cuestiones dan cumplida cuenta numerosos expedientes del Ayuntamiento y los acuerdos recogidos en los libros de actas municipales.

El centro de la ciudad, ocupado socialmente por la burguesía, se dota en el último cuarto de siglo de una serie de servicios y equipamientos municipales, muchos de los cuales no llegan hasta

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Plano de fachada y plano de planta de una vivienda burguesa en la calle Uría de 1899. Expediente 171/1899

Villamanín, en Somió, hacia 1895

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Plano de fachadas y plantas de un proyecto para casa en la calle de Los Moros de 1861. Expediente 35/1861

Hasta 1875 la mayor parte del caserío de la ciudad era todavía de carácter rural, no muy diferente a las viviendas campesinas del campo circundante, aunque había otro estilo más academicista en el que estaban encuadrados los edificios públicos más importantes, como la propia casa consistorial, el Teatro Jovellanos o el Instituto Asturiano. Este último, que pasa a denominarse con el nombre de su fundador y se equipara en sus prerrogativas a los demás institutos provinciales, se concluye finalmente en 1892 con la construcción de dos nuevas plantas. Durante el último cuarto de siglo se difunden por el centro de la villa las llamadas casas de vecinos para vivienda de la burguesía, edificios de tres o más pisos en los que los balcones y miradores adquieren gran difusión. En estas casas, las estancias principales o de prestigio, como los gabinetes, las salas o los despachos, dan a la fachada principal, mientras que los espacios de servicio, como la cocina y el váter, y con frecuencia el comedor, por su cercanía a la cocina, se localizan en la zona posterior de la casa, donde suele abrirse una galería de madera; estas dos zonas comunican entre sí mediante largos pasillos, en cuyo recorrido se establecen los dormitorios y las llamadas habitaciones italianas, normalmente sin ventilación directa a la calle o

al patio de luces, por lo que disponen de pequeños ventanucos que dan al pasillo. Junto a estas viviendas, la burguesía más adinerada también construye palacetes en el centro urbano y sobre todo en la parroquia de Somió, que se convierte a finales de siglo en una «ciudad jardín» en la que se levantan numerosas villas o quintas de recreo como segunda residencia para el verano. La burguesía promueve, además, la instalación de otros servicios y mejoras en la ciudad relacionados con su tiempo de ocio. En el frente de la playa de San Lorenzo se instalan entre 1885 y 1892 varios balnearios para baños de ola tras la desaparición del arenal de Pando al que acudían tradicionalmente los gijoneses.

Plano de sección y fachadas y plano de plantas de un proyecto de vivienda burguesa en las calles Covadonga y San Bernardo en 1897. Expediente 117/1898

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La playa de San Lorenzo en una lámina de Octavio Bellmunt hacia 1895

Proyecto del Circo-Teatro de Los Campos Elíseos. 1873. Expediente 77/1873

Puerta de la Villa o del Infante, vista desde la calle Ancha de la Cruz hoy calle Corrida [hacia 1865] de Ernesto Gutiérrez. Museo de la Torre del Reloj

Bando del alcalde Ramón García Sala con motivo de la inauguración de la Exposición Regional Gijonesa de 1899. 12 de julio de 1899. Expediente 1/1899

En el ensanche del arenal de San Lorenzo se edifica el TeatroCirco Obdulia en 1876 —más tarde denominado Los Campos Elíseos por la zona en la que se ubicaba—, así como la Plaza de Toros de El Bibio en 1888. Igualmente se construyen el Café y el Teatro Dindurra en 1899, situados en el paseo de Alfonso XII, que se convierte en la zona de expansión de la burguesía finisecular gijonesa, acogiendo las nuevas fiestas mayores de Nuestra Señora de Begoña desde mediados del siglo xix. Durante los festejos de 1891 el Ayuntamiento erige dos monumentos muy significativos para la ciudad, las estatuas de Pelayo y de Gaspar de Jovellanos. La primera, que había sido una idea del propio prócer gijonés, se ubica en la plaza del Marqués, frente al palacio del conde de Revillagigedo, mientras que la segunda, que significaba el reconocimiento del pueblo de Gijón a su más ilustre hijo, se sitúa a la entrada de la calle Corrida, en la plaza del Infante, donde hasta 1886 había estado la Puerta de la Villa, cuya construcción había promovido el propio Jovellanos, y que a partir de entonces se denomina plaza del Seis de Agosto.

Arco conmemorativo a la entrada de la Exposición Regional Gijonesa de 1899

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El progreso económico e industrial que Asturias experimenta a lo largo de los últimos años del siglo queda perfectamente reflejado en el gran acontecimiento que cierra el siglo xix en Gijón. La Exposición Regional de 1899 pone el broche final al progreso de una villa orgullosa de su desarrollo. La prensa local había acogido con simpatía la idea de celebrar una exposición en la ciudad que diera «perfecta idea del desarrollo é importancia mercantil é industrial de esta laboriosa región». La Cámara de Comercio acordó por unanimidad celebrar un certamen regional durante el verano de 1899, solicitando el concurso del Ayuntamiento para su realización. Se formó entonces una comisión organizadora en la que participaban El Círculo de la Unión Mercantil e Industrial, el Casino de Gijón, el Ateneo-Casino Obrero, la Escuela de Artes y Oficios, los diarios El Comercio y El Noroeste, el Instituto de Jovellanos y el Casino La Peña. La Exposición Regional se inauguró con gran éxito de participantes y público el 23 de julio en el parque de Los Campos Elíseos, arropada por una serie de festejos estivales que pretendían realzar el certamen ferial. En el recinto de la exposición se diferenciaban tres partes: los jardines de la izquierda, donde se encuentraba la gran galería de las secciones industriales; el Circo-Teatro, y los jardines de la derecha, en los que se ubicaba el extenso pabellón destinado a bellas artes. Allí se dieron cita las industrias y los artistas asturianos más importantes del momento.

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Plano de alzado del edificio diseñado para entrada a la Exposición Regional de 1899 en Los Campos Elíseos. Expediente 1/1899

Plano de Gijón publicado por la Junta Organizadora de la Exposición Regional de 1899 en el que aparece el espacio destinado a la exposición regional en los Campos Elíseos

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Niños trabajando en un taller de la Fábrica de Moreda en los años treinta fotografiados por Constantino Suárez. ccs 287

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Fábricas y ciudadelas. Los inicios de la sociedad industrial

iv.

El intenso desarrollo de la minería del carbón a mediados del siglo xix en la cuenca central asturiana, vinculado a una infraestructura vial que desemboca en el puerto de Gijón, marca el comienzo del proceso industrializador de la villa. A partir de entonces, el tráfico de mineral por la carretera Carbonera y el ferrocarril de Langreo generan un movimiento portuario que constituye la causa inmediata de su desarrollo. Gijón se convierte entonces en una importante ciudad industrial, localizándose en ella cuantiosas fábricas a las que se dirige un número considerable de inmigrantes que provocan un intenso crecimiento demográfico. A principios del siglo xix, la actividad industrial en la ciudad no había variado sustancialmente respecto a la que existía a finales de la centuria anterior. Poco a poco, sin embargo, van apareciendo nuevos establecimientos fabriles que la modifican profundamente. En 1822 se instala la Fábrica de Tabacos en el palacio de los Valdés, a instancias del ministro de Hacienda, el asturiano José de Canga Argüelles, trasladándose veinte años más tarde, en 1842, al convento de las agustinas recoletas que había sido desamortizado. Aunque hubo algunas tentativas de llevar la factoría a Santander, las protestas de la corporación municipal lograron que permaneciera finalmente en la ciudad. La fábrica empleó por primera vez una plantilla femenina e inició la transformación social del barrio de Cimadevilla. Poco después, en 1844, los asturianos Anselmo Cifuentes Díaz y Mariano Suárez Pola y el suizo Luis Truan fundan La Industria, en unos terrenos frente al paseo de Begoña, dedicada a la fabricación de todo tipo de vidrios, tras las iniciativas fallidas de José Pintado y Ramón Toral unos años antes. La empresa dio empleo a más de 500 personas,

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Proyecto de reforma de la fachada de la Fábrica de Gas. 1902. Expediente 231/1902 (superior izquierda) Proyecto de reformas de los edificios de la Fábrica de Gas en el Barrio de La Arena. 1913. Expediente 135/1913 (inferior izquierda)

Plano de la fábrica de fundición de hierro de Anselmo Cifuentes situada entre la Carretera de Oviedo y la plaza del Infante. 1873. Expediente 83/1873

muchas de ellas de origen extranjero y expertos en la fabricación del vidrio. Asimismo, en 1847 se instala la industria de bujías esteáricas y jabones de Junquera y Compañía, conocida posteriormente como La Cubana.

otra parte, da lugar, asimismo, a toda una serie de factorías. La sociedad Viuda e Hijos de Zarracina establece diversas industrias, como la de sidra La Asturiana —posteriormente, Zarracina— en 1857; la panadería mecánica La Esperanza, en 1863, y la fábrica de chocolates La Industria, en 1870. El primer establecimiento que elaboró industrialmente chocolate en Gijón fue, sin embargo, La Primitiva Indiana, fundada en 1860. En medio de toda esta actividad, el Ayuntamiento se ve obligado a llevar a cabo, en su condición de Administración local, estadísticas de todo tipo relacionadas con las actividades industriales y fabriles. A este tipo de documentos pertenece la que se conserva en un expediente municipal de 1863 sobre «la fuerza motriz del vapor empleada en las fábricas y talleres existentes en 1º de Enero de 1862». En ella constan, entre otros establecimientos, los de La Industria, La Begoñesa, la Sociedad del Ferrocarril de Langreo y Hulton y Compañía.

A partir de 1850 se intensifica el tráfico portuario y se sientan las bases de la industrialización gijonesa. Desde 1842 estaba en funcionamiento la carretera Carbonera, promovida por Alejandro Aguado siguiendo una propuesta de Gaspar de Jovellanos, y en 1852 se inaugura el ferrocarril de Langreo, que llega a Sama cuatro años después. Posteriormente, en 1874, se abre al tráfico la línea ferroviaria de Pola de Lena a Gijón, quedando perfectamente comunicadas las dos cuencas mineras con la villa portuaria. En 1855 se instala en el paseo de Begoña la fundición de hierro y cobre de Julio Kessler y Compañía La Begoñesa — posteriormente, Laviada y Compañía—, fabricando, entre otros artículos, las baterías de cocina que surtieron muchos hogares asturianos. En 1859 se establece también la fundición de hierro colado de Hulton y Compañía, y en 1870, la Fábrica de Gas en el arenal de San Lorenzo, iniciándose así el alumbrado público de la ciudad con ese producto. La elaboración de alimentos, por

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Estadística industrial sobre máquinas de vapor. 1863. Expediente 42/1863

Instalaciones de la Fábrica de Moreda y Gijón en 1913. Expediente 200/1913

Estadística de fábricas y molinos harineros en el año 1875. Expediente 51/1875

Vista general de la Fábrica de Moreda, realizada por Constantino Suárez hacia 1925. ccs 536

La panadería Zarracina en 1936, fotografiada por Constantino Suárez. ccs 2.042

A partir de 1870 el proceso industrializador se consolida definitivamente hasta que en los primeros años del siglo xx alcanza su punto más alto, coincidiendo con la repatriación de los capitales cubanos. En 1876 se instala la fábrica de loza La Asturiana en El Natahoyo, bajo la razón social Rosal, Pola y Compañía —posteriormente, Mariano Pola y Compañía—, y en 1879 se funda la fábrica siderúrgica de Moreda y Gijón en el barrio de La Braña, de la que se conserva un detallado plano de 1913 en un expediente municipal de ese año. También se instala la fundición de hierro Cifuentes, Stoldtz y Compañía en El Natahoyo. En el sector de la alimentación, en 1890 la sociedad Viuda e Hijos de Zarracina funda la fábrica de harinas La Caridad, y en 1893 se establece La Estrella de Gijón para la producción de cervezas, bajo la razón social Suardíaz y Bachmaier, así como la Azucarera Asturiana en la parroquia de Veriña. El consistorio realiza por estas fechas nuevas estadísticas relativas a las industrias existentes en el concejo que se conservan en expedientes municipales de 1875 y 1876. En la que corresponde a 1875,

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Gijón contaba con 14 establecimientos fabriles excluyendo la factoría de cigarros de Cimadevilla, de titularidad estatal. Este documento recoge con fines tributarios el nombre de los fabricantes o industriales, los lugares donde radican las fábricas, las fechas en que se establecieron, las mejoras introducidas con posterioridad, los productos de fabricación, la clase de motor que emplean y su fuerza motriz, el término medio de producción anual, su valor y, finalmente, los obreros empleados. Las fábricas más importantes, por número de trabajadores asalariados, sin contar con la de Tabacos, eran las de La Industria, La Asturiana y La Begoñesa. La primera de ellas utilizaba una máquina de 20 caballos y producía al año un millón de botellas y cuatro millones de vidrios huecos, tasándose el valor del establecimiento en cinco millones de reales. La repatriación de capitales cubanos tras la independencia de la isla significa el punto de inflexión de las realizaciones industriales, puesto que a partir de entonces la industria local va declinando progresivamente durante el siglo xx, aunque la ciudad mantiene su primacía industrial en la región. En 1900 se crea el Banco de Gijón, de la mano del indiano Florencio Rodríguez Rodríguez, así como el Crédito Industrial Gijonés, que contribuyó a financiar numerosos proyectos industriales. En el cambio

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Fábrica de bebidas espumosas de J. Costales hacia 1930. ccs 1.580

Proyecto de fachada para la fábrica de vidrios La Industria. 1900. Expediente 152/1900

Libro de matrícula de la contribución industrial y de comercio del año 1901

de siglo se establecen nuevas fábricas y alcanzan su esplendor las instaladas anteriormente, quedando reflejado el auge industrial finisecular en la gran Exposición Regional de 1899. A partir de 1901 toda la actividad industrial desarrollada en Gijón quedó registrada en los libros de matrícula industrial y comercial conservados en el Archivo Municipal, en los cuales se anotaba la contribución industrial que cada empresa debía pagar, estableciéndose la liquidación del impuesto según diferentes tipos de tarifa. Interior de la Fábrica de Moreda y Gijón en los años treinta fotografiado por Constantino Suárez. ccs 1.386

Las industrias que se fueron estableciendo en Gijón a lo largo del siglo xix necesitaron, por otra parte, de una abundante mano de obra. En el último cuarto del siglo la población obrera había alcanzado una gran importancia numérica, puesto que rondaba las cuatro quintas partes del total de la población según los cálculos que la Junta Local de Sanidad señalaba en una memoria publicada en 1894 en el diario El Comercio. Sin embargo, las condiciones de vida de los trabajadores gijoneses en esas fechas eran todavía enormemente precarias. Los escasos salarios de los hombres no eran suficientes para hacer frente a las necesidades más básicas, lo que obligaba a trabajar a las mujeres y a los niños en jornadas interminables. Según los datos proporcionados por la estadística industrial de 1876, la fábrica de vidrios La Industria empleaba entre sus 568

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trabajadores a 85 mujeres y 65 niños; mientras que la factoría de loza La Asturiana, de los 95 asalariados que tenía en su plantilla, 20 eran mujeres, y 15, niños. Además, cobraban la mitad del salario de los hombres por la misma jornada, y tal vez por un trabajo más penoso. Según esta estadística, los jornales oscilaban entre los siete y quince reales de los hombres y los tres y cinco de las mujeres. En cuanto a las horas destinadas al trabajo, en la mayor parte de los establecimientos fabriles en 1876 existía una jornada partida de once horas repartidas de seis a doce de la mañana y de una a seis de la tarde. Con estos salarios las condiciones alimentarias se resentían considerablemente. Para el ingeniero Fernando García Arenal, la dieta de los trabajadores gijoneses en 1884 era «mala, puede decirse que pésima, no por la calidad de los comestibles, que en general es buena, sino por su carestía que va en progresión ascendente, sin que siga el jornal la misma». De hecho, hasta final de siglo se dio una tendencia alcista en los precios, así como un incremento de los impuestos sobre el consumo. La situación se agravó hasta el punto de que en 1898 tuvo lugar una grave crisis de subsistencias provocada por la escasez de pan. Ello provocó una serie de revueltas populares que obligaron al Ayuntamiento a constituir una junta de subsistencias con la finalidad de vender «pan con rebaja de precio a las clases obreras» mediante la intervención de la harina. Estos hechos están recogidos en un expediente municipal donde se señala que la pieza de pan grande de dos kilos y medio debía venderse a una peseta con 25 céntimos; el panecillo de un cuarto, a 65 céntimos; la libra

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Obreras trabajando en el interior de una fábrica de loza en diciembre de 1936, fotografiadas por Constantino Suárez. ccs 5.791

de 600 gramos, a 40 céntimos, y la bolla francesa y española, a cinco céntimos. A pesar del aumento de los precios, los salarios tendieron a mantenerse en los mismos niveles, siendo insuficientes para lograr un sustento adecuado, y ello contando con que tenía que trabajar todo el núcleo familiar. La propia Junta de Sanidad señalaba la composición de la alimentación del proletariado gijonés en los siguientes términos:

Aunque parezca raro, es un hecho, que la habitación consume una parte alícuota extraordinaria del haber total de un obrero, siendo gráfica y exacta la frase de que se quitan el pan de la boca, para pagar la casa. Esta no tiene ni capacidad, ni ventilación suficientes pero en cambio es excesivamente cara, tanto con relación al capital que representa y comodidad que ofrece, como con el haber del obrero. De esto resulta, que […] los casucos inmundos é insalubres de los

[…] consiste principalmente en judías, garbanzos, patatas, carnes de vaca

pobres, reditúan el 10 [por ciento] y más.

y cerdo en embutido, pescados, leche, huevos, hortalizas y legumbres. No hace aún muchos años, la clase jornalera y muy especialmente los colonos, usaban para su alimentación la borona o pan de maíz, pero en la actualidad se va generalizando el consumo de pan de trigo, debido a la poca diferencia en el precio y al relativo bienestar de estas clases trabajadoras.

Viviendas obreras de Cimadevilla en 1934, fotografiadas por Constantino Suárez. ccs 1.424

El problema de las subsistencias, en cualquier caso, no se había solucionado todavía a la altura de 1918, puesto que Felipe Portolá Puyós señalaba en su Topografía médica del concejo que en Gijón «el problema de las subsistencias es pavoroso, por el precio exorbitante que tienen los productos de primera necesidad». De hecho, a partir de comienzos del siglo xx se dio un empeoramiento de las condiciones de vida del proletariado gijonés. El paro creció a causa de la baja actividad y la propia actitud de la burguesía después de la huelga de 1901, en la que los trabajadores perdieron todas sus conquistas anteriores. Como consecuencia de ello, se solicitó al Ayuntamiento, según recoge la documentación municipal, que se acometiesen obras municipales para solucionar la escasez de trabajo. Junto a la alimentación, el alojamiento constituía el otro elemento que señalaba las precarias condiciones materiales de vida del proletariado, derivadas no sólo de los bajos salarios, sino de la propia actitud de la burguesía para con ellos. En 1884, el informe elaborado por Fernando García Arenal a partir de la encuesta realizada en el Ateneo-Casino Obrero describía la situación habitacional del proletariado de la siguiente manera:

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La falta de salubridad y la escasa superficie eran los aspectos más característicos de las viviendas en las que habitaban los trabajadores gijoneses, tanto de la zona urbanizada de la ciudad como de las nuevas áreas de expansión creadas fuera de la misma. El caso del barrio de Cimadevilla era paradigmático del casco antiguo, puesto que, según una crónica que el diario El Noroeste publicaba en 1904, la situación era la siguiente:

Proyecto de casas en la ciudadela de Hermenegildo Carvajal, vecino de Soto del Barco, en la calle de El Molino. 1880. Expediente 4/1880

Si examinamos todas las edificaciones de Cimadevilla nos encontramos en su casi totalidad, con que son de antigua construcción; con cuartos incapaces para la habitabilidad por ser nulas sus condiciones higiénicas; sin medio alguno no ya para una perfecta, sino que ni para una mediana ventilación y en donde el aire se confina haciendo por tanto más fácil la adquisición de múltiples dolencias y contagio de enfermedades.

Las casas del viejo barrio gijonés —a excepción de palacios como el de los Cienfuegos-Jovellanos o el del marqués de San Esteban del Mar— presentaban unas pésimas condiciones higiénicas y de habitabilidad. Ese mismo año –1904– un grupo de concejales presentó un escrito al Ayuntamiento, recogido en un expediente municipal, en el que se instaba a la corporación a que obligara a los dueños de una serie de casitas del Campo de las Monjas, de la plaza y la calle del Rosario y de la calle de Atocha a introducir en ellas reformas necesarias para «hacerlas habitables», puesto que el Ayuntamiento no podía consentir de

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Propuesta de los concejales Eleuterio Alonso, Eduardo González Arriaga y Juan de Cavo solicitando que se prohiba habitar algunas casas en Cimadevilla hasta que sus propietarios las hagan habitables. 1904. Expediente 178/1904

ninguna manera que aquellos vecinos siguieran exponiendo «su salud y hasta su vida, en locales que mejor parecen cuevas de fieras que habitaciones para seres humanos». Según estos concejales, en alguna de estas casitas

gran parte de las viviendas de estas características que había en la ciudad. El informe facultativo de los inspectores de Sanidad y de Obras, del 31 de octubre de 1889, señalaba sobre su extensión por toda la ciudad lo siguiente:

la altura hasta el techo es de un metro y setenta centímetros, el largo

Ha obedecido la construcción de las Ciudadelas á diferentes causas,

de tres metros, y de un metro y setenta centímetros el ancho. […]

que pueden reducirse á tres principales: Primera, buscar al capital un

Añádase á esto que el suelo es de tierra enfangado por el agua que

interés crecido, Segunda, aprovechar solares de patios traseros ó de

arrolla por las paredes, que no tienen ninguna ventilación, y dígase-

terrenos sobrantes por exceso de fondo de calle á calle, y Tercera,

nos si es posible la vida en semejantes condiciones.

eludir el pago de derechos municipales, y la sujeción á un plano de edificación, alineaciones y rasantes.

El problema de la salubridad de la vivienda también se daba en otras zonas de la ciudad, como el ensanche del arenal de San Lorenzo, los barrios obreros del oeste —El Natahoyo y La Calzada— o las parcelaciones particulares —El Coto de San Nicolás, la Subida a Ceares, Los Llanos—. En muchas de estas zonas se encontraba la mayoría de ejemplos de un tipo de vivienda obrera muy característica de Gijón y otras ciudades industriales conocido como ciudadelas, pero que también recibían otros nombres, como barrios ocultos en Oviedo, mucho más expresivos. En el arenal de San Lorenzo había, en este periodo, algo más de sesenta de estas infraviviendas. La Junta Local de Sanidad señalaba que son perjudiciales, por considerar la mayor parte insalubres antihigiénicas y verdaderos focos que desarrollan y propagan las enfermedades. Estas viviendas son generalmente ocupadas por la clase obrera […]. Muchas de estas viviendas carecen de la capacidad y aire necesario, teniendo muchas de ellas un solo retrete para todos los vecinos y el pozo negro que les sirve de depósito se halla tan inmediato al del agua potable que utilizan para los usos domésticos, que siendo el subsuelo de arena, tiene que comunicarse por filtración los agentes mórbidos que producen y desarrollan ciertas enfermedades. Sesión extraordinaria de la Junta Local de Sanidad para abordar el problema de las ciudadelas. 1891. Expediente 77/1890

«Estado sanitario en que se hallan las edificaciones conocidas con el nombre de Ciudadelas». 1891. Expediente 77/1890

El Ayuntamiento se vio obligado a abrir un expediente en 1890 para intentar solucionar este problema, describiéndose en él

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Manifestación y mitin socialista en Gijón el 18 de septiembre de 1932, de Constantino Suárez. ccs 1.497

Impulsado el propietario de Ciudadelas por estos móviles, no ha tenido en cuenta la necesidad de que las viviendas reúnan determinadas condiciones higiénicas, […]. Así se ve que á la escasa capacidad de los patios interiores, se le ha robado un espacio mas o menos considerable para edificar una ó más casas ciudadelas de una sola luz, de aireamiento y de capacidad insuficientes, que habitadas por

Vista aérea de la manzana en cuyo interior se encuentra la ciudadela de Celestino Solar hacia 1930, fotografía de Constantino Suárez. ccs 2.962

una ó mas familias numerosas convierten en foco de insalubridad las pequeñas habitaciones donde se albergan.

En el arenal de San Lorenzo las ciudadelas se ubicaban en los interiores de las manzanas, ocultas a la vista de la gente, rodeadas por lo general de las viviendas de la burguesía que formaban el frente de fachada. La distribución interior de estos tugurios estaba compuesta, en el mejor de los casos, por cuatro estancias de pocos metros cuadrados, de las que una se correspondía a la cocina; otra, a la salita, y el resto, a los dormitorios. Cuando no había salita, la cocina se situaba a la entrada y asumía la primacía espacial de la vivienda, donde se reunían los miembros de la familia, donde se cocinaba y se comía. Una pequeña cocinilla económica, de factura gijonesa o bilbaína, daba, con frecuencia, calor a las diminutas habitaciones. La burguesía no consideró prioritario el problema de la vivienda obrera. Sus iniciativas para solucionarlo fueron escasas y aisladas. Algunas empresas destinaron viviendas para sus empleados de forma limitada. Se trataba de casas que ofrecían generalmente unas condiciones higiénicas más aceptables que las promovidas por particulares. Por otra parte, la ley de Casas Baratas de principios del siglo xx no tuvo los resultados que se esperaba de ella y, tras una serie de estudios a cargo de la Junta Local para el Fomento y Mejora de Casas Baratas de Gijón, sólo se construyó

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Proyecto de construcción de casas en la ciudadela de María de la Cerra en la calle Garcilaso de la Vega. 1893. Expediente 1/1893

Obreros trabajando en un taller de la Fábrica de Moreda en los años treinta, fotografiados por Constantino Suárez. ccs 295

un pequeño grupo de casas en El Coto de San Nicolás que fueron ocupadas en su mayor parte por empleados públicos. La vivienda todavía constituía un grave problema en la villa en torno a 1918, puesto que, como señala Felipe Portolá en su Topografía médica, las casas seguían siendo insuficientes e incapaces, además de «antihigiénicas por falta de ventilación y luz directa en los dormitorios, por no tener aislamiento a la humedad, por ausencia de instalaciones de agua, por falta de pintura y reparaciones, por la existencia de pozos, por el abandono de las calles, por las condiciones y el carácter de los retretes además de lo caro de sus rentas». Informe del contador municipal sobre ejecución de obras municipales para paliar el desempleo. 1903. Expediente 399/1903

Sin embargo, el proletariado gijonés no se quedó con los brazos cruzados ante su precaria situación laboral y material. Las largas jornadas y los cortos salarios, así como la precariedad alimentaria y residencial, condujeron a los trabajadores a un asociacionismo que fue radicalizándose progresivamente, a lo que contribuyó de forma decisiva una patronal poco dispuesta en general a mejorar las condiciones de vida de sus trabajadores. A partir de 1890 fueron creándose numerosas sociedades de resistencia imbuidas de ideas anarquistas y socialistas. En 1872

Instancia solicitando autorización para la celebración de un mitin a favor de los perseguidos por cuestiones sociales a celebrar en el Centro de Sociedades Obreras ubicado en Casimiro Velasco, 25. 1910. Expediente 165/1910 (izquierda)

Carta del «Comité Administrativo para la construcción de la Casa del Pueblo». 1925. Expediente 369/1913

tuvo lugar en la villa una huelga general en la que los trabajadores lograron la reducción de la jornada laboral a diez horas, aunque poco después aumentara a once. En 1901 la sociedad de trabajadores del muelle La Cantábrica inició una huelga con el fin de obtener la jornada de ocho horas y un aumento de salario y que, en poco tiempo, se extendió a toda la ciudad. La patronal contrató obreros en Castilla para sustituir a los huelguistas, lo que enconó sobremanera la situación. Ni siquiera la mediación de Pablo Iglesias consiguió solucionar un conflicto que terminó con la derrota de los obreros gijoneses, que regresaron de nuevo a la jornada de doce horas, produciéndose un empeoramiento generalizado de sus condiciones laborales.

Proyecto de «Casa del Pueblo» para las sociedades obreras en la calle Sanz Crespo del arquitecto Miguel García de la Cruz. Fachada. 1913. Expediente 369/1913

A comienzos del siglo xx los obreros y obreras gijoneses se agruparon en numerosas sociedades según sus oficios y tendencias políticas. Fueron estas sociedades obreras unidas las que iniciaron los trámites para la construcción de un fabuloso edificio que se convertiría en «Casa del Pueblo» en El Humedal.

Instancia de José Iglesias, presidente de la Sociedad-Comité Pro-Presos con sede en Casimiro Velasco, 25 solicitando el salón de las escuelas públicas de la calle Cabrales para celebrar una reunión de la sociedad. 1910. Expediente 165/1910 (derecha)

Sellos oficiales de las sociedades obreras gijonesas que en 1913 solicitan al Ayuntamiento la venta de un terreno para la construcción de un edificio para «Casa del Pueblo» en la calle Sanz Crespo. 1913. Expediente 369/1913

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Pasajeros subiendo a un trasatlántico en El Musel, h. 1925 ccs 2.328

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La huella de la emigración. El viaje a ultramar

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Durante el siglo xviii eran «muy frecuentes en este país las transmigraciones a América», fundamentalmente de hidalgos y campesinos acomodados, tal y como señalaba Gaspar de Jovellanos. Sin embargo, el movimiento migratorio hacia ultramar no fue relevante en la región hasta mediados del siglo xix. A partir de entonces fue intensificándose progresivamente hasta llegar a sus cotas más altas en torno a las tres primeras décadas del siglo xx. Entre 1830 y 1930 unos cuatrocientos mil asturianos salieron con destino a América —Cuba especialmente—, embarcando muchos de ellos desde el puerto de Gijón. No obstante, no todos los asturianos buscaron mejorar su vida atravesando el océano, sino que también se dirigieron a Madrid y Andalucía, donde se establecieron definitivamente. Desde sus lugares de destino los emigrantes enviaron remesas de dinero a sus familias que supusieron una profunda transformación del campo asturiano. En la documentación municipal de la época y en las colecciones de prensa que el Archivo conserva ha quedado registrada la huella del tránsito hacia América de muchos de estos emigrantes. A pesar de ello, y dadas las condiciones de la emigración, otros se fueron sin dejar apenas rastro en los documentos oficiales. La emigración asturiana —tanto transatlántica como peninsular— se debió fundamentalmente a las precarias condiciones de vida en la región. El campesinado asturiano se encontraba a mediados del siglo xix presionado por el crecimiento demográfico y por los propietarios de la tierra. El exceso de población en relación con los recursos disponibles y la miseria que de ello se derivaba obligaron a un gran número de asturianos a abandonar su tierra. Los empleos industriales y mineros ni eran suficientes para absorber

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Publicación en el Boletín Oficial de Oviedo del naufragio, en El Ferrol el 8 de noviembre de 1847, de la corbeta mercante «Estanislao», con matrícula de Gijón, que se dirigía a La Habana y que transportaba entre su pasaje 145 jóvenes. 1847

Advertencia a ayuntamientos y padres de familia de la desgraciada suerte que cabe a casi todos los jóvenes que pasan a la isla de Cuba, publicada en el Boletín Oficial de Oviedo. 1841

el aumento de población ni estaban bien remunerados, y el campo cada vez necesitaba menos brazos al ir especializándose en la ganadería. La necesidad de asegurarse la subsistencia se convirtió, por tanto, en la causa principal que llevó al campesino asturiano a emigrar, según su concejo de procedencia, a América —los de la costa— o a Madrid y Andalucía —los del interior—. También la dureza, duración y peligrosidad del servicio militar español —las temidas quintas— llevaron a un gran número de asturianos a emigrar huyendo de él. La emigración asturiana de esta época estaba caracterizada por ser masculina, campesina e individual. Los emigrantes eran jóvenes y guajes de entre 14 y 25 años que se embarcaban solos en la aventura americana. Un diario asturiano sintetizaba claramente en 1881 las razones que les llevaban a emigrar: El labrador es esclavo de la tierra y vive en la miseria. La agricultura no compensa ni la mínima parte del trabajo que exije [sic] al agricultor, y el que vive con ella penosamente envía sus hijos á América, […]. Quien conozca el estado en que se encuentra hoy en Asturias esa gran parte del proletariado, los labradores; quien observe que ese estado empeora cada día, porque cada día aumenta la carga que agobia á la tierra, y cada día son más escasos los jugos de ella; quien, conociendo la situación de la agricultura asturiana, vea

Información pública en el boletín provincial de los nombres de los solicitantes de pasaportes para Ultramar. 1859

que no hay producto de esta industria que produzca ventaja positiva; quien, reconociendo que los labradores asturianos son laboriosos, sobrios é incansables, los vea constantemente alimentándose de pan

Pablo Fernández Luanco solicita la expedición de pasaporte para su hijo, Ambrosio Facundo Fernández, que desea viajar a La Habana. 1855. Expediente 8/1855

de maíz y sardinas saladas, amén de algunas legumbres cocidas con agua y sazonadas con sal; quien todo esto comprenda y vea, si clama contra los que emigran es por costumbre ó por sarcasmo.

marqués de Camposagrado, y, por otro, a una legislación migratoria más permisiva que legalizaba una situación que desde hacía años la sobrepasaba.

Para estos infelices labradores, emigrar es vivir.

La intensificación de la emigración asturiana a ultramar a partir de mediados del siglo xix se debió, por un lado, a una terrible crisis de subsistencias que asoló la región, en la que más de las tres quintas partes de la población asturiana carecía del «puramente necesario sustento», según el Manifiesto del hambre del

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Pero más allá de los motivos que llevaron a miles de asturianos a dejar su tierra, todos los emigrantes tuvieron que soportar la terrible experiencia que suponía el viaje. Durante los años sesenta del siglo xix se fueron sustituyendo los barcos de vela por los de vapor, lo que modificó la distribución geográfica de los puntos de partida. Hasta 1860 la emigración asturiana a América se rea-

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Trasatlántico en El Musel, h. 1925 ccs 898

lizó fundamentalmente desde Gijón y otros puertos asturianos, a través de flotas locales de veleros —bergantines y corbetas, goletas y otros navíos mixtos formados a partir de los anteriores— que se adaptaban al pequeño calado de esos puertos. Hasta ese momento, el 85% de los emigrantes asturianos salieron por puertos de la región, correspondiendo una buena proporción de ellos al de Gijón. La aparición de los vapores en los viajes transatlánticos afectó negativamente a las antiguas empresas locales, que durante los años sesenta fueron disminuyendo sus transportes de emigrantes, sin poder reconvertir sus flotas a causa de las deficientes condiciones de los puertos asturianos, que no podían acoger satisfactoriamente los nuevos barcos impulsados a vapor. Durante los años sesenta los embarques de emigrantes asturianos desde Gijón y otros puertos de la región pasaron a ser minoritarios y los embarques se realizaron entonces sobre todo desde Santander, La Coruña y Vigo. Entre 1858 y 1871 salieron del puerto de Gijón las corbetas Casualidad y Villa de Gijón y los bergantines Habana, Victoria y Pepé, que realizaron 26 viajes a Cuba con 3.352 personas en sus cámaras y sollados. A partir de 1870 la generalización de los barcos de vapor hizo que desapareciera prácticamente la flota gijonesa, quedando reducidos los embarques de emigrantes desde el puerto local al mínimo. Hasta 1871, los vapores Jovellanos y Cifuentes, cuyas condiciones de habitabilidad y comodidad eran superiores a las de los veleros, realizaron tres travesías transatlánticas.

hacinados en estrecho espacio y sin condiciones sanitarias que el decoro, la moral y hasta la humanidad misma reclaman», así como de controlar el propio fenómeno migratorio y de reducir la abundante emigración clandestina. Para verificar que la legislación se cumplía se establecieron por parte de la Administración central inspecciones obligatorias de los buques que debían realizar los Ayuntamientos en cuyo municipio existieran puertos de emigración, y que dieron lugar, en el caso de Gijón, a la apertura de un expediente que se inició en 1858 y que se conserva en el Archivo Municipal. En él se recoge toda la documentación relativa a los registros practicados a los veleros que partieron desde Gijón a Cuba entre 1858 y 1871. En

Paralelamente a la transformación de las flotas y al cambio en los puntos de partida, se fue desarrollando desde 1848, y sobre todo desde 1853, toda una normativa que asegurase unas condiciones mínimamente aceptables en el transporte ultramarino, dado que hasta entonces no existía ninguna legislación que regulara la emigración, lo que había provocado que los viajes se realizaran en unas condiciones lamentables. Se trataba, tal y como señalaba una real orden de 1853, de «impedir los abusos a que suele dar lugar la codicia de los especuladores que, llevados de sórdido interés, conducen a veces a los que emigran

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Despachos de buques para América. 1858-1861. Expediente 19/1858

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estos documentos se describen las condiciones en que partían los barcos, así como la correspondencia establecida entre las distintas autoridades encargadas de realizar las inspecciones. La legislación, centrada en cuestiones como la atención médica, las condiciones de alojamiento y la alimentación, era en muchas ocasiones vulnerada por los armadores y los capitanes de los buques, lo que llevó a las autoridades a preguntarse —como hizo el alcalde gijonés en 1858— si las inspecciones trataban simplemente de «cubrir, como suele decirse, el expediente». La real orden de 1853 señalaba básicamente que todos los barcos debían llevar un médico cirujano que atendiese tanto a la tripulación como a los pasajeros; que no podía embarcar mayor número de pasajeros de los que el barco pudiera transportar «en proporción de su capacidad y toneladas», y, finalmente, que antes de zarpar se debía especificar la cantidad y calidad de los alimentos que fuera a consumir el pasaje durante la larga travesía.

Despacho del bergantín «Victoria» para La Habana. Lista de medicinas que contiene el botiquín. 1860. Expediente 19/1858

Las obligaciones de los médicos consistían en ocuparse de la atención de pasajeros y tripulantes, debiendo efectuar dos visitas diarias para cerciorarse de su salud. Sin embargo, muchos viajes se realizaron con individuos que no eran titulados ni estaban preparados para desempeñar el puesto, como los llamados practicantes. Además, el cumplimiento de las tareas médicas en los buques era muy complejo por sus deficientes condiciones higiénicas. Por ello, la atención médica resultaba muy rudimentaria, a lo que se unía que los medios de que se disponía eran muy simples, según se desprende del contenido de los botiquines que había a bordo —descrito en la documentación del expediente— y que sólo permitían hacer frente a pequeñas dolencias. Por otra parte, las condiciones de alojamiento en corbetas y bergantines eran por lo general muy deficientes para la mayoría de los pasajeros, en especial para los de tercera clase, puesto que los barcos trasladaban normalmente la mayor cantidad posible de emigrantes, lo que provocaba su hacinamiento, sobrepasándose

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Despacho del bergantín «Pepé» para La Habana. Acta de inspección sanitaria. 1862. Expediente 19/1858 (izquierda)

Despacho del bergantín «Victoria» para La Habana. Relación de los víveres embarcados. 1863. Expediente 19/1858 (derecha)

en muchas ocasiones los máximos permitidos. El bergantín Victoria, por ejemplo, pretendía salir del puerto gijonés en 1861 con 249 emigrantes, cuando según las autoridades el buque no podía llevar más de 80 pasajeros. Aunque este buque no zarpó finalmente, otros se hicieron a la mar sobrecargados en exceso, lo que provocaba numerosos incidentes. Las condiciones de alojamiento no eran, sin embargo, las mismas para todos los pasajeros, distinguiéndose la cámara y la antecámara para la primera y la segunda clase, respectivamente, y el sollado o entrepuente para la tercera. Los dos primeros, muy similares, eran los alojamientos más cómodos y, por tanto, más caros de los buques. Tenían catres o literas en las que se podía realizar un descanso digno y de forma individual, siendo el número de plazas limitado y muy corto en comparación con el total de viajeros. La mayoría del pasaje se alojaba hacinado en los sollados o entrepuentes, mucho más baratos y de pésimas condiciones. Estas zonas del barco formaban una cubierta corrida, situada debajo de la principal, que daba lugar a un espacio similar al de una gran bodega. En ellos no había catres y sólo se ponían colchones corridos en el suelo, mezclándose unos emigrantes con otros, sin ningún tipo de aislamiento ni intimidad o servicios higiénicos.

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Despacho del bergantín «Pepé» para La Habana. Lista de pasajeros. 1867. Expediente 19/1858

Pasajeros subiendo a un trasatlántico en El Musel, h. 1930 ccs 2.992

En cuanto a la alimentación, existían notables diferencias entre las distintas clases que formaban el pasaje, siendo muy similares los menús que se ofrecían en todos los barcos. El rancho respondía a lo que se venía dando en la Marina española desde hacía mucho tiempo, incluyendo sus tres elementos básicos: la galleta o bizcocho de mar, que sustituía al pan fresco; las menestras o legumbres secas incluidas en los potajes, que podían ser finas, como el arroz y los garbanzos, u ordinarias, como las judías y las lentejas, y, por último, los condimentos, entre los que se incluían la sal y el vino. Todos ellos, junto al agua, componían los ranchos de los buques dedicados a transportar emigrantes. Una dieta monótona y pobre, con poco aporte vitamínico, que no resultaba excesivamente cara para los armadores. Sin embargo, las raciones que correspondían a la tercera clase eran escasas y malas, reservándose muchas veces los mejores alimentos para momentos especiales. Existía, además, la posibilidad de fraude por parte de los armadores, como trasluce el expediente sanitario de 1858. Los inspectores no podían confirmar en muchas ocasiones la buena calidad y el peso de los productos que aparecían en las relaciones que presentaban los capitanes por «estar ya el buque cargado». Las travesías a Cuba que realizaban estos veleros desde el puerto de Gijón solían durar en torno a los cuarenta días en los mejores casos, pero se podían alargar a veces hasta los dos meses, lo que incrementaba las consecuencias de hacinamiento, falta de higiene o escasez en la comida. Como se ha señalado en referencia a la emigración europea, «para millares de campesinos que emigraron, el viaje por mar era una experiencia aterradora, marcado por la mala comida, la enfermedad, el mareo y las tempestades».

movimiento se extinguió ante la exclusión de Gijón y el resto de villas costeras asturianas como puertos de embarque dentro de las medidas oficiales de regulación de la emigración. Del puerto gijonés salían, no obstante, barcos de escala con destino a otros puertos cantábricos y peninsulares ante la inexistencia de buenas vías de comunicación terrestres, dirigiéndose los emigrantes asturianos a los puertos de Santander, La Coruña y Vigo para embarcarse rumbo a América. Hubo que esperar hasta el año 1910 para que Gijón volviera a ser el punto de embarque de miles de emigrantes a ultramar, restableciéndose así el contacto marítimo directo entre Asturias y América. El nuevo puerto de El Musel, inaugurado en 1907, permitió a una nueva generación de emigrantes salir de la región en los modernos transatlánticos, cuyas condiciones de transporte poco tenían que ver con las de los veleros decimonónicos. En septiembre de 1910 se anunció que la compañía alemana Hamburg Sudamerikanische había decidido incluir en sus líneas marítimas de América una escala mensual en El Musel. Asimismo, a principios de octubre, el diario El Noroeste señalaba que la Compañía Mala Real Inglesa había establecido en la ciudad una agencia de información. El primer viaje ultramarino de la compañía hamburguesa tuvo lugar el día 18 de octubre con el transatlántico Santos, rumbo a Uruguay y Argentina, pero

Aunque la sustitución de los veleros por los vapores en la década de los sesenta del siglo xix hizo disminuir el tráfico transatlántico asturiano, alguna de las compañías gijonesas que controlaban la flota local de vapor todavía dedicó algunos buques a la ruta de Cuba para transportar emigrantes. Sin embargo, este

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Anuncio publicitario del trasatlántico «Santos» en El Noroeste. 24 de septiembre de 1910

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llevando sólo pasajeros de primera clase, no de tercera, puesto que todavía no se había formado la Junta Local de Emigración. El diario El Noroeste anunciaba en sus páginas el día 24 de septiembre la salida del Santos, haciéndose eco de su partida desde el nuevo puerto local. Asimismo, el periodista local Adeflor publicaba en el diario El Comercio el 18 de octubre el artículo «El anhelado abrazo», entre Asturias y América, relatando el gran acontecimiento local y regional en que se convirtió el primer viaje ultramarino de pasajeros de El Musel. Gijón se unía a América y los emigrantes asturianos ya no tendrían que salir de la región en busca de un puerto en el que embarcarse. Aquel día se convirtió en una gran fiesta local y todos los gijoneses quisieron ver el primer transatlántico que llegaba a El Musel:

Emigración, habilitando, por tanto, al puerto de El Musel para el embarque de emigrantes. La corporación nombró dos días después a Antonio Moriyón Díaz como su vocal en la junta durante su ejercicio como concejal. Sin embargo, para que la junta se creara el alcalde Donato Argüelles del Busto tuvo que justificar detalladamente al ministro de la Gobernación las razones que demandaban dicha creación: Pero hay datos más elocuentes que pueden llevar al ánimo de V. E. y al conocimiento del Consejo Superior de Emigración la importancia de la emigración de Asturias y esos datos se aprecian considerando los muchos miles de asturianos que residen en Cuba, México, República Argentina, Uruguay y otras repúblicas del Norte, Centro y Sur de América, constituyendo en algunas de estas naciones el núcleo

Anochece… El Santos ya tiene á bordo toda la carga. Se anuncia

«El anhelado abrazo» entre Asturias y América. Artículo del periodista Adeflor en el diario El Comercio del 18 de octubre de 1910

más importante de la población europea.

que va á salir. El Musel presenta un aspecto animadísimo. Hay

No existe exageración en afirmar que el 30 ó 40 por 100 de la total

gran ansiedad en el público… El trasatlántico zarpa. Los vivas y

emigración de España á América, procede de Asturias, y siendo esto

los aplausos parecen no terminar nunca. Los voladores atruenan.

así, […] sólo se explica el que, hasta la fecha no hubiera servicio

Todas las sirenas de los buques que hay en el Musel despiden al

regular de trasatlánticos á Gijón, por la circunstancia de no existir

trasatlántico que se aleja, y entre la penumbra del crepúsculo se

anteriormente un puerto capaz y de abrigo para poder hacer en él

destaca la iluminaria eléctrica del vapor. Pone la luna su ofrenda

esas operaciones los grandes buques. Hoy han cambiado las circuns-

pálida en el cielo, y á bordo, unas manos cariñosas saludan á

tancias, y la construcción del puerto del Musel ha puesto á Gijón en

los que desde tierra hacen flamear los pañuelos, y cuando el

perfectas condiciones para que puedan hacer aquí sus escalas las

buque gana la boca del puerto, unas luces encarnadas y azules

líneas trasatlánticas.

de bengalas, salían del trasatlántico al mar como último adiós

Vea, pues, V. E., la importancia de lo que por mi mediación soli-

á Gijón…

cita toda la provincia de Asturias y aprecie en su alto espíritu de

El anhelado abrazo de Asturias y América, sin puertos interme-

justicia cuán merecedora es de que se le preste la pequeña ayuda

diarios, había quedado sellado.

Exposición del alcalde Donato Argüelles Busto al Ministro de Gobernación solicitando la creación en Gijón de la Junta Local de Emigración. 1910. Expediente 168/1910

que supone la creación en nuestro puerto de la Junta Local de Emigración […].

Antes de finalizar 1910 hicieron escala en Gijón dos barcos más de la misma compañía hamburguesa, el Córdoba y el Montevideo, sólo de primera clase, que salieron del puerto de El Musel el 28 de noviembre y el 21 de diciembre, respectivamente, como reseñó el diario El Noroeste, que los había ido anunciando en sus páginas con anterioridad. Asimismo, el 29 de diciembre el Gobierno aprobó finalmente la creación de la Junta Local de

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En enero de 1911, la Junta Local de Emigración comenzó a expedir volantes de embarque para emigrantes desde la oficina provisional ubicada en los bajos de la casa consistorial. El día 23 volvió a hacer escala el Santos en el puerto de El Musel y el 6 de febrero zarpó de Gijón el Sao Paulo, el primer buque que transportaba por fin tercera clase tras la creación de la Junta

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Anuncio publicitario del trasatlántico «Córdoba» en El Comercio. 28 de noviembre de 1910

Anuncio publicitario del trasatlántico «Sao Paulo» en El Noroeste. 25 de enero de 1911

Local de Emigración. En junio, la compañía alemana Hamburg Amerika Linie abrió una nueva escala mensual en El Musel en su línea a Cuba y México con el vapor Frankenwald, y en julio, la Trasatlántica Española inauguró su línea a los mismos países con el vapor Alfonso XIII. Durante 1911 el puerto gijonés registró 31 salidas ultramarinas y 3.565 pasajeros embarcados, de los que 3.422 se dirigían a Cuba, México, Argentina y Uruguay. En los años siguientes, los que precedieron al estallido bélico mundial, el tráfico transatlántico de pasajeros se fue consolidando con las dos compañías alemanas y la española que, además, abriría en noviembre de 1913 una nueva línea con escala mensual a Brasil, Argentina y Uruguay. Asimismo, fueron adquiriendo mayor presencia los vapores de la Trasatlántica Francesa en su línea a Cuba y México hasta hacerla escala mensual fija a finales de 1914. El inicio de la Gran Guerra disminuyó considerablemente los embarques de emigrantes en El Musel como consecuencia de la interrupción de las escalas de los barcos alemanes, que hasta entonces controlaban casi todo el tráfico migratorio ultramarino. La recuperación no se produjo hasta la década de los veinte, etapa que se convirtió en la más importante en cuanto al embarque de emigrantes hacia América desde Gijón, aunque su perfil era muy diferente al del emigrante del siglo xix.

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Anuncio publicitario del trasatlántico «Alfonso XIII» en El Noroeste, 13 de octubre

Anuncio publicitario de los trasatlánticos «Entrerríos» y «Bavaria» en El Noroeste. 13 de octubre de 1911

Transporte de pasajeros de Gijón a El Musel, s.f. cp 1.530

vi

El Consejo de Asturias y León durante la guerra civil. 1937. ccs 6.145

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La guerra civil. El consejo de Asturias y León en Gijón

vi.

Barricada en El Llano durante la revolución de octubre de 1934. ccs 1.973

El 14 de abril de 1931 se proclamó por segunda vez la República en España tras la victoria, en la mayoría de las capitales de provincia y otras ciudades importantes del país, de las organizaciones políticas republicanas y obreras antimonárquicas en las elecciones municipales celebradas dos días antes con la posterior salida de España del rey Alfonso XIII. En Gijón, el Frente Electoral Republicano-Socialista, compuesto por reformistas, republicanos de varias tendencias y socialistas, había obtenido el 77% por ciento de los votos. El diario El Noroeste señalaba en titulares que en la villa habían sido «derrotados estrepitosamente los cavernícolas disfrazados de gijonistas, triunfando los 31 candidatos de izquierda», frente a los siete monárquicos. El histórico dirigente republicano federal Ramón Fernández González, que había sido alcalde en 1918, y el joven abogado reformista Dionisio Morán Cifuentes fueron los encargados de proclamar desde el balcón de la casa consistorial el nuevo régimen político en la villa ante el júbilo de una multitud que se concentraba en la plaza. Dos días después el pleno del Ayuntamiento eligió como

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Huelguistas de El Llano en la calle Jovellanos durante la revolución de octubre de 1934. ccs 1.960

alcalde al republicano federal Isidro del Río Rodríguez, acordándose la petición de traslado del capitán de la Guardia Civil Lisardo Doval, que había destacado en la represión obrera.

Bando de Antonio Aranda Mata, Comandante Militar de Asturias, declarando el estado de guerra, en Asturias en el Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo del 21 de julio de 1936

Sin embargo, a pesar de la alegría inicial, la segunda República tuvo una andadura muy complicada y agitada. Las tensiones políticas y sociales fueron continuas y constantes, especialmente en Asturias. Las elecciones constituyentes de julio dieron el triunfo a la izquierda, siendo aprobada la Constitución y elegido Niceto Alcalá-Zamora como presidente de la República en diciembre. El Gobierno de Manuel Azaña emprendió entonces una serie de reformas que fueron muy contestadas desde la derecha, dando el general José Sanjurjo un golpe de estado contra el nuevo régimen en 1932 que fracasó. En Gijón, tras la disolución y expulsión de los jesuitas de la ciudad decretada por el Gobierno, el Ayuntamiento trasladó el Instituto de Jovellanos al edificio del colegio que la Compañía tenía en la carretera de Ceares, mientras que el viejo inmueble fue destinado parcialmente al acuartelamiento de la nueva Guardia de Asalto republicana. Asimismo, el edificio del Teatro Jovellanos fue sustituido por otro en el que se instalaría una sucursal del Banco de España. En diciembre de ese año Isidro del Río fue sustituido en la Alcaldía por el reformista Gil Fernández Barcia, que se mantendría en el cargo hasta febrero de 1936. En el ámbito nacional las elecciones de noviembre de 1933 dieron, sin embargo, el triunfo a la derecha, y se inició un proceso de revisión y paralización de las reformas en marcha, apoyándose parlamentariamente el nuevo Gobierno radical de Alejandro Lerroux en la ceda de José María Gil-Robles. La paralización de las reformas, unida al ascenso del fascismo en Europa, suscitó entre las organizaciones proletarias la necesidad de unirse en una Alianza Obrera, en la que entraron socialistas, anarquistas y comunistas. Los planes revolucionarios de la izquierda obrera precipitaron, tras la entrada de miembros de la ceda en el Gobierno de Lerroux, la insurrección armada de octubre de 1934, que tuvo una enorme trascendencia en Asturias,

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donde las organizaciones obreras controlaron la región durante casi dos semanas. En Gijón, sin embargo, el conflicto revistió una importancia mucho menor, a pesar de su pujante proletariado, puesto que el comité socialista de la Cuenca no prestó suficiente atención a los anarquistas gijoneses, liderados por José María Martínez y Horacio Argüelles, que estuvieron mal aprovisionados de armas. Los enfrentamientos entre insurgentes y fuerzas gubernamentales se concentraron en los barrios obreros, especialmente en El Llano. El fracaso de la insurrección produjo, no obstante, una represión tan dura e intensa como en el resto de Asturias, dirigida en Gijón por Lisardo Doval. A diferencia de lo ocurrido en 1933, la izquierda se presentó unida en las elecciones que tuvieron lugar en febrero de 1936, formando el Frente Popular, cuyo principal objetivo era frenar el fascismo. Su triunfo en toda España, y en Gijón con el 65% por ciento de los votos, acrecentó enormemente la confrontación entre la izquierda y la derecha, lo que desembocó en un nuevo golpe de estado el 18 de julio de ese año que, al fracasar, dio paso a una cruenta guerra civil entre «dos Españas» prácticamente irreconciliables. Se enfrentaban, por un lado, la izquierda obrera y burguesa, defensora de la República y sus reformas socioeconómicas, y, por otro, la derecha católica y tradicional, contraria a ese régimen y sus alteraciones en el orden tradicional. En Gijón, el mismo día 18, el comité local del Frente Popular, ante las noticias que llegaban de África sobre el alzamiento del ejército, solicitó al coronel Antonio Pinilla, comandante militar de la plaza, el reparto de armas entre la población, pero este se negó a entregarlas. Al día siguiente, en Oviedo, el coronel Antonio Aranda, comandante militar de Asturias, proclamó el estado de guerra en toda Asturias, tal y como se reflejó en el Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo dos días después, iniciándose, de esta forma, la guerra civil en la región. Asimismo, Aranda decretó que la posesión de armas o explosivos en las veinticuatro horas siguientes sería castigada con la pena de muerte. En la

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Soldados vigilando durante la guerra civil, 1936. ccs 4.757

que se encargó fundamentalmente de hacerse con el control de la ciudad, para lo que tenía que tomar los cuarteles militares sublevados, y normalizar la vida en la ciudad, garantizando en primer lugar el abastecimiento. El cuartel de zapadores cayó finalmente la noche del día 15 de agosto, mientras que el Simancas no lo hizo hasta el día 21, después de soportar intensos combates. Con la destrucción de este último reducto se perdió irremediablemente la colección de bocetos y dibujos que Gaspar de Jovellanos había recopilado para el Instituto Asturiano. Cola para el reparto de víveres durante la guerra civil, 1936. ccs 4.818

capital el ejército sublevado se hizo rápidamente con el control de la ciudad y detuvo a Isidro Liarte Lausín, gobernador civil leal a la República, que sería posteriormente fusilado; en Gijón, sin embargo, los facciosos fueron reducidos tras varias semanas de intensos enfrentamientos. La presencia militar en Gijón consistía fundamentalmente en el Cuartel de Zapadores de El Coto, al que se le había añadido en 1935, como consecuencia de los sucesos revolucionarios del año anterior, el Cuartel de Cazadores de Montaña Simancas, ubicado en el antiguo Colegio de la Compañía de Jesús en Ceares —compartiendo espacio con el Instituto de Jovellanos—. El coronel Pinilla apoyó a Aranda en la sublevación, pero retrasó la salida de sus tropas a la calle a la mañana del día 20, lo que dio tiempo a los republicanos para preparar la defensa de la ciudad, obligando así a los militares a replegarse sobre sus cuarteles. A partir de ese momento dio comienzo un asedio a los dos cuarteles que duró varias semanas y en el que se probaron diferentes tácticas y armamentos.

Por otra parte, en Sama se había constituido el mismo 18 de julio un Comité Provincial del Frente Popular de Asturias como órgano de asesoramiento del gobernador civil, formado por miembros de las organizaciones de la coalición electoral que habían ganado los comicios en Asturias. Tras la confusión inicial provocada por el alzamiento de Aranda, asumió la legalidad republicana, confirmado posteriormente por el Gobierno de la República. Su actuación fue bastante informal en un principio, pero poco a poco fue definiendo su estructura, incluyendo a los anarquistas y repartiendo las responsabilidades en diversos departamentos. Su autoridad se extendía a toda Asturias y al norte de León, menos Gijón y su área de influencia, en que operaba el Comité de Guerra. Entre otras cuestiones importantes, se ocupó de resolver el problema del abastecimiento a la población.

Grupo de milicianos esperando su entrada en el Cuartel de Simancas, 1936. ccs 5.044

Milicianos disparando al cuartel de Simancas, 1936. ccs 5.067

Desde el primer momento se organizó en la ciudad, ante la ausencia de poder institucionalizado, un comité de guerra con sede en el Banco de Gijón, presidido por el anarquista Segundo Blanco González y compuesto por las organizaciones del Frente Popular,

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Miliciano disparando al cuartel de Simancas, 1936. ccs 5.042

Milicianos comiendo durante la guerra civil. 1936. ccs 5.878

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Milicianos en parapeto durante la guerra civil. 1936. ccs 5.007

En los primeros meses de la guerra, el comité de Gijón se dedicó a armar a los milicianos para la defensa en la ciudad del orden público y la legalidad republicana. El Archivo Municipal conserva en este sentido un importante número de vales emitidos por el comité y canjeables por diversos tipos de armamento. El comité los entregaba a los milicianos y estos se dirigían con ellos a algunos establecimientos de la ciudad donde podían cambiarlos por pistolas, cartucheras o munición. Por otra parte, una de las decisiones más importantes que tomó el comité fue la creación de un tribunal que evitara las arbitrariedades y el asesinato de prisioneros. El 14 de agosto la aviación rebelde bombardeó Gijón, causando 54 muertos y numerosos heridos civiles, lo que dio lugar a una airada reacción popular. Grupos armados exigieron la entrega de sospechosos de simpatizar con los insurrectos, encarcelados en la residencia de los jesuitas en la calle del Instituto y en la iglesia parroquial de San José y, contra el criterio del Comité de Guerra, ejecutaron a 69 de ellos en el cementerio de Jove, entre los que se encontraba Romualdo Alvargonzález Lanquine. Dos días después el comité creó un tribunal popular que se ocuparía de administrar la justicia en la ciudad, garantizando la seguridad de los prisioneros.

El cuartel de Simancas ardiendo durante la guerra civil, 1936. ccs 5.025

El 6 de septiembre, tras la caída del Simancas, el comité provincial establecido en Sama se trasladó a Gijón, donde se instaló en un edificio de estilo racionalista ubicado en la plaza del Instituto y conocido popularmente como la Casa Blanca. Los dos comités se fusionaron posteriormente, dando lugar a un nuevo Comité Provincial del Frente Popular, como órgano de gobierno regional, organizado de forma más compleja. A partir de ese momento, Gijón se convirtió en la capital de la Asturias republicana, estableciéndose de esta forma una nueva administración regional con un gobierno relativamente autónomo, que asumía más atribuciones que las que le correspondían a la antigua diputación provincial. Este gobierno regional, conocido popularmente como el Gobiernín, estaba constituido por miembros de todas las organizaciones del Frente Popular asturiano: el Partido Socialista Obrero Español (psoe), el Partido Comunista de España (pce), las Juventudes Socialistas Unificadas (jsu), la Confederación Nacional del Trabajo (cnt) e Izquierda Republica (ir). Como presidente se eligió al socialista Belarmino Tomás Álvarez, que fue además confirmado el 27 de septiembre por el Gobierno de la República como gobernador general de Asturias.

Belarmino Tomás en un mitin desde La Casa Blanca durante la guerra civil. 1937. ccs 7.044

Milicianos durante la guerra civil. 1936. ccs 5.009

El comité sufrió, no obstante, una remodelación en diciembre, tras una crisis que se solucionó con la salida de los comunistas de la cartera de Guerra, que pasó a desempeñar el propio Belarmino Tomás. Asimismo, se incorporaron en ese momento la Unión General de Trabajadores (ugt), la Federación Anarquista Ibérica (fai) y las Juventudes Libertarias a lo que a partir de

Órdenes, vales y credenciales emitidos por el Comité de Guerra de Gijón entre agosto y octubre de 1936

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Petición del Ayuntamiento de Gijón al Consejo Provincial del Frente Popular de Asturias y León solicitando la cesión del Palacio de Revillagigedo para uso como centro de enseñanza y cultura. 1936. Expediente 192/1936

Milicianos durante la guerra civil. 1936. ccs 5.658

Relación de personas designadas para constituir la Gestora Municipal del Frente Popular. 19 de octubre de 1936. Expediente 248/1936 (izquierda) Aprobación de la Gestora Municipal del Frente Popular por Belarmino Tomás, Gobernador General de Asturias y León. 22 de octubre de 1936. Expediente 248/1936 (derecha) Desfile militar en la plaza de El Carmen durante la guerra civil. 1936. ccs 5.314

Constitución del Consejo Provincial de Asturias y León por disolución del Comité Provincial del Frente Popular, en el Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo del 28 de diciembre de 1936

entonces comenzó a denominarse Consejo de Asturias y León. No obstante, en enero, tras conocerse un decreto del Gobierno de la República, por el que se creaban consejos provinciales e interprovinciales, pasó a denominarse Consejo Interprovincial de Asturias y León. Tras la remodelación, el nuevo órgano de gobierno regional estuvo compuesto por 15 departamentos, frente a los 12 anteriores, bajo la presidencia de Belarmino Tomás y la vicepresidencia de Segundo Blanco. Las consejerías creadas fueron las de Guerra, Comercio, Marina, Comunicaciones, Hacienda, Justicia, Industria, Asistencia Social, Trabajo, Pesca, Propaganda, Obras Públicas, Instrucción Pública, Agricultura y Sanidad Civil. Por otra parte, un decreto del Comité Provincial del Frente Popular preveía la creación de comisiones gestoras en los concejos para organizar el poder local que sustituyeran a los comités de guerra que venían funcionando hasta entonces. De modo que el 15 de octubre el Ayuntamiento eligió como alcalde al anarquista Avelino González Mallada. La nueva corporación municipal se ocupó de normalizar la vida de los gijoneses, y para ello la primera cuestión seguía siendo garantizar el abastecimiento de la población. Posteriormente, ya en 1937, otro decreto sustituyó las comisiones gestoras por los consejos municipales, constituyéndose

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un nuevo Ayuntamiento el día 4 de agosto para el que fue elegido de nuevo como alcalde Avelino González Mallada, que se mantendría en el cargo hasta el final de la guerra en Asturias. En la documentación municipal de este periodo, tanto libros de actas de sesiones como expedientes administrativos, queda constancia de todo este proceso institucional y político. La Gestora municipal, presidida por Mallada, acometió un ambicioso plan de reformas en 1937 que conllevó la demolición de numerosos edificios de la ciudad como paso previo a la nueva organización urbana. Como resultado de los derribos desaparecieron, entre otros inmuebles, las casas de Veronda, donde se ubicaba el Ateneo-Casino Obrero, el Hospital de la Caridad, los tres balnearios de la playa de San Lorenzo o el Mercado de Jovellanos, recuperando así la plaza anexa al Instituto tal y como había sido concebido ese espacio en el proyecto de mejoras jovellanista. Asimismo, entre las reformas urbanísticas planteadas destacaban la gran vía de circunvalación que la ciudad precisaba para el tráfico, una estación central de viajeros y autobuses, la nueva alineación del Muro de San Lorenzo, así como el traslado de la casa consistorial —que resultaba ya pequeña e insuficiente para las necesidades de la ciudad— a lo que había sido el Instituto Asturiano de Jovellanos.

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Mitin de Avelino González Mallada. 1937. ccs 6.239

se mantuvo con cierta normalidad, continuando, incluso, los espectáculos teatrales o las competiciones deportivas, como se puede apreciar en las fotografías de Suárez.

Plano de la reforma urbanística proyectada para El Campo Valdés y la subida al cerro de Santa Catalina en marzo de 1937. Expediente 49/1937

Mitin del Frente Popular. 1937. ccs 6.634

Las decisiones y disposiciones del Comité de Guerra y del Consejo Interprovincial de Asturias y León eran difundidas entre la población a través de la prensa y la radio. Tras una semana de silencio, los diarios El Comercio, El Noroeste y La Prensa volvieron a salir a la calle como síntoma de cierta normalización de la vida cotidiana en la ciudad, aunque por falta de papel sólo se publicaba un periódico cada día. Las tres publicaciones eran dirigidas por el anarquista Acracio Bartolomé y compartían recursos y personal, como el fotógrafo Constantino Suárez o las colaboraciones de escritores como Emilio Robles Muñiz —más conocido con el seudónimo de Pachín de Melás— o políticos como Avelino González Mallada. A finales de 1936, sin embargo, dejaron de publicarse, siendo sustituidos por el anarquista cnt y el socialista Avance a partir del año siguiente, que se turnaban en la tirada y empleaban las planchas de los anteriores. El tono de estos periódicos trataba de mantener la moral de resistencia y la contribución a la lucha entre la población, realzando las ofensivas de las tropas republicanas. Tanto la prensa local como la colección fotográfica de Constantino Suárez —conservada en el Archivo Municipal— reflejan con fidelidad este periodo y permiten acercarse, además, a muchos aspectos de la vida cotidiana gijonesa durante la guerra. A pesar de las dificultades cotidianas, resultado del contexto bélico, la vida de los gijoneses

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Una de las primeras medidas que había tomado el primitivo Comité Provincial, con sede en Sama, había sido la incautación de las disponibilidades de las entidades financieras, creando en sustitución de los bancos la Caja Central de Depósitos. Sin embargo, y a pesar de los créditos que recibió del Gobierno de la República, la ausencia de efectivo era muy grave, existiendo dificultades para poder abonar los sueldos y las deudas. En un principio los sindicatos que controlaban las empresas emitieron vales en sustitución del dinero, como los de Gijón Fabril o la Compañía Popular de Gas y Electricidad. Sin embargo, posteriormente se procedió a fundir monedas e imprimir billetes que fueron bautizados popularmente con el nombre de belarminos en referencia a la firma del presidente del Consejo que llevaban todos ellos. Los había de diferentes cantidades, 25, 40 o 50 céntimos, y en el reverso llevaban ilustraciones de obreros realizando diferentes actividades laborales y una leyenda que rezaba: «Paz y trabajo». El Archivo Municipal conserva una importante colección de estos billetes en buen estado procedente de su confiscación tras el fin de la guerra. Sin embargo, este dinero no era

Interior de un café gijonés concurrido de público. 1937. ccs 6.176

Jóvenes de la Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) durante la guerra civil. 1937. ccs 7.069

Milicianos con fusil ametrallando durante la guerra civil. 1936. ccs 5.810

Juicio de Joaquín Alonso Bonet, periodista y cronista oficial de Gijón, en el Tribunal de Urgencia. Junio de 1937. ccs 7.559

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Batallón en la plaza del Marqués durante la guerra civil. 1937. ccs 6.612

Declaración de soberanía del Consejo de Asturias y León en el periódico Avance el 26 de agosto de 1937

Huelguistas presos en la calle Jovellanos tras la revolución de octubre de 1934. ccs 1.971

muy bien aceptado, puesto que el diario Avance denunciaba el 3 de enero de 1937 que en los intercambios comerciales «se atesora la plata y billetes del Banco de España y se devuelve siempre con billetes de la Caja de Depósitos». En el verano de 1937 la situación bélica no era nada favorable a las tropas republicanas en el Frente Norte. En julio cayó Euskadi, tras el desplome del «cinturón de hierro» de Bilbao y la rendición en Santoña de los gudaris vascos, y en agosto cayó también Santander. El inminente ataque de las fuerzas rebeldes sobre Asturias produjo una sorprendente reacción del consejo, que, según señalaba el diario Avance el 26 de agosto, se instituía «poder soberano del territorio de su jurisdicción, en servicio de la República y de su gobierno». El consejo asumía la plena autoridad militar y civil según constaba en el decreto de 24 de agosto. El artículo 1.º señalaba lo siguiente: El Consejo Interprovincial de Asturias y León, a partir de la fecha y hora de este decreto, se constituye en Consejo Soberano de Gobierno de todo el territorio de su jurisdicción y a él quedan íntegramente

Moneda de cincuenta céntimos y billete de una peseta del Consejo de Asturias y León, conocido popularmente como belarmino

sometidas todas las jurisdicciones y organismos civiles y militares que funcionen en lo sucesivo dentro del referido territorio.

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Sin embargo, la suerte estaba echada para la región. El ejército sublevado se acercaba cada vez más a Gijón. Las dificultades para garantizar el abastecimiento de la población en aquellos momentos obligaron a la Consejería de Agricultura del Gobierno regional a conceder la autorización a los consejos municipales para «proceder al sacrificio del ganado necesario para suministrar carne a la población civil durante dos días a la semana», según refleja un expediente municipal de 1937. Finalmente el consejo asturleonés decidió abandonar la ciudad la noche del 20 de octubre por mar, lo que produjo el pánico en la población republicana, que se dirigió a El Musel en busca de un barco en el que poder huir. Pero ya era tarde. La entrada en Gijón esa mañana de la IV Brigada de Requetés de Navarra ponía fin a la guerra en Asturias, liquidando, además, el Frente Norte. Según el diario Región de los sublevados, Gijón volvía a ser de España tras ser ocupada por las tropas «nacionales». Ese mismo día, el general Fidel Dávila Arrondo, jefe del Ejército del Norte, hacía saber en un bando —que se conserva en un expediente municipal— que había sido «rescatado al dominio de las hordas marxistas el último reducto de su criminal resistencia en el norte de España». Con ello, la villa de Gijón quedaba reintegrada «a la soberanía del Estado Español, cuya Jefatura ostenta el Generalísimo de los Ejércitos Nacionales Excmo. Sr. D. Francisco Franco Baamonde».

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Milicianos camino del frente durante la guerra civil. 1937. ccs 6.924

Nombramiento de Guillermo Rionda como representante del Ayuntamiento de Gijón en la Junta de Defensa Civil de Asturias y León el 15 de mayo de 1937

Bando del Jefe del Ejército Norte, Fidel Dávila Arrondo, tras la «liberación de Gijón». 22 de octubre de 1937. Expediente 179/1937 (izquierda) Ocupación de Gijón por las tropas franquistas y fin de la guerra en Asturias en el periódico Región. 22 de octubre de 1937 (derecha)

Inmediatamente después se produjo una dura represión por parte de los vencedores y una intensa labor propagandística de los crímenes perpetrados por los «rojos». Los consejos de guerra comenzaron a funcionar antes de terminar octubre y la cárcel de El Coto se abarrotó de presos. Unos fueron saliendo de ella en dirección a la fosa común del cementerio de El Sucu en Ceares, pero otros acabaron sus días allí, como Pachín de Melás. Al mismo tiempo, se elaboró en toda España, y por orden del régimen, la llamada Causa General, un informe oficial cuya intención era conocer al detalle las personas que habían sido represaliadas durante el dominio de las «hordas marxistas» y los daños producidos en los bienes públicos y privados. En los ayuntamientos se conserva una copia de esta documentación enviada a Madrid, que, en el caso de Gijón, se conserva en el Archivo Municipal. En la Causa General se computan como víctimas a todas las personas fallecidas y desaparecidas, incrementándose considerablemente las cifras que ofrece al incluir también a los militares fallecidos en combate o los civiles muertos por los bombardeos de la propia aviación franquista en la ciudad. La represión, la humillación de los vencidos y el hambre se convirtieron en las características de la vida cotidiana en la posguerra gijonesa.

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Relación de hechos presentados por el Ilustre Ayuntamiento de Gijón a la Causa General de Oviedo relativo a personas muertas o desaparecidas durante la guerra civil. 1939

Oficio de Amador Fernández en torno a las gestiones en relación con la subida de precios de los alimentos. 30 de junio de 1937. Expediente 178bis/1937 (izquierda)

vii

Estatua de Pelayo en la plaza del Marqués en 1931. ccs 1.459

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Los símbolos del concejo. Del escudo al logotipo vii.

Los símbolos que han identificado a la villa y al concejo de Gijón en los últimos siglos tienen su origen a finales del siglo xvi o principios del siglo xvii . Hasta ese momento Gijón no contaba con ningún emblema o escudo que lo distinguiera. En torno a los años 1550-1580 Tirso de Avilés señalaba en su obra Armas y linajes de Asturias y Antigüedades del Principado que Esta villa [Xixón] no pinta ningunas armas, pero en su concejo hai muchos solares antiguos y conozidos de armas pintar, que al principio de la restauración de España, el Rey Pelayo, se tiene por cierto las dio a los de aquellos linages por hechos notables que con los moros tuvieron, como en esta villa o ciudad residían muchos en aquellos tiempos […].

En cualquier caso, no pasó mucho tiempo sin que Gijón tuviera un escudo que lo identificara, puesto que pocos años después el Regimiento de la villa debió de establecer un sello de armas con la figura del infante Pelayo. A pesar de ello, como consecuencia de su pérdida, el 12 de agosto de 1649 los regidores acordaron hacer de nuevo un sello bajo la iconografía pelagiana. El libro de actas registra el acuerdo en la siguiente forma:

Acuerdo municipal del 12 de agosto de 1649 para hacer un nuevo sello de armas de la villa al haberse perdido el que existía. Primera referencia documental conocida sobre el escudo de Gijón. Libro de actas 1646-1651

Otrosi. Cometieron el acer un sello de armas de la villa que se perdió el que abía y se comete al señor Toribio Moran de Labandera y las armas sea [n] las que solia tener la villa, la persona del infante Pelayo con una cruz de la vitoria.

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Antiguo pendón de la «Municipalidad de Gijón» conservado en el salón de recepciones de la Casa Consistorial, segunda mitad del siglo xix

La imagen del infante Pelayo con la cruz de la victoria para el sello de armas constituye la primera referencia histórica del escudo de Gijón. A partir de esa fecha la corporación municipal deja establecida, por tanto, una representación heráldica de la villa que se ha mantenido hasta la actualidad, aunque con diversas plasmaciones gráficas a lo largo del tiempo. A finales del siglo xviii, sin embargo, parece ser que la villa empleaba otro escudo de armas. Un acuerdo municipal del 16 de diciembre de 1783 señalaba la existencia de dos escudos de armas con relación a las labores de construcción de la Puerta de la Villa a la entrada de la población: […] enterados dichos señores de todo uniformemente dijeron

Escudo de armas de la villa y puerto de Gijón. Trae de plata, y el Infante Pelayo, armado, con la espada desnuda en la mano diestra y empuñando con la siniestra la cruz de roble que usaba en las batallas como enseña victoriosa […]. La conquista de Gijón por aquel Príncipe, estando ocupada por los moros al mando de Munuza, tiene por origen el uso de dichas armas.

Pero la existencia de un segundo escudo de armas de la villa fue manifestada por el propio Gaspar de Jovellanos en la carta que envió al procurador síndico del Ayuntamiento, Tomás Menéndez Jove, el 13 de diciembre de 1783. Al prócer gijonés no le pareció buena idea «hacer un don Pelayo de bulto por el modelo que ha ido de aquí y colocarle sobre la Puerta», por varias razones:

que habiendo tratado el asunto después de esta noticia con el

Acuerdo municipal del 16 de diciembre de 1783 acerca de la composición que han de tener los escudos de armas y las inscripciones que deben figurar en la nueva puerta de la villa al inicio de la carretera a Oviedo y Castilla que está construyendo Manuel Reguera siguiendo las indicaciones de Jovellanos. Libro de actas 1782-1785

referido maestro director [Manuel Reguera González] y hallan-

[…] porque el modelo no es don Pelayo, sino de un hombre armado,

do que dicha Puerta y en los demás edificios públicos de esta

cual se pinta en las armas de la villa, donde la tradición del vulgo, le

villa había no sólo el escudo de armas con el Don Pelayo sino

ha transformado en el Infante Pelayo. […] porque de este error de la

el de las armas m[unicipale]s y que colocados uno y otro escudo

tradición ha nacido el de olvidar que la villa tiene un escudo propio

en dichos tarjetones no quedaba lugar para dicha inscripción y

de armas, y a pocos años que hubieran pasado, se hubiera perdido, y

para otra que se había formado en memoria de la protección que

borrado, el único monumento que nos asegura esta posesión, y es el

merece esta villa del Ilustrísimo Señor Conde de Campomanes

de la fuente nueva, por más que el vulgo no le mire como tal; por lo

y al mismo Señor Don Gaspar de Jovellanos […].

mismo es preciso conservar esta posesión, y no confundirla.

Esta dualidad en la Puerta de la Villa fue aclarada en 1887 por Ciriaco Miguel Vigil en su obra Asturias Monumental, Epigráfica y Diplomática:

Las palabras de Jovellanos, lejos de aclarar la cuestión, introducen nuevas dudas e interrogantes sobre ese segundo «escudo propio de armas» que se desconoce totalmente y sobre el origen del primero, puesto que cuestiona que el infante sea Pelayo.

Puerta monumental llamada de Pelayo, a la entrada de la villa. Sobre el arco central, mirando al exterior, tiene un escudo real circundado del Toisón y surmontado de corona mural; y dando vista al pueblo, la estatua del Infante Pelayo, empuñando una espada en la mano diestra y una cruz en la siniestra; […].

En la misma obra, Miguel Vigil describe el escudo de armas de la villa de Gijón de la forma siguiente:

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Casi un siglo después el asunto del escudo de la villa fue debatido en la corporación gijonesa, según consta en un expediente municipal, como consecuencia de una serie de iniciativas externas a la ciudad. En 1876, una circular del Ministerio de Fomento ordenaba al gobernador civil de Oviedo recabar de los Ayuntamientos de la provincia «una copia de los sellos de todas clases que hayan existido en las municipalidades y estas actualmente

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Sello de la «Municipalitatis Gegionis» con el escudo de la villa de Gijón, 1826. Expediente 1/1832

Como consecuencia de estas peticiones, el consistorio gijonés decidió solicitar a José Caveda y Nava una reseña histórica sobre el sello municipal que el 10 de octubre ya estaba transcrito en copia para la firma del alcalde, tal y como se conserva en dicho expediente. Caveda concluyó su informe sin poder aportar la causa que había originado la utilización de la iconografía pelagiana, aunque apuntaba una relación de sucesos históricos —unos falsos y otros verosímiles— que justificaban dicha utilización. Según él, «ni en el Archivo del Ayuntamiento ni en los diversos autores que de las cosas de Asturias se ocupasen de una manera mas o menos directa, se encontraron los datos necesarios para determinar cumplidamente el origen». De manera que para Caveda el escudo de armas de Gijón «sólo representa al Rey Don Pelayo en pie y armado de punta en blanco con la espada desnuda en la diestra y la cruz de la victoria en la siniestra», añadiendo que

Escudo de la villa de Gijón, 1858. Expediente 26/1858

[…] en 1782, echados los cimientos de la puerta de la Villa figuraban en el entrepaño de su ático, reduciéndose a representar sencillamente y sin otros atributos ni condiciones heráldicas, la imagen de Pelayo tal cual la hemos descrito. Así también la usó siempre el Ayuntamiento en su sello oficial. […]. Hasta el año 1873 la figura de Pelayo aparece en el sello oficial tal como la representa el entrepaño de la puerta de la Villa; mas como la armadura es allí la Informe sobre el escudo de Gijón de José Caveda y Nava, transcrito para la carta del alcalde, 1876. Expediente 122/1876

se usen […] acompañando á cada ejemplar breve noticia histórica de lo que conste acerca del origen del sello y del periodo de tiempo en que este estuvo en uso», con el objeto de obtener de los municipios toda la información posible acerca de sus escudos de armas para acrecentar los fondos de la Sección de Sigilografía del Archivo Histórico Nacional que se estaba organizando. Asimismo, por esas mismas fechas el gobernador civil instaba a los ayuntamientos asturianos a facilitar «dos ejemplares en papel grueso de los sellos de armas que usen con la reseña de su origen», reclamados por el Ayuntamiento de Sevilla para la elaboración de un libro acerca de esta cuestión que estaba preparando un vecino de esa ciudad.

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Escudo de la villa de Gijón en las acciones de la Casa Consistorial, 1862

Sello del «Batallón Provincial de Gijón n.º 37 de la Reserva» con el escudo de la villa, 1842. Expediente 45/1847 (izquierda) Sello del «Ayuntamiento Constitucional de Gijón» con el escudo de la villa, 1847. Expediente 54/1847 (derecha)

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de un guerrero romano de los tiempos del imperio, para evitar este anacronismo, se sustituyó a ella el capacete y la vestidura de los godos, tal cual se armaban para acudir a los campos de batalla, y así aparece hoy en el sello oficial el Rey Don Pelayo. No ha variado —por consiguiente— ni en la esencia ni en la forma el escudo de Gijón, objeto del público respeto.

Escudo de Gijón reproducido en el cuadro titulado Puerta de la Villa o del Infante, vista desde la calle Ancha de la Cruz hoy calle Corrida de Ernesto Gutiérrez, h. 1865. Museo de la Torre del Reloj

De izquierda a derecha: Sello del «Ayuntamiento Constitucional de Gijón» con el escudo de la villa, 1876. Expediente 130/1876 Sello del «Ayuntamiento Popular de Gijón» con el escudo de la villa, 1873. Expediente 44/1873 Sello del «Ayuntamiento Constitucional de Gijón» con el escudo de la villa, 1877. Expediente 191/1877 Sello del «Ayuntamiento Constitucional de Gijón» con el escudo de la villa, 1890. Expediente 79/1890

Más que «un guerrero romano de los tiempos del imperio», lo que el entrepaño representaba era un guerrero medieval de la época de la Reconquista. Precisamente la cuestión de la vestimenta de la figura de Pelayo fue abordada por todos aquellos que trataron de una u otra forma el sello de armas de Gijón. El debate se centró tradicionalmente en la corrección del atuendo de la figura pelagiana. Según el propio Caveda, en 1873 la figura del «guerrero romano» [sic] fue transformada en un «guerrero godo», corrigiéndose de esa forma el anacronismo que presentaba. Sin embargo, según consta en la documentación municipal del archivo, desde mediados del siglo xix hasta mediados del siglo xx, en que se estableció el actual escudo, para la iconografía oficial de Pelayo se utilizaron alternativamente, y a veces de forma simultánea, dos modelos diferentes. El primer tipo —que procede de una tradición heráldica de los siglos xiv y xv— representaba a Pelayo de punta en blanco, como un guerrero de los tiempos de la Reconquista, tal y como se encontraba en el entrepaño de la Puerta de la Villa y es descrito por Caveda. El segundo tipo —que sustituyó al anterior en 1873— representaba a Pelayo con casco de cuero, loriga de metal cubriendo

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Escudo de la villa de Gijón en un empréstito municipal de 1899 (izquierda)

el cuerpo y medias de lana y cuero en las piernas, más acorde con la figura histórica del caudillo astur. Ambos modelos tienen, por tanto, su explicación histórica y han de ser considerados antiguos con relación al empleado en la actualidad, que es la representación moderna. En los sellos municipales estampados en la documentación conservada en el Archivo, y según la recopilación realizada en su día por Agapito González Ordóñez, se puede observar cómo se produce una alternancia constante en la utilización de ambas tipologías pelagianas entre 1826 y 1927. Además de la vestimenta, también la espada contribuyó a configurar, aunque de forma secundaria, las diversas representaciones que existieron históricamente de Pelayo en el escudo y sello de Gijón. En 1865 se inauguró el actual edificio de la casa consistorial y en su cúspide se situó un escudo de la villa en el que se representaba la figura de Pelayo como «guerrero godo» con la cruz de la victoria en la siniestra y la espada desnuda en la diestra, pero orientada al centro. Esta imagen pelagiana dio lugar a un buen número de sellos que alternaron con otros que orientaban la espada al exterior, como sucede en el actual. Por otra parte, sólo la figura de Pelayo de punta en blanco empleó indistintamente la espada hacia abajo y hacia arriba, como ocurre en el pendón decimonónico de la «Municipalidad de Gijón» o en el entrepaño de la Puerta de la Villa, que siguen esta línea iconográfica frente a la más habitual de espada mirando al suelo. Asimismo, en 1891 se erigió, como había propuesto en su día Gaspar de

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Escudo de Gijón en los timbres municipales de una peseta y veinticinco céntimos, 1903. Expediente 669/1927 (derecha)

Escudo de Gijón impreso en un título de nombramiento de sereno de 1888. Expediente 669/1927 (arriba) Sello del «Ayuntamiento Constitucional. Gijón» con el escudo de la villa, h. 1882. Expediente 77/1873 (abajo)

Sello del «Ayuntamiento Constitucional. Gijón» con el escudo de la villa, 1911. Expediente 288/1911 (izquierda) Sello de la «Alcaldía Constitucional. Gijón» con el escudo de la villa, 1913. Expediente 669/1927 (derecha)

Jovellanos, una estatua de Pelayo en la plaza del Marqués. La representación del caudillo astur como «guerrero godo», con la cruz de la victoria en la diestra, y la siniestra apoyada simplemente en un escudo, ocasionó el uso de otra serie de iconografías de nuevo cuño que durante la primera mitad del siglo xx convivieron con todos los anteriores. Todos estos detalles dieron lugar a una gran variedad de representaciones pelagianas que se reflejaron en la propia documentación municipal durante la segunda mitad del siglo xix y primera del siglo xx, y que crearon un gran número de dudas en diversas ocasiones.

Alcalde, autor también de la propuesta, llevará a una de las próximas sesiones otra proposición en el sentido de sacar a concurso entre los artistas, un dibujo con la nueva alegoría que llevará el escudo, esta-

La alternancia en la utilización de los dos modelos históricos básicos se mantuvo prácticamente sin variación hasta la época de la guerra civil, en que se acordó un cambio sustancial en la iconografía municipal. El 7 de noviembre de 1936, el alcalde Avelino González Mallada propuso a la Comisión Gestora que el escudo de Gijón no represente á Pelayo ni tenga corona mural, y sea sustituido por otro escudo que sea de bordes rojos y fondo blanco con una figura de nave fenicia, vela desplegada y como corona una rueda dentada. […] que se derribe la estatua de Pelayo y se erija sobre la misma base una á la libertad, dándole a la plaza el nombre de Progreso.

El alcalde anarquista pretendía establecer, por tanto, un escudo totalmente desvinculado del pasado de la villa, ligándolo a nuevos valores que deberían regir en adelante el destino de los gijoneses y en los que el progreso sería la idea rectora, frente a la tradición. La gestora frentepopulista abordó la propuesta del alcalde el día 14, acordando dejarla para más adelante. No obstante, el día 24 el diario El Noroeste se hizo eco de la resolución tomada por el consistorio en estos términos:

bleciendo un premio de 500 pesetas, escaso desde luego, pero que las circunstancias imponen que sea reducido, aunque el verdadero galardón para el artista premiado lo constituirá el hecho de ser el autor de los blasones que figurarán en dicho escudo gijonés.

No parece ser que al final fuera convocado el concurso, adjudicándose directamente el encargo al artista gijonés Germán Horacio, hijo del escritor Pachín de Melás, que realizó un boceto del sello, conservado en el Archivo Municipal, en el que se representa una nave fenicia con la vela desplegada y como corona una rueda mecánica dentada. La intención del cambio propuesto es tan evidente como su alegoría a favor del desarrollo industrial y del progreso que predominaban en la época.

Sello del «Ayuntamiento Constitucional. Gijón» con el escudo de la villa, 1933. Expediente 3/1933 (izquierda) Sello de la «Comisión Municipal Permanente. Gijón» con el escudo de la villa, 1927. Expediente 660/1927 (centro) Sello del «Montepío Municipal. Gijón» con el escudo de la villa, 1927. Expediente 668/1927 (derecha)

Después de la guerra civil y hasta 1949 estuvo en uso un nuevo sello municipal formado por el escudo pelagiano y el escudo español con el águila imperial y el yugo y las flechas. El origen de este escudo se hallaba, según el secretario general del Ayuntamiento de aquel entonces, Fernando Díez Blanco, en que A la liberación de Gijón, por una exaltación patriótica y sin haber

Escudo de Gijón en un empréstito municipal de 1924 para la traída de aguas

Por el Ayuntamiento se ha dado ayer traslado a la Diputación Pro-

obtenido la autorización superior, ni tampoco tener esta Secretaría

vincial que funciona en Gijón del acuerdo de la Gestora Municipal, a

conocimiento oficial del asunto, se encargaron los actuales sellos,

propuesta del Alcalde, de […] cambio de escudo de Gijón que, según

agregando a la efigie de Pelayo el escudo Nacional, dualidad que

informamos, se acordó hacer desaparecer en él la figura de Pelayo; el

motiva dudas y errores respecto de nuestro sello oficial.

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Escudo de Gijón en los empréstitos del mercado de la pescadería, 1927

Bocetos de sellos municipales realizados por Germán Horacio en 1936 por encargo de la Comisión Gestora Municipal. Expediente 126/1949 (izquierda)

Por esa razón, ese año se abordó de nuevo la cuestión del escudo y el sello municipal, iniciándose a partir de entonces una revisión del mismo que culminará con el encargo de un nuevo y definitivo escudo. El 21 de julio de 1949 Díez Blanco elevó un informe a la Alcaldía sobre la incorrección de los sellos municipales que estaba utilizando el Ayuntamiento en aquellos momentos que dio origen a la apertura del oportuno expediente municipal. El 2 de agosto la Comisión Municipal Permanente acordó encargar a la Comisión de Cultura el estudio y posterior dictamen del asunto y que «oídas a las personas mas viejas de la población (teniendo en cuenta que han desaparecido los documentos interesantes que obraban en los Archivos Municipales, durante la época roja) y demás datos que puedan obtener, hagan propuesta razonada sobre el escudo definitivo de Gijón». Como consecuencia de este acuerdo se encargó al cronista oficial de Gijón, Fabriciano González, Fabricio, la elaboración de un informe sobre el escudo municipal que remitió al Ayuntamiento el 12 de septiembre. De modo que el día 16 la Comisión de Cultura elaboró el dictamen correspondiente en los siguientes términos: En resumen de todo lo realizado, se desprende, que en efecto el guerrero armado de punta en blanco con la espada levantada en la diestra y la Cruz en la siniestra es el Rey Don Pelayo, y así figuraba también en el llamado Arco del Infante o Puerta de la Villa, del que se conservan fotografías que examinadas detenidamente comprueban que ese escudo de armas de la villa coincide con el que existe en cuero repujado en el Archivo Municipal y no hay duda

Informe sobre el escudo de armas y el sello municipal de Fabriciano González Fabricio, cronista oficial de la villa, 1949. Expediente 126/1949

El escudo en cuero repujado citado, obra de M. Cabello, todavía se conserva en el Archivo Municipal, pero sin que haya sido posible datar con exactitud la fecha de su realización. La comisión cometió, no obstante, el error de citar primero a Pelayo «con la espada levantada en la diestra», refiriéndose a la imagen de la Puerta de la Villa y después «con la espada desnuda en la diestra», con relación al modelo de escudo propuesto. En cualquier caso, en todas las imágenes de Pelayo, ya sea vestido «de punta en blanco» o de «godo», siempre aparece con la espada desenvainada en la mano derecha, pero orientada hacia el suelo, excepto en el pendón antiguo, que aparece con la espada levantada, y en el propio escudo de cuero repujado.

de que es el que tiene adaptado [adoptado] Gijón desde hace siglos aunque se haya hecho el anacronismo de cubrirle unas veces con la corona real y otras con la mural […]. Por tanto, esta Comisión de Cultura propone que el escudo de armas de la Villa y el que llevarán los sellos oficiales y membretes sea el que de antiguo usaba Boceto de sello para la Alcaldía con los escudos de la villa y del nuevo régimen salido de la guerra civil, h. 1940. Expediente 126/1949

el Ayuntamiento, consistente en la efigie del Rey Don Pelayo, de pie, armado de punta en blanco con la espada desnuda en la diestra y la Cruz en la siniestra.

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Entre el 16 de septiembre, día en que se presentó la propuesta de la Comisión de Cultura, y el 18 de octubre, momento en que la Comisión Municipal Permanente celebró sesión ordinaria sobre este asunto, el secretario general del Ayuntamiento Díez Blanco localizó el acuerdo del 12 de agosto de 1649 que clarificaba definitivamente la cuestión del escudo antiguo municipal. De modo que

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Escudo de Gijón en cuero repujado, conservado en el Archivo Municipal de Gijón, h. 1940

Examinados todos los antecedentes, informes y estudios que se han hecho y teniendo en cuenta el testimonio fehaciente del acta de la sesión de 12 de agosto de 1646 [1649] que da prueba indiscutible de cuáles son las armas tradicionales de Gijón, la Comisión Municipal Permanente aprueba que sea el Rey Don Pelayo con la Cruz de la Victoria en la izquierda y la espada desenvainada en la derecha, punta hacia el suelo, todo ello con corona real encima, facultando al Señor Alcalde para que encargue un dibujo o más, que pasarán después a la sanción de la Permanente, para acordar en definitiva lo que proceda.

Sin embargo, aunque la cuestión de la figura de Pelayo quedaba resuelta al haber sido localizado el acuerdo de 1649, los demás elementos que conformaban la representación daban pie a la controversia, ya que el acuerdo no aportaba ningún dato sobre ellos. De modo que el 25 de octubre la Comisión Municipal Permanente acordó facultar al alcalde para que le presentase «los dibujos definitivos para su sanción». Sin embargo, hubo discrepancias sobre la manera en que debía realizarse el diseño definitivo de la figura pelagiana, ya que este asunto volvió a tratarse el 2 de diciembre, resultando un nuevo acuerdo:

Escudo oficial de Gijón dibujado por Iván Fernández Candosa, 1949. Expediente 126/1949

el encargo del dibujo que ha de ser el definitivo, para constancia oficial en el archivo municipal, toda vez que es único que de manera auténtica ha podido comprobarse, y que representa heráldi-

El Ayuntamiento Pleno, vistos los antecedentes acuerda: Primero,

camente a la villa, dando fin con este acuerdo a los anacronismos

aprobar por unanimidad que el escudo de Gijón sea la efigie del

que en los últimos años se habían introducido en el escudo, por lo

Rey Pelayo con la Cruz de la Victoria; y segundo, que los ele-

que en su confección gráfica deberá ser presentado con corrección

mentos accesorios se sometan a votación, y al efecto se acuerda

histórica perfecta.

que la efigie del Rey Pelayo ha de llevar la Cruz de la Victoria en la mano izquierda, y la espada desenvainada hacia abajo en la mano derecha. Votan únicamente en contra de este acuerdo el Señor Bonet y el Señor Díaz Junquera, y también con el voto en contra de estos dos mismos señores, se acuerda que la Cruz ha de llevar báculo. Asimismo el Ayuntamiento Pleno, aceptando la sugerencia del Señor Alcalde-Presidente sobre la trascendencia Sello utilizado por la Administración Municipal de Rentas y Exacciones. Inspección de Aguas y Alcantarillado en 1959

de la resolución tomada, acordó que debe hacerse constar en un documento especial con la firma de todos los Señores Concejales, facultando al Señor Alcalde tanto para esa indicación como para

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Se encargó entonces al artista gijonés Iván Fernández Candosa la confección del escudo de Gijón según los criterios del acuerdo plenario. El resultado final fue un Pelayo sumamente idealizado —inspirado en la representación pictórica de Federico Madrazo—, con indumentaria medieval y la espada desenvainada hacia abajo en la mano derecha y la cruz de la victoria enjoyada y empotrada en un báculo en la izquierda levantada. El Archivo Municipal conserva dos reproducciones originales de este escudo firmadas por Fernández Candosa.

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Sello del Ayuntamiento de Gijón con un nuevo diseño del escudo de la villa, h. 1960

Treinta años después, el 21 de marzo de 1980, durante la alcaldía de José Manuel Palacio, varias personas —entre las que se encontraba la futura alcaldesa Paz Fernández Felgueroso— solicitaron al Ayuntamiento la restitución del escudo antiguo que figuraba en la Puerta de la Villa, lo que dio lugar a la apertura de un expediente en el que se exponía que […] viviéndose en la actualidad un momento histórico de recuperación de símbolos de identidad —en esa línea está el acuerdo de los partidos parlamentarios en cuanto a la modificación del actual escudo nacional, recuperando como tal el anteriormente vigente que se remonta a 1868— y habida cuenta de que el escudo de nuestra villa fue cambiado y no es el que originariamente tuvo que se remonta a 1649, y habida cuenta igualmente de que los firmantes entienden que la recuperación de la entidad histórica no pasa únicamente por el cambio de denominación de calles y plazas, sino también por otros variados aspectos, entre los que se encuentra la recuperación del escudo antiguo de la villa, que por otra parte sigue presente en reposteres y talla, es por lo que, solicitamos que […] se acuerde declarar escudo vigente de Gijón el denominado al presente «Escudo antiguo de la Villa».

El modelo antiguo al que se referían quienes suscribían la anterior solicitud era el de la figura «de punta en blanco», con armadura, yelmo emplumado y espada en alto, es decir, el que se hallaba en la vieja Puerta de la Villa y aparece en el cuero repujado y coloreado conservado en el Archivo Municipal. No obstante, el Ayuntamiento no mostró mucho interés por este asunto, dado que dicho expediente permaneció inconcluso y fue archivado definitivamente en ese mismo año.

Logotipo de la nueva imagen corporativa turística de Gijón, realizado por la empresa Cyan en 1990 y que utiliza como motivo la silueta de la escultura «El Elogio del Horizonte» de Eduardo Chillida

En 1992, durante la alcaldía de Vicente Álvarez Areces, la Comisión de Empleo y Desarrollo Local propuso «el rediseño del escudo de Gijón», con el propósito de conseguir «una identificación de Gijón con una figura que le dé personalidad», pero sin que ello significara que fuera a sustituir al escudo oficial.

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A pesar de que la imagen inicial propuesta fue descartada, la comisión siguió trabajando en la elaboración de un Manual Básico de Imagen Corporativa aprobado poco tiempo después. Se simplificó el escudo oficial basado en la obra de Fernández Candosa, pero sin caer en el esquematismo simplista de la propuesta anterior. El escudo de la villa se modernizaba y adaptaba a los nuevos tiempos, actualizando y normalizando su utilización con motivo de diversos usos, como los impresos formularios oficiales o las rotulaciones. Dos años antes, la corporación municipal había preparado otro manual de semejantes características, pero regulando la utilización de un logotipo con fines fundamentalmente turísticos incluyendo la escultura El Elogio del Horizonte de Eduardo Chillida como motivo principal. Finalmente, en 1998, el Ayuntamiento aprobó un nuevo Manual de Identidad Gráfica para combinar con el de 1992. En este caso, se estableció un logotipo con las letras «A+G», en referencia a las iniciales del «Ayuntamiento de Gijón», que desde entonces el consistorio emplea conjuntamente con el actualizado de Iván Fernández Candosa, aunque sólo en el ámbito publicitario.

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Rediseño del escudo de Gijón propuesto por la Comisión de Empleo y Desarrollo Local, que no se llevó a cabo, 1992 (izquierda)

Imagen oficial del logotipo municipal (realizado por la empresa Taller Gráfico Llanos Heredia) según el Manual básico de imagen corporativa aprobado en 1992 (derecha)

Logotipo de la imagen corporativa publicitaria «A+G», realizado por la agencia Zamorano en 1998

Bandera de Gijón ondeando en La Escalerona, h. 1933. ccs 2.266

Medallas corporativas antiguas conservadas en la Casa Consistorial

Bandera oficial del municipio de Gijón

Por otra parte, además del escudo de armas con la iconografía pelagiana, Gijón dispuso también de la bandera municipal como elemento distintivo, que identifica a la villa al menos desde principios del siglo xx. Una real orden de 1845 asignaba a todas las provincias marítimas del país la bandera que debían llevar los barcos que se matriculaban en ellas. Los diseños respondían a un antiguo código de señales marítimas del siglo xviii, pero su implantación dio lugar a las banderas de muchas localidades. La de la provincia marítima de Gijón tenía el fondo blanco y un borde rojo en sus cuatro lados y se asignaba a todos los buques matriculados en la región. La corporación gijonesa adoptó esa bandera para la representación del concejo, añadiéndole posteriormente el escudo de armas en el centro, solución que también adoptó la corporación municipal de Carreño.

Matriz de sello diseñado por B. Serrano, de Bilbao, conservado en el Archivo Municipal

del Ayuntamiento de Gijón, aprobado en 1848, la utilización de este tipo de estandartes en el concejo se remonta a la Edad Media. En realidad, existieron tres pendones según ese reglamento, de los que se conservan dos, el principal o «de primera clase» —restaurado en 1992—, utilizado en los actos públicos más solemnes tanto civiles como religiosos, y el «de luto», de color negro. El pendón de primera clase lleva en ambos lados el escudo bordado con la figura de Pelayo de «punta en blanco», como el que figuraba en la Puerta de la Villa, representación que, en definitiva, ha venido identificando a Gijón al menos durante los últimos cuatro siglos.

El antecedente inmediato de la bandera municipal se encuentra en el pendón de la «Municipalidad de Gijón» que el consistorio empleaba en los actos oficiales y especialmente en aquellos en que acudía en «forma de villa». Aunque su uso quedó compilado en el Ceremonial

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Sellos de caucho y latón antiguos utilizados por la administración gijonesa y conservados en el Archivo Municipal

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Plano del puerto artificial de Gijón, población y arrabales de Miguel Menéndez Duarte, 1837. cm 1.826 (izquierda)

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viii.

Gijón en plano. El desarrollo urbano



y los planes de ordenación

Gijón llegó al siglo xviii reducido al emplazamiento primigenio de Cimavilla en el cerro de Santa Catalina y a su apéndice de Baxovilla en la extensión que lo unía a tierra firme. A finales de la centuria, como consecuencia de la mejora de las comunicaciones y las reformas en el puerto, la villa experimentó un crecimiento espacial hacia poniente, en el arrabal de La Rueda, y hacia mediodía. El arrabal de La Rueda —el futuro barrio de El Carmen— surgió como un núcleo manufacturero y comercial frente al arenal de Pando, vinculado al puerto y protegido del mar por el paredón de El Natahoyo, siendo la única zona que conoció una intensa ocupación en esta época. El crecimiento meridional se produjo siguiendo las directrices del programa de reformas que Gaspar de Jovellanos había presentado a la corporación municipal en 1782 y que esta aprobó íntegramente. El documento, que constituye el primer plan urbanístico de la villa, además de la construcción de una cerca que preservara a la ciudad de «los insultos de las arenas y del mar», proponía en su interior una trama ortogonal con calles «trazadas a cordel» en dirección norte-sur, cortadas por otras transversales, resultando manzanas rectangulares y alargadas. La ejecución del programa jovellanista se puso en marcha inmediatamente y en 1797 se inició la construcción del Instituto Asturiano y de la plaza contigua, «a igual distancia de los extremos de la villa», que constituían los centros de referencia de la nueva trama urbana. Por otra parte, tras su desecación, se incorporaron definitivamente a la ciudad los terrenos cenagosos e insalubres de El Humedal, en el suroeste de la villa, lo que eliminó un problema sanitario y habilitó una reserva de suelo que será ocupado mediada la centuria siguiente.

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Plano de la Villa y Puerto de Gijón de Francisco Coello y Quesada, 1870. Servicio Geográfico del Ejército

Al comenzar el siglo xix Gijón abarcaba, por tanto, los emplazamientos históricos del cerro de Santa Catalina y su istmo y las tres áreas incorporadas pocos años antes. Sobre la trama del ensanche jovellanista se concentrará durante la primera mitad del siglo la actividad constructiva y el limitado crecimiento de la villa. La calle de Corrida o Ancha de la Cruz constituía el eje sobre el que giraba el desarrollo meridional de la población, conectando la Puerta de la Villa con el puerto, así como el lugar donde se asentaba preferentemente la incipiente burguesía local. No obstante, hacia 1830, al oeste de esta calle todavía existían grandes parcelas rurales y el sector oriental de la trama urbana estaba todavía poco poblado en las zonas más próximas al arenal de San Lorenzo, mientras que Cimadevilla, el arrabal de La Rueda y el espacio central del ensanche jovellanista presentaban ya un considerable grado de ocupación.

Relación de terrenos procedentes de las antiguas fortificaciones en 1888. Expediente Especial 113

Con motivo de la primera guerra carlista, este conjunto fue declarado plaza fuerte y rodeado con una muralla defensiva en 1837 por imperativo de una real orden que preveía la fortificación de las ciudades costeras y capitales de provincia. Así se refleja en un expediente especial conservado en el Archivo Municipal originado como consecuencia de todo el proceso de recuperación de terrenos militarizados y su posterior gestión urbanística, incluida la venta de terrenos a particulares para la construcción de edificios. La muralla, proyectada por el ingeniero militar Celestino del Piélago, presentaba la forma de una estrella irregular de cuatro puntas que coincidían, de este a oeste, con lo que serán posteriormente la plaza de San Miguel, el paseo de Begoña, la zona de El Humedal y la estación del ferrocarril de Langreo. La fortificación, que albergaba unas sesenta hectáreas, no sólo condicionó el crecimiento espacial de la villa, marcando su límite físico y legal hasta la década de 1870, sino que determinó también la ubicación de diversas instalaciones industriales que se emplazaron en terrenos limítrofes a la muralla y próximos al puerto y a las principales vías de acceso a la ciudad, a excepción de la Fábrica de Tabacos, que se

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estableció en el desamortizado convento de las agustinas recoletas en Cimadevilla. Así, la fábrica de vidrios La Industria y la fundición La Begoñesa se situaron en torno a la punta de la estrella más meridional, mientras que las instalaciones del ferrocarril de Langreo se ubicaron en la punta más occidental, y la fundición de Hulton y Compañía, en el nudo que formaba la confluencia de las carreteras de Castilla y Carbonera. La degradación del barrio de Cimadevilla —como consecuencia de su proletarización, de la escasa calidad de su edificación, del uso militar del cerro y de la ubicación de la cárcel en la Torre del Reloj— empujó a los estratos más acomodados de la ciudad a ocupar las calles del ensanche jovellanista, donde la construcción de viviendas acordes con su estatus se acompañó de operaciones de mejora de la trama viaria y el ornato público. Asimismo, se levantaron edificios y espacios públicos que reforzaron su carácter como ámbito de representación burgués. El Instituto Asturiano marcó las pautas arquitectónicas para continuar dentro del academicismo clasicista. A su lado se levantó el Teatro Jovellanos, y, junto a los viejos palacios de la nobleza local, la nueva casa consistorial, obras las dos del arquitecto Andrés Coello. A los paseos de El Bombé y Campo Valdés, ubicados en los costados occidental y oriental del cerro de Santa Catalina, respectivamente, se añadió un nuevo salón urbano en Begoña con una doble hilera de álamos. Se abrieron calles, se trazaron nuevas alineaciones y se suprimieron callejones. La instalación del ferrocarril de Langreo en 1852 supuso, por otra parte, importantes alteraciones en el barrio de El Carmen, reforzándose su carácter fabril y portuario. Todo este desarrollo urbano llevó al Ayuntamiento a plantearse la necesidad de contar con un plano de la villa como instrumento que permitiera la ordenación de la actividad urbanística, aprobándose en 1844 una nuevas ordenanzas municipales con este fin.

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A mediados del siglo xix se inició la ocupación del arenal de San Lorenzo, cuando en 1853 el marqués de Casa Valdés adquirió su mayor parte y lo retuvo hasta que se pudiera aplicar sobre él un plan de urbanístico de ensanche. Diez años después, el arquitecto municipal Lucas María Palacios Rodríguez presentó un plano que marcaba las futuras alineaciones del arenal, con una trama ortogonal, pero fue descartado por el Ayuntamiento, que prefería que la orientación de las manzanas sirviese de defensa contra los vientos dominantes. En 1867, el ingeniero militar Francisco García de los Ríos y Requena presentó, con la firma del arquitecto Juan Díaz y del propio Lucas María Palacios, el plano definitivo para la urbanización del arenal de San Lorenzo del que se desconoce su actual paradero. El plan de ensanche establecía una trama en damero de 40 hectáreas, con la calle de Uría como eje director, que se soldaba con la ciudad consolidada a través de la plaza elíptica de San Miguel, único de los espacios públicos proyectados que se llevó a cabo. En 1875 estaban trazadas las calles de dirección esteoeste, mientras que las perpendiculares tardaron más tiempo en ser abiertas. Las primeras edificaciones, no obstante, tuvieron que esperar al derribo de las murallas, tras su reversión al concejo en 1877. Hasta finales del siglo se levantaron más de cuatrocientos edificios; los más modestos se localizaron en el sector oriental, mientras que los de mayores pretensiones arquitectónicas, dirigidos hacia las capas sociales acomodadas, se situaron en las calles de conexión con la ciudad histórica. La existencia de grandes manzanas cerradas, ocupadas por edificaciones de escaso fondo, permitió aprovechar su interior mediante la construcción de habitaciones obreras —las denominadas ciudadelas— con unas condiciones de habitabilidad y salubridad mínimas y que se extendieron por la mayor parte de los barrios surgidos a partir del último tercio del siglo xix. Lucas María Palacios, además del plan de ensanche del arenal, preparaba una planimetría general de la población que no llegó a concluir. El Ayuntamiento encargó entonces a Francisco

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Pensamiento elevado a la respetable Corporación municipal por su regidor síndico sobre el derribo de la fortificación, 24 de diciembre de 1862. Expediente Especial 113

Hoja del Plano de Gijón de Francisco García de los Ríos, 1867

García de los Ríos la elaboración de un plano de la villa que se limitara al trazado del espacio albergado dentro de las murallas, «con exclusión de sus fortificaciones y zonas exteriores». En 1867 puso el documento, «dibujado en la parte relativa a lo existente», a disposición del Ayuntamiento junto al nuevo plan de ensanche del arenal de San Lorenzo. El plano de la ciudad intramuros representa la configuración de Gijón justo antes de su gran desarrollo tras el derribo de la muralla y su empuje industrial. El plano original se nos presenta como un libro de gran formato y 38 hojas, en el que se recogen, con gran detalle y a escala 1:250, las 145 manzanas, 74 calles, 24 travesías y 13 plazuelas que componían la ciudad intramuros por esas fechas.

Acta de subasta de solares en Begoña resultantes del espacio que ocupaba la fortificación, 1890. Expediente Especial 113

Con la desaparición del marco físico y legal que imponían las murallas, Gijón experimentó una acelerada expansión espacial, pasando de 60 hectáreas, en 1869, a 388, en 1910, como consecuencia del importante desarrollo industrial y el consiguiente aumento demográfico. El crecimiento del plano urbano fue simultáneo, no obstante, a la consolidación y transformación de la trama urbana preexistente y a la aparición de una serie de servicios y espacios públicos. Las corporaciones gijonesas vieron la necesidad de planificar la nueva ciudad de una manera ordenada, y recurrieron entonces —como muestra un expediente municipal de

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1877— a la aplicación de un ensanche de población. El proyecto se adjudicó al ingeniero Javier Sanz Larumbe, y su programa, que constaba de tres apartados: memoria, planos y presupuesto, se aprobó en 1878. La memoria debía recoger estudios sobre la ciudad heredada, la zona de ensanche y el subsuelo. La importancia concedida al saneamiento llevó a Javier Sanz a efectuar un detallado análisis del alcantarillado de la ciudad en 1896. Sin embargo, la entrega del plan de ensanche que debía ordenar el crecimiento de la población se demoró hasta 1900, cuando ya carecía de toda utilidad. Se representó a la villa en varios planos: uno general, que «comprendía la zona del ensanche, la antigua población y los accidentes topográficos de otra zona alrededor de los límites de aquella, en la extensión de un kilómetro», y otro que incluía el estudio de las rasantes de las calles y del alcantarillado.

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Plano del Proyecto de Ensanche y Reforma de Gijón publicado en la Guía ilustrada de la villa y puerto de Gijón de Nemesio Martínez, 1884

arenal, en la que se ubicaron la nueva cárcel del partido judicial y un cuartel militar a principios de siglo. Hubo otras parcelaciones de dimensiones más reducidas, como Pumarín o Los Llanos, en zonas más alejadas del centro urbano, en torno a las carreteras de Oviedo, Carbonera y de Pola de Siero.

Plano del proyecto de ensanche y mejora de Gijón de Javier Sanz Larumbe, terminado hacia1900

Caja original de madera en que se presentó uno de los proyectos municipales de saneamiento en el siglo xix

Mientras Javier Sanz realizaba el proyecto de ensanche, la propia dinámica de la ciudad fue desarrollando la extensión del plano urbano, aunque de forma desordenada. En la década de 1870, el arenal de Pando, localizado al oeste del cerro de Santa Catalina, se vio sumamente transformado con la construcción de los muelles de Fomento, que dieron lugar a una amplia banda de suelo ganada al mar en la que se abrió una nueva calle, la del Marqués de San Esteban, que unía la estación del ferrocarril del Noroeste —instalada en 1874— con el centro urbano. La necesidad de dar alojamiento a la gran cantidad de trabajadores industriales que llegaban a la ciudad y el elevado precio del suelo planificado en el ensanche del arenal de San Lorenzo dieron lugar a la difusión de una serie de asentamientos proletarios, generados mediante parcelaciones particulares, sin que mediara la planificación municipal, que consistían en un sencillo trazado viario sobre fincas rústicas, conectándose cada una de ellas al casco urbano por una simple vía de acceso. Caracterizados por la carencia generalizada de servicios o equipamientos urbanos, el hacinamiento y la insalubridad, estos nuevos barrios se establecieron entre 1880 y 1910 en torno al perímetro urbano que formaban la trama jovellanista, el ensanche y los barrios obreros de El Natahoyo y La Calzada. Las primeras, ejecutadas próximas a la ciudad histórica y al ensanche, fueron El Fumeru en 1887 y El Coto del Real en 1888. Sin embargo, la más amplia fue El Coto de San Nicolás, de la misma extensión que el propio ensanche del

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Mientras la ciudad crecía espacialmente, en su interior se iban produciendo una serie de reformas encaminadas a la mejora de la conexión entre sus diferentes elementos y al reforzamiento del carácter burgués de determinados sectores de la población, como el barrio de El Carmen, los terrenos de Fomento, la trama central del ensanche jovellanista y el entorno de Begoña, que acentuó la segregación social del espacio. Este conjunto urbano se convirtió pronto en la sede de las actividades terciarias y en el lugar de residencia preferente de los grupos sociales más acomodados. El viejo caserío dio paso a edificaciones de mayor altura que seguían los planteamientos estilísticos del momento. Aparecieron, además, toda una serie de espacios públicos y de ocio destinados a estos sectores sociales. Se abrieron las plazas de San Miguel y de Capua y Los Campinos de Begoña, al tiempo que se ampliaba el paseo homónimo, rebautizado con el nombre de Alfonso XII. En el ensanche del arenal se levantaron el complejo de Los Campos Elíseos y la Plaza de Toros, y

Plano de Gijón de Ricardo Casielles, 1910

Plano del arteriado de las aguas en la villa de Gijón firmado por los arquitectos Mariano Medarde y Mariano Marín, 1896-1899

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en la playa se instalaron cuatro balnearios. Se prolongó la calle del Instituto hasta el puerto para liberar del tráfico carretero a la calle de Corrida, cuyo primer tramo se convirtió en bulevar. Se terminó el Muro de San Lorenzo hasta la ería del Piles y se habilitó como paseo marítimo. Este conjunto urbano fue dotado, además, con toda una serie de servicios básicos que tardaron muchos años en extenderse al resto de la ciudad. El desarrollo que experimentó la villa desde la demolición de la muralla quedó perfectamente reflejado en el plano de Gijón que los ingenieros Ricardo Murrieta y Vicente Puyal presentaron al Ayuntamiento en 1928, donde se muestra la ciudad que llegó a la guerra civil. El suelo incorporado a la ciudad mediante los mecanismos de ensanche y parcelación particular se ha ido ocupando y la trama viaria va enlazando los distintos sectores entre sí, salvo los núcleos más alejados de la periferia, que no fueron incorporados hasta los años sesenta del siglo xx.

Cuadrantes centrales del Plano de Gijón de Ricardo Murrieta y Vicente Puyal, 1928

Caja y carpeta originales en madera y cuero repujado que contenían el Plano de población de Gijón de Ricardo Murrieta y Vicente Puyal de 1928

Pocos años después, el inicio de la guerra civil propició una sustancial transformación de la ciudad. La Gestora Municipal del Frente Popular, presidida por el anarquista Avelino González Mallada, se propuso realizar una profunda reforma interior con el fin de descongestionar la trama urbana. Se derribó un gran número de edificios del centro de la ciudad como paso previo a la aplicación de un ambicioso plan de reformas urbanas firmado por el arquitecto municipal Avelino Díaz y Fernández Omaña, que fue aprobado por el consistorio en 1937. Se demolieron, entre otros edificios, los balnearios de la playa de San Lorenzo, las llamadas casas de Veronda, la manzana donde se ubicaba el Hospital de la Caridad, el convento de las agustinas y el mercado de Jovellanos; asimismo, se ensancharon plazas, como las del Seis de Agosto o Capua, y se remodelaron numerosas calles, como el arranque de la carretera de Oviedo. El plan de reformas, antecedente de los actuales planes de ordenación urbana, no constituía, sin embargo, un instrumento de planificación global, puesto que se centraba en solucionar los problemas de circulación, ajustando la trama viaria

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Vista aérea de Gijón, 1931. ccs 2.968

existente. Planteaba fundamentalmente el trazado de grandes vías de comunicación este-oeste y el ensanche de los accesos por las carreteras Carbonera y de Oviedo y, de forma secundaria, la creación de espacios verdes en los barrios obreros de la ciudad. La derrota republicana en la guerra significó, no obstante, la paralización del plan de reforma, que quedó limitado al derribo de un buen número de edificios, si bien su ideario fue asumido posteriormente por el Plan de Extensión y Ordenación de la Villa, de Germán Valentín Gamazo, el primer documento para la planificación global de Gijón, que fue aprobado por el Ayuntamiento en 1947, tras la contienda civil. El nuevo plan organizaba la ciudad sobre la base de la ordenación y estructuración de la trama viaria existente y la planificación y regulación del crecimiento espacial, para lo que consideraba imprescindible «establecer una zonificación en la villa que ordene la distribución de las distintas actividades y usos del suelo urbano, como condición indispensable para lograr un desarrollo armónico». Distinguió, en este sentido, un sector occidental, orientado a las actividades industriales, portuarias y ferroviarias, del resto de la población, dedicado a áreas residenciales, con una densidad decreciente desde el centro a la periferia. Sin embargo, el alcance del plan fue muy limitado, puesto que las ordenanzas de construcción fueron modificadas al poco de su entrada en vigor para permitir un mayor volumen edificable en el sector central de

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Vista aérea de Gijón, 1931. ccs 2.963

Vista aérea del barrio de Cimadevilla hacia 1935. ccs 4.170

Plano de la zonificación existente en 1966 según el Plan General de Ordenación Urbana de Gijón de Enrique Álvarez-Sala y Joaquín Cores Uría, 1966

Proyecto de espacios verdes y edificios de enseñanza del Plan de Extensión y Ordenación de la ciudad de Germán Valentín Gamazo, 1942

la ciudad, donde el precio del suelo era más alto, favoreciendo de esta forma prácticas irregulares en el desarrollo urbanístico sin tener en cuenta los intereses generales y las condiciones de vida de sus vecinos.

Caja original en madera con escudo municipal policromado en la que Germán Valentín Gamazo presenta en 1945 su proyecto de Plan de Extensión y Ordenación al Ayuntamiento

Hasta los años sesenta, mientras los organismos públicos intentaban solucionar el problema de la vivienda obrera, centrándose por lo general en la periferia, la iniciativa privada se orientó a la construcción de residencias para los sectores acomodados en el centro de la ciudad. La instalación de la siderurgia de uninsa —posteriormente ensidesa Este— en la parroquia de Veriña a principios de los años sesenta y el desarrollo del espacio portuario de El Musel propiciaron el despegue demográfico y el consiguiente desbordamiento de la estructura urbana precedente. Se incorporaron definitivamente a la ciudad los núcleos más alejados de la periferia y en el centro se generalizó la remodelación de la edificación con un desmesurado crecimiento de los volúmenes construidos, densificándose de forma considerable la trama urbana. En 1958 se puso en marcha el Plan de Urgencia Social que inició la construcción de grandes conjuntos residenciales con la promoción del Polígono de 1.500 viviendas sociales en Pumarín, y se aprobó un plan parcial que recalificaba el sector oriental del ensanche de La Arena, lo que produjo una oleada constructiva que pobló la zona con inmuebles que sobrepasaban los volúmenes permitidos.

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El desbordamiento de la normativa del plan de Valentín Gamazo —cuyo efecto más evidente fue el desmesurado crecimiento en altura de la edificación— supuso, a principios de los años sesenta, la revisión del planeamiento urbano, encargándose en 1965 un nuevo Plan General de Ordenación Urbana a los arquitectos Enrique Álvarez-Sala y Joaquín Cores Uría, que fue aprobado en 1971. El nuevo ordenamiento pretendía terminar con las prácticas urbanísticas irregulares y establecer una zonificación más pormenorizada y unas ordenanzas de construcción más restrictivas. Sin embargo, la invalidación de muchas de sus propuestas por la nueva ley del Suelo de 1976 y el nuevo marco político acabaron de hecho con el plan. Para entonces se constataba el enorme crecimiento acontecido en la ciudad en los últimos años. Los barrios obreros se habían desarrollado considerablemente, la trama urbana del centro de la ciudad se había saturado y habían aparecido nuevos espacios residenciales, como el Polígono de Pumarín del Instituto Nacional de la Vivienda. Con la llegada de la democracia, la ciudad dará un salto cualitativo. En 1982 comenzarán los trabajos que darán lugar al Plan General de Ordenación Urbana elaborado por el equipo del arquitecto Ramón Fernández Rañada y aprobado por el consistorio gijonés en 1986.

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Vista aérea del sur de Gijón, 1974. cm 1.773

Vista aérea de Gijón, 1973. cm 1.779

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Repartimiento de la contribución entre las parroquias de Gijón, 24 de abril de 1811. Libro de actas 1808-1812

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La organización del territorio. Barrios, distritos y parroquias ix.

El concejo de Gijón se organiza territorialmente desde tiempos medievales en parroquias, mientras que la villa comienza a dividirse a partir del siglo xix en distritos —en los que a su vez se distinguen barrios— para mejorar su administración. Los límites del concejo y su división parroquial fueron fijados en 1833 en la estructura organizativa española de Javier de Burgos. Las parroquias son unas demarcaciones territoriales de origen eclesiástico —entidades independientes de una diócesis— que se formaron en Asturias al hilo de la cristianización. Al frente de cada feligresía se situaba un cura párroco y sus elementos más significativos eran la iglesia, en torno a la que se reunían los vecinos para abordar sus asuntos, y el cementerio. En Gijón, la propia villa constituía antiguamente una de las parroquias del concejo, y su templo, bajo la advocación de San Pedro, se situaba en el costado oriental del cerro de Santa Catalina, al lado del campo santo. A lo largo de la Edad Media, sin embargo, las parroquias dejaron de ser simples demarcaciones eclesiásticas para convertirse en divisiones administrativas de la municipalidad. En Asturias, a diferencia de lo sucedido en el resto del territorio español a excepción de Galicia, el sentido civil del término, con un fuerte contenido social y económico ligado al aprovechamiento de los montes comunales, ha perdurado más allá de su sentido religioso. La configuración parroquial del concejo de Gijón se ha mantenido relativamente invariable desde el siglo xvi hasta el siglo xix. Los primeros documentos del Archivo Municipal que aluden a ella son los padrones de hidalguía, que distribuían a la

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La iglesia parroquial de San Andrés de Ceares. ccs 980.

Parroquia de Ceares. Padrón de moneda forera del año 1831 (izquierda)

Escudo heráldico de Bernueces, 1964. Expediente 1.239/1964

Relación de las parroquias existentes y nueva propuesta de reorganización según el proyecto de división eclesiástica del concejo de 1842. Expediente 1/1842

población por parroquias con fines fiscales. En 1585 —año en que se realiza el primero que se conserva— el concejo estaba formado prácticamente por las mismas parroquias que en 1831 —año en que se realiza el último—. Según la documentación municipal, a mediados del siglo xix el territorio municipal de Gijón estaba organizado en 27 parroquias, que eran: San Pedro de Bernueces, Santa Eulalia de Cabueñes, San Vicente de Caldones, San Juan de Cenero, San Andrés de Ceares, San Salvador de Deva, San Juan de Fano, San Pedro de Fresno, Santo Tomás de Granda, San Martín de Huerces, San Julián de Lavandera, Santa María de Leorio, San Andrés de La Pedrera, San Félix de Porceyo, Santa María de Poago, San Julián de Roces, Santa María Magdalena de Ruedes, San Miguel de Serín, San Jorge de Santurio, San Julián de Somió, San Andrés de Los Tacones, San Juan de Tremañes, Santa Eulalia de Baldornón, San Emiliano de Vega, San Martín de Veriña y Santa Cruz de Jove, además de San Pedro de Gijón. La Iglesia consideraba, no obstante, que las parroquias de Leorio y Fresno eran filiales de las de La Pedrera y Porceyo, respectivamente, lo mismo que las de Bahones y Dueñas, que estaban integradas en las de Granda y Bernueces. Esta división parroquial pudo haber sufrido una importante transformación si se hubiera aplicado el proyecto que la corporación municipal aprobó en 1842, recogido en un expediente de ese año, en el que se establecían las «Bases para la división eclesiástica por parroquias de la Villa y Concejo de Gijón». El año anterior se había planteado a los Ayuntamientos en que hubiera más de una parroquia que procedieran «a proponer al Gobierno las supresiones y uniones que estimen convenientes, atendida la población y el objeto esencial de que el pasto espiritual sea bien administrado». Aunque en principio se trataba de una reorganización eclesiástica, sus efectos se hubieran sentido en la división civil del concejo, al seguir esta la que establecían las feligresías. El proyecto pretendía fundamentalmente que el arciprestazgo de Gijón coincidiera con los límites territoriales del concejo, así como que todas las parroquias tuvieran un número

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similar de vecinos —entre cien y doscientos habitantes— con el fin de ofrecer un mejor servicio a los fieles, lo que suponía una profunda reorganización territorial de las feligresías. En aquel momento, mientras las parroquias de Quintes y Quintueles, pertenecientes al concejo de Villaviciosa, dependían en lo eclesiástico de Gijón, las de Poago, Serín y Tacones, por el contrario, lo hacían del arciprestazgo de Carreño. Según el proyecto aprobado en 1842, la villa sólo debía tener una parroquia, reducida al perímetro marcado por la fortificación militar. Desaparecían las feligresías de Ceares, Dueñas, Fano, Fresno, Huerces, Leorio, La Pedrera, Roces, Santurio y Veriña, que se integraban en otras ya existentes o de nueva creación, como Santa María de la Asunción de Contrueces y San Pablo Apóstol de Curiel. Prácticamente ninguna parroquia permanecería igual tras la aplicación de estos ajustes. Contrueces, que en aquellas fechas constituía un barrio de Ceares, poseía un importante santuario en torno al que se celebraban dos importantes ferias por San Fernando y San Miguel durante el verano. Sin embargo, quizás la más llamativa de las modificaciones fuera la nueva feligresía de Curiel, cuyo territorio se había disgregado de la abadía de Cenero. Se trataba de una zona con una marcada identidad, poblada por vaqueiros de alzada y presidida por un monte con los restos de un viejo torreón defensivo de tiempos medievales, de la que formaban parte los barrios de Aguda, Carbaínos, Peñaferruz, Picún y Piñera. En torno a 1850 un informe municipal criticaba con dureza la «sobremanera defectuosa é irregular» división eclesiástica de las parroquias gijonesas, así como la división civil, que «servilmente la sigue en todos los asuntos, como si de ella dependiera». Para su mejor gobierno, proponía la división del concejo en «tercios», a imitación de los «cuarteles» o distritos en que se hallaba dividida la villa por aquella época. El informe marcaba las líneas divisorias de los sectores con el camino que por la Cruz de Ceares va de Gijón a Quintana, en Baldornón, y la carretera

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Censo de población, 1858. Expediente 24/1857

Escudo heráldico de Cabueñes, 1964. Expediente 1.239/1964

que va a Oviedo, de manera que según a qué lado de las líneas se hallasen las iglesias parroquiales, las feligresías pertenecerían a uno u otro distrito. Sin embargo, ni esta propuesta ni la anterior se llevaron a la práctica, pese a que la primera de ellas había sido aprobada por la corporación municipal.

Las parroquias eclesiásticas del concejo de Gijón y su clasificación en 1868. Expediente 62/1868

El concejo de Gijón pudo haber aumentado, no obstante, su superficie si el Ayuntamiento hubiera aceptado la solicitud de anexión que en 1868 realizaron las parroquias vecinas de Quintes y Quintueles. Eran varias las consideraciones que aconsejaban a los vecinos de esos territorios la segregación del concejo de Villaviciosa, «las que fácilmente ocurren, teniendo en cuenta la posición topográfica, la distancia [a la villa de Gijón] y otras circunstancias que no deben pasar desapercibidas», como el hecho de que «esas dos parroquias por lo eclesiástico se hallan comprendidas en el arciprestazgo de Gijón» o que sus habitantes «concurren á Gijón á vender los frutos, frutas, y más producciones de todas clases» o para proveerse «para las necesidades de la vida, incluso medicamentos». La corporación municipal no valoró positivamente la propuesta de anexión por los gastos que supondría la dotación de servicios a esas parroquias frente a los posibles beneficios que pudiera ocasionar al concejo.

Plano topográfico del Concejo de Gijón. Año de 1873 de Lucas María Palacios Rodríguez, 1873. Biblioteca Pública Jovellanos de Gijón

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Por el contrario, la distribución parroquial existente a mediados del siglo xix se modificó pocos años después. En 1893 desapareció la parroquia de Ceares debido a una reorganización eclesiástica. La creación de dos nuevas feligresías en Gijón, San José y San Lorenzo, integró en esta última a la de Ceares, que a partir de entonces se convierte en su filial, y su territorio pasa a formar parte de la villa. Asimismo, ya durante el siglo xx, en los años setenta las parroquias occidentales de Jove y Tremañes, la meridional de Roces y la oriental de Somió perdieron su autonomía administrativa —aunque mantuvieron la eclesiástica— y se integraron en la de Gijón, de manera que esta última ocupa desde entonces todo el frente litoral del concejo, de Carreño a Villaviciosa, situándose el número de parroquias en 23, al ser la propia villa una de ellas.

Una quintana en la zona rural gijonesa. ccs 1.374

Los habitantes de las parroquias rurales del concejo eran mayoritariamente labradores con unas condiciones de vida bastante precarias hasta principios del siglo xx. Una encuesta realizada por el Gobierno en torno a 1850 señalaba que la alimentación de los labradores gijoneses se basaba fundamentalmente en el consumo de maíz, alubias, tocino y leche que ellos mismos producían, constituyendo el 75% de sus gastos anuales. Un cronista de la época señalaba, asimismo, que «se alimentan de boroña, puches de harina de maíz (farrapes) y legumbres, siendo muy pudiente el labrador que come ordinariamente carne de vaca. Su bebida general es el agua, si bien son muy aficionados á la sidra, que se produce con abundancia en el Concejo, en lo que, si ganó la riqueza pública, también ha perdido la moral». Ello coincidía con la estadística agrícola que el Ayuntamiento realizó en los años sesenta del siglo xix con la intención de averiguar las producciones y el consumo en las parroquias rurales del concejo. Como refleja el expediente municipal incoado al efecto, los campesinos recogían del terrazgo productos como trigo y maíz, alubias, patatas, manzana —con la que elaboraban sidra— y castaña. Todo el trigo que producía una parroquia como la de Porceyo se dirigía a la capital como pago de las

Estado de producción, consumo, importación y exportación del partido judicial de Gijón durante los años 1862, 1863 y 1864. Expediente 78/1857

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rentas de la tierra, mientras que el maíz no era suficiente para cubrir el consumo y había que importar cantidades variables dependiendo de las cosechas.

Una quintana en la zona rural gijonesa en los años treinta. ccs 734

Una quintana en la zona rural gijonesa. ccs 917

Escudo heráldico de Ceares, 1964. Expediente 1.239/1964

Por su parte, las casas rurales eran muy pobres, de pequeño tamaño y con malas condiciones higiénicas y de habitabilidad. A mediados del siglo xix, según el informe elaborado por Juan Junquera Huergo, los labradores gijoneses vivían en «casas bajas, poco aseadas y mal distribuidas, y á veces, confundidos con sus mismos ganados», aun cuando unos pocos lo hicieran en casas «elevadas y cómodas», muy similares todas ellas a las que registraba el Catastro del marqués de la Ensenada en 1752. El modelo más común de casa tenía la planta rectangular, con un interior reducido por lo general a un portal, una cocina, un establo para el ganado y uno o dos cuartos para dormir, así como una superficie que oscilaba entre cincuenta y setenta metros cuadrados, aunque también había otras más pequeñas, constituidas tan sólo por cocina y cuadra. Las casas con dos pisos solían pertenecer a familias campesinas con una situación económica más desahogada, eran de mayores dimensiones y estaban compuestas habitualmente por cocina, bodega y establo en la planta baja, y sala y varios cuartos en el piso superior, donde solía haber también un corredor de madera situado en la fachada principal al que se asomaba la sala. Junto a estas casas se hallaban otras construcciones complementarias, pero vitales, como hórreos y paneras. En 1852, el Ayuntamiento planteó un proyecto de reglamento de policía rural del concejo con el que se pretendía, entre otras cuestiones, mejorar las condiciones higiénicas que presentaban las viviendas rurales, para lo que las «casas de labor lo mismo que las que no lo sean […] se construirán de piedra y cal ó barro en todas sus fachadas cuidando de que la principal mire siendo posible al mediodía y de que caiga sobre la heredad en que este situada», mientras que «el hogar se arrimará por precisión a pared maestra que no sea la medianera y no atabique [sic] y se fabricará lo más distante posición del pajar y establo y de los dormitorios». La

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construcción de casas altas, con dos plantas y mayor tamaño, en las que los cuartos y los establos estaban claramente separados, tuvo lugar durante la segunda mitad del siglo xix. En 1899 se señalaba que con el dinero enviado desde América por los hijos emigrados «la miserable casucha, baja y fea, se ha empinado un piso y aparece remozada y vistosa». Una parte de este patrimonio arquitectónico anterior a la guerra civil —casas y hórreos fundamentalmente— sobrevivió hasta finales del siglo xx y pudo ser recogido en el Catálogo de Arquitectura Popular del Concejo de Gijón que el consistorio encargó en los años ochenta y que actualmente se conserva en el Archivo Municipal. Aunque oficialmente las parroquias gijonesas nunca tuvieron un emblema que las identificara y singularizara frente al escudo de armas del municipio —más vinculado a la villa que al propio concejo—, existen desde los años sesenta del siglo xx, conservados en los fondos del Archivo Municipal, los diseños de unos supuestos escudos de armas de algunas de ellas. Su origen se encuentra en la recopilación de datos para la elaboración de un estudio sobre heráldica regional. En 1964 Francisco Sarandeses Pérez, coronel de Artillería y miembro de número del Instituto de Estudios Asturianos, solicitó al alcalde de Gijón Ignacio Bertrand la relación de casas nobiliarias y escudos del concejo para completar el estudio que estaba realizando. El Ayuntamiento requirió entonces a los delegados de la Alcaldía en las parroquias la relación de edificios existentes en las mismas que tuvieran en sus fachadas algún escudo de armas y el nombre de su titular. El resultado de esa búsqueda fue la confección de unos dibujos y pinturas de los supuestos escudos de armas atribuidos a las parroquias de Bernueces, Cabueñes, Caldones, Ceares, Lavandera, Porceyo, Roces y Ruedes, claramente diferenciados del emblema común del concejo y que constituyen todo un ejercicio de imaginación y una verdadera rareza heráldica. El estudio de Sarandeses se publicó en 1966 bajo el título Heráldica de los apellidos asturianos, sin que se incluyeran finalmente esos supuestos blasones parroquiales.

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Planta y alzado sur de una casa campesina en Cabueñes. Censo de Arquitectura Popular de Gijón, 1983

Escudo heráldico de Lavandera (izquierda) y de Porceyo (derecha), 1964. Expediente 1.239/1964

Escudo heráldico de Roces (izquierda) y de Ruedes (derecha), 1964. Expediente 1.239/1964

Los Jardines de la Reina en los años treinta. ccs 3.907 Mapa Topográfico del Partido Judicial de Gijón, 1922

En cuanto a la organización espacial del casco urbano, la villa se divide desde el siglo xix en distritos administrativos, en los que se incluyen los barrios que fueron surgiendo por efecto del crecimiento demográfico y espacial del primigenio núcleo de Cimadevilla. Esta parcelación de la ciudad —a diferencia de las parroquias, cuyos límites han permanecido más o menos constantes— se ha ido actualizando y variando continuamente con el fin de facilitar la administración del municipio.

Vista aérea de un barrio céntrico gijonés, hacia 1930. ccs 544

Desde el punto de vista eclesiástico, la villa de Gijón constituyó hasta finales del siglo xix una parroquia más del concejo, bajo la advocación de San Pedro. Sin embargo, en 1893 se produjo su fragmentación cuando el Obispado de Oviedo dividió el casco urbano en tres feligresías. Se mantuvo la parroquia de San Pedro y se crearon la de San Lorenzo en el entorno de Begoña y la de San José en El Humedal, vinculadas en un principio a las capillas de Begoña y El Carmen, respectivamente. Este hecho significó la desaparición de la parroquia rural de San Andrés de Ceares, que se convirtió en filial de la urbana de San Lorenzo. Algunos de los lugares que integraban la antigua feligresía, como el propio Ceares y los barrios de Contrueces, Viesques o El Llano, se convirtieron en barrios de la ciudad a medida que

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esta fue creciendo. A mediados del siglo xix el Ayuntamiento ya había planteado la necesidad de una nueva feligresía urbana con su correspondiente templo parroquial para desahogar el de San Pedro, que se había quedado pequeño, encargándose el proyecto de una nueva iglesia en el paseo de la Estacada —actual plaza del Instituto— al arquitecto Andrés Coello, que finalmente no se realizó. Con esas tres feligresías la villa de Gijón entró en el siglo xx, aunque a la altura de 1950 ya se había añadido La Milagrosa y veinte años después la ciudad comprendía, además de las cuatro señaladas, San Francisco Javier, San Esteban del Mar, San Andrés —la antigua parroquia de Ceares—, Nuestra Señora de Covadonga, la Purísima Concepción y Nuestra Señora de Fátima. Más adelante se sumarían las feligresías de Jove, Tremañes, Roces y Somió, tras perder su independencia administrativa y pasar a formar parte de Gijón. Los padrones de hidalguía y los libros de acuerdos municipales sólo distinguían en la población hasta las últimas décadas del siglo xviii los barrios de «Cimavilla» y «Baxovilla». Gaspar de Jovellanos señalaba en sus Apuntamientos sobre Gijón que los límites de estas dos zonas eran los siguientes:

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La población material está dividida en dos barrios distinguidos con los nombres de Cima de Villa y Bajo de Villa. El primero, que ocupa la falda de Santa Catalina, de mar a mar, es el más antiguo; termina al oeste, en el muelle y puerto, y al este, en la iglesia parroquial, y está por la mayor parte habitada por la gente de mar. El segundo se extiende hacia el sur, por el llano, ocupando todavía el espacio que media entre las dos playas; pero se avanza mucho más por el centro que termina en la nueva puerta [de la villa] […]. El aumento que va tomando la población material y los nuevos edificios que se construyen la van ahora dilatando por la parte de oriente; y este aumento de edificios y el alto precio que toman de año en año sus alquileres (y que en poco tiempo han casi triplicado) es otro indicio de lo que crece el vecindario.

Los distritos de Gijón en 1859. Expediente 24/1857

El padrón de hidalguía de 1787, además de los «barrios de arriba y debajo de ella (de la villa) y sus arrabales», distingue la «calle de San Bernardo», «La Plaza», la «calle de los Moros» y la «calle de San Antonio». El de 1831, aunque menos preciso, señala la existencia de zonas más amplias como «Santa Rosa, calle de los Moros, San Lorenzo, Segundo Barrio, Primer Barrio de Poniente, El Cuadrante» y «Segundo Barrio del Poniente». Más adelante, en 1875 la población se dividía en cinco distritos

que eran «Consistoriales, Muelle, La Estacada, Cuatro Cantones y Carmen», aunque pocos años después llevaban las denominaciones de Plaza, Cima de Villa, Begoña, Cuatro Cantones y Carmen, respectivamente. Una memoria sobre las reformas y mejoras que Gijón necesitaba por esas fechas consideraba, sin embargo, que esta división municipal era insuficiente y defectuosa, «pues ni está hecha con arreglo á la densidad del vecindario, ni á la extensión de cada zona». Según ese estudio, la ciudad comprendía 177 calles, callejones, plazas y plazuela, por lo que un proyecto más regular debería distinguir una serie de distritos, subdivididos a su vez en barrios. De modo que Gijón se organizaría en Cima de Villa (Santa Catalina, Muelle y Valdés); Cuatro Cantones o Centro (Cuatro Cantones, Comercio y Carmen); Plaza Mayor (San Bernardo, Contra-cay y San Antonio); Instituto (San Lorenzo, San Bernardo, Moros y Corrida); Begoña (Begoña, La Estacada y La Magdalena); Arenal (La Garita, Campo de las Monjas, El Gas y Uría); Humedal (Pando, La Gloria, Langreo y Las Figares), y Natahoyo (El Muelle, El Cortijo y La Braña). Unos treinta y cinco años después, en torno a 1920, se distinguían, no obstante, siete distritos que incluían secciones urbanas y rurales. Se trataba de Consistoriales (Ayuntamiento, San Antonio y La Pedrera); Cimadevilla (Rosario, Artillería y Caldones); Teatro (Alfonso XII, Jovellanos y Cabueñes); Escuelas (Cabrales, Dindurra, Llano, Ceares y Tejedor); Ezcurdia (Ruiz Gómez, Gas, Eladio Carreño, Jove y Porceyo); Carmen (Carmen, Marqués de San Esteban y Tremañes), y Humedal (Alfredo Truán, Asturias, Cenero y Serín). Desde la primitiva división de la villa del siglo xvii, el crecimiento que experimentó Gijón hacia poniente y mediodía sólo permitió distinguir en torno a 1800, además del barrio de pescadores del cerro de Santa Catalina, el arrabal manufacturero de La Rueda, ubicado frente al paredón de El Natahoyo, y el área urbana que seguía las directrices del plan de mejoras de Jovellanos —con calles como Corrida, Los Moros, San Bernardo y San Antonio—. Su mayor desarrollo desde finales del siglo xviii

Nuevo nomenclátor de la villa de Gijón, 1859 Expediente 24/1857

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La calle de Jovellanos entre 1920 y 1930 ccs 694

El barrio de El Natahoyo, 1975. cpp 10.791

quedó, sin embargo, constreñido por la muralla militar en forma de estrella que el Gobierno levantó para su defensa en 1837. La fortificación se derribó cuarenta años después y el plano de la ciudad pudo extenderse desde entonces sin impedimento físico alguno. Cuando se produjo su demolición, Gijón llegaba hacia el sur a la colina de Begoña, donde estaba la fábrica de vidrios La Industria, mientras que hacia poniente se encontraba el barrio de El Carmen y, extramuros, el arrabal obrero de El Natahoyo. La zona de El Humedal estaba todavía sin ocupar, y hacia levante se encontraba el área del ensanche jovellanista en torno al edificio del Instituto Asturiano y su plaza anexa con las calles de San Bernardo, Cabrales y La Matriz —luego Menéndez Valdés— como ejes principales.

de San Miguel hasta la desembocadura del río Piles. La corporación municipal dividió entonces los terrenos en tres partes y las subastó. La de mayor superficie se la vendió al marqués; otra de menores dimensiones, situada más al este, a Romualdo Alvargonzález, y la tercera la reservó para zona de recreo. Las dos primeras partes dieron lugar a los barrios de La Arena y El Bibio, respectivamente, mientras que la tercera recibió el nombre de La Florida y, más tarde, Los Campos Elíseos, y en ella se levantó el Teatro-Circo Obdulia en 1876. Aunque el ensanche estaba destinado en principio para vivienda de los sectores burgueses, los propietarios del suelo llenaron el interior de las manzanas de habitaciones obreras, o ciudadelas, de escasa calidad. Más al este, la parroquia de Somió se convirtió a finales del siglo xix en una «ciudad jardín» en la que los miembros acomodados de la sociedad gijonesa e, incluso, asturiana, levantaban sus segundas residencias. Al oeste de la ciudad, en la parroquia de Tremañes, se hallaba el coto señorial de El Natahoyo, propiedad del marqués de San Esteban del Mar desde el siglo xvi, y el lugar de La Braña. A partir de mediados del siglo xix en estas tierras agrícolas se instalaron numerosas industrias, entre las que destacaban la

En previsión del desmantelamiento de la muralla, el consistorio disponía desde 1867 de un proyecto de ensanche para dirigir el crecimiento urbano por la zona del arenal de San Lorenzo. Unos pocos años antes, a mediados de siglo, Félix Valdés de los Ríos, marqués de Casa Valdés, había solicitado al Ayuntamiento que le vendiera los arenales orientales al cerro de Santa Catalina, que iban aproximadamente desde lo que más tarde sería la plaza

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Plano de Gijón de Lino Villar Sangenís, 1911

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fábrica de loza La Asturiana y la siderurgia Moreda y Gijón, que cambiaron su fisonomía. Más al oeste, siguiendo la carretera de Avilés, en la parroquia de Jove, se hallaba el barrio de La Calzada, donde también tomaron asiento abundantes factorías industriales a finales del siglo xix. Estos barrios, que se convirtieron en las zonas obreras e industriales por excelencia, quedaron separados del resto de la ciudad por las infraestructuras ferroviarias que se levantaron en el tercer cuarto del siglo xix y que dividieron el plano urbano en dos partes. Por otra parte, la construcción de los muelles de Fomento y la desaparición del arenal de Pando permitieron ganar una amplia franja de terreno al mar que fue ocupada por sectores sociales acomodados.

Vista aérea de Gijón hacia 1935. ccs 4.172

El barrio de Cimadevilla, 1962 ccs 8.491

En la segunda mitad del siglo xix, mientras se consolidaba en la ciudad una área burguesa en torno a la trama del ensanche jovellanista, el área de Fomento, el barrio de El Carmen y la zona de Begoña, Gijón se extendió en varias direcciones con asentamientos fundamentalmente obreros y de sectores populares. Se hizo de una forma desordenada, puesto que a excepción del arenal de San Lorenzo no existía un plan rector general para el crecimiento urbano. El proyecto de ensanche que Javier Sanz preparaba para la ciudad se retrasó y, dado que el área de La Arena era demasiado cara para ser ocupada por los trabajadores, se aplicaron entonces parcelaciones particulares en el extrarradio de la villa para ofrecer viviendas a los sectores populares. Los propietarios de las fincas rústicas trazaban una trama elemental de calles, distribuyendo el suelo en una serie de manzanas que, a su ver, se dividían en solares edificables. Pero se realizaban sin tener en cuenta el resto de la ciudad, por lo que crearon una trama anárquica de difícil conexión con otros espacios residenciales. Estos nuevos espacios aislados se establecían en torno a las vías de acceso a la ciudad y fueron formando áreas urbanas que posteriormente dieron lugar a muchos de los actuales barrios.

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Proyecto de distritos municipales del Plan de Extensión y Ordenación de Germán Valentín Gamazo, 1942

En el sector más próximo al casco urbano, delimitado por las carreteras de Villaviciosa y de la Costa, se ubicaban las parcelaciones de El Coto de San Nicolás —la mayor de todas—, El Coto del Real y El Fumeru. Aunque en un principio se intentó convertir El Coto de San Nicolás en una «ciudad jardín» para los miembros de la burguesía, con la instalación del cuartel militar y de la nueva cárcel, en sustitución de la que había en la Torre del Reloj de Cimadevilla, se abandonó ese propósito a favor de la parroquia de Somió, lo que hizo de El Coto un barrio de calles holgadas a diferencia de La Arena. Las otras dos zonas dieron lugar, respectivamente, a los barrios de Cienfuegos y de los Jesuitas. Más alejadas de los límites de la ciudad consolidada, aparecieron otras parcelaciones de dimensiones más reducidas, como los barrios de la subida de Ceares, el de Munilla —conocido luego como Perchera— en la carretera de Oviedo o los tres Llanos siguiendo la carretera Carbonera. Sólo El Llano del Medio fue originalmente un núcleo rural, perteneciente a la antigua parroquia de Ceares, mientras que los de Abajo y de Arriba eran asentamientos nuevos. Junto a estas áreas situadas extramuros de la ciudad, también se incorporó, mediante este mecanismo la zona próxima al casco urbano de El Humedal, hasta entonces sin ocupar.

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Zonificación de los distritos parroquiales en el Plan de Extensión y Ordenación de Germán Valentín Gamazo, 1942

El Polígono de las «Mil Quinientas» de Pumarín en construcción hacia 1960. cm 1.837

Plano de la ciudad de Gijón de Marcelino García Menéndez, 1962 Planta de pisos de las viviendas construidas por la inmobiliaria carsa, 1959. Expediente 612/1959

Ubicación de las viviendas construidas por la inmobiliaria carsa, 1959. Expediente 612/1959

Fachada principal de las viviendas construidas por la inmobiliaria carsa, 1959. Expediente 612/1959

El ensanche y la parcelación particular fueron los mecanismos más importantes empleados en Gijón para crear suelo urbano hasta la guerra civil y con los que surgieron la mayoría de los barrios históricos de la villa. Durante la época franquista, la construcción de poblados y polígonos dio paso a la creación de nuevos barrios en áreas periféricas al casco urbano —donde el suelo era mucho más barato— que se sumaron a los ya existentes, sobre todo tras la instalación de uninsa en la parroquia de Veriña a principios de los años sesenta. El crecimiento de la ciudad debía seguir el Plan de Extensión y Ordenación Urbana que Germán Valentín Gamazo elaboró en 1942 y en el que se subdividía la población en los 11 sectores o «barrios» siguientes: el Centro, Los Campos, el Coto de San Nicolás, Ceares, el Llano de Abajo, el Llano del Medio, el Llano de Arriba, Pumarín, Cuatro Caminos, Jove y Cimadevilla. A mediados de los años cincuenta, el casco urbano se hallaba dividido en siete distritos, que eran: Consistoriales, Cimadevilla, Instituto, Simancas, Campos, San José y Mártires, en los que se incluían las parroquias rurales. Sin embargo, a finales de los años sesenta había otros siete distritos diferentes que se denominaban Centro, Cimadevilla, Campos, El Llano, Cuatro Caminos, Pumarín y Rural.

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En 1958 el Plan de Urgencia Social del Gobierno dio comienzo a la construcción de la Ciudad Satélite de Pumarín, un polígono residencial de 1.500 viviendas en la parroquia de Tremañes, al sur de la ciudad, entre las carreteras de Oviedo y Carbonera, a la que siguió pocos años después la construcción de lo que oficialmente se denominó Polígono Unidad de Barrio de Pumarín, entre las avenidas de Portugal y Fernández Ladreda —actual de la Constitución—. La iniciativa privada también impulsó grandes conjuntos residenciales durante esta época. Tras ejecutar las obras del poblado de las «mil quinientas», la empresa Construcciones Ángel Rodríguez (carsa) promovió otro vinculado

El barrio de Pumarín, hacia 1960. cp 1.973

Situación y plantas de las viviendas del poblado de Santa Bárbara en La Camocha, 1953. Expediente 574/1953 Fachada de las viviendas del poblado de Santa Bárbara en La Camocha, 1953. Expediente 574/1953

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a él con 1.044 viviendas, edificadas en varias fases. Asimismo, la Inmobiliaria Nuevo Gijón (ingisa) ocupó el polígono de su propiedad en el alto Pumarín, al sur de la antigua parcelación de Munilla, dando lugar a la barriada del mismo nombre. La formación de estos barrios no fue la única actuación urbanística, puesto que en el extrarradio también se construyeron numerosos poblados obreros, como los de Portuarios y Pescadores en la parroquia de Jove, en las proximidades de El Musel, o los de Santa Bárbara, Roces o Contrueces al sur de la ciudad.

Vista aérea de la avenida de Rufo García Rendueles, h. 1960. cm 1.835

Las nuevas zonas urbanas siguieron dos modelos de asentamiento diferentes, las colonias unifamiliares, como fue el caso del poblado de Santa Bárbara, y sobre todo las barriadas de bloques de manzana abierta, desconocidas hasta entonces en Gijón. El polígono de Pumarín, el primero en levantarse, cuyo eje era la llamada Ronda de Camiones —actual avenida de Gaspar García Laviana—, distribuía sus viviendas en 68 bloques aislados que tenían entre dos y veinte plantas con ascensor. Por otra parte, las viviendas levantadas a partir de 1958 tenían generalmente una superficie que rondaba los sesenta metros cuadrados con una cocina segregada de la pieza destinada a comedor y sala de estar, tres dormitorios, despensa, un aseo que incluía bañera, y una terraza, mejorando considerablemente las condiciones de los pisos construidos durante las dos décadas anteriores.

Vista aérea de Gijón desde el oeste. Pumarín y Nuevo Gijón, 1974. cm 1.778

Vista aérea de Gijón desde el oeste, 1973. cm 1.782

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Gijón. Paseo de Begoña, h. 1930. cp 42

En los últimos años, ya en la nueva etapa democrática, siguieron formándose nuevos barrios como el de Moreda —en el solar que dejaron las antiguas instalaciones industriales de Moreda y Gijón— al oeste, el de Montevil al sur y el de Viesques —barrio de la antigua parroquia de Ceares— al este, que han seguido extendiendo el plano urbano de Gijón desde aquellos primeros asentamientos del cerro de Santa Catalina. Como resultado de este desarrollo urbanístico, e inspirado en la operatividad de los antiguos distritos, el Ayuntamiento, en sesión plenaria del 10 de junio del 2005, dio carta de naturaleza a los actuales distritos del municipio, seis en total, que recibieron una denominación representativa de la zona que abarca cada uno de ellos: Centro, Este, El Llano, Sur, Oeste y Rural o PeriurbanoRural. El distrito Centro, con una población de 54.014 habitantes, comprende la zona centro y los barrios de Cimadevilla y Laviada; el Este, con 57.799 habitantes, los barrios o zonas de La Arena, El Coto, El Bibio, Las Mestas, Viesques y Ceares; el de El Llano, con 42.680 habitantes, el barrio del mismo nombre; el Sur, con 52.956 habitantes, los barrios o zonas de Pumarín, Montevil, Contrueces, Polígono de Pumarín, Nuevo Gijón, Santa Bárbara, Perchera-La Braña y Roces; el Oeste, con 47.671 habitantes, los barrios de La Calzada, El Natahoyo y Moreda y las parroquias de Jove, Tremañes y Veriña, y, por último, el Rural, con 19.900 habitantes, abarca el resto del territorio periurbano y rural del concejo.

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Gijón. Paseo de Begoña, h. 1940. cp 43

Paseo de Begoña, h. 1990. cp 44

x

Plano de la traída de aguas de La Matriz por el Arenal, h. 1659. Expediente Especial

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x. Abastecer a la ciudad.



Los primeros

sumunistros de agua, luz y teléfono

A finales del siglo xix, una vez que la fortificación había sido finalmente derruida, Gijón creció rápidamente y su trama urbana se extendió en todas direcciones. Determinados sectores de la ciudad como el barrio de El Carmen, los terrenos de Fomento, la trama central del ensanche jovellanista y el entorno de Begoña consolidaron su carácter burgués y fueron dotados con toda una serie de servicios y equipamientos básicos, entre los que se encontraban las diferentes redes de abastecimiento de agua, luz y teléfono. El Archivo Municipal conserva abundante documentación relativa a los diferentes proyectos de traídas de agua, a los nuevos suministros de luz a calles y domicilios mediante gas y electricidad y al tendido de una red telefónica que se instaló en la ciudad tras el desarrollo previo de la red de telegrafía. A mediados del siglo xix los habitantes de Gijón se abastecían de agua en las numerosas fuentes públicas que existían tanto en la villa como en las parroquias rurales. En los años setenta, sin embargo, comenzó a ser perceptible la escasez del vital líquido en la ciudad. Como consecuencia del proceso industrializador que se intensificó por estas fechas, el abastecimiento ya no era suficiente para cubrir todas las necesidades de una población y una industria crecientes. El suministro de agua a la ciudad databa de 1669 y procedía de un pozo abierto en La Guía veintitrés años antes, desde donde se canalizaban 15 litros de agua por segundo a través de una arca matriz o acueducto hasta el centro de la población. En un principio, este caudal de agua alimentaba las fuentes de la Plaza y de La Barquera, ubicadas al este y oeste de Baxovilla, en las plazas Mayor y del Marqués, respectivamente. Posteriormente, a mediados del siglo xix, y siguiendo el

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Plano de la fuente vieja en la plaza del Infante, h. 1849. Expediente 4/1844

Cuentas de las obras de construcción de la fuente de la villa, 1659. Documentación 1641-1660

Fuente de Begoña, h. 1850. cpp 10.813

Libro de cuentas de la traída de aguas de Llantones, 1887. C. 120

desarrollo meridional de la villa, se instalaron las fuentes de El Carmen, El Botón y La Estacada, a las que habría que añadir La Fontica en el cerro de Santa Catalina y la Fuente Vieja en Begoña —por oposición a la Fuente Nueva de la plaza Mayor—, alimentadas por aguas de filtración, y otras más alejadas, como la de La Vizcaína. También se obtenía agua para la villa de las cercanas parroquias de Somió y Cabueñes, lo que daba lugar a altercados entre aguadores y vecinos de la zona. La escasez del caudal se unía, además, a la poca calidad de las aguas según los análisis realizados en la época. Las largas esperas para llenar la ferrada o el caldero en las fuentes eran motivo frecuente de continuas reyertas entre quienes se dedicaban a esta actividad. En la década de los setenta del siglo xix el problema del suministro llevó a diversos industriales a plantearse el establecimiento de un servicio de aguas como una inversión de carácter privado. Tras la propuesta fallida de Florencio Valdés y Menéndez en 1871, Anselmo Cifuentes Díaz encargó dos años después un proyecto técnico sobre los recursos acuíferos disponibles, centrándose en tres soluciones, de las que se escogió finalmente la del manantial de Llantones, en la parroquia de Leorio, tanto por la calidad como por la cantidad de sus aguas, lo que fue confirmado por el estudio realizado por Cándido González en 1876, como jefe del servicio de Obras Públicas del concejo. El manantial de Llantones aportaba entre setenta y cinco y noventa litros de agua limpias por segundo. El proyecto, realizado por el ayudante de Obras Públicas Ignacio Ferrín da Silva, preveía una casa de toma de la que saldrían seis kilómetros de canalización hasta un depósito doble cubierto de 15.000 metros cúbicos de

capacidad en Roces, de donde partirían otras dos canalizaciones de tres kilómetros hasta la Puerta de la Villa y una red de distribución urbana que superaba los diez kilómetros de longitud.

Depósito de aguas del proyecto de traída de aguas de Llantones, 1874. Expediente Especial 134-141

Anselmo Cifuentes pretendía obtener una concesión que le permitiera monopolizar el servicio. Sin embargo, el Ayuntamiento, ante esta perspectiva, decidió plantearse acometer directamente el proyecto, lo que dio lugar a dos posturas enfrentadas entre quienes estaban a favor de la privatización del servicio y quienes apoyaban su carácter público. Finalmente, Anselmo Cifuentes optó por ceder el proyecto al Ayuntamiento en 1882, que se encargó a partir de entonces de llevar a cabo las obras. Precisamente, el Plan de Mejoras Locales de ese mismo año contemplaba la nueva traída de aguas como prioritaria y una de

Plano de conducción del proyecto de traída de aguas de Llantones, 1874. Expediente Especial 134-141

Plano de distribución en la villa de la traída de aguas de Llantones, 1874. Expediente Especial 134-141

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Modelos de fuente del proyecto de traída de aguas de Llantones, 1874. Expediente Especial 134-141

las necesidades de más urgente solución. Las obras se iniciaron en 1887 y finalizaron en 1890. Entre ese año y el final del siglo se incorporaron a la red de agua casi mil inmuebles, siendo uno de los primeros el palacio del conde de Revillagigedo. En 1889 se redactó ya el Reglamento provisional para el servicio y distribución de las aguas procedentes del manantial de Llantones, en el que se establecían las tarifas del suministro. Aunque esta traída permitía por primera vez la instalación del agua corriente en los domicilios, el sistema aún consideraba primordial el abastecimiento público en las fuentes de la ciudad, por lo que el proyecto incluía la instalación de fuentes de vecindad. Asimismo, se instaló una fuente monumental en el paseo de Begoña, pero las críticas a sus proporciones en relación con su emplazamiento llevaron a su derribo a principios del siglo xx. Sin embargo, la red de abastecimiento de aguas desde el manantial de Llantones resultó insuficiente al poco tiempo de su entrada en funcionamiento como consecuencia del rápido crecimiento de la población. El proyecto de 1874 estaba planteado para dar servicio a 18.000 habitantes, cifra alcanzada al inicio de las obras y rebasada ampliamente al final del siglo. De modo que en torno a 1900 la situación del abastecimiento de aguas en la ciudad volvía a resultar preocupante, agravándose además año tras año. En 1901 se inició la construcción de un tercer depósito cubierto en Roces, junto a los dos realizados en 1889, de 20.000 metros cúbicos de capacidad, pero la obra sólo suponía un remedio provisional, puesto que no resolvía el problema fundamental de localizar un nuevo punto de captación. A ello se añadía, además, que las aguas no eran plenamente potables según los análisis realizados a principios del siglo.

Depósito de Gijón. Una cueva y galerías bajo la rasante, h. 1900. Enrique Marquerie. cm 4.369

De modo que en 1913 el ingeniero Fernando Casariego y el ayudante de Obras Públicas Narciso Vaquero presentaron a la corporación una Memoria sobre la mejora y ampliación del abastecimiento de aguas de Gijón, donde analizaban cuatro posibles puntos de captación, de los que finalmente sólo resultaba viable

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Plano general de la conducción de la traída de aguas de La Bobia o Perancho en Nava, 1914

el del manantial de La Bobia, en el concejo de Nava, que aportaba la cantidad y calidad de aguas apropiadas para el suministro a la ciudad. Partiendo de esa base realizaron en 1914, junto al ingeniero Fernando de La Guardia, el «Proyecto de conducción a la villa de Gijón de 105 litros de agua por segundo tomados de los manantiales de Bobia o Perancho (Nava)», en el que se establecía una conducción para la traída de aguas de 41 kilómetros que enlazaba con los depósitos de Roces. El Ayuntamiento, ante la magnitud del presupuesto y dado que la solución no cubría todas las necesidades previstas de abastecimiento, no lo llevó a la práctica. Hubo que esperar hasta 1923 para que se convocara un concurso en el que se establecía que la traída debía partir de un único manantial capaz de suministrar 200 litros por segundo de aguas que fueran de buena calidad. Sin embargo, a pesar de este nuevo concurso, ninguna de las propuestas presentadas resultó viable. Como remedio provisional se inició la construcción en 1925 de un nuevo depósito descubierto en Roces de 100.000 metros cúbicos de capacidad. Pero ese mismo año el ingeniero Fernando Casariego presentó al Ayuntamiento un nuevo «Proyecto de abastecimiento de aguas de Gijón con el manantial “Fuentona de los Arrudos” del concejo de Campo de Caso», en el que se establecía la construcción de una canalización de casi 54 kilómetros hasta los depósitos de Roces. La obra se planteaba para

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Obligación municipal para la financiación de las obras de la traída de aguas del año 1924

Obras de la traída de aguas, h. 1925. ccs 935

Inauguración de la traída de las aguas de Perancho (Nava) el día 8 de diciembre de 1930. cm 4.139

Plano de situación de la toma de aguas de la traída de la Fuentona de Los Arrudos en Campo de Caso, 1926

Obras de la traída de aguas en la calle Jovellanos, h. 1925. ccs 971

abastecer a una población de 90.000 habitantes, suficiente en un momento en que Gijón contaba con menos de la mitad. Sin embargo, el nuevo ingeniero municipal Guillermo Cuesta Sirgo, con el propósito de asegurar el suministro, propuso vincular a una misma conducción la fuente de Los Arrudos (Caso) con los manantiales de Perancho y La Bobia (Nava). El Ayuntamiento consideró entonces que era la mejor solución y en 1927 encargó la redacción de un nuevo «Proyecto de abastecimiento de aguas a Gijón con los manantiales “Fuentona de los Arrudos” y “Fuente de Bobia”», uniéndose durante el proceso de ejecución con otra propuesta de Cuesta Sirgo de crear dos centrales hidroeléctricas para el alumbrado público de la ciudad. Con este proyecto se captaban en total 300 litros por segundo, lo que ampliaba el suministro hasta llegar a las 100.000 personas. Las obras comenzaron en 1929 y a finales del año siguiente, el 8 de diciembre de 1930, las aguas del concejo de Nava llegaron a Gijón, inaugurándose oficialmente la nueva traída con una toma especial en el estanque de la pérgola de Los Campinos y con gran afluencia de público, instantánea que inmortaliza una fotografía municipal encargada a J. García y que se conserva en el Archivo. A pesar de las celebraciones, las obras estaban sin terminar y la crisis económica obligó a su paralización en 1932, y numerosos

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problemas —entre ellos la guerra civil— no permitieron finalizar la acometida de la fuente de Los Arrudos hasta 1947. No obstante, durante los años treinta se amplió la red de distribución de agua a los barrios obreros de la ciudad. Al suministro moderno de agua se le sumaba el de la luz. Hasta los años setenta del siglo xix las calles gijonesas estuvieron iluminadas con farolas de aceite y más tarde con otras de esquisto o aceite mineral. Este último sistema se había generalizado ya por toda la villa cuando el Ayuntamiento decidió emplear un nuevo método ya implantado en otras ciudades importantes. En 1869 se acordó adoptar el gas como sistema para el alumbrado público, contratándose con una empresa establecida en Granada, denominada Mr. Gustavo Petit Pierre Pellión y Compañía, un servicio mixto de gas y esquisto, ante la desconfianza que el nuevo método todavía generaba. Al año siguiente, se construyó la Fábrica de Gas en la zona del ensanche del arenal de San Lorenzo y se inauguró el nuevo servicio, que pasó a desempeñar enseguida la sociedad local Menéndez Valdés y Compañía. Poco a poco el nuevo sistema de alumbrado fue extendiéndose por calles, locales públicos y domicilios particulares. Quizá la instalación más popular fuera la lámpara instalada en el Teatro de Jovellanos, una araña de grandes proporciones que pendía del centro de la sala y que dio lugar a un jocoso dicho popular:

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Contrato del alumbrado de gas de 1869. Expediente 187/1892

Propuesta de instalación de alumbrado de gas en el Paseo de Alfonso XII para fomentar las ferias de Begoña, 1876. Expediente 109/1876

¿Viste l’araña? ¡Vi l’arañón! ¿Ónde lu viste? ¡Vilu en Xixón!

Victoriano Alvargonzález propone al Ayuntamiento la instalación de la primera iluminación eléctrica de Gijón en el Paseo de Begoña durante los festejos de la villa, 1886. Expediente 143/1886

Sin embargo, tres lustros después, estaba en camino un nuevo sistema de alumbrado que con el tiempo terminaría desbancando al anterior. En 1886 Victoriano Alvargonzález realizó las primeras pruebas de alumbrado eléctrico en el paseo de Begoña durante las fiestas veraniegas, siendo autorizado al año siguiente por el Ayuntamiento para establecer ese servicio a particulares. Para ello creó en 1889 la Sociedad Electricista de Gijón y construyó una central térmica en El Llano de Abajo. Entre sus abonados se encontraba el Teatro Jovellanos, el primero de estos centros en adoptar en España este sistema de iluminación, según se decía en la época. Ese mismo año, la Fábrica de Gas realizó, asimismo, una importante ampliación de sus instalaciones. El incremento de la capacidad productiva consistió en el añadido de una nueva sala de hornos, el aumento de los aparatos de condensación y depuración, montando además «un gasómetro de 2.000 metros cuadrados, construido con chapas del país y en un taller de Gijón». La Sociedad Menéndez Valdés y Compañía mantenía el monopolio del suministro de gas y la concesión del alumbrado público, pero la corporación concedió a la Electricista de Gijón el suministro eléctrico de algunos edificios y vías importantes en fiestas, como el paseo de Begoña.

Se estableció enseguida una dura competencia entre las sociedades Menéndez y Valdés y Compañía y Electricista de Gijón para acaparar el alumbrado público y privado. El meollo de la cuestión se hallaba en el artículo 28 del contrato que el Ayuntamiento había firmado para el suministro de gas en la ciudad en 1869, en el que se señalaba que «si se inventara durante el tiempo de duración de este contrato un sistema de alumbrado preferible al de gas, y se adoptase para iluminar las calles, plazas y paseos en poblaciones de la categoría de Gijón, á juicio del Ayuntamiento, la Empresa se obliga á establecerlo cuando se le ordene». La ilegalidad de los procedimientos de la corporación municipal en la concesión a la Fábrica de Gas del alumbrado eléctrico llevó a la Electricista de Gijón a reclamar en 1892 una subasta pública. Sin embargo, las dos compañías se fusionaron finalmente cinco años después, lo que dio origen en 1901 a la Compañía Popular de Gas y de Electricidad. Se mantuvieron las instalaciones de La Arena y El Llano, siendo esta última ampliada. A partir de la unión empresarial, aunque el gas continuó suministrando el alumbrado público, cada vez adquiría más importancia la electricidad, sobre todo en los meses veraniegos.

Proyecto de columnas para farolas del Paseo de Begoña del arquietcto Miguel García de la Cruz, 1911. Expediente 138/1911

Farolas en la calle Corrida. cp 1.279

Proyecto de farolas para la calle Corrida del arquitecto Luis Bellido, 1902. Expediente 252/1902

Plano de ubicación del alumbrado de la calle Corrida en 1899. Expediente 81/1899

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a Somió y, partiendo desde la calle de la Libertad, pasaba por la plaza del Infante y la Fábrica de Vidrios hasta el paseo de Alfonso XII, y seguía entonces por la carretera hasta la parroquia. El consistorio, no obstante, acordó que los postes «del nuevo como utilísimo servicio» deberían ser situados en condiciones que «no estorben el tránsito público ni molesten á los particulares», especificando más tarde que los postes tenían que ser rectos y pintados para que no «afeen el aspecto público».

Farola de la Plaza Mayor. ccs 582 Farolas del Paseo de Begoña. ccs 2.488

En 1900 se había fundado otra compañía, la Sociedad Electra Industrial de Gijón, que explotaba aguas en el concejo de Laviana, pero pocos años después fue absorbida por la Compañía Popular de Gas y de Electricidad. Desde entonces disfrutó el monopolio del servicio en la ciudad, asegurado en 1911 al firmar un nuevo contrato con el Ayuntamiento para el suministro de luz por un periodo de veinte años que se contaría a partir de 1914. Cuando finalizó su actividad, se apagaron los últimos faroles de gas en la ciudad. Desde su invención en 1876 por Alexander Graham Bell, el teléfono tardó doce años en llegar a la villa. El 1 de abril de 1888 comenzó a funcionar por primera vez la Red Telefónica de Gijón en su sede de la calle de El Carmen. A lo largo de ese mes, la compañía instaló los primeros postes del tendido. Santiago Arévalo, director de la Red Telefónica, solicitó al Ayuntamiento el permiso para colocar los postes necesarios y que «pueda el público usar desde luego los aparatos telefónicos que tiene pedidos». La primera línea se dirigía Contrato del alumbrado eléctrico para los años 1914-1933 con la Compañía Popular de Gas y Electricidad, 1911. Expediente 388/1911

Proyecto de farola de estilo racionalista para la estación del Ferrocarril del Norte, 1932. Expediente 92/1932

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En 1891, la red, que contaba ya con unas ciento cincuenta instalaciones, trasladó su estación central de la calle de El Carmen a Corrida. Para ello, debía colocar una torre de entrada de hilos en el nuevo domicilio, así como un apoyo en la plaza de El Carmen. Según el informe facultativo municipal, muy preocupado por el ornato público en el centro de la ciudad, «si los postes son de madera, no sean unos palos torcidos y de mal aspecto, sino que estén hechos con vigas derechas, que formen columna ó mástil, con un sencillo basamento y remate en su parte superior y estén pintados al óleo». El tendido de líneas telefónicas continuó por la villa hasta que en 1895 se llegó a las parroquias rurales. Dado el coste relativamente escaso y la indudable utilidad que reportaría al vecindario, se instalaron ocho aparatos telefónicos en los puntos «más convenientes por reunir la circunstancia de ser sitios céntricos á donde pueden concurrir con relativa facilidad los vecinos de las parroquias limítrofes para comunicarse con Gijón». Los lugares escogidos fueron las escuelas, y en concreto las de Cabueñes, Bernueces, Caldones, Granda, Roces, Tremañes, Serín y Jove. En 1919 se extendió por el resto de la zona rural. La Asociación de Agricultores de Gijón solicitó ese año al Ayuntamiento la dotación a todas las parroquias del concejo del servicio telefónico «para que puedan utilizarlo los vecinos en casos urgentes de enfermedad ú otros análogos», puesto que sus habitantes carecían de otros servicios de que disfrutaba el vecindario de la población. El consistorio acordó que la Red Telefónica Urbana de Gijón levantara el tendido necesario para dar el servicio a las aldeas.

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Solicitud de instalación de postes de teléfono en la ciudad por la Red Telefónica de Gijón, 1888. Expediente 206/1888

Instalación de servicio telefónico en algunas parroquias del concejo, 1895. Expediente 101/1895

Plano de la instalación de una torre metálica en la calle de los Moros para central telefónica, 1910. Expediente 74/1910 (izquierda)

Plano de instalación de la nueva red telefónica subterránea en la zona del paseo Alfonso XII y la fábrica La Industria, 1928. Expediente 541/1928

Carta del alcalde Gil Fernández Barcia al Ministro de Gobernación sobre el deficiente servicio telefónico de la ciudad, 1921. Expediente 9/1921 (derecha)

Postes de la red aérea de telefonía, h. 1928. Expediente 541/1928

Postes de la red aérea de telefonía, h. 1928. Expediente 541/1928

Sin embargo, a la vez que se extendía el tendido por todo el concejo, el servicio telefónico empeoraba, siendo frecuentes las reclamaciones contra su mal funcionamiento. Como el concesionario no acondicionaba debidamente la red, una serie de concejales propuso a la corporación en 1921 que pidiera al Gobierno la incautación por el Estado de la red telefónica de la villa, con lo que «no sólo saldría beneficiado el público, sino que el Municipio tendría ocasión […] de nutrir su hacienda con la municipalización de tal servicio». Sin embargo, como la solicitud no fue considerada por el Gobierno y el problema continuaba sin solucionarse, la corporación municipal volvió a insistir en 1925 en la incautación del servicio por el Estado y su paso a la Compañía Telefónica Nacional de España, que debería instalar el nuevo sistema automático de llamadas. Finalmente, en 1928 la nueva compañía nacional inició los trámites para la construcción de una nueva red telefónica en la ciudad «con gran urgencia por exigirlo el mejoramiento del servicio». El proyecto sustituía el sistema existente de distribución por medio de hilos y cables sobre los tejados —considerado como inadecuado para las exigencias del servicio telefónico— por la colocación subterránea de los cables principales. Sin embargo, la compañía, a pesar de abrir zanjas con este objeto en algunas calles en 1930, comenzó

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a instalar también postes, que motivaron nuevos conflictos con el Ayuntamiento por el tendido telefónico. Ese mismo año, además, la Compañía Telefónica iniciaba las obras de construcción de su central en la plaza de El Carmen y la calle de Corrida. En torno a la década de los treinta, Gijón contaba con suministros modernos de agua, luz y teléfono. A ellos se sumaban otros servicios como la pavimentación de las calles o el saneamiento de la ciudad, cuya red de alcantarillado corrió paralela a la de la traída de agua.

Construcción del edificio de Telefónica en la plaza del Carmen, h. 1933. Expediente 541/1928. ccs 2.639

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Plano de alzado y planta baja del edificio de la Compañía Telefónica en la plaza del Carmen, 1930 y 1931. Expediente 408/1930

xi

El mercado de San Lorenzo y las tiendas del aire, h. 1895. cm 3.011

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xi. Abastecer a los vecinos.

Mercados, pescaderías y macelos

El crecimiento demográfico que experimentó Gijón desde mediados del siglo xix como resultado de su pujante desarrollo industrial obligó a la corporación municipal a llevar a cabo una serie de medidas dirigidas a mejorar los servicios de abastecimiento y almacenamiento de los alimentos de la población, entre las que se encontraban la construcción de mercados cubiertos y mataderos que cumplieran con las suficientes condiciones de salubridad, puesto que los locales existentes hasta el último tercio de la centuria poseían serias deficiencias. El Archivo Municipal conserva entre sus fondos los proyectos de estos macelos y mercados, así como reglamentos y numerosas referencias a un aspecto de enorme importancia para los vecinos como era el abastecimiento público de alimentos. De hecho, tanto las Ordenanzas Municipales de 1774 como las de 1844 aludían en su articulado a los abastos y a determinadas características del comercio de comestibles en los mercados del concejo. La reglamentación dieciochesca hacía hincapié en la venta de pescado y en la recogida de los cereales. Por costumbre inmemorial una parte del bacalao vendido en el puerto debía destinarse a los vecinos de la villa del concejo. Por su parte, los frutos de «indispensable consumo y abasto» debían recogerse de la tierra el día que el Ayuntamiento señalase tras reunirse el 4 de julio de cada año, castigándose al que anticipara su recolección. En cuanto a la normativa decimonónica, los mercados debían celebrarse «en los sitios designados por el Ayuntamiento ó en los que el mismo en adelante señalare […] quedando á cargo de los celadores municipales de policía urbana, el señalar los puestos en que ordenadamente deban de colocarse los

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Remate de locales para la venta de carnes, 1845. Expediente 41/1845

Proyecto de mercado en Fuente de la Plaza, 1842. Expediente 15/1842

Construcción de puestos de mercado en la plazuela de San Lorenzo, 1871. Expediente 42/1871

vendedores en las plazas y mercados». Por ello, con el propósito de «proteger la mayor concurrencia en el mercado, se prohíbe que ninguna persona fije puesto de comestibles en alguna parte fuera de los sitios demarcados. Únicamente cuando las lanchas que ejercitan en la pesquería […] arriben al puerto, se permite vendan el pescado fresco en las rampas de la dársena, fijándose los vendedores en la del norte del puerto y calle frente al bombé». Asimismo, quedaba totalmente prohibido en las plazas o los mercados «rifar ó vender á la suerte dulces ó confituras, géneros de vidrio y loza, ni otros efectos de cualquiera clase». Estas ordenanzas municipales fueron ampliadas en 1888 en un nuevo reglamento de policía urbana que abordaba los requisitos relativos a la higiene y la venta que debían cumplir toda clase de comestibles.

Emplazamiento del mercado de Contracay o de las Verduras en las calles de Contracay y de las Hortalizas, 1876. Expediente 123/1876

Los mercados que había en Gijón a la altura de 1870 eran claramente insuficientes para atender las necesidades de consumo de alimentos frescos de su población y de hacerlo en unas condiciones higiénicas aceptables. La ciudad precisaba de un local cubierto de forma urgente, puesto que no tenía «otro punto para mercado que su plaza mayor, la que además de su reducida superficie no debe en nuestro concepto ser el sitio destinado

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para la venta de comestibles», según señalaba la memoria del proyecto de construcción del Mercado de Jovellanos, a pesar de que disponía de dos locales cubiertos de titularidad municipal destinados al comercio de algunos productos. El más antiguo era el Mercado de Hortalizas, también conocido como Mercado de Contracay por ubicarse en esa calle, que era anterior a 1840. En un principio, se destinaba exclusivamente a la venta de carnes, pero al establecerse a partir de 1845 en distintos puntos de la ciudad los denominados cajones de carne, el local se dedicó al año siguiente también a la venta de leche, legumbres y hortalizas. Tenía «puestos establecidos sobre sus dos lados, dejando en el intermedio un pequeño patio», pero era «sumamente reducido y en malas condiciones higiénicas», lo que obligaba a bastantes vendedores de legumbres a

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Planta y alzado del Mercado de Jovellanos, 1867. Expediente Especial 130

quedar «expuestos a la intemperie» en los días lluviosos. En 1876, tras la inauguración del Mercado de Jovellanos, el consistorio decidió venderlo, pero la propuesta de algunos vecinos de prolongar la calle del Instituto hasta los muelles paralizó la medida y siguió utilizándose hasta que finalmente fue derribado en 1894 para mejorar y ampliar la trama viaria de la zona en que se ubica.

Reforma del mercado de la pescadería municipal, 1877. Expediente Especial 130

El otro establecimiento de titularidad municipal era el Mercado de la Pescadería. En 1841 se había construido, próximo a la plaza Mayor, un «sitio cubierto para la venta de pescado fresco y salado». La deficiencia e incomodidad de sus instalaciones llevó a un grupo de vecinos a proponer en 1849 un nuevo mercado cubierto en la plazuela de San Lorenzo —actualmente desaparecida— que, aunque no se realizó, dio lugar posteriormente a la pescadería que el Ayuntamiento construyó sobre el muro de defensa contra el mar, entre esa plazuela y la playa, tras derribar ese «sitio cubierto» de la plaza de la Constitución. En 1850 el Ayuntamiento acordó que se levantara un edificio para realizar de forma cómoda y protegida operaciones de venta, ya fueran de pescado o de otros artículos, y en 1851 estudió el proyecto presentado dos años antes. Las obras, sin embargo, no fueron adjudicadas hasta siete años después, finalizándose la construcción de la pescadería según un nuevo proyecto en 1859.

La pescadería vieja, el mercado de San Lorenzo y las «tiendas al aire». cp 1.175

El Mercado de la Pescadería se destinó a la venta de pescado, tocino y pan cocido y, según su reglamento de 1856, «no se permitirá la venta de dichos artículos más que en el local destinado a este objeto», aunque «sujetándose a buenas condiciones de salubridad, los particulares, dentro de sus umbrales, pueden expender los expresados efectos». El edificio era, no obstante, «de escasas dimensiones e insuficiente para alojar a los vendedores durante la mayor parte del año, teniendo que salirse fuera y establecer sus puestos en las inmediaciones, interceptando en muchas ocasiones el tránsito público». A finales de siglo ya se consideraba que esta construcción era «de lo más pésimo que existe en el pueblo y ya se ha hablado varias veces de modificar su fachada y tejado para que resulte con mejores condiciones de ventilación y limpieza». La construcción de una nueva pescadería en la década de 1920 abocó a esta vieja lonja a su definitiva desaparición, cuyo recuerdo queda plasmado en la documentación municipal y en las imágenes de época conservadas. Pero el abastecimiento de la población no se realizaba únicamente en locales cubiertos, sino que también se desarrollaba en lugares públicos al aire libre, como sucedía en la plaza de la Constitución a mediados del siglo xix. En Gijón se celebraba al menos desde mediados del siglo xvii un mercado semanal

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Pescaderas vendiendo en la calle. ccs 3.082

todos los domingos. Aunque este mercado se siguió celebrando durante los siglos xix y xx, la necesidad de contar con sitios más resguardados en los que realizar las transacciones comerciales, así como el crecimiento de la población, dieron lugar a la aparición de nuevos mercados cubiertos.

El mercado de Jovellanos visto desde la calle San Bernardo. cp 1.933

Las insuficiencias de los locales de Contracay y Pescadería desde mediados del siglo xix hacían imprescindible la construcción de una nueva plaza de abastos en Gijón. De modo que en 1867 se presentó el proyecto de un mercado cubierto, redactado por el arquitecto municipal Cándido González, tal y como consta en un expediente especial del Archivo. Hubo que esperar, sin embargo, hasta 1873 para que el alcalde gijonés Eladio Carreño firmara la concesión para su construcción y explotación a Anselmo G. del Valle y Manuel Manso, que finalmente se convertiría en su único beneficiario. Ese mismo año se iniciaron las obras del Mercado de Jovellanos, situado en una parcela cuadrangular de 1.500 metros cuadrados en la plaza oriental del Instituto Asturiano, conocida con el nombre de paseo de la Estacada. La venta de productos en este mercado empezaron en 1876. Se trataba del segundo mercado cubierto edificado en Asturias, después del de Trascorrales en Oviedo, y fue el primero construido casi enteramente en hierro, que permitía «formas más esbeltas y ligeras».

El interior del edificio tenía capacidad para 424 puestos, distribuidos en 48 localidades sobre sus cuatro lados y 376 en el centro. El Reglamento para el régimen y orden de los Mercados de Gijón, aprobado en 1876, disponía que «la venta de toda clase de comestibles, que hasta ahora se efectuaba en las calles y plazas de esta villa, a excepción del pescado y la carne de cerdo [practicada en la pescadería sobre el muro], tendrá lugar en el nuevo Mercado de Jovellanos, prohibiéndose toda clase de puestos en la vía pública», salvo unos puntos específicos regulados oficialmente en la plazuela de San Lorenzo conocidos como tiendas del aire desde 1871. El inmueble permaneció en pie durante sesenta años, hasta que en 1936 fue derribado por la Gestora Municipal dentro del Plan de Reformas Urbanas que intentó aplicar el Ayuntamiento republicano. Además de los mercados de Hortalizas y de la Pescadería, en torno a 1870 existían en la plazuela de San Lorenzo una serie de casetas y puestos ambulantes que se habían ido instalando allí poco a poco procedentes de otros puntos de la ciudad, como la propia plaza de la Constitución o el paseo de Begoña. En 1871, el maestro de obras Cándido González presentó un proyecto en el que se pretendía establecer en esa área unos puestos fijos denominados tiendas del aire. El Ayuntamiento construyó algunas casetas y autorizó otras a algunos particulares a lo largo de las dos décadas siguientes, de modo que en torno a la fuente de la plazuela de San Lorenzo —donde también se ubicaba la pescadería— se instalaron diversos puestos de venta. A pesar de las mejoras introducidas, un informe de la Junta Local de Sanidad de 1894, publicado por el diario El Comercio, consideraba insuficientes los tres mercados señalados «teniendo en cuenta el gran desarrollo que en estos últimos años ha alcanzado esta villa», por lo que estimaba necesarios al menos otros dos «para evitar la gran concurrencia que se nota en los existentes» y así facilitar el abastecimiento de la población en unas condiciones adecuadas.

Derribo del Mercado de Jovellanos, 1936. ccs 5.445

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Aldeanas en las «tiendas al aire». cp 1.260

Planta y alzado de una marquesina para el mercado de la pescadería, 1921. Expediente 427/1920

El Ayuntamiento ya había intentado la construcción de un nuevo mercado cubierto en 1888 en el barrio de El Carmen, pero el acuerdo al que llegó entonces la corporación no se materializó, a pesar de que la insuficiencia de los que había en aquel momento quedaba puesta de manifiesto. En 1896 se aprobó, no obstante, la construcción de una nueva plaza de abastos cubierta en la plazuela de San Lorenzo, frente a la pescadería del Muro. El Mercado de San Lorenzo, conocido popularmente como del adobo, se edificó sobre una parcela triangular en la que estaban situadas las tiendas del aire desde 1871,

que deslucían notablemente la zona según el consistorio. Estos puestos se trasladaron provisionalmente a la calle de Jovellanos, pero no fueron retirados hasta 1936. La idea original consistía en la reforma y ampliación de la pescadería, pero finalmente se optó por un nuevo inmueble frente al anterior. Se seleccionó uno de los cuatro proyectos presentados por el arquitecto municipal Mariano Medarde, licitándose la obra en 1897. Las fachadas exteriores estaban compuestas por columnas de hierro que servían de división a las tiendas instaladas fuera —las denominadas tiendas del aire—, mientras que en el interior del mercado había un gran patio central con una serie de casetas destinadas a la venta de carnes de cerdo. Este mercado sufrió la misma suerte que la pescadería sobre el Muro, ya que fue derribado para levantar en su solar la nueva pescadería municipal tres décadas después. Pero este mercado no consigue solucionar los problemas de abastecimiento, siendo los puntos de venta de alimentos insuficientes, por lo que en el Ayuntamiento siguieron debatiéndose otras soluciones que acabaron por concretarse en la construcción del Mercado del Sur. El concejal Daniel de la Cerra había propuesto a la corporación en 1895 la adquisición de los terrenos que ocupaba la Fundición de Cifuentes, Stoldtz y Compañía en la plaza del Infante para edificar sobre ellos un nuevo mercado cubierto cuya obra se comprometía a realizar la Fábrica de Hierros de

Proyecto de mercado en la plazuela de San Lorenzo, 1897. Expediente 43/1896

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Fachada este del mercado de San Lorenzo, 1897. Expediente 43/1896

Derribo del mercado de San Lorenzo, h. 1928. ccs 2.636

Mercado del Sur, fachada a la plaza del Seis de Agosto, 1899. Expediente Especial 120

Mercado del Sur, plano de planta, 1898. Expediente Especial 120

Mieres. Como su propuesta no fue tomada en consideración, volvió a exponer la cuestión al año siguiente, pero planteando esa vez que si el Ayuntamiento no se decidía a emprender las obras podría concederse su realización a una sociedad privada que ofreciera unas condiciones aceptables de ejecución. Finalmente en 1897 el Ayuntamiento otorgó finalmente la licencia de construcción a Eduardo Martínez Marina, constituyéndose poco después la Sociedad del Mercado del Sur, en la que también figuraban en su consejo de administración José de las Clotas como presidente y Vicente Ibaseta y Daniel de la Cerra como vocales. Las obras se realizaron siguiendo el proyecto del arquitecto municipal Mariano Medarde —autor también del Mercado de San Lorenzo—, tras desecharse el de Antonio Suardíaz Valdés, conservados ambos en el Archivo. Mientras los planos originales preveían un edificio rectangular con zonas ajardinadas, la obra definitiva aprovechaba la irregular parcela de 2.700 metros cuadrados de extensión para ubicar el armazón de hierro construido finalmente por la Fábrica de Mieres, bajo la dirección técnica de Buenaventura Junquera. El Mercado del Sur se inauguró en 1899 y estaba destinado «exclusivamente á la venta de carnes de todas clases, pescado, legumbres y hortalizas, leche, manteca de vaca, huevos, frutas y queso y pan, cereales y similares de estos artículos», pero en modo alguno a «bebidas espirituosas, aunque sí de refrescos y puestos de agua».

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Casi treinta años después, en pleno siglo xx, tuvo lugar la última reforma de las instalaciones dedicadas al abastecimiento que sufrió la plazuela de San Lorenzo, un espacio urbano que desaparecería con la construcción de una nueva pescadería municipal. En 1914 se había solicitado la municipalización del servicio de la subasta del pescado, lo que posteriormente devino en la propuesta de construcción de un nuevo mercado destinado a pescadería en el solar de Contracay, que al final se desechó en favor de una ubicación más conveniente, entre la torre de los Jove Hevia y la propia casa consistorial. Esto significó la desaparición del Mercado del San Lorenzo y la calle de Fuente de la Plaza, así como el adelantamiento de la línea de fachada, lo que generó un solar de 570 metros cuadrados, dejando libre la vista al mar al derruir igualmente el edificio de la pescadería vieja. Las obras comenzaron en 1928, siguiendo los planos presentados por el arquitecto municipal Miguel García de la Cruz, y el nuevo mercado fue inaugurado en 1930. Se levantó empleando una estructura de hormigón armado y constaba de dos plantas, semisótano y principal, en las que se vendían, respectivamente, marisco y pescado.

Vista del mercado del Sur. ccs 645

Mientras duraban las obras de la nueva pescadería, el Ayuntamiento decidió habilitar provisionalmente un local en el que se pudieran comprar los comestibles que ofrecían los viejos mercados de la plazuela de San Lorenzo. Aunque en un principio se pensó en mantener el edificio sobre el Muro hasta que estuvieran terminadas las obras, las molestias y el polvo que producían condujeron a la corporación a abrir una «especie de tendejones o cobertizos sencillos» en la plaza de Hortalizas o de Contracay, próximos al emplazamiento del antiguo mercado derribado en 1894. Además de amplios e higiénicos mercados donde los vecinos de Gijón podían realizar sus compras de comestibles, desde mediados del siglo xix la villa también necesitaba urgentemente un nuevo local donde sacrificar ganado para el consumo en unas condiciones de higiene aceptables y en las cantidades

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Título de obligación de 500 pesetas para la financiación del nuevo mercado pescadería, 1927

La Pescadería Municipal, emplazamiento, planta principal y sección, 1927. Expediente Especial 110

La Pescadería Municipal, diseño de puestos, 1927. Expediente Especial 110

La Pescadería Municipal, h. 1930. ccs 850

que exigía la demanda de la población. El matadero existente se encontraba en un «deplorable estado […], inservible á todas luces para el objeto á que se dedica, por sus exiguas dimensiones» y deficientes condiciones. La corporación ya había aprobado en 1869 la fábrica de un macelo en el arenal de San Lorenzo —a la altura de la calle de Jovellanos— e incluso comenzado las obras en 1873, pero finalmente decidió llevar a cabo su derribo por «su inconveniente y muy perjudicial emplazamiento». En 1880 la Comisión de Mercados y Macelos propuso la construcción de un nuevo edificio que «á la vez que ofrezca la suficiente amplitud y comodidad, se emplace en punto conveniente, donde existan aguas corrientes indispensables para la limpieza» y en el que se pudieran sacrificar reses de todas clases destinadas al consumo general de la población. Dos años después, el Plan de Mejoras Locales de 1882 consideraba fundamental esta obra para mejorar las condiciones sanitarias de la villa.

próximos a la desembocadura del río Cutis, cuyas aguas encauzadas servirían para su lavado, según el Proyecto de Matadero del arquitecto municipal Rodolfo Ibáñez, de 1888, conservado en un expediente especial del Archivo, que se inspiraba en los modelos de Madrid, Barcelona y Sevilla. El nuevo macelo consistía en una nave central y dos pabellones laterales, con salas para el sacrificio y ventilación de los animales, establos y pocilgas, así como una carbonera, un almacén y un local con horno crematorio destinado a quemar las carnes en mal estado. Los edificios que lo formaban quedaban aislados por calles y patios con entradas independientes que permitían realizar los trabajos de una forma más sencilla e higiénica. En 1891 el establecimiento se puso en marcha y tres años después se cerró de forma definitiva el matadero antiguo. Por otra parte, los alimentos que entraban en la villa para su comercialización en los mercados y plazas de abastos debían pasar previamente por un control sanitario y pagar el arbitrio de consumos. Esta actividad se realizaba en unos puestos de control municipales que de forma oficial se denominaban estación sanitaria, aunque popularmente eran conocidos como fielatos, en alusión al fiel o balanza en la que se pesaban las mercancías y cuyo reflejo aún se conserva en la toponimia local. Se trataba de locales situados en las vías por las que los agricultores y ganaderos tenían que pasar para entrar en la ciudad, de modo que sus accesos disponían de un fielato para el servicio de arbitrios,

El Ayuntamiento optó finalmente por la otra posibilidad planteada en 1869 y ubicó el nuevo macelo en El Natahoyo, en unos terrenos adquiridos al marqués de San Esteban del Mar,

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Situación del macelo municipal en El Natahoyo, 1888. Expediente Especial 61

Reglamento del matadero municipal, 1891 Fachada del macelo municipal de El Natahoyo, 1888. Expediente Especial 61

tal y como se denunciaba en un expediente municipal en el que la Corporación acordó «á fin de evitar mayores males en lo sucesivo» la siguiente proposición, a pesar de que se venían «cumpliendo algunas de las disposiciones» según la propia Comisión de Mercados y Mataderos: 1. Que obligue á los dueños de los mercados públicos que hagan unas banquetas debidamente pintadas, y que su nivel del suelo no baje de 62 centímetros, para exponer los artículos á la venta. 2. Que se prohíba terminantemente exponer ningún artículo á la venta en cajones.

Proyecto de estación sanitaria [fielato] en el Piles, 1925. Expediente 763/1925

formado por una caseta de unos cuarenta metros cuadrados en las que había generalmente una oficina y un almacén, y en ocasiones un espacio denominado báscula donde se hallaba el fiel de la balanza para pesar las mercancías. Era frecuente en los municipios que, paralelamente, existiera otra balanza en la propia casa consistorial, y ese es también el caso de Gijón, en cuya casa del consistorio existe, desde su construcción en 1865, una sala dedicada al fiel de la balanza para el pesaje de productos. Uno de los fielatos más antiguos estaba situado en la plaza del Infante, próximo a una de las puertas de entrada a la ciudad, en un momento en que Gijón todavía estaba cercado por la fortificación militar. En 1871, sin embargo, se propuso que abandonara esa ubicación y se instalara fuera del perímetro amurallado, cerca del nudo de comunicación que formaba la confluencia de las carreteras Carbonera y de Oviedo. Una vez que la muralla desapareció y la ciudad pudo crecer sin impedimento físico alguno, las estaciones sanitarias se fueron trasladando progresivamente fuera del perímetro urbano, como ocurrió, por ejemplo, en 1904 con el fielato de Begoña, que se situó en la carretera de la Costa, extendiéndose con ello el ámbito de control del arbitrio de consumos. Proyecto de fielato en la puerta del Infante, 1871. Expediente 33/1871

3. Que se obligue hacer aseo riguroso diario y también lavaje general, cuando menos, dos veces por semana. 4. Que se haga un minucioso reconocimiento por quien corresponde de los artículos á la venta y su decomiso en caso que no estén en condiciones debidas. 5. Que se nombre una Comisión de la Corporación para que haga una inspección diaria á los mercados para su cumplimiento.

Además de estas disposiciones, tanto los mercados como el macelo público contaban con reglamentos que regulaban con detalle su funcionamiento. Aprobados, modificados y sustituidos a lo largo de la vida de estos centros de abastecimiento, algunos se han conservado, una veces, impresos; otras, manuscritos en los propios expedientes municipales, y, hoy en día, se custodian en los fondos del Archivo Municipal. En ellos se especificaba, por un lado, el régimen interno y del personal municipal que se ocupaba de su atención y, por otro, las tarifas para el alquiler de los puestos de venta o las condiciones en que se prestaban los servicios de los matarifes. Todo ello con el fin de regular y normalizar unos servicios municipales de gran relevancia para el vecindario.

Los mercados que se construyeron en la segunda mitad del siglo xix se encontraban a la altura del año 1910 «faltos de higiene»,

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Bombo utilizado para el sorteo de amortización de empréstitos municipales para la financiación de obras públicas, entre otras, mercados, macelos y pescaderías, h. 1910-1920

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Plano hidrográfico y topográfico de la costa entre los cabos de Torres y San Lorenzo, 1922

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La ciudad y el mar. Puertos, muros y arenales

El intenso desarrollo de la villa de Gijón durante el siglo xix quedó reflejado en la construcción de una serie de infraestructuras relacionadas con el mar a ambos lados del cerro de Santa Catalina. Por un lado, el tráfico carbonero obligó a la ampliación de las instalaciones portuarias, que eran el motor de la industrialización de la ciudad; por otro, el crecimiento urbano hacia el este impulsó la continuación del muro de protección de las aguas y las arenas desde donde terminaba el antiguo hasta la desembocadura del río Piles, y, por último, en el paredón heredado de la centuria anterior se situó una serie de balnearios relacionados con la orientación turística que la población empezó a tomar a partir de la segunda mitad del siglo xix. A mediados del siglo xix Gijón contaba con el mismo puerto comercial reconstruido a finales del siglo anterior, formado por una dársena de pequeñas dimensiones, colmatada de sedimentos y de muy escaso calado. La intensificación del tráfico portuario durante la primera mitad del siglo saturó unas instalaciones que requerían urgentemente una ampliación. Los antiguos proyectos dieciochescos ya eran inviables, por lo que se redactaron otros nuevos especialmente vinculados a la carretera Carbonera y al ferrocarril de Langreo. Uno de ellos era el del ingeniero de caminos Pedro Antonio de Mesa, que en 1856 fue autorizado mediante una real orden para realizar un nuevo estudio del puerto gijonés. Los consignatarios solicitaban al menos la construcción de un dique exterior de protección, imprescindible para la seguridad y el desarrollo de las actividades portuarias y una idea en la que coincidía la mayor parte de los proyectos.

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Proyecto de ensanche y mejora del puerto de comercio de Gijón de Pedro Antonio de Mesa, 1856

La intervención de la propia reina Isabel II, tras comprobar la saturación de las instalaciones portuarias durante su estancia veraniega en el palacio del conde de Revillagigedo en 1858, permitió que se autorizara la construcción del dique exterior y muelle de Santa Catalina —o de Lequerica, por el nombre del contratista—, cuyas obras finalizaron en 1864 y fueron sufragadas a partes iguales por el Gobierno y el Ayuntamiento. También la sociedad Florencio Valdés y Compañía levantó en 1871 el pequeño muelle particular de Victoria —conocido popularmente como el muellín— entre la antigua dársena y el antepuerto que formaba el nuevo dique, primero de madera y después sobre una arcada de piedra. Pero estas obras no fueron suficientes para aliviar el creciente tráfico portuario de la segunda mitad del siglo xix. La iniciativa privada se encargó entonces de la ampliación de las viejas instalaciones por la zona de El Natahoyo. En un primer momento se construyó un malecón que permitió ganar terreno al mar y la apertura de la calle Marqués de San Esteban, pero provocó las quejas de los vecinos que iban a bañarse a la playa de Pando. Posteriormente, en 1872 se constituyó la Sociedad de Fomento, que construiría en 1883 los nuevos muelles de Fomento Proyecto del puerto de El Musel primitivo

y Fomentín —este último más pequeño y auxiliar del anterior—, perdiéndose definitivamente el arenal occidental de la villa. Pero esta ampliación del puerto local tampoco fue suficiente dado el creciente tráfico portuario y fue el origen, además, de la larga polémica entre los partidarios de la ampliación del puerto local y los defensores de la construcción de un nuevo puerto en la ensenada de El Musel. Paralelamente a la construcción de los muelles de Fomento se constituyó la Junta de Obras del Puerto, entre cuyos fines se encontraba el de coordinar los intereses de las Administraciones central y local y de los industriales, encargándose específicamente de los fondos y los trabajos que se tuvieran que llevar a cabo para las obras del nuevo puerto. Por otra parte, se hacía cada vez más necesaria la construcción de un puerto de refugio en Asturias, dedicado a ofrecer seguridad a los buques, que evitase el peligro de los temporales en una costa abrupta y dotada de pocos abrigos naturales de importancia. A mediados del siglo xix los Ayuntamientos de Gijón y de Gozón se disputaron el privilegio de acoger esta importante infraestructura. El Gobierno encargó entonces un estudio comparativo entre ambos lugares que se hizo extensivo después a toda la

Proyecto para ampliación del puerto local de Domingo Estebanot con firma de Salustio González Regueral, 1864. Expediente Especial 23

Proyecto del puerto de El Musel reformado

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El capitán de artillería Nicolás Cheli Giménez presentó al Ayuntamiento un estudio firmado en 1870 con dos proyectos de puerto de refugio en la concha de Gijón, recogidos en un expediente especial conservado entre los fondos del Archivo Municipal. El militar se decantaba en su proyecto también por la opción gijonesa frente a la idea de levantar esa infraestructura portuaria en Luanco, dado que Gijón era «la población más comercial de Asturias, estrayéndose [sic] además por ella el carbón de piedra y partiendo de dicho puerto el gran ferrocarril que […] termina en el importantísimo puerto de Cádiz, en igualdad de circunstancias, razones comerciales, políticas y militares darían siempre la preferencia á Gijón sobre Luanco». Así pues, partiendo del proyecto de Salustio González Regueral, este autor proponía en el puerto de El Musel mayor capacidad, que no se hallaran tan apiñadas las dársenas y que «sin oposición ni trabajo, puedan tomar los buques el puerto con mucha confianza». A pesar de ello, Cheli Giménez se mostraba favorable a la ampliación del puerto local.

Proyecto de puerto en el fondeadero de El Musel de Nicolás Cheli Giménez, 1870. Expediente Especial 23

Proyecto de puerto en el fondeadero de Gijón de Nicolás Cheli Giménez, 1870. Expediente Especial 23

Más vale ahorrarnos mucho dinero tanto por el mayor coste del Puerto en el Musel como por los grandísimos gastos en caminos

costa asturiana. El ingeniero jefe de la provincia, Salustio González Regueral, presentó en 1862 los resultados de su estudio, en el que consideraba más favorable a Gijón y particularmente su ensenada de El Musel, así como un primer anteproyecto del puerto que debía construirse en ese lugar. Una real orden de 1865 aprobó entonces que el sitio de El Musel, en la concha de Gijón, se convirtiera en puerto de refugio de Asturias. Ese mismo año se adjudicaron las obras a la Sociedad de Próspero Alburquerque y Compañía, pero la falta de cumplimiento de las condiciones estipuladas en el contrato le hizo perder la concesión. Tampoco realizaría las obras José Ruiz de Quevedo, tras haberle sido otorgada en 1872 una nueva concesión que sería también rescindida siete años después. En este contexto se acentuó la polémica iniciada años atrás entre los partidarios de ampliar el puerto local y los defensores de El Musel.

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ordinarios y de hierro necesarios […] y más vale por todos conceptos hacer el puerto en el mismo Gijón, pues contamos además con una base muy buena como es la actual dársena A [del plano] y el antepuerto B [del plano].

Proyecto de un gran puerto de Gijón, 1877. Expediente 107/1877

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Bando municipal sobre la manifestación pro Musel, 1888. Expediente 2/1888 (izquierda)

Bando municipal sobre la celebración de la consecución del puerto de El Musel, 1892. Expediente 2/1888 (derecha) Plano general de la costa entre los cabos de Torres y de San Lorenzo, 1879

Proyecto del puerto de El Musel de Alejandro Olano, 1903

Ninguno de los proyectos que proponía Cheli Giménez se realizó, pero sirvieron de base a otros que aparecieron poco después. En 1871 el ingeniero de la Junta de Obras del Puerto Fernando García Arenal presentó un proyecto de ampliación del viejo puerto local conocido con el nombre de apagador por la forma de apagavelas que tenía el diseño, mientras que en 1886 Vicente González Regueral daba a conocer otro en el surgidero del cabo Torres con el nombre de Musel Reformado. A pesar de las ventajas naturales de la ensenada de El Musel, lo cierto es que la construcción de un puerto en aquella época contaba con grandes dificultades, puesto que en esa zona no existía un espacio de emplazamiento oportuno, ni aguas potables, ni otros servicios generales mínimos. Aunque estos proyectos tampoco se realizaron, aportaron más experiencia para los de Francisco Lafarga y Alejandro Olano. La Corporación municipal se decantó tras muchas vacilaciones por la opción de El Musel, promoviendo incluso una manifestación de apoyo por las calles de Oviedo ante la Diputación Provincial. El Gobierno aprobó finalmente un real decreto en 1889 por el que se refundían en uno los puertos de Gijón y El Musel, cerrando la polémica portuaria, al tiempo que daban comienzo las obras en el surgidero de Torres en 1893.

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Francisco Lafarga presentó su proyecto de puerto de El Musel en 1891, aprobándose ese mismo año. El Gobierno creyó más oportuno contratar las obras del dique norte de abrigo y su muelle de ribera por separado. Las enormes dificultades en las obras dieron lugar, sin embargo, a un nuevo proyecto de Alejandro Olano en 1903, que proponía que el recién creado Sindicato Asturiano del Puerto del Musel asumiese todas las contratas de las obras del dique norte y muelle de ribera para facilitar los trabajos. El proyecto incluía un dique de protección de los temporales del norte de forma curvilínea que tomaba dirección sureste, así como un contradique sur con dirección noreste. Este planteamiento sufrió varias transformaciones, como la planteada por José Rodríguez de Rivera, que lo amplió para dar cabida a mayor número de buques. En 1907 se inauguró oficialmente la explotación comercial del puerto de El Musel a través de la Junta de Obras del Puerto, concentrándose la actividad en la carga del carbón transportado por ferrocarril desde las cuencas mineras. Tres años después el puerto fue habilitado para el embarco de emigrantes a ultramar empleando los modernos buques transatlánticos. El puerto de El Musel continuaría reformándose y ampliándose durante todo el siglo xx con el fin de adquirir mayor capacidad.

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Bando municipal sobre la inauguración de las obras del Dique Norte de El Musel, 1892. Expediente 190/1892

de la construcción del malecón de El Natahoyo y de los muelles de Fomento, obligó a los vecinos a dirigir su mirada a la playa de San Lorenzo, que adquirió desde los años ochenta del siglo xix una enorme importancia en la vida de la ciudad y acogió parte de los festejos veraniegos.

«El Musel, 1920» de P. Sánchez. cm 1.820

Los muelles de Oriente en la época del vapor. cp 1.238

Pero si la línea costera occidental del concejo acogió las infraestructuras portuarias —además de las industriales y las áreas residenciales de su población obrera—, hacia el este el arenal de San Lorenzo protagonizó el desarrollo de nuevos espacios de ocio relacionados con el fenómeno turístico de la villa a partir de la segunda mitad del siglo xix. En este contexto se enmarca la construcción de toda una serie de edificaciones de carácter estacional orientadas al creciente turismo estival o de veraneo, de las que se conservan los proyectos originales, en el Archivo Municipal. Asimismo, continuó en estos años la construcción del muro de contención de las dunas de arena frente a la playa, que prolongaba el ya existente, con el propósito de proteger las nuevas áreas residenciales de la burguesía local y regional. La villa de Gijón dispuso hasta el último cuarto del siglo xix de los arenales de Pando y de San Lorenzo, situados respectivamente en los costados occidental y oriental del cerro de Santa Catalina. Los gijoneses de la época preferían para bañarse, sin embargo, las cálidas y transparentes aguas de Pando, cuya arena, muy fina, lo hacía tan superior al de San Lorenzo que, como señalaba un cronista local de la época, «en ésta no se bañaba entonces ninguna persona», como hizo la propia reina cuando veraneó en la villa en 1858. Su desaparición como consecuencia

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Los baños de mar estaban regulados por una normativa específica del Ayuntamiento. En 1877, próxima la temporada «en que se hace uso de los baños de mar, para evitar los abusos que con frecuencia se cometen con riesgo grave de la vida de las personas y en ofensa de la pública decencia», el consistorio incoó un expediente con el propósito de dar cumplimiento a algunas disposiciones relacionadas con el control de baños en la playa. Los únicos puntos para bañarse eran las playas de Pando y San Lorenzo y las bajadas de Santa Catalina, es decir, detrás de la iglesia parroquial, pero sólo «completamente vestidos». En Pando y San Lorenzo los hombres y las mujeres debían bañarse debidamente separados según señalaran los dueños de las respectivas casas de baños allí establecidas, mientras que en el lugar situado detrás de la iglesia las mujeres podían hacerlo sólo hasta las diez de la mañana, y los hombres, de esa hora en adelante. Los niños tenían prohibida su entrada en el agua si no estaban acompañados o a la vista de sus padres o encargados. También quedaba totalmente prohibido bañarse en el muelle y el antepuerto. En cuanto a los animales, sólo se podían bañar en la playa de San Lorenzo desde el punto conocido como La Garita hasta la desembocadura del río Piles. Todo aquel que contraviniera estas disposiciones sería multado con cinco pesetas, y el doble, si reincidían. La Guardia Municipal quedaba encargada de su cumplimiento, sufriendo las mismas sanciones si faltaba a su vigilancia. En el primer tramo del arenal de San Lorenzo existía en aquellos momentos un paredón de contención que protegía a los vecinos de las aguas y del movimiento de las arenas. Este muro se había construido en dos fases. A principios del siglo xvi, se había

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Bando municipal sobre los baños en los arenales de San Lorenzo y Pando y detrás de la iglesia de San Pedro, 1877. Expediente 23/1877

levantado el llamado paredón de San Pedro para asegurar los terrenos de Campo Valdés y la iglesia parroquial, que iba desde el propio cerro de Santa Catalina hasta la plazuela de San Lorenzo. Pero no tenía la envergadura suficiente, porque los vecinos de la villa seguían sufriendo, como se señalaba en una historia local, «las fuertes avenidas del océano», así como «la invasión de grandes masas de arena, aun más molestas que el mismo mar» y que el viento movía constantemente. A principios del siglo xviii hubo un intento de continuar la obra y construir un «fuerte y elevado muro», pero la falta de fondos impidió su realización. Hubo que esperar a los años setenta de esa centuria para que, bajo la dirección facultativa de Manuel Reguera González, se levantara un paredón «sin gasto alguno a los arbitrios del público porque se ejecuta con los descombros que salen de la limpieza de la dársena y en las horas que los operarios no pueden trabajar en la limpieza de ella, y con dichas prevenciones está concedida la real facultad para dicho murallón». Una vez finalizadas las obras en 1782, el alférez mayor de la villa Francisco de Paula Jovellanos mandó grabar en el arranque del muro y debajo de la cuarta cruz de piedra del calvario colocado sobre él una inscripción en la que se podía leer: «De la Casa de Dios, fuerza y adorno. Año 1775». El plan de mejoras de su hermano Gaspar preveía la continuación del muro hasta el lugar conocido como La Garita, desde donde saldría una tapia que iría hasta la Puerta de la Villa con el propósito de contener el movimiento de las arenas.

municipal de construcción de un nuevo macelo al final de la calle de Jovellanos en 1869 según los planos del maestro de obras Cándido González. La necesidad de mejorar las condiciones higiénicas del abastecimiento de los vecinos llevó al consistorio a plantear esta edificación, barajándose las opciones de El Natahoyo y San Lorenzo. Ganó esta última por la cercanía a la población y su mejor comunicación, contando, además, con que las aguas del mar facilitarían la limpieza diaria de las instalaciones. Las obras del macelo, situado al borde de la misma playa de San Lorenzo, llegaron a iniciarse, pero un nuevo gobierno local decidió derribar lo construido y retomar la alternativa de El Natahoyo, donde, finalmente, se levantó el matadero municipal en 1891.

En la primera mitad del siglo xix, como consecuencia de la guerra carlista, la villa fue fortificada con una muralla que partía del punto donde terminaba el paredón de San Lorenzo. Su derribo en la segunda mitad del siglo permitió el crecimiento espacial de la población, orientándose el desarrollo urbano hacia el este a través de un ensanche por el arenal. El frente marítimo del ensanche, sin embargo, no tenía la consideración ni el prestigio que adquiriría posteriormente, como refleja el proyecto

Durante los tres primeros cuartos del siglo xix Gijón apenas tenía importancia como estación veraniega. Los bañistas disponían de unas cuantas casetas de madera, pequeñas y portátiles, diseminadas por la playa de Pando. Pero la concurrencia de veraneantes aumentaba tanto que para atenderles la sociedad Castillo y Compañía decidió levantar una casa de baños en la playa de San Lorenzo en 1874, a la altura de la antigua calle de Pidal, casi al mismo tiempo que se edificaba otra sobre el malecón de Pando.

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Plano de planta de macelo en el arenal de San Lorenzo, 1869. Expediente 62/1869

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Emplazamiento del macelo en el arenal de San Lorenzo, 1869. Expediente 62/1869

Proyecto de una casa de baños en la playa de San Lorenzo, 1882. Expediente 223/1883

La Terraza de la playa de San Lorenzo. cp 1.883

Proyecto de casa de baños permanente en la playa de San Lorenzo, 1887. Expediente 66/1887

Estas casas de baños dieron paso a la instalación de una serie de balnearios más modernos a finales del siglo xix en el arenal oriental de la villa. Ya a mediados de la centuria Gijón pretendía convertirse en punto de referencia turística para la burguesía, sirviendo la estancia de la reina Isabel II en 1858 como estímulo para tomar esta dirección. Los veraneantes elegían Gijón como destino turístico por la calidad de sus aguas. En aquellos momentos los baños de mar eran aconsejados por los médicos como remedios para la salud. De ahí la importancia que tomaron los balnearios, dirigidos a personas de un nivel socioeconómico elevado que buscan en los baños una fuente privilegiada de mejora de su salud. El resto de bañistas sólo disponían de casetas móviles y los que no contaban con recursos utilizaban una simple sábana para sus baños.

La casa de baños que la sociedad Castillo y Compañía construyó en el arenal de San Lorenzo en 1874 y dio comienzo al desarrollo de esta playa como recurso turístico se complementó en 1881 con la instalación de unas casetas destinadas a «servir para vestirse a los bañistas menos acomodados». En 1885 se inauguró el balneario La Favorita, frente a la calle de Jovellanos, aunque en 1892 se amplió con un edificio destinado a «baños de ola». Los edificios ocupaban una extensión de 160 metros de largo por nueve de ancho y estaban comunicados por una galería de 70 metros que «á la vez sirve de paseo y recreo á los bañistas». En 1887 se reedificó el balneario de Castillo y Compañía con el nombre de Las Carolinas, ocupando un espacio de 90 metros de largo por 12 de ancho con un tobogán de carriles por donde una barca se deslizaba hacia el mar. Ese mismo año también se construyó La Sultana, frente a la calle de Ezcurdia —junto al lugar denominado La Garita— con una extensión de 70 metros de largo por 10 de ancho. Su fachada fue reformada en 1899, siguiendo el proyecto del arquitecto municipal Mariano Marín, en estilo neomudéjar. Este balneario se derribó en 1906 como consecuencia de la continuación del Muro de San Lorenzo, aunque se volvió a levantar siguiendo el proyecto presentado por el ayudante de Obras Públicas Bonifacio G. Echevarría en 1908, a pesar de la oposición vecinal. Finalmente, en 1893 se construyó La Cantábrica detrás de la iglesia parroquial de San Pedro, con una extensión de 80 metros de largo por 10 de ancho. Según una

Proyecto de fachada para la reconstrucción de la puerta del establecimiento de baños «La Sultana», en la playa de San Lorenzo, 1899. Expediente 39/1899

Proyecto de reforma en la fachada de la casa de máquinas del balneario «La Favorita», 1888. Expediente 192/1888

Balnearios en la playa de San Lorenzo. ccs 2.952 Proyecto de los balnearios permanentes, las «Perlas Cantábricas», en la playa de San Lorenzo, 1892. Expediente 186/1892

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Detalle de pretil para el muro de San Lorenzo. ee 103-105 Perfil del muro de San Lorenzo, 1902 ee 103-105

Proyecto de dos balnearios permanentes, las «Perlas Cantábricas», en la playa de San Lorenzo, 1892. Expediente 186/1892

guía publicada a finales de siglo, los balnearios estaban hechos «con solidez, exquisito gusto y provistos de los aparatos más modernos y conocidos hasta el día para la hidroterapia». Desde el punto de vista arquitectónico, respondían a una tipología común. Estaban anclados directamente sobre la arena por medio de pilares de madera que separaban el edificio de la playa permitiendo el paso del agua en la pleamar. Por otra parte, este tipo de edificios estivales daba una enorme importancia a los aspectos decorativo y estético, tanto en su interior como en su exterior. Además de los balnearios, en la playa de San Lorenzo existían desde finales del siglo xix 165 «casetas movibles», más económicas que los anteriores y colocadas cerca de la orilla del mar por sus dueños. La mayoría de ellas se situaban entre La Sultana y la desembocadura del río Piles. Los balnearios contaban también con unas treinta casetas móviles para su servicio que colocaban en la playa frente a sus respectivos establecimientos. Las diferentes infraestructuras generaban distintas ofertas para el baño, lo que provocaba una segregación social en función del nivel económico de los bañistas. El nivel más bajo lo ocupaban los que debían emplear una simple sábana para cambiarse, al no poder recurrir a los balnearios o a las casetas. El rápido crecimiento de la población a finales del siglo xix por el ensanche del arenal de San Lorenzo motivó a la Corporación municipal a continuar el primitivo muro de defensa —que ter-

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minaba en el punto de La Garita— hasta la desembocadura del río Piles, puesto que «ya no sólo son los terrenos los que están expuestos a ser arrasados por el mar, sino también edificios de buena y reciente construcción y cañería de gas». Sin embargo, ni el proyecto de Rodolfo Ibáñez de 1889 ni los de Mariano Medarde de 1893 y 1897 pudieron llevarse a la práctica. Fue el arquitecto municipal Miguel García de la Cruz quien presentó en 1905 el proyecto que definitivamente iba a hacerse realidad. El muro partiría desde la terminación del existente en las proximidades del balneario de La Sultana —que estorbaba para su construcción y debía ser derribado—, situándose una rampa o una doble escalinata frente a cada una de las calles del ensanche que desemboca en la playa. El muro se concebía «para resistir los empujes de las tierras que han de formar las calles, reuniendo también las condiciones para sufrir los embates de la mar», de manera que los cimientos se hicieron de hormigón hidráulico, y el cuerpo, de mampostería y mortero. En 1906 el Ayuntamiento obtuvo la autorización del Gobierno para su construcción, adjudicándose las obras al empresario Manuel Sánchez Dindurra, quien nombró al arquitecto Manuel del Busto González como director. Durante el verano de 1907 dieron comienzo las obras, que duraron siete años, aunque con continuas interrupciones. En 1910 se acordó dar el nombre de Rufo García Rendueles a la calle que se iba a trazar a lo largo del nuevo malecón en agradecimiento a las gestiones que el subsecretario de Obras Públicas realizó para la concesión del muro y de la carretera que va del

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Proyecto de balaustrada de cemento para el paseo de la Iglesia, 1932. Expediente 88/1932

Muchachos contemplando la marejada en San Lorenzo el mes de enero de 1937. ccs 6.288

Proyecto de escalera monumental de acceso a la playa de San Lorenzo, 1933. Expediente 8/1933

Vista aérea de la playa de San Lorenzo, 1931. ccs 2.961

río Piles a El Infanzón. En 1912 comenzó a levantarse el antepecho, consistente en la colocación de unos pilares de sillería caliza y de una serie de columnas de hierro fundido entre estos pilares, enlazadas con unas barandillas de tubo. Finalmente, se pavimentó la nueva avenida de Rufo Rendueles.

La playa de San Lorenzo en 1932. ccs 61

La playa de San Lorenzo en verano. ccs 62

En 1915 ya se encontraba terminado el Muro de San Lorenzo desde el cerro de Santa Catalina hasta la desembocadura del río Piles, sobre el que se había construido el año anterior un puente que enlazaba con la carretera de El Infanzón. En 1923 se sustituyeron de la barandilla los tubos de hierro forjado por otros de hierro fundido rellenos de cemento con el fin de evitar la corrosión, colocándose en 1932 una balaustrada de cemento en la zona de la iglesia de San Pedro, hasta la rampa de acceso a la playa frente a la pescadería municipal. Por otra parte, la gran afluencia de bañistas que bajaban a la playa a la altura de la calle de Jovellanos movió a la corporación municipal a realizar una escalera monumental en esa zona para agilizar el tránsito de entrada y salida a la playa. Por otra parte, desde un punto de vista político, el proyecto significaba un incremento de la obra pública en unos años en que se hacía especialmente agobiante el desempleo tras la crisis del 29. Tras un primer proyecto en los

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Playa de San Lorenzo, agosto de 1934. ccs 2.263

años veinte, en 1933 se presentaron varios de los que salió el diseño definitivo de La Escalerona, obra del arquitecto municipal José Avelino Díaz y Fernández-Omaña. Prevista su inauguración para el verano de ese año, la construcción se realizó en tan sólo tres meses, y el 15 de julio de 1933, a mediodía, fue inaugurada por el alcalde Gil Fernández Barcia. Durante la guerra civil, el Plan de Reformas Urbanas que emprendió la Gestora Municipal presidida por Avelino González Mallada pretendía ensanchar el Muro de San Lorenzo. Como consecuencia de ello, se derribaron todos los balnearios, las llamadas casas de Veronda y la manzana del Hospital de la Caridad, que daría lugar a los llamados Jardines del Náutico unos años después. La villa de Gijón aprovechó decididamente su ubicación marítima para llevar a cabo su desarrollo industrial y turístico, sin precedentes en el municipio. La construcción de las infraestructuras portuarias de Fomento o El Musel, así como los balnearios del arenal de San Lorenzo iban en esa dirección, aunque la propia playa fuera ya por sí misma un reclamo turístico de primer orden, junto a los festejos que se organizaban durante el verano.

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Vista aérea del puerto, 1931. ccs 2.613

Vista general de El Musel desde el cabo Torres. ccs 4.175

xiii

Procesión de la Virgen, s. f. ccs 2.583

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xiii.



Devoción y diversión. Fiestas locales, patronos y festejos

La celebración de las fiestas locales de Gijón experimentó desde mediados del siglo xix unos cambios que están en estrecha relación con la evolución socioeconómica de la ciudad. El plano de la villa se extendía con rapidez durante la segunda mitad de la centuria como consecuencia del desarrollo demográfico de la población. Se reforzaba el carácter burgués de determinados sectores urbanos, como el barrio de El Carmen, los terrenos de Fomento, la trama central del ensanche jovellanista y el entorno de Begoña, que se convierten en la sede de las actividades terciarias y en el lugar de residencia preferente de los grupos sociales más acomodados. Frente a ellos, el antiguo asentamiento de Cimadevilla se degradaba funcionalmente y se proletarizaba. En esos momentos se produce también la afluencia de un gran número de forasteros que visitaban durante el verano la villa, y se lleva a cabo la modificación del calendario de las ferias agropecuarias del concejo. Hasta mediados del siglo xix, Gijón festejaba solemnemente el 29 de junio a su patrono san Pedro. Los habitantes de la primitiva villa, vinculados a las actividades marineras, escogieron como santo protector a un pescador y levantaron a comienzos del siglo xvi una iglesia bajo su advocación en el costado oriental del cerro de Santa Catalina. No obstante, a pesar de este patronazgo, la villa celebraba también el 13 de junio la festividad de San Antonio de Padua. Como reflejan los libros de acuerdos municipales, ambas fiestas tenían una importancia y un esplendor similar, aunque probablemente la de San Antonio congregaba más gente por el peso específico que la población campesina tenía en el concejo, superando ampliamente a los vecinos de la villa. San Pedro y San Antonio de Padua encabezaron en el pasado las celebraciones estivales de Gijón y fueron, sin duda, sus fiestas más relevantes desde el siglo xvii hasta mediados del siglo xix.

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Acuerdo municipal acerca de los festejos a celebrar en honor a San Antonio, 5 de agosto de 1660. Libro de actas 1656-1661

Acuerdo municipal acerca de los festejos a celebrar en honor a San Pedro, 8 de julio de 1660. Libro de actas 1656-1661

Puestos en la feria de San Miguel. ccs 888

Durante la segunda mitad del siglo xvii, la Justicia y Regimiento organizaba gran número de festejos en honor de San Pedro. Generalmente, la víspera se iluminaban con faroles de colores la torre de la iglesia parroquial, la casa consistorial y los demás edificios de la población; se hacían grandes hogueras y se quemaban con profusión fuegos artificiales. Al día siguiente, desde muy temprano, recorrían la villa comparsas enmascaradas mientras que varios titiriteros entretenían al público congregado. Después de la función religiosa en la iglesia y la procesión, amenizada con disparos de cohetes y arcabuces, a las que asistía la corporación municipal en «forma de villa», comenzaban los principales festejos, como el juego de la sortija, la representación de comedias y la corrida de toros, terminando con la indispensable colación que se servía a regidores y autoridades y, a veces, también a los sacerdotes. En 1663, además de una gran cantidad de helados, se sirvieron 125 libras de confites, manzanas y cerezas en abundancia y 35 azumbres de vino. Estos festines solían tener lugar en la propia casa consistorial. Muy similares eran los festejos que realizaba la Justicia y Regimiento en honor de San Antonio de Padua en aquellos momentos. Los organizados durante el verano de 1660 incluyeron el juego de la sortija, comedias y corridas de toros. La corporación municipal asistió a la celebración de los festejos, como marcaba la tradición, en «forma de villa», y fue obsequiada con confituras traídas expresamente de la ciudad de Oviedo. A la corrida de toros acudieron varios toreros entre los que se encontraba un tal Juan de Solares, el Figón, que «hizo tan buenas suertes con dos de ellos [de los toros] que sus mercedes se los mandaron dar por premio». Los gastos de las fiestas ascendieron ese año a 950,5 reales «de que pidieron libranza para que paguen a cada uno lo que hubiere de haber». A mediados del siglo xix la importancia de la festividad de San Pedro era todavía incuestionable, como refleja el propio Ceremonial del Ayuntamiento de Gijón de 1848, en el que se consignan

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sus costumbres y prerrogativas en la iglesia parroquial, en los actos públicos y en sus relaciones con las demás autoridades y corporaciones. El ceremonial señalaba que las únicas fiestas a las que asistía el Consistorio en «forma de villa» eran la Función de las Candelas el 2 de febrero, la Función de la Ceniza, el Domingo de Ramos, la Semana Santa, la Función del Santísimo Corpus y la Función del Patrono San Pedro Apóstol el 29 de junio. Además de las fiestas de San Pedro y San Antonio de Padua, desde el siglo xvii el ciclo estival de la villa se abría con la feria de San Fernando el 30 de mayo y se cerraba con la feria de San Miguel el 29 de septiembre. Ambas se celebraban en la aldea de Contrueces, situada en la parroquia de Ceares, y eran «bastante concurridas aunque limitadas á cierta clase de ganados y géneros». Debido al crecimiento de la población y al desarrollo del comercio, el Ayuntamiento solicitó en 1784 al regente de la Real Audiencia de Oviedo la autorización para celebrar una gran «feria de todos los géneros, frutos y ganados, general y libre» del 1 al 15 de julio, pero su petición no fue concedida y las otras dos ferias fueron languideciendo de forma progresiva con el paso del tiempo. Según un informe municipal de la época, hacia 1850 ambas ferias se encuentran reducidas prácticamente a romerías y se propone su traslado en el calendario para que no coincidieran con las de la capital asturiana y pudieran recuperarse para contribuir al desarrollo de la villa. La de San Fernando debía moverse al domingo anterior al día de la Asunción —el 15 de agosto—, que se celebraba en la ermita de Contrueces, mientras que la de San Miguel debía hacerlo al 13 de octubre. Años más tarde la feria de San Fernando pasó a realizarse el día de San Antonio en El Humedal, lo que llevó desde entonces a cierta confusión entre la nueva feria y la antigua fiesta. Por su parte, los festejos de San Pedro se verán ampliamente superados por los de Nuestra Señora de Begoña como consecuencia de la propia evolución de la ciudad.

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Impreso original del Ceremonial del Ayuntamiento 2 de octubre de 1848. e.e. 11

Bando del alcalde Faustino Fernández acerca de la celebración de la feria de San Miguel, 21 de agosto de 1871. Expediente 198/1856

Bando del alcalde Zoilo García Sala acerca del traslado de las ferias agropecuarias de Contrueces a la villa, 23 de marzo de 1857. Expediente 198/1856

Romería en una parroquia gijonesa, s. f. ccs 625

Romería en una parroquia gijonesa, s. f. ccs 629

El origen de las fiestas de Begoña se remonta a la segunda mitad del siglo xix, cuando se impone la nueva sociedad burguesa y el desarrollo industrial y comercial de la villa relega a un segundo plano las tradiciones marineras y agropecuarias del concejo. La ciudad se expande hacia el sur siguiendo las directrices que había marcado el plan de mejoras de Jovellanos, y el núcleo primigenio de Cimadevilla pierde la centralidad que tenía hasta entonces. En ese momento, las fiestas que se celebran en torno al día de Nuestra Señora de Begoña —el 15 de agosto— toman el relevo a las patronales de San Pedro, a la vez que se crean dos nuevas jurisdicciones parroquiales en el núcleo urbano, San José y San Lorenzo, cuyos templos se ubican en El Humedal y en el entorno de Begoña, respectivamente, para satisfacer las necesidades de culto de esa parte nueva de la población. Los festejos estivales dejan de ser una simple celebración local, vinculados a los ciclos laborales, para convertirse en el escaparate de una ciudad pujante con un importante desarrollo industrial y comercial, así como en el reclamo con el que atraer a forasteros a la localidad durante la temporada de verano. Gijón pretende erigirse en un lugar de referencia turística a imitación de Santander y San Sebastián, tras el estímulo que supuso la estancia de la reina Isabel II. En estos momentos se consolida el paseo de Begoña como área de recreo y ocio de la burguesía, con el nombre de una antigua capilla homónima —antes de la Asunción— situada en el extremo meridional de la alameda, aunque oficialmente se denominó durante algunos años paseo de Alfonso XII. En este contexto, se abandona la tradicional fiesta patronal de San Pedro, vinculada con el histórico barrio de Cimadevilla, mientras la celebración de Nuestra Señora de Begoña, más acorde con los nuevos tiempos, adquiere protagonismo en el paseo homónimo como escenario principal de los festejos. Quizá por esta razón, un informe municipal proponía que se realizara en los ocho días anteriores al 15 de agosto una gran feria en la villa «de objetos de lujo y recreo, puesto que la concurrencia del forastero, con motivo de los baños proporcionaría considerable despacho». El cambio en las fiestas mayores

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de la villa y la importancia que adquirió la celebración mariana desde entonces llevó incluso a la Corporación municipal a solicitar casi un siglo después, en 1955, la sustitución del patronazgo de San Pedro por el de la Asunción de la Virgen de Begoña, pero El Vaticano consideró que no procedía, manteniendo al santo pescador como protector de Gijón. Al menos desde la década de 1860, en torno a la festividad de Nuestra Señora de Begoña ya se preparan atractivos programas de festejos, que eran elaborados por una comisión municipal y aprobados por el consistorio, de modo que muchos de ellos se conservan manuscritos o impresos en expedientes del Archivo Municipal. Los programas se imprimían en carteles o folletos que se distribuían entre vecinos y forasteros para dar a conocer los eventos que la ciudad ofertaba en su temporada estival. Las fiestas de Begoña duraban unos diez días aproximadamente y en ellas la música adquiría un papel fundamental. La Banda Municipal amenizaba durante la Semana Grande las calles más relevantes, y cada evento solía terminar con su participación. Eran muy habituales los certámenes de orfeones, que también ofrecían actuaciones en diversos puntos de la ciudad. Las vías más importantes y representativas se engalanaban con una iluminación especial. El paseo de Begoña estrenó la luz eléctrica

Propuesta de programa para los festejos de Nuestra Señora de Begoña, 1893. Expediente 215/1893

El paseo de Begoña engalanado para las fiestas, 1875. CPP 10.849

Cartel del programa de festejos de Nuestra Señora de Begoña, 1861. Expediente 34/1861 (izquierda) Hoja publicitaria de celebración de verbena en la plaza de toros durante los festejos de Nuestra Señora de Begoña, 1861. Expediente 34/1861 (derecha)

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en la ciudad y compartió durante muchos años con el Boulevard —tramo de la calle de Corrida próximo al muelle— un alumbrado específico para las fiestas veraniegas. También la playa de San Lorenzo se iluminaba de forma especial en estas ocasiones.

Cartel de los festejos de Nuestra Señora de Begoña, 1876. Expediente 114/1876

Bando municipal sobre normas para la celebración de corridas de toros en el municipio durante los festejos de Nuestra Señora de Begoña, 1861 y 1862. Expediente 34/1861

Poco a poco, el Ayuntamiento, «deseoso de hacer agradable la estancia en nuestra villa á los numerosos forasteros que la visitan», fue aumentando el número y la calidad de los festejos que ofertaba, destacando especialmente los de 1888, en que tuvo lugar la inauguración de la Plaza de Toros, y los de 1899, que coincidieron con la gran Exposición Regional celebrada en Los Campos Elíseos. En casi todos los festejos organizados por el consistorio para el verano no solía faltar el reparto de libras de pan entre los pobres y menesterosos del concejo que disponían de los bonos que se habían distribuido previamente, así como actividades infantiles y cucañas en el mar. Los fuegos artificiales, los voladores y las representaciones de combates navales en la playa o en el muelle amenizaban igualmente las veladas estivales a vecinos y forasteros. Por otra parte, el día 15 se celebraban los actos religiosos con una solemne misa en la capilla de Begoña y una procesión de la Virgen que recorría las calles seguida por la Banda Municipal de Música. Estas ceremonias eran costeadas por el gremio de carpinteros que se encargaba del mantenimiento de la capilla desde el primer tercio del siglo xix.

Freire y Rauri», y participaron los espadas Antonio Sánchez, el Tato, de Sevilla, y Ángel López, Regatero y Mariano Antón, de Madrid, además de picadores y banderilleros. Después de esas dos temporadas taurinas, la plaza fue desmantelada, y su madera, vendida. No volvió a haber corridas en la ciudad hasta que en 1888, durante las fiestas de Nuestra Señora de Begoña, se estrenó una plaza de toros definitiva en la zona de El Bibio, consolidándose desde entonces este tipo de espectáculos en la ciudad. En 1887 la Sociedad Plaza de Toros de Gijón, presidida por el acaudalado indiano Florencio Rodríguez Rodríguez, solicitó al Ayuntamiento la licencia necesaria para su construcción, iniciándose las obras del coso al año siguiente, según un proyecto de estilo neomudéjar realizado por el arquitecto Ignacio Velasco. A partir del momento de su inauguración se celebrarán corridas de toros durante los festejos estivales de la villa todos los años. En la temporada del estreno de la plaza se lidiaron 18 reses de las ganaderías de José Orozco, el duque de Vergara y Gregorio Medrano, y participaron las cuadrillas que encabezaban el guipuzcoano Luis Mazzantini y el cordobés Rafael Guerra, Guerrita. Aunque las corridas de toros eran probablemente el evento más señalado de los festejos estivales de la localidad y contaban con

Las corridas de toros se convirtieron en uno de los eventos más importantes y significativos de los festejos veraniegos tras una fugaz experiencia desarrollada en 1861. Ese año Buenaventura Barbachano construyó una plaza de toros provisional de madera, fuera del recinto amurallado de la ciudad, en una zona que más tarde formaría parte del paseo de Begoña. Durante las fiestas de Begoña se celebraron las primeras corridas en Gijón después de muchos años de ausencia, repitiéndose el espectáculo el año siguiente. En cada una de las dos temporadas se lidiaron 18 toros, procedentes de las «muy acreditadas ganaderías de

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Cartel anunciador de las corridas de toros del 22, 24 y 25 de agosto de 1861 durante los festejos de Nuestra Señora de Begoña. Expediente 34/1861

Reglamento para las corridas de toros que han de celebrarse en Gijón durante los festejos de Nuestra Señora de Begoña, 1862. Expediente 34/1861

Cartel anunciador de la corrida de toros del 15 agosto de 1862 durante los festejos de Nuestra Señora de Begoña. Expediente 34/1861

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Faena en la Plaza de Toros de El Bibio. ccs 1.716

Manolo Bienvenida banderilleando en la Plaza de Toros de El Bibio, 19 de agosto de 1934. ccs

numerosos aficionados, no todos los ciudadanos estaban de acuerdo con su celebración. En Gijón existía también una Sociedad Antiflamenquista Cultural y Protectora de Animales y Plantas contraria a la tauromaquia. En 1914 esta sociedad organizó en la explanada de El Coto de San Nicolás, coincidiendo con el día de Begoña, una Fiesta Cultural Antitaurina, apoyada por «las Asociaciones de cultura, los Centros educativos, las colectividades obreras, los partidos y grupos progresivos». El rector de la Universidad de Oviedo Aniceto Sela presidió el encuentro, al que asistieron otras personalidades que «aquí representan la intelectualidad», como Gumersindo de Azcarate, que se dirigieron a los presentes, reunidos para «merendar en fraternal alegría en el campo». Según rezaba el manifiesto que se hizo público, «ante el peligrosísimo avance de la tauromaquia española que va invadiendo todas las esferas sociales, llegando a pervertir el sentido moral de sus habitantes», se pretendía celebrar una fiesta de «cultura social, de sano naturismo, que se inspira en nobilísimos sentimientos de humanidad y que responde a elevados ideales de civilización y progreso».

Cartel anunciador de los festejos de Begoña del 10 de agosto de 1890. Gran diana, dos mil libras de pan, carreras de tinas y música, 1890. Expediente 231/1890

Los deportes eran otro de los elementos característicos de las fiestas del verano de la villa. Desde finales del siglo xix las carreras de velocípedos habían adquirido mucha relevancia. Gijón Hoja informativa del certamen de orfeones y cartel de carreras de caballos en los festejos de Nuestra Señora de Begoña. 1888. Expediente 75/1888

contaba desde 1888 con un velódromo en las cercanías de la plaza del Infante para su celebración, de ahí que la zona recibiera el nombre de paseo del Velódromo. Era tanta su expectación que no sólo tenían lugar durante las fiestas de Begoña, sino que también se llevaban a cabo coincidiendo con la feria de San Antonio, como ocurrió, por ejemplo, en 1890, en que la Sociedad de Velocipedistas de Gijón organizó una competición de velocípedos en la villa para animar a los feriantes. También eran muy habituales las carreras de caballos en la extensa playa de San Lorenzo, en la que se instalaban tribunas para que el público pudiera ver el espectáculo con comodidad.

Manifiesto de la Fiesta Cultural Antitaurina durante los festejos de Begoña, 1914. Expediente 257/1914 (derecha)

Bando de la alcaldía sobre los festejos de Nuestra Señora de Begoña, 1888. Expediente 75/1888 (izquierda)

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Cartel anunciador de los festejos de Begoña. Segunda y última corrida de toros e iluminación extraordinaria, 1890. Expediente 231/1890

Cartel anunciador de los festejos de Begoña. Primera carrera de velocípedos y gran iluminación de gas y a la veneciana, 1890. Expediente 231/1890

Solicitud de subvención del «Real Club Sporting Gijonés» para celebrar «fiestas sportivas» durante el verano, 1914. Expediente 257/1914 (izquierda)

Programa de «Gran Semana Deportiva organizada por la sociedad «Real Club Sporting Gijonés» en el verano de 1914. Expediente 257/1914 (derecha)

Funciones de la Gran Compañía de Ópera en el Teatro de Jovellanos durante la temporada de verano, 1890. Expediente 107/1890

Ejecución de la cucaña en el muelle. ccs 671

Ciclistas posando junto a aficionados en el muro de San Lorenzo antes de la salida, h. 1930. ccs 2.129

A estos deportes terrestres se añadían otros acuáticos, como era el caso de las competiciones con lanchas traineras y la vela o la natación. En las fiestas de Begoña de 1914, por ejemplo, participó la Sociedad Real Club Astur de Regatas. Desde su fundación en 1911, el club organizó certámenes, de ambiente elitista, en los que llegó a participar —e incluso ganar— el rey Alfonso XIII. Estos festejos constituían, sin embargo, «uno de los principales incentivos para la atracción del forastero», por lo que el Ayuntamiento señalaba «la conveniencia de estimularlas, por lo que redundan en beneficio y provecho de nuestra temporada veraniega, ya que una y otra circunstancia han podido apreciarse en los años en que vienen celebrándose tan brillantes y atractivos festejos, realzados con el concurso y apoyo de valiosos elementos de alta distinción social». Poco a poco se fueron añadiendo nuevos deportes a las fiestas estivales, como el fútbol, de origen británico, que llegó a la ciudad a principios del siglo xx y con el que se inició el desarrollo de los deportes de masas. Durante las fiestas de 1914, la Sociedad Real Club Sporting Gijonés, presidida por Anselmo López y compuesta por un «gran número de jóvenes dedicados al Sport de foot-ball», organizó un «Programa de Fiestas Sportivas» para

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la temporada de verano que fue patrocinado por la Comisión Municipal de Festejos, a la que había solicitado una subvención por «el esfuerzo que representa para esta Sociedad tal empresa», dado que «animan sus iniciativas el propósito de prestar su concurso al esplendor de los Festejos veraniegos y por consiguiente á la mayor afluencia de forasteros en nuestra villa». El Sporting, que utilizaba un uniforme con los colores rojo y blanco de la bandera de la provincia marítima de Gijón y de la propia villa, había sido fundado en 1905 y alcanzó pronto la hegemonía local frente a sus antiguos rivales el Gijón Sport y la Sportiva Gijonesa, que acabaron desapareciendo. Comenzó a jugar en la playa de San Lorenzo, pero tras pasar por otros escenarios, como el Prau Redondo de El Humedal, se estableció definitivamente en unos campos ubicados en La Guía, próximos a un molino harinero. Allí se disputaron numerosos partidos, como los que tuvieron lugar en las fiestas sportivas de 1914, hasta que en 1917 se inauguró oficialmente el estadio de El Molinón. El programa organizado por el Sporting contemplaba la celebración de un buen número de actividades deportivas, además de las futbolísticas, como un concurso provincial de carreras a pie, un «interesantísimo y original Concurso nocturno de patinadoras por las principales calles (asfaltadas) de la población», un concurso de natación en la playa de San Lorenzo, grandes carreras a pie con

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Jugada de un partido de fútbol entre el Sporting de Gijón y el Donosita de San Sebastián en el estadio de El Molinón, 13 de abril de 1933. ccs 2.840

Jugada de un partido de fútbol del Sporting de Gijón en el estadio de El Molinón, 1920-1930. ccs 1.274

obstáculos y concursos de saltos con pértiga, trampolín y lanzamiento del disco. En cuanto al balompié, se disputó un Campeonato Asturiano de primeros, segundos y terceros equipos, un Campeonato Infantil y, como final a la Gran Semana Deportiva, «dos monumentales partidos de foot-ball entre el primer team de este Club y otro de los más renombrados de España». Romería en una parroquia gijonesa, s. f. ccs 723

Aunque las celebraciones más importantes, las que concitaban mayor afluencia de visitantes a la ciudad, eran las estivales, a lo largo del año había otras fiestas con un carácter más local, como el Carnaval, que tenía lugar durante el invierno. En 1850 el Ayuntamiento autorizó la celebración de «bailes de máscaras en los próximos carnavales» y en 1914 se llevaron a cabo concursos de disfraces, aunque las inclemencias del tiempo deslucieron las fiestas y las interrumpieron, restando «elementos de concurrencia y animación y por consiguiente de rendimientos». En ocasiones, durante estos eventos lúdicos, las iniciativas particulares determinaban a la Comisión de Festejos a «improvisar un regular paseo de coches y de proporcionar al público un lugar adecuado de reunión, para su esparcimiento en los clásicos días de Carnaval», como ocurrió en 1904. Aprovechando los elementos ya preparados con motivo de los festejos veraniegos y por «reunir las mejores condiciones de amplitud y animación»,

La calle de Covadonga, la iglesia de San Lorenzo y los Campinos de Begoña durante los Carnavales, años treinta. ccs 458

la comisión consideraba que el mejor lugar de celebración del desfile de carros era el paseo de Alfonso XII, adjudicándose, asimismo, un premio de 250 pesetas al vehículo «de más gusto y mejor adornado que asista». También los gremios organizaban sus propias fiestas a lo largo del año, especialmente en verano, empleando fuegos artificiales, voladores u hogueras nocturnas para celebrar los festejos en honor de su patrono. Por otra parte, además de las fiestas que habitualmente se celebraban en la villa, el Ayuntamiento también organizó en determinados momentos festejos más concretos, como ocurrió con ocasión de la boda del rey Alfonso XII con la infanta María de las Mercedes de Orleáns en 1878. En ellos, la música se convirtió en la verdadera protagonista. La Banda Municipal recorrió la villa el día de la boda y todas las tardes tocaba en la plaza de la Constitución. Como ocurría en los festejos ordinarios del verano, fueron repartidos panes entre los pobres que presentaban el bono que previamente tenían que haber repartido los concejales. El Boulevard se iluminó de forma especial con gas, invitando a los gijoneses a disfrutar de la noche, puesto que en sus extremos también se situó la Banda Municipal. En resumen, la música, los voladores, los fuegos artificiales, las hogueras, las corridas de toros, las carreras de velocípedos, los partidos de fútbol, las regatas y otros muchos festejos se fueron sumando desde mediados del siglo xix a la celebración del día de Nuestra Señora de Begoña, que sustituyó por esas fechas a la de la patronal de San Pedro como resultado de los cambios socioeconómicos que vivía el municipio y del inicio del turismo estival.

Instancia vecinal solicitando autorización para celebrar bailes de máscaras en los carnavales, febrero de 1850. Expediente 120/1850 (izquierda)

Bando de las fiestas y concursos de Carnaval, 1914 (derecha)

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Programa de los festejos por el matrimonio de Alfonso XII con María de las Mercedes de Orleans, enero de 1878. Expediente 101/1878

Banda de música tocando en la calle Corrida. s. f. ccs 430

xiv

Registro civil de nacidos en la parroquia de San Andrés de los Tacones, 1817-1845

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El registro de la vida. El ciclo vital en los documentos municipales

xiv.

Durante mucho tiempo, prácticamente desde la Edad Media, los Ayuntamientos han tenido —y aún tienen— a su cargo la administración y el gobierno de todos los asuntos del municipio y de su término municipal, de los propios y de los que por delegación del poder central se les encomendaba. Esta amplísima relación de competencias y funciones se ejercía, como no podía ser de otra forma, sobre los intitulados vecinos del concejo y, también, sobre todos aquellos que de una u otra forma entraban y salían del término municipal por un cierto periodo de tiempo para llevar a cabo sus negocios o para resolver asuntos de muy diversa índole. En municipios costeros como el de Gijón es constante la presencia de foráneos y extranjeros como consecuencia de las actividades marítimas y comerciales que genera el puerto o los periódicos episodios bélicos que en su condición de plaza fuerte sufre. Pero esencialmente el control administrativo y de gobierno se ejerce sobre los vecinos cuyo domicilio permanente está asentado en el término municipal. La misma condición de vecino es necesario obtenerla antes que recibirla por el mero hecho de vivir dentro del municipio y ya en la Edad Media era necesario obtener carta de vecindad del concejo para poder disfrutar de los mismos derechos y beneficios que el fuero, la carta puebla u otros privilegios conceden a los vecinos del concejo. Nuestros actuales censos y padrones de habitantes se inscriben en esta antigua tradición medieval de formalizar, mediante un documento escrito, la pertenencia de un individuo a una ciudad o un pueblo concretos y beneficiarse así de la protección del poder local, ejercer los derechos que como vecino le corresponden y disfrutar de los servicios a que hubiera lugar.

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Registro civil de nacidos en la parroquia de San Martín de Huerces, 1817-1845

La presencia constante de un poder local en el concejo facilita a su vez el asentamiento progresivo de población desde el mismo momento de su fundación —en el caso de Gijón, por un monarca castellano en el siglo xiii— que permite cierta estabilidad de los individuos y la seguridad de las familias de sucesivas generaciones que sólo se ve alterada, como en el caso de Gijón, por acontecimientos bélicos, epidemias o hambrunas. Mientras tales cosas no ocurren, la vida cotidiana del concejo transcurre dentro de la normalidad y con ella la administración de sus vecinos, permitiendo así la creación y posterior sedimentación de las huellas documentales producidas en su quehacer diario por oficiales y regidores concejiles que atestiguan y dan testimonio en su contenido del ciclo vital de hombres y mujeres en un tiempo y lugar concretos. Así, han ido quedando registrados a lo largo de siglos en la documentación municipal no sólo momentos esenciales en la vida de los vecinos, como pueda ser su nacimiento, su matrimonio o su fallecimiento, sino también otras situaciones y circunstancias que en su conjunto conforman y perfilan la vida de una persona, de su condición y de sus avatares. Las funciones y competencias de los Ayuntamientos han sido tan amplias que la documentación generada y conservada nos permite la reconstrucción completa de la vida de las personas afincadas en el municipio. Pese a que esas competencias no han permanecido estables en el tiempo, es posible, aunque sea de una forma ficticia, reconstruir el ciclo vital de las personas desde su nacimiento, cuando el registro civil de tal acontecimiento era competencia exclusiva de los municipios entre 1823 y 1870, hasta el momento de su fallecimiento con la documentación relativa a la gestión de los cementerios. Función esta última que, aun siendo una competencia municipal —de orden sanitario, además—, ha sido privatizada recientemente en el caso de Gijón, con lo que dejará de existir el testimonio documental municipal directo a que se hace referencia en este capítulo.

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Este registro del ciclo vital se inicia, como es lógico, por el nacimiento de la persona. Desde el Concilio de Trento, en el siglo xvi, la Iglesia católica se había ocupado de asentar los bautizados en cada parroquia del orbe cristiano y católico y gracias a dichos registros podemos contar hoy con datos estadísticos y poblacionales de inestimable valor para la historia. La diligencia de la Administración civil española fue en este sentido mucho más perezosa, y no se organizan registros civiles de nacimientos hasta bien entrado el siglo xix, encargándose en un primer momento esta competencia a los ayuntamientos. Ya en 1823 se dispuso que en cada secretaría de Ayuntamiento hubiese un registro civil de nacidos, casados y fallecidos «llevado con toda formalidad y teniéndolo en debida custodia», pero tal registro no se llevó de hecho a la práctica por cuanto faltaba la norma esencial que le debía dar forma y que sería aprobada en Cortes de una forma definitiva sesenta y seis años más tarde, nuestro primer Código Civil de 1889, en el marco del nuevo sistema normativo del estado liberal de fines de siglo. Todavía en 1841 y 1845 se intenta mediante nuevas disposiciones poner en marcha el registro civil, pero fracasa de nuevo por la misma razón. Con todo, Gijón será en ese sentido un Ayuntamiento ejemplar, porque sus regidores disponen la confección de un registro civil —al menos de nacidos— desde 1817. En ese año se inicia el libro del registro civil de nacidos más antiguo conservado (finaliza en 1845) que registra los bautizados en la zona rural gijonesa entre 1817 y 1845 y que es complemento de otro equivalente de los nacidos (bautizados) en zona urbana. El registro civil, expresión del nuevo orden jurídico liberal, fue competencia de nuestros ayuntamientos hasta el año 1870, en que pasa a ser función y responsabilidad de la Administración de Justicia. En el caso de Gijón se asumió plenamente esta competencia durante el breve periodo de tiempo que duró, ya que se conservan estos registros desde 1817 hasta 1868. Hasta 1841 los libros del registro civil municipal se confeccionan a mano, es decir, son manuscritos. A partir de ese año se utilizan los primeros formularios impresos que, una vez cumplimentados y convenientemente cosidos, formarán el libro de registro civil correspondiente.

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Registro de nacidos. Junta de Protección a la Infancia, febrero de 1902

Registro civil de nacidos en Gijón, 1841

En los libros de nacimientos podemos ver incluidos, al igual que en los registros civiles modernos, el nombre del nacido o nacida, el de sus padres y abuelos, el lugar o parroquia donde nació y, por supuesto, la fecha de su nacimiento. Estos registros, junto con los parroquiales desde el siglo xvi y los de la propia Administración de Justicia desde 1870, son nuestra primera inscripción oficial y constituyen la base de nuestra existencia legal como feligreses de una parroquia, vecinos de un municipio y ciudadanos de un país. Tras la desaparición de las competencias municipales en materia de registros civiles a fines del siglo xix, Gijón presenta la peculiaridad —al igual que algunas otras poblaciones españolas que también cuentan con esta singular institución— de poder contar con los registros de nacidos confeccionados por el Instituto de Puericultura y Gota de Leche de Gijón en el que quedan registrados los nacimientos de no pocos niños y niñas gijoneses en el periodo comprendido entre 1902 y 1960. Afortunadamente estos registros que en forma de libro y cuidadosamente encuadernados y conservados por la institución asistencial dirigida por el doctor Avelino González Fernández —don Avelino, para muchas madres gijonesas y asturianas— se conservan hoy en

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día en el Archivo Municipal formando parte del fondo de esta emblemática institución gijonesa ya desaparecida. Aunque las Juntas de Protección de Menores se crean en España en 1904 la de Gijón no se constituye hasta 1908 y, a pesar de ello, se confeccionaron registros retroactivos de nacimientos desde el año 1902 —como el que podemos ver en la exposición— y de los que se conservan varios tomos que llegan hasta 1960. La condición de este fondo asistencial de ser de acceso restringido en razón de los datos sensibles que contiene no invalida, por otra parte, su singularidad como fuente de información sobre los gijoneses nacidos en su Gota de Leche, concurriendo la circunstancia de que se trata de uno de los escasos fondos de este tipo de entidades que se conservan casi completos en España y que cuenta, además, con una valiosa colección de fotografías que se custodia también en el Archivo Municipal. La siguiente etapa importante en la vida de las personas —en este caso niños y niñas— es la asistencia a la escuela y el inicio de su ciclo educativo. Aunque existen precedentes de iniciativas educativas públicas en el siglo xviii, no es hasta la segunda década del siglo xix (Decreto de 29 de junio de 1821) cuando las Cortes españolas declaran la enseñanza pública y gratuita,

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Relación de escuelas de primeras letras del concejo y alumnos que asisten a ellas, 1831. Expediente 13/1831

ordenan crear escuelas en villas y pueblos de más de 100 vecinos y una por cada 500 vecinos en las ciudades más pobladas. Los liberales intentan dar un impulso a la educación nacional y en especial a la enseñanza de primeras letras con la ley de Instrucción Pública de 1857, pero este impulso choca con la enorme influencia que aún tiene la tradición de la enseñanza eclesiástica regentada por el clero en muchas escuelas parroquiales de todo el país y sufre un claro retroceso cuando en 1868 la ley de 2 de junio de Instrucción Primaria deja nuevamente este tipo de enseñanza en manos de las escuelas parroquiales en las poblaciones de menos de 500 vecinos. En este contexto, calificado como de estabilización de la estructura docente del país —entre otras medidas con la aplicación de la ley Moyano de 1857— y hasta la ley de Presupuestos de 31 de diciembre de 1901 que pone al cargo directo del Estado el pago de las obligaciones de personal y material de primera enseñanza, los ayuntamientos se ven obligados a crear y mantener a su costa las primeras escuelas públicas del país en las que niños y niñas de todas las condiciones sociales tenían derecho —aunque en muchos casos no lo ejercieran— a recibir una enseñanza oficial. Esto supone una enorme carga para los ayuntamientos que, como el de Gijón, deben atender las necesidades de una creciente masa de población atraída a la villa por las oportunidades de prosperidad que ofrecen las fábricas y la actividad industrial. Para agravar aún más la situación, la medida de Romanones en 1901 de incluir los sueldos de los maestros en los presupuestos nacionales iba gravada con la contrapartida, sin duda beneficiosa para las familias, de hacer obligatoria la enseñanza entre los 6 y los 12 años, lo que implicaba un mayor esfuerzo para los ayuntamientos.

siempre han mantenido una estrecha vinculación con este servicio público desde sus orígenes hasta hoy, y muy especialmente en esos primeros momentos del siglo xix cuando recae sobre sí el peso de su puesta en marcha y funcionamiento. De esa primera etapa el Ayuntamiento de Gijón conserva una abundante documentación entre la que sin duda tiene especial interés y curiosidad aquella que contiene referencias directas a niños y niñas, maestras y maestros. Un buen ejemplo de ello es el expediente incoado en 1831, probablemente a petición de la Junta Inspectora de Escuelas de la Provincia, con claras intenciones censales y de recuento de datos acerca del estado de las escuelas en el concejo y que se inicia con el siguiente título: Razón del número de escuelas de primeras letras que hay en esta villa y concejo y el número de alumnos que en 30 de septiembre del corriente año asistían a las mismas, con otra razón sobre dotación de escuelas. En dicho expediente se conserva, entre otras, la «Lista de los niños y niñas de la Parroquia de Granda que asistieron a la escuela en el mes de septiembre de este año de 1831». En aquel año y en aquel mes asisten a clase en la escuela de Granda 21 niños, como, por ejemplo, los hermanos Canal, y siete niñas, como Josefa del Castro y Josefa Rodríguez.

Aunque desde comienzos del siglo xx las competencias de los ayuntamientos en relación con la enseñanza primaria se limitan a la construcción o alquiler y mantenimiento de edificios para escuelas, casas de maestros y casas-escuelas y otros gastos voluntarios como premios, subvenciones y becas a maestros y a alumnos, lo cierto es que las administraciones municipales

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Lista de niños y niñas que asisten a la escuela de Granda en 1831. Expediente 13/1831

Convocatoria de exámenes generales para las escuelas públicas y privadas, 1856. Expediente 35/1854

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La ley de Instrucción Pública de 1857 creó las juntas provinciales y locales de instrucción primaria, pero ya en 1854 Gijón cuenta con una Comisión Local de Instrucción Primaria entre cuyos cometidos se encuentra el de conceder premios a los alumnos que obtienen mejores notas en los «exámenes generales» de cada curso escolar. En el Archivo Municipal se conservan las actas de 1854 de esta comisión en las que, entre otros asuntos, se documenta la convocatoria de esos exámenes generales y los premios concedidos a los alumnos y alumnas del curso 18561857 y en las que figuran los nombres de todos los premiados, la disciplina en la que obtienen el premio y la categoría y valor del mismo de acuerdo a la convocatoria. Para los hombres la etapa que media entre la adolescencia y la madurez está mediatizada por el servicio militar, en el que los ayuntamientos cumplen una función esencial en la formación del alistamiento y reclutamiento de los mozos a los que les ha tocado la hora de contribuir con su esfuerzo y puede que hasta con su sangre a la defensa de la patria formando parte de las milicias y del ejército.

Concebido desde su origen en la Edad Media como un tributo a la corona en forma de contribución personal para formar ejército (fonsadera), se hace necesario contar con los ayuntamientos para llevar a cabo el registro y control de los llamados a filas nacidos y asentados en su término. Durante toda la Edad Media se lleva a cabo la formación de milicias concejiles encargadas tanto del orden público en el concejo como de la defensa frente a posibles ataques y, en su caso, para acudir en apoyo del ejército real. Más tarde, las reformas borbónicas tienden a hacer obligatorio este servicio con el propósito de reforzar los ejércitos reales, especialmente a partir de Carlos III, que en las reales ordenanzas del 13 de noviembre de 1770 perfila el servicio como obligatorio para todos los varones solteros de entre 17 y 36 años. De esta forma ya desde el siglo xv se conserva en los archivos municipales españoles documentación relacionada con este asunto —los llamados padrones de alarde o alardes—. Este tipo de documentación es más abundante a partir del siglo xviii y especialmente durante el xix; en expedientes generales y padrones de alistamientos, registros de llamadas y de reservistas, actas de sorteos y revistas de tropa se conservan listados completos —con sus nombres y apellidos y su situación personal— de los hombres en situación de cumplir con su obligación militar. Junto a las milicias concejiles se forman también las llamadas milicias provinciales como tropas de reserva del ejército regular. Iniciado el reclutamiento de este tipo de tropas ya en el siglo xvi, alcanza su configuración definitiva en el siglo xviii. En el caso de Gijón la documentación es muy abundante a partir del siglo xix, pero del siglo xviii se conserva un padrón de alistamientos para formar el Regimiento de Milicias del Principado en el año 1777. Asentados por parroquias indicando su condición de hidalgos o pecheros al igual que en los padrones de hidalguía constan los nombres de todos los vecinos obligados a formar parte del Regimiento asturiano. Padres e hijos figuran juntos y se indican también los casos de milicianos cuya madre es viuda y tiene familia a su cargo.

Acta de la Comisión Local de Instrucción Primaria sobre concesión de premios a alumnos y alumnas en diversas disciplinas, 1857. Expediente 35/1854.

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Figura de fusilero del Regimiento de la Milicia Provincial de Oviedo, 1760. Dibujo de J. M. Bueno

Sin lugar a dudas, nuestros vecinos tenían razones poderosas para intentar librarse de semejantes cargas impositivas, y una de las vías, durante toda la Edad Moderna hasta la desaparición de fueros y privilegios del Antiguo Régimen a comienzos del siglo xix, fue adquirir y demostrar la condición de hidalgo para evitar el pago de impuestos. Para adquirir la condición de hidalgo a efectos fiscales era necesario constar en el padrón de hidalguías del concejo, condición que previamente había que justificar ante los regidores comisionados para formar el citado padrón, que se confeccionaba cada siete años. No justificar la condición de hidalgo otorgaba automáticamente la de pechero, y, por tanto, la de contribuyente ante el fisco. Haber fallecido o estar ausente, a veces «en Indias» o «en la América», o ser forastero, era la única forma de librarse de tal compromiso, pero aun así en muchas ocasiones se hace constar la condición de ausente.

Padrón de alistamiento para la formación del Regimiento de Milicias del Principado, 1777

A medida que la edad de nuestros vecinos avanza y se convierten en personas adultas, las posibilidades de que sus datos y señas de identificación queden registrados en los documentos municipales aumentan. Una de las situaciones que mejor muestra, habitualmente, haber alcanzado esa madurez no sólo de edad sino también administrativa es la condición de contribuyente de las haciendas públicas. Y así, veremos a nuestros vecinos inscritos en numerosos registros tributarios municipales relacionados con la recaudación de los propios tributos locales o, en otros casos, de la de la hacienda estatal.

Los llamados padrones calle hita, de moneda forera, de nobleza o de hidalguía se confeccionaban ya en el siglo xvi y en ellos constan todos los vecinos del concejo según su condición de hidalgos —y, por tanto, exentos de pago— o pecheros —y, por tanto, contribuyentes—. En el caso de Gijón se conservan 37 padrones desde 1585 hasta 1831 en los que se registran los

Son muy numerosos y variados los tipos de gravámenes fiscales y cargas tributarias que el municipio, la corona y el Estado imponen a vecinos y súbditos a lo largo de toda la Edad Moderna y Contemporánea, y ello explica el cuantioso número de documentos, especialmente en forma de libros-registro y expedientes, que sobre estos temas se conservan en los archivos municipales a pesar de las abundantes y frecuentes eliminaciones realizadas a lo largo del tiempo sobre este tipo de documentación en los ayuntamientos españoles.

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Padrón de moneda forera, 1751

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nombres, por barrios de la villa y parroquias del concejo, de todos los gijoneses contribuyentes y su condición y circunstancias, como, por ejemplo, en el confeccionado para 1751, en el que vemos incluidos nombres de mujeres —Bernarda de Hevia, viuda de Domingo Fernández, o Dorotea González, viuda de Pedro de Barres—, situaciones particulares —«y Don Francisco su hijo asimismo que le hubo estando soltero en mujer soltera y noble, ausente en los reinos de Indias»— y paraderos de los inscritos —«ausente en la Corte Romana»— con sus distintas condiciones: hidalgo, a justificar, pechero, fallecido, ausente navegando, etcétera. Una buena parte de las fuentes documentales que hoy en día se utilizan en la investigación de la historia de personas y familias son, por su origen y función, documentos de carácter fiscal y tributario. Así ocurre también con el llamado Catastro del marqués de la Ensenada, un censo fiscal en forma de interrogatorio promovido por el hacendista de Carlos III, Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada, que tenía como finalidad el acopio de la mayor cantidad posible de información sobre la población, la producción y la riqueza en la corona de Castilla y que debía servir de base para unificar los diferentes tipos de tributos que constituían las denominadas rentas provinciales en la llamada única contribución.

«respuestas generales» dadas a 40 preguntas por una comisión integrada por los comisionados, el cura párroco de la villa y varios campesinos nombrados por el Ayuntamiento al efecto, y las «respuestas particulares» facilitadas por vecinos y residentes de forma individual. Con una clara intención desamortizadora se confeccionaron, siguiendo las disposiciones de la instrucción para la confección del catastro, dos interrogatorios separados. Uno de civiles o seglares —organizado por barrios y parroquias— y otro para eclesiásticos. Con independencia del tradicional acto religioso cuya formalización registral recogen los libros de matrimonio de cada parroquia, debe formalizarse la correspondiente inscripción en el registro civil, que, como hemos visto, es competencia exclusiva de la Administración municipal entre 1823 y 1870. Así pues, volvemos al registro civil municipal —por ejemplo, el de 1836, que es el más antiguo que se conserva—, en el que podemos comprobar cómo se asientan los matrimonios habidos en ese año en la propia villa y en las parroquias del municipio registrando los nombres de los contrayentes, su estado civil, su lugar de nacimiento, su domicilio, la fecha y parroquia en que se celebró

La reforma fiscal de los ilustrados no llegó a implantarse, pero nos permite hoy en día conocer con mucho detalle, a través de los libros conservados, el patrimonio personal y familiar de los vecinos del concejo a mediados del siglo xviii. Aunque el decreto de creación de la junta encargada de dirigir los trabajos de confección del catastro es de octubre de 1749, los comisionados encargados de dirigir la recogida de datos sobre el terreno en Gijón comenzaron el interrogatorio en octubre de 1752, formando finalmente un catastro de 18 voluminosos tomos conservados aún hoy en día en el Archivo Municipal. La información obtenida en los interrogatorios se ordena en varias secciones, destacando las

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Registro civil de matrimonios celebrados en la parroquia de San Julián de Somió, 1836

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el matrimonio, los nombres de los padres y de los abuelos de los novios y demás detalles propios de un registro civil. Este registro civil de matrimonios finaliza con el libro correspondiente al año 1868. La documentación municipal deja también constancia y testimonio de estos vínculos civiles y familiares de las personas en otros tipos de documentos, como los padrones de habitantes o los expedientes de beneficencia y asistencia social. La construcción o reforma de una vivienda es otra situación de la vida cotidiana en la que queda reflejada la actividad de los vecinos. Dentro de los distintos niveles que la clase social impone y que los medios económicos permiten vecinos y vecinas intentan reunir el patrimonio suficiente para hacer frente a la construcción o la reforma de una vivienda en la que asentar su domicilio, para lo que es necesario solicitar y contar con la preceptiva licencia municipal de obras. Cuando el patrimonio personal o familiar no llega para ello hay que acudir a otras opciones habitacionales, como el inquilinato o, incluso, en los peores casos, a la ocupación de una vivienda en una de las muchas ciudadelas que desde mediados del siglo xix se construyeron en Gijón. De todo ello queda constancia en la documentación municipal.

Proyecto de casa en el barrio de Viesques de la parroquia de Ceares, 1920. Expediente 178/1920

Competencia municipal exclusiva desde su origen, pero especialmente desde comienzos del siglo xix, los ayuntamientos producen y conservan un gran número de expedientes de licencia de obras, literalmente, todas las licencias de obras que se producen en su término municipal. Muchas de ellas se refieren a la construcción de inmuebles para uso residencial. Con independencia del valor administrativo y jurídico de las licencias durante la existencia física del inmueble, persiste en ellas, al transcurrir del tiempo, un valor histórico incuestionable que nos permite conocer a través de este tipo de expedientes —algunos conteniendo proyectos de magnífica factura— la historia de la arquitectura en el municipio, el trabajo de los arquitectos y de los maestros de obras que redactaron y ejecutaron esos proyectos, las personas y familias que encargaron y vivieron en esas edificaciones e,

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incluso, el patrimonio arquitectónico desaparecido con el transcurrir del tiempo. Los expedientes de licencia de obra y otros tipos de documentación similar nos permiten aproximarnos no sólo al patrimonio arquitectónico y artístico de la ciudad y del concejo, sino también a la vida cotidiana de los vecinos y a entender cómo construían sus casas y ocupaban sus espacios, qué tipos de obras particulares se realizaban, etcétera. El Archivo Municipal conserva expedientes de licencias de obras de todo tipo, incluidas las de construcción de viviendas, desde el primer tercio del siglo xix y especialmente desde 1844, año de aprobación de las primeras ordenanzas de policía urbana del municipio. En ellas figura, como es lógico, el nombre de la persona que solicita la licencia y, según los casos, un proyecto detallado de la obra con planos de alzado, sección y planta. Por lo que se refiere a los edificios para viviendas podemos encontrar desde un proyecto muy modesto para una casa de planta baja, pasando por construcciones urbanas de tipo medio para la clase media y proyectos de mayor envergadura para los propietarios que ocupan las vías principales de la población. Tan frecuentes como los proyectos para casas

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Proyecto de casa en el n.º 6 de la calle del 27 de diciembre y n.º 16 de la plaza del Marqués, 1910. Expediente 66/1910

personas concretas son los llamados libros de matrícula de la contribución industrial y de comercio o simplemente libros de matrícula industrial.

Proyecto de edificio destinado a almacén de maderas en la calle San Francisco, 1920. Expediente 143/1920

Plano de sección y plantas de un proyecto de casa en la calle Jovellanos n.º 42 con frente a las calles Instituto e Innerarity, 1911. Expediente 79/1911

particulares o edificios de viviendas lo son, desde el inicio de la industrialización, los de construcción de edificios fabriles, almacenes, tendejones y todo tipo de obras relacionadas con la actividad industrial. Otro tipo de obras que nos aportan una información complementaria muy valiosa son las acometidas al alcantarillado de los edificios y las reformas de todo tipo, especialmente las relacionadas con los cambios de estilo en los elementos estéticos de la construcción y la evolución de los hábitos económicos y comerciales que afectan al diseño de los establecimientos. En la zona rural del concejo también son muy abundantes las licencias para construcción de casas, cuadras, tendejones, chabolas e, incluso, lagares.

Este tipo de contribución, que tiene sus antecedentes en la llamada contribución de patentes implantada en España entre 1810 y 1811, es un tributo directo que grava todo tipo de actividad profesional, comercial y fabril en cada municipio. Para recaudar el impuesto es necesario formar antes el padrón o matrícula del mismo, que se hace cada cinco años de abril a junio con todas las personas que ejercen profesiones e industrias en el municipio. En los años intermedios, de octubre a diciembre, se rectifica y actualiza. Como señala el real decreto correspondiente «todas cuantas personas se hallen ejerciendo alguna profesión, comercio, oficio, arte o industria deben ser comprendidas en la matrícula» y así de esta forma en estos libros de matrícula de carácter tributario quedan recogidos los nombres de todos los que ejercen algún tipo de actividad económica en el municipio, su domicilio, la profesión, industria, arte u oficio por el que contribuyen, su dirección profesional y el importe del impuesto que le corresponde pagar según la tarifa clase que se le asigna a su actividad. De esta forma comerciantes, mayoristas y minoristas, industriales, hosteleros, carniceros, taberneros, agentes

En una ciudad tempranamente vinculada al comercio y a la industria será bastante probable que encontremos a nuestros vecinos laboriosamente ocupados en uno de los tres sectores clásicos de la economía: la pesca o la agricultura y la ganadería y sus derivados; las industrias en su infinita gama de actividades y sectores, y el comercio y los servicios. De todos ellos y en muy diferentes tipos de documentos encontraremos referencias concretas a nombres y lugares. Uno de los documentos que mejor registra esta actividad y la pone en relación con

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Libro de matrícula de la contribución industrial y de comercio, 1902

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muchos más tipos de documentos que hacen mención a otros muchos aspectos de la vida y que nos aportarían otros tipos de detalles sobre las personas, pero sin lugar a dudas este recorrido estaría incompleto si no finalizase haciendo mención al último y definitivo registro, representado por el fallecimiento y el enterramiento en el cementerio. Desde 1787 se prohíben en toda España, por razones sanitarias, los enterramientos dentro de los edificios de culto, como iglesias y capillas, y se ordena a los ayuntamientos la construcción de uno o varios —según la población— cementerios municipales. Los cementerios municipales se conciben desde su origen y por razones obvias como una cuestión de sanidad y salubridad, y desde este punto de vista y el de policía urbana recae sobre la municipalidad la máxima responsabilidad tanto en los propios cementerios como en los de las parroquias y los que son de titularidad eclesiástica.

Plano de las obras de ampliación y reforma del cementerio municipal de El Sucu (Ceares), 1883-1884. Expediente 64/1866

de aduanas, comisionistas, banqueros, corredores de comercio, consignatarios de buques, prestamistas, dueños de periódicos y de colegios privados, carreteros, armadores y navieros, molineros, arquitectos y maestros de obras, matronas, practicantes, veterinarios, dentistas, farmacéuticos, sastres y modistas, abogados, notarios, procuradores, confiteros y pasteleros, fotógrafos y hasta jueces y secretarios judiciales figuran en la matrícula de la contribución industrial. En el Archivo Municipal se conservan 25 libros de matrícula industrial, siendo el más antiguo de todos ellos el confeccionado para el año 1901, y el más moderno, del año 1925. Un recorrido por el ciclo vital de nuestros vecinos y vecinas a través de la documentación municipal puede completarse con

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Estas circunstancias dan lugar a que desde finales del siglo xviii se produzca en las oficinas municipales y se conserve en los archivos locales numerosa documentación sobre esta competencia local, agrupada en diferentes tipologías, tanto de la construcción y mantenimiento de los propios recintos funerarios —proyectos de obras de construcción, reforma y ampliación, expedientes de clausura y traslado de cementerios, expedientes de contratación de las obras, etcétera— como de la administración de los mismos —expedientes de inhumación, de exhumación, autorizaciones de enterramiento, expedientes de alquiler y compra de nichos, registros de enterramientos, de traslados, de tasas por enterramiento, etcétera—, que registran con todo detalle la gestión de los cementerios y se convierten, así, en un acervo documental muy completo de todos los fallecidos en el municipio y sus parroquias. Gijón tuvo su primer cementerio municipal, llamado de la Visitación, junto a la iglesia parroquial de San Pedro —donde actualmente se encuentra la residencia de la tercera edad y

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Reglamento para la dirección, conservación y cuidado del nuevo cementerio de la villa de Gijón, 1876. Expediente 64/1866

parte de la plaza del Arcipreste Ramón Piquero—, construido en 1798 como consecuencia de la necesidad de enterrar a los fallecidos en una epidemia que asoló la villa en esos años. Superados los estragos epidémicos permaneció casi en desuso hasta que en 1804 una nueva epidemia obligó a usarlo de nuevo. Permaneció en uso hasta 1840, en que nuevos brotes epidémicos obligaron al Ayuntamiento a plantear la construcción de uno nuevo y otro provisional. Se barajaron e incluso se proyectaron varios posibles asentamientos para el nuevo: en el cerro de Santa Catalina, en el Coto de San Nicolás e incluso en los llanos de Pumarín. El que tenía más visos de prosperar era el que se proyectó en el cerro de Santa Catalina, pero la escasa cualidad del terreno para la descomposición de los cuerpos obligó a abandonar el proyecto. También en 1842 se proyectó la construcción de un cementerio provisional en «el arenal que por el este se halla inmediato a la población», o sea, en el arenal de San Lorenzo, pero también se desechó el proyecto. Así pues, se volvió a utilizar el viejo cementerio de la Visitación hasta que fuera posible la construcción y uso de uno nuevo, que finalmente se situaría en unas lomas al sur de Ceares, en unos terrenos conocidos con el nombre de Llosa de los valientes.

Libro registro de sepulturas en tierra del cementerio de Ceares, 1882-1903

De 1867 data el proyecto de construcción del Cementerio Municipal de Ceares, también llamado de El Sucu-Ceares, realizado por el inspector y maestro de obras Cándido González. Nueve años mas tarde, en 1876, una vez concluidas las obras, se procedió al cierre definitivo del de la Visitación en el Campo Valdés —autorizado el 15 de noviembre de 1876— y al traslado de los restos al nuevo emplazamiento. El 24 de noviembre de ese mismo año se aprobó el primer Reglamento para la dirección, conservación y cuidado del nuevo Cementerio de la Villa de Gijón. Los primeros registros de enterramientos que se conservan en el Archivo Municipal son precisamente de este cementerio y datan de 1877. De acuerdo al reglamento de 1876, el cementerio estaba al cargo de un capellán, por la Iglesia, y de un sepulturero a las órdenes del primero, por parte del Ayuntamiento. Tenían la obligación de llevar unos libros de registro de las sepulturas y de los nichos con los nombres de los fallecidos formando un libro para nichos (el primero que se conserva alcanza el año 1907) y otro para sepulturas (que alcanza el año 1903). En ellos constan —alfabetizados unas veces por el apellido y otras por el nombre— los enterrados en el cementerio.

Libro registro de nichos del cementerio de Ceares, 1877-1907

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Emilio Pedrós y Menéndez, archivero, solicita licencia por estar enfermo de una especie de parálisis. Expediente 179/1905

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El Archivo Municipal. Un Archivo para la Administración, para los ciudadanos y para la historia xv.

Resulta difícil hacerse a la idea de que el servicio municipal que hoy identificamos con el edificio de la Torre del Reloj, en el barrio de Cimadevilla, no fuera en sus orígenes más que una simple arca de madera remachada con fuertes herrajes y protegida con tres cerraduras en su frente en la que se guardaban los documentos municipales. No tenemos constancia escrita de que ese fuera el aspecto del primer archivo municipal gijonés desde finales del siglo xiii, pero así era en casi todos los concejos y villas durante toda la época medieval e, incluso, mucho tiempo después, aún se siguió usando esta costumbre. En el caso de Gijón todavía encontramos referencias escritas al «archibo de tres llaves» en las actas municipales de 1795. Resulta evidente, aunque no lo podamos probar, que la primera arca de tres llaves y, por tanto, el primer archivo consistorial, custodió el fuero o carta-puebla del concejo, documento fundacional del concejo, y que, tras él, se irían guardando en el arca otros documentos posteriores y de vital importancia para el gobierno de la villa, como los privilegios reales y las confirmaciones de estos, los libros de los acuerdos tomados por los regidores y anotados por los escribanos, las cuentas y los libros de rentas y tributos y, como solía ser frecuente también, los mismos dineros, caudales y algún objeto valioso que debía permanecer bajo la prudente protección del arca municipal al amparo de manos codiciosas. En esos primeros tiempos el archivo municipal aun con ser tan sólo un arcón, una fuerte caja de madera reforzada o un habitáculo horadado en el muro del consistorio y protegido con una fuerte rejería, era ante todo y sobre todo el custodio de los bienes más valiosos del concejo, bienes entre

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Reglamento orgánico para el régimen interior y demás servicios del Ilustre Ayuntamiento de Gijón, 1899. Expediente 59/1899

los que se incluyen los documentos municipales. Con frecuencia esa arca o ese habitáculo ni tan siquiera se encuentra en una supuesta casa de consistorio, porque el concejo no dispone de ella y se custodia en la propia casa del escribano de concejo o en la casa más fuerte o mejor protegida de la villa —que suele ser la de uno de los regidores— o en un edificio religioso de fuertes muros, como una iglesia, un convento o un santuario. En el caso de Gijón está documentado en las actas municipales de los siglos xvi a xviii que en no pocas ocasiones el Regimiento gijonés se reunía en el atrio de la primitiva iglesia parroquial de San Pedro y en el santuario de Nuestra Señora de Contrueces con motivo de pestes e incursiones enemigas. No es aventurado pensar que en esos desplazamientos forzados que duraban a veces semanas o meses los regidores municipales se llevasen consigo y pusiesen a buen recaudo el archivo o que durante un tiempo y mientras el Regimiento no dispuso de un edificio sólido y bien protegido fuera la casa mejor protegida de la villa propiedad de alguno de los regidores del concejo la que custodiara los documentos. Lamentablemente la destrucción de Gijón en 1395 como consecuencia de las guerras dinásticas primero, y la sustracción del archivo por Fernando Álvarez de Valdés a mediados del siglo xv, después, nos han privado de conocer aquellos primeros documentos municipales que, como el privilegio concedido a la Pola de Gijón por el monarca castellano Enrique II en 1372 sobre la exención de portazgos en todo el reino a los vecinos de la villa —cuya existencia conocemos hoy gracias a una confirmación posterior en 1512 de la reina doña Juana—, formaban parte del primitivo archivo municipal. También sabemos por los primeros documentos conservados del siglo xvi que ya antes de 1560 se custodiaban en el archivo varios libros de actas llamados, según su función y contenido, del cay o referido a las obras del puerto; del consistorio sobre los acuerdos ordinarios del Regimiento, y de alcabalas sobre los remates y cuentas del tributo del mismo nombre, aunque parece que su contenido no siempre respondía al título por la lógica relación de unos asuntos con otros.

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El propio Jovellanos en sus Apuntamientos sobre Gijón de 1804 para el Diccionario Geográfico-Histórico de Asturias de Francisco Javier Martínez Marina señala como causas más probables de este drástico vacío de documentos la saca realizada por doña Isabel, esposa del conde don Alfonso, al abandonar Gijón al final de la guerra de sucesión a la corona, y la sustracción de papeles realizada en pleno siglo xviii por el regidor Gregorio Menéndez de Valdés para la confección de su Gigia antigua y moderna y de la que Jovellanos tiene noticias directas. También el hermano de Martínez Marina, Miguel, en una carta dirigida a su hermano en 1801 da noticia de la apropiación de documentos del archivo municipal por parte de Menéndez Valdés. Todo ello unido al robo del archivo realizado hacia 1465-1466 por uno de los correligionarios del conde don Alfonso, don Fernando Álvarez Valdés, ya comentado, explica la ausencia de fondos anteriores al año 1507 en el archivo y es una prueba tangible del valor estratégico que los documentos de archivo tienen en todo tiempo y lugar, valor que los condena a la rapiña y al secuestro ante posibles poseedores que pudieran usarlos contra quien pretende su ocultación y, si no es posible su uso como prueba en beneficio propio, procurar su destrucción. También vemos que, en ocasiones, algunas iniciativas de investigación histórica no conducen precisamente a la preservación del patrimonio documental, sino a un expolio impune aprovechando las prebendas del poder en aras —como dice el propio Jovellanos— de la confección de una historia cuyo título basta ya para descubrir «su ignorancia y sus miras» de un autor que, por otra parte, «era un hombre amable, generoso y celoso del bien público». En todo caso, el cuidado y protección de libros de actas y documentos tiene su origen en la política de restauración del poder local como aliado del poder central frente al del clero y la nobleza emprendido por los Reyes Católicos en todas las tierras de Castilla y Aragón a fines del siglo xv y principios del xvi. Los monarcas castellanos promulgaron varias pragmáticas encaminadas a organizar y restablecer un nuevo régimen local. Dos de

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esas disposiciones, las pragmáticas del 9 de junio de 1500 y del 3 de septiembre de 1501, se refieren a la obligación de los concejos de encargar una arca en que se conserven los privilegios y escrituras del concejo a buen recaudo y que tenga, al menos, tres llaves: una, en poder de la Justicia, es decir, uno de los jueces regidores; otra, uno de los regidores del consistorio, y la tercera, el escribano del concejo, de manera que para sacar o meter un libro o un documento hubiera que contar necesariamente con los tres. La pragmática de 1501 entraba aún más en el detalle del cuidado y registro de todos los documentos, y así determina que se hagan «un libro de papel de marca mayor en que se escriban todas las cartas y ordenanzas» y otro de pergamino encuadernado «en que se escriban todos los privilegios que las dichas ciudades y villas y sus tierras tienen, y todas las sentencias que en su favor se han dado». Aunque la intención de los monarcas castellanos al disponer la confección de estos libros de ordenanzas y de privilegios era procurar el registro y custodia de los documentos generados por su propia cancillería y enviados a cada concejo, no deja de sorprender su capacidad organizadora y de eficaces gobernantes entrando en el detalle de la confección de los libros o el procedimiento de las tres llaves como medida de control al acceso. Por otra parte, estas medidas no sólo resultarán útiles a la cancillería regia y a sus administradores, sino que sientan también las bases para una buena organización y conservación de los propios documentos municipales desde esas fechas tan tempranas que ha permitido que muchos de ellos, principalmente libros de acuerdos y de ordenanzas, hayan llegado a nuestros días. Por esos años los regidores de la ciudad se reúnen en la llamada ya por entonces Torre del Relox, que hace las veces de consistorio, cárcel del concejo, atalaya, reloj de la villa y lugar de custodia del archivo. Construida a fines del siglo xvi, custodiaría en una de sus cinco plantas el arca de tres llaves (restada la quinta, por estar ocupada por la maquinaria del propio reloj, y

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otra, que probablemente fuera la baja, en que se reunirían jueces y regidores en ayuntamiento). Este edificio, que fue reconstruido en varias ocasiones y que aún prestaba servicio como cárcel de partido en 1842, fue demolido definitivamente en 1911 tras muchos años de progresivo abandono por parte del Ayuntamiento. Muchos años antes, a mediados del siglo xix, el consistorio —y con él el archivo— ya se había mudado a otro edificio en la plaza Mayor, pero al menos durante los siglos xvii y xviii este singular edificio, que se representa erigido como una flamante aguja abanderada y rematada en una cruz sobre el caserío de Gijón en el famoso plano de Fernando de Valdés de 1635, fue la sede del archivo municipal custodiado por jueces, regidores y escribanos del concejo. En esos tiempos el valor de los documentos concejiles que se custodiaban en el arca-archivo era tan grande que con frecuencia se guardaban en ella otros objetos valiosos, como dinero, joyas o piezas de oro y plata que poseía el concejo. De esta forma los documentos del archivo, compartiendo habitáculo con maravedíes y joyas en el arca, se conciben como una especie de tesoro consistorial cuyo control fue siempre motivo de disputas y conflictos entre los regidores locales. Así ocurrió, por ejemplo, el 15 de enero de 1796 cuando se convocó una sesión extraordinaria en la que estaban presentes el juez primero, varios regidores, el diputado del común y el procurador síndico personero para deliberar sobre la forma en que debía establecerse el uso de una de las llaves del archivo «que existiera siempre en poder del Señor Decano [regidor decano]» y que —consideraban algunos regidores— debía ser sorteada entre los vocales «según se practicaba en los demás concejos del Principado». Ese celo por la custodia de los documentos se acrecienta aún más cuando quien exige o intenta apropiarse de él es ajeno al municipio. Ya en pleno siglo xix, en 1881, la Comisión Especial

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de Estadística de la Riqueza Territorial y sus Agregadas de la Provincia de Oviedo, un organismo de titularidad estatal encargado de la administración de tributos en la provincia, reclama al Ayuntamiento la entrega del tomo del Catastro de Ensenada (Única Contribución) en que se contienen las respuestas generales de dicho catastro, a lo que se opone rotundamente el consistorio gijonés. Una copia original de este catastro fiscal de 1752 —muy usado y conocido por los historiadores hoy en día— se conserva aún íntegra en el Archivo Municipal y está formada por 18 tomos encuadernados. Uno de ellos, el tomo primero, es el que en 1881 reclamaba la comisión provincial mencionada al consistorio gijonés. Precisamente el siglo xix es un periodo de vital importancia para el Archivo Municipal por cuanto diversas medidas en el orden político y legislativo en el ámbito nacional y local van a contribuir a su consolidación como servicio municipal, aunque aún no se inicia su función como servicio público a los ciudadanos y a la investigación. En el orden legislativo, el final del Antiguo Régimen y el advenimiento del estado liberal a partir de 1812 desemboca en una lenta y paulatina reforma de las Administraciones locales que afecta también a sus archivos, aunque de una forma ciertamente modesta. El cambio más significativo es el traspaso de las funciones sobre su organización y custodia, hasta entonces atribuidas al escribano de concejo, a una nueva figura funcionarial surgida del nuevo régimen político liberal, el secretario municipal. Curiosamente, cuando en 1823 un decreto establece por primera vez las funciones del secretario municipal, estas coinciden, en materia de archivos y documentos municipales, con las que se habían promulgado en 1788 para los escribanos de concejo. Sin embargo, la inestabilidad laboral originada por las cesantías de cargos que provocan los continuos cambios políticos; los mismos vaivenes políticos decimonónicos, y la escasez de recursos y medios en las Administraciones locales darán lugar a un progresivo

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abandono de los archivos municipales en todo el país al que no es ajeno tampoco el de Gijón. No obstante, esta situación administrativa convive con un nuevo discurso ideológico del estado centralista que ve en los archivos la fuente primigenia de su legitimación histórica. Los archivos, incluidos los archivos municipales, se convierten en la fuente de la historia, y la historia, en el arma ideológica de los fundamentos de la nación. Este discurso, que ya se había iniciado durante la Ilustración con la creación de la Real Academia de la Historia en 1738, encuentra en el Cuerpo de Facultativos de Archivos y Bibliotecas del Estado, creado en 1858, el instrumento ejecutor de esta nueva política estatal. Los ayuntamientos con recursos y con fondos históricos podían destinar a su organización personal que acreditase formación paleográfica certificada por la Escuela Diplomática de Madrid con título de revisores de letra antigua o demostrar dicha formación mediante examen. A partir de ese momento los fondos de los archivos municipales españoles sufrirán, al igual que otros muchos tipos de archivos de las Administraciones públicas, un proceso de disociación que no será superado hasta fechas muy recientes. Por una parte, el fondo histórico se pondrá bajo la tutela de facultativos de archivos especialmente formados en paleografía y diplomática y con conocimientos históricos; por otra, la tutela del fondo necesario para la gestión municipal —comúnmente identificado con el fondo administrativo— correrá a cargo del secretario municipal y sus oficiales. Como una expresión más del carácter centralista del Estado, en el Reglamento del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios de 1887 ya se prevé la posibilidad de que los puestos de archivero municipal sean ocupados por miembros de dicho cuerpo, es decir, por archiveros del Estado, y un decreto de 1896 ordena que las plazas de archivero de diputaciones y ayuntamientos capital de provincia se cubran por titulados de la Escuela Diplomática, orden que no es secundada en la mayoría

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de los casos, al interpretarla los municipios como una injerencia en sus competencias, y que finalmente fracasa. Sin embargo, ya existen por esas fechas en muchos ayuntamientos españoles archiveros municipales que, con muy diferentes perfiles profesionales, pero con un marcado carácter historicista (paleógrafos, diplomatistas, cronistas, eruditos, estudiosos, historiadores, etcétera), se ocupan en investigar más que en organizar los fondos históricos del municipio. No obstante, existen variantes sobre esta pauta, y Gijón parece pertenecer a ella. Se dan muchos casos en que el archivero no tiene una formación erudita, sino únicamente administrativa, y llega al puesto ascendiendo en la escala funcionarial tras ejercer varios puestos. Este parece ser el caso de Emilio Pedrós y Menéndez, primer archivero municipal con posterioridad a 1812 del que tenemos noticia hasta ahora y del que sabemos que ocupó la plaza del Ayuntamiento de Gijón entre 1893 y 1907. En 1905 contaba con treinta y dos años de servicio como empleado municipal y había ejercido a lo largo de su vida funcionarial los puestos, por este orden, de escribiente de Secretaría, oficial de tercera y oficial de segunda, antes de llegar a ocupar la plaza de archivero. Se trata de un funcionario municipal con una amplia experiencia administrativa que llega al puesto tras una larga carrera funcionarial. La cuidada letra de sus escritos —formada, pulida y perfeccionada en sus anteriores puestos como escribiente y oficial— y la forma en que se expresa en los mismos demuestran que se trata de un hombre con una sólida formación, aunque no parece que posea títulos académicos. Su sueldo en 1907, el año en que se jubila, es de 2.200 pesetas anuales. La jubilación de Emilio Pedrós se decidió en sesión del 18 de diciembre de 1907, y unos días mas tarde, el 26 de diciembre, la corporación gijonesa acordó el nombramiento de Bernardo Llano García —cesado como auxiliar en la Contaduría por haber sido suprimida la partida presupuestaria a la que se consignaba su sueldo— como oficial archivero en sustitución del recién jubilado Pedrós y Menéndez.

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A fines del siglo xix, por las mismas fechas en que Emilio Pedrós ejercía las funciones de archivero municipal, el Ayuntamiento aprobó un Reglamento orgánico para el régimen interior y demás servicios del ilustre Ayuntamiento en el que se incluyen dos capítulos muy interesantes referidos al archivo municipal que nos explican con bastante detalle cómo era esta dependencia municipal en ese tiempo. El mismo hecho de que en un reglamento orgánico con 25 capítulos se dedique uno entero al archivo (el número 11) con 17 artículos y parte de otro (el que se refiere al contador archivero municipal) demuestra la importancia que el propio Ayuntamiento atribuía a esta cuestión antes de iniciarse el siglo xx. El responsable superior es el secretario general, al que le compete la inspección directa de la dependencia y tiene la iniciativa y dirección de todos los trabajos que se ejecuten en la misma. Por debajo de él y a sus órdenes están el contador archivero (al que se dedica el capítulo anterior entero) y el oficial de archivo. El contador archivero «tiene a su cargo la oficina de cuenta y razón del Ayuntamiento y su Archivo General», es decir, ejerce las funciones de interventor municipal y es el responsable de toda la documentación económica en general necesaria para la gestión contable y la ejecución e intervención de los presupuestos municipales (presupuestos, cuentas, libramientos y cargaremes, nóminas, fiscalidad, etcétera). También existe un depositario pagador, pero no tiene estas funciones de custodia sobre la documentación económica y contable. No tenemos datos para afirmarlo, pero es de suponer que ese archivo general de la documentación económica se encontraba junto a las oficinas del contador archivero y separado del otro archivo, el general, al cargo del oficial de archivo. A pesar de que nos encontramos casi al inicio del pasado siglo xx, aún se conservan algunas viejas tradiciones, como la de mantener una arca de tres llaves para poner a buen recaudo caudales y valores. Entre las funciones del contador archivero se menciona esta:

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Conservar una de las tres llaves del arca y asistir a los arqueos ordinarios y extraordinarios, cuidando de que los fondos y valores se conserven en el arca municipal y no en poder de particulares, agentes o apoderados.

¿Será todavía esta arca municipal la misma que en los viejos tiempos guardaba los privilegios y ordenanzas? Es probable que no, pero sí lo es la costumbre de usarla. Respecto del archivo general, el reglamento de 1899 habla de los «empleados del Archivo», lo que quiere decir que ya en esas fechas el archivo se concibe como un negociado que requiere varios empleados para su funcionamiento, aunque en ningún momento precisa cuantos son además del oficial de archivo. Las disposiciones del reglamento sobre las obligaciones de los empleados del archivo son con su precisión una buena forma de conocer los puntos críticos de su funcionamiento. No pueden suministrar ni a las oficinas ni a particulares datos o informaciones de los documentos que custodian sin que medie acuerdo municipal, disposición del alcalde u orden del secretario general. Tienen prohibido llevar a sus casas documentos y libros del archivo para estudiar negocios del despacho ni para otro objeto, prohibición que no afecta —así lo dice el reglamento— al alcalde, a los concejales y al secretario que «quieran o necesiten hacer estudio especial de algún asunto o consultar antecedentes». No obstante, más adelante otro artículo aclara que el archivo está obligado a facilitar «con la brevedad posible a las oficinas de Gijón y de la provincia y personas autorizadas al efecto cuantos antecedentes se le pidan y conste hayan sido recibidas y se custodien entre sus papeles». No pueden guardar en los cajones de sus respectivas mesas «papeles en coordinación, libros o papeles de registro, ni antecedentes que deban tenerse a la vista para el despacho». Por estas fechas el Archivo es una oficina bien organizada y con procedimientos regulados para transferencias y préstamos.

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Respecto de las transferencias de documentación de las oficinas municipales al archivo, este está facultado para rechazar entregas de papeles a granel o en desorden que además no vayan acompañados de inventario duplicado. En el caso de préstamos de documentos debe extenderse un recibo encabezado con la orden de salida firmada por el secretario, el recibí del que se hace cargo del documento y la estampación en su carpeta (la del expediente) del sello del Archivo. Las instrucciones son muy precisas: Como el recibo ha de quedar en la oficina ocupando el lugar del documento sacado, deberá encabezarse aquel con la signatura de éste y en ambos y en el registro de salida de documentos se hará constar el número de orden que le corresponda.

También se establecen medidas contraincendios que hoy pueden provocar una sonrisa, pero que en ese tiempo no son motivo de broma: Dentro de la oficina no se permitirá encender fósforos ni arrojar puntas de cigarro al suelo hallándose expresamente prohibido que en caso alguno se haga uso de luz artificial, a fin de preservar a los papeles del peligro del incendio.

La imposibilidad de utilizar luz artificial nos indica que el Archivo no se encuentra en los sótanos, sino en una zona que le permite disponer de luz natural. Así es, en 1899, cuando se redacta y aprueba este reglamento, hace ya treinta y cuatro años que está construida la nueva casa consistorial (la actual), y el Archivo se sitúa en la parte alta del edificio. En el periodo comprendido entre 1907 —fecha de jubilación de Emilio Pedrós y nombramiento de Bernardo Llano— y la guerra civil, el incremento de los ingresos de fondos en el Archivo es progresivo como consecuencia del crecimiento de una administración municipal que debe aumentar su tamaño de forma paulatina (maestros y escuelas, guardia municipal, obras públicas, etcétera) para atender a una población que aumenta también

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como resultado del desarrollo industrial. Baste pensar que en 1840 la población gijonesa se estimaba en 16.773 almas, en tanto que cien años más tarde, en 1945, ya eran 103.421 habitantes. Ello trae como resultado que, coincidiendo también con las graves crisis de pasta de papel que se producen en el país y que frenan la producción de este producto cuyo uso crece exponencialmente, se lleven a cabo en este periodo importantes operaciones de eliminación controlada de documentos —en la terminología profesional, expurgos— a las que no es ajena tampoco la probable colmatación de las salas del Archivo por esos años, la falta de espacio en las mismas y el riesgo de hundimiento que pueden producir en el edificio consistorial al estar ubicado en una planta alta sobre otras oficinas. Prueba de ello es que en 1916 se llevan a cabo obras urgentes de reparación en el Archivo en las que se incluye la consolidación del piso del mismo, y que un año más tarde se produce uno de los expurgos más importantes de los que ha quedado constancia por escrito.

Informe del archivero Bernardo Llano sobre la necesidad de realizar obras urgentes de reparación en el Archivo Municipal. Expediente 311/1916

Hay que señalar en este punto dos cuestiones importantes. La primera es constatar que en todas las eliminaciones de documentos realizadas en este periodo siempre se tramita un expediente de expurgo que finaliza con el preceptivo acuerdo municipal y, por tanto, se documenta el proceso. Esos expedientes —que aún hoy en día se conservan en el Archivo— nos permiten conocer con cierta exactitud qué tipos de documentos se destruyeron y a qué periodos cronológicos pertenecen y, por tanto, saber que esos fondos no están en el Archivo por esa razón. La segunda es que las destrucciones se centran, con carácter general, en series documentales de carácter tributario y fiscal o en documentación inútil y de escaso valor administrativo, aunque también en algún caso se plantean destrucciones de fondos estadísticos que son hoy en día muy valorados por la investigación. De 1910 es uno de los primeros expurgos del que tenemos noticia y las series eliminadas son —utilizando los mismos términos que se usan en el expediente— los padrones de cédulas personales de

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1907, las patentes de puestos públicos vencidas o inutilizadas, comunicaciones sin interés en su mayoría de alcaldes pedáneos y de la guardia municipal, partes atrasados de la guardia municipal ya cumplimentados, partes diarios del Matadero y de Consumos, cédulas personales antiguas e inutilizadas, borradores sin valor y citaciones a mozos para ir a filas. Sin embargo, de 1917 y 1919 son dos de los más importantes expurgos llevados a cabo en el Archivo de los que tenemos noticia hasta ahora. Se trata de dos propuestas consecutivas de expurgo de 1917 y 1919 presentadas por el archivero Bernardo Llano inspiradas —según declara en la propuesta presentada a la corporación— en la inutilidad de los documentos y en la liberación de espacio, pero también en las reales órdenes de 1917 de los ministerios de Hacienda y Gobernación solicitando la colaboración de todos los organismos públicos en la venta de papel inservible ante la grave crisis que sufre el país en materia de pasta para la fabricación de papel. De esta forma, en la primera propuesta aprobada se vendieron a la Papelera Española 2.690 kilos de listas cobratorias de cédulas personales, minutas, borradores y oficios sueltos que no forman parte de expedientes anteriores a 1900, matrices de talonarios del cobro de arbitrios y, previa inutilización, obligaciones municipales recogidas por el Ayuntamiento tras la conversión de deuda que reportaron a las arcas municipales un ingreso, nada despreciable para la época, de 403,50 pesetas y que se invirtieron íntegramente en el Archivo de la siguiente forma: 56 pesetas para la adquisición de 2.000 carpetas de papel de hilo impresas para reponer las existentes en expedientes y documentos y que estaban, en su mayoría, deterioradas por la humedad; una librería por valor de 35 pesetas, y 300 pesetas abonadas en concepto de confección de 28 registros de expedientes a máquina, gasto que, ciertamente, resulta insólito si tenemos en cuenta que cada registro habría salido a casi 11 pesetas, es decir, casi la mitad del precio de la librería adquirida. Es probable que se trate en realidad del pago encubierto de un gasto de personal contratado para realizar trabajos de organización en el Archivo.

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Informe del archivero Bernardo Llano sobre la venta de papel inservible del Archivo Municipal para fabricación de pasta de papel. Expediente 192/1917

índices de esos padrones —cuando hay tales índices, que en ocasiones ni siquiera existen estos—, y finalmente esta decide no acordar la venta de los padrones de vecinos de 1801 a 1900. Sin embargo, en algún momento posterior sí debió de realizarse ese expurgo de padrones de vecinos, porque no es mucha la documentación de este tipo anterior a 1900 que se conserva en el Archivo. De hecho están documentados algunos expurgos en fechas posteriores, como el que tuvo lugar en marzo de 1922, siendo ya secretario municipal —de hecho su primer año como tal— Fernando Díez Blanco, de hojas declaratorias para la confección del padrón de habitantes anteriores al padrón de 1920.

Factura de compra de 2.000 carpetas de papel hilo impresas para el Archivo Municipal. Expediente 192/1917

No se sabe si animado por los recursos obtenidos de forma tan extraordinaria, si alentado por las disposiciones de venta de papel inservible del Gobierno central, Bernardo Llano presenta una segunda propuesta el 4 de febrero de 1919 al alcalde en estos términos: […] pongo en su conocimiento que en este Archivo existe una buena cantidad de padrones de vecinos antiguos, desde el año 1801, por si V. estima oportuno recabar de la Iltre. Corporación autorización para proceder a su enajenación, excepción de los que consideren convenientes reservar aún, que pudieran ser los de los últimos veinte años.

Sin embargo, Eztenaga, el secretario municipal, informa a la corporación del riesgo que supondría la eliminación de este tipo de documentos al ser escasa e incompleta la que figura en los

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Hay además anécdotas curiosas en este periodo, como, por ejemplo, la función que se le encomienda al archivero municipal en 1916 de hacerse cargo del servicio de notificación de los vencimientos de los arriendos de locales municipales o la que consta en 1926 de hacerse cargo de la custodia de las medallas de concejal y llevar un libro registro de su entrada y salida del Archivo para los actos en que la corporación acudía en «forma de villa». En un contexto en el que las funciones del Archivo y del archivero se limitan a las necesidades internas de la propia institución municipal y los recursos en personal de oficina son escasos es frecuente la asignación de funciones y tareas complementarias o secundarias como estas. En todo caso en estos tiempos el archivero es considerado, tanto institucional como socialmente, un empleado importante. En 1922, con motivo de la inauguración oficial del nuevo edificio de la Asociación Gijonesa de Caridad el 17 de diciembre de ese año acude al acto de inauguración todo el Ayuntamiento en «forma de villa» y con las máximas solemnidades. Entre los miembros de la comitiva municipal se encuentran, según el redactor del diario La Prensa que recoge la noticia, «algunos altos empleados», entre los que figuran el arquitecto Miguel García de la Cruz, el inspector de la guardia municipal, Urbanio Zarracina y «el archivero don Bernardo de Llano».

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En un proyecto de reorganización del personal de las oficinas municipales del año 1920 los vocales de la Comisión de Régimen Interior nombrados para estudiar una reorganización de los efectivos por la escasez de personal con que se cuenta señalan, al referirse al archivero, lo siguiente: Este deberá terminar la ordenación y catalogación de todos los documentos o expedientes que no figuran hoy en el Índice; foliar y reseñar en las carpetas de dichos expedientes la documentación en ellos comprendida; y cuando sus ocupaciones se lo permitan, auxiliar al Secretario Jefe en los asuntos que le encomiende, como viene haciéndolo hasta ahora.

Este archivero es Bernardo Llano García, que continuará en la plaza hasta el 10 de marzo de 1928, fecha en la que es nombrado para el cargo de secretario particular del alcalde Emilio Tuya. A partir de ese momento, es el secretario municipal, Díez Blanco, quien controla directamente todo lo relacionado con el Archivo. Los años de la guerra civil no fueron, por lo que sabemos hasta ahora, especialmente virulentos con el Archivo Municipal, que no sufrió pérdidas importantes, al contrario de lo que ocurrió con otras instituciones y edificios gijoneses, como es el caso de la parroquial de San Pedro o el cuartel de Simancas. Tampoco en la Causa General —informe especial encargado por el Gobierno de Franco a los ayuntamientos al final de la contienda para documentar los delitos cometidos por las fuerzas leales a la República— constan daños importantes al Archivo Municipal. Los informes remitidos a la Dirección General de Archivos y Bibliotecas en 1940 así lo confirman. Tras la guerra civil se lleva a cabo, por orden gubernativa, un inventario general de los fondos existentes en el año 1945. Se trata de una operación de ámbito nacional realizada en todos los archivos provinciales y municipales del país. Una circular de la Dirección General de Administración Local de febrero de 1945

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ordena a los gobernadores civiles recabar de ayuntamientos y diputaciones un inventario completo de su archivo que se deposite en el archivo de la diputación provincial correspondiente y que también debe ser remitido al Instituto de Estudios de Administración Local. En esos años continúa siendo secretario municipal Fernando Díez Blanco, que, eficaz y puntilloso como siempre, y a punto de jubilarse, pone especial empeño en la realización de este inventario como uno de los broches que adornará su salida definitiva del Ayuntamiento y para la que prepara, con la ayuda de sus oficiales, una extensa y cuidada memoria de sus veinticinco años de servicio (1922-1947). El inventario original de 1945, confeccionado en 35 cuadernillos independientes y ordenado por diferentes materias (aguas, alcantarillado, archivo muerto, escuelas, expedientes especiales, etcétera) se conserva actualmente en el Archivo.

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Proyecto de reforma de la Casa Consistorial del Arquitecto municipal, Miguel García de la Cruz, 1921. e e 101-102

En esos años la capacidad del Archivo, ubicado desde la construcción en 1865 de la casa consistorial en la segunda planta del edificio, ya se ha agotado y es incapaz de acoger fondos de nuevo ingreso. De hecho, ya existía desde hacía unos años y en otros locales anejos —concretamente encima de la oficina y el laboratorio de los veterinarios en la pescadería municipal— el llamado Archivo muerto, en el que se encontraba almacenada, más que archivada, gran parte de la documentación económica. Todo ello conduce a que el 24 de mayo de 1945, Fernando Díez Blanco, secretario municipal, plantee mediante propuesta escrita al alcalde de entonces, Mario de la Torre, varias medidas para atajar el problema, entre ellas, el alquiler de un piso destinado a archivo. También propone Díez Blanco la reforma y ampliación del archivo de la casa consistorial a expensas de las habitaciones de la casa del conserje del consistorio, «quedando ésta con las reglamentarias de cocina-comedor y tres habitaciones». En septiembre de ese mismo año el Ayuntamiento llega a un acuerdo con la Comandancia de Intendencia de Marina para ocupar —mediante contrato de alquiler con el propietario— la planta primera de los números 2 y 4 de la calle de la Rectoría, que hasta entonces ocupaba este organismo, a cambio de cederle, para sus almacenes de víveres, el sótano del edificio-escuela que la Institución Miranda posee en la calle de Cabrales. A partir del 20 de agosto de 1945, fecha del contrato de alquiler, el piso de la calle de la Rectoría pasa a convertirse en el nuevo depósito del archivo muerto, es decir, de toda la documentación fuera del uso administrativo pero que o bien no puede ser eliminada o bien no se ha decidido qué hacer con ella. No se trata de un archivo histórico en sentido estricto, pues la documentación histórica más importante se conserva en esas fechas en las dependencias del Archivo en la propia casa consistorial y es bastante probable que su creación estuviera directamente relacionada con la confección del inventario de documentos del año 1945 llevada a cabo por Díez Blanco y sus oficiales. Se trata en realidad de una vivienda cuyas habitaciones y pasillos desocupados pasan a convertirse en salas improvisadas para alojar la documentación

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distribuida en nueve habitaciones o piezas en las que se colocan separadamente distintos tipos de fondos identificados mediante un cartel a la entrada de cada pieza. Un expediente de 1965 describe con cierta precisión el contenido de dicho archivo muerto, en el que se guarda documentación de casi todos los negociados, pero también otras muchas cosas fuera del uso municipal, como bombos para el sorteo de amortización de obligaciones, cajas de caudales, clichés de imprenta, prensa antigua, urnas electorales, viejos muebles de oficina y hasta algunos huesos humanos de época reciente —fueron analizados en su momento por el Instituto Anatómico Forense— procedentes de excavaciones de las obras públicas o de los cementerios municipales como muestras para entregar a alumnos de medicina para sus prácticas. Este archivo muerto cuya recuperación se inicia en 1989 desaparece definitivamente en 1992 con la construcción de la Torre del Reloj como sede definitiva del Archivo Municipal y el traslado de los fondos a este nuevo edificio. Tras la jubilación del secretario municipal Fernando Díez Blanco en 1947, el Archivo entrará en un proceso progresivo de abandono, constituyendo el factor más importante de esta decadencia la ausencia a su frente de un archivero profesional.

Rótulo para la sala n.º 5 del llamado archivo muerto de la calle de Rectoría. Expediente 405/1965 (signatura 128-31)

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En un momento en que el régimen franquista despliega en toda España, a través del recién creado Consejo Superior de Investigaciones Científicas y de los institutos de estudios regionales dependientes de él —como el Instituto de Estudios Asturianos (idea)— todo un aparato de propaganda para la exaltación de los valores del nuevo régimen, que utiliza la historia y sus fuentes —esto es, los archivos, las bibliotecas y los museos— como instrumentos al servicio de dicha propaganda, Gijón permanece al margen de este proceso sin cubrir la plaza de archivero en su plantilla. Además, la vocación técnica del distrito universitario gijonés y la lejanía de las disciplinas historiográficas asentadas en Oviedo junto con la ausencia de fondos documentales medievales hacen que este archivo sea poco apetecible para la creación de una plaza de corte historicista, como ocurre en otras ciudades españolas. La plaza de archivero municipal con la categoría de técnico superior de Administración Especial y título de licenciado se crea, convoca y cubre tardíamente, en 1989, y hasta esa fecha Gijón se adscribe al grupo de archivos municipales de grandes poblaciones que sólo disponen de un «responsable» o un «encargado» del archivo sin formación archivística, ni siquiera paleográfica, diplomática o histórica. En la década de los sesenta se producirán algunos cambios significativos, entre otros, la presencia al frente del Archivo, y durante un breve espacio de tiempo, de una mujer, María Victoria Galván Mostazo, oficial administrativa que ingresa en el Ayuntamiento, procedente de la extinta Administración municipal de Marruecos en 1958, y que es cesada en el puesto pocos años más tarde. Será sustituida por Constantino González Alonso, quien ocupará el puesto hasta 1980. Por esos años tienen lugar también varios intentos de reorganización, de modernización y de reforma del Archivo, pero todos de escaso éxito. Uno de ellos es el protagonizado por Jaime Lladó y Ferragut, afamado archivero balear, que presenta al Ayuntamiento en 1961 una oferta de reorganización del Archivo que

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no prosperará. Esta oferta hay que ponerla también en relación con las iniciativas que desde la Comisión de Cultura presidida en esos años por el concejal Víctor Labrada se están llevando a cabo. Son también los años en que frecuenta el Archivo Joaquín Alonso Bonet, cronista oficial de la villa, que prepara su Biografía de la villa y puerto de Gijón. Se trata de proyectos de carácter cultural orientados exclusivamente a la recuperación de los fondos históricos municipales, pero que repercuten positivamente en el cuidado y arreglo del Archivo. Como resultado de estas iniciativas se plantea en 1960 el traslado del Archivo, que desde 1865 se encontraba en la segunda planta de la casa consistorial, a la planta semisótano del edificio, y la ejecución de las obras de adecuación de una parte de esta planta para nuevas oficinas y depósito de este servicio municipal, liberando así las plantas superiores de una sobrecarga de peso. Una de las curiosidades de este proyecto de traslado es la aparición por primera vez en la historia del Archivo —si exceptuamos una propuesta de 1951 para la adquisición de armarios metálicos incombustibles— de una oferta para instalación de mobiliario metálico —estanterías de ángulo rasurado y otros muebles metálicos— como nuevo material de conservación, pero por el que finalmente no se opta debido a la urgencia de las obras, y probablemente también a su deficiente estética frente a la tradicional estantería de madera —de una cuidada factura confeccionada en madera de castaño por un afamado ebanista de la ciudad— y la sospecha de su prematuro envejecimiento en el semisótano por efecto de la humedad. La existencia de una sola mesa en el proyecto indica también claramente que la plantilla del Archivo se limitaba en esas fechas a un único funcionario dependiente del secretario municipal. El mobiliario definitivo se realizará en madera de castaño incluidas las estanterías, que, con una altura de 2,70 metros y dispuestas tanto «en peine» como en el perímetro de la sala, se confeccionan en dos modalidades: abiertas a dos caras (en peine) y de una sola cara con vitrina (adosadas a la pared en el perímetro del local).

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Paralelamente, en 1962, se lleva a cabo un importante expurgo de fondos con la venta de papel inútil procedente de la Administración de Rentas y Exacciones. Inicialmente se trata de la eliminación de matrices de talonarios de más de tres años de antigüedad, pero inmediatamente se plantea la posibilidad de aprovechar la oportunidad para proceder a la eliminación de otros tipos de documentación con una clara inutilidad administrativa y así se incluyen en el lote recibos de ingreso y salida en lagares, depósitos y cementerios, partes de fielatos y del macelo, listas cobratorias, altas y bajas de distintos tipos tributarios, libretas de aforos de agua y otros. En total 3.346 kilos de documentos inservibles que a buen seguro colapsaban la Administración de Rentas y Exacciones y una parte del archivo muerto de la calle de la Rectoría y que suponen al Ayuntamiento un ingreso de 4.684,40 pesetas de entonces en concepto de venta como papel viejo.

Proyecto del arquitecto Enrique Álvarez Sala con la propuesta de instalación de estanterías en el Archivo Municipal en la planta semisótano, 1960. Expediente 692/1960

La decisión de trasladar el Archivo a este semisótano no parece haber sido una decisión muy acertada —aunque la opción de mantenerlo en una planta superior tampoco lo hubiera sido por el riesgo de sobrepeso en el edificio—, pues desde su instalación en esta planta el Archivo Municipal sufre varias y sucesivas inundaciones motivadas por el estado del alcantarillado de la zona que afectan a la documentación y que finalmente obligan a la Corporación a trasladar los fondos históricos y administrativos considerados más relevantes a un nuevo local acondicionado en la planta entresuelo del edificio denominado internamente como Antiguo Hotel Madrid —en el número 3 de la plaza Mayor—, que se convertirá, a partir de los años ochenta, en la oficina del Archivo y despacho del archivero municipal. Se trata de un local sin ventilación ni luz natural al que se dotará en los años ochenta de una batería de armarios compactos rodantes —los primeros que se instalan en el Archivo— y para lo que se hace necesario reforzar el edificio.

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El año 1969 será una fecha desastrosa para los fondos del Archivo Municipal, porque las continuas lluvias de ese invierno y las malas condiciones del alcantarillado en la zona en que se encuentra la casa consistorial provocan la inundación de la planta sótano en la que se ubica el Archivo en tres ocasiones consecutivas. Como consecuencia de dichas inundaciones gran parte de los fondos —especialmente expedientes del siglo xix— sufrirán graves daños —algunos irreversibles— que exigen hoy en día un lento y costoso proceso de restauración. Esta situación volverá a repetirse en 1975 y en 1979 con nuevas inundaciones. La ocurrida el 16 de septiembre de 1975 como consecuencia de las lluvias torrenciales y el mal estado del alcantarillado resulta especialmente desastrosa y el agua alcanza, según describe la prensa del momento, una altura de 60 centímetros dentro del local del Archivo. Constantino González, el archivero, deja constancia de ello en un escrito junto a un ejemplar de la prensa local del día siguiente:

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El día 16 de septiembre de 1975 a las 10,30 horas como consecuencia de una importante tromba de agua del barrio de Cimadevilla y no responder al alcantarillado a su conducción por estar cerrado en la Playa San Lorenzo, se provocó una inundación según explica el periódico adjunto, siendo Archivero D. Constantino González Alonso, que dio la voz de alarma poniendo todo su esfuerzo personal en salvar el máximo de documentos, debidamente comprobado por sus jefes y compañeros.

Son los años de la transición política y el Archivo sufre también los envites de la historia. En 1979 una bomba de fabricación casera, reivindicada por un autodenominado Grupo Revolucionario Antifascista y colocada junto a la casa consistorial explosiona cerca del Archivo —que ocupa parte de la planta semisótano del edificio— causando algunos destrozos en sus dependencias, aunque la documentación no sufre daños según un informe del responsable del Archivo en ese momento, Constantino González.

Noticia de prensa sobre la explosión de un artefacto junto a la Casa Consistorial. Diario El Comercio, 25 de enero de 1979

Por esos años también se le van agregando al Archivo tareas que nada tienen que ver con su función, como es el almacenaje y venta de libros o el acopio de los regalos de protocolo que recibe el Ayuntamiento. Constantino González Alonso se ocupa de la custodia más que de la organización y el servicio del Archivo y en sus estanterías se acumulan cientos y cientos de expedientes y documentos sin archivar. En cierta forma se puede decir que por esas fechas el Archivo Municipal había tocado fondo en todos los sentidos como servicio municipal. Tras la aprobación de la Constitución de 1978 y la celebración de las primeras elecciones municipales democráticas en 1979, la corporación presidida por el alcalde José Manuel Palacio Álvarez tiene ante sí una ingente tarea de modernización de la ciudad, del municipio y de la misma maquinaria municipal con que hacer frente a todos los nuevos proyectos. Respecto del Archivo, las primeras iniciativas provienen, como no podía ser de otra forma, del ámbito cultural. En la recuperación del Archivo

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en estos años confluyen dos factores importantes. Por una parte, la insistencia de la élite cultural local, de uno y otro signo político, que ve con gran preocupación el estado de abandono a que han llegado el Archivo y los fondos documentales que recogen la historia local. De otra, la democratización del país implica la aplicación del principio de transparencia a sus instituciones y la apertura de los archivos públicos a la consulta y a la investigación, apertura que, además, está refrendada en el artículo 105 b del texto constitucional recién aprobado. Jubilado Constantino González Alonso es sustituido al frente del Archivo, el 2 de junio de 1980, por José Ramón Riestra Costales, y en 1981, como consecuencia de una propuesta presentada por el entonces concejal de Cultura Francisco José Villaverde Suárez a la Comisión Municipal Permanente, se acuerda autorizar al alcalde para contratar los servicios de Rosalía Oliver, entonces directora de la Biblioteca Jovellanos y del Cuerpo Facultativo de Archiveros y Bibliotecarios del Estado, pero de la especialidad de Archivos, para que lleve a cabo la recuperación y organización de todos los fondos históricos incluidos los existentes en el archivo muerto de la calle de la Rectoría. Como resultado de estas gestiones se forma un equipo de becarios que se encargarán de llevar a cabo, bajo la supervisión de Rosalía Oliver, la primera reorganización de los fondos históricos depositados en el llamado archivo muerto de la calle de la Rectoría y en el depósito de la planta sótano de la casa consistorial. Forman parte del equipo de becarios Carlos Santullano Martínez, Francisco Javier Neira Estrada, Elvira Martínez Fernández, María Concepción Lamar Villazán y Rosa Matías Matías. Entre tanto, las tareas ordinarias de gestión continúan con normalidad a cargo de José Ramón Riestra Costales, que continuará al frente del Archivo hasta 1989 y que durante ese tiempo es el único empleado municipal adscrito al Archivo y responsable del mismo a las órdenes del secretario municipal, Alfredo Villa.

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Por esos años y con autorización municipal colabora en la organización de los fondos históricos del Archivo un eficiente y experimentado funcionario municipal jubilado, Agapito González Ordóñez, que realizará entre 1982 y 1989 una valiosa labor de organización y descripción de la documentación histórica, especialmente de los expedientes administrativos comprendidos entre 1801 y 1980. Sus trabajos, mecanografiados por él mismo, encuadernados a su costa y generosamente entregados al Archivo son todavía hoy la base para la mayor parte de las consultas que se refieren a expedientes del siglo xix y primera mitad del xx. Agapito elaboró, entre 1982 y el 2004, año de su fallecimiento, 26 instrumentos descriptivos diferentes, en su mayor parte catálogos de expedientes de los siglos xix y xx. También realizó un soberbio índice temático del contenido de las actas municipales comprendidas entre 1840 y 1900 en ocho tomos que incluye extractos de los textos originales. Asimismo, confeccionó nueve estudios sobre diferentes aspectos de la historia local contemporánea que a él le interesaron muy especialmente y sobre los que poseía un profundo conocimiento. Algunos de sus trabajos los llevó a cabo siendo ya un anciano octogenario, pero la pulcritud, el rigor y la precisión de sus índices, inventarios y catálogos, realizados sin medios informáticos y sin estudios universitarios no dejan de sorprender a muchos que hoy en día los examinan. Todos los trabajos de Agapito se conservan actualmente en el Archivo Municipal y son consultados con frecuencia por los investigadores. A partir de 1987 la Corporación afronta el proyecto de un nuevo Archivo Municipal que, disponiendo de medios y recursos más modernos, responda a un modelo más eficaz de archivo que le permita cumplir sus obligaciones con la propia Administración municipal, con los ciudadanos y con la investigación. Asimismo, en 1989 se cubre, por oposición, la plaza de archivero municipal y se inician los trabajos de reorganización del Archivo con una plantilla de tres funcionarios —un archivero, un auxiliar administrativo y un ordenanza— y cuatro auxiliares de archivos contratados.

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Paralelamente y en el ámbito de rehabilitación de la zona arqueológica de Cimadevilla en que se encuentra la vieja Torre del Reloj y la muralla romana se decide acometer la construcción de un edificio específico para archivo anexo a la propia torre. El proyecto se inicia en 1989 y concluye en 1992 con su inauguración en septiembre de ese mismo año. Durante esos cuatro años se lleva a cabo un intenso y febril trabajo de recuperación y organización de todos los fondos dispersos en más de seis locales diferentes y se ponen en marcha progresivamente todos los servicios que debe prestar el Archivo. Actualmente, el Archivo Municipal, organizado en cinco secciones diferentes —Archivo Histórico, Archivo Central Administrativo, Biblioteca, Archivo de Imágenes y Hemeroteca—, conserva 16 fondos archivísticos distintos, siendo el principal de ellos el fondo municipal que abarca desde el año 1507 —año del documento más antiguo conservado— hasta el año 2001 y que con unas dieciséis mil cajas de archivo, tres mil quinientas unidades de gran formato y dos mil quinientos planos constituye un fondo de más de doscientos mil documentos. Otros fondos archivísticos, de carácter público o privado, proceden de adquisiciones, recuperaciones o donaciones, como el archivo de Astilleros del Cantábrico y Riera, el archivo del Instituto de Puericultura y Gota de Leche de Gijón, el fondo Manuel Orencio Valdés o la colección de documentos del Informe en el expediente de ley Agraria de Gaspar Melchor de Jovellanos, que completan la sección de Archivo Histórico. Con una capacidad total de 5.000 metros lineales de estantería —6.500 si contamos la instalación provisional para la Hemeroteca en la antigua Universidad Laboral—, dispone también de una biblioteca de temática gijonesa creada a partir de 1989 y que cuenta ya con más de diez mil registros bibliográficos entre monografías, folletos y publicaciones periódicas sobre Gijón.

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Estado del depósito de archivo ubicado en la planta sótano de la Casa Consistorial en 1989, cuando se inician los trabajos de recuperación. cm 1.887

Estado del depósito del archivo muerto de la calle de Rectoría en 1989, cuando se inician los trabajos de recuperación. cm 1.889

Por su parte, la Hemeroteca, a la que se unieron en el año 2002 los fondos de la antigua Hemeroteca Provincial de Asturias de la Cámara de Comercio de Gijón, cuenta con cerca de mil títulos de diarios, revistas y otro tipo de publicaciones periódicas de ámbito local, regional, nacional e internacional. La sección de Fondos Especiales reúne colecciones tan variadas como diplomas, carteles, emisiones de deuda, censo de arquitectura popular, láminas y dibujos o fondos microfilmados. Por último, el Archivo de Imágenes, con cerca de cincuenta mil imágenes fotográficas y de otro tipo está compuesto por 11 colecciones diferentes, entre las que destaca la Municipal (colección abierta que cuenta actualmente con más de seis mil fotografías), la de don José María Patac de las Traviesas (19.535 imágenes) y la del fotógrafo gijonés Constantino Suárez (8.996 fotografías). Con una plantilla fija de cinco personas —un archivero, una ayudante de archivo, dos auxiliares administrativos y un ordenanza— y el apoyo periódico de personal contratado, el Archivo Municipal atiende actualmente a una media de 2.500 usuarios por año y facilita el acceso a la consulta de unos cinco mil documentos en ese mismo periodo. La media anual de investigadores que frecuentan su sala de consultas es de 71. Desde 1989, en que se inició la recuperación definitiva del Archivo Municipal, hasta hoy, los trabajos se han centrado en la recuperación de todos los fondos existentes; en formar y dotar de contenido a las diferentes secciones; en la organización e informatización de los fondos administrativos, al ser estos prioritarios para la gestión municipal y para los ciudadanos; en la apertura de los diferentes servicios al público en unas condiciones dignas, y en la recuperación de fondos de interés histórico para el municipio.

investigadores. A medio y largo plazo los proyectos más ambiciosos, pero también los más necesarios tanto para la propia conservación de los fondos como para la prestación de servicios, son la reunión en un único edificio de todos los depósitos del Archivo y la digitalización integral del fondo archivístico municipal. El difícil equilibrio entre el derecho de acceso y la conservación del documento original puede y debe resolverse mediante las oportunidades que nos brinda hoy en día la tecnología. Oportunidades que, además, permiten hacer compatible un acceso universal y simultáneo de muchos ciudadanos con la conservación del documento original que ya no es manipulado directamente por los usuarios y por el personal de archivos, con los riesgos que ocasiona un uso continuo y masivo que hasta hoy no se había conocido. Este futuro, mediatizado por el desarrollo tecnológico, se ha iniciado ya con algunos proyectos importantes, como la informatización de la gestión del fondo archivístico municipal (hasta ahora la documentación administrativa comprendida entre el año 1961 y el 2001), la digitalización de los fondos de prensa antigua de la hemeroteca o la migración de los registros bibliográficos de la biblioteca a la aplicación utilizada en la red de bibliotecas municipal. En relación con el Archivo de Imágenes, se ha iniciado la digitalización de esta sección con la duplicación de los negativos y la digitalización de las 9.000 imágenes de la Colección Constantino Suárez.

Sin embargo, las tareas de organización que aún quedan por delante son enormes y convivirán durante mucho tiempo con las de atención a las oficinas municipales, a los ciudadanos y a los

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Este índice incluye todos los documentos originales presentados en la exposición, los originales exhibidos mediante algún medio de reproducción y los reproducidos como ilustraciones de este catálogo. Todos los documentos originales expuestos y publicados pertenecen a los fondos y colecciones del Archivo Municipal de Gijón. No obstante, para documentar y contextualizar adecuadamente algunos de los módulos de la exposición, se han utilizado algunas reproducciones de documentos pertenecientes a otros centros conservadores, en cuyo caso se indica su procedencia y se identifican mediante un asterisco en el índice. Todos los documentos pertenecientes al Archivo Municipal de Gijón inician su signatura mediante las siglas amg.

1560–1567, Gijón Libro de actas. «Sobre el cay. Libro 2.º». amg. Fondo Histórico. Libro de actas 1560-1567.

Cubierta s. f. Gijón «Gijón, muelles». Fotografía. Julio Peinado. Medidas del original: 40x100 cm. amg. Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 4.141.

1585–1596 Gijón Padrón de moneda forera. amg. Fondo Histórico. Padrones de moneda forera. Libro 1. 1586, junio, 20, Gijón Acta municipal. Sesión presidida por el gobernador del Principado de Asturias, Jerónimo Briceño de Mendoza, en la que se ordena colocar centinelas, construir trincheras y murallas con fosos en la costa y avisar a otros puertos ante la noticia de la posible presencia de la flota de Francis Drake, general de la Armada inglesa, en las costas del Cantábrico tras su salida de la isla de Santo Domingo. amg. Fondo Histórico. Libro de actas 1584-1587.

Introducción [1858] Gijón La Puerta de la Villa en la plaza del Infante. Fotografía. amg. Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 3.679. Alfonso X el Sabio. Pintura miniada. Tumbo B de la Catedral de Santiago de Compostela [*].

[1635] Gijón «Descripción de la villa y puerto de la noble Villa de Gijón y del surgidero y las dos puntas que tiene». Plano. En carta del 29 de agosto de 1635 de Fernando de Valdés. Ministerio de Cultura. Archivo General de Simancas. MPD, 29, 24.

Alfonso X el Sabio. Pintura miniada. Libro de los Juegos. Biblioteca de El Escorial [*].

i.

1639, agosto, 16, Gijón Acta municipal. Acuerdo de solicitar ayuda militar al Capitán General para defender la villa ante el aviso recibido de la presencia de una flota de sesenta y dos navíos de la Armada francesa frente a la costa de Santander. amg. Fondo Histórico. Libro de actas 1637-1640.

El renacer de una villa

1634 Descripción de España y de las costas y puertos de sus reinos. «Parte del Reyno de León». Mapa. Pedro Texeira Albernas. Österreichische Nationalbibliothek. Codex Miniatus 46, h. 22 (29) [*]

1655, junio, 23, Gijón Acta municipal. Sesión celebrada en la iglesia parroquial de San Pedro para la elección ordinaria por un año de los jueces ordinarios, alcaldes de la Santa Hermandad, procurador y mayordomo de los propios y rentas y otros oficiales del concejo. amg. Fondo Histórico. Libro de actas 1652-1655.

1634 Descripción de España y de las costas y puertos de sus reinos. «Xixón». Mapa. Pedro Texeira Albernas. Österreichische Nationalbibliothek. Codex Miniatus 46, h. 33 [*]. 1507, noviembre, 17, Gijón Escritura notarial. Suero González de Llanos, vecino de la pola de Gijón, consiente, tras las pruebas practicadas, en ceder voluntariamente a Gonzalo Menéndez de la Pola y sus herederos y a Alvar Pérez de Carreño y su familia una sepultura en el coro de la iglesia de San Pedro en la pared que está contra el altar de San Sebastián. Ante Alvar Pérez Carreño. amg. Fondo Histórico. C 1-1.

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1669, noviembre, 10, Gijón Pliego de condiciones para el remate de las obras de reparación de la punta del muelle del puerto proyectadas por los maestros de arquitectura Ignacio de Palacio y Juan de San Miguel. amg. Fondo Histórico. Documentación sobre los muelles de Gijón y de Ribadesella 1669-1790.

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ii.

1778, mayo, 20, Gijón Acta municipal. Acuerdo por el que se toma razón del contenido de una Real Cédula de 22 de febrero de 1774 por la que se autoriza la apertura al libre comercio con Buenos Aires de los puertos habilitados, entre otros, el de Gijón. amg. Fondo Histórico. Libro de actas 1775–1778.

La época de Jovellanos

1710 Gijón Padrón de moneda forera. amg. Fondo Histórico. Padrones de moneda forera. Libro 20. 1752 Gijón Croquis del concejo de Gijón. Dibujo a tinta. En Catastro de Ensenada. amg. Fondo Histórico. Catastro de Ensenada, tomo 1. Respuestas Generales.

1782, agosto, 30, Gijón Representación de Gaspar Melchor de Jove Llanos al Ayuntamiento sobre las ideas que propone para aumentar la población, la industria y el comercio de la villa. En acta municipal del 4 de octubre de 1782. amg. Fondo Histórico. Libro de actas 1782–1785.

1752 Gijón Bienes de Alonso Antonio Ramírez, marqués de San Esteban del Mar de El Natahoyo y vecino de la villa de Gijón. amg. Fondo Histórico. Catastro de Ensenada, tomo 1. Libro primero de seglares.

1783 Madrid Acción de 2.000 reales de vellón del Banco Nacional de San Carlos. Adquirida por el Ayuntamiento de Gijón en 10 de abril de 1783. Número de serie 15.803. amg. Fondo Histórico. Documentación 1776–1783.

[1770] Gijón Historia de la antigua y moderna ciudad de Gixa, que es la Villa de Gixón en el Principado de Asturias de Gregorio Menéndez Valdés. Manuscrito bibliográfico. amg. Biblioteca. Manuscritos.

1787 Plano de la Concha de Gijón. Situada la Hermita de Santa Catalina… Mapa. Vicente Tofiño de San Miguel. Grabado a color. Escala 1 milla marítima. Delineado por Bauzá. Grabado por Juan de la Cruz. amg. Sección Cartográfica. Impresos. Siglo xviii-xix.

[1770] Gijón Plano idealizado de la villa de Gijón. Incluido en Historia de la antigua y moderna ciudad de Gixa, que es la Villa de Gixón en el Principado de Asturias de Gregorio Menéndez Valdés. Sin título. Dibujo coloreado. amg. Biblioteca. Manuscritos.

1788–1789 Gijón Representación al Supremo Consejo con motivo de haberse mandado por la vía de la Secretaría de Marina que el arbitrio de los dos reales en anega de sal destinados a las obras de reconstrucción del puerto pasen al de Ribadesella. Copia. amg. Fondo Histórico. Documentación sobre los muelles de Gijón y de Ribadesella 1669–1790.

[1781] «A Shetch of Gixon in Austuria [sic] a Province in Spain». Plano. Acompaña a carta de Juan Matías de Azcárate a Miguel de Muzquiz de 8 de septiembre de 1781. Tinta negra y aguada gris. Escala de 206 mm «An english mile». 64x49 cm con recuadro de 61x46 cm. Ministerio de Cultura. Archivo General de Simancas. mdp, 28, 19. gym-leg, 3.387 [*].

1809, enero, 6, Gijón Acta municipal. Acuerdo sobre la tala de todos los árboles del Camino Real que están frente a la fortificación que se está construyendo con motivo de la guerra contra los franceses y que impide la precisión del fuego de la artillería. amg. Fondo Histórico. Libro de actas 1808–1812.

1774, septiembre, 1, Gijón «Ordenanzas formadas por la Justicia y Regimiento de la villa y concejo de Gijón comprensivas del método de su gobierno político y económico actual y del que debiere de seguir en lo sucesivo». amg. Fondo Histórico. Libro de actas 1774.

1811, agosto, 5, Gijón Acta municipal. Acuerdo adoptado, ante el regreso de Gaspar Melchor de Jovellanos a Gijón, de que acuda toda la Corporación a darle la bienvenida en forma de villa. amg. Fondo Histórico. Libro de actas 1808–1812.

1777, enero, 1, Gijón Acta municipal. Acuerdo sobre la elección de oficios y cargos municipales. amg. Fondo Histórico. Libro de actas 1775–1778.

1878, septiembre, Gijón «Vista de la fachada principal del edificio». Fotografía. En Álbum fotográfico del Instituto de Jovellanos («Al Ilustre Ayuntamiento de esta villa y concejo, El Director del Instituto de Jovellanos envía este álbum […] Gijón, 5 de septiembre de 1878». Luciano G. Rendueles). amg. Fondo Histórico. Expediente 145/1878 y Archivo de Imágenes. Colección Municipal.

1778, noviembre, 21, San Lorenzo de El Escorial Carta de José de Gálvez a la Justicia y Regimiento de Gijón en la que solicita, en nombre del Rey, informe para el establecimiento en la villa de un Consulado de Comercio. amg. Fondo Histórico. Documentación 1776–1783.

302

1808, julio, 8, Gijón Acta del inventario de alhajas y ornamentos del santuario de Nuestra Señora de Contrueces ocupado como almacén de la pólvora traída en bergantines ingleses para preparar la guerra contra los franceses. amg. Fondo Histórico. Libro de actas 1808-1812.

1861, septiembre, 25, Gijón Proyecto de plaza para la villa de Gijón. Plano de planta general. Arquitecto Lucas María Palacios. amg.

Fondo Histórico. Expediente Especial 101-102 (plano n.º 5).

1862, diciembre, 25, Gijón iii.

Proyecto de casa consistorial. Plano de plantas. Arquitecto Lucas María Palacios.

El Gijón decimonónico

amg.

1834, marzo, 20, Gijón 1834, mayo, 9, Gijón Expediente de liquidación de la contribución de frutos civiles del año 1834. 12 hojas. amg. Fondo Histórico. Expediente 5/1834.

Fondo Histórico. Expediente Especial 101-102 (plano n.º 6).

1868, septiembre, 30, Gijón «Antecedentes relativos al glorioso alzamiento nacional en el día de la fecha y nombramiento de la Junta Provincial de Gobierno de Gijón». amg.

[1860] Gijón El Campo Valdés. Tarjeta postal amg. Archivo de Imágenes. Colección postales n.º 1294.

Fondo Histórico. Expediente 85/1868 (Expediente Especial 49).

1868, septiembre [Gijón] Antecedentes relativos al alzamiento nacional de septiembre de 1868. Proclama a los asturianos. Impreso. amg.

1858, junio, 19, Gijón Documento de apertura de suscripción pública destinada a recaudar fondos para cubrir los gastos de la visita de la reina Isabel II a Gijón en 1858. amg. Fondo Histórico. Expediente 26/1858 (Expediente Especial 33).

Fondo Histórico. Expediente 85/1868 (Expediente Especial 49).

1868, septiembre, Gijón Alistamientos para los «Voluntarios de la Libertad» con motivo del alzamiento nacional de septiembre de 1868.

[1858, julio, 5] Gijón Carta del alcalde, Zoilo García Sala, comunicando a los asistentes a la recepción oficial de la reina Isabel II cómo debe ser el traje de ceremonia para acudir a la misma. amg. Fondo Histórico. Expediente 26/1858 (Expediente Especial 33).

amg.

Fondo Histórico. Expediente 85/1868 (Expediente Especial 49).

1875, enero, 17, Gijón Acta municipal de adhesión y fidelidad al rey Alfonso XII. amg.

[1860] Gijón El paseo de Alfonso XII. Fotografía. Reproducción de José María Patac de las Traviesas. amg. Archivo de Imágenes. Colección Patac n.º 10.804.

Fondo Histórico. Expediente 104/1875.

[1895] Gijón Gijón. El puerto viejo. Fototipia. Hauser y Menet (Madrid). amg. Archivo

1852, febrero, 23, Gijón Plano de la fachada principal del Teatro de Jovellanos según proyecto de Andrés Coello. Copia reducida del plano original. 1/300 pies castellanos. amg. Fondo Histórico. Expediente Especial 116, n.º 154.

de Imágenes. Colección Municipal n.º 3.005.

1878, septiembre, 2, Gijón Portada del primer número del diario El Comercio. amg.

Hemeroteca. Colección Diario El Comercio.

1897, febrero, 11, Gijón

[1850, noviembre, 29] [Madrid] Proyecto para teatro en Gijón. Plano de planta baja. Arquitecto Andrés Coello. amg. Fondo Histórico. Expediente Especial 116, n.º 360, caja 1/2.

Portada del primer número del diario El Noroeste. amg.

Hemeroteca. Colección Diario El Noroeste.

1888, abril, 28, Gijón

1862, febrero, 28, Gijón Acción de 2.000 reales de un empréstito de 400.000 para la construcción de una casa consistorial, emitida a nombre de Eugenia Nava. Litografía de Alfredo Truán. amg. Fondos Especiales. Emisiones de Deuda y Empréstitos.

Reglamento de policía urbana para la villa de Gijón. Impreso, 57 p. e índice. amg.

Biblioteca. Colección O. R. c 4-6 (1).

1894 Gijón

[1895] Gijón La Casa Consistorial. Fototipia. Octavio Bellmunt (Gijón). amg. Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 3.009.

Ayuntamiento Constitucional de Gijón. Reglamento para el orden y celebración de las sesiones. Impreso, 15 p. amg.

303

Biblioteca. Colección O. R. c 4-9 (1).

1899, mayo, 18, Gijón Credencial de concejal del distrito electoral de Gijón. amg. Fondo Histórico. Expediente 29/1899.

[1895] Gijón Villamanín de Somió. Fototipia. Octavio Bellmunt (Gijón). amg. Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 3.010.

[1895] Gijón Gijón. La playa de baños. Fototipia. Octavio Bellmunt (Gijón). amg. Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 3.006.

1899, julio, 12, Gijón Bando del alcalde Ramón García Sala con motivo de la inauguración de la Exposición Regional Gijonesa de 1899. Impreso. amg. Fondo Histórico. Expediente 1/1899.

[1873] Proyecto del Circo-Teatro de Los Campos Elíseos. Plano. amg. Fondo Histórico. Expediente 77/1873.

[1899] Gijón Arco conmemorativo a la entrada de la Exposición Regional Gijonesa de 1899. Fotografía. Reproducción de José María Patac de las Traviesas. amg. Archivo de Imágenes. Colección Patac n.º 11.969.

[1876, enero] [Gijón] Teatro. Gran función para el jueves 6 de enero de 1876. Incluye función de la obra teatral El delincuente honrado de Gaspar Melchor de Jovellanos [en el Teatro de Jovellanos]. Cartel impreso. amg. Fondo Histórico. Expediente 3/1875.

[1899] Gijón Plano de Gijón. Publicado por la Junta Organizadora de la Exposición Regional de 1899. Impreso a color. Formaba parte de la guía oficial de la exposición editada con motivo del evento: Gijón y la Exposición de 1899. Gijón. 1899. Tipografía La Industria (Gijón). 322 p. y anexos publicitarios. amg. Sección Cartográfica. Mapas y Planos Impresos. Siglo xix.

1861, febrero, 3, Gijón Proyecto de casa en la calle Los Moros, 30 [sic] 36 para Antonia Álvarez Jove, viuda de José García Rivero. Plano de fachadas y plantas. Arquitecto Manuel Junquera Huergo. amg. Fondo Histórico. Expediente 35/1861.

[1898] Gijón Proyecto de edificio diseñado para entrada a la Exposición Regional de 1899 en Los Campos Elíseos. Plano de alzado. Escala 1:50. amg. Fondo Histórico. Expediente 1/1899.

[1895] Gijón El muelle de Oriente y la calle de la Trinidad. Fototipia. Octavio Bellmunt (Gijón). amg. Fondo Histórico. Colección Municipal n.º 3.014.

iv.

Fábricas

y ciudadelas.

Los

inicios de la sociedad

industrial

1897, diciembre, 2, Gijón Proyecto de casa en las calles Covadonga y San Bernardo para Dionisio Cifuentes. Plano de sección y fachadas. Arquitecto Mariano Marín. amg. Fondo Histórico. Expediente 117/1898.

[1862, enero, 1] Gijón «Estadística industrial. Relación de la fuerza motriz del vapor, empleada en las fábricas y talleres existentes» . amg. Fondo Histórico. Expediente 42/1863.

1897, diciembre, 2, Gijón Proyecto de casa en las calles Covadonga y San Bernardo para Dionisio Cifuentes. Plano de plantas. Arquitecto Mariano Marín. amg. Fondo Histórico. Expediente 117/1898.

1873, julio, 12, Gijón Fábrica de fundición de hierro de Anselmo Cifuentes, entre la Carretera de Oviedo y la plaza del Infante. Plano. Escala 1:100. amg. Fondo Histórico. Expediente 83/1873.

[1895] Gijón La calle Corrida. Fototipia. Octavio Bellmunt (Gijón). amg. Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 3.012.

1875, septiembre, 13, Gijón «Estado demostrativo de fábricas con inclusión de molinos harineros en este concejo» . amg. Fondo Histórico. Expediente 51/1875.

1899, agosto, Oviedo Proyecto de hotel en la calle Uría para Saturnino Alvargonzález y Pérez de la Sala. Plano de fachada. Arquitecto J. Miguel de la Guardia. amg. Fondo Histórico. Expediente 171/1899.

[1880, diciembre, 22] Gijón Proyecto de viviendas en una huerta de manzana para Hermenegildo Carvajal, vecino de Soto del Barco, en la calle de El Molino. Plano. Escala 1:280 y 1:100. amg. Fondo Histórico. Expediente 4/1880.

1899, agosto, Oviedo Proyecto de hotel en la calle Uría para Saturnino Alvargonzález y Pérez de la Sala. Plano de sección y plantas. Arquitecto J. Miguel de la Guardia. amg. Fondo Histórico. Expediente 171/1899.

1891, octubre, 3, Gijón «Estado sanitario en que se hallan las edificaciones conocidas con el nombre de ciudadelas». amg. Fondo Histórico. Expediente 77/1890.

304

1913, septiembre, 23, Gijón Proyecto de instalación de una batería de 22 hornos en la fábrica de la Sociedad Anónima Industrial Asturiana (Santa Bárbara) Fábrica de Moreda. Plano. amg. Fondo Histórico. Expediente 200/1913.

1891, diciembre, 10, Gijón Acta de la sesión extraordinaria de la Junta Local de Sanidad sobre el problema de las ciudadelas. amg. Fondo Histórico. Expediente 77/1890. 1893, marzo, 8, Gijón Proyecto de edificación de cuatro casas en la ciudadela de María de la Cerra en la calle Garcilaso de la Vega. Plano. Escala 1:100. Arquitecto Mariano Medarde. amg. Fondo Histórico. Expediente 1/1893.

[1913, junio, 30] Gijón Proyecto de «Casa del Pueblo» para las sociedades obreras en la calle Sanz Crespo. Plano de fachada. Escala 1:50. Arquitecto Miguel García de la Cruz. amg. Fondo Histórico. Expediente 369/1913.

1900, noviembre, 29, Gijón Proyecto de reforma y decoración del muro de cerramiento, en la calle de Anselmo Cifuentes, de la fábrica de vidrios de «Cifuentes y Pola, Sociedad en Comandita». Plano. Escala 1:100. Arquitecto Mariano Marín. amg. Fondo Histórico. Expediente 152/1900.

[1913, junio, 30] Gijón Proyecto de «Casa del Pueblo» para las sociedades obreras en la calle Sanz Crespo. Plano de fachada. Escala 1:50. Arquitecto Miguel García de la Cruz. amg. Fondo Histórico. Expediente 369/1913.

1900, noviembre, 28, Gijón Libro de matrícula de la contribución industrial y de comercio. Año 1901. amg. Fondo Histórico. sig. L 1.199.

[1913, junio, 30] Gijón Proyecto de «Casa del Pueblo» para las sociedades obreras en la calle Sanz Crespo. Plano de fachada. Escala 1:50. Arquitecto Miguel García de la Cruz. amg. Fondo Histórico. Expediente 369/1913.

[1902, diciembre, 13] Gijón Proyecto de reforma de la fachada de la fábrica de la Compañía Popular de Gas y Electricidad por la calle de Ezcurdia. Plano. Escala 1:50. Arquitecto Miguel García de la Cruz. amg. Fondo Histórico. Expediente 231/1902. 1903, noviembre, 6, Gijón Informe del contador municipal sobre ejecución de obras municipales para paliar el desempleo local. amg. Fondo Histórico. Expediente 399/1903.

[1913, junio, 30] Gijón Proyecto de «Casa del Pueblo» para las sociedades obreras en la calle Sanz Crespo. Plano de fachada. Escala 1:50. Arquitecto Miguel García de la Cruz. amg. Fondo Histórico. Expediente 369/1913.

1904, abril, 9, Gijón Propuesta de los concejales Eleuterio Alonso, Eduardo González Arriaga y Juan de Cavo solicitando que se prohiba ocupar algunas casas en Cimadevilla hasta que sus propietarios las hagan habitables. amg. Fondo Histórico. Expediente 178/1904.

1913, febrero, 24, Gijón Instancia de las sociedades obreras gijonesas solicitando al Ayuntamiento la venta de un terreno en el Humedal para la construcción de un edificio dedicado a «Casa del Pueblo». amg. Fondo Histórico. Expediente 369/1913.

1910, febrero, 12, Gijón Instancia de José Machargo solicitando autorización para la celebración de un mitin público el día 13 en el Centro de Sociedades Obreras ubicado en Casimiro Velasco, 25, con el fin de pedir la completa amnistía para presos y perseguidos por cuestiones sociales. amg. Fondo Histórico. Expediente 165/1910.

1925, enero, 11, Gijón Carta del Comité Administrativo para la construcción de la «Casa del Pueblo». amg. Fondo Histórico. Expediente 369/1913. [1930–1935] Gijón Niños trabajando en un taller de la Fábrica de Moreda. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 287.

1910, diciembre, 9, Gijón Instancia de José Iglesias, presidente de la Sociedad-Comité Pro-Presos, con sede en Casimiro Velasco, 25, solicitando el salón de las escuelas públicas de la calle Cabrales para celebrar una reunión de la citada sociedad. amg. Fondo Histórico. Expediente 165/1910.

[1930–1935] Gijón Taller de la Fábrica de Moreda. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 295.

1913, abril, 28, Gijón Proyecto de reformas de los edificios de la Compañía Popular de Gas y Electricidad en el barrio de La Arena. Plano. Escala 1:500. Arquitecto Miguel García de la Cruz. amg. Fondo Histórico. Expediente 135/1913.

[1925] Gijón Vista general de la Fábrica de Moreda. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 536.

305

1859, agosto, 31, Oviedo «Circular. Información pública de los nombres de solicitantes de expedición de pasaporte para viajar a Ultramar». Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo, n.º 141, 3 de septiembre de 1859. amg. Hemeroteca. Colección Boletín Provincial.

[1930–1935] Gijón En la Fábrica de Moreda. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 1.386. 1934, agosto, 1, Gijón Calle de Cimadevilla. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 1.424.

1858 – 1861, Gijón Documentos «Acerca del despacho de buques para América en los casos que expresa la Real Orden de 31 de diciembre de 1857». 195 hojas. amg. Fondo Histórico. Expediente 19/1858.

1932, septiembre, 18, Gijón [Manifestación de participantes en un] mitin socialista. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 1.497.

1860, octubre, 3, Gijón Despacho del bergantín «Victoria» para la Habana. Lista de medicinas que contiene el botiquín. amg. Fondo Histórico. Expediente 19/1858.

[1930–1935] Gijón Fábrica de gaseosas de Costales. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 1.580.

1862, noviembre, 8, Gijón Despacho del bergantín «Pepé» para la Habana. Acta de inspección sanitaria. amg. Fondo Histórico. Expediente 19/1858.

1936, marzo, 6, Gijón Panadería Zarracina. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 2.042.

1863, noviembre, 25, Gijón Despacho del bergantín «Victoria» para la Habana. Relación de víveres embarcados. amg. Fondo Histórico. Expediente 19/1858.

[1931, agosto] Gijón [Vista aérea de Gijón desde el este]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 2.962.

[1867, noviembre, 20] Gijón Despacho del bergantín «Pepé» para la Habana. Lista de pasajeros. amg. Fondo Histórico. Expediente 19/1858.

1936, diciembre, 30–31, Gijón [Obreras trabajando en el interior de una fábrica de loza]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 5.791.

v.

1910, julio, 14, Gijón Exposición del alcalde Donato Argüelles Busto al Ministro de Gobernación solicitando la creación de la Junta Local de Emigración en Gijón. amg. Fondo Histórico. Expediente 168/1910.

La huella de la emigración. El viaje a ultramar

1910, octubre, 18, Gijón «El anhelado abrazo» de Adeflor. Artículo de prensa. Diario El Comercio, n.º 9.809, 18 de octubre de 1910. amg. Hemeroteca. Colección Diario El Comercio.

1841, marzo, 4, Oviedo «Artículo de oficio. Advertencia a ayuntamientos y padres de familia de la desgraciada suerte que cabe a casi todos los jóvenes que pasan a la isla de Cuba». Boletín Oficial de Oviedo, n.º 20, 10 de marzo de 1841. amg. Hemeroteca. Colección Boletín Provincial.

1910, septiembre, 24, Gijón Anuncio publicitario de la travesía trasatlántica del «Santos». Diario El Noroeste, n.º 4.915, 24 de septiembre de 1910. amg. Hemeroteca. Colección Diario El Noroeste.

1847, noviembre, 18, Oviedo «Artículo de oficio. Naufragio en El Ferrol de la corbeta mercante Estanislao de la matrícula de Gijón el 8 de noviembre de 1847 con 145 jóvenes a bordo con destino a La Habana». Boletín Oficial de Oviedo, n.º 139, 19 de noviembre de 1847. amg. Hemeroteca. Colección Boletín Provincial. 1855, diciembre, 11, Gijón Instancia de Pablo Fernández Luanco solicitando la expedición de pasaporte para su hijo Ambrosio Facundo Fernández que desea viajar a La Habana. amg. Fondo Histórico. Expediente 8/1855 .

306

1911, octubre, 13, Gijón Anuncio publicitario de la travesía trasatlántica del «Entrerríos» y del «Bavaria». Diario El Noroeste, n.º 5.263, 13 de octubre de 1911. amg. Hemeroteca. Colección Diario El Noroeste.

1936, septiembre, 10, Gijón Orden de guerra expedida por el Comité de Guerra de Gijón sobre familias gitanas.Minuta. amg. Fondo Histórico.

1911, octubre, 13, Gijón Anuncio publicitario de la travesía trasatlántica del «Alfonso XIII». Diario El Noroeste, n.º 5.263, 13 de octubre de 1911. amg. Hemeroteca. Colección Diario El Noroeste.

1936, septiembre, 11, Gijón Autorización expedida por el Comité de Guerra de Gijón dirigida al Comité Central de Abastos sobre José Gallego, comandante militar de la plaza. Minuta. amg. Fondo Histórico.

[1925–1930] Gijón Trasatlántico en El Musel. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 898.

1936, septiembre, 15, Gijón Orden de libertad expedida por el Comité de Guerra de Gijón de los ciudadanos Francisco Fernández, Manuel García Cueto, de Ranón, y Enrique Pérez Conde, de Muros. Minuta. amg. Fondo Histórico.

[1925–1930] Gijón Trasatlántico en El Musel. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 2.328.

1936, septiembre, 17, Gijón Vale expedido por el Comité de Guerra de Gijón por un correaje completo compuesto de cinto y funda para pistola del 7.65. Minuta. amg. Fondo Histórico.

[1930–1935] Gijón [Emigrantes embarcando por la escalerilla de un barco de vapor de la Compañía Trasatlántica]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 2.992.

1936, septiembre, 23, Gijón Comunicado expedido por el Comité de Guerra de Gijón dirigido a la Delegación del Comité en la Cárcel de El Coto sobre excarcelación de detenidos. Minuta. amg. Fondo Histórico.

s.f. Gijón Transporte de pasajeros de Gijón a El Musel. Tarjeta postal. amg. Archivo de Imágenes. Colección Postales n.º 1.530.

1936, octubre, 5, Gijón Credencial expedida por el Comité de Guerra de Gijón a nombre de Constantino Suárez, fotógrafo, y Luis Corujo, redactor de prensa, autorizándoles a visitar los frentes de combate. Minuta. amg. Fondo Histórico.

s.f. Gijón Trasatlántico Alfonso XII en El Musel. Tarjeta postal. amg. Archivo de Imágenes. Colección Postales n.º 1.691.

vi.



1936, octubre, 10, Gijón Comunicado expedido por el Comité de Guerra de Gijón dirigido a la Alcaldía de Gijón solicitando un nicho en el cementerio de Jove para Emilio Morán, motorista del Comité. Minuta. amg. Fondo Histórico.

La guerra civil. El consejo de Asturias y León en Gijón

1936, julio, 20, Oviedo Bando de Antonio Aranda Mata, Comandante Militar de Asturias, declarando el estado de guerra en Asturias. Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo, n.º 165, 21 de julio de 1936. amg. Hemeroteca. Colección Boletín Provincial.

1936, diciembre, 30, Gijón Oficio del Alcalde al Presidente del Consejo Provincial del Frente Popular de Asturias y León solicitando la cesión del Palacio de Revillagigedo para uso como centro de enseñanza y cultura. amg. Fondo Histórico. Expediente 192/1936.

1910, noviembre, 28, Gijón Anuncio publicitario de la travesía trasatlántica del «Córdoba». Diario El Comercio, n.º 9.840, 28 de noviembre de 1910. amg. Hemeroteca. Colección Diario El Comercio.

1936, agosto, 30, Gijón Credencial expedida por el Comité de Guerra de Gijón a nombre de Manuel Menéndez Menéndez. Minuta. amg. Fondo Histórico.

1936, octubre, 19, Gijón Listado de las personas designadas para la constitución de la Comisión Gestora Municipal del Frente Popular. amg. Fondo Histórico. Expediente 248/1936.

1911, enero, 25, Gijón Anuncio publicitario de la travesía trasatlántica del «Sao Paulo». Diario El Noroeste, n.º 5.007, 25 de enero de 1911. amg. Hemeroteca. Colección Diario El Noroeste.

1936, agosto, 31, Gijón Mensaje de socorro expedido por el Comité de Guerra de Gijón sobre búsqueda de familiares de Gloria Folgueiras. Minuta. amg. Fondo Histórico.

1936, octubre, 19, Gijón Listado de los miembros de la Comisión Gestora Municipal y de las comisiones municipales. amg. Fondo Histórico. Expediente 248/1936.

307

1936, octubre, 22, Gijón Oficio del Gobernador General de Asturias y León, Belarmino Tomás, al Presidente de la Comisión Gestora Municipal comunicando la aprobación de dicha Comisión. amg. Fondo Histórico. Expediente 248/1936.

1940, diciembre, 10, Gijón «Causa General de Oviedo. Relación de hechos presentados por el Ilustre Ayuntamiento de Gijón, en virtud de circular de 22 de octubre de 1939. Estado n.º 2. Cadáveres recogidos de personas que no son de esta vecindad». amg. Fondo Histórico.

1937, mayo, 22, Gijón Oficio del Alcalde comunicando al Delegado del Gobierno en el Consejo Provincial de Asturias y León el nombramiento de Guillermo Rionda como representante del Ayuntamiento de Gijón en la Junta de Defensa Civil de Asturias y León. amg. Fondo Histórico. Expediente 33/1937.

[1936] Gijón Billete de dos pesetas emitido por el Consejo de Asturias y León. Número de serie: 066665. amg. Colección Numismática. [1936] Gijón Billete de una peseta emitido por el Consejo de Asturias y León. Número de serie: 417079. amg. Colección Numismática.

1937, marzo, Gijón «Reforma del Campo Valdés y Subida a Santa Catalina». Plano. Arquitecto José Avelino Díaz Fernández-Omaña. Escala 1:500. amg. Fondo Histórico. Expediente 49/1937.

[1936] Gijón Billete de cincuenta céntimos emitido por el Consejo de Asturias y León. Número de serie: 069364. amg. Colección Numismática.

1936, diciembre, 27, Gijón Edicto del Gobierno General de Asturias y León comunicando la constitución del Consejo Provincial de Asturias y León en sustitución del Comité Provincial del Frente Popular. Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo, n.º 55, 28 de diciembre de 1936. amg. Hemeroteca. Colección Boletín Provincial.

[1936] Gijón Billete de cuarenta céntimos emitido por el Consejo de Asturias y León. Número de serie: 153157. amg. Colección Numismática.

1937, agosto, 4, Gijón «Relación de las comisiones del Consejo Municipal de Gijón y de los miembros que las integran». amg. Fondo Histórico. Expediente 162/1937.

[1936] Gijón Billete de veinticinco céntimos emitido por el Consejo de Asturias y León. Número de serie: 365739. amg. Colección Numismática.

1937, junio, 30, Gijón Oficio del Consejero de Comercio y Minas, Amador Fernández, dirigido al Alcalde de Gijón sobre medidas para controlar la subida de precios y apertura de fruterías. amg. Fondo Histórico. Expediente 178bis/1937.

1937 Gijón Moneda de una peseta emitida por el Consejo de Asturias y León. amg. Colección Numismática.

1937, agosto, 26, Gijón «El Consejo Provincial se instituye poder soberano del territorio de su jurisdicción, en servicio de la República y de su Gobierno». Noticia de prensa. Diario Avance, n.º 228, 26 de agosto de 1937. amg. Hemeroteca. Colección del Diario Avance. H-340.

1937 Gijón Moneda de cincuenta céntimos emitida por el Consejo de Asturias y León. amg. Colección Numismática. 1934, octubre, 10, Gijón Huelguistas de El Llano. Fotografia. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 1.960.

1937, octubre, 22, Gijón «Gijón y Avilés, ocupados». Noticia de prensa. Diario Región, n.º 4.847, 22 de octubre de 1937. En Guerra Civil en Asturias, vol. 6. Ayalga Ediciones, 1981. amg. Hemeroteca.

1934, octubre, 10, Gijón Presos huelguistas de El Llano. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 1.971.

1937, octubre, 22, Gijón Bando de Fidel Dávila Arrondo, General Jefe del Ejército del Norte, con motivo de la reintegración de Gijón a España. Impreso. La Industria (Gijón). amg. Fondo Histórico. Expediente 179/1937.

1934, octubre, 11, Gijón Otra barricada de El Llano. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 1.973.

308

1934, octubre, 6, Gijón [Guardias de asalto apostados en La Escalerona durante la] huelga revolucionaria. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 1.975.

1936, diciembre, 5, Gijón [Retrato de un grupo de milicianos]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo

de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 5.658.

1937, enero, 1 [Gijón]

1934, octubre, 6, Gijón De la huelga revolucionaria. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 1.976.

[Milicianos disparando con un fusil ametrallador]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo

1936, julio, 20, Gijón [Soldado vigilando un edificio]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 4.757.

de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 5.810.

1937, enero, 3, Gijón [La hora de la comida en el comedor colectivo del Cuartel de Milicias Regimiento Máximo Gorki]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo

1936, agosto, 4, Gijón [Cola formada ante un comité de barriada para el reparto de víveres]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 4.818.

de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 5.878.

1937, enero, 16, Gijón [Retrato de los miembros del Consejo Provincial de Asturias y León]. Fotografía. Constantino Suárez amg. Archivo

1936, agosto, 19, Gijón [Milicianos disparando parapetados tras unos sacos terreros]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 5.007.

de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 6.145.

1937, enero, 21, Gijón [Interior de un café concurrido de gente]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo

1936, agosto, 1,9 Gijón [Retrato de un grupo de milicianos]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 5.009.

de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 6.176.

1937, enero, 24, Gijón [El orador Avelino González Mallada en un mitin organizado en el Teatro Los Campos Elíseos]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo

1936, agosto, 21, Gijón [El cuartel de Simancas siendo destruido por el fuego]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 5.025.

de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 6.239.

1937, enero, 24, Gijón [El orador Rafael Fernández en un mitin organizado en el Teatro Los Campos Elíseos]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo

1936, agosto, 21, Gijón [Miliciano disparando desde la verja exterior del Cuartel de Simancas]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 5.042.

de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 6.245.

1937, febrero, 2, Gijón [Desfile de milicianos por las calles]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo

1936, agosto, 21, Gijón [Grupo de milicianos esperando su entrada en el Cuartel de Simancas]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 5.044.

de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 6.397.

1937, febrero, 16, Gijón [Una sección del Batallón de Instrucción preparados para ser revistados]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo

1936, agosto, 21, Gijón [Milicianos disparando desde la verja exterior del Cuartel de Simancas]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 5.067.

de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 6.612.

1937, febrero, 16, Gijón [Mitin del Frente Popular en Gijón]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo

de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 6.634.

1937, marzo, 5

[1936, octubre] Gijón [Desfile de los batallones Espartaco, Capitolino y la Columna Gallega]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 5.314.

[Columna de milicianos dirigiéndose al frente]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo

309

de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 6.924.

1937, marzo, 15, Gijón [El Delegado del Gobierno dirigiendo unas palabras a los manifestantes desde la Delegación del Gobierno de Asturias]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 7.044.

[1858, julio] Gijón Carta del alcalde Zoilo García Sala a los asistentes a la recepción de la reina Isabel II. Carta impresa. Escudo municipal impreso. amg.

Fondo Histórico. Expediente 26/1858 (Expediente Especial 33).

1862, febrero, 28, Gijón

1937, marzo, 29, Gijón [Jóvenes de las Juventudes Socialistas Unificadas haciendo la instrucción militar]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 7.069.

Acción de 2.000 reales de un empréstito de 400.000 para la construcción de una casa consistorial, emitida a nombre de Eugenia Nava. Litografía de Alfredo Truán. Escudo municipal impreso. amg.

1937, junio, 5, Gijón [Los acusados, Joaquín Alonso Bonet y Benigno Piquero Alonso, ante el Tribunal de Urgencia]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 7.559.

Fondos Especiales. Emisiones de Deuda y Empréstitos.

1873, mayo, 17, Gijón Acuerdo municipal sobre alineaciones y ensanche de la calle Santa Lucía y el derribo inmediato de la capilla de Santa Rosa. Sello municipal impreso: «Ayuntamiento Popular de Gijón». amg.

vii.

Los símbolos del concejo. Del escudo al logotipo

Fondo Histórico. Expediente 44/1873.

1876, abril, 11, Gijón Acuerdo de concesión de licencia de obras a Guillermo Pelington para reformar su casa en la plazuela del Instituto, 3. Sello municipal impreso: «Ayuntamiento Constitucional de Gijón».

1649, agosto, 12, Gijón Acta municipal. Se acuerda comisionar a Toribio Morán de Lavandera para hacer un nuevo sello de armas de la villa al haberse perdido el que había. Las armas serán la persona del infante Pelayo con una cruz de la victoria. amg. Fondo Histórico. Libro de actas 1646-1651.

amg.

Fondo Histórico. Expediente 130/1876.

1876, octubre, 10, Gijón Informe de José Caveda y Nava sobre el escudo de armas de la villa de Gijón. Copia manuscrita utilizada como borrador del emitido por la Alcaldía.

1783, diciembre, 16, Gijón Acta municipal. Acuerdo dando poder a José Rodríguez Argüelles como agente en Madrid de Manuel Reguera, director de las obras de la carretera a Castilla para resolver las cuestiones pendientes en relación con la construcción de dicha carretera y de la composición de los escudos de armas y las inscripciones que deben figurar en los tarjetones y las cornisas de la nueva puerta de la villa a la entrada de la población e inicio de dicha carrretera, según las indicaciones de Gaspar Melchor de Jovellanos. amg. Fondo Histórico. Libro de actas 1782-1785.

amg.

Fondo Histórico. Expediente 122/1876.

1877, noviembre, 24, Gijón Propuesta de varios concejales acerca de exigir a los peones camineros el arreglo de las cunetas de los caminos. Sello municipal impreso: «Ayuntamiento Constitucional de Gijón». amg.

Fondo Histórico. Expediente 191/1877.

1882, mayo, 22, Gijón 1826, abril, 14, Gijón Nombramiento de Juan Álvarez Acevedo como celador y veedor de los montes comunes en la parroquia de San Julián de Roces. Sello municipal impreso: «Municipalitatis Gegionis». amg. Fondo Histórico. Expediente 1/1832.

Traslado del acuerdo municipal sobre la venta de la finca La Florida. Sello municipal impreso:«Ayuntamiento Constitucional. Gijón». amg.

Fondo Histórico. Expediente 77/1873.

1888, febrero, 3, Gijón Título de nombramiento de Anastasio de la Miyar Sierra como vigilante nocturno municipal. Escudo municipal impreso.

1842, mayo, 31, Gijón Licencia militar de Pablo Zarracina, soldado del Batallón Provincial de Gijón. Sello impreso: «Batallón Provincial de Gijón n.º 37 de la Reserva». amg. Fondo Histórico. Expediente 45/1847.

amg.

Fondo Histórico. Expediente 669/1927.

[1936] Gijón Boceto de sellos: «Alcaldía Constitucional. Gijón». Dibujo a tinta sobre papel vegetal. Germán Horacio. Papel de transparencia y tinta. amg. Fondos Especiales. Documentación diversa sobre el escudo.

1899, diciembre, 22, Gijón Título de 500 pesetas de un empréstito municipal de 5 millones. Primera emisión. Número de serie: 732. Litografía de Moré Hermanos y Cía (Gijón). Escudo municipal impreso. amg. Fondos Especiales. Emisiones de Deuda y Empréstitos.

[1940] Gijón Boceto de sello: «Alcaldía de Gijón». Dibujo. amg. Fondo Histórico. Expediente 126/1949.

1903, enero, 1, Gijón Certificado de ascenso a guardia nocturno de primera de Anastasio de la Miyar y Sierra. Timbres municipales de una peseta y veinticinco céntimos impresos. amg. Fondo Histórico. Expediente 669/1927.

1949, septiembre, 12 Gijón «Del blasón y cuño municipal gijoneses». Informe de Fabriciano González, Fabricio, Cronista Oficial de Gijón. amg. Fondo Histórico. Expediente 126/1949.

1911, enero, 7, Gijón Acuerdo municipal ordenando el traslado a la Comisión de Instrucción Pública de una solicitud de Juan D. Laviada. Sello municipal impreso: «Ayuntamiento Constitucional. Gijón». amg. Fondo Histórico. Expediente 288/1911.

1949, Gijón Escudo oficial del Ayuntamiento y Municipio de Gijón. Dibujo policromado. Iván Fernández Candosa. amg. Fondo Histórico. Expediente 126/1949.

1913, enero, 10, Gijón Certificado del nombramiento de sereno de la Casa Consistorial de Anastasio de la Miyar y Sierra. Sello municipal impreso: «Alcaldía Constitucional. Gijón». amg. Fondo Histórico. Expediente 669/1927.

1959, agosto, 12, Gijón Oficio del Encargado del servicio de Inspección de Aguas y Alcantarillado al Administrador de Rentas y Exacciones. Sello municipal impreso. amg. Fondos Especiales. Escudo. 1990 Gijón Manual de normas. Identidad corporativa. Gijón. Impreso. Cyan Gestión Editorial. Carpeta de anillas. 38 hojas. amg. Biblioteca. sig. 3.153.

1924, noviembre, 8, Gijón Obligación municipal de 500 pesetas de un empréstito de 2 millones para las obras de la traída de aguas. Número de serie: 1.023. Impresa. Litografía Viña (Gijón). Escudo municipal impreso. amg. Fondos Especiales. Emisiones de Deuda y Empréstitos.

1992 Gijón Ayuntamiento de Gijón. Manual básico de imagen corporativa. Impreso. Taller Gráfico Llanos Heredia S.L. Cuadernillo de 12 hojas. amg. Biblioteca. Colección O. R. C 7-11 (1).

1927, abril, 8, Gijón 1957, septiembre, 23 Gijón Expediente de pensión de orfandad de M. F. C. Sello impreso: «Montepío Municipal. Gijón». amg. Fondo Histórico. Expediente 668/1927.

1931, agosto, Gijón Estatua de Pelayo [y palacio de Revillagigedo]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 1.459.

1927, junio, 6, Gijón Obligación municipal de 500 pesetas de un empréstito de un millón para las obras de construcción del nuevo mercado-pescadería. Número de serie: 85. Litografía Luba (Gijón). Escudo municipal impreso. amg. Fondos Especiales. Emisiones de Deuda y Empréstitos.

1933, junio-septiembre, Gijón Vista de [La Escalerona]. Verano de 1933. Fotografía. Constantino Suárez amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 2.266.

1927, octubre, 24, Gijón Acuerdo de la Comisión Municipal Permanente sobre anuncio de subasta para la adjudicación de obras en el cementerio de Ceares. Sello municipal impreso: «Comisión Municipal Permanente. Gijón». amg. Fondo Histórico. Expediente 660/1927.

viii.

Gijón en plano. El desarrollo urbano



y los planes de ordenación

1933, febrero, 9, Gijón Acuerdo municipal denegatorio de enajenación de parcela. Sello municipal impreso: «Ayuntamiento Constitucional. Gijón». amg. Fondo Histórico. Expediente 3/1933.

1923 Plano del puerto artificial de Gijón, población y arrabales levantado por Miguel Menéndez [Duarte], 1837. Fotografía. Pedro Sánchez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 1.826.

1890, julio, 12, Gijón Acuerdo municipal de concesión de licencia de obras a José Suárez para construir una casa en la calle Marqués de Casa Valdés. Sello municipal impreso: «Ayuntamiento Constitucional de Gijón».

1847, noviembre, 18, Gijón Oficio de la Alcaldía al alcalde pedáneo de Leorio. Sello municipal impreso: «Ayuntamiento Constitucional de Gijón». amg. Fondo Histórico. Expediente 54/1847.

amg.

310

Fondo Histórico. Expediente 79/1890.

311

1870 Madrid Villa y puerto de Gijón. Plano impreso. Francisco Coello y Quesada. Escala 1:10.000. Incluido en Oviedo ó Principado de Asturias por el coronel de ingenieros D. Francisco Coello. Plano impreso. Madrid. 1870. Servicio Geográfico del Ejército [*].

1928 [Gijón] Plano de población de Gijón. Impreso. Ingenieros Ricardo Murrieta y Vicente Puyal. Escala 1:2.000. Impreso a color, montado sobre 8 tablas de 60x88 cm. amg. Fondo Histórico. Planos.

1867 Gijón Plano de Gijón. Encuadernado en 38 hojas de 75x105 cm. Francisco García de los Ríos. Escala 1:250. amg. Fondo Histórico. Planos.

1942, octubre, Madrid «Plano n.º 47. Espacios verdes y edificios de enseñanza. Proyecto. Plano de Extensión y Ordenación de la Ciudad». Impreso y coloreado. Germán Valentín Gamazo. Escala 1:5.000. amg. Fondo Histórico. Planos.

[1888] Gijón Relación de terrenos en la calle Capua y la plaza de San Miguel procedentes de las antiguas fortificaciones. amg. Fondo Histórico. Expediente Especial 113.

1966, mayo, Gijón «Plano I– 43. Zonificación actual. Información urbanística. Medio Urbano. Plan General de Ordenación Urbana del Término Municipal de Gijón». Arquitectos Enrique Álvarez-Sala y Joaquín Cores Uría. Escala 1:5.000. Compuesto en dos hojas. Copia. amg. Fondo Administrativo. pgou 1966.

1876, diciembre, 16, Palacio del Senado Dictamen de la comisión relativo al proyecto de ley sobre cesión al Ayuntamiento de Gijón de los terrenos que ocupan las fortificaciones de aquella plaza. Impreso. amg. Fondo Histórico. Expediente Especial 113.

1931, agosto, Gijón [Vista aérea de Gijón desde la zona de la calle Jovellanos hasta Cimadevilla y el Cabo Torres]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 2.963.

1862, diciembre, 24, Gijón «Pensamiento elevado a la respetable Corporación municipal por su regidor síndico sobre el derribo de la fortificación». Incluido en cuadernillo titulado «Acerca de la subsistencia en esta plaza del gobierno militar de la provincia» (38 hojas). amg. Fondo Histórico. Expediente Especial 113.

1931, agosto, Gijón [Vista aérea de Gijón desde la zona de los Jardines de la Reina]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 2.968. [1935] Gijón [Vista aérea de la dársena vieja y el barrio de Cimadevilla]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 4.170.

1899, noviembre, 20, Gijón Acta de subasta de cuatro solares en Begoña resultantes de los terrenos que ocupaba la fortificación. amg. Fondo Histórico. Expediente Especial 113.

[1935] Gijón [Vista aérea del ensanche]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 4.171.

[1884] Gijón Proyecto de ensanche y reforma de Gijón. Plano impreso. Incluido en la Guía Ilustrada de la Villa y Puerto de Gijón de Nemesio Martínez, 1884. amg. Biblioteca. Sig. 1.026.

1973, mayo, 12, Gijón Vista aérea de Gijón desde el sur. Fotografía. foat s.l. amg. Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 1.779.

1896 Gijón 1899, noviembre 6, Gijón Plano del arteriado de las aguas en la villa de Gijón. Año de 1896. Arquitecto municipal Mariano Medarde. Arquitecto municipal interino Mariano Marín. Escala 1:2.000. amg. Fondo Histórico. Sig. prov. R-199.

1974, septiembre, 11, Gijón Vista aérea de Gijón desde el sur. Fotografía. foat s.l. amg. Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 1.773.

[1900] [Oviedo] Plano del proyecto de ensanche y mejora de Gijón. Javier Sanz Larumbe. amg. Fondo Histórico. Planos. 1910 Madrid Plano de Gijón. Impreso. Ricardo Casielles. Litografía Mateu (Madrid) amg. Sección Cartográfica. Impresos. 1901-1950.

312

«Plano n.º 49. Distritos municipales. Proyecto. Plano de Extensión y Ordenación de la Ciudad». Germán Valentín Gamazo. Escala 1:5.000. amg.

[1842, octubre, 12] Gijón Informe del «Estado que demuestra las parroquias que actualmente tiene el concejo de Gijón, y las que propone la Comisión que deben quedar». amg. Fondo Histórico. Expediente 1/1842.

Proyecto de construcción de dos bloques de diez viviendas en San Martín de Huerces, propiedad de S.A. Felgueroso, «La Camocha». Plano de situación y plantas. Arquitecto Miguel Díaz Negrete. Escala 1:1.000 y 1:100. amg.

Proyecto de construcción de dos bloques de diez viviendas en San Martín de Huerces, propiedad de S.A. Felgueroso, «La Camocha». Plano de fachadas. Arquitecto Miguel Díaz Negrete. Escala 1:100. amg.

Proyecto de 312 viviendas subvencionadas y 20 locales comerciales en la manzana 759 del Plan de Ordenación de Gijón. Tercera fase. Construcciones Ángel Rodríguez S.A. (carsa). Plano de situación. Arquitectos José A. Díaz Fernández-Omaña, Juan Manuel del Busto González, Miguel Díaz Negrete, José A. Muñíz Muñíz y Celso García González. Escala 1:1.000.

1866, abril, 26, Gijón Informe del «Estado de producción, consumo, importación y exportación en este partido durante los años 1862, 1863 y 1864». amg. Fondo Histórico. Expediente 78/1857.

amg.

Fondo Histórico. Expediente 612/1959.

1959, marzo, Gijón Proyecto de 312 viviendas subvencionadas y 20 locales comerciales en la manzana 759 del Plan de Ordenación de Gijón. Tercera fase. Construcciones Ángel Rodríguez s.a. (carsa). Plano de planta de pisos. Arquitectos José A. Díaz Fernández-Omaña, Juan Manuel del Busto González, Miguel Díaz Negrete, José A. Muñíz Muñíz y Celso García González. Escala 1:50.

1868, diciembre, 14, Porceyo Informe del «Estado expresivo de las parroquias [eclesiásticas] de este concejo y su clasificación con arreglo a disposiciones anteriores al concordato de 1851 que existen en la actualidad». Arciprestazgo de Gijón. amg. Fondo Histórico. Expediente 62/1868.

amg.

1873 Plano topográfico del concejo de Gijón. Impreso. Lucas María Palacios Rodríguez. Escala 1:30.000 y gráfica de 3.000 m. Biblioteca Pública Jovellanos de Gijón. [*].

Fondo Histórico. Expediente 612/1959.

1959, marzo, Gijón Proyecto de 312 viviendas subvencionadas y 20 locales comerciales en la manzana 759 del Plan de Ordenación de Gijón. Tercera fase. Construcciones Ángel Rodríguez S. A. (carsa). Plano de fachada principal. Arquitectos José A. Díaz Fernández-Omaña, Juan Manuel del Busto González, Miguel Díaz Negrete, José A. Muñíz Muñíz y Celso García González. Escala 1:50.

1911 Plano de Gijón. Impreso. Lino Villar Sangenís. Impreso a color amg. Sección Cartográfica. Impresos 1900–1950.

1811, abril, 24, Gijón Repartimiento de la contribución por parroquias. amg. Fondo Histórico. Libro de actas 1808-1812.

Fondo Histórico. Expediente 574/1953.

1959, marzo, Gijón

[1859] Gijón «Nuevo Nomenclátor. Provincia de Oviedo. Partido Judicial de Gijón. Ayuntamiento de Gijón». Impreso y manuscrito. amg. Fondo Histórico. Expediente 24/1857.

1942, octubre, Madrid «Plano n.º 24. Distritos parroquiales. Información. Plano de Extensión y Ordenación de la Ciudad». Germán Valentín Gamazo. Escala 1:5.000. amg. Fondo Histórico. Planos.

Fondo Histórico. Expediente 574/1953.

1953, noviembre, Gijón

1859, marzo, 29, Gijón «Junta de Estadística. Nomenclátor de la Villa. Estadística de edificios por distritos» . amg. Fondo Histórico. Expediente 24/1857.

ix.

Fondo Histórico. Planos.

1953, noviembre, Gijón

1858, mayo, Gijón Censo de población. Copia de la lista rectificada. amg. Fondo Histórico. Expediente 24/1857.

1922, febrero, Gijón «Mapa topográfico del partido judicial de Gijón». Copia en ferroprusiato. Escala 1:50.000. amg. Sección Cartográfica. Impresos 1900–1950.

La organización del territorio. barrios, distritos y parroquias

1942, octubre, Madrid

1831 Gijón Padrón de moneda forera. Parroquia de Ceares. amg. Fondo Histórico. Padrones de moneda forera. Libro 37.

amg.

Fondo Histórico. Expediente 612/1959.

[1964] Gijón Escudo de la parroquia de Bernueces. Dibujo policromado. amg.

Fondo Administrativo. Expediente 1.239/1964. Sig. 121-6.

[1964] Gijón Escudo de la parroquia de Cabueñes. Dibujo policromado. amg.

313

Fondo Administrativo. Expediente 1.239/1964. Sig. 121-6.

1983 Gijón «Plano de planta primera. Casa. Cabueñes». Ficha n.º 1.666. Inventario de Arquitectura Popular Asturiana. Gijón. Escala 1:100. amg. Fondos Especiales. Censo de Arquitectura Popular caja 21.

[1964] Gijón Escudo de la parroquia de Caldones. Dibujo policromado. amg. Fondo Administrativo. Expediente 1.239/1964. Sig. 121-6. [1964] Gijón Escudo de la parroquia de Ceares. Dibujo policromado. amg. Fondo Administrativo. Expediente 1.239/1964. Sig. 121-6.

[1920 – 1930] Gijón Calle [de Jovellanos]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 694.

[1964] Gijón Escudo de la parroquia de Lavandera. Dibujo policromado. amg. Fondo Administrativo. Expediente 1.239/1964. Sig. 121-6. [1964] Gijón Escudo de la parroquia de Porceyo. Dibujo policromado. amg. Fondo Administrativo. Expediente 1.239/1964. Sig. 121-6. [1964] Gijón Escudo de la parroquia de Roces. Dibujo policromado. amg. Fondo Administrativo. Expediente 1.239/1964. Sig. 121-6.

1962 Gijón Plano de la ciudad de Gijón. Impreso. Marcelino García Menéndez. Escala 1:8.000. Artes Gráficas S.A. (Gijón). D.L. O.64-1962. amg. Sección Cartográfica. Impresos 1951–2004.

s. f. Gijón Paisaje de Asturias [quintana y valle]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 917.

1973, agosto, 31, Gijón Vista aérea de Gijón desde el este. Fotografía. foat s.l. amg. Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 1.782.

[1930] Gijón [Jardines de la Reina y el muelle]. Fotografía. Constantino Suárez amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 3.907.

1965, mayo, Madrid «Relación con la ciudad. Plan Parcial de Ordenación del Polígono de Pumarín. Gijón». Plano. Ministerio de la Vivienda. Gerencia de Urbanización. amg. Fondo Administrativo. Expediente 1.580/1973.

[1935] Gijón [Vista aérea del ensanche en la zona del Instituto de Jovellanos]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 4.172.

1965, mayo, Madrid «Plano de la red viaria. Plan Parcial de Ordenación del Polígono de Pumarín. Gijón». Plano. Ministerio de la Vivienda. Gerencia de Urbanización. amg. Fondo Administrativo. Expediente 1.580/1973.

1962 Gijón [Casas en Cimadevilla]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 8.491.

[1930] Gijón Vista [de la calle de Santa Lucía] desde un ático [la terraza del hotel Malet]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 544.

[1970] Vista aérea de Las Mestas. Fotografía. Paisajes Españoles. amg. Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 966.

1983 Gijón «Plano de alzado sur. Casa. Cabueñes». Ficha n.º 1.666. Inventario de Arquitectura Popular Asturiana. Gijón. Escala 1:100. amg. Fondos Especiales. Censo de Arquitectura Popular caja 21.

[1970] Vista aérea del barrio de La Arena y la playa de San Lorenzo. Fotografía. Paisajes Españoles. amg. Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 967.

1983 Gijón «Plano de planta baja. Casa. Cabueñes». Ficha n.º 1.666. Inventario de Arquitectura Popular Asturiana. Gijón. Escala 1:100. amg. Fondos Especiales. Censo de Arquitectura Popular caja 21.

[1970] Gijón Vista aérea del barrio de El Carmen y el puerto viejo. Fotografía. Paisajes Españoles. amg. Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 968.

314

Agua

1974, septiembre, 11, Gijón Vista aérea de Gijón desde el oeste. Pumarín y Nuevo Gijón. Fotografía. foat s.l. amg. Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 1.778.

s. f. Gijón [Una quintana]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 1.374.

x. Abastecer a la ciudad. Los primeros suministros de agua, luz y teléfono

1974, septiembre, 11, Gijón Vista aérea de Gijón desde el sur. Ceares. Fotografía. foat s.l. amg. Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 1.775.

s. f. Gijón Paisaje [hórreo y casa de aldea]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 734.

s. f. Gijón Iglesia [parroquial de San Andrés de] Ceares. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 980.

[1964] Gijón Escudo de la parroquia de Ruedes. Dibujo policromado. amg. Fondo Administrativo. Expediente 1.239/1964. Sig. 121-6.

1974, septiembre, 11, Gijón Vista aérea de Gijón desde el sur. Pumarín y El Llano. Fotografía. foat s.l. amg. Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 1.772.

[1659] Gijón Diseño de un tramo de la traída de aguas de La Matriz por el Arenal. Plano. Manuel Remires de Arellano. amg. Fondo Histórico. Expediente Especial 134-141. 1659, octubre, 7, Gijón Cuenta de los gastos de las obras de construcción de la fuente de la villa en los años de 1657 y 1658 a cargo de Marcos de Jove Argüelles y Juan García Veriña Valdés. Cuadernillo de 6 hojas. amg. Fondo Histórico. Caja 143. Año 1659. [1849] Gijón Proyecto de fuente. Plano de alzado y planta. Sandalio Junquera Huergo. Escala en pies castellanos. amg. Fondo Histórico. Expediente 4/1844.

[1960] Gijón Vista aérea del barrio de La Arena, la avenida de Rufo García Rendueles y la Fábrica del Gas. Fotografía. Paisajes Españoles. amg. Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 1.835.

1886–1894 Gijón Libro de cuentas de la traída de aguas [de Llantones]. Costo y gastos de las obras, f. 37. amg. Fondo Histórico. Caja L 120.

[1960] Gijón Construcción del Polígono de las «Mil Quinientas» de Pumarín. Fotografía. Paisajes Españoles. amg. Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 1.837.

1874, diciembre, 24, Oviedo «Plano topográfico. Hoja 1.ª [primera parte]. Trozo 1.º y 2.º. Conducción. Proyecto de abastecimiento de aguas de la villa de Gijón» [Traída de aguas de Llantones. Tomo II. Documento 2]. Ayudante de Obras Públicas Ignacio Ferrín. Escala 1:5.000. amg. Fondo Histórico. Expediente Especial 134-141.

1975, noviembre, Gijón Gijón: El barrio de El Natahoyo. Fotografía. José María Patac de las Traviesas. amg. Archivo de Imágenes. Colección Patac n.º 10.791. s. f. Gijón 4. Gijón. Paseo de Begoña. Tarjeta postal. Matos editor (Gijón). amg. Archivo de Imágenes. Colección Postales n.º 42.

1874, diciembre, 24, Oviedo «Plano topográfico. Hoja 1.ª [segunda parte]. Trozo 1.º y 2.º. Conducción. Proyecto de abastecimiento de aguas de la villa de Gijón» [Traída de aguas de Llantones. Tomo II. Documento 2]. Ayudante de Obras Públicas Ignacio Ferrín. Escala 1:5.000. amg. Fondo Histórico. Expediente Especial 134-141.

s.f. Madrid Gijón. Paseo de Begoña. Tarjeta postal. Postales P. Esperon (Madrid). amg. Archivo de Imágenes. Colección Postales n.º 43. [1987–1995] Barcelona Gijón (Principado de Asturias). Begoña. n.º 317. Tarjeta postal. fisa-escudo de oro s.a. (Barcelona) y Exclusivas Moro (Gijón). d.l. b. 22731-xxxviii. amg. Archivo de Imágenes. Colección Postales n.º 44.

1874, diciembre, 24, Oviedo «Plano. Hoja 7.ª. Depósito de aguas. Proyecto de abastecimiento de aguas de la villa de Gijón» [Traída de aguas de Llantones. Tomo II. Documento 2]. Ayudante de Obras Públicas Ignacio Ferrín. Escala 1:100 y 1:200. amg. Fondo Histórico. Expediente Especial 134-141.

[1960] Oviedo Gijón. Barrio de Pumarín n.º 17. Tarjeta postal. Ediciones Alarde (Oviedo). amg. Archivo de Imágenes. Colección Postales n.º 58.

1874, diciembre, 24, Oviedo «Plano. Hoja 8.ª. Distribución. Plano de Gijón. Proyecto de abastecimiento de aguas de la villa de Gijón» [Traída de aguas de Llantones. Tomo II. Documento 2]. Ayudante de Obras Públicas Ignacio Ferrín. Escala 1:5.000. amg. Fondo Histórico. Expediente Especial 134-141.

[1960] Zaragoza Gijón. Pumarín. Tarjeta postal. Ediciones Arribas (Zaragoza). Manuscrita. amg. Archivo de Imágenes. Colección Postales n.º 1.973.

315

[1850] Gijón

1874, diciembre, 24, Oviedo «Plano. Hoja 10.ª. Distribución. Proyecto de abastecimiento de aguas de la villa de Gijón» [Traída de aguas de Llantones. Tomo II. Documento 2]. Ayudante de Obras Públicas Ignacio Ferrín. Escala 1:50. amg. Fondo Histórico. Expediente Especial 134-141.

Fuente de Begoña. Fotografía. Reproducción de José María Patac de las Traviesas. amg. Archivo

1914, mayo, 5, Oviedo «Plano. Hoja n.º 1. Plano general. Proyecto de conducción a la villa de Gijón de 105 litros de agua por segundo tomados de los manantiales de Bobia o Perancho (Nava). Año de 1904» . [Traída de aguas de la Bobia y Perancho en Nava. Documento 2. Hoja n.º 1]. Ingenieros Fernando P. Casariego [y Ferrero] y Fernando de La Guardia. Escala 1:127.500. amg. Fondo Histórico.

de Imágenes. Colección Patac n.º 10.813.

Luz 1876, julio, 7, Gijón Propuesta de la Comisión de Festejos municipal de instalación de alumbrado de gas, suministrado por Menéndez Valdés y Compañía, en el Paseo de Alfonso XII para fomentar las ferias de Begoña. amg.

1924, noviembre, 8, Gijón Obligación municipal de 500 pesetas de un empréstito de 2 millones para las obras de la traída de aguas. Número de serie: 1.023. Impresa. Litografía Viña (Gijón). amg. Fondos Especiales. Emisiones de Deuda y Empréstitos.

Fondo Histórico. Expediente 109/1876.

1886, junio, 30, Gijón Instancia de Victoriano Alvargonzález proponiendo a la Comisión de Festejos municipal la iluminación del Paseo de Alfonso XII por medio de alumbrado eléctrico de arco voltáico. amg.

1926, diciembre, 31, Oviedo «Plano. Hoja n.º 9. Toma de aguas. Proyecto de abastecimiento de aguas de Gijón con el manantial de la Fuentona de los Arrudos del concejo de Campo de Caso» . [Traída de aguas de los Arrudos. Documento 2. Planos. Hoja n.º 9. Toma de aguas]. Ingeniero Fernando P. Casariego y Ferrero. Escala 1:1.000. amg. Fondo Histórico.

Fondo Histórico. Expediente 143/1886.

1869, abril, 17, Gijón Escritura notarial del contrato para la instalación y suministro de alumbrado para la villa de Gijón suscrito entre el Ayuntamiento de Gijón y Gustavo Petit Pierre Pelliou. Ante Juan Corrales. Copia. amg.

Fondo Histórico. Expediente 187/1892.

[1922, enero] Gijón Proyecto de farol [para el muro de San Lorenzo]. Plano. [Arquitecto Miguel García de la Cruz]. Escala 1:20. amg. Fondo Histórico. Expediente 350/1923.

1921, marzo, 7, Gijón Carta del alcalde Gil Fernández Barcia al Ministro de la Gobernación solicitando la rescisión del servicio telefónico a Red Telefónica de Gijón, concesionaria del servicio, por su mal funcionamiento. amg. Fondo Histórico. Expediente 9/1921.

1932, junio, Oviedo Proyecto de farola en el patio de viajeros de la estación [ferroviaria] de Gijón. Plano de emplazamiento, alzado y planta. Escalas 1:1.000 y 1:20. amg. Fondo Histórico. Expediente 92/1932.

[1928] s. l. Postes y tendido de la red telefónica aérea. Fotografía. Compañía Telefónica Nacional de España. amg. Fondo Histórico. Expediente 541/1928.

[1928] Gijón [Edificio porticado de la Plaza Mayor, con la Pescadería en construcción]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 582.

[1928] s. l. Postes y tendido de la red telefónica aérea. Fotografía. Compañía Telefónica Nacional de España. amg. Fondo Histórico. Expediente 541/1928.

1932, octubre, 26, Gijón Gijón antiguo (Cimadevilla). Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 974.

[1930, noviembre, 17] [Bilbao] «Plano. Presupuesto 4074. Hoja 21. Nueva red telefónica subterránea» [en la zona del Hospital y la calle San Bernardo]. Compañía Telefónica Nacional de España. amg. Fondo Histórico. Expediente 541/1928.

[1933] Gijón Vista del Paseo de Begoña. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 2.488.

[1930, noviembre, 17] [Bilbao] «Plano. Presupuesto 4074. Hoja 24. Nueva red telefónica subterránea» [en la zona de la fábrica de vidrios La Industria y el paseo de Alfonso XII]. Compañía Telefónica Nacional de España. amg. Fondo Histórico. Expediente 541/1928.

s. f. Gijón 10. Gijón. La Calle Corrida. Tarjeta postal. Ediciones S. Rodero (Gijón) amg. Archivo de Imágenes. Colección Postales n.º 1.279.

1898, febrero, 18, Gijón

s. f. s. l. [Autoridades visitando las obras de la] traída de aguas a Gijón. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 935.

Plano del alcantarillado de recogida de aguas de bajadas y del pavimento de la calle Corrida. Arquitecto Mariano Medarde. Escala 1:400. Mariano Medarde. amg.

s. f. s. l. [Las obras de la traída de aguas a su paso por la calle Jovellanos]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 971.

Fondo Histórico. Expediente 81/1899.

1902, abril, 1, Gijón Proyecto de farolas [mixtas de gas y electricidad] para la calle Corrida. Plano. Arquitecto Luis Bellido. Escala 1:500. amg.

1930, diciembre, 8, Gijón «Inauguración de la traída de las aguas del Perancho (Nava)». Fotografía. J. García. amg. Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 4.139.

Fondo Histórico. Expediente 252/1902.

1911, abril, 4, Gijón Proyecto de columnas para farolas de alumbrado eléctrico en Begoña. Plano. Arquitecto Miguel García de la Cruz. Escala 1:500 y 1:10. amg.

[1897–1908] Gijón «Depósito de Gijón. Una cueva y galerías bajo la [rasante]». Fotografía. Enrique Marquerie. amg. Fondo Histórico. Expediente Especial 132-133. Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 4.369.

Fondo Histórico. Expediente 138/1911.

1913 Gijón Contrato vigente para el suministro de alumbrado público de la villa de Gijón. Impreso. 27 páginas. Imprenta de El Noroeste (Gijón). amg.

[1897–1908] Gijón «Depósito de Gijón. Una cueva bajo la [rasante]». Fotografía. Enrique Marquerie. amg. Fondo Histórico. Expediente Especial 132-133. Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 4.370.

Fondo Histórico. Expediente 388/1911.

1922, enero, Gijón Proyecto de farol para balaustrada del muro de San Lorenzo. Plano. Arquitecto Miguel García de la Cruz. Escala 1:10. amg.

316

Fondo Histórico. Expediente 350/1923.

1931, enero, 3, Madrid Proyecto de Central Telefónica de Gijón [en la plaza del Carmen]. Plano. 56-9. Fachada. Arquitecto José María de la Vega. Escala 1:50. amg. Fondo Histórico. Expediente 408/1930.

Teléfono 1888, abril, 7, Gijón Instancia de Santiago Arévalo, director de Red Telefónica de Gijón, solicitando autorización para colocar postes en la calle Libertad y palomillas en los edificios para el servicio telefónico. amg. Fondo Histórico. Expediente 208/1888.

1930, junio, 24, Madrid Proyecto de Central Telefónica de Gijón [en la plaza del Carmen]. Plano. Planta baja. Arquitecto José María de la Vega. Escala 1:50. amg. Fondo Histórico. Expediente 408/1930.

1888, junio, 21, Gijón Instancia de Santiago Arévalo, director de Red Telefónica de Gijón, solicitando autorización para colocar postes para el servicio de la red telefónica. amg. Fondo Histórico. Expediente 206/1888.

[1933] Gijón [La plaza del Carmen con el edificio de la Telefónica en construcción]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 2.639.

1895, marzo, 22, Gijón Propuesta de instalación de seis aparatos telefónicos en varias parroquias del municipio por un importe anual de 1.800 pesetas. amg. Fondo Histórico. Expediente 101/1895.

xi. Abastecer a los vecinos.

Mercados, pescaderías y macelos 1910, abril, 16, Gijón Proyecto de torre metálica para central telefónica en la calle de los Moros. Plano de alzado y planta. Constructora Gijonesa. Escala 1:10. Copia en ferroprusiato. amg. Fondo Histórico. Expediente 74/1910.

1842 Gijón Proyecto de mercado entre las calles Fuente de la Plaza y San Bernardo. Plano de planta. Escala en pies castellanos. amg. Fondo Histórico. Expediente 15/1842.

317

1845, septiembre, 26, Gijón

1927, junio, 6, Gijón

1871, noviembre, 29, Gijón

xii.

Remate de los puestos para expedición de carnes.

1939, septiembre, 9, Gijón

amg.

Obligación municipal de 500 pesetas de un empréstito de 1 millón de pesetas para la construcción del nuevo mercado-pescadería. Emisión año 1927. n.º 85. Impresa. Litografía Luba (Gijón).

Proyecto de casa fielato. Plano. Cándido González. Escala 1:2.000 y 1:100. Un cuadernillo de 3 hojas y 1 plano.

Puerto

Fondo Histórico. Expediente 41/1845.

1871, noviembre, Gijón Proyecto de puestos en la plazuela de San Lorenzo, para la venta de diferentes efectos. Plano. Cándido González. Escala 1:500 y 1:50. Un cuadernillo de 1 hoja y 1 plano.

amg.

Fondos Especiales. Emisiones de Deuda y Empréstitos.

amg.

Proyecto de pescadería municipal. Plano de emplazamiento. Arquitecto municipal Miguel García de la Cruz. Escala 1:250. Muy mal conservado.

1927, enero, Gijón

Fondo Histórico. Expediente 42/1871.

1867, noviembre, 9, Gijón

amg. Fondo Histórico. Expediente Especial 110. Carpeta 7. Documento 10.

Proyecto de mercado cubierto para Gijón. Plano de planta, sección y fachada. Cándido González. Escala 1:100.

1927, enero, Gijón

amg.

Fondo Histórico. Expediente Especial 130. Caja 2/2. Carpeta 2. Documento 28.

Proyecto de pescadería municipal. Plano de sección. Arquitectos Miguel García de la Cruz y Agustín Giménez. Escala 1:50 amg.

Fondo Histórico. Expediente Especial 110.Carpeta 7. Documento 13 bis.

1876, diciembre, 2, Gijón

Fondo Histórico. Expediente 33/1871. [1856] Gijón

1925, octubre, Gijón

Proyecto de ensanche y mejora del puerto de comercio de Gijón por el ingeniero Dn. P. A. de Mesa. Jefe del Ferrocarril de Langreo cuya compañía fue autorizada para hacer este estudio por Real Orden de 1º de abril de 1856. Plano impreso. Ingeniero Pedro Antonio de Mesa. Escala 1:2.000. Litografía A. Truán (Gijón).

Proyecto de estación sanitaria en El Piles. Plano. Arquitecto municipal Miguel García de la Cruz. Escala 1:200. amg.

Fondo Histórico. Expediente 763/1925.

amg.

s.f. Gijón [Mercado de la] Plaza del Sur. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo

Proyecto de puerto de Gijón. Modificaciones del proyecto de terminación de sus obras, presentado por Domingo Estebanot. Plano. Salustio González Regueral. Escala 1:2.000.

La Pescadería nueva. Fotografía. Constantino Suárez.

amg.

1877, marzo, 23, Gijón

s.f. Gijón

amg.

amg. Archivo

amg.

Fondo Histórico. Expediente Especial 130. Caja 2/2. Carpeta 4. Documento 182.

1927, enero, Gijón

1897, abril, 30, Gijón

Proyecto de pescadería municipal. Plano. Planta principal. Arquitectos Miguel García de la Cruz y Agustín Giménez. Escala 1:100.

Proyecto de mercado en la plazuela de San Lorenzo. Plano. Arquitecto Mariano Medarde. Escal 1:200.

amg. Fondo Histórico. Expediente Especial 110. Carpeta 7. Documento 13.

amg.

1891 Gijón

Fondo Histórico. Expediente 43/1896. Plano n.º 7.

Proyecto de mercado en la plazuela de San Lorenzo. Plano alzado este. Arquitecto Mariano Medarde. Escala 1:80.

Reglamento y tarifas provisionales para servicio y régimen interior del Matadero público, además del general de 25 de febrero de 1859 y R. O. de 13 de octubre de 1882. Impreso. Imprenta y Litografía de Torre y Compañía (Gijón).

amg.

amg.

1897, abril, 30, Gijón

Fondo Histórico. Expediente 43/1896. Plano n.º 9.

1870, febrero, 15, Palma de Mallorca

Proyecto de pescadería municipal. Plano. Detalle de los puestos. Arquitecto municipal Miguel García de la Cruz. Escala 1:10. Muy mal conservado. Fondo Histórico. Expediente Especial 110. Carpeta 7. Documento 12 bis.

Proyecto de mercado cubierto-pescadería. Plano de proyección horizontal. Francisco Rodríguez. Escala en pies castellanos y en metros.

Biblioteca. Colección O.R. C4-8.

[1888, junio, 1] Gijón

Proyecto de Mercado del Sur. (sic). Plano. Fachada a la plaza del Seis de Agosto. Arquitecto Mariano Medarde. Escala 1:100.

Proyecto de matadero para la villa de Gijón. Memoria. Plano de situación. Arquitecto municipal Rodolfo Ibáñez.

amg.

amg.

Fondo Histórico. Expediente Especial 120. Plano n.º 4.

Fondo Histórico. Expediente Especial 61.

1898, agosto, 8, Gijón

1888, junio, 1, Gijón

Proyecto del Mercado del Sur. Plano. Planta. Arquitecto Mariano Medarde. Escala 1:200.

Proyecto de matadero para la villa de Gijón. Plano de planta. Arquitecto municipal Rodolfo Ibáñez. Escala 1:100.

amg.

amg.

Fondo Histórico. Expediente Especial 120. Plano n.º 1.

Fondo Histórico. Expediente Especial 61.

Proyecto de puerto en el fondeadero de El Musel. Plano. Nicolás Cheli Giménez. Escala 1:10.000.

[Calle Cabrales, la torre de los Jove Hevia, la antigua pescadería y el Ayuntamiento]. Fotografía. Constantino Suárez.

amg.

Fondo Histórico. Expediente Especial 23. Lámina 2.ª.

de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 2.636. 1870, febrero, 15, Palma de Mallorca

s.f. Gijón [Vendiendo pescado]. Fotografía. Constantino Suárez.

Proyecto de puerto en el fondeadero de Gijón. Plano. Nicolás Cheli Giménez. Escala 1:10.000.

amg. Archivo

amg.

de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 3.082.

Fondo Histórico. Expediente Especial 23. Lámina 3.ª.

1936, octubre, 18-20 Gijón

[1877, abril] [Gijón]

[Calle de La Merced y mercado]. Fotografía. Constantino Suárez.

Proyecto de un gran puerto en Gijón. Plano impreso. Escala 1:10.000.

amg. Archivo

amg.

de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 5.445.

Fondo Histórico. Expediente 107/1877.

[1895] Gijón

[1879] Madrid

Mercado de San Lorenzo y casas de Jove, municipal (fachadas posteriores) y de Valdés. Fototipia. Octavio Bellmunt (Gijón).

Plano general de la costa entre los cabos de Torres y de San Lorenzo. Impreso. Estampaciones A. Foruny (sic) (Madrid). [Fernando García Arenal]. Escala 1:20.000. Anejo a Extracto del informe presentado por la Junta de Obras del Puerto de Gijón sobre el mejor emplazamiento para el puerto de refugio y comercial en la concha de Gijón. Gijón. 1879. Imprenta del Comercio (Gijón).

amg. Archivo

1898, agosto, 8, Gijón

Fondo Histórico. Expediente Especial 23.

de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 850.

1927, enero, Gijón

Fondo Histórico. Expediente 123/1876.

Sección Cartográfica. Impresos. Siglo xix.

1864, octubre, 20 [Gijón]

de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 645.

[1930] Gijón amg. Archivo

Plano de emplazamiento del antiguo mercado de verduras entre las calles de Santa Elena y Hortalizas. Cándido González. Escala 1:500. amg.

amg.

La ciudad y el mar. Puertos, muros y arenales

de Imágenes. Colección Municipal n.º 3.011.

s.f. Gijón 8. Gijón. Pescadería e Iglesia de San Pedro. Tarjeta postal. F. Matos editor (Gijón). amg. Archivo

amg.

de Imágenes. Colección Postales n.º 1.175.

1888, diciembre, 27, Gijón Bando del alcalde Alejandro Alvargonzález con motivo de una manifestación a favor de la construcción del puerto de El Musel. Impreso.

s.f. Gijón Gijón. Pescadería. Tarjeta postal. Hauser y Menet (Madrid). amg. Archivo

Biblioteca sig. R/127.

amg.

Fondo Histórico. Expediente 2/1888.

de Imágenes. Colección Postales n.º 1.260. 1892, febrero, 6, Gijón

1921, enero, Gijón

1888, junio, 1, Gijón

Proyecto de marquesina para la pescadería. Plano de alzado y planta. Arquitecto municipal [Miguel García de la Cruz]. Escala 1:100.

Proyecto de matadero para la villa de Gijón. Plano de fachada. Arquitecto municipal Rodolfo Ibáñez. Escala 1:100.

29. Gijón. Calle de San Bernardo. Tarjeta postal. F. Matos editor (Gijón).

Bando del alcalde Faustino Alvargonzález con motivo de la subasta de las obras del dique norte del puerto de El Musel. Impreso.

amg.

amg.

amg. Archivo

amg.

Fondo Histórico. Expediente 427/1920.

318

Fondo Histórico. Expediente Especial 61.

s.f. Gijón de Imágenes. Colección Postales n.º 1.933.

319

Fondo Histórico. Expediente 2/1888.

1931, agosto Gijón [Vista aérea de Gijón]. Agosto 1931. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 2.613.

1892, agosto, 6, Gijón Bando del alcalde Faustino Alvargonzález con motivo de la inauguración de las obras del dique norte del puerto de El Musel. Impreso. amg.

Fondo Histórico. Expediente 190/1892. s. f. Gijón [Vista general del puerto de Gijón desde el Cabo Torres]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 4.175.

[1922] [Madrid] Musel primitivo. Plano impreso. Escala 1:10.000. Anejo a Memoria que manifiesta el estado y progreso de las obras del puerto de GijónMusel y relación de ingresos y gastos 1921-22. Madrid. 1922. Mateu Artes Gráficas (Madrid). amg.

1920 Gijón «El Musel, 1920». Fotografía. Pedro Sánchez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 1.820.

Biblioteca sig. 1.939.

[1922] [Madrid]

s. f. Gijón «Gijón, muelles». Fotografía. Julio Peinado. amg. Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 4.141.

Musel reformado. Plano impreso. Escala 1:10.000. Anejo a Memoria que manifiesta el estado y progreso de las obras del puerto de GijónMusel y relación de ingresos y gastos 1921-22. Madrid. 1922. Mateu Artes Gráficas (Madrid). amg.

s. f. Gijón Gijón. Los muelles de Oriente (en el último término el palacio del conde de Revillagigedo). Tarjeta postal. Vinck (Gijón). amg. Archivo de Imágenes. Colección Postales n.º 1.238.

Biblioteca sig. 1.939.

[1922] [Gijón] Puerto del Musel. Proyecto de D. Alejandro Olano. Año 1903. Plano impreso. Escala 1:10.000. Anejo a Memoria que manifiesta el estado y progreso de las obras del puerto de Gijón-Musel y relación de ingresos y gastos 1921-22. Madrid. 1922. Mateu Artes Gráficas (Madrid). amg.

s. f. Gijón 36. Gijón. Trasatlánticos en El Musel. Tarjeta postal. F. Matos editor (Gijón). amg. Archivo de Imágenes. Colección Postales n.º 1.831.

Biblioteca sig. 1.939.

1921, diciembre, Gijón

Muros y arenales

Plano hidrográfico y topográfico de la costa entre los cabos de Torres y S. Lorenzo. Plano impreso. Acacio Bericua. Escala 1:10.000. Anejo a Memoria que manifiesta el estado y progreso de las obras del puerto de Gijón-Musel y relación de ingresos y gastos 1921–22. Madrid. 1922. Mateu Artes Gráficas (Madrid). amg.

1869, febrero, 5, Gijón Proyecto de un macelo en Gijón. Plano de emplazamiento. Cándido González. Escala 1:1.000. amg. Fondo Histórico. Expediente 62/1869.

Biblioteca sig. 1.939.

1869, febrero, 5, Gijón Proyecto de un macelo en Gijón. Plano de planta del edificio. Cándido González. Escala 1:200. amg. Fondo Histórico. Expediente 62/1869.

s. f. Gijón Vista del muelle (panorámica) [rula y antepuerto]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo

de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 646.

1877, julio, 3, Gijón Bando del primer teniente de alcalde en funciones, Óscar de Olavarría Lozano, con motivo de los baños en las playas de San Lorenzo y Pando. amg. Fondo Histórico. Expediente 23/1877.

s. f. Gijón Barcos [atracados en el puerto]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo

de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 2.300.

1882, diciembre, 10, Gijón Proyecto de una casa de baños en la playa de San Lorenzo. Plano. Calixto Alvargonzález Landeau. Escala 1:3.000. 4 hojas y 1 plano. amg. Fondo Histórico. Expediente 223/1883.

s. f. Gijón El Musel desde La Campa Torres. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo

de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 2.311.

1887, octubre, 1, Gijón Proyecto de una casa de baños permanente en la playa de San Lorenzo de Gijón. Plano. José Suárez Hevia. Escala 1:2.000 y 1:100. amg. Fondo Histórico. Expediente 66/1887.

s. f. Gijón Lanchas [de bajura amarradas en el antepuerto]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo

de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 2.319.

320

1933, marzo, Gijón Proyecto de escalera principal de entrada a la playa [de San Lorenzo]. Plano de alzado. Arquitecto municipal José Avelino Díaz FernándezOmaña. Escala 1:100. amg. Fondo Histórico. Expediente 8/1933. Documento 40.

1888, octubre, 15, Gijón Proyecto de una casa de baños permanente en la playa de San Lorenzo. Plano. Macario Menéndez. Escala 1:2.000 y 1:100. amg. Fondo Histórico. Expediente 66/1888. 1888, enero, 21, Gijón Proyecto de reforma en la fachada de la casa de máquinas del balneario «La Favorita». Plano. Leandro Suárez Infiesta. Escala 1:50. amg. Fondo Histórico. Expediente 192/1888.

1932 Gijón [Veraneantes en la playa de San Lorenzo]. Verano de 1932. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 61.

1892, febrero, 29, Oviedo Proyecto de construcción de dos balnearios permanentes en la playa de San Lorenzo de la villa de Gijón, «Las Perlas Cantábricas». Plano de situación. R. Fontela. Escala 1:2.500. amg. Fondo Histórico. Expediente 186/1892. Proyecto. Documento n.º 3. Planos. Hoja n.º 1.

s.f. Gijón [La playa de San Lorenzo en verano]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 62. s. f. Gijón Vista de la playa [con veraneantes y la iglesia de San Pedro al fondo]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 737.

1892, febrero, 27, Oviedo Proyecto de construcción de dos balnearios permanentes en la playa de San Lorenzo de la villa de Gijón, «Las Perlas Cantábricas». Plano de alzado, planta y cortes. R. Fontela. Escala 1:200. AMG. Fondo Histórico. Expediente 186/1892. Proyecto. Documento n.º 3 Planos. Hoja n.º 2.

1934, agosto, 15 Gijón [La Escalerona y la playa de San Lorenzo]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 2.263.

1899, mayo, 11, Gijón Proyecto de fachada para la reconstrucción de la puerta del establecimiento de baños «La Sultana», situado en la playa de Gijón. Plano. Arquitecto Mariano Marín. Escala 2:100. amg. Fondo Histórico. Expediente 39/1899.

s. f. Gijón [Vista general de la playa de Gijón y los balnearios desde el cerro de Santa Catalina]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 2.952. 1931, agosto, Gijón [Vista aérea de Gijón y la playa desde la zona del Piles]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 2.960.

1907, agosto, 31, Gijón Proyecto de balneario en la playa de San Lorenzo de Gijón [balneario «La Sultana»] Plano. Fachadas a la población, pabellón de máquinas y fachada lateral. Bonifacio G. Echevarría. Escala 1:100. amg. Fondo Histórico. Expediente 13/1908.

1931, agosto, Gijón [Vista aérea de Gijón, los balnearios y la playa desde la zona de la pescadería]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 2.961

[1902, abril] Gijón [Plano de perfil del muro de San Lorenzo]. Escala 1:00 (sic). amg. Fondo Histórico. Expediente Especial 103-105. Caja 1/2. Carpeta C. Documento 603.

1931, agosto, Gijón [Vista de la playa de San Lorenzo a la altura de las casas de Veronda]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 3.913.

1907, septiembre, Gijón Proyecto de pretil para el muro de San Lorenzo. Plano de detalle. Arquitecto Miguel García de la Cruz. Escala 1:50. amg. Fondo Histórico. Expediente Especial 103-105. Caja 2/2. Carpeta CH. Documento 871.

1937, enero, 26 y 27, Gijón [Muchachos contemplando la marejada sobre el muro de la playa de San Lorenzo]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 6.288.

1932, mayo, Gijón Proyecto de balaustrada [de cemento] para el paseo de la Iglesia. Plano de situación. Arquitecto José Avelino Díaz Fernández-Omaña. Escala 1:500. amg.Fondo Histórico. Expediente 88/1932.

[1930] Gijón 3. Gijón. Playa de San Lorenzo. La Terraza. Tarjeta postal. Grafos (Madrid). amg. Archivo de Imágenes. Colección Postales n.º 1.883.

321

xiii.



[1861, agosto] Gijón Plaza de toros de Gijón [corridas de toros del 22, 24 y 25 de agosto de 1861]. Cartel impreso. amg. Fondo Histórico. Expediente 34/1861.

Devoción y diversión. Fiestas locales, patronos y festejos

1660, julio, 8, Gijón Acta municipal. Acuerdo acerca de los festejos a celebrar en honor a San Pedro. amg. Fondo Histórico. Libro de actas 1656-1661.

1862, agosto, Gijón Cartel anunciador de la corrida de toros del 15 de agosto de 1862. Impreso. amg. Fondo Histórico. Expediente 34/1861.

1660, agosto, 5, Gijón Acta municipal. Acuerdo acerca de los festejos a celebrar en honor a San Antonio. amg. Fondo Histórico. Libro de actas 1656-1661.

1876, julio, 30, Gijón Ferias en Gijón. Programa de las funciones extraordinarias que el Ayuntamiento Constitucional de esta Villa celebrará desde el 12 al 22 de agosto de 1876, para solemnizar la tradicional festividad de Nuestra Señora de Begoña. Cartel impreso. Imprenta y litografía Torre y Compañía (Gijón). amg. Fondo Histórico. Expediente 114/1876 y Colección Carteles 1801-1900.

1849, enero, 29, Gijón Ceremonial del Ayuntamiento [aprobado en sesión del 26 de octubre de 1848]. Impreso. 12 páginas. Muy mal conservado. Restaurado. amg. Fondo Histórico. Expediente Especial 11.

1878, enero, 22, Gijón Programa de los festejos que han de tener lugar en esta villa para solemnizar el fausto suceso del matrimonio de S. M. el rey [Alfonso XII] con Su A. R. la serenísima señora infanta doña María de las Mercedes de Orleáns. Impreso. Imprenta de Junquera y Compañía (Gijón). amg. Fondo Histórico. Expediente 101/1878.

1850, febrero, 6, Gijón Instancia vecinal solicitando autorización para celebrar bailes de máscaras durante los carnavales. amg. Fondo Histórico. Expediente 120/1850. 1857, marzo, 23, Gijón Bando del alcalde Zoilo García Sala acerca del traslado a la villa de las ferias agropecuarias que se celebran en Contrueces. Impreso. amg. Fondo Histórico. Expediente 198/1856.

1888, agosto, 10, Gijón Bando del alcalde Alejandro Alvargonzález Alvargonzález sobre medidas para evitar desórdenes y desgracias personales como consecuencia de la celebración en la villa de las corridas de toros. Impreso. Imprenta y litografía de Torre y Compañía (Gijón). amg. Fondo Histórico. Expediente 75/1888.

1871, agosto, 21, Gijón Bando municipal acerca de la celebración de la feria de San Miguel los días 28, 29 y 30 de septiembre. Impreso. amg. Fondo Histórico. Expediente 198/1856.

[1888] Gijón Cartel anunciador de certamen de orfeones durante los festejos de Begoña. Impreso. Imprenta de A. Blanco (Gijón). amg. Fondo Histórico. Expediente 75/1888.

1862, agosto, 11, Gijón Bando del alcalde Bernardo Escudero sobre las normas para la celebración de las corridas de toros en el municipio durante los festejos de Nuestra Señora de Begoña. Borrador. Modificado y actualizado de una versión anterior de 20 de agosto de 1861. amg. Fondo Histórico. Expediente 34/1861.

1888, agosto, 14, Gijón Cartel anunciador de carreras de caballos en la playa de San Lorenzo. Impreso. amg. Fondo Histórico. Expediente 75/1888.

[1862] Gijón Reglamento para las corridas de toros. amg. Fondo Histórico. Expediente 34/1861.

1890 Gijón Teatro de Jovellanos de Gijón. Gran Compañía de Ópera. Temporada de verano, 1890 [programa de obras operísticas previsto a partir del 1 de agosto de 1890]. Impreso. Imprenta de Alfredo Carreño (Gijón). amg. Fondo Histórico. Expediente 107/1890.

[1861, agosto] Gijón Programa de las funciones que tendrán lugar en Gijón los días desde el 17 al 23 de agosto próximo inclusive. Cartel impreso. amg. Fondo Histórico. Expediente 34/1861.

1890, agosto, 13 Gijón Ayuntamiento Constitucional de Gijón. Festejos para mañana jueves [Primera carrera de velocípedos, gran iluminación de gas y a la veneciana y pino, hoguera y baile del país]. Cartel impreso. Imprenta y litografía de Torre y Compañía (Gijón). amg. Fondo Histórico. Expediente 231/1890 y Colección Carteles 1801-1900.

[1861, agosto] Gijón Verbena en la plaza de toros de Gijón. Cartel impreso. amg. Fondo Histórico. Expediente 34/1861.

322

1890, agosto, 15, Gijón Ayuntamiento Constitucional de Gijón. Festejos para mañana sábado [Segunda carrera de velocípedos y luz eléctrica]. Cartel impreso. Imprenta y litografía de Torre y Compañía (Gijón). amg. Fondo Histórico. Expediente 231/1890 y Colección Carteles 1801-1900.

1914, marzo, 2, Gijón Instancia de Anselmo López, presidente de la Sociedad «Real Club Sporting Gijonés» solicitando subvención para organizar un programa de fiestas «esportivas» durante el verano. amg. Fondo Histórico. Expediente 257/1914. 1914, marzo, 2, Gijón Programa de «Gran Semana Deportiva organizada por la Sociedad Real Club Sporting Gijonés» amg. Fondo Histórico. Expediente 257/1914.

1890, agosto, 16, Gijón Ayuntamiento Constitucional de Gijón. Festejos para el lunes y el martes [Cucaña y pino de mar en el antepuerto, carreras de caballos marinos y gran regata a remo]. Cartel impreso. Imprenta y litografía de Torre y Compañía (Gijón). amg. Fondo Histórico. Expediente 231/1890 y Colección Carteles 1801-1900.

1914, agosto, Gijón Manifiesto antitaurino de sociedades y colectivos de Gijón, convocados por la Sociedad Antiflamenquista con motivo de la Fiesta Cultural y Antitaurina a celebrar en Gijón en agosto de 1914. Impreso. Imprenta La Industria (Gijón). amg. Fondo Histórico. Expediente 257/1914. hoja 27.

1890, agosto, 29, Gijón Ayuntamiento Constitucional de Gijón. Festejos para los días 30 y 31 [Iluminación de gas y fuente luminosa]. Cartel impreso. Imprenta y litografía de Torre y Compañía (Gijón). amg. Fondo Histórico. Expediente 231/1890 y Colección Carteles 1801-1900.

1914, febrero Gijón Bando municipal sobre convocatoria de concursos con motivo de la celebración de las fiestas del Carnaval. Cartel impreso. amg. Sección de Fondos Especiales. Colección Carteles 1901-1939.

1890, agosto, 11, Gijón Ayuntamiento Constitucional de Gijón. Festejos para mañana martes [Iluminación a la veneciana]. Cartel impreso. Imprenta y litografía de Torre y Compañía (Gijón). amg. Fondo Histórico. Expediente 231/1890 y Colección Carteles 1801-1900.

s. f. Gijón Banda de música tocando en la calle Corrida. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 430. s. f. Gijón [La calle Covadonga, la iglesia de San Lorenzo y los Campinos de Begoña en Carnaval]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 458.

1890, agosto, 8, Gijón Comisión Municipal de Festejos. Festejos para el 10 del actual [Gran diana, dos mil libras de pan, carreras de tinas y música en el paseo de Begoña]. Cartel impreso. Imprenta y litografía de Torre y Compañía (Gijón). amg. Fondo Histórico. Expediente 231/1890 y Colección Carteles 1801-1900.

s. f. Gijón Romería. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 625.

1890, agosto, 14, Gijón Ayuntamiento Constitucional de Gijón. Festejos para mañana viernes [Funciones religiosas, corrida de toros y fuegos artificiales]. Cartel impreso. Imprenta y litografía de Torre y Compañía (Gijón). amg. Fondo Histórico. Expediente 231/1890 y Colección Carteles 1801-1900.

s. f. Gijón Romería. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 629. s. f. Gijón [Ejecución de la] cucaña. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 671.

1890, agosto, 16, Gijón Ayuntamiento Constitucional de Gijón. Festejos para mañana domingo [Segunda y última corrida de toros e iluminación extraordinaria]. Cartel impreso. Imprenta y litografía de Torre y Compañía (Gijón). amg. Fondo Histórico. Expediente 231/1890 y Colección Carteles 1801-1900.

s. f. Gijón [Romería]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 723.

1893, julio, 21, Gijón Propuesta de programa de festejos para las fiestas de Begoña. amg. Fondo Histórico. Expediente 215/1893.

s. f. Gijón Puestos en la feria de San Miguel. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 888.

323

[1920–1930] Gijón Jugada de un partido [de fútbol]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 1.274.

1902, febrero Gijón Registro de nacidos. Años 1900-1902. Oriente. Tomo 1. amg. Archivo

1933, junio, 4, Gijón Manolo Argüelles [escanciando sidra]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 1.585.

del Instituto de Puericultura y Gota de Leche. Sig. D59-2.

1831, diciembre, 4, Gijón «Nota numérica de las escuelas de primeras letras y cátedra o cátedras de latinidad que hay en él y de los alumnos que en 30 de septiembre de 1831 asistían a las mismas». amg.

1934, agosto, 19, Gijón Manolo Bienvenida banderilleando. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 1.706.

Fondo Histórico. Expediente 13/1831.

1831, octubre, Gijón «Lista de los niños y niñas de la parroquia de Granda que asistieron a la escuela en el mes de septiembre de este año».

[1934] Gijón De toros. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 1.716.

amg.

Fondo Histórico. Expediente 13/1831.

1856, noviembre, 4, Gijón [h. 1930] [Gijón] Ciclismo. Salida de los vencedores. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 2.129.

Circular de la Comisión Local de Instrucción Primaria de Gijón sobre convocatoria de exámenes generales en las escuelas públicas y privadas.

s. f. Gijón [Procesión de la Virgen]. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 2.583.

1857, enero, 6, Gijón

amg.

Fondo Histórico. Expediente 35/1854.

Acta de la Comisión Local de Instrucción Primaria sobre concesión de premios a escolares. amg.

1933, abril, 16, San Sebastián [Jugada del partido de fútbol] Donostia 2 – Sporting 4. Fotografía. Constantino Suárez. amg. Archivo de Imágenes. Colección Constantino Suárez n.º 2.840.

Fondo Histórico. Expediente 35/1854.

1750, noviembre, 28, Gijón Padrón de moneda forera para el año de 1751.

1875 Gijón «Gijón. Capilla de Begoña y Pabellón de verano del Casino el día de la inauguración del Paseo de Alfonso XII. 1875». Fotografía. Reproducción de José María Patac de las Traviesas. amg. Archivo de Imágenes. Colección Patac n.º 10.849.

Fondo Histórico. Padrones de moneda forera. Libro n.º 27.

1836 Gijón Registro civil. Matrimonios. Parroquia de San Julián de Somió. amg.

Fondo Histórico. Registro Civil. Libro n.º 4.

1777, octubre, 2, Gijón 1777, octubre, 21, Gijón



1916, diciembre, 14, Gijón Informe del archivero Bernardo de Llano sobre obras urgentes de reparación en el Archivo Municipal. amg. Fondo Histórico. Expediente 311/1916.

1911, enero, Gijón Proyecto de casa para Ladislao Menéndez Bandujo y hermanos en calle Jovellanos, 42 con frente a calles Instituto e Innerárity. Plano de sección y plantas. Arquitecto Manuel del Busto. Escalas 1:100 y 1:200. amg. Fondo Histórico. Expediente 79/1911.

1917, octubre, 5, Gijón Informe del archivero Bernardo de Llano sobre venta de papel inservible del Archivo para fabricación de pasta de papel. amg. Fondo Histórico. Expediente 192/1917. Documento n.º 6.

1920, abril, Gijón Proyecto de almacenes [de maderas] para José Cueto en la calle San Francisco. Plano de sección y fachada. Arquitecto Miguel García de la Cruz. Escala 1:200. amg. Fondo Histórico. Expediente 143/1920.

1919, marzo, 2,1 Gijón Factura de Palacio, González y Cia. por venta de 2.000 carpetas de papel de hilo impresas para el Archivo Municipal. amg. Fondo Histórico. Expediente 192/1917. Documento n.º 10.

1901, diciembre, 11, Gijón Libro de matrícula de la contribución industrial y de comercio del año 1902. amg. Fondo Histórico. sig. L 1.200.

[1921] Gijón «Proyecto de reforma del Ayuntamiento de Gijón». Plano de las plantas principal y segunda. Arquitecto municipal Miguel García de la Cruz. Escala 1:100. amg. Fondo Histórico. Expediente Especial 101-102. Caja 2/2.

[1883, noviembre, 8] Gijón Proyecto de obras de ampliación y reforma del cementerio de El Suco. Plano. Arquitecto municipal Lucas María Palacios. Escala 1:200. «Es copia del plano aprobado en sesión del 9 de febrero de 1884». amg. Fondo Histórico. Expediente 64/1866.

s. f. Gijón PIEZA NÚM. 5. Rótulo impreso [para la sala n.º 5 del llamado archivo muerto de la calle Rectoría]. amg. Fondo Administrativo. Expediente 405/1965 (sig. 128-31).

1754, enero, 20 Gijón amg.

xiv.

1905, junio, 19, Gijón Instancia de Emilio Pedrós y Menéndez, archivero, solicitando licencia por enfermedad. amg. Fondo Histórico. Expediente 179/1905.

1910, enero, 24, Gijón Proyecto de casa para Luis Morán Rivero en calle Veintisiete de diciembre, 6 y plaza del Marqués, 16. Plano de fachadas, sección y plantas. Arquitecto Mariano Marín. Escala 1:100. amg. Fondo Histórico. Expediente 66/1910.

Padrón de alistamiento para la formación del Regimiento de Milicias del Principado.

El registro de la vida. El ciclo vital en los documentos municipales

amg.

1817–1845 Gijón Registro Civil. Nacimientos. Parroquia de San Andrés de los Tacones. amg. Fondo Histórico. Registro Civil. Libro n.º 2.

Fondo Histórico. Padrones de moneda forera. Libro n.º 38.

1876, noviembre, 24, Gijón Ayuntamiento Constitucional de Gijón. Reglamento para la dirección, conservación y cuidado del nuevo cementerio de la villa de Gijón. Impreso. amg. Fondo Histórico. Expediente 64/1866.

1960, octubre, 10, Gijón Proyecto de estanterías para el Archivo Municipal [planta semisótano]. Plano. Arquitecto municipal Enrique Álvarez-Sala. Escala 1:50. amg. Fondo Histórico. Expediente 692/1960.

1877, abril, 20, Gijón 1907, agosto, 19 Gijón Libro registro de nichos. Cementerio municipal de Ceares. amg. Fondo Histórico. Libros de cementerios. Libro n.º 1.

1979, enero, 25, Gijón «Un artefacto hizo explosión en la madrugada de ayer en la Casa Consistorial. Era de fabricación casera». Artículo de prensa. Diario El Comercio, 25 de enero de 1979, pág. 9. amg. Hemeroteca. Colección Diario El Comercio.

1882, junio, 23, Gijón 1903, mayo, 31, Gijón Libro registro de sepulturas en tierra. Cementerio municipal de Ceares. amg. Fondo Histórico. Libros de cementerios. Libro n.º 5.

1976 Oviedo Figura de fusilero del Regimiento de la Milicia Provincial de Oviedo. Año 1760. Dibujo de J. M. Bueno. En La Asturias guerrera: banderas, uniformes, emblemas, armamentos, personajes e historias militares asturianas. Oviedo. 1977. [*].

1817–1845 Gijón Registro Civil. Nacimientos. Parroquia de San Martín de Huerces. amg. Fondo Histórico. Registro Civil. Libro n.º 2.

El archivo municipal. Un archivo para laAdministración, para los ciudadanos y para la historia

1989 Gijón Estado del depósito de archivo de la planta sótano de la Casa Consistorial, cuando se inician los trabajos de recuperación del Archivo Municipal. amg. Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 1.887.

1899, mayo, 27, Gijón «Reglamento orgánico para el régimen interior y demás servicios del Ilustre Ayuntamiento de Gijón». amg. Fondo Histórico. Expediente 59/1899.

1989 Gijón Estado del depósito de archivo de la calle Rectoría, cuando se inician los trabajos de recuperación del Archivo Municipal. amg. Archivo de Imágenes. Colección Municipal n.º 1.889.

xv.

[1920, marzo, 31] Gijón Proyecto de casa de planta baja en el barrio de Viesques de la parroquia de Ceares para Aquilino Menéndez Piñera. Plano de alzado y planta. Escala 1:50.

1841 Gijón Registro civil de nacidos en Gijón. amg. Fondo Histórico. Registro Civil. Libro n.º 9.

amg.

324

Fondo Histórico. Expediente 178/1920.

325

Agradecimientos El Ayuntamiento de Gijón agradece especialmente la colaboración de las entidades y personas que se citan a continuación y que con su ayuda, aportando información o cediendo materiales han contribuido a la realización de la exposición y de este catálogo: Entidades

Fundación Municipald de Cultura, Educación y Universidad Popular Asociación Asturiana de Modelismo Naval Museo del Ferrocarril de Asturias Archivo General de Simancas Biblioteca Pública de Jovellanos Asociación de Vecinos “Gigia” de Cimadevilla Museo Marítimo de Asturias Fundación Archivo de Indianos. Museo de la Emigración Arqueoforma Grupo de Reconstrucción Histórica “La Nueve” (Madrid) Empresa Municipal de Aguas de Gijón S.A. Hidroeléctrica del Cantábrico. Energía

Personas

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María José Gimeno Álvarez Javier Fernández López Lucía Peláez Tremols Paloma García Díaz Paz García Quirós Juan Pablo Fernández José Luis Rodríguez de Diego Isabel Aguirre Landa Javier Granda Álvarez Pedro Amieva Goti José Luis Méndez Da-Cunha José Ramón García López Santiago Romero Ángel Rojo Rincón José Antonio Campos Navas Luis Miguel Campos Navas Luis Julián Alemany García Ana Belén de los Toyos de Castro

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