UNA APROXIMACIÓN CRÍTICA AL ESTADO ACTUAL DE LA TEORÍA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES.

June 15, 2017 | Autor: R. Perez Larez | Categoría: Teoría de las relaciones internacionales
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UNA APROXIMACIÓN CRÍTICA AL ESTADO ACTUAL DE LA TEORÍA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES.

Autor: Dra. Rosa María Pérez Lárez [email protected]

Resumen Este artículo, tiene como objetivo realizar una aproximación a los nuevos enfoques de carácter teórico- epistemológico que han irrumpido recientemente en el campo de la Teoría de las Relaciones Internacionales. En tal sentido, se toma como referencia los acontecimientos suscitados el 11 de septiembre del 2001 (11-S), que representan un punto de inflexión en la evolución de la disciplina. Se proponen tres ejes temáticos fundamentales: el histórico, el civilizacional y el disciplinario, a través de un análisis crítico. Se concluye, que aunque tal aproximación no ha evolucionado suficientemente en cuanto a propuesta teórica como para hablar de un “Quinto Debate” en la disciplina, muestra elementos que no deben ser desestimados a la hora de abordar la actual complejidad internacional. Palabras Claves: Aproximación, Historia, Civilizaciones, Disciplina, Enfoques.

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UNA APROXIMACIÓN CRÍTICA AL ESTADO ACTUAL DE LA TEORIA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES CAPITULO UNO: INTRODUCCION. La Dimensión Teórica de las Relaciones Internacionales Presentación El estudio teórico de las relaciones internacionales ha experimentado diversas modificaciones, las cuales se reflejan en los distintos debates que se han dado hasta ahora. Pero, la superación de cada uno de ellos, pareciera, que sigue dejando sin respuesta a la complejidad existente. Se asume con preocupación, los esfuerzos que cada una de las corrientes teóricas invierte: Tratan de construir enfoques que respondan de manera eficiente a la comprensión del sistema internacional. Este desarrollo teórico, es objeto de gran interés. Los cambios en el entorno y en el campo de los hechos, constituyen uno de los factores que deben ser tomados en cuenta. La política mundial, en época de globalización, es muy compleja, por ello se debería trabajar con aquellas teorías que mejor explican los fenómenos que interesan y reflejan premisas propias. Hay suficientes teorías para escoger y cada una de ellas dibuja una realidad internacional diferente. La multiplicidad de visiones de dicha realidad internacional es amplia y diversa, por lo que sin ser pesimista, se asume que la evolución de la Teoría de las Relaciones Internacionales se encuentra en estos momentos en su propia búsqueda. A pesar de que sigue viviendo bajo la sombra de los presupuestos teóricos del Realismo Político, existen enfoques críticos, que muestran la ausencia de un discurso homogéneo en cada uno de ellos. La diversidad de fuentes filosóficas en las que se han inspirado, provocan un clima de fragmentación y de confusión total en la disciplina. Al examinar los aspectos de carácter ontológico y epistemológico de los principales debates existentes en la Teoría de las Relaciones Internacionales, quedan de manifiesto profundas diferencias. Sin embargo, al analizar la naturaleza de sus explicaciones, aparecen rasgos compartidos importantes, prevaleciendo en algunos casos mecanismos convergentes. Existen sectores académicos, para quienes la teoría de las relaciones internacionales aún debe ser ubicada en un cuarto debate. No obstante, hay una suerte de consenso que considera la existencia de una especie de desorden metodológico, por lo que el ejercicio de introspección, resulta un paso necesario. El Cuarto debate es un fiel reflejo 2

de este tiempo transitorio, donde no se distingue bien el camino, mucho menos luego del 11/S donde se vuelve a sufrir un cambio. Simultáneamente, se hurga en antiguas propuestas y variadas doctrinas, que, pretendían ofrecer certeza a todos los que se movían en las oscuridades de la inseguridad. (Sodupe: 2003, p.17) Aunque no se daba por agotado el Cuarto debate, existen ideas que se están gestando más allá de sus fronteras, y a pesar de haber sido tildadas como “complejas”, constituyen un punto válido para la reflexión, y forman parte de lo que se ha tendido a llamar un posible “ Quinto Debate”. Las circunstancias históricas han marcado la evolución de la disciplina de la Relaciones Internacionales. Hace más de 9 años, cuando ocurrió el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York, el mundo unánimemente declaraba a una sola voz que “todos somos americanos.” Hoy en día el panorama es otro y los argumentos que se esgrimen son variados. Se hablaba del surgimiento hegemónico de los Estados Unidos, conformándose como la nación más poderosa del planeta, lo que para otros países constituyó una amenaza y buscan en la agregación de intereses comunes, un contrapeso efectivo para mitigar su fuerza. La exposición precedente, que enlaza algunas de las ideas que están siendo estudiadas en el ámbito internacional, pone en evidencia la complejidad existente en la disciplina. Además, muestran problemas que no son analizados por las corrientes teóricas del Cuarto debate, por lo que se está de acuerdo con lo afirmado por Sodupe (2003: p. 117) cuando dice que: “es posible que todavía requiera cierto tiempo de maduración”; como ocurrió con el debate inter-paradigmático. No debe dejarse de lado, que si bien es cierto, este debate requería de un mayor tiempo para alcanzar una madurez teórica sólida, el 11 de septiembre frenó esta posibilidad, conllevando a analizar temas

considerados como superados en la

disciplina, pero con un matiz propio de la coyuntura que supuso este evento. La tarea de reforzar la proyección teórica de las relaciones internacionales como ciencia, constituye, un factor de gran importancia. En este orden de ideas, vale la pena hacerse las siguientes interrogantes: ¿Constituyó el 11 de Septiembre un evento que dejó sin sentido el discurso tradicional tanto en el terreno académico como político? ¿Supuso la irrupción de nuevas perspectivas teóricas?..¿Hasta qué punto este acontecimiento puede provocar un replanteamiento de la disciplina? ¿Es posible hablar de un “Quinto Debate” en la Teoría de las relaciones Internacionales? ¿Existe una redefinición de la disciplina para el siglo XXI, ó está inmersa en un obsesivo ejercicio de autoexamen? 3

Este articulo, no busca otorgar una respuesta definitiva a dichas interrogantes, pero sí pretende dar cuenta de que “algo” está sucediendo en esta disciplina, que no puede resumirse en las simplificaciones que encierra el mapa que había servido para formar una idea de su situación en la actualidad. Se han gestado nuevos enfoques en la disciplina, aunque no han alcanzado la correspondiente

madurez en

cuanto

a propuesta teórica, epistemológica

y

metodológica, como para considerar la existencia de un debate consistente en el área. El proceso globalizador ha creado espacios para nuevas alternativas teóricas. En ellas, converge la necesidad de dar una mejor explicación al orden internacional existente, con el fin de responder a las urgencias y necesidades del sistema internacional, en aras de una mejor gobernabilidad global. La Teoría de las Relaciones Internacionales seguirá ampliándose, redefiniéndose, construyéndose. Esto implica un diálogo constructivo entre las distintas vertientes que existen y que siguen apareciendo. La posibilidad de síntesis teórica no siempre es exitosa, o cuando menos viable, aunque no debe ser desestimada como una posibilidad de coexistencia entre enfoques nuevos y otros no tan nuevos. Las perspectivas de análisis en este campo siguen apareciendo, mientras siga estando presente el problema de la totalidad del mundo. El campo de la disciplina no ofrece a sus pensadores un camino único hacia el conocimiento. Se vislumbra competencia y complejidad. En realidad la diferencia entre una escuela de pensamiento y otra, radica más en las interrogantes que plantea que en las respuesta que da. Se debe indagar en la “naturaleza de la naturaleza”, es decir en la diversidad ontológica. Resultó complejo precisar posibles itinerarios a seguir. Sin embargo, se estima como pertinente abordar esta problemática, a la luz de las siguientes perspectivas y /o ejes temáticos, los cuales serán desarrollados en forma de propuesta capitular. Estos son; Capítulo Uno o Introductorio, en el cual se presenta la dimensión teórica actual en la disciplina de las Relaciones internacionales, el Capítulo Segundo aborda la perspectiva histórica vigente en dicha disciplina; en el Capítulo Tres, se analiza la óptica de las civilizaciones, como un nivel de análisis novedoso que hoy en día se presenta en este ámbito. El Capítulo Cuarto, pretende dar cuenta de la discusión contemporánea, en torno a la existencia misma de la disciplina de las Relaciones Internacionales. Por último, un Capítulo Quinto, en el cual se brindan algunas conclusiones.

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CAPÍTULO DOS. LA PERSPECTIVA HISTÓRICA. El 11 de Septiembre de 2001. (11-S): Reviven viejos paradigmas tanto de izquierda como de derecha, que contribuyen a que las nuevas aproximaciones teóricas que se estaban produciendo en la disciplina, se limiten en su capacidad de comprensión. Sin embargo, para fines de los noventa, los programas de docencia e investigación en el área, dejaban entrever el retorno a una suerte de realismo puro. Paralelamente se producen interesantes publicaciones que invitaban a repensar el estado de la disciplina, con el objeto de defenderla de quienes estaban decretando su agonía, por quedarse aparentemente sin objeto de estudio, siguiendo a Romero (2008: p.13). Los sucesos del 11-S propiciaron de alguna manera un regreso al realismo. No obstante, la presencia de temas duros no sólo se debe a esta coyuntura, sino también a la no materialización de importantes iniciativas multilaterales, las cuales intentaban dar respuesta a la creciente complejidad global. Este evento constituyó un crimen contra la humanidad que lesionó los valores fundamentales de los derechos humanos y de las leyes humanitarias internacionales. Inmediatamente después de los ataques, la administración Bush - junto a una amplia coalición de naciones - se comprometió a adoptar acciones coordinadas destinadas a hacer comparecer ante la justicia a los posibles responsables. En muchos aspectos, la campaña contra el terrorismo se vio acompañada por un constante desgaste e incumplimiento de las leyes internacionales. Se socavó el respeto y la vigencia de los derechos humanos, precisamente en el momento en el cual resultaba clave su fortalecimiento. Tras numerosos esfuerzos se logró desmantelar principalmente el dominio de Al-Qaida y de los Talibán sobre Afganistán y, tras la firma de los Acuerdos de Bonn, de 2002 1. Se le prometió al pueblo afgano un futuro más promisorio. Los Estados Unidos y sus 1

Acuerdos de Bonn. La caída del régimen de los talibán en noviembre de 2001 abrió las puertas al inicio de un proceso político con asistencia de las Naciones Unidas entre cuyos elementos figuraba el Acuerdo de Bonn y el establecimiento de una Autoridad Provisional y de una Administración de Transición. La Misión de Asistencia de las Naciones Unidas para el Afganistán (UNAMA), establecida en marzo de 2002, prestó un apoyo crucial a los procesos políticos y emprendió una serie de actuaciones humanitarias, de socorro, recuperación y reconstrucción en asociación con la administración afgana y en coordinación con los donantes y con otros interlocutores.

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aliados se mostraron incapaces de proporcionar los niveles de seguridad necesarios para facilitar la reconstrucción de Afganistán. La estrategia norteamericana permitió que los jefes militares locales consolidaran su poder y debilitaran al nuevo gobierno, permitiendo la continuación de los abusos contra los derechos humanos Adicionalmente, un conjunto de nuevas iniciativas elaboradas por el Consejo de Seguridad de la ONU, el Grupo G8, ayudaron a intensificar los controles sobre el financiamiento y las actividades de los grupos terroristas. Setenta y seis gobiernos colaboraron en los esfuerzos para establecer la primera Corte Penal Internacional, un organismo con poderes para investigar y procesar crímenes como los cometidos el 11 de septiembre. En el curso del 2004 y 2005, se adoptaron medidas antiterroristas de carácter general, y desproporcionado, que en numerosas ocasiones estuvieron dirigidas contra grupos extranjeros, especialmente a personas de origen árabe y musulmán. Estas medidas trajeron políticas discriminatorias, detenciones arbitrarias y el incumplimiento del debido proceso. Algunos gobiernos emplearon la campaña contra el terrorismo de manera oportunista, justificando los ataques y abusos contra sus adversarios. En un informe publicado por Humans Rigth Watch (2002), se plasma la situación de algunos países, a un año del 11-S. En la India, por ejemplo, el gobierno introdujo la llamada “Ordenanza para la Prevención del Terrorismo”, una versión modificada de una antigua ley de seguridad que posibilitaba la tortura y las detenciones de miembros pertenecientes a minorías y de opositores políticos. En Pakistán, el Presidente de esa nación, el General Musharraf adoptó medidas severas contra aquellas personas sospechosas de participar en actividades militantes, mientras consolidaba el dominio de los militares en el país y extendía unilateralmente su mandato presidencial por cinco años. China también aprovechó la agenda internacional contra el terrorismo, para justificar la represión generalizada de los miembros de la etnia Uighurs en Xianjiang,

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incluyendo a activistas pacíficos y a

grupos religiosos de origen musulmán.

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Los uigures, etnia autóctona turcomana de credo musulmán. Son de religión musulmana, lengua de origen túrquico y alfabeto árabe. Habitan fundamentalmente en Xinjiang, que oficialmente se denomina Región Autónoma Uigur, en la que también habitan otras minorías 6

Otros gobiernos, especialmente en el hemisferio occidental, adoptaron lineamientos de carácter punitivo y restrictivo en contra de los aspirantes al asilo político y los inmigrantes. En Australia, por ejemplo, el gobierno exacerbó la xenofobia desatada después de los ataques del 11 de septiembre con la finalidad de justificar la expulsión de un grupo de refugiados que habían entrado al país. Este hecho constituyó una clara violación de las leyes internacionales. En el Reino Unido, se promulgó una nueva ley que autorizó la detención prolongada y arbitraria de los extranjeros sospechosos de estar involucrados en actividades terroristas. Los esfuerzos multilaterales también erosionaron los derechos de los refugiados, al asociarlos con el terrorismo. Las acciones adoptadas por los Estados Unidos, sentaron un precedente peligroso y dieron luz verde a los demás países del globo, para ignorar las salvaguardas judiciales y

para

aprobar

medidas

antiterroristas

contradictorias

con

los

estándares

internacionales en materia de derechos humanos. Muchos aliados de los Estados Unidos --desde Uzbekistán hasta Israel y desde Rusia hasta Egipto-- aprovecharon este contexto, para justificar las violaciones de los derechos humanos, tomando ventaja de la actitud del gobierno norteamericano, de acuerdo a un informe publicado investigaciones por Humans Rights Watch (2002). Esta perspectiva histórica, sirve de telón de fondo para precisar los enfoques teóricos, que surgen como consecuencia del hecho antes mencionado. Cabe señalar la Tesis del Smart Power o Poder Inteligente, sobre el cual deben hacer unas consideraciones previas. El politólogo estadounidense Joseph Nye, en un artículo publicado en noviembre de 2005 titulado “La Cultura vence a los Misiles”, explicaba la diferencia entre lo que llama el poder suave o blando (soft power) y el poder duro (hard power). En su concepción, el primero es la derivación de los valores de la cultura y en cambio, el segundo es el originado en la capacidad militar. Este pensamiento surge después de la invasión a Irak, y puede ser concebido como una reacción a la ideología neoconservadora de Bush en relaciones internacionales. Señala el autor en el citado artículo, que el Presidente de Estados Unidos olvidó otra lección implícita en su analogía: la importancia de utilizar el poder suave de la cultura.

musulmanas, además de la mayoría han, muy numerosa sobre todo en la capital, Urumqi, debido a los intentos del Gobierno central de repoblar esta región con hanes.

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La Guerra Fría se ganó mediante una combinación de fuerza militar, que disuadió la agresión soviética, y del poder atractivo de la cultura y las ideas occidentales, Nye (2005) En otro artículo publicado en marzo de 2007 cuyo título es “Entender el juego del poder”, Nye define la distribución del poder en el ámbito internacional como un juego de ajedrez tridimensional. En el tablero superior –están las relaciones militares entre Estados– el mundo es unipolar, y según su opinión, lo seguirá siendo por décadas, pues los EE.UU. tienen la mitad del gasto en defensa total. En el tablero del medio, el de las relaciones económicas, el mundo es multipolar y ya la Casa Blanca no podía obtener los resultados que pretendía en las relaciones con Europa, Japón, China y otros países. En el tablero inferior, se presentan las cuestiones transnacionales que están más allá del poder de los gobiernos nacionales –cambio climático, terrorismo global, y crisis económica mundial–, el poder está distribuido en forma asimétrica, no hay hegemonía estadounidense. Es en este tercer nivel, donde la cooperación entre Estados se convierte en la mejor vía para enfrentar los problemas mencionados, Lo anterior requiere usar al mismo tiempo tanto el poder blando de la cultura, como el poder duro de la coerción. (Nye: 2007). Posteriormente, el mismo Nye comienza a utilizar otro término, que es el de Smart Power, para explicar lo que inicialmente había planteado como soft power. Lo definen como una combinación estratégica de la diplomacia, persuasión, capacidad de construcción y la proyección de poder e influencia encaminadas a lograr en relación costo-efectividad. Conviene destacar que en mundo académico de las relaciones internacionales, se ha discutido, sobre quién fue el primero en introducir el término de Smart Power. De cualquier modo, la revista norteamericana Foreing Policy – de gran prestigio mundial en el estudio y análisis de las relaciones internacionales–, publicó en 2004, un artículo escrito

por

Suzanne

Nossel3,

que

recibió

este

título,

marcando

así

la

“institucionalización” del término.

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Susan Nossel fue Ministro Consejero en la misión estadounidense ante las Naciones Unidas encargada de la gestión y reforma del organismo multilateral. 8

La autora hace un balance histórico del internacionalismo liberal estadounidense, propone reformas en política exterior y en institucionalidad internacional y realza la necesidad de fortalecer la imagen de su país como una potencia liberal (poder blando), al tiempo que fortalece su posición a favor de la reconstrucción de Estados en sociedades asoladas por inestabilidad política. Es una propuesta de estrategia para una política exterior eficiente de los Estados Unidos, en el nuevo orden mundial de transición. Para quien escribe el presente artículo, debe procederse con absoluta prudencia ante esta propuesta. Se parte de una premisa fundamental, y es que dicha tesis más que un enfoque novedoso en el área de la Teoría de las Relaciones Internacionales, luce como una guía para la acción en el marco de la formulación estratégica de la política exterior de Estados Unidos. Es así como, las principales TRI son a su vez teorías sobre política exterior, pero las teorías sobre política exterior no son necesariamente TRI. Tal es el caso de la bastante conocida teoría burocrática de política exterior de Allison (1988), y hoy el de la tesis del poder ingenioso. Dicha tesis – calificada por algunos como una “simple explicación de una coyuntura”-, exhibe una característica muy atractiva: tiene el potencial de presentarse como una progresión en el desarrollo de la TRI, al menos como teoría de la política exterior estadounidense. En principio, su formulación pretende matizar y sintetizar el análisisdiagnóstico radical que hace el realismo político sobre la realidad internacional, con un importante componente normativo que se aproxima a sus raíces liberales. Para Nossel, se trata de utilizar viejas estrategias en el marco de nuevos cambios. Es así como en su artículo, propone que una política exterior realista de los EE.UU, requiere enfatizar la importancia de desarrollar una estrategia global que mezcle el atractivo del poder duro con el blando, originando así un poder inteligente que los combine. En palabras de Nossel (2004:p.141) “se trata de un ambicioso esfuerzo que no deja por fuera ni el tema de la democracia, ni el de los derechos humanos, en un contexto en el cual el país tendría que aprender a trabajar con otras naciones” Se considera que el discurso pronunciado por el presidente de los Estados Unidos, Barak Obama en El Cairo, Egipto, para en el mes de junio del año 2009, constituye el primer intento importante por aplicar dicha tesis, tanto por la elección del sitio, como

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por los temas tratados: el extremismo, Palestina-Israel, Irán, la libertad religiosa, los derechos de la mujer, la democracia y el desarrollo económico y social. Egipto representa lo que Occidente espera del mundo musulmán: capaz de firmar la paz con Israel y de normalizar sus relaciones diplomáticas después de haber tenido cuatro guerras con el Estado judío. El lugar elegido es el primer acierto, ya que la Universidad de Al-Azhar, en la capital, es probablemente el centro de pensamiento más respetado del mundo musulmán. En tal sentido, pareciera que el éxito político del poder ingenioso no depende del alcance académico que tenga esta propuesta, sino de la habilidad de los decisores diplomáticos y militares de Washington, pero además de sus élites socio-económicas y su desempeño cultural como nación. Se reconoce como una estrategia de política exterior exigente y compleja, que resume en buena medida el proyecto de sociedad de Estados Unidos, lo que ofrece esperanzas para su realización. Sin embargo, también somete, como nunca antes en la historia de la humanidad, la estrategia de política exterior a los vaivenes sociales y económicos internos de un Estado, al tiempo que busca otorgar una imagen “diferente” a este importante curso de acción. La complejidad del elemento “blando” de la estrategia, se une a la dificultad inherente de decidir cuándo aplicar la fuerza y en qué medida para que los resultados sean vistos tan efectivos como justificados, sobre todo cuando se espera aprobación internacional de acciones en el marco del interés nacional. No cabe duda que en la mayoría de los temas humanitarios y ambientales, la estrategia del poder ingenioso tiene gran oportunidad de prevalecer, más que en temas “duros” de seguridad internacional y defensa nacional, en virtud de que sus opciones se enfocan a las directrices lógicas de una superpotencia. Cabe preguntarse si el alcance que tenga el poder ingenioso como propuesta teórica, reposa en su capacidad para sintetizar elementos importantes del realismo político, aunado al éxito relativo que obtenga como estrategia de política exterior. De ser así, podría hablarse de la posibilidad de que obtenga un puesto significativo en la historia intelectual de las Relaciones Internacionales La perspectiva histórica abordada en este Segundo capitulo, no sólo permite aproximarse a nuevas propuestas sobre el poder, sino que prioriza un aspecto estrechamente vinculado: la Seguridad, tradicionalmente atada al realismo clásico.

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Romero (2008:p.16), señala que para fines del siglo XX, surgieron tesis muy novedosas, que intentan un redimensionamiento de este tema. Se habla de “seguridad humana”, orientada los aspectos sociales del tema, de ir más allá del Estado y de enfocarse en los problemas de seguridad de la sociedad civil, de una seguridad colectiva, de impulsar mecanismos de prevención de conflictos y de crear comunidades epistemológicas de seguridad, que transcendieran el pensamiento estratégico tradicional basado en las ideas de soberanía y el interés nacional. El catedrático estadounidense, Tulchin (2005) resume de manera muy clara y a favor ésta posición, al afirmar que el factor que ha impulsado una toma de conciencia respecto a la importancia de la seguridad, es la sensación de que en la actualidad los países están integrados dentro de una comunidad global y que, también por primera vez en la historia, comparten un grupo de valores que vale la pena defender. Estos valores están creando una poderosa sensación de comunidad. Las amenazas a la seguridad que tienen tanto dimensiones domésticas como internacionales, requieren de una mejor comunicación entre las naciones de las distintas subregiones del hemisferio. Las amenazas a la seguridad transnacional también requieren respuestas de toda la comunidad, a través del uso de instituciones democráticas nacionales y multinacionales. El 11 de Septiembre del 2001, afianzó a la seguridad como un tema de interés permanente en las relaciones internacionales, pero al igual que el “poder inteligente”, está estrechamente a la política exterior de Estados Unidos. Etzioni, en su libro titulado “Security First” (2007) hace una profunda reflexión sobre este asunto. La preocupación de Etzioni (2007:p.2) radica en no echar la culpa a los errores del pasado, sino crear lecciones para abordar el futuro. Se plantea las siguientes interrogantes: ¿Y ahora qué se puede hacer para mejorar las relaciones de EE.UU. con el resto del mundo?... ¿Cuál debería ser la política estadounidense hacia los países recientemente liberados como Irak y Afganistán, o estados “canallas” como Corea del Norte e Irán? ; ¿Cuándo debe realizar los Estados Unidos la intervención humanitaria en el extranjero? ; ¿Qué se debe hacer para proteger a Estados Unidos del terrorismo nuclear? El autor afirma que garantizar la seguridad, debe ser la primera prioridad en todas las consideraciones de política exterior, incluso por encima de los esfuerzos para democratizar. Establece directrices fundamentales para una política exterior que tiene sentido en el mundo real, con base en principios morales. Crea la posibilidad de establecer relaciones positivas con el resto de la comunidad internacional. Esta propuesta 11

sostiene que los EE.UU. deben

abandonar la idea de que puede democratizar, por

ejemplo, el Oriente Medio, u otras naciones. Sostiene que el hilo conductor que guía la política exterior de EE.UU. es la primacía del principio de la vida. Afirma que dicho principio, sirve como un fundamento moral para una política de seguridad, que en principio, es realista. Es así como sostiene que el núcleo fundamental de dicho programa de política exterior, es el reconocimiento de que el derecho más básico de todas las personas es estar libre de violencia, mutilaciones y torturas. Explica en detalle las implicaciones de una política de seguridad primero hacia los Estados denominados “forajidos” -Corea del Norte e Irán-, para luego hacer frente a los estados en “crisis” –Rusia-. Posteriormente debe ocuparse de la "reconstrucción" de los estados recién “liberados” -Irak y Afganistán-. Desde su perspectiva, la democratización es importante, pero

no proporcionará una

salida política para resolver los conflictos de valores e intereses. Por lo tanto, Etzioni insiste que lo más importante en política exterior es la seguridad. Estima que EE.UU. y sus aliados deben aceptar que los regímenes democráticos que se desarrollan gradualmente en tierras tradicionalmente no democráticas, siempre serán diferentes a la visión que Norteamérica ha desarrollado de este principio. Considera que se debe apoyar los cambios de régimen, sólo cuando los estados involucrados en este proceso, dejen de lado sus desarrollos nucleares, posibles participaciones con el terrorismo, al tiempo que deben evitar cometer genocidios o limpiezas étnicas (p.51). No obstante, Etzioni asume que si se sostiene que sólo los partidarios de la democracia liberal califican como aliados de Estados Unidos, esta nación, contará cada vez más con menos apoyo. Por otra parte, si reconocen que la mayoría de los individuos prefiere la paz y el orden social a la violencia, entonces gran parte de las civilizaciones estarán de su lado. De cara al tema religioso, el autor estima que sería “prudente” para los EE.UU, dar la “bienvenida” a los creyentes de todas las tendencias que renuncian la violencia y al extremismo. Las principales consideraciones que hace el autor sobre el tema, pueden ser resumidas de la siguiente manera:

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La principal diferencia que separa a las religiones, no viene dada por sus respectivos sistemas de creencias, sino por el lenguaje que cada una maneja. Esto se advierte al interpretar frases que ensalzan la violencia como "ojo por ojo", "ya no traer la paz, sino la espada“ En el marco del Islam, Etzioni afirma que la mayoría de los practicantes de la religión musulmana son moderados, los cuales dejan de lado la posibilidad de hacer una interpretación violenta y radical del Islam. Sin embargo, reconoce que muchos de esos “moderados”, no va a adoptan a la democracia liberal occidental y tampoco comparten la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El autor los denomina como "moderados no liberales” . Propone que si Occidente sigue rechazando estos moderados no liberales basándose en que sólo los partidarios de la democracia son aliados seguros, Occidente estará cada vez más aislado.

Por el contrario, si Occidente

forma una alianza de todos los

moderados, liberales y no liberales, de manera efectiva, podrá frenar la violencia y abonará el terreno para el avance de la democracia y los derechos humanos por medios pacíficos (p.85). Este trabajo representa un esfuerzo por concebir una teoría comunitaria de las Relaciones Internacionales y un enfoque comunitario para la Política Exterior. La nueva arquitectura global debe basarse no sólo en los principios occidentales de los Derechos y la libertad, sino también en los conceptos orientales de la comunidad y la autoridad. El aumento de los problemas transnacionales ya no puede ser manejado por las naciones y se requiere un avance renovado de la dimensión no estatal, enfatizando en la sociedad civil internacional. “Security First”, Etzioni intenta presentar un argumento convincente, para el cambio en la política exterior de Estados Unidos, articulado sobre la base de lo que constituye un nuevo escenario para las decisiones estadounidenses en este ámbito, post 11 de septiembre. El objetivo principal es democratizar el mundo. Esta meta no es realista. Las verdaderas democracias sólo crecen en sociedades que cuentan con las condiciones necesarias para su implantación, y gran parte del mundo carece de tales recursos. En estas condiciones, el desigual esfuerzo para aplicar necesariamente el objetivo de democratización, ha dado lugar a acusaciones y a una crisis de legitimidad del poder estadounidense. La política exterior requiere algo más que un pragmático "ajuste" de los medios para lograr la democracia. Es así como Etzioni,

hace un llamado para alcanzar una

justificación sobre la base de un principio moral más realista, a través del cual, 13

Estados Unidos debe privilegiar la "seguridad primero", y luego la "primacía de la vida." El derecho a la vida y a la seguridad –de acuerdo al autor- moralmente está por encima de los demás Derechos Humanos. En el contexto de esta perspectiva histórica, destaca la Tesis de la Paz Democrática, la cual está adquiriendo una importancia creciente en la literatura de relaciones internacionales. Sostiene que las democracias no se hacen la guerra entre ellas. Sus puntos fuertes son su conexión con las ideas kantianas y con la teoría normativa, además de

su supuesta base histórica y su capacidad de explicación del

comportamiento de los Estados. La tesis de la paz democrática es probablemente uno de los conceptos surgidos durante los últimos años de la denominada Guerra Fría, que ha saltado al debate académico y político y obtenido una relevancia capital a la hora de determinar la política exterior y de seguridad nacional de los estados occidentales y particularmente de Estados Unidos. Se ha dicho que quizás, el principal atractivo de esta tesis, reside en su extrema simplicidad. Es comprensible que haya provocado gran entusiasmo, la posibilidad de que un único factor (el tipo de régimen político) pudiera tener efectos tan decisivos en las relaciones internacionales. La tesis de la paz democrática invita a reflexionar sobre las condiciones necesarias para lograr un sistema internacional pacífico. Sus defensores, proponen promover la democratización de las unidades del sistema (según el modelo de democracia estadounidense) traerá la paz universal. Aquellos gobiernos que realmente se proponen contribuir a la creación de un orden internacional, deben contribuir a desarrollar la estructura institucional existente. Se cuestiona el estatuto de la tesis de la paz democrática como teoría, es decir, como explicación de la relación causal entre una variable independiente -el carácter liberal de los regímenes políticos-y una variable dependiente -la ausencia de conflicto armado internacional entre los Estados con esos regímenes-. Adicionalmente, las relaciones internacionales son un ámbito en continuo cambio y transformación, por lo cual deben considerarse los factores que intervienen en la política mundial, incluyendo las instituciones, valores y prácticas económicas, sociales y civilizatorias. Es así como Kenneth Waltz (2000: p. 5) resalta el carácter de tesis en lugar de teoría que tiene

la “paz democrática” dado que hasta el momento se sustenta en la

evidencia empírica resultante de categorizaciones no muy definidas.

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Lo que para unos es una democracia para otros no, y por tanto señalar que los estados democráticos serían pacifistas en su relación con otros estados democráticos llevaría a la definición de un solo tipo de democracia, la democracia liberal. La paz democrática implicaría el fin de las “teorías realistas” del equilibrio de fuerzas como elemento regulador del orden internacional. Para Waltz, en el proceso de construcción de la llamada “paz democrática” hay muchos elementos de comportamiento realista. Diversos críticos de la tesis señalan que la voluntad pacifista de las democracias no sería tal y que el comportamiento dependería de restricciones de procedimientos que hacen difícil, que las democracias emprendan una guerra frente a otra democracia. (p.10) Las democracias, aún teniendo un comportamiento exterior pacífico, no tienen necesariamente un contexto interno pacífico. Estos conflictos internos (muy presentes en las incipientes democracias liberales nacidas a partir de la caída del bloque soviético) llevan a los estados a preocuparse más por la estabilidad interna que en perseguir ideales expansionistas. En conclusión, debe entenderse que la tesis de la paz democrática es una manifestación de la teoría neorrealista de Waltz en lo relativo a la acción defensiva de las democracias y la conformación de federaciones. No se considera posible sostener, que la universalización de la democracia llevaría a una situación de paz universal, sin desconocer la importancia en la distribución de las capacidades materiales del ordenamiento internacional. Hay que examinar con cautela la idea de la lucha contra el terrorismo, viene aparejada a la idea de la promoción y difusión de la democracia. Mansfield y Snyder (2007) afirman que la edificación de una democracia es un aspecto tan complejo y de resultado imprevisible, por lo que no parece que una construcción rápida y eficaz sea más factible y desemboque en un mejor resultado. Estiman que la política orientada a establecer un mundo de democracias, con el fin de que éste sea próspero, seguro y pacífico, no pasa de ser una simple utopía, que se convierte en una “mala política” cuando los estados con capacidad (económica, militar o política) impulsan estos procesos democratizadores y por ende, se ven afectados por las consecuencias negativas derivadas de la puesta en marcha de los mismos. El ejemplo más claro sería el de Estados Unidos en Afganistán o Irak, al introducirse en un callejón sin salida, donde los costos tanto en vidas como económicos se multiplican, generando precisamente un resultado contrario al deseado. La crítica a la Política Exterior de Estados Unidos y sus aliados, ha venido acompañada del desarrollo creciente de un discurso radical, que ha conllevado a que 15

se hurgue en viejas tesis antiimperialistas y marxistas, uniéndolas con una

idea

antiglobalizadora y promotora del multiculturalismo. De igual forma, este discurso no solamente ha arribado a la discusión académica. Algunos gobiernos lo han incorporado

a

sus

actividades

oficiales,

dando

lugar

entonces

a

un

redimensionamiento del debate en la Disciplina. Es así, como el Radicalismo también se presenta dentro de esta perspectiva histórica. En este contexto, la idea de la democracia encuentra en Eric Hobsbawm, un gran crítico, proponiendo una perspectiva contraria a la tesis de la paz democrática, refiriéndose a su imposición como idea dominante. Sostiene que se está en medio de lo que pretende ser una reordenación minuciosa del mundo por parte de los Estados más poderosos. Las guerras de Irak y Afganistán no son más que una parte de un esfuerzo supuestamente universales para crear un orden mundial mediante la difusión de la democracia. Desde su óptica y ante la ausencia de un gobierno mundial real, algunos humanitarios están dispuestos a apoyar un orden establecido por el poder de los Estados Unidos. Para el autor, esta imposición no sólo se ve en la actuación directa de los Estados, está también presente en las organizaciones internacionales, que buscan su difusión como medio de asegurar mejores condiciones de convivencia para los actores de la escena internacional, Hobsbawm (2004: p.35). Dentro de esta visión radical, hay quienes se inclinan por resaltar el impacto de las llamadas “revoluciones”, orientadas a verdaderos cambios sociales. Esta concepción científica sobre la “revolución social” está expuesta en las obras de Marx, Engels: la idea fundamental reposa en el hecho de que las revoluciones sociales están determinadas por leyes objetivas de desarrollo social, que en la contemporaneidad encuentran su origen en las contradicciones económicas, políticas y sociales del sistema capitalista. Los teóricos marxistas no han ofrecido un estudio amplio y sistemático, sobre la repercusión de las revoluciones en el sistema de relaciones internacionales de esta época. Existe una tendencia entre algunos estudiosos de la disciplina, materializada en revalorizar la filosofía de Marx para interpretar las más recientes transformaciones del mundo internacional. Rodríguez (2006:p.4) se refiere al planteamiento de Eric Hobsbawm para dar cuenta de lo anterior, en virtud de que el mundo capitalista globalizado que emergió en la década de los noventa del siglo XX, ha resultado en muchos aspectos, enigmáticamente parecido al que había pronosticado Marx en el Manifiesto Comunista de 1848, ahora sin duda, con mas complejidad, por los conflictos 16

y problemas globales derivados de la interacción de múltiples fenómenos de carácter económico, financiero, tecnológico y transnacional, engendrados

por el mismo

sistema capitalista, sin posibilidad real de solución. Los radicales, afirman que ante el panorama desolador del sistema capitalista, en particular de su periferia pobre y subdesarrollada, los científicos sociales vuelven al pensamiento de Marx, para adoptar nuevos modelos socioeconómicos que aprovechen más eficientemente los recursos humanos y naturales, contribuyan a conservarlos y renovarlos con políticas de desarrollo sustentables en beneficio de la humanidad. Hobsbwan, (2004)

señala las condiciones que son fuente del potencial conflicto

humano, es decir a los problemas socioeconómicos, los impulsos violentos, agresivos originados de la frustración al medir lo concreto frente al ideal, la retirada y la alienación de las estructuras sociales existentes y otros factores similares en la época de Marx, que según su propuesta, se hacen cada vez más palpables en las relaciones internacionales.

Dentro del pensamiento radical, no sólo ha desarrollado ideas en contra de un mundo unipolar, capitalista y neo-liberal, a favor de un mundo multipolar y anti-capitalista que bajo las tesis socialistas, multiculturalistas y religiosas, que como el Islam, plantean un giro de 180 grados de la estructura internacional actual heredada del modelo westfaliano, esto citando a Romero, (2008:p.16).

Finalmente, se subraya que un hecho histórico como el 11-S, puso sobre el tapete el tema de las Civilizaciones. No sólo se trata de una compilación de propuestas en el marco de occidente, sino un planteamiento teórico que da cuenta de la coexistencia de civilizaciones, más allá de la expuesto por Samuel Huntington, quien en 1993, encendió un importante debate sobre relaciones internacionales con la publicación de un artículo titulado The Clash of Civilizations, en la revista Foreign Affairs. Posteriormente, Huntington expandió este trabajo en un libro completo, publicado en 1996, The Clash of Civilizations and the Remaking of the World Order. El artículo y el libro articulan su teoría de un mundo compuesto por múltiples civilizaciones en conflicto. En esta aproximación teórica al estado actual de las relaciones internacionales, se intenta ir más allá. Se trata de asumir a las civilizaciones, como un nivel de análisis novedoso en el abordaje teórico de las relaciones internacionales actuales; que parte 17

de la importancia que ha adquirido los tópicos vinculados a la cultura e identidad. Es precisamente, las civilizaciones, el tema que anima el próximo eje temático de este artículo.

18

CAPITULO TRES.

LA PERSPECTIVA DE LAS CIVILIZACIONES. En este contexto de aproximación critica y de comprensión teórica al estado de las relaciones internacionales, ha venido tomando cuerpo la idea de la diversidad cultural, la cual ha sido una constante prácticamente desde la conformación de las primeras sociedades. Al respecto, Gellner (1997: p.47) hace una afirmación bastante esclarecedora, cuando asegura que un rasgo verdaderamente esencial en la sociedad humana es su asombrosa diversidad, aunque presenta tres problemas fundamentales: uno, propio del relativismo: las turbadoras dudas de cuál de las diferentes formas socioculturales existen en un determinado momento y lugar de acuerdo con sus sistemas de principios; dos, vinculado a la coexistencia de dicha diversidad cultural y tres, relativa a cómo afrontar las consecuencias e implicaciones de esa diversidad. La diversidad debe entenderse como la coexistencia de diferentes culturas y civilizaciones, pero que al tiempo implica la necesaria convivencia de enfoques doctrinales de carácter comprensivo, que permita a los ciudadanos construir distintas visiones de mundo. Rawls (1979) introdujo en su sistema teórico, la idea de la pluralidad como un hecho ineludible en las sociedades llamadas democráticas. Lo anterior, sirve como punto de partida para reflejar una tendencia creciente en la sociedad, como es el Multiculturalismo. El interés que la noción de multiculturalismo ha suscitado en el mundo contemporáneo no es nada desdeñable, no tanto porque a partir de la llamada crisis de la modernidad, se ha conformado progresivamente, un movimiento de pensamiento que aboga por la pluralidad de discursos, sino por los cuestionamientos y debates que se han generado alrededor de la necesidad del respeto y tolerancia de las diferencias culturales. Se trata de una propuesta que cada vez está más presente, en la gestión de las sociedades llamadas democráticas. Es necesario mencionar que el multiculturalismo como ideal democrático, asociado a la institucionalización de la diversidad e igualdad, ha sido planteado anteriormente. Siguiendo a Gutiérrez (2006: p.11) este tema aparece en el marco del proyecto aislacionista surgido a finales del siglo XIX,

y se ha extendido hasta los últimos

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embates del pluralismo cultural, que aboga por políticas de reconocimiento y diferenciación. El multiculturalismo debe entenderse como un signo de época, que designa las nuevas dinámicas, tanto identitarias como políticas, que se erigen con fuerza en el mundo de hoy. Desde las reivindicaciones religiosas, étnicas, hasta la consolidación de los derechos interculturales, el multiculturalismo se encuentra en la comprensión del tiempo-espacio, que los procesos de globalización han marcado. Es así como a la clásica búsqueda de conformar una identidad única y unitaria, de aglutinar semejanzas e igualdades, se ha pasado a la búsqueda de conciliación y cohabitación de diferencias. Esta vertiente encuentra expresión en autores como Benhabib (2004) quien en su trabajo titulado El Derecho de los Otros, examina las fronteras de la comunidad política centrándose en la pertenencia a una determinad espacio socio-político: esto es, los principios y prácticas para la incorporación de extranjeros, forasteros, inmigrantes refugiados y asilados. Tradicionalmente, las fronteras políticas han definido a algunos como miembros y a otros como extranjeros. Hoy, cuando la soberanía de los Estados se resquebraja y la ciudadanía nacional tiende a descomponerse, las definiciones de la pertenencia política se vuelven menos claras. Benhabib se proclama a favor de un universalismo moral y un federalismo cosmopolita, declarándose partidaria de establecer fronteras no abiertas, sino porosas que reconozcan no sólo los derechos de admisión de los refugiados y solicitantes de asilo, es decir, el derecho de todo ser humano a ser una persona legal, sin importar cuál sea su condición (p. 76). Su propuesta está profundamente inspirada en reflexiones sobre la tragedia de la condición apátrida y la incapacidad de todas las doctrinas de derechos humanos para hacer algo para cambiarlo. Sin embargo, en su análisis del sistema internacional, reconoce los grandes peligros del nacionalismo para el Estado-Nación, en virtud de que sólo este puede proteger al individuo. Benhabib, reconoce la necesidad de seguir profundizando, sobre el discurso emergente de la ley internacional, los derechos humanos y las instituciones multilaterales. En el lado opuesto al Multiculturalismo, se encuentran autores que afirman la primacía de una sola cultura. Ese es el caso del francés Rougier (2001), quien en su libro, El 20

Genio de Occidente, se presenta como epistemólogo e historiador de las religiones. Tuvo a lo largo de su extensa vida dos pasiones: averiguar el lazo que une pensamiento con ciencia y defender el conocimiento como expresión máxima de la condición humana. Este autor ha estimado, que la forma más compleja, rica y profunda de civilización que ha conocido hasta hoy el género humano no ha nacido en otro lugar, sino en el espacio de la cultura occidental. Formado en la gran tradición liberal europea, sus aportes al mundo del pensamiento han sido muchas, pero hay una que le valió muchos admiradores y, a la vez, innumerables censuras: debelar el carácter propiamente supersticioso de las utopías políticas y científicas, especialmente del marxismo. En su obra nombrada anteriormente, expone de manera sistemática los grandes hitos que han ido dando forma a la actual civilización: el racionalismo griego, el inicio de la ciencia teórica, el nacimiento de la democracia clásica, la aparición de la ciencia ética, el orden romano, el papel de la esclavitud en las civilizaciones antiguas, la revolución social del cristianismo, el renacimiento, las sucesivas revoluciones científica, económica, industrial y política, la idea de progreso, el despegue de Occidente. Para el autor, el mundo occidental no puede dejar de suscitar admiración. La civilización occidental es el resultado de una mentalidad que insiste en liberarse de tabúes y costumbres carentes de utilidad social; que se esfuerza incesantemente por mejorar las condiciones de vida, a fin de que la existencia valga la pena para el mayor número posible de personas; pero que al mismo tiempo insiste en que el progreso, sólo puede darse mediante procesos que respeten la dignidad del individuo. Compara la civilización occidental y las orientales: la china, la hindú y la del islam, dedicando un capitulo a los riesgos del progreso. Concluye indicando, que del mismo modo que no hay un determinismo histórico, que conduce a ése progreso, tampoco existe una certeza de que lo logrado permanezca sin lucha. Es un texto que definitivamente llega en su momento, cuando se habla de multiculturalismo. Desde una óptica analítica, se afirma que el tema de la identidad y la cultura, ha tenido gran impacto en el ámbito de las relaciones internacionales. La noción de una “comunidad internacional” ha llegado a ser una realidad mucho más de lo que nunca fue, ahora que han proliferado las agencias internacionales y las organizaciones no gubernamentales. 21

Quienes abogan por la politización de la identidad (cultural) de grupo parten de una gran variedad de premisas y terminan con una gran variedad de propuestas. A los puntos de vista mencionados se les conoce como política de la diferencia, política del reconocimiento o, más vulgarmente, multiculturalismo. La diferenciación y la diversidad entre las sociedades, han sido puntos nodales en las civilizaciones, por lo que se busca diversas maneras de abordarlas y gestionarlas. Es un aspecto que no solo atañe a todas las sociedades tradicionales y complejas, sino que también ha estado presente en todas las épocas. El tema civilizacional y cultural, definitivamente adquiere otro matiz en esta discusión teórica. Ya no se trata de abordarlo como una consecuencia inmediata de un evento como el 11 de septiembre, que conllevó a posturas maniqueas sobre estos tópicos. Se debe intentar trascender sobre cuál es el verdadero debate o dilema al respecto. En este contexto, debe hacerse mención a Arnold Toynbee, quién en su trabajo A Study of History, (que comprende doce volúmenes escritos entre 1934 y 1961), fue uno de los primeros autores en considerar el atractivo de las civilizaciones. Estableció una teoría cíclica sobre el desarrollo de las mismas, civilizaciones, como producto del resultado de la respuesta de un grupo humano a los desafíos que sufren, ya sean naturales o sociales. De acuerdo con esta teoría, una civilización crece y prospera cuando su respuesta a un desafío no sólo tiene éxito, sino que estimula una nueva serie de retos. Una civilización decae, como resultado de su impotencia para enfrentarse a los desafíos que se le presentan. Toynbee otorgó gran importancia a los factores religiosos en la formulación de las respuestas a esos desafíos. La mejor manera de comprender su propuesta, es aproximarse a la perspectiva sistemática y unificadora de la historia de la humanidad, comprendida en el estudio exhaustivo y analítico de sus diversas civilizaciones. (Toynbee, 1987). Por su parte, Huntington (1993) en El Choque de Civilizaciones, repite la antigua tesis, unitaria de las civilizaciones. Su libro, posiblemente sea el más influyente publicado sobre relaciones internacionales desde el final de la Guerra Fría. Para el autor, las civilizaciones son coherentes, confrontacionales, no varían, y las equipara con la capacidad de un estado para actuar. Logró su objetivo al proporcionar un nuevo paradigma para mirar política mundial.

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Su anticipación al 9/11 proporcionó una gran validez a su propuesta. No obstante, el mundo académico siempre estimó que Huntington exageraba, cuando habla del choque entre civilizaciones. Más allá de cualquier duda razonable, los choques casi siempre ocurren dentro de las civilizaciones, en palabras de Katzenstain (2010: p.13) Al replantearse el análisis de las civilizaciones, no sólo debe considerarse la propuesta de Huntington, quien insistió en ése concepto unitario de civilizaciones. Los liberales siguen una

lógica inversa. A diferencia de Huntington, ellos son a menudo más

dispuestos a reconocer la existencia de programas culturales en una sola civilización. Adicionalmente, intentan evitar que se singularice o se estandarice un concepto de conducta intercivilizacional, bajo un estereotipo de “buenos” y “malos”. Katzestein estima que un punto de partida obligado en este sentido, radica en profundizar sobre conceptos claves en las civilizaciones, así como intentar abordar la esencia de la tensión civilizacional. En este sentido, cuestiona lo que se ha llamado “la ilusión de la singularidad” es decir, no se debe pensar únicamente en conceptos unitarios y en las teorías tradicionales, en virtud de que hay que reconocer la complejidad existente en el mundo la política, de los procesos de cambio, a fin de optar por las estrategias políticas adecuadas (p. 12). Las civilizaciones están basadas en formas urbanas de vida y en una división de trabajo. Existe una perspectiva fundamental sobre la civilización. Katzestein plantea la visión plural de las civilizaciones, partiendo de su concepción como un sistema de conocimientos y prácticas que se diferencian y se enlazan, en un competitivo sistema internacional con sus respectivas manifestaciones religiosas y literarias. En este contexto, resulta pertinente detenerse en dos trabajos que han sido particularmente esclarecedores para entender este asunto. Estos son “Occidentalismo - Una breve historia de anti-occidentalismo” (2004) de Buruma y Margalit y el libro “Orientalismo” de Said (1979). A juicio de quien elabora este Trabajo, ambas posturas sobre las civilizaciones, tienden a facilitar el análisis, más que a problematizarlo, lo cual es casi que obligado en una realidad complicada por rígidas ideas preconcebidas. La definición de problemas políticos y las soluciones, deben pasar por no dar por sentado, lo que debe ser cuestionado. El trabajo de Buruma y Margalit parte de una reflexión crítica sobre los orígenes de los puntos de vista anti-occidentales y las formas que han adoptado.

Si bien en

Orientalismo, Said se centra en creencias generalizadas y suposiciones sobre el

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Oriente, Occidentalismo examina sobre visiones comunes, negativas, asociadas con Occidente. En palabras de Buruma y Margalit (2004: p. 15) cada quien tiene distintas razones para odiar a Occidente. No es posible amontonar a los enemigos izquierdistas del “imperialismo estadounidense” en el mismo saco que los islamistas radicales. Ambos grupos detestan la penetración global de la cultura y del poder empresarial norteamericano, pero sus finalidades políticas no se podrían comparar con provecho. Se asume que los autores proporcionan una mirada en conjunto de un tema, que posee una gran relevancia en el área de las Ciencias Sociales para el siglo XXI, considerando la frecuencia con la que se habla de posturas antioccidentales, sobre todo en décadas anteriores. La imagen deshumanizadora de Occidente que pintan sus detractores, es precisamente lo que se ha denominado como occidentalismo. Insisten en examinar este racimo de prejuicios y rastrear sus raíces históricas (p.16). Esta actual tendencia puede ser explicada principalmente por las repercusiones de procesos como las migraciones en el marco de la globalización, en el contexto de políticas culturales vinculadas a Estados Unidos y Gran Bretaña, reconocidos como los epítomes de Occidente. Hacen una revisión histórica, intentando demostrar cuán profundamente entrelazadas se encuentran las ideas que se tiene de lo occidental y de lo oriental, al tiempo que estiman que tanto una como otra visión, no son necesariamente un producto exclusivo mutuo. En sus palabras, una forma de describir el occidentalismo, sería rastrear la historia de todos sus engarces y solapamientos, desde la Contrarreforma hasta la ContraIlustración en Europa, pasando por muchas variedades del fascismo y del nacionalsocialismo, que se han dado en Oriente y Occidente, hasta llegar al anticapitalismo y la antiglobalización y, por último, los extremismos religiosos que hoy “atruenan” en tantos lugares (p.21) La hostilidad hacia la noción de ciudad, es un aspecto del occidentalismo, que alcanzó un clímax impactante en el marco del 11 de septiembre de 2001 en el ataque a Nueva York, ciudad caracterizada por el comercio, el capitalismo y el cosmopolitismo. En sus palabras, Nueva York se había convertido en una suerte de la “Babilonia Moderna.” El mundo occidental es presentado como adicto al materialismo, criticado por el islamismo, que es la religión principal, fuente de críticas del occidentalismo hoy en día. Para dichos autores, el Islam ha conllevado a pensar en el Occidente como salvajes: adorando al falso dios del materialismo. Se convierte así en el mal, mientras que los creyentes genuinos son vistos como buenos y puros.

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Buruma y Margalit intentan demostrar que el Occidentalismo tiene una larga historia, que en gran parte se originó en el Oriente. Su trabajo recoge dos siglos de las ideas anti-occidentales, en el cual sostienen que la hostilidad de los extremistas islámicos hacia los Estados Unidos no es sino la manifestación más reciente de una tensión siempre presente en la historia. Lo llaman el grupo de los prejuicios y las imágenes poco favorecedoras de Occidente por parte de sus enemigos. Posteriormente aparecen temas vinculados directamente a otras variantes del occidentalismo: el pecado y el desarraigo de la vida urbana, la corrupción del espíritu humano en una sociedad materialista, impulsado por el mercado. Continuando con la estructura de la obra analizada, estudian a los enemigos de Occidente, porque bajo la premisa de que sin el entendimiento profundo de quienes odian a Occidente, no se puede tener la esperanza de impedir que destruyan a la humanidad. Se preguntan: ¿Quiénes son? A lo largo del tiempo lo han sido muchos, algunos de los cuales, como Japón, han terminado formando parte acabado formado parte del Occidente que atacaban. En el pasado más reciente han sido los totalitarismos fascistas y comunistas. Y, en la actualidad, fundamentalmente, los grandes enemigos son aquellos que confunden y mezclan la autoridad religiosa con el poder político: sin duda los regímenes islámicos, que ambos autores critican con contundencia. En sus palabras, “el Islam fue una idea revolucionaria enroscada en el fondo en una revolución secularista, que ha asesinado a miles de árabes” (p.150). Estiman, que si se lleva a cabo una investigación profunda sobre los estereotipos hostiles del mundo occidental que alimentan el odio de movimientos tales como Al Qaeda, se encontrará que aún cuando el virus anti-occidental halla su razón en determinadas partes del mundo islámico, tiene en realidad, sus orígenes en el propio Occidente. No se aventuran a dar posibles respuestas, y explican que la repugnancia por Occidente, e incluso el odio a Occidente no es sí misma una cuestión de gravedad; algo si pareciera quedar claro en su estudio: pase lo que pase, se puede desenvolver como un drama histórico largo y violento. (p.152) Las conclusiones a las cuales llegan, lucen como recomendaciones sobre los que no debe pensarse al abordar esta problemática. La primera es que Occidente no está en guerra con el Islam. Por el contrario, es precisamente dentro del mundo musulmán donde fundamentalmente se desarrolla el enfrentamiento. Advierte que hay que rehuir la “parálisis de la culpa” por el pasado colonial; asumirlo sí, pero se trata de no ser condescendientes con quienes cometan crímenes basándose en este precepto, (en todos los países se puede encontrar, tanto en la 25

actualidad como a lo largo de la historia, emanaciones occidentalistas); por otra parte, es un error considerar la religión organizada como el principal problema, al contrario, aunque las garantías no son totales, puede funcionar. Finalmente, precisan que el odio a Occidente no es en sí mismo una cuestión grave, el occidentalismo se torna peligroso cuando se une a un poder político dictatorial, cuya ideología se alimenta de ese tipo de resentimiento. Contrariamente a lo que podría pensarse, en "Orientalismo" Said (1979) no hace un relato de viajeros europeos por Egipto y otros países árabes: muestra una realidad mucho más compleja. Así lo narra extraordinariamente, Juan Goytisolo en el prólogo de dicho libro (versión en español). Said va mucho más allá, cuando explora el universo árabe musulmán, en un trabajo que recoge diferentes facetas, que se debate entre la ficción y la realidad. Para Said, el orientalismo no es “una estructura de mentiras o de mitos que se desvanecerían si dijéramos la verdad” (p.26). El autor propone concebir al Orientalismo, como una suerte de disciplina sistemática a través de la cual la cultura europea ha sido capaz de manipular e incluso dirigir Oriente, desde un punto de vista político, sociológico, militar, ideológico, científico e imaginario, a partir del período posterior a la Ilustración. Correspondería propiamente a un discurso, o como el mismo autor señala, a "la distribución de cierta conciencia geopolítica en unos textos estéticos, eruditos, económicos, sociológicos, históricos y filológicos" sumada a un conjunto de “sueños, imágenes y vocabularios que se encuentran a disposición de cualquiera que quiera hablar de lo que se encuentra al este de una línea de demarcación geográfica tan arbitraria como inflexible, que imaginariamente divide el mundo entre dos bloques principales, Oriente y Occidente - "ellos" y "nosotros"- (p.27). Se comparte que el trabajo titulado: "Orientalismo" se funda sobre una base teórica según la cual,

literatura y cultura no son "inocentes" política e históricamente

hablando y que debe ser analizadas en forma conjunta para ser mejor comprendidas. A juicio de Said, no hay nada parecido a una idea inocente sobre "Oriente". Por el contrario, uno de los propósitos de "Orientalismo" es demostrar cómo ha existido una completa red de intereses que inevitablemente se ponen en funcionamiento Prueba de lo anterior, es el Islam. Tras reafirmar que ha estado mal representado en Occidente, Said argumenta que existe un sistema organizado, un pozo de intereses que han propuesto un puñado de ideas básicas y básicamente inmutables sobre el Islam, que sólo lo han presentado erróneamente como una religión, sin ofrecer ninguna idea colectiva del Islam como historia (pp.398-399).

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Esta reflexión le lleva a concluir que las representaciones deben ocupar su sitio en el marco de una tradición de pensamiento que viene determinada por la historia, y por una tradición común de discurso. Persiste en el autor, la idea de revisar y reformular unas experiencias históricas, y aunque las desigualdades persistan, el Orientalismo seguirá siendo la razón de su interés, como fenómeno cultural y político (p.461). Desde una óptica analítica, ambas posturas -Occidentalismo y Orientalismo- dan cuenta de la importancia que reviste adoptar una visión pluralista de las civilizaciones, que debe ser reforzada por el contexto en el cual se integran y del manejo que hagan de conceptos que las identifican. Hay valores compartidos como el intento de alcanzar el bienestar, que es una prerrogativa inherente a cualquier civilización Una aproximación adecuada de las civilizaciones debe estar concebida sobre la base de sistemas más o menos integrados, que generan debates y controversias. Las civilizaciones en un sentido amplio, deben reconocer la existencia de valores compartidos. Tal concepción pluralista de la civilización, está en sintonía con el surgimiento de nuevas fuerzas, culturales y políticas, que reflejan precisamente la riqueza de las diferentes civilizaciones. Finalmente, hay que destacar la importancia que ha adquirido lo cultural y lo “civilizacional” en el contexto de las relaciones internacionales.

Las civilizaciones

deben ser asumidas en el actual contexto global, donde es si bien es cierto, resulta muy importantes el conocimiento y la tecnología, debe reconocerse su relevancia como unidades de análisis, sin perder su carácter distintivo. Eisenstadt (2002) ha denominado lo anterior como “modernidades múltiples” a fin de superar la visión de concebir al mundo en términos unitarios. Se debe trascender a discusiones más profundas sobre el tema y aunque no puede ser calificada como una postura teórica acabada, la discusión sobre la cultura, identidad y civilización, ha cobrado un renovado interés en el área.

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CAPITULO CUATRO. LA PERSPECTIVA DISCIPLINARIA. Este articulo, ofrece la oportunidad para analizar, la existencia de una disciplina, con la cual se está en contacto a diario. Stanley Hoffmann (1987) señaló más de veinte años atrás, que los estudiantes de Relaciones Internacionales tenían dos motivos para estar insatisfechos: el estado del mundo y el estado de la disciplina. Hoy es posible afirmar que existen menos razones para estar insatisfechos, no porque el estado del mundo sea motivo de alegría, sino porque la disciplina de Relaciones Internacionales, ha propuesto debates significativos, en los planos epistemológicos, ontológicos y metodológicos. Las Relaciones Internacionales es una disciplina en ascenso. El fin de la Guerra Fría, la globalización, la integración y los atentados del 11 de septiembre de 2001, han motivado no sólo a que se origine un gran interés, en “contarle al mundo acerca del mundo”, sino que se replantee hacia donde se dirige la actual discusión teórica en este ámbito, que es el tema central de esta investigación. Persisten algunas discusiones en esta área: aún se sigue haciendo alusión a la supuesta “juventud” de la disciplina; otros dudan de su autonomía; algunos de su objeto de estudio y otros la ven como la codificación teórica de políticas de poder llevadas a cabo por los estados más poderosos y por lo tanto de poca utilidad para la gran mayoría de los Estados. Buzan y Little (2001:p.19) sugieren que más allá de estos discusiones, lo importante es que en definitiva RRII sirve como un claro espacio de identidad para una comunidad intelectual que abarca varios miles de personas.

Weaver (2004) apunta que la disciplina RRII, está conformada por un número relativamente limitado de

propuestas teóricas y paradigmas que han definido los

debates existentes. En todo caso, la estructura de la disciplina puede ser examinada de maneras diversas y de acuerdo a diferentes criterios. En el Capítulo I ó Introductorio, ya se hizo mención de los principales debates existentes. Un informe publicado por Área de Teoría de las Relaciones Internacionales del Instituto de Investigación en Ciencias Sociales (IDICSO) de la Universidad del Salvador, Argentina (2005), se presenta la evolución teórica de la disciplina, en lo que denominan “cinco escenas”. Por su gran potencial explicativo, - sin ser excluyente con 28

la ya conocida metodología de los debates -serán resumidas a continuación, para posteriormente abordar el estado actual de la discusión para las Relaciones Internacionales. Primera escena. Se forma el campo en los Estados Unidos, luego de la Segunda Guerra Mundial y debido a un conjunto de contextos políticos, culturas institucionales y predisposiciones intelectuales (Hoffmann, 1987). En su etapa inicial, el campo generó dos posiciones. Por un lado, apareció el Análisis de Política Exterior (APE). Por el otro, los estudios de Política Internacional (PI). El APE intentó investigar la política exterior de los estados a partir de los atributos internos al estado: tipo de régimen, burocracia, percepciones de la elite, el rol del lobby, etc. Los analistas de PI intentaron investigar la política exterior de los estados a partir de los atributos del sistema internacional: distribución de poder entre los estados; el rol de las instituciones internacionales o el rol de la interdependencia económica. El centro del campo fue ocupado por la perspectiva realista en Relaciones Internacionales. La perspectiva idealista fue superada, por pensar la realidad internacional en función del deber ser y no del es. Segunda escena. El campo fue adquiriendo cada vez más una epistemología holista y un concepto de ciencia asociado con la noción de sistema. En este lenguaje, el Análisis de Política Exterior sería ‘reduccionista’ porque intentaba estudiar el todo (el sistema internacional) a partir del conocimiento de las partes (los estados). La Política Internacional sería sistémica porque intentaba estudiar a las partes a partir de la comprensión del todo, para Waltz (1979). De esta manera, el APE quedaría desacreditado como reduccionista y por lo tanto como poco científico. La disciplina concluyó que una teoría no es sobre todo, sino sobre algo y que para comprender la naturaleza de la política internacional era necesario tomar a los estados como actores dados y no problematizarlos: no podría haber teoría sistémica si al mismo tiempo se intentaba desconstruir las unidades. Las teorías sistémicas (realistas y liberales) ocuparon el monopolio de la producción científica. El marxismo quedó excluido por no incorporar categorías fundacionales de la disciplina. Tercera escena. Tanto el realismo como el liberalismo se convirtieron entonces en las teorías sistémicas dominantes, esta vez bajo la etiqueta de neorrealismo y neoliberalismo,

siendo

representadas

por

Waltz

(1988)

y

Keohane

(1993)

sucesivamente. Ambas asumieron una epistemología positivista. Compartieron las características del estado como un actor egoísta, unitario, racional y cuyo objetivo es maximizar beneficios en un mundo anárquico. La diferencia pasó más que nada por el rol de las 29

instituciones internacionales o la interdependencia en disminuir el conflicto entre Estados, según Baldwin (1993).

Para el realismo, la política internacional es un juego de poder y repetición en donde los estados participan en el juego de la auto-ayuda. Para los liberales, la política internacional es un juego de poder, pero el progreso es posible y los estados pueden jugar el juego de la especialización internacional bajo esquemas cooperativos. Se estabiliza la propuesta de los Regímenes Internacionales, en el marco del dialogo Neo-Neo. Cuarta escena. Comienzan a aparecer nuevos enfoques teóricos que problematizaron la noción de “anarquía”, en lo sostenido por Wendt (1992), de “positivismo” por parte de Smith (1996). Estas perspectivas aparecieron bajo varios nombres: ‘postestructuralismo’, ‘feminismo’, ‘constructivismo’, entre otras. La identidad y la seguridad comenzaron a ocupar un lugar central en esta nueva agenda teórica. Para estas perspectivas, problematizar acerca de la identidad, hacía necesario entender al estado como agente social. Quinta escena. El campo quedó estructurado a partir de tres macro perspectivas. Weaver (1996) plantea que los liberales y realistas reflexionaron que lo que los une es más fuerte que lo que los distingue entre sí y conformaron una suerte de síntesis teórica o “alianza estratégica”. Una segunda perspectiva se presenta como la más radical y se estructuró a partir del pensamiento de teóricos ajenos a la disciplina, como Michel Foucault o Jacques Derridá. Una tercera perspectiva (el constructivismo) adoptó la

estrategia de

alternativa intermedia, y se propuso investigar las relaciones internacionales combinando una epistemología positivista (como los realistas y liberales) con una ontología post-positivista (como los post-estructuralistas). Tanto las perspectivas constructivistas como el post-estructuralismo han iniciado un regreso al estado como unidad de análisis. El campo está dejando de estar dominado por las teorías sistémicas. Se observa una vuelta a los Análisis de Política Exterior, pero esta vez no en términos institucionales ni sistémicos sino a partir de los conceptos constructivistas y post-estructuralistas de identidad, género, discurso, comunidades epistémicas, etc. La Discusión Actual. Durante los últimos años, se producido un marcado interés por la Historia Disciplinaria de las relaciones internacionales,

ensamblando discusiones ya olvidadas,

desempolvando publicaciones no leídas, ofreciendo nuevas perspectivas a viejas preguntas. Duncan Bell, (2009), en su artículo titulado “Más allá de la historia de la 30

disciplina”, explora algunas de las ventajas y de las trampas que supone, analizar la existencia misma de las modernas ciencias sociales. Para Bell, (2009: p.4), la historia intelectual de relaciones internacionales ha asumido varias formas en su evolución, centradas en el estudio de figuras importantes en la historia del pensamiento político, incluyendo Hobbes, Rousseau, Kant, entre otros; o en las concepciones de guerra, actores, dominación imperial y de capitalismo global. Las Relaciones internacionales tienen una historia relativamente breve, han madurado bastante y su producción teórica continúa deviniendo de la existencia de enfoques de otras disciplinas. Los paradigmas dominantes han cambiado con el paso del tiempo como resultado del ajuste a la realidad, pero también de la influencia de nuevas ideas que están repercutiendo en el acontecer internacional. Cada nueva tendencia tiene diferencias en torno a sus unidades de análisis, sus marcos conceptuales y mecanismos de acción. El proceso globalizador ha creado espacios para estas nuevas alternativas teóricas. Pareciera que en todas ellas converge la necesidad de dar una mejor explicación al orden internacional existente que responda a las urgencias y necesidades del sistema internacional en aras de una mejor gobernabilidad global. Toda esta dinámica, incide en mayor o menor medida de acuerdo al contexto institucional de cada país y al grado de fortaleza que tengan para hacer frente a estas transformaciones, que son particularmente dramáticas en áreas como la política exterior y política económica. Este impacto, estará altamente condicionado por las experiencias históricas y grado de desarrollo de los Estados, en un mundo caracterizado por el avance tecnológico, en el cual la velocidad como vector de política y poder ha desplazado al tiempo y el espacio. En este contexto, Elsa Cardozo (2009:p.10) ha señalado la presencia ineludible de lo No-Estatal. Se han multiplicado asuntos e iniciativas ante las cuales el estado es insuficiente, en ocasiones disfuncional y en ciertos casos innecesarios para el fluir de relaciones y procesos en los que se difuminan las fronteras entre lo nacional y lo internacional. Existen actores muy diversos y de todas las gamas: Estados, empresas multinacionales, organizaciones regionales, grupos sociales, Organizaciones No Gubernamentales, individuos. Se habla de la transición de una matriz estatocéntrica a una sociocéntrica, en el manejo de los asuntos públicos.

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La política mundial, no puede ser analizada con las herramientas tradicionales que se han manejado en las relaciones internacionales. Siguiendo a Romero (2009:p.45) ha habido continuidad, pero también cambio. Los Estados comparten su rol con actores transnacionales, supra-estatales, en el marco de una interdependencia compleja y asimétrica. Hay que destacar, que en esa transición, el mundo sólo puede ser conocido a través de una visión amplia del fenómeno político. El Estado deja de tener el monopolio de la representación de su comunidad política, lo cual implica replantear aspectos como la democracia, Conviene detenerse en el impacto de lo anterior para América Latina; en tanto se sostiene que el enfoque dominante de la disciplina para la región, no se ha ajustado plenamente a una mirada crítica desde los países latinoamericanos. Es necesario cuestionar la aplicabilidad de conceptos y su eventual redefinición, con el único objeto de entender mejor la realidad. No resulta sencillo comprender la importancia de un “aporte local”, en virtud de que en relaciones internacionales, significa romper con diseños establecidos y asumir, que en muchos casos, la condición de países “en vías de desarrollo” es producto de desaciertos propios y de la imposibilidad de reunir las condiciones para salir de ésa situación, tal como acota Falomirt (2009: p.166). Desde una perspectiva amplia, el campo teórico de las Relaciones internacionales se ha bifurcado: La síntesis realista/liberal sigue predominando en Estados Unidos; el Post-estructuralismo permanece en Europa y el Constructivismo Social sigue ganado partidarios en todo el mundo. Buzan y Little (2001,p:32) realizan un planteamiento muy interesante, al asegurar que las Relaciones Internacionales son una disciplina que importa mucho más de lo que exporta no sólo en lo que respecta a autores y conceptos, sino también con relación a los debates:

La teoría realista importó de Tucídides, Maquiavelo y Hobbes. Las teorías liberales hicieron lo propio con Locke, Kant o Adam Smith. El realismo estructural se apropió de conceptos económicos y sociológicos Durkheimianos… La idea de ‘sistema internacional’ surgió en un momento en donde las Ciencias Sociales mostraban una clara preferencia por los abordajes sistémicos. El constructivismo a su vez tomó elementos de la Psicología Social, la Sociología o la Lingüística. Los post-estructuralistas basaron sus críticas al realismo a partir de autores como Michel Foucault o Jacques Derrida. Pero RRII no sólo importó 32

autores y conceptos sino también debates enteros entre, por ejemplo, realistas versus idealistas, sistémicos versus reduccionistas, materialistas versus ideacionistas, positivismo versus post-positivismo o el debate agente/estructura.

Estos

debates

han

reproducido

oposiciones

intelectuales formadas en el pasado y dentro de contextos diferentes, careciendo en muchos casos del conocimiento que les da lugar en primer lugar….

En este orden de ideas, cabe preguntarse si las Relaciones Internacionales, tiene el monopolio en la producción de conocimientos y conceptos sobre relaciones internacionales? Quizás no haya respuesta concreta para esta interrogante, lo que si luce claro es que se sigue apuntando hacia un espectro multidisiciplinario, el cual se nutre del abordaje que de lo internacional, hacen otras áreas de estudio. Lo anterior, coloca en primer plano, un asunto de Interés Permanente: la existencia de un cuerpo propio de conocimientos que la habilitan como un campo autónomo. Esta inquietud, que data desde su aparición como disciplina, es producto de una reflexión profunda acerca del status epistemológico. Por último, merece la pena destacar algunas de las idea central planteada por Fred Halliday

(2009), en su discurso de despedida, concluyendo veinticinco años

enseñando en la London School of Economics and Political Science,

en el cual

analiza aspectos de la realidad cambiante y del contexto intelectual de Relaciones Internacionales. Para el autor,” hoy” es el momento para analizar sobre la necesidad y la vitalidad de la reflexión académica sobre las relaciones internacionales. Reconoce que se debe trascender el pensamiento convencional en el tema de la globalización, abordar tópicos como la sociedad civil global. Afirma, que por encima de cualquier consideración, las Relaciones Internacionales deben asumir la complejidad de un compromiso con los valores mundiales. (2009:p.47). La política mundial ha cambiado significativamente, esto implica transformaciones en la forma en que se piensa sobre las relaciones internacionales. Es importante considerar los cambios globales y su influencia sobre el conocimiento y lo cotidiano. En la realidad, analistas e instituciones utilizan de manera entremezclada y constitutiva las ideas y las circunstancias prácticas y materiales. Sin embargo, vale la pena abordar estos cambios desde una perspectiva disciplinaria, mediante la dilucidación y la interacción teórica y práctica.

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CAPITULO V. CONCLUSIONES. Siempre habrá historias que contar de las relaciones internacionales. Unas, vinculadas a las estructuras, y procesos, y otras que relacionadas con enfoques, teorías y tendencias. Ambas han dominado la disciplina, sin olvidar los significados que las relaciones internacionales tienen para los Estados y para otros actores de la política mundial. En cualquier intento de aproximación teórica que se haga a este ámbito, estará siempre presente el tema de los “Debates”. Romero (2008, p: 25) sostiene que han jugado un papel de especial importancia en la Teoría de las Relaciones Internacionales y está presente en los pensa de estudios de los cada día más numerosos programas universitarios sobre el área. Sin embargo, en el mundo, existe un variado reservorio de escuelas, autores y perspectivas que van mucho más allá de los límites de esos debates. Adicionalmente, se estaba evolucionado hacia una Disciplina, que exhibía una suerte de estabilidad teórica, de su enriquecimiento por otras áreas del conocimiento, lo que la convierte en un terreno mixto y cambiante. Se asiste a la convergencia de las Relaciones Internacionales con la filosofía del conocimiento, que no sólo ha conllevado a sólidas críticas hacia el positivismo y los enfoques empírico analíticos en sus pretensiones de explicar la realidad, sino que se había generado una nueva agenda con especial énfasis en el lenguaje, y en la construcción de identidades y significados en todas sus formas. Lo anterior dio lugar a la conformación del llamado “Cuarto Debate”, el cual sugería la superación de concepciones que separaba lo externo de lo interno, de la posibilidad de un interés nacional y una anarquía mundial y en dónde se justificaba la imagen de la “bola de billar”. Del otro lado, y desde una visión contraria, se defendía la primacía de la norma sobre el poder, de la cooperación sobre el conflicto y de las ideas sobre el pragmatismo. (Salomón, 2002). Para fines de la década de los noventa, surgió paulatinamente las bases para un retorno del Realismo “puro” en diversos programas universitarios de docencia y de investigación, así como en interesantes publicaciones que invitaban a repensar el estado de la Disciplina, a defenderla de quienes estaban decretando su extinción, por quedarse aparentemente sin objeto de estudio: las relaciones internacionales entre

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Estados y motivando una discusión sobre el poder; entendido este factor como la base central de la política. (Nau, 2002). Los sucesos del 11-S le dieron un empujón significativo a estas propuestas, aunque no influyó de manera determinante en la posibilidad de un retorno al enfoque realista. La agenda internacional, exhibía la presencia de los “hard issues”, no sólo como consecuencia del cuestionamiento a los cursos de acción de instituciones internacionales como la Organización de las Naciones Unidas, sino por la respuesta de política exterior llevada a cabo por Estados Unidos: sus intervenciones en Afganistán y en Irak, en el marco de la lucha contra el terrorismo. Sin embargo, los eventos históricos constituyen fuentes casi inagotables de información, referentes, significadas y ejemplos para las relaciones internacionales. Lo ocurrido el 11-S, resalta de muchas maneras la actuación internacional de Estados Unidos, a partir de la representación que se tiene de sí mismo. Al propio tiempo, este hecho conllevó a replantearse el abordaje teórico de la disciplina: Lo que se estaba gestando como el “Cuarto Debate” experimenta un “quiebre” en su proceso de maduración. No obstante, existe consenso académico, en torno a la vigencia del Constructivismo Social –enfoque que surge en el marco del citado debate- sobre todo por su capacidad explicativa para aprehender el comportamiento estatal en la política internacional. Merece la pena hacer algunas consideraciones. En su visión más fundamental, este enfoque sostiene que el individuo – en los aspectos cognoscitivos y sociales de comportamiento - no es un mero producto del ambiente, ni un simple resultado de la interacción entre esos dos factores. En consecuencia, el conocimiento no es una copia de la realidad, sino una construcción del ser humano, que se lleva a cabo con los esquemas que ya posee, con lo que modeló en su relación con el medio que lo rodea. Se le atribuye una naturaleza interactiva, que permite acercar y relacionar el objeto de estudio con el sujeto cognoscente. En suma, cada individuo es constructor de su propio conocimiento con base en esas dos premisas. Corresponde a Alexander Wendt, el mérito de proyectar este enfoque en la teoría de las relaciones internacionales. En 1992, publica uno de los artículos más famosos del Constructivismo Social, “Anarchy is What the State Make of It: The Social Construction of Power Politics”, aclarando que su intención es “tender un puente entre dos tradiciones: racionalistas y reflectivistas” (Wendt, 1992, pp.: 5).

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A partir de los supuestos anteriores, Wendt da cuenta del concepto de anarquía, que es el punto focal de trabajo. Los procesos de identidad que se construyen bajo la anarquía, conciernen en primer lugar, a la preservación de la seguridad de los Estados. Por supuesto, el concepto de seguridad, difiere para cada caso, depende de la forma en que cada uno identifique y perciba al otro, lo cual está altamente condicionado por la variación cognitiva del significado de la anarquía y de la variación del poder. La anarquía y la distribución del poder sólo tienen significado para la acción estatal, en virtud de la comprensión y expectativas que constituye la identidad institucional y los intereses. Tanto para los Estados, como para los seres humanos, las acciones dependerán de las probabilidades que se le asignen de que ocurran, entrando en juego una noción intersubjetiva, que se basa en el conocimiento y en las expectativas. Los sistemas competitivos de interacción, colocan en suspenso a los dilemas de seguridad, y la identidad se produce de acuerdo a la actividad situacional. Más allá de la vigencia del Constructivismo Social, el 11-S generó incertidumbre en la disciplina; lo cual planteó la urgente necesidad, de cambiar los instrumentos teóricos y conceptuales manejados hasta entonces. De allí la idea de aproximarse al estado actual de la discusión teórica, sobre la base de tres directrices fundamentales que se erigen como consecuencias de este evento. Por una parte, se analizó la perspectiva histórica, la cual supuso por una parte, la irrupción de enfoques vinculados a una crítica realista a la política exterior de Estados Unidos: Smart Power (Poder inteligente) el propone el uso de todas las herramientas posibles de manera integral e inteligente: desde la literatura hasta la fuerza militar. Paralelamente se replanteó la priorización de la Seguridad, pero vinculada principalmente a la primacía de la vida; la tesis de la Paz Democrática como vía para lograr un sistema internacional pacífico. Esta perspectiva también conllevo a la promoción de una propuesta radical, lo que permitió que se remozaran viejas tesis antiimperialistas y marxistas, relacionadas a una posición antiglobalización. Por otro lado, se presentó a la perspectiva de las civilizaciones que pone de relieve temas como la identidad, la cultura, el multiculturalismo, como premisas básicas para observar el funcionamiento de las sociedades. El 11-S, represento una oportunidad para contrastar visiones políticas sobre crear y derribar muros. (Katzenstein, 2010, p: 22) La concepción pluralista de las 36

civilizaciones y de las múltiples tradiciones, ofrece una dimensión más amplia que la concepción unitaria sobre la tradición. Lo anterior, siempre va a suponer debates y desacuerdos. Este autor considera que debe comenzarse por desmantelar los demostrativos genéricos, los cuales son calificativos nominales para designar, por ejemplo “musulmanes”, “occidentales”, “americanos” ó "esas personas”: Sólo contribuyen a la distancia entre yo y el otro, a la imposición de la uniformidad, en lugar de hacer hincapié en la pluralidad. (p.19). Por último, se examina

la perspectiva disciplinaria, lugar obligado en cualquier

acercamiento que se haga a evolución de las relaciones internacionales. No se trata de insistir en la sempiterna discusión sobre status epistemológico de las RRII. Sigue estando presente el problema de la totalidad del mundo. El campo de la disciplina no ofrece a sus pensadores un camino único hacia el conocimiento. Se vislumbra competencia y complejidad. En realidad la diferencia entre una escuela de pensamiento y otra, radica más en las interrogantes que plantea que en las respuesta que da. Se debe indagar en la “naturaleza de la naturaleza”, es decir en la diversidad ontológica. En este orden ideas, se afirma que si bien es cierto, todas estas transformaciones, perspectivas de análisis, suponen espacios que de alguna forma estarían conformando un “Quinto Debate, es igualmente cierto que aún no ha logrado su total madurez como propuesta metodológica, por tanto, se sugiere ubicarse en la idea de “aproximación critica·. Dado su carácter de acercamiento inicial, resulta difícil extraer conclusiones definitivas sobre el estado preciso de la teoría de las relaciones internacionales de la disciplina. La tarea por venir, debe basarse en seguir reflexionando sobre la pertinencia de las herramientas existentes e ir creando imágenes para entender el entramado internacional. Por último, se espera que esta aproximación pueda estimular abordajes posteriores o al menos, despertar reacciones -aunque sean encontradas!- por parte de quienes se sitúan en este ámbito. Después de todo, los teóricos en esta disciplina necesitan y quieren seguir siendo escuchados. .

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