¿Un sitio con vistas? Modelar y simular como vía para generar conocimiento en la dinámica espacial de grupos de cazadores-pescadores-recolectores del Campo de Gibraltar

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Descripción

¿Un sitio con vistas? Modelar y simular como vía para generar conocimiento en la dinámica espacial de grupos de cazadores-pescadores- recolectores del Campo de Gibraltar. Alfredo Maximiano Castillejo IIIPC; UC Senior PhD collaborator reseach [email protected] http://maximianocastillej.wix.com/alfredomaximiano

RESUMEN Reconocer e interpretar la dinámica espacial de grupos humanos con alta movilidad es una actividad compleja per se; y si el acceso a dicho grupo solo es posible desde el registro arqueológico, la complejidad del problema espacial se antoja mayor, no por la parcialidad del registro, sino por el modo en el que los investigadores/as seamos capaces de establecer enunciados coherentes, verosímiles y empíricamente contrastables acerca de cómo determinados conjuntos de evidencias llegaron a esta localización (sitio), qué función pudo tener dicho enclave y cómo aquel lugar puede aportar conocimiento sensible para la representación/caracterización de una dinámica espacial más compleja en relación con otras localizaciones vecinas en su devenir histórico y natural.

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Así, y en base al estado del arte, junto a una serie de presupuestos acerca de movilidad y organización espacial de grupos cazadores-pescadores-recolectores, y en función a las peculiares características del entorno, se plantea una argumentación estocástica acerca de cómo se distribuyen y por qué varían los sitios paleolíticos documentados en el Campo de Gibraltar, lo cual genera conocimiento útil sobre: i.) Relaciones verosímiles entre la localización de los sitios y conjuntos de variables. ii.) Evaluar si dichas relaciones muestran las suficientes fortalezas para refutar las hipótesis acerca de la organización espacial de aquellos grupos. Se usa una plataforma SIG para el análisis, para caracterizar y georeferenciar las posibles correlaciones entre conjuntos de variables y sitios. Esto permitirá outputs como: Modelización de condiciones ambientales, predicción en la localización de sitios, y simulaciones de agentes para contrastar modelos de organización espacial.

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PALABRAS CLAVE: Paleolítico en el Campo de Gibraltar; Predicción espacial; Simulación

Arqueología Espacial; SIG;

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The labor of recognize and interpret the spatial dynamics of human groups with high mobility is a complex activity; and if access to those groups is only possible from the archaeological record, the complexity of the spatial problem is increasing due to the way in which researchers establish coherent, credible statements and empirically testable about how certain sets of evidence came to the location (site), what role might have the enclave and how that place could provide sensitive knowledge representation / characterization of a complex spatial dynamics in relation to other neighboring locations on their historical and natural evolution. Thus, we are based on the state of the art, along with a series of assumptions about mobility and spatial organization of hunter-fisher-gatherer groups, and according to the peculiar characteristics of the environment, we propose a stochastic argument about how were distributed the Palaeolithic sites

documented in El Campo de Gibraltar in key of: i.) Relations between the location of the sites and sets of variables. ii.) To assess whether these relationships show sufficient strength to test the hypothesis about the spatial organization of those groups. GIS platform is used to characterize and georeferencing potential correlations between sets of variables and sites. This will allow outputs as: modeling of environmental conditions, prediction in locating sites, and simulations to contrast agent models of spatial organization. KEY WORLDS Palaeolithic in El Campo de Gibraltar; Space Archaeology; GIS; spatial prediction; Simulation

1. INTRODUCCIÓN

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El estado del arte acerca de la investigación sobre el devenir histórico de grupos sociales adscritos a cronologías del Paleolítico Medio y Superior en el Campo de Gibraltar (de ahora en adelante CdG) demuestra una emergente y activa línea de investigación como las referencias al uso lo demuestran (véase la producción de los Castañeda, Gilés, Ramos,..., entre otros). Es evidente que la convergencia de peculiaridades ambientales y antrópicas en el sector más meridional de la Península Ibérica, hacen de dicha zona un caso de estudio muy válido desde múltiples disciplinas científicas. De este modo, y en lo concerniente a cuestiones socio-históricas acerca de grupos humanos que ocuparon este sector durante el Paleolítico, la transversalidad de conocimientos que pueden ser contemplados para alcanzar una aproximación acerca de los modos de vida de aquellos colectivos, es una excelente oportunidad para abordar “viejos” problemas de la Arqueología y la Prehistoria Europea desde nuevos enfoques y entornos de solución.

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De este modo, y sustentado en los avances realizados sobre el registro arqueológico en dicha zona de estudio, y junto a aportaciones desde otras disciplinas, se lanza una propuesta sustentada en los argumentos de la Arqueología Espacial acerca de cómo se puede acometer el problema de la espacialidad sobre grupos del Paleolítico Medio en términos de enunciados verosímiles y empíricamente validables acerca de la gestión/interacción del espacio (físico y social) por parte de aquellos colectivos que en base a sus prácticas cotidianas (o puntuales) interactuaron en y con aquella porción de espacio.

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La solución que se propone en este trabajo parte de un enfoque que ya en la primera década del 2000 se encontraba plenamente desarrollado, y que muestra un notable afianzamiento en la Arqueología Espacial (Grove 2009, 2010; Hamilton et al 2007; 2016; Lock & Molyneaux, 2006; Llobera 2007, 2012, 2015; Maximiano y Prieto 2013, Silva & Steele,...entre otros), lo cual ha supuesto una renovación sobre los esquemas imperantes en la Arqueología del Paisaje. Ello posibilita la reformulación de ciertos problemas espaciales arqueológicos en clave de nuevas operativas (nosotros aquí trataremos algunos aspectos acerca de modelaje y simulación) en la forma de plantear, analizar y resolver determinadas cuestiones, abriendo así un nuevo espectro de soluciones, y lo que es más importarte: introducir nuevas estrategias en la percepción, formalización e interpretación de la dinámica espacial de grupos humanos cuyos estilos de vida se sustentan en una alta movilidad. Según nuestro enfoque, se considera que el registro arqueológico disponible (y el potencial) no es un factor limitante a la hora de estudiar determinados aspectos de la fenomenología espacial, pero tampoco el registro, y ciertas formas de análisis, son la única referencia posible desde la cual se pueda reconstruir interacciones espaciales inter-grupos y entre-grupos y aquel medio físico.

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Entendemos que la complejidad del problema espacial es mayor no en función de la parcialidad del registro, sino por el modo en el que los investigadores/as seamos capaces de establecer enunciados coherentes, verosímiles y empíricamente contrastables acerca de una serie de cuestiones que partiendo desde la materialidad de las evidencias arqueológicas, y junto a otros tipos de datos e información, sean capaces de derivar en implicaciones espaciales para responder a: i. Cómo determinados conjuntos de evidencias llegaron a esta localización: sitio; ii. Qué tipo de actividades se realizaron en dicho enclave; iii. Cómo aquel lugar puede aportar conocimiento sensible para la representación/caracterización de una dinámica espacial más compleja en relación con el medio y con otras localizaciones vecinas en su devenir histórico y natural. De este modo, si somos capaces de establecer un discurso interpretativo acerca de los tres epígrafes anteriores, probablemente, estemos ante un entorno de solución el cual será refutable empíricamente y además, posibilite el abordaje de otras tantas cuestiones que incidirán positivamente en la calidad de nuestra interpretación, donde con el término calidad queremos hacer referencia a la capacidad de contraste y verosimilitud de nuestros conjuntos de hipótesis.

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Sin duda, alcanzar estos resultados no es posible mediante la metodología al uso, en la cual la solución al problema espacial de la Arqueología del Paisaje pasa, necesariamente, por un solución sin un considerado apoyo cuantitativo, con plena adopción de una semántica no empírica (Bunge 2009:24); y que además se ha desarrollado desde diferentes enfoques: funcionalista, sistémico, dialéctico marxista, o inclusive postprocesual. De este modo, el espacio es atribuido a una serie de características que van desde el racionalismo funcionalista de ciertas escuelas procesualistas sustentadas en determinadas analogías etnográficas desde las cuales el espacio se percibe e interpreta como un mero contenedor de “cosas” (recursos líticos, alimento, territorios, transitabilidad, …); pasando por enfoques materialistas donde el espacio es una entidad apropiada y socialmente producida/mantenida por colectividades, constituyéndose en un objeto más de sus relaciones sociales de producción-consumo-reproducción. O como se plantea desde el postproceso: el espacio como algo vivencial y cargado de simbolismo por el cual la percepción/interpretación de motivos ideológicos como puedan ser los conjuntos de arte rupestre o la monumentalización del paisaje, lleva implícito los modos de usar y sentir el espacio por aquellos que lo percibieron. Sin duda, todas estas formas de entender la interacción entre espacio y los grupos humanos muestran componentes coherentes, y creemos que son fuente de causalidad a la hora de vertebrar el espacio. Pero también, consideramos que es muy difícil que puedan ir más allá de un argumento semántico no empírico, lo cual implica que la refutación de hipótesis se hace muy complicado en términos del proceder científico y a través de la cuantificación. Ahora bien, también es cierto que el objeto de estudio de la Arqueología (Espacial) no se presta a un modus operandi tal cual estipulan determinados objetos de estudio en las ciencias experimentales, como tampoco podemos implementar métodos cuantitativos al uso. Pero es más, en el ADN de la Arqueología Espacia ni tan siquiera podemos (o no queremos) trabajar desde entornos más flexibles/difusos como lo vienen realizando las ciencias de la Tierra, o incluso saberes científicos muy próximos al nuestro como son la Antropología y la Geografía. Esto es un serio handicap a la hora de proponer interpretaciones acerca de cómo aquellos grupos sociales interaccionaban con su medio, ya que nuestras soluciones semánticas no empíricas resisten tanto más cuenten con mayores volúmenes de datos arqueo-gráficos que tiendan a la ratificación de nuestros enunciados, y en tanto en cuanto, nuestro posicionamiento teórico esté en moda y permita generar un tipo de conocimiento (uso del espacio) posibilístico acerca de la fenomenología observada.

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Sin duda alguna, ha sido gracias al desarrollo y a la democratización de los medios digitales, y a las plataformas de gestión de contenidos espaciales (SIG) desde donde hoy en día la Arqueología Espacial comporta no solo la reformulación de una serie de procedimientos analíticos, sino que

posibilita establecer sinergias con entornos de trabajo, en los que sí podemos poner a prueba nuestras hipótesis acerca de cómo el espacio pudo haber sido gestionado; o lo que este trabajo considera más importante aún: ¿Hasta dónde podemos formular enunciados coherentes en base a los datos disponibles?, y ¿cómo podemos establecer relaciones sensibles entre esas evidencias arqueológicas y otros tipos de datos e informaciones acerca de una determinada fenomenología: el uso del espacio? Así, y en base al notable avance producido desde finales del siglo pasado en la investigación sobre el Paleolítico en el CdG, junto a una serie de propuestas que consideramos muy útiles e interesantes acerca de modelaje de variables (Arcila y Fernandez 2015), y simular dinámicas de movilidad y organización espacial de grupos caza-pesca-recolección (Hamilton et al 2016), se plantea una argumentación estocástica y flexible acerca de cómo se distribuyen y por qué pueden varíar los sitios paleolíticos documentados en el CdG, sustentado en dos componentes: la modelización de escenarios y la simulación de procesos. 2. PRESUPUESTOS Y ARGUMENTOS PARA EL PROBLEMA ESPACIAL ARQUEOLÓGICO: ¿UN SITIO CON VISTAS?

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Tras introducir brevemente el marco de este trabajo, se abordan los principales argumentos acerca de la estrategia de modelar y simular desde la cual dirigir la generación de conocimiento acerca de una fenomenología concreta: Espacialidad en grupos humanos del Paleolítico Medio en el extremo meridional de la península ibérica. El ámbito del problema a tratar es amplio y con un conjunto extenso, pero abarcable, de variables y eso es un primer e importante factor a tener en cuenta ante cualquier programa analítico/interpretativo que pretende arrojar conocimiento acerca de la apropiación, uso, gestión, e incluso del abandono de determinadas configuraciones espaciales por parte de colectivos sociales. Desde una perspectiva amplia y generalista son esos los términos en lo que la Geografía pretende generar conocimiento, y este ámbito es en el que la Arqueología Espacial se sustenta y debe partir. A semejanza con la Geografía, el objeto de estudio son las configuraciones espaciales - entendidas como la muestra tangible de lo que nosotros vemos en el espacio transformado-, o de manera más formal (Peponis 1997:2.34.1): “The term spatial configuration is used to refer to the structure of potential movement and copresence as determined by the placement of boundaries in space and by the connections and disconnections between areas that results from the presence of boundaries ”. Ahora bien, la divergencia más notable con la Geografía es que ni podemos ver la interacción de agentes con/en sus configuraciones y además, para reconstruir esas configuraciones solo tenemos acceso a una fracción de las consecuencias materiales de dichas interacciones, junto a la consideración de determinados eventos naturales (regresión/trasgresión marina, colmataciones, dinámica erosiva fluvial,...) y también antrópicos, más o menos recientes (intensa edificabilidad desde mediados del siglo XX) que ocultan/eliminan conjuntos de evidencias. Sin embargo, lo anterior no es óbice para poder alcanzar determinadas soluciones al problema espacial; todo lo contrario, desde la Arqueología Espacial debemos ser conscientes de hasta dónde pueden llegar nuestros argumentos interpretativos y cuánto podemos resolver del problema espacial en base a lo que sí conocemos, y lo que podamos argumentar dentro de unos márgenes de duda razonable. En otros términos, el punto de partida se centra en el siguiente argumento: Si disponemos de una población de x yacimientos arqueológicos distribuidos de determinada manera en el espacio, con un conocimiento acerca del devenir ambiental y el impacto de las modificaciones antrópicas sobre dicha región: ¿Qué y cuánto podemos conocer acerca de cómo eran las configuraciones espaciales de aquellos colectivos? Si trasladamos dicho argumento y preguntamos al caso que nos ocupa, podemos acceder a una fracción de los efectos materiales causados por agentes antrópicos a lo largo del tiempo (pongamos límites muy laxos entre el estadio isotópico OIS7: +- 200k años y el OIS3: +-50k años). De este modo encontramos un conjunto extenso de sitios arqueológicos (véase figura 1) -más de 50 casos-

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que presentan una serie de características locacionales patentes por sí mismas, que ya han sido abordadas y caracterizadas adecuadamente (véase determinados trabajos de la literatura al uso).

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Figura 1: Imagen tomada de Castañeda et al 2009:32. Muestra la localización de los sitios arqueológicos adscrito al Paleolítico Medio en el CdG. Existe una modificación para este trabajo en la imagen original en la que se incluyen los resultados de un ejercicio de clusterización espacial (en 6 grupos) en términos de distancias mediante el algoritmo partitivo K-medias (Software empleado: Past 3)

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Se hace evidente que con esa población, se pueden plantear determinadas hipótesis acerca de cómo pudo articularse este sector del CdG en aquellos momentos, y con aquellos agentes. Siguiendo los argumentos de numerosos investigadores, el espacio fue apropiado y gestionado acorde a un conjunto de pautas (véase por ejemplo Castañeda 2009; Castañeda et al 2005; 2008; 2009). Ahora bien, aunque estos enunciados son interesantes y necesarios a nivel de primer cuerpo de hipótesis y como solución semántica no empírica a un determinado problema, surge la necesidad de encontrar formas que permitan contrastar esas hipótesis más allá de una posición semántica. Proponemos la siguiente pregunta: ¿Cual es el grado de verosimilitud en términos de cómo de significativa es la evidencia documentada -junto a otros niveles de información existente- para poder establecer configuraciones espaciales desde las atribuciones corológicas a las que hace referencia el actual estado del arte? Esta pregunta no es trivial, como tampoco lo es ni el problema al que nos queremos enfrentar, ni al conjunto de hipótesis ya establecidas mediante las cuales se atribuyen ciertas configuraciones espaciales. En este contexto, nuestra pretensión no es desmontar la argumentación que se ha construido en estos años de investigación acerca de la materialidad arqueológica de grupos sociales Modo 2 y 3 (Achelense y Musteriense) en el CdG y sus posibles implicaciones acerca de la dinámica espacial de aquellos colectivos que produjeron este registro. Todo lo contrario, creemos muy necesaria la labor realizadas por los investigadores/as ya que sin la determinación de la materialidad y su contextualización, es poco probable alcanzar una atribución espacial plausible. Ahora bien, establecer configuraciones espaciales no responde a una mera consecuencia de la localización de dicha materialidad y de ciertas pautas percibidas en sus aledaños, sino a una necesaria convergencia entre cómo estudiar el espacio en términos de las múltiples y variadas componentes que posibiliten alcanzar argumentos empíricamente contrastables. Y en este sentido, las propuestas lanzadas por nuestros colegas presentan limitaciones.

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El espacio no es un mero sujeto paciente (contenedor de cosas), sino que es una estructura relacional (Santos 2000). Desde la Arqueología es una estructura fosilizada, en donde tienen cabida un conjunto extenso de acciones, sus productos/consecuencias materiales, reacciones, sus nuevos productos/consecuencias..., y así, sin solución de continuidad. De este modo, entender la

significancia e implicación de lo que es/pueda ser un sitio con vistas es ir más allá de descriptores locacionales desde los cuales intentan atribuir el uso y la función de lo que podamos entender bajo las atribuciones de: yacimiento, territorio, movilidad... (con esto último, somos conscientes de que nosotros mismos incurrimos en cierta ambigüedad ya que designamos implícitamente al espacio ciertos rudimentos que implican las nociones de posesión y gestión en base a la atribución de unas etiquetas determinadas). Así, el caso que nos ocupa presenta una serie de características que posibilitan un cambio en el paradigma imperante de espacio-contenedor y del paisaje-objeto. Con ello, y a continuación realizamos una valoración acerca del conocimiento existente, y discutimos sobre cómo se ha abordado el problema y cómo nosotros lo tratamos: ¿Qué es lo que vemos desde un sitio con vistas?. A colación, ilustramos algunos ejemplos de nuestro argumento mediante la introducción del uso de modelos estocásticos y visuales, y desde ahí proponemos lanzar determinadas simulaciones para generar entornos verosímiles sobre posibles comportamientos de los agentes en el espacio y cómo podría ser una configuración espacial en donde convergían determinados aspectos ambientales y sociales: Entonces,... ¿Cómo podemos ver desde un sitio con vistas? Con esta hoja de ruta, creemos firmemente en la generación de un conocimiento que sea empíricamente contrastable, el cual demuestre un conjunto de correlaciones (positivas, negativas o ausencia) entre variables desde donde interpretar y en su medida re-orientar el proceso de investigación hacia nuevos niveles de contradicciones, y lo que quizás sea más importante: Determinar el grado de fiabilidad en la interpretación alcanzada armonizando las evidencias con lo que se puede investigar y hasta dónde podemos llegar en nuestras interpretaciones.

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3. ¿QUÉ ES LO QUE VEMOS DESDE UN SITIO CON VISTAS?

Partimos de la bibliografía al uso, en la cual existe una descripción detallada acerca de la dinámica evolutiva y el actual estado de condiciones topográficas, geográficas, ambientales y también, acerca de la actual dinámica poblacional/industrial del CdG. Desde la Arqueología, numerosos investigadores han trabajado -y siguen trabajando- acerca del registro material de esta zona. Cabe destacar la dinámica e intensa labor de los colegas de la UCA coordinado por el Dr. V. Castañeda, que cuentan con numerosos trabajos en torno al estado del arte (Castañeda 2001), el análisis de los conjuntos de evidencias líticas, la caracterización y vinculación de la geomorfología del CdG y los yacimientos..., entre otros. Lo cual ha generado un significativo volumen de conocimiento acerca de grupos sociales vinculados al Modo 2 y 3 en el marco del GdC. Dentro de esa línea de investigación, también existen hipótesis acerca del uso/gestión del espacio. Así, siguiendo los argumentos que proponen en diferentes publicaciones el Dr. Castañeda (por ejemplo véase en Castañeda et al 2008, 2009...) el CdG, bajo los Modos 2 y 3 representaría un escenario en el que ciertos grupos ocuparon esa zona bajo un modo de itinerancia, en donde la accesibilidad y permanencia responde a la estacionariedad puntual en el uso/aprovechamiento de determinados recursos bióticos y abióticos. Además, este mismo investigador propone al CdG (Castañeda 2008) como un referente en el acceso/punto de partida hacia entornos mas abruptos de las estribaciones de los sistemas béticos (Serranía de Ronda) mediante el tránsito por los valles/corredores fluviales de los ríos Hozgarganta y Guadiaro emplazados en su desembocadura en el sector oriental del CdG y sus nacimientos dentro de dichas sierras. El acceso al CdG desde el occidente sería gestionado por el relativamente fácil acceso que aporta el corredor fluvial del río Palmones y su conexión con la zona endorreica de la antigua laguna de la Janda. En esa propuesta sobre el uso del espacio en el GdC, los investigadores reconocen conjuntos de estrategias implementadas por aquellos colectivos en aras al control y a la racionalidad que implica el conocimiento y la explotación intencional sobre un medio determinado. Así, se alcanza a construir una interpretación plausible sobre determinadas prácticas sociales en el espacio, y la relevancia que aquellos agentes tuvieron al ponerlas en funcionamiento. Es obvio, que los

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argumentos de estos investigadores muestran solvencia en sus enunciados entre el registro y sus connotaciones en clave espacial. Ahora bien, en términos de consistencia empírica acerca de la espacialidad en aquellos colectivos, detectamos fallas significativas. Somos conscientes que la oportunidad que brinda el estudio de la materialidad arqueológica lleva implícito determinadas cuestiones espaciales, como por ejemplo: estimar la procedencia local o alóctona de materias primas nos indica si existen o no dinámicas de circulación e intercambio de bienes entre áreas distintas. Pero no todo el registro material es objeto directo de ciertas consideraciones espaciales como puedan ser: la certificación acerca de procesos de movilidad, territorialidad, estacionariedad/acceso a recursos..., ya que alcanzar resultados verosímiles y estadísticamente significativos, excede el tratamiento que se pueda dar desde una aproximación y necesita de una investigación ex profeso sobre ello. De ahí que nuestra crítica se sustenta en la necesaria acotación entre lo que pueda aportar el registro, otras fuentes de datos/información y qué es lo que se puede plantear y resolver desde la Arqueología Espacial. En base a eso, proponemos el uso de unos medios que nos permitan balancear enunciados espaciales con los conjuntos de evidencias registrados (antrópicos y ambientales) mediante el concurso de la modelización y la simulación. Con ello, pretendemos alcanzar conjuntos de relaciones verosímiles entre la localización de los sitios y series de variables, que permita evaluar (mediante procesos de simulación de escenarios) si dichas relaciones muestran las suficientes fortalezas para refutar las hipótesis acerca de la organización espacial de aquellos grupos que ocuparon el CdG.

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De manera sintética, queremos centrarnos en discutir tres aspectos sobre el proceso de investigación espacial vigente. En primer término, entendemos que el problema entre las propuestas de uso del espacio y el conjunto de evidencias se debe a las características propias acerca de la mayoría de los sitios que responden a hallazgos en superficie -o puestos en superficie por determinadas causas-. Sin duda, aquellos sitios son una fuente de evidencia, pero no pueden aportar un contraste más de lo que pueda aportar el análisis sobre la materialidad y determinadas cuestiones acerca de su localización. Es decir, frente a las garantías que aporta un yacimiento en estratigrafía y excavado sistemáticamente (como es el caso de sitio de Algetares, Castañeda et al 2009) donde sí se pueden contrastar cuestiones referidas a la formación del registro, como también ciertos aspectos vinculables a su interacción con el medio (por ejemplo: cronologías numéricas, actividades realizadas en el sitio y acciones que deformaron al registro arqueo-lógico...); un elevado porcentaje de los sitios documentados por la investigación del Paleolítico en el CdG responden a una distribución en superficie vinculada a la presencia de restos líticos, en donde no se han preservado otro tipo de evidencias (estratigrafía). Se debe tener muy presente, por consiguiente, cómo ha sido la formación y la preservación de estos conjuntos observables en el presente. Lejos de una crítica a las limitaciones de esas evidencias, sí confiamos en que estos casos ya han generado, y aún puedan generar más conocimiento, y lo que es más significativo: aportan ciertos parámetros de cara a la estimación de calidad (nivel de verosimilitud) en los modelos y simulaciones. En segundo término, abordamos la interacción entre paleo-ambiente y el registro arqueológico. En base a las caracterizaciones alcanzadas desde otras disciplinas acerca de la geomorfología, clima, fauna... en el GdP, creemos que son acertadamente puestas en relación con las evidencias arqueológicas, pero también consideramos que (aún) no son explotadas en la medida de sus posibilidades para un enunciado espacial, ya que cabe preguntarse: ¿Por qué los sitios están donde están? Por ejemplo, es obvio que existe conexión entre la geomorfología, tanto de las terrazas fluviales y de las marinas en donde se han documentado la presencia de sitios, pero el cómo han podido afectar las regresiones/transgresiones del mar -como también ciertos eventos fluviales- a la depositación o remoción del material arqueológico existente en estas terrazas y en qué tipo de escenarios ambientales se podrían situar a los grupos de cazadores-recolectores en los extremos climáticos de frío-calor, es un tema que aún la investigación no ha desarrollado. A colación de esto, pensamos en una tercera discusión acerca de la interacción de grupos sociales

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entre sí a lo largo de su devenir temporal, es decir: ¿Qué hace visible las practicas de gestión/uso de un espacio?, o más detalladamente, y siguiendo los argumentos de las hipótesis al uso: ¿Cómo podemos apreciar la estacionariedad o el uso puntual o continuado sobre diferentes tipo de recursos asociados a esas localizaciones? Tanto Antropología, Etnografía y Etnoarqueología han evidenciado en múltiples estudios sobre sociedades con alta movilidad, lo complejo que es la detección y atribución causal de prácticas sociales en el espacio. Dicho problema se intensifica más si cabe, si se pretende caracterizar e interpretar estrategias espaciales de aquellos colectivos en base a una fracción de sus consecuencias. Así, no cuestionamos las hipótesis acerca de cómo pudo ser usado el espacio en el CdG por grupos humanos en el Paleolítico, sino cómo podemos alcanzar formas que nos permitan describir y caracterizar aquellas configuraciones espaciales que necesariamente se asocian a un tipo de uso del espacio que se materializó desde una serie de entidades: Movilidad, estacionariedad, oportunismo, conocimiento/desconocimiento de recursos... Por todo ello, y en base a que en varias publicaciones aparecen argumentos que afirman que en las proximidades o en las mismas cuencas fluviales -y las terrazas marinas- eran los escenarios en el que se desarrollaron ciertas actividades de producción y probablemente también de consumo, nosotros nos planteamos si el hecho de documentar solo la presencia de evidencias antrópicas en esos escenarios podría facultar otra opción distinta a estos restos. Es decir, nosotros nos cuestionamos acerca de qué ocurre con procesos posdepositacionales que han podido ocultar o revelar determinadas evidencias; o qué distorsión induce no poder prospectar en ciertas áreas donde la cobertura vegetal en la actualidad es muy densa; o cuál es el peso de la presencia de estructuras antrópicas actuales que de manera directa, o indirecta, impiden la percepción de evidencias (pensemos en la densa antropización de zonas del GdC con mucha potencialidad en albergar conjuntos de evidencias Prehistóricas e Históricas, como son los emplazamientos de núcleos urbanos y las grandes extensiones industriales y comerciales). Solo la discusión de estos tres aspectos excedería los límites de esta publicación, pero es evidente que deben ser mencionadas para alcanzar una impresión básica acerca de las implicaciones que nos pueden llevar a entender cómo podemos abordar y resolver el problema de la espacialidad.

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Sin duda, lo que podemos ver desde un sitio con vistas tuvo que ser algo más que un enclave en donde la presencia/ausencia de algunos tipos de restos, y donde la orientación, pendiente y distancia a determinadas “cosas”, eran los elementos que únicamente gobernaban su atribución e integración dentro de un conjunto de localizaciones desde las cuales poder constituir posibles configuraciones espaciales y explicar cómo fue gestionado el espacio por parte de aquellas colectividades.

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4. ENTONCES,... ¿CÓMO PODEMOS VER DESDE UN SITIO CON VISTAS?

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Según lo expuesto en el anterior apartado, los datos compilados y los múltiples niveles de información disponible posibilitan un tratamiento del problema espacial desde nuevos enfoques. Nuestra propuesta de un programa analítico más diversificado debería establecer y consolidar un avance cualitativo en torno a las posibles configuraciones espaciales que grupos humanos del Modo 2 y 3 pudieron llevar a cabo sobre la región, objeto de estudio. Para ello, debemos entender cuál es el valor heurístico acerca de los diferentes y múltiples datos e informaciones existentes para dar respuesta a dos cuestiones básicas: ¿Cuánto puedo saber acerca de la fenomenología que quiero tratar?; y ¿cuál es el grado de verosimilitud que puedo alcanzar? Así, lo que pretendemos es modelar para establecer correlaciones entre variables, tanto de manera numérica (covarianza y probabilidad), como gráfica (MDT y consultas espaciales acerca de determinadas variables aisladas y en relación a otras). Desde esos modelos podemos simular, es decir, hacer correr los modelos bajo diferentes parámetros/escenarios, lo que nos permite la evaluación de hipótesis y la generación de nuevo conocimiento.

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Según el fenómeno de estudio (n=55 sitios), y si partimos desde una aproximación genérica en torno a las localizaciones y el grado de agregación espacial que existe entre ellas, el resultado del

análisis muestra una serie de concentraciones de sitios en torno a 6 clusters (figura 1), y lo que llama notablemente la atención: el aparente aislamiento de otros tantos casos (n=11) (figura 2). Como esta exploración es a ciegas y solo está referida a criterios de agregación espacial, es muy probable que no exista ninguna singularidad en este subconjunto de entidades desagregadas frente al resto de casos, ¿o no? Es decir, determinar que ciertos sitios se encuentran estadísticamente separados del resto no solo es un enfoque simple y de corte mecanicista, y debería, per se, ser una información de escasa o nula relevancia en tanto en cuanto estamos trabajando con un arco temporal muy amplio (más de 100k años). De este modo es lógico y esperable que se perciban una serie de sucesos que se encuentren fuera de la desviación típica.

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Figura 2: Imagen tomada de Castañeda et al 2009:32. Se han enmarcado en azul los sitios que quedan fuera de los 6 clusters. Realizado desde software estadístico Past3

Por contra, cabe destacar lo significativo en el modo de la recurrencia espacial a un conjunto de localizaciones próximas entre sí en torno a esos 6 clusters, que probablemente deben estar estrechamente relacionadas con la convergencia de una serie de condiciones ambientales. Así, será muy probable que estemos ante un evento de repetición en el comportamiento humano, ya que se muestra un notable interés en emplazarse en localizaciones sino similares, sí significativamente próximas entre sí, con lo cual se cumpliría la premisa de intencionalidad espacial. Esto posibilita el reconocimiento acerca de una tendencia en un comportamiento determinado, en el cual los grupos estarían usando el espacio acorde a unas determinadas pautas. Pero si observamos con más detalle el test de agregación, vemos que en torno al 20% de dicha población no cumple los requisitos de concentración, y sin duda, esto debe incidir en el grado de verosimilitud de nuestra hipótesis, donde la significancia estadística acerca de lo que conocemos como agregación espacial y su posible implicación social: recurrir a un mismo lugar para ejecutar determinadas tareas, queda un tanto en entredicho. Es evidente, que atendiendo al objeto de estudio y otras circunstancias propias, pretender alcanzar un 98% de confianza en el análisis no es algo realista, ahora sensu estricto estaríamos en torno a un 80% de casos que sí cumplirían la agregación espacial. Este resultado puede ser más verosímil en tanto sepamos cuáles han sido las vías en la detección de esos sitios, ya sean hallazgos fortuitos, fruto de estrategias de prospección, y qué tipo de factores causales podrían haber intervenido en la visualización/ocultamiento de las evidencias. Ya que de momento no podemos acceder a dicha información, entendemos que las agrupaciones de sitios, aparte de la propia singularidad y diferenciación de unos con otros, también podría deberse a una serie de causas como pudieran ser la existencia de palimpsestos en base a la sucesión temporal de posibles re-ocupaciones. La presencia de determinados sesgos en la delimitación de los sitios, donde un mismo lugar pudiera abarcar amplias extensiones de terreno, lo que hace es atribuir varios sitios a lo que fue una única

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localización. Según lo dicho, disponer de un análisis pormenorizado acerca de aquellos outlines pudiera albergar una fuente potencial de conocimiento no solo en sí mismos, sino de cara a la interpretación de estos clusters. Ahora bien, somos conscientes que la comparación de la materialidad lleva hacia cuestiones (por ejemplo, formas de normalizar los conjuntos muestrales para que sean comparables entre sí) acerca de cómo establecer dichas comparaciones, ya que debe existir una amplia variabilidad en la cantidad y cualidad de restos adscritos a cada localización. Sin duda, un tema muy interesante y necesario el cual afecta a las implicaciones de esta propuesta, pero que excede el marco de esta publicación. La construcción de modelos plausibles, que nos ayuden en la interpretación sobre determinado fenómeno se sustenta en una argumentación estadística en la que podamos contar como mínimo con un análisis de la covarianza (determinación del grado de variación conjunta de dos variables), y una estimación de la probabilidad (cuánto de probable es que un evento suceda). De este modo, los sitios arqueológicos asumen el papel de variable dependiente y los factores ambientales (topografía, clima, vegetación, acceso a recursos,...) serían el conjunto extenso, pero abarcable, de variables independientes que coexisten en el medio físico. Por otra parte, para que el análisis tenga más fiabilidad, será necesario incluir otras tantas variables independientes que se encuentran vinculadas al comportamiento humano y sus límites fisiológicos, mediante las cuales se describan determinadas pautas inherentes a las estrategias de movilidad en dichos grupos. Lo que en partes sucesivas de este trabajos se tratará bajo el concepto de Movilidad residencial (Hamilton et al 2016). Entendemos que esta posición tiende al determinismo, donde la capacidad de interacción entre agentes y medio queda prácticamente supeditada a las condiciones del entorno. Pero esto se procura balancear desde ciertos aportes que la literatura etnográfica relata y ha certificado, al reconocer que estos grupos sociales respondían a unas dinámicas de bajo impacto en la transformación del medio. Esto no lleva implícito el cuestionamiento de la capacidad de decisión y de formular ciertas estrategias por parte de aquellos grupos a la hora de relacionarse con el medio, pero sí se toman en cuenta ciertos límites. De este modo, la elección de un sitio debió estar en función de la concurrencia, o no, de determinados factores, ergo los sitios arqueológicos que han sido detectados y caracterizados eran emplazamientos en donde convergieron toda una serie de circunstancias que posibilitaban la ejecución de ciertas actividades antrópicas tales como: el acceso a recursos (líticos, bióticos), la protección a ciertas condiciones ambientales,... El problema al que nos enfrentamos ahora es determinar estas variables, cuantificarlas, analizar la covariación y determinar la probable influencia que tuvieron para con la elección del sitio. En base a esos resultados, se puede construir modelos numéricos, y también gráficos acerca de cómo son las relaciones entre variables y discernir porqué ciertas localizaciones fueron atractores/repulsores de la realización de determinadas actividades humanas.

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El punto de partida para la creación de modelos espaciales se sustenta en dos axiomas, i.) Si no existiera ninguna relación entre variables, la distribución de sitios sobre la región objeto de estudio, respondería a una estructura aleatoria; y eso no es lo que vemos en los mapas de distribuciones de yacimientos (véase el mapa de distribución de casos que estamos usamos de Castañeda et al 2009:32) donde los sitios aparecen con claras tendencias al modelo de agregación espacial. En la figura 1, hemos definido hasta 6 clusters y en figura 2, hemos caracterizado hasta 11 sitios significativamente disgregados, pero que a su vez comparten tendencias. Esto lleva al segundo axioma, ii.) Ante la heterogeneidad de configuraciones ambientales que brinda el medio, y según los casos documentados, existe una clara tendencia hacia la atracción sobre determinadas características (proximidad a entorno fluvial y terrazas marinas) y la repulsión ¿sistemática? hacia otras (zonas de elevada escabrosidad, planicies abiertas,...). Ante estas circunstancias, proponemos un entorno de modelización cuantitativo y flexible acerca del análisis de variables para la construcción de modelos que sirvan en la determinación de las causas que participaron en la localización de yacimientos. Ello posibilita una aproximación a las

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configuraciones espaciales, y por consiguiente, a la construcción de enunciados acerca de cómo pudo ser gestionado el espacio por parte de los grupos humanos. En este sentido, seguimos los principios de la propuesta de M. Arcila y A. Fernandez (Arcila y Fernandez 2015) como una forma de tratar la modelización espacial del GdC. Estos autores proponen en su estudio el contraste de hipótesis acerca de una dependencia espacial entre la vegetación y el emplazamiento de sitios/asentamientos en todo el devenir histórico de la actual provincia de Cádiz, centrados en lo que sucede en la comarca de la Laguna de la Janda y orientados sobre el papel que pudo haber protagonizado una especie vegetal concreta: Olea europaea var. Sylvestris, comúnmente conocida como el acebuche. A nivel de procedimientos implementados y resultados obtenidos en dicho estudio, cabe destacar cómo los autores logran recrear ciertas correlaciones entre variables ambientales y la localización de sitios. Sus análisis de covarianza (mediante la aplicación de modelos ANCOVA) permiten medir y establecer relaciones entre variables, pero para lo que nosotros es más significativo de ese estudio, es la aplicación de análisis de probabilidad en base al grado de entropía (nivel de orden/desorden que existe en un sistema) (software GNU: MaxtEnt, disponible en https://www.cs.princeton.edu/~schapire/maxent/). Un enfoque bastante implementado en diferentes ramas de la Ecología, pero de escaso calado en casos arqueológicos (Politis et al 2011). Con ello, los autores alcanzan unos resultados muy interesantes, ya que logran contraponer la localización de yacimientos con una serie de variables independientes (procedentes de MAPA; Modelo Andaluz de Predicción Arqueológico) que a través de la caracterización del medio físico (Arcila y Fernandez 2015:214) alcanzan unos resultados en base a la modelización de cada una de las variables (un total de 14) y su relevancia a la hora de relacionarse con las localizaciones de los sitios arqueológicos pertenecientes a diferentes momentos históricos. Junto a eso y desde una plataforma SIG, se superponen diferentes capas de información vectorial nativa y derivada, que caracterizan a determinadas entidades (series de vegetación potencial), haciéndose cuantificables y visibles las relaciones entre dichas variables y las localizaciones de sitios arqueológicos. Lo más significativo de ese trabajo, indistintamente a los interesantes resultados que alcanzan sus autores, es el modo en cómo abordan el objeto de estudio: los sitios arqueológicos y la determinación de las posibles causas de su emplazamiento. Creemos que esta es la manera más adecuada de abordar, analizar y resolver los posibles modos de articular el espacio en determinados casos arqueológicos. De este modo, queremos incidir en los análisis que efectúan estos investigadores (Arcila y Fernandez 2015:215) cuando generan un gráfico denominado: Ganancia estadística por variables independientes, en el cual se visualizan cómo y cuánto los yacimiento de cada periodo histórico (Paleolítico, prehistoria reciente, Protohsitoria, Roma Medievo y Actual) están en función de las variables independientes.

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Figura 3: Imagen tomada de Arcila y Fernández (2015:215), en donde se cuantifican los valores de cada tipo de yacimiento en función a las 14 variables independientes del MAPA. Destacamos en subrayado naranja, 4 variables significativas y con una estrella, las tres con mayor representación para la variable dependiente: yacimiento paleolítico.

Se puede apreciar como todas las series son coherentes en sus resultados. Por ejemplo, las variables definidas como: “cuenca visual” y “vías pecuarias” muestran un exiguo grado de significancia para los sitios paleolíticos, mientras que la primera variable es muy significativa para sitios adscritos a lo que los autores han vinculado a la Edad Media, y la segunda, es muy relevante para sitios pertenecientes a los sitios actuales/contemporáneos. Centrados en el caso del paleolítico (n = 101 para toda la provincia de Cádiz), queremos mencionar el conjunto de variables que son significativas en el análisis (7). Según la representación de la figura 3, las variables subrayadas en naranja (4) son las que muestran una mayor relación con los emplazamientos, en donde se localizan los sitios. Destaca el peso de las variables independientes: “distancias a los principales ríos”, “morfología del terreno” y “orientación”.

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La fortaleza del caso expuesto incide en que desde este modelo numérico, se pueden trazar ciertas connotaciones acerca de la configuración espacial en la que se encontraron aquellos sitios, mostrando determinadas pautas acerca de cómo los grupos humanos interaccionaron con el medio. Además, estos resultados empíricos estarían validando parte de los argumentos semánticos no empíricos propuestos por investigadores acerca de la gestión del espacio (véase Ramos y Pérez 2008; Castañeda 2008, Castañeda et al 2009, entre otros). De este modo, si pudiéramos desarrollar un análisis exhaustivo sustentado en estos términos sobre los sitios del GdC, creemos que no solo alcanzaríamos una determinación cuantitativa y refutable acerca de la relación entre variable dependiente (sitios) y las independientes; sino que además, impactaría en ciertos esferas del caso que nos ocupa, pudiendo así optimizar procesos como la planificación de la prospección, y en la determinación de qué sitios son sensibles a una intervención arqueológica sistemática, para desde ahí poder abordar y/o resolver determinadas cuestiones acerca de la espacialidad de aquellos grupos.

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Otros tipo de modelos desde los que proponemos trabajar, y que se complementan con los numéricos, se constituyen en torno a las series de salidas gráficas en donde los imputs son múltiples y las variadas colecciones de datos georeferenciados (datos vectoriales y raster integrables en un

MDT) los cuales son procesados en plataforma SIG (usamos licencia GNU: QGIS) para la obtención de determinado tipo de información. Así y a un primer nivel, se puede establecer una caracterización acerca del territorio en términos de cómo son ciertas variables, por ejemplo: el nivel de escabrosidad/rugosidad del terreno, análisis de las pendientes, orientaciones... Toda esta caracterización posibilita un segundo nivel en donde las operaciones como la re-clasificación del terreno desde la selección de ciertas variables atendiendo a determinados umbrales de valor. De este modo, trabajaríamos con enunciados del tipo: visualizar zonas con rugosidad entre 0 y 2.5, que entre ellas la distancia sea menor a 1.5km y se emplacen a una distancia menor de 3km a presencia de agua y/o a 2km de una zona endorreica. El resultado será un outputs visual con la selección marcada, el cual puede ayudar en la contextualización de algunos sitios, o por ejemplo, puede optimizar determinados procesos como la prospección dirigida a los lugares que el mapa ha señalado.

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Figura 4: Configuración de capas desde QGIS: Relieve (superior izquierda), pendiente (superior derecha), índice de escabrosidad (inferior izquierda) y zonas con pendiente menor al 4% (inferior derecha). Elaboración propia para este trabajo. (Fuente: IGN, Hoja 1075 datos raster MDT 5m)

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En la figura anterior, se muestra la sucesión de capas para elaborar un modelo acerca de varias características del terreno, sustentado en datos topográficos del MDT de una zona próxima a la Bahía de Algeciras (la localidad de los Barrios y desembocadura del río Palmones, en torno a una superficie de unos 35km2). En primer lugar, construimos el modelo de relieve. A continuación, se genera el mapa de las pendientes (que va de 0-25%, en cinco tramos). Desde ahí, se propone el índice de escabrosidad (de 0 a 5 en cuatro intervalos de intensidad), el cual determina cuán abrupto es el cambio de los valores de la pendiente. En base a lo anterior, se elabora una capa (en el inferior derecho) en donde se visualicen áreas que presentan pendientes menores al 4% -tonalidad rojamientras que en tonos crema, se muestran las áreas que están por encima de ese parámetro. Desde estos modelos, podemos estudiar posibles relaciones entre el emplazamiento de sitios en zonas significativamente planas, y que además, no llegaron a estar sumergidos o en localizaciones muy próximos al límite de láminas de agua en eventos de transgresión marina. Para ello, realizamos diferentes tipos de simulaciones acerca de cómo pudo ser dicha transgresión atendiendo a las subidas y bajadas del nivel de mar. Por motivos de extensión de este trabajo, y por determinadas razones epistemológicas acerca de cómo desarrollar tanto la caracterización como la construcción de información sensible para

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efectuar el modelado y la simulación de configuraciones espaciales en grupos sociales Modo 2 y 3, tan solo nos centrarnos en un ejemplo de simulación donde intentamos conciliar la localización de los yacimientos, ciertas cuestiones ambientales (estadios isotópicos) y junto al modelo de variables topográficas del terreno, creamos simulaciones sobre la dinámica de transgresión marina (aquí solo presentaremos eventos de subidas del nivel del mar) y cómo ello pudo incidir en torno a la configuración del paleo-paisaje en ciertos sectores CdG. Con este ejercicio no podemos alcanzar una atribución directa acerca de cómo el espacio fue gestionado por parte de aquellos grupos que lo habitaron, ya que la complejidad del problema excede la capacidad interpretativa de esta simulación. Pero lo que sí posibilita, es aportar una nueva visión a un escenario en el cual aún teniendo ciertas nociones acerca del mismo, mediante la simulación se puede establecer una aproximación más sensible. Con ello, no solo se pueden visualizar ciertas condiciones del medio en el que los sitios se emplazaran, sino que esa simulación nos permite aproximarnos a que áreas pueden ser excluidas o son de considerable dificultad para aportar algún tipo de evidencia arqueológica. Además, se pueden construir hipótesis que estimen la probabilidad en ubicar otros tantos sitios en función de qué convergencias/ausencias de condiciones se den en función a la proximidad/lejanía a los límites en las simulaciones de la lámina de agua.

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Figura 5: Ejemplo de simulaciones de lámina de agua en los aledaños del sitio arqueológico La Almoguera, emplazado en un pequeño promontorio (16 msnm) al costado N. de un meandro del río Palmones. A la izquierda superior, estado actual. Superior derecha, incremento de la lámina de agua en torno a 2.5m. Inferior izquierda, incremento de 4.2m. Inferior derecha, máximo de recrecimiento simulado con 6 m. Realizado desde el algoritmo nivel de agua (Global Mapper Software)

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Tomamos como referencia básica el cuadro que aparece en Castañeda et al 2008:12 acerca de la escala de isotopos de oxígeno a partir de sondeos oceánicos profundos en los cuales se describen los Estadios Isotópicos (OIS) de alternancia entre periodos cálidos-fríos. En dicha alternancia climática, se producen las oscilaciones en el nivel del mar. Ante el frío, las masas de hielo son mayores, lo cual hace que el nivel del mar disminuya, y a la inversa, en eventos cálidos. De este modo, las transgresiones marinas (y su incidencia en contextos fluviales) representan eventos de inundación sobre ciertos sectores, siendo esta dinámica la que queremos recrear en la simulación: diferentes escenarios con diferentes incrementos en la lámina de agua (nivel del mar) desde la cual se pueden apreciar no solo zonas que estuvieron inundadas, sino cómo cambia la fisonomía en zonas aledañas. La oscilación de la lámina de agua con la que trabajaremos cuenta con un máximo de incremento del nivel en torno a los 6 m. Este valor no se refiere a que de manera uniforme el mar pudiera haber crecido tal que así, como del mismo modo el modelo topográfico actual que

empleamos se ajuste fidedignamente a la topografía de hace 300-100k años! Ese parámetro en el incremento es una estimación en base a fuentes (Castañeda et al 2008:12: “...Con carácter global se considera que a lo largo del Cuaternario tan solo durante el interglacial correspondiente al subestadio isotópico 5e (entre 130.000 y 122.000 años) el nivel del mar se situaba por encima del actual, calculándose en +5 m dicho desnivel.”) y a la consideración acerca de un mayor caudal en determinados ríos de la zona. Todo lo cual podría incidir en la manera puntual/estacional (si fuera bastante plausible) en los valores de incremento en el nivel de la lámina de agua en torno a esos 6m. Se proponen dos escenarios, en donde simular ese incremento: en las terrazas fluviales y la desembocadura del río Palmones, en relación al sitio La Almogera y la localidad actual de los Barrios (en cuyo casos urbano y alrededores existen documentados otros tantos sitios), y en las terrazas marinas situadas próximas a la desembocadura del río Guadiaro, en relación a los sitios Guadalquiton y Punta Mala. (véase los conjuntos de figuras generadas en el apartado de anexos) Simular láminas de agua es una aplicación común en Ingeniería hidráulica, en donde se realizan procesos de cálculo sobre MDT basados en algoritmos de volúmenes finitos, mediante los cuales se pueden reproducir eventos relacionados con caudales fluviales, corrientes marinas y con fenómenos de inundación. En base a ello, hemos realizado un conjunto de simulaciones de lámina de agua para saber hasta dónde pudo llegar el avance del mar desde la actual línea de tierra. Los resultados de las simulaciones muestran un cambio significativo en torno a la fisonomía de las zonas propuestas, y al cambiar esos rasgos, es muy probable que ciertas perspectivas sobre el uso del espacio puedan ser objeto de revisión. El tipo de simulación que hemos mostrado, es solo una de las tantas posibles que se puedan realizar. Así, por ejemplo, si se dispone de suficientes datos se puede modelizar la vegetación (desde un MPV), y construir simulaciones en torno a posibles escenarios de vegetación bajo ciertas premisas donde en fases de transgresión marina y condiciones climáticas más cálidas mostrarían ciertas tendencias en la distribución y presencia de determinadas especies, las cuales se supone que deberían ser significativamente distintas a las existentes en eventos de regresión (climas más frío). Siguiendo este argumento, también se considera interesante la posibilidad de efectuar modelos acerca de la geomorfología para simular escenarios como la presencia de áreas endorreicas, entrar a más nivel de detalle con la litología en función al abordaje de visibilidad/ocultamiento acerca de determinados afloramientos, ajustando así cuestiones referidas a fuentes de aprovisionamiento,... Todo ello generaría una reconstrucción holística e integradora acerca del medio con el que aquellos grupos interaccionaron poniendo así en perspectiva, tanto a las distribuciones de los conjuntos de sitios documentados, como los cambios detectados en función a las evidencias (líticas) del registro.

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Hasta ahora, en lo referido a modelizar y simular, hemos dejado atrás una componente muy importante: los colectivos sociales que transitaron en dichos escenarios. El estado del arte actual muestra un panorama en donde el único y más significativo conjunto de evidencias sobre aquellas comunidades tan solo se pueden vincular a una determinada expresión del registro: Las evidencias líticas. En estas circunstancias, sin la presencia de otros tipos de testimonios, se hace muy complejo atribuir alguna etiqueta nominativa/funcional a los sitios y ello condiciona la forma de desarrollo del análisis espacial y la refutación de hipótesis. Es decir, los yacimientos documentados en base a la percepción de las evidencias y el modo -aparente- en que se encuentran distribuidos, tan solo facultaría un tipo de atribución sobre ellos: “lugar de obtención y/o procesado de instrumentos líticos”. Mediante los análisis efectuados por especialistas a algunas colecciones líticas, se les atribuye determinadas características físicoquímica, y funcionales. Estas últimas, probablemente, pudieron haber sido ejecutadas, sino en las mismas localizaciones donde el objeto lítico ha sido recuperado, probablemente, en su vecindad. Sin embargo, aún no se cuenta con evidencias sensibles adscritas a ciertas categorías como pueda ser la fauna (debido a los problemas de conservación de ese registro, Giles et al 2000), como tampoco hay documentados testimonios acerca de espacios posiblemente destinados a otros tipos de tareas como las propias de un campamento, ya sea un lugar de carácter expeditivo o, en el mejor de

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los casos, estacional (esta última cosa, aparentemente poco probable) ya sea para la determinación de algunas estructuras (perímetros de cabañas y/o paravientos), fogones, distribución de determinados restos en determinadas localizaciones,... Estamos convencidos que la excavación sistemática en algunos de aquellos sitios posibilitará un cambio radical acerca del actual estatus quo. Pero de momento estas son las coordenadas desde donde podemos desarrollar nuestras propuestas acerca del uso/gestión del espacio, y desde aquí, es donde se asientan las posibilidades de modelaje y simulación. Así, para abordar cómo estos grupos podrían haberse organizado en aquellos medios mediante determinadas configuraciones espaciales, proponemos una serie de consideraciones acerca de lo que debería ser entendido como movilidad/transitabilidad y estacionariedad de grupos Modo 2 y 3 en el CdG en términos de un concepto definido como Movilidad residencial (Hamilton et al 2016:1). Este es un aspecto clave en las economías de colectivos cazadores-pescadores-recolectores con elevada movilidad, y es un concepto de notable importancia en el estudio de estos tipos de colectividades (Bindford 2001; Grove 2009, 2010; Kelly 1995...; entre otros). Desde las implicaciones de dicho concepto, queremos esbozar algunos argumentos acerca de cómo podríamos modelar y simular configuraciones espaciales para grupos de Modos 2 y 3. La mayoría de las economías sustentadas en la caza-pesca-recolección (con relativamente bajas densidades de población en la composición de los grupos que sí formarían parte de estructuras extensas) dependen de unas pautas de movilidad orientadas en base a la heterogénea distribución en el espacio y en el tiempo de los recursos que posibilitan el mantenimiento y la reproducción de la vida biológica y social. Y esto lleva implícito que los grupos cazadores-recolectores parten de un sistema de variación en torno a sus tasas de movilidad residencial anual, por lo cual entender las fuentes de dicha variación se constituye en el objeto de colegas antropólogos y arqueólogos sobre sus casos de estudio. Si la movilidad residencial es un patrón de transito de campamento en campamento a lo largo de un año en el sentido de explotación de los recursos del medio para satisfacer necesidades nutricionales, materiales, y también de ámbito social; entonces la movilidad residencial se pude medir en términos de la distancia total recorrida, y el número de traslados por año que se han realizado. Obviamente, la movilidad implica una combinación de factores variados, que son asumibles bajo constructos como cultura, economía y biología de las especies, del medio y de los propios agentes que transitan. Para el caso que nos ocupa y en torno al registro documental existente, se antoja complejo el abordaje desde estas esferas, ya que aún conociendo algunas partes, la incertidumbre es significativamente elevada como para reconstruir la movilidad residencial de aquellos grupos humanos en el CdG y en sus áreas adyacentes durante el Paleolítico Medio. De este modo, y siguiendo la propuesta de Hamilton y colaboradores (Hamilton et al 2016), se puede concretar una aproximación a este concepto en tanto en cuanto podamos establecer un conocimiento sensible acerca de las limitaciones ecológicas y energéticas propias de un ejercicio de movilidad en tales condiciones. Desde la aceptación de una serie de axiomas, podemos vislumbrar posibles modelos (sustentados en casos etnográficos) desde los cuales simular dicha movilidad. Lo realmente complicado de esta posición no está en la consecución de modelos y simulaciones, sino en la generación de un volumen de datos y niveles de información lo suficientemente potente para poder construir y validar/refutar hipótesis, siendo este el auténtico desafío en términos de definición del problema y del entorno de solución plausible.

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Para ello, debemos alcanzar un conocimiento efectivo acerca de aquellos grupos del Modo 2 y 3 para así poder asumir el siguiente enunciado (Hamilton et al 2016:2): La movilidad residencial es fundamental para el modo de vida de cazadores-pescadores-recolectores, pero es extremadamente costosa en términos de: Energía (coste metabólico del movimiento), Logística (el éxito en el planeamiento y gestión de la movilidad en torno a individuos y -exigua- cultura material), Oportunidades perdidas en clave de tiempos empleados en la movilidad es tiempo no dedicado a otras tareas propias del mantenimiento y reproducción de la vida biológica y social; y por último,

Gasto de tiempo en sí mismo (existe un número finito de días en el año que posibilita la realización del movimiento para acceder a qué tipo de recursos distribuidos en el espacio y en el tiempo). Así pues, teniendo en cuenta estos costes, la movilidad residencial debió significar una gran parte del presupuesto de energía disponible de aquellos cazadores-recolectores. Por lo tanto, es razonable suponer que aquellos costes debieron reducirse al mínimo dentro de los límites de los ecosistemas locales en donde encontramos las evidencias de estos grupos sociales. Desde este enfoque, el encaje en el uso de ecotonos fluviales parece ser una solución óptima, ya que la oportunidad en recursos subsistenciales es significativamente mayor que otros escenarios (sierra, dehesa, llanura aluvial). En base a lo anterior, la pregunta central es: ¿Cómo de predecible es la variación en la movilidad residencial de cazadores-recolectores? Para ello, Hamiltón y colaboradores utilizan datos etnográficos, con los que evaluar el un conjunto de hipótesis, que proceden desde ciertas teorías al uso en términos de Ecología y procesamiento de la Energía: Teoría metabólica de la Ecología (Brown 2004; Sibly et al 2012), desde la cual se puede realizar predicciones específicas sobre la escala y la variación de la movilidad residencial de cazadores-recolectores en términos a dos componentes (Hamilton et al 2016:3): 1) la biomecánica y la bioenergética de homínidos evolucionados; y 2) el volumen de energía alcanzable en los ecosistemas por donde aquellos colectivos transitaron. Lo realmente útil del enfoque acerca de la movilidad residencial radica en que el marco teórico que propone Hamilton y colaboradores, es que, de manera conjunta, se tratan dos actividades que son fundamentales para generar conocimiento acerca de la espacialidad en grupos de cazadoresrecolectores (Hamilton et al 2016:4): i) El uso del espacio, donde el espacio se considera que es la zona de captación de recursos relacionados con el sustento vital, y todo el material y los recursos sociales necesarios para la supervivencia; y ii) el movimiento en el espacio, que abarcaría al conjunto de restricciones que dan forma a la utilización del espacio en términos a los límites energéticos del tamaño del cuerpo. Así, y para nuestro caso de estudio, se marca el objetivo de vincular el uso de, y el movimiento en, el espacio desde un marco conceptual formal y con el apoyo empírico para las predicciones generadas por dicho entorno, utilizando conjuntos de datos independientes sobre el potencial uso de áreas orientadas hacia múltiples actividades como pudieron ser: la caza y/o recolección, la captación de materias primas líticas, el descanso y la protección. Todo ello, vinculable al emplazamiento de los sitios. Pero además, se pueden abordar otras cuestiones ya lanzadas por investigadores (Castañeda 2008): la movilidad y la logística necesaria en términos de acceso a otros escenarios ignotos en donde no existiría ni un conocimiento, ni se podría contar con la misma oferta de recursos (por ejemplo la inclusión de grupos en la Serranía de Ronda) De este modo, los modelos que elabora Hamilton y colaboradores en su trabajo, explican y predicen la variación en la movilidad residencial observada (recordamos: para casos etnográficos). En concreto, se muestra que tanto la escala y la variación de las tasas de movilidad de cazadoresrecolectores a través de diferentes entornos pueden ser matemáticamente derivadas a través de la teoría ecológica fundamental. Los autores proponen (Hamilton et al 2016:16) un diagrama de flujo en el que convergen las diferentes variables empleadas en la determinación del uso del espacio y la movilidad residencial

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Figura 6: Esquema de flujo (Hamilton et al 2016:16) en donde los autores describen las componentes para hacer la simulación: Medio ambiente, la población y los procesos a nivel individuales que influyen en el espacio de cazadoresrecolectores.

Esto faculta la formulación de la cuestión acerca de: si dicho enfoque puede ser implementado sobre nuestro caso de estudio, concretamente queremos abordar la siguiente cuestión: ¿se podría aplicar a las divergencias documentadas entre la materialidad del Modo 2 y el Modo 3, o entre Paleolítico Medio y el Superior en términos de espacialidad? Creemos que sí es posible, y consideramos la propuesta de Hamilton y colaboradores como un enfoque muy válido tanto para refutar las hipótesis al uso acerca del espacio, como un entorno apropiado para generar conocimiento empíricamente contrastable sobre la espacialidad en grupos sociales del Modo 2 y 3. Como ya se ha dicho en otras partes, el reto en nuestro caso de estudio se encuentra en armonizar los datos y el conocimiento existente para la construcción de modelos en los que detectemos correlaciones de variables (numérica y gráficamente), y desde ahí, hacer correr las pertinentes simulaciones. Una propuesta que es bastante accesible desde el estudio de ciertas componentes del medio, pero que se hace un tanto más complejo desde la dimensión social.

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De este modo, ¿Cómo podemos ver desde un sitio con vistas? Se hace patente la concreción en torno a la respuesta: Desde un nuevo enfoque, en donde modelar y simular son medios, que no fines, para alcanzar la validación de nuestras hipótesis y la generación de conocimiento.

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5. CONSIDERACIONES A tenor de lo expuesto en las páginas anteriores, entendemos que el estado actual de la investigación y la posibilidad de implementar nuevos métodos geocomputacionales en la captura, gestión, análisis y representación de resultados, posibilita dar un paso adelante sobre una serie de problemas epistemológicos acerca de cómo grupos humanos del Paleolítico Medio gestionaron/interactuaron con su medio en base a unas determinadas configuraciones espaciales. Esto, como ya ha sido considerado por colegas, llevó a la atribución acerca de unas posibles pautas en el CdG, desde las cuales aquellos grupos se apropiaron y usaron el espacio en base a sus estrategias de producción y reproducción social. Pero también es cierto, que en el registro en el que se sustentan esas interpretaciones espaciales, existe algunas limitaciones y fallas (expuestas en el

epígrafe 2 de este trabajo). Aunque las evidencias del registro son claras a la hora de atribuir tanto a los agentes causales (comunidades adscritas al Modo 2 y 3), y a determinadas actividades realizadas por ellos y ellas en aquellos sitios y en sus aledaños, debemos reconocer que las condiciones de dicho registro (pocos casos en el contexto estratigráfico, casi todo en superficial y siempre vinculado a soportes en materiales líticos) no pueden aportar un sustento sólido acerca de cómo el espacio pudo ser gestionado, sino se realiza un replanteo acerca de cómo abordar y resolver el problema de la espacialidad. Es evidente, que las hipótesis existentes acerca del uso del espacio son plausibles, pero de muy difícil contraste empírico, ya que como hemos dicho, son soluciones semánticas. Sin embargo, esto no es óbice para el planteamiento de entornos de solución empíricamente verosímiles, eso sí, es necesario cambiar nuestro enfoque del problema e implementar recursos que en parte, exceden los métodos y herramientas al uso en la Arqueología Espacial. Nosotros, desde nuestra formación y experiencia, apostamos por líneas de trabajo y enfoques emergentes que posibilitan un salto cualitativo (desde la cuantificación) en la interpretación de la variabilidad espacial existente en el registro arqueológico. Somos consistentes que la fenomenología, objeto de estudio de la Arqueología Espacial (a escala Paisaje), responde a un conjunto de mapas de distribución de sitios arqueológicos y otras tantas “cosas” que construimos ex profeso a colación con ciertas inercias epistemológicas. De manera escueta, nos centramos en dos de ellas: por un lado, el devenir histórico acerca de qué lugares han prevalecido y cuáles no, debido a factores de conservación, eliminación/ocultamiento que fueron promovidos por agentes causales naturales y/o antrópicos; y por otra parte, a ciertas formas implementadas en el proceso de investigación, que van desde el diseño de prospecciones sobre el terreno, hasta los modos de cualificar a las evidencias y atribuirles una relación espacial coherente que posibilite alcanzar una interpretación factible sobre la fenomenología observada. Este trabajo es plenamente participe de esa dinámica, aunque el aporte que intenta realizar se centra en la convergencia entre nuevas herramientas y su armonización para atacar y resolver el problema espacial. Así, caracterizar conjuntos de evidencias, establecer correlaciones que posibiliten modelar ciertas condiciones y simular escenarios, se constituye como una vía útil en la resolución de ciertos problemas espaciales y la construcción de conocimiento que sea empíricamente validable. Ya lo dijimos al principio de nuestra disertación, la complejidad del problema espacial es mayor no solo por la parcialidad del registro, sino por el modo en el que los investigadores/as seamos capaces de establecer enunciados coherentes, verosímiles y empíricamente contrastables acerca de cómo determinados conjuntos de evidencias se pudieron articular en el espacio y pueden ser fuente de conocimiento.

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6. SIN ÁNIMO DE CONCLUIR...

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En este trabajo no hemos cumplido, solo en parte, lo que anunciamos en el resumen: “... Se plantea una argumentación estocástica acerca de cómo se distribuyen y por qué varían los sitios paleolíticos documentados en el Campo de Gibraltar...” Esto se debe a que es un trabajo que será presentado en una reunión científica en donde esperamos la discusión de los argumentos aquí planteados. Entendemos que esto debe ser así, ya que los contenidos de las páginas previas han quedado más que en la presentación de un conjunto de resultados, en una especie de hoja de ruta y la caracterización de un conjunto de cuestiones que posibilitan nuestro argumento central: Modelar y simular como fuente de contrastación empírica y generador de conocimiento útil que posibilite resolver determinadas problemáticas y fomentar el desarrollo de nuevos niveles de contradicción. Creemos que optar por esta opción, facilita el necesario aporte de colegas que no trabajando desde la espacialidad, son especialistas en otros campos, ya que sin un conocimiento previo acerca de la materialidad arqueológica, y los contextos ambientales y sociales se hace muy difícil concebir el problema del espacio; y ni que decir acerca de una vía para investigar la variabilidad espacial observada. Por ello, no hemos desarrollado un cuerpo específico de conclusiones. Aquí presentamos una forma diferente de abordar el problema, y creemos que es necesario fomentar el

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debate sobre las propuestas descritas en las anteriores páginas dentro de la comunidad científica de arqueólogos/as, una labor que permita establecer nuevos límites y mejoras en las fuentes de datos, optimizar la formulación de preguntas que el registro pueda acometer y solventar cuestiones espaciales, y el establecimiento de enunciado empíricos, más allá de las soluciones semánticas no empíricas que debido a determinadas cuestiones y procederes, han sido adoptadas por parte de una disciplina científica y empírica como es la Arqueología y su objeto de conocimiento. REFERENCIAS Arcila, M. , Fernandez, A. 2015: El uso de los SIG para el análisis de la vegetación y el poblamiento histórico en la provincia de Cádiz. Geofocus 15. pp 205-230 Binford LR. 2001. Constructing Frames of Reference. University of California Press. Berkeley Brown J.H.; Gillooly J.F.; Allen A.P.; Savage, V.M.; & West G.B. 2004. Toward a metabolic theory of ecology. Ecology 85: 1771-1789. Bunge, M. 2009. Semántica I: Sentido y Referencia. Ed. Gedisa. Barcelona

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ANEXOS

Se adjuntan 2 series con 4 vistas de las simulaciones efectuadas sobre lámina de agua en dos sectores del CdG. En ambos casos el recrecimiento del nivel del mar es de un valor de 5.8m.

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Serie 1: Los Barrios y Río Palmones Serie 2: Desembocadura del río Guadiaro

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