Una Alternativa al Modo de Concebir a la Naturaleza: Schopenhauer y su Teoría Estética.

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Descripción

Una alternativa al modo de concebir a la Naturaleza: Schopenhauer y su teoría estética.

De las concepciones de la Naturaleza que se ha tenido a lo largo de la historia se infiere la conducta y la acción que el hombre ha tomado y ha de tomar frente a ella. Tener conocimiento, tener una concepción de la naturaleza es condición para accionar ante ella; es más, no sólo se presenta como condición del accionar, sino -desde el punto de vista histórico- como razón suficiente (se sabe que se actúa de tal o cual modo por la "razón" de concebirla de tal o cual forma)1. Partir de este presupuesto, partir del "conocer" para justificar el "accionar" quizá sea cuestionable, pero esto sólo si se entiende al conocimiento como producto de la razón pura (al estilo kantiano) como síntesis entre las categorías apriorísticas (del entendimiento y la sensibilidad) y los objetos dados. Precisamente, el conocimiento en tanto comprensión, no se reduce al conocimiento racional ni tampoco es originariamente de tipo especulativo. La comprensión que tenemos del mundo, de la realidad, no es primigeniamente contemplativa y racional -y así lo ha entendido Heidegger (Heidegger, 1927, págs. 75-76)- sino que existe ya una precomprensión en el momento del trato con los "útiles". La comprensión se da, en tanto estar desde siempre en el mundo (Heidegger, 1927, pág. 149). Sin embargo, no es la concepción heideggeriana lo que aquí interesa, sino mostrar la incongruencia y la objetable postura del racionalismo y de la ciencia respecto al conocimiento: al conocimiento de la naturaleza. Exponer una concepción de la naturaleza alternativa y diametralmente opuesta a la concepción racional es lo que toca, y, sin ánimo de incumbir en cuestiones que se encuentran al margen de la problemática en cuestión, se dejará de lado las cuestiones que escampan a ella. Gran parte de las filosofías ha dado énfasis, y sólo, a la facultad racional; ha olvidado (hasta omitido en muchos casos) -y quizá, es por ello que la relación del hombre con la naturaleza ha desembocado en los problemas tratados por la ecología- la 1

Es preciso aclarar aquí que no se está poniendo de manifiesto una suerte de anterioridad y superioridad del conocimiento respecto a la acción, sino una esbozo de la manera en que se ha entendido al hombre en relación con la naturaleza.

“interpretación” sensible-estética de la naturaleza. El análisis reflexivo, intelectual, o bien, la racionalidad sin más, tiene pues -y esto es lo más verosímil posible-, como consecuencia tal concepción de “Naturaleza” que le es insuficiente entenderla y comprenderla en toda su complejidad2. Se ha visto por ello en los últimos tiempos un intento de reformar la lógica y la epistemología con la que se venía interpretando a la naturaleza, o más bien, un intento de superar a aquéllas, que, a la hora de dar cuenta de los fenómenos específicos o de la naturaleza en total se mostraban (se muestran aún) prácticamente obsoletas (Zoya, 2008). Prigogine lo expone de esta manera: El ideal clásico de la ciencia era describir la naturaleza como una geometría. Ahora vemos que la naturaleza está más cerca de la biología y de la historia humana ya que existe un elemento narrativo también en la naturaleza: una historia de caminos que se tomaron o no. De hecho, entre más comprendemos la estructura del universo, más comienza a tener elementos comunes con las sociedades humanas (2000). En lo que sigue a la cuestión, exponer y entender el desarrollo que se ha dado en el interior mismo de la ciencia parece ser más bien un punto de inflexión en relación a la problemática central; no obstante, estos avances, cambios de paradigmas, superaciones dentro del ámbito científico constituyen el paraje de nuevas interpretaciones, de aproximaciones más flexibles, y en consecuencia, el vientre en donde el reflexionar filosófico-estético se puede gestar (Rísquez, pág. 24). Consecuentemente, hablar de sentido o dimensión estética es lo que concierne y, requiere ciertamente de una conceptualización que hará posible tallarla y diferenciarla radicalmente de la dimensión racional. Esta última posee, por así decirlo, la capacidad de “representación” de lo extra mental, que es a su vez un modo de acceso al mundo, aunque un modo distinto del que nos puede proporcionar la experiencia estética. En resumidas

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Esta verosimilitud sostenida puede ser apreciada en los avances de las “Ciencias de la complejidad". El principio de No-contradicción, principio fundamental de la racionalidad clásica, es totalmente obsoleta al tratar de explicar consumadamente a la naturaleza (una cosa puede ser y no ser al mismo tiempo). También el Principio de Tercer Excluso queda cuestionada. La certidumbre pasa a ser incertidumbre, el caos reemplaza al orden y a la razón.

cuentas, la experiencia estética hace de suyo un conocimiento inmediato e inmanente, mientras que la razón conoce mediata y trascendentalmente. Ahora bien, en tanto que se nos presenta como bella y sublime; la afirmación de que

le es imposible a la racionalidad, a lo discursivo traducir a la naturaleza en su esencia, lo podemos encontrar en Schopenhauer formulada del siguiente modo: No podemos ocultar que lo que las ciencias estudian en las cosas no es en esencia más que todo aquello: sus relaciones, su situación temporal y espacial, las causas de los cambios naturales, la comparación de las formas, los motivos de los acontecimientos: es decir, puras relaciones. Lo único que las distingue del conocimiento común es su forma: el carácter sistemático, la facilitación del conocimiento mediante el compendio de todo lo individual, a través de la subordinación de los conceptos en lo general, y la compleción que así consigue. (Schopenhauer, 1844, pág. 108) Justamente, el "conocimiento" que se obtiene haciendo ciencia sería el conocimiento de las relaciones de unas cosas y otras, moviéndose en el ámbito puramente fenoménico. El verdadero conocimiento, con el cual se llegaría a la esencia misma de las cosas, del mundo, de la naturaleza, no se encontraría procediendo de la manera científica sino acudiendo a la experiencia estética. Para Schopenhauer conocer según el principio de razón equivale a conocer temporal, espacial y causalmente. La inteligencia que conoce en las formas del principio de razón, está al servicio de la voluntad, en tanto que ésta responde a lo que la voluntad desea; es decir, "la inteligencia en cuanto facultad derivada...de la voluntad, configura su existencia al servicio de ésta, otorgándole a su modo de comportamiento un fin exclusivamente práctico" (Molina, 1989, pág. 151). Dado que es el principio de razón el que pone los objetos en esa relación con el cuerpo y así con la voluntad, el conocimiento al servicio de esta se esforzará exclusivamente por conocer de los objetos precisamente las conexiones establecidas por el principio de razón, así que se ocupará de sus múltiples relaciones en el espacio, el tiempo y la causalidad. Pues solo en virtud de ellas el objeto le resulta al

individuo interesante, es decir, tiene una relación con la voluntad. De ahí que el conocimiento al servicio de la voluntad no conozca de los objetos más que sus relaciones y no sepa de ellos más que en la medida en que existen en este momento, en este lugar, en estas circunstancias, por estas causas y con estos efectos; en una palabra, en cuanto cosas individuales: y si se suprimieran todas esas relaciones desaparecerían también los objetos, precisamente porque nada conocía de ellos en otros respectos. (Schopenhauer, 1844, pág. 108) Pero mientras el conocer se halle dependiente de la voluntad sólo se conocerá cosas individuales y relaciones de unas cosas con otras. De este modo se hace necesario prescindir o más bien desentenderse de la facultad volitiva para que la facultad cognoscitiva pueda, ya no considerar las cosas en tanto relaciones, sino en tanto esencias. Si la inteligencia o el entendimiento conoce a través del principio de razón, bajo las formas temporales, espaciales y causales, pudiéndose aplicar éstas formas únicamente a los fenómenos y no a la cosa en sí3, es decir, si la inteligencia conoce en reciprocidad plena con la voluntad, no es posible conocer la esencia de las cosas y del mundo. El tránsito posible pero excepcional desde el conocimiento común de las cosas individuales al conocimiento de las ideas se produce repentinamente, cuando el conocimiento se desprende de la servidumbre de la voluntad y el sujeto deja así de ser un mero individuo y se convierte en un puro y desinteresado sujeto del conocimiento, el cual no se ocupa ya de las relaciones conforme al principio de razón, sino que descansa en la fija contemplación del objeto que se le ofrece, fuera de su conexión con cualquier otro, quedando absorbido por ella. (Schopenhauer, 1844, pág. 109) ¿Cómo entonces poder comprender la esencia misma de la Naturaleza y del mundo prescindiendo de la voluntad, por tanto, del principio de razón? El entendimiento en tanto esté ligada a la voluntad y sea siervo de ésta, sólo conoce "interesadamente": sólo conoce en la medida que satisface fines meramente útiles, prácticos y, por ende, egoístas. Cuando 3

El influjo kantiano dentro de la teoría del conocimiento de Schopenhauer es claramente visualizado en el pensamiento del autor en cuestión, es más, él mismo afirma el papel que juega Kant en su filosofía; este último también sostiene que la razón sólo puede conocer fenómenos y no la cosa en sí.

el individuo se echa a la contemplación desprovista de todo interés utilitario o pragmático, y colma su conciencia entera con el objeto natural contemplado pasa a ser sujeto puro del conocer y lo que conoce no son cosas particulares, sino ideas (Schopenhauer, 1844, págs. 109-110) . De esta forma se produce la "experiencia estética". La verdadera contemplación es por ello aquella capaz de sopesar desinteresadamente a la naturaleza. Tanto el hombre de ciencia como el hombre del conocer vulgar enfocan su "reflexión" en torno a la naturaleza sólo en la medida en que responde a su voluntad (Schopenhauer, 1844, págs. 113-114). De tal forma es que aquel que se mueva dentro del conocimiento vulgar y científico destituirá todo lo que no convenga a su voluntad: "Por eso lo despacha todo tan rápido: las obras de arte, los objetos bellos de la naturaleza y los aspectos importantes de la vida en todas sus escenas" (Schopenhauer, 1844, pág. 114). Es la experiencia estética, entonces, la que puede conocer las ideas mismas de las cosas individuales, la universalidad en lo particular, lo eterno en lo efímero, la necesidad en la contingencia. A través de un actitud propugnada por el ejercicio estético el individuo puede situarse ya no como lo que es él mismo, sino como sujeto cognoscente puro, en el cual tanto sujeto y objeto se presentan indisolubles (Molina, 1989, pág. 149). Así pues, el retorno a la naturaleza tomada como belleza y objeto de contemplación estética, desde la perspectiva schopenhaueriana sería válido para reformular las teorías que se fueron sucediendo en la interpretación racional. El retorno a la consideración de lo Bello Natural (Adorno, 2004, pág. 117) es una alternativa legítima para la reinterpretación de la Naturaleza bajo los prismas de la experiencia estética. Por otro lado, corresponde referirse a que en un primer momento se habló de que el conocer era condición para el obrar humano en su relación con lo natural, en otras palabras, que su concepción determinaba su obrar; es pertinente entonces preguntarnos por la actitud que el hombre ha de adoptar frente a la naturaleza con una concepción estética de tinte schopenhaueriano. ¿Cuál sería el obrar del hombre y su relación con la naturaleza si dejara de concebir a la naturaleza como mero escenario, como materia prima para sus intereses, como inerte y autómata; y lo concibiera estéticamente?.

Bibliografía

Adorno, W. (2004). Teoría Estética. (J. N. Pérez, Trad.) Madrid: Akal. Heidegger, M. (1927). Ser y Tiempo (Digital ed.). (J. E. Rivera, Trad.) Molina, A. L. (1989). La Experiencia Estética como Género Supremo del Conocimiento. Logos: Anales del Seminario de Metafíica (23), 149-165. Prigogine, I. (2000). El Futuro no es un hecho ni en la sociedad, ni en lo natural. Estampas . Rísquez, F. A. (s.f.). La Teoría del Caos. Modelo de interpretación epistémica e instrumento de solución: reconciliación entre ciencias y humanidades. Comunidad de Pensamiento Complejo. Recuperado el Martes 2 de Junio de 2015, de http://www.pensamientocomplejo.org/docs/files/Fernando%20ALmarzaR%EDsquez,%20La%20Teor%EDa%20del%20Caos%20Modelo%20de%20Interpretaci%F3n. pdf Schopenhauer, A. (1844). El Mundo como Voluntad y Representación. Traducción, introducción y notas de Pilar López de Santa María. Madrid: Trotta Editorial. Zoya, L. R. (2008). Complejidad: la emergencia de nuevos valores epistémicos y no epistémicos en la historia de la ciencia contemporána. Cambios y continuidades sociales y políticas en Argentina y la región en las últimas décadas. Desafíos para el conocimiento social., (págs. 1-20). La Plata.

Alan Bogarín Colmán

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