Una agenda contemporánea de la Antropología Social. Diálogo y problematización de lo periurbano en México.

June 14, 2017 | Autor: Gustavo Casas | Categoría: Antropologia Urbana, Ciudades, Periurbanization
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PUBLICADO EN REVISTA REFLEXIONES NO. 17. ENERO-DICIEMBRE DE 2013 (REVISTA DE POSGRADUADOS DEL CIDE)

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UNA AGENDA CONTEMPORÁNEA DE LA ANTROPOLOGÍA SOCIAL: DIÁLOGO Y PROBLEMATIZACIÓN DE LO PERIURBANO EN MÉXICO

José Gustavo Casas Álvarez1

El espacio periurbano en la agenda antropológica Desde la Antropología Social, el estudio de estos espacios tiene un referente especial en el trabajo de Robert Redfield, quien observó en cuatro sitios (Mérida, Dzitas, Chan Kom y Tusik) la influencia de la actividad externa en las sociedades, considerando el modo en que ésta actividad desorganiza

las culturas con las que entra en contacto,

particularmente aquellas en donde la homogeneidad y la organización son sus principales valores. Para Redfield la explicación se da por la oposición entre dos dinámicas: lo folk y lo urbano, como modelos ideales de cultura, dando importancia a una dinámica espacio-cultural abstracta que dejó de lado manifestaciones asociadas a la relación entre los sujetos y su territorio; pues su intención era posibilitar una comparación con sociedades de otros tiempos y lugares. Para Redfield, Mérida era el centro desde donde el desorden se filtraba a las sociedades más o menos aisladas y por lo tanto le consideró como un ejemplo de la capacidad negativa de la urbe sobre las culturas que en la distancia podrían conservarse más “puras”. Aunque se reconoce el aporte de colocar a la ciudad como una variable para el conocimiento antropológico, Redfield supedita su lugar a la distancia, al espacio que pueda guardarse entre ésta y las comunidades verdaderas. Siendo Tusik la población de mayor pureza y Dzitás o Chan Kom tendrían una condición periférica, al sufrir influencias distintas de la ciudad, por mediaciones varias, de acuerdo con las trayectorias y las historias de vida de los habitantes.

1

Dr. en Antropología Social por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Profesor-Investigador de tiempo completo en Multiversidad Mundo Real Edgar Morin.

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Redfield se encontró limitado por restringir sus observaciones a una cuestión modélica; sin embargo eso no le impidió reparar en la complejidad del fenómeno alrededor de su interés en ese momento; lo cual dejó ver en las aportaciones finales del libro. (…) pudiera afirmarse que todo lo que se ha realizado en este estudio ha sido resumir los hechos de la difusión en el interior de Yucatán, y que los resultados que aquí se han expresado en forma general dependen del accidente de que las sociedades que ejercieron influencia sobre las comunidades periféricas estuvieron caracterizadas por una cultura menos bien organizada y por el secularismo y el individualismo. Semejante línea de argumentación, si se sigue congruentemente, llevaría a afirmar que la extensión de estas tres clases de conducta social o de cualidades de la sociedad en la periferia de la zona moderna euroamericana no tiene más significación para el entendimiento de la naturaleza general de la sociedad y de sus cambios, que la que tiene la difusión de los pantalones o de las latas de gasolina. (…) Si esta fuera la única conclusión a que condujera el estudio, no dejaría de tener algún valor a proporcionar una guía general para el estudio comparativo de la extensión de los modos euroamericanos dentro de otras sociedades. [Redfield, 1944, 428]

Oscar Lewis menciona algo similar en la parte inicial de su Antropología de la Pobreza, cuando refiere a la norteamericanización de la vida de las clases medias, impulsada por los medios de comunicación, donde las marcas internacionales venden no sólo su producto sino un modelo de conducta, que logra alcanzar también el ámbito rural. Oliver La Farge, prologuista de la obra, también considera importante detenerse en: desarraigados, divorciados de la riqueza de sus propios recursos, sin haber recibido otro sustituto que los objetos materiales (en relación a la familia Castro, miembros del universo de observación de Lewis). Lewis resaltó las distancias en la producción agrícola entre el sur, el norte y el centro del país. Reconoció lo que Warman denomina “la realidad que se quiere negar: una gran masa de campesinos con condiciones de vida muy desfavorables”. Al paso, reparó en la migración de mexicanos a Estados Unidos y la incapacidad del gobierno para emplear a sus pobladores. Mientras la ciudad se volvía cada vez más bella para los turistas pero menos agradable para las masas de desposeídos. Los Martínez, otra familia estudiada por Lewis, tuvieron contacto con la ciudad, vivieron las transformaciones de lo rural, dirimiendo aspectos ciudadanos y civiles frente a una comunidad cambiante, que s e replegaba en la tradición, mientras la proletarización de

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las generaciones más jóvenes los alcanzó. Al respecto, también abundo Larissa Lomnitz, como condiciones de marginalidad, como matices de la dimensión periurbana. Lomnitz, por su parte, tiende un puente explícito para que la Antropología se lance al estudio de lo urbano en México. En términos epistemológicos va más allá que Redfield y Lewis: La antropología urbana representa un campo aún relativamente nuevo, cuyos aspectos metodológicos se encuentran en plena evolución. ¿Hasta qué punto pueden las técnicas tradicionales de observación, desarrolladas para el estudio de sociedades pequeñas y primitivas, utilizarse en la investigación de las grandes aglomeraciones urbanas? En mi experiencia, es posible combinar efectivamente las técnicas antropológicas con las sociológicas tales como encuestas, los censos y los muestreos, para poder interpretar cuantitativamente las observaciones de campo. Sin embargo, el uso de cualquier tipo de metodología, sea cuantitativa o cualitativa, debe supeditarse a la búsqueda de una concepción globalista, característica de la antropología. En la ciudad como en el campo, todo es parte de la cultura: la familia, la vivienda, la economía, los valores. La integración de todos estos datos en una visión holística organizada, constituye una de las metas del antropólogo. [Lomnitz, 1975: 12-13]

Sin embargo, en esto radica una de las críticas más importantes a su trabajo. La cultura, tal como la define, es una misión que supera cualquier vocación individual holista, a menos que esta se aperture a la multi, la inter y la trasdisciplina. Cuestión que Lomnitz no termina de proponer, pero que queda, de entrada, como una insinuación. En este mismo camino resultaron particularmente valiosas las nociones de reciprocidad y confianza de Lomnitz, pese a ser entendidas por Jorge Alonso como falsamente espontáneas y alejadas de la dinámica de la acumulación de capital. Para Lomnitz, estas categorías expresaban una dimensión de las relaciones sociales en contextos de pobreza, de marginalidad, de conflicto y de pugnas, dignas de ser estudiadas. Lomnitz y Alonso dejan menciones valiosas sobre lo periurbano, sin embargo se concentran especialmente en los debates sobre marginación y condiciones de vida. Destaca en Lomnitz la noción “ciudad primada” (de H. Browning), con la cual trata de explicar la dominación de una ciudad sobre las demás: Con el repentino crecimiento demográfico ocurrido en el siglo XX en México se produjo un aumento desproporcionado de la población, en relación a recursos naturales y tecnológicos. Esta

presión

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demográfica ha ido reforzando los efectos de una agricultura descapitalizada y poco productiva. [Ibid, 1975: 33] Por su parte Durand apuntó al problema siguiente: a costa de estos ejidos se erigían algunos de los proyectos urbanísticos más simbólicos de la ciudad, en donde las diversas clases entran en contacto, no sólo los marginados El nuevo núcleo urbano significó el inicio de una ruptura más dentro del pueblo de San Bernabé y de la estructura ejidal. Los ejidatarios de la nueva zona mantenían relación con los del pueblo, sobre todo entre familiares, pero poco a poco las relaciones quedaron reducidas a lo formal: cooperación económica para las fiestas, asambleas del ejido, la fiesta del pueblo, pago de contribuciones al ejido. La nueva zona respondía a una dinámica generada desde hacía años en el ejido: la de utilizarlo como lugar de residencia. Esto ocurría por dos razones: dentro del ejido, y fuera del ejido la urgente demanda de tierra urbanizable, por la gran migración rural a la ciudad. Los reducidos ingresos que se obtenían por la explotación agrícola llevaron al abandono o descuido de las parcelas. Ente 1950 y 1960, la expansión de la ciudad hacia el sur creó nuevas fuentes de empleo a las que los ejidatarios recurrían, trabajando en la construcción de Ciudad Universitaria, el Pedregal de San Ángel, Ampliación del Periférico, la Unidad Independencia, la Colonia San Jerónimo, la Villa Olímpica y Estadio Azteca. Esta posibilidad de proletarizarse repercutió en el abandono de las pocas tierras de cultivo que quedaban. [Durand, 1983: 66]

Patricia Arias hace una revisión relevante al respecto, en el contexto mexicano. Desde su punto de vista, es con el trabajo de Larissa Lomnit z en la cerrada del Conde, cuando se comienza a evidenciar el hecho de que la urbanización popular se había desbordado. Se trataba de espacios que iniciaban a ser ocupados por pobres de la ciudad, viejos y nuevos migrantes que buscaban un espacio para habitar, lejos de la zona central con sus abigarramientos. Más tarde, obras como Lucha urbana y acumulación de capital (1980) y La ciudad invade el ejido (1983) se acercan al fenómeno de la periferia dentro de la urbe. El primer trabajo, escrito por Jorge Alonso, estudia la colonia Ajusco, donde encuentra que no sólo los marginales habitaban, aunque ellos revelaban una pugna por desplazarse y habitar la ciudad, derivada del modelo de acumulación de capital, el cual producía integraciones atrofiadas. La obra de Jorge Durand reveló otro efecto del desbordamiento de la urbe: su impacto sobre espacios vividos, territorios donde había gente con historia y trayectoria, como los

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habitantes de San Bernabé (hoy colonia Cerro del Judío). Ejidatarios y comuneros conservaban, aunque cada vez con menor intensidad, sus prácticas agrícolas. Durand encuentra formas de lucha y resistencia frente a la migración (pugna entre nuevos y viejos habitantes). Asunto que Eduardo Nivón Bolán también ha hecho notar: De la invasión de los pueblos por nuevos pobladores que compran sus terrenos de labor o invaden los ejidos y tierras comunales para construir colonias populares o fraccionamientos de clase media, ha surgido un conflicto invisible entre migrantes y nativos [Nivón, 2000:58]. De esta manera, la distancia entre campo y ciudad parece acortarse. La crisis del campo mexicano (con sus causales político-económicas) asociada al neoliberalismo, remitió a nuevos escenarios. Arturo Warman, Rodolfo Stavenhagen y Lourdes Arizpe, de manera especial, encuentran que la agricultura ya no garantizaba el empleo y la supervivencia rurales. Por un lado, el campo perdía apoyo gubernamental; por el otro, bajo el modelo de acumulación de capital, la dinámica urbana contribuía en la producción de cambios sociales, no sin la participación de uno de sus aparatos ideológicos más poderosos en el ámbito cultural y simbólico: los mass-media.

También se mira el

problema de la migración a Estados Unidos, abriendo el estudio de las dimensiones: migración, territorio, identidad, transterritorialidad, acompañados de la discusión en torno a la triada local-nacional-global. Arias considera que tras el abordaje de los nuevos fenómenos arriba mencionados, se dibuja el problema de lo periurbano. Ivonne Szasz y Gerardo Aldana, a finales del siglo XX, bajo la imagen de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (o del Valle México) apuntan a los espacios periféricos que se conectan con ésta. La metrópoli, entonces, no adquiere su dimensión sin los espacios periurbanos. No es fortuito que Ivonne Szasz estudie un par de localidades: Malinalco y Aldana (un pueblo en Texcoco). Los dos trabajos coinciden en que la dinámica laboral interrelacionaba dos urbes: ciudad de México y Cd. de Toluca, en el primer caso; Cd. de México y Cd. de Texcoco, en el segundo. Una de las aportaciones más importantes en sus estudios está en que: los flujos laborales extra-regionales estaban asociados al mantenimiento de los quehaceres agrícolas. [Arias, 2002: 363-380] La actividad agrícola, al no sustentar ya la economía de la familia campesina, se convirtió en un apoyo, entre otros, para dicha economía. Por un lado, se estaría ante una supervivencia de la vida campesina con finalidades asociadas a la alimentación y la

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tradición; por otro lado, habría espacios periurbanos en donde sectores de la población tienen la intención de fortalecer simbólica y políticamente la vida campesina, pues además de tradición implica un anclaje de sentido profundo con los discursos globales sobre el ecologismo y la sustentabilidad, ante un mundo natural cada vez más contaminado. Se puede concluir, que entre el sistema de ciudades se tejen espacios peri-urbanos, que no sólo conectan a la urbe con el espacio rural, sino que tejen un conjunto de archipiélagos urbanos donde se decantan fenómenos derivados de diversas escalas de la realidad actual: empresas transnacionales, producciones de las políticas nacional-estatal-municipal, pugnas por el espacio (entre originarios y avecindados), entre organizaciones políticas, donde se dirimen también, a la manera de García Canclini, las esferas del consumo y de la ciudadanía. Debido a que los trabajos de la Antropología Urbana revelan diversidades y heterogeneidades, estableciendo un diálogo constante con otras disciplinas, se propone que su trayectoria (más que marcar periodos en el sentido de Hannerz2) revela una agenda:

Antropología en la ciudad

Antropología Urbana

Antropología de las ciudades

Antropología periurbana

Existen en la actualidad espacios donde las dicotomías rural(folk)-urbano, campo- ciudad, no son suficientes para explorarles teóricamente; espacios donde ni la ciudad ni el campo tienen el monopolio de las influencias en su configuración material, social y cultural. Espacios que parecían vacíos allí entre la ciudad y el campo han sido esbozados en

2

Para Hannerz, la Antropología Urbana es precedida por la Antropología en la Ciudad (estudio de grupos étnicos en la ciudad) y la Antropología de la Ciudad (explicada, a grandes rasgos, como estudio de las materialidades de la ciudad).

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diversas investigaciones y estudiados, las más de las veces con premura e insuficiente atención por la primacía de la ciudad y de la fuerza cultural que le sustenta. Los espacios periurbanos se vinculan con el sistema de ciudades, pero implican lo urbano por las relaciones sociales, por los tránsitos, por los viajes. La relación ciudadcampo, en las sociedades modernas, involucra problemas como: migración e industrialización (trabajo). Las experiencias diferenciadas entre un espacio y otro se articulan en las historias de vida, las determinaciones sociales-culturales y las discursividades desde donde se construye la identidad contrastada o, en palabras de Signorelli, la diversidad. Se está de acuerdo con Hannerz cuando argumenta que el problema revelado en la relación ciudad-campo fue inicialmente el de la etnicidad urbana; asunto que hizo de “la diferencia étnica” el problema de las relaciones trans-espaciales. La migración en el contexto colonial instauró al personaje étnico en la ciudad, quien encontró supeditada o subordinada (mas no desaparecida) esa condición y experimentó en sus contactos distinciones desde lo hegemónico, con sus cargas etnocéntricas; asuntos que no podrán ser indiferentes desde el espacio del que partió hacia la ciudad (Escuela de Manchester). Si bien no todos los que transitan por la ciudad pueden ser definidos como personajes étnicos, fue Georg Simmel quien mostrara que la acción recíproca en la ciudad supone la reafirmación constante de lo individual, de tal modo que la imagen propia y la identidad están sometidas a un trabajo constante; incluso se dirimen conflictivamente. Esto permite entender el problema de lo urbano no como un asunto adscrito a la demarcación espacial denominada ciudad, sino como el diálogo y la tensión (“dialógica y dialéctica”) que se produce con la entrada y salida de quienes por vivir, trabajar, refugiarse o visitar la ciudad, la conectan con su exterior, aspecto que define también su dinámica interna. Esta concepción da particular sentido al estudio de lo urbano en el proceso de metropolización y para abordar los espacios periurbanos como fenómenos más allá del aislamiento y la marginación, sino estrechamente vinculados con las relaciones económicas, ideológicas e imaginarias que los involucran e incluso los producen. En este sentido, la ciudad no es ya un concentrado en sí mismo. Como objeto de estudio ha dado al traste en consideraciones más amplias que exigen verlas como cruceros expansivos, que escapan a las explicaciones uni-causales. Pues la ciudad no sólo es un

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soporte material de la actividad humana, es un constructo donde las relaciones sociales tiñen de significados y relaciones simbólicas el inerte asfalto, el concreto de los muros, la altura de las construcciones; ahí lo desgastado y lo nuevo generan una dinámica cultural muy particular. Eduardo Nivón dice al respecto: Creo conveniente asomarme a la ciudad desde una óptica simbolista, dinámica y conflictiva de la cultura. Desde tal perspectiva, la cultura no es cultura material (características de la cultura de la pobreza de O. Lewis) ni un sistema de organización social (el famoso modo de vida de Louis Wirth), sino un sistema cognitivo, valorativo y simbólico que permite la mediación social entre la manera como se concibe la realidad para un determinado grupo social y la construcción de la autopercepción. Se trata de un sistema de símbolos y discursos que dan sentido a nuestro actuar en el mundo y, por tanto, llega a constituir parte integrante de la identidad de los sujetos y uno de los niveles de su integración. En otras palabras, la cultura brinda el significado y el valor, es decir, el sentido que tiene el hacer de los sujetos agentes. [Nivón, 1998: 29]

La ciudad puede convertirse para ciertos grupos sociales —como suponen la dinámica de la modernidad y la expansión de las ciudades— en el principio de una transformación dramática, irreconciliable con la tradición y las costumbres. En este sentido, replanteando un argumento de Nivón a propósito de las tensiones: la ciudad no sólo concentra las desigualdades sociales porque ocupa un lugar preponderante en la producción del sentido o por su importancia en la generación de la riqueza y en la gestión de la sociedad; la ciudad, como correlato espacial del ejercicio de la hegemonía

[Ibid: 32]

lleva consigo el proyecto hegemónico —atravesado

por ciertas concepciones del diseño urbano y territorial— hacia una confrontación entre lo pre-existente (a veces ruralidad, otras pauperización, lo mismo poblados que grupos étnicos) y su propia dinámica. La ciudad, como obra, como producto de la imbricación entre idealidad y materialidad — praxis, según Marx—, es particularmente ambigua. Puede leerse, a cierta distancia, como manifestación del crecimiento y desarrollo de la sociedad o como la muestra más fehaciente de la desigualdad social y la supervivencia de las distancias sociales, al parecer, infranqueables. Ambas lecturas pueden resultar pertinentes incluso para la misma ciudad y respecto de lugares distintos. Santa Fe sería una muestra de la primera lectura mencionada arriba; mientras que cualquier asentamiento irregular, incluso en la misma Cuajimalpa, avalaría la

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segunda lectura. Esto en el caso de la Ciudad de México. Los procesos imaginarios, el simbolismo, en una suerte de codependencia con los productos materiales, generan incongruencias en el ámbito de las significaciones, soportadas por la dinámica urbana: edificios, lugares de ocio, colonias, habitantes, producciones mass-mediáticas y sus valoraciones. En este contexto, la imagen material de la capital se construye(ó) no sólo por la voluntad de sus políticos sino también por los grupos empresariales nacionales y extranjeros tanto como por sus habitantes. La ciudad es un espacio donde se decantan intereses, modos de vida, escenarios políticos y mercantiles, producción, circulación y consumo material e inmaterial que rompe sus límites con las dinámicas metropolitanas, de conurbación y de producción simbólica.

Metropolización Eduardo Nivón publicó un artículo titulado “Hacia una antropología de las periferias urbanas” en el que realiza un esbozo de la trayectoria en los estudios sobre las ciudades, donde reconoce cuatro enfoques generales: 1)

Análisis de la expresión territorial,

principalmente atendido por geógrafos, historiadores y urbanistas, quienes se

han

preocupado por las dinámicas generales del desarrollo de la cuenca de México; de estos estudios deriva el interés por pensar las áreas que constituyen el territorio urbano, con sus posibilidades programáticas. 2) Estudios especializados en temáticas particulares, desarrollados por demógrafos, economistas, sociólogos y planificadores urbanos; en buena medida han atendido la administrativa,

industrialización,

las vocaciones comerciales,

la así

infraestructura,

la

organización

como la oferta y demanda

de

servicios públicos. 3) Investigaciones sobre marginalidad y movilización política, peculiarmente realizadas por sociólogos,

antropólogos, psicólogos y trabajadores sociales.

4) Análisis

macroregionales que se replantean la oposición centro-periferia y atienden nuevos condicionantes de las producciones económicas, políticas y sociales en la ciudad. [Nivón, 2005: 140-167] Conviene decir que del primer gran grupo, se retoma la noción se Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM). Esta denominación refiere al territorio que se conforma por las 16 delegaciones políticas del Distrito Federal, un municipio del Estado de Hidalgo

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y 59 del Estado de México, tal como sugiere el INEGI. De tal manera que se deja de lado la noción de Zona Metropolitana de la Ciudad de México, planteada por Unikel y recuperada también por diversos organismo públicos. Del segundo grupo destacaron trabajos sobre vivienda y políticas de vivienda, como los de Martha Steinhart, Gustavo Garza, Esther Maya y Jorge Cervantes. Nivón plantea cuatro hechos relevantes en torno a las investigaciones que logran insertarse en esos enfoques: a) diversidad teórica y de técnicas de investigación involucradas en el estudio del fenómeno urbano; b) el territorio como problema central, pese a la disparidad en las propuestas teóricas y los intereses investigativos; c) centro-periferia se entienden como resultado de procesos que se acompañan y condicionan mutuamente; d) identificación de una transición del fenómeno periférico a uno más amplio, el macroregional. [Ibid: 145] Un tanto por la limitación de espacio en el libro colectivo, otra por la dificultad de afirmar que algún antropólogo del siglo XX reparó con seriedad en el fenómeno periurbano, Nivón sólo reconoce en los grupos tercero y cuarto el carácter seminal de Redfield, Lewis, Lomnitz, Alonso, Durand, entre otros, y postula tres razones por las cuales el trabajo antropológico en torno a lo periurbano es magro: i) escasa preocupación de la antropología por el territorio dando por resultado el predominio de la visión central de la ciudad que en su soberbia ha privado de contenido a la periferia; ii) la antropología identificó la periferia con la marginalidad; iii) enclaustramiento teórico en fenómenos sociales que sólo veían la ciudad como un escenario, mas no como una variable propia a considerar. [Idid: 146-147] Para Eduardo Nivón, la ciudad de México se hizo también bajo el dinamismo urbs/civitas/ruralidad,

constituyéndose

en

una

ciudad

difusa,

la

cual

en

su

desbordamiento y co-relación con otras ciudades (Cuernavaca, Puebla, Hidalgo, Querétaro) y espacios rurales (municipalidades y poblados) se hizo de una zona metropolitana vasta (ZMCM3). Por un lado tenemos la zona sur de la ciudad de México, que fue vista hacia mediados del siglo XX como un espacio libre de la densidad poblacional, fuera de la dinámica citadina, 3

Zona Metropolitana de la Ciudad de México. Área metropolitana formada por la ciudad de México y 41 municipios conurbados (uno de ellos del estado de Hidalgo, los restantes del estado de México).

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respondiendo al modelo “ciudad-jardí n”, que fue pensado como receptor de clases altas y medias en zonas residenciales que privilegiaron el acceso en automóvil. Aún hoy, en el pedregal de San Ángel, el acceso en transporte público es muy limitado. La zona centro-norte hizo de la unidad departamental (construcciones verticales) el espacio

para

los

obreros.

De

Tlatelolco

hasta

Azcapotzalco,

los edificios de

departamentos para clases trabajadoras son una constante en el paisaje. De acuerdo con Villavicencio la casa popular se tiende a desarrollar en gran escala en el oriente (de sur a norte) de la ZMVM. Siendo Iztapalapa la delegación con mayor número de conjuntos y unidades habitacionales de interés social [Villavicencio, 2006], a lo cual se puede sumar la producción de CUIS en los municipios del Estado de México. Allí destacan las construcciones horizontales, en vastas extensiones de terreno; una suerte de comercialización del suburbio de clase media. Esta descripción, a pesar de sus generalidades, muestra una relación conocida: clases sociales-trabajo-vivienda.

Relación

que

también

densifica

el

problema

de

periurbanización y metropolización. En general, la fuerza de trabajo vive una fuerte ligazón con la relación casa-lugar de trabajo en la ciudad; mientras que la suburbanización de clases altas y medias se asocia a los imaginarios del campo y la ruralidad, en una suerte de cronotopo bucólico, que en términos de David Harvey puede ser entendido como trampa comunitaria [Harvey: 2006]. Se trata de una nostalgia rural a partir de la cual

se

promueven

proyectos inmobiliarios (condominios y

las

urbanizaciones

cerradas), bajo la idea de un retorno a la naturaleza y un alejamiento del vicio y la suciedad de la ciudad; al cemento se opone una imagen idealizada del verde, y a la intrincada maraña de relaciones que forman la “ciudad real”, la simplicidad de la vida rural. Se coincide con Sennett, cuando afirma que esta posición responde a un “puritanismo”, a una acción que revela la aversión a la mezcla social, a la mixtura de usos del suelo, al (des)orden donde no se expresa de manera contundente el peso de la clase. En la medida que la ciudad se democratiza, las clases altas y medias se sienten amenazadas, susceptibles ante la mancha popular. Por esto se retiran del espacio público urbano, en la búsqueda de la comunidad limpia, allí donde el ensimismamiento produce el goce por el paisaje natural que corona la clase alta, donde se cobija entre muros. Las carreteras, las autopistas, los tránsitos, los accesos, la movilidad es lo que están dispuestos a

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compartir. [Sennet, 1970]

Conclusiones El proyecto hegemónico de la suburbanización es alentado por la construcción de autopistas y vías de acceso. La fluidez del suburbio contrastará con el tráfico del centro de la ciudad. El impacto será mayor si el área suburbana crece con nuevos edificios, mientras la zona central urge remozamientos, demoliciones, rescate. El suburbio supone, ingenuamente, el abandono de las ciudades para darse la oportunidad de empezar una vida desde cero. El sueño del colonizador, pero con las comodidades prometidas en el mundo moderno. Las clases populares comparten también el deseo por ese sueño y esas comodidades. Ciudad de México ofrece viviendas a muy altos precios, básicamente: departamentos en construcciones verticales, reservados para clases alta y media alta. Las nuevas generaciones de clases bajas buscan su espacio, su lugar para transitar la ciudad aún de fuera hacia adentro. El suburbio de clase alta se ha vuelto cliché, siendo repensado para las clases populares, con motivo de la segregación y la marginación asociadas a las amplias diferencias sociales y al modo en que la especulación inmobiliaria incide en ello. La sombra del neoliberalismo cubre el porvenir de la metrópoli; el retiro de la intervención económica del Estado y el papel del mercado como regulador de los precios se expresan en el territorio tanto en la planeación o no planeación metropolitana como en nuevos “patrones de periferización que se materializan en áreas suburbanas”. [Nivón, 2003: 26] Así pensado, lo periurbano se expresa en espacio y tiempo; se realiza y emite: produce sentido. Igualmente aplica lo que García Clanclini plantea en su libro la Globalización imaginada: conviene pensar el modo en que se expresan los problemas claves de la dualización y segregación provocados por los procesos globales.

Estudiar cómo se

manifiestan estos problemas claves fuera de la condición material de la ciudad implica el espacio periurbano: la manera en que se produce una realidad social entre el campo y la ciudad, entre ciudades, instituciones y sujetos que en distintas escalas interpretan y confrontan en sus experiencias. La ciudad de México generalmente vive la tensión entre los proyectos hegemónicos

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de urbanización y la respuesta de agrupaciones, poblados y movimientos sociales en contra de los resultados de dichos proyectos; los problemas del espacio urbano son en general los de la escasez y de la concentración. Lo que está en juego, en general, es el modo de vivir la ciudad en su interior. Así la urbanidad se manifiesta como un proceso constante de negociación de las diferencias al interior de la ciudad. En el espacio periurbano, lo urbano coexiste, se percibe en lo popular, en la condición ciudadana, en los imaginarios sociales; allí el problema de la urbanidad aparece como un ejercicio borroso o quizá en ciernes donde la ciudad se vive desde el exterior empujando con similitudes, adaptaciones e innovaciones materiales, con discursos generalmente homogéneos, en tensión con la mixtura que de lo urbano y lo rural (rurbano, para algunos) deviene. Los espacios periurbanos comparten con la condición urbana su vinculación con el carácter material y valorativo que deriva de la ciudad como símbolo del progreso industrial y de la modernidad con sus facetas prioritarias: comercial y financiera. Mientras en su interior la ciudad se recrea en lo urbano, donde participan los migrantes con sus influencias externas. En los espacios periurbanos, la ciudad es un elemento contrastante de la identidad local, regional e individual. Si su centralidad se relativiza, también determina y correlaciona. Y si bien, la realidad urbana supone en su interior fuertes pugnas por los recursos escasos dentro la misma, los espacios periurbanos suponen los impactos conflictivos desde el espacio local con la ciudad que se expande y rompe sus límites. Se coincide con Nivón en el reconocimiento de la antropología simbólica como el detonante en la transformación actual de los trabajos antropológicos sobre la ciudad. La ciudad es el lugar desde donde se produce el sistema capitalista y donde las burguesías centrales en la economía mexicana dependiente conviven con la limitación estructural, para garantizar ganancias a la burguesía interna, tal como Jorge Alonso explicó. Este aspecto permite explicar la absorción de empresas mexicanas y regionales por parte de los grandes monopolios nacionales y transnacionales, en su asociación con la configuración urbana central, pero la ciudad es también sistema de flujos de dominación, de apoyos, y, sobre todo, de símbolos que contribuyen a dar sentido a la vida moderna. Al destacar esto último hemos podido relativizar la visión de las periferias

PUBLICADO EN REVISTA REFLEXIONES NO. 17. ENERO-DICIEMBRE DE 2013 (REVISTA DE POSGRADUADOS DEL CIDE) como símbolo de atraso y pasar a considerarlas como un espacio privilegiado en el que se manifiestan algunas de las tendencias más notables de la modernidad: las periferias son en la actualidad el escenario fundamental del crecimiento urbano, dominan en términos económicos y territoriales las actividades urbanas, son el asiento de los procesos más dinámicos e innovadores que tienen lugar en las ciudades, favorecen la audacia en el diseño arquitectónico y promueven formas nuevas de convivencia y organización social. Son, en última instancia, espacios en los que se hacen visibles las contradicciones más relevantes de la cultura actual. [Nivón, 2005: 148]

Las cuales serían, para Nivón: a) Producción de nuevos límites b) Debilitamiento de lo público c) Homogeneidad versus cohesión social El denominado Fondo Metropolitano del Valle de México (creado para atender las problemáticas derivadas de la expansión urbana, especialmente entre el Estado de México, Hidalgo y el Distrito Federal) da noticia de este primer inciso. En lo que toca al segundo inciso, el imperio del automóvil para circular en la ciudad, en las vías, y el privilegio del capital privado en la construcción de los desarrollos urbanos perfilan cuestiones críticas sobre el espacio público y la identificación territorial. El tercer punto se expresa también en como los suburbios de clases altas comparten con los grandes conjuntos urbanos de vivienda popular signos de segregación social, donde las “murallas” y los espacios cerrados se justifican bajo el dominio de la “producción social de la seguridad o la protección”

frente al exterior. Con la

construcción de grandes conjuntos habitacionales horizontales, se crean espacios injertos que llegan a superar en cantidad de casas y habitantes antiguos pueblos; de tal suerte que la estructura municipal se ve transformada y produciendo nuevas relaciones políticas, económicas y de intersubjetividades, de las cuales, aunque ya se investiga, aún se tiene bastante por indagar y decir.

PUBLICADO EN REVISTA REFLEXIONES NO. 17. ENERO-DICIEMBRE DE 2013 (REVISTA DE POSGRADUADOS DEL CIDE)

Aspecto. Vista desde el Cerro de Acozac, CUIS en Ixtapaluca.

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PUBLICADO EN REVISTA REFLEXIONES NO. 17. ENERO-DICIEMBRE DE 2013 (REVISTA DE POSGRADUADOS DEL CIDE)

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