Una breve historia de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno en el siglo XIX

July 25, 2017 | Autor: Vicente Montojo | Categoría: History, Social History, Historia Cultural, Historia Contemporánea de España
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Una breve historia de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno en el siglo XIX Vicente Montojo Montojo  | Cofrade de Jesús

E

n esta ocasión, me he decidido por publicar con notas mías la parte del siglo XIX de la Reseña Histórica de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Se trata de una fuente secundaria, es decir, elaborada a partir de fuentes de archivo o primarias, en 1934, posiblemente por el historiador y erudito José María Ibáñez García, que es la más breve, en comparación con las partes anteriores, referidas a los siglos XVII y XVIII. Siglo XIX Notas previas El tercer siglo de la Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, o sea, el inmediato anterior al actual, se caracteriza por el planteamiento y ejecución del tabernáculo o templete del venerando Titular, erigido con fondos procedentes de los allegados por el ilustre Bailío de Lora, en el recinto destinado, desde el origen de la Ermita, a capilla mayor.1 Espigando en los libros de actas hasta 1883, fecha del primer centenario de Salzillo, podemos recordar los tres primeros cuartos de siglo, sirviéndonos de hilo conductor los acuerdos

que ordinariamente viene adoptando la cofradía para el culto anual y procesión del Viernes Santo. Casi coincide con la fecha del centenario de Salzillo el planteamiento de las constituciones reformadas de 1882

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y aprobadas por la autoridad episcopal en 1902. 2 Por 1894, la cofradía se preocupó naturalmente del planteamiento de la pía institución del mayordomo decano, ya finado, D. José Elgueta y Ruiz de Asín, por la cual se instituyó una misa diaria en la ermita, quedando fondos para la restauración de los “pasos” y la ampliación de [51] algunos de sus camarines. Este periodo del último cuarto del siglo es el de mayor actividad y naturalmente del mayor interés dentro de la postrer centuria, cuya crónica historial creemos dar con esto por acabada.3 1. Donación a la cofradía del Bailío de Lora que previo informe se eleva a escritura pública de cesión y donación, a los fines que se declara en la escritura. La función del Bailío. Obligada intervención del mayordomo decano, presidente de la cofradía, D. Antonio Lucas Celdrán, marqués del Campillo. Importancia de las cuentas dadas por éste, desde el 29 de julio de 1800 al 30 de agosto de 1804. Mención de sus notables partidas de data. La obra de reconstrucción arquitectónica de

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la capilla mayor de la ermita. Obra del tabernáculo. Ídem, la de su pintura y decoración. Las nuevas alhajas. Valor artístico de esta obra. Desde diciembre de 1796 se celebran las juntas por los señores mayordomos, actuando de secretario el sacristán mayor, D. José Mª Carmona:4 Era el tiempo en que la convocatoria salía por las calles a despertar a los mayordomos en la madrugada del Jueves al Viernes Santo: como la salida de los armados, quedó suspensa en 1801. En la ordinaria del primer Viernes de Cuaresma de 1802, el Bailío de Lora presentó un documento acreditativo de la cesión y donación que proyectaba hacer a la cofradía, en ciertas condiciones: Se nombró en comisión [52] a los mayordomos señores Salinas y Moñino y D. Juan José Fernández de la Reguera para que evacuaran informe. El cual trajeron a la junta del 19 de marzo tan favorable que los mayordomos informantes quedaron autorizados para otorgar la escritura de aceptación; el 26 de marzo fue presentada copia de la misma ante el escribano público D. Juan Mateo Atienza, pasando al archivo en 15 de junio del año (1802). En 11 había dado su espíritu el Bailío de Lora y comendador de Benavente, en la Orden de San Juan. El mayordomo decano, ilustrísimo señor. D. Antonio Lucas Celdrán, marqués del Campillo, manifestó en aquella junta que, hallándose el finado en peligro de muerte, le entregó 40.000 reales recogidos de limosna, para emplearlos en reparar las cubiertas de la ermita, retablo y camarín de Nuestro Padre Jesús, y sin consignar el más breve elogio a la memoria del piadoso y diligentísimo mayordomo, aceptó el encargo de formar uno o más planes del camarín, y con el presupuesto de la obra proceder a formar las de cargo y

data del Bailío, con los justificantes del caso para su convalidación. En junta extraordinaria, el 25 de febrero de 1803 presentó el señor decano un plan del camarín de Nuestro Padre Jesús, que mereció aprobación unánime, acordándose que por los dos comisarios lo muestren a los tallistas y les den el último precio en madera, pero las actas son tan breves e incompletas que no mencionan nombre alguno, quedando su averiguación a merced de los rebuscadores, consig-

nados no más que en las cuentas detalladísimas que, más adelante, presentó el decano, marqués del Campillo. Por de pronto acordó la junta encargar a D. Joaquín Fontes de los armados y que se llevaran incensarios en la procesión (obra incluida en las cuentas [53] del Bailío). Por noviembre de 1804 cumplió piadosamente la cofradía cierto decreto del Rvdo. obispo D. Victoriano López Gonzalo, que ordenó tres días de solemne rogativa (3, 4 y 5), sin duda con

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motivo de guerra con Francia. Se hicieron con toda solemnidad, abonándose sus gastos, 416 reales, satisfechos de la cuenta del Bailío, de la que se costearon en abril de 1805 1.278 reales en restauración de túnicas, 1.300 en otras 20 nuevas, 9.348 reales en lienzo y costuras, 567 en atavío de los armados, gastos que hubieran sido de imposible satisfacción de no contar con la copiosa limosna colectada por el Bailío. Cerradas estas cuentas en 1804 impórtanos tomar nota de algunos de sus capítulos más importantes, advirtiendo que como cargo entraron entre otras alhajas muy valiosas la riquísima venera del Bailío, matizada de piedras preciosas, cuya tasación importó 456 reales. Anotemos las principales partidas de la obra (albañilería, construcción y decoración del tabernáculo de la capilla mayor). Por la primera obra cobró Francisco Bolarín 3.525 reales; ídem, azulejos de Valencia 1.120 reales. A Julián Hernández, tracista y constructor del tabernáculo, 16.000 reales; es de advertir que este arquitecto (retablista, claro) fue con el tiempo [54] del retablo de la Purísima, incendiado por los nuevos bárbaros que crio a sus pechos el actual estado político-social... A Gregorio Sanz y sus hijos Vicente y Gregorio, por la pintura y dorado de capiteles, 13.000 reales. Francisco Valdelvira labró dos ángeles para suspender las lámparas en 1.833 reales. Ídem al mismo artífice por un crucifijo para el altar, 430 reales. Ginés de Rueda y Julián Hernández labraron un trono procesional para N. P. Jesús en 3.000 reales, más 400 por las andas, sin las varas. Y a Gregorio Sanz, por la pintura y dorado del mismo, 2.000 reales. Demás de esto (y de multiplicadas partidas que omitimos), se hizo un ter-

no negro para el culto de la ermita. Y en alhajas valiosas se empleó el importe de la venera (12.038 reales), siendo aquéllas dos lámparas que labró el platero Carlos Zaradetti en 6.155 reales y dos incensarios y dos navetas que importaron 3.218 reales. Los gastos de la cuenta del Bailío, formada por el decano, marqués del Campillo, ascendieron a 58.261 reales y los ingresos a 53.582, resultando un alcance contra la cofradía de 4.679 reales. Quedó felizmente realizado el ideal del Bailío de Lora: ocho columnas soportan la cúpula semiesférica alumbrada en la clave por una lucerna por la que se proyecta una tenue luz, todo imitando jaspes a tono, traza y [55] decoración según estilo de D. Ventura Rodríguez en armonía con los seis retablos de las capillas: un estuche ideal para una joya valiosísima, la obra pasionaria de Salzillo… [La donación del bailío de Lora a la cofradía permite deducir que libró a esta última de la penuria económica a que se vieron sometidas otras cofradías con motivo de la desamortización de Godoy (1798-1808) y la Guerra de la Independencia (1808-1814)]. 2. Acuerdos de la junta para aumentar los ingresos y la clase, casi extinguida, de los cofrades de número. Condiciones que habrán de pasar a los estatutos, cuando se impriman, previa autorización de la autoridad competente. Comisión informante de los que aspiran a ingresar en la cofradía. Pretensiones frustradas de algunos gremios: en su defecto, que se trabaje porque la procesión del Viernes Santo se forme íntegramente de penitentes con cruz. Solemnísimo rosario de rogativa para implorar la misericordia divina en los días de los terremotos. Acuerdo relativo a la concurrencia de música militar a la procesión. Restablecimiento de

los armados: nuevo vestuario y armaduras. Construcción de un trono para Nuestro Padre Jesús. Nuevo acuerdo sobre asistencias de bandas de música a la procesión y convocatoria. Donación a la cofradía del cáliz para el “paso” de La Oración en el Huerto. Nueva supresión temporal de los armados. [56] Por febrero de 1806 actuó como secretario el sacristán menor, D. Juan María Carmona Rossique, por la vacante de D. José Carmona, y tanto en esta

“...es en estos años cuando se detecta la formación de sagas familiares de cabos de andas y de estantes que se sucedieron de padres a hijos, como los Ferrer en El Prendimiento.]” junta como en la del 9 de junio de 1812 se adoptaron acuerdos en auge de los fondos de la cofradía y como preparación de las futuras constituciones o bien de carácter transitorio, según las circunstancias. Así, los hermanos que quisieran salir de cruz habrían de dar una peseta de limosna, con aplicación a nuevas túnicas por no estar decentes las actuales. Los de la clase de mayordomos habrían de contribuir con 100 reales anuo, al menos temporalmente.

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En 23 de febrero de 1823 se hizo constar la extinción casi absoluta de los de la clase de cofrades de número por obra de circunstancias muy de lamentar. La cofradía acordó admitir a cuantos lo solicitasen, bajo las condiciones que se establecerán en los nuevos estatutos, que deberán imprimirse, previa aprobación de la autoridad competente. De nuevo se ocupó la junta de restablecer la clase de cofrades de número en los términos, modo y forma que tuvo en lo antiguo, pues ello resultaría (según el acta): en honra y gloria de Nuestro Padre Jesús y aumento del culto de la ermita. Leídas que fueron las constituciones redactadas a este fin por los años de 1774 se acordó admitir los memoriales de los aspirantes, previo informe de los mayordomos señores Ostolaza y Fontes (D. Joaquín) quienes quedaron [57] nombrados en comisión para investigar lo relativo a vita et moribus de los aspirantes. Al finar el primer cuarto del siglo pretendieron formar en la procesión, conforme a sus contratos, los gremios de panaderos y otros de los escriturados, los que prometieron asistir a la procesión, aunque con menos lucimiento que lo hicieran en sus buenos tiempos. Fue un fracaso: los gremios no volvieron a formar en la procesión del Viernes Santo, extinguidos como estaban por las Cortes Generales y Extraordinarias de 1812. La ilustre cofradía no halló otro medio para compensar la notable falta que acordar (14 de abril de 1829): que se trabaje por el aumento del paso de cruces, con la mira de que toda la procesión sea de penitentes, portando su cruz. El 22 de abril se hizo un solemnísimo rosario de rogativa con Nuestro Padre Jesús y la Dolorosa para implorar la misericordia divina a favor de la Mur-

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cia consternada por los desoladores terremotos de aquellos años, de triste recordación.[58] Pasaron muchos años y hacia el promedio del siglo (marzo de 1845), la corporación se ocupó de dar mayor lucimiento a la procesión, mediante la asistencia de la banda militar de la guarnición (si la tiene), para que venga precediendo al piquete, a cuyo servicio se consigna 100 pesetas. Al mismo fin se acuerda que delante de cada “paso” vaya un coro de música, tocando piezas patéticas que promuevan a devoción. En 4 de abril de 1845 se acordó la restauración de los armados, suspendidos desde los primeros del siglo. Se dio comisión a los señores Barnuevo y Elgueta para presentar modelos y calcular el costo de los trajes y armaduras. En junio del mismo año se acordó hacer 20 armaduras y otros tantos vestuarios para la llamada guardia pretoriana: lujo que no se comprende porque la situación de la cofradía y los gastos indispensables de la ermita y del culto obligaron a vender la corona de espinas (oro) de Nuestro Padre Jesús, una lámpara y crucifijo de plata. No se comprende que en cambio de estas alhajas se contrataran gastos como el del hojalatero Juan José Maturana, por valor de 2.800 reales, o sea, a 140 reales cada armadura. Verdad que los armados eran una institución antiquísima, pero ¿no era ya tiempo de sustituirlos por otra cosa más en armonía con el tono penitente de la procesión? Salieron los armados en 1846, pero el acta no lo [59] menciona. En 14 de septiembre de 1849 se acordó construir un trono para Nuestro Padre Jesús. Suponemos que se refiere el acuerdo al que se usa actualmente. La convocatoria que salía siempre con las dos bocinas, clarines, campani-

llas y tambores a visitar las casas de los mayordomos, desde 1852 salió acompañada de algunos músicos que tocaban ligeras piezas. Se debió a la iniciativa de D. Julián Gil y la reforma, que pareció bien, es claro que ha prevalecido. En 1859, se hicieron dos bocinas por inutilidad de las antiguas. En 1860 se acordó hacer de nuevo el retablo para Nuestra Señora de los Dolores, por el estado de deterioro del anterior. En este año concurrieron las dos bandas de música de la población (como desde 1858): pero con objeto de evitar querellas entre los partidarios de la banda de D. Ángel Mirete y D. Mariano Córdoba, se acordó que la banda que fuera un año de piquete saliera al siguiente distribuida en siete coros delante de cada uno de los siete “pasos”. En 13 de marzo de 1863 se acordó la supresión de los armados por el mal estado [60] de los vestidos y armaduras por carecer de fondos para su reposición. Los mayordomos que desde 1851 regían la procesión vistiendo traje de etiqueta, desde 1872 fueron invitados a tan piadoso acto vistiendo el traje de nazareno: supongo que a moción de D. Luis Sandoval y Mena, y caso de incumplimiento del acuerdo se comprometieron a abonar cada mayordomo 125 pesetas. Supongo también que el acuerdo quedó incumplido, porque mis recuerdos alcanzan a los tiempos ya muy remotos en que vestían de frac y guante blanco, empuñando un cetro de la cofradía. En 1º de abril de 1874 se recibió el donativo de una túnica y almohada de terciopelo para Nuestro Padre Jesús, hecha por un devoto que ocultó su nombre. Se habría de estrenar en 1875. En este año se acordó adquirir un terno violeta para la procesión: se eli-

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gieron muestras de cierta casa constructora de Valencia y se dio comisión a D. Luis Sandoval y Mena para adquirirlos, y cómo hasta 1934 no se ha cumplimentado el acuerdo, aunque, cierto, no por la cofradía, sino por la parroquial de San Andrés. El Domingo de Ramos, Lunes y Martes Santos de 1875 se practicaron corporativamente las visitas ordenadas por el reverendo señor obispo para ganar el Jubileo del Año Santo. [61] Invitada a tal efecto la Cofradía de la Preciosísima Sangre, se recibió oficio de contestación en 1º de marzo preguntando si cumpliría este año con la antigua práctica de asistir un mayordomo con la convocatoria de Jesús a la procesión del Miércoles Santo, devolviendo esta visita en la mañana del mismo Viernes para acompañar la imagen de Nuestro Padre Jesús en la solemne procesión de instituto. La cofradía (10 de marzo de 1876) no resolvió por de pronto, pero tomó el acuerdo de que se buscaran antecedentes en el archivo; pero la concordia puede decirse que quedó hecha y desde entonces las imágenes de los titulares salen precedidas de las respectivas comisiones en las procesiones solemnes del Miércoles y Viernes Santos. En esta junta pidió el mayordomo D. José Elgueta el permiso competente a la cofradía para trasladar a su iglesia propia sus restos mortales en tiempo y razón oportunos. Se concedió si no había obstáculo o disposición alguna civil que lo impidiese. En el parágrafo siguiente relataremos el planteamiento de la pía fundación de este mayordomo decano, a quien recordamos apenas muy anciano en la procesión del Viernes Santo vestido con la túnica de la cofradía, empujando un cetro y apoyándose en una muleta, delante de la imagen

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veneranda del Titular, a quien vienen rindiendo su devoto homenaje tantas generaciones. [62] En 17 de marzo de 1882, el mayordomo decano D. Joaquín Fontes cedió a la cofradía un valioso cáliz de plata para el “paso” La Oración en el huerto. Tiene la fecha de 1774, sin nombre de su artífice que suponemos señalada por un signo convencional, abierto con punción. La junta dio al donante las debidas gracias. [En este segundo epígrafe se extiende en los años 1825-1875. Los gremios siguieron saliendo en la procesión los años 1824 a 1833, década final del reinado de Fernando VII, pues los mayordomos se preocuparon de recordarles sus acuerdos y de solucionar el problema del deterioro de las túnicas. En los años 1841-1843, los de la Regencia de Espartero, continuó la Desamortización de Mendizábal (iniciada en 1836), pero desde 1841 afectó a las cofradías y también a la de Jesús Nazareno: de aquí que a partir de 1844, en que se iniciaron gobiernos de moderados, como Narváez y Bravo Murillo, se hicieran gestiones para recuperar los bienes desamortizados, lo que se consiguió en láminas. Por otra parte, es en estos años cuando se detecta la formación de sagas familiares de cabos de andas y de estantes que se sucedieron de padres a hijos, como los Ferrer en El Prendimiento.] 3. Acuerdo de la junta de impetrar de la Santa Sede la agregación de la cofradía a la primaria de San Juan de Letrán. Adquisición de una custodia y de un dosel para exponer el Santísimo en los dos días de vela y alumbrado. Acuerdo final sobre el restablecimiento de los armados. Exposición de los “pasos” con motivo de la visita a Murcia de S. M. el rey D. Alfonso XII. Memorial de la ilustre cofradía en ruego de ser elevada a

la categoría de maestranza. El primer centenario de Salzillo: el víctor en la fachada de la ermita. Antecedentes sobre la pía fundación de D. José Elgueta. Su definitiva instauración. Reformas hechas con sus rendimientos en los camarines. Restauración escultórica de los “pasos”. El último responso en sufragio de los mayordomos. Instauración del comisario de culto. Lápida conmemorativa del siglo XX. El primer álbum de la cofradía: Suscripciones notables en éste y los dos muy lujosos, abiertos posteriormente. [63] Llegamos al último parágrafo de esta crónica historial que comienza poco más de mediado el siglo XIX. En 27 de Abril de 1876 se acordó impetrar de S.S. la agregación de esta ilustre cofradía a la primaria de San Juan de Letrán de Roma, comisionando para gestionarlo a los señores mayordomos D. Mariano Puyol y Anglada y a los excelentísimos señores conde de Roche y marqués de Beniel, que aceptaron el encargo. No nos consta el resultado de sus gestiones: creemos que darían algún resultado, del que será fácil orientarse con la correspondiente documentación, que habrá de hallarse probablemente en el archivo. En cabildo de 16 de enero de 1877 se acordó poner en venta unas nueve libras de plata, restos de la antigua cruz del Titular, y con su producto adquirir una custodia de metal blanco con viril de plata sobredorada, y a la vez el dosel correspondiente para la exposición de Su Divina Majestad en los dos días de vela-fija el 14 de septiembre y el 2 de Febrero de cada año. En el mismo cabildo se acordó el restablecimiento de la sección de armados, nombrando comisarios al efecto a los señores conde de Roche y marqués de Beniel. Fue vano el acuerdo, porque ni la cofradía tenía fondos para ello

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ni los tiempos le demandaban como necesidad ineludible. El tiempo de los armados puede [64] decirse que había pasado a la historia. En 29 de enero del último año referido se acordó hacer una exposición de las insignias de Salzillo, situándolas sin ornato alguno en el amplio crucero de San Agustín. Lo motivó el paso por Murcia de S. M. el rey D. Alfonso XII, ante el cual se acordó dirigir un memorial en ruego de que se sirviera elevar esta corporación a la categoría de maestranza. No sabemos el resultado que diera, si es que el acuerdo llegó a tener cumplido efecto. Al aproximarse el primer centenario del óbito de Salzillo, la ciudad de Murcia halló modo de rendir solemnes honores celebrando extraordinarias fiestas cívico-religiosas en los días 1 al 4 de marzo de 1876. Todas las corporaciones oficiales, la Sociedad Económica de Amigos del País, las agrupaciones de admiradores del artista insigne y de su obra y la Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús..., todas tomaron parte de algún modo en rendir el debido tributo en correspondencia al genio, del que en sus obras llevó a tan alta cima el nombre de la patria. El iniciador y, dicho más propiamente, el alma del centenario fue D. Javier Fuentes y Ponte. [65] La Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, reunida en cabildo general, aceptó la idea de su digno mayordomo-presidente, el señor conde de Roche, que consistió en rememorar la ya extinguida costumbre de señalar por medio de un víctor o cartel el nombre loado por medio de un anagrama en que se condensaba un breve elogio en aplauso de la personalidad conmemorada, acción o mérito patentísimo: cartel que se fijó a perpetuidad, colocando un gran sillar

cuadrado a la altura conveniente en el macizo izquierdo de la fachada de la ermita, en cuyo labrado paramento de piedra se ve pintado en tinta roja formando un disco esta inscripción, anagrama en letras de carácter romano de la palabra víctor entrelazadas con la espada y el ramo de oliva, emblemas del Santo Oficio, del cual fue familiar como es notorio el insigne Salzillo. La zona circular tiene este letrero: Recuerdo al célebre escultor y mayordomo de la ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Primer centenario. En la parte interior, Salzillo 1883. El mayordomo decano, señor D. José Elgueta y Ruiz, por testamento que otorgó en 31 de agosto de 1880, ante el notario público D. Juan de la Cierva y Soto, instituyó un legado a favor de esta cofradía aprontando como valor el de 33 tahúllas de tierra, o más, situadas en un cuadrón de regadío [66] linderas al huerto de las Bombas, las cuales quedaron en administración de su albacea, D. Luis Sandoval y Mena. Si no fuera posible entregar dicha finca se sustituiría con la cantidad de 50.000 reales, colocándoles a un interés anual de 6% para que con dicho capital y réditos, en los cinco años que ha de durar la administración, se invirtieran en los conceptos que deja declarados en su testamento. Es la primera noticia oficial que tuvo esta cofradía (o la primera de que se hizo mención en el acta), transcurridos más de siete años de la pía fundación del finado señor Elgueta, de que se hizo mérito en el acta del cabildo de 21 de noviembre de 1887. Por varios documentos remitidos a la cofradía por los causahabientes del finado, se colige que al acta se llevó no más que uno de los varios proyectos que inquietaron los postreros años del piadoso señor Elgueta, que des-

de 1882 había ordenado al arquitecto D. Justo Millán levantar el plano de un panteón situado en parte del patio, a espaldas del altar mayor, y desde 1883, los referentes a las obras de la escalera y mejora de las habitaciones para los mayordomos y la casa que de nueva planta se había de hacer para el capellán celebrante y el sacristán. Esto y las varias instancias hechas al reverendo señor obispo en los años de 1885 y 1886, hasta tener aprobada la fundación (3 abril 1886) por decreto del excelentísimo señor D. Tomás Bryan y

“En febrero de 1897 quedó restaurado el “paso” de La Cena por el señor Sánchez Tapia, a satisfacción de la cofradía.”

Livermore, es lo que resultó de eficacia ejecutiva para trazar la escritura fundacional. Pero que el asunto fue largo y proceloso... no hay duda alguna: como no la hay de que la pía fundación quedó reducida a la celebración de una misa diaria en la iglesia de Jesús, a las 6 en verano y a las 12 en invierno, al estipendio de dos y tres pesetas, respectivamente. El sobrante 360 pesetas anuales se destinó al fondo de oblata y por acuerdo reciente de la cofradía, al aumento de la exigua dotación del capellán encargado.

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El resto de los grandes proyectos quedó reducido a... proyectos, y gracias que se logró lo principal, fundar la misa diaria que fue por algún tiempo celebrada en la contigua parroquia de San Andrés contra la voluntad expresa del fundador. Los restos mortales del fundador y mayordomo decano presidente D. José Elgueta y Ruiz hallaron cristiano reposo al pie del altar del Prendimiento. Como el producto en venta de las 22 tahúllas había de invertirse en la restauración [67] artística de los “pasos”, gracias a las gestiones de la junta y la iniciativa feliz del señor conde de Roche, su presidente, se logró el ingreso de cantidad a cuenta, y a nuestro juicio, el abono de la suma total. A tres órdenes pertenecen las obras proyectadas y realizadas desde 1893. Al final del siglo (y algunas como el trono de la Dolorosa, más reciente): restauración técnica de las insignias, nuevas y artísticas tarimas o tronos y apertura de los camarines en la parte comprendida hasta el frontón semicircular, exclusive de cada uno de los retablos. En el proceso de estas obras se autorizó el abono en cuentas de la presentada por los escultores Sánchez Tapia y Sánchez Araciel, por la restauración de los “pasos” (3 de febrero de 1893). En tal fecha se ordenó construir 30 cirios para los alumbrantes en sustitución de las hachas de cera que se venían distribuyendo hasta hoy. En 5 de marzo de 1893 se estrenó el artístico trono de La Oración en el Huerto, costeado por el camarero D. Mariano Vergara, marqués de Aledo. La nueva tarima fue revestida, sobre un zócalo, de una bellísima guarnición de estilo Luis XV, de una elegancia insuperable. El diseño y labra debióse al sacristán de la ermita y

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muy hábil tallista, D. Antonio López Chacón, que realizó una obra de su inventiva, muy loada. La ampliación del camarín y acceso a las plataformas laterales, para contemplar el “paso” desde varios puntos de vista, fue también costeada por el espléndido camarero, así como la rica túnica bordada a realce en oro del Jesús admirable de este “paso”, llamado, y con razón, la perla de Salzillo. La junta procuró divulgar la supresión de la limosna dada hasta entonces por cuantos tomaban túnica de cruz, al par que las indulgencias concedidas por varios prelados a los devotos que tomaran parte en la procesión del Viernes Santo. Éstas y las concedidas por el prelado diocesano debieron figurar (según acuerdo) en un cuadro doble para la sacristía. En junta de 22 de marzo de 1895 se instituyó el cargo y oficio de comisario de culto, interpretando el artículo 65 de las constituciones: se nombró al mayordomo D. José Catán y Torres. [68] En febrero de 1897 quedó restaurado el “paso” de La Cena por el señor Sánchez Tapia, a satisfacción de la cofradía. En línea con el “paso” se pusieron tableros laterales a su frente y lados, para examinar cada figura individualmente. Otro tanto se hizo casi al finar el año con el “paso” de La Caída, aunque enriqueciendo su tarima con prolija decoración de talla según el gusto de Luis XV. Las tarimas de La Cena y El Prendimiento, con bandas de madera imitando caoba, fileteada de oro. En 23 de marzo de 1900 se terminó la obra del camarín de La Caída, por la que este maravilloso grupo escultórico se dispuso de admirable modo para contemplarlo desde un plano lateral, bien a plena luz bien, corriendo la cortina de la claraboya, a luz más tenue, reveladora de aquella faz doliente que

jamás se borra de nuestra fantasía reproductora... En los postreros años del siglo hay tres acuerdos que no debemos omitir. En 25 de marzo de 1898 se restableció (siquiera por esta vez) la piadosa costumbre de que los estantes del Titular, en su conducción a las reverendas agustinas, fueran los mayordomos con cargo u oficio dentro de la cofradía. Así se verificó al aproximarse la Semana Santa de 1898. Al siguiente año se publicó en hoja suelta, sin fecha, el itinerario y guía de la procesión del Viernes Santo: en ella se hace un resumen descriptivo de los “pasos”, y suena por vez primera (que sepamos) el nombre de Juan de Rigusteza, como autor del Jesús Nazareno, que veneramos como Titular. Finalmente, en el citado año, y a moción del mayordomo D. Luis Peñafiel (q. e. p. d.), se acordó que el último responso en el entierro de los mayordomos se cantase dentro de la ermita y ante la capilla mayor. Así se ha cumplido hasta el día con los mayordomos y sus más próximos familiares. Hay otro acuerdo que tiene para nosotros una reminiscencia que ha de permitírsenos evocar: en 30 de marzo de 1900 se presentó el segundo álbum acordado abrir para conservar las firmas de los que visitaran las efigies de la cofradía, acordándose que pasara al archivo el primero de los abiertos en un libro ordinario y corriente, no adquirido ad hoc, encuadernado lujosamente con el expresado objeto. En aquel primer libro hube yo de poner mi firma cierta [69] tarde primaveral ha nada menos de 38 años. A ello fui invitado por mi caro amigo el señor conde de Roche y a ello respondí en términos que, releídos hoy, no tendría ni una tilde que modificar. Me hallaba saturado

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de aquel ambiente y como iluminado por aquel halo luminoso que esplende ante la contemplación de la obra pasionaria de Salzillo. Entonces me fue fácil redactar estas frases que hoy me complace recordar. No se tenga por vano y senil recuerdo, sino por una expansión de mi amor al arte y al arte inspirado en los altos y sublimes ideales del Cristianismo: El ideal supremo del Arte no sería realizar la belleza en forma sensible, si de la contemplación de las obras que cumplen esta ley no se originase (por misteriosa operación del espíritu) la elevación a Dios del corazón y la mente de los hombres. Si las hermosas esculturas de nuestro Salzillo que aquí contemplamos, nos llaman hacia la Divinidad, levantando el alma humana a las alturas del Infinito, bien podemos declarar que, en ellas se manifiesta la belleza, el arte cristiano, que por doquiera nos dice con misteriosa voz que sólo el alma escucha: ¡Sursum corda! En 1921 abrió la cofradía el tercer álbum, o sea, el actual, matizado, como los anteriores, de bellos pensamientos en prosa y verso, algunos de los cuales hemos interpolado en nuestra crónica historial, y auguramos que no pasarán sin dejar bizarra huella de su emoción, cuantos turistas visiten nuestra colección pasionaria. Honra será de la cofradía y, a la postre, de Murcia, el conservarla inmune y perenne para nuestra legítima gloria... La postrer palabra de la Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús al alborear el siglo XX fue una reverente confesión de su amor a Jesucristo y de esperanza en los futuros destinos del hombre, inspirado en el ideal cristiano de las divinas promisiones: La paz os doy; la paz os dejo. Todo se condensó en las frases de la siguiente lápida, que, por acuerdo del 22 de diciembre de 1900,

acordó poner en la fachada de la iglesia de Jesús. Al trasladarla literalmente [70] queremos dar fin con ella a este libro: La Ilustre Cofradía / que lleva por nombre el de esta Santa Iglesia tiene por honra altísima el consagrarla nuevamente / a ntro. Divino Salvador Jesucristo confesándole solemne y públicamente / en el momento de empezar el siglo XX que a Dios plegue sea próspero / para mayor gloria suya y paz de los hombres. [71] 27 de junio de 1934 [El tercer epígrafe o parágrafo se centra en la época de la Restauración borbónica (1875-1900), en la que hubo tantas iniciativas como las de José Elgueta y el conde de Roche: como la de la pía fundación del primero o la lápida

y las restauraciones de imágenes propuestas por el segundo. 5]

1 Este camarín fue hecho en 1803 por un proyecto presentado por el marqués de Campillo: Archivo de la Cofradía de Jesús (ACJ), Actas de Juntas Particulares (Jtas.Part.) 25-2-1803. Ver: Montojo Montojo, V. 2007. “La Cofradía de Jesús: Nobleza y clero de Murcia en la Guerra de la Independencia”. En Vilar, Juan B.; Antonio Peñafiel Ramón y Antonio Irigoyen López (coords.), Historia y sociabilidad. Homenaje a la profesora Mª del Carmen Melendreras. Murcia. Universidad de Murcia, PP. 409-412, nota 8. 2 Real y Muy Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Novísimas Constituciones. Murcia, 1947. 3 Montojo Montojo, V. 2009. La Cofradía de Jesús al inicio del reinado de Isabel II. En Nazarenos. Real y Muy Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. N. 13, PP. 48-49. Montojo Montojo, V. 2011. “José Zarandona Prieto y la Cofradía de Jesús tras la Guerra de la Independencia”. En Nazarenos. Revista de la Real y Muy Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. N. 15 PP. 26-27. Montojo Montojo, V. 2012. “La Cofradía

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de Jesús en la regencia de María Cristina de Borbón (1833-1840)”. En Nazarenos. Revista de la Real y Muy Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. N 16, PP. 29-38. HYPERLINK “http://www.regmurcia.com/servlet/integra. servlets.Multimedias?METHOD=VERMULTIME DIA_5754&nombre=1vicente_montojo_nazarenos_2012_ret2.pdf” http://www.regmurcia. com/servlet/integra.servlets.Multimedias?MET HOD=VERMULTIMEDIA_5754&nombre=1vice nte_montojo_nazarenos_2012_ret2.pdf 4 Montojo Montojo, V. 2005. “El Archivo de la Cofradía de Jesús”. En Nazarenos. Real y Muy Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. N. 8. PP. 67-72. HYPERLINK “http://www.cofradiadejesus.com/ docdow.php?id=12” http://www.cofradiadejesus.com/docdow.php?id=12 5 Montojo Montojo, V. 2010. “La Cofradía de Jesús y el conde de Roche en el último cuarto del siglo XIX”. En Nazarenos. Real y Muy Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. N. 14, PP. 25-29. HYPERLINK “http://www.regmurcia. com/docs/murgetana/N125/N125_008.pdf ” http://www.regmurcia.com/docs/murgetana/ N125/N125_008.pdf Iniesta Magañ, José: “Referencias históricas”. En Nazarenos. Real y Muy Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno.

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