Un verde horizonte en el desierto: producción de cuentas minerales en ámbitos domésticos de sitios agropastoriles. Antofagasta de la Sierra (Puna Meridional Argentina).

July 24, 2017 | Autor: Patricia Escola | Categoría: Lithic Technology (Archaeology), Personal Ornaments In Prehistory
Share Embed


Descripción

UN VERDE HORIZONTE EN EL DESIERTO: PRODUCCIÓN DE CUENTAS MINERALES EN ÁMBITOS DOMÉSTICOS DE SITIOS AGROPASTORILES. ANTOFAGASTA DE LA SIERRA (PUNA MERIDIONAL ARGENTINA) Sara M. L. López Campeny (∗) y Patricia S. Escola (**)

RESUMEN Presentamos el análisis de un conjunto de materiales arqueológicos y sus contextos asociados, vinculados con la producción de cuentas en sitios agropastoriles de la microregión de Antofagasta de la Sierra (Puna Meridional Argentina). Discutimos las implicancias que involucra la identificación de contextos de producción de cuentas en ámbitos domésticos, elementos que se han asociado principalmente con una esfera suntuaria y/o ritual de consumo, como parte de ajuares funerarios o integrando ofrendas o “pagos” en contextos de ritualidad caravanera. Cuentas y minerales de cobre también han sido interpretados como “mercancías” o elementos en tránsito, a través de rutas caravaneras, entre diferentes regiones del Área Andina Meridional. Proponemos la hipótesis de su producción como un posible excedente para intercambio, como otro producto puneño que participó del flujo interregional de bienes, en un contexto como el analizado, donde hay evidencias de bienes exóticos desde el Arcaico hasta el periodo analizado. Palabras clave: Puna Meridional Argentina - sitios agropastoriles - producción de cuentas interacción regional – microperforadores líticos INTRODUCCIÓN El objetivo de este trabajo es presentar el análisis efectuado sobre un conjunto de materiales arqueológicos y sus contextos asociados, vinculados con la producción de cuentas minerales en sitios residenciales agropastoriles de la microregión de Antofagasta de la Sierra (provincia de Catamarca, Puna Meridional Argentina). Nos interesa discutir las implicancias -en el marco de estas economías agropastoriles puneñas- que involucra la identificación de contextos de producción de cuentas en ámbitos domésticos, elementos que se han asociado principalmente con una esfera suntuaria y/o ritual de consumo. Esto último, basado en el hallazgo recurrente de cuentas y minerales de cobre como parte de ajuares funerarios, o integrando ofrendas o “pagos” en contextos de ritualidad caravanera (Berenguer 1994, 2004; Sinclaire 1994; Nielsen 1997, 2003). Por otra parte, cuentas y minerales de cobre han sido interpretados con frecuencia como “mercancías” o elementos en tránsito, al ser interpretados como bienes puestos en circulación por rutas caravaneras entre diferentes regiones del área andina meridional (Núñez 1994; Rees Holland 1999; Nielsen 1997, 2001; Nielsen et al. 2000). En el presente trabajo, proponemos la hipótesis de la producción de cuentas como un posible excedente para intercambio, como otro producto puneño que participó del flujo interregional de bienes, en un contexto como el de la microregión de Antofagasta de la Sierra donde hay claras evidencias de la presencia de bienes exóticos desde momentos tan tempranos como el arcaico hasta el período que nos interesa abordar y posteriores (Rodríguez 1999; Rodríguez y Martínez 2001; Hocsman et al. 2003; Babot 2004; López Campeny 2000, 2004a; entre otros). ∗

Becaria CONICET. Instituto de Arqueología y Museo, Facultad de Ciencias Naturales e IML, Universidad Nacional de Tucumán. ** CONICET, Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca.

En relación con esta interpretación, consideramos relevante incluir en nuestra discusión algunos aportes teóricos vinculados con la circulación e intercambio de bienes y con la relación entre los objetos, en tanto mercancías, y su otorgamiento de valor, en tanto bienes intercambiables. Al respecto, consideramos adecuada la perspectiva presentada por Appadurai (1991) desde una concepción donde las mercancías, de manera similar a las personas, tienen una vida social. Desde la postura de Appadurai (Ibíd.:17) se resalta que “… el valor nunca es una propiedad inherente a los objetos, sino un juicio acerca de ellos emitido por los sujetos”. Pero la esencia de la perspectiva propuesta es ir más allá y afirmar que si bien el valor está contenido en los objetos que se intercambian, es el intercambio económico mismo, como proceso, la fuente de creación de ese valor y no a la inversa, es decir, un producto de la valoración recíproca entre objetos. Se crean así, diferentes regímenes de valor en el marco de los cuales circulan los objetos en espacios y tiempos particulares. LOS CONTEXTOS DE PROCEDENCIA DE LOS MATERIALES ANALIZADOS La microregión de Antofagasta de la Sierra, sector integrante de la llamada Puna Salada (Santoro y Núñez 1987), constituye un desierto de altura con altitudes medias oscilando entre los 3600 y 3800 msnm. Presenta como elemento destacado del paisaje el sistema hídrico de los ríos Calalaste-Toconquis-Punilla/Antofagasta y sus afluentes, dentro de los cuales se destacan los ríos Las Pitas y Miriguaca. Estos cursos de agua dan lugar a vegas y ambientes relativamente aptos para el desarrollo de poblaciones humanas. Sin embargo, este ambiente no es homogéneo ya que presenta diferencias ecológicas y topográficas importantes en corta distancia. En función de estas diferencias, se han distinguido tres sectores microambientales con alta concentración de recursos (Olivera 1992): Fondo de Cuenca (3400-3550 msnm), Sectores Intermedios (3550-3900 msnm) y Quebradas de Altura (3900-4600 msnm). Cabe destacar que las diferencias topográficas y de oferta de recursos inherentes a estos microambientes estuvieron estrechamente vinculadas a la estructura y dinámica de los grupos humanos prehispánicos en la microregión (Olivera y Elkin 1994). Los materiales analizados en este trabajo proceden de los siguientes sitios: Casa Chávez Montículos (en adelante CChM). Es un sitio a cielo abierto ubicado sobre la margen izquierda del río Punilla, a una altitud de 3450 msnm, en el sector altitudinal de Fondo de Cuenca. Consiste en un grupo de diez estructuras monticulares de dimensiones variables, distribuidas en dos grupos alrededor de un espacio central deprimido. Las investigaciones efectuadas en el mismo permitieron detectar diferentes tipos de estructuras (habitacionales, de basural, de cavado artificial, de combustión), sectores de talla lítica, evidencias de fabricación y uso de cerámica, indicadores de actividades agrícolas y vestigios de procesamiento y consumo de camélidos. En base a estas evidencias el sitio fue definido como una Base Residencial de actividades múltiples, ocupada durante lapsos prolongados, con evidencias de algunos períodos de abandono. La secuencia de ocupación del sitio está acotada por un conjunto de fechados radiocarbónicos comprendidos entre ca. 2120 y 1530 años AP (Olivera 1992). Los materiales analizados aquí corresponden a los recuperados en los Montículos designados como 1 y 4. Punta de la Peña 9 (en adelante PP9). Es un sitio a cielo abierto emplazado en la localidad arqueológica de Punta de la Peña, curso medio del río Las Pitas, a una altitud de ca. 3600 msnm, correspondiente a los Sectores Intermedios. En esta ocasión se incluyen materiales procedentes de dos sectores: el Sector I (PP9 I), compuesto por unidades subcirculares y elípticas simples dispersas en la terraza alta del río Las Pitas (Babot et al. 2004), y dentro de este sector, los materiales procedentes de las estructuras designadas con los números 2, 6 y 7 excavadas por una de las autoras (López Campeny). Una datación radiocarbónica (AMS) efectuada sobre una semilla de chañar (Geoffroea decorticans) ubica la ocupación más temprana de la estructura 2 del sector I en ca.1270 años AP (UGA Nº15101; 1.280 ± 50 años AP±1σ, correg. 1,270 ± 50 años AP±1σ). El Sector III (PP9 III), corresponde a un conjunto de cinco estructuras arquitectónicas simples y compuestas ubicadas en un sector más elevado que la terraza fluvial, próximas a un

farallón de ignimbritas que establece el límite este del sitio. Las estructuras arquitectónicas visibles en superficie presentan forma predominantemente circular. Los materiales analizados para este trabajo proceden de la estructura 2 (E2), que presenta una morfología diferente al patrón arquitectónico más recurrente en el sitio. Para resguardo se habrían aprovechado dos bloques de ignimbrita de gran tamaño, desprendidos por derrumbes, a los que se anexó un tercer cerramiento conformado por un pircado. Una serie de improntas circulares en las superficies verticales de ambos bloques atestiguan que los mismos se habrían usado como soportes para techar el área, mediante la colocación de vigas. Para este contexto contamos con un conjunto de cuatro dataciones radiocarbónicas que documentan ocupaciones recurrentes entre ca. 2000 y 500 años AP, incluyendo varios eventos domésticos de habitación y consumo, un contexto funerario y un evento de uso del espacio con fines productivos, como corral (López Campeny 2001a, 2001b y 2004b). Se suman al análisis un conjunto de materiales procedentes de la estructura 4 (E4) de este mismo sector. En esta estructura se ha podido documentar un conjunto de ocupaciones recurrentes, interpretadas como de carácter temporario o estacional, con la ocurrencia de abandonos temporales, seguidos de retornos previstos al sitio y nuevas ocupaciones. Estas reocupaciones se caracterizan por presentar variabilidad en la secuencia temporal, pero con ciertos patrones recurrentes, consistentes en una alternancia marcada en el uso de un mismo espacio físico ya sea como área de habitación humana o como corral. El marco cronológico de las ocupaciones está delimitado por tres dataciones radiocarbónicas comprendidas entre ca. 1300 años y 400 años AP (Cohen 2005). En síntesis, el conjunto de los materiales analizados en el presente trabajo proceden de contextos residenciales agro-pastoriles ubicados en los Sectores de Fondo de Cuenca e Intermedios (3400 a 3900 msnm) de la microregión de Antofagasta de la Sierra (Catamarca), datados entre ca. 2100 y 400 años AP. DEFINIENDO EL UNIVERSO DE ESTUDIO El universo de estudio incluyó un conjunto total de 275 materiales, procedentes de ambos sitios, que representan los distintos eslabones de la cadena de producción de las cuentas. Los mismos han sido discriminados de acuerdo a las siguientes categorías: a) nódulos y/o núcleos minerales (Figura 1a), b) desechos generados por la limpieza y/o reducción de los mismos (Figura 1b), c) matrices en diferente grado de elaboración (Figura 1c), d) cuentas en diferentes etapas de formatización (incluyendo ejemplares descartados antes de su culminación por defectos y/o fractura) (Figura 1d) y e) artefactos terminados (enteros y fracturados) (Figura 1e). Este conjunto de materiales analizados está integrado por: a) Un total de 120 elementos procedentes del sitio CChM (99 ítems proceden del montículo 1 y 21 del montículo 4), b) Un conjunto de 142 ítems recuperados del sector I de PP9 (69 ejemplares de la E2, 10 procedentes de la E6 y los 63 restantes procedentes de la E7) y c) Una muestra de 13 ejemplares procedentes del sector III de PP9. Un total de 6 han sido recuperados en la E2 (López Campeny 2001a) y los 7 restantes proceden de la E4 (Cohen 2005). Además del conjunto de minerales en sus diferentes etapas de formatización, destacamos el hallazgo de un grupo de artefactos líticos formatizados posiblemente asociados con la manufactura de las cuentas, especialmente un grupo de microperforadores cilíndricos de calcedonia recuperados exclusivamente en las estructuras 2 y 7 del sitio PP9 (I). ANÁLISIS DE LA ESFERA PRODUCTIVA DE LAS CUENTAS MINERALES Análisis de la variedad de materia prima

Efectuamos en primer término un análisis de la variedad de materia prima empleada. Como resultado, se ha podido determinar el empleo de diferentes sustancias minerales, líticas y de material malacológico, éste último sin identificación específica debido al reducido tamaño de los dos únicos fragmentos de conchillas sin formatizar que se recuperaron exclusivamente en el sitio CChM1. Del conjunto de minerales se realizó una selección representativa de muestras, considerando las principales propiedades físicas (color, hábito, dureza, raya, entre las principales) exhibidas por los ejemplares. Un total de 19 muestras fueron sometidas a análisis por medio de difractometría de rayos X, mediante el método del polvo. Se irradiaron con un anticátodo de Co entre 3º 2θ y 130º 2θ. Las secuencias de picos obtenidas en los diferentes diagramas permitieron identificar distintas sustancias minerales2. Las mismas se presentan en la siguiente tabla y gráfico (Tabla 1 y Gráficos 1a, 1b y 1c), discriminadas de acuerdo a su frecuencia de aparición por sitio y para las distintas categorías establecidas para la secuencia de producción, es decir: nódulos y/o núcleos (N/N); matrices (Ma); desechos de reducción (DR); cuentas sin terminar (CsT) y cuentas terminadas (CT). A los análisis efectuados en esta ocasión (ver Tabla 1) se suman los resultados obtenidos para dos muestras minerales sin evidencias de formatización recuperados de la E4, sector III de PP9, analizados también por difractometría de rayos X. La primera muestra se determinó como atacamita, mientras que la segunda muestra mineral de color verde corresponde a espinelo, cuya composición química es la siguiente: (NiZn) Fe2 O4 (cfr. Cohen 2005: 171)3. La Tabla 1 y el Gráfico 1 nos permiten analizar la representación de las diferentes materias primas, en cada sitio, de acuerdo con las categorías propuestas para el conjunto de materiales. Las tendencias generales observadas que consideramos relevantes de destacar son las siguientes: 1) La atacamita se ha podido identificar en muy bajas densidades, exclusivamente para el sitio PP9 (en su sector III) y sólo en forma de nódulos de mineral o fragmentos en bruto, no existiendo ejemplares formatizados o en proceso de elaboración. Podemos decir que, hasta ahora, no existen indicios que permitan vincular a la atacamita con la confección de cuentas minerales, por lo que debemos tener en cuenta la posibilidad de que su recuperación en los contextos habitacionales responda a su vinculación con otra esfera de actividades en relación con su utilidad como un compuesto de cobre (p.e. metalurgia). 2) La develina, arturita y aragonita II, muestran tendencias similares en los dos sitios. En PP9 (I y III) sólo están ausentes las cuentas terminadas de estas tres variedades, mientras que están representados los nódulos o núcleos, matrices, desechos de reducción y cuentas sin terminar de formatizar de estos tres minerales. En CChM, notamos que sólo están ausentes las matrices de develina (Figura 2) y arturita, y los desechos de reducción en el caso de la aragonita II, estando presentes los otros eslabones de la cadena de producción de cuentas, 3) En el caso de la aragonita I, en ambos sitios se han registrado nódulos en gran abundancia, un elevado número de cuentas terminadas y muy escasas cuentas sin completar de formatizar, estando ausentes los desechos de reducción y las matrices (Figura 3) 4) La valva, que es la otra materia prima de color blanco junto con la aragonita I, muestra una tendencia similar a ésta última, ya que está presente sólo como ejemplares terminados en el sitio PP9, y en CChM como dos fragmentos de valva sin formatizar y un elevado número de cuentas terminadas (Figura 4). Otras variedades de materias primas, como el cuarzo de color y la filita, se presentan en un número muy escaso de ejemplares como para adelantar tendencias generales4. Ahora bien, estas tendencias presentadas por cada materia prima, así como sus similitudes y diferencias serán analizadas con más profundidad a continuación, cuando presentemos los resultados del estudio de las etapas de producción. Por ahora diremos que, en relación con la procedencia de las sustancias minerales, podemos postular un origen local de las mismas, dado que la mayoría de éstas son productos de oxidación (el caso de Arturita, Atacamita y Develina) que se relacionan con ambientes salinos y áridos vinculados a procesos volcánicos (p.e depósitos de sulfuro, sublimados de fumarolas volcánicas o como componentes secundarios de rocas de origen volcánico como basaltos y andesitas), lo que

coincide en términos generales con las características de Antofagasta de la Sierra (Ibáñez 2005). Sin embargo, esto no implica desconocer que, hasta el momento, el origen de la atacamita se ha asociado con depósitos localizados en el norte de Chile, más específicamente con los yacimientos de Chuquicamata de la región del desierto de Atacama (Nielsen 1997, 2001), que presentan evidencias de explotación prehispánica (ver Núñez 1987). Esta interpretación está basada en el hecho de que, hasta el momento, se carecen de datos sobre el registro de depósitos de atacamita fuera de esta zona del norte chileno (Nielsen 1997: 361), a pesar de que el hallazgo de minerales que contienen atacamita, ha sido referido por varios investigadores para sitios del NOA y del área sur de Bolivia (Nielsen 1997, 2001; Fernández Distel 1998; Angiorama 2003; Cohen 2005). Con respecto a las otras sustancias minerales identificadas, la única fuente posible de procedencia conocida hasta el momento, corresponde al cerro Peinado, que se encuentra ubicado a aproximadamente 100 km al SO de la localidad de Antofagasta de la Sierra. Los análisis de difracción de dos muestras5 (ambas con diferente color y hábito) procedentes de este lugar, permitieron la determinación de aragonita en ambos casos; correspondiéndose con la variedad II de nuestra clasificación por presentar, respectivamente, colores verde y celeste cada muestra. En cuanto a las valvas, en busca de su procedencia, se seleccionaron tres muestras -dos correspondientes a los fragmentos de material malacológico sin formatizar y una cuenta fracturadaprocedentes del sitio CChM sobre los que se efectuaron análisis isotópicos (13C y 18O). Los valores de relaciones isotópicas obtenidos6 permiten concluir que las muestras corresponden a material de origen continental. Es decir que, por el momento, sólo podemos descartar la hipótesis de una procedencia marina (Pacífico), sin poder discriminar si se trata de especimenes de ambientes lacustres o fluviales. Por lo tanto, no estamos en condiciones de avanzar interpretaciones sobre la procedencia (local o no local) de los materiales malacológicos. Análisis de la secuencia productiva En segundo término, realizamos un análisis de los materiales desde una perspectiva vinculada a los distintos momentos de la producción de cuentas, evidenciada en el conjunto de materiales procedentes de ambos sitios (Tabla 2 y Gráfico 2). Las observaciones que destacamos son las que exponemos a continuación: a) Para el sitio CChM (1 y 4), más del 50% del conjunto total (N=120) corresponde a cuentas terminadas, seguidas en segundo término por una importante presencia de nódulos y/o núcleos (18,33%). En idéntica proporción, con aproximadamente un 15% de representatividad, registramos tanto ejemplares de cuentas sin terminar de formatizar como desechos producto de la reducción o limpieza de nódulos. Finalmente, completan el conjunto un muy bajo número de matrices que no alcanzan a cubrir el 3% del total. Por lo tanto podemos decir que, si bien el número de cuentas terminadas representa el porcentaje mayor del conjunto, las etapas correspondientes a la formatización de las mismas (principalmente nódulos y/o núcleos, desechos de reducción y cuentas sin terminar y, en una densidad mucho menor, matrices) están representadas entre los materiales recuperados en el sitio. Lo anterior nos permite afirmar que, además del empleo de este tipo de bienes, también su confección se integraría al contexto amplio de las actividades realizadas en este poblado definido como una base residencial de actividades múltiples. b) Para el sector I de PP9, en cambio, tenemos una elevada proporción de nódulos /o núcleos que ascienden a más del 70% del total7 (N=142). En términos de representatividad, las categorías siguientes la conforman las cuentas no concluidas, que suman casi un 12% del conjunto y los desechos de reducción con un 8,45%. El porcentaje de matrices es levemente mayor (y corresponde al doble de ejemplares) que el recuperado para CChM, superando el 4% del total. Por último, la categoría más reducida, en contraste con la situación presentada por la base residencial de CChM, es la que corresponde a las cuentas terminadas, representadas por apenas dos ejemplares (1,41%), de los cuales uno procede de la E6 interpretada como un posible contexto funerario alterado. Por lo tanto, creemos que en este caso, la proporción de representatividad de cada categoría de materiales sería la esperada para un contexto vinculado con la producción de cuentas minerales, siendo los

ejemplares terminados una categoría extremadamente reducida, mientras que la mayor proporción del total está representada principalmente por nódulos, cuentas no concluidas y desechos de reducción. A esta situación, sumamos el hallazgo de los microperforadores o artefactos vinculados con la perforación de los ejemplares que serán descriptos con mayor detalle más adelante. c) Finalmente, el sector III de PP9, representado por 13 ejemplares recuperados de la E2 y la E4, corresponde a 7 fragmentos de mineral en bruto, que representan más del 50% del total, una cuenta (aragonita II) sin terminar de formatizar y 5 cuentas terminadas. Del conjunto de nódulos minerales, destacamos que la mayoría de ellos (más del 70%) se han determinado como atacamita, mineral hasta el momento sólo identificado en este sector del sitio y además ausente en la secuencia de producción de cuentas. Con respecto al conjunto de cuentas terminadas, éstas han sido elaboradas sobre una variedad de materias primas (cuarzo de color, valva, filita y aragonita I) y los dos ejemplares recuperados en la E2 corresponden a piezas que formaban parte de un ajuar funerario. Por último, la cuenta de aragonita II presentaba un borde con arista y otro redondeado, que se interpretó como consecuencia de una fractura ocurrida durante el proceso de elaboración. Con respecto a su asociación contextual, la cuenta inconclusa habría formado parte de un ajuar funerario, por lo que no puede considerarse un artefacto simplemente descartado por fractura, sino portando un plus simbólico relacionado con su intervención en el ritual fúnebre (Cohen op. cit.). Por lo tanto, consideramos que no hay para el sector III de PP9 evidencias que nos remitan a un contexto de producción o formatización de cuentas ya que se han recuperado mayoritariamente fragmentos de atacamita (no representada en la secuencia de producción), ejemplares terminados (algunos formando parte de un ajuar mortuorio) y un sólo caso de una cuenta sin terminar de formatizar. Ahora bien, si analizamos de manera discriminada el conjunto de cuentas y matrices, agrupándolas en dos categorías de acuerdo con su grado de formatización (terminadas e incompletas) y los relacionamos con su estado de integridad (enteras y fracturadas), las diferencias que surgen entre ambos sitios son más marcadas aún (Tabla 3 y Gráfico 3). a) Para el sitio CChM, el conjunto está representado por más de un 75% de ejemplares terminados, mientras que el porcentaje restante (24,7%) corresponde a elementos en proceso de formatización. Si a su vez relacionamos el estado de formatización con la integridad de las piezas tenemos que, entre el grupo de elementos terminados sobresale la importante proporción de especimenes enteros (66,66% del total) frente a una escasa representación de elementos terminados y fracturados (8,64%). En el caso de los ítems no terminados observamos una tendencia opuesta, ya que el 18,52% del conjunto total corresponde a ejemplares que presentan fracturas y sólo un 6,18% del total corresponden a cuentas no terminadas pero que no evidencian fracturas. Para el primer conjunto podemos inferir que se trataría mayormente de ejemplares descartados, que no terminaron de formatizarse, posiblemente debido a problemas relacionados con las fracturas. En síntesis, las cuentas terminadas y enteras representan la proporción más elevada en este sitio, si se analizan discriminadamente del conjunto de nódulos y/o núcleos y desechos de reducción, observándose por lo tanto la misma tendencia mostrada por el conjunto en su totalidad. Es decir, los materiales de CChM parecen mostrar un énfasis menor en los elementos vinculados con las actividades de producción de cuentas vs. el conjunto de ítems terminados, posiblemente para consumo local. b) Si efectuamos el mismo análisis para el conjunto de matrices y cuentas del sector I de PP9, la tendencia observada es la opuesta, representando las cuentas terminadas apenas el 8% del total, mientras que el 92% restante corresponde a ejemplares que no han sido culminados de formatizar. Teniendo en cuenta el estado de integridad, el porcentaje mayor (76%) está representado por los ítems no terminados que están fracturados, seguidos por el 16% que corresponde a los elementos no terminados pero que no evidencian roturas. El porcentaje restante (8%) se reparte equitativamente entre los ejemplares terminados, tanto enteros como fracturados, representados solamente por dos cuentas. En este caso, el análisis discriminado de los ejemplares identificados como matrices y cuentas evidencian que la mayor proporción corresponde a ejemplares que fueron descartados antes de culminar su formatización (cuentas no terminadas y fracturadas), lo que interpretamos estuvo relacionado con problemas de fracturas. En este sentido, pensamos que los

materiales procedentes del sector I de PP9 remiten claramente a un contexto con un fuerte énfasis en la producción de cuentas, reforzado por el hecho de que entre el conjunto de categorías totales sólo el número de nódulos y/o núcleos supera a los ejemplares en proceso de formatización, mientras que las cuentas terminadas son la categoría de menor representatividad. c) El sector III de PP9, caracterizado por su baja densidad de hallazgos vinculados a cuentas y minerales, presenta una distribución donde más del 80% de las cuentas corresponden a ejemplares terminados y enteros, con un sólo caso de un ejemplar fracturado sin terminar de formatizar. Sin embargo, al analizar las dos categorías de estado de formatización (cuentas terminadas e incompletas) discriminándolas según las diferentes materias primas, podemos notar una distribución particular de los ejemplares sobre la que quisiéramos detener nuestra atención. Aquí consideramos solamente los materiales de CChM y del sector I de PP9, dejando de lado el sector III por su baja densidad de materiales y las interpretaciones antes presentadas (Tabla 4 y Gráfico 4). Si bien, como ya mencionamos, las cuentas terminadas en CChM representan más del 75% de los ejemplares, observamos que el 46% de ellas son de valva y casi un 28% han sido confeccionadas en aragonita I (variedad blanca). En otros términos, más del 70% de las cuentas terminadas que permanecieron en el sitio CChM son blancas, mientras que sólo el 30% restante de cuentas terminadas se reparte de manera bastante equitativa entre las tres variedades minerales que presentan tonos verdes y azulados (aragonita II, arturita y develina). La misma observación vale para PP9 I, donde los dos únicos ejemplares terminados que se han recuperado han sido confeccionados en valva y aragonita I respectivamente. Si ahora analizamos el conjunto de cuentas en proceso de formatización, notamos que la tendencia es la inversa, ya que entre los ítems de CChM la valva está ausente y la aragonita I representa sólo el 10% de las cuentas en formatización, mientras que la representatividad de los minerales de colores es del 35% para develina, 30% para arturita y 25% para aragonita II. En el caso de PP9 las proporciones se mantienen similares, coincidiendo la ausencia de las cuentas en formatización de valva y presentándose sólo en un 13% las de aragonita I, mientras que entre las cuentas no terminadas casi el 40% corresponde a arturita y poco menos del 35% son cuentas no terminadas de develina. Es decir, la imagen que percibimos a través de estas tendencias es que las cuentas terminadas que se habrían “consumido” o permanecieron para uso local en los sitios de asentamiento son mayormente los ejemplares blancos, mientras que los ejemplares terminados de color (variedad de tonos verdes y azules) parecen ser los que están “en movimiento” o bien fueron depositados en otros contextos diferentes a los habitacionales. Esta interpretación se basa en el hecho de que estas variedades minerales de color están predominantemente representadas como cuentas en proceso de elaboración, mientras que las cuentas que se culminaron están ausentes o sólo muy escasamente representadas en los sitios. Consideramos que ésta es una línea interpretativa en la que deberíamos profundizar nuestro análisis. La idea sería contrastar con mayores elementos de prueba si la variable “color” es la que está marcando una pauta diferente entre las cuentas de consumo local y las cuentas producidas para intercambio, o bien si son otras propiedades o atributos asociados a las mismas, o significados otorgados a las cuentas o a las materias primas sobre las que se confeccionaron (p.e. procedencia, abundancia, dificultad de obtención, propiedades inherentes a los materiales, restricciones de acceso de diferentes tipos, condicionamientos políticos, valoraciones sociales, religiosas y/o estéticas) las que influyeron en esta tendencia exhibida por las cuentas que se recuperan principalmente como elementos terminados y aquellas presentes fundamentalmente como productos en formatización. Análisis tecno-morfológico del conjunto de artefactos formatizados Lo que se efectuó a continuación consistió en el análisis tecno-morfológico y morfológico funcional (Aschero 1975, 1983) del conjunto de artefactos formatizados posiblemente vinculados a la manufactura de las cuentas, destacándose la presencia de un conjunto de microperforadores,

artefactos hasta ahora no descriptos para otros sitios de la microregión ni para otros contextos agropastoriles del NOA. Para el sitio PP9 I se puede señalar la presencia de cuatro microperforadores de calcedonia (Figura 5) y una preforma de microperforador en sílice (Figura 6a). Los cuatro primeros ejemplares son de tamaño muy pequeño y poseen en promedio una longitud de 8,5 mm, un ancho de 3,5 mm y un espesor de 2,5 mm. Por su parte, la preforma, también de tamaño muy pequeño registra medidas de 12,1 x 4,5 x 2,4 mm. Se ha podido advertir en esta preforma que la forma base de la misma es un producto bipolar, de tipo columnar con extremos machacados. Esto resulta de interés respecto del conjunto artefactual restante, ya que hay evidencia de tres productos bipolares cuyas dimensiones y módulos son semejantes a la de la preforma, razón por la cual podrían ser considerados como potenciales formas base de los microperforadores (Figura 6b, 6c y 6d). Por otro lado, junto a estas piezas, aparece un conjunto de artefactos posiblemente vinculados a la producción de cuentas: 1 perforador, 11 puntas entre muescas, 14 artefactos burilantes y 9 puntas naturales con rastros complementarios. Cabe destacar que del total del conjunto lítico recuperado en PP9 (I) en superficie y estratigrafía (N=144) el grupo de microperforadores y artefactos vinculados constituye el 27,77% de la muestra (N=40). Las materias primas utilizadas en los artefactos, más allá de los microperforadores, son vulcanita 1 (62,50%), obsidiana 1 (15%), vulcanita 4 (5%) y calcedonia (5%) (Aschero et al. 2002). Para CChM (Mont.1) se puede señalar la presencia de dos perforadores en sílice y calcedonia, 2 puntas entre muescas, 5 artefactos burilantes y 5 cortantes. En este caso, de la muestra de 276 artefactos líticos analizados, las piezas mencionadas comprenden el 5,1%. Asimismo, las materias primas de las piezas mencionadas son vulcanita 4 (42,87%), obsidiana 1 (35,71%) y vulcanita 6 (7,14%). Para ambos sitios, destacamos que tanto para los microperforadores como para los perforadores, hay una selectividad en la materia prima utilizada (calcedonia-sílice). Asimismo, los microperforadores mostrarían tanto por la selección de su forma base, como por su confección, una estandarización notoria. Por otro lado, en líneas generales, el resto de los artefactos constituyen artefactos formatizados sobre lascas, no estandarizados, de manufactura simple, con escasa inversión de trabajo en su confección. Mencionamos que, hasta el presente, las únicas referencias de hallazgos de artefactos microlíticos comparables a los de Antofagasta de la Sierra, asociados a contextos de producción de cuentas minerales, proceden del Norte de Chile. Estos ejemplares se han recuperado en sitios de asentamiento correspondientes a cronologías del arcaico final y formativo temprano y son, hasta el momento, exclusivos de la región y el período mencionados en el área trasandina (cfr. Núñez y Moragas 1977; Orellana 1988-89; Núñez 1994; Rees Holland 1998; Carrasco 2002; Núñez et al. 2003, Rees y de Souza 2004; Núñez et al. 2005; entre otros). ANÁLISIS INTRASITIO DE LOS CONTEXTOS DE RECUPERACIÓN DE LOS MATERIALES Finalmente, efectuamos un análisis intrasitio, con especial énfasis en la distribución espacial de los hallazgos en las estructuras habitacionales, en términos comparativos con los contextos procedentes de otras estructuras analizadas en ambos sitios. Para el sitio CChM no pudimos efectuar una comparación con otras estructuras ya que todos los materiales proceden de los únicos dos montículos excavados hasta el momento (1 y 4). En ellos los hallazgos se presentan a lo largo de toda la secuencia estratigráfica, y tampoco hemos podido observar patrones espaciales particulares, asociaciones a determinados contextos o concentraciones claras de materiales que consideremos relevantes de destacar. En el caso de PP9 I, por el contrario, destacamos que las estructuras en las cuales se recuperaron los materiales vinculados con la producción de cuentas (E2 y E7) presentan una serie de diferencias tanto desde el punto de vista constructivo, estratigráfico y de materiales asociados

respecto a las otras cuatro estructuras habitacionales hasta ahora excavadas en los sectores I y III del sitio (López Campeny 2001a y 2001b; Babot et al. 2004 y Cohen 2005). Las principales diferencias constructivas se relacionan con la presencia de muros (o una línea de cimientos) de confección muy expeditiva que, en el caso de la E2, se observaban superficialmente como una alineación de rocas apenas definida, a diferencia de los muros más consistentes y profundos conservados en los otros recintos excavados de los sectores I y III de PP9. Desde el punto de vista estratigráfico, no hemos identificado ni en la E2 ni en E7 una superposición estratigráfica similar a la observada en las otras estructuras del sitio y que se planteó darían cuenta de un uso recurrente del espacio (López Campeny 2001a y 2001b; Babot et al. 2004 y Cohen 2005), con episodios de abandono seguidos de reocupaciones y cambios en la funcionalidad de los espacios (que alternan como corrales, áreas de habitación y cocina, contextos funerarios). Por el contrario, lo que se observó en ambos casos (E2 y E7) es una secuencia estratigráfica de poca potencia (ca. 40 cm) que no evidencia cambios estructurales o composicionales que podamos vincular con episodios de reocupación o cambios notables en el uso del espacio. Y, finalmente, entre los materiales recuperados de las E2 y E7 destacamos la baja representación de evidencias vinculadas con actividades de procesamiento y/o consumo de alimentos (fogones, restos óseos y vegetales, etc.) en comparación con las importantes densidades registradas en las otras estructuras habitacionales excavadas en el sitio y, en contraste, una mayor representatividad de vestigios relacionados con la talla lítica y la confección de cuentas. Con respecto a la distribución espacial del conjunto de materiales aquí analizados, destacamos, tanto para la E2 como para la E7, la concentración de los hallazgos vinculados con la manufactura de cuentas en ciertas cuadrículas de excavación y, en todos los casos, en los sectores de mayor reparo, próximos a los muros. Sintetizando, pensamos que las diferencias antes remarcadas podrían vincularse con la existencia de una segregación espacial de las actividades realizadas en el sitio PP9, presentando ambas estructuras arquitectónicas (2 y 7) una notable especialización en las actividades vinculadas con la producción de cuentas minerales, tal como se desprende del análisis intrasitio. CONTEXTOS ASOCIADOS A LA RECUPERACIÓN DE CUENTAS Y MINERALES DE COBRE EN ESPACIOS NO PRODUCTIVOS Mercancías y circuitos mercantiles. Una breve introducción Ante la pregunta frecuentemente formulada respecto de qué es una mercancía, lo original de la propuesta de Appadurai (1991) es, a nuestro entender, el intentar trascender a las discusiones clásicas que trataron de develar el status o la naturaleza particular de las mercancías definiendo sus atributos en contraposición con los presentados (o no) por otros tipos de objetos en tanto no mercancías. Consideramos que su perspectiva es ante todo holística y dinámica, al proponer una visión donde todos los objetos materiales son potenciales mercancías. Su perspectiva consiste en reconocer que todo objeto puede atravesar por una fase mercantil durante algún o algunos momentos de su trayectoria social, en un continuo proceso de ingresos y egresos de un “estado mercantil”. Así, cualquier objeto es mercancía en tanto atraviese por una etapa mercantil que le permita poseer un tipo particular de potencial social, no agotando la fase mercantil su historia de vida completa. En palabras del propio Appadurai (op. cit.: 29) “… la situación mercantil en la vida social de cualquier ‘cosa’ se define como la situación en la cual su intercambiabilidad (pasada, presente o futura) por alguna otra cosa se convierte en su característica socialmente relevante.” Destaca Appadurai (1991: 19) que, desde un punto de vista metodológico: “… debemos seguir a las cosas mismas, ya que sus significados están inscriptos en sus formas, usos y trayectorias… Así, aunque desde un punto de vista teórico, los actores codifican la significación de las cosas, desde una perspectiva metodológica son las cosas-en-movimiento las que iluminan su

contexto social y humano”. Propuesta que, desde una perspectiva arqueológica, consideramos constituye una vía de aproximación metodológicamente posible. En este sentido, nos parece relevante analizar los contextos arqueológicos no productivos (contextos de circulación y consumo) en los cuales se han recuperado recurrentemente cuentas y minerales de cobre. Pasos de montaña o “Abras” Se menciona el registro recurrente de cuentas de collar, predominantemente confeccionadas en minerales de cobre (se refieren generalmente como crisocola, turquesa, malaquita o azurita) y rocas con aparente contenido de cobre o mineral en bruto, en abras o pasos montañosos a gran altura, asociadas al hallazgo de tiestos, puntas de proyectil, desechos de talla y ceniza volcánica. Una característica frecuente que se menciona es que las cuentas suelen estar fracturadas y se presentan acompañadas por restos de minerales de tonalidad verdosa de tamaños muy pequeños, aparentemente molidos antes de ser depositados. Hallazgos de este tipo se registran para el área de la Sierra de Zenta (Cordillera Oriental de los Andes, provincias de Salta y Jujuy) en las Abras: Colorada (4500 msnm), de Chisca (4250 msnm), Wayra Apacheta (4500 msnm) y de Cerro Blanco (4400 msnm) (Nielsen 2003). También en la región de Casabindo, dpto. Cochinoca, provincia de Jujuy, Zaburlín (2003: 133-134) menciona el registro de contextos similares en el denominado “Piso Serrano Superior” (4100 a 5029 msnm). Refiere el hallazgo de ofrendas de cuentas o mineral de cobre, ubicadas sobre las cumbres de los cerros más altos y en abras que conforman accesos naturales hacia la vertiente oeste de la sierra de Casabindo. Se describen contextos similares en otras zonas, en abras que comunican las Quebradas con los Valles (Abras de Cosmate y Chasquillas) y con el sector oriental de la Puna (Abras del Altar, Sepulturas, Lipán, Pives), dentro de la propia Puna (Abras de Rachaite, del Gallo cerca de Jama, de Tinte y de Granado en Vilama), altiplano sur de Bolivia (Abras de Río Blanco, Río Amargo, del Toro Muerto y de San Agustín) y en las comunicaciones de este último con San Pedro de Atacama (Abra de Chaxa) y con el Alto Loa (Paso del Inca, Abra de Ramaditas, Silala) (Nielsen 1997, 2003; Nielsen et al. 2000). También Pimentel y col. (2005) señalan el hallazgo de contextos de depositación similares al prospectar la ruta que va desde el Paso de Tocorpuri (4600 msnm) hasta el sector de Cuchabrache (2600 msnm), conectando el altiplano de Lípez en Bolivia con el oasis de San Pedro de Atacama. Estos contextos de depósitos localizados en abras y pasos de montaña se han vinculado con ritos de tránsito o rituales de caravaneros debido a sus características particulares como “… ‘embudos’ donde convergen múltiples sendas, culminación de tramos difíciles del camino, puntos de cambio en la perspectiva visual, puertas de entrada a valles y cuencas, o límites naturales entre zonas” (Nielsen 2003: 264). Con respecto a la cronología asociada a estos depósitos, de acuerdo a la interpretación del material cerámico y lítico, sería posterior al 1200 d.C. (Nielsen 2003: 267). Sitios de Muros y cajas Fragmentos de minerales de cobre molido han sido recuperados, asociados a otros materiales generalmente de carácter exótico a la región, depositados como “ofrendas” en los denominados sitios de muros y cajas en la región del río Loa, en el norte de Chile (Berenguer 1994, 2004; Sinclaire 1994). Los autores (Berenguer op. cit.; Sinclaire op. cit.) han relacionado a estos sitios con actividades rituales vinculadas al tráfico de caravanas, interpretadas en el marco de un simbolismo direccional asociado al culto de los cerros y volcanes; debido a la orientación recurrente de las estructuras de “muros y cajas” hacia los volcanes y picos circundantes. También Nielsen (1997) destaca la relevancia que adquiere la realización de rituales dedicados a los Mallkus, cerros tutelares y protectores, entre grupos caravaneros, los que se llevan a cabo fundamentalmente, aunque no

exclusivamente, durante la travesía. Esta interpretación podría servir de nexo argumental para vincular estos contextos de depositación con los mencionados para las abras y pasos de montañas. La característica particular de estos sitios de “muros y cajas” es que no forman parte de otros de mayor envergadura, sino que están conectados por medio de senderos y huellas con sitios de residencia y con estructuras como “apachetas”, también asociadas al tránsito de caravanas. Además, se ubican en zonas que se interpretan como poco óptimas desde el punto de vista habitacional, en sectores expuestos a los vientos y con escasa vegetación (Sinclaire 1994: 52 y 57). En todos los casos, y en relación a fragmentos cerámicos temporalmente diagnósticos de superficie, estas estructuras se vincularían con cronologías posteriores 1300 d.C. (Berenguer 2004; Sinclaire 1994). Paraderos de caravanas También en el área de la Sierra de Zenta, en el sitio denominado Waira Jara 1, identificado como un campamento caravanero, se menciona el hallazgo de dos fragmentos de minerales de cobre y una cuenta de collar de ignimbrita. El fechado radiocarbónico efectuado sobre tallos carbonizados asociados es de 560±70 años AP, es decir, finales del Período Tardío (Nielsen 2003: 269, 270). La asociación recurrente entre mineral de cobre y cuentas de collar también caracteriza a los vestigios identificados en numerosos sitios ubicados en la región de Sur Lípez, Bolivia -próximos a la zona limítrofe entre nuestro país y Chile- identificados como paraderos de caravanas en tránsito (Nielsen 1997, 2001; Nielsen et al. 2000). La cronología asociada a estos hallazgos, de acuerdo con la interpretación de los autores, se iniciaría a partir de ca. 400 d.C. hasta momentos tardíos del siglo XV, mostrando la mayoría de los sitios evidencias de reocupaciones sucesivas (Nielsen et al. 2000). Datos adicionales proceden de estructuras habitacionales excavadas, pertenecientes a dos sitios de esta área (Ojo del Novillito y Huayllajara). El hallazgo de minerales de cobre dispersos en los niveles ocupacionales fueron interpretados tentativamente como “…desechos de la fabricación de cuentas de collar” (Nielsen 2001: 279). Sin embargo, creemos que no existen suficientes evidencias para considerar a estos contextos como productivos en relación con la formatización de cuentas, ya que sólo se registran fragmentos de minerales y las propias cuentas terminadas, pero no hay mención al hallazgo de artefactos asociados con su horadación o manufactura, y tampoco están presentes los materiales que testimoniarían las otras etapas de la formatización, como matrices o ejemplares inconclusos. Pensamos que el sólo hallazgo de fragmentos minerales y cuentas en sitios de tránsito caravanero parece remitir más bien a la hipótesis de que ambos elementos habrían circulado como mercancía, que al hecho de que su manufactura se realizaba en esos paraderos. Por otra parte, aunque su cronología es difícil de precisar debido a las frecuentes reocupaciones, se registraron en una planicie alta, próxima a uno de estos sitios de tránsito caravanero (Huayllajara) un conjunto de rasgos conocidos por los lugareños como “sepulcros” o “tapados”. Estas estructuras particulares, interpretadas en el marco de prácticas rituales caravaneras, consisten en círculos de piedras semienterradas que contienen concentraciones de mineral de cobre, a veces molido, y cuentas de malaquita, azurita, crisocola o ignimbrita (Nielsen 1997: 362; Nielsen et al. 2000: 118; Nielsen 2001: 276). Por lo que en estos casos el hallazgo de minerales y cobre en contextos de ritualidad -que recuerdan bastante a los del Alto Loa- también se asocia espacialmente a los sitios de pernocte caravanero o contextos de circulación de mercancía. Zonas residenciales y contextos funerarios Los hallazgos de cuentas asociados a contextos funerarios del NOA son muy recurrentes y, por lo tanto, consideramos que serían demasiado extensos de referir a los fines del presente trabajo. Decidimos, en tanto, limitarnos a aquellos hallazgos donde se han efectuado análisis composicionales y existen, por lo tanto, datos o hipótesis sobre su procedencia de carácter no local. En los sitios funerarios de El Talar y Manuel Elordi 1 -ubicados en el Sector Norte de Selvas Occidentales, en el área de la confluencia entre los ríos San Francisco y Bermejo- Ventura (1994) menciona el hallazgo de cuentas de collar de crisocola, turquesa y sodalita. De acuerdo con los

análisis efectuados, la sodalita procedería de Cerro Sapo, ubicado en el dpto. Cochabamba, Bolivia, es decir, a una distancia de más de 500 km del lugar de su recuperación. La autora interpreta que este dato -sumado al hallazgo de otros elementos de los ajuares como artefactos de metal, fragmentos textiles de fibra de camélido, cuentas de collar de mineral de cobre, entre otrossustentaría la hipótesis de la existencia de redes de intercambio con poblaciones del área andina. La denominada “aldea formativa” de Torre es un sitio residencial asociado a arte rupestre, que se ubica en la cercanía de la confluencia de los ríos Coranzulí y Las Burras, en la provincia de Jujuy. Para este sitio Fernández Distel (1998: 54) menciona el hallazgo de atacamita y crisocola entre los fragmentos de minerales recuperados de las excavaciones. Si bien las difracciones se realizaron sobre fragmentos no formatizados, la autora interpreta que varias de las cuentas de collar recuperadas podrían corresponder también a estas sustancias minerales. Para el Valle de Tafí, en la provincia de Tucumán, Domínguez B. y Sampietro V. (2005) presentan los resultados de la caracterización química, morfológica y mineralógica de un conjunto de cuentas, seleccionado entre un total de 299 elementos que conformaban un collar como parte de un ajuar funerario. La cronología asociada al entierro es de 340 años d.C. Los resultados indican que los materiales sobre los que se confeccionaron las cuentas corresponden a turquesa, ópalo y un mineral verde del grupo de la mica (Ibíd.: 77). En relación con la posible fuente de procedencia de estos materiales, los autores sugieren que sería alóctona, ya que en la geología local no hay datos sobre estos recursos. Específicamente, para el caso de la turquesa mencionan la ausencia de referencias sobre depósitos en el NOA, encontrándose el área de procedencia conocida más cercana en el norte de Chile, en el área del desierto de Atacama y las minas de cobre de Chuquicamata. Consideramos que los tres primeros contextos mencionados se asociarían a las cuentas y minerales de cobre en tránsito, representando estos elementos mercancías en circulación. Aunque no podemos dejar de mencionar otra posibilidad interpretativa en el caso de los depósitos de ofrendas que se han asociado a rituales de caravaneros o viajeros. En estos casos podríamos pensar en momentos en la vida social de estos objetos en los cuales su fase mercantil ha culminado, es decir, serían ex mercancías; o bien, estas cuentas y minerales de cobre recuperados en estos contextos de depósitos particulares (abras, muros y cajas, sepulcros) se destinaron a otros fines, enmarcándose en la categoría de mercancías terminales de acuerdo con la perspectiva propuesta por Appadurai (1991). Las mercancías terminales incluyen objetos que han sido retirados de la fase mercantil para no reingresar a ella, o bien aquellos que debido al contexto, propósito o significado de su producción, son directamente consumidos o utilizados sin atravesar por una etapa mercantil. Lo que produce esta “desmercantilización” es “… una percepción compleja del valor (en donde se fusiona lo estético, lo ritual y lo social) y una biografía ritual específica.” (Appadurai 1991.: 40). Por último, el cuarto tipo de contexto remitiría a las cuentas en su lugar de consumo, asociadas a sitios de asentamiento y contextos funerarios, alejados de su lugar de producción. Los objetos asociados a estos últimos contextos también han sido interpretados por Appadurai (op. cit.) como mercancías terminales. Estos contextos se diferenciarían, a su vez, de los analizados en este trabajo, vinculados principalmente a la producción de cuentas y, en menor proporción, al consumo local en los asentamientos referidos. CONSIDERACIONES FINALES Delineando conclusiones En base a la evidencia aquí presentada propusimos la hipótesis de que la producción de las cuentas minerales, en especial aquellas confeccionadas en las variedades de tonalidades verdes y celestes, pudo enmarcarse en el conjunto de actividades económicas de estos grupos agropastoriles, como un excedente producido para el intercambio. Esto significa que sería otro producto puneño

que participó del flujo interregional de bienes, en un contexto donde hay evidencias de interacción con áreas de valles, selva y la vertiente transpacífica, desde momentos tempranos como el arcaico. Sin embargo, somos plenamente conscientes de que estamos abordando solamente el análisis del registro arqueológico vinculado con los contextos de producción de un bien particular, y que para la comprobación de la hipótesis de su participación como bien de intercambio nos resta integrar la evidencia vinculada con los contextos de circulación (rutas, sitios de paso o pernocte caravanero) y los puntos de articulación o consumo donde se realizaron las transacciones de las cuentas. Como destaca Nielsen (2003), tres son los principales argumentos a partir de los cuales se han elaborado -desde el discurso arqueológico- las interpretaciones sobre la existencia de interacción entre diferentes zonas geográficas. El primero de ellos, se basa en la recuperación, en los sitios de residencia, de los llamados “bienes foráneos”, es decir, la prueba de la interacción consiste en el hallazgo de artefactos confeccionados en materias primas procedentes de zonas alejadas, o bien en la presencia de los propios ecofactos exóticos, hallados a considerable distancia de su área de proveniencia. Los otros dos argumentos son interpretativos y no remiten directamente a la evidencia arqueológica. El segundo parte de considerar el ideal de la complementariedad ecológica como una característica idiosincrásica de las poblaciones del pasado, al representar un medio efectivo para la obtención de recursos no disponibles en el entorno inmediato a las poblaciones. No dudamos que esta interpretación ha sido fuertemente influenciada por los estudios clásicos sobre la dinámica de las poblaciones andinas (p.e. Murra 1975; Núñez y Dillehay 1979). Y el tercer tipo de argumento, ligado al anterior, tiene su sustento en la existencia de referencias, tanto históricas como actuales, de prácticas vinculadas con viajes de intercambio que conectaron, o aún mantienen lazos con las zonas de interés arqueológico. De esta manera, se plantea analógicamente la posibilidad de una continuidad de estas estrategias, las que se remiten a un pasado prehispánico. Sin embargo, como señala Nielsen (2003), el argumento menos aprovechado ha sido el que consiste en analizar el registro arqueológico directamente relacionado con el tráfico de bienes, es decir, aquella evidencia producida a lo largo de las propias rutas de interacción o, como ya lo destacó previamente Appadurai (1991), la importancia de ver las mercancías en movimiento. Concordamos con Nielsen (2003) en que el hallazgo frecuente de cuentas y de minerales de cobre en sitios identificados como campamentos de caravanas permitiría sostener la hipótesis de que, al menos una parte de estos materiales, se destinaron al intercambio entre diferentes zonas. A esto podemos agregar las evidencias consistentes en el hallazgo de cuentas producidas con materiales foráneos en sitios de asentamiento y contextos funerarios (cfr. Ventura 1994; Domínguez B. y Sampietro V. 2005). Por su parte, Albeck (1994) propone un modelo hipotético de intercambio donde las cuentas de collar -consideradas como un bien suntuario y/o de prestigio- se integran como un producto que habría circulado de oeste a este, entre poblaciones de las tierras altas y las de zonas más bajas de valles y quebradas; junto con bienes puneños como la sal, los productos derivados de los camélidos, la textilería y las rocas volcánicas (obsidianas y basaltos) empleadas para la formatización de artefactos líticos. También Berenguer (1994, 2004) ha enfatizado la importancia de los minerales de cobre como bienes puestos en circulación a través de circuitos caravaneros; y Núñez (1994) planteó la combinación entre economía pastoril y explotación minera como un componente típico de las comunidades formativas de las tierras altas del Área Andina Meridional. Sin embargo, no podemos dejar de mencionar que otros contextos de recuperación (ofrendas en abras, depósitos en sitios de muros y cajas, ajuares en contextos funerarios) parecen sugerir que una parte de estos productos y las materias primas asociadas a su producción abandonaron el circuito mercantil para formar parte de ajuares funerarios o de contextos de descarte ritual, aunque estos últimos también han sido interpretados en vinculación a prácticas caravaneras. Constituirían mercancías terminales en los términos de Appadurai (1991), es decir, objetos que han sido retirados de la fase mercantil para no reingresar a ella, o que debido al contexto, propósito o significado de su producción, son directamente consumidos o utilizados sin atravesar por una etapa mercantil. En relación con esta fase de la vida social de los objetos, y vinculado también con el conocimiento de tipo mitológico asociado a la producción, Appadurai (op. cit.) analiza algunos “ritos de producción” entre los actuales mineros en Bolivia, en base al detallado estudio de Taussig

(1980, citado en Appadurai 1991: 74). Al respecto, el autor se refiere a ciertos “ritos recíprocos”, cuya práctica se vincula con la necesidad de equilibrar las tensiones surgidas de la propia actividad minera, donde la naturaleza fetichista de la mercancía se asocia con el carácter maligno y peligroso de los minerales extraídos. Se hace necesario “devolver”, en alguna medida, al Tío (personaje que encarna al demonio occidental) algo de lo que se le ha quitado mediante la extracción de los recursos. Estos ritos recíprocos o transacciones rituales, están dirigidos a menguar los peligros cosmológicos y materiales que representa la actividad económica de la minería. En este sentido, es interesante remarcar que Berenguer (1994, 2004) y Sinclaire (1994) interpretan los depósitos de minerales de cobre en los sitios de muros y cajas en el marco de un simbolismo ritual asociado al culto a los cerros y volcanes (mallkus) y según Berenguer (op. cit.) el mineral es interpretado como “la comida de los dioses” según la etnografía local. A su vez, estos ritos también guardarían relación con las actividades mineras, ya que los cerros son reconocidos por la población indígena local como proveedores de minerales. También Nielsen (1997) destaca la relevancia que adquiere la realización de rituales dedicados a los Mallkus, como cerros tutelares y protectores, entre grupos caravaneros. En cualquier caso, podemos destacar la fuerte asociación existente en el Área Andina Meridional, principalmente para el Período Formativo y Tardío, entre minerales de cobre y cuentas de collar con sitios o contextos asociados al tráfico a larga distancia, ya sea como mercancías propiamente tales (rutas, paraderos de caravanas) o como elementos asociados a prácticas rituales de los grupos caravaneros (depósitos en abras o cerros, estructuras de “sepulcros” o “cajas”). Un largo camino por recorrer Uno de los numerosos aspectos que, consideramos, requiere de análisis más profundos surge ante el cuestionamiento respecto de qué tipo de intercambio o circulación participó el conjunto particular de bienes aquí analizado. Es decir, las cuentas y las materias primas asociadas a su producción que ingresaron en circuitos de intercambio, ¿lo hicieron con el status de bienes de prestigio o intercambios simbólicos como se menciona comúnmente en la literatura arqueológica? La dicotomía entre los intercambios puramente mercantiles y aquellos que vinculan obsequios o regalos ha sido fuertemente remarcada desde la antropología. Esta situación se plasma en la oposición que siempre se remarcó entre las perspectivas sostenidas en los ensayos clásicos de Marx y de Mauss. Sin embargo, la perspectiva de Appadurai (1991) culmina por integrarlos en un mismo espíritu al considerar al intercambio de obsequios como una forma particular de intercambio mercantil. ¿Cuál es el punto de encuentro? Es advertir la dimensión de cálculo contenida en ambas formas de intercambio, aunque varíen los contextos sociales asociados a ellos, más que intentar caracterizar al intercambio mercantil oponiéndolo a otros tipos de intercambios. El fundamento de la crítica de Appadurai (1991) a la distinción entre mercancía y obsequio, subyace en los ensayos de Bourdieu (1977, 1997, 1999) sobre la “economía de los bienes simbólicos”, aportando Bourdieu (op. cit.) a la clásica discusión el análisis de la dimensión temporal en el intercambio de objetos, ausente en los estudios previos de Mauss y Lévi Strauss. Pensamos que tampoco debe quedar fuera de consideración los aspectos vinculados con el manejo de una esfera de poder y autoridad asociada al intercambio y al control de las redes mercantiles. Éstas se vinculan con la capacidad que poseen los objetos materiales para participar activamente de estas estrategias de poder, en función de representar o simbolizar en sí mismos las relaciones distantes. Los objetos tienen la capacidad de construir escalas espaciales que superan a las personales y cotidianas representando “… un recurso básico de poder, por lo que estos espacios son activos en sí mismos y no meros reflejos pasivos de los circuitos seguidos por las personas y/o por los objetos de intercambio” (Lazzari 1999: 142). Y en contraposición, considerar la existencia de redes alternativas que pueden limitar o controlar las capacidades expansivas de ciertos grupos (el papel de la agencia humana, la existencia de resistencias, etc.). Desde la perspectiva de Appadurai (1991), el manejo restringido de ciertas redes o rutas de intercambio, cuando es institucionalizado por algún sector social, puede traducirse en desviaciones

destinadas a transformar a estos productos en mercancías de enclave, permitiendo que ciertos sectores mantengan la exclusividad suntuaria de estos materiales. Así, al restringir la circulación de ciertos productos, extrayéndolos de los circuitos cotidianos y regulares del intercambio, se aseguran las condiciones para la existencia de una exclusividad suntuaria (que puede estar acompañada por otros atributos como la ostentación de rango) entre ciertos sectores o grupos sociales. En consecuencia, las mercancías de enclave pueden definirse como objetos cuyo potencial mercantil está cuidadosamente limitado. Un punto importante destacado por Appadurai (op. cit.: 41) es que, si bien las motivaciones y los contextos de las restricciones impuestas a las mercancías de enclave pueden ser muy variables en cada situación, esta esfera “suntuaria” no está desvinculada del resto de los objetos, sino que tiene clara implicancia en la dinámica de los aspectos políticos y sociales del resto de los intercambios cotidianos. En este marco, la función instrumental de cualquier artefacto puede ser explotada y aprovechada simbólicamente (Miller 1994). Un ejemplo concreto se refiere a objetos que representan prestigio por haber sido traídos desde gran distancia8, o por haber sido elaborados en una materia prima de difícil acceso o de carácter exótico. El punto central es que, en cualquier caso, todos los potenciales elementos simbólicos son aprovechamientos de la naturaleza específica de los artefactos, por ejemplo, los procedimientos por los que han sido manufacturados, el lugar de procedencia, las funciones particulares que desempeñan, los contextos de uso, sus dimensiones (monumentos o miniaturas), etc., lo cual, desde una metodología arqueológica de abordaje representa una perspectiva optimista. Asociado a estas esferas de poder, el concepto de violencia simbólica (Bourdieu 1977) vinculado con las situaciones de dependencia y dominación que se establecen en las relaciones de intercambio -debido a su naturaleza conflictiva- reemplaza a la visión tradicional de la reciprocidad como norma de regulación y equilibrio (p.e. los estudios clásicos de Malinowsky,). En una línea similar Appadurai (1991: 78), al referirse a la política como la dimensión que une valor con intercambio dice que: “… no es sólo el hecho de que significa y constituye relaciones de privilegio y control social, sino también la tensión constante entre las estructuras existentes y la tendencia de las mercancías a quebrantar dichas estructuras. Esta tensión se origina en el hecho de que no todas las partes comparten los mismos intereses en ningún régimen de valor específico…” En este mismo sentido, Lazzari (1999: 136) propone analizar las redes de circulación de bienes en el pasado “… como campos donde las contradicciones sociales pueden reflejarse y constituirse en diferentes formas de conflicto social.” Con esta afirmación pretende ir más allá de la interpretación clásica, que ha considerado al ideal de la complementariedad ecológica como un medio efectivo para la obtención de recursos no disponibles en el entorno inmediato a las poblaciones que, además, al generar lazos recíprocos aseguran la “armonía social”9 entre los grupos, en el marco de un sistema de intercambio cohesivo (Núñez y Dillehay 1979). Su reflexión promueve considerar a la complementariedad también como “… un campo estructurado por relaciones de poder que puede ser disputado por intereses opuestos.” (Lazzari 1999: 138). EPÍLOGO Si bien en esta oportunidad hemos podido analizar parte de la esfera de producción de un bien en particular -cuentas minerales- somos conscientes que la distribución y el consumo de las mismas fuera de los sitios analizados es un universo que aún resta por investigar. Por otra parte, numerosas preguntas surgen en relación a quiénes serían los posibles consumidores de estos artefactos; cuáles fueron los mecanismos empleados para el intercambio; cuál fue el área de distribución y consumo de estos productos; si los mismos individuos que producían estos materiales fueron los agentes del intercambio o existió una especialización y división de tareas. También nos preguntamos si existieron y, de ser así, cuáles fueron las esferas de poder asociadas a las redes de intercambio de estos bienes. Entre otros numerosos interrogantes…

De todas maneras, podemos inferir que la compleja trama de relaciones sociales que involucró la producción, circulación y consumo de bienes entre poblaciones de diferentes ambientes y situadas a grandes distancias entre sí, se gestó en la intimidad de los hogares de estas familias de pastores, donde la elaboración de cuentas desempeñó un rol relevante en la práctica cotidiana de los habitantes de esta región de la puna y donde estas redes de interconexión lejanas se plasmaron en el empleo cotidiano de los bienes intercambiados y en la producción doméstica de los bienes a intercambiar. NOTAS 1

Entre el conjunto de cuentas recuperadas en CChM, Olivera (1992: 283-284) menciona un grupo de “caracoles” que fueron utilizados enteros, con la única modificación de la realización de un orificio en uno de sus extremos. Estos ejemplares se han identificado como pertenecientes al género Olivia sp. y posiblemente provendrían de las costas del Pacífico (Ibíd.). 2 Los análisis de difracción y la interpretación de los diagramas fueron realizados por la Dra. en Geología Lucía Ibáñez, del Instituto de Estratigrafía y Geología Sedimentaria Global (IESGLO), Facultad de Ciencias Naturales e IML, UNT. 3 Aquí caben algunas aclaraciones respecto de la materia prima de los ejemplares recuperados en la E4. Del total de siete elementos, tres corresponden a nódulos, tres a cuentas terminadas y la restante es una cuenta sin terminar. Una quinta cuenta de esta estructura no es considerada por haberse confeccionado sobre vidrio azul y tener, por lo tanto, una cronología asociada al contacto hispano - indígena a colonial. De los nódulos, como se dijo, dos se sometieron a difracción de rayos X, mientras que el tercero correspondería a aragonita I, en base al análisis comparativo con los ejemplares por nosotros estudiados. En el caso de las cuentas, éstas fueron analizadas macroscópicamente por la Dra. Lucía Ibáñez (Iesglo, UNT) e inicialmente determinadas como filita, malaquita, carbonato y crisocola (Cohen 2005: 169-170). Los nuevos datos de difracciones aquí aportados, y una observación posterior comparativa con los ejemplares de PP9 (I) nos permiten afirmar que las cuentas determinadas previamente como malaquita y carbonato -por su reacción positiva al HCl- corresponderían, respectivamente, a aragonita I (celeste verdosa) y aragonita II (blanca). En el caso de la cuenta de crisocola, preferimos por el momento clasificarla como una materia prima no determinada, pero pensando que existen amplias posibilidades que por sus propiedades de color y dureza se trate de arturita o de cuarzo, de acuerdo con los resultados obtenidos para el conjunto amplio de materiales analizados en el presente trabajo. Esta afirmación se basa en el hecho de que ninguna de las muestras analizadas ha determinado la presencia de crisocola en el conjunto. 4 Aclaramos que en el caso de la determinación de papagoíta, los resultados de la difracción de un fragmento de nódulo se obtuvieron con posterioridad a la presentación de este trabajo en el Taller. Debido a esto, cabe la posibilidad de que algunos ejemplares procedentes del sitio CChM que se han definido aquí como develina puedan corresponder a papagoíta o espinelo, por la similitud presentada por las propiedades físicas (color, hábito y dureza, especialmente) de estos tres minerales en las muestras observadas. Sin embargo, consideramos que este margen de error en la clasificación no modificaría las tendencias generales observadas para los materiales en su conjunto. 5 Ambas muestras fueron amablemente suministradas por el Geólogo Pablo Tchilinguirián, quien las recolectó durante su estadía en el Cerro Peinado durante el año 2003. 6 Laboratorio de Isótopos Estables, Instituto de Geocronología y Geología Isotópica (INGEIS), CONICET, UBA. Informe Nº 2006 0069, Nº de muestras: 16108/16110. 7 Con respecto a esta proporción elevada, no podemos dejar de considerar la influencia que pudieron tener los criterios de recolección del material durante las diferentes intervenciones arqueológicas en cada sitio. Desconocemos si durante las excavaciones de CChM efectuadas entre 15 y 20 años atrás se recolectaron todos los ejemplares de minerales que no mostraban evidencias de formatización como sí fue el caso del sitio PP9 (I) en el que coordinamos las excavaciones. 8 Para una crítica de la noción, asumida como argumento a priori, que la distancia física o geográfica es una variable que aumenta el valor del objeto a intercambiar, de manera directa y lineal, ver Lazzari (1999). La autora propone analizar el papel adicional que cumple el espacio social como un elemento relevante y activo de las redes de interacción. Esto no significa negar el hecho, bastante frecuente, de que el factor “distancia geográfica” implique que los costos que demanda la obtención de ciertos bienes conviertan el propio acto de adquisición en un distintivo de exclusividad suntuaria limitada sólo a ciertas personas o un conjunto de personas (Appadurai 1991: 64). 9 Para otra crítica de la supuesta situación de “armonía social” planteada por el modelo de movilidad giratoria de Núñez y Dillehay ver Berenguer (1994).

AGRADECIMIENTOS Las investigaciones en Casa Chávez Montículos y en Punta de la Peña 9 se realizaron en el marco de proyectos y becas dirigidos por el Dr. Daniel Olivera y el Lic. Carlos Aschero y apoyados económica e institucionalmente por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Técnológica, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (Secretaría de Cultura de la Nación) y la Secretaría

de Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional de Tucumán. Agradecemos en esta ocasión a Daniel Olivera por cedernos el material recuperado en CChM para el presente análisis. A los que participaron de las excavaciones en las estructuras 2 y 7 de PP9 (I): Víctor Ataliva, María Lorena Cohen; Osvaldo Díaz, Matías Di Pierro; Cecilia Haros, Andrés Romano y Carolina Somonte. A Norma Ratto, porque sin su ayuda e invalorable gestión los análisis isotópicos en el INGEIS no serían una realidad. A Paul Tchilinguirián, por enviarnos las muestras minerales recolectadas en el Cerro Peinado. A Lucía Ibáñez, por los análisis de difracción y por atender amablemente a nuestras dudas. A María Marta Sampietro por su interés y por acercarnos una copia de su artículo recientemente publicado. A los organizadores del Taller por la posibilidad de presentar nuestro trabajo y a los participantes del encuentro que lo enriquecieron con sus aportes y experiencias. A la evaluadora, Nora Flegenheimer, porque sus comentarios y sugerencias permitieron mejorar una versión anterior de este trabajo; aunque aclaramos que todo lo expresado es de nuestra completa responsabilidad.

BIBLIOGRAFÍA Albeck, M. E. 1994 La Quebrada de Humahuaca en el Intercambio Prehispánico. En: M. E. Albeck (Ed.), Taller de Costa a Selva, pp. 117-127. Instituto Interdisciplinario de Tilcara. Angiorama, C. I. 2003 Producción y circulación de objetos de metal en la Quebrada de Humahuaca en momentos Prehispánicos Tardíos (900 - 1535 d. C.). Tesis Doctoral Inédita, Universidad Nacional de Tucumán. Appadurai, A. 1991 Introducción: las mercancías y la política del valor. En: Appadurai, A. (Ed.) La Vida Social de las Cosas, pp. 17-87. Grijalbo, México. Aschero, C. A. 1975 Ensayo para una clasificación morfológica de artefactos líticos aplicada a estudios tipológicos comparativos. Informe presentado al CONICET. Ms. 1983 Ensayo para una clasificación morfológica de artefactos líticos. Apéndice A y B. Cátedra de Ergología y Tecnología. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires. Ms. Aschero, C. A., P. S. Escola, S. Hocsman y J. G. Martínez 2002 Recursos líticos en escala microregional. Antofagasta de la Sierra 1983-2001. Arqueología 12. En prensa. Babot, M. del P. 2004 Tecnología y utilización de artefactos de molienda en el Noroeste Prehispánico. Tesis de Doctorado en Arqueología, Facultad de Ciencias Naturales e IML, Universidad Nacional de Tucumán. Ms. Babot, M. del P., C. A. Aschero, S. Hocsman, C. Haros, L. González Baroni y S. V. Urquiza 2004 Ocupaciones agropastoriles en los Sectores Intermedios de Antofagasta de la Sierra (Catamarca): Un análisis desde Punta de la Peña 9.I. Revista Comechingonia. En referato. Berenguer Rodríguez, J. 1994 Asentamientos, caravaneros y tráfico de larga distancia en el norte de Chile: el caso de Santa Bárbara. En: M. E. Albeck (Ed.), Taller de Costa a Selva, pp. 17-46. Instituto Interdisciplinario de Tilcara. 2004 Caravanas, Interacción y Cambio en el Desierto de Atacama. Sirawi Ediciones. Museo Chileno de Arte Precolombino. Bourdieu, P. 1977 [1997] Outline of a theory of practice. Cambridge University Press. 1997 Razones Prácticas. Sobre la Teoría de la Acción. Anagrama, Barcelona. 1999 Meditaciones pascalianas. Anagrama, Barcelona. Carrasco G., C. 2002 Las industrias líticas de Quillagua durante el Período Formativo en el contexto del Norte Grande. Estudios Atacameños 22: 33-57.

Cohen, M. L. 2005 Entre guano y arena… Ocupaciones recurrentes: Un caso de estudio en el sitio Punta de la Peña 9 III, Antofagasta de la Sierra, Catamarca. Trabajo Final de Carrera de Arqueología, Facultad de Ciencias Naturales e IML, Universidad Nacional de Tucumán. Ms. Domínguez Bella, S. y M. M. Sampietro Vattuone 2005 Collar beads from the Tafí Culture (Firts Millennium AD), Tucumán, Argentina: Raw materials characterization and provenance. In: H. Kars and E. Burke (Eds.), Proceedings of the 33º International Symposium on Archaeometry. Geoarchaeological and Bioarchaeological Studies, Vol 3: 75-78, Ámsterdam. Fernández Distel, A. 1998 Arqueología del Formativo en la Puna Jujeña (1800 a.C. al 650 d.C.). Centro Argentino de Etnología Americana, Buenos Aires. Hocsman, S., J. G. Martínez, M. F. Rodríguez y C. A. Aschero 2003 Obtención de recursos distantes en la porción meridional de los andes centro-sur: una visión desde la puna argentina. Before Farming (En referato). Ibáñez, L. 2005 Informe de Análisis de Difracción de Rayos X. Instituto de Estratigrafía y Geología Sedimentaria Global (IESGLO), Facultad de Ciencias Naturales e IML, Universidad Nacional de Tucumán. Ms. Lazzari, M. 1999 Distancia, Espacio y Negociaciones Tensas: el Intercambio de Objetos en Arqueología. En: A. Zarankin y F. Acuto (Eds.), Sed non Satiata. Teoría Social en Arqueología Latinoamericana Contemporánea, pp: 117- 151. Ediciones El Tridente, Buenos Aires. López Campeny, S. M. L. 2000 Tecnología, Iconografía y Ritual funerario. Tres dimensiones de análisis de los textiles formativos del Sitio Punta de la Peña 9 (Antofagasta de la Sierra, Argentina). Estudios Atacameños 20: 29-65. 2001a Actividades Domésticas y Organización del Espacio Intrasitio. El Sitio Punta de la Peña 9 (Antofagasta de la Sierra, Prov. de Catamarca). Trabajo Final de Carrera de Arqueología, Facultad de Ciencias Naturales e IML, Universidad Nacional de Tucumán, Ms. 2001b El hogar, los ancestros y el corral: reocupación y variabilidad en el uso del espacio en unidades domésticas arqueológicas (Sitio Punta de la Peña 9, Antofagasta de la Sierra, Catamarca). Actas del XIV Congreso Nacional de Arqueología Argentina, Universidad Nacional de Rosario. En prensa. 2004a Estructuras, representaciones y contextos. Perspectivas teórico metodológicas para el análisis de textiles arqueológicos. En: V. Solanilla Demestre (Ed.), Actas del Simposio ARQ21: “Tejiendo sueños en el Cono Sur: Textiles Andinos: Pasado, Presente y Futuro”, 51º Congreso Internacional de Americanistas, pp. 59-82, Santiago de Chile (2003), Grup d’Estudis Precolombins, Barcelona. 2004b ¿La casa en orden? Análisis de procesos culturales vinculados con la producción y disposición espacial de residuos arqueológicos. Ponencia presentada en el XV Congreso Nacional de Arqueología Argentina, Simposio Arquitectura Arqueológica: forma y contenido, Río Cuarto, Córdoba. Miller, D. 1994 Artifacts and the meanings of things. In: Ingold, T. (Ed.), Companion Encyclopaedia of Anthropology, pp. 396-419. Routledge, London. Murra, J. 1975 Formaciones Económicas y Políticas del Mundo Andino. Instituto de Estudios Peruanos. Nielsen, A. E. 1997 El tráfico caravanero visto desde La Jara. Estudios Atacameños 14: 339-371.

2001 Ocupaciones formativas en el Altiplano de Lípez- Potosí, Bolivia. Textos Antropológicos 13: 265-285. Universidad Mayor de San Andrés, La Paz. 2003 Por las rutas del Zenta: Evidencias directas de tráfico prehispánico entre Humahuaca y las Yungas. En: G. Ortiz y B. Ventura (Eds.) La mitad verde del mundo andino. Investigaciones arqueológicas en la Vertiente Oriental de los Andes y las Tierras Bajas de Bolivia y Argentina, pp. 261-284. Universidad Nacional de Jujuy. Nielsen, A. E.; M. M. Vázquez, J. C. Ávalos y C. I. Angiorama 2000 Prospecciones arqueológicas en la Reserva “Eduardo Avaroa” (Sud Lípez, Dpto. Potosí, Bolivia). Textos Antropológicos 11: 89-131. Universidad Mayor de San Andrés, La Paz. Núñez A., L. 1987 Tráfico de metales en el área centro sur andina: Factos y expectativas. Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología 12: 73-105, Buenos Aires. 1994 Emergencia de complejidad y arquitectura jerarquizada en la Puna de Atacama. Evidencias del sitio Tulán-54. En: M. E. Albeck (Ed.), Taller de Costa a Selva, pp. 85-115. Instituto Interdisciplinario de Tilcara. Núñez A., L., C. Agüero P., B. Cases C. y P. de Souza 2003 El campamento minero Chuquicamata-2 y la explotación cuprífera en el desierto de Atacama. Estudios Atacameños 25: 7-34. Núñez A., I. Cartagena, C. Carrasco y P. de Souza 2005 Quebrada Tulán: evidencias de interacción circumpuneña durante el Arcaico Tardío y el Formativo Temprano en la cuenca de Atacama. En: Resúmenes del Taller Procesos Prehispánicos en los Andes Meridionales, p. 33. Tilcara, Jujuy. Núñez A., L. y T. D. Dillehay 1979 Movilidad giratoria, armonía social y desarrollo en los Andes meridionales: patrones de tráfico e interacción económica (ensayo). Edición numerada 22, Universidad del Norte, Chile. Núñez A., L. y C. Moragas 1977 Una ocupación con cerámica temprana en la secuencia del distrito de Cáñamo (costa desértica del N de Chile). Estudios Atacameños 5: 21-49. Olivera, D. E. 1992 Tecnología y Estrategias de Adaptación en el Formativo (Agro-alfarero Temprano) de la Puna Meridional Argentina. Un Caso de Estudio: Antofagasta de la Sierra (Pcia. de Catamarca, R.A.). Tesis para optar al grado de Doctor en Ciencias Naturales, Facultad de Ciencias naturales, Universidad Nacional de La Plata, La Plata. Ms. Olivera, D. E. y D. C. Elkin 1994 De cazadores y pastores: el proceso de domesticación de camélidos en la Puna Meridional argentina. En GZC (Grupo Zooarqueología de Camélidos) (Eds.), Zooarqueología de Camélidos 1, pp. 95-124. Buenos Aires Orellana, M. 1988-89 Los tipos alfareros tempranos de Calar y su contexto aldeano. Paleoetnológica 5: 7386. Pimentel, G., I. Montt, J. Blanco y A. Reyes 2005 Prácticas de movilidad, intercambio socioeconómico e identidades sociales en las vías de circulación interregional: un caso de estudio en San Pedro de Atacama (II Región, Chile). En: Resúmenes del Taller Procesos Prehispánicos en los Andes Meridionales, pp. 35-36. Tilcara, Jujuy. Rees Holland, C. 1999 Elaboración, distribución y consumo de cuentas de malaquita y crisocola durante el Período Formativo en la Vega de Turi y sus inmediaciones, subregión del río Salado, Norte de Chile. En: C. A. Aschero, M. A. Korstanje y P. Vuoto (Eds.), En los tres reinos:

Prácticas de Recolección en el Cono Sur de América, pp. 83-93. Instituto de Arqueología y Museo, FCN e IML, Universidad Nacional de Tucumán. Rees H., C. y P. de Souza 2004 Producción lítica durante el Período Formativo en la subregión del Río Salado. Chungara Volumen Especial, Tomo I: 453-465. Rodríguez, M. F. 1999 Movilidad e intercambios durante el Arcaico en la Puna Argentina. En: C. A. Aschero, M. A. Korstanje y P. M. Vuoto (Eds.), En los tres reinos: Prácticas de recolección en el Cono Sur de América, pp. 111-120. Instituto de Arqueología y Museo, FCN e IML, Universidad Nacional de Tucumán. Rodríguez, M. F. y Martínez, J. G. 2001 Especies vegetales alóctonas como recursos arqueológicos en el ámbito puneño. Publicación especial Nº 8 de la Asociación Paleontológica Argentina, pp. 139-145, Buenos Aires. Santoro, S. y L. Núñez A. 1987 Hunters of the Dry Puna and the Salt Puna in northern Chile. Andean Past 1:57-109. Sinclaire, C. 1994 Los sitios de “Muros y Cajas” del río Loa y su relación con el tráfico de caravanas. En: M. E. Albeck (Ed.), Taller de Costa a Selva, pp. 51-74. Instituto Interdisciplinario de Tilcara. Ventura, B. 1994 Un verde horizonte de sucesos. En: M. E. Albeck (Ed.), Taller de Costa a Selva, pp. 301325. Instituto Interdisciplinario de Tilcara. Zaburlín, M. A. 2003 Movilidad pastoril y calidad de las construcciones de los puestos de pastoreo. Aplicación de estudios etnográficos al análisis del registro arqueológico. Estudios Sociales del NOA 6: 125-154. Instituto Interdisciplinario Tilcara.

Figura 1: a) Nódulos y/o núcleos, b) desechos de reducción, c) matrices, d) cuentas sin terminar y e) cuentas terminadas

Sustancias Minerales y otras materias primas Atacamita y Cu2 Cl(OH)3 Silvita K Cl Atacamita Cu2Cl(OH)3 Lepidolita y K (Li,Al)3 (Si, Al)4 O10 (F,OH)2 Papagoíta Ca Cu Al (SiO3)2 (OH)3 Develina Ca Cu4 (SO4)2 (OH)6 3H2O Arturita CuFe3+2(AsO4,PO4,SO4)2 (O, OH)2 4H2O Aragonita (I) Blanca Ca CO3 Aragonita (II) Verde y celeste Ca CO3 Cuarzo verde y turquesa Si O2 Valva (sin identificación específica) Filita (determinación macroscópica )

Sitio PP9 (Sectores I y III) N/N Ma DR CsT CT

Sitio CChM (1 y 4) N/N Ma DR CsT CT

X

-

-

-

-

-

-

-

-

-

X

-

-

-

-

-

-

-

-

-

-

-

-

-

-

X

-

-

-

-

X X X X -

X X X -

X X X -

X X X X X

X X X X

X X X X X -

X -

X X X -

X X X X -

X X X X X -

Tabla 1. Variedades minerales y materias primas identificadas, discriminadas por sitio y por etapas de la cadena de producción

Gráfico 1 a. Variedad de materias primas discriminadas por categorías para el sitio CChM

Gráfico 1 b. Variedad de materias primas discriminadas por categorías para el sitio PP9 I

Gráfico 1 c. Variedad de materias primas discriminadas por categorías para el sitio PP9 III

Figura 2. Categorías de la secuencia de producción de develina presentes: nódulos y/o núcleos, desechos de reducción, cuentas sin terminar de formatizar y artefactos terminados

Figura 3. Nódulos y cuentas terminadas en aragonita I

Figura 4. Muestra de algunos de los numerosos materiales recuperados en valva

Sitio CChM (1 y 4) PP9 (I) PP9 (III) Total general

nódulo y/o núcleo 22 18,33% 105 73,95% 7 53,85% 134

desecho cuenta cuenta reducción s/terminar terminada 2,52% 17 14,16% 17 14,16% 61 50,83% 4,22% 12 8,45% 17 11,97% 2 1,41% 1 7,69 % 5 38,46% 9 29 34 69

matriz 3 6 -

Total general 120 142 13 275

Tabla 2. Representatividad de las etapas de la cadena de producción

Gráfico 2. Frecuencia de representación de las diferentes etapas de la cadena de producción en cada sitio analizado

Formatización incompleta Integridad Entera Fracturada

Sitio CChM (1 y 4) PP9 (I) PP9 (III) Total gral.

5

Total incompleta

6,18% 15 18,52% 20

4 -

16% -

19 1

9

76% 16,7% 34

23 1

Formatización Total Total terminada general terminada Integridad Entera Fracturada

24,7% 54 66,66%

6

8,64% 61 75,3%

81

92% 16,7% 43

1 -

4% 7

25 6 112

1 5

4% 83,3% 56

2 5

8% 83,3% 64

Tabla 3. Relación entre estado de integridad y grado de formatización de los ejemplares

Gráfico 3. Relación entre estado de integridad y grado de formatización de los ejemplares

Sitio CChM (1 y 4)

Formatización

Aragon I

incompleta

2

10%

terminada

17 27,9% 19

Total CChM incompleta

3

13%

terminada

1

50%

PP9 I Total PP9 Total general

4 23

Aragon Arturita Develina Valva II 5 25 6 30 7 35 % % % 4 6,55 4 6,55 5 8,20 28 46 % % % % 9 10 12 28 2 8,70 9 39,2 8 34,8 % % % 50 1 % 2 9 8 1 11 19 20 29

Filita

N/d

-

-

-

-

-

-

3

4,8 % 3

1

4,3 %

-

-

-

-

-

-

1 1

3

Tabla 4. Relación entre grado de formatización de las cuentas y materia prima

Total gral. 20 61 81 23 2 25 106

Gráfico 4. Relación entre grado de formatización de las cuentas y materia prima

Figura 5. Conjunto de microperforadores de calcedonia procedentes de PP9 I

Figura 6: a) preforma de microperforador de sílice, la forma base es un producto bipolar; b), c) y d) productos bipolares de calcedonia, potenciales formas base de microperforadores.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.